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Uribe, el asesino que nos puso la mafia

A Fernando Garavito, periodista, poeta y escritor, que murió en extrañas circunstancias


después de haber publicado varios de los hechos aquí narrados. Gracias por los datos
maestro, allá nos vemos, en ese infierno delicioso al que llegan los descreídos y al que muy
seguramente me habrá de mandar el principal protagonista de esta historia.

Por DANIEL EMILIO MENDOZA LEAL


@eldiabloesdios

PARTE I

Jaime Lombana, uno de los tantos abogados del presidente Uribe, le mandó vía chat a un periodista la
primera página del denuncio que habría interpuesto en contra de Pablo Bustos, director de la Red de
Veedurías. El denuncio no aparece por ningún lado, esa primera hoja que llegó a mis manos no tiene
radicado de la Fiscalía y en la oficina de reparto nadie me da razón de la actuación. En esa página suelta
que el jurista le mostró al periodista, dice que el señor Bustos lo denunció temerariamente, es decir,
afirmando mentiras.

El Doctor Bustos, hizo solo lo que la Constitución le ordena: Poner en conocimiento de la fiscalía el
hecho público reseñado a gritos por un grupo de periodistas dentro de los que me incluyo, de que la
Corte Suprema de Justicia tenía videos y audios del Doctor Lombana ofreciendole dadivas en
representación de Álvaro Uribe a Juan Guillermo Monsalve, testigo ante la Corte Suprema, que ya había
narrado en diligencia judicial con pelos y señales, cada una de las órdenes que había dado el señor ex
presidente, cuando se desempeñaba como fundador y comandante supremo del muy reconocido Bloque
Metro de las autodefensas, el mismo que fusiló, despescuezó y tasajeó a todos esos campesinos,
hombres, mujeres y adolescentes, que durante las épocas en que supuraba el conflicto, fueron
condenados a muerte por ser presuntos colaboradores de la guerrilla.

Eso fue lo único que escribió en ese denunció el doctor Bustos: Vea, señor Fiscal General Nestor
Humberto, tenga en cuenta estos artículos y mire a ver si lo que dicen es cierto. Investigue. No dijo nada
más.

Lombana está asustado, sabe en el lío que está metido, por eso le envía a los periodistas esa hoja
mocosa. Cadena, su colega, el que lo acompaña en la escena, ya le aceptó cargos a Daniel Coronell. Al
periodista cuando lo entrevistó, no le negó su encuentro con la esposa de Monsalve y fue enfático en
afirmar que el presidente Uribe le había dado poder para contactar y manipular testigos. “Algunos de
ellos se han ofrecido a involucrar a críticos de Uribe en crímenes atroces como el de Álvaro Gómez”
señala Coronell en su artículo. En ese sanduche los dos honorables juristas, vienen siendo el jamón. Por
un lado la Corte los tiene a tiro de as y por el otro, pueden terminar contagiándose de la misma
enfermedad que han contraído otros que también estaban al tanto de la historia del expresidente: Sus
abogados, que tanto lo conocen, saben que a ellos los puede agarrar en cualquier esquina una de esas
gripas de plomo que acaban hasta con el más fuerte.
Este par de abogados defensores de mafiosos y paracos, son personajes tragicómicos de la historia
accesoria, del proceso que condensa las actuaciones criminales que tenían como finalidad encubrir las
atrocidades que arrastra Álvaro Uribe amarradas a la espalda, que son sus cruces perpetuas y que le
empiezan a pesar tanto que, ya casi setenton, se ha visto obligado a entrar en una campaña que le
garantice a ese presidente lacayo, arrastrado y lambón que podría salvarlo de terminar pagando y quedar
debiendo hasta el último de sus días, los millares de vidas inocentes que significó su ascensión al poder.

Es por eso que necesita de todos esos que lo respetan por lo que es y que, en la primera vuelta electoral,
le votaron a Duque. Esos votantes saben quién es Álvaro Uribe y precisamente por eso lo admiran, por
la forma en que chalanea el poder como si el país fuera una de esas bestias que sabe domar. Por su
genética mafiosa, su historia de temible pacificador y por el temor que inspira entre los más malos. A
Uribe lo adora un pedazo de Colombia por ser el capo de capos y con ese trozo de país no hay nada que
hacer. Es a los que se aterran de su pasado mortuorio y de sus alcances, a quienes van dirigidas estas
letras.
¿Por qué vienen siendo esos 7´566.698 de sufragantes un elemento esencial de la organización criminal
estructurada por Álvaro Uribe Vélez, más importante incluso que sus abogados, que los funcionarios
públicos y políticos corruptos que le han colaborado durante su añeja carrera delincuencial?

PARTE II
El primero que denunció a Álvaro Uribe Vélez por mafioso, fue el papá del hoy candidato a la
presidencia, Iván Duque. Don Iván Duque Escobar, cuando Ivancito aún era un niño, en despeño de sus
labores como gobernador de Antioquia, programó viaje exclusivo para informar al presidente Turbay
que el entonces joven burócrata, llegado de la secretaría general del Ministerio de trabajo Álvaro Uribe
Vélez, era socio del Cartel Medellín y que desde su cargo recién estrenado como director de la
Aeronáutica Civil, repartía licencias de vuelo y autorizaba las pistas de las tantas aeronaves que subían y
bajaban preñadas de cocaína desde la nariz hasta el culo de aquella patria Colombiana, que en los 80 los
mafiosos dominaban como si fuera una masoquista amordazada con una pelota de ping pong en la boca.

El papá de Iván Duque le llegó a Turbay con la tarea hecha, se quejó de lo que sucedía en Medellín, le
dijo lo mismo que le diría a la revista Cromos en su momento, que era una ciudad decente que no
gobernaba él, sino los 30 narcotraficantes que andaban rociando en cada esquina plomo y que
caminaban en sus Toyotas como Pedro por su casa, a pesar de estar pedidos en extradición. Habló de los
vínculos de la mafia con los empresarios, funcionarios públicos y políticos, antes de llegar al joven
Uribe Vélez ochentero y hablar del historial que lo precedía. A Turbay, el Duque viejo se lo contó todo.

En palacio, el Gobernador no se limitó a hablar de las pistas y las licencias, sino que algo le dijo de su
familia y amigos, le mencionó lo que todos sabían y que resalta Fabio Ochoa, el venerable abuelo del
clan, en ese libro que no se consigue, que mandaron a desaparecer de bibliotecas y librerías como si
fuera un sindicalista de bananera, pero que proveniente de algunas manos llegó a las mías y que no solo
habla de caballos sino que, como su nombre lo delata, también habla de la vida.

De mi vida en el mundo de los caballos, hace un recuento del árbol genealógico de Álvaro Uribe Vélez y
en didáctica narración Don Fabio nos revela que no es verdad lo que siempre ha dicho el expresidente,
que a los Ochoa los conoció de pasada y por los caballos, sino que era familiar por varias puntas de
todos ellos.
Su mamá era prima del Viejo Fabio que expone con lujo de detalles la relación filial de los Vélez
Gonzales, de los Posada Vélez y de los Vélez Vélez y por supuesto de los Uribe Vélez, presentando
desde niño a nuestro protagonista que tanto quería, a “Varito” como solía llamarlo, como una estrella de
talla presidencial.
Y de ahí nace todo, de allí de donde viene Uribe, y de esa postulación como futuro gobernante que le
hace el viejo Fabio al hijo de Alberto Uribe Sierra, un hombre pobre, repleto de deudas que vivía en
arriendo con su esposa y sus tres hijos, Álvaro (Varito), Santiago y Jaime Alberto (El pecoso) en un
segundo piso de una casa en el barrio Laureles, para esa época un barrio de clase media emergente de
Medellín.

Si. Uribe nació pobre. Fue después, en los 70´S medianeros, cuando todo empezaba a pasar que le
fueron apareciendo al papá las manotadas de haciendas que llegó a tener, los caballos, las camionetas y
los coches de lujo, los sembrados de arroz y palma y hasta los helicópteros, que también tienen su
historia como huellas en el camino histórico de este nuestro prócer, que llegó a terciarse dos veces la
banda presidencial y que va para una tercera que se las pela, así esta vez sea otro el que vaya a lucirla.

Uribe Sierra, Don Alberto, persiguiendo la visión fatídica de Don Fabio y por supuesto con la ayuda de
todos esos grandes amigos que en Antioquia gobernaban a los gobernantes, ubica a su hijo abogado de la
Universidad de Antioquia, como funcionario público de la administración regional en las Empresas
Públicas de Medellín EPM. De allí pasa a ser secretario en el Ministerio del Trabajo durante el gobierno
de Alfonso López, antes de dar el brinco al cargo que le puso dinamita a su carrera cuando fue
convenientemente seleccionado para ser el director en jefe de la Aeronautica Civil, entidad que en
palabras de Lara Bonilla, durante la administración de Uribe fue puesta al servicio del narcotráfico, al
punto de que ordenó suspender la flota de aeronaves que desde allí, el gobierno le había permitido
operar a Pablo Escobar y Carlos Ledher, quienes tenían hangares en el aeropuerto de Medellín y permiso
de operación para sus 57 aviones de última tecnología.

En la Aeronautica civil nombra a Cesar Villegas, alias “El Bandí”, como su mano derecha en la oficina
de planeación y relacionista público con las altas esferas de la mafia. Con Villegas monta la empresa VC
Maderas, en la que, según Joseph Contreras, corresponsal de Newsweek, él era socio en la sombra.
Villegas, después de convertirse en uno más de esos multimillonarios nacientes, termina condenado por
enriquecimiento ilícito, lavado de activos y narcotráfico hasta que encuentra la muerte el cuatro de
marzo de 2002, cuando es abaleado el día anterior a la reunión que tenía en la Embajada Americana para
declarar en contra de Uribe. He aquí al primero del reguero de muertos que, por bocones, han terminado
desparramados en el oscuro camino del señor expresidente.

No fue Villegas quien le presentó a Pablo Escobar y a los demás representantes de los carteles de la
cocaína en Colombia. Alpher Rojas, el periodista, en un artículo habla de las tardes doradas de la mafia
y de forma explicita como testigo presencial de los hechos, a Uribe lo sienta en medio de Pablo Escobar
y Rodríguez Gacha, con whisky en mano, en una feria de ganado en Armenia.
A Pablo Escobar lo siguió tratando, después de que su padre, siempre presente en el camino de su hijo
predilecto, le compra a Belisario Betancourt en una subasta de arte que tenía como fin recaudar fondos
para su campaña, un cuadro por 20 millones de pesos de 1982 que bien pueden ser un par de miles de
ahora. Esa compra le merece a Varito su nombramiento como alcalde de Medellín, para la época en que
no era el voto popular sino el guiño presidencial el que los designaba. De la alcaldía, en palabras del
corresponsal de Newsweek ya mencionado, lo echa el mismo Belisario que le pide la renuncia
protocolaria cuando se entera que la mafia lo había mandado recoger en helicóptero, para que asistiera a
una cumbre del Cartel de Medellín, a la que asistieron Pablo Escobar, Carlos Lehder, los Ochoa y
Rodríguez Gacha.

En la Alcaldía sólo dura cuatro meses, que le bastaron para permitir que Medellín sin Tugurios, el
programa social de Pablo Escobar se tomara la ciudad, en especial cientos de terrenos del distrito que
eran ocupados por los habitantes y urbanizados por Escobar, cada uno con su respectiva cancha de
futbol. Medellín sin Tugurios era dirigido y coordinado entre el alcalde Uribe Vélez y Pablo Escobar,
que supo demostrarle su agradecimiento, con aviso de prensa en primera página invitando al sepelio de
su padre, al que llegó esa avioneta que como gesto de condolencia roció de claveles rojos y margaritas
blancas a los asistentes. A Pablo le agradece muy especialmente lo del otro helicóptero del que tanto se
ha hablado.

El helicóptero que Pablo Escobar le prestó a Uribe el 14 de Junio de 1983, día en que le mataron al papá
en la Hacienda Guacharacas, cuando llegó la guerrilla a secuestrarlo y se hizo matar, enfrentándose con
una pistola a 30 guerrilleros armados hasta los dientes.

En eso hay que ser objetivos, valiente y arriesgado siempre fue Don Alberto, que había aterrizado en la
mañana en otro helicóptero, uno más pequeño que el que Escobar le prestó a su hijo Álvaro, pero que era
suyo, un Huges 500 Modelo 363 Matricula HK 2704, que con los años, entre viaje y viaje, termina
decomisado junto con 6 aviones cuyas licencias las había otorgado el propio Uribe Vélez desde la
Aerocivil, en el publicitado golpe de Tranquilandia, el laboratorio y complejo de distribución de cocaína
propiedad del Cartel de Medellín, más grande que ha existido en la historia del narcotráfico y que para el
día de la operación figuraba a nombre de los Uribe Vélez, “Fue que mi papá se lo había prestado a un
amigo que nunca lo devolvió” con esas le salió el expresidente Uribe, a Enrique Parejo quien para la
época era Ministro de Justicia.
Un tiro en la cabeza se le llevó la vida a Alberto Uribe Sierra. Santiago, su hijo que lo acompañaba,
recibió uno el pecho que no lo mató, dejándole el trozo de existencia necesario para llegar hasta la
carretera, en la que más muerto que vivo lo recogió un camión que lo llevó al hospital. Hasta donde
pudo llegar el ex alcalde gracias a ese aparato con hélices que había puesto a su servicio el Capo más
poderoso y peligroso del mundo, el único que podía tener esa aeronave como no había otra en Colombia,
cuya tecnología le permitía llegar a donde ninguna podía llegar y a la hora que a ninguna otra le era
permitido, a menos de que tuviera ese permiso especial de vuelo, expedido especialmente para ese viaje
que a las 7 noche culminó con un Uribe bajándose del aparato enceguecido del odio, ese odio que lo
generó todo.

El odio unido a esa personalidad tan megalonamana como sociopática, deslinderada en su afán de poder,
formada y deformada entre los valores de una comunidad clandestina y sangrienta, hacen del
expresidente Uribe lo que es: El gestor del aparato organizado de poder criminal más devastador en la
historia de latinoamerica. El mismo que los abogados de Uribe pretenden que los magistrados pasen por
alto. Aquél que quiere ocultarle a la Corte a como dé lugar, para lo cual monta una empresa delictiva
anexa, cuya finalidad es silenciar cualquier boca que se atreva a mover los labios.

Empieza a gestarse en quien hasta ahora había sido una pieza más del engranaje mafioso en Colombia,
la idea de organizar entidades rurales dedicadas a matar guerrilleros, que como eran difícil de agarrar en
el monte, había que hacerlos sufrir como él sufrió, matándoles a sus familiares y conocidos que venían
siendo todos esos campesinos que en la frente llevaban el inri de colaboradores de la subversión.

Con la muerte de su padre empiezan los asesinatos selectivos en el municipio de San Roque al noreste
de Antioquia, lugar donde se edificó la hacienda que fue la génesis de todo pero cuando a Alvaro Uribe
Vélez lo eligen de Gobernador, es cuando el infierno cae a la tierra. Los hitos históricos se entrelazan de
tal forma que el 2 de enero, al otro día de su nombramiento, los guerrilleros vuelven a Guacharacas,
asesinan al administrador de la hacienda, le prenden fuego y se roban más de 600 cabezas de ganado.

Bien caro pagó Antioquia dicha afrenta: Vino la retaliación de aquellos grupos que durante mucho
tiempo se denominaron solo “Fuerzas Oscuras” porque para esa época los paramilitares eran los mismos
hacendados asociados narcocriminalmente con el ejército.

De los asesinatos selectivos vinieron las masacres. 14 muertos en Valdivia, 10 en Cáceres, 15 en


Segovia, 10 en Apartadó, 32 en Chigorodó, en Uraba 6 masacres que sumaron 86 muertos, más de 100
cadáveres pertenecientes a miembros de la UP, en el nororiente a machetazos 26 personas, 952
asesinatos selectivos …y más y más y más, podría llenar paginas infinitas con aquellos números
despersonalizados que terminan regados en las estadísticas.
Cuando eran bondadosos los agraciaban con un tiro en la nuca, a algunos, padre e hijo, marido y mujer,
hermanos o a la familia entera, los cogieron de blanco en prácticas de polígono, a muchos los rebanaron
con motosierras en presencia de su familia, jugaban con sus cuerpos aún estando vivos en extensos
rituales de tortura que no perseguían ningún fin, nadie sabía nada de nada, no eran guerrilleros, eran
campesinos que los conocían, que quizás los habían engendrado, pero que como se lo explicó Carlos
Castaño al filósofo francés Bernard Henri Levy, todos eran culpables, “si un hombre tiene aunque solo
sea una vaga vinculación con la guerrilla, dejan de ser civiles, para convertirse en guerrilleros vestidos
de civil y, por lo tanto, merecen ser torturados, degollados, o son merecedores de que les cosan un gallo
vivo en el vientre”

No me extraña la conclusión a la que llega el francés, con la que terminó descifrando nuestra realidad al
afirmar que Colombia estaba en manos de una banda de crueles mafiosos locos, después de estar sentado
con Castaño a quién describe como un ser desequilibrado, de ojos chisposos que a veces se le querían
salir y que durante el encuentro parecía montado en un vagón que subía y bajaba sobre una montaña rusa
construida sobre esa personalidad bipolar y psicótica.

Uribe de gobernador, parado ya en ese cargo omnipotente que lo hacía dueño de las fuerzas armadas y
de la policía de todo el departamento, estructura una serie de aparatos de poder regional, amparándose
en el marco jurídico de un decreto perdido proferido por Cesar Gaviria. Viste de legalidad la
criminalidad. Institucionaliza los ejércitos homicidas de sus amigos mafiosos, muchos de los cuales lo
habían apoyado en su vertiginosa carrera política, transformándolos en bandas de asesinos en serie
auspiciadas por la Gobernación de Antioquia a través de las Convivir.

Nadie podría describir mejor el fenómeno que el propio Castaño en Mi Confesión ese libro en el que se
autodescribe como el Mesías redentor, pacificador de esta patria picha y despernancada en la que cometí
el error imperdonable de nacer “No voy a negar que a las autodefensas les sirvieron a las Convivir, pero
quienes más las aprovecharon fueron los narcotraficantes, que se dedicaron a montar pequeñas
Convivir en sus fincas. Era habitual ver cinco camionetas Toyota con un “narco” adentro escoltado de
manera impresionante y sus guardaespaladas portando armas amparadas por el Estado”
Nos lo advirtieron a gritos. En el 94 Amnistía Internacional conoció del decreto y profirió una sentencia
profética: “Amnistía Internacional teme que el resultado final de esa labor de “Vigilancia rural” no sea
otra cosa que una repetición de la historia: La formación, nuevamente, de grupos de autodefensa
moldeados por las fuerzas armadas para asumir un papel central en la guerra sucia”
En efecto así terminó siendo todo, estas bandolas de asesinos armados hasta los dientes como guerreros
apocalípticos adornados de poncho y carriel, jeans desteñidos, sus ojos calzados con gafas negras y sus
pies con Adidas, fueron entrenadas en la mítica y tan mentada hacienda Guacharacas de los Uribe Vélez
con el apoyo del ejercito que por temporadas la tenía como base militar. El ejercito recibía ordenes
directas del secretario del Gobernador, Pedro Juan Moreno, que se comunicaba con el comandante de la
17 Brigada, Rito Alejo del Rio, quien fuese condenado a 25 años de cárcel por todos estos hechos en los
que todos sabían quien dictaba las ordenes, aunque solo hayan sido condenados quienes las ejecutaban.

Porque eso es lo que caracteriza un aparato organizado de poder. Se gesta como una organización Estatal
amparada por una legalidad ficticia que tiene como finalidad violar el Estado de Derecho y atentar en
contra de los derechos humanos con total impunidad. Las organizaciones de este tipo, persiguen las
finalidades de quien ostenta la dirección y dominio de los hechos dentro de un organigrama criminal
estructurado de forma vertical. Es precisamente porque quienes las estructuran son agentes del estado
que ostentan el poder, que por lo general han sido el mecanismo por excelencia para la ejecución de los
más grandes genocidios de la historia. El holocausto judío y el régimen del terror que impusieron los
militares en Argentina, son solo algunos ejemplos de las formas que han tomado estos aparatos
organizados de poder.

Álvaro Uribe Vélez, a través de las Convivir amparó a los paramilitares y sabía perfectamente lo que
hacían. Las declaraciones abundan, a la gobernación llegaban las cartas desesperadas que narraban los
hechos, además de las que ya dio Monsalve y los demás testigos que alcanzaron a declarar antes de que
los mataran, existe la voz de campesinos que recrean las palabras de los paramilitares después de las
masacres: “ni modo de denunciar porque nosotros venimos directamente pagados por el gobernador de
Antioquia Álvaro Uribe Vélez; nosotros somos (sic) directamente mandados por él”
Las Convivir de Álvaro Uribe, fueron sindicadas de múltiples delitos, crueles asesinatos y masacres
planeadas y ejecutadas bajo el amparo de aquella corporación delictiva en que se había convertido la
Gobernación de Antioquia. Con permiso estatal, papeles en regla y el beneplácito de aquellos ojos
tenebrosos de monaguillo que lucía el gobernador detrás de los lentes, la Convivir los Girasoles,
extorsionaba campesinos, asaltaba los camiones antes de que llegaran a la plaza y se corroboró su
participación en decenas de asesinatos. Las denuncias hablan del ingreso frecuente de camionetas a las
poblaciones en las que obligaban a subir jóvenes campesinos, que aparecían regados en trozos a la orilla
del camino.

Los miembros de la Convivir Acepal fueron llevados a juicio por una masacre frente a la iglesia La
Veracruz de Medellín. Convivir Las Garzas, de acuerdo con la Seccional de Fiscalías de Antioquia, fue
la responsable del asesinato de varias familias en el Municipio de Amaga. Del paramilitar José Alirio
Vásques Arcila se obtuvieron extensas declaraciones en las que narraba el accionar de la Convivir los
Sables, perteneciente al municipio de ciudad Bolívar ubicado al sureste antioqueño. Diligencias ante un
fiscal aterrado en las que el paramilitar dio fe de su participación directa en más de 40 asesinatos y en las
que sindicó a dos militares, el capitán Ciro Alfonso Vargas y un sargento Castro, de haber participado en
la elaboración de una lista de 60 campesinos, jóvenes adolescentes, hombres trabajadores y madres de
familia, con direcciones y hasta algunas fotografías, personas que fueron torturadas, asesinadas y
desaparecidas.

El paramilitar dejó en claro dos hechos relevantes: Que todas las Convivir y las autodefensas de Carlos
Castaño eran prácticamente lo mismo, operaban de forma conjunta, sostenían reuniones periódicas, eran
entrenadas al tiempo, intercambiaban y se prestaban personal, y que sus acciones eran reportadas
previamente a los comandantes de la IV Brigada del Ejército, específicamente al Mayor Oscar Zuluaga y
al Sargento de Inteligencia B-2 Miguel Salinas.

A Luis Alberto Villegas Uribe, uno de los mejores amigos de Álvaro Uribe Vélez, hacendado vecino de
Guacharacas con quien había hecho negocios durante más de media vida, también le fue otorgada su
licencia suscrita directamente por el señor Gobernador.

Villegas monta la Convivir las Garzas implicada en decenas de masacres, antes de que lo mandara a
matar Julián Bolívar, ex jefe del Bloque Central Bolívar, por montar un laboratorio de procesamiento de
cocaína sin su autorización, durante el juicio en que Bolívar acepta el homicidio, se dictamina que
Villegas es un miembro más de las autodefensas, un participe activo de la organización paramilitar y que
la Convivir Las Garzas era una entidad con personería jurídica que servía para delinquir. El hermano del
difunto Luis Alberto, es Juan Guillermo Villegas, el mismo al que graban hablando con Uribe cuando lo
intercepta la Corte manipulándolo para que diera una declaración.

Y allí sobre tanta sangre y coca, entre las sábanas de normas socarronas y de una constitución que le
servía solo a aquellos que la violaban todos los días, gobernaba una sola persona, aquel ser envenenado
que jalaba los hilos y que lo observaba todo, que lo supo siempre todo, antes incluso de que sucediera.
Uribe no puede negar las denuncias de los defensores de derechos humanos que con precisión alquímica
predijeron con anterioridad muchas de las masacres. José María Valle, presidente del Comité de
Derechos Humanos de Antioquia le avisó al Gobernador de las dos de las matanzas por las cuales hoy se
le investiga, el Aro y La Granja, y lo que recibió como respuesta gubernamental fueron dos balazos en la
cabeza y uno en la mitad del pecho.

Uribe hubiera podido evitar todo. Pero cómo iba hacerlo si él mismo fue el que lo generó. Podían haber
faltado todos los sicarios que empujaban en las Toyotas, igual la mafia los generaba como si fueran el
producto de una fábrica de salchichas. Podían no haber estado ni Castaño ni Mancuso, igual se hubieran
conseguido a otros para envalentonar las tropas. Todos en la organización eran piezas de poner y quitar.
Solo había alguien esencial, quien de verdad dominaba los hechos: Álvaro Uribe Vélez. El era la razón
de ser del aparato organizado. Y en este sentido, así como lo han concluido tribunales de todo el mundo
cuando se juzgan genocidios estatales, es como si el Gobernador hubiera entrado a las poblaciones y
hubiera escogido desde su caballo a los campesinos, como si hubiera prendido las motosierras y las
hubiera dirigido al pescuezo, cómo si al palo hubiera amarrado al papá junto al hijo, hubiera caminado
de vuelta los 100 metros con el fusil terciado y hubiera alcanzado a escuchar el grito de dolor del
campesino descamisado al ver como a su hijo el primer impacto le desbarata vientre.

Así tendría que construirse el fallo de la Corte, porque se lo debe a la humanidad que no puede tolerar
estos hechos. El fallo no tiene relación exclusiva con esta esquina tropical, el fallo en este caso, con la
declaratoria de lesa humanidad, tiene como principal finalidad amparar a la raza humana del auto
exterminio.

Y es por esto que Álvaro Uribe Vélez tiene ahora que montar otra empresa criminal, una filial, la otra
sucursal que está investigando la Corte y que se relaciona con el concierto para delinquir en el que está
implicado Lombana, funcionarios públicos y hasta políticos y que ya no tiene como finalidad el
genocidio indiscriminado de campesinos, sino silenciar testigos a como dé lugar, matándolos,
comprándolos o amedrentándolos, tal y como lo dan a conocer las entrevistas, videos y grabaciones que
guarda la Corte en el expediente… y es por eso que Álvaro Uribe Vélez necesita de todos esos que le
votaron a Duque y de aquellos que van a votar en blanco que viene siendo lo mismo, porque como en la
Alemania Nazi, necesita del apoyo legitimador de los crímenes que cometió y de aquellos que tendrá
que cometer para mantenerse donde está. Por eso es que a él solo le basta el todo, porque todo es lo que
necesita. No menos: Todo el Senado, una constituyente que le entregue toda la justicia, toda la fiscalía
para que persiga y hostigue a los que nos atrevemos a hablar y para que no haga nada si nos matan. Todo
un ejército a sus órdenes que siembre el terror. Todos los empresarios, ganaderos y terratenientes,
enriqueciéndose con la corrupción para así solventar su régimen que siempre se ha nutrido de la
desigualdad.

Con Duque de presidente, no habrá nada que hacer. Será su marioneta en Palacio. El Senado, con la
puñalada que le pegó Gaviria a los ideales liberales, es de él. Al ejercito puede ponerlo a degollar
cristianos como lo hizo en el pasado. Los empresarios le limpian las botas con la lengua. La mitad de las
tierras del país son de él y la otra mitad de sus amigos… y ya se entregaron a sus pies rendidos, en esa
primera vuelta electoral, esos 7´566.698 de coautores morales que le votaron a su calanchín.

Espero poder votar para la segunda vuelta, antes de que me acaricie esa ráfaga o de que no se vuelva a
saber de mí. Igual ahí les dejo mis letras que son más fuertes, ellas si van a poder llegar a viejas.

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