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LA HISTORIA DE UNA LUCIERNAGA •

Pinjas Sadé

Ahora hablaré de Marián. No recuerdo las


circunstancias en las cuales nos conocimos, pe­
ro fue en la época a la. que ahora he llegado en

. .. . '. .~. ~.
mi libro. Marián tenía entonces 20 años, es de­
' cir, cuatro años menos que yo. Se puede descri­
bir su aspecto así: de talla menos que mediana
• . ~. n ............. y rostro redondo, labios gruesos, ojos brillan­
.. '
.· tes y a veces ardientes, rizos negros y crecidos y
... una barba que solo de vez en cuando conocía la
navaja. Vestía un traje viejo, de poca limpieza,
\ 1,..,.... " que le iba estrecho. Su aspecto, que llamaba la
atención por lo extraño, no cambió con los años,
salvo el hecho de que durante un tiempo se dejó
crecer la barba, como también por la magrura
que se asentó en sus mejillas en la épqca de su
enfermedad, de la cual hablaré más adelante.
En su aspecto exterior, Marián parecía en mu­
chos detalles al personaje que Rolland describe
al comienzo de su bíograría de Beethoven, se­
gún los testimonios de Kloeber Czerny y Mos­
cheles. Incluso .quedé sorprendido al ver, en
• Este cuento constituye un capítulo de su libro La vida
· como alegoría.

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rinas y objetos extraños, y la claridad que emer­
un~ película sob:~la vida de Beethoven, el pa­ gía del caos era tan honda, hasta inspirarle a
rec1d? ~tre Manan y el actor que personificaba uno el ansia delirante de bajar a ese puerto em­
al musico. Pero Marián era un tallo demasiado brujado y partir en uno de los barcos. ¿Hacia
endeble para soportar la cabeza beethoveniana dónde? Tal vez hacia ese lugar al cual, como
pesada y febril. ' uno de los hombres de la antigüedad, acabó al
Había en él algo ­más que me hizo recordar fin partiendo el mismo Marián.
lo que se cuenta a propósito de Beethoven y es Recuerdo también el apunte aquel que Ma­
s1;1 _ costumbre de errar por la ciudad y la 'cam­ rián llamó La primavera. A la derecha había
pma. D?,s o tres veces me crucé en el camino dibujado jardines, árboles y parejas de enamo­
de Manan, .9 lo vi de lejos. Una vez en una rados; era la naturaleza, fa vida en flor. A la
verde campma, en medio del mundo feliz de la izquierda aparecían fábricas, chimeneas y mu­
natur~leza; otra, en la calle principal dentro ros de piedra la vida estancada. Entre las dos
del ~rafago bul}icioso del mundo urban~. Tanto partes atrav;saba una vasta Iínea oblicua. Y
aquí como allá cargaba sobre sí una sombra he aquí arremetiendo esta línea, en un impulso
p~sada d~ _soled.ad. Si me hubiera sido dado el de derecha a izquierda, un toro joven, fuerte Y
OJO d~} visionario, hubiera vislumbrado tal vez lleno de vigor, la encarnación de la primavera.
ta~bien la sombra, del enano de rojas pupilas otro apunte (Marián lo llamó El chantre)
b:m?ando en pos suya, con el cuenco de plom~ me viene también a la memoria: sobre un enor­
hirvie:qte en las manos. me pliego dibujó, en líneas de. tinta china ne­
¿Maduraban, acaso, en su cerebro, durant€ gras y gruesas, un perfil con un oj_o eno;me,
esos paseos, sus fantasías artísticas? ¿O acos­ ardiente, espantado. Unas líneas aqui y alla tal
tado en su lecho por las noches, prestaba 'oídos vez sugirieran arcos góticos. Paréceme que el
a la voz de su sa:1gre sollozante? Porque Marián hombre ese del perfil sugería más un pope de
era un gran artista, de inspiración alucinante alguna obra de Dostoievsky que un chantre
hasta con una vislumbre ofuscada de genio'. judío. De alg~na manera había en ese hombre
Entre sus obras recuerdo un apunte a la pluma en la negrura amenazante, fervor6sa, atormen­
~ho so?re. u.na hoja arrancada de un cuader­ tada, que lo rodeaba,­algo de santo.
o. al prmcipio solo noté una maraña de líneas Marián hacía surgir de sus apuntes vertigi­
tira7.adas1 .aparentemente, en el aire, por el vuelo nosos cortejos fúnebres, entierros, jardines flo­
~ un pájaro enloquecido; pero poco a poco fui recientes barcos haciéndose a la mar, motivos
ermendo en el cuadro un puerto, muelles y autobiog~áficos (incluso empezó a trabajar en
llarc.oo, velas, un bosque de mástiles, aves ma­
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Quizá fuera extraño que en tanto que yo ex­ que se cierra sobre nosotros, y de abrirse camino
presaba en mis palabras el tren de ideas corrien­ hacia los planos santificados del arte y· la exis­
te en mi poesía, Marián hablaba de la impor­ tencia religiosa. No puedo saber qué se tramaba
tancia, y hasta de la imprescindible necesidad entonces dentro de Marián, en esas profundi­
de salir del yo introvertido hacia el mundo de dades que están debajo de la capa lógica su­
la sociedad humana y la naturaleza; lo extraño perficial que solemos poner en acción en la
consiste, pues, en que ahora estoy yo haciendo conversación amistosa; pero él me contó más
su elegía en vez de que él haga la mía; pero tarde que estando en el hospital volvía con in­
¿quién sabe si no la está haciendo ahora, en ese sistencia sobre estos temas y que varias veces
lugar lejano desde el cual ninguna voz llega preguntó cuál era mi opinión sobre lo que a él
hasta nosotros? Quizá sí, quizá no. El asunto le sucedió, dando por convenido de que lo que
es abstruso. le sucedía era producto de la elección y la vo­
Hablamos de la locura (recuerdo: era una luntad.
tarde de otoño, silenciosa, el cielo estaba gris­ Después vino un período en que Marián dejó
blancuzco. De pronto, empezó a caer la primera de visitarme y no supe nada de él. El invierno
lluvia. Un aroma de pureza se difundió en la at­ pasó y el verano fue muy tórrido. Estar en el
mósfera. La mujer del panadero subió a la ca­ altillo con techo de chapa, que ardía como un
rrera las escaleras y empezó a descolgar su ropa horno, era un suplicio infernal, y mi situación
de la soga). Como los árabes, admiradores de espiritual y material era mala y desviaba mi
los "genios", también yo expresé mi admiración· atención de muchas­ cosas. ¿Qué le sucedió en
por la locura y agregué que en mi opinión la aquella época a Marián? Los detalles que oí
locura es producto de una elección íntima. Co­ después de un tiempo no eran claros, salvo los
mo ejemplo cité entonces a Nietzsche y a Hol­ dos sucesos siguientes que alguien, no recuer­
derlin. Marián no había oído el nombre de do quién, me contó. He aquí el suceso: cierta
Holderlín. Pero leía con intensidad "Así habla­ vez vinieron de la policía militar para llevarlo
ba Zarathustra", que yo le presté (también le a hacer el servicio militar, o tal vez el servicio
impresionó profundamente el libro de Weinin­ de reserva. Marián, naturalmente, no estaba en
ger, que llegó a sus manos de la misma mane­ condiciones de hacerlo. Salió, pues, huyendo,
ra). Se sorprendió cuando expresé mi opinión perseguido por los policías. Había llegado a "la
que para enloquecer es necesario una osadía su­ tierra de nadie" frente a la puerta de Yaffo que
prema, ya que es una manera de hendir la era territorio árabe, y ya se disponía a pedir re­
angustiante muralla de la civilidad fría y estéril fugio a los jordanos, cuando a último mamen­

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to fue apresado. Al imaginarme la escena de
ese último momento en que fue apresado, al Finalmente, comprendió quienes habían ve­
imaginarme la escena de los dos perros de la au­ nido a verlo. A sus preguntas los reconoció, y
toridad militar persiguiendo al admirable ani­ hasta los llamó por sus nombres, extendiéndo­
mal, fino y atormentado, sentí que había en les (según testímónío del amigo) "una mano
ella algo de simbólico y trastornador. De un floja y fría". Su voz era entrecortada al hablar,
modo u otro, en fin de cuentas, Marián fue exi­ pero nuevamente se sumió en el silencio y no
respondió a sus preguntas, mientras seguía ti­
mido de servir en el ejército. Y he aquí el relato 'rado en el piso. Los carceleros dijeron que así
del segundo suceso: en un mediodía tórrido fue estaba todo el día, sin vida, como un objeto, sin
hallado, desnudo y con el pelo crecido, tirado tocar el alimento y sin siquiera cuidarse de su
sobre la carretera en las cercanías de Motza. Al aseo al hacer sus necesidades.
parecer había estado vagando por allí durante Los amigos volvieron al día siguiente, esta
varios días, hasta desfallecer de hambre y de vez para ayudar a trasladarlo a casa de un mé­
sed. Su mente estaba confusa y balbuceaba pa­ dico. Lo llevaron en un automóvil y cuando
labras incomprensibles. Lo llevaron al puesto de entró en la sala de espera ( después de negarse,
policía que se encuentra en la Plaza de los Ru­ en un comienzo a salir del coche) empezó a ha­
sos. Cuando la noticia llegó a oídos de sus ami­ cer bromas un poco pesadas. Por ejemplo, in­
gos, dos de ellos fueron a verlo. Dos carceleros sistía en acostarse en el suelo y empezó a pro­
lo condujeron a presencia de ellos, arrastrán­ vocar a un muchacho que estaba en el patio, al
dolo por las axilas, y lo dejaron caer del otro caer en' la cuenta que aquel le temía. Cuando
lado de la reja. Marián quedó tirado en el suelo, uno de los amigos le ofreció una tableta de cho­
encogido, sin levantar los ojos hacia sus visi­ colate, Marián lanzó una orgullosa carcajada,
tantes. Su aspecto había cambiado en forma y la rehusó. Llegó el médico, pero apenas le echó
espantosa, hasta no poder ser reconocido; tenía una mirada ordenó, con alarma evidente, que
las mejíllas hundidas, los labios hinchados y lo llevaran con urgencia al hospital de enfer­
partidos, los ojos agrandados y girando dentro mos mentales. Corno la admisión al hospital
de las órbitas. Parecía (así se expresó más tarde implicaba un procedimiento complicado, toma­
el narrador, uno de los dos amigos) "el esque­ ron a Marián y lo trajeron· de vuelta a la poli­
leto de un barco oxidado, cubierto de moho, cía. Por el camino iba parloteando y diciendo
izado de las profundidades, después de miles de groserías en forma infantil, hasta que se vieron
años". ' · obligados a silenciarlo. Al parecer, estaba de
un humor muy exaltado.
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Al llegar al puesto de policía se demoraron escriba? No está en casa. Regresará al atarde­
un J?OCo en la entrada. En el interín trajeron decer". Me apresuré a retirarme. Vi a algunos
comida, y como Marián no era capaz literalmen­ niños jugando en la ar~na y les pregunté si al­
te de sostener una cuchara, lo sentaron en la guno de ellos conocía a Marián. Entretanto se
. escalera y uno . de los amigos le dio de comer congregó en torno mío un corro de mujeres y
Marián bebió sediento la sopa. En aquel mo~ niños. Al principio, debido al cartapacio que por
mento venía bajando la escalera una muchacha casualidad llevaba, desperté en ellos la sospe­
Y '.'11 llegar abajo ~eparó en Marián y se puso ¡ cha de que era un recaudador de impuestos, o
mirarl?, con curosídad y pavor. Pasó un tiempo, algo por el estilo. De alguna manera volví
Y Manan y sus acompañantes seguían estacio­ a preguntar por Marián. Las mujeres se consul­
nados delante de la entrada. Marián estaba taron entre ellas en árabe y finalmente me res­
entonces de pie, el cuerpo apoyado en la pared pondieron que no había en el vecindario nadie
Y la. cabez_a caída. De pronto, como si hablara de ese nombre. Solo una anciana, a quien le
consigo mismo, esputó: había parecido escucharme decir Miriam, quiso
­Soy el hombre más podrido del mundo. mostrarme el camino hacia la muchacha. A
Eso sucedió en el. yerano. Entretanto viajé duras penas logré explicarle su equivocación, ,Y
a Londres. Transcurrio el verano y en el invier­ recién entonces me soltó la manga. Despues
no, ,cuan?º regres! a Jerusalén, oí que Marián hice un intento de describirles a Marián, que al
había dejado hacia mucho el 'hospital. fin y al cabo no podía, con su melena y su bar­
Quise verlo y conversar con él como se quiere ba pasar inadvertido en ese lugar. Agregué
c~nversar con_ alguien que viene de un . viaje qu~ era pintor. A la última explicación respon­
leJa~o. y ext~ano! porque mi impresión era que dieron las mujeres que · conocían a un mozo
su viaje había sido mas lejano y extraño aún llamado Yosef, que si bien era ahora empleado
que el mío. Fui en busca de su vivienda en un~ municipal, antes había sido fotógrafo, y ya
de los barrios pobres. Tres hombres estaciona­ querían llevarme a él. De pronto, una mucha­
dos ~n la esquina. de una calleja y ¿onversando cha que hasta ese momento había permanecido
~. gritos sobre el impuesto a los réditos, no su­ apartada y silenciosa, dijo: hubo aquí una vez
pieron responder en absoluto a mis preguntas un pintor, jorobado, se llamaba Benyamin. Pe­
sobr~ Ma~ián. Me detuve delante de una casa. ro murió hace cosa de un año.
Había alla una chapa de un escriba de libros Me sobresalté al escuchar el nombre de Ben­
santos. De pronto una mujer asomó la cabeza yamin y la extraña asociación. Me alejé del
por una ventana lateral y me dijo: "¿Buscas al corro de mujeres y regresé a la ciudad con una
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I
sensación alucinante, como · si hubiera ido en mi opinión no se puede templar el in:,tru~ento
busca de alguien muerto hacía. mucho tiempo, si no es por un lazo vivo con el trabajo mísmo ,
Y de cuya muerte estaba enterado. Y hasta aho­ El arte al filo de la vida, y no sobre el punto ex­
ra no estoy seguro si no era realmente así. haustivo final. Ahora me preguntaba si esa ex­
Y cu~ndo entré en Ell restorán cooperativo periencia espantosa por la que :pasó Marián va­
encontre a Marián. lía la pena, si su fruto eran ese tipo _de ~allazgos.
Pero también es posible que los siquiatras, los
Me ale~ré mucho de verlo. No noté en su médicos del hospital le hayan metido esas cosas
rostro senales de lo que le había acontecido en la cabeza. De ser así, asesinaron al artista
p~r~ su manera de hablar y su conducta era~ en él, y así acabaron matándolo a él mismo. O
distintas que en el pasado. Examinaba meticu­ puede ser que Marián perdió, simplemente, la
losamente el menú y consultaba largamente con capacidad de trabajar. Tal vez la desilusión su­
la camarera sobre los platos. Su apetito era frida fuera demasiado grande, quizá no tuviera
excelente. Finalmente, salimos de allí. Cuando paciencia para esperar que se cumplieran sus
nos sentamos en un rincón oscuro del pequeño· grandes sueños (y de haber esperado, los hu­
café me en!olvió con preguntas sobre mi viaje. biera visto realizarse, porque Marián era un ar­
Le respondí, y por mi parte, vacilaba en pre­ tista auténtico); así las cosas, algo se quebró
guntarle .sobre los días que él había vivido y la dentro de él sin posibilidad de ser reparado. Ma­
prueba que soportó, por lo que le dejé hablar a
su placer. ~u conversacióI: me produjo, de ma­
r
ríán siguió hablando de esto . de otras cos~
(solo una frase que pronuncio, como p~r VIS­
nera extrana, un desengano. Me dijo que había lumbre, fue inolvidable: siempre se camma al
renunciado a la pintura, y dejado de darle im­ borde del abismo; y aun cuando se cree estar
portancia al arte. Lo principal, dijo, era el lejos de él. se está, a pesar de todo, al borde
proceso de, e~olución ín~i!Ila del hombre. ¿No mismo) , pero su conversación en gene~al era
notas, en mi c1ert~ evoluc10~, un cambio? ­pre­ vacía y me produjo tedio. Y cuando VI en la
gu~to, pero sus OJOS encubrían una mirada per­ calle a una muchacha eonocída me despedí de él.
pleja , Yo guardaba silencio. Todas esas cosas
Eso era en invierno. Yo viajé entonces a Ki­
no te1:11an para mí ningún significado real y me neret, y de allí, pasado un tiempo, fui a parar
parecieron solo una evasión peligrosa. Marián al Valle de Jezreel. De todo eso hablaré luego.
estaba interesado por los problemas morales
porque tal !e~ pensa~a que antes de emprender Transcurrió el invierno. El verano vino y se
la ta~ea artística había que templar íntimamen­ fue. Y en el otoño siguiente, la historia de la
te el instrumento de trabajo, el hombre; pero en vida de Marián llegó a su fin.

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~e aquí las últimas líneas. Me las relató mi hospital y al día siguiente lo encontraron ya­
amiga Ruth, que era enfermera en el hospital ciendo en el campo, junto a un poste de electri­
de enfermo~mentales. De extraña manera, y sin cidad, el cuerpo carbonizado. Marián había
culpa de rm parte, me tocó escuchar el relato de muerto. La policía atribuyó su muerte a un ac­
la muerte de Marián en idéntica situación en cidente, o a un rayo. El día del entierro estaba
que otrora escuchara el relato de la muerte de lluvioso y se le sepultó rápidamente. Acompa­
Benyamin. Acometióme una pesada vergüenza. ñaban al féretro sólo dos personas: la enferme­
Un día (contó mi amiga) volvieron a traer ra del hospital y la madre.
a Marián al hospital, después que intentó des­ Knut Hamsun dice en "Misterio" que los ver­
nud:3­rse en plena luz del día en la Plaza Sion. daderos genios son esos mozos pálidos, luciér­
Paso una~ ,semanas en el hospital, y aunque sú nagas, que se apagan en secreto sin alcanzar el
estado d!;!Jo. de· causar preocupación a los médi­ mercado de la publicidad. Así era Marián. De
. cos, era evidente que al salir empeoraría otra todas maneras, ha muerto. ¿Qué signüica eso?
vez. ~or eso siguieron reteniéndola. Estaba Quizá signifique que se.partíó en dos: una par­
tra~,quilo, y hallaba interés en trabár conver­ . te de él vive en mí y vivirá mientras yo viva.
sacien con el médico y la enfermera. A veces · Porque no puedo pensar en él como en un muer­
conversaba sobre mi viaje a Londres y en es­ to (porque, ¿qué es un muerto?), como en la·
pecial prestaba interés a la manera c~mo pude nada. Puedo pensar en él como en quien ha
poner en práctica la idea del viaje. Se veía que hecho un largo viaje, como quien ha desapare­
pensaba en .ese viaje como en una posibilidad cido de mi vista, pero no como quien no está. Y
ansiada y lejana, quizá de la misma manera en la otra parte está muerta. Sepultada en la tie­
q?,e pensaría Jon_ás, después del episodio de Ní­ rra, pudriéndose y deshaciéndose (porque tan­
mve, en su Tarsís . Cierta vez mandó pedir la tos y tantos inviernos y veranos pasaron por en­
devolución de sus cuadros que se encontraban cima de él, en· la tierra) y el agua penetra en
en manos de un editor de Jerusalén. No sé cual su cadáver y los pastos clavan en él raíces. Ma­
era la causa ni cuál fue la suerte corrida por rián murió, pero eso, ¿qué significa? ¿Pasea
eso~ cuadros. Ahora llegamos al fin de la hís­ acaso, como le gustaba hacerlo aquí, pero sere­
tona. En una ocasíón preguntó Marián, como no y feliz, por la anchurosa campiña del cielo?
de paso, qué le sucedería si trepara sobre un ¿Volvió su alma a Dios, que se la dio? Ya que,
poste de electricidad. Le contestaron que no le al ser arrebatado en su juventud, ¿no sería por­
pasad~ nada. A la noche síguíents de esa con­ que era el amado de Dios, y quizá por eso sufrió
versación (noche oscura y tormentosa) salió del y se atormentó tanto? ¿O se perdió totalmente

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en la matriz de la tierra, donde lo sepultaron
una decena de judíos barbudos? ¿Está él muerto
para nosotros, o nosotros, todo este mundo he­
mos muerto para él? Quizás haya despertado a
otra maner~ de existe~cia y nos haya olvidado, LOS AUTORES
como se olvida un sueno borroso. A primera vis­
ta, JSas posibilidades suenan como vanas y ex­ AARON APPELFED.- Rumano, nació en 1932.
tranas . Tal vez . Pero en horas avanzadas de la Durante la segunda guerra mundial, desde los
noche, cuando todo en torno duerme, salvo al­ ocho hasta los diez años, estuvo recluído en un
go que no se aqui~~a dentro de mí, algo inexpre­ campo de concentración, en Ucrania. Concluída
sa~le, o~curo, plan~dero, como un grito o un ge­ l
la guerra, vagabundeó por Europa, y luego pasó
mido lejano, y aquí estoy encorvado escribiendo a Israel con la inmigración juvenil. Se educó
~e acuerdo de muchas creencias nebulosas
dítando en muchas posibilidades extrañas.
me:
estas líneas a la amarillenta luz de la lámpara en un instituto educacional agrario. Prestó ser­
vicios en el ejército y realizó estudios universi­
tarios de literatura hebrea e idish.
Obras: Humo; En el valle fructífero; Helada
sobre el país y Piso bajo. Obtuvo en 1967 el
"Premio Ussischkin" de literatura y en 1969 el
"Premio del Primer Ministro" .
ABRAHAM B. IEHOSCHUA.- Nació en Je­
rusalén en 1936. Cursó las carreras de filosofía y
literatura hebrea en la Universidad de Jerusalén
y luego sé doctoró .en literatura c?mparada en
la Universidad de París. En esta ciudad fue Se­
cretario de la Asociación Mundial de Estudian­
tes Judíos . Prestó su servicio militar en la ra­
ma pionera del ejército ("N:1jal:'). En 1961 01?­
tuvo el premio de la Orgamzac10n de Composi­
tores y Músicos y en 1964 el segundo premio en
el concurso de la' radioemisora oficial con su re­
lato El secreto del profesor.
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Obras: La muerte de un viejo; Frente a los
bosques; Una noche de mayo. La película Tres
días y un niño, basada en uno de sus cuentos,
representó a Israel en el Festival de Cannes en
1966.
IEHUDA AMIJAI.- Nació en Alemania en 1924.
En 1936 inmigró a Israel. Durante la segunda
guerra mundial sirvió en el ejército británico y
posteriormente participó en la guerra por la in­
dependencia de Israel. Estudió literatura he­
brea en la Universidad de Jerusalén y en la ac­ Previa licitación número 4 de
tualidad ejerce la docencia. 1972, abierta por el Instituto
Colombiano de Cultura, se
Obras: Ahora y en otros días; A dos esperan- terminó de imprimir este li­
zas de distancia; El jardincito público; En ese bro en diciembre de 1973, en
tono terrible; No de ahora, no de aquí. Canal Ramírez - Antares-
Imprenta, Litografía y Rot~
PINIAS SADE.- Nació 1929. Cursó estudios grabado: Cra. 4! N'? 258­50,
en Tel Aviv y en un kibutz. Siendo joven se Bogotá, Colombia S.A.
trasladó a Jerusalén, en donde se ganó la vida
como bibliotecario, guardián nocturno y pastor
de ovejas. · \

Obras: La vida como alegoría; La muerte de


Avimelej y su ascención al cielo en brazos de su
madre; Conversaciones' de medianoche con Pin-
jas Sadé; El pasto rojo se quema lentamente,
el río verde fluye siempre.

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