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Safo (también conocida como Safo de Lesbos o Safo de Mitilene), era una

mujer poeta de la Grecia Antigua que escribió poesía lírica famosa por su
pasión intensa y descripción del amor. Nacida en la Isla de Lesbos, también se
le conoce como la primera poeta lesbiana.

Se sabe poco de su vida real, aunque nació alrededor del 620 a.C, y murió
aproximadamente 50 años después.

Desafortunadamente, gran parte de su poesía se ha perdido, aunque algunos


poemas han sido reconstruidos cuidadosamente a través de fragmentos que
han sobrevivido al paso del tiempo.

Los detalles de su vida son difíciles de reconstruir, ya que hay pocas fuentes
confiables. Por ejemplo, los historiadores no están seguros de sí tomar su
poesía como evidencia autobiográfica confiable.

Sin embargo, la evidencia de la época sugiere que fue exiliada temporalmente


a Sicilia debido a problemas políticos en la isla de Lesbos.

Safos es relacionada a veces como lesbiana. Sin embargo, la palabra lesbiana


en realidad derivada de su lugar de nacimiento – lesbos. Sin embargo, no hay
pruebas concretas sobre su sexualidad. Sus poemas que expresan una gran
pasión por una variedad de personas (tanto hombres como mujeres) pueden
haber sido o no autobiográficos.

Un filósofo, Máximo de Tiro, escribió que las amistades de Safo eran


similares a las de Sócrates – lo que sugiere que Safo tenía un círculo de
amigos de ideas parecidas reunidos por el amor al arte, la poesía y la cultura.
Se ha sugerido, con poca autoridad, que Safo pudo haber sido la cabeza de
alguna academia formal como una escuela. Sin embargo, es más probable que
sea un círculo menos formal de amigos.
Pasó toda su vida en Lesbos, isla griega cercana a la costa de Asia Menor, con la
excepción de un corto exilio en Siracusa (actual Sicilia) en el año 593 a. C.,
motivada por las luchas aristocráticas en las que probablemente se encontraba
comprometida su familia perteneciente a la oligarquía local.[cita requerida] Perteneció a
una sociedad llamada thiasos en donde se preparaba a las jóvenes para el
matrimonio. Más adelante conforma la llamada «Casa de las servidoras de las
Musas». Allí sus discípulas aprendían a recitar poesía, a cantarla, a confeccionar
coronas y colgantes de flores, etc. A partir de sus poemas se suele deducir que
Safo se enamoraba de sus discípulas y mantenía relaciones con muchas de ellas.
Todo esto la ha convertido en un símbolo del amor entre mujeres. Y es más, estas
afirmaciones son comprobadas en el fragmento 2D en donde Safo establece una
conversación con la diosa con la que más se identifica y tiene relación, Afrodita.
Esta le pide que le ayude con alguien a quien ama pero que no le ha querido
prestar atención, y cuando Afrodita dice «… aún sin quererlo» utiliza un participio
femenino: kouk ethéloisa, que refleja la existencia de un eros homosexual en la
vida de esta poetisa. Pero el amor que refleja Safo no fue dado a todas sus
alumnas, no se trataba de una orgía ni mucho menos, ella amaba a una especial
de su corazón y le enseñaba importantes lecciones sobre el Amor. La unión de lo
terrenal con lo divino va muy ligado a Safo, pues esta mantenía una estrecha
comunicación con Afrodita, como ya hemos dicho, lo cual repercutió de una
manera notable en la personalidad de esta poetisa. Podríamos describirla como
una mujer muy femenina, delicada y espiritual, que trascendió en la historia
gracias a esa naturalidad y pureza de sus versos.
Hay una leyenda, surgida a partir de algún fragmento de la propia poetisa, que
narra la historia de Faón, un hombre bello del que se enamoró la propia
diosa Afrodita. Según el mito, Safo se suicidó desde la roca
de Léucade lanzándose al mar cuando su amor por Faón no se vio correspondido.
Esta roca de la isla de Léucade era, al parecer, desde donde se lanzaban con
frecuencia los enamorados para suicidarse. Otra versión afirma que Safo lo
escribió como metáfora de una decepción amorosa que tuvo con una de sus
amadas, ya que en uno de sus fragmentos se describe como alguien que ya ha
llegado a la vejez, es «incapaz de amar». El tema fue retomado por el poeta
latino Ovidio, que lo popularizó. En efecto, el poeta latino convirtió a Safo en una
de sus Heroínas, como autora de una carta de amor dirigida a Faón. De todas las
heroínas de Ovidio, Safo es la única mujer real; es el único caso en el que una
mujer se convierte en personaje de ficción. Esta imagen de Safo atormentada por
un amor no correspondido fue muy querida y representada por los grandes
pintores europeos del siglo XIX, que reflejan una visión romántica de Safo con el
pelo largo apoyada en la roca.
Safo fue una poetisa griega que vivió hace unos 2.600 años en la Isla de Lesbos, situada
en la ribera oriental del Mar Egeo, y sobre cuya vida apenas conservamos datos precisos.
Se calcula su nacimiento entre los años 630 y 612, mientras que su muerte se fecha
alrededor del 570, pero su biografía apenas consigue tomar forma con la poca información
de que disponemos. No existe ninguna fuente histórica contemporánea sobre su vida aparte
de sus poemas, y todo lo que sabemos de ella procede de autores posteriores que no la
conocieron directamente. Esto ha contribuido a rodear su figura de una nebulosa que la
situa a medio camino entre la realidad y la leyenda, lo cual no ha hecho sino aumentar el
interses sobre su vida y su obra a lo largo de los siglos. Grandes autores como Platón,
Boccaccio, Baudelaire, Lord Byron, Ezra Pound o Virginia Woolf sintieron por ella gran
admiración.

Parece ser que Safo nació en la aldea lesbia de Eresos, aunque más tarde se trasladó a
la capital Mitilene, y que procedía de una familia noble y adinerada. Su padre era un próspero
comerciante de vinos llamado Skamandar, y tenía tres hermanos, todos menores que ella.

Siendo aun una niña su padre fue llamado a filas para la guerra entre Lesbos y Atenas por
la posesión de Sigui, una pequeña colonia cerca del estrecho de los Dardanelos. En esa
guerra Skamandar murió. Con el paso del tiempo, Safo fue quien hizo prosperar aún más el
negocio familiar, e introdujo a sus hermanos menores en el conocimiento del mismo.

Además de su actividad literaria y artística, Safo participó asiduamente en las luchas


polítcas que tuvieron lugar en Lesbos, y cargó muy duramente contra el tirano Pítaco. Parece
ser que incluso estuvo implicada en una conspiración para matarlo, junto a Alceo y otros
camaradas, y que descubierta esa conspiración, Pítaco les mando arrestar. Aunque
finalmente les perdonó la vida, a cambio hubieron de partir al exilio. Esto ocurrió en torno
al año 593

Es importante aclarar que la política de esta época viene marcada por el enfrentamiento
entre dos sistemas de gobierno: la democracia y la aristocracia. Sin embargo esa democracia
no tenía nada que ver con lo que hoy entendemos por democracia (¿o sí?), ya que en la
práctica (y salvo excepciones) consistía en tiranos que adquirían su autoridad haciéndose
ricos y comprando los votos necesarios para hacerse con el poder. A parte de esto, en
realidad solo tenía derecho a voto una parte mínima de la población. En este sentido la
posición de Safo a favor de la aristocracia debe entenderse casi como una actitud rebelde.
“Oda a Afrodita”

¡Tú que te sientas en trono resplandeciente,


inmortal Afrodita!
¡Hija de Zeus, sabia en las artes de amor, te suplico,
augusta diosa, no consientas que, en el dolor,
perezca mi alma!
Desciende a mis plegarias, como viniste otra vez,
dejando el palacio paterno, en tu carro de áureos atalajes.
Tus lindos gorriones te bajaron desde el cielo,
a través de los aires agitados por el precipitado batir de sus alas.
Una vez junto a mí, ¡oh diosa!, sonrientes tus labios inmortales,
preguntaste por qué te llamaba, qué pena tenía,
qué nuevo deseo agitaba mi pecho,
y a quién pretendía sujetar con los lazos de mi amor.
Safo, me dijiste, ¿quién se atreve a injuriarte?
Si te rehúye, pronto te ha de buscar;
si rehúsa tus obsequios, pronto te los ofrecerá él mismo.
Si ahora no te ama, te amará hasta cuando no lo desees.
¡Ven a mí ahora también, líbrame de mis crueles tormentos!
¡Cumple los deseos de mi corazón, no me rehúses tu
ayuda todopoderosa!
Lamento:
Dulce madre mía, no puedo trabajar,
el huso se me cae de entre los dedos
Afrodita ha llenado mi corazón
de amor a un bello adolescente
Me parece igual a los dioses

Me parece igual a los dioses ese


hombre que ahora está frente a ti sentado,
y tu dulce voz a tu lado escucha
mientras le hablas

y tu amable risa; lo cual, te juro,


en mi pecho el alma saltar ha hecho:
pues te miro apenas y mis palabras
ya no me salen

se me queda rota la lengua y, suave,


por la piel un fuego me corre al punto,
por mis ojos ya nada veo, y oigo
sólo un zumbido,

me destila un frío sudor y entera


un temblor me apresa, y cual la paja
amarilla estoy y mi muerte siento
poco alejada.

Pero todo habrá que sufrirlo, incluso…

En mi sueño cerca se me aparece

En mi sueño cerca se me aparece


tu graciosa imagen, sagrada Hera,
la que los ilustres reyes Atridas
vieron con ruegos;

pues llegado el fin de la empresa de Ares,


junto al Escamandro voraginoso,
no pudieron ir desde aquí sus naves
hasta su casa

sin hacer ofrendas a ti y a Zeus


y al amable dios que engendró Tiona.
Sacrificios puros te ofrece el pueblo
hoy como entonces:

las doncellas traen un hermoso peplo


y a tu altar se agrupa junto con ellas
la apretada fila de las mujeres…
DICEN QUE UNA TROPA DE CARROS
Dicen que una tropa de carros unos,
otros que de infantes, de naves otros,
es lo más hermoso en la negra tierra;
que uno ama.
Y es sencillo hacer que cualquiera entienda
esto, pues Helena, que aventajaba
en belleza a todos, a su marido,
alto en honores,
lo dejó y se fue por el mar a Troya,
y ni de su hija o sus propios padres
quiso ya acordarse, pues fue llevada
y esto me recuerda que mi Anactoria
no está presente,
de ella ver quisiera su andar amable
y la clara luz de su rostro antes
que a los carros lidios o a mil guerreros
llenos de armas.

DE VERDAD QUE MORIR YO QUIERO



de verdad que morir yo quiero
pues aquella llorando se fue de mí.

Y al marchar me decía: Ay, Safo,


qué terrible dolor el nuestro
que sin yo desearlo me voy de ti.

Pero yo contestaba entonces:


No me olvides y vete alegre
sabes bien el amor que por ti sentí,

y, si no, recordarte quiero,


por si acaso a olvidarlo llegas,
cuánto hermoso a las dos nos pasó y feliz:

las coronas de rosas tantas


y violetas también que tú
junto a mí te ponías después allí,

las guirnaldas que tú trenzabas


y que en torno a tu tierno cuello
enredabas haciendo con flores mil,
perfumado tu cuerpo luego
con aceite de nardo todo
y con leche y aceite del de jazmín.

recostada en el blando lecho,


delicada muchacha en flor,
al deseo dejabas tú ya salir.

Y ni fiesta jamás ni danza,


ni tampoco un sagrado bosque
al que tú no quisieras conmigo ir.

INMORTAL CELESTE
Inmortal celeste, de ornado trono,
dolotrenzadora, Afrodita, atiende:
no atormentes más con pesar y angustias
mi alma, señora,

sino ven aquí, si mi voz de lejos


otra vez oíste y me escuchaste
y dejando atrás la dorada casa
patria viniste,

tras uncir el carro: gorriones lindos


a la negra tierra tiraban prestos
con sus fuertes alas batiendo el aire
desde los cielos.

Y llegaron pronto, y tú, dichosa,


con divino rostro me sonreías
preguntando qué me pasaba, a qué otra
vez te llamaba

y que qué prefiero que en mi alma loca


me suceda ahora: «¿A quién deseas
que a tu amor yo lleve? Ay dime, Safo,
¿quién te hace daño?

Pues, si huyó de ti, pronto irá a buscarte;


si aceptar no quiso, dará regalos;
te amará bien pronto, si no te ama,
aun sin quererlo».

Ven también ahora y de amargas penas


líbrame, y otorga lo que mi alma
ver cumplido ansía, y en esta guerra,
sé mi aliada.
Poema a sus hermanos

Mas tú estás siempre con que viene Cáraxo


en su cargada nave. Zeus lo sabe
y el resto de los dioses. Mas en estas
cosas no pienses,

sino más bien, envíame y ordena


que a la soberana Hera ruegue mucho
que regrese aquí Cáraxo trayendo
salva su nave.

y nos halle seguros. A los dioses,


pues, todo lo demás encomendemos,
que a una gran tormenta la bonanza
rápido sigue.

Aquellos que, si así lo quiere Zeus,


un dios custodio aparta de trabajos,
esos resultan bienaventurados
y muy felices.

Nosotros, si levanta la cabeza


Lárico y se hace hombre un día, al punto
de una desesperación muy grande
nos libraremos.

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