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JUSTIFICACIÓN

Se considera pertinente hacer un estudio del tatuaje desde una perspectiva


narrativa ya que, dejando a un lado los aspectos en los que generalmente se ve
enmarcado el tatuaje (arte y estética), se dará a conocer otro aspecto cultural del
tatuaje, como lo es este en la vida del tatuado, lo que simboliza, representa e
inmortaliza en la piel hecha lienzo, además de dar a conocer el hasta ahora
considerado “inframundo” del tatuaje y las personas que le conforman de manera
que todo tipo de lector pueda acercarse a esta investigación.

Esta investigación es pertinente en el ámbito académico al no haberse


realizado un estudio con respecto a la cultura del tatuaje en la Facultad de
Comunicación y Lenguaje; su fin será mostrar historias de vida transformadas en
obras de arte y concienciar a todo aquel que se acerque a la investigación de los
matices que acarrean los tatuajes como parte de un estilo de vida y forma de
expresión, dejando a un lado los tabúes y sus concepciones negativas para así
crear un texto narrativo lleno de experiencias vívidas que involucren a los
interesados en la presente investigación a reflexionar sobre el tatuaje, el lenguaje
y su cultura.

OBJETIVOS

1. Elaborar a través de crónicas, historias de vida en donde el tatuaje se


manifieste como elemento autobiográfico.

2. Mostrar como el tatuaje se constituye en una manifestación cultural, desde


la cual es posible reconocer narrativas.

3. Reconocer en el tatuaje las posibilidades de convertirse en marca de


identidad colectiva e individual partiendo de las narraciones.
NARRACIONES DEL SER

Comienzos del mundo tatuado

Desde el comienzo de las sociedades humanas vivimos en función de


narrarnos y ser narrados y ésto no puede considerarse un vano capricho es parte
de la cultura del ser lo que lo moldea y forma su propia existencia. Esta
narratividad de la vida humana se vio primero reflejada en tradiciones orales,
dibujos y marcas identitarias hechas con pigmentos naturales para “colorear” la
piel momentáneamente; en determinado punto, se decidió que estas marcas
serían permanentes para que aquello que se encontraba oculto fuera visible y
evidente (en cuanto a su significado) así las sociedades del mundo antiguo se
identificaban, clasificaban y jerarquizaban.

Dentro de estas marcas se encuentra el tatuaje, definido por muchos como el


arte de perforar la piel con pigmentos que llegan hasta la segunda capa de la piel
(dermis). Arte, que se queda plasmado en la piel hasta el final de los días del
portador llevándose su historia con él.

La piel es el primer libro del hombre, su reflejo inmediato, su


calcomanía, en cierto modo su testigo. Medida del tiempo personal,
mensaje así mismo y a los demás, interfaz entre uno mismo y el mundo,
signo y envoltura, la piel convierte al hombre, como el hombre convierte
su piel en un destino, en una historia, en una aventura. La piel es la
primera ropa, oponiéndose a las convenciones y a las condiciones
sociales, cuando triunfa la desnudez. Parece ser que hoy en día, se
quisiera volver a ciertos ritos, hacer que el cuerpo pueda expresarse por
sí mismo y no solo por un “look” de tejidos. Entre las mujeres de Tassili
y los jóvenes elegantes del siglo XXI que hacen gala de su signo de piel
en un lugar “discreto” como una joya erótica permanente, la
diabolización cristiana, la colonización, la mundialización de los
intercambios, la desaparición de las culturas primitivas, la infamia han
relegado las prácticas de marcado del cuerpo al margen, casi a las
mazmorras. (Di Folco, 2004: 50).

En este sentido, el arte del tatuaje debe verse desde tres perspectivas (para ser
comprendido o al menos aceptado) partiendo de su propia historia y sus
portadores primarios: mundo antiguo, mundo moderno y hoy. Estas tres visiones,
vigentes cada una a su manera y dependiendo del sujeto que observe la práctica
constituyen la historia del tatuaje que debe ser contada para llegar al objetivo
principal de esta investigación, mostrar cómo un pigmento de color o a blanco y
negro narra la historia de vida de su portador.

La historia de esta práctica comienza en el mundo antiguo donde, desde el


comienzo el ser humano ha procurado distinguir a su raza, clan o tribu del resto.
Ya sea con prácticas religiosas o prácticas culturales, el ser humano posee algo
que le identifica como parte de un grupo social, el tatuaje es una de estas formas
de distinción.

No hay fecha exacta del primer hombre tatuado, se han encontrado “cuerpos
labrados” en diversas culturas y el “cuerpo labrado” más antiguo data del 3.300
A.C (Otzi, el “hibernatus” austríaco encontrado en un glaciar en 1991 quien
presentaba escarificaciones), esto sin dejar a un lado importantes civilizaciones
como la Egipcia, quienes pintaban sus rostros con pigmentos de colores no solo
para embellecerse sino también como acto religioso (como muestra Amunet, una
momia de sacerdotisa egipcia portadora de patrones de tatuaje en la piel), siendo
así dentro de los motivos principales del tatuaje en el mundo antiguo se
establecieron las siguientes condiciones:

• La necesidad de conectarse con un ente divino.

• Como acto de sacrificio a una deidad.

• Como talismán y amuleto permanente que no se puede perder.

• Como fuente de protección mágica o medicinal.


Así fue como el tatuaje llegó a las civilizaciones griega y romana, en donde ya
no eran marcas para sacerdotes, ni talismanes de protección sino signo de
barbarie. Los griegos aprendieron a tatuar por medio de los persas y lo utilizaban
para marcar a prisioneros, esclavos y criminales; los romanos por su parte,
adoptaron la costumbre de los griegos y marcaban también a sus esclavos,
prisioneros y desertores del ejército, fue así como en las civilizaciones antiguas se
empezó a estigmatizar al tatuaje como algo que no era de nobles sino de
marginados.

Mientras griegos y romanos marcaban a los parias de la sociedad, en África las


tribus se hacían pequeños cortes subcutáneos (escarificaciones) para mostrar su
estatus social y de autoridad en la tribu y; considerando que las escarificaciones
en las mujeres son símbolo de fertilidad, han continuado estas prácticas
traspasando las barreras de conquista y tiempo para ser parte de las tradiciones
africanas actuales siendo también adoptadas en el mundo occidental moderno
como algo artístico.

Del mundo antiguo pasamos a la edad media, en donde este arte fue reprimido
y reducido a la oscuridad de lo prohibido por lo menos en Europa (sin embargo, se
hace alusión a un tipo de tatuaje cristiano a manera de devoción). Mientras
perduró este periodo de “oscuridad” el mundo y sus tribus hacían del tatuaje su
carta de presentación; los periodos de conquista llevaron a los viajeros a lugares
como Filipinas, Polinesia, Borneo, Nueva Zelanda e Isla de Pascua en donde las
tribus se tatuaban como símbolo de poder y estatus, además de representarles en
su vida religiosa y como rito de iniciación en la vida adulta.

De los tatuajes de estas tribus destacan los Polinesios y los Maoríes por su
compleja elaboración; tanto el tatuaje polinesio como el maorí (encontrado en
Nueva Zelanda) cubrían la totalidad del cuerpo de los guerreros, entre más
tatuajes, más respeto se le confería, este tatuaje tradicional fue prohibido durante
la conquista por misioneros cristianos, más, una vez libres las tribus retomaron su
tradicional arte nunca abandonado a pesar de las presiones religiosas de sus
conquistadores.
El descubrimiento del tatuaje polinesio fue documentado hasta 1769, cuando el
Capitán Cook llega a las bautizadas Islas Marquesas junto al naturalista Joseph
Banks, quien describe la elaboración de un tatuaje tradicional así:

The color they use is lamp black which they prepare from the smoke of
a kind of oily nuts used by them instead of candles. This is kept in
coconut shells and mixed with water occasionally for use. Their
instruments for pricking this under the skin are made of bone and shell,
flat, the lower part of this is cut into sharp teeth from 3 to 20 according to
the purpose into the skin so deep that every stroke is followed by a
small quantity of blood, or serum at least, and the part so marked
remains sore for many days before it heals (Banks, 2008).1

Banks y Cook fueron los primeros europeos en hablar del tatuaje y sus
implicaciones tanto físicas como culturales llevando el tatuaje al mundo moderno.

Esta información fue ilustrada no solo en sus escritos sino también en varios
de los tripulantes de la nave; marineros que regresaron con tatuajes dando
comienzo al viaje del tatuaje tornándolo en algo “popular” entre marines (tanto de
bajo rango como de alto) y soldados. Otorgándole el nombre de “tattoo” en la
lengua inglesa derivado de la onomatopeya “tau” que evoca el golpeteo del estilete
en la piel (actualmente este anglicismo está presente en castellano como “tatú” o
tatuaje). Estos marines se tatuaron en primera instancia las marcas tribales de
guerreros y luego de aprender la técnica del tatuado los motivos empezaron a
variar convirtiéndose este arte en uno de los primeros intercambios culturales.

1
“El color que utilizaban era carbón que preparaban del humo de unas “nueces
aceitosas” utilizadas por ellos en lugar de velas. Esto era conservado en cáscaras de
coco mezclado con agua. Sus instrumentos para “picar” esto bajo la piel eran hechos
de hueso y cáscara, la parte de abajo es cortada en 3 o 20 dientes filudos con el
propósito de profundizar con cada trazo en la piel para que sea seguido por una
pequeña cantidad de sangre, o suero al menos, la parte marcada permanece irritada
por muchos días antes de curarse”. Traducción propia.
Una vez adoptada la técnica, se le adaptó una nueva tradición u motivo, así las
razones del tatuaje de marines eran en su mayoría remembranzas de sus largos
viajes, los lugares en los que habían estado, las personas con las que compartían,
etc. Extendiendo la práctica del tatuaje a sus medios más cercanos,
principalmente prostitutas y estas a su vez a criminales.

Este vaivén del tatuaje y el tatuado desde insignia de guerreros y reyes a


marcas de infamia en la segunda guerra mundial para luego ser considerado de
clases bajas, criminales, penitenciarias, miembros de pandillas, etc. Fundó las
bases de lo que las personas piensan hoy del tatuaje y el tatuado, un estigma que
ha ido desapareciendo, pero no por completo, aún gente joven considera que su
práctica se relaciona con pandillas (como en el caso de “Los Maras” en El
Salvador, quienes se tatúan una lágrima por cada hombre asesinado).

Sin embargo, muchas personas han desmentido el tabú del tatuaje y le han
acogido como una “nueva” forma de arte llevándolo aún más allá de una práctica
antigua; ahora palabras como moda, arte o excentricidad son las cartas de
presentación de un tatuaje y su portador; pero hay algo más en ellos, hay historias
de vida plasmadas en tinta, recuerdos y vivencias que las personas deciden
mostrar y que nos muestran narraciones del ser.

• De las letras a la tinta…

Cuando la sociedad descubre que su potencial intelectual podía transmitirse


más allá de lo que el cuerpo expresa, la escritura se convierte en un puente vía a
la expresión del ser; así surgieron los géneros literarios y con ellos la narrativa, un
género exclusivo de la prosa envolvente y seductor que se convirtió en el espacio
donde el hombre muestra sus diferentes facetas y en el cual juega con los
diferentes roles de la naturaleza humana, donde el escritor se mimetiza con sus
personajes y establece en las novelas el canon de lo correcto reflejándolo en
algunos personajes; mientras el protagonista simplemente seguía sus deseos e
impulsos dejando a un lado los preceptos establecidos por la sociedad para ir en
búsqueda de un sueño; los escritores estaban regalándonos partes de su propia
alma e intimidad en sus letras, nos estaban narrando partes de sus vidas, anhelos
y secretos más profundos.

Fue así que el alcance de la narrativa trascendió las letras y de repente


muchos campos aparte del literario incursionaron en la narrativa (la filosofía del
lenguaje y la psicología son sólo unos de los que se van a tomar en esta
investigación); se piensa entonces a la narrativa como uno de los “productos
culturales” - denominados así por Jerome Bruner, en su artículo “The narrative
construction of reality” - nacidos del ingenio del hombre.

Un producto cultural, que ha dejado de ser un elemento más de la literatura


para convertirse en una manifestación de la realidad humana, necesaria para
configurar lo impalpable de la vida en algo real, historias que se transfiguran en
texto; algo que ha pasado de ser un medio de expresión de la literatura para
acoplarse al día a día del ciudadano común, esta persona que siempre está en
búsqueda del ¿quién soy yo?, es la que lleva a la narrativa a otro nivel.

En esta investigación, la narrativa desde la psicología mostrará cómo el ser


humano refleja apartados de su historia de vida en un tatuaje y cómo esto de una
manera u otra construye su identidad, creencias y estilo de vida.

En primera instancia se debe esclarecer esta necesidad del hombre de


narrarse y ser narrado con algunos estudios de Jerome Bruner, quien comienza a
dar las primeras luces desde la psicología. Bruner afirma que el ser humano se
“construye y reconstruye” (Bruner, 2002: 64) en sus relatos o narraciones 2 y es así
como refleja sus problemas, miedos y dudas al mismo tiempo que mantiene vivo
el pasado en el presente. En esta construcción individual del ser a través del
“auto-relato” está implícita la relación del ser con el otro, ya que, el otro es quien
de una u otra manera determina la existencia del propio ser, una existencia regida,
claro está, por principios morales, cívicos y religiosos que conforman el entorno
social del individuo.

2
En esta investigación, los términos “relato” y “narración” serán utilizados como
sinónimos.
Guiado por estos principios el individuo aprende a contar lo que es socialmente
correcto y aceptado por quienes le rodean, clasificando los espacios en los que se
puede o no compartir un poco de lo que es, esto, con el propósito de ser aceptado
socialmente y aceptarse a sí mismo con la imagen que proyecta haciendo de sus
acciones un texto, es así como convierte a ese “YO” personal en un asunto público
y los acontecimientos del día a día en narraciones extraordinarias de sí mismo,
relatado por sí para los demás. A partir de observar este comportamiento del ser
humano socialmente Bruner define así a la narrativa:

Narrative is a conventional form, transmitted culturally and constrained


by each individual's level of mastery and by his conglomerate of
prosthetic devices, colleagues, and mentors. Unlike the constructions
generated by logical and scientific procedures that can be weeded out
by falsification, narrative constructions can only achieve "verisimilitude."
Narratives, then, are a version of reality whose acceptability is governed
by convention and "narrative necessity" rather than by empirical
verification and logical requiredness, although ironically we have no
compunction about calling stories true or false. (Bruner, 1998: 4-5).

Lo anterior es interpretado así, las narrativas son “una “versión de la realidad”


cuya aceptabilidad está gobernada por convención y “necesidad de narrativa” más
que por verificaciones empíricas o requerimientos lógicos, aunque, irónicamente
no tenemos reparo en llamarles historias verdaderas o falsas”. (Bruner, 1998 a).

Esta ultima definición resulta de la condensación de categorías en las que


anteriormente había dividido el término, resumidas en 10 puntos en su artículo
para el Critical Inquiry, “The narrative construction of reality”.

1. Narrative diachronity (Diacronía narrativa): donde se refiere a la


noción de tiempo de la historia contada.

2. Particularity (Particularidad): donde tiene en cuenta los “datos” su


importancia o vaguedad a la hora de relatar.
3. Intentional state entailment (Implicaciones de estado
intencional): donde se ven implicados los deseos, creencias y
sentimientos del narrador.

4. Hermeneutic composability (Compatibilidad hermenéutica):


donde trabaja la construcción y comprensión de las series que
constituyen una historia.

5. Canonicity and breach (Canonicidad y brechas): donde plantea


que las historias contadas son inusuales, están por encima de lo
normal y sobrepasan los cánones.

6. Referenciality (Referencialidad): parte del principio que toda


historia de alguna manera referencia a la realidad aunque, no de
manera directa, puede ser verosímil, más no verificable.

7. Genericness (Generelidad): refiriéndose a la particularidad, esta


categoría narrativa clasifica al relato en un género.

8. Normativeness (Normatividad): entendido como una construcción


cultural de la realidad social, la narrativa se adapta a estos cánones
establecidos.

9. Context sensitivity and negociability (Sensibilidad de contexto y


negociabilidad): pensando en el contexto y lo que ello implica en el
narrador, Bruner, contemplaba la posibilidad de una “negociación
cultural”. En esta negociación se llega a un consenso en el que,
relatos de diferentes personas pueden ser confrontados para llegar
a un acuerdo de aceptación de las ideas del otro, en literatura se
entiende como el “lector ideal”.

10. Narrative accrual (Acumulación narrativa): lo que crea una cultura


y sus tradiciones, es ciertamente un cúmulo de historias conectadas,
no referenciadas, no derivadas; estructuradas en diacronía donde la
constante “construcción y reconstrucción” del pasado es lo que da
forma a los cánones establecidos y a cómo interpretarlos.

Con estas diez categorías, el autor formaliza su concepto de narrativa y a su


vez muestra la relación intrínseca que tiene con la realidad del ser humano, tanto
en la historia de la humanidad como en el colectivo, sin dejar a un lado la
individualidad.

Bruner habla de cánones establecidos, parámetros y reglas sociales de lo que


puede o no ser relatado, su concepción de narrativa hace evidente ese deseo
humano de mostrarse, mismo deseo que se encuentra en algunos (no todos) los
portadores de un tatuaje que deciden traspasar el texto hablado a un texto vivo en
sus cuerpos, imágenes que pueden hablarnos de su personalidad; estas mismas
categorías pueden ser los pasos que una persona tatuada sigue para encontrar
relevancia a su tatuaje (la importancia de la historia que conlleva, gustos, ídolos,
ideales, creencias, etc. ); un tatuaje es a su vez un viaje al pasado (al pasado del
portador), el ejemplo más claro para mostrar como el tatuaje es una forma de
archivo personal fue analizar los tatuajes en pandilleros; Noemí Hourquebie en su
artículo para el libro “Narrativa: identidades y memorias” No.3 habla de cómo estas
marcas llevan al joven pandillero a revivir su pasado tanto colectivamente como
individualmente.

En relación con el tema que nos convoca, el tatuaje se constituye en


una forma de registrar, archivar y encubrir una serie de acontecimientos
que no sólo permiten individualizar al joven a través de estos signos
explícitos sino también insertarlo con sus significados implícitos en la
memoria del repertorio grupal [refiriéndose al grupo como pandilla],
contribuyendo a la continuidad de su reproducción social. Tales marcas
son las huellas de una historia de vida grabada en el cuerpo por los
mismos actores sociales, que ponen de manifiesto tanto rasgos de su
identidad personal como las características del medio en el que se han
formado y se desenvuelven. (Hourquebie, citado en Palleiro, 2005: 201-
202)
Lo anterior lleva a pensar que lo mismo sucede en personas del común que se
tatúan para “archivar” en su cuerpo apartados de su vida y remontarse a ellos
cuando observan la imagen; esto implica el concepto de tiempo en el que se lleva
a cabo la narración del ser lo que lleva a otro autor, Paul Ricoeur; quien presenta
tres conceptos (la historia, el tiempo y la narración).

Ricoeur integra estos tres conceptos de manera tal que no existen el uno sin el
otro, la historia vivida se desarrolla en un determinado espacio de tiempo y la
narración de ese hecho remonta a ese espacio temporal por medio del sujeto que
narra; las teorías de Ricoeur no distan mucho de las Bruner en este sentido, pero
sí son afectadas directamente por la filosofía así, mientras Bruner analiza al
sujeto, Ricoeur habla de la historia de ese sujeto y como ha contribuido la
narratividad a la construcción histórica del ser humano.

Para él, el tiempo es la clave en la narración de la historia de la humanidad así


como también el manejo de éste para nuestro beneficio, en conjunto con la acción
humana. Ricoeur dice entonces:

La cualidad común de la experiencia humana, marcada, articulada y


clarificada por el acto de relatar en todas sus formas, es su carácter
temporal” (Zárat López, 2006: 16) y enfatiza, “[…] todo lo que relatamos
ocurre en el tiempo, lleva tiempo, se desarrolla temporalmente y, a su
vez, todo lo que se desarrolla en el tiempo puede ser relatado” (Zárat
López, 2006: 27).

Esta concepción de tiempo está relacionada íntimamente con el tatuaje, no


solamente por su carácter de permanencia en el cuerpo sino también por su
capacidad de remitir al pasado (como se mencionó anteriormente) a diferentes
momentos de la vida del portador (el tiempo que le llevó pensar que tatuarse, el
día que se hizo el tatuaje, el tiempo que llevó hacerlo, la evocación de alguien o
algo, etc.), estos elementos hacen del tatuaje una ventana a un historia de vida
(como algo anecdótico, por ejemplo). Ricoeur, se aproxima a una tentativa
definición del tiempo; el tiempo, simplemente es, está allí y existe y es algo que
reafirmamos con el lenguaje (en todas sus formas) y este tiempo va acompañado
de historias (generales y particulares) escritas a partir de las acciones de los
hombres y sus fenómenos sociales y reflejadas a su vez por medio de narrativas.
Siendo así, la necesidad del hombre de ser narrado aquí es diferente a la
planteada por la sicología, aquí, el hombre se narra para poder situarse en un
espacio temporal y contar sus conflictos, a este espacio temporal Ricoeur lo
denominó “Tiempo humano” (Zárat López, 2006: 27).

Este tiempo, “se hace tiempo humano en la medida en que se articula


en un modo narrativo, y que la narración alcanza su plena significación
cuando se convierte en una condición de la existencia temporal (…)
entre la actividad de narrar una historia y el carácter temporal de la
existencia humana existe una correlación que no es puramente
accidental, sino que presenta la forma de necesidad transcultural. Con
otras palabras: el tiempo se hace tiempo humano en cuanto se articula
de modo narrativo; a su vez, la narración es significativa en la medida
en que describe los rasgos de la experiencia temporal” (Ricoeur, 1995:
39).

Relacionando la cita anterior con el tatuaje se puede decir que éste goza en
cada ser humano de carácter temporal y conlleva una historia particular del ser
humano portador además de remitir a este y a los que compartan su historia a un
tiempo pasado específico de su portador (donde se evidencia cómo el hombre ha
hecho suyo el tiempo). La narrativa entonces va de la mano con el tiempo y su
reconstrucción ayuda a estructurar el orden sintagmático de dicha narración (lo
que Ricoeur denomina “el orden diacrónico de la historia”, es decir la trama,
entendida como “la disposición de los hechos”). Ricoeur aportará a esta
investigación la descripción de la temporalidad de las historias de vida contadas a
través de tatuajes, para comprender como éstos transportan a un “tiempo
humano” personal.

Se ha visto como el tatuaje ha constituido una parte esencial de los diferentes


grupos sociales a través del tiempo yendo de un extremo al otro; considerado arte
o ritual de significación y reafirmación del ser por unos y por otros una práctica
masoquista exclusiva de “cierta” clase de gente estigmatizada por los cánones de
lo correcto, el tatuaje ha logrado establecerse en el mundo moderno encarnado en
los que creen que el cuerpo está allí con el firme propósito de embellecerlo
encontrando en el tatuaje otra forma de texto para ser leído, más no juzgado,
reuniendo en su cuerpo experiencias que le remiten a su pasado histórico
personal.

La narrativa será entonces el eje de esta investigación y junto con el tiempo


humano reunirá las historias de las personas que decidieron escribir en sus
cuerpos un mensaje que les acompañará por el resto de sus vidas la evidencia de
lo que ocultan o muestran con orgullo plasmado en su piel a manera de archivo
personal.

Trazos y símbolos

Mientras la narrativa transporta a la historia de la persona tatuada, el tatuaje


mismo remite al significado de una imagen que en numerosas ocasiones se puede
ver encasillada en signos convencionales creados por las sociedades humanas;
dentro de estos signos el tatuaje puede contar una historia que puede ser
personal y completamente subjetiva al mismo tiempo que puede distar de la
imagen representada en tinta (así como también puede que su significado no
varíe del origen de la imagen original), al mismo tiempo puede crear una historia
formada por la pluralidad de significados que le dé un observador adyacente a la
persona tatuada.

Lo anterior significa que llegar a un consenso en lo que se reitera a la imagen,


al signo o al símbolo convertido en tatuaje es una tarea casi imposible porque su
lenguaje se sale de lo tradicional y hace parte de la evolución de los sistemas
comunicativos como diría Roland Barthes “sistemas de significación” en donde
cada grupo social humano otorga significados a los diferentes textos que le rodean
en forma de imágenes, palabras, etc.
Para lograr una aproximación a esta creación de sistemas de significación
humanos se partirá de los presupuestos de Charles Peirce y su triada de signo,
Umberto Eco desde la literatura y la interpretación y Roland Barthes desde su
“semiología social” para llegar a la voz del tatuaje, su lenguaje y a una
aproximación de qué puede significar.

Siendo así, la definición de signo de Charles Peirce servirá de guía en el


proceso de cómo un símbolo se convierte en una generalización hasta tornarse en
una nueva fusión de conceptos. Peirce le define como:

Un signo, o representamen, es algo que, para alguien, representa o se


refiere a algo en algún aspecto o carácter. Se dirige a alguien, esto es,
crea en la mente de esas personas un signo equivalente, o tal vez, un
signo aún más desarrollado. Este signo creado es lo que yo llamo el
interpretante del primer signo. El signo está en lugar de algo, su objeto.
Está en lugar de ese objeto, no en todos los aspectos, sino solo con
referencia a una suerte de idea, que a veces he llamado el fundamento
del representamen. (Peirce, 1974: 22)

Desde esta definición se toma al tatuaje como ese signo que representa algo
para su portador pero que a su vez puede ser interpretado de diversas maneras
por los que le observan; estos distintos puntos de vista determinan al tatuaje como
objeto (que en este caso sería el signo). Este signo esta en lugar de algo (un
objeto, el tatuaje), este objeto puede o no concordar con el signo y una primera
representación de éste, pero en el caso del tatuaje pueda que el objeto sea
distinto al signo, la llamada “semiosis ilimitada” en donde un signo crea a otro
signo y este a su vez otro (y así infinitamente).

Para estos casos Peirce determina que debe haber una argumentación del
porqué, este porque de la semiosis ilimitada se centra en lo multifacético que
puede llegar a ser un símbolo como un tatuaje y sus diferentes interpretaciones y
significados ya que, su discordancia torna al signo en un “signo más amplio”;
siendo así cada signo debe tener un “precepto de explicación” donde el signo será
entendido como una representación misma de su objeto teniendo en cuenta que
“el signo sólo puede manifestar al objeto pero no puede ir más allá, no nos puede
dar conocimiento o reconocimiento del objeto” (Peirce, 1974: 24); esta
reinterpretación del signo es la semiosis ilimitada.

Ahora bien, hasta el momento se han mencionado tres elementos que


conforman el signo en orden de aparición, a estos elementos Peirce les denomina
“Relación tríadica” conformada por Signo, Objeto e
Interpretante. Donde el Signo es mediación, está en lugar de algo y representa la
idea que produce o modifica además de ser un vehículo que transmite a la mente
algo desde afuera; Objeto es lo que representa y lo que transmite la idea que se
genera en el Interpretante quien a su vez se convierte en un Representamen
(signo) haciendo del signo un fenómeno circular. A su vez, Peirce realiza una
tricotomía del signo como tal y propone tres modelos de tricotomía3.

En su segunda tricotomía divide al Signo en ícono, índice y símbolo donde un


ícono “es un Representamen cuya cualidad representativa es una primeridad de él
en tanto primero” (1974:46), esta primeridad es la imagen de un objeto, una idea
que se crea en la mente del Interpretante provocada esta a su vez por un objeto
externo.

El Representamen icónico (Hipoícono) puede ser cualquier imagen material


convencional (por esto es que para comunicar una idea directamente se hace uso
del ícono); Peirce propone un ejemplo de algo convencional: “Una pintura (por
convencional que sea su método) es una representación de esa clase”(1974: 47),
en el caso del tatuaje podemos usar como ícono a una imagen común que en
general todos consideraríamos convencional, por ejemplo, el tradicional tatuaje de
la esvástica (esvástica occidental) común en los jóvenes norteamericanos nos
remite a una ideología (nazismo) ya que representa una imagen directa de esa
ideología. Otro ejemplo de ícono reflejado en el mudo del tatuaje puede ser el
tatuaje tradicional de una comunidad que se identifique con determinado símbolo,

3
En esta investigación se hará uso de la segunda tricotomía propuesta en sus
“Collected Papers” citada en la bibliografía.
como el caso del tatuaje de cuerpo entero maorí llamado “moko” que con diseños
tribales diferencia el rango de la persona dentro de la tribu para ser leído
fácilmente por los integrantes de dicha comunidad.

El índice, por su parte, constituye una Segundidad, “…se trata de la efectiva


modificación del signo por el objeto” (1974: 30) determinada por una “conexión
real” con el objeto es decir, es una consecuencia de algo, sin embargo, los índices
pueden tener al igual que el ícono una primeridad. Para que un índice tenga
primeridad debe tener un “ícono como constituyente del mismo”, esto implica que
debe llamar la atención como lo haría una advertencia en situación (¡Cuidado!) o
una orden imperativa (¡No!), el índice articula dos partes de una experiencia y
pone en real conexión con el objeto.

El tatuaje podría ser considerado como un índice en tanto pueda hacer actuar
por convención o más bien prejuicio, por ejemplo, un motorista lleno de tatuajes
asusta o previene a la mayoría de las personas, pero pueda que esa persona no
represente mayor peligro del que un niño pandillero perteneciente a los maras
salvatruchas del Salvador4 puede representar; este peligro nos pone en conexión
real con el objeto que identifica al sujeto (sus lágrimas tatuadas), el tatuaje es a su
vez ícono, índice y símbolo.

Para terminar la tríada Peirce define al Símbolo como un “…Representamen


cuyo carácter representativo consiste precisamente en que él es una regla que
determina a su interpretante. Todas las palabras, oraciones, libros y otros signos
convencionales son Símbolos” (1974: 55), lo que implica que el tatuaje tiene
características esenciales de símbolo al ser una representación de un signo y algo
que va más allá de un significado primario, algo que puede tener muchos
significados encerrados en un solo objeto.

El símbolo sería entonces una ley o regularidad cuyo interpretante es


susceptible de la misma descripción, donde un índice o un ícono lo constituyen y
su objeto completo es el significado. Para Peirce es un signo convencional y

4
Los Maras se tatúan el rostro con lágrimas que representan sus asesinatos.
cualquier palabra común que represente al ser humano en relación directa con su
imaginación (en la medida en que asocia las palabras con las cosas respectivas)
concluye…

Los símbolos crecen. Nacen por desarrollo de otros signos, en especial


de íconos, o de signos mixtos que comparten la naturaleza de íconos y
símbolos. Pensamos sólo en signos. Estos signos mentales son de
naturaleza mixta; las partes simbólicas de los mismos se denominan
conceptos. Si un hombre elabora un símbolo nuevo, lo hace mediante
pensamientos que involucran conceptos. (1974: 58)

El tatuaje como símbolo se crea a partir de numerosos conceptos cuyo


objeto depende intrínsecamente de su interpretante; en ésta investigación el
interpretante será en la mayoría de los casos el mismo usuario del tatuaje
sumado a algunas interpretaciones de personas no tatuadas o que deseen
tatuarse.

La pluralidad de símbolos que entran a colación en el tatuaje son infinitas,


ya que una imagen puede representar variedad de cosas como recuerdos,
sentimientos, objetivos y hasta propósitos; esto puede ser banal para
determinados sujetos, pero de gran valor para otros y cada uno le otorgará a
esta imagen un significado diferente; por ejemplo, la imagen del fénix en la
cultura oriental y la occidental se distancian de la subjetividad que posee el
tatuaje en un individuo que probablemente desconociendo el origen de los
significados convencionales ha creado un significado propio para su tatuaje
(fortaleza, cambio, memorias personales, promesas, etc.) donde cabe decir
también que el estilo que puede ser de tatuaje oriental u occidental le puede
dar un vuelco total al significado del mismo.

La lectura del tatuaje en cuanto a su variedad de interpretaciones y


reinterpretaciones puede verse desde Umberto Eco, quien a partir de la
triada de Peirce plantea un nuevo concepto de interpretante; como primera
medida Eco resume la triada de Peirce y describe el fenómeno semiósico
como algo vivido por un interpretante que hace parte del mismo y es el sujeto
que le da significado al texto que lee. Esta interpretación, en suma, es
indefinida ya que cada intérprete da un nuevo significado y sentido a lo que
observa.

Para entender mejor este fenómeno Eco utiliza el campo literario y lo relaciona
con la intención; la intención del autor, la intención del intérprete y la intención del
texto, dentro de este texto un intérprete puede encontrar miles de interpretaciones
y significados diferentes, la intención del autor se pierde dentro de los mundos
posibles que crea un intérprete, por su parte el texto mismo es un mundo en
capacidad de producir otros textos por medio de su intérprete.

Teniendo en cuenta el planteamiento anterior y tomando al tatuaje como un


texto para ser leído, la intención del autor es la de la persona que quiere llevar en
su cuerpo un símbolo elegido con intenciones subjetivas que dicen algo acerca de
quién es y partes de su historia de vida; por otro lado los interpretantes de ese
símbolo como lectores toman el libro y lo acomodan a su manera de ver dándole
un significado diferente, relacionándole con sus propias maneras de ver el mundo
especulando sobre la cubierta del libro y su contenido.

Ahora bien, el intérprete de un símbolo como el tatuaje parte de la abducción


para interpretar la imagen, formula una hipótesis a cerca de lo que puede significar
el tatuaje en esa específica persona y saca sus propias conclusiones.
(“Resumiendo: la abducción es un procedimiento típico mediante el cual, en la
semiosis, somos capaces de tomar decisiones difíciles cuando se están siguiendo
instrucciones ambiguas” (Eco, 1992 b: 249-250)). La intención de texto, la imagen
como tal estaría relacionada con un ícono convencional y por sí sola es un
símbolo que podríamos considerar convencional.

Teniendo en cuenta lo anterior podemos concluir que toda interpretación es


indefinida y es aquí donde Eco da lugar a lo que llama “Enfoque hermético del
texto”, entendido como los secretos que guarda todo texto, en este caso cada
tatuaje y cada persona tatuada a propósito de su marca personal…
”El intento de buscar un significado final e inaccesible conduce a la
aceptación de una deriva o deslizamiento interminable de sentido. Todo
objeto, ya sea terrenal o celeste, esconde un secreto. Cada vez que se
descubre un secreto, se referirá a otro secreto en un movimiento
progresivo hacían un secreto final. No obstante, no puede haber un
secreto final. El secreto último de la iniciación hermética es que todo es
secreto”. (1992 a: 35)

En este sentido cada historia de vida es un secreto que puede ser o no


develado de manera fragmentada por un tatuaje que a su vez dirige hacia otra
incógnita de forma circular, una semiosis ilimitada.

Esta triada (signo, objeto e interpretante) puede verse en el contexto del tatuaje
en relación con lo que la imagen representa; así el signo (la imagen tatuada) es la
representación de algo (en el caso del tatuaje puede ser una experiencia para el
tatuado o una representación icónica para un observador), esta imagen se torna
objeto y adquiere una significación dada por el interpretante (sujeto que siempre
será diferente y le otorgará nuevas significaciones a la imagen) lo que resulta en
un fenómeno semiósico de infinitas interpretaciones de significado tanto para el
usuario como para sus observadores; todas estas reinterpretaciones del concepto
del tatuaje son las que construyen y reconstruyen al tatuaje como relato y a su vez
como archivo personal de una historia de vida. Por lo tanto la triada propuesta por
Peirce es válida para interpretar el tatuaje como signo y fenómeno semiósico.

Este fenómeno semiósico es una constante en el ámbito social del símbolo y


Roland Barthes hace su aporte al hablar del fenómeno de la significación en la
sociedad relacionándola con la fotografía y el arte en la pintura, donde da cabida
al concepto de la imagen y de ésta como texto.

Barthes toma a la fotografía y los mensajes que devienen de ésta en los


ámbitos sociales como por ejemplo el político, antropológico, histórico y
publicitario; roles en los que los diferentes grupos humanos se desenvuelven y los
cuales deben ser tomados en cuenta a la hora de interpretar una imagen social
como lo sería un tatuaje.

En primera instancia Barthes hace un análisis de la carga de información que


posee una fotografía como “reemplazo” de la realidad lo que califica de denotativo
aclarando que esta visión denotativa de la realidad no está “viciada”, es decir, en
un primer momento el mensaje de la fotografía no tiene código, los códigos
aparecen cuando el periódico que publica la fotografía sitúa a la misma en ciertos
contextos o por ejemplo cuando la altera con cierta intención, le agrega texto o
cierto valor moral.

Las dos relaciones que constituyen el sistema de significación, Denotación y


Connotación, hacen de las palabras y su significado, como diría Barthes, una
especie de “antropología histórica” del lenguaje humano.

La denotación es la significación, “la relación entre un signo y su referente”; el


significado dado a las palabras en un consenso social, una generalización. Desde
la semiología, la denotación consiste en un primer sistema; este primer sistema de
significados es lo que genera un segundo sistema, la connotación, que constituye
la interpretación del significado y la unión del signo con otros signos.

En un plano denotativo el tatuaje sería una imagen convencional a cuyo


significado se ha llegado por convención social (como en el caso del tatuaje tribal
tradicional), por el contrario el plano connotativo plantea la relación entre la
imagen y sus potenciales significados simbólicos; “…, toda imagen es polisémica,
toda imagen implica, subyacente a sus significantes, una cadena flotante de
significados, de la que el lector se permite seleccionar unos determinados e
ignorar todos los demás.” (Barthes: 1995: 34), es así como un dragón tradicional
se relaciona con lo oriental, un país (China ó Japón), una cultura y una creencia,
sin contar con la subjetividad de cada individuo y del mensaje que cargaría un
tatuaje.

Éstas relaciones connotativas “tienen una estrecha comunicación con la cultura,


el conocimiento, la historia, y es a través de ellos que el contexto, entorno del
mundo invade el sistema lingüístico y semántico. Ellos son, fragmentos de
ideología”. (Barthes: 1989: 93) La imagen está, entonces, cargada de significados
globales que pueden ser tanto connotativos como denotativos, lo que implica que
el lector o intérprete de la imagen puede elegir lo que ésta signifique para él.

Cuando el lector de la imagen le otorga un significado utiliza el lenguaje para


describir lo que ve y esta utilización del lenguaje depende del léxico que maneje el
interpretante en esto consiste la “retórica de la imagen” (1995: 42); Barthes resalta
que la imagen connotada está construida entonces por varios léxicos que le
significan; por ejemplo, el tatuaje tradicional y su significado se construye sobre los
léxicos tradición, posición social, respeto, etc. Sin olvidar que estos léxicos que
use el interpretante están relacionados directamente con la cultura a la que
pertenezca el mismo y los productos culturales.

Barthes concluye:

“Sin querer trasladar, demasiado pronto, inferencias del terreno de la


imagen a la semiología general, podemos, sin embargo, atrevernos a
afirmar que el mundo del sentido en su totalidad esta internamente
(estructuralmente) desgarrado entre el sistema como cultura y el
sintagma como naturaleza: todos los productos de las dialécticas
diversas y con diverso éxito, la fascinación de una naturaleza que es la
del relato, la diégesis, el sintagma y la inteligibilidad de una cultura,
refugiada en algunos símbolos discontinuos, que los hombres “declinan”
bajo la protección de la palabra viva”. (1995: 47)

En suma, los símbolos representados a través de un tatuaje permiten al ser


humano explotar su capacidad de interpretación, de dar significado y de narrar; a
través de ellos se puede construir una historia de vida y la misma historia de la
humanidad en donde la piel hace las veces de papel, tornándose en un libro
abierto a miles de interpretaciones. En el siguiente capítulo se retomarán los
conceptos hasta ahora trabajados por medio de los autores para hacer más clara
la intención de esta investigación que busca mostrar al tatuaje como expresión
cultural y sello de identidad colectiva e individual haciendo uso de narrativas.

EL CUERPO, UNA OBRA DE ARTE


Después de Freud y su erotización del cuerpo,
los pensadores post-modernos definen el cuerpo
y la piel como conjuntos de líneas, de puntos,
de trayectorias de encuentro.

Di Folco

En el mundo del tatuaje el cuerpo es un lienzo donde se plasman ideas,


pensamientos, cultura, recuerdos, etc. Éste ha sido transformado a medida que la
sociedad ha ido cambiando y ha sido “culturizado” al acomodo de cada era, en la
actualidad, ha adoptado la característica de ser propio, único e irrepetible, objeto
de deseo y lucro.

Durante la evolución de las sociedades humanas el cuerpo ha adoptado formas


por medio de las cuales cada hombre y mujer se configura para ser aún más
único; creaciones como la moda, los peinados, maquillaje, modificaciones
corporales, etc. Han sido los pilares a la hora de sentirse diferente en un mundo
de producción en masa donde el ideal de belleza es el objetivo.

En una sociedad donde el parecer vacila entre la pasión y body-


building, la idea de un cuerpo plástico, modificable y evolutivo se hace
común: dietas alimentarias, cosméticos, tomas de producto como la
DHEA (deshidroepiandrosterona), gimnasias de todo tipo, marcas
corporales, cirugía estética, transexualismo, body art, etc. (Di Folco:
2004: 7)

Cualquier persona puede modificar su cuerpo en formas antes inimaginables


(depilación, láser, despigmentación, etc. lo que implica para Di Folco; Menos tabú,
más libertad y medios, un deseo de jugar con su apariencia, incitan la gente a
modificar, transformar su piel,… (Di Folco: 2004: 7)

Dentro de las transformaciones del cuerpo el tatuaje se ha convertido en una


de las formas en que las personas buscan modificar su belleza y diversidad,
además de ser un recurso para reflejar elementos de su propio ser, personalidad o
grupo social al que pertenecen, por ejemplo, un tatuaje común es el del signo
zodiacal generado de una creencia arraigada desde civilizaciones antiguas donde
la posición de las constelaciones y la fecha de nacimiento, dictaminan la
personalidad de la persona nacida bajo su signo. Reafirmarse como perteneciente
a Escorpio, por usar una de las constelaciones, es mostrar al mundo que se posee
un carácter fuerte y que no se tiene aplomo alguno de mostrar la tan reconocida
conexión con la sexualidad atribuida a este signo.

La ritualización de la belleza del cuerpo no es algo nuevo, es algo que ha


evolucionado, desde los pigmentos naturales, hasta el maquillaje actual, la piel se
ha tornado el lienzo más próximo de aquellos artistas empíricos que han hecho
una metamorfosis del cuerpo humano tornándolo en arte. Michel Thévoz
especialista en Arte bruto muestra como el cuerpo pintado, desde las
comunidades primitivas se ajusta a la siguiente gramática corpórea:

Aparecer/ desaparecer: seducir o amenazar según rituales, los juegos


de amor y de guerra, Desconstruirse: deshacer la simetría y prevenir
la fragmentación inherente del cuerpo, es decir: arrastrar la muerte
[sacar el cuerpo de su esquema, transportarlo más allá de la vida
primaria, física], Individualizarse: personalizar y concretizar la imagen
de sí (el nacimiento, la adolescencia, la sabiduría) convertirse pues en
alguien, Identificarse: ¿vegetal, animal, mineral? El cuerpo se
desdobla para encontrarse mejor (con relación a su casta, su sexo, su
inconsciente). Un sólo objetivo: encontrar su doble. (2004: 22)

Como se puede evidenciar, las transformaciones del cuerpo han estado


influenciadas y popularizadas por los medios masivos (como por ejemplo la
televisión y el auge que han tenido los reality shows referidos al tatuaje (Miami Ink,
Los Ángeles Ink, Ink, etc…)) convirtiéndolo en una institución merecedora de
emotividad; lo que llevó en determinado momento a pensarlo y sentirlo arte desde
la perspectiva propia.

Este arte corpóreo y ritual cultural se convirtió también en campo de


observación de diferentes disciplinas; lo que da paso al arte corporal del tatuaje
visto desde éstas y la forma como las personas han adoptado esta manera de
narrarse plasmando el archivo personal por medio de símbolos escritos en el
cuerpo, donde ya la palabra no basta y el papel se pierde cuando se puede cargar
con la historia propia a cuestas.

La antropología y la sociología, en principio, han sido las disciplinas que han


tomado por objeto de estudio este rito de significación para el mundo occidental;
desde allí los psicólogos y médicos han hecho su aporte; cabe rescatar el análisis
que hizo del tatuaje carcelario el Dr. Rafael Salillas y Panzano médico y
criminalista que reconoce tres elementos fundamentales en el tatuaje carcelario
los “psíquicos, sociológicos y técnicos” (Ganter, 2003: 32).

En relación al elemento psíquico se podría decir que el tatuaje va unido


a la personalidad por su carácter indeleble y permanente, donde se lo
asume como una prolongación de los sentimientos del sujeto que Io
lleva impreso y por tanto como un atributo más de la personalidad del
individuo, que –por cierto- también es susceptible de exteriorizarse,
exponerse y exhibirse. Los componentes sociológicos están ligados
básicamente al sentimiento de pertenencia e integración grupal, a la
aceptación de parte de los otros y a la identificación con ciertos
referentes simbólicos compartidos. Por último, los componentes
técnicos -a los cuales se ha hecho referencia en la presente sección-
comprenden básicamente el instrumental, las materias colorantes y las
representaciones gráficas. El instrumental varía según se trate de
tatuaje por escarificación, por quemadura o por puntura. (2003: 32-33).

De lo anterior el Dr. Salillas determina que todo tatuaje va unido


intrínsecamente a un símbolo que identifica al portador del tatuaje y su vida;
Salillas concluye entonces que todo tatuaje tiene una carga biográfica en lo que
respecta a la vida del recluso y su paso por la cárcel, el número de veces que ha
estado allí y hasta su estatus con respecto a los demás reclusos, sin embargo el
tatuaje carcelario tiene una característica de la que el tatuaje en libertad, por así
decirlo, carece y es que de una u otra manera se ha convertido en un rito tan
sacro como lo es la escarificación en las tribus africanas, una práctica que se lleva
a cabo por imitación, necesidad de reconocimiento y pertenencia.

El proceso de desterritorialización (ruptura con respecto al contexto inicial del


tatuaje) del tatuaje en el exterior de las comunidades urbanas previas, a saber
burdeles, milicia y cárceles, comenzó en occidente hacia finales de los años
setenta y comienzos de los ochenta cuando la cultura del rock, punk y metal
desterraron por un momento la escena disco y se pasó de un cuerpo delicado,
delgado y estilizado a algo más rudo y fuerte. El tatuaje hizo su aparición en esta
escena, los “chicos malos” en su contracultura empezaron a tatuarse motivos
agresivos como calaveras, demonios y serpientes en un principio para ser parte de
esta nueva cultura rebelde y “malandra” con el fin de pertenecer a una cultura
propia y exclusiva.

Partiendo de estas culturas underground, favorecidas por la mediatización de los


años noventa, se llegó una revolución cultural siendo ésta la que termino por quitar
ese carácter de ritual al tatuaje trasladándolo al campo del arte como una
modificación corporal artística, una mutación del cuerpo a obra de arte andante
con capacidad infinita de lectores dispuestos a leer un cuerpo.

El tatuaje urbano y sus escenarios culturales, generalmente asociados con la


música y ciertos grupos sociales, se sitúa dentro de una escena subversiva, donde
está acompañado por la aparición del grafiti como alternativa de expresión en el
escenario citadino. Cabe decir que el grafiti funciona como analogía del tatuaje al
tener orígenes en lo prohibido, exclusivo y único; además de ser el arte urbano por
excelencia.

Armando Silva, periodista colombiano, combina la atmósfera de ciudad con el


tatuaje urbano (grafiti) y sus contenidos en relación con su carácter narrativo e
interpretativo… […]: el punto de vista marca tanto una noción espacial, aquello
que reconozco porque veo, pero también marca una noción narrativa, esto que
cuento porque reconozco o sé. (Silva. P. 41. 1992) Visto así, el grafiti cuenta la
historia oculta de la ciudad al igual que un tatuaje cuenta la historia de una
persona lo cual deja entrever como los grafiti tienen una clara influencia de la
cultura del “grafitero”, algo que él quiere que sea visto y leído por los habitantes de
la ciudad.

El grafiti actúa entonces como gramática citadina y es interpretado por Silva


como una forma de subversión del orden cultural […]

La marca graffiti expone lo que precisamente es prohibido, lo obsceno


(socialmente hablando), apuntaba a un tipo de escritura perversa que
dice lo que no puede decir y que precisamente en este juego de decir lo
no permitido (lo indecible éticamente que irrumpe como ruptura
estética) se legitimaba. (1992: 31- 32)

La legitimización de movimientos como el grafiti y el tatuaje convergen en


escenarios artísticos donde la estética se la juega en la subjetividad de la belleza y
donde el arte es arte para todos y por todos; los estereotipos, entonces, tienden a
desaparecer cuando lo suburbano deja de ser tabú y la gramática del cuerpo se
desentiende de sus escenarios previos en rescate de la catarsis humana.

Tinta y piel

Un recuerdo es definido por la Real Academia de la Lengua Española (RAE)


como un “Objeto que se conserva para recordar a una persona, una
circunstancia, un suceso, etc.” O una “Memoria que se hace o aviso que se da de
algo pasado o de que ya se habló.” Los recuerdos son construcciones mentales
que se traen al presente en determinada situación, algunos son tan importantes
que se quisiera tenerlos presentes todo el tiempo y el tatuaje como texto hace esto
posible.

La técnica o arte de tatuarse la piel ha ido reemplazado a los diarios


(personales) y fotografías como objeto evocador de recuerdo, ahora es posible
escribir la historia propia sobre uno mismo; es así como el tatuaje se construye
como narrativa autobiográfica.
Como se vio anteriormente, Bruner resalta la necesidad narrativa del ser
humano manifestada en una simple conversación que evoque algo pasado,
presente o futuro; el ser humano se construye y reconstruye miles de veces en el
día relatando sus días pasados y venideros para así reafirmar su existencia
presente y comprobar, mediante la evocación, aquello que ya pasó pero no quiere
olvidar, todos esos datos, experiencias, anhelos, ideologías, etc. que son parte de
los capítulos de la vida.

En ocasiones se selecciona uno de esos capítulos para leerlo todos los días, es
aquí cuando el tatuaje se convierte en un texto personal y si así se decide, público.
Una imagen que recoge fragmentos de quien es la persona que lo porta y sus
memorias. “La recuperación de la memoria a través del tatuaje permite al joven
convocar la experiencia vivida, la que puede ser revisada y traída al presente para
replantear estrategias de tratamiento y proyectos futuros”. (Hourquebie, citado en
Palleiro, 2005: 206)

El tatuado entonces se convierte en un mensaje a ser descodificado; estos


mensajes tienden a parecer claros y directos (plano denotativo) y se plasman en
símbolos convencionales, otras veces reúnen cantidad de significados posibles
(plano connotativo). Al respecto Hourquebie afirma:

Advertimos que a través de estas marcas archivadas en el cuerpo, los


jóvenes están emitiendo mensajes que testimonian tanto distintos
momentos de su vida y sus emociones: sus afectos, angustias,
privaciones, frustraciones, sus gustos, conflictos y rencores, como así
también sus anhelos, ambiciones, valores y códigos. Estos mensajes
tienen como rasgo distintivo la presencia de contenidos semánticos
relacionados con la identidad cultural del grupo que los produce y
recibe. (2005: 202).

De cualquier manera sea un mensaje directo o no el símbolo siempre irá


cargado de aspectos de la vida del portador, los latinos residentes en Estados
Unidos, por ejemplo, tienden a tatuarse (casi siempre en la espalda) frases en
español, santos o vírgenes que proyectan su pertenencia a una cultura y raza, a la
vez manifiestan sus creencias religiosas (la Virgen les protegerá de los enemigos
que quieran atacarle por la espalda), pero también puede ser que su madre haya
fallecido y ésta haya sido ferviente creyente y el tatuaje sea un homenaje después
de su muerte, las interpretaciones son inacabables, todo depende del punto de
vista.

Teniendo en cuenta lo anterior, se pueden identificar como conceptos afines al


tatuaje narrativo a la memoria y el recuerdo, palabras que poseen al tiempo como
elemento en común; el tiempo humano, denominado así por Ricoeur como ese
espacio temporal creado y organizado por los individuos de una sociedad en
donde se sitúa la historia de la humanidad en general va acompañado del tiempo
personal en el que se encuentran las historias particulares de cada ser humano.

La narrativa y el tiempo en el tatuaje van unidos a la persona tatuada como


evidencia de su historia, al mismo tiempo sirve para transportar al momento vivido,
no solo el momento en que se tatuó, sino también al momento particular al que la
persona haya otorgado significado por medio de la realización del tatuaje; el hecho
de tener la necesidad de narrarse hace del ser humano un ser temporal e
histórico.

La historia personal y el tatuaje unidos pueden llevar a un espacio temporal;


pero el tatuaje en solitario también puede hacerlo como signo, la imagen que lo
compone posee significados que por sí solos pueden llevar a pensar en las
creaciones del ser humano; un ícono convencional tatuado, como un corazón,
puede ser interpretado por su significado primario como símbolo de amor,
significado al que se llegó por consenso; sin embargo al desterritorializar la
imagen de ese consenso ésta adquiere significados infinitos para cada intérprete.
Así es como la imagen, por sí sola, puede transportar a diferentes escenarios
históricos, personales o convencionales socialmente establecidos.

El tatuaje entonces es la materialización de la memoria, un arte y una cultura


donde se ve al tatuado y sus marcas como una creación de relatos a partir de
imágenes y símbolos a forma de archivo personal, temporal y subjetivo en donde
se evidencia el carácter biográfico del tatuaje.
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