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CIC 879.
De todas maneras tenemos que mantener siempre la unidad de ambos sacramentos. Tanto el
bautismo como la confirmación son a la vez cristológicos y pneumatológicos.
Así como están unidos en la teología el acontecimiento pascual y pentecostés, así también
están unidos los sacramentos. Y si miramos los signos propios también veremos esta misma
unidad. El crisma nos asemeja a Cristo y el sello lo es en referencia a nuestra configuración con
Cristo.
Efectos de la confirmación
De lo dicho anteriormente podemos deducir los efectos de este sacramento. Todos estarán
relacionados con el bautismo y con la plenitud de lo recibido en él. Además tendrán que ver
con el testimonio y la misión, que son la expresión del desarrollo de la vida de Cristo en
nosotros.
Según LG 11, la confirmación nos une más perfectamente a la Iglesia, nos enriquece con una
fortaleza especial del Espíritu Santo, y nos obliga con mayor compromiso a defender y difundir
la fe con nuestras palabras y obras.
Notemos que todas las expresiones usadas son en términos relativos: “más perfectamente”,
“enriquece”, “mayor compromiso”. Lo mismo podemos decir de las expresiones del Catecismo
en el n 1303.
La relación existente entre el compromiso apostólico y la confirmación como sello del Espíritu
Santo nos invita a reflexionar de qué manera toda nuestra acción evangelizadora es también
fruto del Espíritu Santo. Sin él no podríamos ser testigos de Cristo. Con respecto a esto, se
adecua muy bien la comparación con los apóstoles quienes sólo después de haber sido
fortalecidos con el Espíritu Santo son capaces de dar testimonio incluso hasta derramar su
sangre.
Edad de la confirmación
Teniendo en cuenta la práctica oriental donde la celebración de la confirmación sigue
inmediatamente al bautismo, conviene aclarar la práctica occidental que difiere el sacramento
de la confirmación hasta que la persona tenga edad de discreción2. De esta manera se asegura
que la persona acepte libremente lo que ha recibido en el bautismo.
Se plantea así el problema de recibir el sacramento de la Eucaristía antes del sacramento de la
confirmación, cuando pareciera lógico que la Eucaristía fuera el culmen de la iniciación
cristiana.
Debemos aquí volver a recordar que la confirmación es el sacramento del desarrollo de la vida
cristiana y que debe recibirse cuando ese desarrollo quede manifiesto. Esto implica retrasar
este sacramento hasta que la persona se encuentre en condiciones de asumir este
compromiso por sí misma.
Pero esto no implica que debamos también retrasar la participación en la comunión
eucarística. La persona puede acercarse a la comunión, aunque su incorporación pueda
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CIC 891
considerarse todavía incompleta aunque válida. Esta comunión tendrá recién toda su validez
cuando la persona sea confirmada, es decir, integrada plenamente a la comunidad eclesial.
Pretender un camino litúrgicamente “correcto” implicaría en muchos casos un camino
“incorrecto” desde el punto de vista de la madurez de la persona y su fe.
Con esto no se suprime la secuencia bautismo-confirmación-eucaristía sino que se matiza y se
relativiza.
De todas maneras vale la pena atender a la realidad de que esta práctica nos aleja de la Iglesia
oriental que se ha mantenido fiel al esquema original. Otro riesgo de separar la confirmación
del bautismo es la existencia en la Iglesia de cristianos no confirmados. Y por último, cuanto
más separada esté la confirmación del bautismo, más fácil es que perdamos de vista su íntima
relación.