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Cuestiones sistemáticas

La confirmación como sacramento


Uno está tentado de buscar este sacramento en el NT. Sin embargo ya hemos visto lo
infructuoso de esta búsqueda. Además, la historia nos ha mostrado cómo causas muy
concretas han dado origen a la práctica de la confirmación separada del bautismo. Esto no
quiere decir que la confirmación no sea sacramento sino que sería históricamente falso hacerle
este planteo a la Iglesia primitiva. En este punto debemos plantearnos el hecho de la
capacidad de la Iglesia para desarrollar en el curso vivo de su historia la vida litúrgica y
sacramental.
Frente a los reformadores que negaban la confirmación como sacramento, el concilio de
Trento fue terminante.
Hoy en día entendemos este sacramento como aquel que lleva a su plenitud lo recibido en el
bautismo. Por el sacramento de la confirmación los cristianos son enriquecidos con el don del
Espíritu Santo que los vincula más perfectamente a la Iglesia y los fortalece para que sean
testigos de Cristo.1
De todas maneras, y por lo visto anteriormente, el sacramento de la confirmación no debe
entenderse separado del Bautismo. En este sentido podemos decir que es un sacramento
secundario, es decir, no es un sacramento autónomo.
Lo que celebramos con el sacramento de la confirmación es el desarrollo de la vida del Espíritu
en nosotros. Ese Espíritu nos lleva a configurarnos más estrechamente con Cristo sobre todo
en la dimensión misionera y apostólica. Podríamos decir que el sacramento de la confirmación
es el sacramento de la madurez cristiana.
En la confirmación celebramos el don del Espíritu Santo dado a nosotros, sobre todo visto en
su dimensión dinámica.
Aceptando la práctica del bautismo de niños, el sacramento de la confirmación se entiende
más claramente como la plenitud de lo recibido. Si al bautismo de niños le falta algo (la fe y
decisión propia del que lo recibe) en la confirmación esto es lo más evidente. Lo mismo
podemos decir del compromiso y de la asunción de un rol activo en la Iglesia.
Teniendo en cuenta la fórmula utilizada para la confirmación podemos aclarar mejor esto. Se
recibe el don, el sello, del Espíritu Santo. Ya no es el Espíritu Santo que obra en nosotros sino el
mismo Espíritu en nosotros. Y esto como sello de la iniciación cristiana, como culmen de lo
recibido en el bautismo.
Podríamos decir que si el bautismo es el sacramento del hijo, de la mediación y la gracia, de la
oferta salvadora de Dios en Jesús, por otro lado, el sacramento de la confirmación es el
sacramento del Espíritu Santo, es decir el de la permanencia de la obra de Cristo en el mundo,
de nuestra respuesta libre a su acción.

1
CIC 879.
De todas maneras tenemos que mantener siempre la unidad de ambos sacramentos. Tanto el
bautismo como la confirmación son a la vez cristológicos y pneumatológicos.
Así como están unidos en la teología el acontecimiento pascual y pentecostés, así también
están unidos los sacramentos. Y si miramos los signos propios también veremos esta misma
unidad. El crisma nos asemeja a Cristo y el sello lo es en referencia a nuestra configuración con
Cristo.

Efectos de la confirmación
De lo dicho anteriormente podemos deducir los efectos de este sacramento. Todos estarán
relacionados con el bautismo y con la plenitud de lo recibido en él. Además tendrán que ver
con el testimonio y la misión, que son la expresión del desarrollo de la vida de Cristo en
nosotros.
Según LG 11, la confirmación nos une más perfectamente a la Iglesia, nos enriquece con una
fortaleza especial del Espíritu Santo, y nos obliga con mayor compromiso a defender y difundir
la fe con nuestras palabras y obras.
Notemos que todas las expresiones usadas son en términos relativos: “más perfectamente”,
“enriquece”, “mayor compromiso”. Lo mismo podemos decir de las expresiones del Catecismo
en el n 1303.
La relación existente entre el compromiso apostólico y la confirmación como sello del Espíritu
Santo nos invita a reflexionar de qué manera toda nuestra acción evangelizadora es también
fruto del Espíritu Santo. Sin él no podríamos ser testigos de Cristo. Con respecto a esto, se
adecua muy bien la comparación con los apóstoles quienes sólo después de haber sido
fortalecidos con el Espíritu Santo son capaces de dar testimonio incluso hasta derramar su
sangre.

Edad de la confirmación
Teniendo en cuenta la práctica oriental donde la celebración de la confirmación sigue
inmediatamente al bautismo, conviene aclarar la práctica occidental que difiere el sacramento
de la confirmación hasta que la persona tenga edad de discreción2. De esta manera se asegura
que la persona acepte libremente lo que ha recibido en el bautismo.
Se plantea así el problema de recibir el sacramento de la Eucaristía antes del sacramento de la
confirmación, cuando pareciera lógico que la Eucaristía fuera el culmen de la iniciación
cristiana.
Debemos aquí volver a recordar que la confirmación es el sacramento del desarrollo de la vida
cristiana y que debe recibirse cuando ese desarrollo quede manifiesto. Esto implica retrasar
este sacramento hasta que la persona se encuentre en condiciones de asumir este
compromiso por sí misma.
Pero esto no implica que debamos también retrasar la participación en la comunión
eucarística. La persona puede acercarse a la comunión, aunque su incorporación pueda

2
CIC 891
considerarse todavía incompleta aunque válida. Esta comunión tendrá recién toda su validez
cuando la persona sea confirmada, es decir, integrada plenamente a la comunidad eclesial.
Pretender un camino litúrgicamente “correcto” implicaría en muchos casos un camino
“incorrecto” desde el punto de vista de la madurez de la persona y su fe.
Con esto no se suprime la secuencia bautismo-confirmación-eucaristía sino que se matiza y se
relativiza.
De todas maneras vale la pena atender a la realidad de que esta práctica nos aleja de la Iglesia
oriental que se ha mantenido fiel al esquema original. Otro riesgo de separar la confirmación
del bautismo es la existencia en la Iglesia de cristianos no confirmados. Y por último, cuanto
más separada esté la confirmación del bautismo, más fácil es que perdamos de vista su íntima
relación.

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