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Oratoria Consciente
Presentaciones
ágiles
que
ilustran,
inspiran
y
sorprenden
Por
Ariel
E
Goldvarg
www.arielgoldvarg.com
Hablar
en
público
hoy
día
representa
un
desafío
muy
diferente
de
lo
que
fue
hasta
hace
poco.
Hoy,
los
tiempos
de
atención
son
mucho
mas
reducidos,
la
paciencia
acotada
y
la
reacción
inmediata
ante
discursos
envueltos
en
retóricas
almidonadas
y
postulados
estridentes
obligan
a
repensar
el
modo
en
que
nos
expresamos
en
esta
época
tan
particular.
Incluso,
tal
vez
aún
mas
allá
de
la
comunicación,
es
tiempo
de
revisar
el
modo
mismo
en
que
nos
relacionamos
con
nosotros
mismos
y
con
otros.
Hoy
logramos
una
llegada
mucho
mayor
si
hablamos
desde
nuestra
vivencia,
si
lo
hacemos
de
igual
a
igual
y
si
compartimos
nuestros
saberes
con
humildad;
sobre
todo
mediante
un
estilo
ágil.
Los
modelos
de
liderazgo
han
cambiado.
El
paradigma
verticalista
y
directivo
que
prevaleció
en
los
últimos
cien
años
construyó
liderazgos
que
se
han
sostenido
en
la
fuerza
y
el
ímpetu
exitista.
Sin
embargo,
hoy
resulta
inspirador
alguien
que
habla
con
seguridad
pero
sin
estridencias;
con
humildad
pero
sin
titubeos
y
sobre
todo
con
un
sentido
humano
que
nos
resuene
en
nuestras
mentes
cuando
se
habla
mas
cerca
de
las
propias
experiencias,
dudas
o
temores,
que
desde
una
verdad
revelada,
con
absolutismos
y
ciertos
determinismos
que
apuntan
mas
a
la
dominación
(o
el
adoctrinamiento)
que
a
la
construcción
de
un
valor
compartido.
Por
ello,
es
que
la
propuesta
de
relacionarse
con
otros
desde
una
Oratoria
Consciente
nos
invita
a
tomar
registro
en
varias
dimensiones.
Esto
es,
ámbitos
de
observación
en
donde
lo
que
queremos
comunicar
trascienda
los
meros
limites
de
la
difusión
de
ideas
o
la
expresión
de
mensajes.
Nos
referimos
a
lograr
una
“conexión”
a
varios
niveles
y
desde
allí
generar
una
experiencia
mas
amplia
para
lograr
una
creación
conjunta
de
aquello
que
estamos
comunicando
(o
mejor
dicho,
co-‐creando).
Orador
y
oyente
ya
no
están
separados
entonces
por
un
escenario,
un
púlpito
o
una
mesa
de
café.
Todo
forma
parte
de
una
misma
experiencia;
una
danza…
Y
es
precisamente
en
esa
danza
de
la
consciencia
donde
interviene
una
dinámica
en
la
que
el
centro
no
se
ubica
necesariamente
en
el
mensaje,
en
quien
presenta
o
quien
escucha,
sino
en
lo
que
ocurre
en
el
entrecruzamiento
de
todo
ello;
esto
es,
la
vivencia.
Es
el
emergente
de
la
sumatoria
de
todos
estos
elementos
donde
la
consciencia
deja
su
huella.
Es
así
que
cuando
cuando
todos
estos
aspectos
confluyen
armoniosamente
y
se
alinean,
entramos
en
un
espacio
muy
diferente.
Los
bordes
de
la
experiencia
se
desdibujan.
La
noción
del
tiempo
desaparece.
Como
cuando
estamos
en
el
cine
envueltos
en
la
trama
de
una
película.
No
registramos
que
estamos
en
una
sala;
tampoco
la
distancia
a
la
pantalla
o
la
ubicación
de
los
parlantes
de
donde
surge
el
sonido.
Estamos
dentro
de
la
escena
misma.
Incluso,
perdemos
dimensión
de
nuestro
propio
cuerpo;
olvidamos
que
estamos
sentados
en
una
butaca,
rodeados
de
gente
desconocida.
Es
allí,
cuando
la
historia
nos
envuelve
y
los
minutos
pasan
sin
que
nos
demos
cuenta.
Las
formas
se
pierden.
Simplemente
estamos
presentes.
Tal
vez
sea
por
nuestra
naturaleza
humana,
que
nos
sentimos
tan
atraídos
ante
las
historias
que
se
ocurren
ante
nosotros.
Quedamos
entonces
atrapados
y
seducidos
por
su
narrativa.
Incluso
muchas
veces,
una
historia
sin
mayor
brillo
nos
seduce
por
el
modo
en
que
su
presentador
la
expone.
Este
fenómeno
no
es
nuevo;
ocurre
desde
el
principio
de
los
tiempos.
Desde
que
empezamos
como
sociedad
a
reunirnos
alrededor
del
fuego
para
compartir
nuestras
vivencias.
También
lo
hacían
papá
o
mamá
cuando
nos
contaban
un
cuento
para
dormir
de
pequeños.
También
ocurre
de
adultos
cuando
nos
abstraemos
del
mundo
viendo
un
programa
de
TV,
un
noticiero,
un
espectáculo
deportivo
o
lo
que
fuere.
Es
como
si
desapareciéramos,
verdad?.
Entonces,
el
reto
de
entrenarse
como
Orador
Consciente
resulta
una
actividad
sumamente
interesante
y
desafiante,
ya
que
no
solo
implica
el
aprender
técnicas
para
hablar
en
público
o
para
comunicarse
eficientemente,
sino
que
se
relaciona
con
aprender
a
crear
experiencias
en
otros,
al
tiempo
que
nos
transformamos
a
nosotros
mismos.
Ello
va
mas
allá
del
mero
contenido
de
una
presentación.
He
trabajado
por
años
con
personas
que
deben
dar
presentaciones
que
resultan
muchas
veces
muy
técnicas
o
frías.
Sin
embargo,
el
lograr
que
la
audiencia
se
involucre,
se
interese
y
comprenda
el
tema,
depende
mas
de
las
cualidades
del
presentador
que
de
las
características
del
tema
en
sí.
Cuando
un
presentador
se
expresa
con
pasión,
maneja
los
climas
y
se
conecta
con
la
gente,
la
presentación
pierde
toda
frialdad
o
aburrimiento;
por
mas
técnica
que
sea.
Para
lograr
ello,
el
método
que
nos
lleva
a
una
Oratoria
Consciente
implica,
en
principio
aprender
a
registrar
(o
sea,
ser
conscientes)
al
menos
en
cuatro
dominios
primarios:
1. Consciencia
de
los
contenidos
a
brindar,
2. Consciencia
de
los
recursos
a
emplear,
3. Consciencia
del
contexto
para
la
experiencia
y
4. Consciencia
de
nosotros
mismos.
El
nivel
de
consciencia
que
podamos
lograr
en
cada
dominio
dará
el
grado
conexión
en
cada
uno.
Entonces,
a
mayor
consciencia,
mayor
conexión.
Su
resultado
será
entonces
el
tipo
de
experiencia
obtenida.
La
fórmula
es
simple:
El
siguiente
gráfico
muestra
el
modo
en
que
cada
dimensión
de
consciencia
se
conecta
con
las
otras
tres.
De
esta
forma,
cuanto
mas
unidas
estén
estas
dimensiones,
mayor
será
el
espacio
de
consciencia
unificada.
Esto
es,
el
núcleo
donde
todas
las
dimensiones
se
conectan:
la
experiencia.
Por
ello,
resulta
importante
trabajar
debidamente
con
las
cuatro
dimensiones,
de
tal
forma
de
buscar
un
equilibrio
y
lograr
que
estén
alineadas,
para
lograr
mayores
experiencias.
Si
una
falla,
pone
en
riesgo
la
presentación
en
su
conjunto.
Por
ejemplo,
podemos
estar
muy
conscientes
del
contenido
y
muy
conectados
con
cada
concepto;
pero
no
estar
conectados
con
el
público.
El
resultado
es
que
posiblemente
se
pierda
rápidamente
su
atención,
puesto
que
es
poco
probable
que
se
involucren
con
el
tema.
De
la
misma
forma,
podemos
estar
conectados
con
la
gente,
pero
no
estarlo
con
el
tema.
Entonces,
es
probable
que
titubeemos,
hablemos
de
manera
ambigua
o
seamos
poco
precisos,
puesto
que
el
contenido
no
estará
suficientemente
sólido.
Así
mismo,
podemos
estar
muy
conectados
con
el
tema
y
con
la
gente,
pero
desconectados
de
nosotros.
El
riesgo
ante
ello
es
que
nos
dispersemos
o
que
perdamos
el
rumbo
con
facilidad,
puesto
que
no
estamos
debidamente
concentrados.
Por
último,
puede
que
estemos
muy
conectados
con
nosotros
y
con
el
contenido,
pero
no
lo
estemos
en
relación
a
la
gente
y
el
contexto;
entonces,
es
probable
que
no
logremos
percibir
las
reacciones
de
la
gente
o
que
hablemos
un
lenguaje
incomprensible
para
ellos
y
que
se
aburran
o
se
sientan
ajenos
a
lo
que
se
está
exponiendo.
Con
cierta
frecuencia
ocurre
que
luego
de
una
presentación
el
orador
se
siente
muy
satisfecho
por
lo
realizado,
pero
la
gente
se
encuentra
disconforme
y
el
presentador
nunca
se
enteró
de
ello.
Simplemente,
no
lo
captó.
Estaba
muy
ocupado
en
su
mente
Asi,
la
lista
puede
seguir.
Son
muchos
los
ejemplos
que
muestran
los
efectos
de
una
conexión
ausente
o
insuficiente.
Por
ello,
la
posibilidad
de
entrenarse
en
lograr
mayor
consciencia
en
estos
cuatro
niveles,
nos
permitirá
lograr
presentaciones
que
cumplan
al
menos
con
tres
requisitos
básicos:
1. Deben
ilustrar.
O
sea,
expresar
un
concepto
o
idea
concreta.
Es
la
parte
objetiva
y
concreta
de
una
presentación.
2. Deben
inspirar.
O
sea,
generar
una
emoción
que
invite
a
la
reflexión,
la
toma
de
consciencia
o
pasar
a
la
acción.
3. Deben
sorprender.
O
sea,
generar
curiosidad
e
interés
para
captar
la
atención
de
la
gente.
Y…
cómo
se
logra?
Para
expandir
esa
consciencia
en
cualquiera
de
los
dominios
mencionados
se
puede
identificar
primero
el
nivel
actual
en
cada
uno.
Luego
existen
muchas
estrategias
posibles.
Veamos
algunas.
-‐ Consciencia
del
contenido.
Implica
el
grado
de
dominio
del
tema
a
presentar.
Todo
tema
puede
tener
grandes
volúmenes
de
información.
El
nivel
de
consciencia
aquí
no
está
dado
por
el
caudal
de
conocimientos
disponibles
sobre
un
determinado
tema,
sino
por
el
registro
suficiente
y
necesario
para
la
presentación.
La
diferencia
entonces
estará
en
el
dominio
de
las
ideas
a
transmitir
y
no
su
volumen.
No
es
necesario
ser
ingeniero
aeronáutico
para
enseñar
a
hacer
aviones
de
papel;
pero
sí
es
fundamental
que
sepamos
bien
cómo
se
hacen
y
qué
es
lo
que
los
hace
volar
cuando
los
lanzamos.
El
alcance
de
un
tema
está
dado
por
el
valor
que
perciba
quien
lo
escucha
y
el
interés
que
le
genere.
Este
es
un
principio
básico
al
momento
de
pensar
una
presentación
y
establecer
así
un
estándar
sobre
el
nivel
de
conocimientos
y
experiencia
necesarios
para
expresar
con
autoridad
nuestras
ideas.
Es
mas
importante
estar
seguros
de
lo
que
sabemos
y
extraer
el
máximo
provecho
de
nuestro
conocimiento,
que
estar
inseguros
ante
todo
lo
que
deberíamos
saber
y
no
lo
tenemos
disponible.
La
clave
está
en
mantener
la
humildad
ante
lo
que
no
se
sabe
y
la
seguridad
ante
lo
que
sí.
-‐ Consciencia
de
la
forma.
Se
refiere
a
los
recursos
a
emplear
para
presentar
esos
contenidos.
Estar
conscientes
de
la
forma
significa
tener
un
adecuado
dominio
y
manejo
de
los
diferentes
elementos
a
emplear.
Necesitaremos
una
estructura
para
desarrollar
las
ideas
de
manera
ordenada
donde
haya
una
introducción,
un
desarrollo
y
un
cierre.
Asi,
cada
etapa
podrá
contar
con
diferentes
recursos
como
metáforas,
historias
o
ejemplos
que
permitan
hacer
mas
gráfica
la
idea.
También
se
pueden
mostrar
videos,
realizar
ejercicios,
demostraciones
o
cualquier
otro
recurso.
Lo
útil
de
tomar
consciencia
del
recurso
radica
en
estar
presentes
a
cada
uno
de
los
pasos
que
damos
en
el
proceso
de
explicar,
enseñar,
mostrar
o
desarrollar
un
concepto.
Tal
como
cuando
masticamos
un
caramelo
delicioso,
sintiendo
los
sabores
y
seguridad
al
momento
de
exponer.
Así
mismo,
El
ejercicio
de
practicar
varias
veces,
de
maneras
diferentes
nos
dará
mayor
seguridad
para
afrontar
el
desafío
de
la
exposición.
El
efecto
es
mas
bien
psicológico.
La
preparación
es
como
la
base
y
las
columnas
de
una
casa.
Cuanto
mas
solida
sea
la
estructura,
mas
robusta
resultará
la
presentación.
La
falta
de
una
práctica
debida
nos
expone
ante
el
riesgo
de
improvisar
sin
los
recursos
adecuados
para
hacerlo,
aumentando
aun
mas
la
tensión
y
el
peligro
de
fallar
o
quedar
expuestos
sin
capacidad
de
reacción.
La
improvisación
también
es
un
arte
complejo
y
no
se
desarrolla
debidamente
si
no
estamos
bien
preparados.
Por
el
contrario,
cuanto
mas
preparados
estemos,
mas
fácilmente
será
improvisar,
rearticulando
ideas
y
combinando
recursos
de
maneras
novedosas,
con
la
seguridad
de
tener
una
buena
base
que
brinde
sustento.
El
miedo
escénico
Uno
de
los
factores
que
mas
condiciona
a
los
oradores
es
el
miedo
que
produce
la
exposición.
Si
analizamos
con
un
poco
este
fenómeno,
notaremos
que
la
base
misma
del
miedo
está
en
la
sensación
de
que
carecemos
de
recursos
suficientes
para
responder
ante
un
determinado
reto
y
padecemos
la
ansiedad
que
nos
produce
las
posibles
consecuencias
de
ello.
Por
ejemplo,
podemos
tener
miedo
a
las
alturas
por
tener
poco
equilibrio
y
temer
el
impacto
que
nos
puede
producir
una
caída.
O
también
miedo
a
una
enfermedad
por
no
tener
los
anticuerpos
necesarios
y
padecer
las
dolencias
de
sus
efectos.
También
podemos
tener
miedo
a
nuestra
pareja
por
sentir
que
no
tenemos
suficientes
recursos
para
responder
a
su
carácter
y
sentirnos
sometidos
ante
sus
reacciones.
Si
bien
cada
caso
es
particular,
existen
una
serie
de
pensamientos
y
creencias
latentes
detrás
del
miedo
escénico
que
suelen
ser
muy
comunes
y
que
activan
todos
nuestros
mecanismos
defensivos.
Veamos
alguno
de
ellos
y
algunas
posibles
respuestas.
-‐ Tengo
miedo
de
olvidarme
lo
que
debo
decir.
El
único
que
sabe
lo
que
debe
incluirse
en
la
presentación
es
el
orador.
Solo
él
sabe
lo
que
debe
decir.
Por
ende,
lo
relevante
no
está
en
las
omisiones
que
pueda
hacer
sino
el
valor
que
pueda
percibir
quien
lo
escucha.
Es
mas
importante
el
resultado
de
lo
que
se
dijo
que
la
falta
de
lo
que
se
omitió.
Por
ello,
es
mas
importante
estar
conectado
y
enfocado
en
los
objetivos
de
la
presentación
que
en
la
presencia
de
sus
detalles.
-‐ Temo
no
tener
respuesta
ante
una
pregunta
cuya
respuesta
desconozco.
El
modelo
del
presentador
sabelotodo
ya
está
perimido.
Es
mas
importante
tener
pocas
respuestas
sólidas
que
tener
un
oráculo
mental
carente
de
profundidad.
Muchas
veces,
la
respuesta
a
una
pregunta
puede
responderla
alguien
del
público.
Eso
es
muy
bueno,
porque
contribuye
a
todos.
Lo
que
nos
convierte
en
oradores
no
es
el
tener
respuestas
a
todo,
sino
en
tener
respuestas
que
ayuden,
enseñen,
muestren
o
ilustren.
Ello
se
puede
lograr
sin
necesidad
de
ser
el
mas
sabio
del
universo.
La
humildad
de
compartir
con
simpleza
lo
que
se
conoce
es
mas
poderosa
que
la
arrogancia
de
pretender
saberlo
todo
y
hacer
alarde
de
inteligencia
y
conocimiento.
-‐ ¿Qué
pasa
si
la
gente
se
aburre
o
no
le
gusta
mi
presentación?
Si
bien
siempre
existe
la
posibilidad
de
que,
a
pesar
de
nuestras
buenas
intenciones,
nuestra
presentación
puede
resultar
poco
efectiva.
Para
ello,
existen
algunas
sugerencias
que
los
expertos
recomiendan
y
tienen
que
ver
con: