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Introducción a la Unidad 1
Unidad 1 "Cardiovasculares I". Escrita por Claudio Romero, Químico farmacéutico y Docente de la UANDES.
Objetivos
Clínica Crónicos
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Clínica Crónicos
La OMS establece que a nivel mundial las patologías cardiovasculares son la principal causa de muerte y se
estima que solo en el año 2015 fallecieron por esta causa 17,7 millones de personas.
Las patologías cardiovasculares son causadas por los trastornos del corazón y los vasos sanguíneos.
Las principales causas de las enfermedades cardiovasculares (ECV) son el consumo de tabaco, sedentarismo y
hábitos alimenticios no saludables.
A nivel mundial, las patologías cardiovasculares son la principal causa de muerte. Solo la
cardiopatía coronaria y los ACV representan 6,7 millones de personas fallecidas al año (cifra
mayor a la población de Santiago de Chile).
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El 75% de las defunciones por patologías cardiovasculares corresponden a países con Producto Interno Bruto
(PIB) bajo y medio, por lo tanto, muchas de estas patologías se pueden prevenir actuando sobre los factores de
riesgo ya mencionados, y por supuesto también en direccionar estrategias de comunicación y educación a la
población general.
Además, debemos incorporar a todos los profesionales de la salud en la tarea de ser capaces de transmitir,
educar e incentivar en cambios de estilo de vida y estimular la adherencia a la dieta tipo DASH y al tratamiento
farmacológico, ya que en muchas de estas patologías (HTA y diabetes entre otras), los pacientes están
asintomáticos y perciben o interpretan que no se está haciendo nada con ellos.
Situación en Chile
Las cifras de mortalidad por patologías cardiovasculares isquémicas están en torno al 50,9% por 100.000
habitantes, esto es en el período comprendido entre 1998 al 2003. Por otro lado, en el mismo período, la
mortalidad por enfermedades cerebrovasculares se ha mantenido en 50,1% por 100.000 habitantes.
Se proyecta una disminución de mortalidad ajustada por edad para enfermedades isquémicas y
cerebrovasculares, sin embargo, también se reporta un aumento en la mortalidad por causa hipertensivas.
La prevalencia de colesterol total elevado o colesterol HDL disminuido alcanza al 63% de la población general
adulta mayor de 17 años. Más de la mitad de los adultos presenta dos o más de cinco factores de riesgo
cardiovascular (como tabaquismo, edad, antecedentes familiares, HDL<40mg/dl e hipertensión).
Un 6,6% de los adultos mayores de 17 años se encuentra en situación de riesgo cardiovascular máximo en base
a la evaluación de factores de riesgo (como tabaco, sexo, edad, presión sistólica, HDL y colesterol total). Con esto
podemos decir que esta población presenta una probabilidad de Framingham (sin considerar diabetes) mayor al
20% de riesgo de evento coronario en un período de 10 años.
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En general estas cifras no son nada alentadoras y se necesita impulsar cambios radicales en las políticas de
salud e implementar educación temprana (en el jardín, colegio, etc.), sobre los riesgos de llevar estilos de vida no
saludables.
En esta unidad veremos y analizaremos los medicamentos y patologías asociados a la hipertensión arterial e
insuficiencia cardíaca.
En Chile la HTA ha sido tema de estudio para entender, desde el punto de vista epidemiológico, cómo está
constituido y cuáles podrían ser las políticas públicas a implementar o cambiar en base a estos resultados.
La Encuesta Nacional de Salud (ENS) del 2013, mostró que el 26,9% de la población tiene
presiones elevadas. Además, la población chilena presenta factores de riesgo preocupantes
como el 22,7% de dislipidemia, y los datos de sobrepeso y obesidad están cercanos al 65%.
En lo que respecta a factores de riesgo modificables la ENS del 2017 trae consigo mejores resultados (viendo el
vaso medio lleno). En esta encuesta se visualizan datos preliminares en los que el consumo de tabaco está en el
33% de la población (bajando casi 7 puntos según la ENS del 2013). El consumo riesgoso de alcohol está en el
11,7% (bajando 1 punto), el sedentarismo está en el 86,7% (bajando 2 puntos) y, por último, el consumo de frutas
se mantiene en el 15%.
De esta información se puede inferir que hay mucho por trabajar en políticas sociales y sigue siendo la educación
a todo nivel (escolar, universitaria y sanitaria-paciente) un pilar fundamental para lograr disminuir
considerablemente estos números.
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La presión arterial elevada (>140/90 mmHg.) genera cambios vasculares e hipertrofia del
ventrículo izquierdo. Como consecuencia de estos cambios, la HTA constituye la principal causa
de enfermedad coronaria con infarto de miocardio y muerte súbita de origen cardíaco. Además,
contribuye de manera importante en la insuficiencia cardíaca y renal.
El tratamiento farmacológico en esta área ha tenido cambios radicales, ya que en la década anterior
prácticamente cualquier fármaco que pudiese reducir las presiones arteriales podía ser considerado para su
manejo.
Debido a que el propósito del tratamiento de la HTA es disminuir el riesgo cardiovascular es necesario también
realizar cambios significativos en los estilos de vida, es decir, evitar el sobrepeso, alcohol, consumo de tabaco y
disminuir la ingesta de grasa, entre otras medidas.
Esta guía y consenso de diagnóstico y tratamiento farmacológico se basa principalmente en la evidencia clínica y
en datos epidemiológicos de estudios clínicos y aleatorios. Dicho esto, los medicamentos que pudieron demostrar
este apronte son:
La JNC-8 realizó una serie de recomendaciones sobre el uso de los fármacos y estableció en base a
recomendaciones (en la mayoría con sólida base clínica de evidencia) cuándo es más oportuno utilizarlos y qué
fármaco es más adecuado utilizar en ciertas co-morbilidadades. Además, por primera vez se diferenció
tratamientos por raza.
Al ordenar los tratamientos salieron varios fármacos que tuvieron que demostrar algo más que reducir presiones
arteriales (faltó demostrar la disminución en la morbimortalidad cardiovascular y renal).
Antes de revisar estos medicamentos veremos y analizaremos las recomendaciones más importantes:
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Primera recomendación
Se fijó que en la población > 60 años se debería iniciar tratamiento con presiones mayores a 150/90 mm Hg,
mientras que en la población mayor de 18 años y menor de 60 años se debería iniciar un tratamiento
antihipertensivo con valores de 140/90. Además, en la población general con 18 años o más en casos de
insuficiencia renal crónica (IRC) se debe iniciar tratamiento si la presión arterial es > 140/90mm Hg.
Cabe destacar que no hay tanta evidencia en los pacientes mayores de 70 años y es algo que los expertos
de la JNC-8 revisarán con mayor detalle en las futuras guías.
Segunda recomendación
Los objetivos de tratamiento en los pacientes mayores de 18 años y diabéticos se mantienen, iniciando
tratamiento con presiones de 140/90 mm Hg. Esta sugerencia genera bastante controversia, ya que hay
guías locales que establecen bajo esas mismas condiciones (HTA + diabetes) mantener presiones bajo los
130/80mm Hg. Sin embargo, el panel de expertos de la JNC-8 no encontró evidencia suficiente para apoyar
dicha afirmación o recomendación.
Tercera recomendación
Cuarta recomendación
Antes que todo se debe recordar que estamos viendo las recomendaciones más relevantes. En la población
mayor de 18 años con HTA y con IRC se suguiere iniciar IECA o ARA II para mejorar la función renal. Acá se
incluyen los diabéticos y personas de raza negra.
La siguiente imagen muestra el algoritmo de presiones y tratamiento de la guía clínica del JNC-8:
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*CKD: Chronic kidney disease; DBP: Diastolic blood pressure; SBP: Sistolic blood pressure; ACEI: Angiotensin-
converting-enzyme inhibitor (ACE inhibitor); ARB: Angiotensin II receptor blockers; CCB: Calcium channel
blockers.
En esta unidad, particularmente, y en lo que respecta a la patología de la HTA, veremos los diuréticos tiazídicos y
antagonistas de los canales de calcio. Si observan, los medicamentos no mencionados en la última guía clínica
para el manejo de la HTA fueron los beta y alfa bloqueadores y esto se debe a que un estudio importante
demostró que los beta bloqueadores muestran una mayor tasa de muerte por causa cardiovascular, infarto de
miocardio y accidente cerebrovascular, en comparación con los ARA II.
Por otro lado, los alfa bloqueadores presentaron peores resultados en enfermedades cerebrovasculares y fallo
cardíaco.
Los IECA y ARA II son fármacos que veremos en IC con mayor profundidad.
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Diuréticos tiazídicos
Dentro de los diuréticos tiazídicos encontramos la hidroclorotiazida, indapamida y clortalidona como los más
conocidos y utilizados. Los diuréticos tiazídicos pueden ser combinables con los IECA o ARA II, antagonistas del
calcio y en general logran una buena acción sinérgica en la disminución de la HTA.
El mecanismo de acción de estos fármacos se debe a la inhibición del cotransportador de sodio y cloro en el
túbulo contorneado distal, lo que aumenta la excreción de dichos iones (sodio y cloro) y de agua. La pérdida de
potasio se produce en porciones más distales de la nefrona. Tiene un efecto diurético reducido y se observa a las
2 horas tras su administración.
La siguiente imagen muestra el sitio anatómico de acción de los diuréticos tiazídicos:
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Fuente: https://it.123rf.com/photo_44986665_sito-e-modalità-di-azione-dei-farmaci-diuretici-mostrando-trasporto-
di-ioni-in-varie-parti-del-tubulo-.html
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No se conoce con certeza el mecanismo exacto de la disminución de la presión arterial, sin embargo, sabemos
que inicialmente su efecto sería en consecuencia a la disminución del volumen de líquido circulante debido a la
diuresis (en que disminuye el gasto cardíaco en forma inicial y luego se normaliza). Sin embargo, esta situación
también se condice con los diuréticos de asa (y estos no se utilizan en el manejo de la HTA). Por lo tanto, se
presume que este efecto sostenido en el tiempo en la disminución de la presión arterial se deba principalmente a
su efecto a la dilatación arteriolar, disminuyendo en consecuencia la resistencia periférica.
Entre las contraindicaciones de los Tiazídicos encontramos que:
No es efectivo en Clcr <30 mL/min.
Hiperglicemia y Dislipidemia.
Hiperuricemia.
Disfunción sexual.
Hipercalcemia
En este grupo de fármacos encontramos a los más relevantes como las dihidropiridinas, nitrendipio, amlodipino y
la no dihidropiridina diltiazem (de liberación prolongada). Se pueden iniciar como monoterapia y tienen acción
sinérgica a la asociación de IECA o ARA II y tiazídicos.
Todos los antagonistas del calcio, también llamados bloqueadores de los canales de calcio, inhiben el canal de
calcio de tipo L en las células y se dividen en dos categorías principales en base a su función de los efectos
fisiológicos predominantes. Las dihidropiridinas son de predomio vasodilatador y generalmente tienen efectos
cronotrópicos e inotrópicos, y las no dihidropiridinas son vasodilatadores menos potentes y también una
contractilidad y conducción cardíaca más lenta.
La siguiente imagen muestra el mecanismo de acción de los antagonistas del calcio:
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Dolor de cabeza.
Rubefacción.
Vértigo.
Constipación.
Bradicardia (mayor relación con los no-dihidropiridínicos).
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No debemos olvidar que el objetivo principal del tratamiento del paciente hipertenso es alcanzar
la máxima reducción del riesgo total de morbilidad y mortalidad cardiovascular a largo plazo. Esto
requiere no solo tratar la hipertensión (que es importante), sino que además tratar todos los
factores de riesgos cardiovasculares reversibles identificados como el tabaquismo, la dislipidemia,
la obesidad abdominal y la diabetes.
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Actualmente la definición de insuficiencia cardíaca se limita a las fases de la enfermedad en que son evidentes
los síntomas clínicos. Pero antes de presentar síntomas los pacientes pueden manifestar anomalías cardíacas
estructurales o funcionales asintomáticas.
La IC es un síndrome clínico caracterizado por síntomas típicos como disnea, inflamación de tobillos, fatiga,
etc., que puede ir acompañado de algunos signos como presión venosa yugular elevada, pulmones crepitantes y
edema periférico, causados por una anomalía cardíaca estructural o funcional que produce una reducción del
gasto cardíaco o una elevación de las presiones intracardíacas en reposo o en estrés.
La definición actual de la IC se limita a las fases de la enfermedad en en que los síntomas clínicos son
evidentes. Antes de la manifestación de los síntomas los pacientes pueden presentar anomalías cardíacas
estructurales o funcionales asintomáticas (disfunción sistólica o diastólica del ventrículo izquierdo), que son
precursoras de la IC.
En Chile, si bien no se dispone de cifras oficiales basadas en estudios internacionales, se estima que la
prevalencia de la IC asciende a un 3% de la población y en este momento es la principal causa de
hospitalizaciones en servicios de medicina interna en mayores de 65 años. A su vez, la enfermedad tiene una alta
tasa de letalidad, con una sobrevida a 5 años de efectuado el diagnóstico.
Las cifras de mortalidad durante la hospitalización están entre un 2 y 20%, mientras que la
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rehospitalización y/o la mortalidad tras una hospitalización pueden alcanzar un 50% a los 6
meses, lo que involucra un alto costo en la utilización de servicios médicos (tales como días
cama, medicamentos y especialista, entre otros), sumándose a esto un deterioro progresivo de la
calidad de vida del paciente.
Esta importancia en la etiología de la IC es crucial por razones terapéuticas, ya que cada enfermedad en concreto
determinará el tratamiento específico a realizar como reparación o reemplazo valvular en caso de valvulopatías,
tratamiento farmacológico específico para la IC con fracción de eyección reducida y reducción de la frecuencia
cardiaca en la taquimiocardiopatía, entre otros.
La siguiente tabla muestra los signos y síntomas de la IC:
Ortopnea Fatigabilidad
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Desde el punto de vista anatómico los pacientes que desarrollan IC izquierda deben esto principalmente a una
HTA mantenida por valvulopatía aórtica/mitral o por coartación aórtica. En ese mismo escenario, los pacientes que
desarrollan IC derecha es fundamentalmente por hipertensión pulmonar o por una valvulopatía pulmonar
/tricúspide. También existe lo que se conoce como IC mixta o global, es decir, cuando ambos lados cardíacos
están afectados.
Esto puede ocurrir en los pacientes con cardiopatía isquémica crónica o aguda por un infarto agudo al miocardio,
también puede ser por arritmias crónicas, por miocardiopatía de cualquier etiología y por fibrosis cardíaca, otra
causa más puede ser la anemia crónica severa y finalmente el hipo/hiper tiroidismo.
La escala más difundida para la valoración funcional de la IC, según gravedad de síntomas y tolerancia al
ejercicio, es la de la New York Heart Association (NYHA) que el año 2002 divide 4 clases funcionales:
NYHA I
NYHA II
Ligera limitación al ejercicio que desaparece con el reposo. Los síntomas son fatiga, disnea, palpitaciones y
angina.
NYHA III
Marcada limitación al ejercicio que también desaparece con el reposo. Aparecen los síntomas con las
actividades físicas menores como caminar.
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NYHA IV
Limitación muy severa que incapacita para realizar cualquier actividad física. Aparecen los síntomas aún en
reposo.
Además, el Colegio Americano de Cardiología (ACC) y la Asociación Americana del Corazón (AHA), describen las
fases de desarrollo (según el progreso de la enfermedad) de la IC según los cambios estructurales y los síntomas.
Una forma importante de valorar y objetivar la función del ventrículo Izquierdo (VI) es en base a su fracción de
eyección (FE), conocida por sus siglas (FEVI).
Se han clasificado tres grupos de pacientes en base al FEVI con el objetivo de ser altamente precisos en la
farmacoterapia (esto implica que muchas veces los pacientes queden con polifarmacia):
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Primer grupo: Corresponde a los que presentan IC con FEVI reducida (ICFER), es decir, su FEVI es menor al
40% (VN 55-70%).
Segundo grupo: Corresponde a los pacientes que presentan IC y su FEVI es mayor al 50%, a ellos se les
denomina FEVI preservada (ICFEP).
Grupo intermedio: Corresponde a valores de FEVI que están entre el 41 y 49%.
Entendiendo esta nomenclatura de la IC, es preciso que revisemos y analicemos los tratamientos
farmacológicos de esta patología, ya que en la actualidad las guías clínicas nacionales e
internacionales apuntan a un tratamiento tremendamente preciso y oportuno, buscando que
todas las intervenciones farmacológicas sean en pro de una evolución del paciente.
Tratamiento de la IC
Los objetivos del tratamiento de la IC son:
Disminuir las tasas de mortalidad.
Para lograr estas metas no solo es importante el tratamiento farmacológico, sino que también están las medidas
no farmacológicas que apuntan a mejorar la sintomatología y la calidad de vida (como modificaciones del estilo de
vida, ejercicio, ingesta de sodio, alcohol, etc).
En este escenario se hace necesario utilizar distintas estrategias de educación del paciente y la familia
(empleando una comunicación efectiva) para el conocimiento de la enfermedad, y por supuesto asegurar una
buena adherencia a todos los tratamientos, ya que esto último sigue siendo la principal causa de
descompensación de la IC.
Esta unidad se enfoca en el tratamiento de las patologías cardiovasculares, siendo la insuficiencia cardíaca
crónica el puntal de atención, ya que además los medicamentos utilizados, por ejemplo en la hipertensión, son
bastantes parecidos y se repiten en la mayoría de los grupos farmacológicos cambiando el sentido del uso y su
dosificación.
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β- Bloqueadores.
Antagonistas de aldosterona.
Diuréticos.
Combinación Hidralazina/Isosorbide.
Digitálicos.
En esta unidad nos enfocaremos en los fármacos IECA, ARA II y beta Bloqueadores, explicando
el mecanismo de acción, sus principales reacciones adversas (RAM) y el rol fundamental en la IC.
En lo que respecta a la IC, los IECAs han demostrado reducir uno de los principales objetivos, que es la
morbimortalidad de los pacientes con ICFER y están recomendados para pacientes sintomáticos, siempre que no
exista contraindicaciones o intolerancia. La dosificación de los IECAs debe siempre aumentarse (cada 2 a 4
semanas) hasta alcanzar la dosis máxima tolerada con el objetivo de lograr una adecuada inhibición SRAA.
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En estudios clínicos se ha evidenciado que la mayoría de los pacientes reciben dosis subóptimas
de IECAs, por lo que se hace necesario realizar un seguimiento farmacoterapéutico a estos
pacientes y reforzar los cuidados y educación en la atención primaria de salud (APS). Los IECAs
también están recomendados para pacientes con disfunción sistólica del VI asintomática, para
reducir el riesgo de IC, hospitalizaciones por IC y muerte.
Angioedema.
PAS < 80 mmHg.
Después del comienzo de uso de IECA se debe controlar la función renal (Crs y BUN) y la kalemia en el paso de 1
a 2 semanas, también se puede controlar cada vez que se observen incrementos de dosificación o cuando se
incorpore un nuevo fármaco.
La mayoría de las acciones clínicas conocidas de la angiotensina II, entre ellas sus efectos perjudiciales en la IC,
son mediadas a través del receptor de angiotensina AT1. Los receptores de angiotensina AT2, que también se
encuentran en todo el sistema cardiovascular, al parecer median respuestas que contra equilibran los efectos
biológicos de la estimulación del receptor de angiotensina subtipo 1.
Debido a su sitio de acción más distal los antagonistas del receptor AT1 pueden reducir con
mayor potencia los efectos de la angiotensina II que los IECAs. Cabe señalar que el bloqueo de
los receptores AT1 no altera el metabolismo de las bradiquininas, por lo tanto estos fármacos no
producen tos.
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Los datos y publicaciones clínicas disponibles apoyan que los antagonistas del receptor AT1 proporcionan una
alternativa a los IECAs en el tratamiento de la IC y proporcionan beneficios comparables en la mortalidad. Las
recomendaciones y RAM son las mismas que IECA, excepto en la tos seca y una menor tasa de angioedema.
La Guía ACCF/AHA recomienda el uso de los ARA II en pacientes con ICFER, con síntomas
actuales o anteriores, en pacientes que no toleran los IECAs para reducir la morbilidad, mortalidad
y reducción de hospitalizaciones (objetivos primarios de la IC).
Al inicio, con los ARA II se deben considerar las mismas precauciones con los IECAs, es decir, comenzar con una
dosis baja efectiva hasta llegar a la dosis máxima tolerada, o dosis target, evaluar modificaciones de la presión
arterial (incluyendo la postura cambios en la presión arterial), la función renal y el potasio deben ser
monitorizados dentro de 1 a 2 semanas después de la iniciación y seguido de cerca después de los cambios en la
dosis.
Pacientes con presión sistólica <80 mm Hg, bajo sodio sérico, diabetes mellitus y con función renal deteriorada
implican una estrecha vigilancia.
En resumen, el paciente con IC y con FEVI < 40% se recomienda que utilice IECA (o ARA II), independientemente
del antecedente de IAM, salvo que presente alguna contraindicación (de las ya mencionadas).
No debemos olvidar que se puede realizar cambios en el tratamiento a un ARA II (de IECA a un
ARA II) si el paciente presenta intolerancia, es decir tos. Si el paciente presenta angioedema como
RAM con los IECAs existen reportes de que cuando se realizó el cambio a un ARA II algunos
pacientes desarrollaron igual esta RAM, por lo tanto, si se realiza el cambio farmacológico, este
debe ser realizado bajo estricta vigilancia clínica al paciente.
Sin embargo, para evitar exponer al riesgo nuevamente al paciente se está adoptando utilizar una combinación
de hidralazina/isosorbide, que tiene hasta ahora los mismos beneficios clínicos (establecidos en la Guía
ACC/AHA). Esta combinación ya es utilizada en la práctica clínica con los pacientes afroamericanos, que
presentan una menor tolerancia a los IECAs.
Por último, se recomienda utilizar IECAs o ARA II en todo paciente que tenga HTA e HVI.
La siguiente imagen muestra el Mecanismo de Acción de IECA y ARA II y sus efectos clínicos:
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Los antagonistas de los receptores de angiotensina más utilizados para el manejo de la insuficiencia cardíaca
son Losartán, Valsartán y Candesartán, medicamentos disponibles en Chile. Estos medicamentos también son
utilizados para el tratamiento de la hipertensión arterial.
Cuando estaban disponibles en el mercado los dos grupos de fármacos, IECAs y ARA II, se pensaba que si se
utilizaban juntos se podría tener potencialmente un mayor beneficio al producir un bloqueo más completo del
RASS.
Sin embargo, estudios realizados por el Comité Europeo para la Evaluación de Riesgos en Farmacovigilancia
(PRAC) demostraron que esta asociación incrementa el riesgo de hiperkalemia, hipotensión y fallo renal en
comparación con monoterapia. Además, no se observó un mayor beneficio en términos de mortalidad ni de
morbilidad renal y cardiovascular. Es por esto que en la actualidad la combinación no se considera una opción
terapéutica. Esta observación también tiene alcance para el tratamiento de la hipertensión arterial.
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Beta Bloqueadores
Se han considerado solo 3 beta bloqueadores para el tratamiento de la IC. Esto se debe básicamente a que han
sido los únicos en demostrar una reducción de la mortalidad. Estos corresponden al carvedilol (bloqueador alfa 1
y beta no selectivo), bisoprolol y metoprolol (bloqueadores b1 selectivos).
Estos medicamentos reducen la morbimortalidad en los pacientes con ICFER asintomáticos. Hay
un claro consenso de las guías clínicas en establecer que los beta bloqueadores y los IECA (o
ARA II) son complementarios y se pueden instaurar al mismo tiempo cuando se confirma el
diagnóstico de ICFER (Insuficiencia cardíaca con fracción de eyección reducida).
Por otra parte, están recomendados (según la Guía Clínica Europea y AHA) para pacientes con historia de infarto
de miocardio y disfunción sistólica del VI asintomática para reducir el riesgo de muerte.
El tratamiento con bloqueadores beta debe instaurarse en forma similar a los IECAS, es decir,
iniciar con dosis bajas efectivas hasta alcanzar la dosis target o máxima tolerada.
El mecanismo de acción de estos fármacos consiste en bloquear las acciones endógenas de las catecolaminas
adrenalina y noradrenalina, en particular sobre el receptor adrenérgico-β, parte del sistema nervioso simpático.
Entre las contraindicaciones de estos fármacos encontramos:
Asma bronquial moderada a severa.
Enfermedad vascular periférica sintomática.
Bradicardia significativa.
Fatiga.
Bradicardia o bloqueo cardíaco.
Aumento de peso.
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Si bien revisamos algunos de los aspectos farmacológicos más importantes en el manejo de la IC,
es indudable que además debemos considerar aquellos medicamentos que producen efectos
deletéreos y que deben ser evitados en todo paciente con IC. Dentro de este listado encontramos
los AINEs, corticoides, antidepresivos tricíclicos, derivados de pseudoefedrina (clásico en los
antigripales) y anorexígenos entre otros.
Puntos Principales
Las principales causas de las enfermedades cardiovasculares (ECV) son el consumo de tabaco,
sedentarismo y hábitos alimenticios no saludables.
Se proyecta una disminución de mortalidad ajustada por edad para enfermedades isquémicas y
cerebrovasculares, sin embargo, también se reporta un aumento en la mortalidad por causa
hipertensivas.
En cuanto a los determinantes de riesgo cardiovascular en la población, el sedentarismo alcanza a
89,4% de la población general. El 29% de la población de adultos jóvenes entre 24 y 44 años presenta
simultáneamente tabaquismo, exceso de peso (sobrepeso u obesidad) y sedentarismo.
La definición actual de la IC se limita a las fases de la enfermedad en que los síntomas clínicos son
evidentes. Antes de la manifestación de los síntomas los pacientes pueden presentar anomalías
cardíacas estructurales o funcionales asintomáticas (disfunción sistólica o diastólica del ventrículo
izquierdo), que son precursoras de la IC.
Habitualmente la miocardiopatía es la causa de la disfunción ventricular sistólica o diastólica más
frecuente, sin embargo, las anomalías de válvulas, pericardio, endocardio, ritmo cardíaco y conducción
eléctrica también pueden causar IC.
El paciente con IC debe abordarse dentro de un contexto general con todas aquellas condiciones que
pueden conducir o contribuir a la IC como la dislipidemia, diabetes mellitus, uso de tabaco y agentes
cardiotóxicos que deben ser controlados o evitados. Por lo tanto, el tratamiento global del paciente sigue
siendo lo más importante.
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