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F i l o s o f í a
La filosofía no está hoy en días de esplendor,
si por tal entendemos la amplitud de su eco social,
la extensión de su influencia cultural. Se trata
Pensar
de una situación peligrosa, tanto por lo que hace
a la formación integral del individuo como por
las repercusiones que tiene este estado de cosas
la compasión
en el terreno político. Cualquiera que procura cul-
Reflexiones Comillas
Miguel García-Baró López
tivar el saber filosófico de modo responsable ha
Alicia Villar Ezcurra
de enfrentarse, además de a los problemas mismos
de la filosofía, a esta cuestión decisiva del presente.
(coordinadores)
Pensar la compasión
El grupo de investigación de cuyos trabajos
da testimonio este volumen, está convencido de
que la perseverancia en el análisis de los pro-
Filosofía
blemas capitales de la condición humana aporta
algo en la dirección de recuperar para el cono-
cimiento su papel de guía imprescindible de
Reflexiones Comillas la acción.
Pensar la compasión
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PENSAR LA COMPASIÓN
PUBLICACIONES
DE LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA COMILLAS
MADRID
REFLEXIONES COMILLAS
FILOSOFÍA, 1
PEDIDOS
PENSAR LA COMPASIÓN
© 2008 Universidad Pontificia Comillas de Madrid
© Todos los autores
Diseño de cubierta: Belén Recio Godoy
EDICIÓN DIGITAL
ISBN: 978-84-8468-323-0
Reservados todos los derechos. Queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de este
libro por cualquier procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magné-
tica o cualquier sistema de almacenamiento o recuperación de información, sin permiso escritode la
Universidad Pontificia Comillas.
TÍTULO DEL CAPÍTULO
ÍNDICE
Págs.
PRESENTACIÓN ........................................................................... 13
ESTUDIOS
7
PENSAR LA COMPASIÓN
Págs.
8
ÍNDICE
Págs.
9
PENSAR LA COMPASIÓN
Págs.
REFLEXIONES
10
ÍNDICE
Págs.
OTRAS PERSPECTIVAS
11
PENSAR LA COMPASIÓN
Págs.
12
PRESENTACIÓN
PRESENTACIÓN
Una empresa común que dura ya ocho años alcanza con este libro la
segunda de sus metas principales. El proyecto, concebido al día siguien-
te del impacto que sobre algunos de los miembros del equipo de investi-
gación hizo su primera visita a Yad Vashem, en Jerusalén, ha logrado
por dos veces el apoyo explícito y muy importante de la Dirección Ge-
neral de Investigación del Ministerio de Educación y Ciencia. En un
primer período de tres años, el resultado mayor fue un volumen titula-
do Pensar la Solidaridad, publicado en la misma editorial que éste que
ahora aparece. El segundo período, entre diciembre de 2004 y diciem-
bre de 2007 (proyecto Fundamentos Filosóficos de la Idea de Soli-
daridad: Compasión, Desgracia y Sentido, HUM 2004-02454), ha
reforzado la intensidad de los trabajos conjuntos, que se han dividido
entre dos seminarios anuales paralelos y tres congresos interdisciplina-
res, dedicados, sucesivamente, a la reflexión sobre los fundamentalismos,
la naturaleza del diálogo y la esencia de la compasión. La Universidad
Pontificia Comillas ha acogido generosamente estas iniciativas y ha co-
laborado a consolidarlas creando un grupo de investigación en las mis-
mas fechas en las que el equipo iniciaba la realización de su segundo pro-
yecto I + D. Este equipo integra a profesores de tres universidades
españolas, además de Comillas, y una mexicana, a un investigador del
Instituto de Filosofía del CSIC y a un conjunto se investigadores muy
jóvenes, cuyas tesis doctorales se escriben dentro del ambiente de amis-
tad filosófica y trabajo continuo que hacen posibles los seminarios y las
jornadas.
Sólo una pequeña parte de lo efectivamente cumplido queda refleja-
da en la serie de los ensayos recogidos en este nuevo libro. De hecho, la
mayoría de las personas que componemos el grupo de investigación he-
mos enseñado y publicado abundantemente estos años sobre la constela-
ción de temas apuntada en el ambicioso título de nuestro proyecto. Al-
13
PENSAR LA COMPASIÓN
14
PRESENTACIÓN
15
PENSAR LA COMPASIÓN
16
ESTUDIOS
TÍTULO DEL CAPÍTULO
CAPÍTULO 1
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
Alicia Villar Ezcurra
Facultad de Ciencias Humanas y Sociales
Universidad Pontificia Comillas de Madrid
1
Pascal advertía que algunos autores hablando de sus obras dicen: «mi libro, mi co-
mentario, etc.». A su juicio, huelen a burgueses que siempre tienen un «mi casa» en su
boca. Afirma: «es preferible decir: “nuestro libro, nuestro comentario”, ya que de ordina-
rio hay en ello más de cosecha ajena que propia» (B. 43). En el tema que nos ocupa, asun-
19
PENSAR LA COMPASIÓN
dré primero que significa compadecer, precisando cuáles son los senti-
mientos opuestos a la compasión, en especial la crueldad. Después, pre-
sentaré la apología de la compasión, ejemplificada en el pensamiento de
Schopenhauer que hizo de la compasión, el único fundamento posible
de la moral. Seguidamente, analizaré la crítica de Nietzsche a la postu-
ra de Schopenhauer, a propósito de la significación y el valor moral de
la compasión. Por último, me detendré en el papel de la compasión des-
de el punto de vista moral, incidiendo en sus aspectos positivos y nega-
tivos. Doy por supuesto que, como tantos sentimientos, es difícil de ex-
plicar a quien no la haya experimentado. Sería como hablar de sonidos
a un sordo de nacimiento, decía Simone Weil.
20
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
4
M. SCHELER, Esencia y formas de la simpatía, I, 9.
5
Es la simpatía (sentir con) en el dolor o la tristeza.
6
ARISTÓTELES, Retórica, II, 8,15. Hemos incluido una traducción libre del original.
La definición completa, según la traducción de Antonio Tovar es la siguiente: «Sea la
compasión cierta pena por un mal que aparece grave y penoso en quien no lo merece, el
cual se podría esperar padecerlo uno mismo o alguno de los allegados, y esto cuando apa-
rezca cercano; porque es claro que es necesario que el que va a sentir compasión esté en
situación tal que pueda creer que va a sufrir algún mal o bien él mismo o bien alguno de
los allegados, y un mal tal como se ha indicado en la definición, o semejante o casi igual».
Retórica, Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1980.
7
Como veremos más tarde, para Nietzsche el hombre moderno se ha convertido en
un neurótico del bienestar, pues padece una hipersensiblidad mórbida ante cualquier ti-
po de sufrimiento.
8
Aristóteles precisa lo que se compadece. Los males dolorosos y graves como las
muertes y ultrajes corporales, los malos tratos y la vejez, las enfermedades y la falta de ali-
mento. Los males causados por la fortuna son la carencia y escasez de amigos, la fealdad,
la debilidad, la mutilación, o bien no ocurrirle a uno nada bueno, o si le ocurre no dis-
frutarlo (Retórica, II, 8,15).
21
PENSAR LA COMPASIÓN
9
Ya desde la Antigüedad, los protagonistas de las Tragedias que suscitaban la admi-
ración y la compasión, eran personajes nobles, virtuosos y valientes, que no obstante pa-
decían un sufrimiento desmedido que se estimaba inmerecido. Precisamente, su heroís-
mo, que suscitaba la admiración del espectador, se manifestaba en su modo de afrontar la
adversidad y el sufrimiento.
10
Retórica, II, 9,25.
11
Se puede sentir compasión por la locura o el odio que hay en el torturador y ne-
garse, al menos, a añadir odio al odio. Es la compasión de Cristo por sus verdugos y la de
Buda por los malvados. Cf. A. C. COMTE-SPONVILLE, p. 30.
22
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
los familiares cercanos, pues cuando les ocurre algo grave, no sentimos
por ellos compasión, sino que estamos ante la presencia de lo que califi-
ca como «horror». Se experimenta compasión por los semejantes, por los
conocidos que no están demasiado cerca de nosotros, pues por ellos (los
familiares cercanos, los amigos íntimos) se tiene el mismo sentimiento
que si el mal nos ocurriera a nosotros. Es más, en ocasiones, tememos o
lamentamos más el mal que acontece a los más próximos. Aristóteles re-
cuerda el caso de Amasis 12 que no lloró por el hijo que era llevado a la
muerte, según cuentan, pero sí por el amigo que pedía limosna. Hero-
doto también cuenta un caso similar a propósito de los padecimientos
del faraón Psaménito III, tras la caída de Menfis hacia el año 520 a. de C.
Capturado junto con su familia por el cruel Cambises, puso a prueba su
entereza. Despojó a la hija de Psaménito de sus ricos atavíos y la redujo
a la condición de esclava. Después enviaron a su hijo al patíbulo. Mien-
tras los demás egipcios gritaban con desesperación, Psaménito no dijo
nada. Por último, pasó un viejo cortesano que había compartido la me-
sa del faraón y se veía ahora obligado a mendigar, entonces Psaménito
que había soportado la desgracia de su hija y la ejecución de su hijo, rom-
pió a llorar. Montaigne explica en sus Ensayos 13 la extraña reacción del
faraón: mientras que el último acontecimiento produce una tristeza que
se puede expresar con las lágrimas, la desgracia y ejecución de un hijo
son desgracias que superan todo medio de expresión. Es el horror al que
alude Aristóteles y que se distingue de la compasión. El límite entre uno
y otra está en función de la proximidad o la distancia que tenemos con
el que padece la desgracia.
Por tanto, suscitan compasión las desgracias que nos parecen cerca-
nas. No compadecemos igual las desgracias que ocurrieron hace miles de
años, porque no se esperan o bien no se recuerdan. En cambio, despier-
ta más compasión lo que ha ocurrido o ocurrirá en poco tiempo. Tam-
bién el espacio es un factor que incide en la compasión. Nos afecta más
la muerte o la desgracia de alguien próximo, que de aquel que está a mi-
les de kilómetros, la que ocurre en nuestra ciudad que la que ocurre en
la otra punta del país, la que ocurre en nuestro continente que la sucede
en el otro extremo del mundo.
12
HERODOTO, Historia, III, 14. Se puede encontrar un largo comentario de esta His-
toria en la Conferencia de Santiago Alba Rico sobre la compasión, pronunciada en Tri-
buna Ciudadana, Oviedo, 12 de mayo de 2004 (http://www.rebelion.org/cultura/
040518sa.htm).
13
M. DE MONTAIGNE, Ensayos, Madrid: Cátedra, 1985, I, 2.
23
PENSAR LA COMPASIÓN
14
Veáse sobre este tema el libro de P. BRUCKNER, La tentación de la inocencia, Barce-
lona: Anagrama, 1996, y de SUSAN SONTAG, Ante el dolor de los demás, Alfaguara, 2003.
15
P. BRUCKNER, p. 235.
16
SPINOZA, Ética, IV, prop. 50.
17
SPINOZA, Ética, IV, prop. 50, corolario.
18
Para Spinoza es la razón la que lleva a obrar con justicia.
19
Spinoza define la benevolencia como un deseo de hacer bien nacido de la conmi-
seración (Ética, IV, prop. XXXV).
24
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
20
Carta de Descartes a la Princesa Isabel de Bohemia de 15 de septiembre de 1645.
21
Para Spinoza, como para Kant, quien se acostumbra a la conmiseración, y con
facilidad se conmueve ante la miseria o las lágrimas ajenas, suele hacer cosas de las que
luego se arrepiente, pues las falsas lágrimas engañan con mucha facilitad (Ética, IV,
prop. L).
22
En sus escritos sobre Pedagogía, Kant califica a la obligación de socorrer a los ne-
cesitados por sentimientos compasivos, como una obligación imperfecta, pues a su juicio,
con mucha frecuencia, las almas compasivas son engañadas lo que les lleva en el futuro a
desconfiar de los demás.
25
PENSAR LA COMPASIÓN
26
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
tamente las potencias antimorales del ser humano. Sólo después de re-
conocerlas se podrá descubrir el resorte que puede contrarrestarlas.
23
Los análisis realizados en este apartado pueden encontrarse también en el libro:
Ser querido y querer. Estudios en Homenaje a M. Cabada (Coord. J. J. GARCÍA NORRO), ca-
pítulo: «La compasión como fuente de la moral en Schopenhauer», Salamanca: Editorial
San Esteban, 2007.
24
Puede verse un mayor desarrollo del planteamiento de los moralistas británicos y
de Rousseau en el libro: Pensar la solidaridad (ed. M. GARCÍA-BARÓ y A. VILLAR), Ma-
drid: Universidad Pontificia Comillas, 2004, pp. 145-205. Asimismo, se incluye en este
libro (Pensar la compasión) un interesante comentario sobre la postura de los moralistas
británicos sobre la simpatía (F. Alcón).
27
PENSAR LA COMPASIÓN
En su opinión, todo acto humano tiene que poder verse reducido fá-
cilmente a una de tales cosas 26. Antes de hablar de la compasión y de la
bondad, Schopenhauer explicará la esencia interna y el significado de la
25
A. SCHOPENHAUER, Los dos problemas fundamentales de la ética, II (Sobre el funda-
mento de la moral), trad. de Pilar López de Santa María, Madrid: Siglo XXI, 2.ª ed., 2002,
p. 234.
26
Manuscritos Berlineses, & 115, p. 127.
28
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
3.1.1. El egoísmo
27
El mundo como voluntad y representación, IV, & 65, 434.
28
El mundo…, Complementos al libro IV, trad. de P. López Santa María, Madrid:
Trotta, 2003, cap. 49, 689, p. 656.
29
En los Complementos al libro IV, Schopenhauer señala: «… hasta el individuo más
irrelevante, todo yo, visto desde dentro es todo en todo; en cambio, visto desde fuera, es
nada o casi nada. Aquí descansa la gran diferencia entre lo que cada uno es a sus propios
ojos y lo que es a los ojos de todos los demás, y por tanto, el egoísmo que todos repro-
chan a todos», cap. 49, 690, p. 657.
30
El mundo…, IV, & 61, 393.
29
PENSAR LA COMPASIÓN
3.1.2. La maldad
31
Los dos problemas fundamentales de la ética, II. Sobre el fundamento de la moral, & 14,
p. 224.
32
El mundo como voluntad y representación, IV, & 61, 392.
33
El mundo…, IV, & 66, 428.
30
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
34
Ibíd.
35
La palabra «sadismo» se había introducido en el idioma francés a partir de 1830
aproximadamente. La Psicopatología resucitó las obras de Sade cuando en el siglo XIX
comenzaba a declinar.
31
PENSAR LA COMPASIÓN
36
Sade apunta una causa orgánica como posible explicación y es que los excesos im-
primen una violenta sacudida a su sistema nervioso que les hace insensibles a sus accio-
nes perversas. MARQUÉS DE SADE, Los infortunios de la virtud, estudio preliminar de E. Ló-
pez Castellón, Madrid: Edimat, 2003, p. 68.
37
Entre otros, Pierre Klosovsky ha vinculado el pensamiento de Sade con el de
Nietzsche.
38
MARQUÉS DE SADE, Los infortunios de la virtud, p. 153.
32
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
39
Sobre este punto precisa «que ayuden todo lo que quieran si es que encuentran pla-
cer en eso, pero que no exijan nada por el placer que ello les aportó». O.c., p. 152.
40
Schopenhauer se refiere expresamente a una noticia aparecida en la prensa del mo-
mento que se refiere a una madre que asesinó a su hijo de cinco años echándole aceite hir-
viendo en la garganta y a su hijo más pequeño enterrándolo vivo. Los dos problemas fun-
damentales de la ética, II. Sobre el fundamento de la moral, & 19, p. 257.
33
PENSAR LA COMPASIÓN
De acuerdo con estos axiomas, una acción es egoísta cuando está fun-
damentada en un motivo interesado, es decir, cuando el placer o el do-
lor en el que se basa toda acción es, bien del propio agente, bien de otro
41
Sobre el fundamento de la moral, & 15, p. 229.
42
Sobre el fundamento de la moral, & 16, pp. 230-231. Schopenhauer recoge en rea-
lidad nueve premisas.
34
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
43
Sobre el fundamento de la moral, & 16, p. 233.
35
PENSAR LA COMPASIÓN
44
El mundo como voluntad y representación, IV, & 56, 365.
45
Con la satisfacción cesa el deseo y, por tanto, el placer. El mundo…, IV, & 58, 377.
Además, al ser humano le acechan mil contingencias, de ahí que la vida misma se ase-
meje a un mar plagado de arrecifes que el hombre trata de esquivar con cautela, por mu-
cho que sepa que su rumbo le conduce al irremediable naufragio que es la muerte. Podría
pensarse que una vez que la existencia está asegurada, se concede una tregua a la necesi-
dad y al sufrimiento consiguiente, pero entonces, para la mayor parte de los hombres sue-
le aparecer el aburrimiento.
36
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
46
A. PHILONENKO, Schopenhauer: Una filosofía de la tragedia, Barcelona: Antrophos,
1989, p. 304.
47
Cf., para este aspecto, su libro: Los dos problemas fundamentales de la ética. Sobre el
fundamento de la moral, II, & 17, pp. 237-246.
37
PENSAR LA COMPASIÓN
48
Sobre el fundamento de la moral, & 17, p. 237.
49
El mundo como voluntad y representación, IV, & 66, 437.
50
J.-J. ROUSSEAU, Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los
hombres, trad. de M. Armiño, Madrid: Alianza Editorial, 1997, p. 240.
38
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
39
PENSAR LA COMPASIÓN
51
El mundo como voluntad y representación, IV, & 66, 437.
52
A. SCHOPENHAUER, Metafísica de las costumbres, edición de R. Rodríguez Arama-
yo, edición bilingüe, Debate, 1993, p. 124.
40
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
por una parte, y lo apremiante que sea, por otra parte, el sufrimiento aje-
no, se ofrecerá un mayor o menor sacrificio, empleando las propias fuer-
zas en su favor.
Para Schopenhauer hay algo inexplicable en ese peculiar sentimien-
to moral que en ocasiones se experimenta en el fuero interno, al sentir-
se motivado a realizar un acto de abnegación que, en realidad, atenta con-
tra el propio interés. Confiesa que es uno de los puntos más complicados
de su doctrina, incluso una de las más extrañas paradojas que constituye
el gran misterio de la ética, su fenómeno primordial. Afirma que la com-
pasión, entendida como la plena identificación con el sufrimiento ajeno
constituye «la única fuente de las acciones abnegadas y, por ello mismo,
la verdadera base de la moralidad» 53. Es un hecho innegable de la con-
ciencia humana, y no se basa en conceptos, religiones o educación; por
ello tiene solidez y se muestra, a su juicio, en todos los países y épocas,
aspecto que será duramente cuestionado por Nietzsche. Por el contrario,
calificamos como inhumano a aquel a quien parece faltarle la compasión,
por tanto, el término «humanidad» se emplea como sinónimo de com-
pasión.
¿Qué se observa en la conducta de aquel que se guía por la compa-
sión? Schopenhauer tiene en cuenta el obrar y toma en consideración
un ejemplo concreto. Si se analiza el caso excepcional de aquel que en-
trega la mayor parte de sus bienes a los pobres, mientras guarda para sí
sólo una pequeña parte, comprobamos que, el carácter esencial de su
conducta es que «establece menos diferencia de la que se suele estable-
cer, entre él y los demás» 54. El sufrimiento que ve en los otros le afecta
casi tanto como el suyo propio, por ello asume privaciones para paliar
el sufrimiento ajeno. No se trata de debilidad, puesto que es capaz de
someterse a renuncias. El compasivo reconoce inmediatamente, sin ne-
cesidad de razonamiento alguno, que la voluntad de vivir constituye la
esencia de cada cosa y vive en todo. Reconoce a su yo, a su voluntad, en
todo ser y, por tanto, también en el que sufre. En ese caso, la práctica de
las obras de caridad permite abandonar el engaño del principium indi-
vuationis y el velo de Maya se convierte en transparente, hace conocer-
se a sí mismo y a su voluntad en cada ser y, por tanto, también en los
que sufren 55.
53
Sobre el fundamento de la moral, & 19, p. 255.
54
El mundo como voluntad y representación, IV, & 66, 440.
55
El mundo…, IV, & 66, 441. Una observación similar se encuentra en La metafísi-
ca de las costumbres, cap. 8, «La bondad».
41
PENSAR LA COMPASIÓN
56
Manuscritos Berlineses, Libro de notas (1828-30), 222.
57
Manuscritos Berlineses, Portafolios (1822-24), 122.
58
El término alemán empleado por Schopenhauer es Menschenliebe, cuyo significa-
do literal coincide con el de la palabra «filantropía» (etimológicamente: amor a la huma-
nidad). Pilar López de Santa María opta por traducir el término como «caridad», por con-
siderar que responde mejor al sentido que Schopenhauer quiere darle y, sobre todo, teniendo
en cuanta que él lo hace equivalente a la palabra latina caritas. Cf. Introducción a Los dos
problemas fundamentales de la ética, p. XLIII.
42
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
59
Para este punto, véase Sobre el fundamento de la moral, & 18, 226, p. 251.
60
Schopenhauer recuerda de paso que en italiano la compasión y el amor puro se de-
signa con la misma palabra: pietà. El mundo como voluntad y representación, IV, & 67, 444.
43
PENSAR LA COMPASIÓN
61
El mundo como voluntad y representación, IV, & 66, 443.
62
El mundo…, IV, & 68, 453.
63
Schopenhauer dedica un capítulo completo (II) de Sobre el fundamento de la moral
a exponer la crítica a la ética de Kant. En El mundo como voluntad y representación, admi-
te «oponerse directamente a Kant al pretender reconocer como verdadera bondad y vir-
tud exclusivamente la nacida de la reflexión abstracta y calificó la compasión de debilidad
y en modo alguno como virtud» (IV, & 67, 444).
44
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
64
De ahí que Schopenhauer recurra con frecuencia al análisis de la conducta que ha-
ce visible adecuadamente la virtud.
65
«Rousseau, profundo conocedor del corazón humano, no sacó su sabiduría de sus
libros, sino de la vida… él, enemigo de los prejuicios, pupilo de la naturaleza, el único al
que ésta había otorgado el don de poder moralizar sin ser aburrido, porque alcanzó la ver-
dad y conmovió el corazón». Schopenhauer incluso recoge expresamente textos corres-
pondientes al Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres y el libro IV del
Emilio. Cf. Sobre el fundamento de la moral, & 19, p. 270.
66
Sobre el fundamento de la moral, & 19, p. 260.
45
PENSAR LA COMPASIÓN
67
El mundo como voluntad y representación, IV, & 67, 444.
68
Manuscritos Berlineses, I, 1 (1812-22).
69
El mundo…, Complementos al libro IV, cap. 47, 690.
70
Debemos a los moralistas británicos (Adam Smith, Hutcheson, Reid, Shaftesbury)
el uso de la palabra compasión desde una perspectiva antropológica y moral. A partir de
entonces, la virtud religiosa de la compasión se transformó en una virtud secular y en una
responsabilidad pública, además de un deber privado. Véase nota 2.
46
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
71
I. KANT, Lecciones de Ética, trad. de R. Rodríguez Aramayo y C. Roldán, Barcelo-
na: Crítica, 1998. Estas lecciones son un conjunto de trascripciones realizadas por sus
alumnos, fechadas a principios de los ochenta.
72
I. KANT, Pedagogía, Madrid: Akal, 2003. Como es sabido, bajo este título se reco-
ge las clases de Kant recogidas en apuntes por su alumno F. T. Rink.
47
PENSAR LA COMPASIÓN
73
I. KANT, Lecciones de Ética, 269.
74
F. NIETZSCHE, Más allá del bien y del mal, & 33.
48
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
75
Este análisis sobre Nietzsche fue también presentado como Comunicación en el
Congreso Internacional: Nietzsche y la hermenéutica, Valencia, 5-7 de noviembre de 2007.
Se han desarrollado aquí algunos aspectos.
76
F. NIETZSCHE, Consideraciones intempestivas, Schopenhauer como educador, edición
de J. Muñoz, Madrid: Biblioteca Nueva, 2000, p. 35. En 1874, nueve años más tarde de
su primera lectura de Schopenhauer, Nietzsche dedica este escrito al que considera su ma-
estro.
77
Escribe a su amigo Carl von Gesrsdorff que sólo aquel que tiene el corazón lleno
de dolor puede y debe pronunciar una palabra decisiva sobre tales cosas (n.º 536, 16 de
enero de 1867). Ese mismo año, su amigo Paul Deussen le pide que escriba una apolo-
gía sobre Schopenhauer. Confiesa entonces que en él ha encontrado el «suelo firme bajo
sus pies», una «patria del pensamiento», un «refugio para los momentos de desasosiego»,
lo que le hace contemplar la vida con libertad y valentía. A quien quisiera refutarle a Scho-
penhauer le contestaría que «con la lógica no crean y destruyen las visiones del mundo»
(n.º 551, octubre-noviembre de 1867). En su época de artillero, la dura disciplina es des-
crita como un modo de practicar la ascesis recomendada por Schopenhauer (n.º 554,
F. Nietzsche a Carl von Gersdorff, 24 de noviembre de 1867. Cf. Correspondencia de Frie-
drich Nietzsche, vol. I, junio 1850-1869, edición de L. E. de Santiago Guervós, Madrid:
Trotta, 2005.
78
Honrado porque hablaba y escribía a sí mismo y para sí mismo. También consi-
deraba que era honrado como escritor, porque al igual que Montaigne no se servía de re-
cursos retóricos o poéticos.
49
PENSAR LA COMPASIÓN
partía con Montaigne una jovialidad genuina que, con sencillez y segu-
ridad, lograba reconfortar, al vencer, mediante su pensamiento, lo más
difícil.
Nietzsche admiraba las tesis centrales de Schopenhauer que sabía re-
sumir muy bien: el sacrificio del propio yo, la sumisión a las intenciones
más nobles y, ante todo, a la justicia y a la misericordia. Cita expresa-
mente la compasión con los animales que sólo experimentan los hom-
bres más profundos precisamente porque sufren en la vida y porque son
capaces de volver contra sí mismos el aguijón del sufrimiento 79. En Scho-
penhauer veía también un aliento para el surgimiento del filósofo, del ar-
tista y del santo en nosotros y fuera de nosotros, trabajando así a un tiem-
po en el perfeccionamiento y la consumación de la naturaleza, para llevar
nuestra existencia a su plenitud suprema y cargarla de sentido 80. A estas
primeras impresiones, se sumarán las largas conversaciones sobre Scho-
penhauer que Nietzsche mantendrá con Wagner, al poco tiempo de co-
nocerle 81.
En resumidas cuentas, ante él se sentía como en «casa» o como cuan-
do en lo hondo de un bosque, se respira profundamente y se siente re-
nacer. Un aire reconfortante, alguien de quien tomar aliento y sólo pe-
queños errores, casi inapreciables, aquí o allá. Es el «sumo sacerdote que
balancea el incensario de su filosofía» 82.
Con el tiempo, los pequeños matices al pensamiento de Schopen-
hauer se convertirán en críticas abiertas y en la denuncia de errores mo-
numentales. A partir de 1876, progresivamente, Schopenhauer, evocado
antes como maestro de la humanidad, representará la personificación de
muchos de los aspectos que Nietzsche tratará de superar: el pesimismo,
el nihilismo reactivo, pero sobre todo, la moral cristiana con su apología
de la compasión. En el «Ensayo de autocrítica» que añadió en 1886 a la
tercera edición de El Nacimiento de la tragedia, se distancia abiertamen-
te de su espíritu de resignación.
Nietzsche denuncia entonces que su primer maestro, ateo con-
vencido, actúa como un teólogo inconsciente por su insistencia en los
valores cristianos de ascetismo y caridad. Aproxima el pesimismo de
79
F. NIETZSCHE, Schopenhauer como educador, p. 68.
80
O.c., p. 73.
81
Carta de F. Nietzsche a E. Rohde de 9 de noviembre de 1868 (n.º 599). Cf. vol. I
de la Correspondencia completa de F. Nietzsche, p. 548.
82
Cf. Carta de F. Nietzsche a E. Rhode de 10 de enero de 1869 (n.º 607). Corres-
pondencia, vol. I, p. 561.
50
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
83
Schopenhauer como educador, I.
84
E. LÓPEZ CASTELLÓN, Prólogo a Humano, demasiado humano, Madrid: Grupo Edi-
torial Marte, 1988, p. VIII.
85
Helvetius ya había expresado esta sospecha.
51
PENSAR LA COMPASIÓN
86
F. NIETZSCHE, Humano, demasiado humano, cap. II. «Para la Historia de los senti-
mientos morales».
87
Entre ellas la convicción de que la inteligencia no es más que una herramienta ma-
nejada por los instintos.
88
Ya en estas primeras etapas, Nietzsche considera que el origen de la moral está en
el respeto a una costumbre antigua que fue trasmitida de generación en generación.
89
La genealogía de la moral (Prólogo, 5). El Anticristo.
90
«Aristóteles, como se sabe, veía en la compasión un estado enfermizo y peligroso,
al que haría bien en tratar de vez en cuando con un purgativo: él concibió la tragedia co-
mo purgativo». El Anticristo, & 7.
52
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
91
F. NIETZSCHE, Más allá del bien y del mal, & 33.
92
La genealogìa de la moral, Prólogo, 5 y 6.
53
PENSAR LA COMPASIÓN
93
Más allá del bien y del mal, & 32.
54
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
94
Esta es la razón de que Rousseau calificara como «dulce» a la piedad, alusión que,
sin embargo, Nietzsche no hace.
55
PENSAR LA COMPASIÓN
95
A. SCHOPENHAUER, Los dos problemas fundamentales de la ética, ed. P. López de San-
ta María, Madrid: Siglo XXI, 1993, «Sobre el fundamento de la moral», pp. 232-233.
56
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
57
PENSAR LA COMPASIÓN
96
Nietzsche se refiere expresamente al diálogo entre los embajadores atenienses y los
habitantes de la colonia de Melos, que se negaban a entrar en guerra, porque significaba su
exterminio. Las atenienses resolvieron el dilema con las siguientes palabras: «En las cuestio-
nes humanas, nos sometemos a las leyes de la justicia cuando nos vemos acometidos por una
necesidad mutua; para los fuertes, el poder es la única regla, y para los débiles la sumisión».
58
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
97
Cf. D. SÁNCHEZ MECA, Nietzsche. La experiencia dionisíaca del mundo, Madrid:
Tecnos, 2006, p. 231. No podemos entrar aquí en la crítica a la visión nietzscheana del
cristianismo sobre la que existe abundante bibliografía. Remitimos al lector interesado al
estudio de P. VALADIER, Nietzsche y la crítica del cristianismo, Madrid: Cristiandad, 1982.
98
F. NIETZSCHE, La genealogía de la moral, trad. de A. Sánchez Pascal, Madrid: Alian-
za Editorial, 2002, p. 204.
99
Más allá del bien y del mal, & 4.
100
D. SÁNCHEZ-MECA, p. 233.
59
PENSAR LA COMPASIÓN
La idea central que orienta los análisis descritos es que tras los sen-
timientos morales más elevados y tras las palabras altisonantes: abnega-
ción y altruismo se esconden los móviles supremos del obrar humano: la
búsqueda de placer y la huída del dolor, que se traducen en la tendencia
a experimentar la propia superioridad. En la vida real, no hay más que
voluntades fuertes y voluntades débiles 103.
En definitiva, la compasión es concebida por Nietzsche como un afec-
to complejo, oscuro, no natural, que no expresa ausencia de egoísmo y
desinterés, sino que es propio de almas débiles que actúan por temor y
resentimiento y que son incapaces de afrontar el dolor como parte inte-
grante de la vida. Almas débiles que sufren por todo, culpan de ello a la
vida a la que desprecian y condenan. Así, la compasión constituye una
debilidad que aumenta el dolor en el mundo, pues quien en las ocasio-
nes que la vida ofrece de ser compasivo, se abandona a este sentimiento,
por fuerza se vuelve enfermo y melancólico. Sentirse abrumado por to-
do el dolor en el mundo es una enfermedad del alma que conduce a la
depresión, pues el dolor es una condición de la vida, lo que no implica
considerarlo un valor en sí mismo. Lo valioso es saber reaccionar ante él,
elevarse a niveles más altos de fortaleza y asumir los riesgos que estimu-
lan la inventiva.
Inicialmente, lo que diferencia a los no compasivos de los compasi-
vos es que los primeros no tienen la imaginación impresionable del mie-
do 104, del presentimiento del peligro, lo que hace que su vanidad se re-
sienta con menos frecuencia si ocurre algo que hubieran podido evitar.
101
D. SÁNCHEZ-MECA, Nietzsche, la experiencia dionisíaca del mundo, p. 238.
102
D. SÁNCHEZ MECA, o.c., p. 231.
103
Más allá del bien y del mal, & 21.
104
En Aurora, Nietzsche asocia la compasión (Mitleid) con el temor (Furcht).
60
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
105
Humano, demasiado humano, & 321.
106
Más allá del bien y del mal, & 95.
107
Humano, demasiado humano, & 47.
108
«El decir sí a la vida incluso en sus problemas más extraños y duros; la voluntad
de vida regocijándose de su propia inagotabilidad al sacrificar a sus tipos más altos: a eso
fue a lo que yo llamé dionisíaco» (Crepúsculo de los ídolos, aforismo 5).
61
PENSAR LA COMPASIÓN
109
D. SÁNCHEZ-MECA, p. 243.
110
Cf. E. RUIZ CALLEJÓN, «La moral de compasión y la genealogía necesaria», en Es-
tudios Nietzsche, 3, 2003, p. 102.
111
Cf. Carta de Nietzsche a su amigo Gersdorff en diciembre de 1875, citada en el
artículo de Encarnación Ruiz Callejón.
112
Véase el final del tercer libro de La Gaya Ciencia.
62
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
113
R. DESCARTES, Las pasiones del alma, art. CLXXXV.
114
Las pasiones del alma, trad. de J. A. Martínez y P. Andrade, Madrid: Tecnos, 1997,
p. 256, art. CLXXXVII. «Cómo a los más generosos les afecta esta pasión. No obstante, los
que son más generosos y de espíritu más fuerte, de suerte que no temen ningún mal y se
mantienen más allá del poder de la fortuna, no están exentos de compasión, cuando ven
la debilidad de los otros hombres y oyen sus quejas. Porque tener buena voluntad hacia
los demás es una parte de la generosidad. Pero la tristeza de esa piedad no es amarga…
Y en esto existe la diferencia de que, mientras el vulgo tiene compasión de los que se que-
jan, pues piensa que los males que sufren son muy fastidiosos, el principal objeto de la
piedad de los hombres más grandes es la pusilanimidad de los que ven quejarse, porque
no creen que ningún accidente que pueda ocurrir sea tan grande como es la cobardía de
quienes no pueden sufrirlo con constancia. Y, aunque odien los vicios, no por eso odian
a quienes les están sometidos: por ellos sólo tienen piedad». En el francés del XVII, ge-
nerosité indica: nobleza de sentimientos, olvido de sí mismo, inclinación a anteponer el
decoro o la utilidad o el propio interés.
No desarrollaremos este aspecto, ya que el interesante escrito de F. GONZÁLEZ sobre
el Amor, generosidad y piedad en Descartes aborda esta misma cuestión en un capítulo de
este libro.
63
PENSAR LA COMPASIÓN
115
Barbarie y virtud se entremezcla en las obras de Corneille y esta presencia de la
atrocidad fue denunciada por Voltaire.
116
Artículo L de Las pasiones del alma.
117
Ibídem.
64
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
118
H. ARENDT, Essai sur la révolution, París: Gallimard, p. 127. Cf. A. C. SPONVI-
LLE, Pequeño Tratado de las grandes virtudes, p. 141.
119
Los críticos de la compasión coincidieron en advertir que actuar movidos sólo por
el sentimiento de piedad supone confusión y puede llevar a hacer cosas de la que luego
nos arrepentimos. Kant observaba que las almas compasivas son ciegas y, con frecuencia,
son engañadas, lo que hace que en el futuro desconfíen de los demás. Pues algunos recu-
rren a la astucia, apelan a la compasión y la buena fe de los demás y engañan para lograr
beneficios sin esfuerzo o para eludir sus propias obligaciones. De ahí que estar sometido
ciegamente a las pasiones y emociones y excluir el análisis racional, sea para muchos, en-
tre otros, Kant, la «enfermedad del alma y que en el plano moral busque la adecuación de
nuestras acciones no conforme a las inclinaciones o a la sensibilidad, sino de acuerdo con
65
PENSAR LA COMPASIÓN
66
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
124
La importancia concedida a la compasión en el pensamiento oriental puede ejem-
plificarse en la obra de Krishnamurti, a quien se dedica el capítulo 2 de este libro, a car-
go de Manuel Suances, gran conocedor de su obra.
67
PENSAR LA COMPASIÓN
se ama 125 y más se cuida de que siga siendo lo que existe y vive, y se tra-
ta de evitar añadir dolor gratuito por el mundo. Dicho por él de un mo-
do poético: cuando oigo que alguien grita de dolor, el fondo de mi con-
ciencia se despierta. Y entonces, si mi imaginación está viva, sólo entonces,
soy capaz de sentir hasta la rama que arrancan de un árbol.
Estos son los principios de una ética que se rige por el cuidado a la
vida natural y humana. La voluntad de vivir, el amor a la vida y a todo lo
que vive, y el descubrimiento de su carácter finito y pasajero hace nacer
el llamado amor universal, fruto de una experiencia de compasión que
lleva a humanizar todo lo viviente, e incluso lo existente. En este senti-
do, orienta e impulsa la conducta moral, según advirtieron Rousseau,
Schopenhauer y Unamuno, y permite transitar del orden afectivo al or-
den ético 126, de lo que se siente a lo que se quiere y se puede y se debe
hacer. Kant, inicialmente muy crítico con la compasión, por considerar
que era una emoción moralmente reprobable, debido a su mismo carác-
ter sensible que sume en la heteronomía, finalmente considerará que es
una «predisposición muy útil a la moralidad en relación con los demás
hombres». Se trataría de un impulso que la naturaleza ha puesto en no-
sotros para hacer aquello que la representación del deber por si sólo no
lograría» 127. Y en este sentido se ilumina la complementariedad del sen-
timiento y la razón.
125
M. DE UNAMUNO, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid: Espasa-Calpe, 2007:
«Los hombres encendidos en ardiente caridad hacia sus prójimos, es porque llegaron al
fondo de su propia miseria, de su propia aparencialidad, de sus naderías, y volviendo lue-
go sus ojos así abiertos, hacia sus semejantes, los vieron también miserables apariencia-
les, anonadables, y los compadecieron y los amaron».
126
Cf. A. C. SPONVILLE, Pequeño Tratado de las grandes virtudes, Madrid: Espasa-
Calpe, 1998, p. 144.
127
I. KANT, Metafísica de las costumbres, 2, II.
68
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
se manifiesta que el lenguaje resulta burdo para expresar con una sola pa-
labra algo tan complicado (Aurora, & 133) y que el mapa del alma hu-
mana es un laberinto de intenciones de múltiples interpretaciones.
Por otra parte, si bien la reivindicación del valor moral de la compa-
sión llevado a cabo por Rousseau y sobre todo por Schopenhauer, tuvo el
mérito de impulsar un giro radical en la valoración de este sentimiento
por parte de las éticas racionalistas, hay que advertir y resaltar que, en con-
creto, para auxiliar necesito actuar sobre las condiciones materiales que
han podido incidir en la desgracia, y que requiere, en aras a la eficacia, el
diseño de una estrategia, esto es, calcular y deliberar racionalmente.
Es más, la razón nos permite no sólo evaluar los daños y adecuar los
medios a los fines propuestos, sino también discernir los males que tan
sólo podemos acompañar y respetar en el dolor, de aquellos que requie-
ren una intervención por nuestra parte. La misma compasión quizá, en
ocasiones, sólo nos lleve a «estar con el otro», acogiendo su dolor y tam-
bién la frustración que supone una impotencia real, pues hay desgracias
que no podemos combatir por mucho que queramos, tan sólo acompa-
ñar. Además, ni siquiera se puede pretender igualar el sufrimiento del
otro, pues la vivencia del dolor es una experiencia subjetiva, inigualable,
inconmensurable y, por tanto, no del todo imaginable. Precisamente, el
respeto al sufrimiento de las víctimas, obliga a reconocer su protagonis-
mo y su experiencia como intransferible. En muchas circunstancias, re-
sulta insultante decir que se comprende plenamente o se imagina el do-
lor ajeno. La experiencia del sufrimiento es individual y, como toda vivencia
de interioridad 128, es incomparable, nunca se puede pesar o medir exac-
tamente, ni desvelar del todo. Se trata de sufrir con, de estar con o jun-
to al otro que sufre, de lamentar que el otro sufra, no de pretender sufrir
como 129. De hecho, recordemos que, en caso de infortunio, menciona-
mos que «acompañamos en el sentimiento» y expresamos nuestras «con-
dolencias», esto es, nos dolemos o lamentamos la desgracia del otro. La
compasión acompañada de discernimiento racional nos alerta sobre las
palabras o las acciones que pueden estar de más en el que necesita con-
suelo. Nos previene sobre el peligro de una compasión ciega, que puede
128
En palabras de Aurelio Arteta, el más exigible deber de compasión brota, preci-
samente, de la conciencia de lo irremediable de ciertos males que com-padecemos, es de-
cir, de su inutilidad misma como compasión. A. ARTETA, La compasión. Apología de una
virtud bajo sospecha, Barcelona: Paidós, 1996.
129
Kierkegaard nos advertía de que las experiencias más profundas, las que revelan la
propia interioridad, se esfuman cuando se expresan.
69
PENSAR LA COMPASIÓN
130
Cf. A. ARTETA, La compasión. Apología de una virtud bajo sospecha, 1996.
131
Esta compasión enfermiza y malsana es descrita magistralmente en la novela de
S. ZWEIG, Impaciencia del corazón.
132
Esta es la solidaridad de la que nos habla R. Rorty y que analiza con rigor Cami-
no Cañón en el capítulo 3 de este libro: La compasión: virtud pública en una sociedad de-
mocrática.
70
LA AMBIVALENCIA DE LA COMPASIÓN
cia. No tiene por qué suponer una disyunción o una renuncia al discer-
nimiento y el análisis racional, con quien se puede y se debe articular o
vertebrar, pues el hombre, como decía Aristóteles, es deseo inteligente,
quizá lo que hoy llamaríamos inteligencia sentimental o emocional.
6. BIBLIOGRAFÍA CITADA
Fuentes:
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Constitucionales.
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drade, Madrid: Tecnos.
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— (1988): Lecciones de Ética, trad. de R. Rodríguez Aramayo y C. Roldán, Bar-
celona: Crítica.
— (2003): Pedagogía, Madrid: Akal.
MARQUÉS DE SADE (2003): Los infortunios de la virtud, Madrid: Edimat.
MONTAIGNE, M. DE (1985): Ensayos, trad. de D. Picazo y A. Montojo, Madrid:
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— (1988): Humano, demasiado humano, Madrid: Grupo Editorial Marte.
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— (1997): Más allá del bien y del mal, trad. de A. Sánchez Pascal, Madrid: Alian-
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— (1994): Aurora, trad. de E. López Castellón, Madrid: M. E. Editores.
— (2005): Así habló Zaratustra, trad. de E. López Castellón, Madrid, Alianza
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— (2004): El mundo como voluntad y representación, trad. de P. López de Santa
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— (2003): El mundo como voluntad y representación. Complementos, trad. de P. Ló-
pez de Santa María, Madrid: Trotta.
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mayo, Valencia: Pre-Textos.
71
PENSAR LA COMPASIÓN
Estudios:
ARTETA, A. (1996): La compasión. Apología de una virtud bajo sospecha, Barcelo-
na: Paídós.
BRUCKNER, P. (1996): La tentación de la inocencia, Barcelona: Anagrama.
PHILONENKO, A. (1989): Schopenhauer: una filosofía de la Tragedia, Barcelona:
Antrophos.
LAISECA, L. (2001): El nihilismo europeo. El nihilismo de la moral y la tragedia an-
ticristiana, Buenos Aires: Biblos.
SANCHEZ-MECA, D. (2006): Nietzsche. La experiencia dionisíaca del mundo, Ma-
drid: Tecnos.
SPONVILLE, A. C. (1998): Pequeño Tratado de las grandes virtudes, Madrid: Es-
pasa-Calpe.
VILLAR, A., y GARCÍA BARÓ, N. (2004): Pensar la solidaridad, Madrid: Univer-
sidad Pontificia Comillas.
72
CAPÍTULO 2
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN
Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA
DE KRISHNAMURTI
Manuel Suances Marcos
Facultad de Filosofía
Universidad Nacional a Distancia
73
PENSAR LA COMPASIÓN
¿Qué puede hacer el ser humano que vive en un mundo como este
recién descrito? ¿Se puede adherir a alguna ideología o sistema de pen-
samiento para encarar el problema? Muchos son los asideros a los que se
ha agarrado el hombre para resolver este problema, pero ninguno le ha
74
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA DE KRISHNAMURTI
dado solución. Esos intentos han girado todos ellos en torno al pensa-
miento, al conocimiento. Pero éste ha demostrado con creces su caren-
cia para acometer el reto.
En primer lugar, han fracasado las explicaciones de los filósofos, in-
telectuales, psicólogos y científicos. No han sido sus soluciones lo bas-
tante buenas para resolver la cuestión 1. Y es que el conocimiento, tal y
como lo venimos utilizando en su uso mecánico, referido a su estructu-
ra espacio-temporal, es incapaz de resolver el problema. Más bien, por
hipertrofia en su desarrollo, nos ha llevado a la división y fragmentación.
Necesitamos otro instrumento.
En segundo lugar las ideologías. Son un foco potente en la dirección
de la conducta humana, pero sus consecuencias son desvastadoras.
En tercer lugar, están las creencias religiosas sistematizadas y organi-
zadas. Mirándose a sí mismas, creen estar en posesión de la verdad ab-
soluta; con lo cual, se cierran en sí mismas y, en consecuencia, producen
división entre sus seguidores. Los conflictos y guerras por motivos reli-
giosos han sido una constante en la historia humana. Algo no va bien
cuando sus frutos son esos. La apelación que hacen al maestro o al gurú
como el que tiene la verdad y es poco menos que el portavoz de lo divi-
no, conduce a una esclavitud interna que está en perfecta contradicción
con la autonomía y la libertad humanas.
En definitiva, el campo de la realidad se compone de esas cosas que el
pensamiento ha acumulado tanto por medios psicológicos y espirituales
como tecnológicos. Este campo constituye nuestra vida diaria con todos
sus problemas económicos, sociales, políticos y religiosos; con sus divi-
siones, sufrimientos, guerras y trabajos. Todo ello es producto del pensa-
miento y éste nada ha podido hacer para resolver esos conflictos.
1
KRISHNAMURTI, La libertad interior, Barcelona: Kairós, 1994, p. 8.
75
PENSAR LA COMPASIÓN
Tenemos que construir un mundo distinto, que nada tenga que ver
con el actual, lleno de competitividad y confusión, un mundo cruel, bru-
tal y violento 3. Cualquier persona que observe imparcialmente la vida y
la sociedad verá confusión y agresividad por todas partes. Entonces ten-
drá que preguntarse qué valor tiene el conocimiento que ha sido incapaz
de cambiar esto.
¿Qué podemos hacer los seres humanos que necesariamente vivimos
en este mundo y somos la totalidad de la humanidad? ¿Qué hacer sin
comprometernos con algo que no sea producto del conocimiento como
son los partidos políticos, las religiones organizadas, los líderes, las gue-
rras, los sistemas del pensamiento y los métodos?
2
KRISHNAMURTI, Boletín de la Fundación Krishnamurti Latinoamericana (Barcelona),
n.º 64, 2005, p. 2.
3
La libertad interior, o.c., p. 9.
76
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA DE KRISHNAMURTI
como la hemos hecho nosotros. Existen los que tienen y los que no tie-
nen, los ricos y los pobres, los que saben y los ignorantes, los que triun-
fan y los frustrados. Existen muchas religiones, ideologías; ellas crean lu-
cha en la sociedad, competitividad y compulsión para alcanzar puestos,
para llegar a ser algo. Todo esto lo hemos creado nosotros. Y se pueden
producir reformas sociales mediante legislación o mediante golpes de au-
toridad. Pero si el individuo no cambia radicalmente, las nuevas refor-
mas se adaptarán a sus exigencias psicológicas. Y eso es lo que está ocu-
rriendo ahora. Vemos reforma tras reforma y, en el fondo, todo sigue
igual. De ahí nuestro hastío.
El cambio radical está, pues, en el individuo no en la sociedad:
«Me parece entonces muy importante comprender el proceso to-
tal de la individualidad, porque es sólo cuando el individuo cambia ra-
dicalmente que puede haber una revolución fundamental en la socie-
dad. Es siempre el individuo, nunca el grupo o lo colectivo, que provoca
un cambio radical en el mundo, y también esto es históricamente así.
Ahora bien, ¿puede el individuo, es decir, vosotros y yo, cambiar
radicalmente? Esta transformación del individuo, pero no de acuer-
do a un patrón, es lo que nos interesa, y para mí es la más elevada
forma de educación. Es esta transformación del individuo lo que
constituye la religión, no la mera aceptación de un dogma, una cre-
encia, que no es religión en absoluto» 4.
4
KRISHNAMURTI, La crisis del hombre, Buenos Aires: Kier, 1989, pp. 122-123.
5
Ibid., p. 123.
77
PENSAR LA COMPASIÓN
6
Ibid., p. 124.
78
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA DE KRISHNAMURTI
79
PENSAR LA COMPASIÓN
otros. Nos hemos resignado a él como un designio del destino, sin plan-
tearnos si podemos terminar con él.
En el hecho, en la existencia del dolor, Krishnamurti señala su abun-
dancia de formas. En primer lugar, el sufrimiento físico: la mala salud,
las enfermedades, la incapacidad, la parálisis, la ceguera, la vejez, el de-
caimiento de la energía, la falta de impulso, la pobreza, la falta de belle-
za, el hambre, la escasez de trabajo, etc. Pero el dolor físico, en sí mismo,
no es un escollo insalvable. El verdadero problema es el dolor psicológi-
co; si se comprende éste, se resuelve aquél. En el acto mismo de com-
prender el dolor psicológico, se comprende el físico. Porque lo impor-
tante en el sufrimiento físico son las secuelas psicológicas que deja en
quien lo padece. El dolor psíquico es inabarcable; es el campo de todas
nuestras desdichas.
En esta cadena de sufrimientos, Krishnamurti señala la muerte co-
mo último eslabón. Ésta forma parte de la vida por mucho que se quie-
ra arrinconarla y posponerla al final de nuestros días. Ella va introdu-
ciéndose paulatinamente, destruyendo la salud y las fuerzas. Y crea una
inmensa zozobra en quien la espera. Sufrimos la pérdida de aquellos a
quienes amamos. La muerte deja en el desamparo a huérfanos y viudas,
padres e hijos, y nos arroja contra el muro del vacío y del más allá.
De estos sufrimientos nadie se libra en la tierra. Todos pasan por la
confusión del dolor, la pena, la incertidumbre, la soledad, la pobreza:
«Todos conocemos estas diversas formas de dolor. El muy ins-
truido, el intelectual, el santo, la gente religiosa de todo el mundo,
están tan torturados por el dolor como lo estamos nosotros, y si exis-
te un camino para salir de él, ellos no lo han encontrado. Indagar
muy profundamente en nosotros mismos, es saber que lo primero
que deseamos es esto: poner fin al dolor; pero no sabemos cómo ha-
cerlo. Estamos muy familiarizados con el dolor, lo vemos en otros y
en nosotros, y él está en el aire mismo que respiramos. Id donde que-
ráis —al retiro de un monasterio, a pasear en las calles atestadas—,
el dolor está siempre presente, abiertamente, u oculto, esperando, es-
piando» 7.
7
KRISHNAMURTI, Tragedia del hombre y del mundo. La mente mecánica, Buenos Aires:
Kier, 1986, p. 186.
80
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA DE KRISHNAMURTI
8
KRISHNAMURTI, La totalidad de la vida, México: Hermes, 1991, p.185.
9
La libertad interior, o.c., p. 100.
81
PENSAR LA COMPASIÓN
10
KRISHNAMURTI, Libertad total, Barcelona: Kairós, 1997, p. 129.
82
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA DE KRISHNAMURTI
11
KRISHNAMURTI, Últimas pláticas en Saanen, Barcelona: Edhasa, 1988, p. 78.
83
PENSAR LA COMPASIÓN
12
KRISHNAMURTI, Antología básica, Madrid: Edaf, 1997, p. 117.
13
Antología básica,o.c., pp. 116-117.
14
Tragedia del hombre y del mundo, o.c., p. 190.
84
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA DE KRISHNAMURTI
15
KRISHNAMURTI, La madeja del pensamiento, Barcelona: Edhasa, 1991, pp. 73-74.
85
PENSAR LA COMPASIÓN
16
KRISHNAMURTI, Tradición y revolución, Barcelona: Edhasa, 1989, p. 12.
86
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA DE KRISHNAMURTI
17
La libertad interior, o.c., p. 101.
87
PENSAR LA COMPASIÓN
Como acaba de verse, hay muchas vías de escape, pero sólo hay un
modo de enfrentarse al dolor. Ese único modo es hacerlo sin resistencia,
sin movimientos de fuga. Es preciso permanecer enteramente con el do-
lor, no deseando hallarse fuera de el. Para poder verse libre de él, hay que
prestarle plena atención, sin juzgar ni optar: observarlo, aprender acerca
de el, conocer sus íntimas intricaciones. Entonces se le perderá el mie-
do. Los escapes y explicaciones no sólo no terminan con el dolor, sino
que gastan inútilmente su energía. Ésta ha de ser empleada con una tre-
menda atención.
Krishnamurti ve ahora el dolor en sí mismo como algo valioso, que
es preciso mirar con detenimiento. Lo compara con una joya.
Se trata, pues, de observar atentamente el dolor, sin aceptarlo ni re-
chazarlo. En realidad no podemos «hacer» nada ante él:
18
Tragedia del hombre y del mundo, o.c., p. 185.
88
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA DE KRISHNAMURTI
En este sentido, Krishnamurti resalta que el dolor pide, para ser com-
prendido, estar inmune de cualquier acción, intención o motivo; estas co-
sas impiden su comprensión.
El dolor no puede comprenderse si existen motivos en torno suyo.
Eso determinaría la acción sobre él, sería una reacción.
Entonces, despojado de recuerdos, condicionamientos, pensamien-
tos y motivos, del dolor ¿qué queda? Mirarlo en completo silencio.
19
Tragedia del hombre y del mundo, o.c., pp. 195-196.
20
KRISHNAMURTI, Comentarios sobre el vivir, 1.ª parte, Buenos Aires: Kier, 1994,
pp. 218-219.
89
PENSAR LA COMPASIÓN
21
KRISHNAMURTI, El libro de la vida, Madrid: Edaf, 31 de julio de 1996.
22
KRISHNAMURTI, La libertad primera y última, Barcelona: Kairós, 1996, p. 179.
90
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA DE KRISHNAMURTI
23
La madeja del pensamiento, o.c., p. 75.
91
PENSAR LA COMPASIÓN
24
Tragedia del hombre y del mundo, o.c., pp. 190-191.
25
Tradición y revolución, o.c., p. 16.
92
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA DE KRISHNAMURTI
26
KRISHNAMURTI, Fuego en la mente, Buenos Aires: Kier, 1997, p. 349.
27
Ibid., p. 350.
28
Ibid., p. 351.
93
PENSAR LA COMPASIÓN
29
KRISHNAMURTI, Boletín de la Fundación Krishnamurti Latinoamericana (Barcelona),
n.º 54, p. 2.
30
Ibid., p. 4.
31
Ibid., p. 5.
94
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA DE KRISHNAMURTI
Así pues, hay que pasar a la otra orilla sin preguntar «cómo», el «có-
mo» es volver nuevamente a la tradición, a esta orilla. Se trata de negar
instantáneamente la totalidad de esta orilla tradicional. Krishnamurti
aplica esto a la educación diciendo que una comunidad que vive en esta
dimensión, disuelve los condicionamientos de los estudiantes. Y ello es
debido a la presencia de esa tremenda energía en la que viven o deben
vivir los educadores. Krishnamurti se lo está exponiendo a la comunidad
educativa de Brokwood que lleva su nombre.
Krishnamurti se aplica esto a sí mismo en presencia de los educado-
res a quienes se dirige: él se tiene a sí mismo por un mero vehículo de «lo
Otro». Gracias a él, otros tienen acceso a esta nueva dimensión. Pues eso
mismo han de ser los educadores: trasmisores de esa inmensa energía.
Pero estemos donde estemos, cualquiera que sea la ribera en que nos
encontremos, todavía tenemos que desenvolvernos dentro de un cierto
volumen de tradición. Estamos inmersos en el mundo que nos toca vi-
vir; y, aunque hayamos tocado la presencia de «lo Otro» y estemos im-
pregnados de su energía, tenemos que llevar la vida que nos ha asignado
el destino. Pero, si estoy en la otra orilla, tendré en esta los problemas que
sean, pero actuaré desde la otra, impregnando ésta.
Esa es la tarea creativa. A mi me consume «la Otredad», ardo en ella.
Entonces, haga lo que haga y esté donde esté, habrá una irradiación de
presencia y energía a través mío. Y eso contagiará e invitará a otros. Se
trata pues de propagar la llama a través de nuestra vida por escondida y
sencilla que ésta sea.
32
Ibid., pp. 9-10.
95
PENSAR LA COMPASIÓN
3.2. El amor
33
KRISHNAMURTI, Limpia tu mente, Barcelona: Martínez Roca, 1999, pp. 99-100.
96
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA DE KRISHNAMURTI
nes sobre él. Y averiguar por nosotros mismos. También hay que pres-
cindir de nuestros puntos de vista sobre el tema. En fin, dejar todo lo que
no es el amor porque quizá así se descubra lo que es.
Pues bien, emprendiendo esta vía negativa, Krishnamurti dirá que en,
primer lugar, el amor no es placer ni apego; esta confusión es tan co-
rriente que está a la orden del día.
En esta misma línea, Krisnamurti va rechazando esas identificacio-
nes que se han hecho del amor con la posesión y los celos; más aún, el
amor no es gratificación, ni uso, ni costumbre. Tampoco es respeto, ni
siquiera deber. Pero Krishnamurti se centra en tres intentos de identifi-
cación que tienen una especial importancia y que están siendo objeto de
reflexión en esta investigación.
En primer lugar, el amor no es fruto del pensamiento, de la mente:
«El pensamiento es fragmentario, limitado; el pensamiento no
puede resolver el problema de lo que es el amor, y no puede cultivar
el amor. Cuando uno crea una abstracción con el pensamiento, se
aleja de “lo que es”. Ese movimiento de abstracción se convierte en
un estado conforme al cual uno vive; por lo tanto, ya no vive de acuer-
do con los hechos. Eso es lo que uno ha estado haciendo durante to-
da su vida; pero uno jamás sabrá mediante la abstracción, lo que es
el amor; nunca conocerá la inmensa belleza, profundidad y signifi-
cación del amor» 34.
34
La totalidad de la vida, o.c., p. 149.
97
PENSAR LA COMPASIÓN
ción del yo, no hay amor. El amor no es del tiempo. Uno no puede
practicar el amor. Si lo practica, entonces eso es una actividad auto-
consciente del “yo”, el cual espera obtener, por medio del vivir, un
resultado.
Así pues, el amor no pertenece al tiempo; no podemos dar con
él mediante ningún esfuerzo consciente, ninguna disciplina, ni me-
diante la identificación, todo lo cual es un proceso del tiempo. La
mente, por conocer tan sólo el proceso del tiempo, no puede reco-
nocer el amor. El amor es la única cosa nueva, eternamente nueva.
Puesto que casi todos hemos cultivado la mente, que es un proceso
del tiempo, que es el resultado del tiempo, no sabemos qué es el amor.
Hablamos del amor; decimos que amamos a la gente, que amamos
a nuestros hijos, a nuestra esposa, a nuestro prójimo; decimos que
amamos a la naturaleza. Pero en el momento en que tengo concien-
cia de que amo, ha entrado en actividad el “yo”; por lo tanto, eso de-
ja de ser amor» 35.
35
KRISHNAMURTI, Amor, sexo, castidad, Barcelona: Kairós, 2002, pp. 131-132.
98
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA DE KRISHNAMURTI
36
La madeja del pensamiento, o.c., p. 75.
37
Limpia tu mente, o.c., p. 108.
99
PENSAR LA COMPASIÓN
3.1. La compasión
38
Ibid., p. 108.
39
Ibid., p. 109.
100
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA DE KRISHNAMURTI
40
KRISHNAMURTI, Obras Completas, tomo I, El arte de escuchar (1933-1934), Buenos
Aires: Kier, 1994, pp. 32-33.
101
PENSAR LA COMPASIÓN
eso. Parece sencillo, pero detrás de esta postura está la prodigiosa ense-
ñanza de Krishnamurti.
Centrándose ahora en la compasión, dirá que ella adviene cuando el
amor se ha hecho pasión. Podría decirse que la compasión es la com-
plección del amor.
Vimos que el amor no estaba relacionado con ninguna actividad del
cerebro: el pensamiento, el miedo, el ego…, y, sobre todo, el dolor. El
amor nace cuando todo aquello ha llegado a su fin. Pues bien, «entonces
ese amor mismo se convierte en compasión que es pasión total con su
inmensa inteligencia» 41.
El tratamiento de la compasión va a seguir el mismo camino que el
del amor. La compasión brota cuando se abandona el proceso del pen-
samiento, pero, muy especialmente, cuando se desvincula del sufrimien-
to; entonces aparece en su nitidez.
La compasión es algo que no pertenece a la mente. Ya se ha visto lar-
go y tendido que la sola actividad del pensamiento conduce a la meca-
nización, al adiestramiento y búsqueda de seguridad; y así deja intacto el
orden de la belleza, la energía ilimitada y el misterio.
Ahondando más este aspecto, Krishnamurti muestra cómo surge la
compasión cuando la mente se vacía de sus compulsiones, del cultivo de
la virtud, las creencias, etc. Estas cosas taponan la fuente de la que ema-
na la compasión con su belleza y bondad.
La compasión, como algo ajeno a la mente, no puede ser cultivada
expresamente. No es algo motivado. Más bien surge cuando se inte-
rrumpe el proceso causal, poniendo fin a la cadena de motivos, ideas,
causas y efectos en que nos enzarzamos. Esta cadena funciona en or-
den a la consecución de un ideal, de un mejoramiento fruto del pensa-
miento y del ego en una inextricable amalgama. El cambio operado por
la compasión no se basa en una causa ni en la necesidad de responder
a un reto:
«¿Puede la compasión, ese sentido de bondad, ese sentimiento
de lo sagrado de la vida, del cual estuvimos hablando la última vez
que nos encontramos, puede ser originado mediante la compulsión?
Ciertamente, cuando hay compulsión de cualquier forma, cuando
hay propaganda o moralización, no hay compasión; tampoco hay
compasión cuando el cambio se origina meramente en la necesidad
de afrontar el reto tecnológico de tal manera que los seres humanos
41
Libertad total, o.c., p. 456.
102
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA DE KRISHNAMURTI
42
El libro de la vida, o.c., 28 de noviembre.
43
P. JAYAKAR, Krishnamurti. Biografía, Buenos Aires: Kier, 1989, p. 345.
44
Ibid., p. 345.
103
PENSAR LA COMPASIÓN
45
Ibid., p. 544
46
El libro de la vida, o.c., 27 de noviembre.
104
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA DE KRISHNAMURTI
47
P. JAYAKAR, Krishnamurti. Biografía, o.c., pp. 347-348.
48
Palabras de Krishnamurti recogidas en P. JAYAKAR, Krishnamurti. Biografía, o.c.,
p. 505.
105
PENSAR LA COMPASIÓN
49
Obras completas, o.c., tomo I, p. 116.
50
P. JAYAKAR, Krishnamurti. Biografía, o.c., p. 361.
106
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA DE KRISHNAMURTI
51
P. JAYAKAR, Krishnamurti. Biografía, o.c., p. 548.
52
Fuego en la mente, o.c., p. 368.
107
PENSAR LA COMPASIÓN
53
P. JAYAKAR, Krishnamurti. Biografía, o.c., p. 357.
108
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA DE KRISHNAMURTI
54
Archivos de la Sociedad Teosófica, Adyar, Madrás, recogido en P. JAYAKAR,
Krishnamurti. Biografía, o.c., p. 62.
109
PENSAR LA COMPASIÓN
55
Comentarios sobre el vivir, o.c., 2.ª parte, pp. 116-117.
110
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA DE KRISHNAMURTI
56
Comentarios sobre el vivir, 2.ª parte, o.c., pp. 119-120.
111
PENSAR LA COMPASIÓN
bros. Pero he visto que todas las alegrías son fugaces por naturaleza;
desde la más pequeña hasta la más grande, todas pasan con el tiem-
po. Nada de lo que toco parece tener permanencia alguna, y aun la
literatura, el más grande amor de mi vida, empieza a perder su pe-
renne gozo. Me parece que tiene que haber un manantial permanente
de todo gozo, mas, aunque lo he buscado intensamente, no lo he ha-
llado» 57.
4. BIBLIOGRAFÍA
57
Comentarios sobre el vivir, o.c., 2.ª parte, p. 221.
112
SUFRIMIENTO, COMPASIÓN Y SENTIDO EN LA ENSEÑANZA DE KRISHNAMURTI
Otras obras:
113
TÍTULO DEL CAPÍTULO
CAPÍTULO 3
LA COMPASIÓN:
VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD
DEMOCRÁTICA
Una lectura de Richard Rorty
Camino Cañón Loyes
Facultad de Ciencias Humanas y Sociales
Universidad Pontificia Comillas de Madrid
1. INTRODUCCIÓN
1
Este ensayo aparece publicado en: R. RORTY, Objectivity, Relativism, and Truth.
Philosophical Papers, vol. I, Cambridge: Cambridge University Press, 1991, pp. 35-45.
2
El proyecto: «Fundamentos filosóficos de la solidaridad: compasión, desgracia y
sentido», Ministerio de Educación y Ciencia, HUM 2004-02454/FISO. Una parte de lo
que aquí se expone fue presentado en las Jornadas Pensar la Compasión, organizadas por
el Departamento de Filosofía de la Universidad Pontificia Comillas, celebradas en dicha
Universidad en abril de 2007.
115
PENSAR LA COMPASIÓN
3
En la conversación mantenida con E. Mendieta y publicada en R. RORTY, Cuidar
la Libertad, Madrid: Ed. Trota, 2005, precisa Rorty el alcance de su utopía liberal vivida
por ironistas:
«“Utopía liberal” es simplemente la idea, no muy nueva, de una igualdad de
oportunidades. Más o menos lo que Rawls describe en su libro Una Teoría de la
Justicia… Si se habla de la sociedad sólo en términos de utopía liberal y de igual-
dad de oportunidades y se renuncia a consideraciones filosóficas de largo alcan-
ce, como las leyes de la historia, la decadencia de Occidente, el fin del nihilismo,
entonces se está en la condición del irónico liberal El irónico considera que la uto-
pía no expresa el destino de la naturaleza humana, de la naturaleza de la historia,
la voluntad de Dios, sino que representa simplemente la mejor idea que se han
hecho los hombres del objetivo por el cual trabajan. La “ironía” en este contexto
significa algo muy próximo al antifundacionismo» (p. 60).
4
No entramos aquí en los matices de la relación entre «evitar la crueldad» y las acep-
ciones del concepto compasión, tema de gran riqueza como puede apreciarse en los estu-
dios contenidos en este volumen, en especial el estudio histórico de A. Villar.
116
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
5
Las referencias biográficas, salvo mención expresa diferente, están tomadas de su
escrito autobiográfico: «Trotsky and the Wild Orchids» (1992), en R. RORTY, Phiosophy
and Social Hope, London: Penguin Books, 1999, pp. 3-20.
117
PENSAR LA COMPASIÓN
6
El primero, W. SELLARS es considerado como «el más influyente filósofo en teoría
del conocimiento de la última generación» (S. BLACKBURN, Truth. A guide for the Perple-
xed, London: Penguin Books, 2006). Rorty acude a él en ocasiones varias, pero en parti-
cular se hace eco del llamado «el Mito de lo Dado» o la consideración equivocada de que
la concepción clásica de «impresiones» o «datos de los sentidos» proporcionan el funda-
mento para la certeza del conocimiento. Rorty considera que esas impresiones son mera-
mente estímulos, pensar otra cosa sería confundir la formación de una creencia con su ex-
presión o justificación que tiene lugar únicamente en el lenguaje.
W. O. QUINE, director de tesis de Rorty, había denunciado en un artículo antológi-
co Dos dogmas del empirismo, la separación analítico/sintético y el significado/sinonimia.
Otra de las tesis de Quine asumida por Rorty es la conocida como holismo de la ciencia,
La unidad el significado empírico es el todo de la ciencia. Puede verse: C. CAÑÓN, «Quine y
la epistemología naturalizada», en A. BLANCH (Edt.), Pensamiento alternativo. Nueva vi-
sión sobre el hombre y la naturalizada, Madrid: UPCO, 2002, pp. 189-205.
DONALD DAVIDSON, discípulo de Sellars y Quine, denuncia lo que llama tercer dog-
ma del empirismo o la distinción esquema/contenido. Se apoya en la Red de creencias de
Quine y en el mito de lo dado de Sellars y cierra el círculo: «Nada puede contar como una
razón para sostener una creencia, excepto otra creencia»: la red está autocontenida. Lo
expresa bien Rorty cuando dice: «Nada cuenta como justificación a menos que sea una
referencia a lo que ya hemos aceptado, y no hay modo de salir fuera de nuestras creencias
y nuestro lenguaje para encontrar otro test distinto del de la coherencia». R RORTY, Phi-
losophy and the Mirror of Nature, Princenton: Princenton University Press, 1979, p. 178.
118
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
2.2. Su utopía
7
Véase T. KUHN, The Structure of Scientific Revolutions, Chicago: Chicago Univer-
sity Press, 1962. Las ideas de este libro son hoy un lugar clásico que abrió la epistemolo-
gía a la sociología de la ciencia.
8
R. RORTY, Contingencia, Ironía y Solidaridad, Barcelona: Paidós, 1991*, p. 12 (ori-
ginal, 1989, New York: Cambridge University Press).
119
PENSAR LA COMPASIÓN
Sin teoría que unifique, Rorty da, sin embargo, un paso más. La te-
sis final del libro consiste en defender que los individuos de esa sociedad
pueden elegir ser a un tiempo ironistas y liberales. No tienen una teoría
que les sostenga, pero pueden vivirse como tales, pueden ser fieles a
Trotsky y cultivar las orquídeas, Montaigne es un ejemplo a seguir.
9
Ibid., p. 14.
10
Ibid., p. 17.
120
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
11
«Trotsky y las orquídeas salvajes», o.c., p. 20.
121
PENSAR LA COMPASIÓN
12
Véase su conversación con Vattimo sobre religión en The Future of Religión, S. ZA-
BALA (Edt.), New York: Columbia University Press, 2005.
13
Cf. The Future of Religion.
122
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
2.4. El íter
123
PENSAR LA COMPASIÓN
14
Cf. ROM HARRÉ, 1.000 años de Filosofía, Madrid: Ed. Tecnos, 2002 (original, 2000),
pp. 207-209.
124
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
15
«La ciencia como solidaridad», o.c., p. 39.
16
«Charles Taylor en torno a la verdad», en Verdad y Progreso. Escritos Filosóficos, 3,
Barcelona: Paidós, 2000 (original, 1994, Cambridge University Press).
17
«Charles Taylor en torno a la verdad», o.c., p. 127.
125
PENSAR LA COMPASIÓN
En ese lío de cables anda el realismo. Taylor opina que una vez que
uno ha escapado de la epistemología, desemboca en un «realismo sin con-
cesiones». Rorty piensa que se desemboca en una posición en la que la
única versión del «realismo» que le queda a uno es la trivial, de sentido
común y carente de interés según la cual todas las creencias verdaderas
son verdaderas porque las cosas son como son. Y esto, en su opinión, ca-
rece de interés, pues el realismo sólo se vuelve interesante cuando com-
plementamos el habla llana y el sentido común con la distinción «en sí»
versus «para nosotros» 18.
Lo que Rorty quiere descartar es el entero proyecto de distinguir en-
tre lo que debe ser tratado realistamente y lo que no. Y esa es la razón
por la que las nociones de «corresponderse» y «representar» no tienen
para él nada que ver con la distinción entre el arbitraje racional y otros
procedimientos alternativos de solventar disputas. «Para mí esta última
distinción no requiere de explicaciones filosóficas más alambicadas que
la que proporciona la distinción entre persuasión y fuerza. (…) Yo con-
sidero por igual todos los casos de persuasión, de uno mismo o de otros,
como casos de arbitraje de la razón. Las discusiones sobre astrofísica,
sobre cómo leer a Rilke, sobre la deseabilidad de los hiperbienes, sobre
qué película ir a ver o sobre qué helado sabe mejor, están todas a este
respecto a la par» 19.
En la perspectiva realista la naturaleza, lo que hay, goza de cualidades
intrínsecas. De ahí las dicotomías que pueblan el discurso filosófico des-
de Platón: necesario/contingente, intrínseco/extrínseco, racional/irracio-
nal, ideas/hechos, lenguaje/hechos… De ahí también, la verdad como co-
rrespondencia que hay que descubrir. La posición antirrealista de Rorty
ha quedado caracterizada por su rechazo a esas distinciones. Por ejem-
plo, niega las propiedades intrínsecas porque no ve el modo de diferen-
ciar éstas de las consideradas extrínsecas o relacionales que serían relati-
vas a la descripción correspondiente. Así, al hablar de la solidaridad,
rechazará el considerarla un rasgo de la naturaleza humana común, pues
no hay nada intrínseco que haga una «naturaleza humana común». Las
consecuencias de su posición las encontraremos significativamente re-
flejadas en su caracterización de la solidaridad y de la compasión en la
última parte de este estudio.
18
Ibid., p. 127.
19
Ibid., p. 126.
126
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
20
Véase su libro: R. RORTY, El giro lingüístico, Barcelona: Paidós/I.C.E.-U.A.B.,
1990 (original: The Linguistic Turn: Recent Essays in Philosophical Method, Chicago: The
University of Chicago Press, 1967) El libro pertenece a una época temprana de Rorty,
pero la edición española contiene dos apéndices: El primero está titulado: «Diez años des-
pués», que es una recensión al libro de I. HACKING, Does Language Matter to Philosophy?,
NewYork: Cambridge University Press, 1975 (traducción al español en Buenos Aires:
Suramericana, 1979). La recensión se publica por primera vez The Journal of Philosophy.
El segundo apéndice es un epílogo la edición española escrito a comienzos de 1990.
21
Véase G. CALDER, Rorty, London: Weidenfeld & Nicolson, 2003, pp. 31 y ss.
127
PENSAR LA COMPASIÓN
22
Contingencia, Ironía y Solidaridad, p. 172.
23
Cf. M. HESSE, «Cognitive claims of Metaphore», en Metaphor and Religión, J. P.
VAN NOPPEN (Edt.), Brussels, 1984.
128
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
Entre los autores invocados por Rorty para dar forma a su propio
pensamiento está Darwin. Rorty considera que en el proceso evolutivo,
el hombre crea instrumentos para habérselas con el entorno. Entre estos
instrumentos crea uno de especial alcance: el lenguaje. Pero ese carácter
instrumental del lenguaje que posibilita el mejor habérselas con el en-
torno y mejor relacionarse con los semejantes humanos, nada tiene que
ver con proclamar su capacidad para representar los rasgos intrínsecos o
la «naturaleza» de ese entorno. Al animal evolucionado que es el hom-
bre nunca le es dado «estár más o menos en contacto con la realidad que
cualquier otro organismo» 24.
Dado este carácter instrumental del lenguaje, carecen de sentido de-
terminados atributos asignados al lenguaje como si la función de éste
fuera de tipo representativo. Así decir que el lenguaje está equivocado o
es más o menos afinado, sólo tiene sentido si hay algo que representar a
lo que debe atenerse, y por ello lo puede hacer acertada o equivocada-
mente, afinada o toscamente. Por eso, dirá: «nada se comunica al decir
que el vocabulario en que predecimos el movimiento de los planetas es-
tá más cerca de lo que las cosas son que el vocabulario con que asigna-
mos a un planeta una influencia astrológica. Decir que la astrología está
fuera de contacto con la realidad no puede explicar por qué ésta es inú-
til, lo único que hace es establecer este hecho en términos representa-
cionales» 25.
Y en otro lugar, precisará: «el mundo no dirime, dirime el lenguaje».
El lenguaje es así un instrumento, un medio que facilita nuestra inser-
ción exitosa en el mundo. «Coping, no copying» es el slogan que men-
ciona Rorty y que expresa claramente esta función de habérselas con éxi-
to darwinista con el entorno en el que los humanos hemos de sobrevivir.
Pero una posición así, como bien critica Calder, comporta un tipo de no-
minalismo que considera las regularidades y generalidades en el mundo
como mero producto de nuestras descripciones, y no de un orden inde-
24
Citado por G. CALDER, Rorty and Redescription, o.c., 2003, p. 33.
25
Ibid., p. 28.
129
PENSAR LA COMPASIÓN
26
Véase el excelente estudio de W. M. KEITH y R. A. CHERWITZ, «Objectivity, Di-
sagreement and the Rethoric of Inquiry», en HERBERT W. SIMONS, Rethoric in the Hu-
man Sciences, London: Sage Publications, 1989, pp. 195-210.
27
Esta cuestión la desarrolla ampliamente Rorty en su comentario al libro de I. HAC-
KING (1975), realizada diez años después, como hemos indicado anteriormente, de pu-
blicar su libro: El giro lingüístico (1967). En el epílogo a la edición española, escrito en
1990, completa su visión sobre este aspecto.
28
Cf. R. RORTY, El giro lingüístico, p. 142.
130
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
29
Contingencia, Ironía y Solidaridad, p. 165.
131
PENSAR LA COMPASIÓN
3.3. Redescribir
30
R. RORTY, «A nice Derangement of Epitaphs», en Truth and Interpretation: Perspec-
tive on the Philosophy of Donald Davidson, ERNEST LAPORE (Comp.), Oxford: Blackwell,
1986, pp. 445-446.
31
R. RORTY, Phiosophy and Social Hope, London: Penguin Books, 1999, p. 48.
32
Cf. «Science as Solidarity», pp. 39 y 40, respectivamente.
132
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
33
Cf. Contingencia, Ironía y Solidaridad, p. 9. Un excelente estudio sobre el tema de
la redescripción rortyana es el libro de G. CALDER, Rorty and Redescription, London: Wein-
denfel & Nicolson, 2003.
133
PENSAR LA COMPASIÓN
que cualquier cosa puede hacerse parecer buena o mala, importante o sin
importancia, útil o inútil, mediante una redescripción» 34.
Este es el alcance que nuestro autor otorga a los procesos de redes-
cripción. El lenguaje es así el arma poderosa que modela nuestras visiones
del mundo, todo es cuestión de cambiar las retóricas y modificar los hábi-
tos en su uso. El mundo no dirime, el significado no tiene que ver con re-
ferentes, sino únicamente con la dimensión pragmática del mismo que se
modela modificando los hábitos, creando otros nuevos. Perder el hábito
de usar ciertas palabras, ciertas expresiones, y generar el hábito de usar otras
nuevas. Lo que afirma en esta cita es la capacidad del lenguaje no sólo pa-
ra modelar los hechos según interese más, sino también modelarlos para
que aparezcan buenos o malos, con importancia o sin ella, útiles o inúti-
les. Es decir, el poder del lenguaje por medio de la redescripción no sólo
irrumpe en el ámbito teórico, y deja sin lugar a la verdad, sino que se le
otorga poder en el ámbito del juicio moral. Habrá que preguntarle a Rorty
cuáles son los límites que le pone. En la parte siguiente, veremos cómo el
sufrimiento humano y la capacidad de cada ser humano para identificar-
se con los detalles de sufrimiento de la vidas de los otros no son disueltos
en redescripciones, por el contrario, serán la base de su propuesta moral.
4. COMPASIÓN Y SOLIDARIDAD
34
Contingencia, Ironía y Solidaridad, p. 11.
35
Rorty dedica dos capítulos de su libro Contingencia, Ironía y Solidaridad a estudiar
estos sentimientos en las novelas de Nabokov y Orwell.
134
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
36
Cristina Alberdi publicó un artículo defendiendo esta posición haciéndose eco de
la declaración vaticana que considera la prostitución «como una forma de esclavitud mo-
135
PENSAR LA COMPASIÓN
derna, un acto de violencia contra las mujeres, una ofensa a su dignidad y una grave vio-
lación a los derechos humanos» («Prostitución», en Autogestión, Movimiento Cultural
Cristiano, diciembre-enero 2005-2006).
136
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
37
Sobre la compasión en Rousseau y Kant puede verse el excelente artículo que con
este título publicó Alicia Villar en: Revista Portuguesa de Filosofía 61 (2005) 559-577.
38
Es el título de la versión española editado por Paidós del ensayo: «Hope in Place
of Knowledge: A version of pragmatism», en R. RORTY, Philosophy and Social Hope, Lon-
don: Penguin Books, 1999, pp. 23-92.
137
PENSAR LA COMPASIÓN
4.3. La solidaridad
39
El libro de esta autora citado por Rorty es: A. BAIER, Postures of Mind, Mennea-
polis: University of Minesota Press, 1985.
40
Rorty en su comentario cita el libro de W. SELLARS, Science and Metaphisics, p. 222,
en Contingencia, Ironía y Solidaridad, p. 208, n. 1.
138
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
41
El término compasión, empleado por otros autores que asumen planteamientos
cercanos al expuesto en relación a la crueldad (cf. ensayo de Alicia Villar en este volu-
men), no es empleado por Rorty.
139
PENSAR LA COMPASIÓN
140
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
42
Contingencia, Ironía y Soliaridad, p. 210.
43
Es decir, podemos tener intenciones que se expresen del modo: «Todos nosotros
queremos…», en contraposición con intenciones meramente subjetivas que se expresen
como: «Yo quiero…». La idea fundamental de Sellars es que en la diferencia entre el acuer-
do intersubjetivo real o virtual entre un grupo de interlocutores, y la emoción particular
individual o grupal radica precisamente la diferencia entre lo que Kant llamó «obligación
moral» y «benevolencia». No es preciso apelar a la razón como componente esencial de
los seres humanos, cuyo reconocimiento explicaría la solidaridad en la concepción kan-
tiana, basta apelar al acuerdo intersubjetivo entre un grupo de interlocutores para dar
cuenta de ésta, distinguiéndola de ese modo de lo que es una mera emoción individual,
que se correspondería con el nivel otorgado por Kant a la «benevolencia».
44
Contingencia, Ironía y Solidaridad, p. 212.
141
PENSAR LA COMPASIÓN
45
Así entendido, permitirá concebir la filosofía al servicio de la política democráti-
ca, la filosofía sería una contribución al intento que Rawls llama el «equilibrio reflexivo»
entre nuestras reacciones instintivas a los problemas contemporáneos y los principios ge-
nerales en los que nos hemos asentado.
142
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
el aspecto privado, hay también muchas cosas que son igualmente di-
fíciles de poner en duda: el amor o el odio que experimentamos hacia
alguien… Y la existencia de esos dos aspectos genera obligaciones mo-
rales encontradas que generan dilemas que nunca se resolverán, en-
tiende Rorty, acudiendo a otro conjunto más elevado de obligaciones
que un tribunal filosófico pueda descubrir y aplicar. Lo único que po-
demos hacer, en su opinión, es trabajar con el léxico último de que dis-
ponemos, manteniendo, entretanto, los oídos atentos a los indicios
que señalen el modo de ampliarlo o de revisarlo. Es decir, la arena que
nos proporciona la salida de los dilemas es el lenguaje, trabajar con el
léxico.
Se da también otra situación que puede provocar otro tipo de dilema
relevante, como la de sustituir las viejas instituciones por otras nuevas, la
de cambiar una ley por otra, de modo acorde a las nuevas cotas de con-
ciencia moral lograda ante las situaciones sociales. Para resolver este di-
lema lo que procede a juicio de nuestro autor, es «pedir a quienes lo pro-
ponen que privaticen sus proyectos» 46, lo cual significa que superen la
amenaza del dilema subordinando la sublimidad de lo que buscan, al de-
seo de evitar la crueldad y el dolor.
46
Cf. Contingencia, Ironía y Solidaridad, p. 216.
143
PENSAR LA COMPASIÓN
47
Ibid., p. 212.
144
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
Hasta aquí hemos dado cuenta de los tres vectores que caracterizan
la solidaridad en nuestra lectura de Rorty. Pues bien, en este marco en
el que el principio de moralidad se asienta sobre los sentimientos de
compasión y el imperativo «evitar la crueldad», en el que el «nosotros»
es la categoría fundamental para sustituir el universalismo moral, y en
el que el lenguaje es la arena de la decisión moral, la solidaridad apare-
ce como un dinamismo generado por la duda ironista que sospecha del
círculo que abarca el «nosotros» en cada tiempo y tiende a agrandarlo,
el dinamismo de la historia contada como progreso. Un progreso que se
centra en contar las historias del pasado mostrando que cada «nosotros»
vinculado a ellas se ha hecho más grande en las historias siguientes. La
solidaridad es así un proceso del que todos los seres humanos pueden
participar porque todos estamos dotados de la capacidad de sufrir y re-
conocer el sufrimiento en los otros. Es la dinámica de la compasión en
esta forma negativa de evitar el sufrimiento provocado por los actos de
crueldad y de humillación, la que hace emerger la solidaridad en la his-
toria humana.
La solidaridad en la obra de Rorty juega un papel fundamental, pues
a ella reduce la objetividad. La ciencia misma es a su juicio una expre-
sión de la solidaridad en cuanto que ejemplifica paradigmáticamente el
acuerdo no forzado, el acuerdo entre quienes se consideran iguales y, por
tanto, no caben las relaciones de humillación entre los miembros de las
comunidades científicas. Varios escritos están dedicados a plantear di-
rectamente la contraposición de objetividad y solidaridad 48. Los prag-
matistas, dirá Rorty, no necesitan ni de una metafísica ni de una episte-
mología, pues ven la Verdad al modo de William James, es decir, verdad
es aquello que para nosotros es bueno creer. La comunidad democrática
48
Por ejemplo, sus ensayos ya citados: «¿Solidaridad u objetividad?» y «La ciencia co-
mo solidaridad».
145
PENSAR LA COMPASIÓN
49
«Trotsky y las orquídeas silvestres», en R. RORTY, Pragmatismo y Política, Barcelo-
na: Paidós, 1998, p. 47 (trad. de R. del Águila).
50
Ver «Solidaridad u objetividad», p. 27.
51
El libro más significativo de esta autora es J. N. SHKLAR, Ordinary Vices, Harvard:
University Press, 1984. Las referencias a Montaigne y Montesquieu pueden verse en su
artículo: «Putting Cruelty First», en Dedalus, 111:3, verano 1982, pp. 17-28.
52
Cf. o.c., p. 9. Puede verse M. DE MONTAIGNE, Ensayos I, II, Madrid: Cátedra, 1985,
p. 122 (trad. de M.ª D. Picazo y A. Montojo).
146
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
53
Ver nota 10.
147
PENSAR LA COMPASIÓN
54
Un ejemplo de Rorty es el de renombrar a un niño sus juguetes como basura.
148
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
55
R. RORTY (1991*), p. 102. En una nota matiza que su afirmación no está en con-
tinuidad con la doctrina pragmatismo de Pierce: «Esto no equivale a decir que “verdade-
ro” pueda definirse como “aquello en lo que se creerá al final de una investigación”».
149
PENSAR LA COMPASIÓN
56
Contingencia Ironía y Solidaridad, p. 102.
57
Ibid., p. 103.
58
Se cuida Rorty de diferenciar entre cultura historicista y nominalista, y la cultura
ironista. La primera es suficiente para disolver o resolver los problemas planteados por la
dicotomía entre vida privada y pública surgidos de la elección del principio de «no ser
150
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
6. REFLEXIÓN CRÍTICA
6.1. El precio
cruel» como primer principio de summum malum. No es necesario proponer una retórica
pública ironista y además no es conveniente: «Pero aun cuando tenga razón al pensar que
una cultura liberal cuya retórica pública sea nominalista e historicista, es tan posible co-
mo deseable, no puedo añadir a ello la afirmación de que podría o debería ser una cultu-
ra cuya retórica pública sea ironista. No puedo imaginar una cultura que socialice a sus
jóvenes de forma tal que les haga dudar continuamente acerca del propio proceso de so-
cialización de que son objeto. Parece ser inherente a la ironía constituirse en una cuestión
privada. (…) Los ironistas tienen que tener algo de lo cual dudar, de lo cual sentirse alie-
nados» (Contingencia, Ironía y Solidaridad, p. 105).
151
PENSAR LA COMPASIÓN
152
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
153
PENSAR LA COMPASIÓN
eso no se da. Y por ello, aunque la sensibilidad esté muy afectada y se tra-
te de evitar la crueldad con los «ellos», no fácilmente serán incluidos en
el «nosotros». La historia, ni la lejana ni la reciente, ni siquiera el presen-
te, nos animan a movernos en ese grado de optimismo.
59
Véase mi reflexión al respecto: C. CAÑÓN, «Pensar la Ciencia en la Posmoderni-
dad», en Homenaje a Julio Ramos Regueira, Salamanca: Publicaciones de la UPSA, 2006.
154
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
60
Cf. BENEDICTO XVI, Deus Charitas est, 2006.
61
«I Cor 13 es igualmente un texto útil tanto para gentes religiosas como Vattimo,
cuyo sentido de lo que trasciende nuestra condición presente está ligada a un sentimien-
to de dependencia, como para personas no religiosas como yo mismo, para quienes este
sentido consiste simplemente en la esperanza de un futuro humano mejor. La diferencia
entre estos dos tipos de personas está entre la injustificable gratitud y la injustificable es-
peranza. No es una cuestión de conflicto entre lo que realmente existe y lo que no» [pá-
rrafo final de «Anticlericalismo y ateísmo», en S. ZABALA (Edt.), The Future of Religión,
New York: Columbia University Press, 2005, p. 40].
155
PENSAR LA COMPASIÓN
¿Qué alcance práctico se sigue del carácter de virtud pública que Rorty
otorga —sin nombrarla— a la compasión?
Al comienzo del apartado anterior de este estudio señalé dos aspec-
tos derivados del planteamiento rortyano, a mi entender fundamentales
para dinamizar la sociedad en línea de progreso moral. Uno es el deri-
vado de la convicción compartida de que evitar la crueldad es exigible
éticamente tanto en los comportamientos privados como en los públi-
cos. El otro se sigue de la constatación de la capacidad humana para iden-
tificarnos con los rostros sufrientes y las zonas dolorosas de la vida de los
otros, es decir, de la capacidad de cada uno para experimentar senti-
mientos de compasión. A este aspecto le hacíamos corresponder la pro-
moción de una educación de los sentimientos compasivos y la acción po-
lítica de dar forma institucional a las acciones solidarias que hacen
operativos aquellos sentimientos.
También quiero destacar que el planteamiento rortyano de apelar a
la sensibilidad y la compasión, y no a la razón para concitar al compro-
miso solidario que agranda el «nosotros», tiene un eco especialmente sig-
nificativo en nuestra sociedad de la imagen. Lo vivimos ante las grandes
catástrofes, los atentados terroristas, las desgracias retransmitidas por la
TV. Pero si bien esta apoyatura se muestra fugaz para los individuos ais-
lados que no podríamos retener como alimento diario tanta desgracia,
no es tan fugaz para las colectividades de individuos que se unen y cre-
an organizaciones e instituciones con fines solidarios. El paisaje de la so-
ciedad civil ha cambiado notoriamente y son ya cotidianos lenguajes y
comportamientos solidarios fruto de una sensibilidad compasiva pro-
movida por las ONG y algunos medios de comunicación, los cuales es-
tán jugando un papel importante en la promoción de una educación, ge-
nérica aún, de estos sentimientos.
Y así podrían señalarse otros aspectos que evidencian hasta qué pun-
to el pensamiento de Rorty expresa una buena dosis de los ingredientes
156
LA COMPASIÓN: VIRTUD PÚBLICA EN UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
7. BIBLIOGRAFÍA
157
PENSAR LA COMPASIÓN
158
REFLEXIONES
TÍTULO DEL CAPÍTULO
CAPÍTULO 4
DEFENSA DE LA PERSPECTIVA
FENOMENOLÓGICA EN EL ANÁLISIS
DEL DOLOR
Agustín Serrano de Haro
Instituto de Filosofía
CSIC
161
PENSAR LA COMPASIÓN
1
Hay una magnífica traducción española de FERNANDO VELA: Madrid, Revista de
Occidente, 1958. Para la problemática aquí en cuestión, vid. pp. 28-38.
2
M. GARCÍA-BARÓ, Del dolor, la verdad y el bien, Salamanca: Sígueme, 2006,
pp. 40-48.
162
DEFENSA DE LA PERSPECTIVA FENOMENOLÓGICA EN EL ANÁLISIS DEL DOLOR
163
PENSAR LA COMPASIÓN
3
Würzburg: Könighausen & Neumann, 2006.
164
DEFENSA DE LA PERSPECTIVA FENOMENOLÓGICA EN EL ANÁLISIS DEL DOLOR
165
PENSAR LA COMPASIÓN
166
DEFENSA DE LA PERSPECTIVA FENOMENOLÓGICA EN EL ANÁLISIS DEL DOLOR
167
PENSAR LA COMPASIÓN
168
DEFENSA DE LA PERSPECTIVA FENOMENOLÓGICA EN EL ANÁLISIS DEL DOLOR
4
La traducción es mía, de la edición de G. E. M. Anscombe, Oxford/Malden:
Blackwell, 1997.
169
PENSAR LA COMPASIÓN
170
DEFENSA DE LA PERSPECTIVA FENOMENOLÓGICA EN EL ANÁLISIS DEL DOLOR
no puede serlo ninguna figura espacial extensa que admita exhibición in-
tersubjetiva, que se ofrezca en múltiples perspectivas, que se descom-
ponga en partes fragmentarias. Esta meditación podría incluso prolon-
garse en el sentido de que el cuerpo vivido es a la vez el paciente y el
agente del padecimiento físico, en una forma peculiar de autoafección;
pues es la propia carne afligida la que desde su propia tejido despliega la
contrariedad repulsiva o agresiva del dolor; es ella en su propia textura la
que acoge pero también es ella, desde su propia textura, la que descarga
e inflige la afección, al punto de que el núcleo descriptivo del dolor res-
pondería a la vez a las categorías aristotélicas de acción y pasión, golpe
padecido que es de consuno el golpe asestado. Pero esta tesis más difícil,
que por cierto desarrolla Elaine Scarry en su extraordinaria obra Body in
Pain con completa independencia de toda filiación filosófica de escue-
la 5, no debe apartarnos de la comprobación más elemental de que el cuer-
po vivido forma parte esencial de la inmanencia de conciencia: él es una
dimensión irreductible de la experiencia de mundo dada en radical pri-
mera persona y susceptible de mostración eidética.
La llamativa peculiaridad de la ontología descriptiva de la fenome-
nología trascendental se revela finalmente también en el detalle de que
la localización esencial del dolor en el cuerpo vivido es compatible con
la incidencia directa e inmediata del dolor sobre el yo. La aflicción del
cuerpo accede de inmediato al yo y es sufrida de lleno por él, y en el ca-
so del dolor intenso prolongado, de algún modo asalta y asola al yo. No
hay, pues, mediación del cuerpo al yo, o doble mediación de la parte vi-
vida del cuerpo al cuerpo unitario y de éste al yo, como pretendía Sche-
ler. Y es inadecuado asimismo tematizar el yo al modo de Ortega, a tra-
vés de la oposición alma-espíritu, como juez que pondera el afecto y emite
una sentencia sobre él, o bien como capitán que lo disciplina o especta-
dor que lo contempla, pues antes de todas estas posibilidades el yo ha si-
do vulnerado por el dolor y en su cuerpo consciente es la víctima de él.
Y también es derivado por tanto conjeturar al modo de Wittgenstein que
la atribución al yo proviene de que es el yo, no la mano, la que expresa
dolor, y es a los ojos del otro a quien la mirada compasiva atiende. El he-
cho inmanente es, de modo más sencillo y primario, que el dolor «inte-
resa» al yo en un sentido del término muy próximo al uso médico-qui-
rúrgico en que el desgarro de la lesión se dice que «interesa» a un músculo
o a una arteria. Es decir, afecta al yo en persona, le incumbe, le toca a él,
5
Oxford University Press, 1985.
171
PENSAR LA COMPASIÓN
172
DOLOR DE MUCHOS, DOLOR DE UNO
CAPÍTULO 5
DOLOR DE MUCHOS,
DOLOR DE UNO
Juan José García Norro
Facultad de Filosofía
Universidad Complutense
1
J. L. BORGES, «Otras inquisiciones», en Obras completas, vol. I, Barcelona: RBA,
2006, p. 763 (ed. orig., 1952).
173
PENSAR LA COMPASIÓN
2
Por supuesto que, en este punto, Lewis no se encuentra sin compañía. No es nece-
sario y la piedad lo desaconseja señalar a muchos de los que le acompañan en este error.
3
«We must never make the problem of pain worse than it is». C.S. LEWIS, The Pro-
blem of Pain, London: Harpers Collins, 2002, p. 116 (ed. orig., 1940).
4
«Unimaginable sum of human misery». Ibíd.
174
DOLOR DE MUCHOS, DOLOR DE UNO
5
Sumamente interesante sería preguntarnos si cabe una captación directa del dolor
ajeno, que vaya más allá de la mera inferencia a partir de palabras y gestos, y si ese cono-
cimiento (empático) no precisa de un condolernos de ese dolor y, por consiguiente, de un
experimentar como propio, a la vez, un dolor, aunque naturalmente no el mismo dolor.
Hablo de aprehensión directa del dolor ajeno porque me parece evidente que puedo sa-
ber que alguien padece un determinado dolor mediante un razonamiento y este conoci-
miento indirecto del dolor ajeno obviamente no supone un experimentar el dolor de la
condolencia en nosotros. No importa aquí en qué medida puedo estar seguro de que mi
razonamiento me dé a conocer verdaderamente el dolor de otro.
175
PENSAR LA COMPASIÓN
6
«Suppose that I have a toothache of intensity x and suppose that you, who are sea-
ted beside me, also begin to have a toothache of intensity x. You may say, if you choose,
say that the total amount of pain in the room is now 2x. But you must remember that no
one is suffering 2x: search all time and all space and you will not find that composite pain
in anyone’s consciousness. There is no such thing as a sum of suffering, for no one suf-
176
DOLOR DE MUCHOS, DOLOR DE UNO
fers it. When we have reached the maximum that a single person can suffer, we have, no
doubt, reached something very horrible, but we have reached all the suffering there ever can
be in the universe. The addition of a million fellow sufferers adds no more pain» (LEWIS,
o.c., pp. 116-117).
7
«If you starve to death you experience all the starvation that ever has been or ever
can be. If ten thousand other women starve to death with you, their suffering is not in-
creased by a single pang: their share in your fate does not make you ten thousand times
as hungry, not prolong your suffering ten thousand times. Therefore do not be oppres-
sed by “the frightful sum of human suffering”: there is no sum (…) Poverty and pain are
not cumulative» [B. SHAW, The Intelligent Woman’s Guide to Socialism, Capitalism, Sovie-
tism & Fascism, Harmondsworth: Penguin Books, 1982, p. 493 (1.ª ed., 1928)].
8
«What you yourself can suffer is the utmost that can be suffered on earth» (Ibíd.).
9
«If you can stand the suffering of one person you can fortify yourself with the re-
flection that the suffering of a million is no worse» (Ibíd.).
177
PENSAR LA COMPASIÓN
10
Max Scheler expone los axiomas que relacionan el valor con el ser y reconoce que
en parte fueron descubiertos por Franz Brentano. Cf. MAX SCHELER, «Der formalismus
in der Ethik und die materiale Wertethik», en Gesammelte Werke, vol. 10, Bern/Mün-
chen: Francke Verlag, 1980, pp. 48 y 100 (ed. orig. de 1913/1916).
178
DOLOR DE MUCHOS, DOLOR DE UNO
179
PENSAR LA COMPASIÓN
sonas posible carece enteramente de sentido si, por las mismas razones
que el dolor, el placer de uno no es mejor que el placer de muchos.
Posiblemente esta extraña tesis subyace a la también paradójica afir-
mación epicúrea de que una vida breve contiene tanto placer como una
vida larga. Desde la perspectiva del hedonismo egoísta, una larga vida
placentera (siempre que se entienda por placer algo más que la mera au-
sencia de dolor) no contiene más placer que una vida placentera corta 11
ya que el placer es siempre el del momento dado, el de instante actual, y
no pueden sumarse placeres que no se dan simultáneamente a la misma
conciencia, como no admiten tampoco los dolores de conciencias dife-
rentes reunirse en un solo.
Comenzaba citando a Borges. El fabulador argentino aporta, como
prueba de su apotegma de que el dolor colectivo no supera al dolor in-
dividual, un pasaje de la Misná que parafrasea de este modo, intercalan-
do sus propios comentarios: «para la Justicia de Dios, el que mata a un
solo hombre, destruye el mundo; si no hay pluralidad, el que aniquilara
a todos los hombres no sería más culpable que el primitivo y solitario
Caín, lo cual es ortodoxo, ni más universal en la destrucción, lo cual pue-
de ser mágico» 12.
Si no se aceptasen ciertas licencias literarias, las palabras borgianas ra-
yarían la blasfemia. La Misná, en su cuarto orden, que trata de los nese-
quín, para mostrar la monstruosidad del homicidio dice: «Por eso fue crea-
do el hombre solo, para enseñarte que todo aquel que destruyese una sola
vida en Israel, la Escritura se lo computará como si hubiera destruido to-
do un mundo y todo aquel que deje subsistir a una persona en Israel, la Es-
critura se lo computará como si dejase subsistir a un mundo entero».
Es impío inferir de aquí que matar a diez mil no es peor que matar a
uno solo. Naturalmente que en cierto modo no lo es, ya que el asesina-
to de una sola persona es el abismo del mal, porque, como nos recuerda
el texto rabínico, el universo entero fue creado para él; sin embargo, en
otro sentido, en absoluto negado en la Misná, es mucho peor la muerte
violenta de diez mil que la de uno.
El dolor de tantos y tantos, nunca reducible al dolor propio, sigue cla-
mando y exigiendo nuestra compasión y nuestra solidaridad. No permi-
ta Dios que seamos siempre sordos a él.
11
Por una razón similar por la que una larga vida dolorosa no contiene más dolor que
otra vida igualmente dolorosa pero más breve.
12
BORGES (2006), p. 763.
180
CAPÍTULO 6
181
PENSAR LA COMPASIÓN
rer ser? ¿Es un poder ser? Parece que nadie en su sano juicio afirmaría na-
da así. Entonces, ¿se corresponde víctima con ser? ¿O es la víctima algo
más allá o más acá del ser?
No se puede admitir —¡o quizá no se deba!— que ser víctima sea
una posibilidad del ser que esté ahí para mí como lo puede estar cual-
quier atribución posible del ser. Ser víctima no es una posibilidad de la
existencia humana; no es una actualización de un poder ser. La exis-
tencia no es vivida a la luz de esta posibilidad; ni siquiera está puesta
en el horizonte de una vida humana plena. Más bien, ser víctima está
referido a una im-posibilidad o a una ruptura en la existencia o de la
existencia.
Por eso reconocer a alguien como víctima aparece como una tarea
abismática: ¿cómo reconocer a alguien en su imposibilidad de ser? Qui-
zá reconocer no sea el modo más propio de captar a la víctima. Es pro-
bable que en el reconocimiento la víctima no aparezca como tal, sino que
su aparición sea sólo una determinación del que reconoce.
No hay simetría posible entre la víctima y yo. Por eso el diálogo en-
tre nosotros es casi imposible. Más bien, la víctima enseña; incluso vie-
ne con violencia. Pero, ¿qué enseña? ¿Nos da una lección edificante? ¿Nos
enseña lo que no debemos hacer —como si fuera necesario que existie-
ran víctimas para saber lo que no se debe hacer—?
La víctima aparece en una ambigüedad obsesiva. Quisiera que su con-
dición de víctima desapareciera porque está tejida con la trama de un mal
realizado que ha dejado una huella visible en su cuerpo espiritual. Pero
esta condición cosida a la víctima parece imborrable. Y lo que es peor:
hacer desaparecer su condición de víctima es hacerle desaparecer a él. Sin
embargo, dejarle en su condición de víctima es sumirle en la desespera-
ción, es como decirle: «Es todo lo que podemos decir de ti…». En algún
sentido, es dejarle injustificado y esto es no hacer justicia. Pero esta jus-
ticia, ¿está en la misma dimensión que la acogida de la condición de víc-
tima?
Por otro lado, siempre llego tarde a la víctima, siempre llego cuando
ya lo es. La víctima cancela mis poderes. Jamás me puedo anticipar, ella
aparece cuando ya es; por eso no es una posibilidad del ser.
Quizá deba escribir, entonces, la in-condición de víctima. La condi-
ción de víctima instala un «si soy víctima entonces…»; «como soy vícti-
ma, entonces…». Pero esto es aceptar que es un predicado posible de un
sujeto o una hipótesis posible en la cual me podría yo mismo poner. Y
no es así: no hay empatía posible con la víctima. Cuando pienso que com-
prendo lo que está siendo, esa misma comprensión me pone a infinita
182
BREVE MEDITACIÓN FILOSÓFICA SOBRE LA VÍCTIMA
1
¿Por esto Cristo, al decir de Pablo de Tarso, fue elevado sobre todo nombre, por-
que se vació plenamente de sí mismo hasta la incondición? (Flp 2, 6-11).
183
PENSAR LA COMPASIÓN
184
BREVE MEDITACIÓN FILOSÓFICA SOBRE LA VÍCTIMA
185
AMOR, GENEROSIDAD Y PIEDAD EN LAS PASIONES DEL ALMA
CAPÍTULO 7
1. INTRODUCCIÓN
1
Carta de Descartes a Isabel de Bohemia de mayo o junio de 1645 (no conocemos
la fecha exacta). AT IV, 380. Esta carta es respuesta de la enviada por la princesa al filó-
sofo a 24 de mayo de ese mismo año, tras una serie de misivas en las que se trata sobre
los males «psicosomáticos» que afectan a la princesa.
2
Carta de Descartes a Isabel de Bohemia de 18 de mayo de 1645. AT IV, 375. Re-
sulta de especial interés la crítica que el filósofo ofrece en esta correspondencia a los es-
toicos y a la incorrecta interpretación que estos exponen sobre la satisfacción o placer de-
fendido por los epicúreos, tomando claro partido por estos últimos tras exponer una
187
PENSAR LA COMPASIÓN
188
AMOR, GENEROSIDAD Y PIEDAD EN LAS PASIONES DEL ALMA
5
Esta definición aparece ya expuesta en la correspondencia del filósofo. Cf. Carta a
Chanut de 1 de febrero de 1647, AT IV, 178.
6
Cf. AT XI, PA, 79.
189
PENSAR LA COMPASIÓN
7
AT XI, PA, 80.
8
AT XI, PA, 81.
190
AMOR, GENEROSIDAD Y PIEDAD EN LAS PASIONES DEL ALMA
9
Hemos de subrayar que el amor benevolente incita a desear «el bien para lo que se
ama». Debemos, por tanto, puntualizar que el deseo prohibido para las relaciones amo-
rosas correctas es específicamente el deseo de posesión del otro. El deseo del bien para el
amado es el mismo deseo de virtud, de autoncontrol que tiene el hombre sabio o gene-
roso para sí. Resulta de especial interés la reflexión que hace Alexandre Matheron sobre
este bien deseado para el otro y sobre el bien que el amado nos aporta, que se resuelve en
una apropiación de su puissance, de su autocontrol. Sería una especie de apropiación «por
poderes» (par procuration) y que en ningún caso consiste el posesión del ser del otro. Cf.
A. MATHERON, «Amour, digestion et puissance selon Descartes», en Revue philosophique
de la France et de l’étranger, 178, 1988, pp. 447-455.
10
Cf. AT XI, PA, 81.
11
Algunas de las expresiones utilizadas son: chose aimée, objets convenables, quelque
objet. Cf. AT XI, PA, 56, 79, 80, 81 y 82.
191
PENSAR LA COMPASIÓN
12
AT XI, PA, 81.
13
AT XI, PA, 83. En la carta a Chanut de 1 de febrero de 1647 Descartes abre la
posibilidad de una amistad superior en la que el amigo puede estimar más al otro que a
uno mismo, presentando una especie de devoción por él. AT IV, 178.
14
AT XI, PA, 49.
192
AMOR, GENEROSIDAD Y PIEDAD EN LAS PASIONES DEL ALMA
15
Esta idea del uso político de la devoción, de someterse voluntariamente a los de-
signios del gobernante, presenta proximidad con las ideas de Justo Lipsio, neoestoico
ideólogo del ejército holandés de Mauricio de Nassau contra el imperio español, del que
el filósofo francés formó parte en su juventud. La constancia, según Lipsio, es la virtud
estoica a alcanzar, como medio de evitar las turbaciones interiores en tiempos de revuel-
ta social y política. Para un análisis más detallado sobre esta concepción de Lipsio, cf. R.
BODEI, Una geometría de las pasiones, México: FCE, 1995, pp. 223-237. Descartes expo-
ne esta aplicación política de la devoción junto a la idea del amor de Dios en la carta a
Chanut de 1 de febrero de 1647, AT IV, 178. Hemos de subrayar que al igual que en el
caso del amor hacia cosas o hacia hombres el amor a Dios tiene un marcado carácter pa-
sional, es la pasión más «arrolladora» (ravissante) que se excita a partir del acto de imagi-
narnos parte de la totalidad creada por la inteligencia divina concibiéndole como una res
cogitans, igual que amamos al semejante en tanto que ser pensante. Imaginar esa inteli-
gencia perfectísima también nos puede conducir a un amor concupiscente hacia Dios, al
considerar que en tanto que sujetos pensantes nuestra potencialidad intelectiva puede al-
canzar su perfección. Entonces el amor a Dios se convierte en vicioso y se transforma en
«amor a la divinidad».
16
En este concepto cartesiano de amistad hemos de subrayar la presencia del estoi-
cismo romano. En el contexto general del rechazo a las pasiones, este estoicismo niega el
carácter positivo del amor en cuanto que es una pasión primitiva, mientras que acepta la
amistad como un tipo de amor-virtud, en la medida en que el otro, el amigo, es parte en
el proceso de apropiación u oikeiosis, considerándolo un valiosísimo instrumento en esa
unión con la totalidad, que es el fin último de la vida del sabio. La amistad cartesiana no
tiene como referencia definitiva al otro, sino a la generosidad, que es el más alto grado de
estima, la que uno se tiene a sí mismo.
17
Descartes con esta concepción de la amistad parece reproducir la idea de Cicerón:
«La naturaleza nos ha dado la amistad como auxiliar de la virtud», es más, la naturaleza
necesita de la amistad para que el sabio alcance su objetivo «para que la virtud, como a
solas no sería capaz de alcanzar el sumo bien, pueda hacerlo íntimamente unida y aso-
193
PENSAR LA COMPASIÓN
ciada con la otra», por lo cual «debe ser considerada como la mejor y más feliz compañe-
ra de viaje para esa persona hasta el sumo bien de la naturaleza». CICERÓN, Sobre la amis-
tad, XII.
18
AT XI, PA, 83.
19
AT XI, PA, 152.
20
Ídem.
194
AMOR, GENEROSIDAD Y PIEDAD EN LAS PASIONES DEL ALMA
21
AT XI, PA, 53.
22
AT XI, PA, 154.
23
AT XI, PA, 156.
195
PENSAR LA COMPASIÓN
24
AT XI, PA, 161.
25
Cf. ARISTÓTELES, Retórica, II, 8.
26
AT XI, PA, 186.
27
AT XI, PA, 187.
196
AMOR, GENEROSIDAD Y PIEDAD EN LAS PASIONES DEL ALMA
28
Ídem.
29
Volviendo de nuevo al estoicismo hallamos que esta asociación no es netamente
cartesiana, pues podemos encontrar ya en la primera Estoa una conjunción de la triste-
za (lype), con lo que en latín traducimos como «misericordia» (éleos). Fragmentos de Es-
tobeo o de Diógenes Laercio nos muestran la definición dada por Zenón sobre la mise-
ricordia. En ambos casos, la tristeza forma parte de la definición de misericordia Cf. SVF
III 394 y 412. En el estoicismo romano encontramos definida la misericordia como un
vitium animi o morbus animi, heredando la perspectiva de los primeros estoicos. Lac-
tancio nos dice que Zenón consideró la misercordia entre las enfermedades y vicios del
alma. SVF I, 213. Cicerón nos transmite, igualmente, esta consideración zenoniana. Y
Séneca la recoge en su obra Sobre la clemencia, exponiendo igualmente que la misericor-
dia, lejos de ser virtud, es una enfermedad del alma y queda unida, como en Descartes,
a la tristeza, con lo cual el hombre sabio debe huir de ella. Cf. De clementia 2, 4.SVF,
III, 452.
197
PENSAR LA COMPASIÓN
fren la piedad de manera errónea, sino que la perciben así porque «están
sometidos a las adversidades de la fortuna», consideran que la alegría y
tranquilidad del ánimo depende de algo distinto de sí.
«(…) el principal objeto de la piedad de los hombres más gran-
des es la pusilanimidad de los que ven quejarse, porque no creen que
ningún accidente que pueda ocurrir sea un mal tan grande como es
la cobardía de quienes no pueden sufrirlo con constancia» 30.
30
AT XI, PA, 187.
31
Séneca nos dice en una de sus epístolas: «Es menester, por lo tanto, regularlo to-
do según la razón. Y no existe nada más necio que pretender darse fama de triste y ala-
barse de las lágrimas, pues, a mi parecer el sabio permite a unas que caigan mientras otras
brotan por sí mismas. Te indicaré la diferencia. Cuando nos hiere la primera nueva de
una muerte sentida, cuando nos abrazamos a aquel cuerpo que tiene que pasar de nues-
tras manos a las llamas, una necesidad natural nos hace verter las lágrimas, y los suspiros
impulsados por el golpe del dolor maltratan, tal como hacen con todo el cuerpo, también
los ojos, en los cuales oprimen y hacen brotar las lágrimas (…) Lo que nosotros prescri-
bimos es cosa honesta: cuando el sentimiento se ha evaporado, por decirlo así, vertiendo
algunas lágrimas, el alma no tiene que entregarse al dolor». SÉNECA, Epístolas morales a
Lucilo, 14, 99.
32
El mal que sufrimos no tiene entidad en sí mismo, sino que tan sólo consiste en
una «privación» (privation). Se trata de un juicio erróneo, de una idea confusa y, por tan-
to, el hombre sabio entrenado en las reglas del método nunca puede asumir para sí el mal
ajeno. Cf. Carta a Isabel de 6 de octubre de 1645. AT IV, 157.
198
AMOR, GENEROSIDAD Y PIEDAD EN LAS PASIONES DEL ALMA
4. CONCLUSIÓN
33
AT XI, PA, 192.
199
PENSAR LA COMPASIÓN
5. BIBLIOGRAFÍA
Fuentes:
De Descartes:
DESCARTES, R. (1996): Oeuvres, publiées par Charles Adam & Paul Tannery,
Paris: Vrin.
— (1997): Pasiones del alma, trad. de J. A. Martínez y P. Andrade, Madrid:
Tecnos.
— (1999): Correspondencia con Isabel de Bohemia y otras cartas, trad. de M. T.
Gallego, Barcelona: Alba.
— (1998): Tractat de les passions. Cartes sobre la moral, trad. de M. Costa, Ba-
celona: Edicions 62.
Otras fuentes:
CICERÓN (2002): La amistad, trad. de J. Guillén, Madrid: Trotta.
DE SALES, F. (1999): Tratado del amor de Dios, Madrid: Edibesa.
SÉNECA (1996): Diálogos, trad. de C. Condoñer, Madrid: Tecnos.
SÉNECA (1984): Epístolas morales a Lucilo, trad. de J. Bofill, Barcelona: Orbis.
VON ARNIM, J. (1964): Stoicorum veterum fragmenta, Stuttgart: Stutgardiae in
aedibus B. G. Tevbneri.
Estudios:
Sobre Descartes:
CASSIRER, E. (1997): Descartes, Corneille et Christine de Suède, Paris: Vrin.
GRIMALDI, N. (1998): Six études sur la volonté et la liberté chez Descartes, Paris:
Vrin.
KAMBOUCHNER, D. (2000): L’Homme des passions. Commentaires sur Descartes,
Paris: Albin Michel.
RODIS-LEWIS, G. (1956): La morale de Descartes, París: PUF.
— (1950): L’individualité selon Descartes, Paris, Vrin.
— (1996): Descartes: Biografía, Madrid: Península.
Otros estudios:
AA.VV. (2002): Vida, pasión y razón en los grandes filósofos, Cuenca: Ediciones
de la Universidad de Castilla-La Mancha.
ARTETA, A. (1996): La Compasión. Apología de una virtud bajo sospecha, Barce-
lona: Paidós.
BANATEANU, A. (2001): La théorie stoïcienne de l’amitie. Essai de reconstruction,
Friburgo: Editions Universitaires de Fribourg.
200
AMOR, GENEROSIDAD Y PIEDAD EN LAS PASIONES DEL ALMA
Artículos:
201
TÍTULO DEL CAPÍTULO
CAPÍTULO 8
SIMPATÍA O COMPASIÓN.
ELEMENTOS DEL ORDEN POLÍTICO
Y LA COHESIÓN SOCIAL
M.ª Fuencisla Alcón Yustas
Facultad de Derecho (ICADE)
Universidad Pontificia Comillas
1
T. HOBBES (1588-1679). En 1640 publicó Elements of Law Natural and Politic. En-
tiende que los hombres son entre sí enemigos naturales, situación que sólo superan me-
diante el Estado. Leviathan (1651).
2
B. MANDEVILLE (1670-1733). Destaca su obra, The Fable of the Bees and Public Be-
nefits. Mantuvo que los hombres sólo se mueven por impulsos egoístas, que son el motor
del progreso.
3
A. A. COOPER, conde de SHATESBURY (1671-1713). Su obra más destacada, Cha-
racteristics of Men, Manners, Opinions, Times, una recopilación de sus inscritos, está ins-
pirada en la Escuela Platónica de Cambrigde.
4
F. HUTCHESON (1694-1746). Ocupó en Glasgow la cátedra de Filosofía Moral, que
después desempeñaría SMITH. Destaca su obra System of Moral Philosophy (1755).
203
PENSAR LA COMPASIÓN
5
F. PRIETO advierte que el subtítulo de la obra de HUME —Tratado de la Naturale-
za Humana. Un intento de introducir el método experimental de razonamiento en los proble-
mas morales— es ilustrativo de las intenciones del autor: F. PRIETO, Historia de las Ideas y
de las Formas Políticas, III, Madrid: Unión Editorial, 1990, p. 309.
6
E. RADA GARCÍA, «Introducción», en Principios Matemáticos de Filosofía Natural, 1,
(ISAAC, N.). Madrid: Alianza Universidad, 1987, p. 21.
204
SIMPATÍA O COMPASIÓN
2. SIMPATÍA Y SOCIABILIDAD
7
A. SMITH (1723-1790). Profesor de Lógica y Filosofía Moral en Glasgow, renun-
ció en 1763 a la Universidad, para convertirse en el tutor del joven Duque de Buccleuch,
a quien acompañó en un viaje por Francia, donde empezó a escribir su obra más conoci-
da An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations (1776).
8
Los conceptos de «simpatía» y «empatía» han llegado a identificarse. Sin embargo,
el término «simpatía» es muy anterior al de «empatía», que fue por primera vez utilizado
por T. LIPPS (1851-1914). En cuanto al significado, la «empatía» acompaña a los senti-
mientos del otro, mientras que en la «simpatía» se comparten los sufrimientos o las ale-
grías, pero los sentimientos son los de uno mismo: Cf. L. G. WISPÉ, «Simpatía», en D. L.
SILLS (dir.), Enciclopedia de las Ciencias Sociales, t. 9, Bilbao: Aguilar, 1976, pp. 618 y 619.
9
Los estoicos utilizaron la palabra griega sympatheia, pero como señalan Raphael y
Macfie, los conceptos de «simpatía» y «espectador imparcial» de Smith son originales,
205
PENSAR LA COMPASIÓN
206
SIMPATÍA O COMPASIÓN
14
Ibid., p. 9.
15
Ibid., p. 10.
16
Ibid., p. 9.
17
Ibid., p. 8.
207
PENSAR LA COMPASIÓN
3. SIMPATÍA O COMPASIÓN
18
El primer estudioso de la doctrina de Smith, su amigo Dugald Stewart, entendió
que los términos sympathy y felow- feeling son utilizados indistintamente por Smith: «A
este principio de nuestra naturaleza que nos inclina a ponernos en las situaciones de otros
hombres y compartir con ellos las pasiones que esas situaciones tienden a provocar, el
Sr. Smith le da el nombre de sympathy o felow- feeling, palabras que él emplea como si-
nónimos: D. STEWART, «Account of the Life and Writings of Adam Smith, L. L. D.»,
en W. P. D. WIGHTUMAN, J. C. BRYCE y I. S. ROSS (ed.), Essays on Philosophical Subjects,
Oxford: Clarendon Press, 1980, p. 281.
19
A. SMTTH, The Theory of morals sentiments, o. c., p. 9.
20
Ibid.
208
SIMPATÍA O COMPASIÓN
4. BIBLIOGRAFÍA
21
La doctrina del progreso en el XVIII se expresaba, con variantes, en la idea de una
evolución por etapas. La doctrina más elaborada fue la «teoría de los cuatro estadios» for-
mulada en 1750 por dos autores, sin que hubiera entre ellos contacto alguno, el francés
Turgot y el escocés Smith. Cf. R. L. MEEK, Los orígenes de la Ciencia Social. El desarrollo
de la teoría de los cuatro estadios, Madrid: Siglo XXI, 1981.
209
PENSAR LA COMPASIÓN
SMITH, A. (1976, ed. or. 1759); RAPHAEL D. D., y MACFIE A. I. (ed.): The
Theory of Morals Sentiments, Oxford: Clarendon Press.
SPINOZA, B. (1980, ed. or. 1677): Ética, Madrid: Editora Nacional.
WIGHTUMAN, W. P. D.; BRYCE, J. C., y ROSS, I. S. (ed.) (1980): Essays on Phi-
losophical Subjects, Oxford: Clarendon Press.
210
TÍTULO DEL CAPÍTULO
CAPÍTULO 9
Martin Buber hace una distinción entre las dos palabras básicas des-
de las cuales el ser humano actúa a lo largo de su existencia. Estas dos
palabras son: Yo-Tú, Yo-Ello. En seguida expondré lo que esta distin-
ción implica, pero antes creo necesario advertir que no quiero hacer aquí
un estudio detallado del pensamiento de Buber. Si lo cito es únicamen-
te porque su peculiar manera de entender la naturaleza de la existencia
humana nos proporciona un modelo muy interesante desde el cual pen-
sar la compasión. Además, en las páginas que siguen muchas veces apa-
recerán confundidas con las tesis de Buber otras tesis que o bien las he
tomado de algún otro autor de la historia de la filosofía o bien son de mi
propia invención.
El pensamiento de Buber se halla perfectamente expuesto en su pe-
queño libro Yo y tú del año 1923. Quizá lo más interesante de esta obra
se encuentre en el modo en que son planteados los problemas. Buber no
hace un estudio epistemológico ni ontológico; no le preocupan, al menos
en primera instancia, los problemas clásicos de la filosofía. No se centra,
por ello, en definir cuáles sean los medios por los que se alcanza el cono-
cimiento ni tampoco trata de resolver las grandes cuestiones de la meta-
física. Ambas ramas de la filosofía, metafísica y epistemología, buscan
siempre remontarse a unos primeros principios que se hallan más allá de
la experiencia cotidiana del individuo. Me explico. Sean cuales sean las
conclusiones a las que lleguemos en el desarrollo de un razonamiento de
tipo metafísico o epistemológico, éstas rebasan siempre los límites de la
normal experiencia humana. No es posible resolver qué sea el ser o en qué
211
PENSAR LA COMPASIÓN
212
UNA REFLEXIÓN SOBRE LA COMPASIÓN A PARTIR DE LA FILOSOFÍA
213
PENSAR LA COMPASIÓN
214
UNA REFLEXIÓN SOBRE LA COMPASIÓN A PARTIR DE LA FILOSOFÍA
215
OTRAS PERSPECTIVAS
TÍTULO DEL CAPÍTULO
CAPÍTULO 10
PERSPECTIVA PSICOLÓGICA
DE LA COMPASIÓN
José A. García-Monge, S.J.
Facultad de Ciencias Humanas y Sociales
Universidad Pontificia Comillas de Madrid
219
PENSAR LA COMPASIÓN
2. COMPASIÓN Y CEREBRO
220
PERSPECTIVA PSICOLÓGICA DE LA COMPASIÓN
en nuestro cerebro las mismas neuronas tanto al sentir nosotros una de-
terminada emoción como al percibir que otra persona la siente. Rizzo-
latti denominó a esas neuronas «las neuronas especulares» y, según este
autor, parece que les debemos a estas neuronas el don de podernos com-
penetrar con otros humanos. Parece que los circuitos neuronales simu-
lan subliminalmente las acciones completas que observamos y este re-
flejo nos lleva a que nos identifiquemos con los otros: actor y observador
se hayan en estados neuronales muy semejantes. «Esto demuestra cuán
arraigado y profundo es eso que nos une a los demás y cuán raro resulta
concebir un yo sin un nosotros (Rizzolatti y Sinigaglia, 2006, p. 14) 1.
El circuito neural sería, según Rizzolatti y Sinigaglia: las informa-
ciones procedentes de las zonas visuales que describen las caras que ex-
presan una emoción, llegan directamente a la ínsula (una parte de la cor-
teza cerebral), donde activan un mecanismo espejo específico capaz de
identificarlas inmediatamente en sus correspondientes formatos emoti-
vos. La ínsula es el centro de este mecanismo espejo porque es la región
cortical en la que están representados los estados internos del cuerpo y
constituye un centro de integración visceromotora cuya activación pro-
voca la transformación de los inputs sensoriales en reacciones viscerales.
Sin la participación de la ínsula podríamos comprender «racionalmen-
te» la emoción pero no sentirla.
De este modo nuestras percepciones de los actos y reacciones emo-
tivas de los demás parecen ir emparejadas con un mecanismo espejo que
permite a nuestro cerebro reconocer inmediatamente todo lo que vemos,
sentimos o imaginamos que hacen los demás, pues pone en marcha las
mismas estructuras neurales (motoras o visceromotoras respectivamen-
te) responsables de nuestras acciones y emociones.
La comprensión inmediata, en primera persona, de las emociones de
los demás posibilitada por el mecanismo de las neuronas espejo, consti-
tuye el prerrequisito fundamental del comportamiento empático que sub-
yace en las relaciones interpersonales y que estructura la compasión.
Singer y Kraft (2005) 2 han demostrado que nuestro cerebro puede cons-
truir una representación de la vida psíquica de otras personas. ¿Cómo? Más
de 50 músculos del rostro relacionados con la mímica facial, reflejan la vi-
da interior de un individuo y el cerebro humano ha evolucionado para per-
1
G. RIZZOLATTI y C. SINIGAGLIA, Las neuronas espejo. Los mecanismos de la empatía
emocional, Barcelona: Paidós, 2006.
2
T. SINGER y U. KART, Empatía, mente y cerebro, marzo-abril de 2005, pp. 60-65.
221
PENSAR LA COMPASIÓN
3. APRENDIZAJE DE LA COMPASIÓN
Además de estas bases orgánicas que nos permiten, tal vez, pensar
que la compasión depende o puede depender de una intervención neu-
roquirúrgica, está lo «aprendido» en el itinerario autobiográfico de ser
compasivos o no serlo.
En este proceso hay muchas variables psicológicas:
• Familiares.
• Educativas.
• Socioculturales.
• Mensajes recibidos e internalizados.
• Religiosas.
• Grupales.
• Contactos vivenciales con el dolor, la muerte, el sufrimiento, la in-
justicia.
• Sistema de relaciones interpersonales.
• Filosofía de la vida.
• Sistema de creencias.
222
PERSPECTIVA PSICOLÓGICA DE LA COMPASIÓN
3
E. STEIN, Sobre el problema de la empatía, México: Universidad Iberoamericana,
1995.
223
PENSAR LA COMPASIÓN
El mal que provoca compasión debe ser aparente, más o menos visi-
ble. No captamos el mal mismo (físico o interno), sino sus signos exter-
nos. Por ejemplo, impasibilidad ante noticias numéricas de catástrofes.
Tanto para la simpatía como para la compasión es necesaria la proximi-
dad. Tal vez por eso el aproximarnos, el hacer prójimos nos hace, afor-
tunadamente, más compasivos.
El proceso de la compasión conlleva: primero, la percepción; segun-
do, la imaginación.
Por la imaginación nos ponemos en lugar del que sufre y nos es po-
sible hacernos cargo de lo que nosotros sentiríamos en una situación se-
mejante.
224
PERSPECTIVA PSICOLÓGICA DE LA COMPASIÓN
7. ALEGRÍA Y COMPASIÓN
8. LA COMPASIÓN SALUDABLE
4
A. ARTETA, La compasión. Apología de una virtud bajo sospecha, Barcelona: Paidos,
1996.
225
PENSAR LA COMPASIÓN
9. CONDUCTAS COMPASIVAS
226
TÍTULO DEL CAPÍTULO
CAPÍTULO 11
PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA
DE LA COMPASIÓN
Pedro José Cabrera Cabrera
Universidad Pontificia Comillas
Facultad de Ciencias Humanas y Sociales
227
PENSAR LA COMPASIÓN
228
PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA DE LA COMPASIÓN
1
Esto es, aquellos que traducidos al lenguaje común identificamos como asuntos
conflictivos y difíciles de resolver: el paro, la droga, los malos tratos, etc.
229
PENSAR LA COMPASIÓN
230
PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA DE LA COMPASIÓN
231
PENSAR LA COMPASIÓN
2
La difícil acotación de su contenido se ve reflejada en la amplia gama de denomi-
naciones que se utilizan: «Tercer Sector, Sector No Lucrativo, Sector Voluntario y Eco-
nomía Social» … (Torre, 2005:17).
232
PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA DE LA COMPASIÓN
3
Víctor Pérez Díaz y J. López daban cifras algo inferiores dos años antes, estiman-
do en 733.709 el número de voluntarios implicados en el tercer sector de acción social,
entre las que destacan los 191.000 de Cruz Roja y los casi 60.000 de Cáritas (2003:247).
233
PENSAR LA COMPASIÓN
234
PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA DE LA COMPASIÓN
235
PENSAR LA COMPASIÓN
munidades locales que intenten ayudar a los más pobres, contando con
subvenciones públicas de alcance limitado. Todo ello en un contexto de
recortes en los sistemas de protección que ha llevado a sustituir el tér-
mino welfare por el de workfare, palabra con la que apenas si se disfraza
la obligación de trabajar de los pobres a cambio de mantener la posibi-
lidad de seguir recibiendo ayudas sociales. Ayudas tan limitadas que aca-
ban funcionando como sueldos de hambre y recuerdan los lejanos tiem-
pos de la primera revolución industrial en los que había que tratar de
reducir a los trabajadores díscolos y reacios hasta forzarlos a someterse
al régimen de explotación fabril, para lo cual había que inculcarles el «há-
bito del trabajo» mediante instituciones presuntamente de carácter so-
cial como las workhouses victorianas, instituciones totales de reeducación
forzosa que vienen a ser el antecedente histórico inmediato tanto del al-
bergue para indigentes como de la cárcel para delincuentes.
Esta peligrosa dinámica vigente en los EE.UU. que tiende a sustituir
en materia de servicios sociales la «política de los derechos» por la «po-
lítica de la compasión» (así, literalmente llamada), está lejos de verse im-
plantada todavía en la Unión Europea, pero hay signos inquietantes que
hacen necesario denunciarla antes de que pueda llegar a ser asimilada por
unos cuerpos electorales integrados por votantes cada vez más sensibles
a los argumentos sobre la ineficiencia de la administración pública en
cuestiones sociales; los abusos y el mal uso que hacen los beneficiarios de
las prestaciones que reciben; el ahorro que se produciría si se fuese más
estricto o se entregara la gestión de los servicios a entidades privadas
(tengan o no ánimo de lucro), y la consiguiente reducción fiscal que to-
dos estos recortes sociales les podrían granjear. Argumentos todos ellos
bastante viejos por más que se disfracen de modernidad, ya que vienen
siendo utilizados al menos desde finales del siglo XVIII, cuando Malthus
arremetía contra las leyes de pobres por considerar que estimulaban el
crecimiento de los precios de los alimentos y desanimaban a los propios
pobres de buscar trabajo ya que eliminaban de sus conciencias el bené-
fico: «temor a la miseria».
Vemos, pues, cómo la acción voluntaria (compasiva), partiendo de un
impulso afectivo legítimo e irreprochable, acaba por ser manipulada y se
convierte en la ocasión de ahorrar en gastos sociales mientras crecen las
partidas para objetivos bélicos o para construir nuevas cárceles. En su li-
bro Actos de compasión, Robert Wuthnow recoge las palabras del respon-
sable de una ONG que señalaba: «Siempre necesitamos voluntarios, pe-
ro a veces, que el gobierno requiera voluntarios para hacer cosas, puede
236
PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA DE LA COMPASIÓN
ser una forma de escurrir el bulto porque no está dispuesto a subir los
impuestos o gravar más las grandes fortunas de este país» (1996:302). La
paradoja, por tanto, está servida, se puede apelar cínicamente a la com-
pasión de los ciudadanos para evitar dar forma institucional a la solida-
ridad organizada sobre la base del reconocimiento pleno de los derechos
sociales. Traducido a nuestro país, el llamamiento realizado en los Esta-
dos Unidos desde la presidencia según el cual, si cada parroquia, iglesia,
sinagoga o mezquita asumiese la responsabilidad de dar cobijo a un ho-
meless, el problema quedaría solucionado, tendría una potencialidad irre-
prochable desde el punto de vista cuantitativo 4. Según una reciente pu-
blicación de la Conferencia Episcopal española, en nuestro país existían
23.060 parroquias en el año 2005; ese mismo año, el INE hizo públicos
los datos de la primera encuesta a personas sin hogar realizada desde un
organismo oficial de la Administración pública española y concluyó esti-
mando que el número de personas sin hogar existentes en nuestro país a
finales de ese mismo año era de 21.900 personas, una cifra sorprenden-
temente cercana a la anterior. Así, pues, la ocasión para lanzar una pro-
puesta compasiva falaz está servida, si cada parroquia se comprometiera
a dar alojamiento a sólo una persona sin hogar, aún nos sobrarían algo
más de 1.000 parroquias (1.160 concretamente) que quedarían com-
puestas y… sin «pobre».
El hecho de que tal tipo de argumento mixtificador resulte sencilla-
mente ridículo a los ojos de un europeo cuando se plantea en toda su cru-
deza, no deja de ser esperanzador y nos indica que aún no hemos alcan-
zado niveles de estulticia política irreversibles. Sin embargo, esa propensión
difusa a criticar la agenda social y a insistir casi exclusivamente en las
propuestas de inversión en infraestructuras, en la potenciación del papel
de la sociedad civil, cuando no en el desmantelamiento literal de nues-
tro sistema de seguridad social, no dejan de resultar inquietantes en un
país como el nuestro con un importante subdesarrollo social (Navarro,
2006) que se ha incorporado tarde y mal a los regímenes de bienestar que
otros estados europeos habían tenido ocasión de organizar varias déca-
das antes y que sigue confiando, quizá excesivamente, en ese colchón de
protección (compasión) informal que ofrece la familia para aliviar y acom-
pañar las situaciones humanas más críticas y dolorosas. Un país, recor-
4
Entre los numerosos ejemplos que se hacen eco de este tipo de propuesta de política
compasiva en norteamérica puede visitarse la siguiente web: http://www.wittenburgdoor.
com/archives/lastword-198.html.
237
PENSAR LA COMPASIÓN
démoslo una vez más, cuyo gasto en protección social expresado en por-
centaje del Producto Interior Bruto se encuentra casi nueve puntos por
debajo de la media que alcanza el gasto social en la Europa de los quin-
ce (Eurostat, 2007) 5.
5
Según se recoge en el último anuario estadístico europeo publicado hace escasas se-
manas, el gasto total en protección social realizado por España en 2003 por todos los con-
ceptos, supuso el 19,7% del PIB. Para esa misma fecha, la media del gasto social en la
Europa de los quince, alcanzó el 28,1%. Países como Suecia (33,5%), Dinamarca (30,9)
o Francia (30,9) sobrepasaban ampliamente nuestra «cuota de solidaridad». De hecho,
éramos el último país en gasto social de la Europa de los quince, únicamente se situaban
por debajo de nosotros los antiguos países de la Europa del Este recién incorporados a la
UE y no todos, puesto que Chequia, Hungría, Eslovenia y Polonia superaban nuestro es-
fuerzo solidario.
238
PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA DE LA COMPASIÓN
gada e insegura, por eso mismo, cuestiona siempre el orden lógico y ra-
cional de las cosas. El orden que a menudo, desde los centros de deci-
sión, nos presentan como inamovible, cuando no perfecto. Ese orden que
en realidad es el mayor de los desórdenes… Para el statu quo, la compa-
sión es un peligro porque, en última instancia, siempre termina por ser
políticamente incorrecta. La compasión no para en barras, ni se detiene
ante nada. Si de verdad es compasión no entiende demasiado de pasado
ni de futuro, sino que se alimenta tan sólo del presente, vive el aquí y aho-
ra en plenitud, aunque conozca y sepa de sobra la historia que arrastra-
mos y esté abierta inevitablemente a la esperanza del mañana. Pero lo
cierto es que la acción compasiva no prepara por anticipado una salida
confortable que permita disponer de un refugio seguro ante la eventua-
lidad de que el conflicto estalle y se haga inevitable. La compasión, lle-
gado el caso, se desparrama y hasta se vuelve loca. De hecho, es siempre
una locura, una alteración, un estallido, una fractura, un rompimiento
amoroso y total, definitivo. Por eso es tan humana, tan propia y privati-
vamente humana. La compasión, según se mire, puede que sea un des-
perdicio. Del mismo cariz que esas «vidas desperdiciadas» de las que ha-
bla Barman (2005), las de los excluidos, seres humanos que no valen ni
para ser explotados. Puros desechos para el sistema, residuos de difícil
reciclaje. Puntos de ruptura y fealdad (acaso por eso mismo, puntos lu-
minosos) en medio de un orden de cosas establecido que se pretende di-
señado exclusivamente en beneficio de quienes son productivos, efica-
ces, ricos y hermosos.
Porque lo cierto es que, pese a todos los intentos por ocultarla, dis-
frazarla, o maquillarla, la exclusión también existe, no ha podido ser des-
terrada de este «mundo feliz». Nos acompaña y nos persigue tenaz y obs-
tinada, para sacarnos las vergüenzas de nuestra inteligencia tan ruin, de
nuestra caridad tan limitada, de nuestra acción política tan injusta y ses-
gada. El grito de los excluidos, hoy como hace dos millones de años, nos
reclama inteligencia y compasión de gran calado, no de esa otra hecha
como de juguete y de mentirijillas que no engaña sino a los niños y a los
locos, sino compasión de aquella que cuando arrasa, es capaz de llevar a
un hombre a las puertas de China a bordo de una barca, mientras sueña
con anunciar buenas noticias a un continente entero. Se necesita com-
pasión de la que entiende a fondo la enorme carga de amor que soporta
el corazón del hombre, aquella que te hace dejar tu patria y tu posición,
te pone a estudiar entre chiquillos y te lleva a pelear con reyes y papas si
es preciso, para ganar así en autonomía e independencia para el servicio.
239
PENSAR LA COMPASIÓN
5. REFERENCIAS
240
PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA DE LA COMPASIÓN
ANEXO
TOTAL EXPENDITURE ON SOCIAL PROTECTION
1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003
EU-25 (1) ......... — — — — — — — 26,9 27,1 27,4 28,0
EU-15 ............... 28,7 28,4 28,2 28,4 27,9 27,5 27,4 27,2 27,5 27,7 28,3
Euro area ........... 28,2 28,0 27,9 28,1 27,8 27,4 27,4 27,1 27,3 27,8 28,1
Belgium ............. 29,3 28,7 28,1 28,6 27,9 27,6 27,3 26,8 27,7 28,8 29,7
Czech Republic .. — — 17,2 17,6 18,6 18,6 19,3 19,6 19,5 20,2 20,1
Denmark ........... 31,5 32,5 31,9 31,2 30,1 30,0 29,8 28,9 29,2 29,9 30,9
Germany ........... 27,8 27,7 28,2 29,4 28,9 28,9 29,2 29,3 29,3 29,9 30,2
Estonia .............. — — — — — — — 14,4 13,6 13,2 13,4
Greece ............... 22,0 22,1 22,3 22,9 23,3 24,2 25,5 26,3 27,0 26,4 26,3
Spain ................. 24,0 22,8 22,1 21,9 21,2 20,6 20,3 19,6 19,4 19,6 19,7
France ............... 30,4 30,2 30,3 30,6 30,4 30,0 29,9 29,3 29,5 30,2 30,9
Ireland ............... 20,2 19,7 18,8 17,6 16,4 15,2 14,6 14,1 15,0 15,9 16,5
Italy ................... 26,4 26,0 24,8 24,8 25,5 25,0 25,2 25,2 25,6 26,1 26,4
Cyprus ............... — — — — — — — — 15,2 16,4 —
Latvia ................ — — — — — — — 15,3 14,3 13,8 13,4
Lithuania ........... — — — — — — — 15,8 14,7 14,1 13,6
Luxembourg ...... 23,3 22,9 23,7 24,1 22,8 21,7 21,7 20,3 21,3 22,6 23,8
Hungary ............ — — — — — — 20,7 19,8 19,8 20,7 21,4
Malta ................. — — 17,5 18,8 19,0 — 17,4 16,9 17,7 18,0 18,5
Netherlands ....... 32,3 31,7 30,9 30,1 29,4 28,4 28,0 27,4 26,5 27,6 28,1
Austria ............... 28,2 28,9 28,9 28,8 28,7 28,4 28,8 28,3 28,6 29,2 29,5
Poland ............... — — — — — — — 20,1 21,5 21,9 21,6
Portugal ............. 21,0 21,3 21,3 20,4 20,6 21,2 21,6 21,7 22,8 23,7 24,3
Slovenia ............. — — — 24,0 24,5 24,8 24,7 24,9 25,3 25,2 24,6
Slovakia ............. — — 18,7 19,8 20,0 20,2 20,2 19,5 19,1 19,2 18,4
Finland .............. 34,5 33,8 31,4 31,4 29,0 26,9 26,6 25,3 25,5 26,2 26,9
Sweden .............. 38,2 36,8 34,6 33,8 32,9 32,2 31,9 31,0 31,5 32,5 33,5
United Kingdom. 29,0 28,6 28,2 28,0 27,5 26,9 26,4 27,0 27,5 26,4 26,7
Iceland ............... 19,1 18,7 19,3 19,1 18,9 18,7 19,4 19,6 20,0 22,2 23,8
Norway .............. 28,2 27,6 26,7 26,0 25,3 27,1 27,1 24,6 25,6 26,2 27,7
Switzerland ....... 24,8 25,0 25,7 26,6 27,5 27,7 27,6 27,4 28,1 28,7 29,8
241
TÍTULO DEL CAPÍTULO
CAPÍTULO 12
LA COMPASIÓN Y EL OLVIDO
EN LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN
Daniel Martín
Colegio Santa María de los Rosales (Madrid)
1. INTRODUCCIÓN
243
PENSAR LA COMPASIÓN
Efectivamente, el ser humano del siglo XXI parece menos dado a los
sentimientos. Restringiendo mis elucubraciones al mundo occidental, el
hombre es un ser esencialmente consumista. Cada vez son más raras las
manifestaciones espirituales, morales y sentimentales que se dan en nues-
tra sociedad. Es más, las manifestaciones artísticas sufren un creciente
declive cualitativo, de manera que hoy domina la mediocridad sobre la
excelencia. La mayoría de los sistemas educativos «producen» ciudada-
nos con unos conocimientos mínimos que les preparan para aceptar un
rol pasivo y acrítico en su sistema democrático, siempre en manos de unos
grupos partidistas y empresariales. A veces da la impresión de que la ex-
celencia está proscrita. La brillantez personal es repudiada en favor de lo
políticamente correcto, un sistema puritano de relativismo moral y lu-
gares comunes.
A todo esto se une una existencia rodeada de distracciones electró-
nicas, en su mayoría audiovisuales. Somos seres que vivimos deprisa ba-
jo unos horarios cerrados. El ocio, lo opuesto al trabajo, se centra en una
pantalla o unos altavoces. La lectura es un bien lujoso, minoritario. Y así
estamos rodeados de constantes mensajes que nos ayudan a implicarnos
de una manera sencilla y poco traumática en la sociedad de consumo.
Comemos, bebemos, compramos, asistimos a espectáculos, jugamos, par-
ticipamos en reuniones de masas… y mientras tanto el individuo, el ciu-
dadano, parece diluirse en la inmensidad social.
244
LA COMPASIÓN Y EL OLVIDO EN LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN
3. PROXIMIDAD Y COMPASIÓN
245
PENSAR LA COMPASIÓN
246
LA COMPASIÓN Y EL OLVIDO EN LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN
1
¿Existe realmente el conflicto de Darfur? Hasta que no veamos imágenes de aque-
llo la gente no comenzará a prestarle atención. Prescindo de hablar de las catástrofes ol-
vidadas porque en estos casos la compasión ni siquiera nace.
247
PENSAR LA COMPASIÓN
248
LA COMPASIÓN Y EL OLVIDO EN LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN
una ONG para ayudar a los menos favorecidos o a los más necesitados por-
que es lo que nos dicta la razón. ¿Compasión? Ya digo que dudo mucho de
que realmente sintamos el hambre de los africanos. Más bien lo conoce-
mos, y nos duele de una manera más racional que emocional. Y eso nos in-
vita a la caridad, hoy evolucionada en solidaridad. Así, dudo mucho que se-
amos auténticamente compasivos con el desconocido que sufre a distancia.
Somos más bien solidarios, y ayudamos desde nuestra conciencia humana
fraternal antes que desde lo más hondo de nuestros corazones.
6. LA PASIÓN COMÚN
249
M. García-Baró y Alicia Villar (coords.)
F i l o s o f í a
La filosofía no está hoy en días de esplendor,
si por tal entendemos la amplitud de su eco social,
la extensión de su influencia cultural. Se trata
Pensar
de una situación peligrosa, tanto por lo que hace
a la formación integral del individuo como por
las repercusiones que tiene este estado de cosas
la compasión
en el terreno político. Cualquiera que procura cul-
Reflexiones Comillas
Miguel García-Baró López
tivar el saber filosófico de modo responsable ha
Alicia Villar Ezcurra
de enfrentarse, además de a los problemas mismos
de la filosofía, a esta cuestión decisiva del presente.
(coordinadores)
Pensar la compasión
El grupo de investigación de cuyos trabajos
da testimonio este volumen, está convencido de
que la perseverancia en el análisis de los pro-
Filosofía
blemas capitales de la condición humana aporta
algo en la dirección de recuperar para el cono-
cimiento su papel de guía imprescindible de
Reflexiones Comillas la acción.
Pensar la compasión