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OCTAVA PARTE

CLINICA NATURISTA

Lección XXXVIII

CLINICA NATURISTA

Conceptos clínicos. Dificultades prácticas de la terapéutica naturista. Indicaciones


generales en las formas morbosas más comunes. Algunas características de la cura
naturista.

Conceptos clínicos
La palabra clínica proviene del griego cline, término que significa cama o lecho; y con ella
queremos dar a entender el arte de estudiar la enfermedad y sus síntomas sobre el propio
enfermo.
En realidad, dentro de la actividad clínica hay que incluir el examen del enfermo, el
diagnóstico, el pronóstico, la indicación terapéutica y la práctica del tratamiento. Cuando la
clínica se refiere al arte de recoger los signos de las enfermedades y buscar los caracteres
fisiológicos y tendencias patológicas del sujeto enfermo, entonces se apellida, propedeútica
(del griego propaideo o enseñanza preliminar). Con los datos clínicos forjamos el diagnóstico y
el pronóstico, al tenor de lo expuesto en las lecciones 13, 14, 15 y 16.
La clínica naturista diferénciase de la alopática en que da la preferencia al estudio del
enfermo sobre el de la enfermedad, puesto que la enfermedad es un fenómeno realizado por el
organismo con arreglo a modalidades individuales de reacción. La clínica homeopática, por su
parte, se esfuerza en conseguir un cuadro acabadísimo del conjunto sintomático, o sea de los
mecanismos morbosos. Mas, búsquense los síntomas al detalle al modo homeopático o
reconózcanse las lesiones materiales al modo alopático, el criterio naturista profundiza hasta el
fondo del problema clínico, indagando los errores de conducta y los desfallecimientos vitales
que han ocasionado los unos y las otras. La clínica naturista no se contenta con menos que
indagar el por qué, el cómo y el para qué del fenómeno morboso. Y no hay que insistir sobre
estos extremos ya tratados extensamente en lecciones pasadas.
La marcha que asignamos al diagnóstico, expuesta en la lección 13, viene a ser, en este
punto, el programa de nuestra clínica. No falta sino agregarle los detalles técnicos de
exploración. Y en cuanto a éstos (interrogatorio, inspección, palpación, percusión, auscultación
y olfata-
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ción) son de exposición corriente y pueden estudiarse en cualquier manual de clínica
propedeútica, sin olvidar que, en esta materia, la teoría sin la práctica es de escaso resultado.
Así pues, el orden de los distintos medios que hemos de emplear para el reconocimiento
del enfermo, ha de ser el siguiente:
I. Interrogatorio. Por el cual podemos averiguar los errores de conducta biológica y sus
causas; los antecedentes de familia y del propio enfermo, historia de la enfermedad y síntomas
subjetivos de su estado actual.
II. Inspección. Por la cual averiguamos el tipo, temperamento, constitución y
conformación; realizamos el diagnóstico básico, el diagnóstico iridológico; el examen de los
recargos patológicos; la investigación quirológica; el examen de algunos emunctorios y sus
funciones; el examen de ciertas lesiones abordables por el sentido de la vista, el examen
parasitario y los análisis químicos y microscópicos.
III. Palpación. Por medio de la que apreciamos la existencia de recargos, lesiones,
defectos de inervación, ciertas anomalías funcionales y estado del pulso.
IV. Percusión. Medio por el cual nos damos cuenta de la existencia de ciertas lesiones
internas, del estado de ciertas vías de eliminación (intestino, aparato respiratorio), de ciertos
defectos de inervación y del estado de algunos reflejos.
V. Auscultación. Examen acústico realizado o no por medio de instrumentos
(estetoscopio, fonendoscopio), con el que apreciamos el estado del aparato respiratorio y aun
ciertos detalles del digestivo; siendo de capital importancia en el examen del corazón.
VI. Olfación. Puede darnos algunos datos útiles sobre el estado de ciertas excreciones,
de ciertos órganos y aun sobre la existencia de cuerpos anormales en los humores, como por
ejemplo, la acetona en los estados diabéticos.
Dentro de estos distintos modos de exploración, caben los exámenes de la temperatura,
de la sensibilidad y de los movimientos, como asimismo las indagaciones astrológicas y
psicoanalíticas que se refieren al interrogatorio. Cada clínico, de acuerdo con su punto de vista,
establecerá su sistema de reconocimieto y tratamiento de sus enfermos, dentro de las líneas
generales que acabamos de exponer.
Como puede verse, el reconocimiento del paciente y la captación de sus síntomas, se
atiene a ciertos procedimientos comunes a los distintos métodos de medicina, alopático,
homeopático y naturista, cuyas diferencias estriban en el distinto uso que hacen de los datos
recogidos. No obstante, algunos procedimientos especiales de diagnóstico individual, como el
diagnóstico por el iris y el diagnóstico básico, son usados casi exclusivamente por el método
naturista; y esto se debe precisamente a que son diagnósticos de individualización, cuyos datos
adquieren singular importancia en nuestro método terapéutico.
Mas cualquiera que sea el programa clínico adoptado por cada médico, conviene no
olvidar que, en materia terapéutica, hemos de
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marchar sobre la firme base de la anatomía y la fisiología, y no olvidar la decisiva importancia
que para ciertos casos tiene la influencia del pensamiento y el sentimiento, cuyas acciones
trascienden los fenómenos de la vida puramente vegetativa o físico-química. Como dijo el
doctor P. Blum, "la fe puede hacer milagros que una terapéutica puramente química o física es
a veces incapaz de realizar; el corazón tiene sus razones que la razón no tiene".
La anatomía aplicada a la investigación diagnóstica y a la práctica de la terapéutica, es
un recurso clínico de valor incalculable. La causa de una dolencia puede ser una disposición
anatómica anormal. Un vientre caído puede ser causa, entre otros síntomas, de dolores en la
región lumbar y en los costados, que se resistirán al régimen, a las fricciones y a los narcóticos,
pero que cesarán mediante una faja que sujete la pared abdominal. Un dolor entre los hombros
puede ser motivado por la caída de los senos, y cesará por medio de un oportuno sostén. Un
dolor de cabeza puede ser originado por un defecto de acomodación de la vista, y
desaparecerá por el uso de unas gafas adecuadas. Una hemorragia de la retina puede
depender de un obstáculo mecánico a la circulación venosa del cuello, y hallará su remedio
oportuno en el ejercicio o el masaje. Una hinchazón de los tobillos puede tener su causa en el
pie plano, y desaparecerá con el uso de una suela ortopédica. Y así podríamos multiplicar los
ejemplos que nos ilustran sobre la importancia de reconocer la conformación del paciente y sus
recargos, o sea de considerar el aspecto anatómico del problema clínico.
La fisiología, contribuye no menos a establecer una clínica clarividente. Todo el
diagnóstico puede resumirse en el procedimiento de buscar las causas de la alteración de las
funciones orgánicas perturbadas. Y esto es pura fisiología. Efectivamente, todo órgano tiende a
perseverar en su función; y si ésta se altera, habrá que buscar en el estudio de su fisiología, la
naturaleza de las modificaciones acaecidas y de los esfuerzos o reacciones orgánicas
realizados para restablecerlas o suplirlas. Un estómago con exceso de ácido o que deja pasar
la bilis a su interior, no hace sino adaptar su función a condiciones anormales del excitante
alimenticio; y su normalización hay que buscarla en la modificación del alimento ingerido. Un
proceso enfisematoso del pulmón en enfermo obeso, tenida en cuenta la función lipolítica de
dicho órgano, se resistirá a todas las maniobras terapéuticas que no sean la normalización
general de las oxidaciones orgánicas y el descargo adiposo. La hipertensión sanguínea y la
arterioesclerosis, pueden ser fenómenos de adaptación y de equilibrio fisiológico, que, en
ciertos casos, resultaría peligroso combatir sin suprimir las causas reales de su aparición, por el
oportuno régimen. (Tal sucede en enfermos de insuficiencia renal). La solidaridad admirable
entre el sistema nervioso neuroglandular y las glándulas endocrinas, y la de éstas entre sí,
explica multitud de síndromes morbosos, cuya corrección no puede intentarse sin una
minuciosa valoración de las funciones coordinadas de todos y cada uno de los mencionados
órganos. Y así, meditando sobre el origen real de los distintos síntomas o funciones alteradas,
llegamos a la conclusión de que, sin un conocimiento profundo y rectamente aplicado de la
fisiología, no hay
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posibilidad de instaurar una terapéutica patogénica, ni de realizar, por tanto, una fundamental
acción curativa. Nuestra terapéutica naturista es eminentemente fisiológica.

Dificultades prácticas de la terapéutica naturista

Muchas veces en el curso de la cura natural, encontramos dificultades por parte del individuo
enfermo, y especialmente de su organismo, para la tolerancia y la persistencia en la indicación
terapéutica. Dichas dificultades nacen principalmente de la existencia de ciertos
temperamentos mal adaptables, del agotamiento del enfermo y de la aparición de crisis
curativas.
Ya tuvimos ocasión en la lección XVIII, de exponer las condiciones de tolerancia y
reacción de los distintos tipos y temperamentos, ante las maniobras diversas que exige la
terapéutica. También vimos cuáles eran las dificultades de adaptación más corrientes en la
práctica. Y llegamos a la conclusión de que el tipo de enfermo más difícil de encauzar y más
rebelde a la naturalización de su vida, es el nervioso poco comedor. Débese esto a su natural
inconstancia, su inquietud, exaltada emotividad, falta de disciplina, incoordinación mental y
temperamento caprichoso. Muchas veces nos admira su resistencia extraordinaria, no obstante
su alimentación exigua y su aparente desgaste vital. Se caracteriza por el desorden orgánico y
mental. No es raro observar en él que, tras una temporada de actividad febril, alimentación
desigual y aun escasa, y preocupación constante, entra en un período de quietud, gran
tolerancia digestiva y reposición rápida de sus fuerzas vitales. Las dificultades de adaptación
que pueden observarse en él por regla general son, el adelgazamiento, la astenia, cansancio
pronto, irritabilidad, friolerismo, inapetencia, fermentaciones digestivas y estreñimiento o
diarrea. Síntomas consecuentes principalmente a la supresión demasiado brusca de los
excitantes habituales y a la intolerancia inicial de los alimentos crudos. Obsérvense las reglas y
cuidados expuestos en dicha lección sobre la "Individualización Terapéutica".
Podemos decir que, en términos generales, estos enfermos se benefician del régimen
alimenticio variado, sabroso, poco voluminoso y repartido en pequeñas comidas no muy
distanciadas; del uso moderado y lentamente progresivo de los alimentos crudos; del
predominio de féculas y el uso suficiente de albúminas; de una higiene general basada en
estímulos variados, cortos y suaves (tanto en el ejercicio físico, baños de sol, trabajo
intelectual, etc., como en cualquier otro aspecto de sus libramientos vitales); del reposo detrás
de las comidas; del trato con personas tranquilas y optimistas, y del ambiente sosegado y poco
ruidoso.
En cambio son altamente nocivos para los mencionados individuos, el régimen
alimenticio monótono, voluminoso y en grandes cantidades; las comidas demasiado
espaciadas, el ayuno prolongado, la sobrealimentación; el uso de alimentos en forma de puré
(que elude el necesario estímulo y la previa elaboración de una buena masticación); la vida
demasiado activa o demasiado contemplativa; los estímulos demasiado
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intensos y prolongados (hidroterapia, helioterapia, ejercicio, etc.); el trato con personas
desordenadas, agitadas y de mentalidad negativa; el ambiente febril y ruidoso de los grandes
núcleos de población y, en fin, las contrariedades, preocupaciones y disgustos de toda índole.
He aquí un modelo de régimen alimenticio propio para los enfermos de temperamento
nervioso y poco comedores.
Desayuno: Frutas crudas con pan tostado y algo de miel o mantequilla. O bien malte con
leche y pan tostado, añadido de miel o mantequilla. O un plato de cualquier cereal (copos de
avena, sémola, tapioca, gofio, etc.), con poca o ninguna leche, con o sin mantequilla.
Comida del mediodía: Algo de ensalada cruda para comenzar; un plato feculento
(prefiriendo la patata, cereales o leguminosas verdes) añadido o no de otras hortalizas
(zanahorias, cebolla, alcachofa, pimiento, calabaza, etc.); un alimento albuminoso (tal como el
huevo, setas, etc.); un poco de queso o dulce casero; algo de fruta cruda mejor que cocida; una
infusión estimulante (malte, manzanilla, etcétera).
Merienda: Frutas o zumos de frutas en agua. A veces algún bollo, pasta, torta o galleta.
Cena: Sopa de cualquier cereal en caldo de verduras y hortalizas; hortalizas variadas
(patata, alcachofa, cebolla, etc.); pequeñas cantidades de ensalada y frecuentemente queso;
frutas.
Al acostarse: (sobre todo si hay insomnio), un poco de zumo de fruta en agua, o algo de
leche, o un par de galletas.
Entre cada dos comidas debe dejarse pasar el tiempo suficiente para hacer la digestión
cumplidamente.
Los enfermos agotados o débiles presentan también dificultades para la maniobra
terapéutica, que conviene conocer. El agotamiento o extenuación de una persona puede ser
consecuencia de excesos de trabajo muscular o nervioso, o bien de una deficiencia de vitalidad
general o referida a una víscera. El reposo es regla general para estos pacientes. Al él hay que
agregar la administración discreta de alimentos reparadores (frutas jugosas y oleaginosas,
patatas, huevos, leche, quesos...) teniendo en cuenta la depresión que presentan también las
fuerzas digestivas; y la hidroterapia caliente (en aplicaciones cortas, frecuentes y no
excesivamente cálidas), como toda otra aplicación de calor que ahorre al enfermo el
consiguiente gasto energético en forma de reacción. El agotado por exceso de trabajo
muscular, suele responder bien al reposo absoluto inmediato y a la alimentación progresiva,
pero el agotado nervioso (víctima de bailes, reuniones, teatros, negocios, trabajo intelectual
excesivo...) necesita frecuentemente una verdadera reeducación de sus actividades orgánicas
y psíquicas basada en el reposo físico e intelectual, el régimen nutritivo y optimista, el calor y el
masaje. En fin, los enfermos que presentan deficiencias vitales (débiles, caquécticos,
cardíacos, hepáticos, renales, gástricos, etc.) deberán vivir rodeados de cuidados, con un
régimen dulce y prudente, sin pretender jamás lanzarse a una vida de plena actividad como
cualquier persona sana.
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La aparición de crisis curativas suele ser la forma con que los organismos recargados e
intoxicados de larga fecha, responden a los estímulos de la cura naturista. Generalmente se
observa en principio una pérdida de peso, que debemos considerar totalmente normal cuando
va acompañada de un buen apetito y un aumento de la energía y la resistencia del enfermo,
pues en estos casos débese a la eliminación de la grasa sobrante y de ciertos acúmulos
acuosos. Esta pérdida de peso pudiera deberse también, como ya dijimos, a una dificultad de
adaptación; y en este caso requiere toda nuestra atención para ser atajada con maniobras
adecuadas de régimen, conforme expusimos en la lección 18.
Como ya dijimos en lecciones anteriores, pasado el período de eliminación tóxica, el
peso se estaciona y aun aumenta, entrando el enfermo en el período de regeneración celular,
que demuestra la limpieza orgánica y la perfecta adaptación al régimen alimenticio e higiénico
prescripto. Es siempre de desear, sobre todo tratándose de enfermos delicados, delgados o
con lesiones viscerales, que la pérdida de peso consiguiente a la fase de eliminación tóxica, se
cumpla lentamente y aun con altos en su marcha, para lo cual tendremos muchas veces que
aconsejarles un reposo suplementario y el retorno u la ingestión de alimentos de su antiguo
régimen, que el instinto reclama en estos casos imperiosamente.
En los enfermos robustos, grandes artríticos, muy recargados de grasas, no hay
inconveniente en buscar un adelgazamiento más rápido (de 2 a 4 kilogramos mensuales),
hasta un límite difícil de fijar, pero que puede ser hasta 5 u 8 kilogramos menos que el número
de centímetros en que su estatura excede al metro. Conseguida la limpieza de los órganos y
humores, el peso aumenta automáticamente, aun sin aumentar la alimentación y se estaciona
(con las naturales y fisiológicas oscilaciones propias de cada época del año) en una cifra que,
excepción hecha de los individuos de tipo nutricio y los de tipo armónico, será menor de lo que
pretende la citada y clásica regla. Así no es extraño que podamos observar con frecuencia,
individuos que alcanzando estaturas que sobrepasan a 1 m 65, presenten un peso no mayor de
55 kilogramos, con el cual se mantienen enérgicos y en perfecto estado de salud.
Es también corriente que, llegada cierta edad (alrededor de los 60 años), los sujetos
excesivamente recargados, pierdan parte de su peso habitual, lo cual hay que estimarlo como
defensa de su naturaleza, para ahorrar a sus vísceras fatigadas el trabajo de tener que nutrir
una masa de tejidos excesiva para sus capacidades actuales. Esta pérdida de peso en el
momento en que comienza el descenso orgánico, es garantía de salud y longevidad.
Digamos también, que, por el contrario, el aumento de peso rápido aparte de los casos
de individuos francamente desnutridos o agotados, no debe alborozarnos, por tratarse la mayor
parte de las veces de retenciones tóxicas e hidrataciones de los tejidos. Tal suele ocurrir con
los enfermos tuberculosos sometidos a reposo prolongado y a una absurda superalimentación.
Su artificial aumento de peso, condúcelos a las pocas semanas, a una crisis febril y aun a
descargas hemoptísicas, que se encargan de hacerles perder el peso tan inoportunamente
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guido. Esto, cuando la fatiga visceral consecutiva a dicha sobrealimentación, no origina un
proceso de rápida desnutrición que los conduce a la caquexia. Nunca insistiremos bastante
sobre la necesidad fundamental de alimentar a cada sujeto con arreglo a sus capacidades
digestivas y metabólicas: es decir, justamente.
La fiebre, las diarreas, las erupciones, los estados catarrales, las hemorroides, la
hemoptisis, etc., son verdaderas crisis de limpieza orgánica que, al tenor de lo expuesto al
hablar de la enfermedad, no deben ser cortadas o suprimidas sistemáticamente, sino
encauzadas, para facilitar su finalidad depurativa, según las reglas también expuestas en la
parte correspondiente, bien se trate del estado agudo o del crónico.

Indicaciones generales en las formas morbosas más comunes

Siempre sobre la base de que "no existen enfermedades sino enfermos", vamos a exponer
ciertas reglas generales que pueden orientar al estudiante en el tratamiento de los más
corrientes estados morbosos, especialmente de los crónicos, ya que, en cuanto al estado
agudo y las infecciones, hemos expuesto lo necesario en lecciones pasadas. 1
Los enfermos del estómago e intestino, requieren maniobras terapéuticas distintas,
según se hallen en período de agudización o de cronicidad: es decir en su fase irritativa o en su
fase de calma, respectivamente. En el primer caso, sobre todo en los momentos de grandes
crisis (dolores, vómitos, estreñimiento, diarrea, espasmos, astenia, desnutrición...), se debe
prescribir de momento, un régimen líquido compuesto de leche fermentada, caldos de
hortalizas con pequeñas dosis de cereales suaves (tapioca, sémola, maizena, etc.), horchatas
de almendras y zumos de frutas en agua. Después se ampliará el régimen con purés de
patatas y cereales, hortalizas bien cocidas y frutas asadas o cocidas con pequeña cantidad de
miel. Cuando el período de agudización ha pasado, podrá recomendársele al enfermo el
régimen normal que reclame su constitución y temperamento. En los períodos de calma,
deberán estos enfermos ir adaptando poco a poco su aparato digestivo a la ingestión
de alimentos crudos, de los que, a la postre, sacarán las mayores ventajas.
Ni qué decir tenemos que, las causas fundamentales de estos estados gastroenteríticos,
son el abuso de alimentos desvitalizados y artificiales (dulces, azúcar industrial, alcohol),
grasas, carnes, venenos farmacéuticos, tabaco, etc., de los que tanto se abusa en la época
presente, y cuyos resultados inmediatos son la inflamación y destrucción de la mucosa
gastrointestinal, causa a su vez de irritaciones del simpático abdominal (espasmos, diarrea,
anomalías secretorias...) e infecciones subsiguientes.
A estas medidas de régimen alimenticio, deberán acompañar otros cuidados de orden
higiénico como las cataplasmas o compresas calientes

1
En nuestra obrita Manual de Curación Naturista, hallarán el estudiante y el enfermo, consejos
eficaces de urgencia para tratar los síntomas de cada aparato y cada órgano.

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sobre el abdomen, los baños y duchas templadas, reposo suficiente, etcétera.
El estreñimiento fue objeto de un estudio detallado en la lección XXVI. Y en cuanto a las
diarreas sería útil repetir aquí lo dicho en la lección XXIX, en la que, por otra parte, se
especifica el tratamiento oportuno para cada manifestación de la patología digestiva.
Los enfermos del aparato respiratorio, requieren, por regla general, el cultivo sostenido
de las funciones de la piel, como órgano compensador de los estados congestivos y catarrales
de los bronquios y pulmones. Toda deficiencia de eliminación, espasmo y dificultad reactiva de
la piel, se traduce, en estos enfermos, por crisis catarrales de eliminación, a las que no poco
contribuyen los alimentos tóxicos y los feculentos en exceso (véase Ehretismo, pág. 449). Así,
pues, estos enfermos se beneficiarán grandemente de las aplicaciones frías y calientes sobre
la piel, según las distintas estaciones del año, baños de vapor y sobre todo, de la regeneración
de la piel por medio de los baños de sol, que constituye el remedio soberano para su tendencia
patológica. En lo que se refiere a los enfermos tuberculosos, el problema varía mucho; pues si
bien es verdad, como dijo Dettweiller que "el tuberculoso es tanto un enfermo de la piel como
del pecho" y, por tanto, requiere el cultivo dérmico propio de todos los enfermos respiratorios,
también es muy cierto que dicho cultivo requiere ciertas precauciones, debiendo ser orientado
el tratamiento hacia la climatoterapia y la dietética oportuna, conforme expusimos en la lección
XXII.
Los enfermos cardíacos, como se sabe, si padecen lesiones compensadas, se defienden
perfectamente bien con una higiene apropiada, basada en los siguientes preceptos: Vida
tranquila en el aspecto físico como en el emocional, con evitación de todo esfuerzo, fatiga o
exceso; prohibición de todo excitante del corazón, como tabaco, alcohol, café, te, carnes
fuertes, etc., así como del abuso genital; régimen lácteo-vegetariano en principio; masaje de los
miembros, sobre todo si presentan hinchazones; proscripción de hidroterapia muy fría o muy
caliente, como no sea muy localizada; en la mujer debe prohibirse el matrimonio en los casos
siguientes: Trastornos de descompensación cardíaca antes del matrimonio, estrecheces
valvulares muy acentuadas, miocarditis intensas y degeneraciones grasosas del corazón,
sínfisis pericardíaca y lesiones pulmonares y renales consecuentes a las cardiopatías.
En enfermos cardíacos descompensados, se impone el uso de la digital, cuyas hojas
empleamos en infusión, por no ser partidarios del uso de sus principios activos aislados. Y esto,
solamente en los casos en que el corazón no responde a las maniobras hidroterápicas
oportunas (compresas frías al corazón) o a las inhalaciones de oxígeno.
Conviene advertir que, en algunos casos, las dificultades de adaptación de ciertos
enfermos al tratamiento depurativo, o también la persistencia en la ingestión de productos
tóxicos, puede originar determinados trastornos cardíacos (como arritmias, palpitaciones,
angustia, eretismo circulatorio...) que no constituyen verdaderas cardiopatías y cesan
fácilmente con la adecuada maniobra terapéutica de desintoxicación o de estímulo.
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Tampoco el descenso permanente del pulso y de la temperatura (que puede presentar
cifras de 60 ó 50 pulsaciones por minuto, y 36 o 36'5 grados, respectivamente) deben alarmar
como signos de debilidad cardíaca, porque casi siempre son señal de nutrición retardada y
propios, por tanto, de muchos sujetos artríticos.
Los enfermos del riñón y especialmente los albuminúricos, son víctimas, más que de un
proceso local, de un estado general fuertemente tóxico, entre cuyas manifestaciones lesivas
sobresale la nefritis con su mayor o menor grado de insuficiencia renal. El régimen totalmente
atóxico y depurativo, se impone como primera medida, según las normas expuestas en la
lección XXIX; debiendo ser prescripto y revisado de acuerdo con las indicaciones químicas de
la orina, estudiadas, a su vez, en la lección XIV.
Las mujeres enfermas de la matriz y los ovarios, bien sea en formas catarrales,
inflamatorias o tumorales, reclaman una revisión de las condiciones circulatorias de la pelvis y
sus órganos, cuya deficiencia se debe en gran parte de los casos, a recargos patológicos
pelvianos o abdominales y a dificultades circulatorias de los miembros inferiores. Las prácticas
hidroterápicas oportunas (baño de asiento, paseos hidroterápicos, etc.), ya estudiadas y el
régimen antitóxico adaptado, corregirán estos trastornos. Nosotros hemos llegado a hacer
desaparecer fibromas voluminosos de la matriz (alguno que ocupaba ya casi toda la cavidad
abdominal, con todas las indicaciones de un caso quirúrgico), simplemente con régimen
alimenticio y baños de asiento fríos combinados con baños de sol abdominales; corno más
adelante podrá verse.
En los enfermos de los ojos y oídos, tampoco debemos dejar de examinar
cuidadosamente el estado circulatorio del cuello, cuyas deficiencias son, en una cantidad
insospechada de casos, causa de graves males (hemorragias retinianas, cefalalgias, otitis,
tumoraciones del fondo del ojo y de la órbita, etc.) como ya tuvimos ocasión de indicar en
líneas anteriores.
Los enfermos de la nutrición (diabéticos, obesos, artríticos, desnutridos, raquíticos...)
exigen un buen estudio dietético muy bien individualizado, de acuerdo con las orientaciones
expuestas en la lección XXVIII, no olvidando la utilidad indudable que en ellos suele tener la
cura de aguas termales y alcalinas.
Finalmente, en los enfermos del sistema nervioso (no me refiero a los sujetos de
temperamento nervioso) la terapéutica se torna delicada y compleja, exigiendo conocimientos
especiales que trascienden a las funciones psíquicas. El psicoanálisis (lección XIV) y el
tratamiento mental (lección XXXVI) cumplen en ellos un capital papel.
Se cuidará mucho la alimentación, procurando que sea antitóxica, estimulante y de poco
volumen. Debe procurarse el buen funcionamiento de las vías de eliminación y el descanso
suficiente, combatiendo, si hubiese, el insomnio. Este síntoma proviene muchas veces de los
excesos en la comida de noche, y menos veces de su escasez nutritiva y estimulante. Si fuese
por exceso, conviene disminuir la cantidad de albúminas (huevo, leche, carnes, etc.), féculas
(papas, pan, arroz, patatas, purés, etc.), productos azucarados y, en general, los alimentos
excesivamente
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concentrados; dando la preferencia a las frutas y hortalizas frescas. Si fuese por defecto, se
efectuará, prudentemente, la maniobra contraria, agregando algo de huevo, queso o leche,
alguna patata, etc., teniendo en cuenta que, la cena, deberá ser siempre (sobre todo en
invierno), menos abundante en nitrógeno que la comida del mediodía. El cansancio excesivo y
la excesiva sedentariedad, pueden también ser causa del insomnio. En todo caso, el paseo
después de la cena, facilita notablemente el buen sueño. A esto agregarmos el buen efecto que
a este fin tienen los baños de aire, los movimientos respiratorios, las compresas frías alrededor
de los tobillos, las fricciones de la piel y en último extremo, las envolturas de tronco.
Téngase siempre presente que, la inconstancia, el escepticismo y otros vicios de la mala
disciplina mental, son obstáculos con los que muchas veces hemos de tropezar en el
tratamiento de estos enfermos.

Algunas características de la cura naturista

Ocurre muchas veces, cuando se somete a un enfermo a la cura de desintoxicación y


vitalización orgánica que se reproducen en su organismo, durante un periodo variable de
meses o años, atenuadamente, las enfermedades que padeció en el transcurso de su vida. A
esto lo llamamos el desdoblamiento patológico, porque dicha reproducción suele verificarse en
orden inverso; es decir que, la primera enfermedad que se tuvo, es la última que se reproduce.
Esto ocurre, naturalmente, cuando las afecciones fueron tratadas con medios supresivos.
También es frecuentísimo que, después de un período de sorprendente mejoría,
conseguida con los nuevos y buenos hábitos de vida, aparezcan nuevamente los síntomas
pasados, tras de lo cual se vuelve a mejorar más lenta y seguramente. Esto se debe en
muchos casos a cierta inhibición orgánica, por supresión muy rápida o prolongada de algunos
excitantes, que se corregirá con el uso temporal y moderado de ellos, para después volver al
régimen prescripto. De este modo, rítmica y gradualmente, iremos conduciendo al organismo
enfermo hacia la adaptación higiénica que le corresponde. En otros casos, la mejoría vuelve sin
nuevas correcciones, como un proceso automático, tras la recidiva de los síntomas, ocurrida a
título de "crisis curativa".
La debilidad o astenia, es síntoma muy característico al comienzo de toda cura de
desintoxicación. Se debe a la supresión de los excitantes y depende de un defecto de libración
del sistema nervioso que, acostumbrado a funcionar bajo el estímulo irritante de sustancias
fuertes y tóxicas, reacciona con menos intensidad bajo la acción de excitantes más dulces y
fisiológicas. Mas, esto es pasajero y cesa cuando el sistema nervioso se acostumbra a los
nuevos estímulos. En este caso, acaba por rendir una función más eficaz y sostenida, porque
su capacidad funcional depende del ahorro de sus energías más que del aporte alimenticio.
Hay que convencer a los individuos agitados, impulsivos y febriles que su mayor calma
después de una cura naturista no significa debilidad ni
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menor capacidad de rendimiento, sino un libramiento más fisiológico de sus energías nerviosas
y, por tanto, una mayor resistencia.
Existe otra suerte de astenia producida por la dilatación y descenso de las vísceras
digestivas, que cesa, como es lógico, con la tonificación y sostenimiento adecuados. Y aun,
muchas personas, llaman debilidad a una sensación angustiosa que sienten en el estómago,
cuando ha pasado un cierto número de horas después de haber comido, generalmente
acompañada de cierta depresión general; la cual puede ser debida a falta de estímulo
alimenticio o a digestiones mal elaboradas. Una simple ingestión de pequeña cantidad de
alimento, basta para hacerla desaparecer.
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