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¿Una revolución silenciosa?

Gerald Bernabaum

Pese a la ausencia de una acción administrativa o legislativa importante dentro


del sistema educativo inglés en los años interguerras, hubo muchas alteraciones
producidas por la menos espectacular operación del cambio social y económico, y el
cambio de las ideologías y actitudes respecto a la educación. Acaso el más notable
de estos acontecimientos fue la expansión de la educación secundaria, que significó
no sólo más niños inscritos, sino también que, un número creciente de tales niños
tuvieran una mayor permanencia escolar. La demanda de escuela secundaria
continuó superando a la oferta y, por consiguiente, el proceso de selección cobró una
importancia crítica durante estos años. El resultado se reflejó en las escuelas
primarias, en las que se hizo un intento por resolver la situación prestando mayor
atención a la preparación de los alumnos más talentosos. De muchas maneras, este
avance fue en contra de los ideales educativos que por entonces iban adquiriendo
mayor influencia en las escuelas. Los partidarios de estas ideas menospreciaban en
general la importancia de la enseñanza por materias y subrayaban, en cambio, al
niño individual y a sus experiencias. Los profesores comprometidos con tales ideas
subrayaban la importancia que el descubrimiento y la creatividad desempeñaban en
la educación del niño. Obviamente, esa mentalidad tuvo importantes repercusiones
sobre el papel del maestro, y la bibliografía educativa de la época no carecía de
preceptos.

 El cambio económico y la expansión de la escuela secundaria

El aumento de la demanda de educación secundaria había comenzado antes


de 1914 y, como ya se ha mencionado, se intensificó enormemente como resultado
de la guerra, el incremento en el ingreso personal y el empleo favorecieron esta
tendencia. Durante los años de interguerra serían el aumento del ingreso y los
cambios de la estructura ocupacional los que favorecerían la expansión de la
escolaridad prolongada. Aunque a menudo se caracterizara al periodo de 1919-1939
por el desempleo masivo y la subutilización de los recursos en ciertas industrias
básicas, como la del carbón y la construcción de navíos, erróneo sería pasar por alto
otros rasgos de los años interguerras que fueron igualmente significativos. Casi no
hay duda de que para la nación en conjunto hubo un aumento de productividad y del
ingreso real. Es decir, aumentó la cantidad de bienes y de servicios que podían
adquirirse por una suma determinada. Parece un cálculo razonable decir que entre
1920 y 1939 el ingreso real nacional aumentó en 40% (Ashworth, 1960), mientras
que el ingreso real promedio en el decenio de 1930 - 1939 fue 17.7% superior a la
década anterior. Las cifras representan una tasa de desarrollo mucho más rápida
que la ocurrida a comienzos del siglo XX. Varias condiciones favorecieron este
aumento del ingreso real. Durante los años 20 y los años 30 las importaciones se
volvieron, relativamente, más baratas que las exportaciones. Dado que los productos
de importación formaban una gran parte del consumo británico, su abaratamiento fue
factor importante para aumentar el ingreso real. Otro aspecto fue la aplicación de los
avances tecnológicos y organizativos. Aunque éstos se reflejaron, al principio, tan
sólo en las nuevas industrias, como la fabricación de vehículos y de equipo eléctrico,
después de 1930 dejaron sentir su impacto, sobre industrias más antiguas; se ha
calculado que la productividad promedio de la mano de obra en la industria
manufacturera británica fue 20% mayor en 1936 -1937 de lo que había sido en 1929
(Rostas, 1943). Parte del aumento de la producción per capita también fue causado
por la tendencia, ya observada, de una mayor proporción de la fuerza laboral que
participó en actividades como transportes, distribución, servicios públicos y las
profesiones liberales; por lo general, la productividad es mayor en estas actividades
terciarias que en las industrias manufactureras básicas.

También fueron importantes los cambios ocurridos en la fuerza de trabajo.


Durante los años interguerras, ésta aumentó en números absolutos, pero además el
número de personas empleadas iba creciendo a mayor ritmo que el aumento del total
de la población. Como resultado de los cambios habidos en los índices de
nacimientos y de muertes, la proporción de personas entre 15 y 64 años fue de casi
70% en 1939, mientras que en 1911 había estado ligeramente por debajo de 64%.
Esto significaba que podía aumentarse en la sociedad la proporción de los
productores en comparación con los consumidores. Empero, si un aumento de esta
índole no se explota plenamente, se vuelve posible mejorar cualitativamente una
parte de la fuerza laboral, ofreciéndole mayor educación y preparación. Al parecer,
esto ocurrió entre 1919 y 1939.

Además, aunque el desempleo de los años interguerras tuvo desastrosas


consecuencias sociales, hay razones para suponer que su impacto económico no fue
tan severo. En primer lugar, la parte de la población que no estaba asegurada se vio
mucho menos sometida al desempleo que la parte protegida por las leyes de
seguros. En segundo lugar, es muy probable que las estadísticas del desempleo
anteriores a 1914 subestimaran su gravedad, y es probable que la pérdida de horas-
hombre por medio de causas involuntarias fuese mayor a mediados del periodo
Victoriano que durante el lapso de 1919 -1939. Al mismo tiempo, los precios
tendieron a bajar, de modo que los trabajadores que pudieron mantener un empleo
bastante regular sin una pérdida severa en las tasas de pago salarial se encontraron
en una posición muy favorable. Hasta las secciones más pobres de la comunidad
obtuvieron algunos beneficios al reducirse las diferencias entre las tasas de salarios
pagados por trabajos de diferentes grados de capacitación. El profesor Ashworth ha
resumido estas tendencias: “para muchas personas de clase media, en puestos
profesionales, ejecutivos o altos cargos de oficina y para la mayoría de los puestos
de obrero en las crecientes industrias que atendían a un mercado interno protegido,
la mejora económica debió de ser grande” (Ashworth, 1960, 424). Este sería el
trasfondo al desarrollo de la educación secundaria durante los años interguerras.
Más y más personas tuvieron la oportunidad de utilizar parte de su aumentado
ingreso para ofrecer una escolaridad más extendida a sus hijos, viendo que las
ventajas de hacerlo aumentaban ya que crecía el número de empleos que requerían
entrenamiento y una norma reconocida de capacidad.

Las estadísticas nos narran su propia historia. En 1923 -1924 hubo 384 783
alumnos en eficientes grammar schools, pero en marzo de 1938, esta cifra había
aumentado a 544 862. No cabe duda de que parte del aumento puede explicarse por
la prolongación de la vida escolar. De este modo, a mediados de los años 20, la
proporción de alumnos de más de 16 años seguía siendo menor a 10% del total (B.
E. 1926-27), pero al llegar 1938, había pasado de 15% (B. E. 1938). En 1938, el
promedio de vida escolar secundaria del alumno era de 4 años y 11 meses, mientras
que en 1926-1927 había sido tan sólo de 3 años y 8 meses. El aumento absoluto
resultó significativo, en particular cuando se observa que a finales de los años 30 la
baja del índice de natalidad iniciada a mediados de los 20 estaba ejerciendo efecto
sobre los números de cada grupo de edad que fuera candidato a la educación
secundaria.

La expansión de los números totales en la educación secundaria fue


acompañada por un aumento del número de lugares disponibles. En 1922, el número
de estos lugares en las grammar schools fue de 113 405, o sea 34.2% del número
total de la población escolar. (B. E. 1922-23), para 1930 fue de 178 204 vacantes, o
sea 42.7% de todos esos alumnos (B. E. 1930). Como ya se indicó, en 1930, el plan
de los lugares disponibles fue modificado por las demandas de la situación financiera
de la nación, y fue rebautizado como sistema de Lugar Especial, según el cual los
padres recibían exención total o parcial de las colegiaturas de acuerdo con sus
ingresos. Al llegar 1938, el 56.6% los niños que asistían a escuelas secundarias
estaban recibiendo alguna exención de los pagos. El aumento de los números
ocultaba otro cambio importante que ocurría entonces, pues el predominio de la
clase media en la educación secundaria, que fuera tan marcado antes de la Primera
Guerra Mundial, iba siendo paulatinamente desafiado. Al mismo tiempo que se
reducía el número de quienes pagaban colegiaturas, aumentaba la proporción de
alumnos de clase obrera en las grammar schools. [...]
 Los cambios en la labor de las escuelas secundarias

Un nuevo interés en el programa escolar y los métodos de enseñanza


afectaba durante los años 30 incluso a las grammar schools. Así, Herbert Ward pudo
comentar en 1930: “los maestros de las escuelas secundarias han invadido ahora el
campo de la pedagogía, hacia el cual solían mantener una actitud temerosa, si no de
rechazo” (Ward, 1931, 89). En este ámbito, la Junta de Educación había tomado la
iniciativa. Durante la Guerra de 1914 -1918, cuando surgió una gran preocupación
por las normas educativas, el Primer Ministro había establecido dos comités para
averiguar la situación de la ciencia y de las lenguas modernas en las escuelas, y en
1919 se establecieron organismos similares para examinar los clásicos y la lengua
inglesa. La Junta de Educación consideró la conclusión de estas deliberaciones en
su Informe de 1921-1922, sólo para descubrir que, si se sumaban los tiempos
mínimos propuestos para las cuatro materias, no quedaría tiempo para otras
asignaturas. En estas circunstancias, la Junta consideró apropiado sugerir “que se
deje un suficiente margen de tiempo para que actúen las tendencias particulares de
las escuelas y de su personal... (que) debe haber una mayor libertad en la asignación
de tiempo a las diferentes materias, y aun para la omisión total de asignaturas del
programa, al menos para algunos alumnos en alguna etapa del curso” (B. E. 1921 -
22, 31).

De los cuatro informes, el que ejerció la mayor repercusión fue el denominado


La Enseñanza del Inglés en Inglaterra. Éste fue bien recibido por la prensa, y en
quince días se había agotado la publicación. El informe intentaba establecer la
literatura inglesa como base de la educación nacional. “Creemos -escribieron sus
autores- que en la literatura inglesa tenemos un medio de educación no menos
valioso que los clásicos y decididamente más aplicable a las necesidades de una
educación general o nacional”. Además de emitir estos importantes informes, la
Junta de Educación fomentó a la oficina de inspección para preparar cierto número
de proyectos, entre los cuales aparecieron títulos como, La posición del francés en
asistencia financiera a las escuelas secundarias, La enseñanza de la geografía del
imperio, El alemán en asistencia financiera a las escuelas secundarias.

En todos los niveles resultó difícil evaluar la extensión y la naturaleza de los


cambios que en realidad ocurrieron en las escuelas. No hay manera de calcular la
influencia de los organismos oficiales o de autoridades en la materia sobre las
prácticas en el aula, en especial porque la opinión oficial tendió a limitarse a hacer
recomendaciones tan sólo en este ámbito. Lord Percy planteó claramente esta
posición en 1927:

Si el gobierno, local o central, empezara a prescribir al maestro un cierto modo de


enseñar, o siquiera intentara influir sobre él en tales cuestiones, correríamos el
riesgo de revivir todos esos males que ya hemos visto en varias formas, tanto en
Prusia en el pasado como en Rusia en el presente (Kandel, 1955, 131).

Así, los maestros no tenían la obligación de aceptar nuevos métodos ni había


la certeza de que lo hicieran. No es probable que los profesores de todas las
escuelas aceptaran por igual las nuevas ideas que transitaban por los círculos
educativos más avanzados. El hecho de que recomendaciones idénticas o similares
se repitieran informe tras informe hasta llegar a los años 60 parecería indicar que
muchas autoridades y maestros se mostraban incapaces o renuentes a realizar los
ajustes necesarios para enseñar nuevas materias o emplear novedosos métodos.

Otro punto importante que debe notarse es que no hay manera real de evaluar
los beneficios o el éxito de las ideas nuevas cuando fueron adoptadas; es difícil
definir las normas adoptadas, y no se hizo -hasta hace muy poco tiempo- ningún
intento serio por estudiar los efectos, a corto y a largo plazo, del cambio del
programa escolar. Lo que sí se puede decir es que los nuevos métodos y materias
introdujeron una mayor variedad en el sistema educativo y, por consiguiente, hicieron
más probable que un número mayor de muchachos encontrara oportunidades y
goces. Por último, contrastar las escuelas de los años 30 con las de comienzos del
siglo exclusivamente por las nuevas técnicas y las actividades extracurriculares es
pasar por alto un factor vital: el tamaño más reducido de los grupos. Además, a
finales de los años 30 la población escolar consistía en niños de las instituciones
públicas de tercera y de cuarta generaciones, lo que significa que, dado que la
asistencia a la escuela había pasado a ser un elemento integrante de la vida del
niño, era menos necesario que los maestros se preocuparan por la ley y el orden.

Es interesante observar que las nuevas ideas aplicadas a las grammar


schools subrayaban la enseñanza de materias. Este avance tuvo su equivalente en
la administración de estas escuelas, cuando el maestro de todas las materias fue
reemplazado por maestros con grados honorarios que eran especialistas en los
diversos temas. También hubo una expansión de los exámenes. En 1918 hubo 22
873 candidatos al examen de Certificado Escolar, pero al llegar 1937 la cifra había
ascendido a 77 278; este aumento nos da cierta idea de la creciente importancia de
la capacitación formal para obtener ciertos empleos codiciables. Aun así, seguía
habiendo en las grammar schools muchos niños que no hacían el examen. Por tanto,
surgieron abundantes quejas en el sentido de que el examen para el Certificado
Escolar ejercía excesiva influencia sobre el programa. El mayor problema consistía
en que el Certificado Escolar era un examen “agrupado” y aunque en 1926 y 1932 se
introdujeron ciertas mejoras, los representantes de la Universidad en el Consejo de
Examen de Escuelas Secundarias estaban satisfechos con los métodos existentes, y
la Junta apoyó al sistema de grupos. Sin embargo, en 1932, la Junta declaró “es un
principio esencial que el examen debe sujetarse al curriculum, y no determinarlo”
(The School Certificate, 1932, B. E. II). No obstante, el efecto de “retroceso” del
examen sobre las escuelas fue considerable, y en 1938 ya se habían introducido
más cambios que dieron mayor flexibilidad a los grupos.

Durante todo el periodo de interguerras, la labor de las grammar schools


mostró una creciente preocupación por la búsqueda académica y el logro intelectual.
Aumentó el personal especializado, así como los números de graduados con
honores y empleo, en tanto que se reducía el número de los no graduados y
aumentaba la importancia de los tres últimos años dentro de las escuelas; al mismo
tiempo, los intentos de las publicaciones de la Junta de Educación por estimular los
nuevos métodos de enseñanza servían para subrayar la diferencia entre las
materias. No a todos les parecieron bien estos cambios; el profesor Zilliacus,
quejándose de la especialización en las materias y de sus efectos sobre los alumnos,
escribió: “así tenéis al niño considerado como una fracción de un profesor en cada
rama de estudio, en gradual crecimiento -condenado a tragarse (con o sin
endulzante) y en determinados momentos a regurgitar para su inspección estos
bocados de erudición, lógicamente perfectos pero psicológicamente indigeribles”
(Happold, 1935, 61). De poco sirvieron esos argumentos. Los cambios efectuados en
la grammar school y en su programa reflejaron los cambios de la sociedad en
general. Iba en aumento la diversidad de ocupaciones que exigían cierto nivel
general de capacidad demostrada, de modo que la labor de los exámenes en las
áreas tradicionales de conocimiento adquirió mayor importancia en las grammar
schools. El éxito en esta labor abría a los alumnos nuevas oportunidades para
ingresar en empleos que eran físicamente menos agotadores, económicamente más
prósperos y, sobre todo durante los años 20 y 30, más seguros.

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