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Gerald Bernabaum
Las estadísticas nos narran su propia historia. En 1923 -1924 hubo 384 783
alumnos en eficientes grammar schools, pero en marzo de 1938, esta cifra había
aumentado a 544 862. No cabe duda de que parte del aumento puede explicarse por
la prolongación de la vida escolar. De este modo, a mediados de los años 20, la
proporción de alumnos de más de 16 años seguía siendo menor a 10% del total (B.
E. 1926-27), pero al llegar 1938, había pasado de 15% (B. E. 1938). En 1938, el
promedio de vida escolar secundaria del alumno era de 4 años y 11 meses, mientras
que en 1926-1927 había sido tan sólo de 3 años y 8 meses. El aumento absoluto
resultó significativo, en particular cuando se observa que a finales de los años 30 la
baja del índice de natalidad iniciada a mediados de los 20 estaba ejerciendo efecto
sobre los números de cada grupo de edad que fuera candidato a la educación
secundaria.
Otro punto importante que debe notarse es que no hay manera real de evaluar
los beneficios o el éxito de las ideas nuevas cuando fueron adoptadas; es difícil
definir las normas adoptadas, y no se hizo -hasta hace muy poco tiempo- ningún
intento serio por estudiar los efectos, a corto y a largo plazo, del cambio del
programa escolar. Lo que sí se puede decir es que los nuevos métodos y materias
introdujeron una mayor variedad en el sistema educativo y, por consiguiente, hicieron
más probable que un número mayor de muchachos encontrara oportunidades y
goces. Por último, contrastar las escuelas de los años 30 con las de comienzos del
siglo exclusivamente por las nuevas técnicas y las actividades extracurriculares es
pasar por alto un factor vital: el tamaño más reducido de los grupos. Además, a
finales de los años 30 la población escolar consistía en niños de las instituciones
públicas de tercera y de cuarta generaciones, lo que significa que, dado que la
asistencia a la escuela había pasado a ser un elemento integrante de la vida del
niño, era menos necesario que los maestros se preocuparan por la ley y el orden.