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1 - Los políticos
Sea por timidez, apatía o cualquier otra razón, parece que a la gente corriente no
le atrae la política activa. A algunos les gusta la teoría y la discusión políticas, sí,
pero no su práctica. Esto es así desde la escuela. De niños miramos con una
especie de alivio y compasión a los pocos que se presentan para Delegado de
clase. De mayores miramos igual a los políticos. Las peculiaridades de la
actividad política hacen que este extraño desinterés por la gestión pública tenga
unas consecuencias desproporcionadas para nuestras vidas.
En política, tal y como hacemos con tantas otras profesiones, delegamos en unos
especialistas para desentendernos, pero ocurre lo contrario. Nuestros elegidos se
dedican a crear polémicas artificialesy a excitarnos. Nos enfrentan con la familia,
amistades y vecinos… luego ellos -aunque en los medios teatralizan lo contrario-
son tan amigos. Nos polarizan, nos señalan enemigos porque saben que la gente
no puede sustraerse a la atracción fatal de un buen linchamiento. Para cuando
nos damos cuenta, el especialista al que hemos contratado para una simple
gestión, además de no solucionarla, acapara nuestras preocupaciones, nuestro
tiempo y nuestros impuestos. Se convierten en el centro de la conversación y nos
absorben energías que podríamos estar dedicando a cosas más útiles para todos.
Es frustrante.
Les elegimos cada 4 años y esto les permite defraudar la voluntad de los
ciudadanos. Una y otra vez traicionan lo prometido en sus programas, trafican con
la representatividad conseguida en las urnas para venderla al mejor postor,
incrementan el número de empleados públicos o privilegian a minorías para
asegurarse votos o, casi en el mejor de los casos, no hacen nada.
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comportado de manera heroica y merecen nuestra admiración. En el País Vasco
algunos han tenido un comportamiento que da mil vueltas al de la propia
ciudadanía. La misma ciudadanía que optó por la asimilación usando hasta el
más insignificante de los gestos superficiales para mostrar sumisión es la que
ahora se apunta al linchamiento de los políticos. La estigmatización de los
políticos crea un falso frentismo porque no señala a los verdaderos causantes de
la crisis que no son exactamente los políticos. De hecho, la clase política es la
pieza más débil de una gigantesca maquinaria extractiva, y está sirviendo en
estos momentos de crisis global de chivo expiatorio del verdadero poder.
Paradójico, quienes tanto usan las técnicas del linchamiento, están siendo a su
vez linchados.
2 – El poder
(una superclase oculta)
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Para calificar una sociedad necesitamos saber quién manda y para quién manda,
pero lo cierto es que carecemos de una teoría y de un vocabulario que describan
de forma fidedigna nuestra estructura social. Y así ¿cómo vamos a actualizarla?
El poder ha creado una madeja de palabrería descomunal que hace muy difícil
desenmascararlo. Sin ir más lejos, la lucha de clases tiene tanta publicidad
porque es inocua. Marx está siendo utilizado de forma tramposa. Sus conceptos
de clase están actualmente tan desdibujados que resultan posmodernos. En
Estados Unidos, por primera vez, en el año 1956, los empleados y funcionarios
superaron en número a los trabajadores fabriles que realizaban trabajos
mecánicos en una cadena de producción. Fue la primera señal de que el sistema
de producción estaba cambiando, de que estábamos pasando de una economía
industrial basada en la mano de obra a otra basada en el conocimiento y la
creatividad.
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La oligarquía administrativa y sus satélites forman una clase social que nada tiene
que ver con el proletariado ni el capital, una clase social invisible que parasita a
ambos y con la que nadie se mete. Y no son solo los funcionarios o las diversas
formas que tiene la administración de relacionarse con quienes emplea, también
entran en esta categoría los empresarios que tienen contratos garantizados con la
administración o que disfrutan de sus concesiones o los directivos y tecnócratas
de los grandes oligopolios estratégicos que compran su rentabilidad a golpe de
influencia política, o los sindicatos o las ONG subvencionadas o... Y TAMBIÉN
POR SUPUESTO, DOS NACIONALISMOS PERIFÉRICOS, establecidos en dos
regiones extractivas.
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insignificantes de tu vida con su caprichosa ingeniería social o étnica? ¿Cuando te
tienen horas en una cola tras una ventanilla para pedirte un impreso irrelevante?
¿Cuando se inventan todo tipo de organizaciones paralelas donde colocar a sus
afines, cuando te retienen tu sueldo para incrementar el presupuesto de
cualquiera de sus ineficientes departamentos…? A los demás nos exigen otra
cosa, y nos exigimos.
No existe mayor burla al marxismo que la de que unos tipos sin precariedad
laboral, que viven sin la principal incertidumbre (saber de qué va a vivir uno
pasado mañana), contratados de por vida, con un buen sueldo extractivo y unas
condiciones laborales envidiables se autodenominen proletarios, sujetos de la
historia y se nos presenten como la personificación de lo comunitario. Pero si
hasta desarrollan los mismos vicios que los hijos de los millonarios y los rentistas:
Se deprimen, se agarran bajas eternas, se vuelcan en sus aficiones que nada
tienen que ver con su actividad diaria. Otra vez, no todos los que tienen el trabajo
asegurado son así, pero éstas sí son sus patologías... Se puede hablar de clase
social porque todos sus miembros cumplen características comunes. Allí donde
hay dinero público hay gente acomodaticia y depresiva, porque el trabajo es
nuestra única fuente de autoestima. Hemos venido aquí a hacer cosas bonitas. A
crear, a hacerlas bien. Y cuando trabajamos para la administración sabemos que
muy probablemente estaremos creando mierda aduladora e innecesaria, nuestro
inconsciente lo sabe.
No digo que todos lo sean, pero hay mucho extractivo en la administración y sus
órbitas. Presupuestos desmesurados para organismos obsoletos e inoperantes
como las mastodónticas televisiones públicas en las que alternan audiencias
insignificantes con presentadores de sueldos infladísimos, mucho profesor sin
vocación enseñando programas anticuados. No les da la gana reciclarse. Los
sindicatos de profesores y la burocracia educativa bloquean cualquier innovación
que se proponga. Hacen perder el tiempo a los estudiantes, que cuando se
integran en el mercado de trabajo han de hacerlo como becarios para aprender de
verdad lo que no les han enseñado estos gandules, con los enormes costes
colectivos y de competitividad que esto supone. Además, sus métodos
memorísticos, que buscan estandarizar los comportamientos demandandados por
la ya prácticamente inexistente sociedad fabril, matan el talento y destruyen el
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factor más importante en la sociedad de la imaginación: la creatividad. La
educativa es la institución más privilegiada, anquilosada y desincronizada que
tenemos. Eso sí, para mantener sus privilegios estamentales, señalar falsos
culpables y jugar a revolucionarios engañando a lo más dócil de su alumnado se
las pintan solos. Unos virtuosos.
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Crisis
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Para devolver la implicación a la sociedad civil los hay que proponen utilizar
métodos de democracia directa o plebiscitaria. Pero ésta termina siendo una
especie de juez Lynch donde egocéntricos manipuladores se aprovechan de
nuestros peores instintos. Aunque también la democracia representativa adolece
de los mismos vicios. Los sistemas de manipulación y persuasión de la opinión
pública se han perfeccionado hasta el extremo de que se puede perfectamente
decir que los electores ya no pensamos, sino que nos adherimos emocionalmente
a un grupo de pertenencia. El proceso electoral ha terminado convirtiéndose en lo
más parecido a un linchamiento. La distancia entre la democracia directa y la
representativa se ha reducido. El supuesto proceso racional de la
representativa, gracias a los medios de comunicación que se dedican a la
excitación permanente, a estigmatizar y destruir a los representantes con
descalificaciones personales y obviando sus ideas, ha terminado siendo igual
de emocional y peligroso. La consecuencia es una sociedad polarizada que se
desgasta en rivalidades que no van a ningún sitio. Es humillante para todos, en
el proceso electoral los ciudadanos terminamos aportando lo peor de nosotros
mismos. Al final es un procedimiento algo más elaborado que la adhesión
irracional a una excitación colectiva en vivo, pero poco más.
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Existen tecnologías interactivas que refuerzan la iniciativa individual, que nos
permiten actualizar la democracia y construir un sistema político más fiel al ideal
democrático. Las fuerzas constructivas de la sociedad están ahogadas por una
burocracia retrógrada, pasiva, estática e inoperante. Liberar estas fuerzas con una
nueva esperanza. Con la hiperconectividad moderna podemos organizarnos
mejor, prescindir de los intermediarios y dar voz a todo el que lo desee. La red y
los ordenadores nos permiten reproducir a nivel terrícola las posibilidades
democráticas propias de comunidades pequeñas como la mítica Atenas. Un
sistema social que dio pie a la explosión del talento individual más extraordinario
de la historia. Algo tendría.
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Kleroterión
Y no sólo los representantes políticos o los jurados en los juicios, también la gran
mayoría de los servidores públicos eran elegidos por un método equivalente a
sacar de un bombo una bola con un nombre. Los atenienses sólo utilizaban el
sistema de elecciones para aquellos puestos que requerían de técnicos expertos
como los cargos militares. Eso sí, limitaban el tiempo de los cargos públicos
elegidos. Los griegos tenían muy pocos funcionarios. La elección de puestos
públicos por sorteo servía de hecho para prevenir la burocracia. Cuando un
ciudadano ya había servido una vez, como regla general, era excluido de acceder
de nuevo al cargo. Así que, después de cierto tiempo, prácticamente todo los
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ciudadanos que lo desearan habían tenido su oportunidad de formar parte de la
administración del Estado.
El argumento más habitual contra la elección por sorteo es que puede elegir a un
incompetente. Es verdad que nadie escogería a un cirujano ni a un piloto de avión
por sorteo, ni a cualquier técnico, los griegos tampoco lo hacían. Pero ¿para
gobernar? Piénsenlo, en España el sistema actual de elecciones y partidos ha
llevado a elegir a José Luis Rodríguez, a Mariano Rajoy y a Pachi López… ¿de
verdad creen que el azar puede hacerlo peor? ¿No creen ustedes que un amo de
casa tiene más sentido común llevando su casa?
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Partido del Azar
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posibilitaron la democracia griega. Podemos introducir el azar en la democracia
representativa a través de un partido político. Un partido abierto a todo el mundo,
descentralizado, sin ideología, jerarquía o disciplina de partido, incluso
transnacional. El azar es el código abierto por excelencia. En sus estatutos
fundacionales se describiría únicamente el mecanismo que garantice el azar en la
elección de nuestros representantes. Cualquiera que así lo desease podría
presentarse en sus listas y ser escogido al azar para ser ser concejal de su
pueblo, diputado autonómico o estatal. El Kleroterion, una ruleta digital,
determinará quién de todos será el cabeza de lista y quiénes le seguirán por un
determinado plazo improrrogable.
Este partido no tendría por objeto único escoger a unos cuantos representantes
políticos al azar, no sólo quiere regenerar la clase política. Sobre todo su objetivo
sería extender la elección por sorteo a la administración, a la base de esta
superclase, hasta conseguir que el mayor número posible de sus puestos de
trabajo fueran accesibles a todos. Cuanto más cargos a disposición más
compromiso de la comunidad, más seguridad y más creatividad.
Ventajas
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El azar crea un sistema de pertenencia equitativo y sin jerarquía, un nosotros
democrático, un verdadero demos. El azar nos hace socios iguales del Club
Nación con responsabilidad de todos sobre todos. Aceptar la incorporación de
otro ciudadano a un puesto público supone aceptar la igualdad efectiva y radical
de todos los miembros de la comunidad. El sorteo es inherentemente igualitario
porque asegura a todos los ciudadanos la posibilidad de gobernar
independientemente de cualquier tendencia ideológica de moda. La suerte
tampoco discrimina por cuestiones de raza, religión, sexo, etnia… de identidad en
definitiva. En tiempos de multiculturalismo, relativismo, ideologías de género, de
LGTB, de etnias y religiones el azar nos iguala en la humanidad básica que todos
compartimos.
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personas libres, con mandato representativo y su reputación en juego; no sólo con
unos cuantos elegidos sometidos a la disciplina jerárquica del partido. Los
candidatos elegidos por sorteo quizá no tengan la experiencia de los políticos
profesionales pero, desde luego, tienen la ventaja de su independencia. Un
sistema de sorteo abierto a todos los ciudadanos que deseen presentarse a un
cargo público sanearía el sistema de todos esos intermediarios que buscan la
influencia y el privilegio.
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Conclusión
La elección por sorteo era la forma que tenían los griegos de traducir su
concepción de la igualdad radical de todos los ciudadanos como miembros de la
comunidad. Los griegos creían que cuando cada hombre tiene un voto y la
posibilidad de ser elegido la igualdad queda establecida. El principio que guiaba la
democracia griega es que cualquier ciudadano estaba capacitado para ejercer de
gobernante. Rechazaban la idea de que había que dejar el gobierno en manos de
expertos, ellos preferían confiar en el sentido común de la gran mayoría de la
ciudadanía. Si suponemos a los ciudadanos la capacidad para elegir a los
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representantes que les van a gobernar, también les deberíamos suponer su
capacidad para gobernar.
Hay que desechar la idea de que hay algo absurdo y primitivo en la organización
por sorteo. Al revés, es un procedimiento escrupulosamente democrático que se
adapta a las modernas tecnologías. Estamos hartos de que con una clase política
absurda lo obvio sea imposible, hartos del crecimiento desmedido de parásitos
funcionariales que se entrometen y burocratizan nuestra vida, hartos de empresas
ineficientes solapadas con la administración. Los políticos y los burócratas y los
satélites del sistema han condicionado todo hasta semejante extremo que no
podemos seguir siendo indiferentes. Con su perfeccionamiento hasta la ineficacia
más absoluta, la gestión política ha demostrado que tal vez sea la única actividad
que no se puede delegar. Hay que implicarse. Hay que convencer a quienes
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tienen el aburrido puesto de trabajo asegurado de que también tendrían unas
vidas más interesantes con la elección por sorteo.
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