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6 y 9 de agosto de 1945: Se lanzan las

bombas atómicas sobre Hiroshima y


Nagasaki
Efeméride que recuerda el lanzamiento de
las bombas atómicas sobre

Hiroshima y Nagasaki

El 6 de agosto de 1945 la primera bomba atómica aniquiló la ciudad


de Hiroshima. A las 8:15, el bombardero B-29 estadounidense, “Enola
Gay”, al mando del piloto Paul W. Tibblets, lanzó sobre Hiroshima la
"Little boy," nombre en clave de la bomba de uranio. Un ruido
ensordecedor marcó el instante de la explosión, seguido de un
resplandor que iluminó el cielo, matando de manera inmediata
alrededor de 70.000 personas y dejando una cantidad similar de
heridos.
El 9 de agosto, el gobierno de Estados Unidos decidió lanzar una
segunda bomba sobre el territorio japonés: esta vez era el turno de
Nagasaki, localidad portuaria del sudoeste del país del sol naciente.
Durante la mañana de ese día jueves, el Bock’s Car, un solitario
bombardero B-29 de la fuerza aérea estadounidense, dejó caer sobre
Nagasaki un proyectil atómico equivalente en potencia explosiva a 22
mil toneladas de dinamita. Pocos segundos después y a unos 500
metros antes de tocar suelo, la gran nube mortal del hongo atómico se
dejó ver a cientos de kilómetros. Su terrible y a unos 500 metros antes
de tocar suelo, la gran nube mortal del hongo consecuencia fue que
alrededor de 150.000 personas, de las 275.000 que habitaban la
ciudad, murieron inmediatamente o quedaron gravemente lesionadas.
Por su parte, la infraestructura de la ciudad de Nagasaki quedó con
más del 40% en estado de destrucción, pues buena parte de sus
construcciones no pudieron resistir la presión que se generó bajo el
manto radiactivo de la bomba.
18 de agosto: muerte del Padre Hurtado y Día
de la Solidaridad

Efeméride que
recuerda la vida y las
obras del Padre
Alberto Hurtado.

El 18 de agosto de 1952 falleció Alberto Hurtado Cruchaga, fundador en 1944


del Hogar de Cristo, una de las instituciones benéficas más importantes del país.
En recuerdo a su destacada labor de ayuda a los sectores más necesitados del
país, el Congreso Nacional decidió instaurar cada 18 de agosto como el "Día de
la solidaridad".
Alberto Hurtado nació en Viña del Mar, el 22 de enero de 1901. Cerca de un siglo
después sería declarado oficialmente santo por la Santa Sede.
En 1923 se tituló de abogado. Ese mismo año, el 14 de agosto, ingresó a la
Compañía de Jesús en Chillán y 10 años más tarde, el 24 de agosto de 1933,
cuando tenía poco más de 32 años, fue ordenado sacerdote en Bélgica.
En 1941 fue nombrado asesor de la Acción Católica, cargo que realizó con una
gran entrega y entusiasmo.
Escribió numerosas publicaciones, en las cuales hizo un llamado a mirar con
honestidad la realidad social del país. Entre sus escritos más relevantes se
encuentra "¿Es Chile un país católico?", de 1941.
Entre sus obras se cuentan el Hogar de Cristo, la Acción Sindical Chilena
(ASICH) y la revista Mensaje.
Fallece el 18 de agosto de 1952. El 20 de agosto, en la iglesia de San Ignacio,
su amigo de toda la vida, el obispo Manuel Larraín, preside un multitudinario
funeral.
El domingo 23 de octubre de 2005, en Roma, es nombrado
santo, durante una ceremonia de canonización, presidida por el Papa
Benedicto XVI.
26 de agosto de 1910: Nace la madre
Teresa de Calcuta

Efeméride
que recuerda
el nacimiento
de la Madre
Teresa de
Calcuta.

El 26 de agosto de 1910 nació en Skopje, Albania, Gonxha Agnes, la


bondadosa mujer que el mundo conocería como Madre Teresa de
Calcuta. Su intenso trabajo por ayudar a los más pobres de entre los
pobres, a los enfermos y a los niños huérfanos y abandonados le
significó una profunda admiración y cariño por parte de todos quienes
conocieron su obra. Tanto es así que en 1979 le fue concedido
el Premio Nobel de la Paz, que si bien representa el más importante,
es solo uno entre los muchos reconocimientos que se le otorgaron por
su labor caritativa.
En 1950 el Vaticano aprobó su petición para fundar la congregación
Misioneras de la Caridad, orden que hoy se encuentra extendida por
los cinco continentes, continuando con la labor de entregar asistencia y
ayuda a los más desposeídos. Finalmente, el 5 de septiembre de 1997,
con una salud muy deteriorada, la frágil figura de la Madre Teresa murió
en Calcuta, producto de un paro cardiáco. En octubre de 2003, la
“madre de los pobres” fue beatificada en una ceremonia llevada a cabo
por el Papa Juan Pablo II.
Bernardo O'Higgins
(Chillán, Chile, 1778 - Lima, 1842) Político y militar chileno, libertador de Chile y
primer presidente del país. Ganado tempranamente para la causa
independentista, Bernardo O'Higgins figuró entre los máximos valedores de la
«Patria Vieja» (1810-1814), primer intento de emancipación que terminó con la
derrota a manos de los españoles de las fuerzas de O'Higgins y José Miguel
Carrera en el desastre de Rancagua (1814).

Bernardo O'Higgins

En el exilio argentino conoció a José de San Martín, con quien colaboró en la


organización de un ejército libertador. En 1817, en una de las más gloriosas
gestas de la historia militar americana, las tropas de San Martín y O'Higgins
cruzaron los Andes y vencieron a los realistas en Chacabuco; un año después, la
batalla de Maipú selló definitivamente la independencia de Chile. Proclamado
Director Supremo de la nación (1817-1823), el propio O'Higgins dirigió los
primeros pasos del Chile independiente.

Biografía
Bernardo O'Higgins Riquelme era hijo natural de Ambrosio O'Higgins, militar y
administrador colonial de origen irlandés que, habiendo iniciado por entonces una
brillante carrera al servicio de la Corona española, llegaría a ser nombrado
gobernador de Chile (1788-1796) y virrey del Perú (1796-1801); su madre era
doña Isabel Riquelme y Mesa, una bellísima joven criolla. Por conveniencias
sociales, el niño recién nacido fue llevado a Talca, donde se crió al cuidado de
don Juan Albano Pereira y de su esposa, doña Bartolina de la Cruz.
Cuando cumplió once años regresó a su ciudad natal para seguir estudios en el
colegio de los religiosos franciscanos, pero no permaneció mucho tiempo en
Chillán, pues su padre, que había sido nombrado gobernador de Chile el año
anterior, decidió que completara su educación en un centro más selecto, como
era el Convictorio de San Carlos, en Lima; el joven Bernardo prosiguió allí su
formación hasta los diecisiete años.

O'Higgins durante su estancia en Londres

A esa edad, y siguiendo de nuevo las instrucciones de su padre, Bernardo


O'Higgins se puso de nuevo en camino: esta vez se dirigió a Cádiz y de allí a
Inglaterra, donde estudió en una academia inglesa; además de cursar materias
científicas como geografía, botánica o matemáticas, aprendió francés, música,
pintura y esgrima. Durante su estancia de tres años en Gran Bretaña vivió una
apasionada aventura amorosa, al tiempo que crecía en él el interés por la política.
En este sentido fue clave su relación con el prócer venezolano Francisco de
Miranda, uno de los primeros y más influyentes ideólogos e impulsores de la
emancipación de las colonias americanas, que le introdujo en la senda
independentista.
Entretanto, don Ambrosio O'Higgins había sido nombrado virrey del Perú;
enterado del giro ideológico de su hijo, dejó de protegerle, aunque a su muerte
(1801) había resuelto legarle la mayor parte de su fortuna. En 1802, con veintitrés
años, regresó a la patria, sustituyó el apellido materno por el paterno (pasando de
Bernardo Riquelme a Bernardo O'Higgins), y hasta 1810 se dedicó a la hacienda
que le dejó su progenitor, la cual engrandeció notablemente. Ocupó cargos
públicos, como el de procurador del cabildo de Chillán, y al mismo tiempo se
aplicó a la tarea de difundir el ideario emancipador.
La Patria Vieja
Las aspiraciones de los movimientos independentistas que por esos años habían
ido gestándose en Chile y en toda la América Latina se vieron favorecidas por los
graves acontecimientos que sacudieron la metrópoli. En 1808, la tropas
de Napoleón invadieron España; el emperador francés obligó al rey español a
abdicar e instaló en el trono a su hermano José I Bonaparte. El rechazo popular a
la dominación francesa desató la Guerra de la Independencia Española (1808-
1814).
Aunque pronto se constituyó en la península una Junta Suprema de España e
Indias que se proclamó depositaria de la soberanía real, la extensión del conflicto
bélico -que fue en su mayor parte una desgastadora guerra de guerrillas- había
ocasionado de facto un vacío de poder en España. En 1810 comenzaron a
formarse en las colonias americanas juntas de gobierno que, a imitación de la
Junta de España, declararon al principio su lealtad al depuesto monarca
español Fernando VII; tales juntas, sin embargo, sustituyeron a las autoridades
coloniales anteriormente nombradas por la Corona, y pronto derivaron, por lo
general, hacia posturas independentistas.

Bernardo O'Higgins (retrato de José Gil de Castro, 1820)


Ese fue también el caso de Chile, que era por entonces una capitanía general
dependiente del Virreinato del Perú. El capitán general de Chile, Francisco
Antonio García Carrasco, quiso anticiparse a tales movimientos con la detención
de algunas significadas figuras de la causa emancipadora; su actuación
desencadenó una revuelta popular el 11 de julio de 1810 y, cinco días después,
hubo de presentar su renuncia. Ocupó su lugar Mateo de Toro y Zambrano, quien,
para hacer frente a la situación, convocó el 18 de septiembre de 1810 un cabildo
abierto, asamblea integrada por 450 notables que resolvió constituir la primera
Junta de Gobierno de Chile. Con la puesta en marcha de la Junta, dotada de
plenos poderes pero teóricamente fiel a la Corona española, se iniciaba el
periodo denominado la Patria Vieja (1810-1814), primera y fallida fase del
proceso de emancipación chileno.
Desde el mismo momento de la constitución de la Junta de Gobierno de Chile,
Bernardo O'Higgins colaboró activamente con Juan Martínez de Rozas, vocal de
la Junta, en la creación de un cuerpo de milicias y la convocatoria de un
Congreso Nacional, para el que obtuvo en 1811 el acta de diputado por Los
Ángeles. Luego se trasladó a Santiago y se integró en el Tribunal Superior de
Gobierno.
Siguió después una confusa etapa en la que las luchas políticas se mezclaron
con asonadas militares, que desembocaron en un proceso legislativo más activo
y liberalizador. El golpe militar de José Miguel Carrera (4 de septiembre de 1811)
supuso en la práctica el inicio de la ruptura con la metrópoli y condujo a O'Higgins
a presidir, junto con el mismo Carrera y José Gaspar Marín, la cuarta Junta
Gubernativa. Pero las intrigas y desavenencias provocaron el cansancio de
Bernardo O'Higgins, quien renunció a su puesto en la Junta y se retiró a los
trabajos de su hacienda.
Ante el rumbo que habían tomado los acontecimientos, el virrey del Perú, José
Fernando Abascal y Sousa, encomendó al brigadier español Antonio Pareja la
misión de imponer su autoridad en los territorios de la antigua Capitanía General
de Chile. El desembarco de Antonio Pareja el 26 de marzo de 1813 en San
Vicente interrumpió el retiro de O'Higgins, que se reincorporó al bando insurgente
para alzarse en armas contra la intentona realista. Muerto el brigadier Pareja y
derrotadas sus fuerzas, los realistas se concentraron en Chillán; contra ellos
avanzó O'Higgins, pero la posición se mantuvo y los patriotas tuvieron que
retirarse.
La caída de Rancagua, de Pedro Subercaseaux

Mientras las guerrillas realistas se extendían por la región, Bernardo O'Higgins


mostró su valor personal y su pericia estratégica en diversos combates, méritos
que le condujeron al generalato en 1814. Continuó la guerra contra los españoles,
pero hubo de aceptar el convenio de Lircay (3 de mayo de 1814), por el que se
mantenía la Junta de Gobierno de Chile a cambio de su sometimiento a la Corona
española y de la retirada de las tropas realistas. Ambas partes, sin embargo,
ignoraron inmediatamente lo pactado, y el virrey José Fernando Abascal envió un
nuevo contingente de tropas al mando del brigadier Mariano Osorio para imponer
por las armas la sumisión de territorio.
La llegada de refuerzos para los españoles selló la reconciliación entre Bernardo
O'Higgins y José Miguel Carrera, quienes decidieron unir sus fuerzas para
concentrarse en la defensa de la estratégica población de Rancagua. La caída de
la ciudad (2 de octubre de 1814) originó una crisis política profunda que se saldó
con la huida de muchas familias patriotas hacia Argentina, entre ellas la de
O'Higgins. El «Desastre de Rancagua» puso punto final a la Patria Vieja: Chile se
hallaba de nuevo bajo el dominio español.

La independencia de Chile
Durante su estancia en Argentina, Bernardo O'Higgins trabó íntima amistad con el
general José de San Martín, quien había de desempeñar un importantísimo papel
en la emancipación de Sudamérica. De la fraternidad que unió al prócer argentino
con el libertador chileno dan fe su correspondencia, la inquebrantable lealtad que
mantendrían durante toda su vida y los mutuos elogios que se dedicaron.
En una carta de O'Higgins a San Martín, fechada en Mendoza el 21 de marzo de
1816, el primero le pide al segundo cien pesos para atender a las apremiantes
necesidades de su familia, que "igualmente que yo -escribe- se halla envuelta en
la persecución del enemigo común". La anécdota revela la heroica austeridad y
las precarias condiciones económicas a las que O'Higgins estuvo sometido
durante estos años. El epistolario completo muestra, por otra parte, una cordial
efusividad entre ambos patriotas y hasta contiene algunas íntimas confidencias,
porque, como escribió O'Higgins, "no cabe reserva entre los que se han jurado
ser amigos hasta la muerte".
San Martín y O'Higgins en la travesía de los Andes
San Martín entendía que la definitiva liberación de las colonias
hispanoamericanas pasaba por la ocupación del Perú, centro neurálgico del
poder virreinal, y proyectaba una expedición por vía marítima desde Chile;
obviamente, la caída de la Patria Vieja arruinó sus planes, que precisaban el
apoyo y colaboración de un Chile independiente. De este modo, la liberación de
Chile se convirtió en el objetivo prioritario de ambos caudillos, que se dedicaron
pacientemente a reunir y organizar las tropas que habían de llevar a cabo una
temeraria empresa: cruzar los Andes por distintos pasos desde Argentina y caer
sorpresivamente sobre Chile.
Bajo la dirección de San Martín y O'Higgins, la campaña de los Andes pasaría a
la historia como la más grandiosa gesta militar americana de todos los tiempos:
en enero de 1817, en sólo veinticuatro días, el llamado Ejército de los Andes
cruzó la cordillera y obtuvo la crucial victoria de Chacabuco (12 de febrero de
1817), que abrió las puertas de la capital, ocupada dos días después. El 16 de
febrero, una ciudadanía entusiasta ofrecía el mando supremo del Estado al
victorioso general O'Higgins.
Sin embargo, los intereses prioritarios no pasaban entonces por la política sino
por la guerra, y fue preciso continuar la lucha en el sur, aunque la suerte ya
estaba echada y los realistas dejaron de ser una amenaza seria para la
independencia de Chile, que fue proclamada formalmente el 12 de febrero de
1818. Ese mismo año tuvieron lugar los últimos enfrentamientos notables: el
nuevo virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela, movilizó un ejército de tres mil
hombres, cuya dirección fue otra vez confiada a Mariano Osorio. Los españoles
derrotaron a los patriotas en la batalla de Cancha Rayada, en la que el propio
O'Higgins recibió un balazo en el brazo derecho. Aún convaleciente, quiso asistir
sin embargo a la decisiva batalla de Maipú (5 de abril de 1818), en la que San
Martín aplastó a los realistas, asegurando definitivamente la independencia
chilena; al término del combate, San Martín y O'Higgins se fundieron en el célebre
«abrazo de Maipú».
El abrazo de
Maipú (detalle
de un cuadro de Pedro Subercaseaux)

Conforme a la acertada visión estratégica de San Martín, la toma de Perú


precisaba de medios navales; O'Higgins formó una escuadra, entregando su
mando a Manuel Blanco Encalada primero y a Thomas Cochrane después. La
flota de combate chilena logró mantener la supremacía sobre la armada virreinal,
dominando toda la costa del Pacífico. De esta forma el general San Martín pudo
organizar la expedición marítima que lo llevaría a desembarcar con su ejército en
las costas peruanas (1820) y a apoderarse de Lima un año después, aunque la
definitiva liberación del Perú correría a cargo de Simón Bolívar.

Director Supremo (1817-1823)


Tras la batalla de Maipú, Bernardo O'Higgins pudo dedicarse plenamente a las
tareas de gobierno. Aprobó de inmediato un reglamento constitucional (1818) por
el cual quedaban fijadas sus atribuciones y deberes en tanto que Director
Supremo y se creaba un Senado con funciones legislativas y consultivas; se
establecía asimismo una división administrativa en tres provincias y se
garantizaban plenamente los derechos y libertades individuales.
La nación a la que ayudó decisivamente a nacer fue libre y unitaria gracias en
gran parte a su esfuerzo. La libertad podía saborearse plenamente; libre era el
comercio que abarrotaba el puerto de Valparaíso, libres las personas para circular
sin pasaporte. La inteligencia y la cultura comenzaron a prosperar, pues en los
pueblos se construían escuelas, se creaban bibliotecas y se impulsaban las artes.
La
abdicación de Bernardo O'Higgins, de Manuel Antonio Caro

Militar afortunado y político honesto y consciente, O'Higgins hubo sin embargo de


afrontar pruebas muy duras, como fueron los rencores desatados tras el
ajusticiamiento en Mendoza de los hermanos Carrera y la insurrección de
Concepción. La promulgación de la Constitución de 1822, que había de sustituir
la provisional de 1818, supuso en este sentido el principio del fin: pese a sus
indudables avances (limitación a seis años del mandato del Director Supremo,
creación de dos cámaras legislativas y reparto de las atribuciones ejecutivas
entre tres ministerios), algunas disposiciones que no llegaron a ser incluidas
señalaban una orientación que chocaba con los intereses de la Iglesia católica y
la aristocracia latifundista.
El 28 de enero de 1823, un cansado O'Higgins renunciaba al mando supremo de
la patria en beneficio del general Ramón Freire, que había liderado la oposición al
texto constitucional y protagonizado desde Concepción el pronunciamiento que
acabó con su mandato. La decisión de O'Higgins ahorró al país una guerra civil;
poco después, el prócer de la independencia abandonaba Chile rumbo a El
Callao.

Últimos años

Su objetivo era seguir viaje a Inglaterra junto con toda su familia. Para ello
confiaba en los rendimientos de unas haciendas peruanas que San Martín le
había donado, pero los realistas ocupaban todavía buena parte del territorio del
antiguo Virreinato y la situación era caótica. Recibido con todos los honores en
Perú, fue amablemente presionado para que asumiera el mando del
ejército. Simón Bolívar, que a su llegada a tierras peruanas tomó a su cargo la
dirección de las operaciones militares que conducirían a la liberación del Perú,
entabló de inmediato amistad con O'Higgins, que pasó a convertirse en un
distinguido miembro de su Estado Mayor. Los avatares de la lucha los llevaron a
la costa, mientras el general Antonio José de Sucre vencía a los realistas en la
batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824), liquidando el último foco de
resistencia española en el continente.
O'Higgins no llegó a emprender el viaje a Inglaterra; en lugar de ello, permaneció
en Perú tratando de rentabilizar sus posesiones de Montalván y Cuiba, en el valle
del Cañete. Los rencores que había dejado atrás en Chile maquinaron para que
se le interrumpiera el pago de su pensión militar. En 1826, sus partidarios
quisieron devolverlo al poder mediante una conspiración en Chiloé, pero, una vez
fracasada ésta, el general fue borrado del escalafón militar y quedó prácticamente
proscrito.
Cuando en 1836 el ministro chileno Diego Portales declaró la guerra a la
Confederación peruano-boliviana, el dictador boliviano Andrés Santa
Cruzpretendió ganarlo para su causa; Bernardo O'Higgins condenó la guerra
fratricida y se negó a apoyar a Santa Cruz, incluso cuando éste le ofreció el
retorno al poder en Chile. En 1839, la victoria del general chileno Manuel Bulnes
en Yungay frente a las tropas de la Confederación puso fin a la contienda; se
abrió entonces en Chile un paréntesis con una política de reconciliación nacional
liderada por el propio Bulnes. Nombrado presidente, Manuel Bulnes ordenó en
1841 que se restituyeran el rango y los sueldos debidos a O'Higgins, pero la
reparación llegó cuando el libertador de Chile se hallaba ya a las puertas de la
muerte. Falleció en Lima el 24 de octubre de 1842.

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