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El Método Catequístico
P. Francisco De Vos.
Hablar de método muchas veces significa reducir o encuadrar la realidad y mucho más, cuando
se trata de realidades que hacen a la interioridad del hombre y su proyección hacia los demás o hacia
Dios.
Cuando se trata de Metodología Catequística los límites de los métodos aparecen más a la
vista. Evidentemente la adhesión de los catequizandos a la fe es fruto de la Gracia. Esta adhesión
no depende, en última instancia del catequista; sino del accionar de Dios y de la respuesta libre del
hombre a tal accionar. Para que un método pueda ser aplicado a la catequesis ha de ser coherente
con los criterios evangélicos y con la finalidad de comunicar la verdad revelada.
La experiencia fundacional del cristianismo nos muestra a las claras que la misión
evangelizadora no se entiende sin comunidad. La comunidad pertenece al núcleo de la
experiencia cristiana. De allí, se desprende que, para hablar de Método Catequístico
necesariamente tenemos que hablar de catequizar con los demás, de catequizar en comunidad.
Las grandes líneas de la metodología catequística, las experiencias nuevas, las propuestas
distintas, la formación de los catequistas; todo debe y tiene que ser aprendido en Iglesia. Nuestra
tarea es una tarea en comunión y participación. En comunión con la Doctrina Social de la Iglesia
(expresada en la variedad de documentos oficiales) y en participación con nuestros hermanos,
1
De Vos, Francisco. Metodología Catequística. Edic. Don Bosco; Bs. As., 1981. Colección: “Al servicio del Reino,
nº 26, p.5.
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miembros del Pueblo de Dios, guiados por nuestros pastores: los obispos.
El catequista es el que pone en práctica el método, pone parte de él en lo que hace. Esto
no significa que cada catequista tenga "su" método; pero sí, que el método catequístico como
instrumento, sea presentado de manera única y personal. El catequista es intrínsicamente el
mediador que facilita la comunicación entre las personas y el misterio de Dios, entre Dios y los
catequizandos, entre la comunidad y sus miembros. El catequista reconoce que el método está al
servicio de la revelación y de la conversión y por eso ha de servirse de él, en absoluta fidelidad a
Dios y al hombre; fidelidad al Mensaje Evangélico y al sujeto de la catequesis..
El catequista es un simple "puente" entre Dios y los niños; un instrumento del amor de Dios.
Una sólida espiritualidad y un testimonio de vida cristiana en el catequista constituyen el alma
de todo método.
JUAN PABLO I
El Método Catequístico
Jesús mismo es el Mensaje de Salvación, la Palabra Eterna hecha carne. Él revela y transmite
su Palabra, es decir, Él mismo se entrega a nosotros por amor. Ésa es la Buena Noticia: Dios se
hace presente en medio de nosotros, de manera plena y definitiva, a través de su Hijo Jesús.
(Lc. 2,10-11; Jn. 1,1-18; Hech.2,22-36; 13,16-41; 1ª Carta de Juan 1,1-14).
Entre todos los textos tan ricos que la Palabra de Dios nos ofrece, existe un pasaje evangélico
que siempre me ha emocionado y conmovido: es el encuentro entre Jesús y la Samaritana.
Jesús se encuentra fatigado y cansado en el pozo de Jacob, con la mujer. Los pozos en aquella
época, solían quedar a unos kilómetros del pueblo. La gente tenía que llegarse a ellos varias
veces al día, portando el agua en cántaros de gran peso. Es en esa situación que se encuentran
Jesús y la samaritana. Vamos a analizar minuciosamente el diálogo entre ellos:
JESÚS LA SAMARITANA
- ..."Si conocieras el don de Dios y quién es el -Señor no tienes nada para sacar el agua y el
que dice: "Dame de beber", tú misma se lo pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua
hubieras pedido y él te habría dado agua viva." viva? ¿Eres acaso más poderoso que nuestro
padre Jacob?..."
-"El que bebe de esta agua vuelve a tener sed, -“Dame de esa agua para que no sufra más sed, ni
pero el que beba del agua que yo le daré, no tenga que volver aquí a sacarla."
volverá jamás a tener sed."
-"Ve y llama a tu marido." -"No tengo marido..."
Jesús continuó: -"Es verdad lo que dices, que
no tienes marido, has tenido cinco y el que -"Señor, veo que eres un profeta... Pero ¿dónde
tienes ahora tampoco es tu marido." adorar a Dios, aquí o en Jerusalén?
-"...ni aquí ni en Jerusalén., los verdaderos -“Yo sé‚ que el Cristo está por venir.
adoradores, adorarán al Padre en Espíritu y Cuando él venga nos aclarará todo.”
Verdad."
La samaritana tenía su historia, sus creencias, su manera de relacionarse con los otros, su
propia forma de vida. Ella no sabía ni podía crecer como persona. Se había transformado en un
lugar de paso, para los hombres; de odio para las mujeres y en un motivo de escándalo para la
comunidad. Era una mujer adúltera.
Jesús no se escandaliza ante tal realidad, muy por el contrario, la respeta y ama
profundamente, al punto tal que decide ayudar a la mujer a reencontrarse con su historia. Por eso,
él toma la iniciativa, da el primer paso y luego procede delicada y respetuosamente. Sin apremios,
pero con marcada insistencia; sin cesar de llevarla por los caminos del amor y las exigencias de una
vida mejor.
Y esto es lo primero que precisamente tenemos que aprender los catequistas: A AMAR Y
RESPETAR PROFUNDAMENTE LA REALIDAD DE NUESTROS CATEQUIZANDOS, en
nuestro caso, los niños; no imponiéndoles nada, sino acercándolos al Amor de Dios.
Recién cuando la tierra estaba preparada; es decir, cuando la samaritana estaba predispuesta, es
que Jesús anuncia su Palabra, transformadora, viviente, operante. Generando un cambio de vida,
un cambio fundamental en el corazón y en la vida de la samaritana. De la misma manera, la Palabra
del Señor opera la Salvación y la Redención, en nosotros y en nuestros catequizandos, con una
fuerza extraordinaria.
La mujer sacudida por el amor de Jesús, tocada y sanada por la Palabra de Dios se encuentra y
acepta a sí misma. Esto le permite descubrirse, abrirse a los demás y al Otro. La samaritana no sólo
vuelve corriendo a su pueblo -dejando el cántaro y con él, su vida anterior- sino que irrumpe llena de
vida en la realidad cotidiana de su gente, testimoniando su encuentro con el Dios Viviente.
Retomando, entonces la reflexión que hacíamos sobre el encuentro entre Jesús y la samaritana, y las
reflexiones que emanan del Directorio Catequístico General, podemos intentar vislumbrar en el
actuar catequístico de Jesús tres momentos bien definidos, que bien se podrían estructurar de la
siguiente manera:
2 ANUNCIAR LA
PALABRA DE DIOS
3 PROVOCAR UN CAMBIO
1 PARTIR DE LA
DE VIDA, RESPUESTA DE FE
SITUACIÓN DE VIDA O COMPROMISO
Estos tres momentos utilizados por Jesús aparecen de una manera u otra, jalonados en el
Nuevo Testamento en diversos pasajes. No pretendo analizar dichos textos aquí, pero ustedes
pueden hacerlo y van a comprobar que dicha estructura (SITUACIÓN DE VIDA-
PROCLAMACIÓN DE LA PALABRA-RESPUESTA) se presenta con frecuencia en los
evangelios.
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Les indico algunos textos, para que profundicen el camino seguido por JESÚS COMO
CATEQUISTA: Jesús y Zaqueo: Lc. 19,1-10; Curación del sordomudo: Mc. 7,31-37; Curación
del paralítico: Jn. 5,1-14; Curación de los leprosos: Lc. 7,11-19; Elección de los apóstoles: Mc.
3,13-18; La mujer adúltera: Jn. 8,1-11; Jesús y el ciego de nacimiento: Jn. 9,1-41; Los apóstoles
en Pentecostés: Hech. 2,13-41.
¡Qué interesante sería realizar un relectura de los evangelios desde la óptica de Jesús
catequista! Atendiendo a las actitudes que toma Jesús, a cómo anuncia su palabra, a su manera de
catequizar, a su forma de proceder como educador de la fe. Seguramente esta relectura nos ayudará
muchísimo a reubicarnos como pregoneros de su vida y de sus palabras.
El Método Catequístico
Este proceso implica conocer para amar. Conocer el aquí y el ahora del grupo de
catequizandos; en nuestro caso, los niños. Es decir, conocer sus valores, sus normas, su
psicología, sus manifestaciones, su historia, su contexto familiar y social, su sexualidad, su
religiosidad, sus formas de expresarse, su lenguaje propio, sus preocupaciones fundamentales; en una
palabra, sus interrogantes vitales. Se trata de MIRAR LA VIDA. Esto implica atender a la
DIMENSION ANTROPOLÓGICA presente en el catequizando.
Todo esto supone que el mismo catequista tenga un contacto asiduo y directo con la Palabra.
Un catequista que no lee, reflexiona, estudia ni ora la Palabra de Dios, pronto no hará más que
anunciarse a sí mismo. El catequista debe ser un gran "escuchador" de la Palabra, ya que él es
el portador de un mensaje, que él mismo recibió a su vez y debe releerlo continuamente para
mantenerlo vivo en su corazón.
La Palabra de Dios se dirige al hombre para que escuche su invitación y responda a su amor.
La tercera etapa, en todo proceso catequístico, es la respuesta personal. El encuentro con el Dios
Los tres pasos anteriores se suceden continuamente; ya que, luego de que el individuo o grupo
cambiaron en algo sus vidas, se genera una NUEVA SITUACIÓN DE VIDA que necesita ser
iluminada con el Evangelio otra vez, para producir un nuevo cambio y así, sucesivamente. Por
supuesto que, al tratarse de seres humanos, todo este proceso puede interrumpirse, trabarse,
adelantarse y modificarse una y otra vez. Por ello, siempre habrá que recomenzar, como la vida.
Se conocen como fuentes de la catequesis los lugares y ámbitos donde es posible encontrar el
contenido de la catequesis y, también, donde brota la acción misma de la catequesis.
La Palabra de Dios es la fuente primera de toda acción eclesial y, por tanto, de toda acción
catequística. La catequesis extraerá principalmente su contenido de la fuente viva de la Palabra de
La Palabra de Dios, ha sido trasmitida con cariño y celo por la Iglesia, que, guiada por el
Espíritu, a través de los siglos, no ha procurado otra cosa que contemplarla con profundo espíritu de
fe, escucharla piadosamente, custodiarla santamente y anunciarla fielmente. De esta forma, las
Sagradas Escrituras y la Tradición constituyen el único depósito sagrado de la Palabra de Dios,
confiado a la Iglesia. La Tradición se ve reflejada en el Magisterio de la Iglesia, cuya función es
interpretar auténticamente la Palabra de Dios, no colocándose por encima de ella, sino a su servicio
(DV 10;ver DGC 94-96).
ESCRITA LA BIBLIA
CELEBRADA LA LITURGIA
La fuente viva de la Palabra de Dios y las “fuentes subsidiarias” que de ella derivan y en las que
ella se expresa, proporcionan a la catequesis los criterios para transmitir su mensaje a todos
aquellos que han tomado la decisión de seguir a Jesucristo. De ellas extraeremos los contenidos
de nuestra catequesis.
Para la selección y distribución de los contenidos en el año es necesario tener en cuenta que
debemos agruparlos en unidades lógicas de aprendizaje catequístico o, núcleos catequísticos.
Entonces, según lo expuesto, los grandes temas de la Catequesis de niños los extraeremos de:
La Sagrada Escritura.
Los Documentos de la Iglesia, en especial el Catecismo de la Iglesia Católica.
Las Programaciones y Orientaciones para la Catequesis de las Conferencias
Episcopales.
Los Lineamientos Curriculares para la Catequesis en las Escuelas Católicas, de
las respectivas Conferencias Episcopales.
Los lineamientos, programaciones y orientaciones diocesanos.
Los lineamientos, programaciones y orientaciones congregacionales, parroquiales
o institucionales.
La situación vital de los niños: sus necesidades, inquietudes, interrogantes y
experiencias vitales.
La experiencia propia y personal de cada catequista, compartida con la
comunidad de catequistas.
Los tiempos litúrgicos y las actividades institucionales.
Los diferentes libros de texto y manuales de catequesis para niños.
El Método Catequístico
Entre las tareas fundamentales que la catequesis debe llevar adelante, el Directorio
Catequístico General destaca la necesidad de ayudar a conocer, celebrar, vivir y contemplar el
misterio de Cristo. (Cfr. DCG 85-87). Estas tareas son:
a) Propiciar el conocimiento de la fe
En efecto, Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica.
La comunión con Jesucristo conduce a celebrar su presencia salvífica en los sacramentos y,
particularmente, en la Eucaristía. La Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles
cristianos (entre ellos a los niños) a aquella participación plena, consciente y activa que exige
la naturaleza de la liturgia misma y la dignidad de su sacerdocio bautismal. En este campo, las
Celebraciones de la Palabra constituyen un ámbito privilegiado de iniciación litúrgica.
c) La formación moral.
d) Enseñar a orar