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LAS RELACIONES TÓXICAS Y EL NARCISISMO PATOLÓGICO

Nuestro sistema de vida y las condiciones en las que el ser humano desarrolla su personalidad en
la actualidad (con el crecimiento del sistema de represión cultural a lo largo del tiempo y la
progresiva disolución de los valores familiares) han dado como resultado, una mayor proporción de
seres humanos con emergencia de cuadros disfuncionales o estructuras, en respuesta a la
negación de la naturaleza humana en pro de la “civilización” por medio de la cultura. Al sacrificar la
“felicidad” a cambio de “seguridad” nos sometemos a la negación y disociación de la fuerza de vida
(“libido”) que pulsa desde el interior para vencer a la represión que la subyuga y le quita su
libertad de expresarse, de salir al exterior.

El individuo se configura a partir del “otro”, y establece su personalidad por medio de las relaciones
establecidas con éste desde su temprana infancia. Una vez lograda la configuración de la
personalidad, ésta determina el conjunto de patrones que codifican como el individuo entablará
las relaciones interpersonales en su vida, sea amor de pareja, amor filial, amistad, etc.

Actualmente, hay más divorcios, falta de amor, sentimientos de aislamiento y soledad en el ser
humano, que lo que nunca se había dado en la historia. Los nuevos tiempos han traído consigo
mayor represión a nivel cultural y una destrucción de la de la naturaleza humana que como
resultado ha dejado a la sociedad destrozada desde su núcleo, la familia. El niño aprende y se
configura a través de la relación con sus padres como el reflejo del “otro”. Si este proceso falla, la
relación con el otro y los parámetros que determinan una funcionalidad armoniosa se ven
distorsionados en el individuo, generando muchas de las estructuras patológicas que vemos hoy a
nuestro alrededor en los otros y que incluso, nosotros mismos podemos presentar también.

Estos cuadros patológicos una vez establecidos, juegan en el individuo una serie de competencias
de poder y distorsiones en la relación con el otro, dando finalmente como resultado lo que
comúnmente hoy llamamos “Relaciones toxicas”.

Uno de los más comunes cuadros derivados de la represión y la falla en la construcción armoniosa
de la personalidad a nivel infantil es el narcisismo. “Descrita por primera vez por Havelock Ellis y
luego por Freud, la personalidad narcisista se caracteriza por un tipo de relación precedida por la
soberbia, la arrogancia y la altanería, tres rasgos que son expresión manifiesta de la
sobrevaloración del “yo” (self).” *1 A esta actitud acompaña y complementa “una actitud de
desprecio y desvalorización de las demás personas” *1

Si hacemos alusión a nuestra cultura occidental capitalista, centrada en el ego, poniendo siempre
el interés personal por encima del otro, y buscando siempre la satisfacción ciega del deseo a pesar
de cualquier obstáculo (herencia innegable de nuestro sistema occidental del hedonismo griego),
tenemos como resultado una sociedad Narcisista desde su núcleo. Se nos educa para sobresalir a
cualquier precio, así sea la cabeza del “otro”, y a siempre sacar provecho a la primera oportunidad,
en pro de la “prosperidad, la seguridad y el bienestar” del “Yo”. Como decía Sibiuda un aclamado
médico, filósofo y sacerdote catalán (1436) “El amor a sí mismo, cuando es el primero, es la
principal raíz, el primer origen y el principio de todos los males… Pues quien pone su propio amor
en sí mismo, tiene en sí plantada la raíz de todos los males… El amor a sí mismo vuelve a la
voluntad injusta, mala, perversa y maligna, y soberbia”.*1 Es importante aclarar que “el amor a si
mismo” al que se refiere no es el sano autoestima que todo ser humano debe tener, sino la
separación del “yo” y la idolatría por éste.
El ser humano a través de la figura paterna forma su relación y diferenciación del “yo” y el “otro”,
lo que le permite más tarde establecer vínculos afectivos en su dimensión social. El niño crece y
pierde al padre (o en el caso de la niña a la madre), pero el adulto tiene a la sociedad misma y al
“otro” representado en ésta como su reemplazo, es la que lo alimenta y le quita su libertad. En los
casos donde la relación afectiva falla en la relación padre-hijo, específicamente la falta de afecto o
ausencia del padre, la diferenciación entre el “yo” y el “otro” es difusa, dando como resultado un
“yo idealizado y perfecto” en el que las culpas no caen sobre el mismo sino en el otro y justifica
siempre sus actos egoístas. El narcisista “coloca dentro de si todo lo bueno y fuera todo lo malo”
(Freud, 1915). Esta es la explicación de porque gustamos tanto de los sistemas políticos, pues nos
liberan de la culpa y el gobierno carga con todo. Somos una sociedad narcisista, cerramos los ojos
ante nuestras propias fallas en pro de la “tranquilidad”.

Según Freud el Narcisismo Primario (Introducción al narcisismo, 1914) es definido como el


hipotético estadio inicial y arcaico del desarrollo emocional en el que toda la energía psíquica
(libido) esta invertida en el propio “yo” porque todavía no se ha reconocido la existencia del “otro”
(“objeto”).

Dicha etapa es normal en el desarrollo del individuo, en la cual si cuenta con una relación sana con
los progenitores, supera como parte natural del proceso de crecer, dejando atrás el complejo de
amor-odio (Edipo y Electra) y reconociendo finalmente al “otro” como ser aislado del “yo”. Más
tarde podrá entablar relaciones emocionales y sentimentales armónicas gracias a la clara
delimitación de la frontera entre el “otro” y el “yo”.

En el marco de la teoría de la libido, el narcisismo es redefinido como un investimento libidinal de


si mismo, en oposición al investimento libidinal del objeto (ya diferenciado como objeto con
existencia propia).

Freud llama libido narcisista a la libido que inviste al “si mismo” o “self” y libido objetal a la que
inviste al objeto, y estas son inversamente proporcionales, a mayor de una, menor proporción de la
otra.

Más tarde un segundo concepto sale a la luz, el Narcisismo secundario. Este narcisismo, es el que
surge como resultado de una disrupción en la resolución del narcisismo primario, lleva al individuo
a tomar la estrategia en la que, ante un conflicto con el “objeto”, se le resta energía libidinal
objetar a éste y se convierte en energía libidinal para “si” o “self” (energía libidinal narcisista).

Todo lo anterior se presenta como resultado de la falta de afecto o ausencia de los progenitores,
los cuales representan el modelo a marcar para definir las pautas de delimitación entre el “otro” y
el “yo”, lo que permite tomar responsabilidad por los actos propios en relación con el otro. Ante
cualquier conflicto que reste energía libidinal, el narcisista toma para si toda la energía sin importar
las consecuencias para el otro. El narcisista necesita satisfacer sus deseos por encima de todo.

A causa de la borrosa frontera entre el “otro” y el “yo” del narciso, la conciencia real de lo “ajeno”
se pierde, convirtiendo al “otro” en “objeto”, objeto de deseo, de posesión. El narcisista no solo
necesita, sino que se siente con el derecho a poseer, pues lo que es “mío” y “del otro” no está muy
claro.
Una sociedad narcisista, se forma de individuos (valga la redundancia) narcisistas, que
indefectiblemente, establecen relaciones propias de dicho cuadro. Son relaciones basadas en la
posesión y el control, rasgos muy característicos de las conocidas “relaciones toxicas” muy de
moda hoy en día.

La familia, como eje fundamental de la sociedad, vemos en estos párrafos, cómo también
constituye el motor primario de la configuración mental y emocional de los seres humanos. De las
patologías mentales, surgen patologías físicas, y de una sociedad enferma, surgen individuos
enfermos. La única vía para asegurar la viabilidad de la raza humana y que no sucumba ante la
enfermedad mental (según la OMS para el 2020 la primera causa de muerte será la enfermedad
mental a nivel mundial) es la recuperación de las microestructuras sociales y de la familia como
núcleo principal de la sociedad, para así garantizar un desarrollo armónico biopsicosocial en cada
ser humano.

Namasté!

RICARDO CAMPUZANO S.

El narcisismo: Pieza fundamental en la construcción de una


sociedad dispuesta para la guerra
El narcisismo, como transtorno de la personalidad, es un fenómeno común a toda la
sociedad occidental. Si recordamos de donde provienen muchos de los rasgos culturales
de la sociedad Estadounidense (La cual fue el modelo que se impuso en occidente), nos
vemos transportados a la antigua Grecia, de la cual, los padres fundadores
estadounidenses tomaron muchos elementos.

La sociedad griega fue hedonista desde sus cimientos, exaltando todos los placeres
sensuales y sensoriales que un ser humano pudiera percibir, como motor fundamental de
los lazos sociales (Orgias, Fiestas Dionisiacas, Olimpiadas, etc…) y en los cuales se veían
infundidos ciertos rasgos de personalidad casi de manera “subliminal” entre toda la masa
asistente. Estos rasgos de personalidad promovidos por dicha cultura, hacían de sus
portadores, elementos útiles y productivos para las elites que promovían dichas
festividades. Una masa enfurecida y unida por un “objeto” común de adoración en
comunidad, se convierte en una fuerza imparable de trabajo, producción o guerra.
Reflexiones desde el pensamiento psicoanalítico de S. Freud y su carta abierta con Albert
Einstein - “El porqué de la guerra”
Para lograr una masa uniforme que siga ordenes de manera coordinada y ciega, se debe
obtener individuos homogéneos que no difieran mucho en sus puntos de vista, o que al
menos, sean tan similares que se toleren para funcionar juntos.
Un ser humano sano, tiene muy buena diferenciación entre el “yo” y el “otro”, y entiende
al otro como un ser separado con voluntad propia, y no un objeto de posesión. Cuando el
límite entre el “otro” y el “yo” no es claro, la personalidad narcisista aparece, ya que el
“yo” se idealiza y se expande, creyendo al “otro” de su “posesión o propiedad”. Un
individuo que no tiene límite por el otro, empieza a ser agresivo desde su naturaleza
misma, ya que su inclinación natural es a verter la culpa siempre en el “otro” y a dejar
inmaculado su “yo” perfecto.
En la búsqueda y autoafirmacion del “yo” perfecto, el narcisista se ve estimulado por verse
en posiciones superiores a los otros, ya que su ego se ve estimulado, y para éste, es como
una droga. Es la sensación de Poder. Debido a ello, las Olimpiadas, como muestra de “Mas
alto, más fuerte, más rápido”, constituían uno de los ejemplos perfectos de cómo se
promovía la competitividad como modelo de perfección y logros humanos, preparando
así, de manera inconsciente, para la guerra.

“Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz. La gente educa para la
competencia, y la competencia es el principio de cualquier guerra.”
-Pablo Lipnizky (Colombia) cita a Maria Montessori en La educacion prohibida (Pelicula
documental)
“En teoría, todas las leyes de educación nos hablan de objetivos de desarrollo humano
profundos: valores humanos, cooperación, comunidad, solidaridad, igualdad, libertad, paz,
felicidad; son llenas de palabras hermosas. Pero la realidad es que la estructura básica del
sistema promueve justamente los valores opuestos: la competencia, el individualismo, la
discriminación, el acondicionamiento, la violencia emocional, el materialismo…”
-German Doin, Argentina - La educacion prohibida (Pelicula documental)

¿Por qué para la guerra? Preguntarían muchos, sin ver relación entre olimpiadas
deportivas y guerra. La razón es muy sencilla. Si recordamos el texto “El porqué de la
guerra”, en este, Freud hace mención de un concepto crucial, La fuerza. La fuerza significa
Poder, poder dominar, poder controlar, poder eliminar la oposición…….oposición a qué? Al
“yo” idealizado, al deseo irrefrenado, al narcisista sediento de control y adulación. En ello
se basa la guerra, en individuos narcisistas, cegados por su propia sed de “ser únicos y
perfectos”, que caen en una competencia por sobresalir a cualquier precio, lo que los hace
fácilmente manipulables. ¿Cuántos soldados no han hecho “actos heroicos” en afán de
“ser el mejor soldado”, poniendo su propia supervivencia en juego, es decir, importa más
la “imagen del yo perfecto” que la supervivencia del “yo real”.
Los individuos narcisistas además, en virtud de su “amor propio desmedido” carecen de
culpa, ya que siempre el “otro” obviamente, tiene que ser el culpable de todo lo malo, ya
que en ellos, todo es perfecto. Pueden hacer cosas impensables sin experimentar culpa, lo
que los hace perfectos para el trabajo. Prueba de ello fueron los soldados nazis
enamorados de su “raza aria”, perfecta e inmaculada. Un narcisista es alguien que se
enamora tanto de su “mascara” exterior, que se olvida de su verdadero rostro, olvidando
así su propia naturaleza, en pro de mantener un personaje creado en su imaginario.
A su vez, mientras los hombres narcisistas son impulsados a “ser el mejor” en el campo de
batalla o productivo, ignorando sus propias necesidades y naturaleza en favor de su “yo”
idealizado (“soy el capitán américa” – “soy el mensajero del fuhrer”), las mujeres en la
guerra cumplen su propio papel. Si recordamos lo que sucedió luego de la segunda guerra
mundial, las mujeres quedaron a cargo de hogares enteros mientras los hombres luchaban
y morían en batalla. Ellas debían se FUERTES, debían tomar el CONTROL, tener el PODER.
Todo ello generado por el miedo de una sociedad destrozada por la guerra y el afrontar
solas la vida y las obligaciones de un hogar que en sus inicios fue construido por dos
individuos. Estas mujeres impulsadas por el miedo, y los sentimientos nacionalistas, se
vieron en la obligación de ser “mujeres perfectas”, capaces de mantener un hogar, criar
hijos, y llevar una profesión, todo sin despeinarse un segundo, o perder la compostura, ya
que, ante todo “el que dirán” siempre estaba presente. Para ser así de perfectas se
apoyaron en la personalidad narcisista americana, configurando alrededor de si una
autoimagen perfecta, donde los culpables de todo, son los “otros”, los “nazis”, los “rusos”,
los “hombres”, los “políticos”, ya que alguien “tan perfecto”, no comete errores.
Freud en el porqué de la guerra, hace alusión al recurso de las multitudes débiles que se
unen para hacer oposición a un individuo más fuerte, sustituyendo, el PODER, por el
DERECHO. Este fue el origen de los movimientos feministas luego de la guerra, multitudes
de mujeres agremiadas en pro de oponerse a la opresión por medio del derecho. Esto
trajo cosas buenas, ya que permitió la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, algo
totalmente lógico y necesario para la existencia humana. Pero con ello también vino
desgracia. La personalidad narcisista, también presente en estas mujeres, las ha llevado a
utilizar los derechos obtenidos con esto para imponerse a los hombres, ya no consiguiendo
un estado de igualdad, sino invirtiendo la situación.
Cuando todos en la sociedad dejemos nuestros rasgos narcisistas, nos daremos cuenta que
en realidad, no existen víctimas ni victimarios, todos somos víctimas de nuestra propia
mente, nuestros traumas, nuestros miedos, todo lo que no queremos aceptar y
proyectamos en el otro, para hacerlo culpable de nuestra propia desgracia.
"Todo lo que nos irrita en los demás puede llevarnos a un entendimiento de nosotros
mismos" - C. Jung
“Todo lo que te molesta de otros es un espejo de algo que debes cambiar en ti mismo”
- Buda
RICARDO CAMPUZANO S.

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