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Grecia
De la Prehistoria a la aparición de la
polis
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Índice
Introducción............................................................................................... 5
Objetivos....................................................................................................... 8
Resumen....................................................................................................... 77
Bibliografía................................................................................................. 79
© FUOC • P09/74511/00401 5 Los orígenes de Grecia
Introducción
Los tres primeros capítulos de este módulo presentan las características prin-
cipales de los tres grandes períodos anteriores a la época arcaica: la Prehistoria,
la Edad del Bronce y la Edad del Hierro o "Época oscura". Dentro del perío-
do prehistórico, el Neolítico griego, probablemente el más antiguo de Europa,
presenta un gran interés por la presencia de culturas avanzadas, con un desa-
rrollo precoz de los modos de organización social protourbana (Poliochni).
para todo el mundo griego, como por ejemplo, en lo que atañe a la religión
y a la mitología, el conjunto de dioses y héroes conocidos y venerados por
todos los griegos.
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Objetivos
Como podía esperarse de una geografía tan particular como la griega, destaca
la aparición de la pesca y la navegación al lado de las ocupaciones de caza y
recolección propias del hombre del Paleolítico.
Mucho más conocido es el Neolítico (8000 a. C., ca.-3200 a. C., ca.). Nume-
rosas excavaciones en toda la geografía griega han posibilitado documentar la
aparición de culturas basadas en la agricultura de los cereales y la ganadería,
con abundante producción cerámica. Aparecen nuevos lugares de ocupación,
especialmente Creta y las islas.
En este sentido, el Neolítico griego está marcado por el desarrollo de una densa
red�de�relaciones�e�intercambios a través del Egeo.
Así pues, ésta sería la primera de una serie de llegadas de pueblos extranjeros a
Grecia que marcarán la historia del mundo helénico hasta la época de la polis
(los indoeuropeos a principios de la Edad del Bronce, los dorios al final del
mismo período). Aunque con frecuencia han sido objeto de discusión, actual-
mente dichas migraciones tienden a ser explicadas como procesos complejos
de interacción entre el elemento exógeno y el autóctono, lejos de los mode-
los tradicionales de la "colonización" o la "invasión", considerados demasiado
simplistas.
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La Edad del Bronce ocupa el III milenio a. C. y la mayor parte del II, período
en que aparecen en Grecia auténticas civilizaciones, comparables a las gran-
des culturas urbanas de Egipto y Oriente medio: la cicládica primero, seguida
en el II milenio por la minoica y la micénica. En dicho período se introduce
en Grecia la lengua griega (indoeuropea, no autóctona) y, al mismo tiempo,
comienzan a adoptar sus condiciones características la mitología, la religión
y la poesía épica, aunque muchos elementos son probablemente anteriores
y otros se incorporarán en el período posterior. Por el contrario, en cuanto a
la organización política y socioeconómica, el rasgo distintivo de las culturas
minoica y micénica es el sistema palacial, muy distinto de la polis de época
arcaica y clásica.
Evans introdujo una cronología tripartita, que se ha conservado, entre las etapas del
Bronce Antiguo, Medio y Reciente, subdivididas a su vez en tres períodos (I, II y III).
Además, las distintas regiones culturales de Grecia dan su nombre a estos períodos en su
ámbito específico. Así, se habla de cicládico (las islas del Egeo), minoico (Creta) o heládi-
co (Grecia continental), en cada caso Antiguo, Medio y Reciente. Asimismo, el heládico
reciente, que se corresponde con el apogeo de la civilización micénica, suele llamarse
simplemente micénico (subdividido en I, II y III). La cronología absoluta correspondiente
a la relativa de fases sucesivas presenta aún incertidumbres y puede variar según los au-
tores (mucho se discute todavía, por ejemplo, la fecha de la erupción volcánica de la isla
de Tera y su influencia en la historia del Egeo). De modo orientativo, podemos señalar
las siguientes fechas: Bronce Antiguo (3300 a. C., ca-2000 a. C., ca.), Bronce Medio (2000
a. C., ca-1600 a. C., ca), Bronce Reciente (1600 a. C., ca-1100 a. C., ca).
El paso del Neolítico a la Edad del Bronce parece haber consistido en una tran-
sición más que en una ruptura (Bronce Antiguo I). La metalurgia y el aumento
numérico de los hábitats (granjas, poblados), indicio de un aumento demo-
gráfico, son las novedades principales. Se intensifica tanto la economía agro-
pecuaria (introducción de la vid y el olivo) como la red de contactos e inter-
cambios a través del mar.
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La lengua griega, constituida por varios grupos dialectales (jónico-ático, dórico, eólico,
arcadio-chipriota), cuya unificación no se producirá hasta la época helenística (en la koiné
o lengua común), es una rama del gran conjunto de las lenguas indoeuropeas, de las que
forman parte también, entre otras, el latín y todas las lenguas germánicas, celtas, eslavas
e indoiranias (por lo que incluye todas las lenguas habladas actualmente en Europa, ex-
cepto el éuscaro o vasco, el turco y el grupo fino-ugrio: el húngaro, el finés y el estonio).
Quedan por resolver aún muchos enigmas, como por ejemplo las causas de la
destrucción súbita de los palacios micénicos o la escritura de los minoicos, el
Lineal A, aún no descifrada, pero los datos que la arqueología y la filología han
acumulado durante más de un siglo de investigación nos han proporcionado
una visión bastante completa de estas dos civilizaciones.
Schliemann (1822-1890) era un millonario alemán que, después de hacer fortuna en sus
negocios, se dedicó a su pasión: comprobar la historicidad de los poemas homéricos. En
1870, excavando en la colina de Hissarlik, en el extremo noroccidental de Asia Menor,
descubrió la ciudad de Troya. Unos años más tarde halló en Micenas un círculo de tum-
bas con un espléndido tesoro funerario, del que destaca una máscara de oro que deno-
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Más útil que la cronología general de la Edad del Bronce de Evans resulta, para la civili-
zación minoica, la siguiente periodización:
"Minos fue el más antiguo de los que conservamos recuerdo que se hizo con una escuadra
y, dominando la mayor parte del mar de Grecia, ejerció su poder en las Cícladas y fue
el primer colonizador de las más de ellas, expulsando a los carios y estableciendo como
jefes a sus propios hijos. Y, como es lógico, limpió el mar de piratas en la medida que
pudo para que le llegaran mejor los tributos".
Tucídides, Historia, I, 4
Sin embargo, por su soberbia Minos fue castigado por los dioses a la humilla-
ción de una relación adúltera de Pasifae, la reina, con un toro. De esa unión
contra natura nació el monstruoso Minotauro, cuerpo de hombre y cabeza de
toro, que se alimentaba de carne humana. Minos mandó construir por el arte-
sano Dédalo un inmenso laberinto donde encerró al monstruo. Pero el héroe
ateniense Teseo, con la ayuda de la princesa Ariadna, hija de Minos, consiguió
matar al Minotauro y salir del laberinto, liberando así a su patria del oneroso
tributo que debía pagar al rey de Creta.
La aparición del sistema palacial en Creta a principios del II milenio fue rápida
e inesperada, No obstante, no vino motivada por influencia exterior alguna,
sino que fue producto de desarrollos internos al mundo cretense. La�época
de�los�primeros�palacios�es�un�período�de�esplendor, en la que hallamos ya
todos los rasgos del mundo minoico. Los cuatro�grandes�palacios (Cnossos,
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Phaistos, Malia y Zakros) son la sede del poder político, económico y religioso,
centros de distribución y gestión de la riqueza y de administración del territo-
rio. La organización�del�territorio es un aspecto importante: Creta se divide
en provincias, cada una con su ciudad donde radica el palacio y la capitalidad.
Los centros de población son variados y se jerarquizan, desde la capital a la
granja aislada, pasando por la ciudad y el pueblo, con una red de caminos que
comunican dichos centros entre sí. El espacio se articula también mediante
una red de santuarios al aire libre, con frecuencia en las cimas de montes o
colinas, donde se reúne la población local.
En el exterior, se establecen relaciones� con� Oriente� y� con� Egipto, al igual Los sistemas de escritura
que con el resto del Egeo. Aparece, por vez primera en Grecia, la�escritura, del Bronce egeo
en formas autóctonas no importadas, ya sea jeroglífica (como el enigmático Los minoicos conocen varios
Disco de Festos) o silábica (el llamado Lineal A). La fina cerámica de Cama- sistemas de escritura, todos
ellos autóctonos no importa-
res, denominada "de cáscara de huevo", con su decoración abstracta de líneas dos. El Disco de Festos, consi-
derado una pieza única, con-
sinuosas y espirales, es el producto más característico de este primer momento tiene una escritura jeroglífica
de esplendor. con ciertas similitudes con el
principal sistema de escritura
minoico, el Lineal A, un sila-
bario. Ninguno de estos siste-
mas ha sido todavía descifra-
do, y la lengua de los minoi-
cos permanece enigmática pa-
ra nosotros. La civilización mi-
cénica adaptó el Lineal A a su
lengua, el griego, y así se creó
otro silabario, el Lineal B, des-
cifrado por Ventris y Chadwick
en 1952.
Los primeros palacios son destruidos en torno al año 1700 a. C., por causas
poco claras, probablemente naturales (terremotos). Sin embargo, su recons-
trucción fue inmediata y a mayor escala. Los nuevos palacios, adornados con
espléndidos frescos, multiplican las cámaras y los corredores articulados en
torno al gran patio central, lugar de las grandes ceremonias políticas y religio-
sas. Empieza así la�época�de�los�segundos�palacios,�en�la�que�la�riqueza�y
el�desarrollo�del�mundo�minoico�alcanzan�su�apogeo. Si la talasocracia de
Minos no parece haber existido realmente, es indudable la importancia de la
influencia minoica sobre todo el mundo griego, como puede verse en los fres-
cos de los palacios micénicos, que aparecen en este período, o en las magnífi-
cas pinturas descubiertas en la isla de Tera (Santorini).
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Alrededor del año 1450�a.�C. todos los palacios, excepto Cnossos, y muchas
ciudades son destruidos y abandonados definitivamente. El motivo es la con-
quista�de�Creta�por�los�micénicos, civilización fuertemente militarizada, a
diferencia de los minoicos. El período pospalacial estará marcado por el declive
de la civilización minoica, integrada completamente en el mundo micénico,
sobre el que ejerce, sin embargo, una gran influencia. Como podemos leer en
las tablillas en Lineal B halladas en el palacio de Cnossos, éste pasa a ser la
sede de una nueva administración, que habla ya griego.
En plena época de esplendor de los palacios minoicos, entre los años 1600-
1550 a. C., algunas regiones de la Grecia continental, especialmente la Argó-
lide, conocen un rápido crecimiento que en poco tiempo dio lugar a una po-
tente�civilización,�llamada�micénica,�basada�también�en�el�palacio�pero
con�un�carácter�marcadamente�guerrero. Responsables de la caída del mun-
do minoico bajo su poder hacia el año 1450 a. C., los micénicos dominarán la
historia de Grecia durante la segunda mitad del II milenio, como los minoicos
lo habían hecho durante la primera. Su cultura quedó también en el recuerdo
mítico de los griegos, por lo que respecta a las grandes sagas heroicas de la
Máscara funeraria llamada "Máscara de
épica de época arcaica, particularmente la de la guerra de Troya, con Agame- Agamenón". Conservada en el Museo Nacional
de Atenas
nón, rey de Micenas, como jefe de la expedición griega. Culturalmente, los
micénicos, un pueblo indoeuropeo que habla ya griego, combinan elementos
propios (el mégaron como núcleo de la casa o la ideología guerrera) con una
fuerte influencia minoica (pintura, cerámica...), que adaptan a sus necesidades
(la escritura, con la invención del Lineal B a partir del Lineal A).
La primera expresión del nuevo� poder� de� una� elite� aristocrática� guerrera
son los grandes círculos de tumbas (A y B) de Micenas, denominadas "reales"
por la riqueza extraordinaria de sus tesoros, entre ellos la famosa "máscara de
Agamenón". Los principales centros de población se desarrollan rápidamen-
te en auténticas ciudades, con frecuencia dotadas de poderosas murallas. La
conquista de Creta hacia el año 1450 a. C. convertirá el palacio de Cnossos
en un importante centro del mundo micénico durante casi un siglo. El siglo
XIV a. C. ve la aparición de los grandes�palacios�micénicos�en�la�Grecia�con-
tinental:� Micenas,� Tirinto� (ambos� en� la� Argólide)� y� Pilos (en el extremo
suroccidental del Peloponeso). Se inicia la época de máximo esplendor de la
civilización micénica, que se extiende por todo el mundo griego y establece
contactos comerciales con el Próximo Oriente, Egipto e Italia. Sin embargo,
ese esplendor acaba�bruscamente�en�torno�al�año�1200�a.�C., por razones
todavía inciertas, con la destrucción definitiva de los palacios y el colapso de
la civilización micénica. El siglo siguiente, que marca el final de la Edad del
Bronce, es un período de cambios que preludian la entrada de Grecia en los
llamados "siglos oscuros".
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Mapa�de�Grecia�en�la�época�micénica
Fuera de las murallas estaban las necrópolis. Destacan las tumbas�de�los�re- Thólos
yes�y�los�aristócratas,�por�su�monumentalidad�y�la�riqueza�de�los�objetos
Construcción en forma circu-
depositados junto al cadáver: joyas, armas y armaduras, cerámica, etc. La ti- lar. En época micénica, reciben
pología más importante es la de las tumbas de cámara, y los llamados thóloi dicho nombre grandes tumbas
circulares con falsa bóveda, co-
(singular thólos), probablemente tumbas reales, cuyo caso más monumental mo el Tesoro de Atreo de Mi-
cenas. En la arquitectura clá-
es el llamado Tesoro de Atreo, en Micenas. Se trata de una gran cámara circu- sica, varios tipos de edificios
lar cubierta por una falsa bóveda (15 m de diámetro por 13 m de altura), con adoptan esta forma, como un
templo en el santuario de Ate-
otra cámara más pequeña contigua a la primera, la de la tumba propiamente nea Pronaia en Delfos, conser-
vado aún hoy día, o un espa-
dicha. El conjunto se halla cubierto por una colina artificial, y se accede a éste cio político como el pritaneo,
en el ágora de Atenas (ver más
mediante un pasadizo (drómos) a cielo abierto, que conduce hasta la puerta de adelante).
la gran cámara.
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Sin embargo, la máxima expresión del poder real es sin duda alguna el palacio,
situado en la parte más elevada y mejor protegida de la ciudad, la acrópolis.
El palacio micénico recibió una gran influencia del minoico en la decoración,
como resulta evidente en los magníficos frescos de Pilos, por ejemplo. No obs-
tante, la estructura del palacio es totalmente distinta. Si el palacio minoico
es abierto, multidireccional, articulado en sectores funcionales en torno a un
gran patio central, el�palacio�micénico�es�cerrado,�unidireccional,�y�en�su
centro�se�encuentra�el�mégaron,�la�gran�sala�de�representación, con el trono
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Planta de Micenas. El palacio se encuentra en la zona más elevada de la ciudadela, con el mégaron como centro
–muchos de ellos ya los de los griegos clásicos (Zeus, Hera, Poseidón, Atenea,
Hermes, Dionisos)–, aunque sólo citados de pasada, por ejemplo en los inven-
tarios de los bienes de sus santuarios.
Los restos arqueológicos y las fuentes textuales nos revelan una sociedad�muy
jerarquizada,�gobernada�por�un�soberano�local,�llamado�wanax, un térmi-
no que reaparece en Homero para designar a los caudillos griegos, como Aga-
menón, que es a la vez el jefe supremo del ejército griego que fue a Troya.
Como sucede en la Ilíada, es posible (aunque no seguro) que en el mundo
micénico hubiese también un poder central, el de Micenas, que coordinara a
los soberanos locales.
Los paralelos homéricos antes citados suscitan una cuestión que ha generado
un largo�debate:�la�relación�entre�el�mundo�micénico�y�la�épica�homérica.
Ésta, como es sabido, data fundamentalmente, tal y como la conocemos, del
siglo VIII a. C., al inicio del período arcaico, de manera que la presencia en ella
de elementos que fechar en el período micénico plantea el problema�de�la
continuidad�entre�el�mundo�micénico�y�los�inicios�de�la�polis, separados,
como veremos, por los cuatro siglos de la llamada "Época oscura".
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En torno al año 1200 a. C., tanto las ciudades como los palacios micénicos
sufren una oleada�de�destrucciones que provoca un colapso de la civilización
micénica. El período siguiente (ca. 1200-1050 a. C.) presenta una clara�regre-
sión�tanto material como cultural. Los palacios no serán ya reconstruidos, se
produce una despoblación de las ciudades, grupos de población huyen de un
lugar a otro, especialmente desde el Peloponeso hacia Ática o incluso hacia
Chipre, que recibe en esta época una colonización de refugiados micénicos.
Las� causas� de� este� derrumbe� son� aún� hoy� inciertas y muy discutidas. Si-
guiendo las mismas tradiciones míticas de los griegos, se ha pensado en una
invasión, la llamada "invasión�de�los�dorios". Éstos eran uno de los grupos
étnicos en los que se dividía el pueblo griego en la época de la polis (junto a
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los jonios, eolios y otros), con un dialecto propio y una zona de asentamiento
que incluía la mayor parte del Peloponeso y algunas islas, como Creta y Rodas.
Aun siendo muy probable que migraran a estas zonas desde el norte de Grecia,
incluso que ello sucediese en esta época, la mayor parte de los historiadores
actuales no cree en una invasión, sino más bien en una infiltración paulatina.
Por otra parte, en esa misma época otras zonas del Mediterráneo oriental ex-
perimentaron problemas similares. El imperio hitita, en Asia Menor, al otro
lado del Egeo, se desplomó súbitamente hacia el año 1200 a. C., y en Egipto el
faraón hubo de enfrentarse a unos enigmáticos "pueblos�del�mar", a los que
consiguió derrotar. No sabemos quiénes eran este misterioso pueblo, puede
que se tratara de bandas de composición heterogénea, de las que incluso po-
drían haber formado parte fugitivos micénicos. Por último, otros estudiosos
se inclinan por causas�internas al propio mundo micénico, como una revuel-
ta de las clases inferiores de la sociedad contra la aristocracia de los palacios.
Incluso se ha aludido a catástrofes naturales, como los terremotos, aunque la
destrucción de los distintos palacios no es simultánea, y ello no explica que
no fueran reconstruidos después, como sí lo fueron los minoicos.
Las causas del colapso súbito de la civilización micénica son una cues-
tión aún en discusión. Lo más probable es que concurrieran una serie
de factores, unos de orden interno del propio mundo micénico, como
pueden ser las tensiones provocadas por un sistema palacial demasia-
do rígido, y otros de naturaleza externa, como la infiltración de nuevos
grupos de población (los dorios) o los ataques repetidos de bandas de
Vaso llamado "de los guerreros", posterior a la
saqueadores llegadas por mar (los "pueblos del mar"). caída de los palacios de ca. 1150 a. C.
Según el mito, a la muerte de Heracles su enemigo Euristeo, rey de Argos, quien le había
impuesto los Doce Trabajos, expulsó injustamente a los hijos de aquél del Peloponeso.
Después de varios intentos fallidos, tres generaciones más tarde los descendientes del
héroe, los heráclidas, consiguieron finalmente invadir el Peloponeso, a la cabeza de un
ejército de dorios, pueblo del norte de Grecia donde los heráclidas habían hallado refu-
gio y apoyo. La tierra recuperada se dividió en tres regiones (Argólida, Lacedemonia y
Mesenia), gobernadas por los heráclidas y ocupadas por los dorios invasores.
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Por lo que respecta a Asia Menor, los griegos se establecen en tres zonas, según
su procedencia: los eolios en el norte, los jonios en la región central y los
dorios en el sur. Como en el caso de Chipre, también esta "colonización" griega
de la costa egea tendrá una gran importancia en épocas posteriores, ya que
algunos de los nuevos centros, como Esmirna, Mileto o Éfeso, serán pioneros
en las transformaciones más importantes del mundo griego en época arcaica.
Durante la "Época oscura", sin embargo, esos nuevos territorios ocupados por
los griegos refugiados se mantendrán aislados de la Grecia continental.
Por otra parte, la evolución del período geométrico experimenta dos desarro-
llos lentos que se aceleran hacia finales de esta época: la reanudación�de�los
contactos con el mundo oriental, especialmente con los fenicios, y el aumen-
to de las desigualdades en la distribución de la riqueza, creándose una socie-
dad cada vez más jerarquizada, dominada por una nueva�clase�aristocrática.
Sin embargo, dichos cambios, similares a los producidos en Grecia a principios
del II milenio, no originarán en esta ocasión un nuevo sistema palacial, con
el poder centralizado en manos de un rey, sino que darán lugar a la eclosión
de un nuevo modelo de comunidad y de organización política, la polis.
Lectura recomendada
Cualquiera que sea la valoración de las continuidades e innovaciones
con respecto a los períodos anteriores, lo que resulta innegable es la R.�Osborne (1998). La forma-
ción de Grecia. 1200-479 a. C.
aceleración�de�los�cambios�a�partir�del�750�a.�C. La convergencia e Barcelona: Crítica.
interconexión de todos ellos tuvo un efecto multiplicador sobre sus re-
sultados, lo que provocó una�transformación�profunda del panorama
cultural griego. La�polis�constituirá�el�nuevo�sistema que aglutinará
todos los ámbitos de la civilización griega (política, sociedad, cultura,
religión, economía, etc.) durante los siguientes cuatro siglos, en los pe-
ríodos arcaico y clásico. A finales de la época clásica, Aristóteles definirá
al ser humano como "un animal político", es decir, el que tiene en la
polis el marco de su vida en colectividad.
El�colapso�del�mundo�micénico�supuso�la�pérdida�de�la�densa�red�de�con-
Cratera de bronce con desfilada de carros, de
factura griega, encontrada en Vix, Borgoña,
tactos comerciales y culturales de los griegos con el resto de pueblos de Orien- Francia.
La�reanudación�de�los�contactos�se�inició�pronto,�especialmente�en�la�isla
de�Eubea, aunque al principio de manera limitada. Las tumbas de Lefkandi
albergan objetos orientales, de Chipre y de las costas fenicias sobre todo, ya
desde el siglo X a. C. Dichos testimonios aumentan durante el siglo siguiente,
con la inclusión de otras�regiones�griegas,�como�el�Ática�o�Corinto, en el
mapa de los contactos. En las regiones griegas de la costa de Asia�Menor, la
influencia oriental, procedente de los reinos del interior de Anatolia (Frigia,
y más adelante Lidia), es muy intensa, especialmente en el ámbito jonio (Es-
mirna, Efeso). También las islas�del�Egeo�(en especial Samos, con su gran san-
tuario de Hera, de fama internacional) constituyen puntos neurálgicos en la
difusión de las influencias orientales hacia Grecia.
Chipre�constituye�un�punto�clave�en�el�restablecimiento�de�los�contactos
entre�Grecia�y�Oriente, y por ello ejercerá un papel fundamental en el proce-
so de aparición de la polis. Los griegos están firmemente instalados en la isla
desde finales del mundo micénico (siglo XII). Los fenicios fundan en ella hacia
el año 820 a. C. la ciudad de Kition, que pronto se convertirá en la capital
de un reino próspero. Asimismo existía una importante presencia de pueblos
autóctonos (eteochipriotas). Por lo demás, la isla está situada estratégicamente
en el centro de las rutas comerciales Este-Oeste, y muy cercana a las costas de
Asia Menor y Siria. Todo ello son factores que hacen de Chipre�un�verdadero
crisol�cultural, en el que el contacto de los griegos con las grandes civilizacio-
nes de Oriente se produce de una forma especialmente prolongada e intensa.
Antes del año 750 a. C., los griegos de Calcis (Eubea) instalan un emporion en Pitecusa, una
isla al Norte del golfo de Nápoles (hoy Ischia), en plena ruta del estaño, metal obtenido en Arnés de bronce del rey sirio Hazael,
la isla de Elba, más al norte. La arqueología revela una presencia importante de fenicios, depositado como exvoto en el templo de Hera
en Samos
así como relaciones intensas con las poblaciones autóctonas (matrimonios mixtos, por
ejemplo). Tras unas décadas de vida, el asentamiento se traslada a tierra firme, donde los
griegos fundan ya una auténtica polis, Cumas, la primera colonia griega en Occidente.
Lectura recomendada
J.�Boardman (1999). Los griegos en ultramar. Comercio y expansión colonial antes de la era
clásica. Madrid: Alianza.
Mapa�de�las�rutas�comerciales�y�la�presencia�de�griegos�en�el�Mediterráneo�Oriental,�siglos�IX-VIII�a.�C.
La�primera�fase�de�la�colonización�(ca.�750-675�a.�C.)�corre�principalmente
a�cargo�de�los�euboicos de Calcis y Eretria (fundación de Cumas, ca. 750 a.
C., seguida de Zancle –la actual Messina– y Region –hoy Reggio di Calabria–,
situadas estratégicamente a uno y otro lado del estrecho de Mesina, entre Si-
cilia e Italia) y�de�los�corintios (fundación de Corcira –la actual Corfú– en el
año 734 a. C., y Siracusa, en Sicilia, en el año 734 a. C.). Pronto se les sumaron
otras, ya sean auténticas póleis, como Mégara (funda Mégara Hiblea, en Sicilia)
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Cotila rodia encontrada en una tumba en Pitecusa, llamada "la copa de Néstor"
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También hallamos entre los principales santuarios arcaicos, los primeros le-
gisladores (y consiguientemente las primeras constituciones) o los más desta-
cados poetas y pensadores del mundo griego en las póleis del ámbito itálico,
como son los santuarios de Hera en Metaponto o en Crotona (en el cabo La-
cinio), los legisladores Carondas de Catania y Zaleuco de Locri o el poeta Es-
tesícoro de Himera.
La desaparición de las monarquías micénicas dio paso a una etapa de muy dé-
bil jerarquización social en las pequeñas comunidades de los primeros siglos
de la "Época oscura". Lentamente, sin embargo, van surgiendo signos de desa-
rrollo�de�nuevas�elites�aristocráticas, tal como parecen reflejar las tumbas de
Lefkandi. Tales elites, con un marcado carácter gentilicio (su estructura básica
es el génos, linaje extenso o clan familiar), ejercerán a finales del período un
papel�fundamental�en�la�aparición�de�la�polis.
Los objetos hallados en las tumbas más ricas permiten pensar en una riqueza
que proviene tanto de la agricultura, ya sea por acumulación de propiedades
o por mejoras en las técnicas de cultivo, con el consiguiente aumento de la
producción, como del comercio�a�larga�distancia, que permite la llegada a
Grecia de objetos�valiosos, que por su exotismo se convierten en símbolos
de�estatus�social para sus poseedores. Pronto se añaden otros de factura local,
lo que indica por lo demás el desarrollo de una clase artesanal. Las armas,
en ocasiones artísticamente obradas, las joyas, los tejidos de lujo, los grandes
recipientes de cerámica, ricamente decorados con motivos geométricos, son
signos del prestigio y la autoridad de estos señores.
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Silos o almacenes de cereales en miniatura hallada en Atenas en una tumba fechada en el siglo IX a. C.
Dichos objetos, con los que los aristócratas se entierran o marcan sus tumbas,
son también testimonios de las prácticas�sociales�y�rituales en las que se uti-
Ánfora monumental que indicaba el
lizan y a la vez se exhiben: el banquete o simposio, el coro, las competiciones emplazamiento de una tumba de la necrópolis
del Cerámico, con escena de funeral
aristocrático o heroico; Atenas, ca. 850 a. C.
atléticas o el funeral. Aparte de definir el estatus de los aristócratas como indi-
viduos y como grupo, dichas�prácticas�definen�a�su�vez�en�torno�a�los�no-
bles�una�comunidad en proceso de constituirse como cuerpo de ciudadanos
(politai, miembros de una polis).
Así, gran parte de los recipientes cerámicos que hallamos en los enterramien-
tos, como son las grandes cráteras para mezclar el agua y el vino, que marcan
el lugar de la tumba, o las copas para beber, que acompañan al cadáver, nos
hablan de la importancia simbólica del banquete en la vida colectiva. Idéntico
significado cabe atribuir a la presencia en las tumbas de haces de pinchos para
asar la carne, llamados oboloi, símbolos de valor premonetario que acabarán
dando nombre a una moneda, el óbolo.
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demás miembros de las póleis, que se reconocen como griegos en las gestas
Ved también
colectivas de los héroes del pasado, como la guerra de Troya o el viaje de los
Argonautas. De la épica nos ocuparemos
en el apartado final de este
módulo, mientras que el papel
Un buen ejemplo del modo en el que la épica homérica crea una imagen idea- de la lírica, más importante a
medida que avance la época
lizada y modélica a la vez del mundo aristocrático y de la polis naciente es arcaica, se abordará en el mó-
dulo siguiente.
la descripción del escudo de Aquiles (canto 18). El escudo, arma del guerrero
fabricada por el dios Hefesto para el héroe, es un ejemplar ideal de los objetos
valiosos de los aristócratas, como los que encuentra hoy la arqueología en las
tumbas o en los santuarios. Pero su decoración, que el poeta describe con to-
do detalle, representa dos ciudades ideales, una en guerra y otra en paz. En
ambos casos, lo�que�caracteriza�a�la�ciudad�son�las�prácticas�colectivas�de
sus�ciudadanos: en la primera, las tareas del ejército, defendiendo la ciudad
o atacando al enemigo; en la segunda, el cultivo de los campos, un proceso
judicial (el primero que conocemos del mundo griego) o el coro de los jóvenes
danzando ante la comunidad reunida.
del poeta acompañado de las danzas corales de los jóvenes. En este contexto,
Ulises elogia al aristócrata que en el ágora sabe hablar bien ante el pueblo y
resolver con su palabra persuasiva las disputas. El aristócrata aparece, pues,
como político y juez a un tiempo, pero su autoridad se basa en el prestigio que
la comunidad entera le reconoce.
Así, una vez libre de la figura del rey, el�espacio�colectivo�pasa�a�ser�un�es- Ved también
pacio�político, ámbito de debate y competición (agôn) en el que los aristócra-
Para profundizar sobre Hesío-
tas se reparten alternativamente el poder, aunque éste se encuentra someti- do, ved el apartado 5.2. de es-
do también a la aprobación del resto de la comunidad. Naturalmente, el�con- te módulo.
Hay quien ha puesto en relación este fenómeno con el desarrollo simultáneo El culto heroico, culto
de la épica homérica, que narra las gestas de hombres extraordinarios del pa- funerario
sado, los héroes. No debemos olvidar que en Grecia la figura�del�héroe no es El culto a los héroes presenta
sólo un personaje del mito, sino también una figura religiosa que recibe un rasgos similares a las honras
fúnebres que reciben los muer-
culto localizado en la tumba, donde se conservan sus reliquias. tos en general, como el de-
pósito de ofrendas en su tum-
ba. Sobre el sacrificio heroico,
El culto de las tumbas micénicas, con frecuencia anónimo, y el culto a los hé- contrapuesto al sacrificio a los
dioses olímpicos, ved el apar-
roes del mito épico (como Teseo en Atenas o Menelao en Esparta) no siempre tado 3 del módulo "El siglo V
a. C.".
coinciden, pero ambos son testimonios de una misma revalorización�del�pa-
sado.�La�Edad�de�los�Héroes (que aparece, como veremos, en el famoso Mito
de las Edades de Hesíodo, entre la del Bronce y la del Hierro) se convierte en Herôon
el fundamento�de�la�identidad�colectiva de toda la polis. Aunque el héroe
Espacio sagrado dedicado al
puede ser considerado el ancestro de un linaje aristocrático específico (los Eu- culto de un héroe. Puede con-
sistir en un edificio arquitectó-
mólpidas de Eleusis, descendientes del rey mítico Eumolpo), su tumba protege nico o en un simple recinto al
a la ciudad entera y en su figura se reconocen todos los ciudadanos, como los aire libre. Su centro es la tum-
ba del héroe, lo que le diferen-
atenienses en Teseo o los espartanos en los Dióscuros (Cástor y Polux). cia del santuario divino, cuyo
centro es el templo (naós), re-
sidencia del dios.
Significativamente, el desarrollo del culto heroico en la segunda mitad del si-
glo VIII a. C. va acompañado de una progresiva desaparición de los enterra-
mientos singulares con gran acumulación de objetos de valor y prestigio (que
se hallan ahora en los santuarios de los dioses, dedicados como ofrendas), y
paralelamente una ampliación del derecho de sepultura a capas más amplias
de la población. Aparece así la necrópolis, la "ciudad de los muertos" alrededor
de la ciudad de los vivos, la polis, que empieza a definir su espacio urbano con
la construcción de murallas.
Los muertos tienden a ocupar ahora el espacio extra muros, mientras que en
el interior sólo quedan unas pocas tumbas, que son objeto de culto heroico.
Junto con los templos de los dioses, tales cultos�heroicos�dentro�de�la�ciudad
indican�los�espacios�públicos más importantes, sobre todo la acrópolis y el
ágora. En la acrópolis, los héroes son los antiguos reyes, que tenían allí su
palacio (Cécrope o Erecteo en Atenas; Menelao en Esparta). En el ágora, el
héroe es el fundador de la ciudad y de sus instituciones (Teseo en Atenas).
Especialmente importante en las ciudades de nueva creación, las colonias, es
la tumba en el ágora del fundador (oikistés), venerado una vez muerto como
héroe protector de la ciudad.
Incluso los santuarios panhelénicos, Delfos y Olimpia, tenían sus cultos he- Ved también
roicos asociados. En Olimpia Pélope, vencedor de la primera carrera de carros,
Podéis ver el apartado siguien-
que se halla al inicio de los Juegos Olímpicos; en Delfos Neoptólemo, el hijo te.
de Aquiles, muerto en el santuario de Apolo cuando iba a consultar al oráculo.
Heracles es el primero y más importante de los héroes. Hijo mortal de la unión adúltera de
un dios, Zeus, con una mujer, Alcmena, la cólera de una Hera celosa le persigue durante
toda su vida, imponiéndole tareas casi imposibles que el héroe consigue siempre realizar,
como el famoso ciclo de los Doce Trabajos. Víctima del engaño del centauro Nesos y de
la complicidad inconsciente de su mujer Deianira, Heracles muere envenenado, pero los
dioses le inmortalizan post mortem y Hera se reconcilia con él concediéndole la mano de
su hija Hebe, la Juventud. Su cuerpo es incinerado, a diferencia del resto de héroes (reflejo
de los cambios en las prácticas funerarias a finales de la "Época oscura", en la que vuelve
a generalizarse la inhumación). Ello significa que ninguna polis puede monopolizar la
figura de Heracles con la pretensión de poseer su tumba y sus restos. Luego Heracles,
patrimonio de todos los griegos, resulta ser el único héroe propiamente panhelénico.
Como hemos visto en el apartado anterior, al hablar del culto heroico, una
de las transformaciones de finales de la "Época oscura" más decisivas para la
aparición de la polis es la definición de un espacio sacro, reservado para el culto
colectivo: el santuario.
Con la desaparición del sistema palacial micénico, las prácticas religiosas de-
saparecen también de la vista de los arqueólogos. La pérdida de la arquitectu-
ra monumental va acompañada de una muy débil definición de espacios pú-
blicos o comunitarios (el edificio de Lefkandi es una excepción), tanto como
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Témenos
Recinto dedicado al culto de un dios o un héroe. Del verbo griego témno, "cortar" (la mis-
ma raíz de nuestra palabra tomo, una parte o sección de una obra), el término implica la
idea de un espacio acotado y "recortado" del resto. En los poemas homéricos todavía se
aplica a la parcela de tierras de cultivo propiedad de un aristócrata, mientras que poste-
riormente designa únicamente un recinto sagrado, una evolución semántica sintomática
del desplazamiento del poder personal de los aristócratas hacia el culto comunitario a
los dioses y a los héroes.
"Febo Apolo echó los cimientos anchos, muy largos, seguidos; sobre ellos pusieron el
lapídeo umbral Trofonio y Agamedes, hijos de Ergino, caros a los inmortales dioses; y
a su alrededor innumerables familias de hombres construyeron el templo con piedras
labradas, para que siempre fuese digno de ser cantado".
En Termon, en la región de Etolia, se han hallado restos de dos templos sucesivos que
están entre los más antiguos del mundo griego. Si el primero todavía era de madera,
el segundo (datado en la segunda mitad del siglo VII a. C.) utiliza ya la piedra, con la
aparición de la decoración característica del templo griego, en forma de metopas pintadas
con escenas míticas.
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Perseo corriendo con la cabeza de Medusa. Metopa pintada del templo de Apolo en Termon,
Etolia, ca. 630 a. C.
Con frecuencia, el primer espacio sagrado que se define como santuario por la
monumentalización y la acumulación de ofrendas es el�santuario�extraurba-
no. Por una parte su aparición indica una apropiación del territorio por parte
de la polis, frente a las póleis vecinas o a las poblaciones indígenas, en el mundo
colonial. Por ello dichos santuarios están frecuentemente dedicados a dioses
soberanos, como Hera (el Heraion de Argos o el de Samos) o Poseidón (Istmia).
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Por otra parte, mediante las procesiones que llegan hasta allí desde la ciudad,
el santuario extraurbano define junto con el centro urbano el principal eje
organizador del territorio de la polis: la polaridad�asty-chôra (casco urbano-
espacio rural). Así, por ejemplo, las vías que unen Esparta con el santuario de
Apolo en Amicles, Argos con el Heraion, Corinto con el santuario de Poseidón
en Istmia, Atenas con Eleusis, recorridas periódicamente por las procesiones,
constituyen líneas maestras del territorio de la polis.
El alfabeto será una herramienta básica de la cultura griega, utilizado cada vez
más para todo tipo de usos, desde la publicación de las leyes y los decretos
de la polis a la conservación de los textos literarios. En realidad, toda la época
arcaica y clásica es un largo período de transición�de�una�cultura�predomi-
© FUOC • P09/74511/00401 47 Los orígenes de Grecia
nantemente� oral� a� una� cultura� de� la� escritura, de los poemas homéricos
a los tratados de Aristóteles, un período que culmina simbólicamente en la
fundación de la biblioteca de Alejandría, a principios de la época helenística
(siglo III a. C.).
Las fuentes escritas más antiguas conservadas en alfabeto griego, como la "co-
pa de Néstor" (podéis ver el apartado 3.1), son del siglo VIII a. C. Este alfabeto
es una adaptación�del�sistema�de�escritura�fenicio, que, si bien ya seguía un
principio fonético, no escribía las vocales. Ello significa que algunos sonidos
fenicios, inexistentes o irrelevantes en griego, dejaron libre su signo para notar
las vocales, lo que convirtió en básica la distinción entre consonantes y voca-
les. Así, por ejemplo, los sonidos laringales del fenicio no son percibidos por
un hablante griego y el signo gráfico correspondiente es reinterpretado como
una vocal (es el caso del aleph, que como alpha servirá para notar el sonido /a/).
La�notación�de�las�vocales�es�la�principal�innovación�del�alfabeto�griego
respecto�al�modelo�fenicio.
En otros casos, la fonética más simple del griego permite una selección entre
distintos signos fenicios, que puede variar según las distintas regiones, dando
lugar a variedades locales del alfabeto (alfabetos epicóricos). De este modo, el
© FUOC • P09/74511/00401 48 Los orígenes de Grecia
hecho de que los sonidos sibilantes sean cinco en fenicio y sólo dos en griego
explica las distintas maneras que hallamos de escribir el sonido /s/ (sibilante
sorda).
El mito cuenta que fue el héroe fenicio Cadmos, fundador de Tebas, quien introdujo las
letras fenicias entre los griegos, mientras buscaba a su hermana Europa. La invención del
alfabeto también se atribuía a Palamedes, héroe griego de gran inteligencia que combatió
en la guerra de Troya, donde murió víctima de las astucias de Ulises. Otras versiones
(recopiladas por el mitógrafo latino Higinio, entre otros) atribuyen el invento de las letras
a las Moiras, diosas del destino, o al dios Hermes, copiando las formas del vuelo de las
grúas.
© FUOC • P09/74511/00401 49 Los orígenes de Grecia
Otra teoría, sostenida por B. Powell, defiende un origen�único. Para este in- Lectura recomendada
vestigador, el grado de arbitrariedad y de convencionalidad de la adaptación es
B.�Powell (1991). Homer and
demasiado alto como para haberse producido de manera casual en más de una the Origin of the Greek Alpha-
ocasión. Un único adaptador de habla griega, asociado a un informador de bet. Cambridge: Cambridge
University Press.
habla fenicia, concibió desde el principio hasta el final el alfabeto completo,
según esta teoría. Las pequeñas diferencias que se observan entre unas áreas
geográficas y otras no invalidan esta teoría; se trataría, simplemente, de algu-
nas readaptaciones generadas a causa de las diferencias dialectales. El contac-
to entre griegos y fenicios que llevó al nacimiento del alfabeto tuvo que pro-
ducirse en un lugar especialmente central del panorama del siglo IX-VIII a. C.
Además, también sería necesario que una nueva necesidad extraordinaria die-
ra pie a dicha invención y a su rápida difusión por todo el mundo griego. Po-
well propone que el elemento detonante fue la aparición de las obras homéri-
cas acompañada de la expansión colonial. El punto de partida de los primeros
asentamientos coloniales fue Eubea y esta isla tiene una importancia especial
en la Odisea que no se corresponde con su situación de épocas posteriores. En
definitiva, la�invención�del�alfabeto�se�habría�producido�en�Eubea�a�inicios
del�siglo�VIII�a.�C.�con�la�finalidad�principal�de�fijar�la�épica�homérica.
Usado aún hoy en Grecia, el alfabeto griego fue origen de otros, como el etrus-
co, el latino (directamente o por medio del etrusco), extendido actualmente
por el planeta entero, o el cirílico, utilizado por algunas lenguas eslavas como
el ruso.
La épica griega arcaica es un género literario que se define por narrar en verso
hexamétrico las�proezas�de�los�héroes�y�de�los�dioses�en�un�pasado�remoto
(aunque en ocasiones también puede incorporar el mundo contemporáneo de
la polis en formación, como en las comparaciones homéricas o en los Trabajos y
días de Hesíodo). Tales narraciones determinan cuáles van a ser los principales
mitos panhelénicos que sirvan para explicar los orígenes y la fundación de
prácticamente todo lo que constituye la cultura griega de época arcaica.
"Homero y Hesíodo fueron quienes crearon, en sus poemas, una teogonía para los griegos,
dieron a los dioses sus nombres, precisaron sus atributos y competencias, y definieron
su aspecto".
Herodoto, II, 53
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5.1. Homero
Así pues, las condiciones de oralidad en las que se movía todo aedo reunían
una triple característica: oralidad en la composición, en la ejecución y en la
transmisión. Tales condiciones subsistieron hasta el siglo V a. C., y aunque
puede haber algunos casos de textos no improvisados ante el auditorio sino
escritos previamente, éstos fueron confiados, a partir de su creación, a la me-
moria. Las características de una comunicación oral están en la base de toda
manifestación literaria en la Grecia arcaica, creando un sistema estilístico y
expresivo que da forma a todos los géneros poéticos de la época, de tal modo
que ninguno de ellos puede ser estudiado coherentemente sin tener concien-
cia de su naturaleza. Ello presupone una noción de literatura que diferencia
a la griega de las demás –como la latina–, en las que la difusión de los textos
escritos fue inherente desde sus primeros inicios.
Con razón, Eric Havelock equiparó los poemas homéricos a una "enciclopedia
tribal" que contenía todo lo que debía confiarse a la memoria colectiva, ya que
éstos incluyen, en efecto, conocimientos de todo tipo: militares, geográficos,
religiosos, políticos, modelos de oratoria, de comportamiento, sistemas de va-
lores e incluso los mitos principales.
–es decir, movido por un arrebato del espíritu–, acompañándose con la lira e
improvisando sobre un argumento de actualidad relativo a una pugna entre
Ulises y Aquiles antes de la toma de Troya: puede que la anécdota circulara
entre la gente gracias a la fama, la voz anónima de la tradición oral. Quizá sea
éste el testimonio más interesante que observar:
Y apenas saciado el deseo de comer y de beber, la Musa excitó al aedo a que celebrase la
gloria de los guerreros con un cantar cuya fama llegaba entonces al anchuroso cielo: la
disputa de Odiseo y del Pelida Aquileo, quienes en el suntuoso banquete en honor de los Poeta en un simposio. Terracota de figuras
dioses contendieron con horribles palabras, mientras el rey de los hombres Agamemnón rojas, ca. 510 a. C.
Fuente: Flickr
se regocijaba en su ánimo al ver que reñían los mejores de los aqueos; pues Febo Apolo se
lo había pronosticado en la divina Pito, cuando el héroe pasó el umbral de piedra y fue
a consultarle, diciéndole que desde aquel punto comenzaría a desarrollarse la calamidad
entre teucros y dánaos por la decisión del gran Zeus.
Tal era lo que cantaba el ínclito aedo. Odiseo tomó con sus robustas manos el gran manto
de color de púrpura y se lo echó por encima de la cabeza, cubriendo su faz hermosa,
pues dábale vergüenza que brotaran lágrimas de sus ojos delante de los feacios; y así
que el divinal aedo dejó de cantar, enjugóse las lágrimas, se quitó el manto de la cabeza
y, asiendo una copa doble, hizo libaciones a las deidades. Pero, cuando aquel volvió a
comenzar –habiéndole pedido los más nobles feacios que cantase, porque se deleitaban
con sus relatos– Odiseo se cubrió nuevamente la cabeza y tornó a llorar. A todos les
pasó inadvertido que derramara lágrimas menos a Alcínoo; el cual, sentado junto a él, lo
reparó y notó, oyendo asimismo que suspiraba profundamente. Y entonces dijo el rey a
los feacios, amantes de manejar los remos:
–¡Oídme, caudillos y príncipes de los feacios! Como ya hemos gozado del común ban-
quete y de la cítara, que es la compañera del festín espléndido, salgamos a probar toda
clase de juegos; para que el huésped participe a sus amigos, después que se haya restituido
a la patria, cuánto superamos a los demás hombres en el pugilato, lucha, salto y carrera".
"Volvió el heraldo y trajo la melodiosa cítara a Demódoco; éste se puso en medio, y los
adolescentes hábiles en la danza, habiéndose colocado a su alrededor, hirieron con los
pies el divinal circo. Y Odiseo contemplaba con gran admiración los rápidos y deslum-
bradores movimientos que con los pies hacían.
Mas el aedo, pulsando la cítara, empezó a cantar hermosamente los amores de Ares y
Afrodita, la de bella corona: cómo se unieron a hurto y por vez primera en casa de He-
festo...".
Sin embargo, obsérvese que la figura del aedo Demódoco, aún perteneciendo
a una sociedad arcaica y no especializada, viene connotada por rasgos que le
separan netamente de la comunidad. En primer lugar era ciego, lo que, según
la simbología tradicional, hermanaba a poetas y profetas, quienes, con estar
privados de la vista, no obstante les era otorgada una "segunda vista", una "se-
gunda sabiduría" que les convertía en privilegiados. En segundo lugar el aedo
gozaba de una estima pública, signo de la función esencial que la poesía ejer-
cía en aquella sociedad preliteraria: en este sentido, los testimonios antiguos
de las distintas Vidas de Homero son unánimes por lo que respecta a sus múl-
tiples y continuos viajes por varias regiones griegas recitando sus poemas en
todas partes. Véase, a título de ejemplo, la siguiente anécdota aparecida en el
Certamen de Homero y Hesíodo (cap. 17):
"Los líderes argivos, complacidos en gran manera porque su linaje era elogiado por boca
del poeta más famoso, le premiaron con valiosos presentes; además, erigieron en su honor
una estatua de bronce y decretaron que en honor de Homero se celebrara un sacrificio
cada día, cada mes y cada año; y que se enviara otro sacrificio a Quíos cada cinco años.
Al pie de su estatua mandaron escribir lo siguiente:
«Este es el divino Homero que con su bienhablada sabiduría ponderó a Grecia entera,
orgullosa, y de manera especial a los argivos que tomaron Troya, ciudad de murallas
construidas por los dioses, para vengar a Helena de hermosos cabellos. En agradecimiento
suyo, los habitantes de una gran ciudad le erigieron una estatua aquí y le veneran con
honores dignos de inmortales»".
El Himno homérico a Apolo fue compuesto para una recitación pública en De-
los, isla natal del dios, en el curso de una fiesta anual a la que asistían varias
delegaciones venidas de Jonia. En tal circunstancia se celebraban juegos atlé-
ticos, danzas, cantos corales, etc. En un momento del himno en cuestión, el
anónimo cantor, ciego, nativo de Quíos, se refiere a sí mismo y se vanagloria
© FUOC • P09/74511/00401 56 Los orígenes de Grecia
de sus propias dotes. No sólo canta a la belleza de las mujeres, a las naves y a
las riquezas de los jonios; alude también a los cánticos que interpretan unas
doncellas en honor al dios y subraya la capacidad del canto para cautivar a los
oyentes, en fin, la función glorificadora de la poesía.
"Tienes muchos templos y bosques poblados de árboles, y te son agradables todas las
atalayas y las puntas extremas de los altos montes y los ríos que corren hacia el mar; pero
es en Delos donde más se regocija tu corazón, oh Febo, que allí se reúnen en tu honor
los jonios de rozagantes vestiduras juntamente con sus hijos y sus venerandas esposas.
Ellos, acordándose de ti, te deleitan con el pugilato, la danza y el canto, cada vez que
celebran sus juegos. Dijera que los jonios son inmortales y se libran siempre de la vejez,
quien se encontrara allí cuando aquéllos están reunidos; pues advertiría la gracia de todos
y regocijaría su ánimo contemplando los hombres y las mujeres de bella cintura, y las
naves veloces, y las muchas riquezas que tienen. Hay, fuera de esto, una gran maravilla,
cuya gloria jamás se extinguirá: las doncellas de Delos, servidoras del que hiere de lejos,
las cuales celebran primeramente a Apolo y luego, recordando a Leto y a Ártemis, que
se huelga con las flechas, cantan el himno de los antiguos hombres y mujeres, y dejan
encantado al humanal linaje. Saben imitar las voces y el repique de los crótalos de todos
los hombres, y cada uno creería que es él quien habla: de tal suerte son aptas para el
hermoso canto.
Mas, ea –y Apolo y Ártemis nos sean propicios–, salud a todas vosotras. Y en adelante,
acordaos de mí cuando alguno de los hombres terrestres venga como huésped infortuna-
do y os pregunte: «¡Oh doncellas! ¿Cuál es para vosotras el más agradable de los aedos y
con cuál os deleitáis más?». Respondedle enseguida, hablándole de mí: «Un varón ciego,
que habita en la escabrosa Quíos. Todos sus cantos prevalecerán en lo futuro». Y nosotros
llevaremos vuestra fama sobre cuanta tierra recorramos, al dar la vuelta por las ciudades
populosas de los hombres; y éstos la creerán porque es verdad. Mas yo no cesaré de ce-
lebrar al que lleva arco de plata, a Apolo, el que hiere de lejos, a quien dio a luz Leto,
la de hermosa cabellera".
"A quienes escuchan (la poesía) les penetra un escalofrío lleno de terror, una conmise-
ración que derrama lágrimas y un sentimiento que se complace en el dolor. Ante situa-
ciones agradables o tristes de personas o cosas, el alma experimenta, por medio de la
palabra, una sensación peculiar... Su encanto maravilloso cautiva al alma, la persuade y
la transforma con su seducción".
La literatura griega debe sus inicios a dos epopeyas de valor artístico absoluto,
la Ilíada y la Odisea, que los antiguos atribuyeron a un poeta llamado Homero.
Según varias tradiciones, Homero procedía de la región de Quíos y Esmirna
(en Asia Menor), era ciego, errante y desarrolló previsiblemente su actividad
durante el siglo VIII a. C. Sea como fuere, la perfección formal alcanzada exige
suponer una amplia tradición previa en la que insertar los citados poemas. Es
por ello por lo que resulta interesante señalar que Homero, en breves ocasio-
nes, alude en sus poemas a otras sagas míticas, como a la de Edipo (Od. XI,
271-280), a la de la nave Argo (Od. XII, 70) o a la toma de Troya (que emocio-
nará al mismo Ulises).
Los temas eran tradicionales: el primer canto de Demódoco entre los feacios
trataba sobre una disputa (tema de la Ilíada), y Femio, en la corte de Ítaca (Odi-
sea I, 326), ejecutaba poemas sobre los retornos de los héroes (nóstoi), que es
el tema de la Odisea. Asimismo, podemos afirmar que ciertas tiradas de versos
que forman parte de algunos cantos de la Ilíada fueron muy probablemente,
en un estadio primitivo, poemas independientes que acabaron insertándose
en la gran epopeya, como por ejemplo las hazañas guerreras de Diomedes y
las de Patroclo en los cantos V y XVI, respectivamente.
Sin lugar a dudas, toda poesía épica se genera en un contexto heroico que
recrea y engrandece, cantando la gloria inmarcesible de un pasado lejano (la
conquista y destrucción de Troya tuvo lugar en el siglo XII a. C.) que la propia
poesía ha mitificado y engrandecido hasta convertirlo en un ideal humano. De
manera genérica se pueden señalar unos rasgos distintivos del género épico,
prácticamente comunes a todas las literaturas:
• El poeta, más que evocar un recuerdo, memoriza una acción gloriosa del
pasado, de manera majestuosa, sin infundir tensiones (lo que sería más
propio del drama), siguiendo un curso tranquilo –a ser posible, lineal– has-
ta el final. Se sirve de técnicas de retardación de la acción (digresiones, por
ejemplo) que, sin embargo, combina con la técnica de la anticipación.
"Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquileo; cólera funesta que causó infinitos males a
los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de
perros y pasto de aves –cumplíase la voluntad de Zeus– desde que se separaron disputando
el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquileo".
(Trad. L. Segalà)
"Háblame, Musa, de aquel varón de multiforme ingenio que, después de destruir la sacra
ciudad de Troya, anduvo peregrinando larguísimo tiempo, vio las poblaciones y conoció
las costumbres de muchos hombres y padeció en su ánimo gran número de trabajos
en su navegación por el ponto, en cuanto procuraba salvar su vida y la vuelta de sus
compañeros a la patria. Mas ni aun así pudo librarlos, como deseaba, y todos perecieron
por sus propias locuras. ¡Insensatos! Comiéronse las vacas de Helios, hijo de Hiperión;
el cual no permitió que les llegara el día del regreso. ¡Oh diosa, hija de Zeus!, cuéntanos
aunque no sea más que una parte de tales cosas".
(Trad. L. Segalà)
5) Es muy posible que sean las comparaciones unos de los aspectos en que el
estilo homérico obtiene mejores resultados. A fin de sugerir en la mente de
los oyentes con una mayor insistencia y plasticidad, el poeta toma prestadas
imágenes a la naturaleza, a la vida cotidiana, al mundo rural o pastoril. Son
frecuentes, sobre todo en contextos guerreros, indicando la furia del combate
o la rapidez de la retirada. Suele compararse, por ejemplo, la muerte de un
guerrero a la caída de un árbol, o sus armas al resplandor del sol. Veamos un
ejemplo elocuente:
"Con estas palabras les excitó a todos el valor y la fuerza. Como un cazador azuza a
los perros de blancos dientes contra un montaraz jabalí o contra un león; así Héctor
Priámida, igual a Ares, funesto a los mortales, incitaba a los magnánimos teucros contra
los aqueos. Muy alentado, abrióse paso por los combatientes delanteros, y cayó en la
batalla como tempestad que viene de lo alto y alborota el violáceo ponto".
6) Sin embargo, el rasgo más típico de los poemas homéricos es, sin duda
alguna, el uso del sistema de fórmulas y escenas típicas. Desde los estudios de
Milman Parry sabemos que la epopeya arcaica griega se nutre de fórmulas (por
ejemplo, nombre + epíteto) que el aedo tenía en la memoria y con las que iba
tejiendo la trama épica. Así, Agamenón siempre es calificado como "soberano
de hombres", Aquiles "el de los pies ligeros", Héctor es "domador de caballos" y
su espada "claveteada de plata". En ocasiones tales fórmulas describen hechos
o escenas que se van repitiendo a lo largo del poema: el amanecer y el ocaso,
banquetes, ofrendas, juramentos, el modo de ponerse las armas o el instante
de la muerte de un guerrero. Es habitual que los discursos empiecen con la
fórmula: "y respondiendo, a su vez, le dijo estas aladas palabras". Se trata de
fórmulas de longitud variable, que tienden a ocupar el mismo lugar en el verso
gracias a una exquisita economía poética.
En cualquier caso, cada escena típica presenta rasgos peculiares con respecto
al esquema ideal, adaptándola al contexto. Así pues, en Homero se observa la
adaptación de los contenidos a escenas que se repiten, como catálogos, sími-
les, digresiones y discursos. Incluso las digresiones cuentan con un repertorio
de motivos tradicionales: la obcecación de un héroe, la búsqueda del honor,
la elección de un determinado tipo de vida, etc., todo remite a la existencia de
versiones distintas transmitidas de unos aedos a otros, versiones que habían
sido compuestas oralmente y difundido según la improvisación oral ante au-
ditorios variados. Luego las fórmulas y los sistemas de fórmulas evolucionaban
y se acomodaban a la lengua y a los gustos del poeta y de su auditorio.
En este sentido no debe extrañar que la forma lingüística de los poemas épi-
cos arcaicos revista un aspecto peculiar. Básicamente estaba formada a partir
del dialecto jonio de Asia Menor, si bien comparte rasgos coincidentes con
el jonio occidental, con algunos dialectos eolios, con el micénico, con el ar-
cadio-chipriota, incluso algunas grafías con el ático. Ciertos arcaísmos, ya de-
saparecidos de la lengua hablada, subsistían en el texto que ha llegado hasta
nosotros como formas artificiales, exclusivas de la epopeya, a la que otorga-
ban un tono de langage de jadis que, alejándola, la ennoblecía. Dicha mezcla
inextricable sólo puede explicarse en el marco de una tradición y composición
orales improvisadas.
Tal como podemos leerlo actualmente, el poema consta de más de quince mil Ved también
seiscientos versos y los filólogos alejandrinos lo dividieron en veinticuatro
Ved el contenido de los cantos
cantos o rapsodias, cada uno indicado con una letra mayúscula del alfabeto en el aula virtual.
griego (de α a Ω).
Aprendió su técnica del poeta de la Ilíada, eso es cierto, pero ya no nos ofrece
una narración lineal, sino que innova en la estructura del poema. Además, la
Odisea propone un nuevo ideal humano, el del individuo que lucha, pero en
este caso no por obtener la gloria sino para sobrevivir y regresar sano y salvo
a su patria.
La propia concepción del poema –siempre según los medios del propio poe- Ved también
ta– tiene una base múltiple que conforma su estructura. Pueden diferenciar-
Ved el contenido de los cantos
se tres partes: un primer grupo de cantos, que reciben el nombre de "Telema- en el aula virtual.
quia"; seguidamente, el núcleo de la Odisea (cantos V-XV) donde se narran las
"Aventuras de Ulises", y una tercera parte, que pone en escena la "Muerte de
los pretendientes" como venganza de Ulises por los excesos cometidos por los
mismos. Las dos partes iniciales se acoplan en la tercera, donde padre e hijo
preparan y ejecutan su ataque final.
Los poemas homéricos muestran una sociedad guerrera tradicional que se rige
por normas no escritas, aunque no por ello menos vinculantes. La polis como
comunidad de ciudadanos libres no existe todavía y el tejido social se basa en
clanes de familias (génê) de estructura patriarcal que operan mediante víncu-
los de parentesco o de solidaridad. A la cabeza están los reyes (basileîs), que
gobiernan con el consenso de la asamblea de los guerreros o que actúan como
un primus inter pares. En este sentido, la excelencia en el uso de la palabra, la
capacidad de convencer al resto de los jefes militares, constituye una cualidad
harto reconocida en las epopeyas homéricas.
de bienes preciados. Esta manera de organizar los valores ha sido definida por
estudiosos como Dodds como una "cultura de la vergüenza" (shame culture), ya
que el individuo busca aprobación pública para sus actos y, a su vez, teme toda
censura de la comunidad. Por consiguiente, el motor que mueve la conducta
de los personajes de la Ilíada es la vergüenza (aidôs), que aflige al que no es
considerado a la altura de su fama y a quien se señala públicamente con me-
nosprecio. Lo que se persigue por encima de todo es conquistar la valoración
pública y conservarla.
"La misma recompensa obtiene el que se queda en su tienda, que el que pelea con bizarría;
en igual consideración son tenidos el cobarde y el valiente".
Así que la cultura de la vergüenza condiciona los impulsos personales del in-
dividuo, incluso si se trata de ser imprudente. Héctor era muy consciente de
ello cuando se dirigía a la lucha contra Aquiles:
"Y ahora que he causado la ruina del ejército con mi imprudencia, temo a los troyanos
y a las troyanas, de rozagantes peplos, y que alguien menos valiente que yo exclame:
«Héctor, fiado en su pujanza, perdió las tropas». Así hablarán; y preferible fuera volver a
la población después de matar a Aquiles, o morir gloriosamente delante de ella".
Por otra parte, algunos de tales himnos se compusieron pensando sobre todo
en ciertas celebraciones religiosas. Sin duda, la colección de los Himnos homé-
ricos bebe por lo menos de una doble fuente: la épica y la poesía lírica popu-
lar. De la épica conservan el metro (hexámetro), el sistema de fórmulas y el
contenido mítico. De la lírica popular podemos identificar un sistema entero
de referentes al público, a un eventual coro, al contexto agonístico en el que
algunos eran interpretados y, naturalmente, las invocaciones a las divinidades
a las que iban dirigidos.
De manera general los Himnos homéricos constan cada uno de una breve fór-
mula de inicio en la que el aedo solicita inspiración a la Musa o empieza a
cantar, por sí mismo, a un dios a quien dedica el poema. A continuación se da
paso a una parte central, mucho más amplia en algunos casos, que presenta
un pasaje mítico importante o desarrolla la etiología de algún culto concreto.
La parte final se reduce a breves fórmulas que contienen una salutación al dios
(a veces con una petición de favores para el rapsoda) o, simplemente, fórmulas
de transición, como "ahora yo me acordaré de ti y de otro canto", que acos-
tumbraban a dar pie e iniciar otra composición.
© FUOC • P09/74511/00401 65 Los orígenes de Grecia
y a la fidelidad de Penélope. Los relatos del viejo Néstor en la Ilíada, por ejem-
plo, constituyen breves incursiones en la leyenda de Pilos. O bien Glauco, al
resumir ante Diomedes las hazañas de Belerofonte.
a) sobre el tema de la Ilíada: los Cantos Cipris, en once libros, que narraban
los hechos anteriores a la guerra; la Etiópida, en cinco libros, que narraba las
últimas gestas de Aquiles hasta su muerte; la Destrucción de Troya, en dos libros;
una Ilíada Menor en cuatro libros.
Por otra parte, contamos con otras piezas menores, también atribuidas a Ho-
mero. La más antigua, conocida por Aristóteles, de la que nos han llegado po-
cos fragmentos, era el Margites, donde se contaba la historia de un memo y
una serie de anécdotas graciosas (en griego márgos significa 'memo, bobo'). El
dato más curioso de este poema es que no estaba compuesto sólo de hexáme-
tros y según las reglas de la épica, sino que en su interior hallamos otro tipo
de verso, el trímetro yámbico, la forma métrica preferida por los poetas que
practicaban el escarnio (yambógrafos).
"Encabezando la primera página, imploro al coro del Helicón que asista a mi alma con
motivo del canto que acabo de poner en unas tablillas sobre mis rodillas, una grandiosa
batalla, gesta propia del fragor bélico de Ares, con el deseo de hacer llegar a oídos de
todos los efímeros cómo los ratoncillos se lanzaron al combate mostrándose superiores
ante las ranas e imitaron las gestas de los Gigantes, varones nacidos de la Tierra. Según
se cuenta entre mortales, así se inició".
I.�Telémaco Aventuras�de�Stephen
1. Telémaco La torre 8
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2. Néstor La escuela 10
3. Proteo La playa 11
II.�Odisea Aventuras�de�Bloom
5. Lotófagos El baño 10
7. Eolo El periódico 12
8. Lestrigonos La comida 13
III.�Nostos El�retorno
El cine también cuenta con ejemplos dignos de ser reseñados, aunque en al-
gunos casos no hayan sido del todo fieles al modelo. Podemos citar, en este
apartado, los filmes Ulisse (1954), de Mario Camerini; Helen of Troy (1956),
de Robert Wise; L'Odissea (1968), de Franco Rossi, Piero Schivazappa y Mario
Bava; The Odyssey (1997), de Andrei Konchalovsky; O brother (2000), de Joel
Coen; Helen of Troy (2003), de John Kent Harrison, o Troy (2004), de Wolfgang
Petersen.
© FUOC • P09/74511/00401 70 Los orígenes de Grecia
5.2. Hesíodo
Los poemas épicos que se atribuyen a Hesíodo comparten con los de Homero
un papel fundamental en el proceso de definición de la polis, del que son un
producto, y, como aquellos, subsistirán como referencia básica para toda la
cultura griega.
Gea y Urano engendran una saga de nuevos dioses, entre ellos el grupo de
los Titanes. Pero Cronos, el más joven de ellos, se rebela contra su padre y
asume el poder como nuevo soberano del mundo. Como efecto colateral de
ese primer acto de violencia (la castración del padre), nacen varias divinidades
que encarnan a las fuerzas contrapuestas del Amor (Afrodita) y la Discordia
(Eris).
© FUOC • P09/74511/00401 72 Los orígenes de Grecia
Panteón
Conjunto de todos los dioses. El emperador Adriano, amante del mundo griego, dedicó
a esta suma de todas las divinidades un magnífico templo en Roma, que recibió este
mismo nombre. El hecho de que ese extraordinario edificio fuese posteriormente lugar de
enterramiento de personajes ilustres implica que dicha palabra haya adquirido también
el significado de tumba colectiva.
Caracterizado cada uno de ellos por atribuciones específicas y sobre todo por
un� modo� de� acción específico,� los� dioses� griegos� forman� una� estructura
de potencias divinas que convierten el mundo en un equilibrio de fuerzas, a
veces coincidentes (Atenea y Hefesto, dioses de la inteligencia técnica), a veces
contrapuestas (Ares- Afrodita, Apolo-Dionisio). Mediante el culto y los ritua-
les, que con frecuencia combinan más de una divinidad y que se suceden en
momentos del año y puntos del territorio que son distintos, la polis mantiene
este equilibrio, del que ella misma es solidaria.
Los�dioses�olímpicos
Primera�generación
Poseidón Enosigeo (zaran- Fuerzas incontrola- Mar, terremotos, anima- Tridente, peces
deador de la tie- bles de la naturale- les con energía primaria
rra) za (toro, caballo)
Los�dioses�olímpicos
Segunda�generación
Apolo Febo, Lo- Orden, norma, límite, Fundación de ciuda- Arco, lira, trípode, cuer- R.�Buxton (2004). Todos los
xias, píti- profecía, cultura des, oráculo, legisla- vo, delfín, cisne; sol dioses de Grecia. Madrid: Obe-
co, peán ción, iniciación de los (tardío) rón.
jóvenes, purificación,
medicina, artes
Afrodita Cipris, Ci- Vínculo (también po- Amor, sexo, armonía, Cuerpo desnudo, espe-
terea lítico), deseo, belleza, puerto, navegación jo, joyas; paloma, go-
intercambio (también rriones, cisne
comercial)
Atenea Palas, Tri- Inteligencia, estrate- Guerra, artesanía, te- Casco, lanza, escudo;
togenia gia, técnica jido égida (capa defensiva,
con cabeza de Gorgo-
na); lechuza
Dionisio Baco, Ia- Embriaguez, éxtasis, Vino, naturaleza exu- Copa, uvas, hiedra, tir-
co, Bro- metamorfosis, alteri- berante, teatro so, pantera
mio, dad
Evohe
© FUOC • P09/74511/00401 74 Los orígenes de Grecia
Sin embargo, en la primera parte de la obra Hesíodo presenta una serie de mi-
tos que fundamentan la idea principal del poema, la necesidad del trabajo y
de la justicia, con una explicación�del�origen�y�características�de�la�condi-
ción�humana. Tales mitos, especialmente el de Prometeo y Pandora y el de
las Edades, ejercieron una influencia extraordinaria en toda la cultura griega.
Prometeo (a la izquierda) y Atlas (a la derecha), los dos hermanos castigados por haberse rebelado contra Zeus,
en un "kylix" laconio del 560-550 a. C.
Existe, como hemos dicho, otro relato que explica la actual condición huma-
na, el Mito�de�las�Edades. Éste ofrece una especie de historia mítica de la hu-
manidad a lo largo de cinco etapas o edades: Edad de Oro, Edad de Plata, Edad
de Bronce, Edad de los Héroes y Edad de Hierro, que es la actual. Se produce,
en términos generales, una evolución descendente, una degeneración progre-
siva desde la primera etapa, la Edad de Oro, en la que el hombre no necesitaba
trabajar para vivir, no conocía el dolor ni la vejez y vivía en perfecta armonía
con la Naturaleza. En cambio, en la Edad de Hierro el trabajo, el dolor y la
muerte son inevitables, y las alegrías son contrarrestadas por las penas. Aun
así, nos quedan la Justicia y el Pudor (como la Esperanza de la jarra de Pando-
ra), expresiones ideales de la vida en la polis. Sólo manteniendo tales ideales y
renunciando a la Soberbia, se podrá evitar el advenimiento de una edad futura
mucho peor que la actual, en la que reinen el caos y la violencia más absolutos.
La advertencia final, dirigida a Perses, da paso a la parte didáctica del poema. El
mito explica, por consiguiente, la condición�humana�como�una�condición
ambigua,�caracterizada�por�el�trabajo�y�la�vida�en�sociedad,�aunque�deja
al�hombre�la�responsabilidad de mantener la Justicia y frenar la tendencia
natural a la decadencia y al caos.
Resumen
Durante la primera mitad del II milenio a. C., la isla más meridional y mayor
del Egeo, Creta, conoce un periodo de esplendor cultural extraordinario. Es
la llamada civilización minoica, caracterizada por el sistema palacial. Los pala-
cios (Cnossos) constituyen el centro del poder político y de la vida económica,
religiosa y artística. Se utiliza ya la escritura (Lineal A), pero no se ha podido
descifrar, ya que la lengua no es griega, y la arqueología es aún la única fuente
de conocimiento, a menudo difícil de interpretar. Así, entrevemos la impor-
tancia del toro, probablemente como animal sagrado, y de la/s divinidad/es
femenina/s. Sabemos también que es una cultura eminentemente pacífica y
dedicada al comercio, con una red de contactos con las otras zonas de Grecia
y las grandes civilizaciones del Mediterráneo oriental. El arte minoico es de
una riqueza y un refinamiento extraordinarios: frescos decorando los palacios,
joyas, estatuas, etc.
Hacia la mitad del II milenio a. C., la cultura minoica cae bajo el poder de la
civilización micénica, asentada en la Grecia continental, con un marcado ca-
rácter militar. El descifrado de su escritura (Lineal B) ha revelado que su lengua
era ya el griego, perteneciente a la familia indoeuropea. Pero la civilización
micénica recibe también una profunda influencia del mundo minoico, muy
patente en el arte y en el sistema de escritura, por ejemplo. La base de la cul-
tura micénica es también el sistema palacial, aunque el palacio micénico es
muy diferente del minoico: defendido por impresionantes fortificaciones, su
centro es el mégaron, una cámara con hogar de fuego en el centro, en lugar del
gran patio a cielo abierto de los minoicos.
La Edad del Bronce griega acaba de manera brusca y violenta con la destrucción
de los palacios micénicos hacia el año 1200 a. C. por causas todavía poco
conocidas. La Edad del Hierro griega (ca. 1100 - ca. 750 a. C.) ha sido llamada
la Edad Oscura por la escasez de los testigos materiales y la desaparición de la
© FUOC • P09/74511/00401 78 Los orígenes de Grecia
Desde el punto de vista literario, al final del módulo se estudian las dos gran-
des tradiciones épicas del periodo: por una parte los poemas homéricos, basa-
dos en un tema guerrero (Ilíada) y otro de aventuras (Odisea), y por la otra,
los poemas de Hesiodo, Teogonia y Los trabajos y los días, que unifican la vieja
tradición didáctica con el primer gran sistema mítico de Grecia. Convendrá
sobre todo tener presentes las características de la poesía oral/aural, los ideales
de identidad cultural y el espejismo aristocrático que transmiten, la organiza-
ción del panteón que proponen, así como las diversas formas de recepción de
que han sido objeto.
© FUOC • P09/74511/00401 79 Los orígenes de Grecia
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