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Los orígenes de

Grecia
De la Prehistoria a la aparición de la
polis

Jesús Carruesco García


Ramon Torné Teixidó
P09/74511/00401
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Índice

Introducción............................................................................................... 5

Objetivos....................................................................................................... 8

1. Los primeros tiempos: la Prehistoria........................................... 9

2. La Edad del Bronce........................................................................... 11


2.1. El III milenio: la civilización cicládica ........................................ 11
2.2. Las grandes civilizaciones del II milenio: minoicos y
micénicos ..................................................................................... 13
2.2.1. La cultura minoica: economía, sociedad, religión ......... 14
2.2.2. La cultura micénica ....................................................... 19

3. La Época oscura (ca. 1100-750 a. C.)............................................. 28

4. Las transformaciones del siglo VIII-VII a. C.: los inicios de


la polis................................................................................................... 31
4.1. Reanudación del comercio e intensificación de los contactos
interculturales .............................................................................. 32
4.2. El inicio de la colonización ........................................................ 34
4.3. La definición de una nueva aristocracia ..................................... 36
4.4. La aparición del culto heroico .................................................... 39
4.5. Los santuarios y la organización del territorio ........................... 41
4.6. La invención del alfabeto ........................................................... 46
4.7. La épica panhelénica .................................................................. 50

5. Los inicios de la literatura: Homero y Hesíodo.......................... 52


5.1. Homero ........................................................................................ 52
5.1.1. La literatura oral: características y funciones en el
seno del arcaismo griego ............................................... 52
5.1.2. Los aedos y su auditorio ................................................ 53
5.1.3. Nacimiento del género épico: fases,
recursos compositivos y contenidos narrativos
mítico-históricos ............................................................ 57
5.1.4. Epos de la guerra: la Ilíada............................................. 60
5.1.5. El epos del viaje: la Odisea.............................................. 61
5.1.6. El ideal heroico: ética de la vergüenza contra
ambientes fantásticos .................................................... 62
5.1.7. Los Himnos homéricos: del mito a la invocación ritual ... 64
5.1.8. La identidad cultural en los poemas homéricos:
''Homero es toda la paideia de los griegos'' (Platón) ....... 65
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5.1.9. Los demás poemas: el ciclo Margites y


Batracomiomaquia (parodias homéricas u "Homero
menor") .......................................................................... 66
5.1.10. El espejismo de Homero en la cultura occidental ......... 68
5.2. Hesíodo ........................................................................................ 70
5.2.1. La Teogonía: la organización del mundo divino ............ 71
5.2.2. Los trabajos y los días: la condición humana y el
marco de la polis............................................................. 74

Resumen....................................................................................................... 77

Bibliografía................................................................................................. 79
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Introducción

Durante largo tiempo, los extraordinarios hitos alcanzados por la civilización


griega en la época clásica ocuparon el centro de la atención sobre Grecia por
parte del mundo occidental, hasta el punto de que la época anterior, la época
arcaica, se consideró una simple preparación, imperfecta aún, del clasicismo
griego. Por otra parte, la limitación de los conocimientos arqueológicos de los
que se disponía antes del siglo XX llevó a creer que el inicio de la época arcaica
era el principio efectivo de la cultura griega, surgida de la nada de manera
abrupta (el "milagro griego"), con la eclosión genial de los poemas homéricos,
de los órdenes arquitectónicos o del alfabeto, manifestaciones de una cultura
independiente y contrapuesta a las de los pueblos orientales.

Durante el siglo XX dicha imagen simplista se ha ido enriqueciendo enorme-


mente con los nuevos descubrimientos arqueológicos y las nuevas perspectivas
metodológicas, por lo que respecta al estudio de la Antigüedad. Los espectacu-
lares descubrimientos de la arqueología de finales del siglo XIX e inicios del XX
(Schliemann, Evans) revelaron la existencia de civilizaciones muy avanzadas
en Grecia ya en la Edad del Bronce, un milenio antes del mundo griego arcaico
y clásico. Entre ambas, la llamada "Edad oscura" o "Edad Media griega" nos es
cada vez más conocida gracias a la progresiva sofisticación y precisión de los
métodos de la arqueología moderna, que nos revela un período importante
en el que se van gestando los cambios que darán lugar a los grandes logros
de la cultura griega de la polis, en la época arcaica y clásica. Dichos métodos
permiten también conocer cada vez mejor las épocas más remotas, como la
Prehistoria y la Edad del Bronce antiguo.

Los tres primeros capítulos de este módulo presentan las características prin-
cipales de los tres grandes períodos anteriores a la época arcaica: la Prehistoria,
la Edad del Bronce y la Edad del Hierro o "Época oscura". Dentro del perío-
do prehistórico, el Neolítico griego, probablemente el más antiguo de Europa,
presenta un gran interés por la presencia de culturas avanzadas, con un desa-
rrollo precoz de los modos de organización social protourbana (Poliochni).

La Edad del Bronce se caracteriza en Grecia por tres grandes civilizaciones. La


más antigua, la cicládica, en las islas del Egeo (Bronce antiguo, III milenio a.
C.), nos ha legado una expresión artística de altísima calidad mediante figu-
rillas de mármol de sofisticada estilización. Ya en el II milenio, la cultura mi-
noica en Creta, en un primer momento (hasta el año 1500 a. C., aproximada-
mente), y más tarde la cultura micénica en la Grecia continental (y después
también en Creta) constituyen grandes civilizaciones urbanas perfectamente
comparables a sus contemporáneas de Egipto o de Oriente medio. Basadas
ambas en el sistema palacial, con el palacio como centro político, económico
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y cultural, sin embargo se diferencian por la lengua (los micénicos hablan ya


griego) y por el talante (los pacíficos minoicos se oponen a las aristocracias
guerreras del mundo micénico).

El desmoronamiento súbito y violento del mundo micénico en torno al año


1200 a. C. pone fin bruscamente a siglos de civilización en el ámbito del Egeo,
y da paso a la llamada "Época oscura" (1200-750 a. C.). Aunque el retroceso
material es innegable, se trata de un período de gran importancia, puesto que
en él se inician (sobre todo en las zonas más avanzadas, como Eubea o el Áti-
ca) los cambios respecto al mundo micénico que preparan las formas caracte-
rísticas de la cultura griega posterior, como por ejemplo la definición de nue-
vas aristocracias, nuevas ciudades, nuevos contactos con el mundo oriental o
nuevas prácticas religiosas.

El cuarto capítulo se centra en un momento crucial de la historia de Grecia,


el que marca el final de la "Época oscura" y el principio del período arcaico
(750-650 a. C., aproximadamente). No puede sostenerse ya la imagen del "mi-
lagro griego" surgido de la nada a la que hemos aludido, pero son innegables la
aceleración de los cambios, el crecimiento y las innovaciones que se producen
en el mundo griego en pocas décadas: se recupera la escritura (el alfabeto), se
retoman los contactos comerciales a larga distancia, se inicia la colonización
griega del Mediterráneo, aparecen grandes santuarios urbanos, extraurbanos y
panhelénicos, se recupera la arquitectura monumental (el templo griego), apa-
rece el culto heroico y se desarrolla una épica panhelénica (Homero, Hesíodo).

La estrecha interrelación entre dichos cambios produjo, sin duda alguna, un


efecto amplificador, en el que ejerció un papel fundamental la intensificación
de los contactos con las culturas orientales (especialmente mediante los feni-
cios). El nuevo ámbito que aglutinará todas estas novedades es la polis, realidad
compleja, a la vez geográfica, socioeconómica, política y cultural, que consti-
tuirá el marco esencial de la vida de los griegos en las épocas arcaica y clásica
(aunque en algunas regiones de Grecia se optó por el sistema de confederación
de pueblos o éthnos).

El módulo concluye dedicando una especial atención a la épica, la producción


cultural más importante de este período, en el que hallamos reflejados todos
los fenómenos históricos citados, junto a elementos muy antiguos, de origen
micénico, preservados por la tradición oral a lo largo de los siglos. Paralela a
la aparición de la polis, la épica griega desempeña un papel fundamental en
la creación de una conciencia panhelénica, una cultura compartida por todos
los griegos, y no sólo en el período que nos ocupa, sino también en épocas
posteriores. Dicha épica panhelénica está formada por dos tradiciones distin-
tas: los poemas atribuidos a Homero (Ilíada, Odisea, Himnos homéricos) y los
atribuidos a Hesíodo (Teogonía, Los trabajos y los días). Unos y otros contribu-
yen, de maneras distintas, a la definición de un patrimonio cultural común
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para todo el mundo griego, como por ejemplo, en lo que atañe a la religión
y a la mitología, el conjunto de dioses y héroes conocidos y venerados por
todos los griegos.
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Objetivos

1. Comprender la importancia de los primeros períodos de la historia de Gre-


cia, antes de la época arcaica.

2. Reconocer la complejidad de los procesos culturales, compuestos tanto de


continuidades como de innovaciones y rupturas, a la hora de explicar la
aparición de la cultura griega de época arcaica.

3. Reconocer la importancia del contacto intercultural, especialmente con


las civilizaciones orientales, en todos los períodos de la historia de Grecia.

4. Comprender la aparición de la polis como elemento aglutinador de todos


los elementos que definen la cultura griega a principios de la época arcaica.

5. Comprender la importancia de la épica griega arcaica en relación con el


contexto socio-histórico en el que aparece y la tradición genérica en el que
se inserta.

6. Reconocer los principales elementos del patrimonio cultural griego trans-


mitidos por la épica griega: temas, mitos y sistemas de valores.
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1. Los primeros tiempos: la Prehistoria

El inicio de la ocupación humana en Grecia se remonta al Paleolítico superior


(antes del 20.000 a. C., ca.), como atestiguan el cráneo hallado en Petralona
(Calcídica), aunque su datación resulte compleja. Con todo, el estudio siste-
mático del Paleolítico en Grecia (hasta el 8000 a. C., ca.) se halla todavía en
una etapa incipiente, a pesar del interés que reviste este espacio privilegiado
de comunicación entre África, Asia y Europa.

Como podía esperarse de una geografía tan particular como la griega, destaca
la aparición de la pesca y la navegación al lado de las ocupaciones de caza y
recolección propias del hombre del Paleolítico.

Mucho más conocido es el Neolítico (8000 a. C., ca.-3200 a. C., ca.). Nume-
rosas excavaciones en toda la geografía griega han posibilitado documentar la
aparición de culturas basadas en la agricultura de los cereales y la ganadería,
con abundante producción cerámica. Aparecen nuevos lugares de ocupación,
especialmente Creta y las islas.

En este sentido, el Neolítico griego está marcado por el desarrollo de una densa
red�de�relaciones�e�intercambios a través del Egeo.

Asimismo, a medida que avanza el período, se observa una creciente organi-


zación� social, con la aparición de elites locales, y una mayor articulación
del�espacio�colectivo, como atestiguan, ya al finales del período, la aparición
de murallas e incluso, en Poliochni (Lemnos), de un espacio de reunión de la
colectividad.

¿El primer espacio político de Europa?

En el poblado de Poliochni, en la isla de Lemnos, a finales del Neolítico o principios de


la Edad del Bronce se construyó un espacio de reunión para unas 50 personas. Dicho
edificio extraordinario ha sido llamado, anacrónicamente, "bouleuterion", por analogía
con la sede del Consejo (Boulè) en la polis clásica. Como los llamados "teatros" del mundo
minoico, a los que parece prefigurar, su función podría ser también religiosa.
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Edificio público para reuniones, impropiamente llamado "bouleuterion". Poliochni, Lemnos

El Neolítico en Grecia se caracteriza asimismo por una marcada variedad�re-


gional, con la aparición de una clara distinción entre la Grecia del Norte (Te-
salia, muy especialmente, aunque también el Épiro, Macedonia y Tracia) y la
Grecia del Sur (Ática, Peloponeso, las islas), que en términos generales será
una constante de la cultura griega en épocas posteriores. La explicación de di-
cha dicotomía se relaciona con el complejo problema del origen mismo de la
"neolitización"�de�Grecia. Algunos de los cereales y de los animales domés-
ticos centrales en la economía griega (trigo, cabra, oveja) fueron importados
desde Asia Menor. Ello apunta a una emigración�de�pueblos�procedentes�de
Oriente, que habrían introducido las prácticas características del Neolítico en
Grecia, de maneras distintas según su relación�con�las�culturas�autóctonas
locales.

Así pues, ésta sería la primera de una serie de llegadas de pueblos extranjeros a
Grecia que marcarán la historia del mundo helénico hasta la época de la polis
(los indoeuropeos a principios de la Edad del Bronce, los dorios al final del
mismo período). Aunque con frecuencia han sido objeto de discusión, actual-
mente dichas migraciones tienden a ser explicadas como procesos complejos
de interacción entre el elemento exógeno y el autóctono, lejos de los mode-
los tradicionales de la "colonización" o la "invasión", considerados demasiado
simplistas.
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2. La Edad del Bronce

La Edad del Bronce ocupa el III milenio a. C. y la mayor parte del II, período
en que aparecen en Grecia auténticas civilizaciones, comparables a las gran-
des culturas urbanas de Egipto y Oriente medio: la cicládica primero, seguida
en el II milenio por la minoica y la micénica. En dicho período se introduce
en Grecia la lengua griega (indoeuropea, no autóctona) y, al mismo tiempo,
comienzan a adoptar sus condiciones características la mitología, la religión
y la poesía épica, aunque muchos elementos son probablemente anteriores
y otros se incorporarán en el período posterior. Por el contrario, en cuanto a
la organización política y socioeconómica, el rasgo distintivo de las culturas
minoica y micénica es el sistema palacial, muy distinto de la polis de época
arcaica y clásica.

La Edad del Bronce griega puede dividirse en dos grandes períodos: el


III milenio (Bronce Antiguo: 3200 a. C., ca.-2000 a. C., ca.), marcado
por el desarrollo de la civilización cicládica, con su arte característico,
y el II milenio (Bronce Medio y Reciente: 2000 a. C., ca.– 1100 a. C.,
ca.), que ve el apogeo de las grandes civilizaciones palaciales llamadas
minoica y micénica.

Cronología de la Edad del Bronce

Evans introdujo una cronología tripartita, que se ha conservado, entre las etapas del
Bronce Antiguo, Medio y Reciente, subdivididas a su vez en tres períodos (I, II y III).
Además, las distintas regiones culturales de Grecia dan su nombre a estos períodos en su
ámbito específico. Así, se habla de cicládico (las islas del Egeo), minoico (Creta) o heládi-
co (Grecia continental), en cada caso Antiguo, Medio y Reciente. Asimismo, el heládico
reciente, que se corresponde con el apogeo de la civilización micénica, suele llamarse
simplemente micénico (subdividido en I, II y III). La cronología absoluta correspondiente
a la relativa de fases sucesivas presenta aún incertidumbres y puede variar según los au-
tores (mucho se discute todavía, por ejemplo, la fecha de la erupción volcánica de la isla
de Tera y su influencia en la historia del Egeo). De modo orientativo, podemos señalar
las siguientes fechas: Bronce Antiguo (3300 a. C., ca-2000 a. C., ca.), Bronce Medio (2000
a. C., ca-1600 a. C., ca), Bronce Reciente (1600 a. C., ca-1100 a. C., ca).

2.1. El III milenio: la civilización cicládica

El paso del Neolítico a la Edad del Bronce parece haber consistido en una tran-
sición más que en una ruptura (Bronce Antiguo I). La metalurgia y el aumento
numérico de los hábitats (granjas, poblados), indicio de un aumento demo-
gráfico, son las novedades principales. Se intensifica tanto la economía agro-
pecuaria (introducción de la vid y el olivo) como la red de contactos e inter-
cambios a través del mar.
© FUOC • P09/74511/00401 12 Los orígenes de Grecia

En relación con la citada intensificación de los contactos marítimos, debemos


situar el fenómeno más destacado de todo el período, que ocupará la mayor
parte del III milenio (Bronce Antiguo II): la importancia de las islas del Egeo
central, las Cícladas, como foco de la llamada civilización�cicládica, que mar-
cará con su influencia el desarrollo de las zonas costeras de Grecia, tanto en
Creta como en el continente. Los núcleos de dicha cultura son poblados im-
portantes, a menudo fortificados, como Ayia Irini (Ceos) o Filacopi (Melos).
Sin embargo, el elemento más característico es la aparición de un arte figura-
tivo de una calidad excepcional: las figurillas�antropomórficas�cicládicas,
cuya función aún se desconoce. Realizadas en mármol, material abundante en
las islas del Egeo, representan a menudo el cuerpo femenino desnudo, por lo
que suelen considerarse imágenes de una diosa de la fertilidad.

El hecho de que en este período se hable ya de civilizaciones responde a la


presencia de una organización�del�espacio, urbanística dentro de los pobla-
dos, con casas a lo largo de calles, y jerárquica entre los distintos poblados
(diferenciación entre unos centros más importantes, que funcionan como pe-
queñas capitales locales, y las aldeas circundantes). En torno a los poblados
se despliegan las necrópolis. Asimismo aparece la arquitectura�monumental,
como las llamadas "casas de corredor" ("Casa de las Tejas" de Lerna, en la Ar-
gólide), probablemente residencias de la elite local, o santuarios (Myrtos, en
Creta). Junto al arte figurativo aparecen también las primeras notaciones�sim-
bólicas, en forma de sellos sobre la cerámica, probables indicios de una cierta
organización administrativa y de control de la economía.

El Bronce Antiguo acaba de manera violenta. A finales del Bronce Antiguo II


(el BA III será una simple etapa de transición, marcada por la regresión) se pro-
duce una destrucción generalizada en las islas y costas del Egeo. Los centros de
la civilización cicládica son abandonados definitivamente. Las causas siguen
siendo inciertas. Muchos se inclinan por situar en este momento (2300 a. C.,
ca.) la�"llegada�de�los�griegos", es decir, de los pueblos que trajeron consigo
la lengua griega, no autóctona sino perteneciente, como es sabido, al grupo
indoeuropeo. El desciframiento del Lineal B, sistema de escritura del mundo
micénico, por M. Ventris y J. Chadwick (1952), reveló que la lengua de los
micénicos era ya una forma de griego, con lo que la "llegada de los griegos"
debe situarse con anterioridad al año 1400 a. C., fecha aproximada de los más
antiguos documentos en Lineal B que se conocen. Las�destrucciones�de�fina-
les�del�Bronce�Antiguo�parecen�ofrecer�el�marco�más�probable para este
hecho, aunque algunos estudiosos lo sitúan más tarde, a principios del Bronce
Reciente (1600 a. C., ca.), y otros incluso proponen identificarlo con la "neo-
litización" de Grecia (8000 a. C., ca.). En cualquier caso, ya hemos advertido
de los riesgos de una visión demasiado simplista de fenómenos que revisten
una extraordinaria complejidad (la identificación "una lengua = un pueblo"
no resulta siempre cierta, por ejemplo).
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Los elementos más destacados del Bronce Antiguo son el apogeo de la


civilización cicládica, con su arte estilizado, y el final violento de este
período, que probablemente hay que identificar con la "llegada de los
griegos" a Grecia.

El griego, lengua indoeuropea

La lengua griega, constituida por varios grupos dialectales (jónico-ático, dórico, eólico,
arcadio-chipriota), cuya unificación no se producirá hasta la época helenística (en la koiné
o lengua común), es una rama del gran conjunto de las lenguas indoeuropeas, de las que
forman parte también, entre otras, el latín y todas las lenguas germánicas, celtas, eslavas
e indoiranias (por lo que incluye todas las lenguas habladas actualmente en Europa, ex-
cepto el éuscaro o vasco, el turco y el grupo fino-ugrio: el húngaro, el finés y el estonio).

Los indoeuropeos: Lecturas recomendadas

• F.�Villar (1991). Los indoeuropeos y los orígenes de Europa. Madrid: Gredos.


• F.�Villar (1971). Lenguas y pueblos indoeuropeos. Madrid: Istmo.
• K.�F.�Kienitz (1991). Pueblos en la sombra. Madrid: Gredos.

2.2. Las grandes civilizaciones del II milenio: minoicos y


micénicos

Los grandes descubrimientos de la arqueología de finales del siglo XIX (Schlie-


Estatuilla cicládica
mann descubre Troya en 1870 y Micenas en 1876; Evans empieza a excavar en
Cnossos en 1899) sacaron a la luz dos civilizaciones, que se denominaron mi-
noica (Creta) y micénica (Grecia continental), de extraordinaria riqueza, cuya
existencia era hasta entonces insospechada. Los impresionantes palacios, los
magníficos tesoros, los frescos llenos de vida y color han excitado desde ese
momento la imaginación, evocando el mundo de los mitos griegos y de los
poemas homéricos, situados en la misma ubicación: Minos, rey de Creta, y
el Minotauro en el laberinto de Cnossos; la Guerra de Troya; Agamenón, rey
de Micenas, o Néstor, el viejo monarca de Pilos. Sin embargo, aparecen tam-
bién en esta época muchos de los centros de la Grecia histórica, como Atenas,
Tebas o Esparta. Por otra parte, en 1952, M. Ventris y J. Chadwick consiguen
descifrar, como ya hemos dicho, el Lineal B, el sistema de escritura micénico,
y descubren que la lengua de los micénicos era ya el griego y que muchos de
los dioses de época clásica (Zeus, Hera, Poseidón, Atenea, Dionisos, Hermes)
eran ya venerados por los micénicos.

Quedan por resolver aún muchos enigmas, como por ejemplo las causas de la
destrucción súbita de los palacios micénicos o la escritura de los minoicos, el
Lineal A, aún no descifrada, pero los datos que la arqueología y la filología han
acumulado durante más de un siglo de investigación nos han proporcionado
una visión bastante completa de estas dos civilizaciones.

Schliemann y Evans, descubridores de nuevos mundos

Schliemann (1822-1890) era un millonario alemán que, después de hacer fortuna en sus
negocios, se dedicó a su pasión: comprobar la historicidad de los poemas homéricos. En
1870, excavando en la colina de Hissarlik, en el extremo noroccidental de Asia Menor,
descubrió la ciudad de Troya. Unos años más tarde halló en Micenas un círculo de tum-
bas con un espléndido tesoro funerario, del que destaca una máscara de oro que deno-
© FUOC • P09/74511/00401 14 Los orígenes de Grecia

minó "máscara de Agamenón". En una excavación posterior descubrió un nuevo palacio


micénico, el de Tirinto, cerca de la misma Micenas. Su aportación al descubrimiento del
mundo micénico fue fundamental, si bien, al tratarse de un amateur, sus métodos como
arqueólogo dejaban mucho que desear. Inspirándose en los hallazgos de Schliemann, el
arqueólogo inglés Arthur Evans (1851-1941) inició en 1900 la excavación de Cnossos, en
Creta. Allí encontró un inmenso palacio que identificó como el palacio del rey Minos y el
origen del mito del laberinto. Con ello emergía una nueva civilización, más antigua que
la micénica, a la que Evans dio el nombre de "minoica", a partir del rey mítico de la isla.

2.2.1. La cultura minoica: economía, sociedad, religión

Después de las destrucciones de finales del Bronce Antiguo II y del paréntesis


del Bronce Antiguo III, a principios del II milenio se producen en Creta cam-
bios rápidos que marcan el nacimiento�de�una�rica�civilización�basada�en
los�palacios. Los palacios minoicos, cuyo ejemplar más importante es Cnos-
sos, son centros políticos, económicos y religiosos, desde los que se gobierna
y administra todo el territorio, empezando por las ciudades que los rodean.
Por lo que respecta al mundo minoico, nos hallamos ya ante una auténtica
civilización�urbana, la primera de Europa, comparable a las grandes culturas
de Oriente y de Egipto, con las que está en contacto. Significa también, entre
otras cosas, la introducción de la escritura en Grecia y el desarrollo de un ar-
te refinado de altísima calidad. Esta brillante civilización desaparece hacia el
año 1400 a. C., cuando pasa a estar bajo el dominio micénico. Su continuidad
e influencia posterior, hasta la época de la polis, es un interrogante aún sin
resolver.

Cronología del mundo minoico

Más útil que la cronología general de la Edad del Bronce de Evans resulta, para la civili-
zación minoica, la siguiente periodización:

• Prepalacial: ca. 3000-2000 a. C. (= MA, el Minoico Antiguo de Evans)


• Primeros palacios: 2000-1700 a. C. (= MM I-II)
• Segundos palacios: 1700-1400 a. C. (= MM III, MR I-II)
• Pospalacial: 1400-1100 a. C. (= MR III)

Mapa de Creta en la Edad del Bronce


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Creta en el mito griego

Según el mito griego de época arcaica y clásica, Zeus se enamoró de la princesa


fenicia Europa, se transformó en toro para raptarla y bajo esta apariencia la
condujo a través del mar hasta Creta. Europa, que dio su nombre al continente
al que pertenece la isla a la que arribó, engendró allí a Minos, quien devino el
poderoso soberano del nuevo reino y señor de un gran poder marítimo, según
narra el historiador del siglo V a. C. Tucídides:

"Minos fue el más antiguo de los que conservamos recuerdo que se hizo con una escuadra
y, dominando la mayor parte del mar de Grecia, ejerció su poder en las Cícladas y fue
el primer colonizador de las más de ellas, expulsando a los carios y estableciendo como
jefes a sus propios hijos. Y, como es lógico, limpió el mar de piratas en la medida que
pudo para que le llegaran mejor los tributos".

Tucídides, Historia, I, 4

Sin embargo, por su soberbia Minos fue castigado por los dioses a la humilla-
ción de una relación adúltera de Pasifae, la reina, con un toro. De esa unión
contra natura nació el monstruoso Minotauro, cuerpo de hombre y cabeza de
toro, que se alimentaba de carne humana. Minos mandó construir por el arte-
sano Dédalo un inmenso laberinto donde encerró al monstruo. Pero el héroe
ateniense Teseo, con la ayuda de la princesa Ariadna, hija de Minos, consiguió
matar al Minotauro y salir del laberinto, liberando así a su patria del oneroso
tributo que debía pagar al rey de Creta.

Ciertos elementos del mito evocan aspectos reales de la civilización minoica,


como son la importancia del toro en la religión y el arte minoicos, o la forma
aparentemente laberíntica del palacio de Cnossos, con sus numerosas cáma-
ras y corredores. ¿Evocación lejana de una realidad histórica, transmitida a lo
largo de los siglos, o creación de nuevas historias a partir de restos arqueoló-
gicos reinterpretados en tiempos posteriores? Probablemente se trate de una
superposición de ambas cosas. El problema�de�la�historicidad�del�mito, que
se plantea también para la Micenas de Agamenón, la guerra de Troya o la in-
vasión de los dorios, es una cuestión compleja, que debe abordarse desde una
comprensión antropológica del mito como fenómeno cultural, que combina,
remodelándolos continuamente, datos históricos y narraciones ficticias, sin
que sea posible ni relevante separar unos de otras. También ha sido harto�de-
batida�la�historicidad�de�la�"talasocracia�cretense", el imperio marítimo del
que habla Tucídides. A pesar de que la influencia del mundo minoico sobre
todo el espacio egeo, e incluso más allá, es indiscutible, no parece haber ejerci-
do un poder político directo, con colonias dirigidas desde un gobierno central.

La evolución del mundo minoico

La aparición del sistema palacial en Creta a principios del II milenio fue rápida
e inesperada, No obstante, no vino motivada por influencia exterior alguna,
sino que fue producto de desarrollos internos al mundo cretense. La�época
de�los�primeros�palacios�es�un�período�de�esplendor, en la que hallamos ya
todos los rasgos del mundo minoico. Los cuatro�grandes�palacios (Cnossos,
© FUOC • P09/74511/00401 16 Los orígenes de Grecia

Phaistos, Malia y Zakros) son la sede del poder político, económico y religioso,
centros de distribución y gestión de la riqueza y de administración del territo-
rio. La organización�del�territorio es un aspecto importante: Creta se divide
en provincias, cada una con su ciudad donde radica el palacio y la capitalidad.
Los centros de población son variados y se jerarquizan, desde la capital a la
granja aislada, pasando por la ciudad y el pueblo, con una red de caminos que
comunican dichos centros entre sí. El espacio se articula también mediante
una red de santuarios al aire libre, con frecuencia en las cimas de montes o
colinas, donde se reúne la población local.

En el exterior, se establecen relaciones� con� Oriente� y� con� Egipto, al igual Los sistemas de escritura
que con el resto del Egeo. Aparece, por vez primera en Grecia, la�escritura, del Bronce egeo

en formas autóctonas no importadas, ya sea jeroglífica (como el enigmático Los minoicos conocen varios
Disco de Festos) o silábica (el llamado Lineal A). La fina cerámica de Cama- sistemas de escritura, todos
ellos autóctonos no importa-
res, denominada "de cáscara de huevo", con su decoración abstracta de líneas dos. El Disco de Festos, consi-
derado una pieza única, con-
sinuosas y espirales, es el producto más característico de este primer momento tiene una escritura jeroglífica
de esplendor. con ciertas similitudes con el
principal sistema de escritura
minoico, el Lineal A, un sila-
bario. Ninguno de estos siste-
mas ha sido todavía descifra-
do, y la lengua de los minoi-
cos permanece enigmática pa-
ra nosotros. La civilización mi-
cénica adaptó el Lineal A a su
lengua, el griego, y así se creó
otro silabario, el Lineal B, des-
cifrado por Ventris y Chadwick
en 1952.

Plato para la fruta de Camares

Los primeros palacios son destruidos en torno al año 1700 a. C., por causas
poco claras, probablemente naturales (terremotos). Sin embargo, su recons-
trucción fue inmediata y a mayor escala. Los nuevos palacios, adornados con
espléndidos frescos, multiplican las cámaras y los corredores articulados en
torno al gran patio central, lugar de las grandes ceremonias políticas y religio-
sas. Empieza así la�época�de�los�segundos�palacios,�en�la�que�la�riqueza�y
el�desarrollo�del�mundo�minoico�alcanzan�su�apogeo. Si la talasocracia de
Minos no parece haber existido realmente, es indudable la importancia de la
influencia minoica sobre todo el mundo griego, como puede verse en los fres-
cos de los palacios micénicos, que aparecen en este período, o en las magnífi-
cas pinturas descubiertas en la isla de Tera (Santorini).
© FUOC • P09/74511/00401 17 Los orígenes de Grecia

Alrededor del año 1450�a.�C. todos los palacios, excepto Cnossos, y muchas
ciudades son destruidos y abandonados definitivamente. El motivo es la con-
quista�de�Creta�por�los�micénicos, civilización fuertemente militarizada, a
diferencia de los minoicos. El período pospalacial estará marcado por el declive
de la civilización minoica, integrada completamente en el mundo micénico,
sobre el que ejerce, sin embargo, una gran influencia. Como podemos leer en
las tablillas en Lineal B halladas en el palacio de Cnossos, éste pasa a ser la
sede de una nueva administración, que habla ya griego.

La cultura minoica ocupa la primera mitad del II milenio a. C. Su ele-


mento fundamental es el palacio, centro de todo el sistema político,
económico y religioso. Su influencia será muy importante, especialmen-
te sobre la civilización micénica de la Grecia continental, que acabará
conquistando Creta y destruyendo la civilización minoica.

Planta del palacio de Cnossos, Creta


© FUOC • P09/74511/00401 18 Los orígenes de Grecia

Vista del palacio de Cnosssos, Creta

Aspectos de la cultura minoica

El palacio�minoico, del que Cnossos es el ejemplo más desarrollado, se carac-


teriza por una planta�compleja,�aparentemente�laberíntica, pero en realidad
bien estructurada en zonas diferenciadas funcionalmente: los espacios públi-
cos de recepción, los apartamentos privados del soberano, los santuarios, las
zonas de almacenes, etc. El�elemento�central�del�conjunto�es�un�gran�patio
descubierto, una especie de plaza interior donde se desarrollaban las grandes
ceremonias de la corte y los principales rituales, como las carreras de toros.
Éstas y otras prácticas y personajes de la vida de la corte estaban también re-
presentadas en los frescos que decoraban las paredes del palacio, una pintura
llena�de�movimiento�y�color.

Dicha disposición subraya la existencia de un poder�monárquico�fuerte, con


un rey que quizá era también sumo sacerdote. En torno a éste, debemos ima-
ginar una verdadera corte, pero también un ejército de funcionaros que ad-
ministraban las grandes riquezas que afluían al palacio y que se redistribuían
por el territorio. Alrededor del palacio se extendía la ciudad, con barrios de
artesanos y de comerciantes. Ni el palacio ni la ciudad tenían murallas, y en
general el arte minoico revela una cultura no guerrera.
© FUOC • P09/74511/00401 19 Los orígenes de Grecia

El papel central de la�divinidad�femenina�y�del�toro son los rasgos principales


de la religión minoica. Estatuillas, frescos, relieves en sellos nos muestran la
imagen de una gran diosa, a veces con serpientes en sus manos, sobre las cimas
de las montañas o en santuarios al aire libre, marcados por símbolos religiosos
como el hacha doble. A su vez, el toro está presente en el palacio o en los
santuarios mediante monumentales cornamentas de consagración en piedra
o en representaciones de un ritual consistente en saltar por encima de una res
en plena carrera.

Zona de los almacenes del palacio de Phaistos,


Creta

Ritual de salto sobre el toro. Frescos del palacio de Cnossos

2.2.2. La cultura micénica

En plena época de esplendor de los palacios minoicos, entre los años 1600-
1550 a. C., algunas regiones de la Grecia continental, especialmente la Argó-
lide, conocen un rápido crecimiento que en poco tiempo dio lugar a una po-
tente�civilización,�llamada�micénica,�basada�también�en�el�palacio�pero
con�un�carácter�marcadamente�guerrero. Responsables de la caída del mun-
do minoico bajo su poder hacia el año 1450 a. C., los micénicos dominarán la
historia de Grecia durante la segunda mitad del II milenio, como los minoicos
lo habían hecho durante la primera. Su cultura quedó también en el recuerdo
mítico de los griegos, por lo que respecta a las grandes sagas heroicas de la
Máscara funeraria llamada "Máscara de
épica de época arcaica, particularmente la de la guerra de Troya, con Agame- Agamenón". Conservada en el Museo Nacional
de Atenas
nón, rey de Micenas, como jefe de la expedición griega. Culturalmente, los
micénicos, un pueblo indoeuropeo que habla ya griego, combinan elementos
propios (el mégaron como núcleo de la casa o la ideología guerrera) con una
fuerte influencia minoica (pintura, cerámica...), que adaptan a sus necesidades
(la escritura, con la invención del Lineal B a partir del Lineal A).

Evolución histórica del mundo micénico (ca. 1600-1100 a. C.)

Situando la llegada de los indoeuropeos a Grecia a finales del Heládico Antiguo


(ca. 2000 a. C.), el Heládico Medio se presenta como un período de lento desa-
rrollo. Las causas de los rápidos�cambios�que�se�producirán�a�principios�del
© FUOC • P09/74511/00401 20 Los orígenes de Grecia

Heládico�Reciente�(ca.�1600�a.�C.), comparables a los que habían originado


los primeros palacios minoicos unos siglos antes, no quedan del todo claras.
Lo más probable parece ser un aumento rápido de la riqueza de les elites loca-
les por los contactos con el mundo minoico, en plena expansión comercial.

La primera expresión del nuevo� poder� de� una� elite� aristocrática� guerrera
son los grandes círculos de tumbas (A y B) de Micenas, denominadas "reales"
por la riqueza extraordinaria de sus tesoros, entre ellos la famosa "máscara de
Agamenón". Los principales centros de población se desarrollan rápidamen-
te en auténticas ciudades, con frecuencia dotadas de poderosas murallas. La
conquista de Creta hacia el año 1450 a. C. convertirá el palacio de Cnossos
en un importante centro del mundo micénico durante casi un siglo. El siglo
XIV a. C. ve la aparición de los grandes�palacios�micénicos�en�la�Grecia�con-
tinental:� Micenas,� Tirinto� (ambos� en� la� Argólide)� y� Pilos (en el extremo
suroccidental del Peloponeso). Se inicia la época de máximo esplendor de la
civilización micénica, que se extiende por todo el mundo griego y establece
contactos comerciales con el Próximo Oriente, Egipto e Italia. Sin embargo,
ese esplendor acaba�bruscamente�en�torno�al�año�1200�a.�C., por razones
todavía inciertas, con la destrucción definitiva de los palacios y el colapso de
la civilización micénica. El siglo siguiente, que marca el final de la Edad del
Bronce, es un período de cambios que preludian la entrada de Grecia en los
llamados "siglos oscuros".
© FUOC • P09/74511/00401 21 Los orígenes de Grecia

Mapa�de�Grecia�en�la�época�micénica

Ciudades, tumbas, palacios

Como la minoica, la civilización micénica es una civilización�urbana, centra-


da en la ciudad, que constituye el centro articulador y organizador del territo-
rio. Las ciudades micénicas se rodean a menudo de poderosas�murallas, que
los griegos de épocas posteriores considerarán "ciclópeas", cual obra de los Cí-
clopes (divinidades primordiales que fabrican las armas de Zeus, el relámpago
y el trueno), debido a los enormes bloques de piedra con que fueron construi-
das. Micenas es el principal ejemplo de ello; su muralla fue ampliándose suce-
sivamente hasta alcanzar su mayor extensión en el siglo XIII a. C. En esa fase
incorpora los dos grandes círculos de tumbas "reales", más antiguos y situados
originariamente fuera de la ciudad, convirtiendo el círculo A en un santuario,
quizá una especie de culto a los fundadores, como siglos después hallamos en
múltiples póleis griegas, sobre todo en el mundo colonial. En la misma zona se
ubica la puerta principal, la Puerta de los Leones, impresionante símbolo del
poder real para quienes entran en la ciudad.
© FUOC • P09/74511/00401 22 Los orígenes de Grecia

Puerta de los Leones. Micenas

Fuera de las murallas estaban las necrópolis. Destacan las tumbas�de�los�re- Thólos
yes�y�los�aristócratas,�por�su�monumentalidad�y�la�riqueza�de�los�objetos
Construcción en forma circu-
depositados junto al cadáver: joyas, armas y armaduras, cerámica, etc. La ti- lar. En época micénica, reciben
pología más importante es la de las tumbas de cámara, y los llamados thóloi dicho nombre grandes tumbas
circulares con falsa bóveda, co-
(singular thólos), probablemente tumbas reales, cuyo caso más monumental mo el Tesoro de Atreo de Mi-
cenas. En la arquitectura clá-
es el llamado Tesoro de Atreo, en Micenas. Se trata de una gran cámara circu- sica, varios tipos de edificios
lar cubierta por una falsa bóveda (15 m de diámetro por 13 m de altura), con adoptan esta forma, como un
templo en el santuario de Ate-
otra cámara más pequeña contigua a la primera, la de la tumba propiamente nea Pronaia en Delfos, conser-
vado aún hoy día, o un espa-
dicha. El conjunto se halla cubierto por una colina artificial, y se accede a éste cio político como el pritaneo,
en el ágora de Atenas (ver más
mediante un pasadizo (drómos) a cielo abierto, que conduce hasta la puerta de adelante).
la gran cámara.
© FUOC • P09/74511/00401 23 Los orígenes de Grecia

Tumba real llamada Tesoro de Atreo. Micenas

Micenas: Plano y secciones del Tesoro de Atreo

Sin embargo, la máxima expresión del poder real es sin duda alguna el palacio,
situado en la parte más elevada y mejor protegida de la ciudad, la acrópolis.
El palacio micénico recibió una gran influencia del minoico en la decoración,
como resulta evidente en los magníficos frescos de Pilos, por ejemplo. No obs-
tante, la estructura del palacio es totalmente distinta. Si el palacio minoico
es abierto, multidireccional, articulado en sectores funcionales en torno a un
gran patio central, el�palacio�micénico�es�cerrado,�unidireccional,�y�en�su
centro�se�encuentra�el�mégaron,�la�gran�sala�de�representación, con el trono
© FUOC • P09/74511/00401 24 Los orígenes de Grecia

del soberano a un lado y en mitad de la sala el hogar, entre cuatro columnas


que sostienen el techo y dejan un espacio central abierto para la evacuación
del humo.

La civilización micénica es, como la minoica, una cultura urbana, basa-


da también en el sistema palacial. Sin embargo, sus poderosas murallas,
las tumbas monumentales, los ricos ajuares funerarios y los mismos pa-
lacios, son la expresión de un poder fundamentado en la práctica de la
guerra. En el palacio, la influencia minoica es intensa en la decoración,
pero la estructura es distinta, centrada en la gran sala del mégaron, sala
del trono y de representación del soberano.

Planta de Micenas. El palacio se encuentra en la zona más elevada de la ciudadela, con el mégaron como centro

Organización política, social y económica

Los restos arqueológicos son nuestra principal fuente de conocimiento sobre


el mundo micénico. Aunque también contamos, por primera vez en la historia
de Grecia, con fuentes textuales que podemos leer, gracias al descifre del siste-
ma�de�escritura�micénico,�el�Lineal�B.�Conservamos�más�de�5.000�tablillas
de arcilla que se guardaban en los palacios (sobre todo Pilos y Cnossos), y que
fueron preservadas al cocerse accidentalmente en el incendio que acompañó
la destrucción de dichos palacios. Su temática es muy limitada, ya que se tra-
ta de la contabilidad del palacio, obra de escribas funcionarios. Por lo tanto,
no contienen texto literario o historiográfico alguno, pero sí nos permiten co-
nocer múltiples datos sobre la administración de la economía micénica, cen-
tralizada desde el palacio, e indirectamente sobre otros ámbitos relacionados
con dicho palacio y con el poder real, como la organización política, militar
o religiosa. Así, conocemos los nombres de algunos de los dioses micénicos
© FUOC • P09/74511/00401 25 Los orígenes de Grecia

–muchos de ellos ya los de los griegos clásicos (Zeus, Hera, Poseidón, Atenea,
Hermes, Dionisos)–, aunque sólo citados de pasada, por ejemplo en los inven-
tarios de los bienes de sus santuarios.

Los restos arqueológicos y las fuentes textuales nos revelan una sociedad�muy
jerarquizada,�gobernada�por�un�soberano�local,�llamado�wanax, un térmi-
no que reaparece en Homero para designar a los caudillos griegos, como Aga-
menón, que es a la vez el jefe supremo del ejército griego que fue a Troya.
Como sucede en la Ilíada, es posible (aunque no seguro) que en el mundo
micénico hubiese también un poder central, el de Micenas, que coordinara a
los soberanos locales.

Por debajo del wanax había una�jerarquía�de�aristócratas, señores locales y


funcionarios, que ostentaban cargos políticos, militares y religiosos (como el
lawagetas, "conductor del pueblo", probablemente un jefe del ejército) y admi-
nistraban el territorio que dependía del palacio, subdividido en distritos. De
los aspectos técnicos de estas funciones (recaudación de impuestos, con fre-
cuencia en especias, contabilidad, etc.) se ocupaba una�burocracia�altamente
organizada. En segundo término se encontraban los campesinos, artesanos y
comerciantes, y finalmente los esclavos, que desempeñaban los trabajos más
duros.

Al igual que los minoicos con anterioridad, los micénicos se integraron en


una densa�red�de�intercambios�comerciales�mediterráneos, especialmente
con Oriente, Egipto e Italia. Enormemente influidos por los minoicos en pin-
tura y cerámica, la particularidad del arte micénico radica en la presencia de
motivos iconográficos guerreros, así como en la importancia de las armas y
armaduras, rasgos característicos de una aristocracia que basa su estatus en el
prestigio guerrero, tal como puede verse en los magníficos ajuares funerarios
que con frecuencia acompañan al difunto en su tumba, sin duda en el marco
de impresionantes ceremonias fúnebres como la que los griegos celebran en
honor de Patroclo, al final de la Ilíada (canto XXIII).

Los ecos micénicos en Homero

Los paralelos homéricos antes citados suscitan una cuestión que ha generado
un largo�debate:�la�relación�entre�el�mundo�micénico�y�la�épica�homérica.
Ésta, como es sabido, data fundamentalmente, tal y como la conocemos, del
siglo VIII a. C., al inicio del período arcaico, de manera que la presencia en ella
de elementos que fechar en el período micénico plantea el problema�de�la
continuidad�entre�el�mundo�micénico�y�los�inicios�de�la�polis, separados,
como veremos, por los cuatro siglos de la llamada "Época oscura".
© FUOC • P09/74511/00401 26 Los orígenes de Grecia

En efecto, los poemas homéricos contienen elementos�que�corresponden�a


la�época�micénica, y que ya no estaban en uso en el siglo VIII, como son las
armaduras de bronce con cascos de colmillos de jabalí, de los que se conservan
algunos magníficos ejemplares hallados en tumbas micénicas. Paralelamente,
el mapa del mundo homérico (tal y como aparece en el libro II de la Ilíada,
el llamado "Catálogo de las Naves") corresponde, en términos generales, a la
geografía micénica, con centros importantes en ese momento que posterior-
mente lo fueron menos, como Micenas o Pilos, patria de Agamenón y Néstor,
respectivamente. Existen también ejemplos lingüísticos, como el término wa-
nax antes citado, conocido ya en las tablillas para referirse al rey micénico y
aplicado en la épica a los héroes griegos. Junto a dichos elementos micénicos
aparecen, sin embargo, otros�muchos�propios�de�épocas�posteriores, como la
práctica de la cremación del difunto en el funeral de Patroclo, que ha llevado
a algunos investigadores a situar en la llamada "Época oscura" el mundo refle-
jado por Homero. No obstante, debe recordarse que éste es un mundo ideal y
que, por lo tanto, no tiene por qué reflejar un período histórico determinado,
sino que se creó con elementos procedentes de distintas épocas.
Armadura micénica con casco de colmillos de
jabalí

Es posible que los ecos micénicos en Homero obedezcan a reinterpretaciones


posteriores de los restos materiales de la civilización micénica, como las mura-
llas "ciclópeas", las tumbas monumentales o los objetos valiosos, que los grie-
gos de época geométrica podían recuperar como lo han hecho después los ar-
queólogos modernos. Sin embargo, el estudio del esquema creativo de la épica
griega, que es fundamentalmente una�poesía�oral,�que�opera�con�materia-
les�tradicionales, transmitidos de una generación a otra, con los que el poeta
crea el nuevo canto, hace que sea mucho más probable que dichos elementos
apunten a un�origen�micénico�de�la�épica�(como�sucede�con�la�religión�y�la
mitología�griegas), aunque hayan experimentado continuas remodelaciones
a lo largo de siglos, de manera que los�poemas�épicos�que�conocemos�sean
un�producto�del�período�geométrico�(siglo� VIII�a.�C.), y reflejen la imagen
ideal del mundo heroico que tenían los griegos en la época de la aparición
de la polis.

El colapso de la civilización micénica: una cuestión abierta

En torno al año 1200 a. C., tanto las ciudades como los palacios micénicos
sufren una oleada�de�destrucciones que provoca un colapso de la civilización
micénica. El período siguiente (ca. 1200-1050 a. C.) presenta una clara�regre-
sión�tanto material como cultural. Los palacios no serán ya reconstruidos, se
produce una despoblación de las ciudades, grupos de población huyen de un
lugar a otro, especialmente desde el Peloponeso hacia Ática o incluso hacia
Chipre, que recibe en esta época una colonización de refugiados micénicos.

Las� causas� de� este� derrumbe� son� aún� hoy� inciertas y muy discutidas. Si-
guiendo las mismas tradiciones míticas de los griegos, se ha pensado en una
invasión, la llamada "invasión�de�los�dorios". Éstos eran uno de los grupos
étnicos en los que se dividía el pueblo griego en la época de la polis (junto a
© FUOC • P09/74511/00401 27 Los orígenes de Grecia

los jonios, eolios y otros), con un dialecto propio y una zona de asentamiento
que incluía la mayor parte del Peloponeso y algunas islas, como Creta y Rodas.
Aun siendo muy probable que migraran a estas zonas desde el norte de Grecia,
incluso que ello sucediese en esta época, la mayor parte de los historiadores
actuales no cree en una invasión, sino más bien en una infiltración paulatina.
Por otra parte, en esa misma época otras zonas del Mediterráneo oriental ex-
perimentaron problemas similares. El imperio hitita, en Asia Menor, al otro
lado del Egeo, se desplomó súbitamente hacia el año 1200 a. C., y en Egipto el
faraón hubo de enfrentarse a unos enigmáticos "pueblos�del�mar", a los que
consiguió derrotar. No sabemos quiénes eran este misterioso pueblo, puede
que se tratara de bandas de composición heterogénea, de las que incluso po-
drían haber formado parte fugitivos micénicos. Por último, otros estudiosos
se inclinan por causas�internas al propio mundo micénico, como una revuel-
ta de las clases inferiores de la sociedad contra la aristocracia de los palacios.
Incluso se ha aludido a catástrofes naturales, como los terremotos, aunque la
destrucción de los distintos palacios no es simultánea, y ello no explica que
no fueran reconstruidos después, como sí lo fueron los minoicos.

Las causas del colapso súbito de la civilización micénica son una cues-
tión aún en discusión. Lo más probable es que concurrieran una serie
de factores, unos de orden interno del propio mundo micénico, como
pueden ser las tensiones provocadas por un sistema palacial demasia-
do rígido, y otros de naturaleza externa, como la infiltración de nuevos
grupos de población (los dorios) o los ataques repetidos de bandas de
Vaso llamado "de los guerreros", posterior a la
saqueadores llegadas por mar (los "pueblos del mar"). caída de los palacios de ca. 1150 a. C.

El mito del Retorno de los Heráclidas y la invasión doria

Según el mito, a la muerte de Heracles su enemigo Euristeo, rey de Argos, quien le había
impuesto los Doce Trabajos, expulsó injustamente a los hijos de aquél del Peloponeso.
Después de varios intentos fallidos, tres generaciones más tarde los descendientes del
héroe, los heráclidas, consiguieron finalmente invadir el Peloponeso, a la cabeza de un
ejército de dorios, pueblo del norte de Grecia donde los heráclidas habían hallado refu-
gio y apoyo. La tierra recuperada se dividió en tres regiones (Argólida, Lacedemonia y
Mesenia), gobernadas por los heráclidas y ocupadas por los dorios invasores.
© FUOC • P09/74511/00401 28 Los orígenes de Grecia

3. La Época oscura (ca. 1100-750 a. C.)

La caída de la civilización micénica da paso a un�largo�período�caracterizado


por�su�pobreza�material, lo que le ha valido el nombre de "Época oscura", si
bien el desarrollo de las técnicas arqueológicas en las últimas décadas ha hecho
aumentar mucho nuestros conocimientos sobre ella. Es un�período�complejo,
en el que observamos ritmos de desarrollo muy variados y grandes diferencias
entre las distintas regiones, cada vez más aisladas unas de otras. Dichos desa-
rrollos desembocarán en una serie de cambios rápidos que en pocas décadas
(750-700 a. C.) originarán un nuevo sistema político y cultural, la polis, muy
distinto al sistema palacial micénico. Por ello, el estudio de la "Época oscura"
se ha centrado con frecuencia en evaluar el grado de continuidad y de ruptura
en relación con el mundo micénico.

Tras la caída de los palacios se producen movimientos�migratorios desde la


Grecia continental, especialmente del Peloponeso, hacia�Chipre�y�el�litoral
egeo�de�Asia�Menor. Como veremos, Chipre se convertirá en los siglos suce-
sivos en un espacio muy importante para la cultura griega, al tratarse de un
territorio de contacto privilegiado con las culturas orientales (la fenicia, espe-
cialmente). Su excepcionalidad se hace bien patente por ser el único lugar del
mundo griego en el que durante la "Época oscura" no desaparece el conoci-
miento de la escritura, e incluso a finales de la época arcaica sigue utilizándose
un silabario estrechamente relacionado con el Lineal B.

Por lo que respecta a Asia Menor, los griegos se establecen en tres zonas, según
su procedencia: los eolios en el norte, los jonios en la región central y los
dorios en el sur. Como en el caso de Chipre, también esta "colonización" griega
de la costa egea tendrá una gran importancia en épocas posteriores, ya que
algunos de los nuevos centros, como Esmirna, Mileto o Éfeso, serán pioneros
en las transformaciones más importantes del mundo griego en época arcaica.
Durante la "Época oscura", sin embargo, esos nuevos territorios ocupados por
los griegos refugiados se mantendrán aislados de la Grecia continental.

La regresión�material que se produce en Grecia en el período inmediatamen-


te posterior a la caída de los palacios (llamado "submicénico"), acompañada
de una reducción importante de la población, origina la pérdida de una serie
de elementos culturales que durará varios siglos: el conocimiento y uso de
la escritura, las artes figurativas, la arquitectura monumental y los contactos
comerciales a larga distancia, especialmente con Oriente. Debido a dicha re-
gresión, que acabará dando paso a un crecimiento extraordinario al término
del período, esta etapa de la cultura griega ha sido llamada también "la Edad
Media griega".
© FUOC • P09/74511/00401 29 Los orígenes de Grecia

Excepción destacable en relación con tales tendencias es el descubrimiento


que han realizado los arqueólogos en el poblado de Lefkandi, en la isla de Eu-
bea. Han encontrado un gran edificio de principios del siglo X a. C. De planta
alargada (50 m) y forma absidal, rodeado de un pórtico, su estructura parece
anunciar la del templo griego de época arcaica, aunque no se trata de un tem-
plo, puesto que en su interior se hallan dos tumbas. En una de ellas ha apare-
cido el esqueleto de una mujer y las cenizas de un hombre, acompañados de
objetos valiosos, algunos procedentes de Oriente; la otra contiene los esquele-
tos de cuatro caballos, sacrificados durante el funeral (como en la descripción
homérica del funeral de Patroclo). Así pues, se trata de una tumba de persona-
jes prestigiosos, miembros de una aristocracia local, en un momento en que la
sociedad griega está aún muy poco jerarquizada. Extraordinario para su época,
este edificio anticipa algunos de los cambios que se generalizaron en Grecia
dos siglos más tarde, como la recuperación de la arquitectura monumental o
la aparición de una clase aristocrática.

El ejemplo de Lefkandi demuestra la complejidad y la importancia de este pe-


ríodo para la historia de Grecia. Si por un lado éste se encuentra marcado por la
regresión y la desaparición de factores importantes de civilización, por otro es
también un período�de�cambios�profundos. Las novedades principales con
respecto al mundo micénico son: la aparición del hierro (corresponde a la
Edad del Hierro en el mundo griego) y la práctica de la cremación (como apa-
rece en la Ilíada, por ejemplo), a pesar de que ello no significa la desaparición
del bronce (que sigue usándose) ni de la inhumación.

Por otra parte, la evolución del período geométrico experimenta dos desarro-
llos lentos que se aceleran hacia finales de esta época: la reanudación�de�los
contactos con el mundo oriental, especialmente con los fenicios, y el aumen-
to de las desigualdades en la distribución de la riqueza, creándose una socie-
dad cada vez más jerarquizada, dominada por una nueva�clase�aristocrática.
Sin embargo, dichos cambios, similares a los producidos en Grecia a principios
del II milenio, no originarán en esta ocasión un nuevo sistema palacial, con
el poder centralizado en manos de un rey, sino que darán lugar a la eclosión
de un nuevo modelo de comunidad y de organización política, la polis.

La "Época oscura" es un período heterogéneo, marcado a la vez por la


regresión cultural con respecto al mundo micénico y por la aparición
de nuevos elementos que conducirán a la eclosión de la polis, especial-
mente hacia finales del período (con la excepción de Lefkandi): nuevos
contactos con Oriente y una nueva aristocracia.
© FUOC • P09/74511/00401 30 Los orígenes de Grecia

Edificio llamado "Heroon", de ca. 1000 a. C. Lefkandi, Eubea


© FUOC • P09/74511/00401 31 Los orígenes de Grecia

4. Las transformaciones del siglo VIII-VII a. C.: los


inicios de la polis

El período que abarca la�segunda�mitad�del�siglo�VIII�a.�C.�y�la�primera�del


siglo� VII�(ca.�750-650�a.�C.) ocupa con frecuencia un lugar de transición en
las clasificaciones cronológicas de la historia griega, sin un nombre propio, a
caballo entre el final de la "Época oscura" y el inicio de la época arcaica, y en lo
que respecta a las artes plásticas se reparte entre el geométrico tardío (750-700
a. C.) y el inicio del período orientalizante (que abarca entero el siglo VII).

Se trata no obstante de un� período� trascendental� para� el� mundo� griego.


En pocas décadas toman�forma�las�estructuras�básicas�de�la�cultura�griega:
la polis (término que suele traducirse como "ciudad-Estado", o simplemente
"ciudad"), el comercio de larga distancia, la colonización, la religión y el mito
(dioses y héroes, templos y santuarios), las artes figurativas (cerámica y esta-
tuaria), la poesía épica o el alfabeto.

En ocasiones se alude a este período como una "revolución" o un "renacimien-


to", haciendo hincapié en el llamado "milagro griego", es decir, la explosión de
creatividad que todos esos cambios simultáneos supusieron. Por otra parte, el
descubrimiento del mundo micénico y el desciframiento del Lineal B llevaron
a algunos a poner el énfasis en las continuidades entre micénicos y griegos de
la época de la polis (hemos visto, por ejemplo, las distintas valoraciones que ha
merecido la presencia de reminiscencias micénicas en los poemas homéricos).
Hoy día se tiende a adoptar una posición intermedia entre ambos extremos, y
a revalorizar el papel del período intermedio que acabamos de tratar, la "Época
oscura".

En efecto, los recientes avances en arqueología han puesto de relieve la impor-


tancia de la "Época oscura" como período en que se forjan paulatinamente los
cambios del siglo VIII/VII, tal y como el ejemplo precoz de Lefkandi nos permi-
te ver. Así, la reanudación de la navegación a larga distancia y la formación
de una clase aristocrática son procesos que ya se habían iniciado a partir del
siglo X a. C. en algunas regiones, aquellas que abanderaron los cambios en el
período siguiente: Eubea (Lefkandi, más tarde Eretria y Calcis), Ática (Atenas)
y Corinto.
© FUOC • P09/74511/00401 32 Los orígenes de Grecia

Lectura recomendada
Cualquiera que sea la valoración de las continuidades e innovaciones
con respecto a los períodos anteriores, lo que resulta innegable es la R.�Osborne (1998). La forma-
ción de Grecia. 1200-479 a. C.
aceleración�de�los�cambios�a�partir�del�750�a.�C. La convergencia e Barcelona: Crítica.
interconexión de todos ellos tuvo un efecto multiplicador sobre sus re-
sultados, lo que provocó una�transformación�profunda del panorama
cultural griego. La�polis�constituirá�el�nuevo�sistema que aglutinará
todos los ámbitos de la civilización griega (política, sociedad, cultura,
religión, economía, etc.) durante los siguientes cuatro siglos, en los pe-
ríodos arcaico y clásico. A finales de la época clásica, Aristóteles definirá
al ser humano como "un animal político", es decir, el que tiene en la
polis el marco de su vida en colectividad.

4.1. Reanudación del comercio e intensificación de los contactos


interculturales

El�colapso�del�mundo�micénico�supuso�la�pérdida�de�la�densa�red�de�con-
Cratera de bronce con desfilada de carros, de
factura griega, encontrada en Vix, Borgoña,
tactos comerciales y culturales de los griegos con el resto de pueblos de Orien- Francia.

te y el Mediterráneo. Siguió la "colonización" griega de las costas egeas de Asia


Menor y Chipre, pero se trataba más bien de una migración de refugiados en
busca de nuevas tierras más propicias donde vivir, perdiendo generalmente el
contacto con su lugar de origen, la Grecia continental.

La�reanudación�de�los�contactos�se�inició�pronto,�especialmente�en�la�isla
de�Eubea, aunque al principio de manera limitada. Las tumbas de Lefkandi
albergan objetos orientales, de Chipre y de las costas fenicias sobre todo, ya
desde el siglo X a. C. Dichos testimonios aumentan durante el siglo siguiente,
con la inclusión de otras�regiones�griegas,�como�el�Ática�o�Corinto, en el
mapa de los contactos. En las regiones griegas de la costa de Asia�Menor, la
influencia oriental, procedente de los reinos del interior de Anatolia (Frigia,
y más adelante Lidia), es muy intensa, especialmente en el ámbito jonio (Es-
mirna, Efeso). También las islas�del�Egeo�(en especial Samos, con su gran san-
tuario de Hera, de fama internacional) constituyen puntos neurálgicos en la
difusión de las influencias orientales hacia Grecia.

Un claro índice de estos contactos es la presencia de cerámica griega en ciertos


enclaves del Mediterráneo oriental, como Chipre, Egipto o las costas de Siria
y Palestina, así como de objetos orientales en Grecia, en tumbas y santuarios.
En un principio, esos intercambios debieron de producirse por contactos es-
porádicos. Pero a finales del siglo IX a. C., empiezan a darse también indicios
de asentamientos más estables de los griegos en Oriente (Al-Mina, en Siria) y
de los fenicios en algunos lugares de Grecia (Rodas, Creta, con los dos santua-
rios de Kommos). Se trata probablemente de enclaves�comerciales�(emporia),
© FUOC • P09/74511/00401 33 Los orígenes de Grecia

con la presencia de una pequeña colonia de comerciantes y artesanos. Dichos


enclaves justifican el uso del término "precolonización" para aludir a los in-
tensos contactos comerciales anteriores al año 750 a. C.

Chipre�constituye�un�punto�clave�en�el�restablecimiento�de�los�contactos
entre�Grecia�y�Oriente, y por ello ejercerá un papel fundamental en el proce-
so de aparición de la polis. Los griegos están firmemente instalados en la isla
desde finales del mundo micénico (siglo XII). Los fenicios fundan en ella hacia
el año 820 a. C. la ciudad de Kition, que pronto se convertirá en la capital
de un reino próspero. Asimismo existía una importante presencia de pueblos
autóctonos (eteochipriotas). Por lo demás, la isla está situada estratégicamente
en el centro de las rutas comerciales Este-Oeste, y muy cercana a las costas de
Asia Menor y Siria. Todo ello son factores que hacen de Chipre�un�verdadero
crisol�cultural, en el que el contacto de los griegos con las grandes civilizacio-
nes de Oriente se produce de una forma especialmente prolongada e intensa.

Como tienden a demostrar los más recientes estudios, esos contactos�con�el


mundo�oriental,�vehiculados�especialmente�por�los�fenicios,�fueron�fun-
damentales para la rápida transformación del mundo griego que condujo a la
aparición de la polis. Son muchos los elementos de la cultura griega que tienen
un origen oriental, en primer lugar el propio alfabeto, adaptación del sistema
de escritura fenicio a la lengua griega, pero también importantes personajes de
la religión y del mito (como la Gorgona, quizá incluso Apolo y Afrodita), es-
quemas iconográficos y artísticos (en historia del arte se usa el término "orien-
talizante" para designar el estilo posterior al "geométrico" en el siglo VII a. C.),
costumbres, instituciones, etc. Por otra parte, la afluencia de objetos valiosos
de factura oriental a Grecia será un factor�clave�en�la�definición�de�una�nue-
va�aristocracia�griega, que basa gran parte de su autoridad en el prestigio que
la posesión de dicho tipo de riqueza le procura.

En el siglo�VIII�a.�C. se intensifican de tal modo dichos contactos que podemos


hablar ya del establecimiento de una auténtica red de relaciones comerciales
y culturales intensas a escala mediterránea, especialmente en el nivel de las
elites aristocráticas. En la misma época, los�griegos�empiezan�a�explorar�el
Mediterráneo� occidental, siguiendo la ruta de los metales que los fenicios
habían abierto un siglo antes (ca. 815 a. C.: fundación de Cartago), así�como
las�costas�del�Mar�Negro.

En ambas zonas, a�partir�de�la�segunda�mitad�del�siglo�VIII�a.�C.�se�iniciará


la�fundación�de�colonias�(apoikíai), que no son simples enclaves comerciales
sino auténticas póleis autónomas e independientes, un proceso que se exten-
derá a lo largo de toda la época arcaica.
© FUOC • P09/74511/00401 34 Los orígenes de Grecia

El restablecimiento de los contactos comerciales a larga distancia va in-


tensificándose a lo largo de la "Época oscura" hasta desembocar en la
colonización griega del Mediterráneo durante la época arcaica. El rasgo
principal de dicho fenómeno es la entrada en Grecia de una intensa in-
fluencia cultural de las civilizaciones orientales, una de las causas prin-
cipales de los cambios que acarrean la aparición de la polis.

De Pitecusa a Cumas, el principio de la colonización

Antes del año 750 a. C., los griegos de Calcis (Eubea) instalan un emporion en Pitecusa, una
isla al Norte del golfo de Nápoles (hoy Ischia), en plena ruta del estaño, metal obtenido en Arnés de bronce del rey sirio Hazael,
la isla de Elba, más al norte. La arqueología revela una presencia importante de fenicios, depositado como exvoto en el templo de Hera
en Samos
así como relaciones intensas con las poblaciones autóctonas (matrimonios mixtos, por
ejemplo). Tras unas décadas de vida, el asentamiento se traslada a tierra firme, donde los
griegos fundan ya una auténtica polis, Cumas, la primera colonia griega en Occidente.

Lectura recomendada

J.�Boardman (1999). Los griegos en ultramar. Comercio y expansión colonial antes de la era
clásica. Madrid: Alianza.

W.�Burkert�(2002). The Orientalizing Revolution. Near Eastern Influence on Greek Culture in


the Early Archaic Age. Cambridge, Mass., Harvard University Press.

Mapa�de�las�rutas�comerciales�y�la�presencia�de�griegos�en�el�Mediterráneo�Oriental,�siglos�IX-VIII�a.�C.

4.2. El inicio de la colonización

La�primera�fase�de�la�colonización�(ca.�750-675�a.�C.)�corre�principalmente
a�cargo�de�los�euboicos de Calcis y Eretria (fundación de Cumas, ca. 750 a.
C., seguida de Zancle –la actual Messina– y Region –hoy Reggio di Calabria–,
situadas estratégicamente a uno y otro lado del estrecho de Mesina, entre Si-
cilia e Italia) y�de�los�corintios (fundación de Corcira –la actual Corfú– en el
año 734 a. C., y Siracusa, en Sicilia, en el año 734 a. C.). Pronto se les sumaron
otras, ya sean auténticas póleis, como Mégara (funda Mégara Hiblea, en Sicilia)
© FUOC • P09/74511/00401 35 Los orígenes de Grecia

y Esparta (Tarento, en Italia), ya se trate de pueblos confederados (ethne), co-


mo los aqueos del norte del Peloponeso (fundadores de Síbaris, Crotona, Me-
taponto, todas ellas en la costa sur de Italia) o los locrios, de la Grecia central
(que fundan Locres, en Calabria).

Los últimos casos citados resultan significativos para comprender la impor-


tancia de la colonización en el proceso de formación de la polis. En efecto,
Crotona y Síbaris nacen como verdaderas póleis, por su organización política
y territorial, aunque sus fundadores provenían de zonas de Grecia que nunca
adoptaron este modelo, sino que se mantuvieron como confederaciones de
pueblos dispersos por el territorio, lo que los griegos llaman ethnos. Incluso en
los casos en que el lugar de origen de los fundadores era (o acabará siendo) una
polis, como Corinto o Esparta, las colonias de esta primera etapa nacen con
un grado de articulación como polis mucho más avanzado que el que tenían
sus metrópolis en aquel momento. En el año 734 a. C., por ejemplo, Corinto
exhibe un grado de articulación urbana mucho más leve que el de su primera
"colonia", Siracusa.

El hecho mismo de que la llegada a un nuevo territorio obligue a tomar desde


cero toda una serie de decisiones organizativas implica que las�nuevas�funda-
ciones�sean�las�abanderadas�en�los�procesos�que�dan�lugar�a�la�polis�(como
se�verá�en�los�próximos�apartados).�Así,�en�Pitecusa,�en�el�golfo�de�Nápo-
les, se ha hallado una de las más antiguas inscripciones griegas conocidas, la
de la denominada "copa de Néstor", que constituye un testimonio precoz, ya
en pleno siglo VIII a. C., no sólo del uso del alfabeto sino también de la práctica
del simposio, característica de la cultura griega, y de la difusión de la épica
homérica, dado que cita la descripción de la copa del héroe Néstor que aparece
en la Ilíada (11, 632 y sig.). Ésta es la inscripción:

"Soy la copa de Néstor, buena para beber;


quien beba de esta copa, inmediatamente de él
se apoderará el deseo de Afrodita de bella corona".

Cotila rodia encontrada en una tumba en Pitecusa, llamada "la copa de Néstor"
© FUOC • P09/74511/00401 36 Los orígenes de Grecia

También hallamos entre los principales santuarios arcaicos, los primeros le-
gisladores (y consiguientemente las primeras constituciones) o los más desta-
cados poetas y pensadores del mundo griego en las póleis del ámbito itálico,
como son los santuarios de Hera en Metaponto o en Crotona (en el cabo La-
cinio), los legisladores Carondas de Catania y Zaleuco de Locri o el poeta Es-
tesícoro de Himera.

Así, el modelo colonial, basado en la subordinación y la inferioridad de la "co-


lonia" respecto a la "metrópolis", puede resultar engañoso si queremos com-
prender la primera fase de la "colonización" griega. En�el�período�750-650�a.
C.,�muchas�de�las�transformaciones�y�de�los�procesos�que�dieron�lugar�a
la�aparición�de�la�polis�empiezan�a�producirse�en�les�regiones�"periféricas"
del�mundo�griego, como son los espacios de contacto entre griegos y orien-
tales (ya hemos apuntado la importancia de Chipre) o el espacio colonial, es-
pecialmente Italia y Sicilia (donde, como hemos visto en Pitecusa, el contac-
to con Oriente también se da, en el contexto de las rutas comerciales en la
búsqueda de metales). El mundo "colonial" seguirá manteniendo este papel
abanderado en los siglos siguientes, como puede verse en los grandes templos
de Acragas (Agrigento), Selinunte o Posidonia (Paestum), en figuras como los
filósofos Parménides de Elea o Empédocles de Acragas o en la fabulosamente
rica polis de Siracusa.

4.3. La definición de una nueva aristocracia

La desaparición de las monarquías micénicas dio paso a una etapa de muy dé-
bil jerarquización social en las pequeñas comunidades de los primeros siglos
de la "Época oscura". Lentamente, sin embargo, van surgiendo signos de desa-
rrollo�de�nuevas�elites�aristocráticas, tal como parecen reflejar las tumbas de
Lefkandi. Tales elites, con un marcado carácter gentilicio (su estructura básica
es el génos, linaje extenso o clan familiar), ejercerán a finales del período un
papel�fundamental�en�la�aparición�de�la�polis.

Los objetos hallados en las tumbas más ricas permiten pensar en una riqueza
que proviene tanto de la agricultura, ya sea por acumulación de propiedades
o por mejoras en las técnicas de cultivo, con el consiguiente aumento de la
producción, como del comercio�a�larga�distancia, que permite la llegada a
Grecia de objetos�valiosos, que por su exotismo se convierten en símbolos
de�estatus�social para sus poseedores. Pronto se añaden otros de factura local,
lo que indica por lo demás el desarrollo de una clase artesanal. Las armas,
en ocasiones artísticamente obradas, las joyas, los tejidos de lujo, los grandes
recipientes de cerámica, ricamente decorados con motivos geométricos, son
signos del prestigio y la autoridad de estos señores.
© FUOC • P09/74511/00401 37 Los orígenes de Grecia

Silos o almacenes de cereales en miniatura hallada en Atenas en una tumba fechada en el siglo IX a. C.

Dichos objetos, con los que los aristócratas se entierran o marcan sus tumbas,
son también testimonios de las prácticas�sociales�y�rituales en las que se uti-
Ánfora monumental que indicaba el
lizan y a la vez se exhiben: el banquete o simposio, el coro, las competiciones emplazamiento de una tumba de la necrópolis
del Cerámico, con escena de funeral
aristocrático o heroico; Atenas, ca. 850 a. C.
atléticas o el funeral. Aparte de definir el estatus de los aristócratas como indi-
viduos y como grupo, dichas�prácticas�definen�a�su�vez�en�torno�a�los�no-
bles�una�comunidad en proceso de constituirse como cuerpo de ciudadanos
(politai, miembros de una polis).

Así, gran parte de los recipientes cerámicos que hallamos en los enterramien-
tos, como son las grandes cráteras para mezclar el agua y el vino, que marcan
el lugar de la tumba, o las copas para beber, que acompañan al cadáver, nos
hablan de la importancia simbólica del banquete en la vida colectiva. Idéntico
significado cabe atribuir a la presencia en las tumbas de haces de pinchos para
asar la carne, llamados oboloi, símbolos de valor premonetario que acabarán
dando nombre a una moneda, el óbolo.
© FUOC • P09/74511/00401 38 Los orígenes de Grecia

La aparición de escenas figuradas en la cerámica geométrica a partir del siglo


IX a. C. nos muestra que, aparte del banquete, existían otras prácticas impor-
tantes para la definición de esta clase aristocrática, y, en torno a ella, de toda la
comunidad, que suele asistir como público a las mismas, espectador de la ex-
hibición del prestigio de los nobles. Éste es el caso del funeral, con la presencia
de gran número de hombres y mujeres lamentándose alrededor del cadáver,
que se exhibe delante de su casa (próthesis) o es transportado a la tumba (ekp-
horá). Es también el caso de las competiciones�deportivas, en ocasión de una
fiesta religiosa (como los Juegos Olímpicos, cuya fecha de inicio es el año 776
a. C.) o de un funeral aristocrático (como en los juegos en honor de Patroclo,
en la Ilíada). Es, finalmente, el caso del canto�y�la�danza�corales, en ocasiones
importantes en la vida del individuo o la comunidad, como el matrimonio, la
muerte o el culto a la divinidad, momentos en los que la colectividad se define
por su participación activa o por la contemplación admirativa de la acción del
coro (precedente del teatro de época clásica como espectáculo cívico).

Entre las prácticas colectivas representadas en la cerámica se encuentra tam-


bién el canto de un poeta acompañado de la lira ante un público. En efecto, la
poesía,�épica�o�lírica, constituye un vehículo más con el que la aristocracia
y las comunidades nacientes definen su identidad. En los poemas homéricos
"Lontrophoros" del pintor de Analatos,
se construye un mundo heroico ideal que dota de un pasado tanto a los aris- con representación de una esfinge, una
escena de danza y mujeres, y desfilada
tócratas, que se declaran descendientes de los héroes épicos, como a todos los de carros. Ática, c. 690 a. C.

demás miembros de las póleis, que se reconocen como griegos en las gestas
Ved también
colectivas de los héroes del pasado, como la guerra de Troya o el viaje de los
Argonautas. De la épica nos ocuparemos
en el apartado final de este
módulo, mientras que el papel
Un buen ejemplo del modo en el que la épica homérica crea una imagen idea- de la lírica, más importante a
medida que avance la época
lizada y modélica a la vez del mundo aristocrático y de la polis naciente es arcaica, se abordará en el mó-
dulo siguiente.
la descripción del escudo de Aquiles (canto 18). El escudo, arma del guerrero
fabricada por el dios Hefesto para el héroe, es un ejemplar ideal de los objetos
valiosos de los aristócratas, como los que encuentra hoy la arqueología en las
tumbas o en los santuarios. Pero su decoración, que el poeta describe con to-
do detalle, representa dos ciudades ideales, una en guerra y otra en paz. En
ambos casos, lo�que�caracteriza�a�la�ciudad�son�las�prácticas�colectivas�de
sus�ciudadanos: en la primera, las tareas del ejército, defendiendo la ciudad
o atacando al enemigo; en la segunda, el cultivo de los campos, un proceso
judicial (el primero que conocemos del mundo griego) o el coro de los jóvenes
danzando ante la comunidad reunida.

Asimismo, en la Odisea (cantos 7 y 8, especialmente), la isla de los feacios a la


que arriba Ulises náufrago, gobernada por el rey Alcínoo, constituye un marco
idóneo para la descripción idealizada de las prácticas características tanto de la
mansión aristocrática como de la polis en su conjunto. Al ser albergado Ulises
en el palacio de Alcínoo, asistimos al banquete con los nobles de la isla, en
un contexto de hospitalidad en que el poeta canta las gestas de los héroes.
Al día siguiente, la recepción es de toda la polis reunida en el ágora para ver
los juegos atléticos en los que compiten los nobles o para admirar el canto
© FUOC • P09/74511/00401 39 Los orígenes de Grecia

del poeta acompañado de las danzas corales de los jóvenes. En este contexto,
Ulises elogia al aristócrata que en el ágora sabe hablar bien ante el pueblo y
resolver con su palabra persuasiva las disputas. El aristócrata aparece, pues,
como político y juez a un tiempo, pero su autoridad se basa en el prestigio que
la comunidad entera le reconoce.

El mundo de los poemas homéricos, a pesar de reflejar los ideales aristocráticos,


conoce todavía la monarquía: Alcínoo es el rey de Reacia, como Ulises lo es
de Ítaca o Agamenón de Micenas. En la mayor parte de las polis griegas de
época arcaica, en cambio, el poder es compartido por un puñado de familias
aristocráticas (oligarquía). El�paso�del�poder�unipersonal�del�monarca�a�una
concepción�colectiva�del�mismo,�rasgo�característico�de�la�polis�griega,�es
una�de�las�principales�transformaciones�de�la�cultura�griega�en�el�período
750-650�a.�C.

En este proceso la�religión�ejerce�un�papel�fundamental,�inseparable�del


ámbito�social�o�político. En la segunda mitad del siglo VIII a. C., se producen
dos innovaciones importantísimas por lo que respecta al culto: la�aparición
del�culto�heroico�y�el�desarrollo�de�los�santuarios. La función de soberanía
pasa a ser simbólica, asumida por la figura del héroe y la del dios, que reciben
el culto de toda la comunidad en la tumba y el templo, respectivamente.

Así, una vez libre de la figura del rey, el�espacio�colectivo�pasa�a�ser�un�es- Ved también
pacio�político, ámbito de debate y competición (agôn) en el que los aristócra-
Para profundizar sobre Hesío-
tas se reparten alternativamente el poder, aunque éste se encuentra someti- do, ved el apartado 5.2. de es-
do también a la aprobación del resto de la comunidad. Naturalmente, el�con- te módulo.

flicto�no�deja�de�estar�siempre�presente, como bien se refleja en Trabajos y


días de Hesíodo. Bajo control, el conflicto es un elemento imprescindible de
la concepción griega de la polis como espacio de debate y competición. Des-
bordado, amenaza la existencia misma de la polis con el fantasma de la guerra
civil (stasis), que se conjura de varios modos a lo largo de la época arcaica: la
fundación de una colonia (con el exilio voluntario o forzado de una de las
facciones), la promulgación de un código de leyes (reforma de Solón en Ate-
nas) o la aparición de las tiranías, en las que un noble accede al poder por la
fuerza, a menudo con el apoyo del pueblo.

4.4. La aparición del culto heroico

En el período 750-700 a. C., antiguas tumbas de época micénica empiezan a


ser objeto de culto, bien en forma de ofrendas depositadas bien como sacri-
ficios realizados en el lugar. Este culto�de�las�tumbas�se realiza en aquellas
zonas del mundo griego que se organizan en forma de polis (Ática, la Argólide,
Laconia, pero no en Tesalia, por ejemplo). Así pues, su función está en relación
directa con la�definición�de�la�identidad�de�la�polis�y�la�organización�de�su
territorio�mediante el despliegue de un mapa simbólico de cultos y rituales.
© FUOC • P09/74511/00401 40 Los orígenes de Grecia

Hay quien ha puesto en relación este fenómeno con el desarrollo simultáneo El culto heroico, culto
de la épica homérica, que narra las gestas de hombres extraordinarios del pa- funerario

sado, los héroes. No debemos olvidar que en Grecia la figura�del�héroe no es El culto a los héroes presenta
sólo un personaje del mito, sino también una figura religiosa que recibe un rasgos similares a las honras
fúnebres que reciben los muer-
culto localizado en la tumba, donde se conservan sus reliquias. tos en general, como el de-
pósito de ofrendas en su tum-
ba. Sobre el sacrificio heroico,
El culto de las tumbas micénicas, con frecuencia anónimo, y el culto a los hé- contrapuesto al sacrificio a los
dioses olímpicos, ved el apar-
roes del mito épico (como Teseo en Atenas o Menelao en Esparta) no siempre tado 3 del módulo "El siglo V
a. C.".
coinciden, pero ambos son testimonios de una misma revalorización�del�pa-
sado.�La�Edad�de�los�Héroes (que aparece, como veremos, en el famoso Mito
de las Edades de Hesíodo, entre la del Bronce y la del Hierro) se convierte en Herôon
el fundamento�de�la�identidad�colectiva de toda la polis. Aunque el héroe
Espacio sagrado dedicado al
puede ser considerado el ancestro de un linaje aristocrático específico (los Eu- culto de un héroe. Puede con-
sistir en un edificio arquitectó-
mólpidas de Eleusis, descendientes del rey mítico Eumolpo), su tumba protege nico o en un simple recinto al
a la ciudad entera y en su figura se reconocen todos los ciudadanos, como los aire libre. Su centro es la tum-
ba del héroe, lo que le diferen-
atenienses en Teseo o los espartanos en los Dióscuros (Cástor y Polux). cia del santuario divino, cuyo
centro es el templo (naós), re-
sidencia del dios.
Significativamente, el desarrollo del culto heroico en la segunda mitad del si-
glo VIII a. C. va acompañado de una progresiva desaparición de los enterra-
mientos singulares con gran acumulación de objetos de valor y prestigio (que
se hallan ahora en los santuarios de los dioses, dedicados como ofrendas), y
paralelamente una ampliación del derecho de sepultura a capas más amplias
de la población. Aparece así la necrópolis, la "ciudad de los muertos" alrededor
de la ciudad de los vivos, la polis, que empieza a definir su espacio urbano con
la construcción de murallas.

Los muertos tienden a ocupar ahora el espacio extra muros, mientras que en
el interior sólo quedan unas pocas tumbas, que son objeto de culto heroico.
Junto con los templos de los dioses, tales cultos�heroicos�dentro�de�la�ciudad
indican�los�espacios�públicos más importantes, sobre todo la acrópolis y el
ágora. En la acrópolis, los héroes son los antiguos reyes, que tenían allí su
palacio (Cécrope o Erecteo en Atenas; Menelao en Esparta). En el ágora, el
héroe es el fundador de la ciudad y de sus instituciones (Teseo en Atenas).
Especialmente importante en las ciudades de nueva creación, las colonias, es
la tumba en el ágora del fundador (oikistés), venerado una vez muerto como
héroe protector de la ciudad.

También fuera de las murallas, las�tumbas�y�los�cultos�heroicos�marcan�el


territorio�de�la�polis, ya sea suburbano, extraurbano o fronterizo. En Ática, por
ejemplo, cerca de las murallas de Atenas se encontraba la Academia, recinto
consagrado al héroe local Academo; en el pueblo de Colonos estaba la tumba
de Edipo; mucho más lejos, marcando la frontera con Beocia, se rendía culto
al héroe épico Anfiareo en el santuario del Anfiareion.

El culto heroico está con frecuencia asociado�a�los�santuarios�de�los�dioses,


con los que comparte esta función de organización del territorio de la polis. Así,
en la acrópolis de Atenas el rey mítico Erecteo se asocia al culto de Poseidón
© FUOC • P09/74511/00401 41 Los orígenes de Grecia

y Atenea en el templo que recibe su nombre, el Erecteion. Fuera de la ciudad,


el principal santuario extraurbano de Esparta, en Amicles, dedicado a Apolo,
cuenta con la tumba de Jacinto, un joven amado por el dios que murió en la
flor de la edad, según el mito. En su honor tenía lugar una de las principales
fiestas de Esparta, las Jacintias, que consistía en una procesión multitudinaria
que recorría una vez al año los 40 km que separan Esparta de Amicles y tenía
un papel importante en el proceso de iniciación de los jóvenes espartanos en
la vida adulta.

Incluso los santuarios panhelénicos, Delfos y Olimpia, tenían sus cultos he- Ved también
roicos asociados. En Olimpia Pélope, vencedor de la primera carrera de carros,
Podéis ver el apartado siguien-
que se halla al inicio de los Juegos Olímpicos; en Delfos Neoptólemo, el hijo te.
de Aquiles, muerto en el santuario de Apolo cuando iba a consultar al oráculo.

Heracles, el héroe panhelénico

Heracles es el primero y más importante de los héroes. Hijo mortal de la unión adúltera de
un dios, Zeus, con una mujer, Alcmena, la cólera de una Hera celosa le persigue durante
toda su vida, imponiéndole tareas casi imposibles que el héroe consigue siempre realizar,
como el famoso ciclo de los Doce Trabajos. Víctima del engaño del centauro Nesos y de
la complicidad inconsciente de su mujer Deianira, Heracles muere envenenado, pero los
dioses le inmortalizan post mortem y Hera se reconcilia con él concediéndole la mano de
su hija Hebe, la Juventud. Su cuerpo es incinerado, a diferencia del resto de héroes (reflejo
de los cambios en las prácticas funerarias a finales de la "Época oscura", en la que vuelve
a generalizarse la inhumación). Ello significa que ninguna polis puede monopolizar la
figura de Heracles con la pretensión de poseer su tumba y sus restos. Luego Heracles,
patrimonio de todos los griegos, resulta ser el único héroe propiamente panhelénico.

La aparición del culto�heroico�como�culto�funerario�asumido�por�to-


da� la� comunidad es uno de los elementos principales en el proceso
de formación de la polis. El héroe local, a menudo identificado con los
héroes míticos cantados por la épica, constituye el fundamento�de�la
identidad�colectiva de cada polis. Los lugares del culto heroico, en oca-
siones asociados a los santuarios de los dioses, tienen también la impor-
tante función�de�marcar�y�organizar�el�territorio�de la polis.

4.5. Los santuarios y la organización del territorio

Como hemos visto en el apartado anterior, al hablar del culto heroico, una
de las transformaciones de finales de la "Época oscura" más decisivas para la
aparición de la polis es la definición de un espacio sacro, reservado para el culto
colectivo: el santuario.

Con la desaparición del sistema palacial micénico, las prácticas religiosas de-
saparecen también de la vista de los arqueólogos. La pérdida de la arquitectu-
ra monumental va acompañada de una muy débil definición de espacios pú-
blicos o comunitarios (el edificio de Lefkandi es una excepción), tanto como
© FUOC • P09/74511/00401 42 Los orígenes de Grecia

lugares del poder como de la religión. Las prácticas religiosas, en particular,


debieron de continuar principalmente en el espacio doméstico, en relación
con el ámbito familiar.

En la segunda mitad del siglo VIII a. C. empiezan a aparecer en toda Grecia


santuarios,�espacios�acotados�y�reservados�al�culto a los dioses y a los héroes
(témenos). Ello origina la aparición de un espacio�cívico, destinado al uso de la
comunidad, que se define como comunidad política en gran parte mediante
su participación en las prácticas�del�culto�y�el�ritual�colectivos que tienen
lugar en él. Estas prácticas son a un tiempo religiosas y sociales (la procesión,
el banquete, el sacrificio, la ofrenda), y se realizan con ocasión de ceremonias
periódicas dispuestas a lo largo del año en un calendario de fiestas que organiza
la vida de la ciudad y de los ciudadanos.

Témenos

Recinto dedicado al culto de un dios o un héroe. Del verbo griego témno, "cortar" (la mis-
ma raíz de nuestra palabra tomo, una parte o sección de una obra), el término implica la
idea de un espacio acotado y "recortado" del resto. En los poemas homéricos todavía se
aplica a la parcela de tierras de cultivo propiedad de un aristócrata, mientras que poste-
riormente designa únicamente un recinto sagrado, una evolución semántica sintomática
del desplazamiento del poder personal de los aristócratas hacia el culto comunitario a
los dioses y a los héroes.

Apolo funda su santuario en Delfos

"Febo Apolo echó los cimientos anchos, muy largos, seguidos; sobre ellos pusieron el
lapídeo umbral Trofonio y Agamedes, hijos de Ergino, caros a los inmortales dioses; y
a su alrededor innumerables familias de hombres construyeron el templo con piedras
labradas, para que siempre fuese digno de ser cantado".

Himno Homérico a Apolo (pág. 295 y sig.).

La importancia del santuario para la polis queda también de manifiesto en el


hecho de que es el primer�espacio�que�se�monumentaliza, tanto por la pre-
sencia de elementos marcadores del espacio (pilares, estatuas, etc.) como por
la reaparición de la arquitectura en piedra, en la forma principal que tendrá
en el mundo griego clásico: el�templo (y ya no el palacio). También es carac-
terística la acumulación�de�ofrendas, indicio de la afluencia de gran cantidad
de gente que allí se reúne con ocasión de las festividades religiosas.

Los templos de Termon

En Termon, en la región de Etolia, se han hallado restos de dos templos sucesivos que
están entre los más antiguos del mundo griego. Si el primero todavía era de madera,
el segundo (datado en la segunda mitad del siglo VII a. C.) utiliza ya la piedra, con la
aparición de la decoración característica del templo griego, en forma de metopas pintadas
con escenas míticas.
© FUOC • P09/74511/00401 43 Los orígenes de Grecia

Perseo corriendo con la cabeza de Medusa. Metopa pintada del templo de Apolo en Termon,
Etolia, ca. 630 a. C.

La aparición de los santuarios tiene dos funciones básicas en el proceso de de-


finición de la polis. En primer lugar, el santuario se configura como el princi-
pal�depósito�de�objetos�valiosos�de�la�polis, a modo de ofrendas y exvotos
que afluyen allí. Armas, estatuas, joyas, incluso pequeños edificios que funcio-
nan como receptáculos de otras ofrendas (thesauroí, palabra de la que procede
nuestra "tesoro") ocupan el espacio del santuario, alrededor del temple o a lo
largo de la vía que conduce a éste (como en Delfos). Dichos objetos contienen
a veces inscripciones que proclaman el nombre de quien los ha ofrendado, ya
sean personas individuales (aristócratas) o colectivos (póleis), procurándoles
Escudo con animal mitológico, depositado
prestigio. como exvoto en Olimpia
© FUOC • P09/74511/00401 44 Los orígenes de Grecia

Tesoro de los Atenienses, Delfos, siglo VI a. C.

Como ya señalamos en el apartado anterior, esta acumulación en el santua-


rio de las riquezas que antes se hallaban en la mansión o en la tumba de los
aristócratas, y que se dedican ahora al dios o al héroe de toda la comunidad,
indica que la polis se apropia del poder unipersonal del aristócrata proyectán-
dolo hacia estas figuras del culto (el dios y el héroe) y a este espacio público
(el santuario). Así, en la Atenas de época clásica, el Partenón será el lugar en
el que se guarda el tesoro público, tanto de la ciudad como de su imperio, la
Liga de Delos.

La segunda función del santuario es la definición�y�organización�del�territo-


rio�de�la�polis mediante el despliegue de una red de santuarios. Así hallamos
santuarios urbanos, suburbanos, extraurbanos y fronterizos, que definen y po-
nen en relación los distintos espacios que configuran el territorio de la polis:
el casco urbano (ásty) y el territorio extraurbano (chôra); dentro del primero,
la muralla, el ágora y la acrópolis; en el segundo, el entorno inmediato de la
ciudad (espacio periurbano), los campos de cultivo, el litoral y las fronteras
con otras póleis, a menudo formadas por zonas boscosas o montañosas. Todos
estos espacios están marcados por múltiples santuarios a dioses y héroes, in-
terrelacionados por el calendario de las fiestas que en ellos se celebran.

Con frecuencia, el primer espacio sagrado que se define como santuario por la
monumentalización y la acumulación de ofrendas es el�santuario�extraurba-
no. Por una parte su aparición indica una apropiación del territorio por parte
de la polis, frente a las póleis vecinas o a las poblaciones indígenas, en el mundo
colonial. Por ello dichos santuarios están frecuentemente dedicados a dioses
soberanos, como Hera (el Heraion de Argos o el de Samos) o Poseidón (Istmia).
© FUOC • P09/74511/00401 45 Los orígenes de Grecia

Por otra parte, mediante las procesiones que llegan hasta allí desde la ciudad,
el santuario extraurbano define junto con el centro urbano el principal eje
organizador del territorio de la polis: la polaridad�asty-chôra (casco urbano-
espacio rural). Así, por ejemplo, las vías que unen Esparta con el santuario de
Apolo en Amicles, Argos con el Heraion, Corinto con el santuario de Poseidón
en Istmia, Atenas con Eleusis, recorridas periódicamente por las procesiones,
constituyen líneas maestras del territorio de la polis.

Dichos santuarios extraurbanos adquieren en ocasiones una importancia�su-


pralocal, es decir, congregan a personas venidas de distintos lugares, incluso
de distintas póleis. Así, el santuario de Apolo en la isla de Delos, donde el dios
había nacido, era un santuario nacional de los jonios, que acudían allí desde
las islas, desde Atenas o desde las ciudades jonias de Asia Menor. Éstas, a su
vez, tenían un santuario común, el Panionion, en el cabo Mícale, que realizaba
funciones de santuario federal.

Esta función�federal era especialmente importante en las zonas de Grecia don-


de no se implantó la polis como sistema de organización política y social, sino
el� éthnos� o� confederación� de� poblados� dispersos, como los aqueos, en la
costa norte del Peloponeso; los etolios, en la otra orilla del golfo de Corinto;
los focios o los locrios, en la Grecia central. Estos pueblos tenían como refe-
rente común un santuario central, donde se juntaban para venerar al dios o al
héroe nacional y realizaban reuniones para debatir los asuntos comunes de la
confederación. Este papel tenía para los focios el santuario de Artemisa en Ka-
lapodi, o para los locrios la tumba de Áyax Oileo, héroe de la guerra de Troya.

Pero la dimensión supralocal de los santuarios halla su máxima expresión en la


aparición,�en�el�siglo�VIII�a.�C.,�de�santuarios�panhelénicos, es decir, aque-
llos cuyo culto comparten todos los griegos. El santuario oracular de Zeus en
Dodona, en el Épiro, es un ejemplo de ello, aunque los dos más importantes
son, sin duda alguna, el santuario�de�Apolo�en�Delfos�y�el�de�Zeus�y�Hera
en�Olimpia, famosos incluso internacionalmente por el oráculo y los juegos
atléticos, respectivamente.
© FUOC • P09/74511/00401 46 Los orígenes de Grecia

Templo de Apolo. Delfos

Templo de Zeus. Olimpia

4.6. La invención del alfabeto

Con la caída de los palacios micénicos desapareció también de Grecia el co-


nocimiento de la escritura, que no se recuperará hasta el siglo VIII a. C. Con
todo, lo que encontramos a partir de ese momento no será ya, como el Lineal
B, un silabario sólo conocido por un grupo de escribas y únicamente usado
para llevar la administración del palacio, sino el�alfabeto,�un�sistema�fonéti-
co�mucho�más�claro�y�accesible�para�una�capa�mucho�más�amplia�de�la
población.

El alfabeto será una herramienta básica de la cultura griega, utilizado cada vez
más para todo tipo de usos, desde la publicación de las leyes y los decretos
de la polis a la conservación de los textos literarios. En realidad, toda la época
arcaica y clásica es un largo período de transición�de�una�cultura�predomi-
© FUOC • P09/74511/00401 47 Los orígenes de Grecia

nantemente� oral� a� una� cultura� de� la� escritura, de los poemas homéricos
a los tratados de Aristóteles, un período que culmina simbólicamente en la
fundación de la biblioteca de Alejandría, a principios de la época helenística
(siglo III a. C.).

Las fuentes escritas más antiguas conservadas en alfabeto griego, como la "co-
pa de Néstor" (podéis ver el apartado 3.1), son del siglo VIII a. C. Este alfabeto
es una adaptación�del�sistema�de�escritura�fenicio, que, si bien ya seguía un
principio fonético, no escribía las vocales. Ello significa que algunos sonidos
fenicios, inexistentes o irrelevantes en griego, dejaron libre su signo para notar
las vocales, lo que convirtió en básica la distinción entre consonantes y voca-
les. Así, por ejemplo, los sonidos laringales del fenicio no son percibidos por
un hablante griego y el signo gráfico correspondiente es reinterpretado como
una vocal (es el caso del aleph, que como alpha servirá para notar el sonido /a/).
La�notación�de�las�vocales�es�la�principal�innovación�del�alfabeto�griego
respecto�al�modelo�fenicio.

Inscripción griega. Aptera (Creta).

En otros casos, la fonética más simple del griego permite una selección entre
distintos signos fenicios, que puede variar según las distintas regiones, dando
lugar a variedades locales del alfabeto (alfabetos epicóricos). De este modo, el
© FUOC • P09/74511/00401 48 Los orígenes de Grecia

hecho de que los sonidos sibilantes sean cinco en fenicio y sólo dos en griego
explica las distintas maneras que hallamos de escribir el sonido /s/ (sibilante
sorda).

Tabla comparativa de los alfabetos

La invención del alfabeto según el mito

El mito cuenta que fue el héroe fenicio Cadmos, fundador de Tebas, quien introdujo las
letras fenicias entre los griegos, mientras buscaba a su hermana Europa. La invención del
alfabeto también se atribuía a Palamedes, héroe griego de gran inteligencia que combatió
en la guerra de Troya, donde murió víctima de las astucias de Ulises. Otras versiones
(recopiladas por el mitógrafo latino Higinio, entre otros) atribuyen el invento de las letras
a las Moiras, diosas del destino, o al dios Hermes, copiando las formas del vuelo de las
grúas.
© FUOC • P09/74511/00401 49 Los orígenes de Grecia

El� origen� de� la� adaptación� del� alfabeto es controvertido. A continuación


exponemos brevemente las dos teorías más extendidas. Algunos estudiosos se
inclinan por pensar que es�posible�que�se�produjera�en�más�de�un�lugar�a�la
vez, como consecuencia de los frecuentes contactos entre griegos y fenicios.
Las necesidades�comerciales pudieron incentivar la adaptación.

Otra teoría, sostenida por B. Powell, defiende un origen�único. Para este in- Lectura recomendada
vestigador, el grado de arbitrariedad y de convencionalidad de la adaptación es
B.�Powell (1991). Homer and
demasiado alto como para haberse producido de manera casual en más de una the Origin of the Greek Alpha-
ocasión. Un único adaptador de habla griega, asociado a un informador de bet. Cambridge: Cambridge
University Press.
habla fenicia, concibió desde el principio hasta el final el alfabeto completo,
según esta teoría. Las pequeñas diferencias que se observan entre unas áreas
geográficas y otras no invalidan esta teoría; se trataría, simplemente, de algu-
nas readaptaciones generadas a causa de las diferencias dialectales. El contac-
to entre griegos y fenicios que llevó al nacimiento del alfabeto tuvo que pro-
ducirse en un lugar especialmente central del panorama del siglo IX-VIII a. C.
Además, también sería necesario que una nueva necesidad extraordinaria die-
ra pie a dicha invención y a su rápida difusión por todo el mundo griego. Po-
well propone que el elemento detonante fue la aparición de las obras homéri-
cas acompañada de la expansión colonial. El punto de partida de los primeros
asentamientos coloniales fue Eubea y esta isla tiene una importancia especial
en la Odisea que no se corresponde con su situación de épocas posteriores. En
definitiva, la�invención�del�alfabeto�se�habría�producido�en�Eubea�a�inicios
del�siglo�VIII�a.�C.�con�la�finalidad�principal�de�fijar�la�épica�homérica.

El alfabeto griego presenta una serie de variantes�locales: son los llamados


alfabetos�epicóricos. El alfabeto clásico griego que actualmente estudiamos
y que aún se utiliza para escribir el griego moderno procede de una variante
propia de la zona de Mileto. Atenas� adoptó� el� alfabeto� milesio� en� el� año
403�a.�C., cuando se votó un importante decreto de reforma de la escritura
propuesto por el arconte Euclides. A partir de entonces, el alfabeto milesio
fue extendiéndose por toda la geografía griega hasta convertirse en el�único
alfabeto�griego�hacia�finales�del�siglo�IV�a.�C. En este momento constituye
el vehículo de una lengua�griega�unificada,�la�lengua�común�(koiné), y así
se ha mantenido hasta nuestros días.

El alfabeto de época arcaica y clásica, tal y como lo conocemos por la epigra-


fía, sólo contaba con las mayúsculas. La escritura habitualmente era continua
(scriptio continua), sin separaciones de palabras ni signos de puntuación. A lo
largo de la época helenística, especialmente en los textos no literarios (cartas,
documentos administrativos, etc.), se desarrolló una escritura más rápida, lla-
mada cursiva. Este proceso culminó en la invención�de�la�minúscula, así co-
mo de los signos de puntuación y acentuación, que se generalizó a partir del
siglo IX d. C.
© FUOC • P09/74511/00401 50 Los orígenes de Grecia

Usado aún hoy en Grecia, el alfabeto griego fue origen de otros, como el etrus-
co, el latino (directamente o por medio del etrusco), extendido actualmente
por el planeta entero, o el cirílico, utilizado por algunas lenguas eslavas como
el ruso.

4.7. La épica panhelénica

La épica griega arcaica es un género literario que se define por narrar en verso
hexamétrico las�proezas�de�los�héroes�y�de�los�dioses�en�un�pasado�remoto
(aunque en ocasiones también puede incorporar el mundo contemporáneo de
la polis en formación, como en las comparaciones homéricas o en los Trabajos y
días de Hesíodo). Tales narraciones determinan cuáles van a ser los principales
mitos panhelénicos que sirvan para explicar los orígenes y la fundación de
prácticamente todo lo que constituye la cultura griega de época arcaica.

La épica forma la�memoria�colectiva�de�los�griegos,�les�proporciona�una


identidad�común por encima del mapa fragmentado de las póleis (y los eth-
ne), independientes y a menudo en conflicto, y cumple a su vez una función
paralela a la de los santuarios panhelénicos.

En los inicios del período arcaico, la�épica�realiza�una�serie�de�funciones�vi-


tales�para�la�constitución�y�afianzamiento�del�nuevo�orden�de�la�polis. Así,
por ejemplo, amén de crear una dimensión cultural panhelénica, construye el
pasado histórico de la comunidad, establece los valores y las normas que serán
compartidos por todo el grupo y explica el orden del cosmos y de la sociedad
humana, a la vez que define los vínculos que unen y las fronteras que separan
a hombres y dioses.

Asimismo, su influencia�en�los�siglos�posteriores será inmensa. El resto de


géneros�literarios acudirá a la épica cada vez que deba introducir nuevos con-
ceptos o elementos, cualesquiera que sean. Los nuevos modos�de�discurso,
como la tragedia, la filosofía, la historia o la oratoria, se desarrollarán a partir
de (e incluso en contraposición con) la épica, asumiendo cada uno de ellos
funciones específicas que se hallaban combinadas en el canto épico (explica-
ción del mundo → filosofía, relato del pasado → historia, representación de
acciones → tragedia, dominio de la palabra persuasiva → oratoria).
© FUOC • P09/74511/00401 51 Los orígenes de Grecia

Las principales características que deben tenerse en cuenta para com-


prender el papel de la épica en el nacimiento de la polis son:

• El carácter�oral de las ocasiones en las que el poeta épico actúa.

• El alcance�panhelénico�del�mito�narrado, los dioses olímpicos o


las grandes sagas heroicas (Troya, Argonautas, Heracles, etc.).

• El valor de la�épica�como�memoria�"histórica" de todo un grupo


que se reconoce en el sistema de normas de conducta de los perso-
najes.

La épica panhelénica adopta distintas�formas,�según�su�contenido. Épica he-


roica, como la Ilíada y la Odisea (y su contrapartida cómica o paródica); hím-
nica en honor de los dioses, como los llamados Himnos homéricos; genealógica
o catalógica (Teogonía) y didáctica (Trabajos y días).

La épica, compuesta y transmitida por los poetas o cantores (llamados aedos


o rapsodas), es una poesía fundamentalmente oral. En el caso de poemas tan
extensos y complejos como la Ilíada y la Odisea, probablemente la escritura
ha jugado ya un papel en su composición y fijación. Sin embargo, el alcance
de este hecho suscita aún un amplio debate entre los estudiosos del tema y,
en todo caso, no pone en cuestión el carácter�fundamentalmente�oral�de�la
épica�arcaica.

El origen oral y tradicional de este tipo de poesía la convierte esencialmente


en anónima (como el Cantar de Mio Cid, por ejemplo, el Cantar de los Nibelun-
gos germánico o el Beowulf anglosajón). En el caso de Grecia, dos�tradiciones
de�poesía�épica, la homérica y la hesiódica. Bajo los nombres de Homero�y
Hesíodo se aglutina un gran número de poemas que se atribuyen a cada uno
de ellos. Si el primero no es más que un nombre para nosotros, e incluso para
los propios griegos, el segundo cuenta con más probabilidades de haber sido
un personaje histórico, aunque sólo sabemos de él lo que se nos cuenta en los
poemas, Teogonía y Trabajos y días.

En época clásica, el historiador Herodoto dejó testimonio de la importancia


fundamental que los griegos atribuían a ambas figuras, en este caso en materia
religiosa:

"Homero y Hesíodo fueron quienes crearon, en sus poemas, una teogonía para los griegos,
dieron a los dioses sus nombres, precisaron sus atributos y competencias, y definieron
su aspecto".

Herodoto, II, 53
© FUOC • P09/74511/00401 52 Los orígenes de Grecia

5. Los inicios de la literatura: Homero y Hesíodo

5.1. Homero

5.1.1. La literatura oral: características y funciones en el seno


del arcaismo griego

En su fase más antigua, la poesía griega fue confiada enteramente a la memoria


y a la recitación oral. El derrumbe de la civilización micénica, hacia finales
del siglo XIII, supuso un largo período de regresión cultural –conocido como
"Edad Media griega"–, del que ya hemos hablado. En ese período, como hemos
visto, dejó de usarse el sistema de escritura de las cortes micénicas, el Lineal B,
y sólo al cabo de bastante tiempo fue sustituido por un nuevo tipo de alfabeto
derivado del fenicio.

Durante los siglos XII-VIII a. C., en ausencia de un sistema de escritura, el patri-


monio literario del pueblo griego se transmitió oralmente por obra de cantores
anónimos que elaboraron la materia, la técnica de composición y el registro
lingüístico de la poesía griega arcaica. Los "textos" se difundían en el transcur-
so de una ejecución o actuación (performance) a cargo del poeta mismo ante
un auditorio, principalmente en fiestas públicas (panegýreis). En el caso de la
poesía épica, quien ejecutaba los poemas recibía el nombre de aedo ("cantor")
o rapsoda ("recitador de cantos"), aunque bajo el nombre de aedo acostumbra
a aludirse al compositor, mientras que el de rapsoda suele usarse para desig-
nar al ejecutor o intérprete de cantos que ya estaban en circulación y que éste
adaptaba o reorganizaba.

Puede afirmarse, sin temor a exagerar, que el entero patrimonio de la poesía


griega arcaica fue confiado a la memoria, Mnémosine, cuyas hijas son las Mu-
sas. Así, los aedos o rapsodas eran los profesionales de la palabra y exhibían
sus dotes o bien en las cortes aristocráticas o bien en fiestas de la comunidad
en las que se incluían concursos de recitación entre rapsodas. Existen noticias
sobre varios concursos de esta índole: los juegos Píticos en Delfos, las fiestas
Carneas en Esparta o las fiestas Panateneas a Atenas. Asimismo, se efectuaban
recitaciones públicas durante fiestas religiosas a Delos (isla natal de Apolo), en
Dodona, Epidauro y otros sitios. El poeta no era una figura ajena a la comuni-
dad, todo lo contrario, estaba inmerso en el flujo de la sociedad, en contacto
con el público al que hacía llegar, al tiempo que un gusto estético y variadas
emociones, el saber poético, mítico tradicional.
© FUOC • P09/74511/00401 53 Los orígenes de Grecia

Así pues, las condiciones de oralidad en las que se movía todo aedo reunían
una triple característica: oralidad en la composición, en la ejecución y en la
transmisión. Tales condiciones subsistieron hasta el siglo V a. C., y aunque
puede haber algunos casos de textos no improvisados ante el auditorio sino
escritos previamente, éstos fueron confiados, a partir de su creación, a la me-
moria. Las características de una comunicación oral están en la base de toda
manifestación literaria en la Grecia arcaica, creando un sistema estilístico y
expresivo que da forma a todos los géneros poéticos de la época, de tal modo
que ninguno de ellos puede ser estudiado coherentemente sin tener concien-
cia de su naturaleza. Ello presupone una noción de literatura que diferencia
a la griega de las demás –como la latina–, en las que la difusión de los textos
escritos fue inherente desde sus primeros inicios.

Así pues, debido a la falta de otros instrumentos de conservación del patrimo-


nio cultural, la poesía transmitía a las nuevas generaciones el sistema funda-
mental de valores en los que se sustentaba la sociedad arcaica. Y puesto que
el texto poético se producía en presencia de autor y público, éste último no
disfrutaba aisladamente de un texto compuesto de una vez y definitivo, sino
que asistía en cierto modo a su creación de viva voz por el cantor. El público
de la poesía oral es un público colectivo, capaz incluso de influir en el modo
de operar del poeta, ya que le encarga el canto, solicita que se cuenten unos
hechos –y que otros se dejen de lado– y participa en la ejecución con inten-
sidad psicológica. A su vez, el poeta utiliza los instrumentos expresivos más
aptos para el establecimiento de una comunicación inmediata con el audito-
rio: utiliza expresiones formulares que le permitan componer improvisando,
selecciona situaciones típicas conocidas por los espectadores, intenta englobar
al público dentro de la narración para motivarle psicológicamente, procura
que su lenguaje no sea demasiado complejo (así, por ejemplo, no usará tan-
to las metáforas como los símiles), evita sutilezas psicológicas y da lugar, en
fin, a una manera de comunicación "de masas". Sin embargo, dicha manera
de comunicación alcanzó en Grecia producciones artísticas de un nivel excep-
cional, resultado de la capacidad expresiva y del trabajo secular de los profe-
sionales de la palabra.

Con razón, Eric Havelock equiparó los poemas homéricos a una "enciclopedia
tribal" que contenía todo lo que debía confiarse a la memoria colectiva, ya que
éstos incluyen, en efecto, conocimientos de todo tipo: militares, geográficos,
religiosos, políticos, modelos de oratoria, de comportamiento, sistemas de va-
lores e incluso los mitos principales.

5.1.2. Los aedos y su auditorio

Merece la pena comentar el modo en el que el rapsoda aparece y actúa en los


propios poemas homéricos. En el palacio de Ulises, en Ítaca, estaba el aedo
Femio, que acompañaba a los pretendientes en los ágapes. Y en el canto octavo
de la Odisea se nos muestra a un aedo en la corte de Alcínoo, rey de los feacios,
Demódoco. Durante un banquete del rey el aedo canta "inspirado por la Musa"
© FUOC • P09/74511/00401 54 Los orígenes de Grecia

–es decir, movido por un arrebato del espíritu–, acompañándose con la lira e
improvisando sobre un argumento de actualidad relativo a una pugna entre
Ulises y Aquiles antes de la toma de Troya: puede que la anécdota circulara
entre la gente gracias a la fama, la voz anónima de la tradición oral. Quizá sea
éste el testimonio más interesante que observar:

"Presentóse el heraldo con el amable aedo a quien la Musa quería extremadamente y


le había dado un bien y un mal: privóle de la vista, pero le concedió el dulce canto.
Pontónoo le puso en medio de los convidados una silla de clavazón de plata, arrimándola
a excelsa columna; y el heraldo le colgó de un clavo la melodiosa cítara más arriba de
la cabeza, enseñóle a tomarla con las manos y le acercó un canastillo, una linda mesa y
una copa de vino para que bebiese siempre que su ánimo se lo aconsejara. Todos echaron
mano a las viandas que tenían delante.

Y apenas saciado el deseo de comer y de beber, la Musa excitó al aedo a que celebrase la
gloria de los guerreros con un cantar cuya fama llegaba entonces al anchuroso cielo: la
disputa de Odiseo y del Pelida Aquileo, quienes en el suntuoso banquete en honor de los Poeta en un simposio. Terracota de figuras
dioses contendieron con horribles palabras, mientras el rey de los hombres Agamemnón rojas, ca. 510 a. C.
Fuente: Flickr
se regocijaba en su ánimo al ver que reñían los mejores de los aqueos; pues Febo Apolo se
lo había pronosticado en la divina Pito, cuando el héroe pasó el umbral de piedra y fue
a consultarle, diciéndole que desde aquel punto comenzaría a desarrollarse la calamidad
entre teucros y dánaos por la decisión del gran Zeus.

Tal era lo que cantaba el ínclito aedo. Odiseo tomó con sus robustas manos el gran manto
de color de púrpura y se lo echó por encima de la cabeza, cubriendo su faz hermosa,
pues dábale vergüenza que brotaran lágrimas de sus ojos delante de los feacios; y así
que el divinal aedo dejó de cantar, enjugóse las lágrimas, se quitó el manto de la cabeza
y, asiendo una copa doble, hizo libaciones a las deidades. Pero, cuando aquel volvió a
comenzar –habiéndole pedido los más nobles feacios que cantase, porque se deleitaban
con sus relatos– Odiseo se cubrió nuevamente la cabeza y tornó a llorar. A todos les
pasó inadvertido que derramara lágrimas menos a Alcínoo; el cual, sentado junto a él, lo
reparó y notó, oyendo asimismo que suspiraba profundamente. Y entonces dijo el rey a
los feacios, amantes de manejar los remos:

–¡Oídme, caudillos y príncipes de los feacios! Como ya hemos gozado del común ban-
quete y de la cítara, que es la compañera del festín espléndido, salgamos a probar toda
clase de juegos; para que el huésped participe a sus amigos, después que se haya restituido
a la patria, cuánto superamos a los demás hombres en el pugilato, lucha, salto y carrera".

Homero, Odisea, VIII, vv. 62-108. Trad. L. Segalà

A continuación, Demódoco, de nuevo "inspirado por la Musa", cantará otra


historia, esta vez de tipo mítico y formando parte del carácter hímnico tradi-
cional: se trata del engaño urdido por Hefesto para descubrir los amores adúl-
teros entre Ares y Afrodita (el tema reaparece en los fragmentos del Himno a
Hefesto de Alceo). Demódoco canta acompañándose del son de la lira, que le
ayuda a seguir el ritmo correcto en relación con el metro, mientras un coro de
jóvenes danza al ritmo de su voz.

"Volvió el heraldo y trajo la melodiosa cítara a Demódoco; éste se puso en medio, y los
adolescentes hábiles en la danza, habiéndose colocado a su alrededor, hirieron con los
pies el divinal circo. Y Odiseo contemplaba con gran admiración los rápidos y deslum-
bradores movimientos que con los pies hacían.

Mas el aedo, pulsando la cítara, empezó a cantar hermosamente los amores de Ares y
Afrodita, la de bella corona: cómo se unieron a hurto y por vez primera en casa de He-
festo...".

Homero, Odisea, VIII, vv. 261-268. Trad. L. Segalà


© FUOC • P09/74511/00401 55 Los orígenes de Grecia

Uno y otro pasaje de la Odisea muestran los principales momentos de ejecu-


ción y de difusión de la poesía en la Grecia arcaica: el canto individual y el
que iba destinado a acompañar la exhibición de danza de un coro.

El segundo modo de ejecución y comunicación se especializó, dentro


de los parámetros en que operaba la poesía posterior, en la lírica coral
(por ejemplo las odas de Píndaro) y en los cantos corales en el drama
ático de la época clásica.

Sin embargo, obsérvese que la figura del aedo Demódoco, aún perteneciendo
a una sociedad arcaica y no especializada, viene connotada por rasgos que le
separan netamente de la comunidad. En primer lugar era ciego, lo que, según
la simbología tradicional, hermanaba a poetas y profetas, quienes, con estar
privados de la vista, no obstante les era otorgada una "segunda vista", una "se-
gunda sabiduría" que les convertía en privilegiados. En segundo lugar el aedo
gozaba de una estima pública, signo de la función esencial que la poesía ejer-
cía en aquella sociedad preliteraria: en este sentido, los testimonios antiguos
de las distintas Vidas de Homero son unánimes por lo que respecta a sus múl-
tiples y continuos viajes por varias regiones griegas recitando sus poemas en
todas partes. Véase, a título de ejemplo, la siguiente anécdota aparecida en el
Certamen de Homero y Hesíodo (cap. 17):

"Los líderes argivos, complacidos en gran manera porque su linaje era elogiado por boca
del poeta más famoso, le premiaron con valiosos presentes; además, erigieron en su honor
una estatua de bronce y decretaron que en honor de Homero se celebrara un sacrificio
cada día, cada mes y cada año; y que se enviara otro sacrificio a Quíos cada cinco años.
Al pie de su estatua mandaron escribir lo siguiente:

«Este es el divino Homero que con su bienhablada sabiduría ponderó a Grecia entera,
orgullosa, y de manera especial a los argivos que tomaron Troya, ciudad de murallas
construidas por los dioses, para vengar a Helena de hermosos cabellos. En agradecimiento
suyo, los habitantes de una gran ciudad le erigieron una estatua aquí y le veneran con
honores dignos de inmortales»".

Por consiguiente, el poeta estaba en posesión de cualidades "exclusivas", era


un hombre elegido por las Musas. Ejemplo preclaro de ello, de manos de las
mismas Hesíodo recibe, tal y como él mismo cuenta, una rama de laurel flo-
rido, el árbol sagrado de Apolo. Luego, alcanzado ese nuevo estatus, el poeta
transmite a su auditorio un patrimonio de verdades míticas, rituales e incluso
ideológicas. Los contenidos de este tipo de poesía son valores preexistentes,
de grupo, recuperados por el aedo cuando las Musas le inspiran la capacidad
de "recordar el canto" no sólo ante un público aristocrático sino también con
ocasión de fiestas públicas.

El Himno homérico a Apolo fue compuesto para una recitación pública en De-
los, isla natal del dios, en el curso de una fiesta anual a la que asistían varias
delegaciones venidas de Jonia. En tal circunstancia se celebraban juegos atlé-
ticos, danzas, cantos corales, etc. En un momento del himno en cuestión, el
anónimo cantor, ciego, nativo de Quíos, se refiere a sí mismo y se vanagloria
© FUOC • P09/74511/00401 56 Los orígenes de Grecia

de sus propias dotes. No sólo canta a la belleza de las mujeres, a las naves y a
las riquezas de los jonios; alude también a los cánticos que interpretan unas
doncellas en honor al dios y subraya la capacidad del canto para cautivar a los
oyentes, en fin, la función glorificadora de la poesía.

"Tienes muchos templos y bosques poblados de árboles, y te son agradables todas las
atalayas y las puntas extremas de los altos montes y los ríos que corren hacia el mar; pero
es en Delos donde más se regocija tu corazón, oh Febo, que allí se reúnen en tu honor
los jonios de rozagantes vestiduras juntamente con sus hijos y sus venerandas esposas.
Ellos, acordándose de ti, te deleitan con el pugilato, la danza y el canto, cada vez que
celebran sus juegos. Dijera que los jonios son inmortales y se libran siempre de la vejez,
quien se encontrara allí cuando aquéllos están reunidos; pues advertiría la gracia de todos
y regocijaría su ánimo contemplando los hombres y las mujeres de bella cintura, y las
naves veloces, y las muchas riquezas que tienen. Hay, fuera de esto, una gran maravilla,
cuya gloria jamás se extinguirá: las doncellas de Delos, servidoras del que hiere de lejos,
las cuales celebran primeramente a Apolo y luego, recordando a Leto y a Ártemis, que
se huelga con las flechas, cantan el himno de los antiguos hombres y mujeres, y dejan
encantado al humanal linaje. Saben imitar las voces y el repique de los crótalos de todos
los hombres, y cada uno creería que es él quien habla: de tal suerte son aptas para el
hermoso canto.

Mas, ea –y Apolo y Ártemis nos sean propicios–, salud a todas vosotras. Y en adelante,
acordaos de mí cuando alguno de los hombres terrestres venga como huésped infortuna-
do y os pregunte: «¡Oh doncellas! ¿Cuál es para vosotras el más agradable de los aedos y
con cuál os deleitáis más?». Respondedle enseguida, hablándole de mí: «Un varón ciego,
que habita en la escabrosa Quíos. Todos sus cantos prevalecerán en lo futuro». Y nosotros
llevaremos vuestra fama sobre cuanta tierra recorramos, al dar la vuelta por las ciudades
populosas de los hombres; y éstos la creerán porque es verdad. Mas yo no cesaré de ce-
lebrar al que lleva arco de plata, a Apolo, el que hiere de lejos, a quien dio a luz Leto,
la de hermosa cabellera".

Himno homérico a Apolo, vv. 143-178. Trad. L. Segalà

En la operación creativa/recitativa del poeta/aedo ante un auditorio los pro-


pios griegos fundamentaron la teoría del "entusiasmo" (enthousiasmós). Según
la misma, el rapsoda permanecía en una especia de trance, cual poseído por
la divinidad (éntheos). Los mismos griegos describían este proceso creativo co-
mo un fenómeno psicológico originado fuera de la mente humana: las Musas
se apoderaban del poeta e infundían en él la energía creativa gracias a la que
hallaría las palabras para cautivar a sus oyentes.

El vínculo emocional entre el poeta y su público que se da en esos momentos


remite totalmente a la psicología oral. Cabe destacar el valor mágico o psica-
gógico de la palabra, un abandono de la dimensión lógico-racional, un estado
de alienación mental provisoria que permitía al público identificarse directa-
mente con el proceso creativo del artista, junto al que llega a conmoverse.
Como aprenderían siglos más tarde los sofistas:

"A quienes escuchan (la poesía) les penetra un escalofrío lleno de terror, una conmise-
ración que derrama lágrimas y un sentimiento que se complace en el dolor. Ante situa-
ciones agradables o tristes de personas o cosas, el alma experimenta, por medio de la
palabra, una sensación peculiar... Su encanto maravilloso cautiva al alma, la persuade y
la transforma con su seducción".

Gorgias, Encomio de Helena, §§ 9-10


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5.1.3. Nacimiento del género épico: fases, recursos compositivos


y contenidos narrativos mítico-históricos

La literatura griega debe sus inicios a dos epopeyas de valor artístico absoluto,
la Ilíada y la Odisea, que los antiguos atribuyeron a un poeta llamado Homero.
Según varias tradiciones, Homero procedía de la región de Quíos y Esmirna
(en Asia Menor), era ciego, errante y desarrolló previsiblemente su actividad
durante el siglo VIII a. C. Sea como fuere, la perfección formal alcanzada exige
suponer una amplia tradición previa en la que insertar los citados poemas. Es
por ello por lo que resulta interesante señalar que Homero, en breves ocasio-
nes, alude en sus poemas a otras sagas míticas, como a la de Edipo (Od. XI,
271-280), a la de la nave Argo (Od. XII, 70) o a la toma de Troya (que emocio-
nará al mismo Ulises).

Los temas eran tradicionales: el primer canto de Demódoco entre los feacios
trataba sobre una disputa (tema de la Ilíada), y Femio, en la corte de Ítaca (Odi-
sea I, 326), ejecutaba poemas sobre los retornos de los héroes (nóstoi), que es
el tema de la Odisea. Asimismo, podemos afirmar que ciertas tiradas de versos
que forman parte de algunos cantos de la Ilíada fueron muy probablemente,
en un estadio primitivo, poemas independientes que acabaron insertándose
en la gran epopeya, como por ejemplo las hazañas guerreras de Diomedes y
las de Patroclo en los cantos V y XVI, respectivamente.

Sin lugar a dudas, toda poesía épica se genera en un contexto heroico que
recrea y engrandece, cantando la gloria inmarcesible de un pasado lejano (la
conquista y destrucción de Troya tuvo lugar en el siglo XII a. C.) que la propia
poesía ha mitificado y engrandecido hasta convertirlo en un ideal humano. De
manera genérica se pueden señalar unos rasgos distintivos del género épico,
prácticamente comunes a todas las literaturas:

• En el centro y tomada como tema, encontramos una acción heroica de


gran relieve para la comunidad, una gesta que suele tener un protagonista
principal. A veces tal gesta puede aparecer más o menos novelada, sobre
todo si el tema lo constituye una serie de aventuras y viajes, como es el caso
de la Odisea. En los poemas homéricos a veces hallamos "gestas menores"
(aristeiai), protagonizadas por guerreros distintos al protagonista principal.

• El poeta, más que evocar un recuerdo, memoriza una acción gloriosa del
pasado, de manera majestuosa, sin infundir tensiones (lo que sería más
propio del drama), siguiendo un curso tranquilo –a ser posible, lineal– has-
ta el final. Se sirve de técnicas de retardación de la acción (digresiones, por
ejemplo) que, sin embargo, combina con la técnica de la anticipación.

• Tendencia general al uso de "estilo formular", con escenas típicas, cons-


truidas, a su vez, por versos o hemistiquios de versos que se repiten y que
se insertan hábilmente por parte del poeta.
© FUOC • P09/74511/00401 58 Los orígenes de Grecia

• Una frecuencia relativa de comparaciones, que ayudarán a dar mayor vi-


vacidad a la escena evocada.

• Discursos y diálogos entre los personajes, que rompen la monotonía de


la narración.

Por lo que respecta a los rasgos propios y esenciales de la poesía homérica,


podemos distinguir los siguientes:

1) Invocación a la Musa y resumen. El poeta solicita a la diosa que cante el


tema concreto del poema. Ello se aprovecha para que el oyente pueda tener
una idea del tema. El poema de la Ilíada se inicia así:

"Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquileo; cólera funesta que causó infinitos males a
los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de
perros y pasto de aves –cumplíase la voluntad de Zeus– desde que se separaron disputando
el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquileo".

(Trad. L. Segalà)

A su vez, la Odisea se abre con los siguientes versos:

"Háblame, Musa, de aquel varón de multiforme ingenio que, después de destruir la sacra
ciudad de Troya, anduvo peregrinando larguísimo tiempo, vio las poblaciones y conoció
las costumbres de muchos hombres y padeció en su ánimo gran número de trabajos
en su navegación por el ponto, en cuanto procuraba salvar su vida y la vuelta de sus
compañeros a la patria. Mas ni aun así pudo librarlos, como deseaba, y todos perecieron
por sus propias locuras. ¡Insensatos! Comiéronse las vacas de Helios, hijo de Hiperión;
el cual no permitió que les llegara el día del regreso. ¡Oh diosa, hija de Zeus!, cuéntanos
aunque no sea más que una parte de tales cosas".

(Trad. L. Segalà)

2) No hallamos en la Ilíada un paro de la acción ni retroceso alguno (flash


back), ya que su movimiento es completamente rectilíneo. En cambio, la Odi-
sea sí está construida siguiendo esos parámetros. En efecto, cuando Ulises narra
ante la corte de los feacios sus aventuras a lo largo de los cantos VIII-XII, asis-
timos a la verdadera Odisea, la que se remonta hasta el mismísimo momento
en el que se abría el poema. Así, Homero empieza in media res ambas epopeyas:
la Ilíada con la cólera de Aquiles; la Odisea con el retorno de Ulises desde la
isla Ogigia decretado por Zeus.

3) Son características también de los poemas homéricos las escenas olímpicas,


a saber, asambleas de los dioses que deciden (en ocasiones entre disputas) el
destino de distintos héroes. En varias de tales escenas se hace patente un an-
tropomorfismo que incluye también filias y fobias (sentimientos de envidia,
compasión, etc.) por parte de las divinidades del panteón olímpico hacia per-
sonajes relevantes, actitudes que permiten, a la postre, explicar el modo de
actuar de tales dioses, ya sea favoreciendo a uno u otro personaje, ya sea per-
judicándolo.
© FUOC • P09/74511/00401 59 Los orígenes de Grecia

4) En relación con lo anterior, no faltan discursos y extensas intervenciones


dialogadas. Casi la mitad de la Ilíada o de la Odisea está en estilo directo. Tales
intervenciones pueden tener lugar en el transcurso de una asamblea de dio-
ses o de hombres. Aquí la acción del poema progresa aproximando a los per-
sonajes y dándoles la palabra. En este sentido, son justamente famosos, por
ejemplo en la Ilíada, la disputa de Aquiles y Agamenón, el adiós de Héctor y
Andrómaca, el diálogo entre Glauco y Diomedes o el encuentro final entre
Príamo y Aquiles.

5) Es muy posible que sean las comparaciones unos de los aspectos en que el
estilo homérico obtiene mejores resultados. A fin de sugerir en la mente de
los oyentes con una mayor insistencia y plasticidad, el poeta toma prestadas
imágenes a la naturaleza, a la vida cotidiana, al mundo rural o pastoril. Son
frecuentes, sobre todo en contextos guerreros, indicando la furia del combate
o la rapidez de la retirada. Suele compararse, por ejemplo, la muerte de un
guerrero a la caída de un árbol, o sus armas al resplandor del sol. Veamos un
ejemplo elocuente:

"Con estas palabras les excitó a todos el valor y la fuerza. Como un cazador azuza a
los perros de blancos dientes contra un montaraz jabalí o contra un león; así Héctor
Priámida, igual a Ares, funesto a los mortales, incitaba a los magnánimos teucros contra
los aqueos. Muy alentado, abrióse paso por los combatientes delanteros, y cayó en la
batalla como tempestad que viene de lo alto y alborota el violáceo ponto".

Homero, Ilíada, XI, v. 291-298. Trad. L. Segalà

6) Sin embargo, el rasgo más típico de los poemas homéricos es, sin duda
alguna, el uso del sistema de fórmulas y escenas típicas. Desde los estudios de
Milman Parry sabemos que la epopeya arcaica griega se nutre de fórmulas (por
ejemplo, nombre + epíteto) que el aedo tenía en la memoria y con las que iba
tejiendo la trama épica. Así, Agamenón siempre es calificado como "soberano
de hombres", Aquiles "el de los pies ligeros", Héctor es "domador de caballos" y
su espada "claveteada de plata". En ocasiones tales fórmulas describen hechos
o escenas que se van repitiendo a lo largo del poema: el amanecer y el ocaso,
banquetes, ofrendas, juramentos, el modo de ponerse las armas o el instante
de la muerte de un guerrero. Es habitual que los discursos empiecen con la
fórmula: "y respondiendo, a su vez, le dijo estas aladas palabras". Se trata de
fórmulas de longitud variable, que tienden a ocupar el mismo lugar en el verso
gracias a una exquisita economía poética.

Algunas de estas fórmulas aparecen sólo en la Ilíada o en la Odisea. Unas están


constituidas por grupos de palabras sin variación, en otros casos hallamos fle-
xión, separación o inversión de vocablos, incluso expansiones adicionales. En
realidad, algunas son antiquísimas, pertenecientes a un sustrato que remite a
la poesía indoeuropea, como la expresión "gloria inmarcesible", en griego kléos
áphthiton, idéntica al sánscrito srava(s) aksitam.
© FUOC • P09/74511/00401 60 Los orígenes de Grecia

En cualquier caso, cada escena típica presenta rasgos peculiares con respecto
al esquema ideal, adaptándola al contexto. Así pues, en Homero se observa la
adaptación de los contenidos a escenas que se repiten, como catálogos, sími-
les, digresiones y discursos. Incluso las digresiones cuentan con un repertorio
de motivos tradicionales: la obcecación de un héroe, la búsqueda del honor,
la elección de un determinado tipo de vida, etc., todo remite a la existencia de
versiones distintas transmitidas de unos aedos a otros, versiones que habían
sido compuestas oralmente y difundido según la improvisación oral ante au-
ditorios variados. Luego las fórmulas y los sistemas de fórmulas evolucionaban
y se acomodaban a la lengua y a los gustos del poeta y de su auditorio.

En este sentido no debe extrañar que la forma lingüística de los poemas épi-
cos arcaicos revista un aspecto peculiar. Básicamente estaba formada a partir
del dialecto jonio de Asia Menor, si bien comparte rasgos coincidentes con
el jonio occidental, con algunos dialectos eolios, con el micénico, con el ar-
cadio-chipriota, incluso algunas grafías con el ático. Ciertos arcaísmos, ya de-
saparecidos de la lengua hablada, subsistían en el texto que ha llegado hasta
nosotros como formas artificiales, exclusivas de la epopeya, a la que otorga-
ban un tono de langage de jadis que, alejándola, la ennoblecía. Dicha mezcla
inextricable sólo puede explicarse en el marco de una tradición y composición
orales improvisadas.

5.1.4. Epos de la guerra: la Ilíada

La Ilíada, el poema de Ilión (nombre alternativo de la ciudad de Troya), narra


un episodio del mito de la guerra de Troya que dura cincuenta y un días. Según
el mito, dicha guerra fue promovida por los reinos griegos a fin de devolver a
Helena a su marido Menelao, rey de Esparta. Mandaba la escuadra su hermano
Agamenón, rey de Micenas. Ahora bien, el poema empieza, como ya adelan-
tamos, in media res, exponiéndonos, en el décimo año de guerra, cómo surgió
una disputa entre Agamenón y Aquiles. El poeta da por conocidos el tema, los
héroes implicados y los escenarios de la acción.

Tal como podemos leerlo actualmente, el poema consta de más de quince mil Ved también
seiscientos versos y los filólogos alejandrinos lo dividieron en veinticuatro
Ved el contenido de los cantos
cantos o rapsodias, cada uno indicado con una letra mayúscula del alfabeto en el aula virtual.
griego (de α a Ω).

Considerado un poema eminentemente bélico, en el que el predominio de


combates y batallas es bastante uniforme, son básicamente tres los temas que
centran la atención del lector: la cólera de un Aquiles enojado, la muerte de
Patroclo a manos de Héctor y la de éste a manos de Aquiles. En realidad, la
retirada de Aquiles de la lucha permite al poeta presentar una extensa gama
de guerreros que así adquieren protagonismo: Diomedes, Ulises, Áyax, Héctor,
Eneas, e incluso el duelo entre Paris y Menelao. El poeta utiliza, a lo largo de
los cantos, recursos de retardación.
© FUOC • P09/74511/00401 61 Los orígenes de Grecia

Con la muerte de Patroclo asistimos al dolor que debe de sufrir Aquiles y a su


ansia de venganza: ahora la marcha del poema evita digresiones hasta llegar
al combate final, que culmina con la muerte de Héctor. En sus cuadros finales
el poema modifica la actitud de Aquiles: si al principio éste había prometido
ultrajar el cuerpo de Héctor de manera feroz, al final, aun habiendo arrastrado
su cadáver alrededor de la ciudad, lo devuelve a su padre Príamo, después de
compartir ambos el lamento por aquellos a quienes amaban y han perdido.
Con todo, la sombría certeza de que la destrucción de Troya está cada día
más cercana planea de manera constante a lo largo de la Ilíada. Contribuye a
ello una creciente presencia de afirmaciones a medida que el poema avanza.
Impresión que aumenta aún más al configurarse una asimilación entre Héctor
y la ciudad que defiende inútilmente.

5.1.5. El epos del viaje: la Odisea

La Odisea recibe su nombre de Odiseo, Ulises en la tradición latina. Ligera-


mente menos extenso que la Ilíada, el poema cuenta con once mil seiscientos
versos, que los alejandrinos distribuyeron asimismo en veinticuatro cantos. El
poeta de la Odisea es exponente de un nuevo ideal de vida y de una nueva
forma de entender la poesía.

Aprendió su técnica del poeta de la Ilíada, eso es cierto, pero ya no nos ofrece
una narración lineal, sino que innova en la estructura del poema. Además, la
Odisea propone un nuevo ideal humano, el del individuo que lucha, pero en
este caso no por obtener la gloria sino para sobrevivir y regresar sano y salvo
a su patria.

La propia concepción del poema –siempre según los medios del propio poe- Ved también
ta– tiene una base múltiple que conforma su estructura. Pueden diferenciar-
Ved el contenido de los cantos
se tres partes: un primer grupo de cantos, que reciben el nombre de "Telema- en el aula virtual.
quia"; seguidamente, el núcleo de la Odisea (cantos V-XV) donde se narran las
"Aventuras de Ulises", y una tercera parte, que pone en escena la "Muerte de
los pretendientes" como venganza de Ulises por los excesos cometidos por los
mismos. Las dos partes iniciales se acoplan en la tercera, donde padre e hijo
preparan y ejecutan su ataque final.

Indudablemente, la "Telemaquia" ofrece momentos de gran tensión entre los


pretendientes y Penélope, a la vez que es el marco donde presentar una amplia
galería de personajes que habrán de jugar un papel muy desigual en el desen-
lace de la tercera parte. Es incuestionable, asimismo, que la "Telemaquia" ejer-
ce una función de retardación en la acción. De hecho, mientras perdemos de
vista a Ulises el poeta evoca otros personajes ya conocidos de la Ilíada, como
Néstor en Pilos o Menelao y Helena en Esparta.

La parte central de la Odisea narra las aventuras y situaciones peligrosas a las


que debe enfrentarse Ulises, el hombre de los mil recursos. Dichas aventuras
van precedidas de escenas que permiten ganarse el favor del lector, como el
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adiós de Calipso o la llegada a la playa de los feacios donde Nausica recibe


al héroe. En el transcurso del banquete Ulises se convertirá, a su vez, en un
aedo, relatando, desde el canto IX al XII sus propias aventuras: el país de los
lotófagos, el cíclope, la isla de Eolo, Circe, el descenso al mundo de los muertos,
Escila, Caribdis y las vacas del Sol. Cada aventura presenta un espacio y unos
personajes maravillosos, muchos de ellos enraizados también en el folclore
de muchas otras culturas (así se debe interpretar el gigante que devora a los
extranjeros, el descenso a los infiernos, los manjares prohibidos, la bruja que
transforma a los hombres en otros seres, o la princesa que acaba casándose
con un extranjero llegado de tierras lejanas). A todos ellos el héroe deberá
enfrentarse con astucia, prudencia y valentía.

Llegado Ulises a Ítaca en un navío de los feacios, el poeta retoma la primera


parte del poema. Mientras que en las escenas de los cantos I y II habíamos
contemplado el orgullo de los pretendientes, ahora asistimos a la venganza
que Ulises urdirá con la ayuda de un puñado de aliados que le son fieles. Se
trata, en este caso, de una aristia, una gesta propia de un guerrero homérico.

5.1.6. El ideal heroico: ética de la vergüenza contra ambientes


fantásticos

Los poemas homéricos muestran una sociedad guerrera tradicional que se rige
por normas no escritas, aunque no por ello menos vinculantes. La polis como
comunidad de ciudadanos libres no existe todavía y el tejido social se basa en
clanes de familias (génê) de estructura patriarcal que operan mediante víncu-
los de parentesco o de solidaridad. A la cabeza están los reyes (basileîs), que
gobiernan con el consenso de la asamblea de los guerreros o que actúan como
un primus inter pares. En este sentido, la excelencia en el uso de la palabra, la
capacidad de convencer al resto de los jefes militares, constituye una cualidad
harto reconocida en las epopeyas homéricas.

En una sociedad premonetaria, agrícola o pastoril, el modo más honorable de


adquisición de bienes no es precisamente el comercio sino el botín de guerra,
Ánfora de cerámica de figuras negras con
mediante el que se premiaba el valor guerrero (géras, "don de honor"), también representaciones de jinetes en una escena de
caza
lo eran los dones de los contratos matrimoniales (hédna) y el intercambio de
regalos entre las familias aristocráticas que sancionaban una relación de hos-
pitalidad (dôra, xeinéia).

Vemos, pues, al héroe homérico situado en el centro de un sistema de conflic-


tos y de rivalidades recíprocas en que cada quien pugna por autoafirmarse:
ser el primero en la batalla, en la asamblea o en cualquier circunstancia digna
de mérito hasta alcanzar el kléos ("glòria"), por cuya obtención merece la pe-
na incluso sacrificar la vida. La gloria constituye el canon absoluto con que
juzgar cualquier actuación humana desde el momento en el que, después de
la muerte, no habrá premio o castigo para acciones buenas o malas: lo único
por lo que vale la pena esforzarse es por la fama y por cualquier signo de no-
bleza, valentía o virtud, mostrándola bien en la batalla bien en la adquisición
© FUOC • P09/74511/00401 63 Los orígenes de Grecia

de bienes preciados. Esta manera de organizar los valores ha sido definida por
estudiosos como Dodds como una "cultura de la vergüenza" (shame culture), ya
que el individuo busca aprobación pública para sus actos y, a su vez, teme toda
censura de la comunidad. Por consiguiente, el motor que mueve la conducta
de los personajes de la Ilíada es la vergüenza (aidôs), que aflige al que no es
considerado a la altura de su fama y a quien se señala públicamente con me-
nosprecio. Lo que se persigue por encima de todo es conquistar la valoración
pública y conservarla.

Resulta entonces comprensible la actitud de Aquiles de retirarse de la batalla


desde el momento en el que Agamenón le arrebata a su esclava Briseida, galar-
dón de combate, y, por ende, signo de honor. El propio Aquiles se lo recrimina
a quienes quieren que vuelva a la lucha:

"La misma recompensa obtiene el que se queda en su tienda, que el que pelea con bizarría;
en igual consideración son tenidos el cobarde y el valiente".

Homero, Ilíada, IX, 319. Trad. L. Segalà

Así que la cultura de la vergüenza condiciona los impulsos personales del in-
dividuo, incluso si se trata de ser imprudente. Héctor era muy consciente de
ello cuando se dirigía a la lucha contra Aquiles:

"Y ahora que he causado la ruina del ejército con mi imprudencia, temo a los troyanos
y a las troyanas, de rozagantes peplos, y que alguien menos valiente que yo exclame:
«Héctor, fiado en su pujanza, perdió las tropas». Así hablarán; y preferible fuera volver a
la población después de matar a Aquiles, o morir gloriosamente delante de ella".

Homero, Ilíada, XXII, 105-110. Trad. L. Segalà

Una atmósfera distinta se respira en la Odisea, aunque sin negar totalmente


los valores propuestos en la Ilíada. En realidad, la virtud heroica no le es sufi-
ciente al personaje principal, Ulises, que se mueve en ambientes que cambian
continuamente y son de una creación fantástica, algunos propios del cuento
popular. Aquí, el motor que acciona a nuestro protagonista es el de salvar la
propia vida (y la de sus compañeros), al precio que sea, para regresar a casa
sano y salvo. Ciertos momentos de la Odisea también destilan un sentimien-
to muy cercano a las sensaciones románticas, como puede ser la añoranza de
Ulises, en el canto V, el deseo de volver a ver su hogar. Pero ese mismo perso-
naje, Ulises, encarna en ocasiones el papel de un astuto osado que subordina
su imaginación desbordante a la consecución de su objetivo principal. Ulises
no tendrá inconveniente en mostrarse astuto, mentiroso, hombre de mil re-
cursos (polýtropos) que es capaz de engañar y dejar atrás a sus enemigos para
salir airoso de cualquier obstáculo que pueda presentársele en su largo camino
hasta Ítaca.
© FUOC • P09/74511/00401 64 Los orígenes de Grecia

5.1.7. Los Himnos homéricos: del mito a la invocación ritual

Existe un conjunto de treinta y cuatro composiciones reunidas desde antiguo


bajo el nombre de Himnos homéricos, a pesar de no pertenecer, con total segu-
ridad, a Homero. Aunque a algunos de ellos puede atribuirse una cronología
realmente arcaica (como el Himno a Demèter o el Himno a Apolo Delio), otros
pertenecen a épocas más modernas; de uno de ellos, el Himno a Ares (VIII),
sabemos incluso que su autor era Proclo, un filósofo neoplatónico. Además,
los griegos conservaron una serie de nombres a los que atribuían composicio-
nes de este tipo, consagrando así el género del himno: los míticos Panfos y
Olen, Orfeo y Museo.

Algunos estudiosos han aventurado distintas hipótesis sobre el origen y natu-


raleza de tales himnos. Una de las más habituales sostenía que se trataba de
proemios que se ejecutaban como preludio a una recitación de algún pasaje
concreto de la Ilíada o de la Odisea, invocando al dios (ya que no se iniciaban
con la invocación a la Musa con que principian las epopeyas). Sin embargo,
dicha interpretación choca con el hecho de que la extensión de algunos de
los Himnos homéricos (II, III, IV, V) parece excesiva para iniciar la recitación de
fragmentos épicos.

Por otra parte, algunos de tales himnos se compusieron pensando sobre todo
en ciertas celebraciones religiosas. Sin duda, la colección de los Himnos homé-
ricos bebe por lo menos de una doble fuente: la épica y la poesía lírica popu-
lar. De la épica conservan el metro (hexámetro), el sistema de fórmulas y el
contenido mítico. De la lírica popular podemos identificar un sistema entero
de referentes al público, a un eventual coro, al contexto agonístico en el que
algunos eran interpretados y, naturalmente, las invocaciones a las divinidades
a las que iban dirigidos.

De manera general los Himnos homéricos constan cada uno de una breve fór-
mula de inicio en la que el aedo solicita inspiración a la Musa o empieza a
cantar, por sí mismo, a un dios a quien dedica el poema. A continuación se da
paso a una parte central, mucho más amplia en algunos casos, que presenta
un pasaje mítico importante o desarrolla la etiología de algún culto concreto.
La parte final se reduce a breves fórmulas que contienen una salutación al dios
(a veces con una petición de favores para el rapsoda) o, simplemente, fórmulas
de transición, como "ahora yo me acordaré de ti y de otro canto", que acos-
tumbraban a dar pie e iniciar otra composición.
© FUOC • P09/74511/00401 65 Los orígenes de Grecia

5.1.8. La identidad cultural en los poemas homéricos: ''Homero


es toda la paideia de los griegos'' (Platón)

La sociedad guerrera que presenta la Ilíada se centra, principalmente, en la


aristocracia y en su poder y superioridad, que debían ser reconocidos inclu-
so de manera tangible: luego no ha de resultar extraño que haya alusiones a
la mansión (oikos) de los reyes y a su poderío económico, manifestado, por
ejemplo, en las armaduras que visten.

Así, la desagradable desposesión y despojo de las armas del enemigo muerto


era para los héroes homéricos una manifestación necesaria de su victoria. El
mundo homérico –sobre todo en la Ilíada– es un mundo de varones, camaradas
todos ellos, donde la mujer desarrolla papeles muy limitados: esposa paciente
y respetuosa con el marido (Penélope, Andrómaca), hija en edad de casarse
(Nausica) que ayuda en casa, etc.

Existe una contraposición total con Helena (que se autoinculpará diciendo de


sí misma que es una "perra") o con Clitemnestra. Homero no presenta término
medio, sino paradigmas de comportamiento y un respeto absoluto al orden
institucional: no se habla de homosexualidad; Helena y Paris no tienen hijos
(reservados únicamente al matrimonio legítimo); ni se alude tampoco a vio-
laciones ni a hijos naturales.

La Odisea presenta un mundo algo más evolucionado o, al menos, con una


variedad más rica: se tratan temas como la magia, evocaciones de los muertos,
incluso existen alusiones vagas a las noches polares, etc. De entrada, Ulises es
ahora un héroe viajero y astuto, es flexible y realista, no está sometido al rígido
código de los héroes de la Ilíada. Ulises es sabio porque viaja y ello aumenta
su capacidad de maniobra, deja que se abran paso nuevos ideales de justicia
y de solidaridad hacia sus compañeros de viaje o entre los que le son fieles
(como el pastor Eumeo), bien distintos de los ideales competitivos de la Ilíada.
En la Odisea, por ejemplo, se describe la isla de los cíclopes marcada por un
primitivismo salvaje, exentos de leyes, sentencias y de una asamblea.

Es interesante observar asimismo cómo muchos datos que pueden extraerse


de los poemas son referentes de variadas facetas vitales. Vemos las exiguas po-
sibilidades de la propiedad privada, cómo se administraba justicia y la especial
consideración que se tenía por los ancianos, los mendigos, los suplicantes y
los extranjeros. El trabajo manual, por ejemplo, estaba muy bien considerado,
tanto en la agricultura y la ganadería como por lo que respecta al artesanado.
Los conocimientos médicos (anatomía y cirugía sobre todo) estaban bastante
supeditados a la superstición. Sin embargo, sorprende que Telémaco realice un
viaje por el mundo real conocido hasta entonces, mientras que los viajes de
Ulises se mueven por lugares imaginarios.
© FUOC • P09/74511/00401 66 Los orígenes de Grecia

Representación geográfica del mundo según la Odisea.


A cargo de A. Provensen y M. Provensen, para el libro de J. Werner Watson (1956). L'Iliade et l'Odyssée. París: Les éditions des
deux coqs d'or.

5.1.9. Los demás poemas: el ciclo Margites y Batracomiomaquia


(parodias homéricas u "Homero menor")

La Ilíada y la Odissea aparecen ante nosotros como representantes de un tipo


de poesía narrativa que, en efecto, debió de ser muy común desde los últimos
siglos del segundo milenio a. C. en Grecia y, más tarde, desde las colonizacio-
nes, en la costa del mar Egeo. De dicha producción, fragmentaria, sólo nos
quedan breves restos o noticias de su contenido. Los poemas llamados del ciclo
troyano fueron compuestos más tarde que la Ilíada y la Odisea, y completaban
la leyenda troyana no explicada en las dos epopeyas. Sin embargo también
debieron existir versiones de los poemas del ciclo troyano y de otros ciclos
legendarios compuestos en fechas anteriores. En la Ilíada (cf. IV, 370 y V, 800)
hallamos referencias a Los siete contra Tebas y a la victoriosa expedición de los
epígonos que consiguieron conquistar la ciudad. Tanto la Tebaida como los
Epígonos se atribuyeron en ocasiones a Homero. También aparecen alusiones a
la leyenda de Heracles y a una rebelión de los dioses contra Zeus. En la Odisea
se encuentran referencias a la leyenda de los Argonautas (cf. XII, 69) y, asimis-
mo, al retorno y asesinato de Agamenón, vengado después por Orestes: esta
saga podría ser perfectamente un paradigma contrapuesto al retorno de Ulises
© FUOC • P09/74511/00401 67 Los orígenes de Grecia

y a la fidelidad de Penélope. Los relatos del viejo Néstor en la Ilíada, por ejem-
plo, constituyen breves incursiones en la leyenda de Pilos. O bien Glauco, al
resumir ante Diomedes las hazañas de Belerofonte.

Entre los siglos VII y VI a. C. circularon un grupo de poemas que completaban


los relatos de la Ilíada y la Odisea, desde los orígenes del mundo hasta el mo-
mento en que Telégono mata a su padre Ulises. Dichos poemas debieron de
configurar un gran corpus, el llamado Ciclo de la mítica guerra de Troya.

Otro grupo de poemas cíclicos se centraba en el círculo mítico de Tebas.


Eran la Edipodia (unos seis mil versos sobre el destino de Edipo), la Te-
baida (la disputa fratricida entre Eteocles y Polinices) y los Epígonos (la
conquista de Tebas por la generación siguiente).

Conocidos principalmente gracias a los resúmenes incluídos en la Crestomatía


de Proclo (siglo V) son los siguientes:

a) sobre el tema de la Ilíada: los Cantos Cipris, en once libros, que narraban
los hechos anteriores a la guerra; la Etiópida, en cinco libros, que narraba las
últimas gestas de Aquiles hasta su muerte; la Destrucción de Troya, en dos libros;
una Ilíada Menor en cuatro libros.

b) completaban la Odisea cinco libros de Retornos (Nóstoi) y una Telegonía.

Por otra parte, contamos con otras piezas menores, también atribuidas a Ho-
mero. La más antigua, conocida por Aristóteles, de la que nos han llegado po-
cos fragmentos, era el Margites, donde se contaba la historia de un memo y
una serie de anécdotas graciosas (en griego márgos significa 'memo, bobo'). El
dato más curioso de este poema es que no estaba compuesto sólo de hexáme-
tros y según las reglas de la épica, sino que en su interior hallamos otro tipo
de verso, el trímetro yámbico, la forma métrica preferida por los poetas que
practicaban el escarnio (yambógrafos).

En fecha muy posterior a la creación de las dos grandes epopeyas homéricas, a


finales del Helenismo, surgió un poema paródico de la Ilíada y la Odisea tam-
bién atribuido a Homero: la Batracomiomaquia, que narra, con las característi-
cas propias de la epopeya arcaica e imitándola en todo, una batalla grotesca
que llevaron a cabo unos ratoncillos contra las ranas a raíz de la muerte for-
tuita de su rey. El poema tuvo un gran éxito en las escuelas bizantinas y fue
muy leído durante el Renacimiento, en que dio lugar a numerosas imitaciones
y recreaciones. He aquí su proemio:
© FUOC • P09/74511/00401 68 Los orígenes de Grecia

"Encabezando la primera página, imploro al coro del Helicón que asista a mi alma con
motivo del canto que acabo de poner en unas tablillas sobre mis rodillas, una grandiosa
batalla, gesta propia del fragor bélico de Ares, con el deseo de hacer llegar a oídos de
todos los efímeros cómo los ratoncillos se lanzaron al combate mostrándose superiores
ante las ranas e imitaron las gestas de los Gigantes, varones nacidos de la Tierra. Según
se cuenta entre mortales, así se inició".

5.1.10. El espejismo de Homero en la cultura occidental

La fama de poeta divino, de aedo ciego, que ha acompañado a Homero a lo


largo de los siglos se hace patente en una gran cantidad de representaciones,
como la Apoteosis de Homero, una estela de mármol del siglo III a. C. conservada
en el British Museum. Con idéntico título existen sendas obras pictóricas, la
de Auguste Ingres (1827) o la de Salvador Dalí (1944).

Desde la Antigüedad muchas corrientes de pensamiento han aspirado a hallar


sentidos nuevos a la Odisea. Ya los sofistas vieron en ella un paradigma que
imitar, un hombre capaz de adaptarse a todas las situaciones y que, gracias
a su ingenio y al arte de la palabra, puede obrar según le convenga. Los neo-
platónicos, por ejemplo, realizaron exégesis alegóricas del poema, intentando
evidenciar el viaje del alma hasta reencontrarse con lo Uno. Por su parte, los
Apoteosis de Homero, estela de mármol del s. III
estoicos se fijaron en Ulises como hombre indiferente al dolor. Los cínicos lo a. C. British Museum, Londres

presentaron como prototipo de hombre indiferente a la fatiga, el desprecio, a


los peligros externos.

En cuanto a la literatura, obtuvo justa fama la novela de François Fénélon Les


aventures de Telèmac (1694), obra que, mediante la figura del hijo de Ulises,
se constituyó en un instrumento educativo de gran éxito. También podemos
señalar nombres como el de Robert Graves, quien escribió La hija de Homero
(1955), en la que recrea la propuesta decimonónica de una autora femenina
de la Odisea. Más documentada y con un esfuerzo notable por profundizar en
la psicología es la novela de Antonio Prieto El ciego de Quíos (1966). En las
letras catalanas destaca Agustí Bartra, con Odisseu (1953), obra en la que traza
un paralelismo entre el exilio del héroe y el del propio autor después de la
Guerra Civil.

No obstante, la novela que posiblemente haya dado un vuelco más radical a


las letras del siglo XX sea Ulysses de James Joyce (1922). Esta obra constituye un
ejemplo exitoso de adaptación literaria, hasta límites extremos, del que fuera
el tema del periplo vital combinado con una gran libertad en la elección de
personajes, la presentación de los hechos, incluso en la renovación del len-
guaje. El recorrido urbano que un día hizo el ciudadano Bloom encaja en la
estructura de la Odisea de manera magistral.

Designaciones homéricas Escenas de Ulysses Hora

I.�Telémaco Aventuras�de�Stephen  

1. Telémaco La torre 8
© FUOC • P09/74511/00401 69 Los orígenes de Grecia

Designaciones homéricas Escenas de Ulysses Hora

2. Néstor La escuela 10

3. Proteo La playa 11

II.�Odisea Aventuras�de�Bloom  

4. Calipso La casa o el desayuno 8

5. Lotófagos El baño 10

6. Hades El cementerio o el funeral 11

7. Eolo El periódico 12

8. Lestrigonos La comida 13

9. Escila y Caribdis La biblioteca 14

10. Planctai o Simplégadas Las calles 15

11. Sirenas La sala de concierto 16

12. Cíclope La taberna 17

13. Nausica Las rocas 20

14. Las vacas del Sol El hospital 22

15. Circe El burdel 24

III.�Nostos El�retorno  

16. Eumeo El refugio 1

17. Ítaca La casa 2

18. Penélope La cama –

El teatro ha optado, mayoritariamente, por la parte más representable de la


Odisea, la prueba del arco. Algunos dramaturgos españoles del siglo XX han
intentado desmitificar la figura de Ulises y su reencuentro con Penélope. Po-
demos recordar aquí los nombres de Gonzalo Torrente Ballester, autor de El
retorno de Ulises (1946); Antonio Buero Vallejo, La tejedora de sueños (1952), y
Antonio Gala, ¿Por qué corres Ulises? (1974).

El cine también cuenta con ejemplos dignos de ser reseñados, aunque en al-
gunos casos no hayan sido del todo fieles al modelo. Podemos citar, en este
apartado, los filmes Ulisse (1954), de Mario Camerini; Helen of Troy (1956),
de Robert Wise; L'Odissea (1968), de Franco Rossi, Piero Schivazappa y Mario
Bava; The Odyssey (1997), de Andrei Konchalovsky; O brother (2000), de Joel
Coen; Helen of Troy (2003), de John Kent Harrison, o Troy (2004), de Wolfgang
Petersen.
© FUOC • P09/74511/00401 70 Los orígenes de Grecia

5.2. Hesíodo

Los poemas épicos que se atribuyen a Hesíodo comparten con los de Homero
un papel fundamental en el proceso de definición de la polis, del que son un
producto, y, como aquellos, subsistirán como referencia básica para toda la
cultura griega.

Como en el caso de Homero, bajo el nombre de Hesíodo figuran dos obras


principales, Teogonía y Trabajos�y�días, que suelen datarse en los primeros
años del siglo VII a. C. Se trata de poemas épicos en hexámetros, como la Ilía-
da y la Odisea, aunque de dimensiones mucho más reducidas. A los citados
se añadieron también otros que le fueron atribuidos, especialmente poemas
similares de contenido mítico y extensión media, de los que se conserva uno
entero, el Escudo de Heracles, así como fragmentos de otros muchos. En ese
sentido puede hablarse de una tradición�épica�hesiódica, paralela a la tradi-
ción homérica.

El contenido de las obras de Hesíodo complementa en cierto modo el de los


poemas homéricos. Si el foco de atención de éstos es el mundo de los héroes,
Hesíodo se centra en el�linaje�de�los�dioses (Teogonía) y en el�mundo�con-
temporáneo�de�la�polis�naciente, con campesinos y aristócratas como prota-
gonistas (Trabajos y días).

Lo que el propio Hesíodo nos dice de sí mismo en su obra es cuanto sabemos


de él, y muy posiblemente se trate en su mayor parte de rasgos comunes a
la figura tradicional del poeta más que de verdaderos datos biográficos. Habi-
tante de una miserable aldea de Beocia, Ascra ("calurosa en verano, gélida en
invierno, en estación alguna buena"), él y su hermano Perses son los hijos de
un comerciante griego de Cime, en Asia Menor, emigrado a Grecia huyendo
de la miseria (Trabajos y días, pág. 633 y sig.).

A la muerte de su padre, Perses pretende disputar a Hesíodo la parte de la he-


rencia que le correspondía mediante un proceso judicial ante los aristócratas
de la ciudad, llamados basileîs (reyes). Este episodio es el desencadenante de
Los�Trabajos�y�los�días, poema didáctico que Hesíodo dedica a su hermano,
instruyéndole en las tareas del campesino y exhortándole a dedicarse a ellas y
rehuir el ágora, espacio del litigio y de la discordia. El contexto es claramente
el de la polis en los primeros momentos de su definición y quedan reflejados
especialmente los problemas y las tensiones sociales que dicho proceso de de-
finición generará.

En el otro poema, la Teogonia, se explican las genealogías de los dioses (a las


que alude el título). Al principio del poema, Hesíodo relata cómo recibió la
visita de las Musas mientras ejercía de pastor y cómo le otorgaron el don de
la palabra poética. En otro pasaje de Trabajos y días (650 y sig.), recuerda có-
mo viajó una vez a Eubea para participar en una competición de poesía con
ocasión de los funerales de un aristócrata. Con su poema (quizá la Teogonía)
© FUOC • P09/74511/00401 71 Los orígenes de Grecia

obtuvo el premio, un magnífico trípode que dedicó como ofrenda en el san-


tuario de las Musas del monte Helicón, en Beocia. También este episodio nos
remite plenamente al�contexto�cultural�de�los�inicios�de�la�polis, con la de-
finición de la aristocracia mediante objetos de prestigio y determinadas prác-
ticas rituales (como el funeral), y la aparición de los santuarios, a los que con
frecuencia van a parar dichos objetos.

Amén de la figura de Hesíodo como individuo, debemos recordar la comple-


jidad de formación de la tradición épica, inmersa en un contexto de oralidad.
Así, por lo que respecta al mito central de la Teogonía –la sucesión conflictiva
de varias generaciones de dioses en el poder (Urano-Cronos-Zeus)–, se han ha-
llado modelos claros en mitos hititas y hurritas de Asia Menor. Asimismo, la
importancia en el poema del nacimiento de Afrodita, diosa de Chipre, apunta
a un papel relevante de la isla en la configuración de la tradición hesiódica. De
dichos fenómenos se colige la importancia�de�los�contactos�e�intercambios
con�el�mundo�oriental, característicos de esta época, en la configuración de
la épica.

5.2.1. La Teogonía: la organización del mundo divino

El tema central de la Teogonía es la�genealogía�de�los�dioses, a lo largo de dis-


tintas generaciones, desde las potencias primordiales de los tiempos cosmo-
gónicos al poder despótico de Cronos y los Titanes, que dará paso al reino de
Zeus y los dioses olímpicos, basado en la justicia y el reparto del poder. El hilo
conductor del poema es la genealogía, que, por un lado, impulsa el avance de
la acción de generación en generación y, por otro, va organizando el mundo
al definir una estructura de divinidades que constituye la base de la religión
griega.

La parte�cosmogónica�del�poema se basa en la oposición de dos principios


primordiales, Caos, apertura originaria del espacio vacío, y Gea, la tierra sólida
y fértil, que engendra a Urano, el cielo y a Pontos, el mar. Una tercera potencia
primordial, Eros, será el motor de las uniones y reproducciones de los dioses,
en un movimiento que explica en clave mítica el paso de la unidad originaria
a la pluralidad y complejidad del mundo actual. En dicha función de dar ex-
plicación de manera coherente al orden y a la estructura del mundo, el pensa-
miento mítico constituye el precedente y el origen de la filosofía. Así, también
los primeros filósofos buscarán el principio (arché) originario y subyacente a
la multiforme realidad que percibimos por los sentidos.

Gea y Urano engendran una saga de nuevos dioses, entre ellos el grupo de
los Titanes. Pero Cronos, el más joven de ellos, se rebela contra su padre y
asume el poder como nuevo soberano del mundo. Como efecto colateral de
ese primer acto de violencia (la castración del padre), nacen varias divinidades
que encarnan a las fuerzas contrapuestas del Amor (Afrodita) y la Discordia
(Eris).
© FUOC • P09/74511/00401 72 Los orígenes de Grecia

El�reino�de�Cronos�constituye�un�poder�despótico basado en la desconfian-


za y la represión de los posibles oponentes, hasta el punto de devorar a sus
propios hijos. El postrer de ellos, Zeus, conseguirá escapar a tal destino, gra-
cias a la astucia de su madre, Rea, que dio a Cronos una piedra en lugar de al
recién nacido. Rescatados también los hermanos mayores de Zeus, los dioses
olímpicos, éstos derrotan a los Titanes con la ayuda de otros linajes divinos,
víctimas a su vez de la violencia de Cronos, a los que Zeus había conseguido
como aliados mediante el pacto y el juramento, dos elementos clave del que
será su modo de ejercer el poder.

A diferencia de su predecesor, el�reino�de�Zeus�se�basa�en�la�justicia�y�el�re-


parto�del�poder entre todos los dioses, especialmente los de su generación y
la de los hijos de éstos. Con esas dos generaciones de divinidades, llamadas
olímpicas porque instalan su residencia en la montaña del Olimpo, se�consti-
tuye�el�panteón�politeísta�griego. Son ellos quienes mayoritariamente serán
Goya. Saturno [nombre latino de Cronos]
devorando a uno de sus hijos
objeto de culto en los templos y santuarios de la polis, que precisamente en-
cuentra un modelo en esa sociedad divina justa y equilibrada

Panteón

Conjunto de todos los dioses. El emperador Adriano, amante del mundo griego, dedicó
a esta suma de todas las divinidades un magnífico templo en Roma, que recibió este
mismo nombre. El hecho de que ese extraordinario edificio fuese posteriormente lugar de
enterramiento de personajes ilustres implica que dicha palabra haya adquirido también
el significado de tumba colectiva.

Caracterizado cada uno de ellos por atribuciones específicas y sobre todo por
un� modo� de� acción específico,� los� dioses� griegos� forman� una� estructura
de potencias divinas que convierten el mundo en un equilibrio de fuerzas, a
veces coincidentes (Atenea y Hefesto, dioses de la inteligencia técnica), a veces
contrapuestas (Ares- Afrodita, Apolo-Dionisio). Mediante el culto y los ritua-
les, que con frecuencia combinan más de una divinidad y que se suceden en
momentos del año y puntos del territorio que son distintos, la polis mantiene
este equilibrio, del que ella misma es solidaria.

Los�dioses�olímpicos
Primera�generación

Nombre Epítetos Modo�de�acción Àmbito�preferente Atributos

Zeus Olímpico, cróni- Soberanía Tempestad, cimas de las Relámpago,


da montañas, juramento, águila, trono, ce-
súplica, varios aspectos tro
de la vida social

Poseidón Enosigeo (zaran- Fuerzas incontrola- Mar, terremotos, anima- Tridente, peces
deador de la tie- bles de la naturale- les con energía primaria
rra) za (toro, caballo)

Hades Plutón Reino de la muerte Mundo subterráneo Trono, cetro

Hera   Matrimonio y so- Matrimonio, celos Trono, cetro, co-


beranía rona; pavo
© FUOC • P09/74511/00401 73 Los orígenes de Grecia

Nombre Epítetos Modo�de�acción Àmbito�preferente Atributos

Deméter Deo Fertilidad Agricultura (cereales) Espiga, antor-


cha.

Hestia   Pureza, inmovili- Fuego del hogar, centro  


dad, centralidad (de la casa y de la polis)

Los�dioses�olímpicos
Segunda�generación

Nombres Epítetos Modo�de�acción Ámbito�preferente Atributos Lectura recomendada

Apolo Febo, Lo- Orden, norma, límite, Fundación de ciuda- Arco, lira, trípode, cuer- R.�Buxton (2004). Todos los
xias, píti- profecía, cultura des, oráculo, legisla- vo, delfín, cisne; sol dioses de Grecia. Madrid: Obe-
co, peán ción, iniciación de los (tardío) rón.
jóvenes, purificación,
medicina, artes

Ártemis   Salvajismo, caza Bosque y otros espa- Arco, cervatillo; luna


cios marginales, ca- (tardía)
za, animales salvajes,
iniciación de las jóve-
nes, parto

Ares   Violencia Guerra Casco, escudo, armadu-


ra, lanza

Afrodita Cipris, Ci- Vínculo (también po- Amor, sexo, armonía, Cuerpo desnudo, espe-
terea lítico), deseo, belleza, puerto, navegación jo, joyas; paloma, go-
intercambio (también rriones, cisne
comercial)

Atenea Palas, Tri- Inteligencia, estrate- Guerra, artesanía, te- Casco, lanza, escudo;
togenia gia, técnica jido égida (capa defensiva,
con cabeza de Gorgo-
na); lechuza

Hefesto   Inteligencia técnica Artesanía (sobre todo Cojera; tenazas de forja,


del metal) hacha, martillo

Perséfone Kóre Ciclo de la vida (hu- Reina del mundo de Antorcha


mana y vegetal), los muertos, Misterios
muerte y resurrección de Eleusis (con De-
méter)

Hermes Argifon- Movimiento, inter- Puertas, vías de co- Casco o sombrero de


tes, Psico- cambio, comunica- municación; comer- viajero, sandalias ala-
pompo ción cio; ladrones; mensa- das, caduceo (bastón
jero: conductor de las de mensajero); tortuga.
almas de los muertos

Dionisio Baco, Ia- Embriaguez, éxtasis, Vino, naturaleza exu- Copa, uvas, hiedra, tir-
co, Bro- metamorfosis, alteri- berante, teatro so, pantera
mio, dad
Evohe
© FUOC • P09/74511/00401 74 Los orígenes de Grecia

La Teogonía presenta una imagen de la evolución del mundo de los dio-


ses desde el caos y la violencia de las primeras generaciones al orden�de
Zeus,�basado�en�la�justicia y el equilibrio, que constituye el modelo
mítico�del�orden�de�la�polis. El poema juega un papel fundamental en
la definición�del�panteón�de�los�dioses�griegos, con sus atributos y
modos de acción característicos.

Mujer abriendo una caja, posible alusión a Pandora.

5.2.2. Los trabajos y los días: la condición humana y el marco de


la polis

La disputa de Perses con Hesíodo por la herencia paterna es el motivo que da


lugar a los Trabajos�y�días,�poema�de�épica�didáctica que tiene por objeto
instruir al hermano en la organización de los trabajos del campo y en general
de la vida de los campesinos. Frente a éstos están los aristócratas (basileîs), que
establecen las leyes y dictan sentencias en el ágora.

El poema es también una exhortación�a�la�justicia�(diké) en las relaciones


sociales, frente a la búsqueda de querellas de Perses o a la corrupción de los
nobles cuando se dejan sobornar ("devoradores de regalos") para conceder un
trato de favor a quienes recurren a ellos. Tales actuaciones constituyen actos
de soberbia, desmesura (hýbris), mientras que los pilares en que debe basarse
la vida en la polis son: la justicia (Diké), entendida como equilibrio (de las
clases sociales, de los comportamientos, de los trabajos del campo), y el pudor
(Aidós), concebido a un tiempo como autolimitación y como respeto hacia los
demás.
© FUOC • P09/74511/00401 75 Los orígenes de Grecia

La mayor parte del poema es de índole didáctica, una explicación�de�las�ta-


reas�del�campesino a lo largo del año entreverada de consejos que incluyen
un tesoro de sabiduría�tradicional de carácter popular sobre los aspectos más
variados, como el matrimonio, la relación con los vecinos y todo tipo de creen-
cias y supersticiones.

Sin embargo, en la primera parte de la obra Hesíodo presenta una serie de mi-
tos que fundamentan la idea principal del poema, la necesidad del trabajo y
de la justicia, con una explicación�del�origen�y�características�de�la�condi-
ción�humana. Tales mitos, especialmente el de Prometeo y Pandora y el de
las Edades, ejercieron una influencia extraordinaria en toda la cultura griega.

La primera imagen mítica que abre el poema es la de dos divinidades de la


Discordia (y no una sola, como aparece en la Teogonía). Existe una Eris mala,
causa de guerras y violencia (como la que provocó la guerra de Troya), pero
existe otra Eris positiva, que es la de la competencia que se entabla entre los
artesanos, entre los poetas o entre los aristócratas, y que conduce a la excelen-
cia mediante el deseo de superar al rival. Dicha imagen se compadece con el
notable�componente�agonístico�(competitivo)�de�la�cultura�griega, presen-
te en todos los ámbitos de la vida colectiva que configuran la polis: el debate
político, los litigios judiciales, los rituales sociales y religiosos (matrimonio,
funerales, juegos atléticos, etc.).

El mito�de�Prometeo, que aparece también en la Teogonía, en el momento del


paso del reino de Cronos al de Zeus, explica la�condición�humana�a�partir
de�la�separación�definitiva�de�dioses�y�hombres. Ello se inicia con el intento
de Prometeo de engañar a Zeus y favorecer a los hombres con un reparto frau-
dulento de las piezas de carne en un banquete común entre dioses y hombres
(mito que explica el origen del sacrificio, principal ritual de la religión griega).
Zeus, indignado, niega el fuego a los hombres, condenándolos a una vida igual
a la de los animales, pero Prometeo le roba el fuego para dárselo a los hombres,
que así obtienen el conocimiento de las técnicas (artesanal, agrícola, culinaria)
y de la vida en sociedad (la polis). Prometeo recibe un castigo ejemplar (un
águila devorará eternamente su hígado inmortal), pero también son castigados
los hombres, por medio de Epimeteo, el hermano necio de Prometeo, quien
acepta de los dioses un regalo envenenado, Pandora, la primera mujer, figura
ambigua entre la divinidad y el animal, como la propia condición humana a
la que representa. Pandora trae consigo una jarra o ánfora que al abrirse pro-
vocará la aparición entre los hombres de males como la enfermedad, la guerra
o la muerte, pero también de la esperanza como virtud exclusivamente huma-
na. Por�consiguiente,�la�condición�humana�ocupa�un�espacio�intermedio
entre�los�animales�y�los�dioses,�marcada�por�la�mortalidad�pero�también
por�la�civilización�y�la�cultura.
© FUOC • P09/74511/00401 76 Los orígenes de Grecia

Prometeo (a la izquierda) y Atlas (a la derecha), los dos hermanos castigados por haberse rebelado contra Zeus,
en un "kylix" laconio del 560-550 a. C.

Existe, como hemos dicho, otro relato que explica la actual condición huma-
na, el Mito�de�las�Edades. Éste ofrece una especie de historia mítica de la hu-
manidad a lo largo de cinco etapas o edades: Edad de Oro, Edad de Plata, Edad
de Bronce, Edad de los Héroes y Edad de Hierro, que es la actual. Se produce,
en términos generales, una evolución descendente, una degeneración progre-
siva desde la primera etapa, la Edad de Oro, en la que el hombre no necesitaba
trabajar para vivir, no conocía el dolor ni la vejez y vivía en perfecta armonía
con la Naturaleza. En cambio, en la Edad de Hierro el trabajo, el dolor y la
muerte son inevitables, y las alegrías son contrarrestadas por las penas. Aun
así, nos quedan la Justicia y el Pudor (como la Esperanza de la jarra de Pando-
ra), expresiones ideales de la vida en la polis. Sólo manteniendo tales ideales y
renunciando a la Soberbia, se podrá evitar el advenimiento de una edad futura
mucho peor que la actual, en la que reinen el caos y la violencia más absolutos.
La advertencia final, dirigida a Perses, da paso a la parte didáctica del poema. El
mito explica, por consiguiente, la condición�humana�como�una�condición
ambigua,�caracterizada�por�el�trabajo�y�la�vida�en�sociedad,�aunque�deja
al�hombre�la�responsabilidad de mantener la Justicia y frenar la tendencia
natural a la decadencia y al caos.

Los Trabajos�y�días muestra una imagen de la polis en su proceso de


definición como el espacio idóneo para la vida del hombre en sociedad,
regida por la justicia, pero también un espacio lleno de tensiones y de
riesgos de discordia y conflicto interno que deben evitarse. La impor-
tancia del poema para la posteridad radica tanto en sus mitos iniciales
sobre la condición humana (Mito de Prometeo y Pandora y Mito de las
Edades), como en la parte no mítica del poema, que será el modelo�para
el�género�literario�de�la�épica�didáctica, como las Geórgicas de Virgilio.
© FUOC • P09/74511/00401 77 Los orígenes de Grecia

Resumen

En este capítulo se estudia la larga y compleja historia de Grecia antes de los


poemas homéricos y el nacimiento de la polis, que la arqueología nos permite
conocer cada vez mejor. El neolítico ve nacer las primeras culturas, con una
organización social bien definida, en el marco de poblados de base agrícola o
ganadera. Pero es la Edad de Bronce el periodo que ve nacer en Grecia grandes
civilizaciones, comparables a las grandes culturas de Oriente Próximo y de
Egipto.

La primera de estas civilizaciones se desarrolla en el III milenio, en las islas del


Egeo central, por lo que recibe el nombre de cicládica. Su legado principal es un
arte de gran sofisticación, principalmente en forma de estatuillas en mármol
de figuras humanas muy estilizadas.

Durante la primera mitad del II milenio a. C., la isla más meridional y mayor
del Egeo, Creta, conoce un periodo de esplendor cultural extraordinario. Es
la llamada civilización minoica, caracterizada por el sistema palacial. Los pala-
cios (Cnossos) constituyen el centro del poder político y de la vida económica,
religiosa y artística. Se utiliza ya la escritura (Lineal A), pero no se ha podido
descifrar, ya que la lengua no es griega, y la arqueología es aún la única fuente
de conocimiento, a menudo difícil de interpretar. Así, entrevemos la impor-
tancia del toro, probablemente como animal sagrado, y de la/s divinidad/es
femenina/s. Sabemos también que es una cultura eminentemente pacífica y
dedicada al comercio, con una red de contactos con las otras zonas de Grecia
y las grandes civilizaciones del Mediterráneo oriental. El arte minoico es de
una riqueza y un refinamiento extraordinarios: frescos decorando los palacios,
joyas, estatuas, etc.

Hacia la mitad del II milenio a. C., la cultura minoica cae bajo el poder de la
civilización micénica, asentada en la Grecia continental, con un marcado ca-
rácter militar. El descifrado de su escritura (Lineal B) ha revelado que su lengua
era ya el griego, perteneciente a la familia indoeuropea. Pero la civilización
micénica recibe también una profunda influencia del mundo minoico, muy
patente en el arte y en el sistema de escritura, por ejemplo. La base de la cul-
tura micénica es también el sistema palacial, aunque el palacio micénico es
muy diferente del minoico: defendido por impresionantes fortificaciones, su
centro es el mégaron, una cámara con hogar de fuego en el centro, en lugar del
gran patio a cielo abierto de los minoicos.

La Edad del Bronce griega acaba de manera brusca y violenta con la destrucción
de los palacios micénicos hacia el año 1200 a. C. por causas todavía poco
conocidas. La Edad del Hierro griega (ca. 1100 - ca. 750 a. C.) ha sido llamada
la Edad Oscura por la escasez de los testigos materiales y la desaparición de la
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escritura, muy ligada al palacio en el mundo micénico. Sin embargo, se trata de


una época importante porque en ella empiezan a desarrollarse algunos rasgos
característicos de la cultura griega posterior, como los contactos con culturas
orientales, sea a través del comercio o de la colonización (migraciones a Chipre
y a la costa de Asia Menor), o la aparición de una elite aristocrática.

Estos desarrollos, lentos al principio, se aceleran e interactúan durante los si-


glos VIII-VII a. C., dando lugar a la Grecia arcaica, marcada especialmente por
la aparición de la polis (aunque en algunas zonas el sistema sociopolítico será
el ethnos o confederación de pueblos). Los principales de estos nuevos facto-
res interrelacionados son: la intensificación del comercio y los contactos con
Oriente; la invención del alfabeto; la aparición del culto heroico; la construc-
ción de santuarios a las divinidades, locales o pan-helénicos (Delfos y Olim-
pia); la colonización de varias zonas del Mediterráneo, especialmente el sur de
Italia (la Magna Grecia), Sicilia y el Mar Negro; la cristalización de una poesía
épica pan-helénica.

Desde el punto de vista literario, al final del módulo se estudian las dos gran-
des tradiciones épicas del periodo: por una parte los poemas homéricos, basa-
dos en un tema guerrero (Ilíada) y otro de aventuras (Odisea), y por la otra,
los poemas de Hesiodo, Teogonia y Los trabajos y los días, que unifican la vieja
tradición didáctica con el primer gran sistema mítico de Grecia. Convendrá
sobre todo tener presentes las características de la poesía oral/aural, los ideales
de identidad cultural y el espejismo aristocrático que transmiten, la organiza-
ción del panteón que proponen, así como las diversas formas de recepción de
que han sido objeto.
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