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Sólo al Creyente le está reservado

alcanzar la victoria
 Escrito por Carlos Nava Condarco
 7 julio 2015

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Creyente es la persona que vincula toda su energía y su capacidad a una idea o una causa que
encuentra determinante para su vida. A pesar que pueda suponerse lo contrario, existen pocos
individuos que alcanzan el nivel de coherencia, voluntad y sacrificio para constituirse en un
Creyente genuino, la gran mayoría es un conjunto sólido de incrédulos o de creyentes a
“tiempo parcial”, firmes en sus convicciones en tanto las circunstancias no se presenten
desfavorables.

Las adversidades que plantea la vida condicionan de manera definitiva la actitud hacia ella.
Ésta, a la vez, influye de manera determinante en la forma de encarar las rutinas diarias. Así
se presenta la dinámica ineludible del vivir y no existe posibilidad alguna de evadirla. Solo
queda aprender a desenvolverse en este “juego” donde las reglas han sido establecidas desde
siempre: o se sale victorioso del proceso o éste vence.

La vida ha demostrado que las únicas personas que salen airosas al enfrentar las continuas y
duras adversidades que presenta la existencia son los Creyentes. Sólo las personas que
“creen” pueden superar con ventaja las pruebas. Los incrédulos son víctimas permanentes de
ésta dinámica impiadosa.
Conceptualmente el “Creyente” no solo está asociado a un dogma o a una doctrina. El
creyente, como el término mismo lo indica, es la persona que “cree” en algo. Si bien es cierto
que el carácter de este “algo” fortalece, o no, la propia creencia, su sola existencia habilita
una participación ventajosa en el proceso.

Alguien podrá argumentar que en el fondo todos los seres humanos creen en algo y por lo
tanto aplican en la categoría, pero esto no es así por un hecho muy simple: el Creyente vive
activamente en función de lo que cree. No se trata solo de creer, se trata de vivir en función
de lo que se cree. Y vivir en función de lo que se cree no es cosa simple, precisa carácter.
Esto último reduce notablemente el número de personas que pueden inscribirse en la
categoría.

Otros podrán argumentar sobre la calidad moral de la creencia, porque efectivamente existen
quienes creen prácticamente “cualquier cosa”. Pero estos últimos tampoco se inscriben entre
los que pueden transitar victoriosos en la vida porque de mala semilla no emerge buen fruto.
La vida siempre paga bien por bien y mal por mal.
Los Creyentes son un grupo selecto de personas muy coherentes consigo mismos, muy
fuertes. Sostienen una poderosa visión, se esfuerzan mucho por alcanzarla, no miran
innecesariamente a derecha o izquierda y tienen muchísima paciencia. Por el solo hecho de
creer firmemente son personas muy seguras, se desenvuelven en primera línea y pocas veces
miran atrás. El hombre que cree sostiene la mirada hacia el naciente y la espalda hacia el
poniente. La dimensión temporal en la que se desenvuelve es el Futuro, nada puede hacerse
sobre el pasado y el presente solo es punto de partida para lo porvenir.

El tamaño del Creyente es proporcional a su creencia, en tanto ésta sea mayor también él es
mas grande. Por eso es necesario evaluar profundamente la naturaleza y la dimensión de
aquello en lo que se cree. Por otra parte, en tanto mayor la dimensión de aquello en lo que se
cree, mayor es la humildad del Creyente, mayor su capacidad de medirse honestamente y
mayor su respeto hacia las poderosas energías que gobiernan sus circunstancias.

Se debe reflexionar profundamente sobre las cosas en las que se cree porque de ellas depende
la Calidad de vida que se encontrará adelante.

Es necesario, pero no es suficiente, Creer en uno mismo, debe también creerse en los demás.
Esto no es sencillo pero es indispensable; la caminata no puede hacerse en solitario. El
hombre solo es una de las criaturas más indefensas de la naturaleza y es también una de las
más carentes, porque con éste solo hecho demuestra su incapacidad de “ser” también para
otros. Creer en los demás y recibir de ellos lo que se espera y se necesita es producto de haber
dado mucho y de muy buena calidad. El Creyente ha sembrado en los demás aquello que
ahora demanda y que ahora recibe para encarar con ventaja la adversidad. Sembrar en los
demás lo que se quiere recibir de ellos es otra de las tareas que tamiza dramáticamente la
categoría de los creyentes. Pocos pueden hacerlo y aún menos lo pueden sostener durante el
largo y accidentado camino que representa la vida.

Todo lo que el Creyente profesa se manifiesta en Positivo, no existe margen para lo negativo.
El Creyente genuino (porque hay mas creyentes falsos de lo que se pueda imaginar), piensa
en positivo, actúa en positivo y soporta la adversidad, el fracaso y la perdida en Positivo. Éste
es otro factor que califica la categoría porque no es sencillo de practicar. Es cierto que el peso
de la vida es infinitamente mayor sobre el cuello de una persona que sobre una hoja de papel
como ésta; pero ello no desmerece la afirmación: si el Creyente no se desenvuelve en
Positivo le quita poder a la propia creencia, dado que es necesario CREER que las cosas
suceden para bien porque uno mismo actúa bien. Lo negativo es como una corriente de
agua que surca por el cauce que el propio hombre establece, y si se le brinda espacio en el
dominio de la creencia, allí ingresa y lo inunda todo. La persona negativa no solo es producto
de pensamientos pesimistas que emergen de un cálculo “objetivo” de las probabilidades, es
también una víctima bastante consciente de sus propios actos negativos, los cuales difieren
mucho de los “errores”. Estos últimos se cometen siempre y no tienen nada que ver con la
actitud Positiva o negativa, son elementos naturales de la vida. Un acto negativo es otra cosa
porque trae aparejada una consecuencia negativa. El Creyente debe tener la firme
convicción que los actos de bien solo producen buenos resultados y de allí debe emerger su
seguridad granítica de VIVIR en Positivo. CREER esto último es parte esencial de
reconocerse Creyente.
Por último el Creyente hace uso sin pausa del arma más poderosa que le está reservada a los
pocos y selectos que se incluyen en la categoría: la gratitud. Para el Creyente la gratitud es
un arma, no es sólo una actitud, constituye el combustible que lo acerca al objetivo, la
energía que lo vigoriza en el proceso, el alma que soporta el sacrificio y el esfuerzo. La
gratitud es, además, remedio maravilloso contra la adversidad.
El Creyente dice mil veces Gracias por cada vez que se pregunta ¿Por qué me sucede esto?
El Creyente dice Gracias cuando algo salió mal porque de ello debe extraer alguna enseñanza,
algún correctivo. El Creyente grita Gracias ante el fracaso y así lo anula, porque de ésta
forma le priva de poder. El Creyente entiende que solo gana quien sabe perder y por ello da
Gracias en uno y otro caso. El Creyente sabe que la Victoria solo le está reservada a quien
conoció la derrota y por ello da Gracias en uno y otro caso. El Creyente anuncia a los cuatro
vientos su gratitud porque sabe que al poder hacerlo está con vida… y si hay vida existe
oportunidad para volver a pelear por lo que se Cree.

Por eso el Creyente ama profundamente la Vida, porque esta le ha demostrado, una y otra
vez, que tras cada noche oscura y fría siempre sale el Sol.

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