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Derrida Jacques, “La farmacia de Platón”, Madrid, 1997, pág. 114
natural al ser humano y no, es más, que solo un artificio externo que hago como
propio. La cita con la que me quedo de “el monolingüismo del otro” es: “Puesto
que los fenómenos que me interesan son justamente los que desdibujan esas
fronteras, las atraviesan y por lo tanto hacen aparecer su artificio histórico,
también su violencia, es decir las relaciones de fuerza que se concentran y en
realidad se capitalizan en ellas hasta perderse de vista.”2, Derrida en este texto,
analiza al lenguaje vivo más que escrito, en el caso mismo de un francés que
habla francés y sin embargo reconoce que esa lengua donde “mora y había” es la
propia pero “no es suya”, Derrida nos dice aquí, que no hay algo así como una
“lengua materna” no hay una lengua “Madre” absoluta que no esté dependiendo
de la metafísica para actuar, o que no dependa de siempre reconocerse como en
superposición contra otra lengua diferente, las palabras y el lenguaje entonces no
sería jamás un absoluto, ni natural, ni inherente al hombre, es tan solo un artificio
del cual olvidamos origen y que aceptamos como natural e inherente.
2
Derrida Jacques, “El monolingüismo del otro”, Buenos Aires, Ediciones Manantial, 1997, pág. 33.
2) Barthes en la lección inaugural de la cátedra de semiología lingüística impartida
en el Collage de France, pone al lenguaje como legislación y a la lengua como su
código, nos dice que hay un poder existente en la lengua, el cual no vemos, porque
olvidamos que toda lengua es clasificación, y toda clasificación es opresión, es
decir, la lengua como ejecución del lenguaje, es siempre fascista, ya que este
consiste menos en lo que permite decir, que en obligar a decir ciertas cosas, aquí
Barthes se detiene y da ejemplos en la lengua francesa, (por cierto, se refiere a
estos como groseros), no dice que. “ Estoy obligado a ponerme como sujeto antes
de enunciar la acción que no será sino mi atributo: lo que hago no es más que la
consecuencia y la consecución de lo que soy; de las misma manera, estoy siempre
obligado a elegir entre el masculino y el femenino, y me son prohibidos lo neutro o
lo complejo” (Barthes, 1977, p. 119), se sigue pues, que la lengua está al servicio
del poder en el momento en que es enunciada, en esta enunciación hay
simultáneamente dos rubricas presentes que se reúnen en el sujeto de la
enunciación, por una parte, la lengua es inmediatamente asertiva: esta tiene un
poder de comprobación, por otra, aquellos signos de los que se compone la lengua
coexisten solo en función del reconocimiento, esto es, la repetición de los mismos,
el signo es seguidita, gregario y, en cada signo duerme un monstruo, o sea, un
estereotipo, “Nunca puedo hablar más que recogiendo lo que arrastra la lengua.”
(Barthes, 1977, p. 121), se recoge y se sostienen las dos rubricas antes
mencionadas, me rindo ante la lengua imponente que me obliga a reproducir, a ser
esclavo, me rindo frente a las verdades establecidas que me asignan un código que
debo seguir.
Son estas dos rubricas las que presentan este gran problema, es decir, ¿cómo
hacer uso de la lengua, por fuera del poder? - cuando esta no tiene un afuera- ¿qué
hacer?, según Barthes: “sólo nos resta, si puedo así decirlo, hacer trampas con la
lengua, (Barthes, 1977, p.121), a esta magnífica engañifa Barthes llama literatura,
esta deconstrucción solo se puede dar dentro del propio lenguaje, siguiendo a las
fuerzas de libertad que se encuentran en la literatura, estas son tres, designados
con conceptos griegos, primeramente esta la Mathesis,, esta nos dice que literatura
no fetichiza ni fija ningún saber, es más, los hace girar, les otorga un lugar indirecto,
lo cual, se traduce en posibles saberes, que dan movilidad a la literatura, esta no
tiene un fin, aquí lo que verdaderamente importa es la reflexión que se da en
lenguaje, ya no hay solamente enunciación e instrumentalización del lenguaje, a
esto, le sigue el concepto Mímesis, esta fuerza es la de la representación de lo real,
dentro del orden del lenguaje, esta relación presupone un abismo presente entre los
dos, ya que no coincide lo pluridimensional (lo real), con lo unidimensional (el
lenguaje), es esta imposibilidad topológica, a la cual, la literatura jamás quiere
someterse, es esta misma la que germina la función utópica, ese obcecar y
desplazarse, es una forma de jugar con el poder; Por último, la tercera fuerza de la
literatura, es la semiótica, la cual actúa sobre los signos, sin destruirlos, sabe sus
funcionamientos, es por esta razón, que es capaz de constituir en el seno mismo
de la lengua servil, una heteronimia de las cosas; Estas tres son las fuerzas de
libertad que se encuentran en la literatura y que forman la resistencia a ese lenguaje
provisto de violencia que intenta obligar a permanecer bajo sus límites fronterizos.