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Ratto Los indios y la revolución en el Río de la Plata

Durante los movimientos independentistas que se produjeron en los dominios españoles de


América del Sur, tanto realistas como revolucionarios buscaron la participación de la
importante población indígena que había sido incorporada coercitivamente al sistema colonial
como fuerza de trabajo. En México el movimiento de 1810 liderado por Hidalgo y Morelos se
caracterizó por ser multiétnico y multiclasista y devino rápidamente en una guerra de
guerrillas y en el Alto Perú se produjo la constitución de grupos guerrilleros conformados por
criollos, mestizos e indígenas que se dedicaban especialmente a cortar el paso para el avance
de las tropas del rey y facilitar el movimiento de los grupos insurgentes. Pero existían también,
en las zonas periféricas del dominio español, amplios espacios bajo el control de grupos
indígenas soberanos que se relacionaban activamente con las poblaciones hispano criollas. El
objetivo de este trabajo es complejizar esta imagen mediante el estudio sobre el impacto que
produjo la revolución entre las poblaciones nativas soberanas del Chaco y la Pampa. Nuestra
hipótesis es que los indígenas participaron en el movimiento independentista pero que dicha
intervención tuvo móviles muy diversos y que sólo en algunos casos se vinculó con los
proyectos políticos de los grupos patriotas y/o realistas. Esta diversidad tiene su explicación en
varios aspectos. En primer lugar, los espacios indígenas soberanos estaban habitados por
varios grupos vinculados entre sí por relaciones de alianza pero también de conflictos. En el
último caso, como se había probado desde el proceso de conquista, la asociación con fuerzas
hispanocriollas representaba una ventaja estratégica importante para enfrentarse con sus
enemigos. En segundo lugar, las sociedades indígenas tenían una política de relaciones
diplomáticas muy diferente de la europea. Mientras la segunda basaba su diplomacia en la
tratadística y en el cumplimiento de los textos firmados, la primera tenía una tradición oral y
ágrafa donde valía mucho más la palabra empeñada que un papel escrito, por otra parte, en
un idioma desconocido. En tercer lugar y como síntesis de los puntos anteriores, en los
espacios indígenas chaqueño y pampeano existían varios espacios fronterizos en los que se
relacionaban distintos grupos nativos e hispano criollos. Y si bien existían políticas indígenas
generales tanto coloniales como más tarde republicanas, las condiciones locales de cada
espacio podían dar resultados diferentes.

A comienzos del siglo XIX el territorio indígena soberano que se extendía al sur del Virreinato
del Río de la Plata tenía límites muy imprecisos debido a que la línea fronteriza-marcada por
una serie de fuertes y fortines-reflejaba bastante mal la separación entre uno y otro espacio
debido a que, la expansión espontánea de los pobladores había desvirtuado en gran parte ese
límite oficial. Por eso, el espacio indígena comenzaba a partir de los últimos asentamientos
hispanocriollos en las distintas jurisdicciones virreinales y se extendía hacia el sur y el este
hasta la costa atlántica y hacia el oeste, hasta el Pacífico. Este gran espacio a ambos lados de la
cordillera de los Andes estaba habitado por diversos grupos que, desde tiempos prehispánicos,
mantenían contacto entre sí que se incrementó notablemente luego de la conquista
incentivado por la aparición de nuevas especies animales y bienes europeos que comenzaron a
circular rápidamente por el espacio indígena. Si los triunfos de Chacabuco y Maipú en 1818
lograron el control del territorio chileno hasta el río Bío Bío esto no significó el fin de la guerra.
A partir de entonces la resistencia realista se concentró en el sur e involucró a gran parte de las
agrupaciones indígenas. La presión patriota sobre estas fuerzas llevó a que desde inicios de la
década de 1820 algunos grupos mixtos de españoles e indígenas cruzaran la cordillera
estableciéndose en las amplias planicies del este. Pero los objetivos de estos aliados no eran
idénticos. Los primeros trataban de mantener la oposición hacia el régimen patriota
establecido en Santiago esperando recomponer fuerzas y, paralelamente, llevar sus acciones
sobre provincias del ex virreinato del Río de la Plata para obtener recursos. Para los segundos,
la alianza significaba contar con el auxilio de fuerzas militares españolas para lograr sus propios
fines: apoderarse de zonas estratégicas en la pampa. En síntesis, a fines de la colonia, las
relaciones interétnicas con los grupos indígenas del Chaco, si bien no se caracterizaban por la
conflictividad, distaban de haberse consolidado en un esquema que asegurara la paz. En el
frente tucumano salteño, la reactivación del comercio con el Alto Perú incentivó el avance de
los hispanocriollos sobre tierras fronterizas a través de distintas estrategias: obtención de
mercedes, compra de parte de las tierras de las misiones y ocupación espontánea de los
pobladores. A la vez, la estrecha relación que se había establecido entre las poblaciones
indígenas reducidas en misiones y pueblos y la sociedad hispanocriolla había provocado un
lento pero constante abandono de éstos y el establecimiento de los naturales en las haciendas
fronterizas.

Luego de 20 años de iniciado el proceso revolucionario los espacios indígenas soberanos de


Chaco y Pampa seguían atravesados por conflictos muy diversos, no todos vinculados con la
lucha independentista. Es por ello que consideramos que la guerra revolucionaria y los
enfrentamientos civiles que se sucedieron deben entenderse, desde la perspectiva indígena,
como un período continuado en el que los grupos hispanocriollos enfrentados buscaron el
apoyo indígena apelando a distintas estrategias de captación. Pero los que buscaban la alianza
indígena eran conscientes de sus riesgos. La imposibilidad de realizar acciones coordinadas, las
formas distintas de hacer la guerra, la búsqueda de ganado y cautivos por parte de los indios
convertía a estas alianzas en un arma de doble filo: exitosas en el sentido de aportar eficaces
soldados para una lucha de guerrillas como la que se desarrolló en esos años, era muy difícil
contener lo que se consideraban "excesos" por parte de la población afectada a sus ataques.
La alianza indígena, en definitiva, era el último recurso utilizado cuando las fuerzas regulares y
milicianas no lograban hacer frente a los ejércitos contrarios. Haciendo un balance del impacto
de la revolución y la guerra civil en los grupos indígenas soberanos podemos identificar tres
estrategias diferentes por parte de los líderes nativos. 1) En aquellos espacios en donde la
relación diplomática se había consolidado provocando la inserción de algunos grupos
indígenas en la estructura colonial -a través de la percepción de sueldos por parte de los
caciques, de la incorporación de algunos grupos en circuitos de intercambio locales y
regionales, etc.-, la guerra revolucionaria tuvo un impacto inmediato y directo. Así, en la
Araucanía, hubo un masivo movimiento a favor de los realistas por parte de los principales
caciques que temían perder los privilegios establecidos a lo largo de los últimos años de la
colonia. De todos modos, esto no impidió que algunos líderes relacionados de manera
personal con destacados oficiales patriotas decidieran su alianza con el grupo revolucionario.
2) Una segunda alternativa se dio entre grupos indígenas con quienes el contacto diplomático
se había limitado al establecimiento de algunos puntos que regularan la relación, por ejemplo,
el canje de cautivos y la entrega de prisioneros, el permiso de intercambio mutuo y/o vagas
declaraciones de ayuda militar mutua. En la medida en que los nuevos gobiernos ratificaran las
medidas anteriores, el contacto interétnico podía mantenerse sin mayores cambios. En estos
casos, las alianzas que intentaron establecer tanto patriotas como realistas con algunos grupos
nativos debieron incluir otro tipo de condiciones, apelándose a relaciones personales de
confianza ya existentes con los caciques y a la oferta de beneficios concretos por su
participación en la lucha independentista. Esto podría explicar el devenir de los pehuenches,
que tenían una larga relación con las autoridades españolas de Mendoza. Aun cuando el
peligro del avance realista después de Rancagua derivó en la prohibición del comercio con
quienes habían sido sus habituales clientes del otro lado de la cordillera, la posibilidad de
convertirse en proveedores de otro mercado sumamente importante como el Ejército de los
Andes, pudo haber decidido a gran parte de sus caciques a mantener la alianza con las
autoridades mendocinas aunque éstas fuera ahora patriotas. También puede ser el caso de la
frontera chaco-salteña donde grupos indígenas parecen haberse insertado en algunas
unidades productivas -como mano de obra estacional y/o permanente- con anterioridad al
periodo revolucionario. 3) Finalmente, la estrategia más general fue la de un extremo
desmembramiento de los grupos indígenas en sectores dispuestos a aliarse con el interlocutor
que ofreciera mejores condiciones para la alianza. Este devenir se produjo en aquellos
espacios donde la relación diplomática no estaba demasiado consolidada como la frontera
bonaerense y del sur santafesino con respecto a los indígenas de pampa y del litoral correntino
y santafesino con respecto a los indios chaqueños. En estos espacios los líderes nativos
diseñaron su política en función de los beneficios concretos que podía ofrecer cada uno de los
bandos en pugna ya fueran realistas/patriotas, directoriales/antidirectoriales o
federales/unitarios. Entre esos beneficios se contaba como el más importante el
mantenimiento de circuitos de intercambio ya sea a través del establecimiento de relaciones
comerciales con los nuevos poderes criollos o mediante la posibilidad de apropiación de
ganado que sería, a su vez, comercializado en otras partes. Pero, para definir esas alianzas era
necesaria la existencia de interlocutores confiables en el mundo hispanocriollo. Dicho de otra
manera, las alianzas no se hacían en apoyo a tendencias políticas que no tenían incidencia
directa en las opciones de los caciques sino que éstas se definían por las relaciones personales
que existían con algunos personajes hispano criollos que, a su vez, ofrecían a los caciques
beneficios por la alianza: ayuda militar para defenderse de sus enemigos, fuerzas auxiliares
para encarar expediciones de apropiación de ganado, etc. Por tal motivo, su incorporación a
uno de los bandos en pugna no significó el compromiso con una posición política determinada
sino el auxilio como fuerzas militares que operaban según sus propios objetivos.

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