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A comienzos del siglo XIX el territorio indígena soberano que se extendía al sur del Virreinato
del Río de la Plata tenía límites muy imprecisos debido a que la línea fronteriza-marcada por
una serie de fuertes y fortines-reflejaba bastante mal la separación entre uno y otro espacio
debido a que, la expansión espontánea de los pobladores había desvirtuado en gran parte ese
límite oficial. Por eso, el espacio indígena comenzaba a partir de los últimos asentamientos
hispanocriollos en las distintas jurisdicciones virreinales y se extendía hacia el sur y el este
hasta la costa atlántica y hacia el oeste, hasta el Pacífico. Este gran espacio a ambos lados de la
cordillera de los Andes estaba habitado por diversos grupos que, desde tiempos prehispánicos,
mantenían contacto entre sí que se incrementó notablemente luego de la conquista
incentivado por la aparición de nuevas especies animales y bienes europeos que comenzaron a
circular rápidamente por el espacio indígena. Si los triunfos de Chacabuco y Maipú en 1818
lograron el control del territorio chileno hasta el río Bío Bío esto no significó el fin de la guerra.
A partir de entonces la resistencia realista se concentró en el sur e involucró a gran parte de las
agrupaciones indígenas. La presión patriota sobre estas fuerzas llevó a que desde inicios de la
década de 1820 algunos grupos mixtos de españoles e indígenas cruzaran la cordillera
estableciéndose en las amplias planicies del este. Pero los objetivos de estos aliados no eran
idénticos. Los primeros trataban de mantener la oposición hacia el régimen patriota
establecido en Santiago esperando recomponer fuerzas y, paralelamente, llevar sus acciones
sobre provincias del ex virreinato del Río de la Plata para obtener recursos. Para los segundos,
la alianza significaba contar con el auxilio de fuerzas militares españolas para lograr sus propios
fines: apoderarse de zonas estratégicas en la pampa. En síntesis, a fines de la colonia, las
relaciones interétnicas con los grupos indígenas del Chaco, si bien no se caracterizaban por la
conflictividad, distaban de haberse consolidado en un esquema que asegurara la paz. En el
frente tucumano salteño, la reactivación del comercio con el Alto Perú incentivó el avance de
los hispanocriollos sobre tierras fronterizas a través de distintas estrategias: obtención de
mercedes, compra de parte de las tierras de las misiones y ocupación espontánea de los
pobladores. A la vez, la estrecha relación que se había establecido entre las poblaciones
indígenas reducidas en misiones y pueblos y la sociedad hispanocriolla había provocado un
lento pero constante abandono de éstos y el establecimiento de los naturales en las haciendas
fronterizas.