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El artículo estudia el tema del amor en las cartas auténticas de Pablo (Rm, 1-2 Co,
Ga, Flp, 1 Ts, Flm). Y lo hace desde la perspectiva del acontecimiento mesiánico,
centro vertebrador de la reflexión teológica y de la actividad misional de Pablo. Su
primera parte está dedicada al amor liberador mesiánico, esto es, a la gran acción
salvadora que el Dios del amor incondicional ha realizado por medio de Jesús, su
agente mesiánico.
En un primer apartado se estudian los textos paulinos sobre el principio del amor en
cuanto nueva norma mesiánica, fundada en la “proexistencia” del mesías Jesús,
muerto en cruz en favor nuestro. Y en un segundo apartado se aducen los diversos
textos paulinos que presentan el amor efectivo como centro configurador de las
múltiples manifestaciones de la vida de la comunidad mesiánica, concluyendo con
el precioso encomio del amor en 1 Cor 13, un probable alargamiento de la escuela
paulina posterior.
1
Deus Caritas Est, 1.
2
Deus Caritas Est, 12.
1. El amor liberador mesiánico
La terminología determinante en las cartas de Pablo sobre el amor es el sustantivo
agape («amor»: 47 veces en las cartas auténticas), el verbo agapao («amar»: 17
veces en las cartas auténticas) y el adjetivo agapetos («amado»: 19 veces en las
cartas auténticas)3
No son pocos los textos paulinos que emplean la terminología de “amor/ amar” para
referirse a la acción liberadora mesiánica. Pero quizá el más detenido y también el
más poderoso es el de Rm 8,31-39, con el cual Pablo concluye una importante
sección de su última carta, la dirigida a la comunidad de Roma.
Con una gran exaltación emotiva, que queda reflejada en el elevado tono hímnico
del texto, se afirma enfáticamente la certeza de la victoria definitiva sobre los
poderes amenazantes, porque su garantía está ya dada en el amor de Dios
manifestado en el acontecimiento liberador de la muerte y resurrección del mesías
Jesús.
Cuadra con ese interés la forma singular del texto. Está construido al estilo de una
disputa forense: las preguntas expresan la acusación amenazante que pesa sobre
la existencia humana, mientras que las respuestas tienen la forma de afirmaciones
enfáticas que hacen absurda la misma cuestión. Después de la pregunta retórica
inicial (v. 31a), el texto está estructurado en cuatro series de preguntas con sus
consiguientes respuestas: a) el Dios “en favor nuestro”, demostrado en la muerte
salvadora del mesías, frente a todo tipo de oposición (v. 31b-32); b) el Dios que
“justifica”, frente a toda posible “acusación” (v. 33); c) el Señor mesiánico muerto y
resucitado, y ahora intercesor celeste, frente a toda posible “condena” (v. 34); d) la
seguridad del “amor” de Dios demostrado en Cristo Jesús, frente a todo tipo de
amenaza (v. 35-39) .
31 ¿Qué podemos añadir?
Si es que Dios está a nuestro favor,
¿quién podrá estar en contra nuestra?
32 Él es el que no escatimó a su propio Hijo,
sino que lo entregó por todos nosotros.
¿Cómo no nos va a regalar, entonces, todo lo demás,
junto con ese don de su Hijo?
33¿Quién acusará a los elegidos de Dios?
Dios es quien los justifica.
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EL AMOR EN LAS CARTAS DE PA BLO Senén Vidal García Estudio Teológico Agustiniano
de Valladolid cauriensia, Vol. II, 2007 – 157-178, ISSN: 1886-4945
34¿Quién los condenará?
Cristo Jesús, el que murió,
más aún, el que fue resucitado,
es precisamente quien está a la derecha de Dios,
y quien intercede por nosotros.
35 ¿Quién nos separará del amor (agapes) de Cristo?
¿La aflicción, la angustia, la persecución,
el hambre, la desnudez,
el peligro, la espada?
36 Asísucede de hecho, conforme a lo escrito:
Por tu causa se nos mata durante todo el día:
se nos consideró como ovejas para la matanza.
37 Detodo eso nos hace salir plenamente victoriosos
aquel que nos ha amado (agapesantos).
38 Estoy seguro de que
ni la muerte ni la vida,
ni los ángeles ni las potestades,
ni lo presente ni lo futuro,
ni los poderes,
39 ni las alturas ni los abismos,
ni ninguna otra criatura
podrán separarnos del amor (agapes) de Dios
en el ámbito de Cristo Jesús, Señor nuestro.
Los testimonios más importantes sobre ese tipo de tradición los encontramos en las
cartas de Pablo, ya que se trata de los escritos cristianos más antiguos. Pablo
mismo, en cuanto miembro destacado de las comunidades cristianas helenistas de
los primeros tiempos, contribuyó también de seguro a la configuración de esa
tradición. Pero, sobre todo, contribuyó a su desarrollo y a la explicitación de sus
virtualidades. La muerte salvadora del mesías se muestra efectivamente en las
cartas paulinas como una de las claves del proyecto teológico y misional de Pablo
.4
El motivo está insinuado en la forma teológica de entrega, es decir, con Dios como
sujeto, en Rm 8,32, al comienzo del texto citado anteriormente, en donde se realza
la entrega del “propio Hijo” por parte de Dios:
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EL AMOR EN LAS CARTAS DE PA BLO Senén Vidal García Estudio Teológico Agustiniano
de Valladolid cauriensia, Vol. II, 2007 – 157-178, ISSN: 1886-4945
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Biblia de Jerusalén
En cuanto a mi vida mortal presente, la estoy viviendo desde la fe en
el Hijo de
Dios, que me amó (tou agapesantos) y se entregó a sí mismo por mí6.
Pero el motivo del amor está especialmente desarrollado en la tradición que aplica
a la muerte del mesías la categoría de la reconciliación, derivada probablemente de
la práctica social y política helenista de la reconciliación o pacificación entre dos
comunidades o dos individuos.7
También parece adecuado el alargamiento de esa tradición con el motivo del amor,
ya que este señala la convivencia social básica a la que sirve precisamente la
práctica de la reconciliación, que convierte a los enemigos en amigos. Esa metáfora
de la reconciliación ya se aplicó en el judaísmo al campo religioso de la
reconciliación con Dios.
Pero la gran diferencia entre esa aplicación religiosa del judaísmo y la tradición
cristiana, testificada en los textos paulinos, es que en esta Dios no es el objeto de
la reconciliación, como es el caso en aquella, sino el sujeto de ella.
15 Es
decir: murió en lugar de todos, para que los que viven ya no vivan para su
propio provecho, sino para el de aquel que murió y resucitó por ellos.
6
Biblia de Jerusalén
7
S. Vidal, Proyecto mesiánico, 44-46.115-116; y G. Barth, Tod, 113-117; C. Breytenbach,
16 Asípues, de ahora en adelante ya no valoramos a nadie según las categorías
mundanas; y si antes valoramos a Cristo conforme a esas categorías, ahora ya
no lo valoramos así.
17 Esto quiere decir que quien está en el ámbito de Cristo es una nueva criatura:
la realidad vieja ya pasó, ha surgido la realidad nueva.
18 Elorigen de todo eso está en Dios, que nos reconcilió consigo por medio de
Cristo, y nos concedió a nosotros el servicio de la reconciliación.
19 Esto
es: Dios fue quien reconcilió en Cristo al mundo consigo, no tomándoles
en cuenta sus transgresiones, y fue él también quien nos encargó a nosotros la
palabra de la reconciliación.
21 Al
que no tuvo experiencia de pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que
nosotros nos convirtiéramos en justicia de Dios en él.
3. La norma mesiánica
Al igual que el amor liberador fue el origen de la “nueva creación” mesiánica (Ga
6,15; 2 Co 5,17), así también el amor se ha convertido en la nueva norma que rige
la vida en ella21. Pablo la llama expresamente “norma de Cristo” (Ga 6,2),
compendiando en esa expresión toda la exhortación del contexto a una vida de
servicio a los demás en un amor efectivo (cf. Ga 5,13−6,10):
20Y así, con los judíos me comporté como un judío, para ganar a los judíos: con
los que están bajo la ley, como uno que estuviera bajo la ley −no estando yo,
ciertamente, bajo el dominio de la ley−, para ganar a los que están bajo la ley.
21Con los que no tienen la ley me comporté como uno de ellos −no siendo yo un
individuo sin la ley de Dios, sino alguien sometido a la norma de Cristo
(ennomos Christou)−, para ganar a los que no tienen la ley.
22Con los débiles me comporté como un débil, para ganar a los débiles. Me
comporté así en todo con todos, para salvar, en cualquier caso, a algunos. 23 Y
todo eso lo hago por causa del anuncio salvador, para hacerme, también yo,
partícipe de sus bienes (1 Co 9,19-23).
Esas expresiones “norma de Cristo” y “sometido a la norma de Cristo” son, con toda
probabilidad, una aguda formulación paulina, que, jugando con el amplio significado
del término griego nomos (“norma”, “ley”), presenta la “norma” de Cristo como el
cumplimiento de la “ley” judía (Ga 5,14; 1 Co 9,21; e implícitamente Rm 8,2-4). Con
el genitivo “de Cristo” se hace referencia a la norma de servicio efectivo demostrada
en la vida y especialmente en la muerte salvadora del mesías, es decir, a la norma
de la “proexistencia”, o existencia en favor de los demás. A eso hacen referencia
numerosos textos paulinos (1 Co 8,11-12; 10,32−11,1; 2 Co 8,9; Flp 2,1-11; Rm
14,15; 15,3.5.7-8):
Bien conocéis el don de nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por
vosotros, para que vosotros os hicierais ricos por medio de su pobreza (2 Co
8,9).
7 Por lo tanto, acogeos mutuamente, como también Cristo os acogió, para que
Dios fuera alabado. 8 Lo que quiero decir es que Cristo se hizo servidor de los
circuncisos para demostrar la fidelidad de Dios, a fin de que se confirmaran las
promesas hechas a los patriarcas (Rm 15,1-3.5-8).
Estos textos paulinos marcan bien la fuerza del amor mesiánico. Porque, según
ellos, el mismo amor liberador del mesías se ha convertido en exigencia de
comunión dentro de la comunidad mesiánica. Eso quiere decir que la nueva norma
de conducta del pueblo mesiánico no es una ley advenediza desde fuera, sino el
mismo evangelio, que proclama como soberano mesiánico exaltado precisamente
al “proexistente”, muerto en cruz en favor nuestro. De este modo, el acontecimiento
mesiánico demuestra su pleno dinamismo, ya que es, al mismo tiempo,
acontecimiento salvador, gozosamente anunciado (“indicativo”), y también
exigencia de vida para la nueva comunidad que lo ha acogido (“imperativo”).
otros. El que ama (agapon) al otro ha dado cumplimiento a la ley, 9 pues los
preceptos no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás, se
compendian en este dicho: Amarás (agapeseis) a la persona cercana a ti como
si fueras tú mismo. 10 El amor (agape) no realiza ningún mal a “la persona
cercana”; por lo tanto, el amor (agape) es el cumplimiento pleno de la ley (Rm
13,8-10).
1 Ahora, pues, ya no pesa ninguna condena sobre los que están dentro del
ámbito de Cristo Jesús. 2 Pues la norma (nomos) del Espíritu de la vida, dentro
del ámbito de Cristo Jesús, te liberó de la norma (nomou) del pecado y de la
muerte. 3 Porque lo que no pudo hacer la ley, impotente a causa de la
naturaleza humana pecadora, lo hizo Dios: él, enviando a su propio Hijo, para
compartir la existencia humana dominada por el pecado y para eliminar el
pecado, pronunció la condena contra el pecado, que dominaba la naturaleza
humana, 4 a fin de que la exigencia de la ley (nomou) pudiera encontrar su
pleno cumplimiento en nosotros, que no vivimos guiados por nuestra
naturaleza egoísta, sino guiados por el Espíritu.
No es de extrañar, entonces, que los textos paulinos señalen al Espíritu como origen
del amor:
22Los frutos del Espíritu, en cambio, son: el amor (agape), la alegría, la paz; la
magnanimidad, la amabilidad, la bondad; la fidelidad, 23 la suavidad, el
dominio de sí (Ga 5,22-23).
Os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor (agapes) del
Espíritu, que participéis en mi combate por medio de vuestras oraciones a Dios
por mí (Rm 15,30).
De acuerdo con la tradición israelita sobre el mandamiento principal, las cartas de
Pablo hablan del amor a Dios y al Señor mesiánico, indicando con ese término la
dedicación de la vida entera al servicio de ellos:
1 Con respecto a “la carne sacrificada a los ídolos”, ya sabemos que “¡todos
tenemos conocimiento!”. Pero el conocimiento provoca el engreimiento; el
amor (agape), en cambio, es constructivo. 2 Quien cree conocer algo sepa que
aún no conoce como ciertamente conoceremos algún día. 3 Pero quien ama
(agapa) a Dios está ya reconocido por él como suyo (1 Co 8,1-3).
Sabemos que todo contribuye para el bien de los que aman (agaposin) a Dios,
es decir, de los elegidos conforme a su designio salvador (Rm 8,28).
Son numerosos los textos paulinos que señalan la vida de servicio guiada por el
principio del amor, sin buscar el propio provecho, sino el de los otros, y renunciando
incluso al propio estatus y a los propios derechos en beneficio del débil. Así se
expresaban varios de los textos ya citados anteriormente en referencia a la “norma
de Cristo” (1 Co 8,11-12; 9,19-23; 10,32−11,1; 2 Co 8,9; Flp 2,1-11; Rm 14,15;
15,3.5.7-8)28. Dentro de ese contexto, es realmente impresionante el contraste
marcado por las frases de Ga 3,13 y 1 Co 9,19 sobre la “libertad” mesiánica que se
realiza precisamente en la “esclavitud” del servicio a todos: