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El narrador viaja desde una ciudad fronteriza de los Estados Unidos al territorio

controlado por Venustiano Carraza y Pancho Villa (“el guerrillero y caudillo militar
formidable”) para informarse de un amigo que es “teniente de las milicias
revolucionarias”. Lo acompañan un médico estadounidense y además periodista al
servicio de diarios yanquis y un cura y coronel. Mr. John Perhaps se llama el primero
y el apellido del segundo, de origen vasco, es Reguera (“uno de los hombres más
raros y terribles que haya conocido en mi vida”).

En efecto, de joven había llegado a México, donde se hizo partidario del Emperador
Maximiliano y más tarde de Porfirio Díaz; cree en la vigencia de las primitivas
deidades aztecas, bebe licor elaborado del maguey y fuma mariguana que ofrece al
protagonista. Durante la travesía, Perhaps se interna hacia el fondo de la selva. Al
acampar obligadamente en un sitio ocupado por las fuerzas revolucionarias, y
mientras el cura duerme, el protagonista presencia, despavorido, en el silencio de
la noche y en medio de una claridad dorada, un sacrificio ritual en honor a
Teoyaniqui (“la diosa mexicana de la muerte”). ¡Perhaps era la víctima! Al día
siguiente, preguntó por el “padre Reguera”, pero le dicen que se hallaba ocupado
fusilando enemigos.

El cuento termina con esta frase, en la que Darío logra la unidad de efecto que
preconizaba Poe: “Vino a mi cerebro, como escrito en letras de sangre:
Huitzilopoxtli”. En realidad, el feroz dios azteca de la guerra, a quien se le
sacrificaban esclavos o prisioneros, era conocido por Darío; no en vano figura en su
“Ode a la France”, escrita el mismo año de 1914 a raíz del inicio de la primera guerra
mundial. Además, recordaba a Huitzilopoxtli en un poema de Giosuè Carducci
(“Miramar” de las Odi Barbare) reencarnado en los soldados que fusilaron a
Maximiliano para vengarse de su lejana derrota ante los súbditos de Carlos V.
Seguramente, este recuerdo inspiró a Darío su cuento, una de las piezas más
admirables y contemporáneas de su quehacer narrativo.

Pese a ello, se le han consagrado escasos análisis. En el suyo Carmen Mora


Valcárcel lo considera “relato fantástico de ambiente realista y texto precursor del
realismo mágico de Hispanoamérica”. Y tiene razón. Ella observa que la secuencia
única de gradación ascendente que es el cuento se divide en dos subsecuencias:
en la primera, correspondiente a la travesía, se acumulan elementos dispersos e
inconexos, para asociarse luego en la segunda subsecuencia, que culmina en la
escena del sacrificio. Acumulación e integración que definen su proceso
estructurador.

Lo fantástico radica al contraponer Darío lo real y lo irreal. Mejor dicho: en el juego


con la ambigüedad que otorga el desenlace, plantea dos alternativas: alucinación
(engendrada por la mariguana) y visión real. Por lo demás, la atmósfera del relato
se traza desde el principio: “El misterio azteca, o maya, vive en todo mexicano por
mucha mezcla que haya en su sangre, y esto es poco” sostiene Reguera en uno de
los diálogos que dinamizan la acción.

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