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Las nuevas ciudades que se crearon en las Indias Occidentales españolas, con una gran
repercusión en el urbanismo del resto América, deben mucho a sus ideas.
La aportación más importante de España al urbanismo de entonces se hace en las Leyes de
Indias, especialmente en la época de Felipe II, con una auténtica normativa urbanística
(Ordenanzas de Felipe II) en la que se legisla sobre la forma que han de tener las ciudades,
desde el trazado, en planta hipodámica, hasta la orientación o el ancho de las calles en
función de las direcciones de los vientos dominantes o el clima de la zona. Se determina si
el lugar es bueno para fundar una ciudad matando animales silvestres y viendo si tienen las
entrañas sanas, lo que significa que las aguas y los aires son sanos. Se dice la situación del
edificio de gobierno, de la iglesia mayor, de la plaza, etc. Y siguiendo esas leyes, en las
Indias Occidentales se hicieron cientos de ciudades.
Con la Ilustración se dio embellecimiento de Madrid y de los Reales Sitios donde de
representaba el poder del monarca, siguiendo el modelo de la corte francesa..
El Prado madrileño sirvió de modelo para otras ciudades, en las que la construcción de este
tipo de paseos fue promovida por las Sociedades de Amigos del País (Campo de San
Francisco en Salamanca, el Espolón en Burgos o Floridablanca en Valladolid).
El urbanismo todavía no había sido adoptado por la escuela de arquitectura de la Academia
de Bellas Artes (fundada en 1752) como una materia importante en la formación de los
arquitectos y, por ello, la dirección de numerosos proyectos correspondió a ingenieros
militares, la mayoría formados en la Academia de Matemáticas y Fortificación de
Barcelona.
Barcelona, durante el siglo XVIII, une a su condición portuaria y comercial el carácter de
plaza fuerte. El ingeniero militar Juan Martín Cermeño ordenó, mediante planos con
manzanas rectangulares y alargadas el levantamiento de viviendas modestas pero
agradables y de buena construcción.
San Sebastián fue bombardeada por Wellington en 1813 y casi destruida en su totalidad. El
proyecto de reconstrucción fue encargado por el ayuntamiento a Pedro de Ugartemendía,
que diseñó una ciudad de trama regular, articulada en torno a una plaza octogonal que sería
el centro de la vida social.
En Madrid, durante el periodo isabelino la Puerta del Sol (véase Historia de la Puerta del
Sol), pasó a convertirse en nuevo centro de la vida urbana, tras el derribo de los conventos
de San Felipe y la Victoria. La Puerta del Sol no sigue el modelo típico de Plaza mayor
española, sin embargo, en esta época se asiste a una revitalización de este modelo tan
característico, interpretado según el gusto clásico de Villanueva o de las plazas mayores
vascas de finales del XVIII. La Plaza Real de Barcelona (1848) y la Plaza Nueva de Sevilla,
siguen este modelo llamado a desaparecer en los nuevos ensanches.
Otro aspecto de importancia en este periodo es a la mejora de infraestruturas básicas, como
el abastecimiento de agua potable, la iluminación pública, la pavimentación o el
alcantarillado. La mortalidad por enfermedades infecciosas era tan elevada que antes de
realizarse los ensanches, la mortalidad de Madrid era cuatro veces superior a la
de Londres o Berlín y la de Sevilla semejante a la de la India.