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Indart, J. C. (2000).

La clínica de la no relación sexual, a propósito


de la Neurosis Obsesiva. (Cap. Compulsión y Pulsión, Obsesión y feminidad pp. 85-154) Colombia: Gelbo

Intentare re-discutir un poco la noción de compulsión –noción tan clara en la clínica de la neurosis obsesiva-, su igualdad o
diferencia, o su articulación con la noción de pulsión, contenida en la expresión co-m-pulsión; señalándoles hasta qué punto Lacan
parece haber iniciado su clínica propia de la NO desde un punto de vista en el que cuesta un poco entender en qué es un retorno a
Freud, o en qué hay una re-lectura de Freud al respeto.

Hay una NO de Freud, donde sacamos las principales conjeturas de la causa y desarrollo de la sintomatología obsesiva; y otra de
Lacan con una terminología propia. No es fácil entrever la conexión con Freud.

El texto de Lacan (un análisis del Hombre de las Ratas) “El mito individual del neurótico”, es un análisis producido por una
inyección de la noción de mito, ya elaborada estructuralmente por Lévi-Strauss.

En sus primeros enfoques sobre la posición del obsesivo, Lacan nos lo hace ver con referencias a Hegel: con énfasis en la
problemática de la muerte, haciéndonos repasar la problemática del Amo y el esclavo. Pero, no es claro como ubicar otros
aspectos de la NO presentes en Freud. En los Seminarios tenemos elementos para ver cómo fue integrando otros aspectos más
freudianos, a su manera de entender esta clínica.

Si vamos a Freud lo que tenemos como hipótesis del elemento causante de la obsesión es la aparición de algo que puede llamar
idea, una representación, que caracteriza como inconciliable, insoportable y compulsiva. Enfatizando con ese término la idea de
que adviene, se impone al sujeto esa idea.

Seguir el modo en que Freud lo detecta-, esto: es como si tuviésemos a un sujeto, un sujeto infantil porque tiene ya un mundo
organizado y lleno de ideas y de representaciones sobre su papá, sobre su mamá, el mundo en que vive, lo que es él como niño,
sobre objetos, tiene ya toda una dimensión pulsional organizada. Hay un sistema de representaciones de las cuales ninguna le es
inconciliable; todas se concilian entre si y por eso le conforman una cierta unidad de su mundo, un orden. Estando así, puede ser a
los 4 años -se ubica en algún momento-, adviene una representación donde –aquí esta lo importante de Freud cuando nos dice
inconciliable- todo el aparato de las representaciones que se tenía, se vuelve Icc, se fractura, porque es inconciliable respeto de
cualquiera de las otras.
En términos de Lacan, sería como si tenemos a un niño que tiene a nivel del Gran Otro, todo el sistema de ideas, con nexos y
relaciones con otras ideas, todo un mundo organizado; este sería el sistema de representaciones conciliable:

Ideas

Representaciones

Y, de pronto viene Una representación o idea que, al aparecer acá, no hay manera de ligarla con ninguna de las otras, y es por eso
que tiene esa característica traumática. Vemos en Lacan que la aparición de esa idea para Freud, inconciliable, insoportable, es
que esto se vuelve un universo Icc. Idea que no hace pareja con ninguna otra idea; una idea sola y para Freud cargada de un
afecto sexual, diríamos con Lacan, de un goce; es una idea que entra con una referencia de goce inconciliable.

Una A

Ideas Ideas

Representaciones

Todo el universo del niño queda desecho ante eso y Freud ve que según cómo se pueda responder a esa idea es lo que funda su
clínica. Esta se constituye solamente con esos términos: dime cómo respondes a esa idea inconciliable y te diré tu tipo clínico,
tenemos esta idea especial –idea que se lleva con cualquier otra idea, una idea sola, inconciliable- y Freud dice: tenemos tres
maneras de responder a eso que configura el ámbito clínico de explicación psicoanalítica (Histeria / NO -neurosis- y paranoia -
psicosis).

Un modo de responder que da la histeria; responder sobre la base de conseguir un mecanismo que reprima esa idea. La NO es un
tipo de defensa ante la idea inconciliable que no opera por represión; de la idea queda una dimensión conciente para el sujeto y
hay que pensar esto con otro término, una suerte de defensa que no es igual que la histeria. Y agregaba la paranoia, no todas las
formas de psicosis; constataba que le hecho de que el desencadenante tenga que ver con una idea insoportable que se impone al
sujeto deshaciendo la estabilidad de su sistema simbólico-imaginario-real, podía abarcar, para la explicación de él, estos tres
grandes grupos clínicos, con tres respuestas distintas, a diferenciar como mecanismo:

- Histeria: represión
- NO: defensa
- Paranoia: rechazo

Hasta acá por compulsión Freud quiere enfatizar una idea que se impone que puede repetirse; no es una sola vez, sino que
adviene y uno puede construir una defensa, pero la defensa nunca debe ser tan perfecta porque puede volver a presentarse esa
idea inconciliable.

Hasta qué punto continúa ese retorno de Lacan a Freud: lo que Freud llama ideas, representaciones, siguiendo a Lacan es algo
que hay que entender como un significante. Y la causa de estas tres grandes defensas es la emergencia de un significante distinto
a los otros, porque no es un significante que se relaciona con otro significante; es un significante que desorganiza todo el universo
de los significantes; es un significante complejo que vale por si mismo y por su característica de introducción, en el aparato
psíquico, de un goce.

En Freud ese significante y el goce del que se trata es sexual en el sentido más cotidiano, que es referido a lo que elabora
después como etapa fálica. Es un significante vinculado a un goce que es la irrupción del significante fálico como tal; en Freud, en
su clínica, es siempre la emergencia de un empuje de goce sexual, estrictamente referido a la relación sexual como tal. A Freud no
le importa que esto aparezca en un niño de 4 años. Se trata de una emergencia de goce genital, que trastorna por completo y que
tiene que ver con una problemática de división de los sexos y de elaboración de una solución posible de eso. (Hans – Ver Lacan).

No es en Freud esta idea de la emergencia de un objeto, en el sentido del objeto pecho o del objeto anal; no es un objeto, es un
significante con una dimensión de goce y a una apelación de goce genital –aunque sepamos que no hay relación sexual, ni
genitalidad; luego lo podría llamar, la emergencia de una pulsión genital.

En la clínica con los niños –Freud registra este tema al nivel del Hombre de las Ratas, como causa ultima y lo busco también en
Juanito- busca el modo en que se presenta el significante inconciliable y se presenta como la emergencia de un goce en el pene,
en la cosita de hacer pipí o en las cosquillas originarias en el Hombre de las Ratas que lo dejaron perplejo, que no sabe qué hacer
con eso y que lo hacen ir a consultar a la madre. La madre del Hombre de las Ratas más gentil que la de Juanito le dijo: “No me
vengas con esas porquerías”.

No es una cuestión vinculada al destete, a problemas de sacudimientos de las fantasías pulsionales, su idea de algo compulsivo,
impuesto, es este significante que parasita el sexo en su parte genital y que motiva angustia sobre la base de que no se sabe qué
hacer con eso, no hay respuesta del Otro para eso. El correlato de esta emergencia es que no hay Otro y que hay que construirle
alguna respuesta.

Esto es la causa fundamental en Freud. Lacan no nos habla nada de esto. Las referencias a NO; el esfuerzo es definir la defensa
misma y su punto constante es indicar que esa defensa es posicionarse en un lugar que resulte garantía de que no va a haber
perturbaciones en ese Gran Otro, posicionarse de un modo en que se haga garante, aval, de que ese Gran Otro, pueda seguir
como Gran Otro y sin sufrir ninguna problemática.

Lacan nos corre un poco la cuestión de la causa, lo que nos dice es que lo que causa toda la defensa seria el punto de vista
freudiano; el obsesivo freudiano con la causa puesta en esta idea inconciliable.

Una A

Ideas Ideas A

Representaciones

Para Freud la clínica de la NO es ideal para estudiar la problemática compulsiva vinculada a esta idea, además porque la defensa
cuando ejerce acá una compulsión. Esa compulsión se defiende de esto al mismo tiempo que la emplea y es por eso que hay una
satisfacción en la compulsión misma, sustituida en otro lugar, pero ligada a la misma idea de la cual con eso uno se defiende.

Lacan no va a empezar a estudiar la compulsión como defensa, la duda o las anulaciones retroactivas, como descripción de
síntomas. No se ha ocupado del síntoma obsesivo y cuando los menciona, los menciona como diciendo: se deducen. El énfasis
esta corrido de lugar en otro punto que es: lo esencial de la defensa es entender el modo en que el obsesivo sostiene un Gran
Otro.
Freud también dice que todo ese Gran Otro se vuelve Icc cuando aparece este significante especial, pero cuando Lacan dice:
tenemos que entender que la defensa es reconstruir ese Gran Otro y el obsesivo lo hace de un cierto modo, estamos en Freud,
pero no vemos bien la problemática de los síntomas. La consecuencia es que el punto para Lacan, que sería realmente la causa
de esa defensa, definida como armar un Gran Otro, es nombrar el deseo del Otro; es decir, lo inquietante, de lo que hay que
defenderse es de la castración del Otro, del deseo del Otro.

A d (A)

No vemos ahí nada del orden de un significante compulsivo, lo que vemos más bien es que, solamente que carezcamos de un
significante ordenador y que aparezcan como signos o señales del deseo del Otro, para que el obsesivo tenga que anular ese
deseo del Otro y constituir otro cerrado, completo.

Cómo articular la cuestión. Se ve por ejemplo el caso Juanito, el análisis de Lacan menciona dos cosas que uno nunca tiene claro:
qué ha determinado la angustia y la solución especial de ese niño al nivel de la fobia. La causa está en la emergencia de las
sensaciones de goce, a nivel de su pequeño cosita de hacer pipí o la aparición de un deseo de la madre, que ya no se completa en
él y que tienen que ver con lo que va a ser el nacimiento de su hermanita. Las dos cosas están ¿son las mismas, se pueden
articular?

Lo crucial de entrada es que hay una falla en el Otro. Todo el tema es el Gran Otro, no pasa nada con las sensaciones de goce del
propio niño; es un problema de aparición del deseo del Otro y la necesidad del obsesivo de armar –hasta con un cuaternario, con
una solución-, parchar esa A barrada (A). Todo el énfasis en Lacan, puesto al nivel de: hay una angustia clave en el obsesivo,
vinculada al deseo del Otro; no soporta ese deseo del Otro, tiene que anularlo y constituir el Gran Otro.

Desde ahí la duda, las postergaciones, todo eso se va a ir entendiendo a partir de esta necesidad fundamental del obsesivo de
constituir otro garante, completo. Es más tardío en Lacan, podemos reintroducir la cuestión de esa idea inconciliable; ¿el énfasis
de Lacan puesto en ese Gran Otro, que correlato podría tener en Freud al nivel de sus definiciones de síntoma obsesivo?*

En el sentido de Lacan entendemos, si el obsesivo, al nivel de su yo, nos va a hablar de sus objetos, cualesquiera, su jefe, sus
chicas, las amigas, la madre, el padre, nos cuenta sus proezas, lo que va a hacer, lo que no va a hacer, etc; todo este material,
fácilmente interpretable y donde el obsesivo puede contar y contar todas las dificultades o relaciones que tiene con los demás y
con sus objetos:

Yo objetos

El obsesivo no está acá, nunca van a dar cuenta de su deseo interpretando acá; lo esencial de su defensa es que él tiene este
desdoblamiento por el cual se instala convirtiendo un A barrado (A) en un A completo. Lacan ubica un narcisismo, un yo, pero no
en la escena de competencia o trabajo con los demás sino que lo instala al nivel del Gran Otro, se identifica con el Gran Otro,
completándolo.

Instalación en A aislamiento φ

el Otro

Yo objetos

*Una idea, como rasgo clínico y constante en Lacan, lo que hace a la defensa obsesiva es no estar nunca en las escenas del
deseo; estar siempre en otra parte, viendo todo desde ese Gran Otro. Todo el nudo insistente inicial en Lacan es ese y no hay
ninguna observación vinculada a la parte compulsiva.

Cómo articular con Freud esto, en la descripción de Lacan, el nudo como tal de la defensa. De ahí la insistencia clínica:
Orientensen en la clínica; es inútil trabajar a este nivel; es necesario abrir acá la cuestión del deseo del Otro, para que el obsesivo
se interrogue sobre qué es lo que lo angustia al nivel de ese deseo del Otro. En Lacan el significante que nombra esa angustia
ante la inconsistencia del Otro y de la que el obsesivo va a tener que situarse siempre ahí entonces como aval, es la muerte; así
que hay un largo periodo donde le da una importancia crucial a la cuestión de la muerte y uno no entiende muy bien en qué se
relaciona eso con la sexualidad freudiana.

Así que tendríamos, el niñito de los escozores entre las piernas de donde podría surgir toda esta defensa y del otro lado, un niñito
que –a él no le pasa nada; no se trata de eso- se angustia porque el Gran Otro se viene abajo sobre la angustia de que existe la
muerte. Es la angustia de la muerte.
Les he mostrado extremos, pero yo creo que lo que Lacan llama acá el nudo de esa defensa es la instalación en el Otro: el
obsesivo se defiende del deseo del Otro con esta instalación en el Otro, a partir de lo cual va siguiendo su vida, medio vivo medio
muerto, siempre en un estado de autocontemplación, no está en la escena sino mirándose siempre en la escena. Esta posición, su
ubicuidad, no estar nunca en el compromiso del deseo.

Esa instalación en el Otro podría ser el nombre en Lacan de una definición de Freud sobre el síntoma obsesivo; primero aparecen
muchos y no es la compulsión sino que es lo que Freud llamo: aislamiento. En “Inhibición, síntoma y angustia” no se queda con
diez miel síntomas obsesivos, nos habla de dos: aislamiento y anulación retroactiva. La descripción en Lacan de la instalación en
el Otro, es acorde con lo que Freud pensó como aislamiento.

El nombre más importante del síntoma obsesivo, su nudo crucial es el aislamiento. Si ponemos acá lo que Lacan llama: hacerse el
aval del Otro, la instalación en el Otro; hay que irse a un lugar, aislarse, borrarse de las escenas, encontrar ese lugar en el que el
obsesivo está solo, con su pensamiento, sus controles y tendríamos en esta explicación de Lacan al aislamiento como un síntoma
que en Freud esta nombrado, pero que si lo articulamos así, le daríamos la máxima consistencia, la tipicidad máxima como
síntoma para definir la NO. A partir de la solución del sintomática del aislamiento, el obsesivo pueda empezar a trabajar los
distintos problemas de su mundo.

Una descripción del aislamiento de Lacan, la manera de definir la posición del obsesivo en su deseo en “Función y campo de la
palabra”, para indicarnos en qué consiste la defensa del obsesivo: “el obsesivo arrastra en la jaula de su narcisismo los objetos en
que su pregunta se repercute, en la coartada multiplicada de figuras mortales y domesticando su alta voltereta, dirige su homenaje
en vivo hacia el palco donde tiene él mismo su lugar: el del Amo que no puede verse”.

Trataba de definir, del modo más estructural, en qué consiste esa posición. Con una metáfora de circo, en el modo en que el
obsesivo planea sus deseos y nos habla de su relación con los objetos, una relación de una cierta tensión, que ser un domador de
fieras de circo lo ejemplifica. Su mujer debe ser una fiera porque está que lo ataca, el jefe debe ser otra fiera, todo lo que habla
tiene esa tonalidad de quien gana a quien y de un estilo de domesticar fieras. Hace de eso un rasgo clínico general de todo lo que
está dentro de esa jaula y en eso va bien la metáfora del domador.
Tener fantasías de deseo, en un sentido dominador o de domador de fieras, no hace al obsesivo, pueden estar en distintos
cuadros clínicos. Lo que ya va tipificando acá al obsesivo es que lo que interesa en esa relación a esos objetos de deseo, es
llevarlos siempre a un límite extremo que, para Lacan seguía siendo llamado las figuras mortales.

Puede ser lo mismo con una chica, con los objetos que quieran; su manera de articular esa reacción tiene esa marca que Lacan
llama ahí: la alta voltereta, buscar el riesgo, un extremo máximo que se presenta mucho como riesgo de muerte. Un riesgo
vinculado a una suerte de todo o nada.

Pero en el instante ultimo en que su propio deseo lo lleva a lo que sería dominar a la fiera, cuando ha conseguido con su látigo
dejarla un poco quietita y pasando por unos riesgos que ni se imaginan, domesticar quiere decir que cede en algo ahí y aparece
otra cosa, sorpresiva que no tenía nada que ver con el gusto por domar fieras y que dirigir todo lo hecho en homenaje a alguien
que tiene que estar en el publico; a titulo de figuras diversas, puede ser la mamá, puede ser el papá, el gran contratador de
domadores de circo, puede ser la historia universal y donde Lacan dice: en última instancia lo que tiene es él mismo su lugar, su
identificación puesta en ese punto: la de un Amo que vería toda la situación –en la terminología hegeliana- y que no se ve.

Es muy difícil verlo, nunca se ve porque cuenta toda esa relación con los objetos y para lo cual muchas veces hay que escuchar
mucho las fantasías de deseo de los obsesivos. El punto clave está en este punto donde cede algo pero a los fines de obtener ese
lugar en el público que, representa en la metáfora muy bien, el campo del Gran Otro. Para Lacan estaba ahí la intriga del obsesivo
como tal; lo que más le importa es averiguar si él tiene un lugar en el Gran Otro y que se garantice ese lugar, es que le interese
domar fieras que son un medio para averiguar si obtiene ese puesto en el palco.

Visto así se entiende porque Lacan no fuese alguien dispuesto a decir: Usted dijo que esta domando un tigre, ¿Qué se le ocurre
con tigre? El obsesivo puede contestar: se me ocurren muchísimas cosas… y Lacan dice: perdemos el tiempo porque el punto no
está ahí. Se nos escapa porque él está en otra parte, contemplando desde el palco, desde ese lugar invisible del Gran Otro, todo
eso que cuenta de él mismo.

El aspecto compulsivo es retomado por Lacan en el “Seminario 8”, da una nueva enseñanza sobre la NO. El aislamiento es estar
en el palco y ya en otra parte que donde transcurren sus deseos. Lacan presenta un símbolo (un significante distinto a los demás).
Retoma la cuestión de esta idea compulsiva freudiana y la llama Gran Phi (Φ). El estatuto de significante solo, significante que no
hace cadena con los demás, significante de goce y de repetición, de un tipo de goce –el Uno fálico-. Hay Uno que es el Gran Phi,
el Uno fálico.

Tenemos ahora el nombre de dónde está la causa de toda esta defensa obsesiva y que es la presencia del deseo –llamado
después presencia de un goce y que es por la repentina aparición de ese significante: Gran Phi. Ocurre que además el obsesivo
no cae en división subjetiva ante eso como es la represión histérica, cuando aparece Gran Phi la solución histérica es decir:
¿Quién apareció? ¿Quién? No me di cuenta, no vi, soy una boba, nunca me entero de nada ¿no sé, de qué se trata?

En la defensa obsesiva no hay esa división subjetiva y represión de ese significante, hay un paso del enigma de ese goce, de ese
significante a la conciencia y el obsesivo se hace una versión de ese Gran Phi. Otra idea: la parte crucial de la defensa del
obsesivo es que se identifica a ese significante bajo una forma imaginarizada y esto es lo esencial: se identifica a su función de
totalización, a su función de equivalente general.

¿En qué sentido, identificado a eso, el obsesivo también produce aislamiento? Si el síntoma esencial es el aislamiento, es como
decir: ¿Cómo aplico el aislamiento al problema del significante fálico o real, el Uno fálico, con su compulsión repetitiva? La solución
es tomar un aversión de ese falo, con la que me puedo identificar, una versión imaginaria, pero dándole el valor de un para todos,
de un elemento que no está en el mismo plano que los demás, sino es que el los demás ordena a todos los demás.

φ (objetos…)

Φ … Φ …

Lacan señala que la defensa obsesiva tiene que solucionar ese Phi, que pasa a la conciencia como en una versión degradada,
como un pequeño phi, no el de los rasgos atractivos, fetichisticos, ni el phi de ser falo de las chicas ni nada por el estilo, sino el phi
como equivalente general. Algo se va a poner entre paréntesis, todos los otros objetos que son falicizados por el obsesivo y aquí
podemos entender otra fase de la clínica de la obsesión que no es solo la postergación, la duda, estar siempre en otra parte.

El significante ratas que el Hombre de las Ratas manejaba como un equivalente general, como un dinero fálico y que es la parte
del obsesivo en que todo lo hace ecuación. Es una parte en que se cree muy vivo el obsesivo donde él tiene la clave de todo, todo
es falo. Ejemplo: una versión dinero, todo es dinero, cuanto tienes, cuanto vales, o todas las mujeres, todas lo que quieren es
hacer el amor, la jerga de esta posición de los obsesivos se vuelve más obscena en general, una defensa muy bien hecha, su
saber constante, su proeza, la manera en que manejan las fieras, es decir que saben que todo es falo.

Toda esta dimensión es: estoy con dudas y postergo, pues si tuviese la garantía, pero como no me animo para él todo valor fálico y
no puede haber nada fuera de ese valor fálico con el que él está identificado. Él es ese phi, pero en una función lógica, la de
constituir un para todo.

Para el obsesivo no es tanto un problema de que tenga el falo sino que quiere serlo. Pero no de cualquier manera, es un ser el falo
como el garante de que el falo, el Gran Phi, es todo lo contrario de una totalización, es un elemento sorpresivo, repetitivo,
insensato, viene o se va.

Hace al aislamiento; identificarse a un falo que no existe nunca en la vida cotidiana, porque para emplear el falo en los deseos, hay
que soportar que es interminable.

La jaula –vamos a la lógica de estos fantasmas, no al despliegue significante- consiste en el sujeto que se sueña con un
instrumento: armas, esto, lo otro, etc. ; y una situación difícil; el sueño consiste, constantemente, en ver que alcance tiene ese
instrumento. En los sueños consiguen, con un recurso, liquidar eso que se presenta que es el Gran Phi; son siempre figuras de
goce, terribles y desgraciado Gran Phi, que todo el tiempo se repite con su efecto inconciliable.

Pero en muchos sueños, al obsesivo se le quiebra el palo; saca un revolver, pero el caño se dobla, entonces no siempre puede en
contra de esa otra figura. Tuve un caso, el “Hombre de los perros”, los tuvo durante años como su enemigo, la presencia del Gran
Phi en su figuración, eran perros acosadores. Fue un momento crucial, cuando trajo sueños de angustia donde, por primera vez,
sus recursos fallaban.

La lógica del Uno y es por eso que Freud podía decir que hay una satisfacción sustitutiva en la compulsión misma. Hay un goce
fálico, de empleo de ese significante fálico, en la compulsión obsesiva, pero con un matiz y es que es el problema de relacionar
ese goce fálico al control del mismo, como un Todo.
Es eso lo que hace que las figuras de la castración, las figuras de ese significante fálico, de ese Uno, aparezcan en formas cada
vez mas superyoicas y exacerbadas y terroríficas y por eso toman tanto el sesgo de las ideas de muerte. No tanto por el tema de
Gran Phi en sí, porque es un símbolo que tiene en si mismo ya la castración en su funcionamiento discreto, con falta, pero la
defensa ante eso es armarse un “gran phi” (φ) con minúsculas, sustituido en empleos, en armas, en manejo del dinero, en manejo
de recursos, de poder o en lo que quieran, a los fines de conseguir su anulación para siempre, crear un Todo donde no vuelva a
aparecer nunca jamás la sorpresa de Gran Phi. Ahí tienen, propiamente, lo que entendemos por compulsión: ese funcionamiento
que nos lleva a las ideas de muerte, de una compulsión que va a terminar en catástrofe y que no es por Gran Phi, sino por darle a
esa lógica del Uno, la lógica del Todo.

Ubiquen en un ejemplo lo compulsivo: “Debo ordenar todos los libros de mi billetera, en orden perfecto, pues si no, no puedo salir a
la calle, tienen que estar los de mayor valor, los de menor valor… ¡ay! Me olvide de alguno, voy a revisar de vuelta, etc.”; u ordenar
a la perfección toda un aserie de objetos en un orden, que la característica es que tienen que ser total.

¿Cómo se hace el ejercicio de esa compulsión? Con ese mismo Uno, Freud dice que hay un goce fálico en la realización –
cualquiera que sean las sustituciones- de esa compulsión; porque hay que hacer uno, uno, uno: “esta va aquí, este va aquí, este
va aquí”. Todo quede ordenado fálicamente, todos con sus puestos de uno y yo desde mi aislamiento, me arrogo la identificación
que niega la castración de conseguir el orden total; conseguir cuentas completas numéricas y que no haya un uno que se escape a
la cuestión.

Hay una satisfacción en la realización de esos fantasmas con esas compulsiones, como un goce fálico, a la perfección, el ejemplo
del goce masturbatorio, misma satisfacción, mismo tipo de goce que está en contar los billetes, en contar las cosas, el mismo
obsesivo puede decir: “Me hago unos rollos con esto, es como masturbarme”; está diciendo que reconoce que es de la misma
índole del goce, del goce fálico, del goce que obtiene en todas esas compulsiones. El aislamiento consigue defenderse del carácter
discreto, incompleto, de la presencia del significante fálico; es el aislamiento que permite desde ahí, defenderse del falo, sobre la
base de todo falo.

Veo la anulación retroactiva como la cara del síntoma de aislamiento, cuando el problema que el síntoma tiene que resolver es el
Gran Phi. La anulación retroactiva no es imaginaria, es el intento de anular un significante y se realiza con significantes, es querer
borrar que haya sucedido algo, pero si la idea de uno, al que le ha sucedido algo, es borrarlo, es porque lo que ha sucedido es
significante, porque no se pueden anular, ni borrar sino significantes.

En la compulsión de lavarse las manos, el goce es fálico, no es una cosa del orden de la limpieza, referido a la masturbación, es
un problema de masturbación compulsiva. En ese lavado de manos, es un ejercicio significante, para tratar de armar un todo, en el
que no se vuelva a presentar el significante que actualiza siempre un no todo; hay un imposible, una tarea infinita del obsesivo,
porque no se puede borrar eso sucedido y vuelve a retornar.

En la defensa contra eso, es que es la lógica Uno la que tiene ese goce y él se va a lavar las manos una y otra vez y puede contar:
“este dedito ya esta, ahora este, ahora este, ahora este”; el retorno de lo sucedido, del Gran Phi maldito es: “Me olvide de este”,
ahí se hace síntoma: “Me pareció acá, ahora me limpio bien este”.

Entonces, aislamiento como síntoma fundamental y en la dirección a Gran Phi, la variante de la anulación retroactiva, como lo que
esta de lógica por detrás de la compulsión. Conducir al sujeto en sus compulsiones a la anulación retroactiva, es exactamente lo
que me parece la línea de Lacan, de lo que llamamos sintomatizar la compulsión, la manera de que pueda perder el goce propio
de la compulsión, si el sujeto goza mucho en el lavado de manos, no es fácil intervenir sobre eso, pero la manera de intervenir es:
si se le revela que esa compulsión tiene relación con el síntoma de aislamiento y bajo la forma de mas allá del goce que le da la
compulsión, intentar borrar lo sucedido y llevarlo como a la imposibilidad de eso, sería el camino de análisis en esta dirección.
Sabemos la resistencia que el sujeto puede oponer, en la medida en que se disfrutan mucho estos ejercicios totalizantes del Uno.

Esta vertiente esta en el fantasma del domador, nos puede contar en el análisis, que el problema que tiene es un domador
compulsivo; no vemos el problema del homenaje ambiguo llevado al palco, porque el problema que nos trae es que se levanta seis
veces a la noche, va a la jaula, vigila todo y sigue y lo prueba una vez y lo prueba una vez, y lo prueba una vez y dice: “pero si ya
está perfecto el numero, por favor, tengo que hacerlo otra vez, tengo que hacerlo otra vez, etc.” Hasta sufrir de eso al final.

Tratamos: problema de Gran Phi pero Lacan nos dice que eso no es todo en la obsesión y que tiene otro truco con el síntoma, otra
de solucionar esto, que no es la de hacer del falo las luchas por hacer un equivalente total con eso.

En el despliegue de su fantasma encuentra otra solución; como si aprendiese que la solución de la equivalencia general del falo en
la compulsión, siempre hace que lo anulado retroactivamente retorne, retorne: “hay una solución perfecta, dejar caer el
instrumento, si dejo caer el instrumento, se termino toda mi defensa compulsiva. En lo mejor de la escena donde tengo que, con el
instrumento, conseguir un todo organizado de tigres, cuando llego ahí, domestico mi alta voltereta, dejo caer el látigo”, y pasa a
otro modo de goce, que es: esto no tiene solución, para solucionarlo tenemos que conseguir en el Gran Otro, un Gran Otro
completo, en el que voy a estar yo ampliamente reconocido y donde no haya significante fálico, otro que ya empieza a ser el Otro
de un reconocimiento de amor, pero eso sí; total, perenne, siempre total.

La función del aislamiento de armar un Gran Otro es siempre una totalización; pero la totalización, que siempre va a fracasar en el
punto del significante fálico, el goce del síntoma acá está ligado a la pulsión escópica. “Domesticando su alta voltereta”, es que el
obsesivo encuentra un modo de goce escópico en el aislamiento, siempre el asilamiento es el síntoma y donde lo que ha
renunciado de goce fálico y de todo goce de realización en sus escenas, desarmado, podríamos decir, se realiza en la posibilidad
de otro total, a los fines de otro que lo ama, que lo reconoce, que le festeja la proeza, que le dice: “Sos único, es una cosa increíble
lo que has hecho con esos tigres, eres el héroe, eres…”.

No todo el obsesivo se explica solamente por la cara de la problemática del significante fálico.

He hecho una pirámide con esto, para ver los distintos aspectos del síntoma obsesivo; con un vértice en el aislamiento, una cara
sería acá la compulsión. ¿Cómo solucionamos que, incluso con la solución de la compulsión, queda un resto? Lo que se intenta
borrar retorna. Vamos a solucionarlo de otra manera, pega un giro y la solución es entonces, regalar el instrumento fálico, dejarlo
caer y ubicarse en el Gran Otro, en este goce para Lacan a nivel pulsional ligado a lo escópico.

Es el “cowboy” solitario, que tiene que ser solitario y que realiza su proeza.

Hemos empezado con un macho, completamente angustiado, porque el significante fálico no da mucho en su intermitencia, pero
hemos visto la solución de hacerse el compulsivo de dominio total.

El termino compulsión, el significado del prefijo co, al que se agrega una m sólo por razones fonológicas y es un prefijo cuyo
sentido es intensificar la acción del verbo, ya había una acción en el verbo, pero puesto este co es como más.

La pulsión, esa estructura que deviene en la sublimación, desprendida de la lógica del Uno, con su movimiento –podemos seguir
hablando de una exigencia que tiene y que resuelve con determinado circuito- se hace compulsión cuando se le agrega una lógica
que viene de ese co, que empieza a darle intensidad de otro tipo y ese co es la lógica de este Uno. Lo que la hace compulsiva es
la lógica del Uno resuelta en un para todos, aplicada sobre la pulsión. Cuando eso ocurre, la pulsión empieza a funcionar
compulsivamente.

He tratado de diferenciar compulsión por otra lógica de goce y su defensa, de pulsión y cómo en el fantasma hay una parte
vinculada a compulsión, pero en la medida en que cede el co, porque cede la solución de equivalencia general de manejo del falo:
“soy el que tiene el recurso”. Cuando deja caer el recurso ya aparece una temática de satisfacción pulsional que empieza a
desacomodarse del ejercicio fálico.

¿De qué quiere gozar? De la gloria; pero se ve bien en el fantasma que no se puede gozar de la gloria ejerciendo, al mismo
tiempo, el instrumento fálico y que hay una hiancia que nos enseña el obsesivo. Que no solo tenemos que decirle: sos un cobarde,
vos siempre aflojas a último momento, no te atreves a ejercer el instrumento, etc. No, no seamos valorativos con el obsesivo. Hay
direcciones de la cura que se plantean así, tratando de llevar al sujeto a que ejerza ese significante 1, y lo ejerza hasta el final, es
una variante, pero no la que permite dar toda la vuelta al síntoma. ¿Qué pasa con eso que siempre retorna? ¿Qué hacemos con
ese significante fálico? Uno llega a los 80 años, ya fisiológicamente uno querría un descanso, pero él se presenta cada tanto igual
y causando el mismo interrogante y la misma búsqueda de soluciones.

El obsesivo tiene su solución de eso que podemos ori y es interesante que de pronto ante el fracaso de esa solución tengamos un
giro que es deponer su relación al falo y buscar una solución a nivel de otro modo de goce.

(…) a partir de la hiancia producida por la falla del programa de la no relación sexual, aparecían tres modalidades de goce: del
Uno, del objeto a y del goce Otro (…) asumir la castración es decir: no hay ese Otro que te mira cuando realizas tu proeza para ese
Otro (…).

Lacan analiza la NO como un movimiento de soluciones con fracasos y soluciones en otro plano.

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