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Del Puestero Solo

Nombrar los oficios, darles identidad cierta y cantarlos, es no solo


revalorizarlo a cada uno de ellos, sino hacerlos conocer y evitarles el
olvido de herrumbrosa oscuridad.
En la provincia de La Pampa, no siempre se requiere mucha gente
para cuidar el campo y llevar adelante sus tareas, ellas, en la mayoría
de las veces, están reservadas al Puestero, en el Este de la provincia
es el peón que cuida la extensión de tierra llamada campo y lo
recorre y asiste todos los días, mientras que en el oeste pampa, la
lonja territoreana vecina a Mendoza, y hasta la segunda mitad del S.
XX haciendo primero el jagüel para su provisión de agua, más tarde
levantaba su rancho y allí establecía su familia.
Pero el de que esta zamba habla, es del prototipo puestero del este
provinciano. Hombre solo de toda soledad, que en los años 50’, 60’
pelea contra el viento pampero que casi siempre determina sequía y
vuela la arena del médano que complica su tarea y sus vivencias.
Dos nombres nos sitúan en la geografía Este de La Pampa: Atreucó,
nombre de uno de los 22 departamentos con que está organizada
administrativamente y geográficamente la provincia.
Atrucó, voz mapuche que significa agua mala o agua fría. El otro ya
lo sitúa al puestero cuyo nombre el poeta no sabe, porque aquel no
quiso revelárselo y es la localidad de Macachin, cabecera del dpto.
de Atreucó.
En cinco cuartetas, la poesía nos ubica plenamente en sitio y tiempo
en que ese puestero ha sido celebrado por el rapsoda. La belleza de
la síntesis de la canción, universaliza el oficio y la vivencia de un
hombre metido en la soledad del campo, a pasos de las Salinas
Grandes de la que el país todo se provee para sazonar sus alimentos.
El remolino que cita el estribillo, es la danza sonora que bailan el
viento y el medanal; una coreografía de arenas y sonidos enervantes,
agotadores; un baile que restringe, que declara sequía donde puede
haber humedad. Por eso el rimador solicita, requiere, exige que el
secadal no aborde la copla, no ofrezca olvido, no lastime todo ni
apague el fogón de su corazón solo.
A sus lanas, sus productos finales de matras y otros enseres-

Luna de las jarillas

Siempre o casi siempre, el trovador ha inspirado su voz, aunque sea


por una vez, en el candil de los pobres, en esa brasita amarilla, pura
pintita-como diría Bustriazo Ortiz, en esa estrella nocturna que lo
ilumina todo el planeta: la luna.
Ese astro, es el mismo para todos, pero adquiere características
propias según la geografía que le toca alumbrar.El poeta la recorta
en esta ocasión y la sitúa en el Oeste de La Pampa, zona desértica
por excelencia, área donde reina: el corión, el jume, la zampa, la
jarilla, esa plantita de flores amarillas, humilde flor de jarilla como
pronuncia Ricardo Nervi, que nos regala aroma, base para las
tinturas naturales conque la artesana popular coloree sus lanas, sus
productos finales de matras y otros enseres.
Esta luna oestina, se hermana cada noche con sus habitantes
bardinos, se hermana con la flora y la fauna del oeste pampeano.
Bella redondez, luna y misterio, paridora de coplas que cantan la
inmensidad de ese desierto mas desierto declarado por la ausencia
de un río, que acá no nombra, pero que es el Atuel, robado,
mezquinado, usurpado por manos y pensamientos de Mendoza,
aguas arriba.
La zamba eleva una vez más, un grito suave pero firme, reclamando
ese río robado, porque reine la humedad en su cauce, por un charco
siquiera, para que la esbeltez de esa luna, se vea reflejada en él.
Completan, como elementos de una paleta que el pintor-letrista,
tiene a su mano para definir territorio, comarca, identidad, los
nombres con que el Mapuche designó al fuego: Quetral y a un
instrumento de percusión por excelencia, el Tambor Araucano,
coronado de religiosidad ancestral: el Cultrum.
Llanura y soledad, sustantivo y adjetivación para una comarca de
baja densidad poblacional: el oeste de la provincia de La Pampa.
Canto regional que distingue este solar que nos toca vivir para amar
en silencio y clara voz.

Paisana puelche

Aquí el vate conoció el lugar, lo vivió, lo trajinó en cumplimiento de


sus tareas como autoridad legal de la zona. Observó a esa moza
blanca, impenetrable, que oculta senderos y paisajes cuando se
eneñorea sobre la tierra: la niebla y entonces pronuncia “Me anda
siguiendo la niebla/ por esta tierra salada. Supo también del rigor
invernal, de la resbaladiza nieve cuando endurece su llanto y
cristaliza nuestro corazón. Pero sobre todo se quedó en la imagen de
aquella paisana puelche, de “puro coraje en su cintura”, arreadora
de cabras y en un paisaje blanco de nieve y de sal de la Laguna La
Amarga” que la circunda.
Mujer sola, muchas veces, procura, que en cada jornada logre su
pan cotidiano y para sus hijos, sin importarle las inclemencias del
clima.
Rama del viento agreste en el descampado. La paisana de esa región
sola su alma, es un aire raudal más, sobre la tierra.
El final del estribillo es toda una reflexión de claro tipo yupanquiano
cuando relaciona e identifica a la pobreza con la ausencia de Dios
que no los protege, es decir un Dios ausente., porque pertenecer a
esa clase social. Es una inferencia, con mucho de duda, de escasa
claridad en lo religioso, pero no deja de ser aseveración, aserto, al
rematar con la frase final, esa misma que nos quedará, como
oyentes, latiendo aún más allá que cuando haya concluido la
canción: “…cómo te duele el alma/ tal vez por pobre no tengas Dios.”

A la milonga niña

“Milonga para cantar/ para saber esperar/ nacida en cualquier


tarrosa y el poeta lo sabe, La Pampa lo conoce, por eso pare milongas
donde sea necesario, donde la pena reclame, donde la injusticia la
justifique en tono menor de impotencia y de dolor. Milonga para
cantar a los pájaros y a la tarde que orea nuestras heridas y
entregarlas a la noche, plenas de sueños y realizaciones.
A la milonga niña, la nueva milonga nacida, recién nacida, parida
percutiendo el tambor del futuro, para las nuevas voces que La
Pampa requiere, necesita para ser cantada.
Milonga creada en la planiza de Gral. Acha o cualquier arrabal de
cualquier ciudad.
Esta no es una milonga más, se presenta en tono de melancolía en
mi menor pero con claro acento futuro, que identifica claramente la
comarca de donde procede, sin dar más señas que ella se canta con
mate amargo y caldenar. El caldén, especie única en el mundo, que
habita solo en La Pampa y sur de San Luis.
Milonga nueva de azul amanecer, humilde y pobre, pero arropada
de un mensaje de tradición que transmite costumbres, saberes a los
que vienen detrás.
Una milonga que siempre permanecerá niña para que los vienen
detrás la descubran lozana, joven, plena, frondosa y sobre todo
verdadera y la pongan en sus dedos y gargantas con un pié en el
pasado (la raíz) y el otro en la copa densa del árbol que representa
al futuro, al por hacer.

Ernesto del Viso entre el viernes 11 de mayo y el sábado 12 de mayo


de 2018.

TRIUNFO TRIUNFANTE

Desde aquel triunfo de 1824, nacido a la vera de la Batalla de


Ayacucho, donde las fuerzas realistas caen a manos de las nuestras
patrióticas, y hasta hoy, han sucedidos y paridos otros tantos
Triunfos, manteniendo siempre su estructura literaria y su compaña
fiel: la música.
Este danza hoy tradicional, debe su nombradía a la celebración de
esa victoria independentista, en el marco de las guerras de la
independencia que se dan entre 1809 a 1826. La batalla de
Ayacucho, brindará la independencia del Perú, en los campos de
Pampa de Quinua el 9 de diciembre de 1824.
La danza es característica de la zona de Tarija (Bolivia) y de neustra
zona pampeana, en la pampa húmeda sobre todo. Por eso la
literatura y la rítmica de esta composición, reflejan el Este de la
provincia de La Pampa que se imbrica suavemente en la provincia de
Bs.As. y ese vasto territorio de llanura inconmensurable, de
horizonte alargado, donde el paisano hasta debe pegar un grito para
pedir una caña o una ginebra en el boliche.
Geografía mansa, campo sin eco como dirían Yupanqui o Miguel
Brascó con Ariel Ramirez. Geografía del hombre solo, que reflexiona,
que cavila en la llanura, que delibera con sus abuelos enterrados por
ahí, ese hombre del país que dibuja en las hondonadas del camino,
oyuelos húmedos para que la luna del Este pampa, refleje su cara de
harina y lo acompañe junto a la cruz del sur.
Uno escucha el rasguear de la guitarra y en él se refleja el tranco
manso y liviano del caballo y su ocasional jinete que recorre la
vastedad geográfica mientras sueña y piensa en el por - venir.
Este es un canto donde el poeta alaba y declara el triunfo de los
hombres de este suelo, de esta comarca plena de realizaciones.
Comarca de luz plena y un triunfo bien campero con los dolores del
olvido que a veces decreta el mezquino pensamiento citadino,
negando raíz y copa de la fronda identitaria.
Pero el triunfo del hombre y la mujer de la planicie proclama este
canto, el mismo que día a día pelean la existencia con la ternura por
toda fuerza y siempre: “Más vale ese recuerdo/ que no olvidarte”.

Ernesto del Viso


Para Leticia y Machi en estos días de mayo donde la Patria tiene aires
enrarecidos de especulaciones y corridas financieras.16/5/2018.
DE LA NIEBLA A LA LUZ QUE LA DIUCA ANUNCIA

Los otros días leí, que el territorio de nuestra provincia está


conformado por una geografía de transición. Nada nuevo por cierto,
pero el concepto de imbricación, de ensamble moderado que por el
este se asume con la pampa húmeda, por el sur con la Patagonia, el
oeste y norte con el Cuyum, perfectamente queda aliado a otro que
manejo desde hace 20 años y del que no declaro paternidad alguna
sobre el mismo y es el de que nuestra música, es como la comarca
nuestra: de CONFLUENCIA.
El primer concepto, - geografía de transición- da visión de extensión
y de horizontes que progresan de un sitio diluyéndose para ser otro,
en otro espacio.
El segundo, de CONFLUENCIA, brinda sensación de llegada, de
comunión de religarse para brindar y gestar un sello distintivo,
propio, ciertamente regional: la música de la provincia de La Pampa.
Esta música, como tal, no es original de nuestro territorio. No es
genuina de nuestros pagos. Pero lo que expresa la poesía, sí lo es
porque ella describe hombres, paisajes, problemas sociales,
geografía saqueada, grito en alto por más de 50 años por el río
robado.
Por todo esto hemos preferido acuñar aquello que vengo
sosteniendo desde el Congreso del Hombre de Cosquín de 1994:
mejor es hablar de Música con temática pampeana.
Necesito expresar, a modo de aclaratoria, que las opiniones que
verteré son muy personales y surgen a partir de mi memoria acerca
de la mayoría de las obras aquí incluidas, no todas- Tampoco mi
intención es desmerecer las que no cite. No pasa por obviarlas solo
por no conocerlas. Nada más.
Por otro lado 259 obras aquí compiladas por Evangelista, un periodo
que abarca 55 años de creación pampeana, exime a que cite la
importancia de nuestra producción poética musical cualitativa como
cuantitativa. Un repertorio que con los años que tiene, no ha
merecido la interpretación en su totalidad por parte de mis colegas.
En esas primeras 10 obras poético-musicales que compila Cacho
Evangelista en el Anexo II de este libro, pertenecientes a la segunda
parte de la década del 50 del Siglo pasado, siendo nosotros joven
provincia, queda fundada la senda musical que nos identificará en el
concierto nacional: canción, huella, zamba y milonga, han de ser los
marcos primigenios en donde nos moveremos principalmente, los
músicos.
Cierto es y debo aclararlo, que con el tiempo, se hechará mano a
otras rítmicas, de acuerdo a las necesidades y dictado que el poema
o letra nos exhibe.
Mi objetivo ha de ser señalar hitos, mojones, en fin, señales
luminosas de identificación con el pago chico.
Uno al final ha de otear, divisará al llegar a la culminación de este
breve recorrido, que consciente o inconscientemente a simple golpe
de musa comarcana, lentamente se ha ido perfilando el gran Corpus
de la canción de La Pampa.

De Mareque a Luis Toy pasando por…


Si tendemos un puente imaginario que vaya desde “Canción de la
Niebla Puelche” de Mareque hasta “Sus callosas manos” de Luis TOY,
teniendo en cuenta lo que hallo en este libro que hoy se está
presentando, observaremos que lo musical resulta melodioso,
muchas veces atractivo, pero no suele rastrear los lineamientos
sonoros de Mareque en su Canción de la Niebla Puelche de 1954. El
propio Mareque, salvo en “Canción del amor perdido” o la “Simón
Peletay” con texto de E. Morisoli, tampoco se rearma en cada nuevo
intento musicalizador. Prolonga si su planteamiento armónico de la
Niebla Puelche con fuerza de estilo compositivo y echando mano a
los diferentes Temples, en sus obras instrumentales.
Entrados los años 60´, surge Humberto “Beto” URQUIZA, ensayando
algunas armonías que no son nuevas a nivel nacional pero un tanto
presuntuosas y extrañas para los oídos tradicionales de nuestra
comarca. Entonces, dos textos de Bustriazo Ortiz, pretextan
exactamente la creación de Urquiza con “De Guatrache” y sobre
todo con “Rankelina”, que tiene un estribillo que exige algunas
destrezas de afinación y posturas de voces a quienes la interpretan.
Ese puente imaginario que he tendido, que he ideado, cada tanto
tiene un mojón, una referencia, que los que hacemos música y
musicalizamos, deberíamos poner atención.
Estos años 60 de los que hablamos, fueron años del denominado
Boom Folklórico y no dejó de influenciarnos a nosotros los
pampeanos con cuecas, zambas y alguna que otra chacarera. No
obstante ello además de lo de Beto Urquiza, aparece muy
fugazmente, pero se quedará para siempre en nuestra apreciación,
Juan Neveu que musicaliza un poema de Bustriazo Ortiz, el gran
musicado en los 60´. Asi nace la zamba Paisano Vincen que graban
Los Cantores de La Pampa y Duo Sombrarena.
“Paisano Vincen”, homenaje y recuerdo a un puestero de Rancul,
adentro. Ese recuerdo se traslada a la ciudad y una rítmica de zamba
que inicia el canto, no en la tónica sino en su tercer grado, lo cual hoy
nos puede resultar familiar, mas cotidiano, en aquellos años no era
así, poco o nada usual.
Para la década del 70 ya viene surgiendo la canción de El Bardino
Julio Dominguez, con toque inminentemente popular, quebrándose
este estilo sin duda, con la aparición en el 71 o 72 de La rendición de
Manuel, que experimenta un viaje dialectico al pasado y al presente,
donde en algunos pasajes, inconscientemente Julio, lo hablé con él
en el año 94, su sangre le dicta desde sus mismas profundidades,
melopeas de los Cantares de Carriqueo, que Julio no conocía y es el
pasado, con toda una proyección de sonoridades que vienen del
corazón de lo sacramental mapuche, a nuestros días.
Bustriazo Ortiz, sigue siendo musicalizado en esta década del 70,
pero ahora es el turno de la obra de Edgar Morisoli, que tuvo eco a
fines de los 50´ con la música de Mareque y que recupera esa
posibilidad musical después de 10 años. El responsable de este
acontecer ha de ser Délfor Ariel Sombra que con la forma de huella,
en el año 1972, se atreve a unas cuartetas que aparecen en medio
de un texto de Edgar, más extenso, denominado “Dedicatoria y
Viento”. Esas cuartetas se desprenderán del poema y adquirirán
vuelo propio como “La confinera”. La melodía insinúa huella
tradicional, pero de ella se aparta pudiendo entonces observar un
color diferente, un si se quiere seguir aquel rumbo de la Niebla
Puelche de Mareque, resultando al fin una obra poético musical, que
al ser escuchada, percibimos, límpidamente, nuestra comarca.
La música de Sombra también allega identidad, con aroma regional,
cuando indaga y localiza notas apropiadas, no tan usuales en “Ofelia
del Oeste” en 1973, según me lo confiara el propio Délfor. Lleva su
diapasón a Paso del Noque, al puesto de los Berón, y acompaña con
su melodía el transcurrir de los días de Bienvenida Berón y lo hace a
orillas del Salado, pausadamente, sin desganos a pesar del sopor que
siesta adentro del verano le prodiga al rapsoda, y en otro tiempo y
espacio al compositor.
La canción sigue siendo uno de los géneros donde el Sombra
compositor de los 70´se siente a gusto, es así como decide utilizarlo
para abordar al musicalización del soneto de Morisoli “Los Dos”, y
que ha revitalizado en su último trabajo discográfico “El país de los
sueños”, que presentara en noviembre del año pasado acvá en Santa
Rosa y digo esto porque la obra reconoce una grabación en su primer
disco como solista allá por el 83. Aquí la estructura del soneto lo
desafía al compositor, lo pone en atención para no romper la frase,
la idea, el pensamiento que esgrime el poeta.
La música es bella y también, sin saberlo, estrecha el vínculo con la
dirección que ha propuesto Mareque en la Niebla Puelche y que
insisto, puede hallarse allí el germen identitario musical de nuestra
región.
Sombra acepta el reto del poema de Morisoli, lo cumple en las dos
primeras estrofas, resolviendo los dos tercetos finales, recitándolos,
finalizando la canción retomando uno de los versos de una de las
cuartetas primeras. En esta melodía encuentro la Pampa extendida,
de horizonte lejano, en la quietud y en la progresión musical que el
canto interpreta a manera de cobijo, de poncho pampa para la noche
invernal.
Otros ejemplos me llegan con dos títulos de un solo autor Cacho
ARENAS y que tienen en común el oficio del hachero. Se trata de dos
protagonistas muy distintos: uno el niño que crece junto al hacha del
padre, en socavones del campo o bajo el toldo que la intemperie
otorga a la pobreza y el desamparo Dalmiro Cerda, copla quemada
en el viento, hijo del chañar o del caldén al decir de Ana María Lasalle
o como diría Cacho Arenas, este Dalmiro que en su rostro se ha
guardado todo el silencio del monte que su padre hacha y memoria
de pájaros sin cantar. El otro ya un consumado hachero, recuerdo
de aquel sangrador que ya vuelto del tiempo acaricia a su nieto con
los rigores que el afuera prodigó a sus manos: Faustino Guzmán del
monte, del pueblo, del campo, paisano, real hombre del país como
diría Yupanqui. Es el abuelo materno de Cacho Evangelista Guzmán.
Ni milonga, ni triunfo, ni huella fueron necesarios en estos dos casos,
para manifestar pampeanía. CANCION a secas, pero con nítidos
enlaces, por momentos, con la planicie nuestra, con el rugir del
pampero en el estribillo de Faustino Guzmán cuando la rítmica se
embravece para denunciar pobreza, desigualdad y se aquieta y
allegarse a algunos sonidos de la Niebla Puelche.
De Aguita del Médano a Pilar de Valderrama….
Oscar García, se inaugura musicalmente con una mazurca que
imagina en su movimiento rítmico a aquella bomba traía agua dulce
del médano en el Valle Argentino, a orillas de la ruta nacional 35,
cerca de la localidad de Gral. Acha.
En cada verso con el marcado inicial del tiempo fuerte, queda
sugerida la extracción de agua por parte de esa bomba mientras que
al final del mismo, con el tiempo débil se manifiesta el sentido
inverso es decir la búsqueda a las profundidades del recurso vital
para la vida del hombre y extraerla.
La modulación del tono menor al mayor en el estribillo, más allá de
la diversidad o entregar un clima diferente al escucha de la obra,
tensiona y ondula la situación acorde al paisaje que gestó e inspiró a
Bustriazo esta Agüita del médano, sirve y cómo!!!, para remarcar la
presencia de las Cañas de Castilla y esa flor insípida e incolora que
mana Eulogio Fernández García: el agua.
Ese es el principio, en el otro extremo podrían estar TRILI, Voy a
contarte un cuento, con dos hermosas versiones de Cacho Di Pietro
y del propio Oscar Garcia en su último disco. Dos poemas de
Bustriazo Ortiz, donde García ensaya melodías pampas con señales
claras de su estilo, pero con cierta indagación a esta llanura con sus
valles intensos, con sus caldenes y ese fruto retorcido que
impacienta al tiempo cuando de germinar se trata: la chaucha.
Pero el sendero esclarecedor hacia lo pampa, obstinación que
asegura este perfil hacia la música nuestra, lo tiene en “Pilar de
Valderrama”, poema morisoleano que siempre entrega al músico a
los laberintos de la musicalidad cierta.
A pesar de lo que ahora habré de esgrimir, Oscar Garcia, cuando le
pedí me hiciera escuchar SOS y Pilar…me dijo: ”pero esas que me
pedís sean tal vez lo menos pampeano de lo mio…”claro, pero aquí
invierto la fórmula de Música con temática Pampeana y digo: es
cierto, el texto se vuela universal para homenajear a una de esas
damas por las que ardió el fuego “Pilar de Valderrama” o como la
llamaba Antonio Machado: GUIOMAR y así no develar ese amor
encendido y clandestino de ambos, pero su melodía progresa por
nuestra planicie pampa.
Debo decir que es un Soneto y lo empuja a Oscar García a armonizar
otra melodía extendida que por momentos se retrata en la chaucha
del Caldén que les cité. Columbro que por ahí, igualmente, podría
circular nuestro cántico territorial.
Tal vez y no tan tal vez, debería elucidar que no solo aquí García
formaliza la mencionada indagación sonora, porque pienso que
estos caminos de la melodía, son escenarios de encuentros y
desencuentros que nos suceden a la mayoría de nosotros.

Partiendo de la base que nuestro cancionero ha nacido a cabalgar


sobre el poema previamente concebido, es decir una poesía no
pensada como letra para musicalizar, como gran parte de la obra de
Bustriazo o de Edgar Morisoli, pero se sonoriza esa poesía, caigo en
la cuenta que nuestros músicos al concretar la canción, su música
aún aborda senderos de lomadas y hondonadas con que el valle nos
recibe con ese azul de azulado arcano, de alpataco y jarilla oestina y
con esas lejanías, verdaderos retiros a lo natural verde, bayito,
amarillento tal vez que propone esta llanura. Ejemplos: Contraluz
contraolvido, Medalla del sangrador, Battalla de un perfume
(OJOOO), melopeas no fáciles de memorizar para su interpretación
por sus entradas y salidas pero que resuelven también en clave de
sol pampa.

De una plaza con memorias, la Giocondita a un carrero citadino:


don Heredia.
En los 80´ empieza a hacer pié en el gusto popular la obra de Alfredo
Gesualdi, que en ocasiones musicaliza su letra y en otras puede de
ser de autor distinto a él. Gesualdi maneja una rítmica nada
tradicional con respecto a lo que se venía preparando en materia de
notas musicales agrupadas. Y la presenta más allá del espíritu de las
expresiones líricas o coreográficas. “La plaza de la historia y el dolor”
y “La Giocondita”, tratamiento de temas sociales e históricos con
melodías con aroma bien pampeano es su base, una manera
diferente de sonorizar el oeste de La pampa?. Posiblemente. Sin
duda con un toque más urbano que campero, acercando otro color
a esta no tan pequeña no tan pequeña paleta musical de nuestro lar.
Mario Cejas, también en los 80 con su “Los paisanos de mi tierra”,
zamba de la ciudad, bien metida en el centro de una urbe que crece,
pero con olor a pastito mojado en las orillas y en mañanas plenas de
rocío, plasma una musicalizada forma que no se ha profundizado y
creo que él tampoco lo ha hecho. El texto nos ubica
geográficamente, nos determina comarca nuestra, pero esa rítmica
de zamba junto a la canción que insinúa milonga pero no lo es, en “A
usted” y su homenaje al carrero citadino don Heredia, son muestras
a las que podríamos prestar atención.
Los nombres se suceden: Rainone, de Pián, Figueroa, Aguirre, Dal
Santo, Villalba. Anita Gentile en lo instrumental, Hernandez y cada
uno en algún instante de su obra, responde a esta comarca: “Aquel
que se crea cantor/ que obedezca a su región…” nos legó el Bardino
Julio Dominguez y esto ha quedado demostrado a través de todos
estos años.
Unos enraizados en lo tradicional y otros profundizando tal vez sin
proponérselo sino atendiendo al grito de la sangre regional, aquellos
sonidos inaugurales de la Niebla Puelche.

CONCLUSION APRESURADA
La canción de la provincia de La Pampa desde el inicio con Mareque,
por cuestiones de destino o vaya a saber de qué, señala una
dirección interesante para acertar y moldear nuestra identidad, la
que no debe concebirse como algo cristalizado, sino clara movilidad
y adaptación, como la vida misma.

Ernesto del Viso


Mayo y junio del 2018
Para presentación del Libro de
Cacho Evangelista
“Historia del Cancionero Folklorico
contemporáneo de La Pampa.”
CANTORA DE LA ZAMBA

Ernesto del Viso

Sucedió sobre el escenario del Teatro Español de Santa Rosa


(La Pampa), la presentación del primer disco como solista de “Toto”
López. El cantor me había solicitado que le hiciera de locutor,
animador, maestro de ceremonias o como deseen llamarlo.
Como sucede en estos asuntos, no solo se cantarían temas del
disco que se inauguraba sino que también habría invitados
especiales.
Entré al teatro, pasé por el pasillo que lleva al escenario y a mi
izquierda se suceden los camarines; unos en penumbra aguardando
tal vez alojar un músico o no no. Otros alumbrados por luminarias
del ambiente musiquero santarroseño.
Mi paso se detiene en cada sitio y saludo. Voy camino a la
escena central, a ocupar mi lugar. De pronto estoy en un camarín y
una dama me saluda y la pregunta surge al instante: Vas a Cantar?,
a lo que asiente sonoramente, me abraza y me pone contento ese
instante de primicias y revelaciones.
La niña se llama Paola Ruiz Diaz, cantante que conoci en los
años 90 cuando asistió a una entrevista radial que yo le hacía al grupo
folklórico La Taba y un viaje a europa inminente.
Entonces jovencita, irradiante, de pura y genuina luz: destello
juvenil en cada palabra espesada en aquella oportunidad.
La vida, las miradas, los guiños del corazón, la llevaron a Paola,
a extender sus horas fuera de La Taba, junto a uno de sus
integrantes, aquella: “…estrella que titilaba/ por tu rumor…”.
Todo ello, la llegada de los hijos, el amor, el amor
desamparado, puesto por esas cosas de la vida a la intemperie
porque se extingue la llamita ardiente de las primicias, provocó un
camino para trajinar, con la impetuosidad de antes, con la mirada
ansiosa de poner de nuevo el canto en su boca, en su corazón, en
alma toda, en las entrañas heredadas de otro canto, de otro soñador
musical: su padre.
Paola, volvía a trovar: “Cuando cantas la zamba/ renace un
sueño de trovador…” Regresaba al canto con los adioses amargos en
su costado, plena de zambas y baladas puebleras que entonan a la
vida y a la brillazón de los días que vendrán.
Y de pronto, en aquel tablado del Teatro español, cajita
reverencial de la música santarroseña por más de 110 años, sucede
el milagro, acontece el prodigio que hará germinar y madurar en mi
la nueva copla, ese soñador que habita en mi.
La voz de Paola ensaya ahora una zamba que fecundará a otra,
la hará vivir y volar junto a ese pañuelo blanco infaltable en el
galanteo que provoca esta danza. Escuchar de sus labios la “Zamba
del Carnaval” del Cuchi Leguizamón (…un carnaval se engaña/ te pide
zambas para el amor”, provocó en mi esta “CANTORA DE LA
ZAMBA”, que lleva implícito no solo en el homenaje, sino en la
nombradía total, el de Paola RUIZ DIAZ. Es ella la cantora que refiero.
Es ella la que sin saberlo, tejió la urdimbre de esta canción. La que
estremeció nuestro cielo, el de esa noche de octubre del 2011, con
su voz y la zamba.
La tarde llega de viernes y de llovizna de primavera, suave,
florecida. Asoma todo su resplandor, augurando poesía nueva, o
simplemente letra que se precipita al papel en blanco de la memoria
y pide urgente egresar hacia la zamba. Esto es así por el primer verso
que se desnuda de clara afirmación y declama: “Cuando cantas la
zamba… y entonces me pregunto qué es lo que sucede cuando esta
cantora nos viene en zamba.?
En la danza cantada viene su historia, la que no declama pero
que surge del cruce de miradas y pocas palabras.
Sin herir el pasado, el pañuelo avanza sin permiso, sin
anuencias; simplemente surge para bailarla y por adioses no
esperados pero finalmente expresados. Canción que viene del des-
amor y camina hacia un nuevo amor y revelación de nuevo sol.
Para conocer “Cantora de la zamba” hay que escucharla a ella,
a la Cantora de la zamba, la que volvió al canto, la que arribó de un
tiempo de moradas adentro, de juego familiar, de abrazos-hijos; la
que retorna, que deja la ausencia en el umbral de los recuerdos, la
que decide irse de amor con la canción, llevando a todas las co
marcas su Cantora de la zamba.

Ernesto del Viso


Músico – Abril del 2018
CANTORA DE LA ZAMBA

Cuando cantas la zamba,


regresa un sueño de trovador
y le entregás el alma,
tu gesto nuevo, toda tu voz.

Cuando cantas la zamba,


rompe el silencio su oscura flor,
crece en tu mano, en alto,
triste el pañuelo, por el adiós.

ESTRIBILLO
Dónde quedó esa estrella
que titilaba por tu rumor.
Junto a la zamba sueñas
que te desvela un nuevo sol.
Y al regresar del tiempo,
puesta la ausencia, te vas de amor.
II
Cuando cantás la zamba,
junto a la orilla de aquel dolor,
un carnaval se engaña
te pide zambas para el amor.

Cantora de la zamba,
tejes la urdimbre de una canción,
y lo estremece al cielo
cuando le acercas tu corazón.

(va al estribillo)

Letra y música: Ernesto del Viso


Compuesta el 7 de octubre de 2011
En la tarde lluviosa.
LA PATRICIA VAZQUEZ
[ZAMBA)

Allá por el Calden Seco


la Patricia Vazquez
me invita a cantar,
y yo le acerco una zamba
donosa y galana para su bailar.

Compadre de madrugadas
a tantos luceros
me sale a encontrar,
una lunita sureña
que ausenta la pena y se pone a amar.

ESTRIBILLO
La noche entrega un pañuelo,
abril se despide junto a tu danzar,
y por Anguil va tu sueño,
cálido y sereno, mágico al andar-
Y para Anguil va el recuerdo
de aquella más nuestra: fiesta popular.
II
Lo veo a Carlos Afonso
prendido a una estrella
que ha ganado ya,
recia estatura del hombre,
que danza en la noche de Anguil más allá

Baila y enciende la vida,


la Patricia Vazquez
y vuelve a danzar,
en cada giro su alma
estrecha a otras almas tan solo por dar,
junto a Burón, musiquero,
bandoneón del pueblo que la hace vibrar-

(al estribillo)

Letra: Ernesto del Viso

Siendo las 20:25 hs del miércoles 25 de julio de 2018, termino


esta letra dedicada a Patricia Vazquez de Anguil, muchacha del
teatro y la danza, trabajadora en el área social de Anguil. La conocí
el sábado 30 de abril de 1989 en Anguil en una peña que organizaba
Los Calden Seco de esa localidad. Allí estaba Patricia como principal
organizadora junto a su por entonces esposo el Gaucho FERRATTO.
Me llamó la atención su empeño en que las cosas salieran bien,
además de su don de mujer galana en el bailar la zamba. Carlos
Afonso, era otro bailarin del lugar con el que entablé una pequeña
relaci+on que se esfum+o el 24 de mayo de ese año, porque fue la
última vez que lo vi. Era portero en una de las escuelas del lugar-
Tremendo parecido con Jorge Villalba un actor renombrado de los
años 70 que actuara en Juan Moreira y un corto sobre una marca de
vino. Mi recuerdo para Carlos Afonso que ya ha marchado hace
tiempo. Menciono al Sr. Burón, bandoneonista que conocí en
aquellos tiempos de CoArte y aquella noche también estaba. Fue
Juez de Paz de Anguil y el Bardino le compuso una zamba hermosa
con música de Tito LUIS (Sanchez) de Quemu-Quemu.
Han pasado 29 años de aquellos hermosos momentos y de
golpe reaparece Patricia y hablo con ella y salta la chispa le hacer
esta zamba que deja para siempre aquel instante.

Ernesto del VISO.

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