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ANÁLISIS:

LUIS OYARZÚN Y LAS GRANDE CIUDADES

PLAC 066: Sociedad y Modernidad

Profesor: Jorge Polanco Salinas.

Alumno: Felipe Oyarzún Marín.

Valdivia, Diciembre 2017


El 1 de junio de 1950 Luis Oyarzún (poeta, profesor y escritor chileno)
escribe en su diario de vida una reflexión sobre la condición humana en las
grandes ciudades y en la modernidad.

Esta reflexión se enfoca en que a las personas que viven en las grandes
ciudades, no se relacionan de manera profunda con sus pares y esto les
provoca una “angustia vital”, ya que según sus palabras hay una
“desrealización humana del mundo”. De estas palabras se puede inferir que
bajo la visión de Luis Oyarzún lo “humano” se constituye a través de
relaciones personales profundas, se puede deducir que bajo su mirada el
hombre no necesita relaciones sociales superficiales, sino fuertes lazos con
las personas con las que mantiene contacto.

En las metrópolis, señala Luis Oyarzún, el hombre se siente deprimido


porque todavía conserva su esencia que sobrepasa a las interacciones
racionales. El hombre tiene la necesidad de mostrarse en su intimidad, por
esto en él se encuentra la necesidad de festejo que las ciudades modernas
no dan, salvo de manera muy superficial y no de manera comunitaria.

Se puede deducir de sus escritos que, según él, la instrumentalización de la


razón es una de las razones por la cual el hombre moderno y de la gran
ciudad siente, lo que él denomina, la angustia vital. Esto debido a que las
personas tratan de racionalizar al máximo sus interacciones y sus vidas,
porque el objetivo principal de las ciudades modernas es la producción y no
la socialización ni la interacción personal.

La angustia vital es la respuesta a una vida mecanizada, que ha llevado


incluso a los hombres a intentar estructurar su vida, intentando apartar la
arbitrariedad de los acontecimientos. El autor hace énfasis en que
mecanizar la existencia le produce a los humanos un sentimiento fatal que
ha traído consigo la revolución industrial. Sin embargo, este sentimiento, en
la década del 50, todavía no llegaba a los países de América Latina.

Luis Oyarzún señala que una de las formas de dar vuelta esta situación es
provocar un cambio revolucionario en la sociedad. Según sus palabras, la
historia de occidente se ha fundamentado en la destrucción para volver a
crear. Podemos deducir que su pensamiento bebe mucho del pensamiento
cristiano. Para analizar la sociedad moderna lo hace desde la perspectiva
del espíritu cristiano. Esta suposición se refuerza mediante la cita de la II
Epístola de San Pedro.

Lo que Luis Oyarzún entrega a la discusión sobre la modernidad es la


“esperanza” de que en el ser humano existe una necesidad de interacciones
íntimas, y además de que la planificación de la vida es motivo de un
sentimiento de angustia debido a que se suprime la arbitrariedad de la
existencia por la mecanización del pensamiento y de la existencia.

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