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INTRODUCCIÓN 1

El teólogo alemán Joham Baptist Metz, dirige su reflexión hacia el carácter práctico de la teología y la
vida cristiana, invitándonos a vivir el cristianismo tomando en cuenta las coyunturas actuales de la iglesia y
la sociedad. En el camino de esta propuesta nos plantea una pregunta clave ¿Se puede hacer teología sin
tomar en cuenta la situación histórico social concreta de los sujetos, con sus experiencia, sufrimientos,
luchas y contradicciones? La respuesta a esta pregunta se irá perfilando a lo largo de los diferentes
capítulos, temas y categorías fundamentales: recuerdo, narración y praxis, que siempre estarán relacionadas
con la fórmula hermenéutica de sujeto, praxis, sociedad e historia, ayudando a reflexionar sobre las nuevas
condiciones del discurso sobre Dios y las actitudes de la teóloga que quiera enfrentar su reflexión y las
apremiantes condiciones de la sociedad secularizada y la privatización de la experiencia cristiana. Al final
de este informe se concluye con el balance valorativo de los aportes del autor, tanto para la experiencia
personal, como desde el punto de vista teórico práctico, para todas aquellas personas que se aventuren a
leer, estudiar y transformarse con la propuesta de este exponente de la Teología Política.
PRIMERA PARTE 2

CAPÍTULO I

ENTRE LA EVOLUCIÓN Y LA DIALÉCTICA / PUNTO DE PARTIDA DE


UNA TEOLOGÍA FUNDAMENTAL PARA NUESTRO TIEMPO

Como punto de partida el Teólogo Johan Baptist Metz, comienza su esbozo de la Teología
Fundamental, enfatizando que la “intención de toda teología cristiana podría definirse como apología de
una esperanza”. Cita la 1ª Pe 3,15, que dice: “Estad dispuestos siempre a dar razón de2 vuestra esperanza a
todo el que os pida una explicación”. “¿De qué tipo de esperanza se habla aquí?” Nos cuestiona. “De la
esperanza solidaria en el Dios de vivos y muertos que llama a todos los hombres a ser sujetos en su
presencia”. Una exhortación a ver lo que realmente sucede a los individuos, hijos de la sociedad, con sus
luchas, desaciertos, dolores y triunfos. (Metz FH 17)

Desde este llamado, Metz comienza su esbozo de Teología Fundamental hablando sobre cómo se
presenta la "apología" en la Biblia y en la historia, no de forma incidental, sino con el objetivo de cimentar
las bases de su exposición y situarse también él mismo como sujeto que cree y vive en el hoy.

La descripción de estos factores se realiza de forma crítica, es decir, desde la perspectiva de la


“teología política. Desde el inicio de su obra, Metz utiliza categorías y lemas que luego serán
constantemente retomados e interrelacionados. Así, tras citar el texto clásico de 1 Pt 3,15, y preguntarse
enseguida: "¿De qué esperanza se habla aquí? Y dar respuesta a esta pregunta. Nos sumerge en la
conciencia que dar razón de esa esperanza es una tarea técnico-práctica: consiste en "buscar y describir una
praxis" que no pueda ser tergiversada por las interpretaciones de las ideologías dominantes no cristianas, es
decir, una praxis crítica de las teorías no cristianas, una crítica que podrá ser inquietante y podrá rozar
aspectos que incomoden a muchos (Metz FH 17-23)

Para lograr este cometido, la Teología Fundamental debe imponerse “una tarea previa: cerciorarse de la
situación, hacer una especie de análisis de la actualidad, que ni la teología ni una filosofía estandarizada
pueden proporcionar a priori"; es decir, el plano de interés de la Teología Fundamental no es el teórico: "lo
que se ventila es más bien la situación histórico-social concreta de los sujetos, con sus experiencias,
sufrimientos, luchas y contradicciones". La justificación objetiva de la fe y de la esperanza cristianas —
aspiración de la TF— debe incluir una mira exhaustiva e integral de todos los aspectos de la sociedad:
política, económica, educativa, legislativa; en una palabra: de la situación política (Metz FH 17)
Este análisis integral de la situación social del mundo de hoy revelaría, según Metz la existencia de dos
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grandes ideologías: la evolutivo-lógica “enraizada históricamente en la Ilustración por un lado y en la
civilización burguesa occidental por otro” y la dialéctica materialista de signo marxista. Ambas teorías hoy
vigentes "no son en absoluto inocuas y neutrales a la religión y al cristianismo, y por lo mismo respecto a la
teología"; por eso, deben encontrar respuesta definitiva en una metateoría propia de la teología cristiana,
que sea investigación de sus fundamentos y justificación apologética de los mismos. Para llevar a cabo
dicha justificación y legitimación de la teología, si no quiere condenarse a un regressus in infinitum
especulativo, debe retornar a los sujetos y a su praxis; debe concebirse, por tanto, como disciplina práctica:
como teología fundamental práctica" (Metz FH 18-22)

CAPÍTULO II-III

HACIA UNA TEOLOGÍA FUNDAMENTAL PRÁCTICA – ESBOZO


HISTÓRICO LA TEOLOGÍA POLÍTICA DEL SUJETO

CRÍTICA DE LA TEOLOGÍA BURGUESA

Metz critica de alguna manera la apologética tradicionalista, porque “se preocupa demasiado poco del
problema nuclear de la ilustración” hablando del éxito que Kant y el Marxismo tuvieron al enfrentar este
tema. También crítica la doctrina social de la Iglesia, porque se vuelve, según Metz, en un “intento de
descargo frente al reto político del tiempo”. Pero, para distinguirse de la apologética neoescolástica, critica
a esta última, sin embargo, con categorías teórico-prácticas: "se retrae —dice de ella— ante los problemas
de la filosofía moderna y de las nuevas formas de ciencia..., busca una base segura en el pasado, recurriendo
directamente a tradiciones premodernas (...) Su único objetivo parece ser siempre el “aislamiento intelectual
y sociopolítico” (Metz FH 31-33)

Desde el pensamiento de Metz, la Teología debería tener una concepción más positiva de la
modernidad, buscar siempre el avance y conocimiento del contexto actual del ser humano y sus
experiencias. “Encarnar” la teología, es la gran invitación contante de Metz. Este autor abraza "la idea de
que esa conciencia que se dice moderna representa precisamente la totalidad del mundo que nos ha
transmitido la historia y de la que hay que formarse una idea teológica-crítica, si se quiere hablar
responsablemente de Dios"; y por tanto, guía su Teología Fundamental a una "voluntad de asimilación
crítica y fecunda" del pensamiento moderno. Asimilación crítica y no tono defensivo- nótese bien-. Metz
sigue insistiendo en la subordinación a la praxis (Metz FH 36)
Vemos que la función crítica de la Teología Fundamental se dirige, a la vez, contra la Teología
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establecida y contra las ideologías anticristianas hegemónicas. Por una parte, aspira a ser "una radical
ilustración de la Ilustración anticristiana", "una ilustración político-teológica sobre los procesos reales de la
época moderna" criticando los conceptos desde los sujetos que los afirman, desde el sujeto burgués que se
autocomprende con esos conceptos. Así pone de relieve que la crisis de la Ilustración anticristiana fue, ante
todo, el surgimiento de una nueva praxis —la del sujeto burgués— desde la cual se juzgan las teorías y
conceptos. "La mofa de los burgueses hacia aquella apologética fracasada, delata la ingenuidad con que los
apologetas trivializaron la crisis de identidad que sufrió el cristianismo con la Ilustración y la aparición del
sujeto burgués". La apologética tradicional no pudo predecir la actitud del sujeto burgués, ni pudo observar
que su actitud se fundamentaba en sus propios conceptos. Por ello es ineficaz para desarmar esos conceptos
con otros conceptos nuevos (Metz FH 41-42)

Metz opina que el teólogo moderno, haciendo una fuerte crítica de la Ilustración, siempre es heredero
—aunque crítico— de los nuevos conceptos de sujeto, existencia y persona; "escucha las objeciones de su
tiempo y comparte los problemas de su entorno". El teólogo "pone en movimiento los contenidos de la fe
cristiana para dar razón crítica de esta fe", pero —en cuanto razón crítica— "se entiende a sí misma como
correctivo frente a los planteamientos y sistemas (teológicos) establecidos y —en actitud correctivo-crítica
respecto a ellos— salva y transmite la sustancia e intenciones de los mismos"
Este circuito crítico de la Teología Fundamental, permite recuperarla como "disciplina teológica básica en
sentido estricto" “recuperando la tradición apologética y teológica-fundamental”; Metz se confiesa
abiertamente rahneriano al respecto (Metz FH 26-37)

CAPÍTULO IV

LA TEOLOGÍA POLÍTICA COMO TEOLOGÍA PRÁCTICA FUNDAMENTAL

De acuerdo al pensamiento del teólogo que nos ocupa, lo que llama el primado del sujeto, está bajo
el dominio del último fundamento de la teología cristiana, que es el primado de la praxis: "La teología
fundamental práctica se opone a una subordinación no dialéctica de la praxis a la teoría y la idea. La
teología fundamental práctica hace hincapié en la fuerza inteligible de la praxis misma, en el sentido de una
dialéctica teoría-praxis". En este punto, Metz reconoce su deuda con el Kant de la Razón práctica y con el
pensamiento marxista (Metz FH 65-68)
Puntualiza enseguida que "la idea cristiana de Dios es de suyo una idea práctica, Dios no puede ser
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pensado sin que este pensamiento afecte y lesione los intereses inmediatos del sujeto que trata de pensarlo"
y "Cristo debe ser pensado de modo que nunca sea solamente pensado". Esto implica que la praxis real del
cristiano no es la praxis social, aunque esta praxis tenga también dimensión moral. Lo constante en la
práctica cristiana, es su gran capacidad de proporcionar grandes aportes en momentos cumbres de la historia
de la humanidad "que no son función derivada de la totalidad social dominante. Aquí tiene su puesto el
recuerdo como elemento peligroso, como rebelión y subversión." Aunque la dimensión ética de esta praxis
impida a la vez "la negación abstracta o violenta del individuo", en cuanto crítica de la violencia (Metz FH
66-72)

La fórmula de identificación funcional entre verdad y relevancia, son producto del primado de la
praxis y su relación dialéctica con la teoría "en el sentido de que la verdad viene a ser esa relevancia que
vale para todos los sujetos: es verdadero lo que es relevante para todos los sujetos, ...aun para los muertos
y los vencidos" (Metz FH 76)

El primado se concibe como el de una praxis de los sujetos solidarios. Este planteamiento se basa en
que la idea de Dios "se opera en la formación de una identidad del sujeto centrada en el tener y el poseer, y
hace del sujeto un sujeto solidario”. Sin embargo dicha idea no se busca en la "experiencia trascendental"
(Rahner), sino en "las contradicciones y antagonismos sociales de los que vive la experiencia histórica y con
los que se constituye el sujeto histórico". Aquí Metz hace una pregunta interesante, refiriéndose a la
antropología trascendental de Rahner: "¿Dónde hallar terreno firme en medio de los procesos histórico-
sociales cada vez más des-subjetivizados, si éste ya no puede alcanzarse por medio de la metafísica, ni
tampoco por la metafísica tardía de la anticipación?" (Metz FH 78-83)

En este punto, Metz, apunta que "la subjetivación histórica de un pueblo, raza o clase comienza siempre, de
hecho, cuando se rompe el hechizo de la conciencia histórica oficial al desenmascararla como propaganda
de los señores y los poderosos". Para la "historia de los vencedores", lo peligroso y revolucionario es el
recuerdo del sufrimiento de los muertos hecho en forma narrativa. "El recuerdo se presenta siempre como
categoría de búsqueda de la identidad histórica, como categoría de liberación". Específicamente, "el
recuerdo cristiano apela a la historia de los hombres como sujetos ante Dios y trata de forzar a los cristianos
a aceptar el desafío práctico de esta historia. La praxis de los cristianos debe ser una muestra de este hecho:
que todos los hombres están llamados a ser sujetos delante de Dios" (p.83-85).
Entonces, "el sujeto religioso considera, como condición necesaria (aunque no suficiente) de su ser-sujeto
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ante Dios, la subjetivación de los otros, que viven en opresión y en marginación colectiva"; y así, "el
evangelio de los cristianos ya es político y compromete políticamente por el mero hecho de proclamar que
todos los hombres son sujetos ante Dios y de que hay que luchar contra la inhumanidad y la opresión que
impiden a numerosísimos habitantes de regiones enteras del planeta alcanzar su condición de sujetos" (Metz
FH 88)

Resumiendo estas ideas, Metz define la fe como "praxis dentro de la historia y la sociedad, que se concibe
como esperanza solidaria en el Dios de Jesús en cuanto Dios de vivos y muertos que llama a todos a ser
sujetos en su presencia". La credibilidad de la Justicia divina se debe revelar —para Metz— en las personas
e instituciones cristianas: porque la esperanza en Dios Justo es "esperanza en una revolución a favor de
todos, de los que sufren injustamente, los hace tiempo olvidados y también los muertos. Esta esperanza no
paraliza las iniciativas históricas ni la lucha para que todos sean sujetos; más bien garantiza la certeza de
quienes se oponen a la injusta situación vigente" (p.95). Compete a todos los que hacen teología tener la
destreza de describir y justificar esta praxis a la que nos llama Metz, aplicada al contexto socio histórico
concreto (Metz FH 91-95)

SEGUNDA PARTE

TEMAS

Metz en la segunda parte del libro, presenta una constelación de temas, que pueden ser la aplicación
práctica de los principios expuestos, a temas relevantes para el sujeto contemporáneo:

1. El recuerdo "peligroso" de la decisión de Jesucristo, de ponerse “de parte de los insignificantes, los
marginados y los oprimidos, proclamando así el advenimiento del RD como fuerza liberadora de un
amor sin reservas” y que debe presidir las relaciones Iglesia/Sociedad.
2. La interpretación de la memoria passionis Christi como memoria peligrosa del sufrimiento y
ejercicio de la solidaridad con los vencidos.
3. La memoria de la redención como factor controversial, tornándose un “recuerdo peligroso y
liberador frente a las presiones y mecanismos de la conciencia dominante y abstracto ideal de
emancipación”
4. El renacer de una nueva iglesia que marcha con los acontecimientos de su pueblo, producto de las
diferentes conflictos internos y externos, como factor dinámico que la impulsa a la marcha popular.
5. La evaluación crítica de la crisis del cristianismo moderno, como crisis de la teología trascendental-
idealista, versus una nueva teología narrativa-práctica.
6. La esperanza cristiana analizada como expectativa "a corto plazo". (Metz FH 99-188)
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TERCERA PARTE

CATEGORIAS

Por último, el libro de Metz se cierra con un capítulo de Categorías, dedicado a las tres "categorías
básicas de una teología fundamental práctica": recuerdo, narración y solidaridad. Estas categorías se
convierten en un sistema. Detrás de cada categoría hay una serie de realidades que influyen en el sujeto
teológico y su realidad histórico-social. Así "el recuerdo y la narración no tienen carácter práctico sin la
solidaridad, y ésta no alcanza el específico rango cognoscitivo sin el recuerdo y la narración". Es de
enfatizar que Metz experimenta cierta resistencia a desarrollar categorías, y cuando habla de sujeto, praxis,
sociedad e historia, es importante comprender que son más bien valores que influyen y están presentes en
las tres categorías (Metz FH 191)

La libertad es un elemento esencial en el desarrollo de la historia y de la razón del sujeto. El tipo de


recuerdo propio de la razón crítica es el recuerdo de la libertad, de este recuerdo nace el interés que motiva
y rige la realización práctica de la razón. La dimensión más interesante del recuerdo está en su aplicación a
los dogmas. De ella surge otra posible definición de fe, como "el comportamiento por el cual el hombre se
acuerda de las promesas anunciadas y de las esperanzas alentadas ante tales promesas, y se liga a esos
recuerdos como determinantes de su vida" (p.208). Metz valora, pues, la fe dogmática (fides quae creditur)
por su eficacia liberadora "para desligarse una y otra vez de los mecanismos coactivos de lo inmediatamente
dado y conocido y para quebrar la trivialidad de lo establecido y del único futuro que ahí se puede invocar",
y —se diría— la valora sólo por esa función liberadora: "el criterio de su genuino carácter cristiano es la
peligrosidad crítica y liberadora, y al mismo tiempo redentora" (p.120). De ahí la necesidad —dice Metz—
de reinterpretar en cada situación las fórmulas de fe para no suscitar "la sospecha de legitimar una fe
muerta, impuesta por autoridad, una fe de personas inmaduras, una fe incluso como opio del pueblo" (Metz
FH 209 -211)

Las narraciones siempre ponen en evidencia realidades diversas pero necesarias, que interactúan y
hacen posible el desarrollo de las estructuras narrativas y lingüísticas. “La narración tiene a la comunicación
práctica de la experiencia en ella acumulada y evidencia cómo el narrador y los oyentes se incorporan
liberándose- a la experiencia relatada” La narración siempre tiene que ver con las experiencia vitales, que
han llegado a un significado trascendental en el individuo, pero que al ser expresadas por medio del
narrador, se convierten en experiencias comunitarias. La categoría de narración se impone, por su parte,
como forma de expresión originaria, precrítica, pero propia y necesaria de la fe, porque "lo nuevo, lo que
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jamás ha existido, no puede representarse y actualizarse sino por medio de la narración". La narración es,
como acto creativo, un signo eficaz de esa novedad (Metz FH 215)

Por eso la teología también debe adoptar últimamente una forma narrativa o biográfica, donde se
hermanen doctrina y vida. Metz pone a Rahner como paradigma de este teologizar, porque "quien pretenda
limitarse exclusivamente a los principios de la teología rahneriana, lo único que al final recogerá serán unas
cuantas tautologías sublimes. El tenor, el tema de esta obra, sólo puede percibirse en sus variaciones. En
otros términos: es imposible entender el sistema sin las historias, la doctrina sin las experiencias
comunicadas". De ahí que Metz valore sobre todo en su maestro el haber hecho saltar la teología
neoescolástica, rescatando al "sujeto" (Metz FH 234)

Dentro del cristianismo la estructura la estructura narrativa alcanza un momento importantísimo, sobre
todo en las acciones sacramentales, especialmente la Eucaristía, que es el momento en el cual, la memoria
de la muerte y resurrección de Jesucristo se hace explícita por medio de la narración. La narración de la
cena de Jesús y sus discípulos posee un carácter liberador eterno el autor habla del sentido pastoral dentro
de la narración y argumenta con preocupación y también con valoración positiva, el florecimiento de las
experiencias religiosas que dan prioridad a la fuerza de la narración del testimonio de vida, como elemento
fundamental dentro de la práctica y sostenimiento del culto. Lo preocupante es que muchos de estos grupos
se consideran sectarios o incluso marginales dentro de la misma iglesia. “Por lo general los grupos y
“movimientos marginales” no suelen argumenta. Más bien narran, o mejor dicho, intentan narrar. Narran la
historia de su conversión o vuelven a contar las historias bíblicas, con frecuencia de un modo descuidado,
muy fácil de comprender y manipular” (Metz FH 219)

La narración tiene una función mediadora en sentido teológico, permitiendo la reconciliación entre la
vida histórica como experiencia de no identidad y la salvación como memoria de Jesucristo, por ello Metz
sostiene que la narración debe tener cierta rigurosidad científica, sin desligarse del pueblo, “No debe la
teología partir siempre del supuesto de que su lenguaje no puede desligarse del lenguaje narrativo del
pueblo con su mundo de símbolos religiosos y sociales y considerarlo de igual manera que los
metalenguajes de los lingüistas y sociólogos?” (Metz FH 220-226)

Por último, una de las categorías más urgentes de la nueva Teología Fundamental: la solidaridad. Esta
categoría esencial se convierte en la finalidad concreta de todo discurso crítico de la teología y la praxis
cristiana, sin embargo para muchos la solidaridad es simplemente una estrategia, dejando de lado a quienes
marcan diferencias en la sociedad, a las víctimas, a los sufrientes, aquellos que no han alcanzado la mayoría
de edad, como objetivo de la ilustración. Por ello Metz argumenta que “La solidaridad es cualitativamente
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algo más que un pacto finalista entre partes iguales y, desde luego, el humanismo, algo más que un
humanismo de objetivos, esto es, un compromiso sin cálculos previos con la vida oprimida: esta idea
cristiana brilla cada vez más por su ausencia" (Metz FH 239)

Por lo tanto, Solidaridad significa “asistencia, apoyo y promoción del sujeto frente a sus graves
amenazas y sufrimientos". Como categoría opuesta al privatismo típico de la religiosidad burguesa, es un
concepto provocativo que "preserva del peligro de la apatía y de la parcialidad del peligro del olvido y del
odio. La teología fundamental práctica pone constantemente sobre el tapete la pregunta: solidaridad ¿con
quién? solidaridad ¿de qué forma?" (Metz FH 240)

Este ideal de solidaridad universal obliga constantemente a la Teología Fundamental a la


"consideración de las circunstancias globales que hoy determinan el destino concreto de los hombres",
porque "sólo si el cristianismo interviene en la construcción de una sociedad mundial podrá hacer valer en
ella y para ella su propio ideal de solidaridad sin odio sin violencia", realizando así su misión (Metz FH 242-
244)

BALANCE VALORATIVO

Uno de los aspectos más relevantes para mí, en la lectura de este libro, ha sido la habilidad con que Metz
toca las fronteras de la relación entre teología e historia, teoría y praxis, teología y religión. Las presenta
reconciliadas de una manera sistemática, en el escenario de la historia y la sociedad verdaderamente
“encarnada”, en sujetos capaces de la praxis cristiana y transformadora de la realidad de los empobrecidos y
sufrientes.

Si bien es cierto, la redacción del libro no es sencilla para personas primerizas como yo, en estos temas tan
profundos, Metz logra trasladar a cualquier lector la importancia de vivir una vida cristiana en el mundo,
desde el mundo y para el mundo. Adicionalmente abre la mente elaborando una cristología que ilumina la
consolidación de un nuevo sujeto creyente, que será el responsable de llevar a cabo el desarrollo de la
política como parte de la Teología Fundamental práctica.

A mi juicio Metz señala con fuerza el peligroso hábito de hacer “privativo” uso de la religión, el culto y los
conocimientos, sin la aplicabilidad real que debe tener la iglesia en la sociedad, escuchando la voz de los
tiempos y actuando según las necesidades de los seres humanos, de aquellos “nadies” como decía Roque
Dalton.
Otro aspecto importante es la actitud crítica y objetiva. En la propuesta teológica de Metz, sobresale el
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cuestionamiento permanente sobre la forma de abordar los problemas actuales y que animan a lograr una
forma de hacer teología con la compañía constante de: la crítica, el diálogo y la praxis.

Personalmente, este libro me ha iluminado al mostrarme el aspecto político de la teología. Todo tienen que
ver con la polis, todo tiene que ver con los sujetos, todo tiene que ver con el mensaje salvífico de Jesucristo
y como se lleva a ese aspecto incómodo y peligroso: los olvidados, marginados, empobrecidos y sufrientes.

CONCLUSIONES

Considero que la propuesta teológica desarrollada por Metz, ha sido resultado de la preocupación del
teólogo por revalorizar al cristianismo, después de las condiciones críticas en que lo dejo los últimos dos mil
años de historia, con los movimientos de secularización, emancipación e ilustración, propiciados por todos
los aspectos poco positivos de la edad moderna: subjetivización, indiferencia, comodidad y la constante
tentación del consumismo y distracción de la tecnología.

El autor lanza un "grito" desde la Teología Política, queriendo quizá remover cierto "privativismo"
solipsista que es tentación histórica en la vivencia religiosa de las personas cultas de estos tiempos, a través
de la crítica, autocrítica y denuncia, como herramientas de ayuda, para que la teología fundamental, pueda ta
alcanzar sus objetivos de vivir la fe, la religión, el culto, la relación con Dios, de cara a los seres humanos.
En el mundos, desde el mundo y para el mundo..

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