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Sumario: SUMARIO: I. Planteo. II. Los acuerdos ejecutivos. III. El principio de supremacía entre
acuerdos ejecutivos y leyes del Congreso.
I. Planteo
La reforma constitucional de 1994 siguiendo los dictados de la jurisprudencia de la Corte dio un paso
trascendente en materia de relaciones internacionales. Estableció en el art. 75, inciso 22 que "los tratados y
concordatos tienen jerarquía superior a las leyes"(1). Finalizó así con sello de cuño constitucional la era de la
equiparación jerárquica de leyes y tratados. Pero como es inevitable y esto ocurre con frecuencia las
constituciones resuelven problemas pero al mismo tiempo los plantean. En este caso el nuevo texto pese a su
claridad y pese también a que ha recogido el fruto de una corriente jurisprudencial y doctrinaria, deja sin
embargo abierto como interrogante si dentro del artículo citado están también comprendidos los llamados
acuerdos ejecutivos o si por el contrario están excluidos. En otras palabras resta por determinar si estos acuerdos
también son superiores a las leyes u ocupan otro enclave jerárquico dentro del art. 31. Tal es la pregunta que
intento responder en estas líneas.
II. Los acuerdos ejecutivos
Antes de entrar en el análisis de esta cuestión, seáme permitido hacer una breve semblanza de los acuerdos
ejecutivos. Cuando un acuerdo internacional se perfecciona sin la intervención del Congreso se dice que
estamos ante un acuerdo en forma simplificada o acuerdo ejecutivo (executive agreemente en el lenguaje de los
norteamericanos). En su diligenciamiento sólo intervienen funcionarios diplomáticos y cancilleres concluyendo
su trámite en el acto mismo de la firma que es coincidente con el fin de la negociación, y también por lo general,
con la fecha de su entrada inmediata en vigencia. Con ellos, el proceso que ordinariamente posee tres etapas, se
reduce solamente a la primera que resulta ser una combinación de la primera y de la tercera. En efecto, de
acuerdo con el mecanismo constitucional, el proceso de aprobación de un tratado o concordato se divide en tres
partes (2): a) negociación y firma; b) aprobación (3) y c) ratificación (4).
La primera y la tercera corresponden al Poder Ejecutivo y la segunda al Congreso (5).
Pero este proceso así dividido se verifica solamente respecto de dos clases de acuerdos internacionales: los
tratados y concordatos mencionados en el inc. 22 del art. 75. Es necesario precisar que la dirección de las
relaciones internacionales a cargo del Presidente supone también la existencia de las otras negociaciones que
son contempladas en el inc. 11 del art. 99 (6). Y de allí que es posible sostener que estas negociaciones
indeterminadas a las que se refiere este artículo incluyen a los acuerdos ejecutivos que no requieren de la
aprobación del Congreso.
Sin dudas el reconocimiento de esta tercera categoría de acuerdos internacionales posee suma importancia
en la cuestión objeto del presente. Si bien hace ya muchos años González Calderón (7) se opuso a que el
Presidente evadiera la intervención del Congreso por medio de las otras negociaciones a que alude el inc. 11 del
art. 99 (8), más modernamente Bidegain (9) lo admite. Es indudable que la velocidad que requieren en la
actualidad las negociaciones y acuerdos internacionales tan diferente al mundo de hace setenta años en el cual
escribía el primero de los autores citados exige enorme flexibilidad en la interpretación constitucional. Es por
ello que esas otras negociaciones a las que alude el inc. 11 del art. 99 son reconocidas desde hace muchas
décadas tanto en los Estados Unidos como aquí bajo la denominación de acuerdos ejecutivos.
De modo pues que en la actualidad y desde hace ya muchas décadas la mayoría de los Estados emplea este
procedimiento de acuerdos simplificados. Entre los muchos autores que se ocupan de ellos, menciono por
ejemplo a Charles Rousseau, internacionalista francés cuya obra traducida al castellano ha sido ampliamente
difundida desde hace décadas en las universidades y centros de estudios argentinos (10), o bien a Manuel García
Pelayo, célebre constitucionalista español ampliamente leído en nuestro medio, quien también se refiere a estos
acuerdos en los Estados Unidos destacando "su número cada vez más creciente"(11). Igual opinión sostiene
Diez de Velasco que dice "En la época actual, el número de Acuerdos en forma simplificada es enorme. La
razón es doble: de un lado, en el D.I. la validez de los tratados no está ligada a ninguna forma especial. Del otro
lado, al aumento progresivo de las relaciones interestatales de todo tipo, la necesidad de que éstas sean fluidas y
rápidas, a lo que se une el aumento progresivo de la importancia del Poder Ejecutivo. Desde otro punto de vista,
han sido señalados como factores esenciales que han influido en la utilización de las formas simplificadas el
formalismo y la lentitud del procedimiento parlamentario, el tecnicismo creciente de las relaciones
internacionales y las necesidades políticas y económicas. Todo ello hace que las formas simplificadas vayan en
progresivo aumento. Hay que hacer, no obstante, una salvedad; la forma verbal dentro de las formas
simplificadas es extremadamente rara. Los gobernantes cuidan normalmente mucho de las palabras cuando
puedan tener una proyección exterior vinculante y la forma escrita, propia de la vida diplomática, se mantiene
con toda su pujanza"(12). En la Argentina merecen ser mencionadas la obra de Seve de Gastón (13), específica
sobre la materia, la de de la Guardia(14) y la de Vanossi (15).
En los Estados Unidos fueron reconocidos por la Corte Suprema tan tempranamente como en 1829 en el
caso "Foster v. Nielson"(16). Posteriormente en "United States v. Belmont"(17) la Corte los reconoció como
acuerdos internacionales válidos. Poco después en "United States v. Pink"(18), les reconoció igual validez que a
los tratados (19), todo lo cual les permitió alcanzar un uso masivo tal (20), que en la década de 1950 bajo la
presidencia de Eisenhower una propuesta de enmienda constitucional (Enmienda Bricker (21)) que finalmente
no prosperó (22) intentó ponerles coto (23). Por último, el más importante caso sobre acuerdos ejecutivos de
los últimos tiempos ha sido Dames & Moore v. Reagan (24), vinculado con el conflicto iraní de comienzos de la
década de 1980 (25).
Asimismo se reconocen en los Estados Unidos cuatro tipos de acuerdos ejecutivos (26):
1. Los que concluye el Presidente en ejercicio de sus exclusivos poderes constitucionales (v.gr. como
comandante en jefe de las Fuerzas Armadas; reconocimiento de gobiernos extranjeros, etc.).
2. Los que se firman como consecuencia de una autorización dada en un tratado anterior ("Wilson v.
Girard", 1957).
3. Los que derivan de una delegación legislativa.
4. Los que luego de ser negociados obtienen ratificación de ambas Cámaras del Congreso.
En la Argentina se ha hecho también amplio uso de los acuerdos en forma simplificada. Si bien no es el
propósito de este trabajo y excedería largamente sus límites analizarlos en detalle, vale la pena mencionar tan
sólo algunos de ellos cits. en la obra de Seve de Gastón (27) relativos a: asistencia militar (28); cooperación
técnica(29); comercio y pagos (30); asuntos financieros (31); sanidad animal (32); servicio militar (33);
donaciones (34); exenciones impositivas (35); transporte aéreo (36). La existencia de estos acuerdos celebrados
hace ya varias décadas prueba cabalmente el uso reiterado que en la Argentina se ha hecho de estos acuerdos
ejecutivos en materias comerciales y de otra naturaleza, lo que pone de manifiesto que constituyen una práctica
habitual de nuestras relaciones internacionales.
Una primera cuestión es analizar entonces cuándo corresponde celebrar un tratado formal y cuándo es
posible acudir directamente al procedimiento simplificado de los acuerdos ejecutivos, Si bien los autores
examinados no lo dicen con suficiente claridad reconociendo incluso algunos de ellos que la tarea es difícil
(37) es claro que la división de competencias en el ejercicio de las relaciones internacionales no puede diferir
demasiado de lo que ocurre en el orden interno. Un tratado es la ley de la Nación en los términos del art. 31 de
la Constitución Nacional, de modo que cuando corresponda constitucionalmente el dictado de una ley por ser
la materia de competencia del Congreso corresponderá también la aprobación constitucional del tratado. Por el
contrario si el Poder Ejecutivo está habilitado para actuar sea porque se trata de una competencia constitucional
propia o porque le ha sido dada esa habilitación por el Congreso, procede el acuerdo ejecutivo.
De tal suerte estos acuerdos cuya base constitucional, insisto, debe hallarse en el art. 99, inc. 11
siguiendo la opinión de Vanossi (38), pueden ser clasificados en dos categorías que resemblan en definitiva la
natural relación existente entre la ley y el reglamento. Así existen acuerdos ejecutivos: I. por delegación y II. por
ejercicio de facultades propias del Poder Ejecutivo.
Sin embargo es necesario tener presente aquí algo fundamental. Las facultades propias del Poder Ejecutivo
en materia de relaciones internacionales abarcan un espectro más amplio que las que posee en el orden
doméstico. O dicho de otro modo, la sujeción al Congreso a la cual el Presidente está sometido en su actuación
interna no es tal en materia internacional. En el derecho interno es el Congreso el que marca inicialmente el
rumbo y el Poder Ejecutivo debe reglamentar esa actuación "cuidando de no alterar su espíritu (el de las leyes)
con excepciones reglamentarias", tal como indica el inc. 2° del art. 99. Por el contrario, en las relaciones
internacionales la iniciativa corresponde al Poder Ejecutivo y una vez concertado o negociado un acuerdo el
Congreso solamente lo aprueba o desecha.
Como puede verse la diferencia es importante. Y así lo sostuvo especialmente la Corte Suprema de los
Estados Unidos en el célebre casos "United States v. Curtiss Wright Export Corporation"(39), en el cual se había
cuestionado una delegación de facultades efectuada a favor del Poder Ejecutivo para prohibir la venta de armas
dentro de los Estados Unidos a los países envueltos en la Guerra del Chaco. A través del voto del justice
Sutherland, la Corte al admitir la constitucionalidad de la delegación de facultades en el Presidente sostuvo
que las delegaciones efectuadas en materia internacional pueden ser más amplias que las efectuadas en la
política doméstica.
III. El principio de supremacía entre acuerdos ejecutivos y leyes del Congreso
Veamos ahora la cuestión de cara al art. 31 de la Constitución. Las normas constitucionales que regulan la
celebración de acuerdos internacionales entre nuestro país y los estados extranjeros o las organizaciones
internacionales son varias. La primera que debe tenerse en cuenta en esta materia es el artículo 27 según el cual:
"El Gobierno federal está obligado a afianzar sus relaciones de paz y comercio con las potencias extranjeras por
medio de tratados que estén en conformidad con los principios de derecho público establecidos en esta
Constitución"(40). De ella se sigue que: I. no existe una atribución específica ni exclusiva de competencia al
Congreso o al Presidente para la celebración de acuerdos internacionales, ya que se alude al Gobierno federal,
en la medida en que el Congreso y el Presidente comparten la responsabilidad de las relaciones internacionales,
y todo tratado internacional que deba ser aprobado por aquél surge en definitiva como un acto complejo en el
cual han intervenido ambos poderes; II. los acuerdos pueden ser políticos o comerciales (paz y comercio) y III.
deben estar sujetos a los principios que marca la Constitución Nacional. Esto último se ha vuelto
particularmente importante con la reforma de 1994 que otorgó a los tratados internacionales una nueva jerarquía
normativa.
En cuanto a las competencias específicas de cada poder ya vimos que el Congreso tiene la facultad de
"aprobar o desechar tratados concluidos con las demás naciones y con las organizaciones internacionales y los
concordatos con la Santa Sede. Los tratados y concordatos tienen jerarquía constitucional superior a las leyes"
(art. 75, inc. 22, ex 67, inc. 19). Por su lado el Presidente de la Nación "Concluye y firma tratados, concordatos
y otras negociaciones requeridas para el mantenimiento de buenas relaciones con las organizaciones
internacionales y las naciones extranjeras..." (art. 99, inc. 11 ex. 86, inc. 14). En este punto, como puede
verse, la Constitución argentina se apartó del precedente norteamericano que otorga más libertad al Presidente
(41).
En tercer lugar tenemos el art. 31 que al regular el orden de prelación del ordenamiento jurídico establece
también la prelación entre leyes y tratados (42). La redacción de esta norma ciertamente no es clara y por ello ha
merecido históricamente dos interpretaciones. La primera fue establecida en el caso "Martín & Cía. Ltda." c.
Administración General de Puertos (43), según la cual leyes y tratados poseían rango equivalente, de modo que
una ley bien podía modificar o derogar, incluso, un acuerdo internacional. Esta postura, que contaba con la
opinión en contrario de Bidart Campos (44), es también la que ha prevalecido básicamente en la jurisprudencia
de la Corte norteamericana. Este Tribunal viene sosteniendo desde "The Cherokee Tobacco"(45) seguido por
una serie de casos posteriores tales como Whitney v. Robertson (46), vinculado a un tratado con la República
Dominicana sobre venta de azúcar, "Botiller v. Dominguez"(47); "Chae Chan Ping v. United States"(48) donde
se declaró la constitucionalidad de una ley que permitía la exclusión de trabajadores chinos de los Estados
Unidos, en contra de lo establecido por un tratado anterior; "Fon Yue Ting v. United States"(49), "United States
v. Lee Yen Tai"(50), y "Johnson v. Browne"(51) que el tratado posee igual jerarquía que la ley y por ende puede
ser modificado por una ley posterior. Posteriormente se ha morigerado esta regla y se ha establecido que un
tratado sólo puede considerarse abrogado si la ley expresamente lo dice. Así fue establecido "Cook v. United
States" (1933) tratado con Gran Bretaña sobre inspección de buques ingleses sospechosos de contrabando de
bebidas alcohólicas (52) lo que ha sido ratificado en varias decisiones posteriores (53). También se ha dicho que
para abrogar el tratado no basta el mero silencio de la ley (54).
La segunda interpretación fue establecida por la Corte Suprema en 1992, en "Ekmekdjian c. Sofovich"(55) y
repetida luego en "Fibraca"(56) y posteriormente en "Hagelin"(57). En estos fallos se reinterpretó el art. 31 de la
Constitución estableciendo la preeminencia de los tratados internacionales sobre las leyes. Como consecuencia
de esta nueva impronta jurisprudencial, la reforma constitucional estableció en el inciso 22 del artículo 75 arriba
transcripto que: "Los tratados y concordatos tienen jerarquía constitucional superior a las leyes". La Corte luego
reiteró esta postura en fallos posteriores tales como "Cafés La Virginia S.A."(58) "Mangiante c.
AADICAPIF"(59), "Horacio Giroldi"(60), y "Méndez Valles c. A. M. Pescio S.C.A."(61).
Esta doctrina sin embargo es aplicable a los tratados pero nada se ha dicho de los acuerdos ejecutivos. En los
estados Unidos la Corte Suprema no se ha pronunciado sobre el tema. Existe solamente el caso "United States v.
Capps Inc."(62), resuelto por la Corte de Apelaciones del Cuarto Circuito, vinculado a un acuerdo con el Canadá
relativo a la exportación de papas e incluido dentro de la tercera de las categorías mencionadas más arriba. En
este caso el convenio fue declarado inconstitucional pues no había sido autorizado por el Congreso y estaba
además en contravención con la ley de ajuste de la agricultura (Agricultural Adjustment Act) de 1948, anterior
al acuerdo. De este caso se deduce que los acuerdos ejecutivos posteriores a las leyes no las modifican como
ocurre con los tratados (63).
A su vez el Restatement of the Law (64) en materia de relaciones internacionales establece que los acuerdos
ejecutivos pueden derogar legislación estatal anterior pero no pueden derogar leyes del Congreso anteriores
(65).
En lo atinente a la Argentina podrían ensayarse cuatro posiciones: 1. superioridad del acuerdo ejecutivo
sobre la ley; 2. inferioridad respecto de la ley; 3. equiparación entre ambos de manera que rija el principio de la
vigencia de la norma posterior y 4. analizar la cuestión en función de la naturaleza del acuerdo. En primer
término creo debemos descartar toda tesis que intente polarizar el problema ya sea por admitir sin más la
superioridad de los acuerdos ejecutivos sobre las leyes, como por establecer su inferioridad automática. Ninguna
de estas posturas es racional sino que responde más bien a una elección discrecional. La primera los asimilaría
directamente con un tratado formal y en realidad no lo son, y la segunda olvidaría que existen ciertos acuerdos
que pueden derivarse de un tratado anterior o de una habilitación legislativa previa. Tampoco parece muy
acertado a esta altura de los acontecimientos mantener para el acuerdo ejecutivo la vieja tesis de la equiparación.
Ello sería en todo caso una solución convencional. Prefiero optar por la cuarta de las soluciones para lo cual es
preciso distinguir como ya dije más arriba con cita de Vanossi que existen básicamente dos categorías de
acuerdos ejecutivos: a) los que se celebran por delegación (66) y b) los que tienen lugar por ejercicio de
facultades propias del Poder Ejecutivo. Los primeros que como vimos en los Estados Unidos tienen tres
subcategorías en mi opinión son equiparables a los tratados pues en ellos ha existido una intervención del
órgano legislativo bien que ha sido previa. De tal suerte no veo inconvenientes para asimilarlos a los tratados y
otorgarles la jerarquía que a éstos se les ha atribuido en el art. 75, inc. 22. Distinto es el caso del acuerdo que el
Poder Ejecutivo lleva a cabo en función de sus propias facultades constitucionales. Si bien es cierto tal como
señalé más arriba que el Presidente en el orden internacional está menos sujeto al Congreso que en el orden
interno, no me parece que esta libertad de maniobra le permita llegar a derogar una ley previa. De lo contrario
permitiríamos que en el orden internacional el Presidente pueda hacer lo que la Constitución expresamente le
prohibe en las cuestiones domésticas. Bajo estas premisas que dejo ensayadas muy provisionalmente y que
seguramente requerirán de un análisis más profundo del que he podido hacer en estas líneas, un acuerdo
ejecutivo celebrado en función de facultades propias del Presidente que fuera contrario a una ley del Congreso,
resultaría inconstitucional en función del art. 31 de la Constitución.
Especial para La Ley. Derechos reservados (ley 11.723).
(1)Bien entendido que me estoy refiriendo a los tratados que no poseen rango constitucional, es decir,
aquellos que mencionados expresamente en el texto del inc. 22, están específicamente dedicados a los derechos
humanos.
(2)Conf. BIDEGAIN, Carlos María, "Curso de derecho constitucional", t. IV, p. 197, 2ª ed., Ed. Abeledo
Perrot, Buenos Aires, 1996. Vanossi divide el proceso en cuatro etapas pues agrega como tercera el decreto
presidencial que promulga la ley aprobatoria del tratado (VANOSSI, Jorge Reinaldo, "Régimen constitucional
de los tratados", p. 79, Ed. El Coloquio, Buenos Aires, 1969).
(3)Se ha discutido largamente en la doctrina argentina cuáles son los alcances de la aprobación del
Congreso, pues mientras la mayoría sostiene que solo puede aprobar o desechar, pero no introducir
modificaciones, una opinión minoritaria cree que también puede introducir modificaciones. En la tesis
mayoritaria militan MONTES DE OCA ("Cuestiones de Derecho constitucional", p. 87, cit. por González
Calderón, ver cita sigte.), GONZALEZ CALDERON ("Derecho constitucional argentino", t. III, p. 405, 3ª ed.,
Buenos Aires, 1930); LINARES QUINTANA ("Tratado de la ciencia del derecho constitucional", t. IX, p. 372,
Buenos Aires, 1962; ROMERO ("Derecho constitucional", t. II, p. 209, Buenos Aires, 1976), y BIDART
CAMPOS ("Tratado elemental de derecho constitucional", t. II, p. 381, 2ª ed., Ed. Ediar, Buenos Aires), entre
otros. La posición minoritaria fue sostenida y merece ser citada tan sólo por la autoridad constitucional de su
autor: Joaquín V. González, quien cambiando lo que había dicho en su "Manual de la Constitución argentina",
admitió luego que el Congreso puede alterar lo acordado por el Poder Ejecutivo (GONZALEZ, Joaquín V.,
"Obras completas", t. XI, ps. 211/215, Imprenta del Congreso de la Nación, Buenos Aires, 1936).
Indudablemente y pese a la opinión de Joaquín V. González, el Congreso no podría modificar un tratado
concluido por el Poder Ejecutivo. Al igual que la Constitución de los Estados Unidos, en la Constitución
argentina la dirección de las relaciones exteriores corresponde al Presidente de la Nación. Es él quien decide
cuáles han de ser los términos de un tratado internacional. El Congreso por consiguiente está solo limitado a
aprobarlo o desecharlo. "Cuestiones de derecho constitucional", p. 87, cit. por GONZALEZ CALDERON, ver
nota siguiente.
(4)Para un análisis del proceso de celebración de un tratado según la Convención de Viena (Adla, XXXII
D, 6412) véase: DE LA GUARDIA, Ernesto, "Derecho de los tratados internacionales", Cap. VII, Ed. Abaco,
Buenos Aires, 1997.
(5)Si bien la ley de aprobación es luego promulgada por el Poder Ejecutivo, es claro que el acto de
"aprobación" es una "decisión política" que corresponde al Congreso.
(6)Las normas constitucionales mencionadas permiten hacer una distinción básica pero necesaria: la norma
atributiva de competencia del Congreso (art. 75, inc. 22) habla de dos clases de acuerdos internacionales: I.
tratados y II. concordatos, mientras que la norma atributiva de competencia del Presidente se refiere a tres
clases: I. tratados, II. concordatos y III. "otras negociaciones".
(7)GONZALEZ CALDERON, Juan A., "Convenio con Francia sobre el Servicio Militar", artículo
publicado en La Prensa del 5 de julio de 1927, reproducido en Doctrina Constitucional, ps. 394/402, esp. p. 396,
Buenos Aires, 1928.
(8)En aquel entonces art. 86, inc. 14.
(9)"Curso ...", cit. en nota 2, t. IV, p. 198.
(10)ROUSSEAU, Charles, "Derecho internacional público", versión castellana de GIMENEZ ARTIGUES,
Fernando, p. 39, Barcelona, 1966.
(11)GARCIA PELAYO, Manuel, "Derecho constitucional comparado", p. 385, Ed. Alianza, 1993.
(12)DIEZ DE VELASCO VALLEJO, Manuel, "Instituciones de derecho internacional público", p. 146, 10ª
ed., Ed. Tecnos, Madrid.
(13)SEVE DE GASTON, Alberto, "Los Tratados Ejecutivos en la República Argentina", Ed. Depalma,
Buenos Aires, 1970.
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(14)DE LA GUARDIA, "Derecho de los tratados internacionales", cit. en nota 4, ps. 152 y siguientes.
(15)VANOSSI, Jorge R., "Régimen constitucional de los tratados", p. 143 y sigtes., Ed. El Coloquio,
Buenos Aires, 1969.
(16)27 U.S. 253 (1829).
(17)301 U.S. 324 (1937).
(18)315 U.S. 203 (1942).
(19)Se discutían aquí los derechos del Estado de Nueva York y de otros acreedores sobre las acciones de
una compañía rusa de seguros. El Gobierno ruso en 1918 había nacionalizado todas las compañías de seguros
incluyendo en ello las tenencias de acciones extranjeras. Posteriormente en 1933, el Presidente F. D. Roosevelt
firmó con la Unión Soviética el acuerdo Litvinov reconociendo el Gobierno soviético estableciéndose al mismo
tiempo que los intereses rusos en la compañía de seguros de Nueva York pasarían al Gobierno federal
norteamericano. Los acreedores norteamericanos y extranjeros entonces reclamaron por sus intereses pero la
Corte suprema sostuvo que el no reconocimiento del estado de Nueva York del tratado Litvinov chocaba contra
el acuerdo ejecutivo realizado por el Presidente.
(20)Según datos proporcionados por Rousseau entre 1789 y 1945 fueron concluidos 845 tratados y 1492
"agreements". Asimismo según estadísticas posteriores entre 1986/88 se firmaron más de 400 acuerdos
ejecutivos contra menos de 50 tratados (Vid. O'BRIEN, David M., "Constitutional Law and Politics", vol. I, p.
239, 2nd edition, W. W. Norton & Co., New York)
(21)Debe su nombre a su autor, el Senador de Ohio John W. Bricker.
(22)Ejercieron una viva oposición a la propuesta el Presidente Eisenhower y el Secretario de Estado Dulles.
(23)Para el estudio de estos acuerdos en los Estados Unidos puede verse: ROTUNDA, Ronald D. y
NOWAK, John E., "Treatise on Constitutional Law", vol. I, p. 514, 2nd edition, West. Pub. Company, 1992;
FISHER, Louis, "Constitutional Conflicts between Congress and the President", Chapter 8, Princeton University
Press, 1985; HENKIN, Louis, "Constitutional Democracy and Foreign Affairs", p. 45, Columbia University
Press, New York, 1990; y más específicamente, JOHNSON, Loch K., "The making of international agreements,
Congress confronts Executive", New York University Press, 1984, donde puede verse un extenso análisis de la
llamada Enmienda Bricker.
(24)453 U.S. 654 (1981).
(25)Luego de la toma de la embajada norteamericana en Teherán el Presidente Carter congeló todos los
depósitos del Gobierno iraní en cuentas de bancos norteamericanos. La entrega de los rehenes se produjo luego
de un acuerdo ejecutivo con el Gobierno de Teherán por medio del cual debían dejarse sin efecto todas las
acciones judiciales existentes en tribunales norteamericanos contra Irán, y todos esos reclamos debían someterse
a un tribunal arbitral americanoiraní. Para el cumplimiento de este acuerdo los Presidentes Carter y Reagan
emitieron varias "executive orders" que fueron impugnadas judicialmente. La Corte finalmente rechazó estas
peticiones.
(26)ROTUNDANOWAK, cit.en nota 23, vol. I, p. 522.
(27)Cit. en nota 13, ps. 39/46.
(28)Convenio suscripto con los Estados Unidos de Norteamérica el 3/10/56. Existen además diferentes
acuerdos con este país relativos al uso de naves de guerra celebrados en 1951 y 1960.
(29)Suscripto con los Estados Unidos de Norteamérica el 29/7/55 referido a la utilización de la energía
atómica en el campo civil.
(30)Convenio suscripto con Gran Bretaña el 31/3/55 y convenio suscripto con Suecia relativo a filmes
cinematográficos, el 12/6/59.
(31)Contrato de empréstito suscripto con el Banco para la Reconstrucción y el Desarrollo, Washington,
30/6/61. Convenio con Gran Bretaña sobre tasas de cambio del 20/1/60. Convenio con el Japón sobre excepción
recíproca de visa del 20/12/61.
(32)Acuerdo zoosanitario con el Gobierno japonés del 20/12/61.
(33)Convenio con el Gobierno danés suscripto el 28/11/62.
(34)Convenio con los Estados Unidos de Norteamérica por medio del cual se otorga a la Argentina una
donación de materiales y elementos para la investigación nuclear, celebrado el 9/9/59.
(35)Convenio sobre doble imposición con el Gobierno de Grecia suscripto el 21/3/50.
(36)Convenio con Gran Bretaña suscripto el 17/11/59.
(37)BOWIE, Robert R. y FRIEDRICH, Carl J., "Estudios sobre federalismo", p. 314, versión castellana de
BARRANCOS, Susana, p. 314, publicada por Ed. Bibliográfica Argentina, 1958.
(38)"Régimen constitucional de los tratados", cit. en nota 15, p. 148
(39)299 U.S. 304 (1936).
(40)Este artículo no figura en la Constitución de los Estados Unidos, fue tomado del proyecto de Alberdi,
art. 35 (conf. SECO VILLALBA, Armando, "Fuentes de la Constitución Argentina", p. 160, Ed. Depalma,
Buenos Aires, 1943). La no existencia de este artículo en los Estados Unidos exigió que la Corte aclarara que
los poderes del gobierno federal y de los Gobiernos locales estaban sometidos respectivamente a ciertas
limitaciones. La primera limitación fue impuesta al gobierno federal. En un comienzo se pensó en los Estados
Unidos que los tratados podían tener rango constitucional y que por ende los tratados celebrados con potencias
extranjeras podían modificarla. La Corte sin embargo sostuvo lo contrario. El primer pronunciamiento en este
terreno fue "De Geofroy v. Riggs", 133 U.S. 258 (1890) por el voto del juez Field y la consagración de este
principio fue dada en "Reid v. Covert", 354 U.S. 1 (1957), por el voto de Black. La segunda limitación fue en
relación a los estados. Algunos estados reclamaban que bajo la Enmienda Décima (similar a nuestro viejo art.
104, actual 121) habían retenido poderes de hacer algunos tratados internacionales. El primer caso en el que la
Corte analizó este problema fue "Hauestein v. Lyhnam", 100 U.S. 483 (1879), en donde estableció que los
tratados internacionales se aplican a los Estados como si fueran la ley y la constitución misma del estado.
Posteriormente en "Missouri v. Holland", 252 U.S. 416 (1920), relativo a un tratado sobre aves migratorias con
Gran Bretaña. Aquí la Corte por medio del voto de Holmes ratificó el pleno poder del Gobierno federal para
celebrar tratados sin que la enmienda 10 impusiera limitaciones de ningún tipo.
(41)En los Estados Unidos el Presidente tiene poder para hacer tratados con acuerdo y consentimiento del
Senado, siempre que concurra el voto de los tercios de los senadores presentes (Art. II, sección 2ª). Lo que se
completa con el art. I, sección 8ª, cláusula 18 ("necessary and proper clause"), que es la cláusula de poderes
implícitos (similar a nuestro ex art. 67, inc. 28, actual 75, inc. 32). Como puede verse en la Constitución
Nacional es el Congreso el que aprueba el tratado mientras que en los Estados Unidos sólo se precisa el acuerdo
del senado, bien que con una mayoría específica.
(42)Este artículo tiene como fuente directa el art. VI, párr. 2° de la Constitución de los Estados Unidos,
(43)Fallos: 257:99 (1963 La Ley, 113458).
(44)"Tratado elemental" cit. en nota 3, t. I, ps. 183/184 y t. II ps. 383/388. Aquí el autor ratifica sus tesis
tradicional (expuesta en "Derecho constitucional", t. I, p. 285, Ed. Ediar Buenos Aires, 1968) y adhiere a los
postulados de la nueva jurisprudencia de la Corte.
(45)78 U.S. 616 (1871).
(46)124 U.S. 190 (1888).
(47)130 U.S. 238 (1889).
(48)130 U.S. 581 (1889)
(49)149 U.S. 648 (1893).
(50)185 U.S. 213 (1902).
(51)205 U.S. 309 (1907).
(52)Aquí se daba una situación peculiar pues el tratado celebrado 1924 había reemplazado a una ley de
tarifas de 1922 pero ésta había sido puesta en vigencia nuevamente en 1930.
(53)"Pigeon River Improvement, Slide & Boom Co. vs. Charles W. Cox, Ltd.", 291 U.S. 138 (1934),
"Menominee Tribe of Indians v. United States", 391 U.S. 404 (1968); "Washington v. Washington State
Commercial Passenger Fishing Vessel Association", 444 U.S. 816 (1979); "Trans World Airlines Inc. v.
Franklin Mint Corp.", 466 U.S. 243 (1984).
(54)"Weinberger vs. Rossi", 456 U.S. 25 (1982).
(55)Fallos: 315:1492 (1992); LA LEY 1992C, 543, ED, 148355.
(56)"Fibraca Constructora SCA c. Comisión Técnico Mixta de Salto Grande", Fallos: 316:1669 (1993).
(57)Fallos: 316:3176 (1993); LA LEY, 1995A, 68.
(58)Fallos: 317:1282 (1994); LA LEY 1995D, 277.
(59)Fallos: 318:141 (1995); LA LEY, 1995D, 175.
(60)Fallos: 318:514 (1995); LA LEY: 1995D, 461; ED, 163161.
(61)Fallos: 3182639 (1995); LA LEY 1996C, 501.
(62)204 Federal Reporter, 2nd Series (4th Circuit, 1953)
(63)NOWAKROTUNDA, cit. en nota 23, vol. I, p. 525.
(64)El "Restatement of the Law" en los Estados Unidos es una colección de varios volúmenes, editada por
el American Law Institute, que recopila el derecho existente en diversas áreas y establece su vigencia los
rumbos que está tomando y las formas en que se presume irá cambiando.
(65)"Restatement of the Law", 2nd Foreign Relations of the United States, sección 144(1), (1965).
(66)Recordemos por ejemplo que por medio de la ley 16.432 (Adla, XXIA, 282) el Congreso autorizó al
Presidente para celebrar convenios de cierto tipo.