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MARCO NORMATIVO
Introducción
Puede ocurrir que no exista en el ordenamiento jurídico una disposición expresa que
implique una excepción a la consecuencia acordada por determinada disposición (p),
pero la norma (interpretación que se hace de la disposición) que se establece a partir
de la interpretación o de la ponderación de la misma genera una excepción implícita
(q) de no aplicar la consecuencia jurídica establecida en la disposición (p), ello debido
a que existen situaciones jurídicamente relevantes (factores relevantes señala Shauer)
que impiden que se cumpla la consecuencia de (p), debido a que se presentan
razones jurídicas de mayor peso que permiten desplazar la consecuencia acordada en
(p), son los llamados juicios de relevancia.
I. Indeterminación
Si bien las disposiciones normativas presentan indeterminación, esta debe ser resuelta
por el juez adscribiéndose a una interpretación respecto de los signos lingüísticos que
presenta la disposición normativa, dándoles el significado que corresponda y
resolviendo –en su momento– el caso concreto, generando una decisión que no solo
vincula a las partes sino que puede servir de criterio interpretativo para casos futuros
homólogos.
Aunque se pretenda como aspiración5 que los sistemas jurídicos cumplan con los
criterios de completitud6 y de coherencia7, en la práctica ocurre todo lo contrario, ya
que por las reglas que lo integran puede ser considerado como un sistema jurídico
incompleto por la existencia de lagunas y además puede ser incoherente por
presentar antinomias.
Como vemos, estas anomalías son las que pueden presentar un sistema jurídico, por
un lado, tenemos a la indeterminación de las reglas (con vaguedad o ambigüedad) y
principios, que de por si tienen “un notable grado de generalidad, vaguedad e
indeterminación lo integran (son normas con supuesto de hecho “muy abierto”, o
incluso “normas sin supuesto de hecho”)8; por otro lado, porque se puede presentar la
existencia de lagunas y antinomias. Esta indeterminación del derecho conforme a la
posición de la filosofía jurídica puede propiciar algunos márgenes de discrecionalidad9.
Por ello, es importante la opinión de Vilajosana quien precisa que una de las
tendencias más importantes de la filosofía del derecho contemporánea es su
insistencia en los problemas que presente la indeterminación del Derecho. Desde el
punto de vista práctico, puede decirse que a un jurista le interesa determinar hasta qué
punto los materiales jurídicos que son identificados según la regla de reconocimiento
sirven para dar respuesta a los conflictos jurídicos que acaban desembocados en los
tribunales. Si todos los elementos que sirven para tomar decisiones en el ámbito
jurisdiccional, en el que se resuelven casos concretos por parte de los jueces y
tribunales, están previamente determinados por las normas generales promulgadas
por el legislador, entonces, la actividad de los jueces es puramente mecánica y sus
decisiones no suponen una innovación del derecho previamente existente, sino una
simple aplicación. Pero esto, actualmente, es sostenido por pocos autores. Si acaso,
fue defendido por el formalismo estricto en épocas pretéritas. En la actualidad, los
filósofos del derecho suelen rechazar o que la actividad de los jueces sea simplemente
mecánica, o que esa actividad consista en la aplicación de normas precedentes, o
ambas cosas a la vez [VILAJOSANA, Josep. Identificación y justificación del Derecho.
Marcial Pons, Madrid, 2007, pp. 89-90].
II. Derrotabilidad
Para las ideas de derrotabilidad seguimos la posición que asume Giorgio Pino sobre el
particular, partiendo de la premisa que derrotabilidad implica la no aplicación de
disposiciones normativas, cuando una disposición que resultaba aplicable a un caso,
termina no siendo aplicada, por lo que se puede decir que fue derrotada, fue
desaplicada.
Este autor identifica dos tipos de desaplicación; la primera es jurídica, se derrota por
razones “internas” al ordenamiento jurídico, por causa de otra norma. Precisa que
hasta que la norma N1 sea derrotada por la norma N2 es indispensable: 1) que N1 y
N2 tenga al menos en parte el mismo campo de aplicación (que sean ambas
abstractamente aplicables a un tipo de caso); 2 que den resultados diversos; 3) que N2
sea juzgada como más adecuada, más oportuna, más importantes que N1; 4) que por
lo tanto al caso en cuestión le sea aplicada N2 y no N1. Concluye que si todas estas
condiciones se presentan, entonces la norma N2 habrá hecho derrotable la norma N1.
En ese sentido, se puede sostener que toda regla o principio podrían presentar
excepciones implícitas que no pueden ser establecidas de antemano, sino que se
producen en la aplicación a casos concretos. Pino señala que las excepciones
implícitas son, por definición, imprevisibles - o mejor, no predeterminables exactamente
de manera exhaustiva: ya que no se pueden prever con exactitud todas las
circunstancias en las que un principio puede encontrar aplicación [PINO. 2014, p. 71].
Barberís sobre la derrotabilidad señala que según la teoría de la forma lógica, de la
premisa de una norma debe derivarse una consecuencia. Sin embargo, ¿Qué significa
“debe”, aquí? Por supuesto, no significa un deber técnico sino normativo, pero suscita
la siguiente la siguiente pregunta: si se verifica la premisa x, ¿la consecuencia le sigue
sin excepciones? ¿O bien le sigue solo a la condición de que no se verifiquen
excepciones implícitas: es decir, no previstas explícitamente ni por la misma ni por
cualquier otra norma jurídica? Este es el problema de la derrotabilidad (ingl.
defeasibility), problema vislumbrado ya por Hart hace más de medio siglo, y que es
central para la teoría de las normas jurídicas, pues involucra los rasgos lógicos,
interpretativos y aplicativos de ellas. [BARBERIS, Mauro. 2015, p. 126].
Igualmente, aquella regla que se aplica comúnmente en una plaza pública en la cual
se prohíbe el ingreso de vehículos, teniendo como rótulo el de: “prohibido el ingreso de
vehículos”, esta regla puede resultar derrotable si el vehículo que pretende ingresar a
la plaza pública es una ambulancia o un vehículo de bomberos para atender una
emergencia o por el contrario se trata de un vehículo no motorizado12.
De la misma forma aquella regla que prohíbe hacer ruido en la biblioteca, que rotula
“guardar silencio”, simplemente esta regla puede derrotarse si la biblioteca se
encuentra cerrada y en refacción, y los operarios trabajan escuchando la radio con alto
volumen o cuando el personal de limpieza se encuentra laborando en horario de no
atención al público y realizan su trabajo escuchando la radio con alto volumen.
En todos estos casos indicados, las prohibiciones tienen como punto de partida la sana
convivencia de las personas en sociedad, el orden y buenas relaciones intersubjetivas,
la tranquilidad; sin embargo, pueden existir razones de mayor envergadura que
permitan quebrar determinadas prohibiciones, dejarlas de lado, derrotarlas; por lo cual,
es atendible el caso de las personas con discapacidad que dependen de un can
(entrenado para esa labor) que les pueda ayudar a desarrollar sus actividades o el
ingreso de una ambulancia en lugares donde se encuentra prohibido el ingreso de
vehículos sean o no motorizados, ya que debe atender una emergencia en la que se
pueden encontrar una persona y que se encuentre en peligro su vida. Suele referirse
en estos casos a los llamados juicios de prevalencia, en el cual algún bien jurídico o
situación jurídica relevante no considerado en la regla, debe prevalecer sobre aquellos
que si fueron considerados.
Otras reglas jurídicas que suelen ser derrotadas se refieren por ejemplo a la
inviolabilidad de domicilio, salvo que se trate de estado de necesidad por determinadas
circunstancias que pongan en peligro bienes jurídicos de mayor envergadura. También
la regla de no afectar la integridad física de otro, por ejemplo “no matar a otro”, salvo
que se trate de legítima defensa. Matar a alguien siempre trae consecuencias jurídicas
(sanción en el ámbito penal, responsabilidad civil en el ámbito civil), pero si se
producen nuevas condiciones al antecedente como que la muerte se produjo por
legítima defensa, entonces tendremos que la consecuencia prevista no se producirá,
ya que se dio una excepción a esta regla.
De tal manera que si aplicáramos la regla sin posibilidad de excepción (con lo cual
haríamos un trabajo meramente subsuntivo), la decisión judicial que se genere en este
sentido estaría justificada internamente (lógicamente justificada, simple trabajo lógico),
pero no tendría justificación externa, la decisión de aplicar mecánicamente la regla
generaría una decisión que no pasa el tamiz de la justificación externa13.
1. Motivación o justificación
Para ingresar al análisis de cómo justifica el juez la decisión judicial cuando decide
derrotar una disposición normativa, debemos realizar un previo repaso de lo que se
puede entender como justificación de las decisiones judiciales
Olsen Ghirardi hace una distinción entre motivación y fundamentación, señala que en
general se emplea indistintamente el vocablo fundamentar o el vocablo motivar. La
diferencia es, apenas, de pequeño matiz. Motivar viene de motivum, que significa lo
que mueve; es siempre una razón, la razón del acto que nos impele; el conjunto de
consideraciones racionales que hace que nuestro espíritu se incline por una decisión
determinada y que hace que se descarte toda otra. Por otra parte, el vocablo
fundamentar se hace presente con una significación más profunda. No solo hay
motivación, cualquier motivación; es la motivación que echa las bases de la obra que
se construye. La fundamentación verdadera es siempre la correcta, la que lleva a la
certeza, pero que, al mismo tiempo, tiene la razón suficiente para que algo sea lo que
necesariamente deba ser y no otra cosa; o que se mande racionalmente obra un acto y
no otro cualquiera25.
La motivación entonces no solo puede ser entendida como un deber del juez al tomar
la decisión judicial (deber de motivar), sino que tiene como correlato que los
justiciables tienen el derecho a recibir una decisión motivada o justificada (derecho a
decisión motivada, lógica y congruente), entendiendo que debe ser una justificación
racional y lógica. Por lo cual, tenemos que la finalidad de la motivación es que los
sujetos del proceso (endoprocesal) la sepan con fines recursivo y para que resuelva la
autoridad judicial superior con fines de control y los que están fuera de él
(extraprocesal) conozcan al detalle las razones que llevaron al juez a tomar
determinada decisión, además que la motivación busca como fin último la de evitar que
la actividad judicial se sustente en la arbitrariedad al momento de resolver los
conflictos.
Chiassoni afirma que una sentencia judicial está motivada correctamente si, y solo si,
cada una de las decisiones judiciales (disposiciones individuales, juicios jurídicos,
normas individuales judiciales) que esta contiene es racional o está justificada
racionalmente. Agrega que la decisión judicial es racional; en primer lugar, si está
justificada desde el punto de vista lógico-deductivo o inferencial (condición de
justificación interna); en segundo lugar, la decisión debe estar justificada desde el
punto de vista de la corrección jurídica de las premisas normativas (condición de la
justificación normativa) y en tercer lugar, la decisión debe estar justificada desde la
óptica de la corrección jurídica de sus premisas fácticas (condición de justificación
externa probatoria) [CHIASSONI, Pierluigi. Técnicas de interpretación jurídica y
breviario para juristas. Marcial Pons, Madrid, 2011, p. 18].
Sobre este aspecto expresa Taruffo que la mayor parte de los ordenamientos
procesales adoptó una concepción racional de la decisión en el momento en el que se
impuso al juez la obligación de motivar sus decisiones. Si en efecto se toma esa
obligación en serio, y no se piensa que pueda satisfacerse con motivaciones ficticias,
entonces se obliga al juez a exponer en la motivación las razones que justifican su
decisión. En esencia, el juez está obligado a racionalizar el fundamento de su decisión,
articulando argumentos (las “buenas razones”) en función de las cuales aquellas
puede resultar justificada: la motivación es, entonces, un discurso justificativo
constituido por argumentos racionales. En realidad, el juez no debe persuadir a las
partes ni a otros sujetos de la bondad de su decisión: es necesario que la motivación
justifique racionalmente la decisión30.
En tal sentido, Perelman citado por Aliste precisa que “motivar es justificar la decisión
tomada proporcionando una argumentación convincente e indicando lo bien fundado
de las opciones que el juez efectúa”. Agrega Aliste que la justificación, en puridad
parece referirse a un ámbito conceptual posterior a la búsqueda de las premisas, de
razonamiento, que también va más allá de la “argumentación” y de la simple
“explicación”. Justificar una decisión jurídica supondría establecer las inferencias entre
los diversos argumentos que componen el cuerpo de la motivación, es decir,
establecer las relaciones de dependencia ciertas que tras la necesaria valoración del
conjunto del material probatorio permitan llegar a la certeza moral en cuento a la
realización de los hechos estimados probados y su oportuna calificación jurídica. Por
eso la obligación de motivar conlleva no solo la necesidad de justificar interna, sino
también la justificación externa de las premisas sobre las que se erige el razonamiento
posterior31.
Con mucha más claridad Ignacio Colomer sentencia que la motivación es, por tanto, la
justificación que el juez debe realizar para acreditar o mostrar las concurrencias de
unas razones que hagan aceptable desde el punto de vista jurídico una decisión
tomada para resolver un determinado conflicto. La justificación de una decisión supone
poner de manifiesto las razones o argumentos que hacen aceptable la misma. En
particular la justificación de una resolución jurisdiccional implica hacer patentes las
razones por las que la decisión es aceptable desde la óptica del ordenamiento
[COLOMER HERNÁNDEZ, Ignacio. La motivación de las sentencias: sus exigencias
constitucionales y legales. Tirant lo Blanch, Valencia, 2003, pp. 37-38].
La doctrina se animó a presentarnos algunas reglas para una buena motivación, aquí
encontramos la posición de Marina Gascón y Alonso García que nos expresan las
siguientes reglas: I) Motivar es justificar. La motivación no puede entenderse si no se
aportan razones que permitan sostener como correcta la resolución judicial fáctica; ii)
motivar exige explicitar (y justificar) las pruebas usadas y explicitar el razonamiento.
El razonamiento exigible a efectos de motivación debe permitir pasar de los datos
probatorios a los hechos probados, según las reglas de la inferencia aceptadas y las
máxima de experiencia usadas; iii) todas las pruebas requieren justificación. También
por lo tanto, la llamada prueba directa; iv) la motivación exige una valoración
individualizada de las pruebas. La valoración conjunta no sustituye sino que viene
después de la valoración singularizada de las prueba, tomadas de una en una; v) han
de considerarse todas las pruebas practicadas. En particular, una sentencia
condenatoria debe dar cuenta razonada de por qué no se han atendido las pruebas
exculpatorias; o sea, debe justificar la valoración conferida a los medios de prueba
exculpatorios. Y una sentencia absolutoria debe dar cuenta razonada de por qué no se
han atendido las pruebas inculpatorias; o sea, debe justificar la valoración conferida a
los medios de prueba inculpatorios35.
V. Justificación de la derrotabilidad
En esta parte del trabajo buscamos proponer de forma tentativa con qué herramientas
argumentativas el juez podría decidir si la disposición normativa materia de análisis
puede ser derrotada y de qué forma lo hace, precisando si la desaplicación se produce
por la existencia de una excepción implícita o explícita; ubicando la disposición N1 y la
disposición N2 justificando por qué una de ellas derrota a la otra.
Aquí se puede ver con mucha claridad la función del juez con relación a la aplicación
de las disposiciones normativas, ya que se verá si el juez sigue el texto (“expreso”) de
esta o decide una cosa diferente. El camino que tome el juez al decidir es importante
para saber si sigue lo que dice la disposición normativa, “el texto expreso” de la misma
o se aparta de él. Pues como se podrá apreciar luego de ver los ejemplos propuestos
se puede llegar a resultado absolutamente absurdos si en casos concretos aplicamos
literalmente la disposición36. Probablemente en los casos en los que el juez aplique
simplemente la regla nos encontremos en un caso fácil, en los demás en los cuales el
juez deba dejar de lado lo señalado en la misma, nos encontremos frente a casos
difíciles37.
Se entiende así que las excepciones implícitas como una forma de construcción
jurídica a cargo del juez a las que se llega utilizado el argumento de la disociación, lo
que permite involucrar un conjunto de casos que no fueron previstos por el legislador
en la disposición normativa.
Pino señala que la ponderación entre principios constitucionales –en realidad se trata
también de una hipótesis de derrotabilidad, pero sobre la base de consideraciones
jurídicas, no estrictamente morales– [PINO, Giorgio. “Aplicabilidad de las normas
jurídicas”. En: Contribuciones a la filosofía del Derecho. Imperia en Barcelona, Marcial
Pons, Madrid, 2012, p. 76].
Entonces, tenemos según lo dicho hasta aquí, que cuando el juez decide derrotar una
disposición normativa para resolver un caso debe justificar su decisión señalando los
argumentos que la sostienen y utilizando la herramienta adecuada para el efecto,
dentro de las que hemos mencionado a la solución de lagunas axiológicas que incluye
la disociación, ponderación, resolución de antinomias, control difuso, haciendo uso de
la jerarquía axiológica, entre otras.
Este caso tiene relación con una persona que mató a su abuelo para poder heredar su
patrimonio, en vista de que el futuro causante que lo había considerado en su
testamento había contraído nuevas nupcias y que ya no recibiría el patrimonio porque
el abuelo podía cambiar el testamento, es el caso conocido como Riggs vs. Palmer,
con voto en mayoría por el juez Earl y en minoría el juez Gray.
En este caso prevaleció el criterio del juez Earl, lo que no permitió que Elmer reciba la
herencia, Dworkin que el juez al resolver pensó que sería absurdo suponer que los
legisladores de Nueva York que originariamente promulgaron el estatuto de
testamentos hayan querido que los asesinos heredaran y, por esa razón, el estatuto
verdadero que promulgaron no contenía esta consecuencia.
Este es el caso que nos lleva a identificar lo que ahora conocemos como laguna
axiológica (Alchourrón y Bulygin), donde se puede apreciar una clara tensión entre el
derecho y la moral, teniendo en cuenta por un lado, lo que resuelve el derecho objetivo
y, por otro, lo que debió haberse regulado a en ella aplicando principios.
Pérez Bermejo considera que lo que identificamos en los casos de laguna axiológica
es, en realidad, un caso de conflicto entre una regla señalada por los criterios de
identificación de fuentes y no de los principios o los valores más profundos o
arraigados en el sistema, agrega que a la hora de solucionar el conflicto, se enfrentan
entre sí dos tipos de consideraciones valorativas: por un lado, el principio de equidad
instruye la aplicación de la regla, porque este principio prescribe obedecer los criterios
usuales de identificación del material jurídico, criterios entre los que suelen destacar la
supremacía legislativa y la observancia de la ley escrita; por otro lado, algunos de los
principios de justicia básicos que justifican el sistema instruyen una solución
alternativa, y denuncian como injusta e incoherente la solución patrocinada por la regla
[PÉREZ BERMEJO, Juan (2006), pp. 245-246].
En este caso se derrota la regla y se busca una solución alternativa a la que se plantea
en ella, porque una solución como lo establece la regla, no es admisible en el sistema
jurídico, si tomamos en cuenta los principios y valores sobre los que se soporta, y se
impone en este caso que el Derecho también contiene principios morales como el que
“nadie puede beneficiarse de su propio crimen”.
Este es un caso resuelto por la justicia española, por el cual una madre de 17 años
pidió al órgano jurisdiccional autorice la donación de órganos a favor de su hija de seis
meses de edad.
El juez autorizó (con Auto N° 785/07 de fecha 18 de octubre de 2007) que la madre
sea donante si la niña empeoraba y no aparecía un donante fallecido, aunque la
misma no fue necesaria porque antes del mandato judicial apareció un donante
fallecido (niño de 12 años) y se practicó la operación quirúrgica con éxito en el Hospital
Universitario Reino Sofía de Córdoba.
En este caso, la regla de que los menores no pueden donar órganos no puede
aplicarse con éxito, porque se impondría una visión extremadamente positivista, sin
considerar que a partir de ella se puede generar excepciones sustentadas en
argumentos con mucha carga moral basados en principios46.
Una situación similar a la descrita y que se considera como un caso difícil siendo
rotulado como laguna axiológica, es el que proponen Alchourrón y Bulygin y que es
recogido por Chiassoni, es aquel que se relaciona con la situación de una mujer
embarazada que tenía tendencias suicidas a raíz del embarazo: El Código Penal
vigente a la sazón en Alemania reprimía el aborto en forma genérica (art. 218), sin
contemplar el caso de aborto por prescripción médica para salvar la vida o la salud de
la mujer. Un médico que practicó el aborto para evitar el suicidio de una mujer, que
según el informe psiquiátrico tenía tendencias suicidas a raíz del embarazo, fue
sometido a proceso y absuelto por el Tribunal del Reich sobre la base de una supuesta
laguna del Código Penal, que fue colmada por el Tribunal mediante la aplicación
extensiva del artículo 54 del mismo Código, referente al estado de necesidad
[CHIASSONI, Perluigi (2011), p. 246].
En este caso la disposición que generó controversia la ubicamos en el artículo 121 del
Código Procesal Constitucional que establece como regla: “contra las sentencias del
Tribunal Constitucional no cabe impugnación alguna”; sin embargo, el Tribunal
Constitucional interpretó (a través de sus integrantes) de forma diferente esta regla47.
Conclusiones
1. Dado que el derecho no puede dar ex ante una respuesta a todas las situaciones
fácticas que se producen en la realidad, es posible que a partir de lo ya regulado por
disposiciones normativas se pueda generar alguna excepción implícita (no considerada
por el legislador), la que se produce a partir de la aplicación a un caso concreto en el
que la respuesta del Derecho no es la óptima, porque puede resultar injusta, irracional
o absurdo, porque contraviene principios y valores de la Constitución y los fines
propios del Derecho. Si las excepciones implícitas no pueden ser establecidas ex ante
entonces la disposición normativa es derrotable.
3. En la derrotabilidad no debe primar la moral del juez, sino las pautas axiológicas
que provienen del sistema jurídico en el que se resuelve el caso. La generación de
excepciones implícitas no deben ser el vehículo para que el juez imponga su moral
personal. Se debe entender a la excepción implícita como un límite y contrapeso que
se impone a las disposiciones normativas, pero su uso debe ser racional.
4. La actividad del juez dejó de ser mecánica cuando de aplicar el derecho al caso en
concreto se trata, ya que tiene una tarea importante en la determinación del derecho
cuando este es indeterminado, presenta contradicciones o evidencia lagunas, más
cuando se enfrenta a lagunas axiológicas. La justificación que utiliza el juez para
determinar el derecho en estos supuestos es vital para ir generar argumento de
autoridad para casos homólogos futuros.
5. La derrotabilidad o defeasibility de disposiciones normativas propicia la inaplicación
(su no aplicación) de una disposición normativa que resultando aplicable de forma
abstracta al caso, no se aplica, sino que se genera una excepción implícita sustentada
en situaciones jurídicamente relevantes que justifican su desaplicación. En las
disposiciones normativas condicionadas tenemos que la consecuencia jurídica
asignada por ella no se produce debido a la excepción implícita generada por el
aplicador. Es un condicional sujeto a excepciones implícitas que nacen normalmente
de la interpretación de la misma disposición.
NOTAS:
4 Lifante al referirse a los aportes de Hart sobre la indeterminación indica los niveles
de indeterminación identificados por este autor: i) la indeterminación semántica de los
conceptos, lo que Hart denomina la “textura abierta” del lenguaje , y en la que centra
prioritariamente su atención; ii) Los supuestos de indeterminación que considera como
“más radical” que la mera textura abierta; iii) otros tipos de indeterminación lingüística,
como la ambigüedad; iv) la existencia de más de una norma aplicable a un mismo caso
concreto; v) la indeterminación que puede originarse al tener en cuenta los propósitos
perseguidos por la regla. LIFANTE VIDAL, Isabel. La interpretación jurídica en la teoría
del derecho contemporáneo. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Madrid,
1999, p. 197.
7 Martínez Zorrilla indica que desde el punto de vista lógico-formal, de los sistemas
normativos son predicables las tres propiedades siguientes: consistencia, plenitud e
independencia; a) consistencia consiste en que el sistema regula de manera no
contradictoria los diferentes casos o supuestos que abarca. De ese modo, si (y solo si)
el sistema contiene contradicciones normativas (llamadas también antinomias), es
decir, si no existe ningún caso que esté correlacionado con soluciones distintas e
incompatibles; la plenitud del sistema consiste en que el sistema normativo ofrece una
respuesta (solución normativa) para todos y cada unos de los casos que regula. Si
algún caso no está relacionado con solución alguna por parte de las normas del
sistema (ninguna norma da respuesta al caso), entonces, existe lo que se conoce
como laguna normativa. Un sistema será completo si (y solo si) no contiene lagunas
normativas, mientras que el sistema será incompleto si (y solo si) presenta el menos
una laguna normativa; c) la independencia del sistema consiste en que el sistema
regula los distintos casos de manera no redundante. Existe redundancia si más de una
norma del sistema vincula el mismo caso con la misma solución (u otra que se
deduzca lógicamente). MARTÍNEZ ZORRILLA, David. Metodología jurídica y
argumentación. Marcial Pons, Madrid, 2010, pp. 99-100.
10 Ródenas precisa que las reglas de regulación tienen una justificación subyacente
que consiste en un balance o ponderación entre principios para determinados casos
genéricos y cita el ejemplo de prohibición de fumar en los centros de trabajo. La
justificación subyacente –señala Ródenas– a esta regla es el resultado del balance
entre la autonomía o libertad de los fumadores y el derecho a la salud de los no
fumadores en los centros de trabajo. De manera que, para el caso genérico de los
centros de trabajo, se estima que debe prevalecer el derecho a la salud de los no
fumadores –principio 1– sobre la libertad de los fumadores –principio 2– Normalmente,
para saber lo que una regla ordena o prohíbe no necesitamos acudir a su justificación
subyacente. Por ejemplo comprendemos el significado de una señal gráfica que
prohíbe fumar en la entrada de unas oficinas sin necesidad de plantearnos cuáles han
sido las razones que han llevado al establecimiento de dicha prohibición, pero,
eventualmente, pueden surgir otras dificultades en la aplicación del derecho que no
obliguen a ello. Volviendo al ejemplo, ¿qué sucede cuando una persona fumadora
trabaja sola en su propio domicilio en un servicio de atención telefónica? Si nos fijamos
en el tenor literal de la regla, parece claro que esta persona tiene prohibido fumar,
pero, de acuerdo con la justificación subyacente de la misma, parecen existir buenas
razones para entender que la regla queda excluida: quien trabaja solo en un servicio
de atención telefónica no pone en riesgo el derecho a la salud de ningún no fumador.
De manera que debe excluirse la aplicación de una regla de mandato cuando, de
acuerdo con los principios que le sirven de justificación subyacente, su aplicación a un
caso concreto no está justificada. RÓDENAS, Ángeles. “Normas regulativas: principios
y reglas”. En: Conceptos básicos del Derecho. Daniel González Lagier (coord.), Marcial
Pons, Madrid, 2015, p. 20.
15 El inciso 6to. del artículo 50 del CPC impone al juez la obligación de fundamentar
los autos y sentencias, bajo sanción de nulidad, respetando el principio de congruencia
(…) en virtud de dicho principio, las resoluciones judiciales deben expedirse de
acuerdo al sentido y alcances de las peticiones formuladas por las partes, es decir
debe existir identidad entre las pretensiones y la sentencia”. Casación Nº 2042-99-
San Román, publicada en el diario oficial El Peruano el 07/01/2000.
19 El artículo 122 del CPC fue modificado por la Ley Nº 27524, con la cual se obliga al
Juez a tener sumo cuidado en la motivación de las resoluciones distintas al decreto,
así señala el inciso 3 del citado artículo, es por ello que la resolución debe contener “la
mención sucesiva de los puntos sobre los que versa la resolución con las
consideraciones en orden numérico correlativo, de los fundamentos de hecho que
sustenta la decisión y los respectivos de derecho con la cita de la norma o normas
aplicables en cada punto, según el mérito de lo actuado” asimismo debe contener,
según el inciso 4 ”la expresión clara y precisa de lo que se decide u ordena, respecto
de todos los puntos controvertidos. Si el denegase una petición por falta de algún
requisito o por una cita errónea de la norma aplicable a su criterio, deberá en forma
expresa indicar el requerimiento faltante y la norma correspondiente”.
21 Aquí otros pronunciamientos de nuestro TC: “(…) garantiza que los jueces,
cualquiera sea la instancia a la que pertenezcan, expresen el proceso mental que los
ha llevado a decidir una controversia, asegurando que el ejercicio de la potestad de
administrar judicial se haga con sujeción a la Constitución y a la ley; pero también con
la finalidad de facilitar un adecuado ejercicio del derecho de defensa de los
justiciables”. STC Nº 1230-2002-HC/TC. “(…) la debida motivación debe estar presente
en toda resolución que se emita en un proceso. Este derecho implica que cualquier
decisión cuenta con un razonamiento que no sea aparente o defectuoso, sino que
exponga de manera clara, lógica y jurídica los fundamentos de hechos y de derecho
que la justifican, de manera tal que los destinatarios, a partir de conocer las razones
por las cuales se decidió en un sentido o en otro, estén en la aptitud de realizar los
actos necesarios para la defensa de su derecho. El derecho a la motivación es un
presupuesto fundamental para el adecuado y constitucional ejerció del derecho a la
tutela procesal efectiva”. STC Nº 06712-2005-HC/TC “(…) cuando el demandante
sostiene que existe una falta de motivación, en realidad a lo que está haciendo
referencia es una incorrecta motivación, en la cual se evidencia que lo que es
esencial pretende es que se revisen temas relacionados a la valoración de las pruebas
aportadas en el proceso, tal y conforme se puede concluir del escrito de demanda, lo
cual no está permitido para este Colegiado, pues aceptar ello implicaría transgredir la
propia posición que este Tribunal ya ha señalado respecto del tema. Situación
diferente son los casos en los que se pone de manifiesto una insuficiencia en la
motivación de las resoluciones judiciales. En este tipo de casos la resolución lidia con
lo arbitrario, es decir, caso en los que es imposible apreciar el nexo lógico entre la
decisión adoptada y la argumentación que le sirve de fundamento (principio de
congruencia de las resoluciones judiciales). STC Nº 04341-2007-HC/TC.
23 “La motivación sirve para evidenciar las razones del juzgador, pues se trata que el
proceso de aplicación del Derecho no permanezca en el secreto o en el misterio, sino
que queda explicitado y reciba la necesaria suficiente publicidad; es la forma como el
juez persuade de su justicia, de tal manera que la motivación de la sentencia es el
canal de su legitimación”. Casación Nº 2164-1998-Chincha, publicada en el diario
oficial El Peruano el 18/08/1999.
32 Castillo Alva expresa que el deber de motivar las resoluciones consiste en aportar
razones tendientes a lograr que la decisión resulte aceptable, correcta o bien fundada.
Justificar una decisión implica efectuar “un razonamiento articulado que exprese los
argumentos a partir de los cuales el juez es válidos, falible, justo y razonado” o también
se la entiende como “un procedimiento argumentativo tendiente a aseverar que algo
está dotado de cierto valor”. Agrega que desde el punto de vista lógico, motivar supone
construir un razonamiento, o una inferencia lógicamente válida, entre cuyas premisas
existe una norma general, hechos y una determinada conclusión. CASTILLO ALVA,
José. “La motivación de la valoración de la prueba en materia penal”. En: Colección
Derecho & Tribunales. Nº 3, Grijley, Castillo Alva & Abogados, Lima, 2013, pp. 145-146.
35 GARCÍA FIGUEROA, Alfonso J. y GASCÓN ABELLÁN, Marina. Ob. cit., pp. 404 a
406.
39 Pérez Bermedo tiene una posición especial sobre las lagunas axiológicas. Refiere
que en la laguna axiológica existe una discordancia entre la norma que regula el caso
y la que debería regularlo: de ese modo, los operadores jurídicos se sienten
impulsados a inaplicar la regla señalada por el sistema de fuentes, y a recurrir a otros
criterios. Agrega que el concepto de laguna axiológica es, hasta cierto punto, un
concepto paradójico, por cuanto califica de laguna una situación en la que el sistema
designa con cierta claridad cuál es la regulación jurídica aplicable. No es extraño que
los cultivadores del modelo fundacionalista de sistema se hayan enfrentado a esta
categoría con una lógica perplejidad. Para estos autores el sistema incluye las normas
válidas designadas por un conjunto finito de algoritmos, pero el concepto de laguna
axiológica presume la desobediencia de la norma señalada por los algoritmos y la
ruptura de las fronteras del sistema cerrado. Desde este punto de vista, la única tesis
defendible es que las lagunas axiológicas no son verdaderas lagunas, sino
manifestaciones de una tensión entre las normas de derecho positivo supuestas
aspiraciones de justicia o de derecho natural, una tensión que, desde el punto de vista
jurídico, debe saldarse con la derrota de estas últimas. PÉREZ BERMEJO. Juan
Manuel. Coherencia y sistema jurídico. Marcial Pons, Madrid, 2006, pp. 243-244.
41 González Álvarez no admite la colisión entre reglas y principios, señala que los
conflictos o colisiones normativas solamente existen entre reglas; entonces, no son
sino las antinomias que se superan según diversos criterios específicos (de jerarquía,
cronológico, de especialidad, competencia, prevalencia, etc.). No existen conflictos o
colisiones entre reglas y principios, sino interacciones normativas, las cuales develan
la derrotabilidad de las primeras (razones protegidas o perentorias) por sujeción a los
contenidos de los segundos (razones de primer orden). El contenido principal hace
excepcional lo circunstancial de la regla, en un inevitable particularismo que es
consecuencia de la presencia de contenidos principales. No cabe duda que los
principios importan en la interpretación de las reglas. GONZÁLEZ, Roberto. Ob. cit., p.
501.
43 Idea contraria sostiene González Álvarez al afirmar que los principios son
inderrotables, y la interacción (nunca colisión) entre ellos da lugar a la proporcionalidad
de sus contenidos que procura su objetiva delimitación en la solución in casu. Agrega
que no toda norma jurídica es derrotable, sino solo las reglas, es decir, aquellas en las
que la antinomia, indeterminación o falta de completitud jurídicas pueden cobrar
presencia, aclarando que la derrotabilidad se acoge en estos dos últimos supuestos.
Da como razones para la inderrotabilidad de principios –entre otras– las siguientes: i)
los principios fundamentales son derechos y garantías fundamentales, guardando
entre ambos una estructura integral de manera que la construcción ponderativa de la
subsunción normativa particular se desplaza en los contenidos de los derechos
fundamentales y de sus correlativas garantías; ii) el contenido principal es integral de
los derechos fundamentales y sus correlativas garantías; iii) los contenidos principales
no se limitan, ni intervienen, ni restringen, ni mutilan, ni cercenan, ni superponen ni
jerarquizan, sino se delimitan; iv) los principios no colisionan, tampoco sus contenidos,
sin interaccionan; v) la aplicación de los principios (derechos y garantías
fundamentales), el principio de proporcionalidad contempla, en su contenido, una
expresión ponderativa como equilibrio y no como pesaje; vi) no existen casos difíciles
(consecuencia lógica de la inexistencia de “colisiones” entre derechos fundamentales),
sino conjuración de la discrecionalidad de los jueces desde la ponderación como
equilibrio; vii) no existe una única respuesta correcta, sino la única respuesta correcta
posible. GONZÁLEZ, Roberto. Ob. cit., pp. 501-504.
45 El profesor García Amado sostiene que no todas las excepciones que puedan
tenerse por relevantes al aplicar la norma aparecen previamente tasadas, recogidas en
enunciados normativos previos y expresos. García Amado, Juan. “Sobre la
derrotabilidad de las normas jurídicas”. En: Teoría del Derecho y decisión judicial.
Bubok Publishing, 2010, p. 181.