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UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO

FACULTAD DE HUMANIDADES Y ARTES


ESCUELA DE HISTORIA
CATEDRA: HISTORIA DE ASIA Y AFRICA I
PROF. TITULAR: CRISTINA I. DI BENNARDI

PERROT, Jean1 “Préhistoire de la civilisation orientale” en


http://www.clio.fr/BIBLIOTHEQUE/Prehistoire_de_la_civilisation_orientale.asp, Abril 2001
Traducción del Francés: Leticia Rovira, 2008
Revisión: María Rosa Oliver

La génesis de la civilización oriental cuenta con dos fases. La primera, entre el 10.000 y el
5.000 a. C., presentando a la prehistoria reciente. Caracterizada por el fenómeno llamado
de “neolitización”, que concierne al conjunto del Asia Sudoeste. La segunda fase, del V al
III milenio a. C., tiene más importancia en el norte del golfo Persico-arábigo: Susania y
Mesopotamia. Esta fase estuvo marcada por el fenómeno llamado “de urbanización” al
cual la hacemos formar parte en lo que convenimos llamar protohistoria. Jean Perrot,
autor notable de esta Y salieron del Paraiso… Carnets d’ un archéologue de Orient (De
Fallois-1997), analiza para nosotros el primero de esos períodos.

Se entiende por “civilización” un estado superior de desarrollo de las sociedades,


caracterizado por una articulación de fenómenos económicos, sociales, morales,
ideológicos… este estado es el resultado de un proceso que se ha extendido por milenios.
Se lo observa por primera vez en el Próximo y Medio Oriente, entre el X y el III milenio a.
C. Otras civilizaciones nacieron de manera independiente pero más tarde, en la India,
China, América Central. En la saga de la humanidad, los grandes capítulos de la historia
antes de la historia son presentados con el título de “nueva edad de piedra”, “primera
edad de los metales”. Hoy los prehistoriadores están en condiciones de abordar estos
sucesos desde un punto de vista más racional, el de la modificación de la relación del
hombre con su medio natural. El cuestionamiento apunta a los diversos aspectos del
cambio: tecnológico, económico, social, cultural, hasta psicológico; sobre sus
modalidades y sus causas.

1
Directeur de recherche honoraire au CNRS. Correspondant de l'Institut.
La precocidad debida a un conjunto de circunstancias
Ellas tienen a la vez al hombre, un nivel de desarrollo socio económico que en esta región
es entonces el suyo, y a sus facultades de adaptación, tienen también a la geografía, a la
abundancia y especificidad de los recursos naturales, así como un entorno favorable que
se vuelve más aún a partir del 8000 a. C., gracias a una variación positiva de las
condiciones climáticas. Los cazadores-recolectores del paleolítico superior habrían
buscado establecerse allí donde los recursos naturales abundaban. En Europa central,
hace 25.000 años, los cazadores de mamuts de Pavlov y de Dolni Vestonice habían
construido refugios; sus técnicas se estaban perfeccionando. En el Levante, hacia el XII
milenio, los “Natufienses” del Carmelo y de Galilea se estaban comportando de igual
forma. El brutal episodio seco y frío del reciente Dryas, entre el 11.000 y el 10.000 a. C.,
los habría devuelto a la movilidad. Hacia el IX milenio a. C. con el retorno generalizado de
las precipitaciones y del calor, los fenómenos de sedentarización se manifestaron
nuevamente y se extendieron al Próximo y al Medio Oriente. La permanencia de los
establecimientos entrañó una explotación intensiva de las especies vegetales y animales
que se encontraban cercanas. Entre las especies había vegetales, frutas y bayas
salvajes, leguminosas (arvejasa, lentejas) y las gramíneas (trigo, cebada, averna,
centeno). Esta es la clave del desarrollo de las civilizaciones; con un volumen reducido y
de conservación fácil, aquellas poseían un alto valor energético. El trigo y la cebada no
crecía en estado salvaje más que en Oriente; se los encuentra aún hoy en los altos del
Levante y en los piedemontes del Taurus y el Zagros (el trigo entre 500 y 1000 metros, la
cebada con una distribución más amplia). Entre las especies animales que han jugado un
rol importante, en las zonas de vegetación arbórea- los altos del Líbano, el flanco de las
cadenas montañosas del Taurus y el Zagros-, el jabalí y la cabra que se alimentan de
follaje; en la estepa herbácea – en los márgenes del gran desierto siro-arábigo además de
en las planicies anatolias e iranias-, los rumiantes como las gacelas y el carnero, se
volvieron particularmente vulnerables debido a su gregarismo; al carnero no lo
encontramos en el Levante, solamente más al este, más allá del Medio Éufrates y hasta
en la estepa del Asia Central. Con sus ventajas naturales, el Asia sud-oriental, que se
encuentra desde fines del X milenio en condiciones climáticas próximas a las que se
conocen actualmente, hacia el 8.000 a. C., en una fase “de clima optimo” que va a
perdurar hasta el V milenio; es decir que durante tres mil años esta región se benefició
con condiciones excepcionalmente favorables, con las lluvias de verano y de inviernos

a
Pois en francés: guisante [N. de T.]
templados. La estepa herbácea se extiende y el bosque con hojas caducas, con los
árboles como el roble, cubre los altos del Líbano, del Taurus y del Zagros.

La parte del hombre en el proceso de neolitización


La población se acrecienta, demuestra la arqueología. Ciertos prehistoriadores estiman
que, tal coyuntura, la presión demográfica pudo ser el motor del cambio. Otros rechazan
todo determinismo geográfico, económico o demográfico. Así, para Jacques Cauvin2, los
hombres del Levante habrían conocido desde el X milenio a. C. una “mutación mental”, un
“conmoción ideológicab” que los habría inducido a conceptualizar lo sobrenatural y lo
divino bajo al forma de un dios Toro y de una diosa-madre. Esta “revolución”,
testimoniaría la aparición de nuevos símbolos, siendo el origen, directo o indirecto, de la
agricultura y de los cambios que siguieron. La dificultad de esta “opción teórica”, tal como
la presenta su autor, es que tiene poco apoyo en el plano arqueológico. Los datos de los
que disponemos sugieren más bien que la motivación del hombre al iniciar y al desarrollar
el proceso de neolitización, y más precisamente los de domesticación de las plantas y de
los animales, no deben ser buscados en otra parte más que en la sublimación de sus
instintos o, desde un punto de vista más optimista, en su deseo jamás saciado de
apropiarse de su entorno. Entre las condiciones que permitieron que sea conocido
Oriente a partir del 8000 a. C., la intervención humana ha sido decisiva, pero ha sufrido de
un empuje débil, como aquel que abre un candado cuando las cifras de su misteriosa
combinación son correctamente alineadas. La presión demográfica ayudando a las
coerciones de una naturaleza acuciante han sido fácilmente superadas.

El proceso de domesticación de las plantas y de los animales: dos momentos


relativamente breves, pero de una importancia crucial.
Estos procesos son parte de la vida sedentaria, pero ellos no son sincrónicos. El pasaje
de la recolección de gramíneas al cultivo de los cereales, de la caza a la ganadería, no
fue desarrollado en los mismos lugares y según las mismas modalidades. La fijación de
los cazadores-recolectores, su apego a un territorio fue sin duda conduciendo más
atentamente su observación de las plantas y de los animales que los rodeaban, lo que los
llevó, de manera independiente, al descubrimiento de principios e ideas activas en el
sentido de un acrecentamiento del aprovechamiento que ellos pudieron sacar de su

2
El planteo de Cauvin en: CAUVIN, Jacques Naissance des divinités, naissance de l’agriculture. La revolution
des symboles au Neolithique, CNRS, Paris, 2000, (1era ed. 1997) [N. de T.]
b
Ébranlement idéologique
entorno. Un disparador se produjo, en cada caso, con la formulación de proyectos; quien
dice proyectos dice acción; la invención de las técnicas de modo continuo. En la primera
mitad del VIII milenio y en función de los recursos propios de cada región, los procesos de
domesticación nos conducen al Levante en las primeras formas de agricultura; más al
este, a las primeras formas de ganadería.
En el Levante, el interés de los cazadores-recolectores instalados desde el fin del
X milenio a. C. en los oasis del valle del Jordán, la depresión de Damasco y el valle medio
del Éufrates, parece estar puesto en los cereales, de manera práctica, se han puesto a
buscar en la siembra de los granos la intensificación o densificación de los campos
naturales o para aproximarse a sus viviendas.
Estas operaciones no constituían, propiamente hablando, una forma de agricultura; pero
el azar de las manipulaciones pudo conducir a la selección fortuita del cual el suceso,
reconocido, hubo incitado a una acción programada. Al mismo tiempo, en los valles del
Taurus y del Zagros, los cazadores-recolectores que se habían establecido desde el IX
milenio a. C. en la zona de claros de bosque se interesaron en la caza de animales. El
consumo más grande que ellos hacían de leguminosas (arvejas, lentejas) pudo haber sido
una indicación de una menor abundancia de los cereales; pero sobre todo, teniendo
acceso, en la estepa herbácea donde ellos cazaban, a los rebaños de carneros salvajes,
de fácil acceso. Los animales jóvenes, capturados de esta forma pudieron ser llevados
hacia las viviendas, en primer lugar por el placer de la compañía y del juego; cuando
estos animales fueron cuidados y recién llegados, en cautiverio, en la edad de
reproducción, las ventajas de una apropiación organizada rápidamente se manifiestan.
Más allá del cuidado de su mantenimiento, se vigilará la reproducción de estos animales
ya familiares; naciendo así una forma de proto-ganadería. Pronto la necesidad de
alimentar, y más cómodamente en su habitad natural, un rebaño más numeroso, pero ya
controlable por aquellos pastores, empujará a hombres y bestias hacia la estepa
herbácea; así se inaugura una forma primaria de pastoralismo que se sostuvo sobre los
sedentarios para el aprovisionamiento de cereales.
Hacia el 7.500 a. C., los carneros aparecieron masivamente en las fronteras
orientales del Levante sobre los sitios del Éufrates medio; ellos fueron, desde la estepa
que se extiende hacia el sur, hacia la región de Damasco, por sobre el plateau jordano;
antes del fin del VIII milenio, estuvieron en la región de Pétra. Este movimiento de las
primeras elevaciones se acompañó de contactos y de intercambios – carne contra
cereales – con los primeros agricultores del Levante mediterráneo, contactos que se
desarrollaron hasta darse una verdadera simbiosis; la fusión de estrategias alimenticias
dará nacimiento a un nuevo sistema económico, agro-pastoral, de un formidable
dinamismo gracias a su gran flexibilidad de adaptación a todos los medios naturales por la
modulación de sus componentes. Así liberados de los constreñimientos de la naturaleza,
los hombres pudieron en lo sucesivo instalarse en los lugares que eligieron, hasta en las
zonas semi-áridas donde, hasta entonces ellos no había conocido más que campamentos
base y estacionales. A partir del 7.000 a. C., los fenómenos de neolitización se extienden
en el ensamble del Próximo y el Medio Oriente; más allá, hacia Europa oriental; un poco
más tarde hacia Egipto.

De las transformaciones de la economía y del modo de vida puesto en evidencia por


la arqueología.
El uso generalizado de la cerámica en el curso del VII milenio puedo estar ligado a
la aparición de la leche, producto secundario de la domesticación animal; otro producto
secundario es la lana. Las técnicas de domesticación del carnero son extendidas a otras
especies; la cabra, el cerdo, los bóvidos. En el plano social, la nueva economía entraña
una organización diferente de los espacios habitados; la ciudad brilló por ser el lugar en
donde los animales en adelante fueron resguardados. La diversidad de prácticas agrícolas
y pastorales conducen a una repartición de las tareas al interior de cada grupo, pero sin
que se pueda ya hablar de especialización de las funciones; la población crece en
número; los establecimientos se multiplican y se extienden pero la estructura social
permanece igualitaria, sin distinción notable de estatus o de riqueza. Las construcciones
excepcionales – excavación – hubo de exigir a veces un esfuerzo colectivo; estas obras
no destinadas a un uso doméstico respondían a la necesidad de las sociedades de todo
lugar y de todos los tiempos de trasmitir a los generaciones más jóvenes el saber y los
conocimientos, los mitos y los ritos, indispensables para la cohesión del grupo y su
supervivencia. Ciertas construcciones recientemente descubiertas en el Taurus Oriental,
ricas en simbolismos animales, grabados o esculpidos, evocan la tradición de grutas
“adornadas” del paleolítico superior de Europa Occidental, teatro supuesto de ritos de
iniciación. El imaginario colectivo evolucionó con los cambios del paisaje, los
desplazamientos y los cambios que entrañó el nuevo modo de vida. El horizonte se
ensanchó y con él la explicación que cada grupo se dio del mundo que lo rodeaba, y de
su lugar propio en el mundo. En una conciencia mítica de estructura estacionaria, solidaria
con un horizonte limitado, sucede una conciencia de movimiento. La impresión nace para
nosotros de que cada cosa se pasa, que va a tomar la importancia por el resultado y que
conducirá, dos milenios más tarde, a la conciencia histórica y a un comportamiento
religioso; mientras tanto, sobre el horizonte del V milenio a. C., los mitos no hacen más
referencia que a los dioses y a las diosas.
Los fundamentos de la civilización oriental son establecidos en adelante. Con el V
milenio a. C., abordamos la fase de transición llamada protohistoria. El clima cambia, el
invierno es más marcado, las precipitaciones disminuyen, pero la subsistencia de los
hombres en Asia del Sud-oeste depende en el presente de su tecnología. De todas
formas, no será sino en Mesopotamia y en Susania, regiones ricas en agua, que el
desarrollo socialcultural proseguirá en adelante con todo su vigor y su diversidad. La
abundancia de los recursos naturales, la fertilidad del suelo y la capacidad de los
agricultores de producir un excedente, así que el desarrollo de los cambios y la busqueda
de objetos de prestigio, aceleraron la especialización de las funciones artesanales y otras,
la estratificación y la jerarquización de las sociedades más nombradas. Las tensiones
internas, se agravaron, reforzando las coacciones de la moral social mientras que se
desarrollaba una ética colectiva. Es en este contexto que emergieron los conceptos de lo
sobrenatural y de lo divino, la religión se constituirá bajo su forma más arcaica; hacia el
3.000 a. C., la representación de la divinidad tomará forma humana. Paralelamente, los
problemas de gestión y administración condujeron a la invención de la contabilidad, luego
de la escritura cuya evolución encontrará su resultado con los primeros textos literários,
hacia el 2.500 a. C., al mismo tiempo que, en el plano político, se constituirá la ciudad-
estado.

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