Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
La génesis de la civilización oriental cuenta con dos fases. La primera, entre el 10.000 y el
5.000 a. C., presentando a la prehistoria reciente. Caracterizada por el fenómeno llamado
de “neolitización”, que concierne al conjunto del Asia Sudoeste. La segunda fase, del V al
III milenio a. C., tiene más importancia en el norte del golfo Persico-arábigo: Susania y
Mesopotamia. Esta fase estuvo marcada por el fenómeno llamado “de urbanización” al
cual la hacemos formar parte en lo que convenimos llamar protohistoria. Jean Perrot,
autor notable de esta Y salieron del Paraiso… Carnets d’ un archéologue de Orient (De
Fallois-1997), analiza para nosotros el primero de esos períodos.
1
Directeur de recherche honoraire au CNRS. Correspondant de l'Institut.
La precocidad debida a un conjunto de circunstancias
Ellas tienen a la vez al hombre, un nivel de desarrollo socio económico que en esta región
es entonces el suyo, y a sus facultades de adaptación, tienen también a la geografía, a la
abundancia y especificidad de los recursos naturales, así como un entorno favorable que
se vuelve más aún a partir del 8000 a. C., gracias a una variación positiva de las
condiciones climáticas. Los cazadores-recolectores del paleolítico superior habrían
buscado establecerse allí donde los recursos naturales abundaban. En Europa central,
hace 25.000 años, los cazadores de mamuts de Pavlov y de Dolni Vestonice habían
construido refugios; sus técnicas se estaban perfeccionando. En el Levante, hacia el XII
milenio, los “Natufienses” del Carmelo y de Galilea se estaban comportando de igual
forma. El brutal episodio seco y frío del reciente Dryas, entre el 11.000 y el 10.000 a. C.,
los habría devuelto a la movilidad. Hacia el IX milenio a. C. con el retorno generalizado de
las precipitaciones y del calor, los fenómenos de sedentarización se manifestaron
nuevamente y se extendieron al Próximo y al Medio Oriente. La permanencia de los
establecimientos entrañó una explotación intensiva de las especies vegetales y animales
que se encontraban cercanas. Entre las especies había vegetales, frutas y bayas
salvajes, leguminosas (arvejasa, lentejas) y las gramíneas (trigo, cebada, averna,
centeno). Esta es la clave del desarrollo de las civilizaciones; con un volumen reducido y
de conservación fácil, aquellas poseían un alto valor energético. El trigo y la cebada no
crecía en estado salvaje más que en Oriente; se los encuentra aún hoy en los altos del
Levante y en los piedemontes del Taurus y el Zagros (el trigo entre 500 y 1000 metros, la
cebada con una distribución más amplia). Entre las especies animales que han jugado un
rol importante, en las zonas de vegetación arbórea- los altos del Líbano, el flanco de las
cadenas montañosas del Taurus y el Zagros-, el jabalí y la cabra que se alimentan de
follaje; en la estepa herbácea – en los márgenes del gran desierto siro-arábigo además de
en las planicies anatolias e iranias-, los rumiantes como las gacelas y el carnero, se
volvieron particularmente vulnerables debido a su gregarismo; al carnero no lo
encontramos en el Levante, solamente más al este, más allá del Medio Éufrates y hasta
en la estepa del Asia Central. Con sus ventajas naturales, el Asia sud-oriental, que se
encuentra desde fines del X milenio en condiciones climáticas próximas a las que se
conocen actualmente, hacia el 8.000 a. C., en una fase “de clima optimo” que va a
perdurar hasta el V milenio; es decir que durante tres mil años esta región se benefició
con condiciones excepcionalmente favorables, con las lluvias de verano y de inviernos
a
Pois en francés: guisante [N. de T.]
templados. La estepa herbácea se extiende y el bosque con hojas caducas, con los
árboles como el roble, cubre los altos del Líbano, del Taurus y del Zagros.
2
El planteo de Cauvin en: CAUVIN, Jacques Naissance des divinités, naissance de l’agriculture. La revolution
des symboles au Neolithique, CNRS, Paris, 2000, (1era ed. 1997) [N. de T.]
b
Ébranlement idéologique
entorno. Un disparador se produjo, en cada caso, con la formulación de proyectos; quien
dice proyectos dice acción; la invención de las técnicas de modo continuo. En la primera
mitad del VIII milenio y en función de los recursos propios de cada región, los procesos de
domesticación nos conducen al Levante en las primeras formas de agricultura; más al
este, a las primeras formas de ganadería.
En el Levante, el interés de los cazadores-recolectores instalados desde el fin del
X milenio a. C. en los oasis del valle del Jordán, la depresión de Damasco y el valle medio
del Éufrates, parece estar puesto en los cereales, de manera práctica, se han puesto a
buscar en la siembra de los granos la intensificación o densificación de los campos
naturales o para aproximarse a sus viviendas.
Estas operaciones no constituían, propiamente hablando, una forma de agricultura; pero
el azar de las manipulaciones pudo conducir a la selección fortuita del cual el suceso,
reconocido, hubo incitado a una acción programada. Al mismo tiempo, en los valles del
Taurus y del Zagros, los cazadores-recolectores que se habían establecido desde el IX
milenio a. C. en la zona de claros de bosque se interesaron en la caza de animales. El
consumo más grande que ellos hacían de leguminosas (arvejas, lentejas) pudo haber sido
una indicación de una menor abundancia de los cereales; pero sobre todo, teniendo
acceso, en la estepa herbácea donde ellos cazaban, a los rebaños de carneros salvajes,
de fácil acceso. Los animales jóvenes, capturados de esta forma pudieron ser llevados
hacia las viviendas, en primer lugar por el placer de la compañía y del juego; cuando
estos animales fueron cuidados y recién llegados, en cautiverio, en la edad de
reproducción, las ventajas de una apropiación organizada rápidamente se manifiestan.
Más allá del cuidado de su mantenimiento, se vigilará la reproducción de estos animales
ya familiares; naciendo así una forma de proto-ganadería. Pronto la necesidad de
alimentar, y más cómodamente en su habitad natural, un rebaño más numeroso, pero ya
controlable por aquellos pastores, empujará a hombres y bestias hacia la estepa
herbácea; así se inaugura una forma primaria de pastoralismo que se sostuvo sobre los
sedentarios para el aprovisionamiento de cereales.
Hacia el 7.500 a. C., los carneros aparecieron masivamente en las fronteras
orientales del Levante sobre los sitios del Éufrates medio; ellos fueron, desde la estepa
que se extiende hacia el sur, hacia la región de Damasco, por sobre el plateau jordano;
antes del fin del VIII milenio, estuvieron en la región de Pétra. Este movimiento de las
primeras elevaciones se acompañó de contactos y de intercambios – carne contra
cereales – con los primeros agricultores del Levante mediterráneo, contactos que se
desarrollaron hasta darse una verdadera simbiosis; la fusión de estrategias alimenticias
dará nacimiento a un nuevo sistema económico, agro-pastoral, de un formidable
dinamismo gracias a su gran flexibilidad de adaptación a todos los medios naturales por la
modulación de sus componentes. Así liberados de los constreñimientos de la naturaleza,
los hombres pudieron en lo sucesivo instalarse en los lugares que eligieron, hasta en las
zonas semi-áridas donde, hasta entonces ellos no había conocido más que campamentos
base y estacionales. A partir del 7.000 a. C., los fenómenos de neolitización se extienden
en el ensamble del Próximo y el Medio Oriente; más allá, hacia Europa oriental; un poco
más tarde hacia Egipto.