Sie sind auf Seite 1von 2

La intervención, el virtualismo y el malestar

Por Catalina Quiroz Arriagada.

En nuestras sociedades post industriales y capitalistas, la industria cultural ha transformado


la forma en la que percibimos el mundo, pues si bien no estamos ante una manipulación de
los medios hacia las masas, ni por el contrario, vivimos bajo medios libres de interés y
manipulación, podemos hablar de una virtualización por parte de las industrias culturales,
quienes a su vez vienen a implantar un modo de ver, y esta a su vez repercute en la forma de
percibir el mundo. Entonces, no podemos desentendernos del rol interventor que tienen las
industrias culturales y por ende el mercado en la vida de las personas en la actualidad.

Así lo plantea Walter Benjamin en La obra de arte en la época de su reproductibilidad


técnica, donde habla sobre los cambios de percepción que han tenido las culturas debido a
las nuevas tecnologías. Además, hace hincapié en el rol que cumple la industria cultural
dentro de los modos de significación, que dan cuenta de una experiencia mediada por la
tecnología y la industria, característica de nuestros tiempos, de manera que la experiencia
misma tiene un cambio perceptual y cognitivo. En este sentido, el autor plantea que existe un
cambio de sensibilidad debido a la transformación de condiciones de la producción, es decir
un cambio en el espacio de cultura que a su vez es un cambio en el “sensonrium”. Es más,
según Benjamin las nuevas técnicas como el cine vienen a transformar las condiciones de
memoria y archivo. En El narrador, Benjamin indica que en nuestros tiempos ya no hay
narración, sino que solo información, ya que esta “Solo vive en ese instante. Se tiene que
entregar totalmente a él, y explicarse en él sin perder el tiempo” (Benjamin, 1936), de esta
manera, al igual que el cine que vive en un ahora continuo y se constituye en un transcurso,
de manera que se toma el flujo de conciencia de quien observa. En palabras de Stiegler, citado
por Álvaro Cuadro en su texto La obra de arte en la época de su hiperreproductibilidad
digital, “Este objeto temporal, en tanto que flujo, coincide con el flujo de la conciencia del
que es el objeto – la conciencia del espectador”, es decir que el ritmo influye en el ritmo del
espectador. De esta manera, si el aura del arte es el aquí y ahora, el cine y la televisión con
su flujo constante vienen a imitar el arte. Buscan, de manera bastarda, el aura del arte,
reproduciéndolo, pues como dice Cuadra, “Si el cine permitió la sincronización de los flujos
de conciencia con los flujos temporales inmanentes al filme, será la transmisión televisiva la
que llevará la sincronización a su plenitud, pues aporta la transmisión “en tiempo real”. De
esta manera, las nuevas tecnologías buscan imitar al arte mediante el flujo que es una
imitación de la autenticidad del aquí y ahora, de “la aparición irrepetible de una lejanía”
(Benjamin, La obra de arte ene la época de su reproductibilidad técnica, 1935). Por falta de
aura, las nuevas tecnologías caen en una especie de expresión atencional.

De la misma manera, la industria cultural, en función del mercado, viene a imprimir sus
propios “modos de significación”. Es decir, se crea una virtualización que más que imponer
una realidad, crea la sensación de una realidad reproducible que se antepone a los modos de
ver, a la significación, propia de las personas y sus culturas, implantando la forma correcta,
de la mano de un mercado que debido a una sobreproducción innecesaria desea poner las
necesidades como eje principal. De esta manera, en palabras de Stiegler “la
hiperreproductibilidad que resulta de la generalización de las tecnologías numéricas,
constituye al mismo tiempo una hiperindustrialización de la cultura”, de esta manera las
personas son desingularizadas y a su vez particularizadas por un mercado, es decir que se les
quita o impide la profundización de las características singulares, en pos de satisfacer
necesidades particularizadas, impuestas para un tipo de persona donde se debe encajar.
Asimismo, se crea el “malestar” del que habla Stiegler, ya que “Este formateado del
consumidor y la fabricación artificial de sus deseos conducen a la negación misma de lo que
constituye la existencia. Al privar a los seres de su individualidad, la sociedad hiperindustrial
engendra rebaños de seres enfermos de su propio ser” (Stiegler, 2005), así estas personas sin
identidad propia real están siempre en búsqueda del nuevo modo de ser. Para esto, la
publicidad y los medios de comunicación se han puesto a las ordenes del mercado y han
reproducido la virtualidad de las industrias culturales. Por ejemplo, la publicidad de un centro
comercial a través de la televisión muestra a una familia bajo que se identifica como
tradicional, con padres jóvenes heterosexuales y blancos, con un hijo y una hija junto a
quienes pasean felices por el mall. De esta manera, se virtualiza la posibilidad real de ir al
mall con la familia, pero bajo un canon de familia, para consumir las mercancías que se
venden dentro del mall, que es un espacio al parecer neutro que aparenta ser publico pero que
en realidad es privado. Así, las masas que vean ese comercial entenderán que esa es la forma
de ser familia, pero la realidad puede ser distinta, de manera que cuando los sujetos se dan
cuenta de esto viven el malestar de Stiegler, bajo un sistema violento.

Das könnte Ihnen auch gefallen