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La verdad es, principalmente, una relación de conformidad entre el decir o el pensar y las
cosas mismas, pero también se predica la verdad en las cosas mismas, por oposición a sus
simulacros, sus representaciones o sus imitaciones. Así decimos de una proposición como
"Marte es una estrella" que es falsa, pero también llamamos "verdadero chocolate" al que es
auténtico, al que no es un sucedáneo.
Así pues, la verdad es un concepto onto-lógico, y puede ser considerada en las cosas
mismas, en las ideas que tenemos de ellas y en los signos con que las expresamos. O, como
decían los escolásticos, in essendo, in cognoscendo, in significando. De aquí la división de la
verdad en metafísica, lógica y moral.
La verdad tiene su historia y -como el concepto de inteligencia- cada cultura suele entender la
verdad a su manera... Los griegos usaban para la verdad un concepto negativo- A-letheia
significa des-cubrimiento o lo que se sustrae al olvido. Los hebreos llamaban a la verdad
Emunah, lo sólido y fiable (De aquí viene "amén", sí, seguro, así sea). Los romanos
enfatizaban con su noción de Veritas, el rigor y exactitud de lo verdadero.
1. Verdad metafísica o trascendental: Refiere al ser real de las cosas: "Un verdadero
empresario", "una pulsera de oro de verdad". Lo verdadero se opone así a lo virtual, lo ficticio.
Y hablamos de la verdad objetiva como la idoneidad de la cosa para engendrar en la mente un
conocimiento verdadero de sí misma. Como cuando decimos, "tú no sabes de verdad lo que
es el calor porque no has estado nunca en el desierto".
En los sentidos no puede residir la verdad, pues los sentidos no juzgan de las cosas que
perciben. En rigor, todas nuestras percepciones, aunque sean alucinaciones causadas por las
drogas o por la fiebre, son verdaderas.