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LA LEY NUEVA

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Introducción

En este trabajo vamos a intentar encarar el tema de la ley nueva desde dos puntos de vista distintos pero
complementarios. Intentaremos esbozar algunos aspectos del desarrollo teológico de santo Tomás de
Aquino sobre este tema, siguiendo varios textos de la Sagrada Escritura, sobre todo de san Pablo y luego
mostrar algunos aspectos del mismo tema abordados en el magisterio, concretamente en el Concilio
Vaticano II.
Elijo este tema porque considero que está muy en el corazón de la teología del derecho, como está Cristo
en el corazón de la teología y lo está la ley en el corazón del derecho, porque en palabras de san Juan Pablo
II: “Jesús mismo es el ‘cumplimiento’ vivo de la Ley ya que El realiza su auténtico significado con el don
total de sí mismo; El mismo se hace Ley viviente y personal, que invita a su seguimiento”1.

1. La ley nueva en el desarrollo teológico de santo Tomás de Aquino

Si bien santo Tomás aborda el tema de la “ley nueva” en distintos escritos y bajo distintos aspectos, en este
trabajo nos vamos a ceñir, casi exclusivamente a las cuestiones 106 al 108 de la segunda parte de la suma
teológica.

1.1 El elemento principal: la gracia del Espíritu Santo2

La Ley Nueva es principalmente la gracia del Espíritu Santo, comunicada por Cristo; secundariamente es
una norma externa, requerida por la naturaleza del hombre y de la Iglesia.

Como en toda ley, también en la evangélica podemos distinguir diversos aspectos: su formalidad, fin, autor,
sujeto, etc. Aquí nos referiremos solamente a dos.

Finalidad. La finalidad de la Ley Nueva es hacer al hombre partícipe de la naturaleza divina. La


Ley Nueva tiene como fin el apartar a los hombres del pecado 3 y reconciliarlos con Dios, injertándolos en
el misterio de Cristo4 para darles el don de la adopción divina: “nos predestinó a la adopción de hijos suyos
en Jesucristo”5.

Formalidad. La salvación y la adopción divina exigen una correspondencia de naturaleza entre el


hombre y Dios. Esto se hace mediante la gracia del Espíritu Santo6 que nos da una participación de la
naturaleza divina7.

“Como dice el Filósofo, toda realidad –escribe Santo Tomás– se define por lo que en ella es principalísimo.
Ahora bien, aquello que es más importante en la ley del Nuevo Testamento, y en lo que reside toda su
eficacia, es la gracia del Espíritu Santo, dada por la fe en Cristo. Por tanto, la Ley Nueva principalmente es
la gracia del Espíritu Santo, dada a los creyentes por la fe en Cristo….”8.

Lo principal será, por tanto, la gracia del Espíritu Santo.

1.2 Los elementos secundarios y exteriores

Junto a la gracia interior la Ley Nueva tiene otros elementos secundarios: “La Ley Nueva tiene ciertos
elementos que se comportan como dispositivos para la gracia del Espíritu Santo, o que pertenecen al uso

1 Juan Pablo II, Veritatis Splendor, 15.


2 Cf. Miguel Fuentes, La originalidad de la moral cristiana. La esencia de la ‘Ley Nueva’ en el pensamiento de Santo Tomás, Rev. Diálogo
6 (1993), pp. 69-106.
3 “La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, me libró de la ley del pecado y de la muerte” (Rom 8,2).
4 Cf. Rom 6,5.
5 Ef 1,5; cf. Rom 8,28-30.
6 Cf. Rom 5,5.
7 Cf. 2 Pe 1,4; Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1966.
8 I-II, 106, 1.

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de dicha gracia, los cuales son secundarios en la nueva ley, y sobre ellos fue necesario instruir a los fieles
cristianos con palabras y escritos tanto sobre lo que deben creer como sobre lo que deben hacer”9.
Entre estos elementos debemos señalar principalmente la Sagrada Escritura (especialmente el texto
evangélico) y los sacramentos, base de la liturgia cristiana.
El colocar una dimensión externa junto a la interna que ya hemos mencionado, no sólo no es contradictorio,
sino necesario por varios motivos:

Ante todo, en razón del pecado; porque si todos los cristianos fuesen perfectos, una ley exterior
carecería de sentido, pero el cristiano es un ser viador, expuesto a la tentación, a la dureza del corazón y al
pecado. Es necesario, por eso, una norma objetiva de conducta que necesariamente será externa.

En segundo lugar, por la misma condición humana. El hombre no es puro espíritu. Así como la
ley interna expresa la vida interior de la gracia, también la vida exterior debe ser expresada por una ley
externa que facilite y garantice la interior.

Finalmente, es exigida por la naturaleza de la Iglesia; Ésta es el reino de Cristo, pero es una
sociedad visible, compuesta por una comunidad de hombres que se dirigen a un bien común (hombres,
además, imperfectos). Es por eso necesario que se rija por una ley visible, social, constatable y externa.
Todo esto no quita que tal ley permanezca siempre en un plano secundario respecto de lo propio del Nuevo
Testamento que es la gracia del Espíritu Santo y su dinamismo.

1.3 Las características de la Ley Nueva

La característica fundamental de la Ley Nueva es la interioridad: “la Ley Nueva es principalmente una ley
interior”10.
Esta ley ha sido infundida en el corazón mismo del hombre. Es, por eso, la ley profetizada por Jeremías:
“He aquí que vienen días, oráculo de Yavé, en que yo haré alianza con la casa de Israel y la casa de Judá,
no como la alianza que hice con sus padres... Porque ésta será la alianza que yo haré con la casa de Israel
después de aquellos días, oráculo de Yavé: Yo pondré mi ley en su interior y la escribiré en su corazón, y
seré su Dios, y ellos serán mi pueblo”11.

De aquí, otra característica, que el cristiano no está forzado por la obligación, pues obra por amor: “El
Espíritu Santo –dice Santo Tomás– nos inclina a obrar de tal manera que nos hace obrar voluntariamente,
pues nos hace amigos de Dios. Por eso, los hijos de Dios son libres, pues el Espíritu Santo los conduce por
amor, y no por el temor como a esclavos”12.

La tradición también señala otras características, llamándola ley de fe (lex fidei)13, ley de caridad (lex
amoris)14, ley de la verdad (lex veritatis)15, ley de libertad perfecta (lex perfectae libertatis)16.
El Catecismo explica estas expresiones diciendo: “La Ley Nueva es llamada ley de amor, porque hace
obrar por el amor que infunde el Espíritu Santo más que por el temor; ley de gracia, porque confiere la
fuerza de la gracia para obrar mediante la fe y los sacramentos; ley de libertad17, porque nos libera de las
observancias rituales y jurídicas de la Ley Antigua, nos inclina a obrar espontáneamente bajo el impulso de
la caridad y nos hace pasar de la condición del siervo ‘que ignora lo que hace su señor’, a la de amigo de
Cristo, ‘porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer’18, o también a la condición de hijo
heredero”19.

9 I-II, 106, 1.
10 I-II, 106, 1.
11 Jer 31,31-33; repetida por Hb 8,8-13.
12 Cfr. Santo Tomás, Suma contra gentiles, IV, 22.
13 I-II, 107, 1 ad 3
14 I-II, 107, 1 ad 2
15 I-II, 107, 2
16 I-II, 108, 1 ad 2
17 Cf. St 1,25; 2,12.
18 Jn 15,15.
19 Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1972.

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2. La ley nueva en el desarrollo del Concilio Vaticano II.

Habiendo desarrollado los antedichos principios, veamos ahora como el Concilio Vaticano II ha
desarrollado el tema de la ley nueva en dos documentos muy importantes, los cuales abordan el tema desde
puntos de vista distintos, pero de ninguna manera contradictorios.

2.1 Lumen Gentium: El pueblo de Dios. Nuevo pacto y nuevo pueblo20

La constitución Lumen Gentium desarrolla un aspecto de la ley nueva, desde el punto de vista del hombre
como miembro del Pueblo de Dios, porque "...Quiso, sin embargo, el Señor santificar y salvar a los hombres
no individualmente y aislados entre sí, sino constituir con ellos un pueblo que le conociera en la verdad y
le sirviera santamente..."21

Es en el contexto de este Pueblo elegido y constituido por Dios, que el Señor mismo nos instruirá en orden
a recibir esta ley nueva que, a su vez, cada hombre recibe en su corazón:
"...el pueblo de Israel, con quien estableció un pacto, y a quien instruyó gradualmente, manifestándosele a
Si mismo y sus divinos designios a través de su historia y santificándolo para Si. Pero todo esto lo realizó
como preparación y símbolo del nuevo pacto perfecto que había de efectuarse en Cristo, y de la plena
revelación que había de hacer por el mismo Verbo de Dios hecho carne: "He aquí que llega el tiempo, dice
el Señor, y haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. Pondré mi ley en sus entrañas y
la escribiré en sus corazones, y seré Dios para ellos, y ellos serán mi pueblo... Todos, desde el pequeño al
mayor me conocerán, afirma el Señor" (Jer., 31, 31-34)."22

Vemos por tanto, como la Lumen Gentium introduce un elemento nuevo en nuestro desarrollo del tema. Y
es, lo que podríamos llamar, el “elemento comunitario de la ley nueva”.

2.2 Gaudium et Spes: Dignidad de la persona humana23

En la constitución Gaudium et Spes, encontramos el tema de la ley nueva en un contexto muy diverso que
la del documento anterior.
A través de los números que pertenecen a este capítulo primero, podemos decir que el alma "vibra" al seguir
el relato de la historia de la salvación, y el desarrollo del "drama" del hombre desde sus inicios hasta el
tiempo moderno. Seguiremos brevemente este desarrollo indicando algunos puntos concretos:

a) La realidad del pecado original: "La experiencia misma confirma lo que por la divina Revelación
conocemos. De hecho, el hombre, cuando examina su corazón, se reconoce como inclinado al mal y
anegado en tantas miserias, que no pueden tener su origen en el Creador, que es bueno…."24

b) El ámbito de la conciencia y el descubrimiento de una ley: "En lo íntimo de su conciencia descubre el


hombre siempre la existencia de una ley…y cuya voz, cuando incesantemente le llama a hacer el bien y
evitar el mal, le habla claramente al corazón, siempre que es necesario: Haz esto, evita aquello."25

c) La dignidad humana: Llegamos a un punto clave de nuestro desarrollo, y también del mismo documento.
Ya que “…La más alta razón de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con
Dios…”26
Pero esta comunión encuentra su origen primario en el gratuito amor de Dios: “…puesto que no existe sino
porque, creado por el amor de Dios, siempre es conservado por el mismo amor, ni vive plenamente según
la verdad si no reconoce libremente aquel amor, confiándose totalmente a Él… ”27
20 El título corresponde al número 9 del capítulo segundo de esta Constitución dogmática.
21 Lumen Gentium 9
22 Idem.
23 El título corresponde a los números 12 al 35 del capítulo primero de esta Constitución pastoral.
24 Gaudim et spes 13
25 Gaudium et spes 16
26 Gaudium et spes 19.
27 Idem.

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Y, precisamente este misterio de amor de Dios, encuentra su punto culminante en la encarnación, ya que
será en Jesucristo donde el hombre encontrará plenamente su dignidad perdida por el pecado y el punto de
reencuentro con el amor de Dios. Así nos enseña el Concilio que: "En realidad, tan sólo en el misterio del
Verbo se aclara verdaderamente el misterio del hombre.”28
Por tanto Jesucristo eleva al hombre y lo capacita para cumplir la ley nueva, que es ley de amor: “Así es
cómo el hombre cristiano, hecho semejante a la imagen del Hijo, que es el primogénito entre muchos
hermanos, recibe las primicias del Espíritu (Rom 8,23), que le capacitan para cumplir la nueva ley del amor.
Por este espíritu, que es prenda de la herencia (Ef 1,14), queda restaurado todo el hombre interiormente,
hasta la redención del cuerpo (Rom 8,23)…”29

De esta manera, la Gaudium et spes inserta la realidad de la ley nueva en una en una dimensión personal
de íntima relación con Dios. Relación nueva, si se quiere30, que le permite al hombre expresar su dignidad
a través de una relación de amor con su creador.

Conclusión

Para concluir, solamente deseo resaltar la importancia que tiene este tema para la vida personal de cada
cristiano y para la vida de la Iglesia en cuanto tal. Decía el papa san Juan Pablo II hablando a los agentes
de la pastoral de la salud: “Para comprender a fondo la identidad de estas instituciones sanitarias, es preciso
ir al núcleo de lo que constituye la Iglesia, donde la ley suprema es el amor.”31
Y, de aquí, todas las consecuencias que podríamos sacar para la vida de todos los cristianos, y a todos los
niveles: personal, comunitario, eclesial, y por qué no también jurídico. Encontrando, quizás, en esta verdad,
la razón de ser del derecho en la Iglesia, expresado en el canon 1752, donde se dice de manera sintética y
hermosa a la vez: “…teniendo en cuenta la salvación de las almas, que debe ser siempre la ley suprema en
la Iglesia.”32

28 Gaudium et spes 22.


29 Idem.
30 Llamamos “relación nueva” por la restauración del hombre a partir de la obra salvífica de Jesucristo.
31 Juan Pablo II, A la XVII conferencia internacional sobre la pastoral de la salud, jueves 7 de noviembre de 2002.
32 Código de derecho canónico, c.1752.

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