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PRUEBA DE OFICIO Y LA
DEBIDAMOTIVACIÓN EN LOS
PROCESOS LABORALES DEL
DISTRITO JUDICIAL DE LA
LIBERTAD DURANTE EL AÑO 2017. ’’
MARCO METODOLOGICO
1. ANTECEDENTES
En ese sentido, tal vez la primera y más importante manifestación en materia procesal del
trabajo en el Perú fuera el Decreto Supremo N°03-80-TR, del 26 de marzo de 1980, el
cual derogara el Decreto Supremo N°007-71-TR, estableciendo una nueva y única
regulación de los procesos laborales. Este Decreto Supremo regulo los procesos laborales
en el Perú por espacio de 16 años; retomó aspectos fundamentales de su norma antecesora
pero le introdujo variaciones sobre todo en materia de Comunidades Laborales e
igualmente en el tema relativo a la reposición. (Arévalo Vela, 2010, pág. 19)
Después de todo, el juez es un tercero al cual deben convencer las partes probando sus
alegaciones, no un tercero que debe auto convencerse sobre la verdad de las alegaciones
expuestas por una de las partes. Caso contrario, el juez perdería su rol de árbitro imparcial,
inclinando la balanza de la justicia en una determinada dirección.
En segundo lugar, la decisión del juez por la cual dispone la actuación de medios
probatorios debe estar debidamente fundamentada, lo cual implica que su decisión
exprese de manera clara y concreta los fundamentos por los cuales dispone la aportación
al proceso de pruebas de oficio, así como la pertinencia o relevancia y, la finalidad de
estos medios probatorios. Con ello se cumple con:
En tercer lugar, la decisión por la cual el juez ordena la aportación de medios probatorios
de oficio es inapelable. Ciertamente, dicha exclusión debe ser interpretada
restrictivamente al ser el derecho a la prueba un derecho fundamental y porque una vez
que ésta es incorporada pertenece al proceso, no al juez ni a alguna de las partes.
Por ello, lo único que no podrían realizar las partes según el Código Procesal Civil es
oponerse a la decisión del juez que cumple por cierto con todos los requisitos de validez
que ordena la prueba.
En cuarto lugar, el juez de hoy puede ordenar la aportación de cualquier medio probatorio
directamente relacionado con el objeto de prueba y thema decidendi para cumplir con su
papel de director, vale decir, puede ordenar desde pericias o inspecciones judiciales hasta
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Finalmente, como bien señala la profesora Ariano Deho, la prueba ordenada por el juez
es “sin lugar una facultad discrecional”. La utilización del verbo poder no deja duda
alguna al respecto. ((Ariano Deho, 2003).
No se trata, obviamente de un deber, sino una mera facultad, que siendo tal el juez “puede
ejercer o no”. Al ser una facultad discrecional del juez, la no utilización de éste poder no
acarrea la nulidad de la sentencia expedida, en la medida que ésta sea producto de un
debido proceso, en el cual se garantizó efectivamente el derecho a la prueba y a la defensa
de las partes.
No obstante cabe recalcar que dicha ley aún se sigue aplicando a los procesos iniciados
durante su vigencia, así como en aquellos que se inicien en los distritos judiciales donde
el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial no disponga aún la aplicación de la nueva Ley N°
29497.
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Dicha Comisión laboró durante los meses de marzo a junio del 2008, consultando
legislación comparada, siendo sus fuentes principales: La Ley Orgánica Procesal del
Trabajo de Venezuela, Ley N°37.504 del 13 de agosto del 2002; el Código de Trabajo de
Ecuador, reformado por Ley N° 2003-13 del 13 de agosto del 2003, Ley N° 2004-43 de
agosto del 2004, y por Ley N° 2005-3 del 04 de julio del 2005; el Código de Trabajo de
Chile, Ley N° 20.022 del 30 de mayo del 2005 (vigente a partir de 2008), y Código
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2. REALIDAD PROBLEMÁTICA
Sin embargo, llama nuestra atención que dicha disposición del código procesal civil
también señale que la resolución que ordena las pruebas de oficio debe estar debidamente
motivada, bajo sanción de nulidad, siendo esta resolución “inimpugnable”.
En estos términos, la motivación como justificación permite que las partes puedan ejercer
un control intersubjetivo sobre los criterios utilizados por el juez para emitir la decisión,
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de modo que una defectuosa o nula motivación impediría la posibilidad de control real
por las partes de la decisión del juez.
Se trata de una regulación bastante criticable y opuesta a todo sentido mínimo acerca de
la función que asume la motivación de la decisión judicial, especialmente a la posibilidad
de que las partes puedan controlar una decisión específica del juez que tiene incidencia
en la decisión final generando una grave afectación a las posibilidades de control de las
decisiones judiciales reconocida en la Constitución.
¿Impacta el carácter inimpugnable del auto que ordena la prueba de oficio a la debida
motivación en los procesos laborales del distrito judicial de la libertad durante el año
2017?
5. HIPÓTESIS
6. VARIABLES
6.1 Variables dependientes: La debida motivación
6.2 Variables independientes: - El carácter inimpugnable de la Prueba de oficio
7. OBJETIVOS
7.1 GENERALES
7.2 ESPECIFICOS
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9. DISEÑO DE INVESTIGACION
9.1 METODOS
9.1.2 Método Exegético: Se utilizará este método para el estudio de la Nueva Ley
Procesal de Trabajo, con el fin de analizar la eficacia de la prueba de oficio en los
procesos ordinarios laborales, y la debida relación con los principios que rigen el
Derecho Procesal del Trabajo.
MARCO TEORICO
1. EL DERECHO A LA PRUEBA
El instrumento que permite a las partes poder generar certeza en la persona encargada de
resolver el conflicto es la prueba. En ese sentido, y siguiendo a DEVIS ECHANDÍA,
“Probar es aportar al proceso, por los medios y procedimientos aceptados en la ley, los
motivos o las razones que produzcan el convencimiento o la certeza del juez [u órgano
administrativo] sobre los hechos” (Devis Echandia 1981) . Ahora bien, el concepto de
prueba no se agota en una definición doctrinal sino que constituye una manifestación del
debido proceso, inherente a todo sujeto, el cual se exterioriza mediante la presentación de
aquellos medios probatorios necesarios que posibiliten crear la convicción en el juzgador
de que sus argumentos son los correctos. En palabras de BUSTAMANTE:
Todo sujeto de derecho que participa, o participará, como parte o tercero legitimado en
un proceso o procedimiento, tiene el derecho a producir la prueba necesaria para formar
la convicción del juzgador acerca de la existencia o inexistencia de los hechos que son o
serán objeto concreto de prueba.(Bustamante Alarcón, 2001)
El derecho a ofrecer medios probatorios que se consideren necesarios, a que estos sean
admitidos, adecuadamente actuados, que se asegure la producción o conservación de la
prueba a partir de la actuación anticipada de los medios probatorios y que estos sean
valorados de manera adecuada y con la motivación debida, con el fin de darle el mérito
probatorio que tenga en la sentencia. La valoración de la prueba debe estar debidamente
motivada por escrito, con la finalidad de que el justiciable pueda comprobar si dicho
mérito ha sido efectiva y adecuadamente realizado.
2. OBJETO DE LA PRUEBA
El tema del objeto de la prueba busca una respuesta para la pregunta qué se prueba, o que
cosas deberían ser probadas. El objeto de la prueba se presenta pues como aquello sobre
lo cual ha de verificarse la demostración en el proceso. Carnelutti, ha sostenido que el
objeto de la prueba no son los hechos, sino las afirmaciones que las partes efectúan en el
proceso respecto de los hechos. A partir de este autor se inició una larga y prolija
discusión doctrinal, que no ha tenido fin, y en la que son normales las posturas
intermedias.
Para Castillo Cortes por ejemplo, el objeto de la prueba en el proceso son los hechos y no
las simples afirmaciones, toda vez que aquellos se constituyen en los supuestos de las
normas jurídicas cuya aplicación se discute en un determinado trámite, por lo que corre a
cargo de los extremos litigiosos buscar la comprobación de las pretensiones y las
excepciones, es decir, la carga de la prueba entendida como una noción procesal que
consiste en una regla de juicio, que le indica a las partes la autorresponsabilidad que tiene
para que los hechos que sirven de sustento a las normas jurídicas cuya aplicación
reclaman aparezcan demostrados y que, además, le indica al juez cómo debe fallar cuando
no aparezcan probados tales hechos. (Castillo Cortes, 2010).
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En ese sentido, Bonet Navarro señala que aunque no en exclusiva, objeto principal de la
prueba en un proceso concreto son los hechos alegados oportunamente por las partes;
siendo que existirán determinados hechos que no requerirán ser probados, concretamente,
los dispositivos sobre los que exista plena conformidad de las partes y los notorios. (Bonet
Navarro, págs. 111-112)
3. FINALIDAD DE LA PRUEBA
La finalidad de la prueba radica en que permite formar la “convicción” del tribunal acerca
de la existencia o no del hecho punible y de la participación de su autor. Por ello, la prueba
exige la intervención de un órgano jurisdiccional imparcial e institucionalmente dotado
de independencia. Desde el punto de vista de la elaboración de una teoría del caso y la
litigación estratégica, se puede entender que la finalidad de la prueba es lograr la
convicción del juez acerca de la validez o la verdad de las afirmaciones que sobre los
hechos hace cada parte, esto es, importa en la medida que, en función de la prueba, el
Juez asume como cierta la teoría del caso. (Neyra, 2010, págs. 543-549).
No se trata de una decisión discrecional, pues el juez no puede escoger entre buscar o no
buscar la verdad en el proceso. Para las situaciones donde no está convencido respecto de
un hecho sobre el cual debería estar convencido, debe hacer uso de la potestad de
iniciativa de oficio. Finalmente, nótese bien que el hecho que sea una potestad correlativa
al deber de buscar la verdad no legitima que el órgano jerárquicamente superior pueda
“ordenar” que el juez ejerza dicha potestad cuando aquel considere que un hecho no se
encuentra lo suficientemente probado, porque la falta de convencimiento es algo muy
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propio de cada juez. Más allá de los severos cuestionamientos respecto de la falta de
racionalidad del análisis probatorio en la teoría del libre convencimiento, si el juez afirma
que un hecho está probado, entonces es claro que la prueba de oficio está fuera. (Cavani,
2014)
b) Colombia
El artículo 54° del Decreto N° 2158 de 1948, regulaba la materia en el ámbito laboral,
permitiendo que el juez ordene la práctica de pruebas que, a su juicio, sean
indispensables para el total esclarecimiento de los hechos que se controvierten en la
litis. Con la dación de la Ley 712° de diciembre de 2011, mediante la cual se reformara
el Código Procesal del Trabajo, se decreta respecto a la prueba de oficio que en
audiencia de trámite el juez decretará las pruebas que fueren conducentes y necesarias,
señalará día y hora para nueva audiencia de trámite, que habrá de celebrarse dentro
de los 5 días siguientes. (Ley N° 712 de 2001). En materia civil, la prueba de oficio
se materializó con la introducción del Código Civil de 1971. A partir de este, el juez
pasó de ser un árbitro de corte pasivo a un director del proceso, entendido como aquél
que no sólo guía y se mantiene atento a cada etapa procesal, sino que además
interviene activamente en el conflicto entre las partes, impulsando el proceso en
algunas de sus etapas. Sin lugar a dudas, el Código de Procedimiento Civil acompañó
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esta reforma, estableciendo en sus artículos 179° y 180°, que el juez o magistrado
puede decretar pruebas de oficio “cuando las considere útiles para la verificación de
los hechos relacionados con las alegaciones de las partes”. Luego, el juez está en el
deber de decretar pruebas de oficio para aclarar hechos y tener un acervo probatorio
más fuerte, que sea susceptible de un análisis que posiblemente lleve a la verdad
material que se busca. En el Código de Procedimiento Civil se encuentran diferentes
artículos que aluden a la facultad del juez para decretar pruebas de oficio, cuando así
lo considere necesario.
Algunos de estos son los siguientes: el artículo 202° que reitera dicha facultad con
relación al interrogatorio de parte; el artículo 233 inciso 3º, lo hace con relación al
decreto oficioso de un nuevo dictamen pericial cuando el juez considere que el
dictamen no es suficiente”; o el artículo 237 numeral 3º, que faculta al juez, “si lo
estima necesario”, para recibirlos testimonios de terceros que proporcionaron
información a los peritos durante el curso de sus investigaciones. Y aún más, el
artículo 37 numeral 4º del Código de Procedimiento Civil, impone al juez el deber de
hacer uso de las facultades y los poderes que ese Código le reglamenta en materia
probatoria, siempre que lo considere pertinente para verificar los hechos de la litis.
(Gaitán Guerrero, 2010).
c) Venezuela
El Código de Procedimiento Civil de Venezuela contempla en su artículo 401°
concluido el lapso probatorio, el Juez podrá de oficio ordenar la práctica de las
siguientes diligencias: 2º Exigir la presentación de algún instrumento de cuya
existencia haya algún dato en el proceso que se juzgue necesario. En cuanto al proceso
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a) Principio de veracidad
El principio de veracidad es fundamental como búsqueda de la finalidad del proceso.
Se debe tener en consideración que la finalidad elemental de todo proceso, ha sido
siempre la búsqueda de la verdad. Actualmente todavía tiene fundamental
importancia la delimitación de la actividad probatoria en los procesos, pero desde el
punto de vista del proceso laboral, se tiene por objeto averiguar la verdad real o
material respecto del hecho conflictivo, ya sea para confirmar su existencia o para
descartarla. En palabras de Plá (1994) “...esa búsqueda de la verdad constituye un
punto de referencia objetivo que exige y asegura la imparcialidad del juez”.
b) Principio de inmediación
Según Ávalos (2011) y Arévalo (2010), la inmediación implica la relación entre el
juez y los medios de prueba, de tal forma que este pueda percibir y conocer
directamente la prueba; en ese sentido existirá un contacto directo y personal entre
juez y partes, en lo concerniente al proceso, sin perder la perspectiva de objetividad e
imparcialidad; y, en un segundo momento, el director del proceso tendrá una cercana
relación con todo el material del proceso, lo que incluye todo medio indirecto de
contacto judicial. Lo cual garantiza que el juez esté presente en todas las etapas del
proceso y sea éste quien reciba las posiciones de las partes y actúe los medios de
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prueba, a fin de que tenga un conocimiento directo y más exacto de los hechos
litigiosos que se someten a su decisión.
a) Oportunidad de su actuación
Ya se ha señalado que la prueba de oficio no reemplaza la actividad de las partes, sólo
la complementa. Lo que denota que la actividad probatoria del juez tiene carácter
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subsidiario; es decir, de ser insuficientes los medios probatorios presentados por las
partes para obtener una decisión adecuada a derecho en el conflicto que éstas tienen;
el juez tendrá que intervenir solicitando de oficio la actuación de otros medios
probatorios que le permitan generar convicción para sentenciar. Es decir, en ningún
caso la facultad probatoria del juez deberá sustituir, anular, subsumir o suplir la
actividad probatoria de las partes. Así, cuando las partes proporcionen al juez
elementos probatorios suficientes para producirle certeza de los hechos; no habrá
necesidad de que el juez ejercite sus poderes. La oportunidad del juez para ordenar
pruebas debe ser tras los resultados probatorios, esto es, luego de la valoración de los
medios probatorios ofrecidos, admitidos y, de ser el caso, actuados. Sólo al momento
de la decisión el juez podrá apreciar si existe algún hecho trascendente sobre el cual
debe tener certeza antes de pronunciarse y si dicha insuficiencia probatoria amerita el
no empleo de la regla de la carga de la prueba.
b) Excepcionalidad
En el artículo 22° de la NLPT, también se reconoce la excepcionalidad de la prueba
de oficio debido a su carácter de supletoriedad, en tanto el juez podrá requerir pruebas
de oficio solo si la actividad probatoria de las partes resulta precaria. Es decir, si las
pruebas aportadas por las partes resultan idóneas para generar certeza en él sobre los
puntos controvertidos del proceso, no deberá requerir la ejecución de alguna prueba
de oficio. Así, el juez hará uso de su facultad para incorporar pruebas de oficio al
proceso, como ultima ratio a fin de no perder su imparcialidad y no caer en el error
de suplir la actividad probatoria de las partes. Por esto, se requiere también debida
motivación en la resolución que ordene actuar determinada prueba de oficio, la misma
que ha sido obviada por las partes. (Pasco, 2010, pág. 36)
c) Facultad discrecional
De la revisión del artículo 194º del Código Procesal Civil peruano se verifica que el
juez puede ordenar la actuación de los medios probatorios adicionales que considere
convenientes. Es decir, se consagra una facultad discrecional del juez; no se trata,
entonces, de una obligación legal. La consecuencia práctica de que se está frente a
una facultad, y no frente a un deber, es que su no utilización no puede determinar la
nulidad de la sentencia. (Ariano Deho, 2001) En conclusión, al juez se le otorga una
potestad discrecional; es decir, puede decidir la ejecución de determinada prueba de
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oficio si se infiere que los medios probatorios de parte no resultan idóneos para decidir
respecto a los hechos del conflicto.
d) Inimpugnable
El artículo 194° del CPC y 22 de la NLPT disponen, claramente, que la resolución
que emita un juez, ordenando la actuación de una prueba no considerada por alguna
de las partes, no es impugnable.
e) No acarrea nulidad
La Nueva Ley Procesal del Trabajo señala que la omisión del ejercicio de la facultad
de disponer pruebas de oficio, no implica la nulidad de la sentencia. Lo cual resulta
correcto pues se entiende que si no se ha hecho uso de esta facultad es porque los
medios probatorios aportados por las partes resultan suficientes e idóneos para
resolver el conflicto laboral en cuestión; no debe olvidarse, en este punto, el carácter
supletorio que ostenta la prueba de oficio. (Pasco, 2010).
cuando estén referidos a hechos nuevos o hubiesen sido conocidos u obtenidos con
posterioridad...”; así, queda claro que por regla general el ofrecimiento probatorio por
las partes puede darse únicamente en la demanda y en la contestación, pues para el
trabajador no habrá otra oportunidad de presentar las pruebas sino al interponer la
acción; cualquier prueba ofrecida o presentada con posterioridad a dicho acto es
improcedente, salvo las excepciones indicadas por la ley. La misma regla regirá para
la parte demandada.
En línea con lo expuesto, las partes o terceros legitimados que pudiendo haber
ofrecidos pruebas en las etapas establecidas no lo hubiesen hecho, pagan su omisión
quedando impedidos de ofrecer esas pruebas más adelante; esta restricción se debe a
que la oportunidad para ofrecer pruebas tiene por fin mantener un proceso ordenado,
e impedir que una de las partes se vea sorprendida con medios probatorios que haya
podido reservar su contraparte para el último momento, evitándose además la dilación
del procedimiento y trasgresión a las normas del debido proceso. (Linares Avilez,
2005)
7.1 Como primer límite, la prueba de oficio debe versar exclusivamente sobre los
hechos (proposiciones fácticas) alegados por las partes y que constituyen el
sustrato fáctico de sus respectivas pretensiones. El juez o tribunal no puede,
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prueba de oficio debe quedar limitada a aquellas fuentes que han aflorado en
el proceso, durante la práctica de las pruebas propuestas por las partes.
7.4 Como último límite, la prueba de oficio solo podría acordarse una vez
finalizada la práctica de las pruebas aportadas por las partes. Este último límite
guarda relación con el momento procesal en que puede acordarse la prueba de
oficio. Así, la prueba de oficio solo podría ser acordada por el juez al admitirse
las pruebas aportadas por las partes dentro de la audiencia de juzgamiento.
No debería acordarse su práctica al inicio del proceso ni durante la práctica de
las pruebas propuestas por las partes. Este límite viene impuesto por el
carácter marcadamente subsidiario y complementario que debe tener toda
prueba de oficio. De admitirse con anterioridad a este momento se corre el
riesgo de que la prueba ex officio se acabe convirtiendo en una actividad
sustitutiva de la actividad probatoria de las partes.
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CAPITULO II:
2. LA MOTIVACIÓN
El desarrollo de la doctrina jurídica a partir de la mitad del siglo XX, sobre todo con los
cuestionamientos severos a la teoría del silogismo judicial, nos permite establecer
diferencias y correlaciones conceptuales entre motivación, explicación, justificación y
argumentación.
(ATIENZA.MANUEL, 2004)
Para nosotros, la justificación tiene por finalidad que el Juez muestre que la decisión
tiene razones de hecho y de derecho que sustentan una sentencia objetiva y materialmente
justa. La justificación responde a la pregunta ¿por qué se debió tomar tal decisión?, ¿por
qué la decisión tomada es correcta?; o, para nosotros: ¿por qué la decisión tomada es
objetiva y materialmente justa? Por eso pensamos que no sólo se trata de exponer razones
que muestren que la decisión es razonable o simplemente correcta, sino que si
consideramos que el derecho tiene como uno de sus fines realizar el valor justicia, y el
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proceso tiene como fin abstracto promover la paz social en justicia, entonces el Juez, a
través de la motivación, tiene el deber de mostrar las razones de la sentencia justa, acorde
con aquel valor superior del ordenamiento jurídico, los fines del proceso y el Estado
Democrático y Social de Derecho.
La justificación debe ser de carácter jurídico, por ello debe descartarse razones
filosóficas, económicas, sociales, etc. La Constitución le impone al Juez decidir,
utilizando el derecho objetivo, de manera justa el conflicto de intereses, porque el fin
último del proceso es la justa resolución de litigio; de allí que el juez tiene como
contrapartida a su independencia, su vinculación a la Constitución y a la Ley.
para creer en algo, que estás razones sean de tal relevancia que conduzcan a una decisión
acertada.
Desde otro enfoque, Montero Aroca explica que la resolución judicial “es el acto
del Juez por medio del cual se declara el efecto en derecho que la ley hace depender
de cada supuesto fáctico” (MONTERO AROCA, Juan. 2000). Así también,
Podetti refiere que éstas son las “declaraciones de voluntad (…) pueden ser
resolutorias, instructorias y ejecutorias, pues en ellas se ejercen los dos
característicos poderes de la jurisdicción: el iudicium y el imperium, mandar y
decidir. En ese sentido, las resoluciones que se pronuncian y plasman el iudicium,
o sea, las que deciden o actúan sobre la relación formal o sobre la relación
sustancial subyacente; es decir, sobre el contenido” (PODETTI, Ramiro 1995).
Una resolución puede estar fundada en Derecho y no ser razonada o motivada, puede citar
muchas normas pero no explicar el enlace de esas normas con la realidad que se está
juzgando. Por ello la fundamentación consiste en explicar y, o interpretar la norma
jurídica aplicable al caso concreto que se juzga, no basta con citar ni copiar una norma
jurídica, sino que debe explicar por qué e interpretar la norma jurídica que se aplica al
caso juzgado o decidido.
Asimismo, una resolución puede ser razonada y/o motivada, pero no estar fundada en
Derecho, supuesto que se daría si un Juez justificara su resolución en supuestos puramente
históricos o periodísticos, ajenos al ordenamiento jurídico o no reconocible como
aplicación del sistema jurídico.
Las resoluciones deben mostrar, tanto el propio convencimiento del juez como la
explicación de las razones dirigidas a las partes, ha de explicar el proceso de su decisión
y las razones que motivaron la misma. Mientras la falta de motivación conduce a la
arbitrariedad en la resolución, la falta de fundamentación comporta una resolución
anclada fuera del ordenamiento jurídico. La motivación es pues una prohibición de
arbitrariedad.
Así mismo, La Ley Orgánica del Poder Judicial en el artículo 12°18 hace referencia a la
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motivación como un principio general, es decir como una pauta que guía todo ese sector
del ordenamiento jurídico, todo aquel proceso orgánico.
Por otro lado, en El Código Procesal Civil encontramos en el artículo 50° numeral 5 como
un deber del Juez el de motivar las sentencias, es decir que su incumplimiento.
Origina sancionas de diversa índole, y el artículo 122° numeral 4)20 también prescribe y
Nos dice CHAMORO BERNAL, basándose en una sentencia del TC Español que “…la
finalidad de la motivación en un Estado democrático de Derecho legitima la función
jurisdiccional y, es múltiple ya que:
4°. Pone de manifiesto la vinculación del Juez a la ley. No basta el simple encaje de los
hechos en la norma, porque las razones de la decisión pueden seguir manteniéndose
desconocidas, sino que hay que precisar porque encajan”
La motivación de una resolución -en especial de una sentencia- supone una justificación
racional, no arbitraria de la misma, expresada mediante un razonamiento lógico concreto,
no abstracto, particular, no genérico, esta justificación debe incluir:
La debida motivación se encuentra referida a que todas las resoluciones emitidas por
cualquier autoridad pública deben encontrarse clara y debidamente fundamentadas en las
decisiones que se adopten.
En ese sentido, el TC, mediante Exp. No. 00728- 2008-PHC/TC, ha precisado que el
contenido constitucionalmente garantizado de este derecho busca que, entre otros,
no se presenten los siguientes supuestos:
Exp. No. 08495-2006-AA/TC: “(…) motivar una decisión no sólo significa expresar
únicamente al amparo de qué norma legal se expide el acto administrativo, sino,
fundamentalmente, exponer en forma sucinta -pero suficiente- las razones de hecho y el
sustento jurídico que justifican la decisión tomada”.
Exp. No. 2192-2004-AA/TC: “(…) dichas resoluciones deban contar con suficiente
motivación tanto de los hechos como de la interpretación y/o razonamiento de las normas
invocadas por la Administración”. Como puede apreciarse, el máximo intérprete de la
Constitución se ha pronunciado y ratificado constantemente sobre la vigencia del debido
proceso, cuya aplicación es extendida al procedimiento administrativo.
De esta forma, la motivación contiene tanto el aspecto fáctico como el jurídico del
proceso, debiendo además cumplir con aquellas exigencias necesarias, tales como ser
expresa, clara, legítima, completa y lógica. La motivación es la manera de justificar la
calificación jurídica, por lo que el juzgador se encuentra obligado a fundamentar aquellas
consecuencias jurídicas que deriven de la adecuación del hecho en determinada norma.
Tal como lo indica Bustamante ALARCÓN, Reynaldo. “Lo que se busca es que las
decisiones que se emitan en un proceso o procedimiento sean adecuadamente motivadas
y que no sea una decisión de una mera subjetividad del juzgador, sino una derivación
razonada de los valores, normas y circunstancias en torno al cual se desarrolla al caso
concreto, así como de las circunstancias comprobadas de la causa”. En ese sentido, la
motivación que se expresa en una decisión deberá ser acorde a los principios racionales
para justificar la solución de cada caso en particular; caso contrario se contravendría el
principio de un debido proceso justo, afectando de tal manera el ordenamiento jurídico.
Implica un control del razonamiento del juez. Este control por cierto, no sale de los
límites de lo formal-lógico. De ahí que el proceso reposa también en la teoría del
razonamiento correcto, ya que el juez tiene la obligación constitucional de razonar
correctamente y no violar las reglas que rigen el pensar. Por encima de todo rige la lógica
jurídica “…o sea aquel raciocinio correcto o inferencia natural que nuestro entendimiento
realiza por un proceso de análisis o identidad de conceptos. Este raciocinio natural, que
llamamos lógico, preexiste a la ley y a toda doctrina particular. Quien no observa sus
cánones necesariamente debe desembocar en el error, cuando no en una verdad aparente,
llamada falacia o sofisma”
Nos dice GHIRARDI que “Se ha llamado control de logicidad al examen que efectúa
una Corte de Casación o Tribunal Superior para conocer si el razonamiento que realizaron
los Jueces inferiores es formalmente correcto desde el punto de vista lógico. En otras
palabras, se quiere controlar el cumplimiento de reglas que rigen el pensar, esto es, se
controlan los errores in cogitando.”. En consecuencia, no sólo la sentencia debe estar bien
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motivada, antes debe estar bien fundada -lógicamente bien fundada- esto es, que se
muestre el itinerario del razonamiento para que se pueda controlar (por las partes o por el
juez superior) si éste (el razonamiento) ha sido correcto y ha observado las leyes del
pensar, es decir, todas las reglas fundamentales que la ciencia de la Lógica ha puesto de
manifiesto desde que la concibiera Aristóteles, no debe vulnerarse entonces, las leyes de
la razón.
b).- Los errores in cogitando: Los errores de este tipo son dos:
a) Falta de motivación y
b) Defectuosa motivación.
Los errores en la motivación violan dos principios: estos principios rigen para un
razonamiento correcto:
específicamente una motivación fundada en Derecho, es decir una aplicación racional del
ordenamiento jurídico al caso concreto, sin que pueda al respecto, no satisfacerse las
exigencias constitucionales del deber de motivación con una justificación que no sea
jurídica, es decir que no sea fundada en derecho. Entonces, advertimos que son requisitos
exigidos para garantizar que la motivación del juicio se encuentre fundada en derecho: la
necesidad de que la justificación del juzgador constituya una aplicación racional del
sistema de fuentes de nuestro ordenamiento; que la justificación de la decisión respete y
no vulnere derechos fundamentales; y que la motivación establezca una adecuada
conexión entre los hechos y las normas.
El juez debe enlazar su decisión con el conjunto de normas vigentes, para de este modo
garantizar que la decisión y su correspondiente justificación sean jurídicas por estar y
venir apoyadas en normas del ordenamiento jurídico vigente; si el juzgador quiere que la
justificación de la decisión sobre el juicio de derecho esté fundada en derecho deberá
lograr que la motivación acredite que la decisión es consecuencia de una racional
aplicación del sistema de fuentes. Es necesario distinguir tres grandes operaciones que
integran una aplicación racional del sistema de fuentes:
Lo primero que debe hacer el juzgador a la hora de decidir sobre el juicio de derecho es
seleccionar una norma aplicable que le permita resolver la causa. Dicha norma
seleccionada debe:
Ser vigente y válida: se trata de verificar la legalidad de la norma a aplicarse. Nos dice
(COLOMER HERNANDEZ ,2003. Pág. 245-246 )que “Este control de la legalidad se
extiende a verificar, de una aparte, la vigencia de la norma seleccionada, o lo que es lo
mismo, a comprobar que el precepto no haya sido derogado o abrogado del ordenamiento
(validez formal) y, de otra parte verificar su constitucionalidad y legalidad (validez
material). Por tanto, toda norma elegida por un juez para respaldar su decisión sobre el
juicio habrá de estar vigente y ser válida”.. La aplicación de una norma no vigente o
inválida es un defecto de racionalidad de la sentencia.
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Ser adecuada a las circunstancias del caso: esto es, se obliga a los jueces a seleccionar
como justificación de sus decisiones aquellas normas que se corresponden con el objeto
del proceso señalado por las partes, así la motivación debe ser acorde con el objeto del
proceso diseñado por las partes y resulta evidente que, una motivación en la que se
empleen normas de justificación que no sean coherentes con las pretensiones de las partes,
no constituirá una racional aplicación del sistema de fuentes.
Las alegaciones de las partes: son las que fijan lo que se conoce como thema
decidendi , y para ello resulta imprescindible revisar:
como: ley especial prevalece sobre la general, el principio de jerarquía normativa, ley
posterior deroga a la anterior, etc, si quiere que la justificación contenida sea legítima.
El juez debe en tercer lugar, realizar una válida interpretación29 debe ser material
normativo, para dar significado a la norma previamente seleccionada. Los requisitos que
debe cumplir una racional interpretación de las normas para poder fundar adecuadamente
la decisión que se adopte sobre la base de dicha interpretación de las normas o
declaraciones relevantes para la resolución de la controversia requieren de ciertos
momentos, que, según DIEZ PICASO, son:
Determinación del sentido que tiene cada uno de los elementos que integran el supuesto
de hecho de la proposición normativa, que se realiza mediante la utilización por parte del
juzgador de alguno de los criterios hermenéuticos legalmente previstos, de ahí que sea
necesario exigir de todo juez una adecuada indicación del criterio empleado para
reconstruir el significado, especialmente cuando se utilicen criterios interpretativos
distintos al gramatical.
La adopción de una decisión por parte del intérprete cuando la consecuencia establecida
por la norma no esté plenamente determinada.
(iii) Una resolución debe estar racionalmente justificada para hacerla controlable
posteriormente.
Motivar es justificar con razones que permitan sostener como correcta la decisión
judicial fáctica.
Así, se puede decir que la decisión judicial debe ser una decisión doblemente limitada:
a).- Por el principio de legalidad: que implica que el juez tiene que tomar la decisión
aplicando el ordenamiento jurídico; la decisión judicial tiene que ser una decisión legal.
Ello conlleva que la decisión judicial, así como los enunciados en que está basada puede
ser una decisión “injusta”, “no razonable” pero aún legal.
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La simple constatación formal de que existe una motivación en una relación jurisdiccional
no es suficiente para considerar válidamente cumplida la obligación de justificar que
grava a los juzgadores. “No hay duda, por tanto, de que la motivación ha de contener una
justificación fundada en derecho, es decir que no sólo sea fruto de una aplicación racional
del sistema de fuentes del ordenamiento, sino que además dicha motivación no suponga
vulneración de derechos fundamentales” , si así fuese es procedente un proceso de
amparo. Debe haber una adecuada conexión entre los hechos y las normas que justifican
la decisión. Una tercera exigencia que ha de cumplir la motivación de una sentencia para
que pueda considerarse fundada en derecho, es que contenga una adecuada conexión entre
los hechos –alegado por las partes y probados- que sirvan de base a la decisión y las
normas que le den el correspondiente respaldo normativo. La conexión entre la base
fáctica y las normas que se utilizan para decidir sobre la cuestión jurídica es una exigencia
ineludible de una correcta justificación de la decisión sobre el juicio de derecho. De
manera que en todos los supuestos en los que la motivación no establezca esa conexión
entre los hechos y las normas, la justificación podrá ser tachada o impugnada de arbitraria.
Los Juristas, en especial los filósofos del derecho, entienden que motivar una decisión
judicial es lo mismo que justificarla (Hernández Marín, 2005); pero el término justificar,
es multicomprensivo. En virtud de lo cual, en tanto la motivación se refiere a la
justificación razonada que hace jurídicamente aceptable a una decisión judicial, es
adecuada terminológicamente como tal.
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Pero esta motivación no solo ha de ser formal, sino también consustancial con las
particularidades que presente el caso en concreto; en ese sentido, en el ordenamiento
peruano, el Tribunal Constitucional ha señalado en la STC N°03283-2007-PA/TC que “la
motivación de una decisión no solo consiste en expresar la norma legal en la que se
ampara, sino fundamentalmente en exponer suficientemente las razones de hecho y el
sustento jurídico que justifican la decisión tomada”. De esta forma el máximo intérprete
de nuestra Constitución incide en la necesidad de que los fallos judiciales establezcan una
justificación razonada de los argumentos por los cuales llega a tomar una decisión en un
caso concreto (TORRES ZÚÑIGA).
Por su parte el artículo 139°, inciso 5, de la CPP, concordante con el artículo 12° del
Texto Único Ordenado de la Ley Orgánica del Poder Judicial, e incisos 3 y 4 del artículo
122° y 50 inciso 6 del CPC, disponen que toda resolución emitida por cualquier instancia
judicial debe encontrarse debidamente motivada. Es decir, debe manifestarse en los
considerandos la “radio deciden di” que fundamenta la decisión, la cual debe contar, por
ende, con los fundamentos de hecho y derecho que expliquen por qué se ha resuelto de
tal o cual manera. Solo conociendo de manera clara las razones que justifican la decisión,
los destinatarios podrán ejercer los actos necesarios para defender su pretensión. Y es que
la exigencia de que las resoluciones judiciales sean motivadas, por un lado, informa sobre
la forma como se está llevando a cabo la actividad jurisdiccional, y por otro lado,
constituye un derecho fundamental para que los justiciables ejerzan de manera efectiva
su defensa (LANDA ARROYO C. , 2012).
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Es por eso que actualmente los jueces además de contar con las obligaciones de 1) dictar
decisiones que resuelvan litigios, y b) dictar decisiones conforme a derecho; tienen la
obligación de motivar las decisiones que dicten, en especial las decisiones contenidas en
las Sentencias; aunque no necesariamente su actividad se limita a éstas, pues también las
decisiones contenidas en autos deben ser motivadas; en tanto todas se comprenden dentro
del ámbito de las resoluciones judiciales .(HERNÁNDEZ MARÍN, 2005).
Ahora bien, este derecho no garantiza una determinada extensión, sino que lo que se busca
es que exista suficiente sustento fáctico y jurídico en la decisión, y que además haya
relación entre lo pedido y lo resuelto. Esto último quiere decir que el razonamiento que
utilice el juez debe responder a las alegaciones de las partes dentro del proceso. Sobre
esto, existen dos situaciones que vuelven incongruente esta relación: cuando el juez altera
o excede las peticiones planteadas (incongruencia activa), y cuando no contesta dichas
pretensiones (incongruencia omisiva). Pero ello no significa que todas y cada una de las
alegaciones de las partes sean, de manera necesaria, objeto de pronunciamiento, sino solo
aquellas relevantes para resolver el caso (LANDA ARROYO C. , PÁGS. 28-29).
“[…] Una motivación comporta la justificación lógica, razonada y conforme a las normas
constitucionales y legales señaladas, así como con arreglo a los hechos y petitorios
formulados por las partes; por consiguiente, una motivación adecuada y suficiente
comprende tanto la motivación de hecho o in factum (en el que se establecen los hechos
probados y no probados mediante la valoración conjunta y razonada de las pruebas
incorporadas al proceso, sea a petición de parte como de oficio, subsumiéndolos en los
supuestos fácticos de la norma), como la motivación de derecho o in jure (en el que
selecciona la norma jurídica pertinente y se efectúa una adecuada interpretación de la
misma). Por otro lado, dicha motivación debe ser ordenada, fluida, lógica; es decir, debe
observar los principios de la lógica y evitar los errores in cogitando, esto es, la
contradicción o falta de logicidad entre los considerandos de la resolución
[…]”(RECURSO DE CASACIÓN Nº 1068-2009, SALA CIVIL TRANSITORIA
(LIMA), CONSIDERANDO SÉTIMO, DE FECHA 21 DE ENERO DEL 2011. )
Por lo que su contenido esencial está delimitado en tres aspectos: cuando se citan las
normas sin efectuar juicio alguno de subsunción o análisis; cuando el juez no se pronuncia
respecto de las pretensiones de las partes, y cuando no explica de manera clara por que
ha resuelto en determinado sentido (Vargas Espinoza, 2011). En cualquier caso, la falta
de motivación puede dar lugar a una nulidad procesal, siempre que:
“[…] el defecto de motivación genere una indefensión efectiva –no ha tratarse de una
mera infracción de las normas y garantías procesales–. Ésta únicamente tendrá virtualidad
cuando la vulneración cuestionada lleve aparejada consecuencias prácticas, consistentes
en la privación de la garantía de defensa procesal y en un perjuicio real y efectivo de los
intereses afectados por ella, lo que ha de apreciarse en función de las circunstancias de
cada caso […]”(ACUERDO PLENARIO N° 6–2011/CJ–116, FUNDAMENTO 11.)
La motivación por lo tanto deberá entenderse como un deber de los jueces y un derecho
de los justiciables, de conocer las razones por las cuales dicha decisión ha sido tomada
por el Juzgador; con la intención de garantizar el derecho de defensa de las partes; la cual
se manifestará a través de las resoluciones en general (ya sea a través de autos o
sentencias), y a su vez esta motivación implicará, además de la conformidad con el
ordenamiento predispuesto, una explicación de las razones por las cuales la decisión es
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válida en el caso en concreto, de tal forma que el derecho de defensa de las partes pueda
activarse.
Debemos partir que motivar los hechos consiste en exponer o explicar, con la forma de
una argumentación justificativa, el razonamiento que permite otorgar una eficacia
determinada a cada medio de prueba y que sobre esta base, fundamenta la elección a favor
de la hipótesis sobre el hecho de que, con las pruebas disponibles, tiene un grado de
confirmación lógica más elevado. Esto supone que debe precisar los datos empíricos
asumidos como elementos de prueba, de las inferencias que se han formulado y de los
criterios utilizados para extraer sus conclusiones probatorias, asimismo implica que debe
dar cuenta de los criterios con que se justifica la valoración conjunta de los distintos
elementos de prueba, así como de las razones que fundamentan la elección final para que
la hipótesis sobre el hecho esté justificada.
Estos criterios son aplicables para la motivación de la decisión sobre la “prueba de oficio”,
pues el juez al momento de identificar la insuficiencia probatoria, presupuesto para su
actuación, tiene la obligación de exteriorizar las inferencias probatorias que le han servido
al juez para llegar a la conclusión que era completamente necesario utilizar dicha
potestad, tomando en cuenta las narraciones fácticas formuladas por las partes y una real
valoración individual y conjunta de los elementos de prueba.
Podemos observar que en la “Nueva Ley Procesal del Trabajo”, Ley Nº 29497 (NLPT)
en la que si bien el legislador ha establecido la referida iniciativa probatoria del juez al
señalar: “Excepcionalmente, el juez puede ordenar la práctica de alguna prueba
adicional, en cuyo caso dispone lo conveniente para su realización, procediendo a
suspender la audiencia en la que se actúan las pruebas por un lapso adecuado no mayor
a treinta (30) días hábiles, y a citar, en el mismo acto, fecha y hora para su continuación.
Esta decisión es inimpugnable. Esta facultad no puede ser invocada encontrándose el
proceso en casación. La omisión de esta facultad no acarrea la nulidad de la sentencia”.
26636) se puede comprobar que sí establecía de modo expreso que dicha decisión debería
de cumplir con la motivación al señalar: “Art. 28. Pruebas de oficio. El Juez, en decisión
motivada e inimpugnable, puede ordenar la actuación de los medios probatorios que
considere convenientes, cuando los ofrecidos por las partes resulten insuficientes para
producirle certeza y convicción”.
CAPITULO III:
El derecho a la impugnación puede ser definido como aquel derecho abstracto con el que
cuenta en un proceso toda parte del mismo para impugnar (entiéndase contradecir o
refutar) una decisión judicial, con la cual no se encuentra de acuerdo, debido a que la
misma le causa un agravio al encontrarse afectada de error o vicio, y que tendrá por objeto
que se revoque o anule la decisión jurisdiccional (JORDÁN MANRIQUE, 2005).
Por otro lado, Alberto Hinostroza Minguez señala lo siguiente: “La impugnación tiene
por finalidad la revisión del acto procesal impugnado, ya sea por el órgano jurisdiccional
superior o por el magistrado que conoce en primera instancia del proceso, a fin de que sea
corregida la irregular situación producida por el vicio o error denunciados”
(HINOSTROZA MINGUEZ, 2002)
Por lo anterior podemos decir que la decisión errada de un juez lleva a un estado de
indefensión para la parte afectada, e irremediablemente, nos encontraríamos ante un
proceso inmerso en un estado de injusticia si esto no fuera posible de corregir.
se efectúe una segunda revisión del asunto no trae como lógica consecuencia que no vaya
a haber más errores. Quienes analizan el tema en una segunda instancia (o incluso en el
caso que sea el mismo juez quien vuelve a analizar el tema) se encuentran en la práctica
en la misma situación que el juez que expidió en primer lugar el acto materia de
impugnación. (…) creemos que el verdadero fundamento para el derecho de impugnar se
encuentra en la existencia de un agravio o afectación trascendente a una o ambas partes
del proceso.” (JORDÁN MANRIQUE, 2005)
Es decir, al ser el actuar del juez un acto humano, y coincidimos en que es el más
importante de todos como señala el profesor Juan Monroy, la posibilidad del error
siempre estará latente: y por ello la finalidad de la impugnación no puede encontrarse tan
sólo en contrarrestar este error mediante una nueva revisión del acto. Lo que se encuentra
realmente detrás de la impugnación es el agravio. Un agravio real y efectivo, creemos que
ésta es su finalidad. En el mismo sentido, Jaume Solé Riera: “En este sentido, una
resolución es recurrible fundamentalmente por resultar gravosa para la parte,
independientemente de consideraciones subjetivas, como el considerarla errónea o no
ajustada a derecho” (SOLÉ RIERA)
Esto nos lleva a entender que no toda decisión judicial será impugnable. Es decir, la
trascendencia del posible agravio, o incluso la inexistencia del mismo, es el elemento a
analizar en toda limitación al derecho a impugnar: y en ese sentido es que la finalidad de
la institución bajo análisis no se encuentra sólo en la posibilidad del error humano del
juez, sino fundamentalmente en la existencia del agravio.
Por tanto, coincidimos con Solé al referirse que la finalidad de la impugnación más que
en corregir el error, se encuentra en subsanar, remediar o enmendar el agravio generado
en las partes del proceso, el error o vicio es la base de la impugnación, pero su finalidad
es contrarrestar el injusto agravio ocasionado. (JORDÁN MANRIQUE, 2005)
tenemos que el derecho a la tutela jurisdiccional se deberá analizar bajo el hecho que la
persona tenga al menos: 1) un efectivo acceso a la jurisdicción; 2) un proceso con mínimas
garantías (donde se encontrará adelantamos, el poder ejercer el derecho de defensa, donde
la impugnación es precisamente una de sus principales manifestaciones); 3) el obtener o
alcanzar una decisión judicial que ponga fin al conflicto y a la vez se encuentre basada en
derecho; y, 4) que la decisión judicial sea realizada (ejecución: efectividad), de ser el caso
con ayuda del Estado.
Por tanto, podemos indicar que el derecho de defensa constituye una de las garantías
mínimas contenidas en el derecho a la tutela jurisdiccional efectiva y su transgresión
constituiría un estado de indefensión en el justiciable, volviéndose dicho acto o hecho en
inconstitucional.
Por otro lado, el derecho de defensa a su vez es un derecho de contenido complejo, y por
ende tendrá una serie de manifestaciones como son el derecho a probar, a alegar
oportunamente la posición de uno, a ser tratado con igualdad, a ser válidamente notificado
de los actos procesales, etc. Entre estas manifestaciones se encuentra por supuesto el
derecho a interponer los recursos impugnatorios que recoge un ordenamiento procesal
determinado. Es necesario aclarar que no nos encontramos pues con que el derecho de
impugnación será una manifestación absoluta del derecho de defensa de toda persona,
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sino que forma parte de aquél, y a la vez por tanto del derecho a la tutela jurisdiccional,
tan sólo el impugnar todo acto judicial que sea efectivamente posible de impugnar.
En ese sentido, el declarar en la ley una resolución como inimpugnable o no conceder por
ejemplo un recurso de apelación en un caso concreto, no necesariamente constituyen
violaciones al derecho de defensa de una persona. Así, Jordán Manrique señala que:
“Deberá analizarse cada supuesto, el fin bajo la óptica del agravio, establecer o no la
constitucionalidad de la norma o rechazo del acto de impugnación. El derecho de defensa
es una muestra fehaciente que el debido proceso y la tutela jurisdiccional pueden
efectivamente coincidir en un momento determinado. Como sabemos, el derecho de
defensa, en cuanto garantía fundamental y básica de toda persona, forma también parte
del contenido esencial del debido proceso y a la vez del derecho a la tutela jurisdiccional
efectiva.” (JORDÁN MANRIQUE, 2005)
En efecto, así como el derecho a probar se ve limitado pues no puede por ejemplo
ofrecerse medios probatorios en cualquier momento en aplicación del principio de
preclusión en materia probatoria; así también en ocasiones el derecho a impugnar se verá
limitado al declararse determinada decisión del juez como inimpugnable, en aras de
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privilegiar la celeridad y eficacia del proceso; sin embargo, recordemos que esto sucederá
siempre y cuando estos principios no se vean superados por el agravio que dicha decisión
judicial signifique para alguna de las partes del proceso, en cuyo caso sí es perjudicial la
inimpugnabilidad de la decisión judicial.
Juan Monroy Gálvez hace una clasificación donde diferencia dos sistemas jurídicos
opuestos en relación al papel que desempeña el juez en el proceso: a) sistema procesal
privatístico y b) sistema procesal publicístico.
En el primero de ellos, el proceso dependerá de lo que las partes actúen; es decir, ellas
tienen el control del mismo teniendo el juez un rol pasivo que se limitará a decidir en base
a lo que las partes aporten al caso Este sistema consideraba que a las partes corresponde
no solo la iniciación del mismo (del proceso), sino el impulso procesal y el juez es un
mero espectador que al final de la contienda acuerda la razón al vencedor dentro de lo
que las partes han querido que sea materia de su pronunciamiento” (MONROY GÁLVEZ
J. , 2009 )
Por otro lado, en el sistema procesal publicístico se asume que el proceso no solo debe
interesar a las partes sino a toda la colectividad ya que se entiende que existe confianza
en que el proceso puede resolver casos donde primará la verdad material evitando que,
por culpa de las partes, se termine dictando sentencias injustas; por ello, se le brinda al
juez un rol activo en la actividad probatoria a fin de garantizar una sentencia que
efectivamente tutele los derechos vulnerados (JORDÁN MANRIQUE, 2005).
Por su parte, Gustavo Calvinho se muestra en contra de este último sistema al considerar
que se debilita la imparcialidad del juez al servir éste de apoyo para esclarecer la
insuficiencia de una prueba que, finalmente, terminará favoreciendo a una de las partes.
(CALVINHO, 2008)
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Al respecto, discrepamos con este autor ya que consideramos que el proceso no tiene
como fin resolver un caso restringiéndose solo a la verdad o falsedad de las pruebas que
aleguen las partes, sino que su verdadera meta es alcanzar la verdad material de los hechos
y, de esta forma, concretar una efectiva tutela de los derechos.
En esa misma línea, Devis Echandía comenta que el fin del proceso no puede limitarse
solo a la mera actuación del derecho objetivo, sino también a la efectiva tutela de los
derechos subjetivos respetando, de esta forma, la libertad y la dignidad humana, por lo
que cada fin no puede ser tomado de manera excluyente (ECHANDÍA, 2002)
En efecto, si no permitiésemos que el juez tenga suficientes poderes para investigar más
allá de lo que las partes presenten, estaríamos fomentando que algunos sujetos intenten
aprovecharse del proceso para obtener derechos que materialmente no les corresponden,
pero que lograron obtener gracias al mal desenvolvimiento de la contraparte durante, por
ejemplo, una audiencia de pruebas y frente a la actitud pasiva de un juez que solo se
conforma con la actuación de las partes sin pretender conocer (partiendo de las pruebas
que en ese momento tiene) si realmente su sentencia tutelará a la parte que realmente se
lo merecía, lo que ayudaría a mantener la armonía y paz social con respecto al proceso
(ECHANDÍA, 2002)
Con una postura un tanto más extrema, Osvaldo Gozaíni afirma que “la función de los
jueces, comprometida con la búsqueda de la verdad para adoptar decisiones justas, no
puede limitarse a los elementos que le son suministrados por las partes y debe hallarse en
permanente disposición de decretar y practicar pruebas de oficio, de evaluar y someter a
crítica las allegadas al proceso y de evitar, con los mecanismos a su alcance, las hipótesis
procesales que dificulten o hagan imposible el fallo” (GOZAÍNI, 2004).
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Nosotros aceptamos en parte esta tesis; sin embargo, consideramos que la “prueba de
oficio” debe tener ciertas limitaciones para que el juez no termine reemplazando a las
partes.
Al respecto, cabe resaltar la reforma del art. 194 de Código Procesal Civil que se produjo
con la Ley N° 30293 en el año 2014, ya que anterior texto señalaba expresamente que el
juez “podía” ordenar la actuación de los medios probatorios que considerase conveniente
siempre que los ofrecidos por las partes fueran insuficientes; sin embargo, el nuevo texto
ha reformado este término y ya no indica que el juez “puede” (lo cual significaba que ello
no era una obligación), sino que ahora lo “ordenará”; en otras palabras, el juez ya no se
podrá excusar de no aplicar el art. 194 argumentando que este solo le daba una facultad,
ahora deberá entenderlo como un deber (GOZAÍNI, 2004)
En esa misma línea, Echandía señala que “en el moderno derecho procesal se considera
que, cuando la ley otorga a los jueces ciertas facultades para que practiquen una mejor
justicia, es un deber de ellos el utilizarlas siempre que se presenten las circunstancias
previstas en la misma ley para su ejercicio” (ECHANDÍA, 2002).
En palabras de Michele Taruffo: “en efecto, es oportuno hablar de modelos mixtos para
indicar aquellos ordenamientos procesales – que actualmente son numerosos– en los
cuales se prevé más o menos extensos los poderes de instrucción del juez, en cuanto a la
plena posibilidad que las partes tienen de aportar todas las pruebas admisibles y relevantes
para la certeza de los hechos” (TARUFFO, 2009).
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Por lo tanto, a grandes rasgos, podemos señalar que los modelos mixtos se caracterizan
por la convivencia entre la actividad probatoria de las partes y la del juez, de tal forma
que ninguno tome el lugar del otro.
En tal sentido, cabe resaltar la distinción entre una figura del “juez activo” y el “juez
autoritario” en la adquisición de pruebas, encontrándose el primero en un contexto en el
cumple una función integrativa y supletiva en relación a las pruebas que presentan las
partes, es decir, solo intervendrá de forma excepcional sobre la base de lo que las partes
ya han expuesto (siempre respetando el derecho a la defensa); por otro lado, el “juez
autoritario” es aquel que tiene amplios poderes de instrucción, puede adquirir de propia
iniciativa las pruebas con las que juzgará el caso incluso si para ello debe sobrepasar los
límites de las garantías procesales (TARUFFO, 2009).
En otras palabras, el juez activo se encuentra justo en medio de las posturas privatísticas
y publicísticas.
Ahora bien, luego de señalar que nuestro país se encuentra en un sistema procesal mixto,
el cual faculta al juez de participar en la actividad probatoria (con algunas limitaciones)
en favor de la búsqueda de la verdad material, queda por analizar si la figura de la
inimpugnabilidad de la “prueba de oficio” ha sido debidamente regulada para que cumpla
los fines del proceso, como se verá en el siguiente acápite.
Cabe resaltar la diferenciación que propone Gozaíni entre verdad material y verdad
formal, siendo la primera uno de los objetivos esenciales del proceso, mientras que la
segunda queda reducida a los hechos probados en la causa gracias a la capacidad de
persuasión de los medios propuestos en el proceso (GOZAÍNI, 2004).
Para entender el instituto de la prueba de oficio en Nueva Ley Procesal de Trabajo (Ley
N° 29497), es necesario tener en cuenta el carácter de supletoriedad con el que cuenta el
proceso civil frente a otros ordenamientos procesales. Dicho carácter de supletoriedad se
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encuentra establecido en la primera disposición final del Código Procesal Civil peruano
que señala que: “Las disposiciones de este Código se aplican supletoriamente a los demás
ordenamientos procesales, siempre que sean compatibles”; de igual modo, la Nueva Ley
Procesal de Trabajo, en su primera disposición complementaria agrega que: “En lo no
previsto por esta Ley son de aplicación supletoria las normas del Código Procesal Civil”.
Ahora bien, de este artículo podemos advertir que “la prueba de oficio” es tratada de
forma escueta, señalando que su actuación en la audiencia de juzgamiento es de carácter
excepcional y facultativo respecto al juez, así como, inimpugnable. Siendo esto así, es
que nos vemos en la necesidad de recurrir al ordenamiento procesal civil.
El artículo 194 del Código Procesal Civil que regula la “prueba de oficio” fue modificado
por el Artículo 2° de la Ley N° 30293, el 28 de diciembre de 2014.
El texto originario del artículo 194° del CPC era muy lacónico, pero al parecer precisaba
que en relación a la prueba de oficio se requería por un lado de la insuficiencia probatoria
desde la óptica del juez, también el deber del juez de motivar la decisión (justificarla) con
la que se ordenaba la prueba de oficio y finalmente para decir sin la mayor precisión que
la decisión era inimpugnable.
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El texto originario de la prueba de oficio se regulaba en el artículo 194° del CPC con el
siguiente texto:
“Cuando los medios probatorios ofrecidos por las partes sean insuficientes para formar
convicción, el Juez, en decisión motivada e inimpugnable, puede ordenar la actuación de
los medios probatorios adicionales que considere convenientes”.
“Excepcionalmente, cuando los medios probatorios ofrecidos por las partes sean
insuficientes para formar convicción el Juez de Primera o de Segunda Instancia, ordenará
la actuación de los medios probatorios adicionales y pertinentes que considere necesarios
para formar convicción y resolver la controversia, siempre que la fuente de prueba haya
sido citada por las partes en el proceso.
Con esta actuación probatoria el Juez cuidará de no reemplazar a las partes en su carga
probatoria, y deberá asegurarles el derecho de contradicción de la prueba.
La resolución que ordena las pruebas de oficio debe estar debidamente motivada, bajo
sanción de nulidad, siendo esta resolución inimpugnable, siempre que se ajuste a los
límites establecidos en este artículo.
El artículo 194° del CPC en su texto originario señalaba de forma taxativa que la decisión
del juez que incorporaba medio de prueba de oficio era inimpugnable: “(…) en decisión
motivada e inimpugnable”. En el texto actual del artículo en mención, la resolución que
ordena prueba de oficio, no es necesariamente inimpugnable, consideramos más bien que
sí puede ser impugnada, por lo cual, nos atrevemos a proponer nuestra posición respecto
a que se trata de una impugnación condicionada. Desarrollemos nuestro punto de vista.
Corresponderá al juez de la apelación controlar que el juez de primer grado haya cumplido
con todos los requerimientos del artículo 194° del CPC, siempre que se haya admitido la
apelación.
El legislador, con la ya mencionada reforma del art. 194 del Código Procesal Civil, ha
pretendido salvar la inimpugnabilidad de la “prueba de oficio” otorgando supuestos para
fortalecer la razonabilidad de la decisión del juez al respecto de esa prueba. Algunos
de estos se refieren a que la fuente de la prueba haya tenido que ser citada por las partes
en el proceso, que se asegure el derecho de contradicción de la prueba y que el juez no
termine reemplazando a las partes en su carga probatoria; sin embargo, destaca aquel que
sanciona con “nulidad” la resolución que ordena la prueba de oficio cuando no está
“debidamente motivada”.
Además, tal como sostiene Luis Alfaro, “la nulidad en sentido estricto no sería
propiamente un “remedio” y menos una “sanción” y por tanto no es un medio
impugnatorio, sino un instituto procesal totalmente autónomo con propia estructura y
función en el sistema procesal” (ALFARO, 2015).
de oficio y no por ello debemos dejar en indefensión a alguna de las partes que considera
lo contrario (TRIBUNAL CONSTITUCIONAL, 2008).
Es decir, el auto que admite la prueba de oficio podrá contener una debida motivación
(con criterios razonables) y, por lo tanto, ser tomada como “constitucional” para ese juez;
sin embargo, la parte afectada debería tener siempre el derecho a replicar los motivos por
los que esta decisión ha sido tomada frente a una segunda opinión ya que podría
considerar que los fundamentos fueron insuficientes.
Esto nos hace concluir que la “debida motivación” nunca será suficiente ya que, en el
fondo, siempre partirá de las apreciaciones que tenga cada juez para cada caso en
concreto, lo cual implica que el juez de segunda instancia podrá tener una forma de
razonamiento distinta que a lo mejor sí vaya acorde con la verdad material de los hechos.
Por ello, si bien el Derecho va a buscar, mediante la motivación, que la decisión se vea
justificada jurídicamente, nunca podremos estar completamente seguros que aquella ha
logrado hallar de la verdad (en una búsqueda que parece imposible); sin embargo, es tarea
del Derecho hacer todo lo posible por encontrarla. Sin embargo, a pesar de que puedan
ser descritos criterios y mecanismos jurídicos interpretativos, a la hora de interpretar
aparecen también las valoraciones del intérprete, que tiene que elegir entre posibles
significados, y está condicionado por el momento jurídico.
Al respecto, Arrarte opina que “es imprescindible que el juzgador demuestre a los
litigantes y especialmente a la sociedad, que su decisión no es producto de su mera
intuición, sino de un razonamiento correcto que además ha tomado en consideración que
al resolver un caso está asumiendo un rol que trasciende: el de sentar los valores que la
sociedad debe respetar, no solo en la coyuntura inmediata, sino también en el futuro que
proyectamos” (ARRARTE, 2003).
Por lo tanto, una adecuada motivación siempre será de gran ayuda no solo para las partes
(las cuales podrán entender el razonamiento de la decisión del juez), sino también para la
propia decisión que ahora se verá justificada bajo criterios que la sustentarán válidamente
(y, de esta forma, se evite decir que se trata de una decisión arbitraria) conforme a los
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PRUEBA DE OFICIO Y LA
DEBIDAMOTIVACIÓN EN LOS
PROCESOS LABORALES DEL
DISTRITO JUDICIAL DE LA
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valores de la sociedad y, según Hugo Lamadrid, para que la parte que no ganó pueda
decidir si es que vale la pena apelar o ya es un caso perdido (LAMADRID, 2009); sin
embargo, ello siempre se dará bajo la perspectiva de cada juez en concreto, que podrá
estar parcialmente sesgado por lo que le diga su intuición al respecto (SOOD, 2015), la
cual podrá ser válida para él pero errónea para otros, y que claramente puede darse en la
ciencia del Derecho, donde es usual que existan diversas posturas sobre un mismo punto
controvertido (incluso cuando cada postura distinta pueda llegar a considerar el resto son
erróneas)
Por ello, deberá darse siempre un derecho a impugnar para que el próximo juez evalúe si
los motivos por los que el primer juez fundamentó su decisión son realmente acordes a la
finalidad del proceso. En caso lo sean, no habrá problema en confirmar la decisión.
Es claro que siempre se deberá evitar el abuso procesal con el pretexto de buscar una real
“solución justa” cuando lo que en realidad se busque es ganar tiempo o tener la chance
de que el juez de segunda instancia se equivoque y proteja a quien no lo merece. En
efecto, nuestro Código Procesal Civil regula lo señalado en el artículo 109 donde se indica
que es deber de las partes “proceder con veracidad, probidad, lealtad y buena fe en todos
sus actos e intervenciones en el proceso”.
Tomando en cuenta lo confuso que puede resultar la redacción del artículo 194°, Roberto
Pérez-Prieto ha señalado una interpretación que permite una lectura más adecuada de esta
norma, indicando lo siguiente:
“Aunque la técnica legislativa que se ha utilizado sea algo confusa, lo cierto es que se ha
incorporado a la doble instancia como mecanismo de control de las incorporaciones de
prueba de oficio. Siendo esta resolución inimpugnable, siempre que se ajuste a los límites
establecidos en este artículo” (PÉREZ-PRIETO, 2015)
Sin perjuicio de ello, nos permitimos tomar una postura distinta (considerando lo señalado
en el acápite anterior) ante esta norma: incluso cuando la prueba tenga la posibilidad de
ser impugnada solo en los casos que se vulnere alguno de los límites establecidos en el
artículo 194, consideramos que lo mejor sería excluir el carácter inimpugnable a las
pruebas de oficio, ello a fin de respetar el derecho a la segunda instancia y a la defensa de
las partes ya que, como ya se mencionó, los límites del art. 194 van a tener que ser
justificados por medio de una motivación para que esta tenga la calidad de “adecuada”;
sin embargo, incluso cuando la motivación logra ser una gran herramienta para obtener
decisiones razonables, su propia naturaleza hace que pueda ser inexacta.
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PRUEBA DE OFICIO Y LA
DEBIDAMOTIVACIÓN EN LOS
PROCESOS LABORALES DEL
DISTRITO JUDICIAL DE LA
LIBERTAD DURANTE EL AÑO 2017. ’’
DESARROLLO DE LA INVESTIGACION
7. RESULTADOS
1.2.1.- RESULTADO Nª 01
8. DISCUSIÓN DE RESULTADOS
VI. CONCLUSIONES
VII. RECOMENDACIONES
VIII. BIBLIOGRAFIA
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PRUEBA DE OFICIO Y LA
DEBIDAMOTIVACIÓN EN LOS
PROCESOS LABORALES DEL
DISTRITO JUDICIAL DE LA
LIBERTAD DURANTE EL AÑO 2017. ’’
BIBLIOGRAFÍA