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El desafío de narrar

Módulo 1. La actitud del escritor

Clase 3: El Narrador y su perspectiva

1.1.- Introducción

Si bien es importante esbozar un buen argumento y determinar todas las


interconexiones que lo conforman, una importancia similar reviste el hecho de definir
un narrador para nuestra historia. El narrador es el personaje más importante de
cualquier narración, y del que, en cierta forma, dependen los demás. Un mal entendido
que conviene disipar es que el narrador de una historia no es precisamente quien la
escribe. El narrador es un transformista, es un ser hecho de palabras que puede asumir
una identidad determinada en función de recrear hechos reales o ficticios. Existe, o
puede existir, sólo dentro del ámbito narrativo, por lo cual los límites de la ficción son
los que conforman su existencia. Por tanto, quién cuenta la historia no debe tener
necesariamente una identidad humana o lo que podríamos llamar “verdadera”. Sin
embargo, el comportamiento del narrador, su tipo de lenguaje y alcance dramático,
constituye un punto elemental para lograr la verosimilitud o credibilidad de la obra.
Decidir quién será el narrador o la voz del texto narrativo, luego de definir el
argumento, es uno de los primeros pasos a dar para construir un relato en el cual se
cuente una historia bien hilvanada y coherente. Las opciones parecen limitadas, pero
a la vez albergan la posibilidad de describir y recrear mundos interiores complejos y
fascinantes. Las opciones son justamente tres: el Narrador Omnisciente, Narrador
Personaje y Narrador Ambiguo o en segunda persona.

1.1.- Desarrollo

1.2.- El Narrador Omnisciente

En el caso del Narrador Omnisciente, o lo que muchos llaman “Narrador Dios”, se


trata de una voz que cuenta desde la tercera persona gramatical y ocupa un espacio
independiente, sin nexo emocional con la trama que narra. Dado su gran alcance,

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puede explorar el pasado, el presente y el porvenir de los personajes cuyas vidas y


peripecias relata, puede penetrar las conciencias de los mismos y desentrañar los
pensamientos secretos de cada quien. Muchas grandes obras de la narrativa universal
utilizan esta posibilidad, de modo que los hechos y las circunstancias son visualizados
de una manera compleja y minuciosa. Dominar este tipo de voz, tendrá la gran ventaja
de explorar situaciones y vivencias que una persona común y corriente no podría
conocer dadas sus limitaciones humanas. Un ejemplo de ello lo encontramos en el
siguiente fragmento de la novela Seda, del escritor italiano Alessandro Baricco, un
apasionado drama que nos relata las peripecias de Hervé Joncour en sus viajes al Japón
del siglo XIX como comerciante de seda:

Aunque su padre hubiera imaginado para él un brillante porvenir en el ejército,


Hervé Joncour había terminado por ganarse la vida con un oficio insólito, al cual
no le era extraña, por singular ironía, una característica tan amable que traslucía
una vaga entonación femenina.
Para vivir; Hervé Joncour compraba y vendía gusanos de seda. Corría el año de
1861. Flaubert estaba escribiendo Salambó, la iluminación eléctrica era todavía
una hipótesis y Abraham Lincoln, al otro lado del océano, estaba combatiendo en
una guerra de la cual no vería el fin. Hervé Joncour tenía 32 años. (Baricco, 2010,
p.2)
Sin embargo, este narrador que lo sabe y lo experimenta todo, tiene la desventaja de
cierta frialdad y perspectiva ajena, a la hora de narrar una historia. Con él, un lector
consciente de ello, sabe que se enfrenta a una cierta manipulación premeditada y que
tal vez lo narrado se resiente de cierta artificiosidad.

Una vez enfocados en nuestro argumento, el propio diseño de


la historia sugerirá el tipo de narrador que resulta más
conveniente para comunicar los hechos que nos hemos
propuesto hacer llegar a los lectores por medio de la palabra
escrita. Hay historias, que por el tipo de emociones que
contienen y los espacios en los que transcurre su trama,
necesitan de este u otro tipo de narrador que muestre el
discurso como un hecho espontáneo y natural, a tono con las
interacciones de los personajes y el mundo propio que toda
ficción bien tramada recrea en sí misma.

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1.2.- El Narrador Personaje

Por otra parte, está el Narrador Personaje, que no es otro que aquel que narra desde
la primera persona gramatical y con un alcance estrictamente individual. Es un
narrador cuyas posibilidades están centradas en el alcance de los sentidos que posee
cualquier ser humano ordinario. No puede, como en el caso del omnisciente, tener un
conocimiento exacto, amplio y simultáneo de lo que ocurrió, ocurre u ocurrirá, pero
esta aparente limitación forma parte de su encanto y credibilidad a la hora de narrar:
su tono es netamente emotivo y fruto de una particular complejidad psicológica que es
la que modela el rostro de cualquier personaje. Siempre que se haya elegido este tipo
de narrador, se deparará a nuestros lectores la ilusión de que se trata de un ser de carne
y hueso, con dudas, conflictos y decisiones que pueden ser espejo de las nuestras o del
propio lector en sí. Es por lo general, el tipo de voz que nos crea una cálida cercanía
respecto a los hechos narrados y nos involucra paso a paso, en una dimensión ficticia
de la realidad que nos ayuda a comprender nuestra esencia y posiblemente la de otros.
Tan solo una breve muestra de este tipo de narrador, la encontramos en La Vorágine,
del novelista colombiano José Eustasio Rivera (1888-1928):

Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar
y me lo ganó la Violencia. Nada supe de los deliquios embriagadores, ni de la
confidencia sentimental, ni de la zozobra de las miradas cobardes. Más que
el enamorado, fui siempre el dominador cuyos labios no conocieron la
súplica. Con todo, ambicionaba el don divino del amor ideal, que me
encendiera espiritualmente, para que mi alma destellara en mi cuerpo como
la llama sobre el leño que la alimenta. (Rivera, 2016, p.17)

El Narrador Personaje tiene todas las limitaciones de cualquier persona que no puede
saber ciertamente qué es lo que piensan o sienten los demás, que no puede conocer
exhaustivamente el pasado, el presente o el porvenir porque sus facultades se lo
impiden, pero su verdad resulta más creíble y cercana por el simple hecho de que sus
experiencias están conectadas con los sucesos de un modo realista y sensible. Emplear
sus potencialidades nos llevará a explorar motivaciones, conductas y modos de
interacción humana que superan toda frialdad o distanciamiento.

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1.3.- El Narrador Ambiguo

Finalmente pasamos a describir algunas


características propias del Narrador
Ambiguo. Se trata de una voz escondida detrás
de una segunda persona gramatical que se vale
del “tú” como una especie de resonancia
mental en la psiquis de un personaje. El
Narrador Ambiguo o en segunda persona, es
una especie de voz de conciencia, cuyo alcance,
sin ser limitadamente individual, tampoco
alcanza el amplio espectro de la omnisciencia. Una expresión ya clásica del uso del
Narrador Ambiguo, la encontramos en la novela Aura, del narrador colombiano Carlos
Fuentes:

Lees ese anuncio: una oferta de esa naturaleza no se hace todos los días. Lees
y relees el aviso. Parece dirigido a ti, a nadie más. Distraído, dejas que la ceniza
del cigarro caiga dentro de la taza de té que has estado bebiendo en este cafetín
sucio y barato. Tú releerás. Se solicita historiador joven. Ordenado.
Escrupuloso. Conocedor de la lengua francesa. Conocimiento perfecto,
coloquial. Capaz de desempeñar labores de secretario. Juventud, conocimiento
del francés, preferible si ha vivido en Francia algún tiempo. Tres mil pesos
mensuales, comida y recámara cómoda, asoleada, apropiada estudio. Solo falta
tu nombre. Solo falta que las letras más negras y llamativas del aviso informen:
Felipe Montero. (Fuentes, 2001, p.4)

Es propio de los personajes que hablan consigo mismos como si se dirigiesen a alguien
más. Su tono especial se usa generalmente con protagónicos que padecen algún
trastorno o están fuertemente enfocados en sus propias emociones y saberes. Suele ser
muy valioso en tramas más donde uno o varios personajes son perseguidos o les
doblega alguna obsesión.

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Si bien este narrador no es de los más frecuentes, su fuerza, bien empleada, puede
arrojar los mejores resultados de acuerdo a la trama que nos hayamos propuesto
desarrollar.

1.4.- La perspectiva del narrador

Hablemos ahora de la perspectiva del narrador. ¿Qué cosa es? ¿Cómo se comporta? La
perspectiva o punto de vista, no es más que la distancia que un narrador guarda
respecto a los hechos. Se trata básicamente de visión y experiencia sensorial. En el
caso del narrador omnisciente, se encuentran concentradas todas las perspectivas en
que es posible conocer un suceso, su perspectiva es estándar y no está sujeta a ningún
factor humano, es decir, su no implicación en la trama le libra de responsabilidades y
consecuencias que sí afectan al narrador personaje. Sin embargo, para el caso del
narrador personaje, hay un contacto directo con los hechos que le llevan a recibir
premios o castigos según su conducta y lugar en la trama. En este sentido su
perspectiva, o cercanía con lo narrado se basa en un contacto sensible con el resto de
criaturas ficticias.

Por todo lo antes expuesto es imprescindible tener en cuenta los alcances y limitaciones
de cada tipo de narrador, qué efectos se logran con uno y otros. Un narrador personaje,
para ser creíble, no tendrá nunca el alcance del omnisciente por la sencilla razón de
que su espectro responde a todas las limitaciones individuales propias de un ser
humano común y corriente, sin otros atributos a su disposición que no sean las
competencias de sus sentidos físicos. Esto quiere decir que el narrador personaje no
puede realizar proezas cognitivas o sensoriales que son el terreno natural donde se
mueve el llamado “Narrador Dios”. Sin duda alguna, conocer las propiedades de cada
voz narrativa nos ayudará a elegir la que mejor convenga a nuestro argumento, ya sea
el de un relato, novela u obra dramática.

Los escritores que han tenido experiencia en algunas de estas disciplinas, coinciden
todos en que luego de la conformación estructural de la trama, elegir el narrador suele
ser la elección más difícil, pues ello determinará el cómo se construye la obra, el modo
de comunicación con el lector y el tono o espíritu de la misma. Dentro de esta
perspectiva del narrador, es de suma importancia saber, por lógica, cuál es el tipo de
registro lingüístico que se usará en cada caso.

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La formalidad exterior del narrador omnisciente, puede no servir de mucho en


ambientes marcados por lo marginal y la exclusión a que se hayan sometidos muchos
de nuestros personajes. Cuando el narrador es un propio personaje, tengámoslo bien
presente, debe hablar y relacionarse de acuerdo a sus posibilidades socioeconómicas y
culturales: no resultaría creíble que un abogado hable en todo momento con jergas de
pandillas o que un pandillero se exprese constantemente en términos propios del
ámbito jurídico.

Una elección correcta del narrador, en primer lugar, nos llevará a creer en lo que
escribimos, y en segundo, y muy importante, a dotar nuestra historia de lo más
importante: vida, movimiento, emociones, cambios y credibilidad.

Bibliografía:

Baricco, A. (2010). Seda. Barcelona: Anagrama

Fuentes, C. (2001) Aura. México: Era

García Jiménez, J. (1994). La imagen narrativa. Madrid: Paraninfo

Heras, E. (comp.) (2002). El desafío de la ficción. La Habana: Abril

Lukács, G. (1974). Teoría de la novela. Madrid: Grijalbo

Rivera, J. (2016). La Vorágine. Bogotá: Río de Letras

Vargas Llosa, M. (2005). La verdad de las mentiras. Barcelona: Seix Barral

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