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Introducción
Pero, así como a la pregunta por Latinoamérica se le pueden ofrecer varias respuestas,
la pregunta acerca de una "filosofía latinoamericana" también puede ser respondida de manera
mucho más compleja que por "sí" o por un "no". Tal así y como América Latina puede ser
considerada como proyecto, la producción intelectual que aquí se genera también puede ser
parte de un proceso emancipador que ponga en vistas frente al mundo la posibilidad de filosofar
en términos diferenciales a lo ya proveniente desde el Viejo Mundo.
A pesar de ello, esta etimología del concepto deja dudas respecto de sí Latinoamérica
sea el mejor modo de nombrar a la región de la que hablamos. Por ello, se han utilizado a lo
largo de la historia, también otras expresiones como "Nuestra América", "Amerindia" o "Patria
Grande", para poner algunos ejemplos. Respecto de ello, Leopoldo Zea dirá que nuestra región
es producto de una yuxtaposición, cuya máxima expresión será la frase de Bolívar plasmada
por el propio Zea "no somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre los
aborígenes y los españoles" (Zea, 1978:5). Esta cultura, lejos de mestizarse o asimilarse, se ha
yuxtapuesto de modo que el latinoamericano siente muy comúnmente una pérdida de su noción
de identidad. Así, nuevamente para Zea, "Ante la mirada europea, el nacido en esta América
se sabe el subordinado; en cambio, ante la mirada indígena, será el explotador, al servicio del
colonizador" (p.5). Resulta de esta situación una dificultad notoria para definir la región en
donde vivimos. A su vez, hoy en día no somos ya meramente una cruza de indígenas y
españoles, sino que la mezcla entre culturas es mucho más variada. Dirá finalmente Zea que el
mestizaje "lejos de ser algo positivo, será la fuente de toda […] ambigüedad y ambivalencia."
(p.6). Entendemos, con este análisis, lo simplista que resulta definir a nuestra región sólo por
lo que expresa Phelan. Puesto que no es nuestra intención entender de dónde nace el nombre
"Latinoamérica", sino más bien comprender qué significa e implica el ser latinoamericanos.
Debemos reconocer a su vez, en relación a lo expresado por Zea, que la dificultad por
establecer una unidad regional depende también mucho de nuestra propia capacidad para forjar
lazos y de la visión que cada país tiene respecto de la zona. Para entender mejor esta
problemática, podemos remitirnos al artículo de Fernanda Bom-Fim de Castro “A América
Latina existe?”: A construção de identidade(s) a partir de um parodoxo (2015) en donde la
autora remarca la falta de consenso dentro de la sociedad brasileña respecto de su pertenencia
en la región. Muchos de los habitantes de Brasil no se consideran a sí mismos latinoamericanos,
y aquello no es un ejemplo aislado, ya que la autora justamente utiliza el ejemplo de Chile
mediante el escrito autobiográfico de Isabel Allende Mi país inventado (2003) para demostrar
una vez más la dificultad de insertar a la identidad chilena dentro del constructo
latinoamericano. Según quien escribe el artículo, una vez analizados los puntos de ciertos
autores brasileños:
Es imposible llegar a una conclusión respecto de qué es América Latina, a cada tesis que prueba
su existencia, existe otra que prueba lo contrario, creando así una paradoja que interfiere en la
creación de identidades nacionales y, por qué no, continentales y regionales. A partir de las tesis
de estos intelectuales brasileños, podemos comprender la dificultad de crear una identidad
latinoamericana, y como la identidad de Brasil se inserta en ese contexto. (p.7, traducción propia
al español)
Ahora bien, entendida la naturaleza de esta dificultad que nos atañe, pasaremos a
desarrollar brevemente el caso de la teología de la liberación, una corriente de pensamiento que
puede arrojarnos ciertas ideas respecto de la problemática a tratar.
En primera instancia, cabe aclarar que existen dos componentes que anuncian un
entramado complejo: ellos son el cristianismo y el marxismo, ambos provenientes de la cultura
europea. La teología de la liberación unirá estos dos elementos, generando con ello un espacio
sumamente propenso a la contradicción. Resulta obligatorio entender que aquí se trata, en todo
caso, de un marxismo no ortodoxo (y, de tal modo, lo mismo podemos decir del cristianismo
que promulgan). Es de este modo como la centralidad en la teología de la liberación transita en
torno al compromiso social con las clases oprimidas. Así, las principales ideas de esta corriente
serán la opción preferencial por los pobres, no como individuos necesitados de caridad o ayuda,
sino como sujetos protagonistas de su propia historia y propulsores de su propia liberación, la
lucha contra el capitalismo como "pecado social" 1 y sistema que engendra miseria e injusticia
y la organización comunitaria de bases que rompa con la jerarquía de las cúpulas de la iglesia.
En su texto Teología de la liberación y marxismo (1994), Enrique Dussel hace referencia a esta
complejidad que supone el unir el marxismo con el cristianismo. En este sentido, el autor se
compromete a buscar "la condición de posibilidad de la utilización teórica del marxismo en la
teología de la liberación latinoamericana" (p. 115).
Podría decirse, frente a esta empresa, que ya desde un inicio se están retomando ideas
o corrientes provenientes de Europa, por lo que estaríamos discutiendo aquí un agregado de
pensamientos que ya existen y fueron formulados en otra región. Sin embargo, es la aparente
incompatibilidad entre el marxismo y el cristianismo aquello que Latinoamérica concilia a
través de esta corriente y, por lo tanto, aquello que da originalidad al planteo. A su vez, es la
capacidad de América Latina para pensarse a sí misma lo que entra también en juego. Los
filósofos y teólogos comienzan a estudiar el contexto latinoamericano como algo separado de
los lazos a Europa, permitiendo con ello establecer relación entre corrientes contrapuestas
durante décadas. Dirá Dussel respecto de ello lo siguiente:
1
Este término es utilizado por la teología de la liberación para hacer referencia al capitalismo en tanto institución
que sostiene una situación de pecado colectivo constante al generar miseria y necesidad. La adhesión al
capitalismo como sistema legitima la opresión, la injusticia y la explotación, siendo los pobres las víctimas de este
pecado. Tales ideas, aquí desarrolladas, tienen un claro tinte marxista. De aquí proviene, como mencionamos
anteriormente, una de las cuestiones más complejas respecto al análisis de esta corriente, ya que el marxismo
ortodoxo repudiará al cristianismo así como el cristianismo ortodoxo hará lo mismo con el marxismo.
primera vez se usaron las ciencias sociales críticas. La economía política y la sociología,
originadas en pleno siglo XIX, nunca habían sido usadas por la teología cristiana. (p.123)
América Latina en su paradoja de una (in)existencia no puede ser definida de un único modo,
ni explicada por aspectos aislados, de las teorías a las literaturas. La búsqueda por definición e
identificación de esta cierta América Latina debe obligatoriamente partir de las cuestiones
generales hacia las individuales, de los usos y de los desusos del término. No es posible así,
llegar a una idea cerrada de lo que sería esa América Latina. (2015:12, traducción propia al
español)
Finalmente, si bien la cita anterior nos propone continuar con nuestros esfuerzos,
aquello no significa algo negativo, puesto que también adherimos, para cerrar, con la siguiente
cita de José Martí:
¿Ni en qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de
América, levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial,
sobre los brazos sangrientos de un centenar de apóstoles? De factores tan descompuestos,
jamás, en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas.
(2010:134)
Bibliografía