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WAQAMUWANKU HAYKUMUYKU
WAQAMUWANKU HAYKUMUYKU
Adeas-Qullana
© IEP E diciones
Horacio Urteaga 694, Lima 11
Telf. (5114) 332-6194
Fax (5114) 332-6173
E-mail: publicaciones@iep.org.pe
ISBN: 9972-51-115-4
ISSN: 1019-4517
Impreso en el Perú
Primera edición, noviembre del 2004
1,000 ejemplares
Hecho el depósito legal
en la Biblioteca Nacional del Perú: 1501412004-8625
INTRODUCCIÓN 13
.
1 ¿Institucionalizando la participación? 86
El reconocimiento institucional 97
CONCLUSIONES 131
BIBLIOGRAFÍA 143
ENTREVISTAS 151
AGRADECIMIENTOS
1. La participación y la concertación
1. Véanse los diferentes análisis y balances que se han escrito al respecto, por
ejemplo Azpur (1999) y Marquina (1999).
2. "Concertar es ponerse de acuerdo, es decir, privilegiar las coincidencias antes
que las diferencias. Es llegar a un punto de entendimiento sobre temas de
interés común. En este sentido, implica ponerse de acuerdo sobre políticas de
coyuntura, acerca de los actos ordinarios de gobierno o asuntos instituciona
les, así como también la atención a los grandes temas nacionales, aquellos
que se denominan políticas de Estado, tales como la promoción de educación,
la lucha contra la extrema pobreza, el incremento de los niveles de vida, la
calidad de los servicios de salud, una adecuada y oportuna administración de
justicia, así como la más conveniente estrategia para la defensa nacional” (Ar-
teaga Bejar 2002:19).
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5. Véase “Qué ofrecen las Mesas de Concertación para la Lucha contra la Pobre
za”, Javier Iguíñiz Echeverría. En http://www.cipca.org.pe/cipca/pobreza/
Iguniz_art.htm (03/12/2002).
6. Estas dificultades también pueden comprenderse en relación con otros países.
Celina Souza (2001), analiza la experiencia de los presupuestos participativos
en Brasil y señala que en Porto Alegre y Bello Horizonte: “El primero es el
“problema de implementación”, esto es, por más que los gobiernos buscan
implementar mecanismos participativos orientados a integrar grupos menos
poderosos en el proceso decisorio, los más poderosos tienen fuerza para impe
dir esta participación. El segundo es el “problema de la desigualdad”: aun cuando
son creados los espacios para que todos participen, las desigualdades socioeco
nómicas tienden a crear obstáculos a la participación de ciertos grupos socia
les. El tercero es el “problema da cooptación”: aun cuando los espacios de
participación sean genuinamente representativos, el desequilibrio entre el go
bierno y los participantes, en lo que se refiere al control de la información y
de los recursos, hace que la participación sea manipulada por los miembros
del gobierno”.
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7. Javier Azpur evalúa la experiencia de los CDD en Cusco y señala que hubo
perspectivas diferenciadas entre el Estado y la sociedad rural, y que estas se
habrían manifestado en algunos problemas como: “La ineficiente gestión del
programa, producto de una permanente negociación con FONCODES para eje
cutarlo. El error inicial de su diseño, al no considerar una fase de motivación
y preparación del mismo, de tal manera de generar actores y actitudes procli
ves a la concertación que tuvieron una mirada de mediano y largo plazo. El
pragmatismo de muchas autoridades municipales que promovieron los CDD
con el único objetivo de acceder a los recursos del programa sin tomar en
cuenta su contenido democratizador” (Azpur 1999: 34).
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2. La participación y la democracia
10. “Es una práctica frecuente que los resultados a los que se llega se sistemati
cen ordenando los temas en cuatro columnas: avances, problemas, alternati
vas viables y condicionantes externos. Lo propiamente político aparece
entremezclado con otras consideraciones del lado bueno (las alternativas) y
del lado malo (los problemas). En el lado bueno se ubica la necesidad de insti
tucionalizar social y legalmente los espacios de concertación y participación, y
de formular demandas de descentralización al gobierno central. Estas propuestas
remiten al futuro, lo que queda por hacer, lo que se debe hacer. La política, tal
como se realiza en el momento del análisis, es ubicada del lado malo (los pro
blemas). Se destacan las prácticas populistas, los procesos de desarticulación,
la débil relación entre los agentes de desarrollo y una población influida por
caudillos. Pensar en columnas, avances, problemas, alternativas, condicionan
tes, otorga una consoladora imagen de orden. Puede imaginarse que se captura
la realidad y se -anticipa al futuro. Las discrepancias enturbian los proyectos.
Mientras sociólogos y politólogos entienden que el conflicto entre ‘agentes del
desarrollo' y 'caudillos' es parte de las disputas inevitables para la adquisición
y el mantenimiento de liderazgos, el discurso dominante lo presenta como la
oposición entre lu í actor cargado de todas las virtudes (el supuestamente com
prometido con el desarrollo) y otro empeñado en poner obstáculos a la ‘ima
gen objetivo' que se propone. La conflictividad social cede el espacio a un
remedo de discurso moral" (Grompone 1998: 215).
11. Véase “Democracia y Participación, Consideraciones sobre la Representación
Política", Imer Flores. En www.trife.gob.mx/congreso/flo_imer.html, 16/09/02.
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3. La institucionalidad
13. La frase más elocuente para describir esta crisis es '*[...] descomposición del
tejido social'' (Degregori 1996; Santa Cruz 2001).
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El clientelismo
El faccionalismo
14. En las Ciencias Políticas es más usual la acepción fraccion alism o, que se cen
tra en explicar la división partidaria (Zincone 1998); en cambio, el origen de la
expresión faccion alism o proviene del inglés faction que es más generalizado
en la antropología.
15. Si pudiéramos hablar de una tradición de estudios sobre faccionalismo ten
dríamos que referirnos a la Escuela de Manchester, a los antropólogos africa
nistas ingleses (Max Gluckinan e incluso Víctor Tumer) que desarrollaron ideas
básicas sobre este tema. Sin embargo, bastará mencionar algunos análisis rea
lizados en Brasil (Gross 1973; Palmeira y Heredia 1995) y la India (Firth 1957).
16. Según Palmeira (1996: 42-43), "La política para estas poblaciones no es una
actividad permanente y tampoco se constituye en un dominio delimitado de
actividades. Política e$ identificada con las elecciones y sintomáticamente el
periodo electoral es llamado de Tiempo de la Política, época de política o sim
plemente política. No se trata de mera sinonimia y mucho menos de expresio
nes de creación de este o aquel individuo. Está en juego un cierto calendario,
un cierto recorte social del tiempo con implicaciones tan objetivas como aquellas
similares a la delimitación del tiempo de la siembra y de la cosecha o clel tiem
po de las fiestas y !a Cuaresma".
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[...] una forma de reciprocidad hostil que actúa inversa pero comple
mentariamente al intercambio totalizador de la vida cotidiana, prove
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El autoritarismo
dan dar nuevas luces sobre cómo funciona todo esto en los espacios
rurales. La referencia predominante se mantiene en términos del ga
monalismo y la hacienda como tradiciones que permanecen y explican
estas actitudes (Degregori 1985; Manrique 1989). Ciertamente, la ima
gen de la dominación parece persistir en el campo, podría decirse que
el fantasma del gamonal autoritario está presente.
Antes que dar una respuesta sobre este asunto es necesario marcar
por lo menos unas reglas y conceptos. Entenderemos como autorita
rismo el monopolio sobre la decisión en diversos asuntos, ejercido
por autoridades, personajes de poder, dirigentes y líderes, expresado
de varias maneras y reflejado en ámbitos más pequeños de la sociedad
—una comunidad, un distrito, un caserío, etc.—, en la cual estas per
sonas influyentes, dada su condición política o económica, subordi
nan al resto de la población en su propio beneficio o de un grupo afín.
De acuerdo a las pautas indicadas, observaremos la persistencia o au
sencia de estos fenómenos.
5. El contexto de la ruralidad
19. Y podemos hallar expresiones como esta: “En general, los trabajos recientes
sobre comunidades, las muestran más bien como una institución persistente
pero en crisis permanente. Aun cuando no hay una definición unívoca de
comunidad, hay una contradicción aparente entre lo que se supone que debe
ría (¿?) ser y lo que se encuentra sobre el terreno: a la propiedad comunitaria,
la homogeneidad social y la dirección comunal armónica y legitimada, la reali
dad opone una serie de formas de usufructo privado de las tierras, gran dife
renciación entre comuneros y un proceso de deterioro de la representatividad
de las dirigencias comunales [...]. Parece estar claro que la comunidad no es el
principal agente económico ni la institución llamada a asegurar la reproduc
ción de sus miembros. Más que una institución para la producción; la comu
nidad sería un espacio de coordinación, interacción y representación entre
múltiples unidades familiares y, por lo tanto, una institución fundamental
mente política" (Diez 1999: 20).
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20. Enrique Mayer dice sobre este problema: “En mi estudio de la comunidad de
Laraos, demuestro que los recursos naturales están eficientemente asignados
entre el manejo colectivo y el manejo privado, según las condiciones agro-
ecológicas y técnicas del caso. No es que los campesinos de las comunidades
no hayan pensado en las ventajas y desventajas de la propiedad privada; al
contrario, lo han pensado con mucho más cuidado que nuestros teóricos eco
nomistas. Allí donde el costo de reducción de extemalidades vía la privatiza
ción es mayor que las ventajas, los campesinos optan por el manejo más
colectivo de los recursos. Allí donde las ventajas económicas de privatizar se
presentan nítidamente, privatizan la tierra. Es por eso que las actas de Laraos
de 1918 especifican que solo los terrenos de Pirhuapaqui serán sujetos a la
privatización y titulación, porque allí es factible producir alfalfa. Otros terre
nos en Laraos quedaron en manejo colectivo porque eran menos productivos
(Mayer 1997: 11).
21. Los estudios de Bruno Kervin (1989) y Daniel Codear (1984) también mues
tran esta maleabilidad del campesino y su constante adaptación a los cambios
que vienen de afuera.
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6. L a m ig ració n