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LA PARÁBOLA DE LA FLECHA
ENVENENADA: BUDA SOBRE
PONER ATENCIÓN A LO QUE
REALMENTE NOS OCURRE
 28 Enero 2017

 ESTIMULANTE

La famosa parábola de la flecha envenenada ilustra la simpleza del sistema


budista: ocuparse de lo que el momento dicta es el inicio del camino a la
liberación.
Por Alejandro Mar G
Buda, al igual que maestros como Pitágoras, Sócrates o Lao-Tse, enseñó
fundamentalmente una filosofía práctica, orientada a liberar al ser humano
de la ignorancia y el sufrimiento. Estos grandes sabios coinciden también en
que es baladí intentar definir aquello que es infinito, inefable e
inconmensurable, puesto que cualquier cosa que digamos sobre lo Absoluto
será solamente una proyección condicionada de nuestra mente. A veces es
mejor ocuparse de cosas más sencillas: un camino de mil kilómetros
empieza por un solo paso, como dice el Tao.
En el Majjhima Nikaya, una colección de textos atribuidos a Buda, que
forman parte del Canon Pali, se cuenta la que ha sido llamada "la parábola
de la flecha envenenada". La historia es contada por Gautama Buda
aparentemente después de que un discípulo estuviera impaciente de
escuchar del maestro las respuestas a las "14 preguntas sin respuesta", las
cuales tenían que ver con cuestiones altamente metafísicas (como la
eternidad del mundo, la vida después de la muerte, etcétera).
Hubo una vez un hombre que fue herido por una flecha envenenada. Sus
familiares y amigos le querían procurar un médico, pero el hombre enfermo
se negaba, diciendo que antes quería saber el nombre del hombre que lo
había herido, la casta a la que pertenecía y su lugar de origen. Quería saber
también si este hombre era alto, fuerte, tenía la tez clara u oscura y también
requería saber con qué tipo de arco le había disparado, y si la cuerda del
arco estaba hecha de bambú, de cáñamo o de seda. Decía que quería
saber si la pluma de la flecha provenía de un halcón, de un buitre o de un
pavo real... Y preguntándose si el arco que había sido usado para dispararle
era un arco común, uno curvo o uno de adelfa y todo tipo de información
similar, el hombre murió sin saber las respuestas.
Esta es básicamente la parábola, si bien a veces es relatada con algunos
más detalles, la esencia es esta. Evidentemente la actitud del hombre
herido es absurda y podríamos pensar que es de una necedad inaudita,
pero Buda nos diría que a la mayoría de nosotros nos está pasando algo
muy similar pero no nos damos cuenta. De alguna manera todos estamos
heridos con esa flecha envenenada --todos estamos muriendo-- y hacemos
preguntas irrelevantes (por más que sean fascinantes), y le damos
importancia a cosas que solamente nos desvían de nuestra realidad. Todos
tenemos la oportunidad de salvarnos de esta herida --si abandonamos
nuestra importancia personal-- pero pocos los hacemos. Hay muchas cosas
que son innecesarias --la verdadera espiritualidad consiste más en eliminar
las cosas que son innecesarias que en penetrar construcciones metafísicas
y obtener deslumbrantes conceptos filosóficos. De alguna manera Buda nos
está sugiriendo que el camino no es a través de la mente y de sus
especulaciones --la mente que es incesante en su duda y en su deseo y que
teje laberintos espectrales a la velocidad del pensamiento-- sino que el
sendero se abre a través de la acción que responde a lo que es necesario,
la conducta en armonía con la Ley. Manly P. Hall comenta sobre esta
parábola en su libro Buddhism and Psychotherapy:
En la parábola, la flecha es la tragedia inmediata, significando el egoísmo
base que se ha convertido en el lugar común de la existencia moral... No
nos damos cuenta de la gravedad de la herida, o estaríamos impelidos a
remover la flecha inmediatamente, utilizando cualquier medio a nuestro
alcance para liberarnos de los venenos que han sido colocados en la punta
de la flecha. Mientras el ser humano viva apegado a un código de interés
personal, justificando el error malinterpretando los patrones universales a su
alrededor, nunca podrá conocer la libertad más allá del dolor.
[...] El budismo toma la posición de que cuando un hombre se da cuenta
que está viviendo de manera incorrecta, es su obligación moral rectificar su
carácter, y si no hace esto debe cosechar sus errores. Es completamente
imposible para un ser humano romper las reglas de su especie y evitar el
sufrimiento. Así que debe de decidir cuánto está dispuesto a sufrir, cuánto
tiempo está dispuesto a ser infeliz y a vivir sin seguridad como resultado de
su ignorancia o falta de valentía.
La parábola de Buda y el comentario de Manly P. Hall, nos invitan a
examinar nuestra propia conciencia, nos llaman a atrevernos a ver lo que es
evidente. ¿Qué es lo necesario? ¿Qué es aquello que debo hacer antes que
otra cosa? Quizá si meditamos --no es necesario tener gran técnica, sí lo es
la sinceridad-- nos daremos cuenta que lo necesario, lo que justamente
debemos hacer, es tan contundente como una flecha enterrada en el
cuerpo.

Por Alejandro Mar G via pijamasurf

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