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Así lo deja ver el mismo Fernández al citar a otros tantos autores que pondrán uno por otro término:
Humboldt, Hegel, Herder, Gustav Jahoda, Moritz Lazarus, Gustav Adolf Lidner, Michelet, Wilhem Wundt
(2006, pág. 39).
Espíritu que permea toda la realidad, y que, puesto a grandes rasgos, consistirá
en lo que se siente pensar (Fernández, 2011), vivir o ser.
Por último valdrá puntuar que este ente, llamese cultura o espíritu, no se
encuentra en los individuos, sino todo lo contrario: es el individuo el que se
encuentra en la cultura, en el espíritu, en el pensamiento y en los sentimientos de
una realidad histórica específica.
Este constante devenir, más bien circular, de los conceptos, explica la sensación
de algo reiterativo, y al mismo tiempo revela las dificultades por explicar de
manera aislada los elementos que integran el pensamiento de la sociedad. Este
último no puede pensarse como algo fragmentado o en partes, sino como un todo
que se mueve bajo una coherencia interna que se desarrolla y transforma a lo
largo del tiempo (Fernández, 2006).
Considerando así dicho carácter holístico, es posible destacar una condición que
atraviesa la realidad en la que se mueve el pensamiento: ésta se configura
siempre bajo una una relación triádica. Esta relación es lo que llamamos
intersubjetividad, y está hecha de la comunicación que se establece entre
símbolos, significados y sentidos. La intersubjetividad pensada así, implica que la
realidad no se encuentra ni dentro de los individuos ni fuera de ellos, sino entre
ellos, dejando de pertenecerle a uno o otros, pero siendo protagonizada por todos;
el sujeto es la colectividad (Fernández, 1994).
Para dotar de mayor claridad la relación triádica es preciso detallar a qué refiere
cada una de las instancias que la componen:
a) Símbolo: Éste puede ser cualquier cosa, ya sea una palabra, una persona,
un objeto, etc., que está en lugar de cualquier otra cosa, esté o no presente,
y que constituya su significado. El símbolo es siempre indicador de un
significado; por sí mismo el símbolo carece de contenido.
Los símbolos son colectivos, es decir, ya que cualquier cosa puede ser
símbolo, implican un acuerdo sobre qué es lo que será símbolo. Esto
significa, a su vez, que pueden encontrarse a la vista y al reconocimiento de
todos los participantes de ese acuerdo intersubjetivo; esto lo hace objetivo y
concreto.
Por último, recuperar la psicología colectiva como centro teórico para esta
investigación, no sólo recae en la necesidad de comprender las relaciones
intersubjetivas desde su complejidad, incorporando elementos como la cultura y la
comunicación, sino también, en la apropiación de su tarea como disciplina: “narrar
la relación triádica de cualquier evento de la realidad” (Fernández, 1994, pág.
197).