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Encontrándonos en la escuela

Alejandro Castro Santander 

La convivencia se establece y afianza a partir de la aceptación, el respeto y la


confianza recíproca, creando así un clima que hace posible sentirse incluido, poder
compartir, generar proyectos comunes y desarrollarse personal y socialmente. Sin
embargo, si algo hemos aprendido es que son muchos los factores que inciden y
pueden afectar el buen clima de convivencia en el hogar y en la escuela, por lo que
las complejas y dinámicas interrelaciones humanas no deben ser abandonadas a la
sola espontaneidad e improvisación, sino que necesitan de una competente,
compleja y perseverante formación y gestión.
La convivencia entendida como “el arte de vivir juntos”, necesita hoy de mucho más
que reglamentos, códigos y protocolos para lograr una atmósfera de orden,
confianza y respeto en las instituciones educativas. El ambiente social y cultural
muestra altas temperaturas, y la escuela, que también las sufre, parece haber
quedado sin respuestas adecuadas. Así, el clima de convivencia es un elemento que
va condicionando de manera muy potente no sólo el desarrollo personal y social,
sino también la calidad de los procesos y resultados educativos.
Las escuelas han sido siempre ámbitos espontáneos de convivencia, sin embargo,
hoy las interrelaciones de quienes participan en estas comunidades no pueden
seguir siendo improvisadas, sino que precisan ser reguladas y planificadas. Los
lugares donde se debe educar, son espacios comunes necesitados del mejor clima
para que sea posible enseñar y aprender a ser, a conocer, a hacer y a convivir bien
con los demás, como destacaba el informe de Delors en 1998.
A convivir se aprende en un lento camino que comienza en la primera escuela que
es la familia y continúa en la interacción cara a cara o virtual que se da en distintos
ámbitos. Si este encuentro no es dejado al azar y se interviene del modo adecuado,
se facilita el bienestar y el desarrollo de todos. Así, la enseñanza y el aprendizaje en
la escuela se debe asentar en un clima positivo de relaciones interpersonales, el que
estará influido por el tipo de acuerdos entre directivos, docentes, estudiantes y
padres, por la forma en que se establece la comunicación y, cómo se organizan las
rutinas administrativas y educativas.
Si aceptamos a la escuela como una unidad inacabada, como un organismo social
vivo, cambiante y perfectible, la comunicación que se establezca en ella debe
generar las condiciones necesarias para que sea una comunidad de significados y
pueda entonces realizarse el proyecto formativo en un clima de bienestar.
Porque sabemos que no es posible ser sin el otro, nos urge educarnos y educar para
ser con el otro.


Director General del Observatorio de la Convivencia Escolar (Universidad Católica de Cuyo,
Argentina), Cátedra UNESCO de Juventud, Educación y sociedad (UCB, Brasil).

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