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Foucault escribirá:

El poder político no debe intervenir en esa mecánica que la naturaleza ha


inscrito en el corazón del hombre. El gobierno tiene prohibido, entonces, poner
obstáculos a ese interés de los individuos, Es lo que dice Adam Smith cuando
escribe: el interés común exige que cada uno sepa entender el suyo (por interés)
y pueda obedecerlo sin obstáculos. (Foucault, 2007b)

Pero esto no significa que el estado deje volar libremente a los sujetos en el
espacio social y económico. Es necesario insistir, que el liberalismo no abandona a
gobernar a los sujetos, deja actuar en libertad, pero gestiona la acción, condiciona el
entorno sobre el que se ejerce la libertad, así actúa el nuevo gobierno.

El liberalismo busca conducir la conducta de los sujetos, pero sujetándolos a la


norma del “homo economicus”. Esto es, el liberalismo deja actuar a un sujeto que está
empujado por el interés, y proyectado a incrementar la tasa de ganancia. En el fondo, el
liberalismo constituye a un sujeto moral y responsable de su autogobierno, que no
necesitará que el poder le trace caminos y levante muros a su alrededor, pues las
cadenas nacen de su interior. Con todo, para Foucault, el liberalismo es una
concepción político-antropológica del hombre.

No obstante, Foucault señala que el liberalismo no fue la única racionalidad que


intentó comprender la sociedad. En términos generales, el pensador francés identificó
dos caminos que intentaron pensar al hombre. El “camino radical”, el del liberalismo, el
que basado en el “homo economicus” afirmaba que el poder en última instancia no
residía en el soberano, es decir la ley, sino en el mercado. Que la mano del estado
terminaba donde la actividad libre de los individuos iniciaba, una actividad de hombres
económicos. Y el segundo, que el autor bautizó como el camino “revolucionario”, que
tendrá su origen en la razón jurídica medieval, y concibió al hombre como “sujeto de
derecho”, “homo juridicus”, y definió al pueblo como “constituyente primario” del
poder. Este camino afirmaba que el mercado funcionaba como lugar de justicia, bajo el
principio de jurisdicción, en tanto los antecedentes recordaban que durante la “razón de
estado” el estado regulaba el comercio e intervenía procurando que no existiera
demasiada desigualdad en la actividad comercial.
Foucault propuso que la tecnología liberal fue capaz de producir un campo
donde el “homo economicus” y el “homo juridicus” pudieron convivir, es decir, un
espacio donde se intentó conciliar la libertad y la justicia sin participación (aparente) del
estado. A este nuevo campo el autor francés denominó sociedad civil. Efectivamente,
para Foucault la sociedad civil fue un correlato de las prácticas liberales de gobierno, no
una sustancia, es decir, no existió siempre, sino como consecuencia del ejercicio de
determinadas tecnologías de gobierno. La sociedad civil es un espacio de realidad
transaccional, donde se llevó a cabo una “síntesis espontanea” entre los intereses
individuales y los lazos de simpatía. Ambos caminos quedarían sincronizados si el
estado dejaría que fluyeran con naturalidad los procesos económicos, y así se lograría el
beneficio de la comunidad.

Entonces, la riqueza del rico sería una oportunidad para el pobre, pues la riqueza
del primero produciría oportunidades de trabajo para el segundo, y así también, el rico
y el pobre aportarían a la estabilidad política del estado. Como afirma Castro-Gómez
(2010) el objetivo final de la racionalidad liberal fue producir una sociedad rica y, al
mismo tiempo, igualitaria. Sin embargo, y tras una compleja convivencia durante el
primer siglo del liberalismo, el camino radical se impondrá definitivamente.

Finalmente, una de las características definitivas del éxito del liberalismo fue
precisamente producir espacios en la exterioridad del estado para ejercer el poder: la
población, el mercado y la sociedad civil. Estas esferas se pensaron como lugares que
debían ser defendidos de la intervención del estado, no obstante, la verdadera
participación del estado fue en su regulación y en la creación de las condiciones que
hicieron posible su existencia.

2.5.4 El neoliberalismo (la colonialidad del ser en sentido positivo)

El liberalismo a inicios del siglo XX entra en crisis. El progresivo proceso de


industrialización en las metrópolis tiene graves consecuencias sociales (por no citar el
efecto catastrófico en las colonias y países dependientes), los países capitalistas del
centro sufren la pauperización de grandes sectores de la población debido entre otros
aspectos a una explosión demográfica descontrolada y a un crecimiento de la sobre
explotación de los trabajadores. Así mismo, la amenaza que suponía la constitución del
bloque comunista soviético como fuente de discurso político de impugnación al sistema
vigente en occidente, empujó a los estados a llevar a cabo acciones de intervención
directa sobre mecanismos económicos y sociales para mejorar las condiciones de vida
de la población. Modelos como el “Estado de Bienestar” británico, el “New Deal”
americano, afirman una política de estado que trabaja por la seguridad social, la
educación gratuita, los beneficios a los sindicatos, etc., que tienen como fin regular las
condiciones de estabilidad económica y política en los diferentes países afectados por
un capitalismo salvaje. Es a partir, en términos generales, en respuesta a esta “mano
intervencionista del estado”, y que desde el código liberal supondrá cierta pérdida de
“libertad” de la sociedad civil y el mercado, que irrumpirá el discurso neoliberal en
Europa y Estados Unidos.

Foucault data el origen del neoliberalismo en la reflexión académica del


ordoliberalismo y la escuela de Friburgo durante la década del treinta, y su aplicación
práctica en la restauración del estado alemán después de su derrota en la segunda guerra
llamada mundial.

La pregunta básica que el ordoliberalimo quiso responder fue: ¿cómo erigir un


estado que garantizará la libertad de la población? Es quizá obvio afirmar que la libertad
se entendía emparentada a la libertad en el mercado según el discurso liberal. La
repuesta fue sencilla, fundar el estado desde la institución económica. Ahora el mercado
debía ser la condición de posibilidad del estado. Durante los años treinta el fascismo se
había vuelto hegemónico, y al final de la guerra el estado alemán había sido destruido,
la nueva dimensión de la temporalidad sería el crecimiento económico, no la historia.

Desde un punto de vista más analítico, el ordoliberalismo reinterpretó algunos


postulados de base del liberalismo.

Para el ordoliberalismo, a diferencia del liberalismo, el mercado no tenía leyes


internas, no era una realidad natural, por tanto para poder existir, el estado debía
intervenir. Así mismo negó que la competencia por el interés sea natural, o en todo caso,
su manera de acción, entonces para que esta sea correlativa a los intereses del mercado,
debía ser también objeto de intervención estatal. Por tanto, a diferencia del liberalismo
el ordoliberalismo no se preguntó si debía o no intervenir, sino cómo intervenir. En
consecuencia, el estado no solo debía vigilar la economía, sino intervenir desde la
economía sobre toda la vida social. De lo que se sigue que, la libertad no era natural y
por tanto no producía competencia, sino se debía crear condiciones artificiales de
competencia y así producir el ambiente más propicio para la libertad económica.
Entonces ¿cómo funcionó esta tecnología de gobierno? La intervención se
realizó sobre las reglas de juego. Si el poder es conducir las conductas de otros, el
ordoliberalismo lo hizo a distancia, produciendo un medio ambiente que posibilitó el
autogobierno. Esta intervención debía entenderse en términos de regulación, esto es,
señalar, dejar actuar, admitir. El objeto fue las condiciones del mercado, no los
mecanismos del mercado. La pretensión de los ordoliberales fue constituir un a priori
histórico, una condición de trascendencia, una “política marco” que supondría la
intervención de diferentes intuiciones de la estructura social: estructura psicológica,
vida de la población, conocimiento científico, organización jurídico-política, etc.

Profundizando un poco más en el tema de la competencia, el propósito del


ordoliberalismo fue crear las condiciones que posibilitaran un entorno de competencia
para el mercado, esto es, no proteger al ciudadano (abandonar políticas de seguridad
social, de pleno empleo, control de precios, etc.). Esta condición de “abandono” del
ciudadano lo empujaría a activarse como actor económico, capaz de realizarse
independientemente d+

el estado. En estos términos la desigualdad podía entrar como resorte de la


competencia, la idea de los ordoliberales fue dejar actuar la desigualdad. El paradigma
de políticas de redistribución de la riqueza fue sustituido por la práctica de aplicar
estímulos laborales, de tal manera que cada cual vea por sí mismo, y en este horizonte
gestionar sus propios riesgos.

En síntesis, la visión de los ordoliberales fue construir una trama social (un
gobierno sociológico) en que todas las unidades básicas de la sociedad (instituciones de
la sociedad civil, familia, estado, etc.) adquieran la forma-empresa. A este modelo de
intervención se denominó vitalpolitik, la operación de rodear al individuo con la forma-
empresa, con el objetivo de crear un ambiente competitivo, donde la desigualdad
permita activar el interés, el deseo, la ambición, en fin, el nuevo “homo economicus”.

Ahora bien, Foucault identifica que el neoliberalismo cobra su visión más


inquietante con el neoliberalismo norteamericano. Este neoliberalismo rompe la
dicotomía aún existente en el ordoliberalismo entre lo económico y lo social, para este
nuevo neoliberalismo no se debería movilizar lo social mediante lo económico, sino
convertir lo social en una economía, convertir lo social en un mercado. Entonces, en
este sentido, fue lógico el paso siguiente, la visión neoliberal norteamericana no solo
afirmará que la sociedad debería ser un conjunto de empresas que compitan entre sí,
que las instituciones más importantes conquisten la forma-empresa, sino que la misma
subjetividad del ciudadano debería conquistar la forma-empresa.

Foucault ilustrará esta radicalización del neoliberalismo norteamericano con la


teoría del capital humano.

Foucault afirma que hay dos mutaciones epistemológicas que permitan entender
el enfoque neoliberal norteamericano, y el desarrollo de la teoría del capital humano.
En primer término, el enfoque general del análisis económico, su pretensión de cambiar
el objeto, el dominio de objetos, el campo de referencia general del análisis económico.
El objeto del análisis económico se entendía desde Adam Smith hasta inicios del siglo
XX como el estudio de los mecanismos de producción, los mecanismos de intercambio
y los hechos de consumo dentro de una estructura social dada, con las interferencias de
esos tres mecanismos (Foucault, 2007). Para los neoliberales norteamericanos en
cambio el análisis económico residirá en: el estudio y el análisis del modo de
asignación de recursos escasos a fines que son antagónicos (Foucault, 2007).

En otras palabras, tenemos recursos escasos para cuya utilización


eventual no contamos con un solo fin o con fines acumulativos, sino con fines
entre los cuales es preciso elegir, y el punto de partida y el marco general de
referencia del análisis económico deben ser el estudio del modo como los
individuos asignan esos recursos escasos a fines que son excluyentes entre sí.
(Foucault, 2007)

Es decir, el análisis económico sustituirá el análisis de un mecanismo relacional


entre cosas o procesos, por el de la racionalidad interna del hombre. En otras palabras,
la ciencia económica estudiará el comportamiento humano como una relación entre
fines y medios escasos que tienen usos que se excluyen mutuamente (Robbins citado
por Foucault, 2007).

Ahora bien, la segunda mutación, o quizá una derivación de la primera, es pensar el


trabajo desde el punto de vista de quien trabaja, no como algo externo. La capacidad de
trabajo (la fuerza de trabajo en términos marxistas) no es lo que se “vende” en el
mercado,

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