Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación
Dirección Nacional de Gestión Curricular y Formación Docente
Área de Desarrollo Profesional Docente
Cine y Formación Docente 2005
2 de septiembre de 2005 en Río Gallegos, Santa Cruz, y lunes 3 de octubre en la ciudad de
Mendoza.
Los Coristas o una forma de calcular lo incalculable
Por Marcelo Zanelli
Es el final lo que se nos revela en el
principio: el desenlace de una historia que
comenzó en un internado para chicos
“difíciles” allá por el año 1949, apenas
cuatro años después que la guerra en
Europa dejara su tendal de destrucción y
muerte.
Y, sin embargo, no es casual esta
revelación puesta al inicio. Acaso porque
así como las palabras cuando nombran, no
son ingenuas, tampoco las imágenes, una
vez editadas, lo son: en la elección de un
encuadre, de un plano, de un detalle, hay
una idea de algo más general y al mismo
tiempo más específico. Que en el inicio se
nos revele el destino de dos de los
personajes (el de uno de ellos de un modo
específico –director de orquesta-) y que
ambos hayan logrado construir un proyecto
de vida, no tiene, no puede tener,
absolutamente nada de casual y menos
responder a un acto de ingenuidad, más
bien todo lo contrario. Es a partir de este
recurso narrativo –el montaje-, que el
director expresa su posición frente al acto
de educar y nos dice, con imágenes, que la
educación es un acto político que habilita
unas oportunidades de construir con otros y
a la vez construirse.
Pero también y al mismo tiempo, Los
Coristas es una película de amor, de amor
al prójimo, de reconocimiento del otro en su
rasgo de humanidad compartida. Una
historia de ficción que ensaya algunas
ideas sobre lo que significa ser reconocido,
participar y reconocerse en la diferencia.
Porque no hay construcción de identidad
sino a través de los otros, en la relación
con los otros es donde se despliega y pone
en juego nuestra identidad. “La aceptación
del precepto de amar al prójimo es el acta
de nacimiento de la humanidad”, como
señala Bauman.
Ser objetos dignos de amor es el puente
que nos permitirá sentir amor por nosotros
mismos. Para sentir amor por uno mismo,
necesitamos, en primer lugar, ser amados.
Cualquiera puede cantar….
Cualquiera puede cantar, parece ser el
punto de partida de nuestro personaje,
basta con tener una voz y no una voz
excepcional, eso es lo de menos, porque
no es en la calidad donde está puesto el
foco. Podríamos decir que la intención es
justamente la opuesta y la pasión personal,
la apuesta. Transmitir a partir de esa
pasión y hacer que otros se apasionen.
Formar un coro supone una selección y
para eso selecciona y distingue. Selección
y distinción que, sin embargo, no están
necesariamente basadas en el desprecio,
como suele suceder, sino y probablemente,
en el reconocimiento y la reciprocidad.
Nadie se queda afuera, a todos se les
asigna una tarea, un rol: asistente, atril, etc.
Y todos participan…
A pesar de la ausencia de certezas a
futuro, la participación y el tránsito por
actividades que conectan el peso de ciertas
experiencias culturales, en términos
educativos, pueden producir modificaciones
positivas y de importancia en las conductas
de las personas, (solidaridad, sensibilidad,
cooperación, sentido de pertenencia y
trabajo colectivo, fratenidad, autoestima,
integración social, etc), esto es lo que
parece querer decirnos el director. Algo que
el “vigilante-maestro” parece compartir a
partir de sus acciones y de sus ideas.
No es una novedad a esta altura que
algunos emprendimientos de este tipo –en
este caso la formación de un coro-
consideren el contacto con la música y la
participación activa que toda actividad
musical supone, como un modo apropiado
1
para mejorar otros aprendizajes, siempre
que no sea ese y solamente ese el
resultado esperado de una propuesta
cultural. En todo caso deberíamos esperar
que el futuro nos otorgue algo de razón y
simplemente nos muestre que la capacidad
de prevenir, impedir o rescatar a los niños y
jóvenes de la marginalidad y como un
factor de igualación social, a partir de
ciertas ofertas culturales pueda tener algún
tipo de consistencia.
De este modo, el tránsito por experiencias
vinculadas a la música y a lo grupal que
hay en su práctica, revelan una posibilidad
de encontrar mejorías en el rendimiento
escolar, en especial al incrementar los
niveles de atención, disciplina y
concentración, estimular el entrenamiento
expresivo y el desarrollo de destrezas
individuales. En este aspecto, los
resultados obtenidos por nuestro “vigilante-
maestro” parecen corroborar esas
expectativas, porque al igual que la
educación, otras actividades culturales
también son pedagógicas, es decir, tienen
una “pedagogía”, enseñan alguna cosa.
Es ese dato que se nos escapa, esa suerte
de destino azaroso, que no tiene una lógica
que asegure, nos asegure, que a tal acción
corresponde tal efecto, lo que distingue un
gesto educativo. En una época donde las
ofertas culturales y educativas suelen estar
reguladas por el contexto, ofertar más allá
del contexto, intervenir sobre él y por lo
tanto, más allá de la demanda, parece
regular cada una de las acciones del
director del Coro.
En la oferta, en aquello que uno da,
entrega, dona, irremediablemente algo
sucede, afecta al otro y nos afecta, nos
hace dignos, acaso porque, entre otras
cosas, educar y amar, es “meterse” con el
otro, provocar algo allí donde toda dimisión
se vuelve inaceptable. Este maestro
muestra en toda su magnitud el
funcionamiento mismo del concepto de
transferencia y enseña en un mismo gesto
que una enseñanza no es necesariamente
una buena enseñanza, una enseñanza
correcta, sino aquella que produce como el
amor (sin buscarlo) algo en los otros.
No tan distintos, no tan iguales...
Explicar la desigualdad en términos de
diferencias naturales o sociales, es un lugar
común y lo suficientemente habitual para
que, dichas explicaciones circulen con
tanta naturalidad que terminen por
naturalizarse. En este sentido y desde esa
perspectiva, la igualdad es siempre un
objetivo a alcanzar. Es contra este
argumento que Jacques Ranciere, escribe
todo un volumen. Para el filósofo francés, la
búsqueda de la igualdad reproduce hasta el
infinito la desigualdad. La igualdad nunca
es un objetivo a alcanzar.
En otra perspectiva, Richard Sennett
reflexiona sobre las paradojas de la
igualdad afirmando que desigualdad no
siempre implica sometimiento. Por el
contrario, se trata de localizar las
situaciones en las que la desigualdad
puede o debe ser evitada y aquellas otras
en las que debe o puede ser aceptada
1
(Sennett, p. 264).
El “vigilante-maestro” viene a encarnar
estas ideas acerca de la igualdad del
mismo modo que el director del internado
encarna las ideas opuestas.
Mientras que el maestro del coro sortea de
manera eficaz este malestar, el de
seleccionar, al mostrar que destacarse,
sobresalir, distinguirse, etc. no es,
necesariamente, un gesto mísero, egoísta
o individualista, sino que da cuenta de
ciertos desplazamientos que en las vidas
de esos chicos provoca su actividad, el
director del internado es la otra cara de la
moneda, ¿de la misma moneda?
En el rasgo más nimio es donde la maldad
se expresa y se hace visible: en el golpe,
en el grito, en el infamante castigo, en ese
principio de pacotilla que no dice nada y lo
dice todo, el de “acción-reacción”. Entonces
sí, para el director todos los chicos son
iguales e igualmente despreciados y
despreciables en su “brutalidad”. Desde
esta mirada, aquello que no puede ser
1
“...El tipo de igualdad que he defendido en este libro
se basa en la psicología de la autonomía. Más que
una igualdad de comprensión, la autonomía significa
aceptar en los otros lo que no podemos entender de
ellos. Al hacerlo, tratamos el hecho de su autonomía
en igualdad de condiciones con la nuestra. La
concesión de autonomía dignifica a los débiles o a los
extraños, los desconocidos; hacer esta concesión a
los demás fortalece a la vez nuestro carácter...”
(Sennett, p. 264) “...el ataque a los males de la
desigualdad no puede por sí mismo producir respeto
mutuo.... las prácticas de artes como la música pone
de manifiesto los elementos de colaboración en la
práctica expresiva del respeto mutuo; los obstinados
hechos de la división siguen siendo el problema de la
sociedad.” (R.Sennett, El Respeto. p. 265)
2
querido, es además, humillado: una
deshumanización que se hace recíproca.
También y de muchas maneras, ese
desprecio derrama su veneno sobre una
idea de futuro. Es decir, imagina y
representa de modo tal que toda posibilidad
de construir un mundo más amable y
hospitalario, queda suspendida, puesto que
es el futuro con todo lo que hay en él lo que
termina por ser despreciado; al no haber
espacio para la ilusión, cuando el
imperativo es no hacerse ilusiones, los
ideales se diluyen.
Recupero una escena de Los Coristas en la
que el “vigilante-maestro” solicita al grupo
que escriba en una hoja “qué quieren ser
cuando sean mayores” y en silencio,
concentrados, todos escriben absortos.
Sorpresivamente esos chicos pueden soñar
y tienen imaginación como para ensoñarse
de una forma desproporcionada, exenta de
todo contexto. El principio “acción-reacción”
como método de control y disciplinamiento
expresa cierta idea de proporcionalidad y
en un universo aparentemente regulado por
la proporción, la desproporción parece ser,
sin embargo y afortunadamente la regla.
“Si la educación aún en su formato escolar
ha de tener algún vigor, habremos de
buscarlo en el intercambio periódico de
objetos y afectos, aquello que en el
lenguaje pedagógico llamamos vínculo.
Doble significación la del término que ata,
reúne, junta y liga pero, además, impone,
2
fuerza, obliga” .
Hablando de propuestas culturales…
Como categoría relevante de este análisis
es necesario diferenciar el concepto de
cultura de aquellas visiones culturalistas e
idealistas, y trabajarlo a partir de la idea de
espacio y campo de lucha. Si bien no
podemos desconocer la complejidad
inherente del término, así como las
numerosas disputas que el estudio y
análisis de la “palabra”, han generado y
siguen generando, nos aproximamos a la
idea de cultura como espacio de resistencia
por el sentido en las sociedades
occidentales.
Este espacio y campo de lucha es
considerado en términos de “redes de
2
Estanislao Antelo, Marcelo Zanelli. Investigación
Orquestas Juveniles. ZAP (2004)
significación” tejidas por los seres
humanos. Sin embargo, es preciso aclarar
que esta contienda por el sentido, excede
el problema estrictamente semiótico. Se
trata de la discusión por el sentido de una
determinada actividad cultural que se
enmarca en un terreno más amplio: el de
la política.
Cultura no solo como aquella idea que
puede atribuirse a todo lo que es producido
por los seres humanos en contraste con lo
que forma parte de la naturaleza,
(abstracción humana que, por otra parte,
también puede historizarse, y por lo tanto
ser parte de la cultura), sino pensado en
contraposición o en tensión con el
3
mercado , en tanto sistema incapaz de dar
una legitimación o de presentar su
funcionamiento como algo más que un
proceso natural e incontrolado.
En esta tensión, sistema – mercado, las
necesidades individuales de autonomía
personal, autodefinición o
perfeccionamiento personal se traducen en
la necesidad de poseer y consumir bienes
ofrecidos por el mercado. Siguiendo a
Bauman, “(...) la identificación de la
satisfacción de las necesidades humanas
con el consumo privado también tiene la
consecuencia de que las necesidades que
no pueden canalizarse hacia él deben
4
dejarse en suspenso o reprimirse” De este
modo, el descuido por el consumo público,
aumenta y fortalece la identificación de la
satisfacción con el consumo privado.
Richard Sennett dice que la autonomía
significa aceptar en los otros lo que no
podemos entender de ellos y en esto se
basa para él la igualdad, “La concesión de
autonomía dignifica a los débiles o a los
extraños, los desconocidos; hacer esta
concesión a los demás fortalece a la vez
nuestro carácter” (Sennett: 2004)
Algo de esta idea se pone en juego en los
vínculos dentro del coro. Si las habilidades
de cada uno son diferentes, esas
diferencias no suponen desprecio.
3
El mercado convertido en el principal mecanismo de
integración social, promueve una individualización
radical de los miembros de la sociedad, que se
“constituyen a través de la traducción, generada por el
mercado, de las necesidades sistémicas en consumo
privado” (Bauman, Z)
4
Bauman, Zygmunt, Legisladores e Intérpretes, Sobre
la modernidad, la posmodernidad y los intelectuales,
Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes,
1997.
3
Volviendo a Los Coristas….
En otras palabras, el amor es un caso
ejemplar en lo que Jon Elster llama
“estados que son esencialmente
subproductos”: emociones íntimas que no
se pueden planificar de antemano ni
suscitar por medio de una decisión
conciente (yo no puedo imponerme “ahora
me enamoraré de esa mujer”: en cierto
momento, sencillamente me encuentro
enamorado. La lista que da Elster de ese
tipo de estados incluye sobre todo
conceptos tales como los de “respeto” y
“dignidad”. Si trato concientemente de
parecer digno o de suscitar respeto, el
resultado es ridículo: parezco un imitador
lamentable. La paradoja básica de estos
estados es que, aunque son lo que más
importa, nos eluden en cuanto los
convertimos en la meta inmediata de
nuestra actividad. El único modo de
generarlos consiste en no apuntar a ellos,
sino perseguir otras metas y esperar que
se produzcan “por sí mismos”. Aunque son
propios de nuestra actividad, en última
instancia los percibimos como algo que nos
pertenece por lo que somos y no por lo
que hacemos (…) El sujeto nunca puede
dominar y manipular plenamente el modo
en que provoca al transferencia en los
otros; siempre hay algo “mágico”
(Zizek:2000).
Y siempre hay algo mágico que puede
resignificarse, incluso explicarse. Pero
siempre después, siempre a posteriori y no
en el momento en que acontece,
simplemente nos atraviesa, nos marca,
como esos raspones que descubrimos por
la noche antes de meternos en la cama y
que nos desorientan ¿cuándo me raspé?
¿con qué?. Reconstruimos y a pesar de
nuestro empeño, no siempre llegamos a
una conclusión satisfactoria y el raspón
sigue ahí.
Para terminar…
Los Coristas es una película que no solo
cuenta una historia, la historia de unos
niños en un internado dirigido por un
arbitrario director cuyas ambiciones
personales eclipsan toda posibilidad de ver
y escuchar al otro, sino que es antes que
nada un intento por ir un poco más allá de
la anécdota individual, incluso del destino
de unos hombres que en su niñez
habitaron ese espacio vacío de afectos y
de ternura.
El internado y lo que en él habita resulta
ser la excusa para hablar del significado del
amor al prójimo, ese gesto que parece ser
un salto de fe en el otro y de la importancia
de unos vínculos que se establecen a partir
de una acción que tiene que ver con la
posibilidad de valorar la cultura, lo que de
la tradición pervive en todo acto humano y
por lo tanto cultural.
En un mundo donde la virtud, la perfección,
la conducta virtuosa que registra la
humanidad en el otro, no pueden legislarse,
es decir, imponerse por unas leyes y donde
la amabilidad hacia los niños y los jóvenes,
en su condición de recién llegados,
tampoco pueden ser impuestos, los
sueños de dignidad que anhelamos pueden
expresarse en el intento de proteger y
brindar cuidado a los más “nuevos”
evitando en la medida de lo posible que las
humillaciones e indignidades accedan a
sus vidas para arruinarlas. En otras
palabras, evitarles la intemperie y darles
refugio.
En una entrevista reciente Peter Sloterdijk
dice:
Existe verdaderamente una nueva
oposición entre producción y
especulación. Para ser
conservador, hay que poseer
bienes que merezcan ser
conservados. Cualquier
coleccionista de vinos sabe que
no se beberá sus mejores
cosechas. Y ello es válido para
todas las culturas materiales cuya
supervivencia podemos desear
para otra generación de usuarios.
Ahí tiene una definición bastante
elegante y convincente de un
buen conservadurismo. Si nada
merece ser preservado, resulta en
vano luchar por el acceso de las
masas a los bienes de las elites.
-¿Una escuela que transmite
conocimientos merece, desde esa
perspectiva, ser conservada?
-La educación en sí es en esencia
una actividad conservadora. Un
profesor progresista es un
conservador que esconde el lado
retrógrado de su actividad. A un
verdadero educador no se le
4
ocurriría proponer, como acaba
de hacer el nuevo ministro de
Cultura en Alemania, la
introducción de la música pop en
la enseñanza escolar. Esa locura
pretendidamente progresista
oculta un núcleo vacío o
reaccionario. En resumen, habría
que ser conservador con las
riquezas adquiridas. No se puede
pertenecer a una civilización si se
la desprecia. La civilización no
consiste sólo en saber hacer, sino
en saber apreciar la
riqueza...(2002).
“Una sociedad que no proporciona a los
seres humanos motivos para cuidarse entre
sí, no tiene mucha chance de perdurar en
el tiempo”, como escribió, hace algunos
años, R. Sennett.