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 Definición

La fascia se puede considerar como aponeurosis o expansión aponeurotica y es una de


las formas del tejido conectivo, el más extenso tejido del organismo. Por lo tanto, el
sistema fascial es definida como una estructura unificadora, protectora y correctora del
cuerpo.

El sistema fascial sano y equilibrado, con capacidad de realizar un estiramiento libre y


completo, asegura al organismo la posibilidad de realizar un movimiento de amplitud
completa y sincronizado, siempre en la búsqueda de la máxima eficacia funcional con
un mínimo gasto de energía.

Su continuidad no sólo debe enfocarse hablando de músculos, articulaciones y huesos,


sino también en cuanto a una continuidad de función en las cavidades torácica,
abdominal y pélvica, brindando soporte a las vísceras y formando una estructura de
protección y conexión para los sistemas vascular, nervioso y linfático a lo largo de todo
el cuerpo.

La fascia corporal tiene un recorrido continuo, envolviendo todas las estructuras


somáticas y viscerales, y funcionalmente incluye las meninges. En cierto modo, se puede
decir que la fascia es el material que no solamente envuelve todas las estructuras de
nuestro cuerpo, sino que también las conecta entre sí, brindándoles soporte y
determinando su forma. Además de las funciones de sostener y participar en el
movimiento corporal, se le asignan otras actividades biomecánicas y bioquímicas.

Tiene la característica de revestir y formar una red localizada entre la piel y las
estructuras subyacentes (como lo son, por ejemplo, los músculos y los huesos) y se divide
en dos niveles, superficial y profundo (la cual, por una parte, cubre los músculos
individuales y, por otra, los separa en grupos).
 Fisiología
Ya se mencionó anteriormente que el cuerpo humano está envuelto, sostenido,
conectado y comunicado por medio de un variado tejido conectivo, que se acordó
denominarlo sistema fascial. Es un sistema activo, vivo, resistente y omnipresente en
todo el cuerpo. Se encuentra bajo la piel (formando el embalaje protector del cuerpo),
cubre músculos, tendones, órganos, nervios, vasos sanguíneos y huesos, y tiene una gran
trascendencia sobre el movimiento y los procesos fundamentales del metabolismo
corporal. El sistema fascial, además de las funciones de sostener y mover el cuerpo, tiene
otras actividades biomecánicas y de otra índole. Sus propiedades son infinitas, entre las
que cabe mencionar la expansión de los nervios y vasos linfáticos, el intercambio
metabólico, por su relación con el metabolismo del agua, la función nutritiva en
relación con la sangre y la linfa, etc. En cierto modo, es la «agencia de transporte» en
todos los niveles del organismo y de todos sus sistemas.
Por lo general, destacan las funciones mecánicas del sistema fascial, que se pueden
agrupar en:
• Protección.
• Formación de los compartimientos corporales.
• Revestimiento.
Otras funciones del sistema fascial son:
• Mantenimiento del bombeo circulatorio de la sangre y de la linfa.
• Ayuda en los procesos bioquímicos del cuerpo a través de las actividades del líquido
intersticial.
• Ayuda en la preservación de la temperatura corporal.
• Ayuda en el proceso de curación de las heridas (producción de colágeno).

Funciones básicas de la fascia


 Protección.
El sistema fascial forma una completa e ininterrumpida red protectora del cuerpo.
Protege a cada uno de los componentes corporales de una forma individual, y también
actúa como un sistema de protección global. Por su resistencia, permite mantener la
integridad anatómica de diferentes segmentos corporales y conservar su forma más
conveniente. Hay que aclarar que este proceso no significa un incremento gradual de
rigidez, sino un proceso de adaptabilidad. En él, la fascia ajusta sus tensiones en
respuesta a las necesidades funcionales.
La fascia constituye la primera barrera protectora contra las variaciones de tensión en
respuesta a los impactos mecánicos internos y externos; los absorbe y, de esta forma,
preserva la integridad de la estructura que envuelve y protege. Actúa como un
amortiguador y como un sistema de dispersión del impacto. Esta función es muy
importante en las meninges.
El sistema fascial actúa principalmente contra las tensiones excesivas y otros impulsos
mecánicos que puedan agredir al cuerpo de una manera súbita. En el proceso de
protección, el sistema fascial puede cambiar su densidad de acuerdo a los
requerimientos mecánicos. Sin embargo, nunca llega a la rigidez, manteniendo siempre
una cierta elasticidad en respuesta a las solicitudes que debe experimentar la zona
controlada por la fascia de acuerdo a las necesidades funcionales. El sistema fascial
puede, en este proceso, reemplazar un haz muscular, algo que ocurre, por ejemplo, en
el tracto iliolumbar o en la fascia plantar.
 Formación de los compartimientos corporales.
Como ya se mencionó con anterioridad, prácticamente no hay parte alguna del cuerpo
que no esté cubierta por el sistema fascial que, en forma de sutiles cubiertas, envuelve
hasta el elemento anatómico más pequeño. Sin embargo, la fascia por una parte
divide, pero por la otra unifica y conecta. Los tabiques musculares, por ejemplo, en las
extremidades, permiten englobar la acción muscular de una región determinada. El
sistema fascial facilita, de esta manera, la formación de los grupos funcionales, y
permite a un músculo, uniendo su acción con la de diferentes compañeros, ejecutar
movimientos incluso a veces opuestos.
Las divisiones permiten también la independencia de acción entre los músculos y los
órganos con respecto a las estructuras adyacentes, constituyendo planos de
movimiento. De esta forma, se favorece el deslizamiento entre los músculos y los
órganos, así como también entre los fascículos de cada músculo, en el proceso de
adaptación a tensiones cambiantes en respuesta a las necesidades funcionales. Estos
planos facilitan también la palpación de las diferentes estructuras profundas. Los
compartimientos formados por el sistema fascial constituyen una especie de cajas
herméticas que permiten el mantenimiento de diversas presiones entre uno y otro,
facilitando el trabajo muscular, pero también protegiendo al cuerpo de la difusión de
las infecciones entre compartimientos. Así, los compartimientos protegen también a las
estructuras internas de la propagación de los focos inflamatorios.
 Absorción de los impactos y amortiguación de las presiones
El cuerpo es propenso a diversos tipos de traumatismos, y las ondas de impacto pueden
afectar a las distintas estructuras. El sistema fascial es capaz de amortiguar esta onda
y de absorber el impacto, atenuando su intensidad y preservando la integridad física
del cuerpo. En el proceso de absorción de los impactos, el tejido graso desempeña un
papel importante. La grasa, controlada por el sistema fascial, forma una especie de
almohadillas de protección con un espesor variable según la región corporal.
El sistema muscular permite que las tensiones innecesarias sean absorbidas por la fascia,
evitando así la rotura del músculo, de alguno de sus componentes o de cualquier otro
órgano que protege. Esto ocurre por el estímulo directo en las terminaciones nerviosas
de la fascia.
La función amortiguadora del sistema fascial se debe principalmente a las propiedades
de los proteoglucanos, que se convierten en amortiguadores de impacto, actuando
como lubricantes frente a las solicitudes mecánicas intensas y repetidas. Tienen la
capacidad de transformarse en una sustancia viscoelástica en diferentes niveles del
sistema fascial.
 Determinación de la forma de los músculos y mantenimiento de la masa
muscular en una posición funcional óptima
Esta propiedad permite incrementar la eficacia mecánica de los movimientos.
Dependiendo de la distribución de las fibras, el sistema fascial puede restringir la
amplitud del movimiento en cualquier nivel o incrementar la fuerza muscular. El
sistema fascial anclado en el sistema óseo está constituido por una serie de tubos y
láminas que se dirigen en diferentes direcciones, según los requerimientos de cada
región. Las láminas fasciales se colocan en diferentes niveles; en la mayor parte de los
casos, la orientación de las fibras de cada uno de los niveles se dirige en otra dirección.
De esta forma protegen un segmento determinado, facilitando un movimiento en
particular, logrando su solidez, eficacia, fuerza y resistencia
 Suspensión
Cada componente del cuerpo humano tiene una ubicación precisa. Cualquiera que
sea su función, la ubicación está determinada por el sistema fascial y debe analizarse
dentro de las funciones específicas de cada componente en cuestión. El sistema fascial
mantiene la cohesión interna y externa de cada estructura corporal, permitiéndole su
fijación, pero por otro lado, le permite cierto grado de movilidad. Esta movilidad es
indispensable en el proceso de adaptación a diferentes obstáculos.
El proceso de suspensión se modifica según el comportamiento del sistema fascial
marcado por sus requerimientos funcionales. Se produce el fenómeno de adaptabilidad
dentro de los requerimientos mecánicos, que se debe a la capacidad de la fascia
respecto a los cambios plásticos para facilitar, de esta forma, la fisiología del cuerpo.
 Sostén
El mantenimiento de la integridad anatómica del cuerpo corre a cargo del sistema
fascial, y esto hay que entenderlo dentro de la interdependencia de las diferentes
estructuras corporales. La fascia constituye el motor principal de la estabilidad de las
articulaciones, coordinado por la mecánica miofascial. Asegura la coherencia y el buen
funcionamiento fisiológico de los órganos internos.
 Soporte
El sistema fascial constituye el soporte, no sólo del sistema locomotor, sino también de
los sistemas nervioso, vascular y linfático. Estas estructuras están constituidas en parte
por fascias, a fin de mantener su forma anatómica. A través del sistema fascial se
produce la interdependencia entre los sistemas nervioso, vascular y miofascial. Esta
relación intrínseca parte desde el desarrollo embrionario del cuerpo, formando el
soporte y la guía de los sistemas vascular y nervioso.
 Cohesión de las estructuras del cuerpo: soporte del equilibrio postural
Al considerar la importancia del sistema fascial en el control del movimiento corporal
en todos sus niveles, hay que subrayar su importancia en el manejo y el mantenimiento
de una postura eficaz. Se considera que el desequilibrio del sistema fascial influye
considerablemente en la formación de compensaciones posturales, compensaciones
que, con el tiempo, crean hábitos inadecuados llevando a la aparición de diferentes
patologías.
 Nutrición del tejido
El sistema fascial superficial participa también en el proceso de sudación, ayudando en
la conservación de la temperatura corporal, y en él nace una gran parte de los capilares
que cumplen con la función nutricional.
 Ayuda en la curación de las heridas (producción de colágeno)
El proceso se realiza mediante el tejido de granulación, que induce la cicatrización.
 Coordinación hemodinámica
Los sistemas vascular y linfático no pueden disociarse del sistema fascial. Formando con
ellos una armonía casi perfecta, el sistema fascial soporta los sistemas circulatorios del
cuerpo. Concretamente, el sistema venoso y el sistema linfático tienen una estructura
muy fláccida y fácil de colapsar. La función de las válvulas no es suficiente para el
proceso de retorno, y la fascia suple este papel, trabajando como una bomba periférica
que expulsa la sangre y la linfa hacia el corazón. Estos movimientos son ininterrumpidos
y la acción es posible a través de la acción de las envolturas fasciales propias de los
vasos, así como también a través de las estructuras fasciales de los músculos activadas
a través de las contracciones musculares. Las diversas orientaciones de las fibras del
sistema fascial dan un aspecto de espiral para permitir a las estructuras que se ajusten
llevando los líquidos hacia el corazón. Las arterias se defienden de un modo más eficaz,
considerando que sus contornos forman una estructura que es relativamente rígida.
 Comunicación de cambios
El tejido conectivo es un complejo unitario; cubre cada componente corporal en todos
sus niveles. Es capaz de transmitir los impulsos mecánicos y comunicar los cambios
relacionados con la patología, así como también con el proceso de curación. Se puede
concluir que un funcionamiento correcto del sistema fascial significa una garantía del
buen estado funcional del cuerpo y, por lo tanto, de una buena salud.
 Tipos de fascia
A) Fascia superficial
Todos los caminos del interior del organismo conducen a la subdermis. Esta capa
subcutánea no es solamente, como se cree erróneamente, un depósito de tejido graso,
sino que asegura, con su compleja estructura interna, las necesidades mecánicas de sus
vasos y nervios (Thiel, 2000).
La fascia superficial está adherida a la piel y atrapa la grasa superficial, de un espesor
variable dependiendo de la región corporal. Son las capas del sistema fascial las que
delimitan la profundidad del tejido adiposo en cada región. También varía su laxitud,
que determina la capacidad de deslizamiento de la piel. Por lo general, la piel es muy
móvil a lo largo del cuerpo. Sin embargo, existen zonas de movilidad muy reducida,
que se encuentran en los sitios en los que el deslizamiento excesivo no debería existir.
Son las zonas que requieren mucha estabilidad, como las palmas de las manos, las
plantas de los pies y los glúteos. En estos lugares la fascia superficial se pega
directamente a las láminas aponeuróticas.
El sistema fascial superficial está formado por una red que se extiende desde el plano
subdérmico hasta la fascia muscular. Se compone de numerosas membranas
horizontales, muy finas, separadas por cantidades variables de grasa y conectadas
entre sí a través de los septos fibrosos del recorrido vertical u oblicuo.
De este modo, las expansiones de la fascia superficial se conectan con la dermis,
encasillando la grasa superficial en los compartimientos verticales. En su recorrido
profundo, la fascia superficial, de modo similar, se conecta con el sistema miofascial,
formando junto con éste una unidad funcional.
Entre las principales funciones de la fascia superficial, a parte de su función nutritiva,
destacan el soporte y la definición de los depósitos de la grasa del tronco y de las
extremidades, así como también el sostén de la piel con referencia a los tejidos
subyacentes. Es una observación importante, considerando que la suspensión del
sistema fascial superficial controla el contorno corporal estático y dinámico. De esta
forma, se puede considerar al conjunto de: la piel (una flexible envoltura del sistema),
el tejido adiposo superficial (“el relleno” de la región subcutánea), y la fascia superficial
(el sistema de subdivisiones e interconexiones) como la unidad protectora y de soporte
funcional para el tronco y las extremidades.
Este sistema es capaz de proporcionar el soporte funcional a las zonas con mayor
acumulación de grasa, y por consiguiente un mayor peso, evitando así el traslado no
deseado de las fuerzas a otras regiones anatómicas.
La coordinación motora del cuerpo estaría pues influida por la amplitud, la
profundidad y el número de los atrapamientos (adherencias) del sistema fascial
superficial. El análisis de la mecánica y la patomecánica del aparato locomotor
definido por el sistema fascial permite limitarnos a la evaluación de la función analítica
(local), siendo la fascia el ente mecánico de la coordinación motora del cuerpo,
formando el componente primordial del sistema musculoesquelético como factor
integrador y transmisor de las fuerzas.
B) Fascia profunda
La fascia profunda está constituida por un material más fuerte y denso que el que
constituye la fascia superficial. Su grosor y densidad dependen de la ubicación y la
función específica que desempeña. A medida que aumenta la exigencia de las
necesidades mecánica se densifica la estructura del colágeno, su principal componente.
Esta densidad queda determinada por la pro-porción de fibras que lo componen.
Basándose en la densidad del tejido colágeno, la fascia se puede dividir según su
función en el tejido:
•De unión,
•De revestimiento,
•de sostén,
•de transmisión.
La fascia profunda se ubica por debajo del nivel de la fascia superficial y se encuentra
íntimamente unida a ella a través de conexiones fibrosas. El sistema fascial profundo
soporta, rodea y asegura la estructura y la integridad de los sistemas muscular, visceral,
articular, óseo, nervioso y vascular. El cuerpo utiliza la fascia profunda para separar los
espacios corporales grandes como, por ejemplo, la cavidad abdominal, y cubre las
áreas corporales como si fueran enormes envolturas, protegiéndolas y dándoles forma.
 Componentes

El principal componente del tejido conectivo es la sustancia fundamental, parecida a


un gel, en la que se encuentran sumergidas muy separadas entre sí, diferentes células
y fibras. El tejido conectivo está presente en todo nuestro cuerpo, cumpliendo, por un
lado, con las funciones de soporte y unión entre las diferentes estructuras del organismo,
al formar límites de encapsulamiento de los órganos, definir así su tamaño y forma y,
por otro lado, definiendo a través de finos tabiques, entre sí, a las diferentes unidades.

• CÉLULAS.
Las células representan alrededor del 20% del volumen de todo el tejido conectivo y se
dividen en dos grupos principales: células fijas y células libres. El primer grupo se
caracteriza por poseer un ciclo vital largo y se las considera como “verdaderas” células
del sistema fascial, los fibroblastos, sintetizando sus principales componentes. Estas
células, en forma de estrella, se comunican a través de prolongaciones protoplásmicas,
tienen una mínima actividad metabólica, y su función es únicamente secretar dos
proteínas de constitución del sistema fascial: el colágeno y la elastina. A los fibroblastos
los acompañan las células adiposas. Su principal función consiste en almacenar los
lípidos y liberarlos posteriormente a la sangre como fuente de energía. En el segundo
grupo, el de las células libres, destacan los macrófagos. Estas células grandes
desempeñan una doble función: preparar la herida para el proceso de cicatrización, es
decir, limpiar los detritos y controlar químicamente la cantidad de fibroblastos
necesarios para esa cicatrización.
En el grupo de las células libres también se encuentran las más importantes para
nuestro estudio, como las células cebadas o mastocitos, que secretan diferentes
ingredientes activos como la heparina, la histamina y la serotonina (acción
vasodilatadora principalmente). Su participación es importante en la primera fase de
la inflamación, cuando liberan su contenido con el fin de controlar las diferentes etapas
del proceso de cicatrización.
• MATRIZ EXTRACELULAR.
Es el medio en el que crecen, viven y se desplazan las células. La matriz influye
activamente en todas estas actividades (Robbins, 2000) y se compone de dos
elementos principales: las fibras y la sustancia fundamental.
Las fibras:
A) Elastina.
Es una proteína que permite disponer de suficiente elasticidad en lugares específicos,
como por ejemplo los tendones, los ligamentos, la piel y las arterias. Las fibras de
elastina pueden estirarse y alcanzar el 150% de su longitud inicial, y luego pueden
recuperar, como un resorte, su tamaño inicial al cesar la fuerza de distensión (Bloom-
Fawcett, 1999; Robinns, 2000).
Esta elasticidad es explicable por sus características: su propia estructura es elástica,
pero la red (malla) de la elastina también es elástica y fácilmente deformable. Sin
embargo, la elastina es una estructura estable y no experimenta muchos cambios
durante su vida. Al someterla a una fuerza de estiramiento excesiva, la fibra se rompe
y en consecuencia sus extremos se retraen rápidamente y se enrollan.
1. Colágeno.
El colágeno es la proteína más abundante en el cuerpo humano, y asegura a la fascia
la fuerza y protección de los estiramientos excesivos. Las fibras de colágeno son flexibles,
pero individualmente no son elásticas. Aunque las fibras ofrecen mucha resistencia a
los estiramientos, todo lo contrario sucede con la compresión, debido a la elevada
relación entre su capacidad de extensibilidad y su espesor, que le permite “abrocharse”,
es decir, ajustarse bajo la carga de compresión (Nordin, 1986). El colágeno es el
componente más complejo y más importante en el sistema fascial. Sin colágeno, un ser
humano quedaría reducido a un montón de células unidas por algunas neuronas
(Robinns, 2000). Las grandes fibras del colágeno se caracterizan por una capacidad
limitada de estiramiento longitudinal, lo que indica que están formadas por
subunidades de menor tamaño (Blomm-Fawcett, 1999). El sistema fascial está
compuesto principalmente por las fibras tipo I, que representan el 90% del total del
colágeno corporal.
2. Reticulina.
Es una proteína muy fina, una especie de colágeno inmaduro. Se observa masivamente
en el estado embrionario; posteriormente, de una manera gradual, es sustituida por el
colágeno. Formando una delgada y fina malla, se encuentra principalmente sobre la
superficie de los vasos sanguíneos, los nervios y los ganglios linfáticos.
• SUSTANCIA FUNDAMENTAL.
Ocupa todo el espacio situado entre las células y las fibras del tejido conectivo, y es una
especie de sustancia gelatinosa compuesta por largas y entrelazadas moléculas de
proteoglicanos, formados por cadenas de glucosaminoglicanos (GAG) y con un gran
contenido de agua. Estas proteínas tienen propiedades hidrófilas, es decir, atraen el
agua hacia el interior del tejido y permiten que éste se hinche.
Este mecanismo es indispensable para un mantenimiento correcto de las propiedades
mecánicas del tejido conectivo. La capacidad de hincharse se relaciona, por una parte,
con la concentración de glucosaminoglicanos, y por la otra, con el incremento de la
tensión desarrollada a través de la red de las fibras de colágeno. En condiciones
normales, entre estas dos propiedades debe existir un perfecto equilibrio. La capacidad
que tienen los GAG de atraer el agua y hacer que el tejido se hinche mantiene la red
de colágeno en un estado de preestrés incluso aunque no existan fuerzas externas.
La sustancia fundamental tiene el aspecto de un gel incoloro y translúcido, con
apariencia y consistencia de una rica hidratación. Los GAG más importantes del tejido
conectivo son: el ácido hialurónico, el condroitina-4-sulfato, el condroitina-6-sulfato y
el queratán sulfato, todos ellos de gran viscosidad. La sustancia fundamental ocupa
todos los espacios libres dejados por otros elementos de la matriz extracelular, y
podemos afirmar que proporciona el ambiente inmediato a cada célula de nuestro
cuerpo. Al contrario de los fibroblastos que, como ya se mencionó, realizan una mínima
actividad metabólica, la sustancia fundamental es la sede de una inmensa actividad
de intercambios. El total de agua de la sustancia fundamental, se calcula, constituye
alrededor del 60-70% de todo el contenido del tejido conectivo. El agua es
indispensable en la organización estructural de la matriz extracelular. La mayor parte
del agua que ocupa este espacio tiene la capacidad de moverse libremente, por lo que
la sustancia fundamental puede actuar como lubricante, limpiador y distribuidor de
nutrientes.
La sustancia fundamental forma una barrera de protección contra la invasión de
microorganismos y bacterias, y permite mantener la distancia crítica entre las fibras,
evitando de esta manera la formación de microadherencias. Como se mencionó
anteriormente, los GAG tienen la propiedad de atraer y retener agua, proceso que
tiene mucha importancia por el hecho de que, según la cantidad de agua retenida, se
puede regular el estado general de la sustancia fundamental de una composición
semilíquida, de apariencia semiviscosa (sol), a una sustancia semisólida (gel). Esta
regulación permite también producir el efecto de absorción de choque contra las
excesivas fuerzas mecánicas, así como mantener la distancia crítica entre las fibras de
colágeno.
 Técnicas básicas
A. Superficiales
Entre las técnicas superficiales se distinguen tres tipos de técnicas básicas:
1. DESLIZAMIENTO EN FORMA DE J
Antes de la aplicación de esta técnica es indispensable realizar una cuidadosa
evaluación de la piel. Hay que observar su humedad, elasticidad, hipersensibilidad y
capacidad de movimiento, y descartar la presencia de rasguños para, posteriormente,
evaluar la dirección de las restricciones. Para una realización correcta de esta técnica,
el terapeuta, después de una inspección ocular, aplica de una manera muy suave una
inspección palpatoria, deslizando el dorso de sus dedos sobre la superficie de la piel en
la región del tratamiento.
La técnica de deslizamiento en forma de «J» se aplica para eliminar las restricciones
superficiales y aumentar la movilidad de la piel. Puede realizarse en cualquier parte
del cuerpo y en cualquier dirección. La aplicación de esta técnica está indicada
únicamente en las lesiones crónicas; en las lesiones agudas, será rechazada por el
paciente, al producirse un fuerte dolor durante su aplicación.
El movimiento de deslizamiento en forma de «J» genera una hiperemia postraumática
controlada a nivel superficial subcutáneo. La región cutánea de la zona del
tratamiento presentará no sólo un enrojecimiento, sino también un leve calentamiento
y abultamiento, resultado de la vasodilatación local, lo que facilitará la eliminación de
las toxinas responsables de la producción de dolor en esta región (Kesson, 1999). Como
efecto analgésico adicional se produce una liberación de los opiáceos endógenos (Goats,
1994).
Para evaluar las zonas extensas como, por ejemplo, la espalda o el muslo, el terapeuta
coloca primero sus manos (palmas hacia abajo) sobre el segmento del cuerpo a
evaluar. Debe tratar de acoplar la mano a la piel con el máximo contacto posible. Los
dedos deben estar ligeramente en abducción. El terapeuta no debe ejercer una presión
fuerte sobre el cuerpo del paciente. Al evaluar las zonas más pequeñas como, por
ejemplo, la cara o la mano, la presión solamente se puede aplicar con los dedos. Una
vez acopladas las manos del terapeuta a la piel del paciente, se realiza un suave, pero
enérgico, movimiento de desplazamiento con ambas manos al mismo tiempo y en la
misma dirección.
El desplazamiento se realiza con una fuerza de presión mínima, necesaria para poder
desplazar las manos junto con la piel. Las manos no deben moverse en ningún
momento sobre la piel. Si la piel es grasa o húmeda, se debe limpiar y secar antes de la
aplicación de la técnica. Las manos del terapeuta deben formar una especie de unidad
funcional con la piel del paciente. La sensación que debe percibir el terapeuta es como
si las manos estuviesen pegadas a la piel. El terapeuta debe realizar los movimientos
en todas las direcciones y, de esta forma, determinar el lado, la dirección exacta y la
superficie del movimiento restringido (para más detalles se refiere al lector al párrafo
sobre la teoría de barreras de restricción, en el capítulo sobre evaluación del síndrome
de disfunción miofascial). Una vez finalizada la evaluación y determinada, con
seguridad, la dirección de la restricción, el terapeuta coloca su mano no dominante en
posición prona por encima de la región restringida, aplicando una suave presión en
dirección contraria a la dirección de la restricción detectada anteriormente durante el
proceso de evaluación con el fin de estabilizar (fijar) la piel. Con la otra mano, el
terapeuta realiza el movimiento de deslizamiento en forma de «J». El movimiento se
realiza con el dedo índice reforzado por el dedo medio o con el nudillo del índice.
En algunas situaciones, cuando existe una marcada diferencia entre las dimensiones del
cuerpo del paciente y el cuerpo del terapeuta, éste puede aplicar la técnica con dos
nudillos. Una vez realizado el contacto, la «J» se aplica en la dirección de la restricción,
es decir, en la dirección opuesta a la de contrapresión ejercida con la otra mano. El
movimiento debe ser tridimensional. Durante todo el tiempo, los dedos del terapeuta
ejercen una suave presión hacia el cuerpo y, al mismo tiempo, manteniendo esta
presión, dibujan sobre el cuerpo la letra «J»: al principio, el movimiento debe ser
relativamente lento, pero al llegar a la curva de la «J» se debe aplicar un movimiento
veloz; ésta es la fase que produce la ruptura de las adherencias de la fascia subcutánea.
El movimiento se puede repetir hasta siete veces sobre la zona tratada, pero no
exactamente en el mismo sitio. El número de repeticiones dependerá de la magnitud
de la superficie afectada, la parte del cuerpo tratado, la profundidad de la restricción,
y también de las características personales del paciente. Al finalizar la aplicación, se
debe reevaluar la movilidad de la piel y proceder según el estado actual

2. DESLIZAMIENTO TRANSVERSO
Esta técnica se aplica en las restricciones muy específicas de reducida superficie, como
en los tendones, los ligamentos, o partes específicas de los músculos. La aplicación de la
fuerza de desplazamiento depende de la profundidad de la lesión, de su extensión y
del tiempo de aplicación. La aplicación de la fricción transversa puede, pero no debe,
producir cierto grado de incomodidad o incluso un pequeño dolor (Cyriax, 1989; Kesson,
1999; Gallego, Laslett, 1996).
La hipótesis de la acción del deslizamiento transverso supone que se produce un efecto
de movimiento transverso localizado y de una muy escasa amplitud sobre las
estructuras colagenosas del tejido conectivo. Este movimiento repetitivo facilita el
cambio de la actitud estacionaria de las fibras de colágeno dirigida a la formación de
los entrecruzamientos. El movimiento transverso facilita la liberación de las
propiedades de deslizamiento y desplazamiento del colágeno (Cyriax, 1989; Kesson,
1999; Laslett, 1996).
El deslizamiento transverso aplicado en las primeras fases de la formación de la
restricción miofascial permite la agitación del tejido tisular, incrementando la tasa de
fagocitosis (Evans, 1980). En las situaciones crónicas se produce un ablandamiento y
movilización de las adherencias (entrecruzamientos). Los estudios de Bruijn (Kesson,
1999) revelan que el tiempo necesario para producir el efecto analgésico en el tejido
oscila entre 0.4-5.1 minutos, con un promedio de 2.1 minutos por tratamiento.
La técnica de deslizamiento transverso se realiza con las puntas de los dedos. Hay tres
formas de colocar las manos para la ejecución de esta técnica, que se eligen
dependiendo de las dimensiones de las manos del terapeuta, de la extensión de la zona
tratada, de la profundidad de la restricción, de la agudeza del dolor, de la edad del
paciente, etc. En las tres formas de tratamiento de la técnica de deslizamiento
transverso, el terapeuta debe colocar sus manos de forma perpendicular al cuerpo del
paciente. Se puede colocar una mano al lado de la otra, palma con palma, o palma
con el dorso. En la tres situaciones, los dedos deben colocarse dentro del espacio a tratar.
El terapeuta debe ubicar este sitio con precisión. Cuanto más pequeño sea el espacio,
mejor será el resultado de la técnica. Si la técnica se utiliza como, por ejemplo, sobre el
vientre muscular para tratar una cicatriz profunda, se debe profundizar la presión
vertical hasta alcanzar el sitio exacto de la restricción. El movimiento se realiza en
dirección transversa al recorrido de las fibras musculares o del tendón. Este movimiento
se puede comparar con el que se realiza sobre las cuerdas al tocar una guitarra. El
movimiento real que aplica el terapeuta es el de flexoextensión de las articulaciones
metacarpofalángicas, permaneciendo relativamente inmóviles las demás
articulaciones. No se deben hiperextender las articulaciones interfalángicas. Si el
terapeuta posee dedos de una longitud muy desigual, puede flexionar las falanges
antes de la realización de la técnica. El movimiento (manteniendo todo el tiempo la
presión hacia el cuerpo de una forma perpendicular) debe ser enérgico y rítmico. Se
realizan entre 7 y 15 recorridos. Esta técnica suele ser particularmente dolorosa, por lo
que se debe tener un cuidado especial al realizarla para no causar un dolor adicional
innecesario.

3. DESLIZAMIENTO LONGITUDINAL
El deslizamiento longitudinal es la única técnica utilizada en la inducción miofascial en
la que se permite el uso de lubricantes. El lubricante, especialmente necesario al tratar
a un paciente de sexo masculino por tener más vello, se aplica para evitar el dolor al
realizar el estiramiento. No debe aplicarse en exceso, para evitar un sobredeslizamiento
que puede llevar al terapeuta a la pérdida del control en la realización de la técnica.
La aplicación longitudinal de la fuerza mecánica tiene como objetivo estimular la
orientación longitudinal de las fibras, lo que permite intensificar el movimiento y la
fuerza tensil del tejido. De esta forma, el tejido es movilizado en los procesos crónicos y
se evita la formación de adherencias en los procesos agudos (Kesson, 1999; Laslett, 1996;
Barnes, 1990). La apertura vertical de la fascia es particularmente útil en los músculos
largos como, por ejemplo, los isquiotibiales y los extensores del tronco. El deslizamiento
se puede realizar en cualquier dirección, es decir, desde el origen del músculo hacia su
inserción o desde la inserción hacia el origen; sin embargo, es recomendable realizar el
movimiento desde el origen hacia la inserción. Una vez colocado el paciente, el
terapeuta, preferiblemente con su mano no dominante, realiza una contrapresión con
el fin de fijar el tejido. (Hay que recordar que la dirección de la contrapresión no tiene
nada que ver con la dirección de la restricción, detalle de mucha importancia en la
aplicación del deslizamiento en forma de «J».) Con la otra mano, el terapeuta realiza
un deslizamiento longitudinal, partiendo desde el sitio de la fijación hacia el extremo
distal. El movimiento de deslizamiento debe ser lento y realizado según la respuesta
del tejido.
En presencia de una restricción intensa, se debe llegar al punto de mayor resistencia,
detenerse y esperar unos segundos, manteniendo durante todo el tiempo la presión
sostenida hasta el momento en el que se produce la liberación. Posteriormente, se debe
seguir con el deslizamiento hasta el fin del recorrido de la mas muscular tratada. El
movimiento se repite, por lo general, tres veces. La fuerza del impulso depende de los
mismos factores mencionados en la aplicación del deslizamiento transverso. La
aplicación de la fuerza de deslizamiento depende de la profundidad de la lesión, su
extensión, y del tiempo de aplicación.

B. Profundas
Entre las técnicas profundas de la inducción miofascial destacan cuatro técnicas básicas:
manos cruzadas, planos transversos, técnicas telescópicas y balanceo de la duramadre.
En los capítulos sobre las zonas específicas de tratamiento se describen variantes de su
aplicación.

1. MANOS CRUZADAS
Es, probablemente, la técnica más poderosa y más utilizada dentro de las aplicaciones
de la inducción miofascial. La técnica, en todas sus variantes, se puede realizar
prácticamente en cualquier parte del cuerpo, y el objetivo de su aplicación es eliminar
las restricciones profundas, no alcanzables con una presión directa, o muchas veces
imposibles de detectar durante el proceso de evaluación inicial. La explicación que se
describe a continuación es la utilizada para la espalda.
Realizando la técnica de manos cruzadas, el terapeuta utiliza el movimiento
espontáneo del cuerpo para llegar a las restricciones profundas y, posteriormente,
aprovechando las propiedades del tejido fascial (reacción piezoeléctrica, efecto de
tensegridad, reacción tixotrópica), ayuda al cuerpo a realizar sus liberaciones. En la
primera fase de la aplicación, el terapeuta apenas induce movimiento al tejido. Una
vez que el paciente está colocado correctamente y de la manera apropiada, el
terapeuta toca suavemente con sus manos su piel. Este primer acercamiento debe
realizarse aplicando una presión lenta y progresiva. Al tocar al paciente se debe esperar
unos segundos hasta que éste se acostumbre a la presencia de las manos del terapeuta
sobre su cuerpo. El terapeuta sentirá claramente el momento en el que el cuerpo le da
la señal de continuar con la técnica. Una vez colocadas correctamente las manos, debe
eliminarse la restricción preelástica. Si se escoge la analogía con una tela, será como si
estiráramos las arrugas: la resistencia del tejido conectivo es mínima. Es como observar
la cuerda de un barco anclado en una bahía tranquila. La duración de la etapa
depende del grado de ondulación que presenten las fibras de colágeno en diferentes
segmentos corporales. Éste es un paso indispensable, si no se realiza, se corre el riesgo
de confundir el momento de la eliminación de la restricción preelástica con el del
vencimiento de la primera barrera. Acto seguido, una vez eliminada la restricción en
cuestión, el terapeuta inicia el proceso de llevar el tejido a tensión. Primero se aplica
un estiramiento longitudinal muy suave, y posteriormente se adjunta el componente
vertical, que debe ser aplicado con mucha lentitud. A partir de este momento, el resto
de la aplicación se hará siempre de forma tridimensional. El terapeuta debe llevar el
tejido a la puesta en tensión, que se denomina primera barrera de la restricción. La
sensación que percibe el terapeuta es que, al aplicar la misma fuerza, el tejido no cede
más. La sensación se puede comparar con la de colocar la mano sobre una barra de
mantequilla recién sacada del congelador. Al colocar nuestra mano sobre ella sentimos,
en un primer momento, que nuestra mano se hunde un poco dentro de la barra y
luego se detiene. Es una sensación muy parecida a la que se siente al aplicar la técnica
profunda de la inducción miofascial. El terapeuta, realizando todo el tiempo presión
de manera tridimensional, también debe mantener todo el tiempo la misma fuerza;
no debe aumentarla ni disminuirla. No puede separar las manos del cuerpo del
paciente. Si esto sucede, se debe empezar la técnica desde el inicio. El terapeuta
mantiene la presión de forma tridimensional y espera los acontecimientos. El tiempo
de espera varía entre un paciente y otro, entre una zona de tratamiento y otra, y entre
un tratamiento y otro, realizado en la misma zona. Por lo general, el tiempo mínimo
es de un minuto y medio a tres minutos. El terapeuta, todo el tiempo concentrado,
atento y preparado ante cualquier tipo de movimiento en cualquier dirección, espera
la respuesta del cuerpo al impulso mecánico que él realiza. A través de diferentes vías
de comunicación, finalmente, la plasticidad del tejido y los cambios tixotrópicos,
probablemente a través de un intercambio energético según la teoría de la
piezoelectricidad explicada en el capítulo sobre la mecánica del sistema fascial, permite
o, mejor dicho, induce un movimiento (Barnes, 1990), cuya dirección es impredecible.
Puede ser que las manos del terapeuta se separen entre sí cosa que ocurre con gran
frecuencia, pero puede ser que se hundan o que una se dirija, realizando un giro, en
una dirección y la otra en la dirección contraria; el terapeuta debe seguir ese
movimiento. Nunca se debe forzar el movimiento en la dirección preestablecida por el
terapeuta, sino que se debe seguir en la dirección que nos indica el cuerpo. Hay que
recordar que la liberación se puede producir en un nivel superficial, en un nivel
profundo, o en varios niveles al mismo tiempo. Puede ser que la dirección de estos
movimientos sea la misma en cada uno de los niveles o que los movimientos se realicen
en otra dirección, incluso, a veces, en la dirección opuesta. El terapeuta debe seguir éste
o estos movimientos hasta encontrar la próxima barrera de la restricción. Una vez en
la nueva barrera, debe detenerse y mantener la misma fuerza de presión. Luego se
repite el procedimiento inicial y se espera hasta que se produzca la próxima liberación.
Se debe vencer, de esta manera, un mínimo de tres a seis barreras consecutivas (Barnes,
1990; Sandweiss, 2002). El tiempo de espera entre una liberación y la otra, entre el
vencimiento de una barrera y la otra, varía dependiendo del tipo, la profundidad y la
madurez de la restricción. Es posible que después de la tercera liberación el movimiento
se vuelva continuo, es decir, no habrá tiempo de espera en una barrera, sino que se
liberará una barrera tras otra de una manera fluida y continua. No hay un límite de
tiempo para la aplicación de las técnicas profundas. Como se mencionó anteriormente,
entre 3 y 5 minutos es el tiempo mínimo. Sin embargo, en algunas técnicas sostenidas
como, por ejemplo, la liberación del psoas o la técnica suboccipital, pueden pasar 45
minutos hasta que se produzca una liberación completa, siendo estos casos extremos.

2. PLANO TRANSVERSO
Las técnicas de planos transversos se aplican en los sitios en los que se encuentran las
estructuras miofasciales con un importante recorrido transverso. Estos lugares se
denominan planos transversos.
El tratamiento de los planos transversos sigue los principios de aplicación descritos en la
técnica de manos cruzadas. En la aplicación de la técnica de planos transversos cambia,
por supuesto, la posición de las manos del terapeuta.
Para la aplicación de la técnica de manos cruzadas, el terapeuta coloca la palma de
su mano no dominante debajo del cuerpo del paciente, sobre el lugar determinado. La
palma de la otra mano la coloca sobre el cuerpo del paciente, por encima de la otra
mano. Posteriormente, el terapeuta aplica una suave presión hacia la camilla con la
mano superior; el codo de la mano inferior deberá apoyarse sobre la camilla. La
presión, como se explicó en la técnica de manos cruzadas, debe llegar a la barrera y
detenerse en ella, esperando la liberación. El movimiento se presentará de una manera
espontánea después de unos 90 a 120 segundos. Por lo general, es un movimiento de
traslado o rotación. El movimiento se siente mucho mejor con la mano superior; sin
embargo, la mano inferior no se encuentra pasiva, sino que también participa en los
tratamientos. Por supuesto, dada su posición y aplastada por el peso del paciente, tiene
una capacidad limitada para moverse. Pero si nos imaginamos una pelota puesta
entre nuestras manos, aplastada por una de ellas y sostenida por la otra y acostada
sobre una mesa, entenderemos que el movimiento se siente en ambas manos, y por
tanto la participación de ambas es igualmente importante. Los movimientos siempre
son tridimensionales. La primera barrera de restricción se logra disolver con una
aplicación relativamente larga. Posteriormente, el paso entre una barrera y la otra
puede realizarse con cortas detenciones en las barreras consecutivas o a través de un
movimiento continuo. Con frecuencia se produce una especie de sensación de
hundimiento de la mano superior dentro del cuerpo del paciente. Al finalizar la técnica
se debe reducir la presión de una forma lenta y progresiva. El resto del procedimiento
es igual al explicado en la técnica de manos cruzadas.

3. TÉCNICA TELESCÓPICA
En la aplicación de la técnica telescópica, nos guiamos por la respuesta al estímulo del
estiramiento. Las técnicas telescópicas se realizan en las extremidades. Se puede aplicar
la técnica de una manera global (sobre toda la extremidad), o de una manera parcial,
sobre un segmento (por ejemplo, un dedo). La aplicación de la técnica está indicada
en situaciones de restricciones poco específicas con presencia de dolores dispersos en
diferentes partes de la extremidad, o en situaciones en las que la evaluación inicial de
las patologías miofasciales no lleva a un diagnóstico preciso, y también como una
técnica complementaria a las técnicas locales. En estas situaciones, es necesaria la
aplicación de un tratamiento global. El comportamiento del tejido durante la
aplicación de esta técnica permite realmente descubrir el lugar real de la lesión y, al
mismo tiempo, tratarlo.
Para aplicar la técnica, el terapeuta suspende con sus manos la extremidad a tratar y
lentamente inicia la aplicación de una suave tracción a lo largo del eje del cuerpo del
paciente. El terapeuta extiende sus codos y suspende el peso de su cuerpo sobre la
extremidad tratada; en ningún momento se debe aplicar una fuerte tracción. Es el peso
del cuerpo del terapeuta el que realiza la tracción, y no la fuerza de los músculos de
sus brazos. Solamente esta forma de aplicación permite al terapeuta percibir y facilitar
correctamente el proceso de liberación longitudinal telescópica. Aunque parezca que
es una técnica poco específica, su resultado sí es muy específico, ya que la liberación se
produce justo en el sitio de la restricción real.
Durante la aplicación de la técnica, puede producirse una elongación lenta y
progresiva, así como también un movimiento de salto repentino, a veces acompañado
por un sonido seco de desprendimiento. El paciente puede experimentar una sensación
de estiramiento o una repentina sensación de calor, que a veces está acompañada por
enrojecimiento de la piel: respuesta vasomotora (Barnes, 1990; Menheim, 2001). La
sensación de liberación de la restricción se puede percibir también como una especie
de onda.
El terapeuta debe esperar tres liberaciones telescópicas consecutivas. Después de
percibir la sensación de estas tres liberaciones, el terapeuta debe estar muy atento a
cualquier tipo de intención de movimiento de la extremidad. Se realiza el movimiento
de abducción acompañado por los movimientos complementarios de rotaciones,
consecuencia de los ajustes en todos los niveles articulares consecutivos (muñeca, codo,
hombro). Por lo general, el movimiento es progresivo, y entre la combinación de
abducción, rotaciones y flexión la extremidad avanza con él en dirección hacia la
abducción. El terapeuta no realiza el movimiento, sino que mantiene la tracción
constante, facilitándolo. Durante la aplicación de la técnica, el cuerpo del terapeuta se
comporta como un péndulo. El progreso del movimiento de abducción y flexión no
siempre se realiza de una manera directa. Es posible que el movimiento de abducción
se realice, por ejemplo, demasiado rápido, y el grado de flexión no sea el apropiado
para el avance del movimiento. El terapeuta debe detectar esta situación y permitir
que el tejido le lleve a un punto adecuado para realizar la corrección. El objetivo final
es realizar todo el movimiento de circunducción de la extremidad en la medida en que
las cualidades del tejido periarticular lo permitan. Por ejemplo, en presencia de
patologías del hombro, será imposible realizar el movimiento completo de
circunducción. La aplicación de la técnica finaliza al regresar al punto de partida y
colocar al brazo en posición neutra. Tratándose de la aplicación de una técnica
profunda, al finalizarla, el terapeuta debe proceder según las instrucciones descritas
para la técnica de manos cruzadas.

4. BALANCEO DBLA DURAMADRE


La aplicación de esta técnica es necesaria en las siguientes situaciones:
• Cuando observemos que el paciente, al estar acostado, está simétrico, pero que al
colocarse de pie, esta simetría desaparece.
• Cuando no haya una respuesta favorable después de la aplicación de las técnicas de
liberación miofascial o la respuesta sea muy débil.
• Cuando se puede obtener la liberación del sistema fascial, pero ésta desaparezca
instantáneamente al retirar las manos el terapeuta.
• Cuando, al realizar la técnica, el terapeuta perciba todavía una restricción, pero de
una difícil ubicación.
La técnica se puede realizar en tres posiciones diferentes:
1. Con el paciente acostado en decúbito lateral. El paciente está echado en la camilla
sobre cualquier lado. Para su comodidad, se le puede colocar una almohada debajo
de la cabeza y entre las rodillas. Las manos deben estar sueltas.
2. Con el paciente acostado en decúbito supino. El paciente está tumbado en la camilla
con las rodillas flexionadas. Para una mayor comodidad se puede colocar una
almohada debajo de la cabeza y debajo de sus rodillas.
3. Con el paciente sentado en la camilla. El paciente sentado con las manos sueltas
sobre los muslos.
La forma más común de aplicación de esta técnica es con el paciente acostado en
decúbito lateral. Para realizarla, el terapeuta se coloca al lado de la camilla, sentado
o de pie, colocando una de sus manos sobre el sacro y la otra sobre la base del cráneo.
Posteriormente, evalúa la elasticidad de la duramadre, observando la amplitud y la
sincronización del movimiento entre el sacro y el cráneo. Al detectar la dirección de la
restricción, trata de exagerar el movimiento en la dirección de la facilitación. Luego
reevalúa la amplitud del movimiento en ambas direcciones. Si es necesario, se debe
repetir todo el procedimiento hasta obtener una simetría completa.

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