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LA RUTA CRÍTICA DE LAS MUJERES AFECTADAS POR LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR EN AMÉRICA LATINA

RESUMEN Ruta Crítica: Marco Teórico-Conceptual

Este texto podría decirse que es una reescritura interprestativa e interpelativa a título personal de un material obtenido
de OPS (Organización Panamericana de la Salud) que se centra en la violencia contra las mujeres en el ámbito
intrafamiliar. Lo interesante de aquel trabajo fue la toma del concepto de “ruta crítica” aplicada a la temática que nos
ocupa y que permite realizar una observación eficiente de todas las circunstancias y actores que atraviesan el proceso
de cada una de las mujeres. Luego de la primera edición del taller me permití repensar este concepto en relación a la
violencia de género, entendida como aquella que se ejerce sobre grupos de identidades femeninas o feminizadas. No
nos vamos a ocupar en este trabajo acerca de la definición de mujer, sino que tomaremos el enfoque ofrecido por la
ley argentina de identidad de género, que incorpora dentro del vocablo “mujer” a toda persona que se identifique como
tal y lo haremos extensivo a las cuerpas feminizadas, o sea aquellas que dentro de la estructura social patriarcal
padecen opresión por no corresponderse con las características que en el imaginario social se atribuyen

Partimos de la premisa que la violencia intrafamiliar es un problema social de grandes dimensiones que afecta
sistemáticamente a importantes sectores de la población, especialmente a mujeres, niñas, niños, ancianas y ancianos.
Esta violencia tiene una direccionalidad clara: en la mayoría de los casos es ejercida por hombres contra mujeres y
niñas. Una forma endémica de la violencia intrafamiliar es el abuso de las mujeres por parte de su pareja. Las
manifestaciones de este tipo de violencia, también denominada “violencia doméstica”, incluyen la violencia física,
psicológica, sexual y patrimonial. Según estudios realizados en América Latina, entre un cuarto y más de la mitad de
las mujeres informan haber sido abusadas en algún momento por sus parejas.

VI. EL PROCESO DE LA RUTA CRITICA

La ruta crítica es un proceso que se construye a partir de la secuencia de decisiones tomadas y acciones ejecutadas
por las mujeres afectadas por la violencia intrafamiliar y las respuestas encontradas en su búsqueda de soluciones.
Este es un proceso iterativo constituido tanto por los factores impulsores e inhibidores relacionados con las mujeres
afectadas y las acciones emprendidas por éstas, como por la respuesta social encontrada, lo que a su vez se
convierte en una parte determinante de la ruta crítica. En ese sentido, con el concepto de ruta crítica se reconstruye la
lógica de las decisiones, acciones y reacciones de las mujeres afectadas, así como la de los factores que intervienen
en ese proceso. El inicio de la ruta crítica se puede considerar como el “romper el silencio” en relación con una
situación de violencia. Es decir, las mujeres afectadas inician su ruta crítica cuando deciden revelar esa situación a
una persona fuera de su ámbito doméstico o familiar inmediato, como un primer intento de buscar soluciones. Con
este concepto se parte del supuesto de que existen una serie de factores que impulsan o inhiben a una mujer a buscar
ayuda, entre ellos: la información, el conocimiento, sus percepciones y actitudes, los recursos disponibles, su
experiencia previa, la valoración sobre la situación y los apoyos u obstáculos encontrados. En ese sentido, la ruta
crítica describe las decisiones y acciones emprendidas por las mujeres y las respuestas encontradas tanto en su
ámbito familiar y comunal, como institucional. En el ámbito institucional, los factores de respuesta están asociados al
acceso, disponibilidad y calidad de los servicios, los cuales están determinados tanto por factores estructurales y
normativos, como por las representaciones sociales, actitudes y comportamientos de los prestatarios de los servicios.

Factores Impulsores Internos: Razones y Sentimientos

Una mujer involucrada en una relación de violencia desarrolla múltiples estrategias para sobrevivir. Algunas de estas
estrategias son callar, mantenerse pasiva y “tratar de no provocar.” En las zonas rurales, por ejemplo en Perú, las
mujeres recurren a personas cercanas, como padres o padrinos para que le “llamen la atención” al agresor. Cuando
las mujeres se dan cuenta de que estas estrategias son poco eficaces o no funcionan del todo porque el
comportamiento del agresor es antojadizo e impredecible, generalmente empiezan a desarrollar otras acciones de
búsqueda de ayuda. Este proceso de auto-convencimiento para salir a buscar ayuda muchas veces puede durar años.
Convencerse de que el agresor no va a cambiar y que la violencia no se va a terminar, por más estrategias personales
que se utilicen, es el primer paso que impulsa a muchas mujeres afectadas a buscar otras soluciones. Este primer
paso implica que las mujeres han vivido procesos de reflexión sobre las implicaciones de lo que viven, sobre la
relación y su destino, y han llegado al convencimiento de que los recursos personales de sobrevivencia se han
agotado. La ausencia de cambios, a pesar de los esfuerzos, es otro factor que termina imponiéndose. El enojo y el

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desamor también juegan un papel fundamental en esta etapa, ya que las mujeres necesitan distanciarse
emocionalmente del agresor para poder tomar otras medidas. En ese punto, muchas de ellas hacen un balance de su
situación que les da un saldo negativo, y la perspectiva de un futuro similar las impulsa a la acción.

Factores Impulsores Externos: La Fuerza del Contexto

La misma violencia que reciben las afectadas, en cualquiera de sus manifestaciones, es el principal factor impulsor
externo en la ruta crítica. Esto las ha motivado a emprender acciones cotidianas de supervivencia y a buscar
soluciones fuera del contexto familiar para enfrentar el problema. En general, el aumento de la violencia, o la aparición
de nuevas formas de agresión, la violencia sexual, la infidelidad, la posibilidad de perder bienes u otras expresiones
de la violencia patrimonial, como la negación del agresor de cubrir gastos familiares, motiva a las mujeres a iniciar una
ruta de búsqueda de ayuda. Muchas veces, estas formas de violencia llegan a manifestaciones extremas o se
construyen en espirales, por ello, las mujeres se sienten en peligro de muerte y se ven impulsadas a iniciar una ruta
crítica. Cuando las amenazas y violencia del agresor se extienden a los hijos e hijas o a otros miembros de la familia,
las mujeres también reaccionan airadamente. De hecho, la ruta crítica de muchas de las entrevistadas,
independientemente de su nacionalidad, grupo étnico o condición social, se inició como un intento de proteger a sus
hijos o hijas de la agresión. Evidentemente, los mandatos sobre la maternidad pesan mucho en este tipo de
decisiones.

El apoyo de personas cercanas también es un factor determinante que impulsa a las afectadas en sus procesos de
toma de decisiones y búsqueda de ayuda. El saber que cuentan con el respaldo de familiares, amigas o vecinas no
solo les proporciona fuerzas y empuje, sino también seguridad emocional, física y en algunos casos hasta económica.
Los factores económicos y materiales también han jugado un papel importante como impulsores para algunas
mujeres. El tener un trabajo, tener garantizada una casa, conseguir pensiones, o contar con apoyo económico familiar,
se convierten en importantes elementos que determinan muchas de las decisiones y acciones de las mujeres para
iniciar una ruta crítica y ponerle fin a una relación violenta. En general, el acceso a la información precisa ha sido un
elemento fundamental en el proceso de la ruta crítica de las mujeres. Las entrevistadas han obtenido esta información
en las campañas públicas y a través de los organismos de mujeres, públicos y privados. Es decir, raras veces esta
información ha sido provista por los prestatarios y prestatarias de otro tipo de instituciones. Desde la anterior
perspectiva, la información obtenida a través de las campañas públicas, y el apoyo y asesoría brindado por los
organismos de mujeres se constituyen en los principales factores impulsores externos relacionados con el ámbito
institucional. En general, con este estudio se determinó que las organizaciones de base de mujeres son muy
significativas en la ruta de muchas de ellas, ya que son espacios donde han sido escuchadas y apoyadas en sus
problemas y decisiones. En ese sentido, la visibilización y condena de la violencia desde las instituciones públicas, así
como los servicios de calidad que apoyan a las mujeres y les brindan información precisa, son elementos
fundamentales en su ruta crítica y en sus esfuerzos por vivir una vida libre de violencia.

Con los datos recolectados en los diez países se puede concluir, entonces, que los factores impulsores externos más
importantes son 1. la violencia misma ejercida contra las mujeres afectadas, lo que desata en ellas un impulso hacia la
sobrevivencia, 2.la violencia ejercida contra hijos e hijas u otros miembros de la familia, 3. el apoyo de personas
cercanas, condiciones económicas o materiales favorables, 4. la información precisa y 5. la existencia de servicios de
calidad que responden a las necesidades y expectativas de las afectadas.

Cuadro 2:​ FACTORES IMPULSORES

Factores Impulsores Internos ​Factores Impulsores Externos

-Convencimiento de que el agresor no -Apoyo de personas cercanas


va a cambiar. -Condiciones materiales y económicas con
-La violencia misma ejercida contra ellas posibilidad de proyectos a corto y mediano plazo.
-Convencimiento de que los recursos -Información precisa y servicios de calidad.
personales se han agotado

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-La violencia contra hijos e hijas


-Enojo y desamor
-Estado de saturación con la situación
-Ponerse metas y proyectos propios
-Información precisa y servicios de calidad.

FACTORES INHIBIDORES

Entender las razones que llevan a una mujer a permanecer en una relación violenta, a veces por años, y
sobreviviendo en condiciones emocionales y de integridad física precarias, es una de las claves para comprender la
complejidad del fenómeno de la violencia intrafamiliar. Los factores que mantienen a una mujer, aparentemente
inmovilizada, en estas situaciones, son múltiples. De hecho, muchos de los señalados como impulsores, en la sección
anterior, son también inhibidores para un número importante de las afectadas. Los factores inhibidores son todos
aquellos elementos que actúan negativamente sobre la decisión de iniciar o continuar una ruta crítica. Para efectos
operativos, también pueden clasificarse en internos y externos.

Factores Inhibidores Internos: Miedos, Culpas, Vergüenza y Amor

El miedo al agresor y a la violencia ejercida por éste son los factores inhibidores más importantes para las mujeres
que inician una ruta crítica, y aun para las que ya están inmersas en el proceso. El miedo que muchas veces las
inmoviliza no refleja una incapacidad para emprender acciones, sino una valoración real de la situación. Es decir, el
miedo tiene una base real que se sustenta en las amenazas de los agresores y su potencial para hacer daño, y en la
impunidad con la que responde la sociedad ante la violencia intrafamiliar.
De hecho, el miedo al agresor inhibe y aleja hasta a otras personas cercanas que en algún momento podrían brindarle
apoyo a las afectadas. Los agresores crean así un régimen de terror que se extiende más allá de las cuatro paredes
de su hogar.
Otros miedos que inhiben a las mujeres para actuar están relacionados con los mandatos de madre y esposa, y los
roles tradicionales de género. Es decir, las mujeres tienen miedo a dejar a los hijos sin padre, a separar a la familia, a
no poder enfrentar solas las responsabilidades del hogar y la provisión de alimento y seguridad a sus hijxs/personas
dependientes de ella, miedo a quedarse solas, a ser divorciadas, miedo a la censura de la familia, al escándalo, al
chisme y, sobre todo, miedo a lo desconocido y a los cambios que sus decisiones acarrearían. Los lazos de sangre y
la institución de la familia tienen un enorme peso simbólico en nuestra sociedad, sobre todo en las mujeres, y están
marcados por los mandatos del deber, el respeto, la obediencia y las obligaciones. En ese sentido, todos estos miedos
se originan cuando las mujeres afectadas sienten que sus posibles acciones para salir de la situación violenta
atentarían contra estos mandatos sociales sobre la familia y el matrimonio, que son fundantes de la identidad
femenina. Esto es especialmente cierto en las zonas rurales, donde las mujeres solas no son bien vistas y se las culpa
por no haber podido mantener una familia unida. Independientemente del país, la clase social o la pertenencia étnica,
estas representaciones sociales, fortalecidas también por algunas creencias religiosas que promueven la sumisión,
actúan como fuertes factores inhibidores para las afectadas. Merece la pena agregar que, aunque en otras formas,
este miedo se encuentra presente en mujeres con altos niveles educativos y profesionalmente exitosas, aunque se
manifiesta de formas diferentes. Creencias profundamente arraigadas como que las mujeres se quedan con el agresor
sólo por comodidad o interés económico, desplaza el eje de la mirada, ocultando la violencia que se ejerce sobre la
víctima, quien muchísimas veces no tiene control alguno sobre la situación.
Otro factor que detiene a las mujeres es la concepción de que lo que ocurre en la familia es privado. Esta institución,
así como la del matrimonio, ofrece una gran resistencia a la intervención externa, ya que está protegida por una
cultura que la valora como el espacio de la tranquilidad, de la intimidad o, como decía el sociólogo
estructural-funcionalista estadounidense, Talcott Parsons, “el paraíso en un mundo sin alma.” Desde esa perspectiva,
cuando el espacio de la familia se torna en un lugar violento, lo que ocurre con mucha frecuencia, las mujeres sienten

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vergüenza de mostrarlo hacia fuera y hasta llegan a sentirse responsables por no poder mantener la imagen
idealizada.
La manipulación del agresor y las dinámicas del ciclo de la violencia son factores que también mantienen a muchas
mujeres en una relación de agresión por años. En este ciclo, las mujeres no son capaces de distanciarse totalmente
en términos afectivos del agresor y continúan con la esperanza de que la situación cambiará. La dependencia
emocional, el amor por el agresor y la manipulación de éste hacen, entonces, que las mujeres se mantengan
expectantes, siempre a la espera de que el ciclo no vuelva a repetirse.
El desconocimiento de sus derechos y la falta de información es otro poderoso factor inhibidor para las afectadas.
Muchas mujeres desconocen incluso que la violencia que reciben al interior de sus familias es un delito que puede ser
castigado. La mayoría de las afectadas, sobre todo de las zonas rurales y de los países donde todavía no existe una
respuesta social positiva, tampoco tienen información sobre los servicios existentes o sobre los procedimientos y
trámites que deben realizar si deciden iniciar una ruta crítica.
Al igual que los factores impulsores, los factores inhibidores internos también se interrelacionan estrechamente con los
elementos contextuales y las presiones del medio que reciben las mujeres. Es decir, los factores inhibidores internos
se configuran y adquieren sentido como tales en una determinada realidad social y cultural.

Factores Inhibidores Externos​ :​ Presiones Familiares, Limitaciones Materiales e Ineficacia Institucional

La presión por parte de los hijos, hijas, madres y personas cercanas en general, es uno de los más importantes
factores que inhiben la decisión de las mujeres de iniciar una ruta crítica. En estas presiones adquieren una dimensión
concreta los mandatos sociales que las obligan a adscribirse a los roles tradicionales de género y a conformarse con
una situación de vida no deseada, sobre todo cuando la violencia tiene respaldo institucional. En muchas ocasiones, la
violencia es minimizada por estas personas cercanas o presentada como un destino ineludible.
Asimismo, las ideologías sobre la importancia de mantener unida a la familia a toda costa y del respeto al marido,
aunque la integridad física y emocional de las mujeres se vea en peligro, también se concretan en las presiones
ejercidas por las personas cercanas.
Los hijos e hijas muchas veces también se convierten en fuentes de presión para las afectadas. El mandato de la
maternidad en las mujeres no sólo es fuerte, sino que aún, pese a los avances, sigue llevando incorporada la
responsabilidad de “dar un padre” a sus hijos e hijas. También se sienten responsables por las consecuencias legales
de la violencia ejercida contra ellas, reforzando el sentimiento de culpa.
La inseguridad económica y la falta de recursos materiales también han jugado un papel importante en detener las
decisiones y acciones de muchas de las entrevistadas. De hecho, la mayoría de las informantes de esta investigación
carecían de autonomía económica, lo que ha sido un obstáculo cuando han querido buscar ayuda fuera de su ámbito
doméstico y familiar. Muchas también se ven imposibilitadas de dejar su casa y a sus maridos, ya que no cuentan con
ingresos mínimos para alimentar a sus familias o con alternativas habitacionales y, mucho menos, con recursos para
iniciar trámites legales.
Uno de los recursos más preciados para un número importante de las entrevistadas es la casa, pues este espacio es
el punto de partida para organizar y reorganizar la vida. La perspectiva de no tener un techo o recursos básicos para
la supervivencia desestimula los procesos de toma de decisiones de muchas de las afectadas. Es decir, las mujeres
saben que difícilmente conseguirán respaldo legal o institucional para garantizar el sustento de sus hijos e hijas, por lo
que el aporte del agresor al hogar, por limitado que sea, resulta imprescindible. Perder su espacio habitacional o los
aportes del marido las coloca en una condición muy precaria.
Finalmente, las inadecuadas respuestas institucionales se convierten en la pared y el laberinto que detiene a las
afectadas y las pierde en un mundo de complicados, y a veces antojadizos, trámites y procedimientos. Las
representaciones sociales y actitudes negativas de los prestatarios y prestatarias son parte integral de este mundo
que promueve la impunidad. La burocracia de las instituciones, la ineficacia policial, la falta de privacidad y
confidencialidad, sobre todo si acuden a los servicios de la comunidad, la información imprecisa, la mala orientación y
las presiones recibidas, la revictimización y el cobro por ciertos servicios, se convierten en poderosos factores
inhibidores para las afectadas. Algunas veces, estas dificultades institucionales pueden llegar a extremos como el de
una corregiduría de Panamá, en la cual el personal no le permitió el ingreso a una mujer en situación de emergencia

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porque llevaba a sus niños y estaba vistiendo shorts. En las zonas andinas, las afectadas además son discriminadas
en las instituciones por su condición étnica y cultural.
Después de algunos intentos, muchas mujeres desarrollan una gran desconfianza en el sistema institucional, lo que
las desestimula a continuar la ruta crítica. Las afectadas sienten que las leyes no las protegen, que hay corrupción,
que la policía se alía con los agresores y que las penas, si es que son impuestas, no son suficientes.
La limitada cobertura y los escasos recursos de las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales de
mujeres también han sido identificados como factores inhibidores, ya que estas instituciones son las que ofrecen los
mejores servicios, la mejor información, y las mejores posibilidades de asesoría y acompañamiento. En ese sentido, la
ausencia de estas organizaciones en muchas de las comunidades estudiadas produce un gran vacío de apoyo y
estímulo para las mujeres afectadas que desean iniciar una ruta de búsqueda de ayuda.

FACTORES INHIBIDORES

Factores Inhibidores Internos ​Factores Inhibidores Externos

- Miedos - Actitudes negativas de los prestatarios e


- Culpa inadecuadas respuestas institucionales
- Vergüenza - Limitada cobertura de las organizaciones
gubernamentales y no gubernamentales de mujeres
- Amor por el agresor
- Contextos sociales con historias de violencia
- Idea de que lo que ocurre al interior
de la familia es privado
- Manipulación del agresor y dinámicas del ciclo de la
violencia
- Desconocimiento de sus derechos y falta de
información.
- Inseguridad económica y falta de recursos
materiales.

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Lo que sucede cuando una mujer sin importancia denuncia a un hombre importante: ​Cosas que a lo mejor no
has pensado sobre el caso Woody Allen - ​Beatriz Gimeno

El abuso sexual contra niños y niñas es un crimen mucho más extendido de lo que parece. Posiblemente nos
quedaríamos pasmados si supiéramos cuántas mujeres de las que conocemos tienen recuerdos bloqueados o
dolorosamente conscientes de un padre, un abuelo, un hermano o un amigo de la familia que la daba besos un poco
más cerca de la boca de lo normal, de una mano que se posaba descuidadamente en el muslo y desde ahí subía
mucho más de lo que ella encontraba normal, o de episodios directa, brutal y claramente sexuales. O quizá no se
produciría ese pasmo que supongo; quizá se sepa y no importe, porque lo cierto es que el secreto ayuda a ignorarlo y
a no convertirlo en una preocupación social, tampoco personal. Mientras siga siendo un secreto seguirá estando,
naturalmente, muy extendido.

Las personas que han sido abusadas no lo cuentan porque nada invita a contarlo; porque toda la vida adulta de esa
persona, de esa mujer, se va a construir sobre la necesidad de olvidar; porque sienten vergüenza; porque saben que
nadie va a creerlas y que, por el contrario, las van a culpabilizar a ellas. Un sistema que se basa –entre otras muchas
cosas- en el privilegio sexual de los varones sobre mujeres y niños/as, ya se ha preocupado de que estos
comportamientos fueran, primero, hace tiempo, normales e irrelevantes; y cuando dejaron de ser considerados
normales, un secreto guardado bajo las llaves de la vergüenza y la culpabilidad...de la víctima.

Resulta que una gran parte de la intelectualidad izquierdosa ha salido en tromba a defender a Woody Allen como
salieron a defender a Polanski. Aducen una presunción de inocencia que es selectiva, puesto que no la usaron cuando
se trataba de condenar a los curas por abusar de los niños, por ejemplo. Y es que aquí no estamos hablando de
condenar judicialmente, eso lo dirá la ley, sino sólo de decidir de parte de quién nos ponemos o, al menos, de parte de
quien no nos ponemos. Se recalca mucho la necesidad de preservar la presunción de inocencia, olvidando que en los
casos de violación o abuso sexual la presunción de inocencia tiene que convertirse más bien en presunción de
credibilidad de la víctima ya que –no lo olvidemos- estos comportamientos se amparan muy frecuentemente en un
poderoso sistema de desacreditación social, legal, familiar...de aquella. Ha costado años, mucha injusticia y mucho
dolor, conseguir que se crea a las mujeres cuando denuncian una violación. Y es evidente que esta credibilidad sigue
siendo muy frágil, ya que parece depender de la calidad del violador. En todo caso, lo que está claro es que una mujer
que denuncia violación o abuso sexual siempre está expuesta a que su testimonio se ponga en duda; y contra eso –y
lo ha dicho también la ley- no hay otro remedio que instaurar la presunción de credibilidad.

Defender enfáticamente la presunción de inocencia de Woody Allen desde las páginas de un periódico, es decir,
cuando no se trata de resolver un caso judicial, sino de enfrentarse a una cuestión ética, es posicionarse claramente
en contra de quien dice ser víctima. Pedir pruebas en un delito en el que, por su propia naturaleza (si es un abuso a
un menor no suele emplearse la fuerza) no suele haberlas, sólo sirve para desacreditar el testimonio de la víctima. Y,
desde luego, nunca hay testigos. Este es un crimen sin testigos, así que siempre es la palabra de uno contra la de la
otra. Gracias a la lucha de las mujeres, del feminismo, poco a poco, la ley ha ido admitiendo que en estos casos hay
que creer las acusaciones porque son verosímiles y porque resulta tan costoso hacerlas que nadie las haría
gratuitamente. El viejo argumento de que la niña o el niño que denuncia "no distingue entre fantasía y realidad" ha
sido desacreditado. A ese argumento no le falta más que decir que estas niñas sueñan violaciones de su padre
porque, en realidad, están enamoradas de él. Freud, el gran patriarca, se esforzó toda su vida en creer y hacer creer
que los padres, en realidad, no violaban y que las niñas, en realidad, lo imaginaban porque lo deseaban. Así que,
finalmente, tranquilos, las violaciones no existen, los padres son buenos y las niñas unas putillas.

Yo no pido pena de muerte ni cadena perpetua para nadie, ni siquiera para los delincuentes sexuales. Admito la
posibilidad de perdón para todos los crímenes, también para los sexuales. No creo que se deba meter a ancianos en
la cárcel por hechos acaecidos muchos años atrás; creo en la posibilidad de reinserción para cualquier tipo de delito y,
por supuesto, también considero la posibilidad de que, en alguna ocasión, pueda condenarse a un inocente, lo que
hay que tratar de evitar. Pero también creo que el primer deber de una sociedad ante una denuncia por abuso sexual
en la infancia es creer a la víctima y no culpabilizarla, porque los números, la experiencia, lo que sabemos de la

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prevalencia de este delitos, nos indica que es muy posible que sea verdad. Hay muchas, muchísimas más violaciones
que no se castigan que denuncias falsas de violación; en una proporción incomparable.

Yo no sé, naturalmente, si Woody Allen violó a su hijastra o no. Pero la creo a ella. La creo porque creo que su
testimonio es lo suficientemente verosímil como para creerla; la creo porque en un caso de abusos sexuales en la
niñez hay que partir de que es muy difícil denunciar algo así y de que son muchos más los casos que quedan en el
secreto que los que se denuncian. La creo porque está demostrado que la inmensa mayoría de niñas y mujeres que
denuncian abusos y violaciones dicen la verdad. Y la creo porque ante una persona que cuenta una historia tan
terrible, lo difícil es no conmoverse y más si no tenemos ninguna razón para no hacerlo...excepto que él es un genio
del cine y ella no es nadie; sólo una mujer que dice que de niña fue violada por el genio del cine.

Y, sin embargo, nos encontramos con que muchos hombres de buena fe y supuestamente no machistas, que no
conocen a ninguno de los dos, son mucho más proclives a defender la inocencia de él que la verdad de ella; cuando
veo a estos hombres, compañeros míos de otras luchas, revolverse inquietos porque una mujer sin importancia
denuncia a un hombre importante por abuso sexual, cuando ves como buscan desacreditarla a ella y defenderle a él y
no gastan ni un segundo de su tiempo o ni una sola letra de sus artículos en defender la credibilidad de la víctima o de
tantas víctimas, o en sentir siquiera un poco de empatía por alguien que posiblemente haya sufrido una de las peores
cosas que le pueden pasar a una niña/o te das cuenta hasta qué punto los privilegios sexuales están interiorizados y
hasta qué punto la fratría masculina, para según qué cosas, sigue funcionando.

Lo peor es que no se trata de llevar a Woody Allen a la cárcel sin pruebas, esto no va de eso. Va de privilegios
sexuales, va de hombres que creen que pueden imponer su deseo a niños o niñas porque éstos no tienen ningún
poder y porque han aprendido que el cumplimiento de ese deseo es casi un derecho; de hombres que saben que la
niña no hablará porque desde muy pronto aprenderá que lo que le ha sucedido es vergonzoso y culpa suya; de
hombres que saben que si aun así ella habla, seguramente muchos años después, se dirá de ella que está loca y
varios médicos encontrarán que, efectivamente, está loca; va también de madres que intentan ayudar a sus hijas y
que entonces se encuentran con que se dice de ellas que sólo las mueve el afán de venganza contra esos hombres y
que han manipulado a esos niños. Esto va de patriarcado, de la importancia que la sociedad concede a los abusos
sexuales contra las niñas y niños, de cómo se considera a abusadores y víctimas y, por tanto, de la credibilidad que se
concede a los testimonios de éstas.

Por cierto que él encontrará –ya ha encontrado- intelectuales, políticos, personas poderosas que le defiendan. Seguirá
haciendo cine, le aplaudirán, seguirá siendo rico, famoso y teniendo una buena vida. Ella será dada de lado, la
llamarán mentirosa, la desacreditarán y bucearán en su familia para sacar trapos sucios. Si finalmente se sale con la
suya, y puede demostrar que fue violada, entonces será acusada de acabar con la carrera de un genio. Haga lo que
haga ella no despierta ninguna simpatía porque la percepción es que debería haberse callado. Incluso es posible que
ella llegue a arrepentirse de haber hecho pública la denuncia, lo cual demuestra lo perverso del sistema y la
correlación de fuerzas. Yo la creo.

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Las maltratadas silenciosas: un 13% de las muertas por violencia machista tienen más de 65 años
– No existen suficientes recursos públicos para acoger a estas víctimas, a las que lastra la dependencia afectiva
y económica
– A las afectadas les cuesta identificar y aceptar su situación y son las que menos denuncian a sus maridos
– Sus hijos e hijas son a menudo quienes les frenan a llevar el asunto a la Policía y dejar a su pareja

"Qué situaciones habría tenido que soportar para decir que en el psiquiátrico vivió los días más felices de su vida". La
reflexión la hace Carmen Sánchez Moro, socióloga, refiriéndose a una víctima de violencia machista. Pongamos que
se llama María. La mujer, septuagenaria, llevaba años, décadas, sufriendo malos tratos de su marido. Hasta que
decidió poner punto final a la historia. Llegó a planear matarlo y luego suicidarse, pero la culpa la invadió y estalló. Su
familia la llevó a un psiquiátrico. Y allí, encerrada, se sintió más libre que en casa con su esposo.
En lo que va de año, seis mujeres de más de 65 años han muerto a manos de sus parejas o exparejas. Representan
un 13,3% del total de asesinadas. Como en el resto de los grupos de edad, el alcance de la violencia de género, con
todas sus intensidades y caras, va mucho más allá de las víctimas mortales. Pero en el caso de las mujeres mayores,
la cifra de muertas es una punta diminuta del iceberg. No solo no denuncian a su agresor sino que, en la mayoría de
los casos, ni siquiera identifican el problema y continúan viviendo con él. La falta de datos sobre todas las distintas
formas de violencia de género en las mujeres mayores contribuye a invisibilizar un problema ya de por sí en la sombra
gracias a aquello de que los trapos sucios se lavan en casa.

Las víctimas mayores no denuncian

En general, la lucha contra la violencia machista tiene en la falta de denuncias su talón de Aquiles: solo el 31,8% de
las asesinadas en lo que va de año señalaron a su agresor. Pero en el caso de las mujeres mayores, este problema
es mucho mayor. "Denuncian infinitamente menos que las más jóvenes", destaca Teresa San Segundo, directora del
máster 'Malos tratos y violencia de género' y profesora de Derecho Civil en la UNED. "Han recibido educación para ser
abnegadas, sumisas –explica–, para aguantar el matrimonio toda la vida".

Además, han estado la mayor parte de sus días expuestas a la violencia, lo cual dificulta su salida. "Sufren un estrés
postraumático anquilosado y un síndrome de indefensión aprendida", especifica Sánchez Moro. Tras décadas de
convivencia, los episodios de violencia se suelen acentuar o bien salen de su latencia cuando el marido se jubila. Los
hijos, además, se han independizado. "Entonces, empieza el ciclo. El marido la aísla, controla sus salidas y sus
entradas, la ropa que se compra, si va a la peluquería, con quién se relaciona...".

La dependencia económica, coinciden las expertas, es otro de los obstáculos para que estas mujeres denuncien a sus
maridos. Cuidaron de sus hijos, de sus casas, de sus padres, de su suegros. Trabajaron de sol a sol pero nunca
cotizaron. No tienen, por tanto, una pensión que les dé libertad. Es precisamente su dependencia económica la que
lleva a sus hijos e hijas a no querer (o no poder) hacerse cargo de ellas cuando deciden dar el paso. "Si los hijos no
apoyan, es imposible que una mujer mayor deje atrás una vida de violencia", asegura San Segundo.
"¿Para qué vas a dar ese paso?". "Si lleváis tantos años juntos". "Pero ¿cómo te vas a separar de papá a estas
alturas?". Son frases que escuchan las mujeres afectadas y que, según relatan las expertas, son el factor
determinante para frenar que la mujer mayor dé el paso que tanto le ha costado decidir. "Mientras los padres estén
juntos, se cuidan mutuamente. Si no, los hijos deben cuidar por separado a ambos", critica la presidenta de la
Asociación de Mujeres por un Envejecimiento Saludable (AMES), Mariqueta Vázquez. "Así que el resultado de todo
esto es que la mujer duerme cada día con su maltratador. Eso se vive entre lágrimas y angustia", denuncia. Como la
relación continúa, es muy común que la mujer acabe cuidando de su marido cuando enferme.

Daphne Stop V.I.E.W.: un programa pionero

A ello hay que sumar que, con la edad, sus fuerzas flaquean y que la mayoría de las veces ni siquiera toman
conciencia del problema. "Están acostumbradas a un maltrato, no solo psicológico sino también en lo físico. La cultura
de sumisión, de perdón, les silencia", explica Julia Pérez, directora de la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF).
Esta organización implantó en España, con el apoyo de Carmen Sánchez Moro, el proyecto europeo Daphne Stop

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Violence Against Elderly Women, de la Unión Europea. "La violencia de género se había tocado pero en otros grupos
de edad. Descubrimos la falta de estadísticas específicas y la necesidad de mostrar este problema", explica Pérez.
"La realidad era poco conocida, pero se estimaba que debía de ser bastante frecuente y de mayor dimensión que en
otros grupos de edad", añade Sánchez Moro.

Se crearon grupos de trabajo, se formó a profesionales, se organizaron jornadas, se llevaron a cabo campañas de
sensibilización, y se conoció la realidad. La UNAF, a través de las organizaciones que la conforman, creó grupos de
apoyo. Una de estas asociaciones es AMES, que organizaba rutas por el campo con grupos de mujeres. A priori, no
eran víctimas de violencia machista. "Íbamos hablando de nuestras cosas, pero andando, en un entorno tranquilo, con
la ayuda de la monitora era como iban saliendo los problemas", recuerda Vázquez.

"Estos grupos tenían como base que ellas tomaran conciencia de su situación", explica Julia Pérez. "También hemos
aprendido que el tiempo de acompañamiento que necesitan las mujeres mayores con expertos y asociaciones son
más intensos que en personas más jóvenes. Se establecieron vínculos muy fuertes entre las psicólogas y las
víctimas", destaca Pérez. El proyecto finalizó en 2013. Aunque la UNAF intentó renovarlo, la Unión Europea establece
una rotación de forma que sean otros los países que lo vayan aplicando.

"Vivimos una involución tremenda"

En el caso de que la mujer decida dar el paso decisivo y dejar a su marido, los recursos públicos donde puede acudir
son escasos. San Segundo reclama como fundamental que, "además de crear recursos especializados para mujeres
mayores víctimas de maltrato, se dote a las instituciones de una perspectiva de género integral".

Mariqueta Vázquez asegura que "las casas de acogida no están hechas para mujeres mayores ni existen residencias
específicas para las víctimas de género". A su juicio, la situación para este colectivo ha empeorado en los últimos
años. "Vivimos una involución tremenda. Si antes la violencia de género en mujeres mayores ya no era visible, ahora
aún menos", insiste. Según argumenta, el recorte y la supresión de las subvenciones a las asociaciones que atendían
a este tipo de mujeres ha dejado la atención en testimonial, a través del voluntariado. Y denuncia: "Ahora se dan
ayudas a entidades religiosas que lo que aconsejan a las víctimas es "tienes que aguantar".

"Viven los últimos años de sus vidas con unas depresiones tremendas", explica Vázquez. Según insiste, también es
necesario poner el acento e investigar en cómo las situaciones dramáticas de su día a día acaban generándoles
enfermedades cardiovasculares. "Son, en cierta forma, llamadas de atención", defiende. Carmen Sánchez Moro
añade que, sin perspectiva de género, muchos de los síntomas que genera la violencia machista se confunden en
estas mujeres. "Acaban recibiendo tratamiento con antidepresivos y ansiolíticos, pero no se da con la situación que
tanto les cuesta aceptar y denunciar".

La violencia de género es uno más de los diferentes tipos de maltrato que sufren las mujeres mayores. Desde el
menosprecio de la familia, las sedaciones o las ataduras a sillas y camas en algunas residencias al maltrato por parte
de sus cuidadores... Los malos tratos a las personas mayores son más habituales de lo aceptable. En 2008, un
estudio del Centro Reina Sofía cuantificó que ellas representan el 66% del total.

Fuente: http://www.eldiario.es/sociedad/violencia-maltrato-sombra-mujeres-mayores_0_327917505.html

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Hombres asesinados y mentiras resucitadas, artículo de Miguel Lorente

Si a los hombres realmente les preocuparan los homicidios que sufren miles de hombres cada año en el
mundo, habrían hecho algo más a lo largo de la historia que recurrir a las guerras o a las manos ante cualquier
conflicto. No parece, pues, que sea esa su preocupación, ni tampoco parece que tengan mucho interés en cambiar las
circunstancias cuando, de forma mayoritaria, están ausentes en la promoción de la Igualdad y en la búsqueda de la
paz como elemento de convivencia, no como acuerdo o tratado tras una guerra.
Sin embargo, los hombres hablan hoy de la violencia que sufren, pero lo hacen, curiosamente, sólo de la que reciben
de las mujeres y, ¡oh casualidad!, manipulando los datos. Nada dicen los hombres posmachistas de la criminalidad
organizada, de las pandillas violentas, de los ajustes de cuentas entre bandas que restan vidas masculinas… todo
indica que más que las muertes de hombres lo que quieren poner de manifiesto es a las mujeres asesinas. Es como
una obsesión que les acompaña y que creen descubrir cada día al despertar, cuando es algo conocido y reconocido
históricamente como parte del “pack” de la “perversidad de las
mujeres” (​http://blogs.elpais.com/autopsia/2013/04/mujeres-asesinas.html​). Por eso, cada mañana cuando toman el
café y perciben ese sabor amargo en su paladar, también creen descubrir que hay denuncias falsas por violencia de
género, cuando también son conocidas y reconocidas, aunque no en la forma, bajo las circunstancias y en la cuantía
que ellos
dicen(​http://blogs.elpais.com/autopsia/2013/04/cantos-rodados-las-denuncias-falsas-y-sus-n%C3%BAmeros.html​).Qui
zás deberían poner más azúcar o sacarina a esos cafés matinales para dulcificar los reflujos de bilis que muchos
parecen padecer, en lugar de hacer trampas para tratar cambiar la realidad.
Esto de intentar hacer pasar lo blanco por negro, la noche por el día y el agua por vino, al final termina por embriagar
más a quien lo hace que a quien se dirige, hasta el punto de quedar en evidencia revestidos de datos de imitación
cuando creen ir vestidos con conocimiento de marca. Olvidan que los datos son como las letras, se pueden poner en
el orden que se quiera, pero ello no quiere decir que tengan algún significado, ni siquiera sentido.
El posmachismo (y por tanto los posmachistas y las posmachistas), tal y como hemos explicado en anteriores posts,
utilizan los datos para contar aquello que no se atreven a decir con palabras, para desviar la mirada de la realidad y
para retener la atención es esas estaciones de servicio propio. Buscan la confusión y escapar de una situación que los
ha dejado al descubierto, por eso se esconden en sus cuevas y se cuentan historias para reforzarse en la esperanza
de que quizás vuelvan esos tiempos pasados, que para ellos está claro que fueron mejores.
Una de esas historias, la que más pasión y seguidores concentra alrededor de la hoguera de su vanidad, es la de
los hombres asesinados por las mujeres con las que comparten una relación de pareja. Hablar demujeres asesinas ya
no es suficiente, ahora hay que hablar de hombres asesinados por mujeres. Los otros, la gran mayoría de los hombres
asesinados por otros hombres, no importan, parecen pensar que“​ellos se lo han buscado”​ o que “​ellos se lo han
encontrado”.

Veamos algunas de las cosas que dicen:


– Una de ellas es que los homicidios de hombres por mujeres no son contabilizados, muy propio de quien quiere darle
a su historia una carga de intencionalidad, puesto que de lo contrario podría parecer un error de los muchos que
vemos en estos días. La torpeza es tan grande que en sus propios argumentos presentan los datos donde sí aparecen
estos homicidios. Por ejemplo, una misma persona ha enviado por Twitter los dos gráficos que pongo a continuación
con tan sólo un par de días de diferencia. En uno dicen que no se contabilizan los homicidios de hombres, y se
detiene en 2008 porque no hay más datos, y en el otro (que él mismo envía) se observa que sí se contabilizan más
allá de ese año, llegando hasta 2011, último año disponible en los informes del CGPJ.

– Muy en relación con este argumento está la crítica a los organismos e Igualdad y a aquellos que tienen como objeto
de sus actuaciones actuar sobre la violencia que sufren las mujeres, recriminándoles que “no cuentan los homicidios
de los hombres”. El argumento es tan peregrino como criticar a la Dirección General de Tráfico por no contablizar los
accidentes laborales, cuando en ambos casos se trata de vidas humanas.
– Eso forma parte de la manipulación, pero como no es suficiente recurren a la mentira para resucitar sus
polémicas. Los hombres asesinados por su parejas sí se contabilizan, tal y como se puede comprobar en las
estadísticas del Observatorio del CGPJ destinado a la Violencia Doméstica y de
Género(​http://www.poderjudicial.es/cgpj/es/Temas/Violencia_domestica_y_de_genero/Actividad_del_Observatorio​).Y,

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por ejemplo, los hombres asesinados por sus mujeres fueron 2 en 2007, 5 en 2008, 9 en 2009, 6 en 2010 y 5 en 2011.
Un total de 27 en 5 años.
– Lo que no cuentan los posmachistas es que en esos mismos años se produjeron 5 homicidios de hombres por sus
parejas hombres. Un 15’6% de todos los homicidios de hombres del total en el contexto de las relaciones de pareja.
– Y como los números les salen muy bajos y de lo que se trata es de confundir, lo que hacen escontabilizar a todos los
hombres asesinados dentro de la violencia doméstica con independencia de quién es el autor. Y claro, para ello tienen
que ocultar que, tal y como refleja el informe del CGPJ de 2008,el 80’6% de los homicidios de hombres dentro de las
relaciones familiares o domésticas son cometidos por otros hombres, concretamente por padres que matan a hijos,
hijos que matan a padres, hermanos a hermanos… No por mujeres. Por lo tanto, cuando “deletrean” sus datos y
hablan de 15, 18… hombres asesinados por violencia doméstica, en realidad lo que están diciendo es que 13 , 16…
de esos hombres han sido asesinados por otros hombres. A pesar de ello insisten en la confusión y presentan todos
los hombres “asesinados por violencia doméstica” como si los hubieran matado sus mujeres.
– Al final, una vez que ya han presentado los escombros de la violencia que ejercen las mujeres, terminan
responsabilizando de todo a la Igualdad, a los organismos que la promocionan y a la Ley Integral, su fantasma más
temido. La cuestión es, ¿cómo una ley potencia los homicidios de los hombres sobre las mujeres?. Se supone que
debe ser que “ante la injusticia que supone una norma tan sesgada” muchos hombres se ven “atacados” y deciden
dirigirse directamente contra la fuente de sus males, que no puede ser otra que su mujer o exmujer, y quitarle la
vida. ¿Ese es el concepto de hombre que defienden?, ¿esa es la consideración que tienen de los hombres, personas
que ante un teórico problema razonan con la violencia en la mano hasta el punto de matar a la mujer con la que
comparten o han compartido una relación?… Yo no veo así a los hombres ni los considero de ese modo. Para mi los
hombres no son unos animales irracionales, como al parecer lo son para ellos.
Pueden comprobar cómo continúan en la endogamia de la mentira, por eso cada vez están más perdidos y sus
argumentos son más peregrinos. Y por ello intentan hacer suyos cualquier argumento crítico que desvele sus
manipulaciones. Un ejemplo lo hemos tenido estos días con el informe de la OMS sobre la prevalencia de la violencia
de género en todo el mundo. Sólo para la violencia física y sexual ha sido situada en el 30%, o lo que es lo mismo, 30
de cada 100 mujeres a lo largo de sus vidas sufrirán violencia física por parte de sus parejas hombres y agresiones
sexuales de otros hombres al relacionarse en sociedad. ¿Qué creen ustedes que han dicho?, ¿les preocupa que haya
tantos hombres violentos?… Pues no, y se han dedicado a decir lo de siempre, que las mujeres son muy malas, que
matan a hombres y a menores, que todas son vidas, que no hay que hacer diferencias entre las distintas violencias…
Es decir, que todo siga como hasta ahora, que el perdón se lleve la culpa, y que Dios dirá.
Como pueden ver la defensa de la masculinidad está construida sobre la mentira, una mentira que ponen en boca de
las mujeres para callarlas, pero que está en la estrategia de estos hombres salvadores de una masculinidad
caducada.
La resistencia a la Igualdad es inútil, ésta se conseguirá como antes se hizo con la Libertad, con la Justicia, con la
Dignidad… a pesar de que hubo quienes defendieron y lucharon por mantener la esclavitud, los privilegios y la
discriminación. Los hombres que crean que deben desarrollarse medidas específicas contra la violencia que sufren o
que vean necesaria cualquier otra iniciativa están en su derecho y me parece perfecto que lo reivindiquen, pero se
equivocan si buscan hacerlo atacando a las medidas dirigidas a corregir la desigualdad y a erradicar la violencia de
género. Lo mismo que se equivocan si tratan de igualar las diferentes violencias por su resultado, pues lo que
demuestran es que no tienen interés en abordar las causas y el origen que son las que están instaladas en la
desigualdad y en los privilegios que muchos aún disfrutan.
A nadie se le ocurriría decir que el tratamiento de una hepatitis infecciosa debe ser igual que el de una hepatitis tóxica,
bajo el argumento de que las dos son “procesos inflamatorios del hígado”… Bueno, quizás a un posmachista sí.
Miguel Lorente Acosta . Aunque parezca extraño, soy Médico Forense, también Profesor de Medicina Legal de
la Universidad de Granada, Especialista en Medicina Legal y Forense, y Máster en Bioética y Derecho Médico. He
trabajado en el análisis del ADN en identificación humana, el análisis forense de la Sábana Santa, y en el estudio de la
violencia, de manera muy especial de la violencia de género, circunstancia que llevó a que me nombraran Delegado
del Gobierno para la Violencia de Género en el Ministerio de Igualdad.

Fuente: http://nomasvg.com/articulos/hombres-asesinados-y-mentiras-resucitadas-articulo-de-miguel-lorente/

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EL MUNDO AL REVÉS
—Buenos días, señora, vengo por lo del trabajo que ofrecen
—Buenos días –dice la encargada de personal
– Siéntese. ¿Cómo se llama usted?
—Juan...
—¿Señor o señorito?
—Señor, porque soy casado.
—Déme su nombre completo, por favor.
—Juan de Dios Pérez de Rodríguez.
—Debo informarle, señor de Rodríguez, que esta empresa prefiere, hasta donde sea posible, no contratar hombres
casados, porque usted sabe, tienen el problema de que se incapacitan mucho por paternidad. No estamos en contra
de que las parejas jóvenes tengan hijos, pero los trabajadores que tienen niños pequeños faltan mucho al trabajo
cuando se enferman o cuando no tienen quién se los cuide. Usted sabe, cuando faltan se producen muchos
problemas en la empresa.
—Yo la entiendo, señora, pero ya tenemos dos niños y no pensamos tener más.
—El señor de Rodríguez baja la cabeza y dice en voz baja-. Yo estoy tomando la píldora y pienso operarme para no
embarazar a mi mujer.
—Muy bien, continuemos entonces. ¿Qué estudios tiene usted?
—Tengo el certificado de estudios primarios y llegué hasta el cuarto año de educación secundaria. Yo hubiera querido
terminar el bachillerato, pero en mi familia éramos cuatro y mis papás decidieron que era más importante que las
mujeres estudiaran, lo que es muy normal. Tengo una hermana mecánica y otra que es técnica en producción porcina.

- ¿En qué ha trabajado usted en los últimos dos años?


—Pues casi que sólo sustituciones, usted sabe, trabajos temporales, porque así era más fácil cuidar de los niños
mientras eran pequeños.
—¿Y en qué trabaja su esposa?
—Ella es administradora de la Finca El Manantial.
—Volvamos a usted. Cuénteme cuánto pretende ganar si le damos el puesto.
—Pues…
—Evidentemente, con un puesto como el que tiene su esposa y su deseo de ayudar económicamente, lo que usted
desea es un sueldo que complemente lo que ella gana. Usted sabe, ganar un poco de dinero para sus gastos
personales y no tener que estar pidiendo todo el tiempo, y además ayudar con la educación de los niños y tener un
dinero para arreglos de la casa, comprar muebles y todas esas cosas de la casa que les preocupa a ustedes los
hombres. Le podemos ofrecer (indicar una suma equivalente a lo que gana una oficinista en ese país), para empezar,
seguro social y una bonificación al final del año si usted no falta al trabajo. Tuvimos que establecer este incentivo para
conseguir que el personal masculino no falte por tonterías.
Hemos logrado reducir el ausentismo a la mitad.
¿Cuántos años tienen sus hijos?
—La niña tiene seis y el varón cuatro. Los dos van a la escuela. Los recojo por la tarde cuando salgo del trabajo, antes
de hacer el mercado.
—Y si se enferman, ¿tiene usted quién se los cuide?
—Sí, su abuelo que vive cerca de nosotros.
—Muy bien, gracias señor de Rodríguez. Le estaremos comunicando nuestra respuesta al final de la semana.
El señor de Rodríguez salió de la oficina muy alegre, pensando que había causado una buena impresión en la
encargada de personal. La encargada de personal se fijó en él cuando salía. Vio que tenía las piernas cortas, y que
estaba un poco pasado de peso. Además, apenas tenía pelo en la cabeza. Ella pensó: “Qué va, la jefa de producción
detesta a los calvos”. Recordó que le dijo que para el puesto de oficinista se quiere una persona guapa, de buena

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presentación, alta y ojalá rubia.


Además... eso de tener niños tan pequeños...
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Juan de Dios Pérez, señor de Rodríguez, recibió al final de la semana una comunicación que empezaba así:
“Lamentamos no poderle ofrecer...”.
Extraído de la Guía Metodológica Acceso a la Justicia y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres. Cladem.,
Perú, 2014.

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