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que la bruja
Este libro convincente y polémico formula una tesis asombrosa: que
muchas de las distorsiones y confusiones de la vida adulta tienen sus
raices en el miedo infantil a que nuestros padres nos maten y en la convic¬
ción de que nuestras vidas dependen de que ganemos su amor.
Imim im
En «Para que la bruja no me coma», Dorothy Bloch se basa en veinticin¬ Jf
co años de práctica psicoanalítica. Su libro es a la vez un resumen de su
sxperiencia como terapeuta y una revelación de lo que ha aprendido
acerca del funcionamiento interno de la mente humana.
USUI
Dorothy Bloch cree que el miedo al infanticidio, que tiene su origen en
a vulnerabilidad en nuestra primera infancia, se mezcla más tarde con el
censamiento mágico que nos lleva en la niñez a culparnos por cualquier
techo desgraciado que suceda en nuestro entorno y por tanto a antici-
y
camos al castigo. Para sentirse seguro, el niño recurre habitualmente al
autoengaño y la fantasía como medidas defensivas. El terror y la rabia son
tesplazaáos hacia monstruos y otras criaturas imaginarias, preservando
así la creencia (o esperanza) indispensable de que los padres son (o se¬
los niños
an) cariñosos.
Desgraciadamente, la fantasía de un yo devaluado que acompaña a la
Realización de los padres no se desvanece por lo general en la niñez, sino
iue, desde su escondrijo en el inconsciente, causa a menudo estragos en
a vida de los adultos. Las ramificaciones de este proceso pueden ser
:omplejas y devastadoras, como pone de manifiesto la autora a través
le sus conmovedores y dramáticos relatos de encuentros terapéuticos
:on niños y adultos. Como también demuestra Dorothy Bloch, el tratamlen-
d psicoanalitico puede ser muy eficaz para resolver los problemas emo-
ionales resultantes.
iorothy Bloch es psicólogo diplomada y psicoanalista y ejerce privada-
nente en la ciudad de Nueva York. Durante los últimos veinticinco años ha
atado a pacientes de una edad comprendida entre los dos años y me¬
llo y los sesenta y ocho, y de este modo ha podido aprender muchas co¬
as de primera mano acerca de los orígenes y las funciones de las fanta-
ias de la primera infancia y su posterior destino en el inconsciente de los
idultos. También ha participado activamente en la formación de tera-

bloch
eutas en la National Psychological Association for Psychoanalysis, el
lanhattan Center for Advanced Psychoanalytic Studies y su propio con-
jltorio privado.
Psicología
y
Etología
Traducción de «PARA QUE LA BRUJA
M." Dolores llera Chocan NO ME COMA»

Fantasía y miedo de los niños


y al infanticidio

por

DOROTHY BLOCH

siglo veintiunc
ysQ editores
grupo editorial INDICE
siglo veintiuno
siglo xxi editores, méxico
.
CEHBO OB. GUft 243, R> ERO DE TEHFEROS, 04310 ! 16«00. DF
wv.w.sigloxx¡editG,ÿ3.oom.™
siglo xxi editores, argentina
GUATíMAU, 4824. C1425BUP. BUENOS AIRES. ARGENTINA
wv-v1.sigla 4ieditores.com,ar

anthropos editorial
LEPANT 241 -243. 08013 BARCELONA. ESPASA
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Prefacio ix
Introducción: Fantasía y miedo de los niños al infanticidio' 1

PRIMERA PARTE
INFANCIA

1. «NO ME GUSTA PENSAR QUE SOY UNA JIRAFA»: LA FANTASIA DE


UNA NIÑA DE TRES AÑOS tf
2. SUPERRATON: NACIMIENTO Y MUERTE DE UNA FANTASIA DEFEN-
SIVA 42
3. CUATRO NIÑOS QUE INSISTIAN EN QUE PERTENECIAN AL SEXO
CONTRARIO 50
4. «NO SALI DEL VIENTRE DE MI MADRE»: UNA FANTASIA OUE TAR-
DO TRES AÑOS EN RESOLVERSE
primera edición en español, 1985 72
undécima reimpresión, 2015 5. LA FANTASIA DEL «PERRO QUE NO MERECIA SER UNA NIÑA» 94
© siglo xxi de españa editores, s.a. 6. LA INHIBICION DE LA FANTASIA Y LA PREDISPOSICION A MATAR 110
en coedición con 7. LA INHIBICION DE LA FANTASIA: UN CASO DE AUTISMO INFANTIL 130
© siglo xxi editores, s.a. de c.v.
isbn 978-968-23-1366-0
SEGUNDA PARTE
primera edición en inglés, 1978
AÑOS POSTERIORES
© dorothy bloch, 1978
título original: "so the witch won't eat me" .fantasy
and the child's fear of infanticide 8. NIÑO DESPRECIABLE Y PADRE NOBLE 145
9. LA NECESIDAD DE UNA IMAGEN DISTORSIONADA DE LOS PADRES 167
derechos reservados conforme a la ley 10. LA FANTASIA INCONSCIENTE DE UN NIÑO ABANDONADO 179
impreso en mujica impresor, s.a. de c.v. 11. LA OBSESION DE UNA NIÑA POR CASARSE CON SU PADRE 196
camelia núm. 4 12. LA PERSISTENCIA DE LAS FANTASIAS INFANTILES EN LA VIDA
col. el manto, iztapalapa ADULTA 215
.13. EL MIEDO, LA FANTASIA Y LA ESPERANZA DE SER AMADO 237
14. HACIA UNA SOCIEDAD MADURA 249
Dedico este libro a mis pacientes,
fuente constante de conocimiento e inspiración.
PREFACIO


Aunque este libró es una desviación yo preferiría llamarlo
una extensión— del pensamiento de Freud, me gustaría ex¬
presar mi deuda hacia él por haber contribuido tan extraor¬
dinariamente a mi inspiración. Por mucho que nos desvie¬
mos de sus teorías, sus conceptos dan impulso y sirven de
trampolín para la exploración de nuevas áreas. Desarrollan¬
do sus teorías y usando los instrumentos que nos ha legado,
seguimos sencillamente el ejemplo que tan admirablemente
nos dio con sus brillantes esfuerzos por comprender la psi¬
que humana.
t Mi búsqueda de una teoría consistente de lo que llama¬
mos «enfermedad emocional» y mi creciente reconocimiento
del papel que la violencia tiene en su origen, adquirieron
una repentina nitidez hace unos quince años, cuando el doc¬
tor Hyman Spotnitz llamó mi atención sobre el hecho de que
Freud, en su teoría del complejo de Edipo, había omitido el
intento de los padres de matar a Edipo. Estoy en deuda con
el doctor Spotnitz por la gran conmoción intelectual que es¬
to me produjo y por su continuo interés y aliento. Su propia
desviación de las teorías de Freud acerca del tratamiento in¬
siste en la importancia primordial de sacar a relucir los sen¬
timientos agresivos de los pacientes, lo cual ha hecho posi¬
ble el tratamiento de pacientes esquizofrénicos con un feliz
resultado y me ha sido de un valor incalculable para tratar a
mis pacientes. También estoy en deuda con él por su ayuda a
la hora de formular las diferencias entre la fantasía y la
identidad homosexual en el capítulo 3, por haber leído este
manuscrito, y por su insistencia, que llevó a la redacción del
capítulo 13 y a la elaboración de la dinámica de diversas fan¬
tasías. Sin embargo, la responsabilidad de los conceptos que
han desembocado finalmente en este libro es enteramente
mía.
X Prefacio INTRODUCCION:
Quiero agradecer a Psychoanalytic Review el permiso pa¬ FANTASIA Y MIEDO DE LOS NIÑOS AL INFANTICIDIO
ra reeditar importantes pasajes de diversos capítulos publi¬
cados originalmente en esa revista, y a Modern Psychoanaly¬
sis el permiso para reeditar el capítulo 7. Doy también las
gracias a Marie Coleman Nelson y a Murray H. Sherman, di¬
rectores de Psichoanalytic Review, por haber leído y comen¬
tado este manuscrito.
También estoy muy agradecida a Mary Wolman, psicólo-
ga infantil y buena amiga, de quien siempre pude esperar
una respuesta sensible y un continuo interés por la evolu¬
Si alguien hubiera sugerido, cuando empecé mi carrera psi-
ción de mis ideas; a Frances Tenenbaum, que facilitó el ca¬
coanalítica hace unos veinticinco años, que mis pacientes te¬
mino de este libro; a todos aquellos amigos cuyo apoyo entu¬
merían que yo —o sus padres— pudieran matarles, creo que
siasta ha sido un recurso omnipresente, y en particular a hubiera reaccionado con sobresalto. Incluso lo hubiera re¬
Yuri Suhl, por su amistosa y generosa ayuda. chazado como una pesadilla. ¿Que el miedo al infanticidio
Y, finalmente, a mi editor, David Harris, cuyas sugeren¬ pudiera ser su principal preocupación? Absurdo.
cias han mejorado este trabajo y cuyo entusiasmo y preocu¬ Sin embargo, después de que, uno tras otro, los niños me
pación han contribuido a facilitar ese último esfuerzo nece¬
admitieran en su mundo de fantasía, he presenciado un mie¬
sario para transformar un manuscrito en un libro. do a ser asesinado que únicamente variaba de intensidad.
Dorothy Bloch
Aunque en pacientes adultos estaba profundamente enterra¬
do en el subconsciente, descubrí que en los niños estaba nor¬
Nueva York, abril de 1978 malmente muy en la superficie. Casi invariablemente me in¬
formaban, a menudo en su primera visita, de lo que ellos ex¬
perimentaban como una vida en precario. Una niña de cua¬
tro años y medio, cuyo terror llegué a conocer con gran deta¬
lle, me anunció solemnemente que sus dibujos se titulaban
«Ciudad peligrosa» y «Cielo peligroso». Un niño de seis años
estaba demasiado ocupado mirando a las nubes con temor
de que se «derrumbaran» para poder jugar. Otro de cinco
años, pálido y serio, me confió que tenía dos lápices en los
ojos que en caso de necesidad saldrían disparados. Cuando
casualmente comenté con otro niño de seis años que había
notado su cuidado de sentarse en la mesa siempre en el lado
contrarío al mío, respondió con una risa histérica: «Para que
la bruja no me coma».
Hasta que empecé a tratar a niños, mis conocimientos de
las fantasías no iban mucho más allá de su función de satis¬
facer unos deseos. Generalmente pensamos que las fantasías
son una complacencia de la imaginación. La sola mención de
la palabra evoca con frecuencia placeres recordados o delei¬
tes anticipados. Superar el aburrimiento del momento y en-
2 Dorothy Bloch Introducción 3

trar en un mundo de voluptuoso encantamiento, dejar atrás cabe ninguna duda, por mis observaciones analíticas, de que
nuestras limitaciones y ponernos un manto de poderes infi¬ las identidades que se ocultan detrás de esas figuras imagi¬
nitos: todo esto lo asociamos habitualmente con la fantasía. narias y terroríficas son los propios padres, ni de que esas
Nuestro concepto coincide con su descripción por Freud co¬ formas horribles de alguna manera reflejan los rasgos de su
mo «gratificación imaginaria de deseos eróticos grandiosos padre o su madre, por distorsionada o fantástica que pueda
y ambiciosos», como una especie de «parque natural» donde ser la semejanza [...]».
«todo puede crecer y desplegarse a voluntad»'. Las implicaciones del terror en esas fantasías eran tan di¬
El «parque natural» que yo encontré durante el trata¬ fíciles de afrontar y definir explícitamente en lo años treinta
miento de los niños analizado en los capítulos siguientes te¬ como lo siguen siendo ahora, con ligeras modificaciones. To¬
nía poco que ver con los «deseos eróticos» o el placer. Abun¬ davía resuena la pregunta con que concluía su descripción:
daban las bestias de apariencia terrorífica, las brujas crue¬ «¿Cómo es posible que el niño cree una imagen tan fantástica
les y los monstruos que perseguían a sus víctimas salvaje¬ de sus padres, una imagen tan alejada de la realidad?»2.
mente. En esos terrenos el aire vibraba con el ra-ta-ta-ta de En un principio, al abordar esta cuestión, como muchos
las metralletas, los ahorcados que colgaban de los árboles y analistas novatos, centré mi atención en los padres. ¿Qué ti¬
los ríos de sangre. «¿Me quieres ayudar a correr? El mons¬ po de monstruos eran? Aunque entendía las tensiones y pre¬
truo nos persigue», fue la forma en que Ellie, de tres años y siones que determinaban muy a menudo su estado de ánimo,
medio, introdujo una fantasía que duró más de un año. Un sólo cuando dirigí mi atención a los niños encontré la res¬
niño de cuatro años y medio me informaba continuamente puesta. La primera ruptura fue provocada por dos pacientes
de que «un ladrón está intentando derribar el Empire State que estaban convencidos no sólo de que sus padres querían
Building». Fui introducida por un niño de cinco años en el matarles sino de que realmente lo harían. Después de exami¬
asesinato de multitudes mediante una rutina en la que inevi¬ nar los factores que producían esa impresión, descubrí que
tablemente acabábamos tirando los cuerpos imaginarios por en ambos casos habían estado expuestos a un grado de ame¬
el tejado y después limpiándonos «la sangre y suciedad de nazas mayor de lo normal. Sin embargo, era evidente que no
las manos». He pasado muchas sesiones en las que era asesi¬ estaban en peligro. Su firme creencia de que sus vidas esta¬
nada y resucitada únicamente para poder ser asesinada de ban en peligro, sin embargo, me hizo estudiar el alcance del
nuevo. miedo expresado en sus fantasías y sopesar las razones que
En casi todos los casos, la fantasía representaba un inten¬ podían explicar estas diferencias. Concluí que los niños es¬
to del niño de defenderse contra el miedo a ser asesinado. tán umversalmente predispuestos al miedo al infanticidio
Quizás nadie haya descrito mejor el miedo que encierran las por el estadio de su desarrollo físico o psicológico y que la in¬
fantasías de los niños que Melanie Klein, una de las prime¬ tensidad del miedo depende de la incidencia de sucesos trau¬
ras analistas infantiles, quien escribió: «Estamos acostum¬ máticos y del grado de violencia y cariño que hayan experi¬
brados a ver el terror de los niños a ser devorados, o corta¬ mentado.
dos, o hechos trozos, o su terror a ser rodeados y persegui¬ Después de haber llegado a esta conclusión, nada era más
dos, por f iguras amenazantes como un componente normal de obvio. ¿Por qué no se me había ocurrido antes? Cuando co¬
su vida mental [...]». menté esto con otros adultos, se sorprendieron en un princi¬
Ella tenía claro el origen de ese miedo y decía: «No me pio, pero lo aceptaron inmediatamente. ¿Por qué no han de

1 Sigmund Freud, «The relation of the


poet to day-dreaming», en Collec¬ 2 Melanie Klein, «The early development of conscience in the child»
ted papers, vol. 4, Londres, Hogart Press, 1925 [«EI poeta y los sueños diur¬ (1933). en Contributions to psychoanalysis, 1921-1945, Nueva York, McGraw-
nos», en Obras completas, vol. u, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973].
Hill, 1964.
4 Dorothy Bloch
Introducción 5

tener miedo los niños a ser matados? Para empezar, conside¬ En aquellos casos en que la ilusión de poseer poderes má¬
remos su tamaño. ¿Hay alguien más «matable»? Nacer pe¬ gicos es disipada naturalmente por la realidad y por las ex¬
queño e indefenso en un mundo donde hasta los ratones tie¬
periencias dentro de unos límites normales y en que el mun¬
nen la ventaja de la movilidad es sin duda sentirse a merced
do del niño se mantiene relativamente estable, a salvo de
de cualquier ser viviente. El hecho de que los adultos parez¬ acontecimientos traumáticos y excesivas frustraciones, o
can haber borrado de su conciencia la idea de que los niños cantidades de rabia, es posible que escape comparativamen¬
lo saben y se sienten a menudo preocupados por sus miedos te intacto. Desgraciadamente es raro que así sea. Su senti¬
puede ser, simplemente, un reflejo de su necesidad de olvi¬ miento de omnipotencia puede verse reforzado tanto por
dar su propia infancia. De lo contrario no podrían escapar a una incapacidad de fijar límites como por una excesiva re¬
la conclusión, fácilmente deducible de una observación in¬ presión o por un desequilibrio en las relaciones familiares.
cluso superficial, ele que los niños se dan pronto cuenta de En las familias donde el padre del mismo sexo está frecuen¬
su vulnerabilidad y dependencia de la voluntad de los padres te o permanentemente ausente y donde el niño se siente el
para vivir. Que el miedo resultante puede convertirse en un preferido de uno de los padres, puede llegar a desarrollar un
factor esencial de las defensas que crean para sentirse segu¬ sentido erróneo de sus poderes y de su relación con el mun¬
ros es algo que se desprende con claridad del estudio de esas do.
defensas. Es difícil medir las peligrosas consecuencias de la confu¬
El tamaño del niño no sólo le expone a ser atacado, sino sión resultante del niño. Sus sentimientos de omnipotencia
que también determina lo que es capaz de absorber del mun¬ le pueden llevar a esperar que las cosas se hagan sin esfuer¬
do exterior. Aunque ahora tenemos una idea más o menos zo o quizás a inhibirse para evitar descubrir sus limitaciones
precisa de sus necesidades físicas, estamos menos informa¬ y arriesgarse a un fracaso. También puede renunciar a unos
dos acerca de su capacidad emocional. En contra de la opi¬ objetivos posibles en favor de unos proyectos grandiosos in¬
nión de los que defienden los programas actuales de televi¬ conscientemente concebidos para establecer su control abso¬
sión, ya sea el niño el destinatario o un mero testigo, su ca¬ luto. Las inevitables frustraciones pueden producir una pro¬
pacidad de acomodar la violencia o los sentimientos violen¬ funda insatisfacción con ellos mismos, ahogando la creativi¬
tos es muy limitada. dad o llevándolos a realizaciones cada vez más amplias que
Un obstáculo igualmente importante es el tipo de pensa¬ raramente satisfacen sus objetivos inconscientes.
miento de los niños que salen de la primera infancia. La pa¬ Debido a su idea de que sus pensamientos, deseos y senti¬
labra «mágico» ha sido usada para describirlo y refleja la mientos tienen una naturaleza mágica, el niño puede tam¬
impresión que los niños tienen de que sus pensamientos, de¬ bién sentirse responsable de una gama extraordinaria de su¬
seos y sentimientos están dotados de un poder misterioso. cesos infaustos. ¿Hay una muerte en la familia? El es el ase¬
Puesto que desde la cuna aparentemente pone en movimien¬ sino. ¿Un accidente?: El es el autor secreto. ¿Una enferme¬
to a los supuestos gigantes de su alrededor sin necesidad de dad?: El es el agente. Su «maldad» hace que su madre le deje

hablar, ¿cómo si no explicar la considerable y frecuente¬ para ir a trabajar, o que desee tener otro hijo, y lleva a su pa¬
mente no solicitada — atención a sus necesidades? La tesis
de q\ie el niño equipara los pensamientos, deseos y senti¬
dre a ausentarse por viajes de negocios. El niño puede sentir¬
se automáticamente culpable de cada disputa y autor de ca¬
mientos a los hechos está corroborada no sólo por la forma da desastre, ya sea éste la desavenencia entre los padres, la
de actuar en los niños tratados por mí, sino también por la separación o el divorcio.
siempre asombrosa suposición de muchos de mis pacientes
La chispa que inicia esta predisposición a la culpa, con su
adultos de que conozco sus pensamientos y deseos antes de
consiguiente expectativa de castigo, parece ser el propio sen¬
que ellos los hayan expuesto.
timiento de cólera del niño. Sus sentimientos agresivos están
Dorothy Bloch Iniroducción 7
6

rie de defensas para protegerse. Si estos factores fueran el


prohibidos no solamente porque sus padres los pueden con¬
denar, sino también por el poder devastador que el niño les único problema, la tarea del niño sería relativamente fácil.
Su necesidad de defensas se mezcla, sin embargo, con su ine¬
confiere. Si pensar, sentir y desear equivale a actuar, el niño
puede comprensiblemente medir la magnitud de la amenaza vitable respuesta violenta a la violencia o a los sentimientos
y deseos violentos de sus padres.
que él piensa que representa por la intensidad del carácter
destructivo de su mundo interior. Cuanto más irritado está, Para que esta respuesta tenga lugar no hace falta que el
niño sea el blanco directo de la violencia. Con los niños que
más peligroso piensa que es y mayor es su miedo a ser casti¬
yo he tratado, era suficiente que los padres cometieran actos
gado. Achaca estos poderes tanto a su sentimientos como a
violentos de cualquier tipo o se mostraran frecuentemente
los de sus padres. Cuando estos están continuamente enfada¬
violentos, no hacia él, sino entre sí o hacia otros niños e in¬
dos o cuando actúan a resultas de su enfado, el niño puede cluso hacia animales, o que permitieran que otros niños ac¬
temer lo peor.
tuaran con violencia contra otros más indefensos sin ser cas¬
El que lo sentimientos sean la mayor preocupación de los tigados. En algunos, casos, los hermanos mayores que ataca¬
niños es debido a sus experiencias infantiles, cuando les sir¬ ban violenta y habitualmente eran vistos como agentes de
ven como el modo primordial de comunicación. Cuando las
los padres; cuando los padres no intervenían eficazmente pa¬
palabras se convierten en el medio de intercambio, es razo¬ ra proteger al niño, éste suponía que los padres querían que
nable suponer que, para él, la función esencial de éstas pue¬ le mataran. Y cuando veía que la violencia o los sentimientos
de ser la transmisión de sentimientos. El niño oye las pala¬
violentos experimentados en la familia se incrementaban en
bras para calibrar su contenido tanto emocional como infor¬ la televisión, el cine o en la misma calle, su terror se intensi¬
mativo. Como los adultos bien saben, en un proceso que im¬ ficaba.
plica confrontar las palabras e incluso los hechos con la per¬ La idea de que los niños temen de forma universal que
cepción de los sentimientos, son estos últimos los que gene¬ sus padres les maten es asombrosa, y sin embargo he encon¬
ralmente ganan. trado que es mucho más aceptable que la posibilidad de que
Cuando consideramos la vulnerabilidad de los niños y las los padres tengan realmente ese deseo. Hasta hace poco, la
peligrosas consecuencias de su pensamiento mágico, no nos idea de que los padres deseen matar a sus hijos ha estado to¬
puede extrañar que su mayor preocupación sea su propia vi¬ davía más oculta que la de que los niños puedan vivir coti¬
da. Un niño muy precoz de cinco años me lo expuso lacónica¬
dianamente aterrorizados por este pensamiento. No sola¬
mente. Aunque tardó un tiempo en desembrollar su proble¬
mente es el deseo de matar uno de los sentimientos más pro¬
ma, finalmente dejó claro que cada vez que su madre lo deja¬
fundamente reprimidos, sino que la comprensión general de
ba al cuidado de una niñera él se quedaba «preocupado». Al la naturaleza de estos deseos sigue siendo objeto de confu¬
sugerirle que pudiera estar preocupado porque a su madre sión. Normalmente, cuando los pacientes reconocen, gra¬
le ocurriera algo y no volviera, me aseguró: «No, estoy preo¬ dualmente y de mala gana, que no sólo odian sino que ade¬
cupado por mí. ¿Qué puedo hacer si le ocurre algo a la niñe¬
más quieren matar a los que odian lo hacen con un senti¬
ra?». miento de escándalo y muy a menudo sólo tras un período
Que el miedo al infanticidio domine la vida del niño o se de rechazo doloroso. Que estos deseos estén dirigidos contra
convierta en un elemento manejable depende en gran parte, el ánalista o contra las personas queridas es una idea a la
como ya he sugerido antes, de la incidencia de sucesos trau¬
vez repugnante y espantosa.
máticos y del grado de violencia y cariño que haya absorbido
En algunos pacientes, el hecho es tan odioso que el des¬
en su ambiente familiar. La violencia o la amenaza de violen¬
cia confirma sus miedos ya establecidos. Incluso deseos ocul¬
cubrimiento e identificación de estos deseos puede llevarles
a pensamientos suicidas. El veto que se convirtió en manda-
tos pero violentos son suficientes para que requiera una se-
8 Dorothy Bloch introducción 9

miento atronador que dice: «¡No matarás!» parece haber si¬ mismos lo esperan— que eduquen hijos perfectos prueba lo
do registrado como: «¡No desearás matar!» o incluso como dañina que puede ser la negación de esta verdad. Pocos pa¬
«¡No pensarás matar!» Si admitimos que el pensamiento mᬠdres se conceden a sí mismos el derecho a tener problemas o
gico, tan característico de la primera infancia, puede persis¬ se perdonan lo sentimientos adquiridos a través de sus pro¬
tir en la edad adulta, es evidente que para muchas personas pios padres.
reconocer el deseo de matar es sinónimo de matar. Una com¬ El hecho de que Freud evitara esta cuestión da una medi¬
plicación resultante de la represión de estos sentimientos y da de lo difícil que es abordar tanto el miedo del niño al in¬
deseos es la creencia de que los sentimientos existen en for¬ fanticidio como el deseo de infanticidio de los padres. Aun¬
ma pura. Los pacientes se sorprenden con frecuencia de la que Freud admitió la posibilidad de que su teoría sobre el
existencia de sentimientos contradictorios. En cualquier complejo de Edipo pudiera eventualmente ser reemplazada,
análisis, el reconocimiento de que el amor no excluye al nunca abandonó la idea de que ésta era la causa central de
odio, ni el odio al amor, es un jalón en el camino de la madu¬ los problemas emocionales. Para comprender el porqué no
rez. hay más qué examinar la propia teoría.
Cuando la cuestión no es solamente el deseo de matar, si¬ Hace muchos años, el doctor Hyman Spotnitz llamó mi
no el deseo de matar al propio hijo, entonces se entra en otra atención sobre la omisión por parte de Freud de la primera
dimensión. La repugnancia que produce sólo pensar en esta parte del mito de Edipo al formular su teoría. La leyenda
posibilidad da la medida de la tragedia que significa ser pa¬ griega comienza con la conspiración de los padres de Edipo
dres. La mayoría de las parejas comienzan a desempeñar su para eliminarlo a fin de evitar la profecía del oráculo según
nuevo papel llenos de cariño y de grandes aspiraciones, ins¬ la cual cuando sea mayor matará a su padre y se casará con
pirados muchas veces por una determinación de corregir los su madre; es el acto de los padres de abandonarlo en la mon¬
errores de sus propios padres, de suplir sus deficiencias. El taña para que muera y así evitar la predicción lo que hace
gran número de fracasos puede explicarse en parte por el que se pongan en movimiento los sucesos que luego llevarán
hecho de que su propia educación rara vez ha sido concebida al cumplimiento de la profecía.
para que la empresa tenga éxito. Por amplios que sean sus En manos de Freud, esta historia sufrió una espectacular
estudios, pocas personas disponen de los instrumentos nece¬ transformación. Su teoría omite el acto homicida de los pa¬
sarios para entender sus propios sentimientos o los de sus dres y se centra en las obras de Edipo; trata el asesinato del
hijos. Sus esperanzas de tener éxito allí donde sus padres padre y el matrimonio con la madre como impulsos univer¬
fracasaron están frecuentemente condenadas a la desilusión; sales, aislándolos como períodos inevitables en el desarrollo
más aún, su atribución de una responsabilidad personal por infantil. Si Freud hubiera aplicado el mismo principio de
lo que aparece como una transformación desconcertante del inevitabilidad a todo el mito, su teoría habría establecido la
cariño en odio complica el problema al generar una carga de conexión entre causa y efecto; el deseo de los padres de ma¬
culpabilidad casi intolerable. tar a su hijo se habría hecho universal como primer paso
A pesar de los años que han pasado desde que Freud esta¬ inevitable en el complejo de Edipo y como factor desencade¬
bleció la importancia de las experiencias infantiles y su per¬ nante de la preocupación del niño por el incesto y la muerte.
sistente influencia en la personalidad adulta, una de las co¬ La primera vez que advertí esta distorsión en el trata¬
sas más penosas de hacer emerger en muchos análisis es el miento freudiano del mito, me sorprendieron sus implicacio¬
reconocimiento por parte del paciente de que por mucho que nes e inmediatamente sospeché que reflejaban una necesi¬
desee negarlo, está influenciado por su pasado y su educa¬ dad por parte de Freud de excluir la influencia de los padres
ción. La frecuente previsión de los padres de que, por mu¬ como factor en la génesis de los problemas emocionales.
chos traumas que hayan sufrido, se espera de ellos —y ellos Aunque hemos avanzado mucho desde que Freud formuló
10 Dorothy Bloch
Introducción 11
sus teorías, nuestra comprensión de los fenómenos psicoló¬
gicos todavía tiene sus raíces en sus extraordinarios descu¬ de los padres. Yo misma he encontrado pruebas de la exis¬
brimientos. Sin embargo, tan erróneo sería negar sus limita¬ tencia del deseo de infanticidio. Una madre que trajo para
ciones como exagerarlas. El método de Freud nos proporcio¬ ser tratado a su hijo de doce años, había sido ella misma tra¬
nó una eficaz herramienta para comprender el yo, pero, a la tada para superar una fase aguda de psicosis post partum y
vez, hizo hincapié en la dificultad de llegar solos a compren¬ describía sus irresistibles deseos de matar al niño y suicidar¬
derlo. Este trabajo sólo puede hacerse con la ayuda de otra se en los dos años siguientes al nacimiento de aquél. Aunque
persona muy experta que haya pasado por un proceso simi¬ ella pensaba que estaba recuperada, su forma de hablar re¬
lar. velaba un actitud sumamente destructiva hacia su hijo. En
A la luz de la idea de que la principal preocupación del otro caso, el de un adolescente que había intentado suicidar¬
niño es el miedo al infanticidio y su mayor empeño mante¬ se, la madre confesó que su primer impulso al nacer el niño
ner una imagen idealizada de los padres, nada podría ser tan fue de «empujarle lejos de mí». La madre de una niña de
previsible como que Freud ignorara el papel de los padres cuatro años y medio me confesó en su tercera visita su cons¬
en la historia de Edipo. A pesar de que tuvo el valor, en su tante preocupación por el deseo de matar a su hija. Descri¬
propio psicoanálisis, de afrontar los tabúes del incesto y el bió un episodio mientras nadaban después del cual la niña
asesinato y de exponerse durante décadas al anatema que si¬ comentó: «Mi mamá realmente me quiere; no intentaba aho¬
guió a su teoría de que estos deseos son universales, aparen¬ garme; fue un accidente». Otra madre explicaba que su pri¬
temente el tabú del infanticio era demasiado formidable pa¬ mer impulso al ver a su hija recién nacida fue aplastarla hás-
ra que él lo asumiera. Podemos suponer que se puso las mis¬ ta que muriera. Y en otro caso una madre fue sacada de un
mas anteojeras que usan la mayoría de las personas cuando estado de trance por los gritos frenéticos de su hijo al que
se meten en el laberinto de la experiencia emocional sin ayu¬ estaba intentando ahogar en una palangana. Una madre cuyo
da de un psicoanalista y que, como ellas, necesitó trazar en comportamiento llamó la atención de las autoridades muni¬
torno a sus padres un círculo mágico. Quizás su incapacidad cipales dejó veneno al alcance de sus hijos pequeños; dos ve¬
de abordar el deseo de infanticidio o el miedo de los niños al ces lo comieron y las dos veces se salvaron. Otra madre con¬
mismo sea una consecuencia natural del hecho de que fue el fesó con desesperación cómo cuando se sentía desesperada y
primer psicoanalista. deprimida y su hijo de cinco años venía a pedirle ayuda, te¬
A pesar de que mucha gente rechaza la teoría de Freud nía deseos de matarle. El niño reaccionaba después dándose
de que el complejo de Edipo es el causante principal de to¬ golpes en la cabeza.
das las neurosis, su creencia de que lo es sigue siendo fuente Cuando consideramos la vulnerabilidad física y psicológi¬
de inspiración de muchos investigadores. El vacío dejado ca de los niños y el carácter inevitablemente amenazador de
por el abandono de su teoría fue llenado durante algún tiem¬ su mundo exterior, debemos maravillarnos de la forma en
po por la tesis de la gran importancia que tienen las relacio¬ que consiguen sobrevivir. El hecho de que, a' pesar de su te¬
nes padres-hijos en la génesis de los problemas emocionales. rror, sobrevivan, salvo en raras ocasiones, se debe a los re¬
Sólo después de trabajar varios años en esta teoría, llegué a cursos de la mente y también al carácter predominantemen¬
la conclusión de que el miedo del niño al infanticidio es el te positivo del cuidado de los padres. Es raro el padre cuyo
factor determinante de su necesidad de defensas. deseo de que su hijo muera no esté compensado o superado
Aunque los casos de infanticidio son relativamente raros por su deseo de que viva. El niño puede responder a la va¬
en nuestra época, la creciente publicidad dada a estos asesi¬ riante intensidad del deseó hostil y su expresión creando un
natos y una mayor información sobre los casos de abusos sistema de defensas que son lo que nosotros llamamos enfer¬
contra los niños indican el potencial de violencia por parte medades emocionales. En todos los casos tratados por mí, el
refugio a su miedo al infanticidio era el cariño de sus pa-
12 Dorothy Bloch Introducción 13

dres. La esperanza de ganarse ese cariño se convertía en el fantasías del niño y las del adulto,, pronto me di cuenta que
fundamento de la estructura psíquica creada por él desde la unas y otras tenían una misma función. Las fantasías infanti¬
primera infancia y, a juzgar por su papel en pacientes más les parecían centrarse en el miedo a ser asesinados, pero el
adultos, puede mantenerse hasta la muerte. desplazamiento del miedo hacia monstruos y criaturas ima¬
La confusión más corriente que sufren las personas dedi¬ ginarias estaba obviamente destinado a preservar una ima¬
cadas a la observación de los problemas psicológicos tiene gen idealizada de los padres, de los cuales era así posible re¬
su raíz en la complejidad de esta estructura psíquica. Su cibir el cariño tan esencial para sobrevivir. Sin embargo, la
componente principal parece ser el autoengaño y la identi¬ tenacidad de la dedicación de mis pacientes adultos a una
dad el centro de su plan. Todos los pacientes idealizaban la fantasía al parecer dirigida a ganarse el cariño de sus padres
imagen de los padres y devaluaban la suya propia en un pro¬ escondía por el contrario el miedo inconsciente a ser asesi¬
ceso que, por paradójico que pueda parecer, estaba destina¬ nado por ellos.
do, como aprendí gradualmente, a sentar las bases para ser Por lo general el niño manifestaba su fantasía más impor¬
finalmente querido. En la mayoría de los casos, el paciente tante tan pronto como se sentía seguro en la consulta. Mi
se convence a sí mismo de que sus padres querían y podían aceptación era decisiva en su desarrollo, el cual podía pasar
amarle pero que era su propia falta de valía lo que les hacía por diferentes etapas a lo largo de un año o más hasta que el
odiarle e incluso querer su destrucción. El empleo de esta miedo desaparecía. En los casos en que la vida de los niños
distorsión parece universal y refleja, en la esfera de su ex¬ estaba dominada por la fantasía o bien ellos adoptaban una
presión, el grado de terror experimentado por el niño y su identidad fantástica, era a menudo muy evidente que el mie¬
esperanza de ser querido tan pronto como sea merecedor de do a ser asesinados había adquirido dimensiones insólitas.
ello. Frecuentemente, los niños más severamente traumatizados
La víctima de este sistema de defensas es la identidad inhibían toda fantasía.
del paciente. Cuando los antiguos decían: «Conócete a ti Los pacientes adultos raramente eran conscientes de las
mismo», no tenían ni idea de las dificultades formidables fantasías que muy a menudo controlaban sus vidas. Sin en¬
que eso supone. Dada la necesidad de establecer su falta de tender el origen o la función de la pobre imagen que tenían
valía a fin de satisfacer los requisitos inconscientes para ser de sí mismos, por lo general llevaban un tipo de vida que des¬
finalmente querido y, como concluye el niño en muchos ca¬ embocaba en fracasos o sólo permitía éxitos muy limitados.
sos, camuflar su identidad para evitar ser asesinado, es casi Las alabanzas y el aprecio estaban descartados a menudo y
imposible que nadie tenga un concepto fiel de sí mismo. había que actuar con gran cuidado, ya que podían producir
Es difícil medir lo doloroso de la consiguiente soledad, o una gran ansiedad. Unicamente podían enfrentarse al terror
los sentimientos de confusión y desconcierto producidos por que había dictado desde su escondida atalaya el módulo auto-
cualquier intento de autodefinirse. En este empeño el grado destructivo de sus vidas, después de haber conseguido refor¬
de inteligencia del paciente no hace al caso. Por brillante zar suficientemente su yo. Entonces se ponía de manifiesto
que sea el individuo o por profunda que sea su comprensión que el autoengaño iniciado en la primera infancia todavía fun¬
o incluso su descripción de las relaciones más sutiles, cuan¬ cionaba y que el esfuerzo por establecer su falta de valía ser¬
do su examen se ejerce en sí mismo, se pierde en un laberin¬ vía para preservar una imagen idealizada de los padres que
to al parecer sin salida. les defendiera de su terror a ser asesinados. En los pocos ca¬
En casi todos mis pacientes, el instrumento más impor¬ sos en los que los adultos venían a la consulta con sus fanta¬
tante para mantener el autoengaño y la defensa contra el sías infantiles intactas y operando a nivel consciente, su análi¬
miedo al infanticidio era la fantasía. Aunque al principio me sis revelaba que el grado que las había producido no había dis¬
sorprendió lo que parecía ser el carácter antitético de las minuido.
14 Dorothy Bloch PRIMERA PARTE

Cuando decidí escribir este libro, pensaba que sería un li¬ INFANCIA
bro sobre los niños que había analizado. Sin embargo, al exa¬
minar un tratamiento después de otro, me di cuenta de que
en realidad estaba escribiendo sobre las fantasías. Una vez
que empecé a indagar la función de las fantasías infantiles,
quedó claro que eran un medio de supervivencia y defensa
contra el miedo de los niños al infanticidio. Cuando admití
que mi estudio habría de incluir las fantasías de homosexua¬
lidad, comprendí y empecé a interesarme por la investiga¬
ción de la relación entre las fantasías defensivas de los niños
y las de los adultos.
El resultado es un sólo tema con diversas variaciones: es¬
to me sorprendió a mí tanto como sorprenderá al lector. El
descubrimiento de que el miedo al infanticidio puede ser do¬
minante en la primera infancia y seguir siendo una constan¬
te durante toda la vida, aunque sea en un plano mitigado e
inconsciente, comenzó siendo una sospecha y tardo muchos

años tras el análisis de muchos pacientes— en convertirse
en lo que hoy es: una realidad. La conclusión de que hay
también una continuidad entre las fantasías defensivas de
los niños y las de los adultos se desprende automáticamente
de su función como defensa contra el miedo.
He dividido este libro en dos secciones «Infancia» y
«Años posteriores». En cada capítulo he tratado un aspecto
diferente de las fantasías y el miedo específico que las pro¬
ducía y lo he ilustrado con el caso que más me enseñó sobre
el tema. Espero que una mejor comprensión de las preocu¬
paciones de los niños y el sentido de sus comunicaciones me¬
jore las relaciones entre los niños y sus padres y haga que
esos niños, cuando sean a su vez padres, vivan más felizmen¬
te. También espero que mis puntos de vista sirvan de ayuda
a otros profesionales.
1. «NO ME GUSTA PENSAR QUE SOY UNA JIRAFA»:
LA FANTASIA DE UNA NIÑA DE TRES AÑOS

Cualquier duda que hayamos tenido acerca de la extraordi¬


naria precisión del proceso psíquico desaparece tan pronto
como nos ponemos a estudiar los métodos inventados por
los niños para asegurar su supervivencia. Antes de comenzar
el tratamiento con el analista, es probable que el niño haya
sido el primero en procurarse un armazón psicológico para
defenderse del terror. El caso más dramático que he encon¬
trado de respuesta infantil, no solamente al deseo oculto de
infanticidio de los padres, sino también a lo que ella experi¬
mentaba como una verdadera amenaza de infanticidio, fue el
de una niña de tres años y medio llamada Ellie. No solamen¬
te temía que su padre quisiera matarla sino que no le cabia
la menor duda de que lo haría. Buscó refugio en dos fanta¬
sías defensivas. En una tenía que escapar continuamente de
un monstruo que la perseguía. En la otra, al portarse como
una niña pequeña y mala, demostraba repetidamente que no
merecía cariño y cuando finalmente toda esperanza de ga¬
narlo parecía perdida, buscaba la muerte. Gracias al trata¬
miento psicoanalítico ofrecido a tiempo, la niña consiguió
resolver estas fantasías hacia los cinco años.
Cuando los padres de Ellie solicitaron ayuda psicoanalíti-
ca, su mayor preocupación era cómo sobrevivir las próximas
veinticuatro horas, bajo el látigo de su carácter imprevisible.
Era su segunda hija — la primera había muerto muy pe¬
queña— y su nacimiento había convertido los tres años y
medio siguientes en una pesadilla. Habían abandonado toda
idea de tener más hijos, así como otros planes y esperanzas.
Cuando concertaron la primera cita, ya no sabían qué hacer.
Tardaron tres sesiones en exponer todos los detalles de
su angustia y su historia. Se sentían prisioneros en su propia
casa, víctimas de furiosas rabietas tanto de noche como de
«No me gusta pensar que soy una jirafa» 19
18 Dorothy Bloch
hacerle estallar. Estaba convencido de que Ellie le odiaba y
día. Según su padre, si contradecían a la niña, se organizaba decía que tan pronto como llegaba a casa la niña se «lanza¬
una hecatombe. Si la madre intentaba coser, escribir o leer ba» sobre él. Le tiraba de la ropa, algunas veces hasta rom¬
Ellie le arrojaba cualquier objeto que tuviera en las manos pérsela, del pelo, le daba pellizcos y no le dejaba sentarse.
en ese momento. Y si la amenazaba con marcharse, la niña Generalmente él acababa por pegarle, con lo que Ellie se ti¬
respondía colgándose de ella y llorando. Se negaba a crecer raba el suelo llorando a lágrima viva.
e insistía en que la llamaran «bebé». Seguía usando chupete Su intervención en el cuidado de Ellie comenzó en el mo¬
y cada vez que éste se perdía sufría un ataque de histeria. mento en que ésta llegó del hospital. La madre estaba indis¬
Sin embargo, la noche era mucho peor. La fase inicial del puesta después del parto y tenia dificultades para cuidar de
problema del sueño de Ellie había sido superada gracias a ella. Sus graves problemas de ovarios todavía persistían y
un despertador. Cuando éste sonaba, la niña aceptaba la se¬ con frecuencia la obligaban a quedarse en la cama. Estaba
ñal y se iba a la cama sin protestar. El padre le leía entonces tomando muchos calmantes que a menudo le producían un
uno de los cuentos de Grimm y aunque al principio los cuentos estado de apatía y hacían que comenzar el día se convirtiera
la inquietaban, «poco a poco se fue acostumbrando a ellos». en un problema difícil. Era muy atractiva, con el pelo y los
Después, sujetando su manta y con el chupete puesto, se dor¬ ojos oscuros como su marido, y capaz de aparecer verdade¬
mía unas dos horas. Casi invariablemente, se despertaba gri¬ ramente guapa. De cualquier modo, su apariencia era nor¬
tando y con frecuencia permanecía así durante dos o más malmente el barómetro de su estado de ánimo. Con sólo mi¬
horas. Entonces la rutina se repetía. Como es lógico, los ve¬ rar su pelo o la ropa que llevaba ese día se sabía si estaba o
cinos se quejaban. Pero, «por muchos azotes que recibiera», no deprimida. A pesar del intolerable comportamiento de
la niña continuaba haciendo lo mismo. También mojaba la Ellie con sus padres, su madre la describía como una niña
cama continuamente; si intentaban despertarla a tiempo ine¬ muy adulta, abierta, dulce, generosa y muy buena con otros
vitablemente comenzaba a gritar. Además, despertaba a sus niños, que se portaba muy bien ante extraños.
padres a menudo pidiendo comida. Su madre explicaba que A causa de las frecuentes indisposiciones de la madre, el
la niña daba violentos saltos y hablaba en sueños y tenía pe¬ padre seguía cuidando y siendo el responsable de Ellie. La
sadillas. Durante la primera entrevista, la madre lloró amar¬ vestía y le daba de comer por la mañana, la bañaba y la me¬
gamente por la tragedia que les había caído encima desde el tía en la cama por la noche y en todas las crisis que invaria¬
nacimiento de Ellie. blemente surgían. El impacto de este plan en la niña no se
El padre explicaba esta catastrófica situación con el mis¬ puede medir debidamente, sin embargo, sin tener en cuenta
mo aire de mistificación con que en la Edad Media podría las interrupciones causadas por las frecuentes ausencias pa¬
haber buscado una explicación en la demonología o las cien¬ ternas por motivos de trabajo que podían durar días o a ve¬
cias ocultas. Había acudido al psicoanálisis no porque creyera ces semanas. Su marcha producía siempre una depresión en
en sus poderes curativos, sino porque estaba desesperado. su esposa, quien cogía a Ellie y se iba a vivir con sus padres
Era un hombre bajo y fuerte, de unos 25 años, de pelo negro y dos tías. Cuando el padre volvía, Ellie y su madre volvían a
espeso y ondulado y ojos oscuros. Había nacido en Luisiana casa y él comenzaba a cuidar de la niña otra vez.
pero, al igual que su esposa, se había criado en Detroit. Aho¬ Para cualquier niño, este constante cambio de domicilio y
ra vivían en Long Island, donde él trabajaba en el departa¬ de cuidados habría sido difícil. En el caso de Ellie, era un
mento de ventas de una compañía internacional. Irradiaba vi¬
completo desastre. Ni buscándolas a propósito se podrían
talidad e inteligencia, pero su frecuente sonrisa subrayaba haber encontrado dos personalidades más opuestas que los
la tensión que parecía dominar todos sus músculos. Recono¬
padres de Ellie. Cuando él estaba tenso, ella estaba relajada,
cía ser muy brusco con Ellie y en general tener respuestas
cuando él era brusco, ella era suave. Si él era estricto, ella
extremas. Estaba siempre nervioso y la menor cosa podía
20 Dorothy Bloch «No me gusta pensar que soy unajirafa» 21
era tolerante, si él era agresivo ella era pasiva. El mundo de
se desarrolló delante de mí. Reconozco la importancia de
los sentimientos era extraño para él, mientras que para ella
aprender todos los detalles posibles de la historia del pacien¬
eran un terreno familiar. También la abuela tenía miedo de
te, sobre todo trabajando con niños, si se quiere entender el
los efectos que la represión pudiera causar y consentía todos
significado de sus expresiones, sus fantasías y sus juegos. El
los caprichos de Ellie. El contraste en el trato dado a Ellie
niño inconscientemente se expresa de forma que no se le
en ausencia de su padre y en su presencia no podía, por
tanto, ser mayor.
puede entender. Aparentemente, su miedo al infanticidio es
tan intolerable y su necesidad de sentirse querido por sus
Un rasgo desconsolador de las relaciones de Ellie con su
padres tan grande que inventa cualquier cosa para defender¬
padre era el carácter de su primer encuentro después de sus
se contra los sentimientos de hostilidad y rechazo que adivi¬
ausencias. El llegaba de madrugada, ya que viajaba siempre
na en ellos, el poder que tienen sobre él y sus propios senti¬
de noche debido a su ansiedad por llegar lo más pronto posi¬ mientos de desamparo. No sólo es la «imagen fantástica» a
ble. Entraba de puntillas en el cuarto de Ellie, por lo general la que se refiere Klein una parte muy grande de la realidad
dejaba un regalo en su mesilla y volvía a salir sigilosamente.
Sin embargo, tan pronto como se dormía le despertaban los
emocional del niño y un «componente regular de su vida
mental», sino que también el uso de gran cantidad de «figu¬
gritos de la niña llamándole. Invariablemente él se levantaba
ras amenazadoras» releva la profunda preocupación del niño
y le daba unos azotes, pero «no servía de nada», ya que no
por desplazar el miedo a sus padres, camuflando su identi¬
podía volverse a dormir. Entre los gritos de Ellie y los pro¬
dad y ocultando sus percepciones. Lo más semejante a este
blemas de su mujer, estaba realmente harto. proceso es el empleado por el que sueña, que también se
A pesar de echarse la culpa mutuamente por las dificulta¬
preocupa de esconder los significados empleando alusiones,
des con Ellie, a ninguno de los dos se le había ocurrido que analogías y representaciones simbólicas, y condensando imá¬
las ausencias del padre la afectaran de alguna manera. Al es¬ genes y desplazando referencias, métodos usados también
tar convencido de que la niña le odiaba, al padre no le cabía
en la cabeza la posibilidad de que le echara de menos o de
normalmente por el niño.
En una carta escrita ya en 1897 a su amigo Fliess1, Freud
que pudiera interpretar su marcha como un signo de recha¬
zo y su violenta vuelta como una prueba más de que no la definía lo que él consideraba como la función defensiva de la
quería. Cuando le mencioné esta posibilidad durante la se¬ fantasía. «Las fantasías surgen», escribía, «por una combina¬
gunda sesión se quedó sin hablar. Tampoco había estableci¬ ción inconsciente de cosas experimentadas y oídas, construi¬
do una conexión entre su llegada a la casa y su breve visita das con unas intenciones determinadas. Esas intenciones
al cuarto de Ellie y el hecho de que ella se despertara, aun¬ apuntan a hacer inaccesibles los recuerdos que han produci¬
que había observado que ocurría todas las veces. Se maravi¬ do o pueden producir unos síntomas». Si añadimos «percep¬
llaba de que ella sintiera su presencia aun estando dormida. ciones» y «sentimientos» a los «recuerdos» tenemos una de¬
Cuando comprendió que los malos ratos que la niña les ha¬ finición de la función defensiva de las fantasías que se ajusta
cía oasar no eran nada en comparación con lo que él y su al miedo de los niños al infanticidio.
mujer hacían pasar a la niña, se sintió totalmente abrumado. Cuando la fantasía se desenvuelve libremente y uno está
Su propia intancia había transcurrido con tantas privaciones correctamente orientado, no hay dificultad para entenderla.
que nunca supuso que para Ellie su cariño fuera tan impor¬ La premisa básica es que la fantasía nunca está «divorciada
tante. de la realidad». El marco de referencia más importante en
cualquier fantasía es el mundo concreto de ese niño concre-
Desde las primeras entrevistas con los padres de Ellie, me
di cuenta de que el tratamiento no iba a ser rutinario, pero
sin embargo no me esperaba las dimensiones del drama que 1 Sigmund hreud, Letters to Wilhelm Fliess, Nueva York, Basic Books,
1954, p. 204.
22 Dorothy Bloch «No me gusta pensar que soy unajirafa» 23

to. De esta materia prima estarán tejidas las percepciones


transparentes que sentía como si la escuchara a través de un
del niño acerca de ios sentimientos de sus padres, su res¬ sistema de traducción simultánea. En año y medio, Ellie fue
puesta a ellos y su lucha por compaginar los dos componen¬ capaz de resolver sus fantasías y progresar hacia la verbali-
tes. Armado del conocimiento del mundo real y la historia
zación directa, que culminó en una sesión de confrontación
del niño, el analista puede entonces entrar en ese mundo sin bastante extraordinaria para una niña de cinco años.
dimensiones. Recuerdo que, después de nuestro primer encuentro, pen¬
Aunque las fantasías que he encontrado son tan variadas sé que era como un querubín con una voz muy profunda. Te¬
como las circunstancias que las provocaron, me he dado nía el pelo oscuro, ojos traviesos también oscuros y unas re¬
cuenta de que pueden ser distribuidas en categorías que re¬ dondeces que recordaban a los niños de los cuadros del Re¬
flejan la intensidad del peligro al que el niño se siente ex¬ nacimiento. Después de la descripción que los padres me ha¬
puesto. Hasta que soy aceptada por el paciente, los elemen¬ bían dado de ella, me sorprendió mucho no sólo su aspecto
tos más importantes son con frecuencia dos: el niño y el angelical sino también su forma aparentemente directa de
«mundo». El «mundo» puede ser una abstracción de un po¬ relacionarse con todos los objetos del cuarto de jugar. Todo
der infinito, un peligro, una crueldad, una locura o cualquier le gustaba y uno por uno fue llevando a su madre, que esta¬
otra cualidad que represente la percepción de la realidad ba en la sala de espera, muñecos y animales exclamando:
por el niño. O puede ser lo contrario: el niño suple en la fan¬ «¡Mira, mamá, un mono!» o «¡Mira qué gatito más bonito!»,
tasía todo lo que le falta en el mundo real y vive en un conti¬ hasta que acabó con todos.
nuo idilio. En casos extremos puede crear un mundo utópico A pesar de su aspecto y comportamiento aparentemente
que se convierte en su nueva casa. «El mundo de los dulces», normales, tuve la impresión inmediata de una patología ma¬
«el mundo de los ositos» y «el mundo de los ratones» son al¬ yor que la usual. Tal vez en la especie de cansancio que mos¬
gunos de los que he llegado a conocer. traba, a pesar de su sonrisa traviesa o el timbre de su voz,
Muy importante también en sus fantasías es su propia desacostumbradamente profunda y al mismo tieínpo velada
identidad. En diverso grado, dependiendo de la intensidad como si llegara de muy lejos. Su ronquera no parecía del to¬
del peligro al que el niño haya estado expuesto, éste se trans¬ do natural, sino el resultado de un esfuerzo, quizá para no
forma con frecuencia. Se crea la ilusión de ser invisible o ser una niña.
una sombra, o vive su fantasía y adopta una identidad que le La otra comunicación que llamó mi atención fue también
dota de superpoderes o de un sexo diferente. Un niño de cin¬ verbal. Después de haber acabado con todos los juguetes,
co años y medio buscó refugio en la fantasía de un volvió la cabeza y dijo seriamente: «No me gusta pensar que
«germen», microscópico pero mortal. Vivía en un imperio in¬ soy una jirafa». Esta declaración inmediatamente despertó
visible que, según él, era lo suficientemente pequeño como mi interés, en parte por lo trágico y absurdo de una preocu¬
para caber dentro de sü anillo. Otro niño, abrumado por sus pación así en una niña encatadora y en parte porque esto co¬
respuestas homicidas, buscó la seguridad despersonalizán¬ rroboraba mi observación de que los niños son muy capaces
dose y dotando a los objetos de sus sentimientos. Algunos ni¬ de verbalizar a cualquier adulto que quiera escucharles los
ños creaban otra identidad distinta dentro de ellos mismos o grandes problemas de sus vidas. Esto había pasado tantas
llenaban el mundo de «espíritus» aliados a los que podían veces que cuando oí la declaración de Ellie la recibí como si
llamar por «teléfonos» imaginarios cuando el peligro era de¬ la hubiera estado esperando. Sin embargo, su forma de
masiado amenazador. expresarse era sorprendente y tardé tres sesiones en enten¬
Después de mis sesiones con los padres de Ellie, su vida derla.
me era tan familiar que al oírla hablar tenía la sensación de «¿Por qué no?», respondí.
haber roto la barrera del sonido. Sus pensamientos eran tan «Porque no quiero», respondió ella.
24 Dorothy Btoch «No me gusta pensar que soy una jlrqfa» 25

Mi momento de duda fue cortado por su insistente repeti¬ pronto como cambiara. Además, la elección de una jirafa
ción: «No me gusta pensar que soy una jirafa». cumplía el doble papel de protegerla de la violencia de su
Le di vueltas a esto sin ningún resultado. En la segunda padre y proteger a su padre de la furia que esta violencia
sesión al sacar este tema sólo conseguí enterarme de que su provocaba en ella.
amiga Mary creia que ella era una jirafa y, más importante Su forma de preguntar si ella era un monstruo me hace
todavía, que «las jirafas no muerden». Hasta la siguiente se¬ recordar algo que Ellie preguntó a su madre algunos meses
sión, que era un lunes, no empezó a hacerse la luz. AI entrar, después. Un problema que nunca se resolvió durante el tra¬
Ellie anunció alegremente: «Hoy no pienso que soy una jira¬ tamiento de Ellie fue la presencia de su madre en la sala de
fa». Dejándome llevar por mi intuición, dije: «Tu papá estaba espera durante las sesiones. Al principio la atribuí a la nece¬
en casa ayer». Su cara sonriente confirmó mi intuición y me sidad de la madre a la identificación de Ellie con ella. Al co¬
animó a continuar: «Te sientes feliz cuando tu papá está en menzar el tratamiento, por mucho que instruyera a la madre
casa». Otra afirmación sonriente me hizo continuar: «Y durante mi sesión con ella, siempre ocurría algo que hacía
cuando te sientes feliz no piensas que eres una jirafa». Y el que se quedara en la sala de espera. O bien decía a Ellie que
siguiente paso, después de su amplio asentimiento: «Piensas se iba con un tono de voz calculado para inspirar ansiedad, o
que eres una jirafa cuando estás furiosa», y finalmente: «No bien cerraba la puerta al salir de tal forma que no había ma¬
te gusta estar furiosa». nera de ignorar su mensaje o su marcha. De cualquier modo,
A pesar de que esa fue la última referencia a la jirafa, no una vez que la resistencia de la madre a separarse de la niña
dejó un vacio. Poco después, explorando la terraza, Ellie se se modificó, se puso de manifiesto que la alarma que Ellie
paró delante de unos cuantos ladrillos sueltos. Señalando sentía tenía su fundamento, tal como me lo explicó con sen¬
uno de ellos, dijo: «Ese es un monstruo despreciable». Des¬ cillez durante una sesión en respuesta a mi pregunta.
pués, señalando uno que estaba partido, dijo: «ese es un «¿Por qué no quieres que tu madre se vaya y vuelva a re¬
monstruo pequeño». Más tarde se enfrentó a mí en el cuarto cogerte más tarde?», pregunté.
de jugar y, con la misma insistencia que ponía al hablar de «Tengo miedo de que no vuelva», contestó de forma natu¬
la jirafa, me preguntó sacando la lengua todo lo que podía y ral.
torciendo los labios hacia abajo y los ojos hacia arriba: «¿Tu «¿No te quiere?», pregunté.
crees que soy un monstruo?» Y con más énfasis: «¿Lo «No, no me quiere», contestó Ellie con convicción.
crees?» Mi negativa debió satisfacerla, pües esa fue la últi¬ «¿Sería feliz sin ti?», continué.
ma vez que mencionó su identidad monstruosa. «Sí», respondió Ellie, y por mucho que hablamos no hubo
A sus tres años y medio, Ellie era ya muy consciente de forma de que cambiara de opinión.
su miedo a matar y ser matada y de su necesidad de ser que¬ Cuando se iba, le preguntó a su madre con la misma in¬
rida para sobrevivir, y había encontrado las identidades sistencia con que había intentado establecer si era un mons¬
exactas que la defendían de su miedo y sentaban las bases truo, pero sin la mueca: «¿Tú me quieres?».
para llegar a ser querida. Para ello, inicialmente había elegi¬ Su madre se quedó aturdida. «Por supuesto, cariño, te
do un animal del zoo de Central Park que era lo suficiente¬ quiero mucho», aseguró a Ellie. Pero pasó algún tiempo an¬
mente grande para enfrentarse a alguien tan imponente co¬ tes de que el comportamiento de Ellie permitiera que este
mo su padre y que, según le habían dicho, «no mordía». AI fuera el sentimiento predominante de su madre y de que
igual que la fantasía del monstruo pequeño que le siguió, la Ellie se convenciera de que lo era.
fantasía de la jirafa reflejaba la imagen devaluada que tenía Durante la mayor parte del tratamiento, nuestras activi¬
de sí misma y que explicaba y justificaba la violencia y el dades estuvieron dominadas por dos temas. En el primero,
odio de su padre y ofrecía la posibilidad de ser querida tan —
Ellie era un bebé al principio un bebé muy malo, que ha-
26 Dorothy Block «No me gusta pensar que soy unajirafa» 27


biaba como un bebé y andaba a gatas y yo era la pobre y
desamparada madre a su merced. En el segundo, huíamos
zaba ordenándome: «Tú me pones en el corralito y yo gateo
fuera y tú me vuelves a poner dentro». O también: «Lloro pi¬
del monstruo que nos perseguía. A pesar de que el monstruo diendo el biberón y tú me lo das y yo lo tiro al suelo. Enton¬
representaba claramente a su padre, Ellie lo había disfraza¬ ces lloro otra vez y tú me lo das otra vez y yo lo tiro al sue¬
do tan bien que era capaz de hablar de él delante de su pa¬ lo». Toda esta actividad se podría llamar «volver loca a la
dre. Yo solía preguntar por él como si fuera un miembro madre» o «ser un niño malo» y aparentemente servía para
más de la familia y sonsaqué la información de que general¬ justificar los sentimientos negativos de la madre. A Ellie le
mente era malo pero en ocasiones podía ser amigable y has¬ gustaba muchísimo este juego. A veces empezaba la sesión
ta «amable y cariñoso esta mañana». Los temas del bebé o del con este tema y gateaba por todo el pasillo hasta el cuarto
niño pequeño y el monstruo podían ser tratados durante una de jugar, haciendo los sonidos propios de un bebé. «Vaya,
misma sesión, o uno de ellos era olvidado durante varias se¬ veo que el bebé ha venido hoy», exclamaba yo con gran ale¬
siones para más tarde volver a él de nuevo, a veces a distinto gría. Después de contestar rápidamente a mi saludo, Ellie
nivel. Los dos temas evolucionaron durante el año y medio comenzaba su farsa, siempre en el contexto del juego. Esto
siguiente, y cada uno se resolvió a su manera. continuó durante muchas semanas, alternándose con el jue¬
El tema del monstruo fue introducido por Ellie, que de go de huir del monstruo. Entonces, un cambio brusco en el
repente anunció alegremente: «¡El monstruo nos persigue! contenido del juego del bebé me puso sobre aviso acerca de
¡Vamos, tenemos que correr! ¡Nos está persiguiendo!» Y las lo que parecía ser una evolución peligrosa en la situación de
dos corrimos, por la terraza, el cuarto de jugar y el vestíbu¬ Ellie y me hizo cambiar el desarrollo al juego del monstruo.
lo, esquivándole, escondiéndonos, parándonos, continuamen¬ Con su habitual aire alegre, Ellie anunció: «¡El bebé se está
te perseguidas. Frecuentemente, tan pronto como llegaba a metiendo en la lavadora! ¡Ven, tenemos que sacarle! ¡Tira,
su sesión, Ellie me preguntaba: «¿Quieres jugar conmigo?» tira!», gritaba alegremente. Y después: «¡Se está metiendo
Mi afirmación era seguida por: «¿Me ayudarás a correr? El en ella otra vez! ¡Tenemos que sacarle!»
monstruo nos persigue». O jugábamos a otra cosa llamada Ahora pienso que podía haber varias interpretaciones de
«ir de compras». Para ello, Ellie llevaba una cesta pequeña esa fantasía. Entonces, sin embargo, respondí a ella como si
con una colección de objetos necesarios, que eran revisados hubiera recibido un aviso de suicidio atado a Una bomba de
a cada momento. Había dinero de juguete, algunos juguetes relojería. No me cabía la menor duda de que estábamos en
pequeños y la inevitable pistola. Y aunque por un rato jugᬠuna misión de rescate que no tenía nada que ver con una tra¬
bamos pacíficamente, finalmente Ellie gritaba: «¡Nos persi¬ vesura. Debajo de la risa había, con toda seguridad, un grito
gue! ¡Deprisa! ¡Tenemos que correr!», y las dos salíamos dis¬ desesperado pidiendo ayuda. Mi sospecha era correcta; esto
paradas. La primera impresión que daban la sonrisa radian¬ marcó el comienzo de las fantasías de Ellie sobre la muerte.
te y las risas incontrolables de Ellie era que estábamos ju¬ La sensación de urgencia que daban me hizo reexaminar y
gando a algo encantador y tardé bastante tiempo en acos¬ alterar la orientación del juego del monstruo. Sentía que ya
tumbrarme a la engañosa fachada que la niña había encon¬ no era suficiente escapar de él; teníamos que acorralarlo y
trado, más eficaz para hacer frente a su mundo. Sin embar¬ vencerlo.
go, algunas veces, cuando el esfuerzo de la carrera le hacía «Estoy harta de tener que escapar del monstruo», anun¬
bajar la guardia, vislumbré tal terror que no me cupo la me¬ cié de repente poco después mientras corríamos. «Ya es ho¬
nor duda acerca de la absoluta seriedad de nuestra ocupa¬ ra de que le hagamos frente», insistí. «¡No vamos a dejar que
ción. nos persiga nunca más!». Ellie me miró con gran sorpresa,
Mi interpretación de su significado también estaba corro¬ con mayor escepticismo y con la ligera sospecha de que me
borada por las comunicaciones en el tema del bebé. Comen- había vuelto loca. Con todo, me siguió cuando di la vuelta y
28 Dorothy Eloch 29
«No me gusta pensar que soy una jirafa»

comencé a echar al monstruo. «¡Fuera de aquí!», grité. «¡Es¬ Ellie cambiara, sin embargo, habían informado a la madre
tamos hartas de ti!» Y aunque en principio tuve que tomar la de que había una plaza y ésta había respondido con abati¬
iniciativa de la resistencia, pronto Ellie imitó mis palabras y miento comentando con Ellie lo triste que era para las ma¬
acciones con gusto. «¡No se está saliendo con la suya!, ¿ver¬ dres que las hijas se fueran de casa. También ofreció como
dad?», gritó Ellie. Y algunas veces hasta le enchufó la man¬ solución tener otro hijo. Además, el padre durante esa época
guera. estaba muy a menudo lejos. También él estaba muy preocu¬
Pero no era fácil de derrotar, como descubriría una y pado por la situación económica y había insistido antes de
otra vez durante muchos meses. No habíamos acabado de irse en que las sesiones disminuyeran o se acabaran definiti¬
echarlo en una dirección cuando se acercaba en otra contra¬ vamente. El efecto de todos estos factores en la madre se re¬
ria. También cambiaba continuamente de táctica. Después flejaba tanto en su aspecto como en el de su hija y en la cre¬
de haber estado atacándonos siempre a distancia, comenzó ciente desesperación de las fantasías de Ellie.
de repente a atacar a Ellie directamente. «¡Está encima de «¡El bebé se ha* muerto!», declaró Ellie con alegría poco
mí!», gritó ella. «¡Me está ahogando!». después de estos descubrimientos. Me sentí bastante sor¬
Rápidamente me volví a él: «¡Déjala en paz! ¡Bájate! ¡Fue¬ prendida por esta noticia, pero la única información que
ra de ahí!», grité tirando de él. «¡Fuera de ahí!» Y después conseguí sacarle fue que había ocurrido «en la carretera,
de un cierto tiempo exclamé con alivio: «¡Ya está!, ¡ya me he cerca de la playa». Después de esta evolución, nuestros jue¬
ocupado de él!». Pero hablé demasiado pronto. gos se enfrentaron a situaciones desesperadas, una detrás de
«¡Me está mordiendo el hombro! ¡Me está rompiendo el otra. Casi inmediatamente, Ellie dijo: «Está lloviendo, tene¬
brazo!», gritó Ellie, y una vez más acudí al rescate. A veces mos que correr». Cualquier sugerencia de refugio, sin em¬
su poder era tan grande que sólo la magia podía vencerle. bargo, fue rechazada.
«Tengo unos polvos mágicos», declaré. «En cuanto le to¬ «Vamos dentro», sugerí.
quen, desaparecerá. ¡Así!», grité moviendo las manos alrede¬ «Está lloviendo dentro», contestó.
dor. «Eso le enseñará». La magia impresionó a Ellie por un «¿Y en el armario? Parece que está seco y caliente».
tiempo, pero inevitablemente la batalla comenzaba otra vez. «Está lloviendo en el armario», insistió. Y en realidad, no
La creciente desesperación de las fantasías de Ellie y la había en el mundo un lugar donde no estuviera lloviendo. No
información por parte de los padres de que la niña había em¬ había ningún refugio, en ninguna parte.
peorado, después de unos meses en que su comportamiento
No mucho más tarde, los comentarios de Ellie fueron to¬
había mejorado espectacularmente, me hizo investigar la si¬ davía más alarmantes. «¡Estoy desapareciendo!», anunció
tuación familiar. Ya había notado en el aspecto de Ellie sig¬
gozosamente un día con el mismo tono de urgencia desespe¬
nos de estar mal cuidada. A veces parecía sucia, y sus ropas
rada con que había expresado su fantasía de la lavadora. Y
estaban escogidas sin sentido y no eran las apropiadas para
no era sólo Ellie, sino otras muchas cosas las que desapare¬
la estación. Aunque empezó a llevar su abrigo de invierno
cían. Al principio la escuché algo perpleja ante esta evolu¬
cuando comenzó a hacer más frío, debajo llevaba a menudo
ción y le hice preguntas que hoy en día me parecen absur¬
vestidos de verano. También tuvo un fuerte catarro por das. Después me di cuenta de que lo que de verdad hacía fal¬
aquella época. Mi investigación de las causas del retroceso
ta era que entráramos en acción.
reveló una serie de factores traumáticos. Desde el principio
«No te voy a dejar desaparecer», afirmé agarrándola por'
había insistido en que Ellie fuera a una guardería por unas
horas todos los días, para que por lo menos durante ese la espalda. Ella tiraba como si estuviera siendo arrastrada
en dirección contraria por mil demonios. «No voy a dejar
tiempo no estuviera expuesta a las depresiones de su madre.
Pero había lista de espera. Justo antes de que la fantasía de que te vayas», afirmé y reafirmé intermitentemente los dos
meses siguientes, cada vez que reaparecía el tema. La confir-
«So me gusta pensar que soy una Jirafa» 31

mación de que Ellie estaba de acuerdo con mi forma de tra¬ nal: «¡Agárrame!» El monstruo también podía ser amenaza¬
tarlo se expresó claramente: «¡Ayúdame! ¡Estoy desapare¬ dor de vez en cuando, pero acababa por chocar con la ley.
ciendo! ¡Agárrame!», se convirtió en la señal corregida que Yo era el policía a quien Ellie llamaba por teléfono cada vez
me puso sobre aviso. que su casa, en una esquina de la habitación detrás del tea¬
Sin embargo, esto no detuvo la creciente desesperación tro de títeres, era invadida por los monstruos. Yo llegaba, es¬
de Ellie. «Estoy en el fondo del pozo y estoy muerta», anun¬ cuchaba sus quejas, echaba a los monstruos fuera y los me¬
ció un día dejándose caer en el sofá. tía en la cárcel. Durante la época que coincidió con la fanta¬
«¡No te voy a dejar en el fondo del pozo!», respondí, «¡y sía de la lluvia, yo era tan poco eficaz como policía como lo
no voy a permitir que te mueras!». Corrí hacia ella, la cogí y había sido para proporcionar cobijo. Tan pronto como ence¬
medio arrastrándola medio cargando con todo su peso la lle¬ rraba al monstruo en la cárcel, Ellie exclamaba: «¡Tiene la
vé a un sitio «seguro» como a unos tres metros del sofá. «¡Ya llave!» o «¡Se está escapando por la ventana!» o «¡Está ca¬
está!», dije depositándola. Y continué reiterando mi determi¬ liendo por este lado!».
nación de que no «muriera» hasta que gradualmente volvió a Sin embargo, no todo era una batalla perdida, como ha¬
la vida. bían revelado mis esfuerzos en el pozo. Hubo por fin una se¬
«¿Dónde estoy?», exclamó. Sin embargo, tan pronto como sión en la que, por primera vez, Ellie se puso a jugar con los
estuvo totalmente resucitada, volvió al sofá. «Estoy muerta y bloques mientras me ordenaba que mantuviera al monstruo
estoy en el fondo de un pozo». La operación de rescate hubo cerrado. Mientras se entretenía construyendo una carretera,
que repetirla una y otra vez. Tanto Ellie como yo estábamos me dio instrucciones para que advirtiera al monstruo: «No
impresionadas por mis esfuerzos de rescate, y muy posible¬ puedes salir de la cárcel. Estás en la cárcel. Y nunca saldrás».
mente hubo algo en su repetición incansable que transformó Me hacía estar alerta, interrumpiendo su trabajo de vez en
la situación. Ellie comenzó a mirarme con asombro. Y en las cuando para decirme: «Le oigo, está tratando de salir». Pe¬
siguientes sesiones «Estoy muerta y estoy en el fondo de un riódicamente yo amenazaba al monstruo y me aseguraba re¬
pozo y tú me rescatas» fue la versión de su fantasía y marcó petidamente de que la puerta de la cárcel estaba bien cerra¬
un viraje decisivo en el tratamiento de Ellie. da. Aparentemente sólo en esas condiciones podía Ellie sen¬
El juego del monstruo también cambió. Ellie ya no era tirse libre y segura para jugar normalmente.
atacada por una criatura enorme que podía destruirla. Algu¬ Había pasado casi año y medio desde el comienzo del tra¬
nas veces se refería a él en singular, pero ahora más a menu¬ tamiento cuando me di cuenta de que hacía varias semanas
do adoptaba una personalidad múltiple, en un plano reduci¬ que Ellie no había hecho referencia al monstruo.
do, como si fueran insectos o animales pequeños. Las dos «Parece que el monstruo ya no nos molesta», comenté.
íbamos ahora de puntillas, escondiéndonos de ellos, hablába¬ «No, se ha ido a otro país», respondió Ellie. A pesar de
mos en susurros. Alguna veces, Ellie me señalaba con delica¬ eso, y durante un tiempo después, una araña terrible apare¬
deza todos los puntos en los que le estaban picando y yo los cía mirando por la ventana en todos los dibujos de Ellie.
ahuyentaba. «Me están picando en el cuello», decía suave¬ El tema de la madre tenía algunas variantes. La más fre¬
mente, o «están en mi brazo» o «mis pies», «mis mejillas», cuente era aquella en la que Ellie iba de compras con su ces¬
«mi codo», «tus pies» o «tu brazo». Y yo, con un gesto, los ta y su hija, una muñeca llamada Cathy, y yo iba de acompa¬
barría a todos. Algunas veces, también, se alternaban con un ñante. En un momento determinado, Cathy se ponía enfer¬
monstruo amistoso que no quería hacer dañó. Al final de una ma y necesitaba un médico. Por lo general, yo era el médico.
sesión, Ellie anunció: «La próxima vez el monstruo será Pero algunas veces, el maletín del médico era tan atractivo
nuestro amigo y nos lamerá». Durante este período, Ellie to¬ que Ellie escogía para ella ese papel y me relegaba al de ma¬
davía desaparecía de vez en cuando, pero con la solicitud fi- dre. Durante la época en que no había refugio para la lluvia
32 Dorothy Black
«A'o me gusta pensar que soy una jirafa » 33

y en que el monstruo tenía la llave de la cárcel, mi sugeren¬


cia de que se podía llamar al doctor cuando Cathy se ponía Ell e contestó: «Estoy discutiendo este problema con Miss
enferma, tropezaba con la respuesta: «El doctor está enfer¬ Bloch».
mo». La revelación clave que yo había estado esperando vino
Otra de las variaciones favoritas de Ellie era ser ella la poco tiempo después.
madre y yo el bebé o el niño antojadizo. El elemento más im¬ Un día, al abrir la puerta de la sala de espera para recibir
portante en esta fantasía era la extraordinaria paciencia de a Ellie, me encontré con un «Cierra los ojos y yo te guiaré
la madre. Era la madre más indulgente del mundo. En una hasta el cuarto de jugar». Esperé hasta que me dio la mano y
de las versiones, Ellie me ordenó que llorara y pidiera sopa me llevó por el pasillo. Cuando llegamos a la habitación me
mientras ella la estaba haciendo. «¡Quiero sopa!», pedía yo soltó y dejó que yo encontrara sola la silla en la que me sen¬
golpeando la mesa. «¡Y no quiero esperar!». Al principio me taba habitualmente. «No abras los ojos hasta que yo te
contestaba suavemente y con uña paciencia que habría des¬ diga», me ordenó, y después de un momento dijo: «Toca es¬
to».
armado al más incorregible: «Estoy haciendo la sopa y esta¬
rá preparada en un momento». Sin embargo, como yo, si¬ Palpé el objeto que había traído y que había dejado enci¬
guiendo sus instrucciones, continuaba armando jaleo, su có¬ ma de la mesa. «Es algo muy peludo», dije. Después de un
lera comenzaba a aumentar hasta que explotaba en un berri¬ poco me ordenó: «Ya puedes abrirlos», sin hacerme adivinar
do. Algunas veces, una vez que la sopa estaba acabada, me lo que era. «Es una muñeca esquimal. Mi papá fue a Chicago
ordenaba que cambiara de idea. «No quiero sopa», gritaba y cuando volvió a casa anoche me la trajo».
yo. Unas veces, quizás la mayoría, su respuesta seguía sien¬ Hice algunos comentarios en el sentido de que le gustaba
do notablemente paciente, pero otras nos poníamos a pelear¬ que su padre le trajera regalos, a lo que ella asintió con en¬
nos a gritos. Querer sopa se alternaba con tener hambre por tusiasmo. De repente preguntó: «¿Dónde está el gato?», refi¬
la noche o muy temprano por la mañana. «¡Tengo hambre!», riéndose a un muñeco de trapo con el que había jugado la se¬
gritaba. « ¡Quiero algo de comer! ». Y otra vez la madre, can¬ sión anterior. Le indiqué el armario y lo encontró junto a un
sada y con sueño, pacientemente iba a la nevera. «¡Está bien, sonajero japonés que pareció inspirarle mucho.
cariño, te daré algo de comer», repetía con tono suave. «No «¿Quieres verme bailar?», preguntó. Agitando el sonajero
tienes que gritar por eso». como si fueran castañuelas, comenzó a bailar en círculos
Que Ellie era consciente de sus problemas interiores se con grain energía.
demostraba más claramente en éste que en ningún otro te¬ «La danza de la felicidad», comenté cuando acabó.
ma. Su necesidad de desobedecer le creaba tantos problemas Ella me miró con extrañeza y dijo: «También puedo bai¬
que a veces la abordaba directamente. Un día, por ejemplo, lar la danza de la tristeza», y, entrecerrando los ojos con ex¬
cuando iba al baño, me ordenó: «Di: "No vayas al baño"». Yo presión de profunda y conmovedora tristeza, comenzó a dar
lo hice, y ella fue a pesar de todo. vueltas lentamente.
Un día, mientras tostábamos un pedazo de pan según su «Es realmente la danza de la tristeza», asentí cuando se
deseo, le recordé: «Sabes, Ellie, los niños me cuentan a me¬ paró.
nudo sus problemas y yo les ayudo». «Si quisiera podría continuar con esta danza de la triste¬
«Ya lo sé», dijo Ellie. «Yo tengo dos problemas: quiero za hasta que viniera el próximo paciente y hasta mañana y la
ser un bebé y mojo la cama por las noches». semana que viene».
Aunque Ellie no comentó nada más sobre estos temas en «Te sientes muy triste», contesté yo increíblemente emo¬
ese momento, al parecer fue suficiente, ya que, cuando su cionada, por ser esta la primera vez que Ellie revelaba sus
madre planteó de nuevo el tema de que mojaba la cama, verdaderos sentimientos.
m
34 Dorothy Btoch «No me gusta pensar que soy una jirqfa» 35

«Sí, mi amiga murió», dijo tan francamente que por un «No sé si tú me vas a creer, pero sé que tu padre no va a
momento creí que era cierto. matarte nunca», le aseguré yo.
«¿Cómo murió?», pregunté. «Ya lo sé, pero no puedo creerlo. Le pregunté a él y me
«La mataron. Un tipo con una pistola le disparó. Pasó ha¬ dijo que no lo haría nunca, pero sigo creyendo que lo hará».
ce treinta años». En mi esfuerzo por convencerla de lo contrario, evoqué la
A mis preguntas para obtener más detalles sólo conseguí imagen de la ley y la cárcel a la que su padre sería enviado
respuestas muy confusas de las que sin embargo saqué en en el caso de que la matara, pero sólo conseguí alarmar a
claro, entre otras cosas, que «un tipo», según su descripción, Ellie.
era un borracho y un malvado, y que le disparó mientras su «¿No podría salir?», preguntó preocupada. «¿Podría yo ir
amiga estaba paseando por el parque. Al principio ella esca¬ y darle un beso?».
pó pero luego volvió y le atacó, siendo entonces cuando él
Desde hacia un rato, yo había estado buscando la forma
disparó. Sin estar segura de adonde nos podía llevar esto,
más apropiada de enfrentarnos a este problema y finalmente
me maravillé de la valentía de su amiga, diciendo: «Por lo ge¬
decidí que sólo podría servir una confrontación directa.
neral los niños corren a decírselo a su madre o llaman a un
policía. Ella fue muy valiente de volver para atacarle». «Ellie», dije, «he estado pensando cómo puedo ayudarte.
«¿Tú me crees?», preguntó de repente. ¿Quieres que sea yo la que hable con tu padre de esto?».
«¿No debo hacerlo?», pregunté. Ella aceptó inmediatamente y agregó: «¿Puedo estar yo
«No lo sé, pero ¿tú me crees?». allí?».
«No estoy segura», contesté. La petición era inesperada pero acepté, y le pregunté:
«Es un cuento», confesó Ellie. «Ya sabes lo que quiero «¿Quieres que llame esta noche para concertar la
decir, que no es verdad». entrevista?» Ellie estaba dispuesta. Al acabar la sesión, fue
«Te lo has inventado», añadí. Ella asintió. Yo había esta¬ hacia su madre en la sala de espera y oí que le explicaba:
ba esperando este momento desde que Ellie había anunciado «Miss Bloch va a llamar a papá para hablar con él sobre por
hacía año y medio: «No me gusta pensar que soy una jirafa». qué quiere matarme». En ese momento le pedí permiso a
Ahora dije: «Me parece que estás muy preocupada por tu pa¬ Ellie para explicarle a su madre el asunto: «Ellie no puede
dre». Ella asintió. «Los niños muy a menudo me cuentan qué dejar de creer que su padre quiere matarla y quiere que yo
les preocupa y por qué están tristes y puedo ayudarles», hable con él. Hemos acordado que le llamaré esta noche por
añadí. teléfono. ¿A qué hora es mejor que le llame?».
«Mi padre quiere matarme», dijo simplemente, «y no sé La cara de la madre era todo un poema de espanto y
por qué». consternación. Sin embargo, aceptó de buena gana una si¬
«¿Qué te hace pensar que quiere matarte?», pregunté. tuación de la cual las dos habíamos hablado ya muchísimas
«Sé que quiere», me aseguró. veces, y respondió suavemente: «Bueno, creo que las siete y
«¿Tú crees que lo hará realmente?», pregunté. media es una buena hora».
«Sí, pienso que lo hará». Cuando llamé, su marido contestó.
«Pero, ¿cómo te va a matar?». «¿Le ha contado Ellie la razón de mi llamada?», pregunté.
«Con su pistola. Tiene una pistola desde la guerra. Está «He oído las razones», contestó. Nos pusimos de acuerdo
en su despacho. Me dijo que había tirado las balas». en que la próxima visita de Ellie sería la mejor solución. Y le
«Si ha tirado las balas», pregunté, «¿cómo puede enton¬ sugerí que comprobara si Ellie estaba de acuerdo antes de
ces matarte con la pistola?». hacerla definitiva. Cuando volvió al teléfono venía farfullan¬
«Puede comnrar más». do con una mezcla de indignación y diversión y en el fondo
36 Dorothy Bloch
«No me gusta pensar que soy una jirafa» 37

sorprendido de que se tomara en serio a una niña de cinco


«Creo que es la pistola lo que hace que a Ellie le sea más
años.
difícil creer que no la matará», intervine. «¿Puede hacer algo
«No puedo creer su cara dura», dijo. «Cuando le dije que
para evitarlo?».
estaba usted al teléfono, me respondió con aplomo: "Ya lo sé,
fui yo la que le dije que te llamara"». «En realidad, no necesito la pistola», dijo el padre. «Pue¬
Cinco minutos después de haber colgado el teléfono, sonó do deshacerme de ella».
otra vez. Era Ellie. «¿Crees que eso haría que dejaras de creer que tu padre
«Quería preguntarle a mamá también», dijo. quiere matarte?», le pregunté a Ellie.
«Me parece muy bien», contesté. «Sí», dijo ella. Y no pareció que nadie quisiera decir nada
«¿Podríamos ir nosotros primero al cuarto de jugar y lue¬ más. Ellie comenzó a jugar, intentando en un principio que
go entras tú?», preguntó. sus padres participaran también, pero sin demasiada natura¬
«¿Por qué quieres hacerlo así?», pregunté. lidad.
«Sería estupendo», me aseguró. «Yo, mi mamá y mi papá «¿Preferirías que tus padres te esperaran en la sala de es¬
estaríamos allí y entonces entrabas tú». pera?», pregunté. Esto pareció satisfacer a todos, y nos fui¬
Acepté de buena gana y le aseguré que todo sería como mos.
ella quería. Esa fue la última sesión antes de las vacaciones de vera¬
En toda mi carrera, nunca una niña de cinco años había no. A pesar de que, según me enteré más tarde, la pistola era
pedido una confrontación semejante y por una razón así. An¬ al parecer demasiado importante para el sentimiento de se¬
tes del encuentro estuve pensando en el curso del mismo y guridad del padre como para que cumpliera su promesa, la
en las posibles consecuencias que tendría. Sin embargo, na¬ confrontación directa de Ellie con él en mi presencia fue
da de lo que había pensado me había preparado para la sim¬ aparentemente lo suficiente tranquilizadora como para libe¬
plicidad con que se desarrolló, o para su eficacia. La familia rarla del intenso miedo de que la fuera a matar. Cuando vol¬
llegó y, tal como lo había pedido Ellie, se sentaron directa¬ vió, estaba libre de sus preocupaciones anteriores y parecía
mente en el cuarto de jugar, Ellie en su silla habitual en la vivir en el mundo real. El interés de Ellie por el «pipí» se ha¬
mesa de la esquina y sus padres un poco más lejos, de forma bía manifestado por primera vez con la familia de muñecos
que la niña tenía que darse un poco la vuelta para poder ha¬ con caracteres sexuales que ocupan un estante en el cuarto
blar con ellos. Entré y también me senté en mi silla de siem¬ de jugar. Había parecido muy interesada por ellos y expresa¬
pre, en la misma mesa que Ellie. Todo el mundo parecía su¬ do su interés libremente. Ahora, con una indignación exage¬
miso. Miré la cara de Ellie, un poco acalorada, un poco son¬ rada, me dijo: «Un niño muy malo del colegio me ha enseña¬
riente, y pregunté: «¿Quieres comenzar tú, Ellie?». do su pipi».
Ella vengonzo sámente miró a su padre, cuya cara se ha¬ Contemplé por un momento su farisaica expresión de re¬
bía puesto de color rojo oscuro, y dijo: «Pienso que me quie¬ probación y después dije: «Tengo la impresión de que te gus¬
res matar, ¿es cierto?». tan los pipis».
«No», dijo su padre llanamente y sin demostrar ninguna «Me encantan», admitió sonriendo abiertamente.
emoción. «No quiero matarte». También había ciertas palabras, me confesó un día, que
«Entonces, ¿por qué guardas tu pistola en el cajón de la eran feas y ella nunca diría. «Especialmente», dijo «esa que
mesa del despacho?», continuó Ellie. rima con 'beber'».
«Es un recuerdo de la guerra», dijo él. «No tiene balas». «Oh, quieres decir 'joder'», dije con aire de haber descu¬
«Pero puedes comprar más». bierto algo importante.
«No», contestó el padre. «Nunca la usaré». «Me avergüenzas cuando dices eso», declaró Ellie. «Eso
38 Dorothy Block «No me gusta pensar que soy una jirafa » 39

es una palabra fea y no la quiero oír. Mi mamá dice que no sobre su vulnerabilidad y su forma de entender el mundo. El
la debo decir nunca». principal propósito de sus fantasías era hacer inaccesible el
«Oh, bueno, pero ella no quiere decir aquí. Aquí, como tú miedo a ser asesinada por sus padres y su percepción de los
sabes, podemos decir cualquier cosa». sentimientos de odio y violento rechazo de éstos, y a la vez,
Pero la alarma y el miedo de Ellie a ver socavadas sus de¬ conservar la posibilidad de ganar finalmente su cariño. Su
fensas contra esas palabras era absolutamente real. Después concepto mágico de sus propios poderes, que la hacía res¬
de haber aclarado con su madre un enfoque más sano de es¬ ponsable de los acontecimientos infaustos de su vida, refor¬
te tema, Ellie llegó a la sesión diciendo: «Sabes, sobre esa zaba su necesidad de culparse y le ayudaba a mantener la es¬
palabra que rima con 'beber', está bien si la digo alguna vez. peranza de que cuando ella cambiara, también cambiarían
En ocasiones digo todas las palabras feas de una vez. ¿Quie¬ los sentimientos de sus padres.
res oírme?». Mi asentimiento provocó: «Joder, mierda, de¬ Su fantasía sobre el monstruo que la perseguía continua¬
monios, maldita sea». En otra ocasión, mientras jugábamos mente pero nunca la alcanzaba, no solamente le permitía ex¬
en la terraza, Ellie advirtió: «Voy a decir todas las palabras presar y mantener a raya su miedo, sino que, al transferir
feas». Y las soltó. los sentimientos homicidas de su padre a una figura imagi¬
Durante la última parte de su tratamiento el padre de naria, le permitía mantener una imagen cariñosa de él y así
Ellie estaba en casa solamente durante los fines de semana. camuflar el verdadero origen de su terror. Sus primeras fan¬
Al comienzo de una sesión durante esta época, Ellie anunció: tasías de la jirafa y el monstruo pequeño eran instrumentos
«Tengo un problema. ¿Me puedes ayudar?», y continuó ex¬ para engañarse a sí misma. Y aunque cuando salió de su
plicando: «Cuando quiero algo y no lo puedo tener, lloro. Y mundo fantástico dijo: «Mi padre quiere matarme y no sé
lloro, lloro y lloro hasta que mi papá se enfada muchísimo. por qué», el concepto que inicialmente tenía de sí misma,
Yo quiero dejar de llorar. ¿Tú sabes como puedo hacerlo?». centrado en su propia respuesta homicida, ocultaba la causa
Pensé por un momento y luego le pregunté: «¿Qué pasa desencadenante — la violencia de su padre y sus sentimien¬
cuando lloras y lloras y lloras?».
«Consigo lo que quiero», respondió Ellie.

tos destructivos aunque la justificaba.
Igualmente, la fantasía del bebé o del niño malo la defen¬
«Bueno, me parece que ya sé cómo dejar de llorar», con¬ día de su percepción de los sentimientos de rechazo de su
testé. «Pero no va a ser fácil. Tienes que decirle a tu madre madre. Las imágenes de niño incorregible y de la madre per¬
que no te dé lo que quieres aunque llores. Si sabes que no te fecta y paciente le permitían engañarse a sí misma en la fan¬
lo va a dar dejarás de llorar». tasía, igual que hacía en la realidad, creyendo que ella era la
Ellie me miró estupefacta. «¿Quieres decir que debo de¬ culpable de los sentimientos de su madre. Las inevitables de¬
cirle a mi madre que no me dé lo que quiero?». presiones de su madre cada vez que se ausentaba su padre
«Exactamente», le aseguré. «Entonces dejarás de llorar». convencieron a Ellie no sólo de que él no quería a ninguna
Según me contó su madre poco después, Ellie llevó a ca¬ de las dos sino también de que su madre no la quería a ella.
bo mi recomendación. Desgraciadamente, hay poco más que Esta impresión estaba reforzada por las frecuentes indispo¬
contar de la evolución de Ellie. Al poco tiempo, justo cuando siciones de la madre, que Ellie atribuía a su mal comporta¬
Ellie comenzaba a sentirse lo bastante segura como para miento y su cólera e interpretaba como una medida de los
descargar sus sentimientos agresivos hacia mí, la familia sentimientos de rechazo de su madre. La relación dinámica
volvió a Detroit y suprimió el tratamiento. entre las fantasías de Ellie y el ambiente familiar estaba cla¬
Si seguimos la evolución de las fantasías de Ellie hasta su ramente demostrada en este tema. La fantasía del bebé o del
culminación singular, podemos entender su función de de¬ niño malo, que comenzó como una forma de justificar la im¬
fensa contra su miedo al infanticidio y a la vez aprender algo posibilidad de la madre de dar satisfacción a la enorme ne-
40 Dorothy Block
«No me gusta pensar que soy una jirafa» 41
cesidad de cariño de Ellie, se hizo cada vez más suicida en las modificaciones de sus fantasías, entró en una nueva fase
respuesta a la creciente depresión de la madre y a la crecien¬
con la marcha del monstruo «a otro país». La «danza de la
te falta de esperanza de Ellie de conseguir ese cariño alguna
tristeza», la primera revelación sin tapujos de sus verdade¬
vez.
ros sentimientos, llevó primero al descubrimiento de su
El grado de terror y de desesperación suicida estaba in¬ principal preocupación, la verbalización del miedo a que su
dudablemente influenciado tanto por su vulnerabilidad en padre la matara, y después a la confrontación.
cuanto niña como por su pensamiento mágico. Su percep¬ Sólo nos queda especular sobre el camino que habría to¬
ción de la disposición violenta de su padre, reforzada por la mado la evolución de Ellie si hubiera continuado el trata¬
presencia de la pistola, y su propia impotencia la tenían con¬ miento. La ira que estaba escondida tras su depresión suici¬
vencida de que él la mataría. Lo único que podía hacer era da había comenzado a encontrar una forma de expresión, al
correr. Su forma de entender su relación con su madre, así igual que su necesidad de «decir palabras feas». El siguiente
como su equiparación mágica entre deseos y realidades, la objetivo en su terapia habría sido la liberación de su agresi¬
convenció de que si perdía a su madre de vista no volvería a vidad a través de fórmulas verbales.
verla nunca más.
La confrontación con su padre fue la culminación de un
proceso que se extendió durante un período de año y medio.
Ellie fue capaz de pedir y llevar a cabo esta confrontación
gracias a un gradual refuerzo de su yo llevado a cabo duran¬
te nuestras sesiones semanales y a una mejora de la forma
en que sus padres se relacionaban con ella. Su comporta¬
miento empezó a cambiar tan pronto como comenzó el trata¬
miento, y permitió a sus padres sentirse más relajados en su
presencia. Enseguida olvidó el chupete y las pataletas no se
repitieron más, una vez que sus padres aprendieron a mane¬
jarlas. Dejó de mojar la cama y su necesidad de oponerse a to¬
do disminuyó. Una vez que la madre entendió el origen del
mal comportamiento de Ellie, fue capaz de medifiear su for¬
ma de tratarla lo suficiente como para que, poco a poco, la ni¬
ña comenzara a creer en su cariño. A pesar de que el padre
podía responder de una forma más limitada a las necesidades
de Ellie, reconoció que desempeñaba un papel en sus proble¬
mas y estuvo de acuerdo en dejar la disciplina en manos de
su mujer. La creciente madurez de Ellie y su mayor com¬
prensión de su influencia en la violentas explosiones de su
padre también la llevaron a cambiar su forma de relacionar¬
se con él.
Ellie fue capaz de abandonar las fantasías que la habían
defendido contra su miedo cuando la intervención psicoana-
lítica modificó la actitud de sus padres y consiguió reducir
aquel miedo. La disminución gradual de .éste, reflejada en
Superratón: nacimiento y muerte de unafantasía defensiva
2. SUPERRATON: NACIMIENTO Y MUERTE DE UNA 43
FANTASIA DEFENSIVA
nuestras tareas, la mía ayudar a Larry a librarse de sus pro¬
blemas y la suya marcharse de mi oficina y vivir su vida. Se
había casado con un hombre quince años mayor que ella, al
que el trabajo mantenía alejado de casa durante largos pe¬
ríodos. Ella lo describía como una persona violenta y con
frecuencia malhumorado. Se pasaba gran parte de su tiempo
libre viendo la televisión y prestaba muy poca atención a
Larry. La escena más violenta se produjo la noche en que se
separaron, durante la cual él destrozó el televisor, rompió
un jarrón y además golpeó a su mujer. A pesar de que Larry
no le vio durante varios meses después de la separación, du¬
A pesar de que el niño haya creado previamente una fantasía
rante el último año había estado pasando un fin de semana sí
para defenderse del miedo a ser asesinado, un nuevo inci¬
y otro no en su compañía.
dente amenazador en una situación ya cambiada puede ha¬
cer ineficaz esta defensa y exigir una solución más drástica:
Cuando vi a Larry por primera vez, recordé las últimas
palabras de su madre. Le había preguntado si creía que al
vivir la fantasía, frecuentemente asumiendo una identidad
niño le importaría dejar en la sala de espera a su tía que iba
distinta.
a traerle y entrar solo en la consulta, y ella había contestado
En el caso de Larry, un niño de cuatro años y medio, tuve
sin vacilar, como si no pudiera haber otra alternativa: «Segu¬
la oportunidad de presenciar no sólo el momento en que re¬
ro que no le gusta, pero lo hará». El mundo de deseos igno¬
cordó la experiencia precisa del peligro que le había impul¬
sado a asumir una identidad distinta, sino también el instan¬ rados que sus palabras evocaban se palpaba en todos los as¬
pectos de la forma de ser de Larry. No me acuerdo cuánto
te preciso en el que se sintió lo suficientemente seguro como
tiempo pasó antes de que viera una sonrisa en su cara, pero
para abandonarla y ser él mismo otra vez. Fueron los dos
nunca podré olvidar la tristeza y desolación, la sensación de
puntos culminantes de un proceso gradual, el primero de un
vacío que daban sus ojos azul pálido y su aspecto delicado;
miedo que iba en aumento y el segundo de su disminución, y
eran la evidencia palpable de una profunda depresión. Era
de un sentimiento creciente de ser querido. En los dos casos,
muy pequeño para su edad, pero quizás esto no se habría no¬
el cambio se dio en respuesta a incidentes de una gran inten¬
sidad emocional. tado tan fácilmente de no haber sido por el aire de bravata
con que intentaba aparecer. Daba pasos largos como si lleva¬
Larry vino a mi consulta porque tanto su madre como su
ra puestas las botas de siete leguas y se movía siempre dán¬
profesora del colegio habían notado que en los últimos me¬
ses el niño se había encerrado en sí mismo, insistiendo de to¬
dose una gran importancia.
Su madre tenía razón, pues no creó ningún problema al
dos modos en que él era Superratón. Era hijo único y sus pa¬
dres se habían separado cuando él tenía tres años. Habían cerrarse la puerta detrás de su tía y quedar él solo conmigo
al final del largo pasillo. Se mantuvo callado hasta que llega¬
vivido en California sus dos primeros años y luego habían
mos al cuarto de jugar.
venido a Nueva York. Su madre y él vivían en un apartamen¬
«Superratón es mi amigo», anunció tan pronto como cru¬
to pequeñísimo en Brooklyn donde apenas tenía espacio pa¬
zó el umbral. Su tono de voz simulaba una gran alegría y
ra jugar.
animación y era tan curiosamente agudo que me dio la im¬
Su madre era una mujer atractiva pero algo seca de vein¬
presión de que únicamente el gran miedo que sentía podía
tisiete años, que me explicó todo esto de una forma escueta
hacerlo tan alto. «Es muy fuerte y puede hacer cualquier co¬
y apresurada, como si su principal objetivo fuera acabar
sa», dijo orgullosamente. «Nada puede hacerle daño».
pronto para que tanto ella como yo pudiéramos seguir con
44 Dorothy Btoch
Superratón: nacimiento y muerte de unafantasía defensiva 45

«Tengo la impresión de que es bueno tener un amigo así», ees era un chaleco de cartón que su tía le había ayudado a
dije con admiración. construir, otras un par de gafas, o un cinturón o una capa.
«Lo es», asintió Larry. Tan pronto como entraba en la consulta llamaba mi atención
Al comenzar la siguiente sesión, anunció inmediatamente: sobre este objeto. También me pidió que buscara juegos, ju¬
«Hoy he traído conmigo a Superratón. Está sentado aquí», guetes y libros que tuvieran alguna relación con los ratones.
dijo señalando su hombro derecho. «Quiero hablarte de él», Como en aquel momento Superratón todavía no estaba tan
continuó, «espero que me creas». Y luego se lanzó a recitar¬ de moda, tuve algunas dificultades para encontrar lo que me
me todas las virtudes de Superratón. pedía. Conseguí un cuento y un libro para pintar con este te¬
«Lleva un chaleco antibalas», explicó. «Nadie puede dis¬ ma y finalmente encontré, mientras miraba una tienda de ju¬
pararle. Y puede volar. Puede ir a donde quiere. Y ¿sabes
guetes, una cesta con irnos encantadores ratoncitos blancos
qué?», dijo después de un momento como si hablara de un y grises de lana. Compré uno de cada color y los coloqué en¬
asunto de gran importancia, «No le tiene miedo al gato».
cima de la mesa antes de que llegara Larry. Cuando los des¬
El entusiasmo de Larry iba en aumento según iba hablan¬ cubrió su alegría fue inmensa. «Son los ratones más monos
do de su amigo. A pesar de que sus movimientos corporales que he visto nunca», se regocijó Larry. Y cogiendo uno en ca¬
eran muy limitados, en ese momento adoptó una postura de
da mano anunció inmediatamente: «El blanco es Superratón
lucha y comenzó a tirar puñetazos al aire. «Le gusta la ac¬
y el gris es Larry». Bailó con ellos por toda la habitación,
ción», declaró con alegría.
juntándoles las narices y chasqueando la lengua. «¡Se están
Yo le escuchaba con gran interés, y finalmente le pregun¬
besando!», exclamó extasiado. «¡Se quieren!».
té: «¿Cuántos años crees tú que tiene?».
Mientras le miraba, me di cuenta de que ésta debía ser la
«Tiene cuatro y medio», respondió rápidamente.
«Igual que tú», respondí yo con sorpresa, dándome cuen¬
primera vez que al niño se le ocurría que Superratón y —
ta en ese preciso momento de que había cometido uno de los —
él podía ser adorable. De repente se paró y dijo: «Superra¬
tón necesita una capa roja». Como Supermán había estado
mayores errores cuando se trata de fantasías: acercarse de¬
de moda durante muchos años, no tuve dificultad en encon¬
masiado a la realidad.
trar un pedazo de tela roja que había quedado de alguna
«Me he equivocado», dijo Larry con incertidumbre. «En
otra capa. «¿Crees que esto servirá?».
realidad tiene cinco y medio».
«Oh, sí», me aseguró. «Es justo del color que necesito».
También tenía dos teorías sobre el origen de Superratón.
Corté un cuadradito y comencé a coser una capa para Su¬
«¿Cómo llegaste a conocerlo», le pregunté.
«Un día oímos llamar a la puerta y abrimos. Allí estaba. perratón. Mientras lo hacía, Larry examinaba el contenido
Era Superratón. Tenía frío y hambre y le invitamos a entrar. del cuarto de jugar como si lo viera por primera vez. Se de¬
"Y así fue como le conocí». Dos meses y medio más tarde la tuvo delante de la familia de muñecos, a los cuales no había
explicación de la llegada de Superratón era completamente hecho ningún caso hasta entonces, y agarrando al padre con
diferente. una mano y a la madre con la otra comenzó a golpear sus
Sus primeras palabras habían dejado muy claro que el pies.
mundo de Superratón era todo su marco de referencia. Igual «¡Son unos malvados!», exclamó. Después cogió al muñe¬
que un enamorado siempre encuentra una forma de incluir co que representaba al hijo. «¡No quieren a su hijo!», comen¬
el nombre de su amada, no había tema en el que Larry no en¬ tó con creciente indignación. Y finalmente, concentrándose
contrara la forma de traer a colación al ratón. Después de sólo en la madre dijo con un gran sentimiento: «¡Quiere que
las primeras sesiones, era raro el día que no aparecía con al¬ su hijo se muera!».
guna insignia que estableciera su nueva identidad. Unas ve- Después de esta confrontación, Larry se acercó a mí y es¬
pontáneamente me confió: «Recuerdo el día que vino Super-
46 Dorothy Btoch Superratón: nacimiento y muerte de unafantasía defensiva 47

ratón. No me acuerdo qué pasó exactamente, pero fue un pusimos a confeccionarlas. Sin embargo, la semana siguien¬
día terrible. Metieron al hombre en la cárcel y no le dieron te a su cumpleaños anunció espontáneamente: «Voy a ver a
de comer y se murió». Y después, con más intensidad: «¡Era mi padre el domingo» — ésta era la primera referencia a su
más malo que un pirata!». Estudió mi cara durante un mo¬ padre— como si hubiera sido un tema normal en nuestras
mento y añadió: «Pasó hace veinte años». conversaciones.
Esa fue la primera referencia de Larry al trauma que le Durante la siguientes semanas, la situación real de Larry
causó la violenta disputa de sus padres hacía año y medio, mejoró enormemente. Al mes y medio de su cumpleaños su
cuando creyó que únicamente los poderes mágicos de Super- madre se mudó del apartamento pequeñísimo en que vivían
ratón podían salvar su vida. Superratón y el Ratón Larry a otro considerablemente más grande, donde él tenía su pro¬
continuaron siendo el foco de su actividad los siguientes me¬ pia habitación y podía jugar al aire libre. Su madre cambió
ses. Creó un escondite para ellos en medio de una casa he¬ también sus costumbres de forma que podía pasar más tiem¬
cha con bloques de madera y los guardaba al final de cada po en casa con el niño. En verano fue un mes a un campa¬
sesión con mucho cuidado en una habitación que tenía una mento durante el día y pasó varias semanas en el campo.
puerta secreta que daba al cuarto de jugar. Frecuentemente, Además le regalaron un hámster y él lo aceptó como un
al comenzar la sesión iba directamente al escondite y los sa¬ miembro más de la familia de los roedores. A partir de ese
caba de allí con gran placer. Otras veces se entretenía dibu¬ momento pareció interesarse también por las ardillas. Cuan¬
jando o construyendo figuras de Superratón. do volvió a la consulta después de un mes, la fantasía de Su¬
Otro tema muy importante para Larry era el del tiempo y perratón parecía haber perdido bastante importancia.
la edad. «Tengo cuatro años y medio», anunció en la primera «Tengo un hámster dorado», anunció nada más entrar.
sesión, «y el cuatro es mi número favorito». «El veintiséis de «Vive en su jaula y corre en una rueda y cuando come se lle¬
mayo cumpliré cinco años y entonces el cinco será mi favori¬ na la boca y luego lo escupe todo. Y es un roedor igual que
to». Superratón». Construyó un hámster de plástico y luego aña¬
Según se aproximaba esa fecha, su excitación crecía cada dió una madre hámster y un padre hámster y también una
vez más. Una semana antes, me preguntó si podía cambiar la ardilla, además de hacer un nido para cada uno de ellos de
fecha de la sesión pará que cayera en el día de su cumplea¬ papel. Todo el mes siguiente lo pasó construyendo lo que el
ños. «¿Podrías preparar algo especial para Superratón ese llamaba «los apartamentos de los roedores» para que vivieran
día?», me pidió. Tuve la impresión de que estaba viviendo al¬ en ellos los hámsters y el ratón. También comenzó a intere¬
guna fantasía especial concerniente a ese día, quizás relacio¬ sarse por primera vez por las pistolas, jugando a ser «el ma¬
nada con su padre e incluso con el ratón. Pero no dio ningu¬ lo» y por un personaje nuevo de la televisión que se llamaba
na explicación sobre el tema. Busqué por toda la ciudad y el «octavo hombre» y que parecía tener todas las cualidades
por fin encontré un gran ratón de peluche del tamaño de un de Supermán.
osito y lo coloqué en donde Larry pudiera verlo nada más Un mes después de su vuelta, al final de una sesión, cogió
entrar en el cuarto de jugar, aunque podía ignorarlo si así lo el ratón gris y me preguntó: «¿Sabes cuántos años tiene
prefería. Larry?» Inmediatamente continuó: «Cinco meses... No, quie¬
Cualquiera que fuera la fantasía que él había asociado ro decir, cinco semanas... cinco días... cinco minutos... ¡sólo
con esa fecha, se había desinflado antes de que llegara. Apa¬ tiene cinco segundos!».
reció muy deprimido, con círculos oscuros alrededor de los «Acaba de nacer», grité.
ojos y muy serio, e hizo como si no hubiera visto al nuevo ra¬ «Sí», asintió con alegría, «¡acaba de nacer!». Y comenzó a
tón. Pasaron varias sesiones antes de que comentara que el hacer chasquidos como si estuviera sujetando a un recién
ratón nuevo no tenía ni cola ni capa roja, y rápidamente nos nacido.
48 Dorothy Block Superratón: nacimiento y muerte de unafantasía defensiva 49

«¡Qué niño tan precioso!», exclamé. saria la creación de la fantasía de Superratón. La acogida de
«¡Oh, sí, es precioso!», asintió Larry. Estaba extasiado. Larry a los ratones puso claramente de manifiesto la impor¬
«Ya es casi hora de marcharte», le recordé. «¿Qué te pa¬ tancia de sentirse querido para invertir un proceso patológi¬
rece que hagamos con Larry». co. El que fueran adorables le sorprendió y despertó en él
«Tengo que hacerle un nido», dijo, y se pasó los últimos sentimientos que no pudo contener: «¡Se quieren!», exclamó,
cinco minutos haciéndole una cama. Tan pronto como llegó y llevado por el sentimiento de que también él era amado,
tres días después para su siguiente sesión, preguntó: «¿Sa¬ fue capaz de revivir y afrontar por vez primera los terribles
bes cuántos años tiene -Larry hoy. Tiene exactamente tres recuerdos que habían hecho necesaria su defensa mágica.
días», anunció sacándole de su nido. «Ajo, ajo, ajo», le repe¬ Buscando todavía refugio en la fantasía, pudo por primera
tía al ratón y hacía todos los ruidos que se les hacen a los re¬ vez expresar, a través de los muñecos, su indignación con
cién nacidos. sus padres por rechazarle y acusar a su madre de desearle la
«¡Oh!», dije, «¿no te parece precioso?». muerte.
Su alegría era inmensa, y volviéndose a donde estaban el El creciente refuerzo de su yo, que le llevó primero a
bebé hámster y la ardilla repitió la misma función. .crear la fantasía de haber renacido y después a aceptar su
«¡Qué niños tan preciosos!», repetía yo yendo de uno a verdadera identidad, se debió no solamente a las sesiones de
otro. Fue una sesión de éxtasis completo. análisis, sino también a una mejoría del ambiente familiar.
Esta vez hizo un nido para cada uno y los metió en la ca¬ Su madre respondió muy bien a mi sugerencia de que creara
ma antes de marcharse. Me dijo adiós alegremente y se fue una sensación de segundad y compañerismo, e hizo un gran
por el largo, pasillo camino de la puerta. Justo antes de esfuerzo, incluso cambiando de domicilio para acomodarse a
abrirla, sin embargo, se volvió hacia mí. Su expresión había las necesidades del niño. Como resultado de ambos factores,
cambiado por una de una desolación completa. la sensación de peligro que la violencia de su padre había
«Pero tengo cinco años y medio», dijo con una voz llena precipitado, y que los sentimientos de su madre habían re¬
de dolor y de protesta. Después abrió la puerta lentamente y forzado, fue disminuyendo gradualmente. Cuando se sintió
se marchó. suficientemente seguro, pudo deshacerse de la identidad má¬
Ese fue el momento en que murió la fantasía de Superra- gica y aceptar la suya real.
tón. La sensación de peligro que había precipitado su crea¬ La tesis de que una fantasía defensiva puede ser adopta¬
ción se había disipado finalmente y la necesidad de buscar da en un momento específico en el que se experimenta una
refugio en una identidad mágica había desaparecido. Por sensación de peligro y luego descartada, una vez que el peli¬
primera vez desde la noche en que sus padres se habían pe¬ gro ha pasado, quedó demostrada durante el tratamiento de
leado, Larry no necesitó la ilusión de los poderes sobrenatu¬ Larry. Así pues, podemos suponer que cuando las fantasías
rales para sentirse seguro y por fin volvió a su propia identi¬ de la infancia continúan siendo vividas en la edad adulta, co¬
dad. mo en los casos en que se adopta una identidad homosexual,
El proceso que provocó esto está claro. Mi primera clave el terror que las produjo está todavía vigente.
del tratamiento de Larry fue «Espero que me creas». Mi
aceptación entusiasta de su identidad adoptada le ayudó a li¬
berar sus energías y a salir de la depresión; ahora tenía un
aliado. También he de rendir homenaje al encantó singular
de los ratones de peluche, la suerte que tuve al encontrarlos
y la intuición que me hizo comprar dos, por la rapidez con
que fui capaz de llegar al corazón del trauma que hizo nere-
3. CUATRO NIÑOS QUE INSISTIAN EN QUE Cuatro niños que insistían en que pertenecían al sexo contrario 51
PERTENECIAN AL SEXO CONTRARIO
represalias de este padre. Los niños sacaban la conclusión
de que la única forma de salvar la vida era cambiar de sexo.
Al crear la fantasía de que pertenecían al sexo que ellos
creían preferido por el padre amenazador, confiaban no sólo
en apaciguar los celos de ese padre, sino también en trans¬
formar la violencia en amor. De esta forma la adopción de la
fantasía del cambio sexual les proporcionaba un refugio con¬
tra su miedo a ser asesinados al dotarles de una armazón
dentro de la cual les era posible mantener la esperanza de
En estos tiempos de tanta confusión sobre el origen y el sig¬ ser finalmente queridos.
nificado de la homosexualidad, me ha resultado muy esclare- En los cuatro niños era posible establecer qué aconteci¬
cedora mi experiencia con dos niños y dos niñas que fueron miento concreto había provocado la necesidad inmediata de
traídos a mi consulta por que insistían en que pertenecían al adoptar una identidad sexual contraria. A pesar de que cada
sexo contrario. Aunque los sentimientos homosexuales son niño había encontrado inicialmente otras formas de prote¬
universales, la persistente adopción de la fantasía de una gerse contra la violencia de los padres, el desarrollo de una
identidad sexual distinta sólo parece producirse en unas cir¬ nueva e imponente situación las había hecho ineficaces y ha¬
cunstancias específicas. Después de explorar los anteceden¬ bía exigido unas defensas más drásticas. En tres de los ca¬
tes de esos cuatro niños comprendí que la dinámica es simi¬ sos, el nacimiento de un hermano del sexo contrario o senci¬
lar a aquella de la que proceden otras fantasías defensivas. llamente que se pareciera al padre del sexo contrario había
Igual que en el ejemplo de Larry, en cada caso el niño co¬ desencadenado la adopción de la fantasía homosexual. En el
menzó a vivir la fantasía en el momento en que algún inci¬ cuarto caso, había sido la seductora exposición al padre del
dente concreto puso en peligro una situación ya precaria y le sexo contrario lo que había puesto en peligro la relación, ya
hizo temer por su vida. El hecho de que estos niños no eligie¬ de por sí difícil, con los miembros de la familia del mismo
ran a Superratón o a Supermán o a cualquier otra identidad
sexo.
poderosa sino que prefirieran una identidad sexual contraria
Aunque la homosexualidad, por lo general, implica la sa¬
parece estar determinado por una constelación de factores
tisfacción sexual de unas necesidades instintivas con una
muy particulares y similares. En todos los casos, habían esta¬
persona del mismo sexo, los casos de estos cuatro niños indi¬
do expuestos a la violencia directa de uno de los padres y ha¬
can que la transformación de la identidad sexual puede ocu¬
bían tenido que defendérse no solamente contra el miedo sino
rrir mucho antes de que se desarrollen tales necesidades.
también contra la amenaza de infanticidio. Además, el único Quizás, gran parte de las dificultades que existen para com¬
refugio contra este peligro que el otro padre ofrecía era a lo
prender ta homosexualidad se debe al énfasis puesto en la
más una fachada seductora o el despego. Sin embargo, el fac¬
conducta física con respecto al sexo y sus diferentes expre¬
tor que aparentemente determinaba la elección de una fanta¬
siones. Sin embargo, cuando se aborda desde el punto de vis¬
sía sexual estaba relacionado en todos los casos con la percep¬
ta de la infancia, el problema se simplifica notablemente.
ción por los niños de la relación entre sus padres. En todos
los casos, los niños estaban convencidos, por los sentimien¬
Dado que el nivel de madurez de los niños excluye normal¬
mente la necesidad de una gratificación instintiva, la adop¬
tos y la forma de portarse de los padres entre sí o con los hi¬
ción de unos sentimientos sexuales tiene poca importancia.
jos, de que los padres no se querían y que el padre del sexo
A pesar de todo, está claro que el niño crea una defensa ho¬
contrario les prefería. Por lo tanto, atribuían el violento re¬ mosexual y que su principal característica es su adopción de
chazo del otro padre a los celos y se sentían el blanco de las un cambio de sexo. En los cuatro casos, la adopción estaba
52 Dorothy Bloch Cuatro niños que insistían en que pertenecían al sexo contrario 53
,
bien establecida, si bien correspondía al estadio de su desa¬ al sexo opuesto, así como las condiciones familiares que la
rrollo y se limitaba a la afirmación, apariencia y afectación. hacían necesaria, han servido de marco de referencia en mis
Dado que en la mayoría de los casos el tratamiento psicoana- esfuerzos por descubrir las complejidades adicionales de fe¬
lítico resuelve la necesidad del niño de adoptar una identi¬ nómenos similares a una edad posterior.
dad sexual opuesta, sólo podemos conjeturar que, sin el tra¬ En tres de los casos, me limitaré a examinar las dinámi¬
tamiento, la maduración sexual habría necesitado también cas. En el cuarto, la transformación psicológica de una fan¬
una expresión sexual. tasía homosexual en una identidad homosexual es tan clara
La aparentemente desconcertante sintomatología homo¬ que la describiré más extensamente.
sexual toma un nuevo significado en cuanto nos damos cuen¬ Rose vino a mi consulta cuando tenía cuatro años porque
ta de que se trata de una cuestión de vida o muerte. Cual¬
debido a su conducta agresiva y provocadora había sido ex¬
quier duda sobre la función de la adopción de una identidad pulsada de dos escuelas en poco más de un año y hacía pro¬
homosexual queda clarificada por la explicación de Freud: nosticar un futuro difícil. Ella insistía en que era un niño, se
«Cuanto más intensa es ésta [la resistencia], más amplia¬ negaba a llevar vestidos y jugaba únicamente con niños.
mente quedará sustituido el recuerdo por la acción (re¬ También mordía, tiraba cosas, quitaba los juguetes a otros
petición)».'. En ninguna otra fantasía existe una represión niños y era totalmente incontrolable. Su madre explicaba
tan grande. En el caso de un paciente adulto, toda experien¬ que Rose insistía en ser un niño desde los dos años, cuando
cia de un sentimiento prohibido va seguida por el pánico y la nació su hermano. A pesar de que la madre decía que no tu¬
compulsión de un contacto homosexual. Frecuentemente, sin vo problemas a la hora de destetarla cuando tenía tres me¬
embargo, las dimensiones de la resistencia homosexual al re¬ ses, Rose inmediatamente se volvió celíaca hasta que tuvo
cuerdo no son debidamente expresadas por la mera adop¬ dos años. Coincidiendo con ese período, la niña se desmaya¬
ción. La negación en la fantasía de identidad homosexual ba cada vez que el médico le ponía una inyección, cuando
adoptada es tan sorprendente como la represión a la que sir¬ lloraba y cuando se caía y se hacía daño. Estos dos síntomas
ve. La frecuente insistencia del homosexual en que su fanta¬ desaparecieron cuando nació su hermano, pero fueron susti¬
sía es real, en que verdaderamente pertenece al sexo opues¬ tuidos por su adopción de la identidad sexual opuesta.
to, en que en realidad está siguiendo su propia naturaleza, en Los padres de Rose, una pareja muy atractiva de unos
que «nació así», es indudablemente un síntoma al servicio de treinta años llamados Bobby y Robby, llegaron a la primera
su resistencia a recordar y puede sugerir tanto las insoporta¬ entrevista vestidos deportivamente con modelos iguales.
bles dimensiones de su terror como su convicción de que su Aunque la madre no era nada masculina, sus ropas estaban
vida depende de conservar su identidad falsa. Su única espe¬ elegidas de forma que correspondieran con las de su marido.
ranza de cariño y seguridad parece estar sustentada por esta El daba la sensación de ser el más dominante de los dos, y
creencia. parecía agresivo y enérgico, mientras que ella parecía pasiva
Dado que hay una gran cantidad de dinámicas que pue¬ e indiferente. Los dos estaban muy interesados en los depor¬
den dar lugar a la adopción de una identidad homosexual, li¬ tes y les dedicaban la mayor parte de su tiempo libre, sobre
mitaré mi análisis a aquéllas que descubrí durante el trata¬ todo el domingo. La madre explicó que el nacimiento de Ro¬
miento de los cuatro niños. Sin embargo, la constante inten¬ se había sido planeado y que a ella le gustaban mucho los ni¬
sidad de las afirmaciones de estos niños de que pertenecían ños. El padre tenía los mismos sentimientos, pero confesó
que, antes de que naciera, había deseado que fuera un niño.
1
Sigmund Freud, «Further recommendations in the Sin embargo, pasada la primera desilusión, se había encari¬
technique
choanalysis» (1914), en Collected papers, Londres, Hogart Press, 1950,of psy¬ ñado lo mismo con ella, la había tratado del mismo modo y
vol 2
p. 370. la había introducido ya en el mundo de los deportes. Le ha-
54 Dorothy Btoch Cuatro niños que insistían en que pertenecían al sexo contrario 55

bía tomado tanto cariño que, en realidad, cuando nació su cama asignaba a la madre el papel de rival rencorosa. A pe¬
hijo no tenía especial deseo de que fuera un niño. A partir sar de todo, de los dos padres, la madre era la más protecto¬
del nacimiento del tercer hijo, una niña, tres meses antes, ra. Su pasividad y su indiferencia ofrecían un poco de refu¬
Rose compartía la habitación con su hermano, pero como gio y posiblemente estaban más cerca de lo que Rose experi¬
siempre había dormido mal se despertaba hacia las tres o mentaba como cariño. El inminente nacimiento de un her¬
las cuatro de la mañana e invariablemente acababa la noche mano, especialmente si era un niño, que colmaría los deseos
en la cama de su padre. En realidad, veía a su padre muy po¬ del padre, amenazaba, pues, a Rose no sólo con el abandono
co durante el día, ya que él estaba en casa solamente los sá¬
bados, así que su contacto con ella duraba sólo unos minu¬ te—

de su padre y, en términos de Rose, posiblemente la muer¬
sino todavía más, con la pérdida de la protección que
tos por la mañana y luego por la noche antes de irse a la ca¬ para ella suponía el cariño de su madre. Sus defensas somá¬
ma. Era muy estricto con la niña y recurría a los azotes co¬ ticas anteriores no le servían ahora. Y, en lo que puede ha¬
mo forma de resolver los problemas. Las relaciones de la ni¬ ber sido un intento desesperado de salvar su vida ganando el
ña con la madre eran mejores. cariño de sus padres, Rose insistía en que era un niño.
El problema de Rose se puso de manifiesto de forma es¬ La dinámica, a la que en el caso de Rose hay que llegar a
pectacular el primer día que vino a la consulta cuando se través de suposiciones, es mucho más visible en el caso de.
quedó en el pasillo, enfrente de mi despacho, diciendo que Richard. Lo trajeron a mi consulta cuando tenia seis años
prefería estar fuera que dentro. El ascensorista que pasaba porque su insistencia desde hacía año y medio en que era
casualmente por allí, cautivado por su apariencia, exclamó una niña había alcanzado tales proporciones que estaba ha¬
inocentemente: «¡Qué niña tan guapa!» Inmediatamente, Ro¬ ciendo la vida imposible para él y sus padres. En la escuela
se se transformó en un verdadero demonio, lanzándole los era el centro de las burlas por su preferencia por las ropas
epítetos más horribles que sabía: «¡No soy una niña, estúpi¬ femeninas, jugar con las niñas y sus muñecas, su concentra¬
do!» Varias sesiones más tarde, estando sentada en el sofá, ción en la figura femenina en sus dibujos y su negativa a
me confesó con inenarrable placer: «Tengo un pene, está desnudarse en público a la hora de hacer gimnasia o nadar.
dentro de mí y es un secreto». En casa se vestía con las ropas de su madre, usaba sus pin¬
La evolución de Rose sugiere que justo antes de cumplir turas a la menor oportunidad y se admiraba en el espejo
dos años sufrió una crisis creada por el nacimiento inminen¬ continuamente. Como no jugaba bien con otros niños, era el
te de un hermano y que luego se exacerbó por el sexo de és¬ compañero constante de su madre y también su preocupa¬
te. Sus desmayos, que comenzaron a los cuatro meses, no te¬ ción. El resentimiento que tenía por su hermano de trece
nían causas orgánicas, según su pediatra, que lo explicaba meses era también un gran problema. Se quejaba especial¬
como una «rabieta». Sin embargo, posiblemente eran una mente de la injusticia del destino que permitía a su hermano
respuesta al miedo, hipótesis que sugiere el hecho de que se tener los mismos ojos y pelo oscuros que su madre es de¬ —
produjeran después de incidentes que la asustaban. A pesar cir, según sus propias palabras, «ser una niña» mientras —
de que no conocemos la forma en que el padre expresó su que él se parecía a su padre y por lo tanto era feo. Posible¬
desilusión inicial, sí sabemos que solía usar los azotes como mente para negar este parecido, parpadeaba cuando habla¬
medio de castigo y que, según la madre, era «muy estricto». ba, movía el cuerpo como las mujeres a! andar, y daba a sus
De todas maneras, tenemos razones para creer que Rose veía palabras un ritmo y una inflexión que probablemente toma¬
tanto en su padre como en su madre una fuente de peligros. ba prestados de las mujeres. A sus seis años era todo lo ho¬
Por lo que sabemos del efecto que en un niño puede tener mosexual que su edad le permitía.
una relación seductora con el padre de sexo contrario, pode¬ El padre de Richard trabajaba en la investigación de or¬
mos suponer que el hecho de que su padre la aceptara en su denadores, pero había sufrido unas depresiones tan fuertes
56 Dorothy Block Cuatro niños que insistían en que pertenecían al sexo contrario 57

que recientemente le habían incapacitado su desempeño. Ha¬ ser una niña. Después del nacimiento del niño, posiblemente
bía estado hospitalizado después de un intento de suicidio percibió correctamente que el rechazo de su padre hacia él
un año antes de que Richard viniera a la consulta. Varias ve¬ se debía en parte al parecido de su hijo con él, y su fácil
ces durante el tratamiento de Richard dio la impresión de aceptación de su hermano pequeño al parecido de éste con
estar de nuevo a punto de derrumbarse. Era extremadamen¬ la madre, es decir, al hecho de ser una «niña». La defensa
te reservado y las pocas veces que le vi me dio la impresión homosexual de Richard estaba destinada obviamente a pro¬
de que toda su energía la usaba en mantener sus sentimien¬ tegerle de la amenaza de ser asesinado en una atmósfera car¬
tos lo más escondidos posible. No se sintió interesado por el gada de violencia y falta de cariño verdadero. Desgraciada¬
nacimiento de Richard y lo ignoró por completo durante el mente el tratamiento terminó cuando el padre de Richard, al
primer año de su vida. Cuando comenzó el tratamiento su salir dé una de sus profundas depresiones, se dio cuenta de
contacto con Richard se limitaba a acostarse unos minutos que su hijo estaba siendo tratado por una analista no profe¬
en la cama de Richard antes de que éste se durmiera y a sa¬ sional, pero no antes de que Richard anunciara triunfalmen-
carle de paseo de vez en cuando. Sin embargo, cuando se dio te al comenzar una de las sesiones: «Ya sé que no me vas a
cuenta de las inclinaciones femeninas de Richard se puso fu¬ creer, pero me he afiliado a los Boy Scouts».
rioso. También se sentía inmensamente culpable por el aban¬ Loma, una niña, estaba en el polo opuesto del espectro.
dono de Richard y había perdido toda esperanza de que cam¬ Su cambio de identidad sexual se produjo a la misma edad
biara. que el de Richard y también al nacer un hermano. En el caso
La madre de Richard era una mujer pequeña y guapa, pe¬ de Loma, sin embargo, la dinámica fue algo más complica¬
ro pasiva, que se mostró comprensiva aunque alejada duran¬ da. Los dos padres eran violentos y se peleaban a menudo.
te el año y medio que la conocí. La percepción por Richard El padre, no obstante, usaba la violencia únicamente contra
de la relaciones de sus padres le había kecho creer que él la madre. Y aunque la madre nunca iniciaba la violencia con¬
era el compañero preferido de su madre, idea que se expre¬ tra el padre y meramente se defendía, sí usaba la violencia
saba a través de fantasías en las que él tenía citas con actri¬ contra Loma. Además, Loma se encontraba sumida en una
ces famosas. En el test de Rorschach, Richard reveló que te¬ confusión psicológica que le privaba de toda sensación de se¬
nía miedo de «un loco» que «esconde bombas en los edifi¬ guridad. El padre, un próspero contable, se había casado por
cios», y respondió a la lámina de la «madre», que general¬ segunda vez y tenía un hijo de su primera mujer. A pesar de
mente provoca una respuesta humana o animal, como «un que era una persona totalmente absorbida por sí mismo y
bañador o un vestido». por su trabajo, había adoptado lin papel autoritario en rela¬
A pesar de que su padre se mostró violento con Richard y ción con el cuidado de Loma desde su nacimiento, contradi¬
le rechazó desde el día en que nació, y su madre igualmente ciendo y corrigiendo continuamente a la madre por su forma
indiferente, ésta última me informó de que Richard no insis¬ de cuidar a la niña. Esto continuó mientras Loma iba cre¬
tió en ser una niña, adoptó la afectación femenina y se inte¬ ciendo y cuando se hizo más mayor adquirió el aspecto de
resó por las ropas femeninas hasta los cuatro años y medio. una alianza contra la madre. Además, tanto las necesidades
En aquella fecha su madre estaba embarazada de tres me¬ como los deseos de la niña eran órdenes para su padre mien¬
ses. Por vaga y nebulosa que fuera la figura de su madre, al tras que los de la madre eran ignorados. Este aumento de la
igual que en el caso de Rose, era sin embargo la única fuente importancia de la niña exasperaba a la madre y llenaba a
de protección y su úftica experiencia de amor. Ante la pérdi¬ Loma de terror ante la amenaza de una venganza de su ma¬
da de este cariño por el inminente nacimiento de un herma¬ dre. Como en realidad veía muy poco a su padre, la niña se
no, y sintiéndose abandonado a la violencia asesina de su pa¬ encontraba atrapada entre la seducción y el abandono del
dre, recurrió a la única solución que podía salvar su vida, padre y los cuidados más regulares y la furia de la madre.
58 Dorothy Block
Cuatro niños que insistían en que pertenecían al sexo contrario 59
De los dos, la madre era aparentemente más de fiar pero a la
vez aterradora. Con el nacimiento de su hermano, que esca¬ sus notas, que eran las más altas. Esta primera experiencia
pó al destino de la niña e interesó muy poco al padre, Lorna
«escolar», y la constante referencia de Joe a él como un
tuvo que luchar contra un hermano al que la madre se sentía
«idiota», contribuyeron indudablemente a convencer a
totalmente libre de disfrutar. Al miedo a la seducción y apa¬ Danny, en la época que comenzó su tratamiento, de que cual¬
rente preferencia paterna y al violento rechazo materno se
quier experiencia nueva sería simplemente una oportunidad
más de fracasar. Además, Joe pasaba todas las noches por
añadía ahora la prueba de que ser niño no sólo proporciona¬
ba mayor protección, sino que también evocaba cariño. En
delante de la puerta del cuarto de Danny una vez que éste es¬
taba dormido y llamaba hasta que se despertaba. También le
ese momento no había ningún sitio seguro y la única solu¬
confesaba periódicamente que deseaba que se muriera.
ción era adoptar una identidad masculina.
«Dice que le gustaría verme muerto», me contó Danny al¬
En el caso de Danny, un niño de cinco años y medio, la gún tiempo después, «pero no me lo creo. Estoy seguro que
relación entre las fantasías suicidas y la adopción de una estaria triste y lloraría delante de mi tumba». A pesar de to¬
identidad sexual contraria se ve con cierta claridad. En co¬ do, Danny reveló: «Por la noche pienso que alguien viene a
nexión con este tema, me acuerdo del comentario de un pa¬
mi habitación y me apuñala, no Joe, sino alguna otra perso¬
ciente cuando se manifestaron sus deseos suicidas. En ese
na de la calle. No tengo ni idea quién, quizás un monstruo».
momento dijo: «Para alguien como yo, la homosexualidad es
Los monstruos eran parte de la vida diaria de Danny tanto
un lujo; lo realmente importante es estar viva».
despierto como dormido; los veía en la televisión cada día.
Al principio, las fantasías de Danny le defendían contra el «Alguien le hizo una foto a un fastasma», me informó. «Bár¬
suicidio y la amenaza de ser asesinado; sólo cuando estas bara lo vio. Cuando la gente se muere contra su voluntad,
preocupaciones disminuyeron comenzó a manifestarse su vuelve como un fantasma». En realidad la dificultad de
fantasía secreta de una identidad sexual opuesta. La adop¬ Danny a la hora de identificar al monstruo tal vez se debie¬
ción de una identidad opuesta fue desencadenada por su ex¬
ra a que tenia dos alternativas. Otro día, describió la imagen
posición a la seducción de su madre. También cedió en res¬ de su padre «con un cuchillo en la mano».
puesta a una mejora de la situación familiar, pero volvió
Cuando le hicieron tests antes de comenzar el tratamiento
cuando unas circunstancias extraordinarias la exigieron de Danny puso de manifiesto sus sentimientos de desamparo al
nuevo. Aunque sus padres lo trajeron a mi consulta a rega¬ responder a una de las láminas de un test proyectivo llama¬
ñadientes porque ta profesora de su colegio opinaba que el do Children's Apperception Test en el cual se estudian las
niño era demasiado inmaduro para pasar a primer curso, en¬
reacciones del niño ante dibujos de animales antropomorfi-
seguida se puso de manifiesto que Danny estaba embarcado
zados. «Un bébe», dijo «estaba durmiendo en su cuna y un
en una lucha a vida o muerte. La única salida que él veía pa¬
ladrón entró rompiendo la ventana. La madre y el padre fue¬
ra todo era la muerte violenta, ya fuera producida por sí
ron a la habitación y el padre dijo "Voy a ir tras el ladrón".
mismo o por otra persona. Una causa fundamental de sus
problemas era su hermano Joe, cinco años mayor que él y
Llevaron al bebé al hospital, pero no pudieron hacer nada
por él. Tuvieron que enterrarle. Estaban muy tristes y ése es
tan fuerte y alto como Danny era pequeño y delgado. Joe era
el final de la historia». El papel de los padres en la historia
un niño taciturno y sin amigos al que evidentemente no le era la presentación correcta de lo que ocurría en la realidad.
había hecho ninguna gracia el nacimiento de Danny. Cuando «Voy a ir tras el ladrón», decía el padre, pero no había indi¬
Danny fue lo suficientemente mayor como para jugar con él, cios de que lo hiciera. Según Danny, se había quejado repeti¬
Joe organizó una clase con un gato, un mono llamado Jocko, damente de Joe, pero sus padres no habían hecho nada.
un payaso llamado Bozo y Danny. Desgraciadamente para
El hecho de que los padres no protegieran a Danny de los
Danny, el alumno más listo era el gato, como lo demostraban
deseos homicidas de su hermano era sólo una de las facetas
60 Dorothy Block Cuatro niños que insistían en que pertenecían al sexo contrario 61

en una forma de relación que le hacía esperar y desear la Sin embargo, era la madre de Danny la que más contri¬
muerte. Sentía claramente, según lo indicó en otra respuesta buía a la inestabilidad en la vida del niño. Era una mujer pe¬
del test, que sus padres compartían los deseos de Joe. En queña y atractiva, cuyo escaso sentido de la realidad se ex¬
una historia muy larga sobre una madre y un padre monos tendía a su percepción de sus hijos. Danny no estaba nunca
que están «diciendo secretos» mientras el bebé está con su seguro de su propia existencia en relación con su madre.
abuela, dijo: «A ellos no les gustan los demás y están hacien¬ Cuando volvía del colegio nunca sabía si la iba a encontrar a
do un plan. Consiguen un rifle y matan a los demás. Tampo¬ ella o a una asistenta o simplemente un mensaje diciendo
co les gustan el bebé y la abuela». que volvería a casa «en diez minutos», los cuales se le hacían
A pesar de que los padres contribuían al vacilante control eternos mientras esperaba. Siempre comía solo con su her¬
sobre la vida de Danny, los dos encontraban innecesario in¬ mano y a veces no veía a su madre en toda la tarde. Su ansie¬
formarle de cualquier plan que tuvieran para él, y a los dos dad por sí ella se olvidaría de su existencia fue un factor
les parecía apropiado mantenerle durmiendo en la cuna has¬ constante en su tratamiento hasta que se hizo lo suficiente¬
ta que comenzó el tratamiento. « ¡Mi padre va a preparar una mente mayor como para cuidarse de sí mismo. El autobús
cama nueva para mí esta noche!», anunció Danny exuberan¬ del colegio lo dejaba a la puerta de mi consulta y su madre
te durante una de las sesiones. « ¡La cuna era demasiado pe¬ lo recogía al final de la sesión. Por lo general, su madre lle¬
queña! Me hacía sentir como un bebé. Se lo dije muchas ve¬ gaba tarde y Danny no estaba seguro de que iría a buscarlo
ces a mis padres pero siempre respondían: "Pronto, hasta que la veía aparecer por la puerta. Su miedo estaba
pronto"». Esa fue la única vez que Danny se atrevió a criti¬ bien fundado, como descubrí cuando una tarde su madre me
car a sus padres durante varios años. Otro día, refiriéndose telefoneó un buen rato después de que hubiera acabado la
a un compañero del colegio al que aceptaba por lo general sesión para decirme que se le había olvidado por completo y
como una autoridad, lo hizo simplemente con una indirecta: que por favor lo pusiera en un taxi que lo llevara a casa.
«Ronnie dice que a él le gusta su madre más que nadie», No fue sino varios años después cuando me enteré de
anunció sin poder disimular su sorpresa. otra de las fantasías con que Danny se defendía durante
Su padre era en esa época el más responsable y continuó aquella época. «Todo el mundo estaba representando una
siéndolo. Le despertaba por la mañana y le preparaba el de¬ función», me dijo. «Tú no eras en realidad Dorothy Bloch.
sayuno siguiendo un ritual bastante seguro. También era el Otras personas fingían ser mis padres. Ai principio sí que es¬
que le llevaba de compras cuando necesitaba algo. Sin em¬ taban, pero luego alguien se los llevó. Hay veces que todavía
bargo, su forma de relacionarse con él tomó un sentido de lo pienso. Esas personas se hacían pasar por mis padres, pe¬
«bromear todo el tiempo»; al parecer le encantaba dar a ro en realidad tenían a mis padres atados. Suponía que mis
Danny información equivocada y luego se moría de risa con verdaderos padres serían más amables conmigo; me que¬
los resultados. Danny sacó la conclusión de que debía ser un rrían más. Esas otras personas supongo que no».
cómico. A sus cinco años y medio se daba cuenta de que nun¬ Verdaderamente, el aspecto más real del mundo de
ca sabía cuándo le estaban tomando el pelo y seguía la nor¬ Danny era «una función». Cualquier exploración de los ele¬
ma de mostrarse siempre suspicaz. Sin embargo, siempre ha¬ mentos decisivos en su vida sería incompleta si no incluyéra¬
bla trampas nuevas. «Mi padre va a construir una casa nue¬ mos la influencia de la televisión. Estaba ante ella, a la deri¬
va este verano», dijo un día, «y me ha dicho que puedo ayu¬ va y sin brújulas ni cartas de navegación, expuesto a sus ra¬
darle. Puedo clavar los clavos». Su padre era>constructor, un yos mortales cuatro o seis horas todos los días durante la se¬
hombre alto y musculoso cuya forma de hablar comedida y mana y muchas más durante los fines de semana. ELmundo
de reírse con sarcasmo sugerían una violencia controlada de violencia que proyectaba se convirtió en su marco de re¬
que nunca dejó de ser una gran preocupación. ferencia. Cuando no la estaba viendo, estaba pensando en
62 Dorothy Bloch Cuatro niños que insistían en que pertenecían al sexo contrario 63

ella. Mientra otros niños hablaban de sus encuentros en el «sistema de filtro». El primer signo exterior de que algo no
mundo real, Danny hablaba de las últimas aventuras de sus iba bien era la sonrisa fija con la que intentaba defenderse a
personajes favoritos de televisión. Fue un gran progreso falta de algo mejor. Sus padres sacaron la conclusión de que
cuando su preocupación por la guerra fue sustituida por era «un niño feliz y sin problemas». Cuando, en el curso del
otro programa, «Los Jetsons», que vivían en «una casa del tratamiento, la sonrisa desapareció y su tristeza se puso de
futuro» y se convirtieron en su modelo de vida familiar. Para manifiesto, sus padres echaron la culpa al tratamiento.
él, la frontera de la ciencia representaba entre otras cosas je¬ Sin embargo, su sonrisa era solamente una de las muchas
ringuillas hipodérmicas que permitían derretir cerebros, in¬ facetas de la armadura de Danny. Su mundo interior de pen¬
vadir las mentes, transformar no sólo las personalidades si¬ samientos y sentimientos estaba también cerrado bajo llave;
no también los cuerpos y hacer que la gente desapareciera. daba la impresión de que Danny estaba convencido de que
La guerra atómica se convirtió en algo real y la invasión por cualquier persona tenía la llave en el bolsillo. Al rehusar to¬
extraterrestres en algo inminente y amenazador. «¿Tienen da responsabilidad por lo que ocurría en su interior, Danny
que ir los enanos a la guerra?», me preguntó un día muy provocó un fenómeno extraño. En un momento determinado,
preocupado, obviamente pensando en sí mismo. El mundo unos dos años después de que comenzara el tratamiento,
estaba poblado de monstruos y los poderes del mal abunda¬ Danny empezó a quejarse de que los ojos le «lloraban». Sus
ban. Aparentemente, todo esto era para Danny una corrobo¬ padres le llevaron después de algún tiempo a un oftalmólo¬
ración o quizás una elaboración en otra dimensión y en un go, quien no encontró ninguna anomalía en los conductos la¬
plano más amplio de su percepción del mundo real. Sin em¬ crimales. No obstante, los ojos le seguían «llorando». Danny
bargo, la televisión le proporcionó también una fantasía útil: me contó que le pasaba en cualquier sitio, a veces sin ningún
era Supermán. Solamente a veces recibí indicios de la di¬ aviso en la mitad de una clase en el colegio, cuando venía a
mensión de su personalidad secreta. Podía repetir literal¬ mi consulta o cuando estaba sentado en casa sin hacer nada.
mente las frases iniciales del programa y de vez en cuando, El problema se aclaró durante una sesión, mientras me des¬
durante varios años, estuvo preocupado por el diseño de un cribía con detalle un partido de pelota televisado en el que
traje adecuado. había visto un bebé entre el público.
En mi esfuerzo por entender el impacto de este mundo de «El bebé no sabía lo que estaba pasando», dijo Danny.
horror y monstruosidad en Danny, tenía la impresión de que Lo miré un momento y luego comenté: «No sé si tú te
le llegaba sin ningún tipo de filtro. En primer lugar, no pare¬ acuerdas de cuando eras un bebé».
cía haber ningún marco de referencia que le permitiera cri¬ Se quedó callado y luego dijo: «Le mamaba a mi madre
bar y matizar este material y adquirir un sentido de equili¬ cuando era un bebé. Siento haberlo hecho», añadió. «No me
brio entre lo real y lo irreal. No sólo no gozaba de la protec¬ gusta la leche templada».
ción de una exposición limitada, sino que además apenas co¬ «Supongo que hay cosas de tu madre que no te gustan»,
nocía el tipo de remedio que habría podido servir de antído¬ aventuré.
to contra las imágenes enfermizas de la pantalla de televi¬ «Eso es cierto», admitió por primera vez.
sión. Por sí mismo y sin ayuda del exterior, podía conjurar «Especialmente cuando te deja solo».
en la oscuridad de la noche unas imágenes espeluznantes. «Los ojos todavía me lloran», dijo como si los dos enten¬
Pero con la ayuda de la tecnología moderna sus poderes se diéramos el significado de esa frase y su relación con lo que
extendían hasta el infinito. Como él mismo me dijo: «Desde estábamos hablando.
que vi "El fantasma de la ópera", no pierdo de vista mi habi¬ «¿Tú crees que los ojos te lloran cuando te sientes
tación». triste?», le pregunté.
Además, me daba la impresión de que algo fallaba en su «Creo que sí», admitió Danny.
64 Dorothy Bloch
Cuatro niños que insistían en que pertenecían al sexo contrario 65

«Frecuentemente la gente siente ganas de llorar cuando aseguró, tirando de su propia boca hasta desfigurarla. «Po¬
está triste», dije. Y de esta forma, Danny se concedió a sí dría hacerlo si estuviera enfadado. Podría tirar una pared».
mismo el derecho a estar triste y llorar. Cuando su ira estalló finalmente, Danny se sintió total¬
Danny mantenía el mismo tipo de relación con sus proce¬ mente abrumado. Un día comenté: «Creo que estás muy
sos mentales; no le pertenecían. Algunos años más tarde, preocupado. Quizás si me cuentas lo que te pasa podría ayu¬
cuando ya era capaz de reivindicarlos, se maravillaba: «No darte».
me puedo creer que es mi mente la que hace todas esas co¬ «¿Quieres decir para que no me ponga furioso y grite to¬
sas, y que es mía». Hay indicios de que en un principio no do el tiempo?».
pensaba que fuera suya. Su miedo a ser asesinado, al igual que sus deseos suici¬
Durante una de las primeras sesiones en la que estaba ti¬ das, se manifestaban patentemente en las fantasías que co¬
rando dardos contra la pared, comenté: «Parece que estás un mentó desde el comienzo del tratamiento. Al principio creó
poco enfadado». una fantasía en la que yo estaba encerrada en una esquina
«¿Por qué lo sabes?», preguntó. «¿Se me nota?». de la terraza mientras él estaba tumbado en una silla no
«No», dije. «Por lo general sonríes, pero en el fondo creo muy lejos de mí. Cuando comenté después de unos minutos
que estás enfadado». que debía sentirse muy cansado, declaró: «Mis enemigos es¬
«¿Por qué estoy enfadado?», preguntó. Su convicción de tán muy lejos, y estoy descansando». Las semanas siguientes
que cualquiera podía leer sus pensamientos estaba ya bien estuvimos ocupados matando y destruyendo a multitudes o
establecida. Según él mismo me explicó algún tiempo des¬ luchando mano a mano con el enemigo. La mordacidad de
pués, se abstenía de pensar para que sus pensamientos no sus comentarios acerca de mi mala actuación y la ineficacia
quedaran al descubierto. Sin embargo, siempre me sobresal¬ de la ayuda que yo le ofrecía no dejaba ninguna duda sobre
taba cuando me daba cuenta del poder que atribuía a los de¬ el carácter formidable de sus enemigos y de lo poco digna de
más. confianza que era mi ayuda. Cuando jugaba con soldados, el
«Creo que estás furioso conmigo», comenté de nuevo otro soldado que le representaba a él era destrozado inevitable¬
día. mente.
Me miró con evidente sorpresa. «¿Quieres decir que Más adelante, unos dos años después del comienzo del
cuando voy andando detrás de ti en el vestíbulo piensas que tratamiento, cuando dibujó un avión de «un estilo nuevo» y
quiero clavarte un cuchillo en la espalda?». anunció que había explotado, le pregunté: «¿Qué pasó con el
Igualmente, en otra ocasión comenté: «Me he dado cuen¬ piloto?».
ta de que no te gusta contarme lo que pasa en el colegio». «Se tiró en paracaídas», contestó Danny, y después de
«¿Quieres decir sobre Ronnie?», respondió. «¿Que él me pensarlo un poco añadió: «Sólo que se olvida de tirar del
quiere matar? Bueno, le dije que lo electrocutarían». cordón al saltar a tierra. Entonces tira de él».
Cuando Danny comenzó a darse cuenta del funcionamien¬ «Se mata», añadí, y Danny asintió.
to de su mente, lo abordó con cautela. Después de acabar un Durante ese mismo período me enfrentaba frecuentemen¬
aeroplano en miniatura, dijo: «Se me acaba de pasar por la te con distintos tipos de adivinanzas suicidas. «¿Qué pasa¬
cabeza romper todas las hélices, pero creo que no lo voy a ría», preguntaba, «si meten a un niño en un saco y lo tiran
hacer». Cuando comenzó a advertir las verdaderas dimensio¬ desde el tejado? ¿Qué pasaría si estuviera atado en una al¬
nes de la ira que crecía dentro de él, se vio obligado a expre¬ fombra? ¿Y si estuviera hecho de hierro o plomo?». «¿Qué
sarla con palabras. «Un hombre enfadado sería capaz de ti¬ pasaría si un niño estuviera en el tejado y oliera pegamento
rar una pared» declaró un día. «Podría hacer pedazos tu es¬ hasta que se volviese loco y no supiera lo que hacía v saltara
critorio. Y más. Un niño enfadado podría romper una boca», al vacío?».
Cuatro niños que insistían en que pertenecían al sexo contrario 67
66 Dorothy Block
sesión, sin embargo, describió un sueño sobre una señora
A pesar de todo, alternando con sus fantasías suicidas, desnuda que se estaba bañando en el lavabo con las piernas
comenzaron a aparecer gradualmente fantasías en las que colgando. Después de describir el sueño dijo que «vio» un
todos sus soldados eran derrotados y solamente él conseguía avión negro con una punta muy larga, dando vueltas por la
escapar en un aeroplano. Fue después de esta época cuando habitación. Confesó que le gustaba pensar en mujeres desnu¬
aparecieron las primeras señales de una fantasía homose¬ das, y aunque a su madre sólo la había visto desnuda una
xual. Su interés por «Los Jetsons» había desplazado ya su vez, cuando tenía cuatro años, la veía con frecuencia en suje¬
preocupación por la guerra, y la casa de los Jetsons se había tador y medias, pero no podía ver a través de ellos. Parece
convertido en el tema de todos sus dibujos. Durante una se¬ que la había visto de esta manera frecuentemente durante el
sión anunció que dibujaría lo que yo quisiera, y cuando su¬ viaje a California, a pesar de que ella siempre se iba al baño
gerí: «Un niño», al igual que Richard, contestó rápidamente: a ponerse el camisón y dormían en camas separadas. Estaba
«No sé dibujar niños». Comenzó una figura que parecía una continuamente preocupado por pensamientos sexuales y va¬
M mayúscula, aparentemente dos piernas y un pene, pero rᬠrias veces confesó que tenía ganas de hacerse mayor para
pidamente dio la vuelta al papel con evidente insatisfacción «hacer eso». También quería saber cómo se hacía el amor y
y dibujó otra figura que consistía en dos palos con dos pie¬ creía que cuando un hombre hace el amor, «mea» en la vagi¬
zas cruzadas en la parte de arriba, le puso una cabeza con na de la mujer. Al corregirle este concepto, se pudo se mani¬
pelo largo y la llamó «ella». Después dibujó al padre y a la fiesto que su necesidad de orinar continuamente se debía a
madre; el padre era simplemente una versión más grande de un exceso de estímulo y a su impresión de que el acto sexual
«ella» pero sin pelo y la madre tenía unos brazos enormes llevaba consigo orinar. Dedicó con gran entusiasmo las si¬
que se movían hacia arriba. Después de pensarlo un poco guientes sesiones a sus fantasías sexuales sobre su madre.
añadió unas manos enormes en los brazos del padre, que Su problema urinario desapareció y se fue al campamento
eran una simple línea, y unas manos muy grandes en «ella». sin esa ansiedad.
Poco tiempo después, Danny tuvo una experiencia que Sin embargo, después de ese verano y durante un año y
aparentemente precipitó la transformación de su fantasía medio más, Danny adoptó una identidad homosexual. Aun¬
homosexual en una identidad homosexual. Aunque era muy que al principio comenzó otra vez a jugar, su ansiedad
pequeño para su edad, a sus ocho años y medio era un niño
aumentó y decidió volver al sofá. Su primera comunicación
muy guapo con una forma de ser muy agradable. Por prime¬
fue el relato de sus juegos sexuales con dos niños de su cla¬
ra vez, su madre decidió llevarlo con ella una semana de va¬
se, uno de los cuales le ignoró por completo después de la
caciones a California. Volvió del viaje tenso y ansioso, y con experiencia. Durante los meses siguientes, Danny adoptó
un problema nuevo y molesto: su necesidad constante de ori¬
unos modales inconfundiblemente femeninos. Los Beatles
nar. El tener que salir de clase con frecuencia en el colegio
estaban a la orden del día en esa época y se acababa de po¬
le mortificaba, pero todavía era peor la perspectiva de ir al ner de moda el pelo largo, por lo que Danny se lo dejó cre¬
campamento en esas condiciones.
cer. También elegía sus ropas con un interés por el color, la
De vez en cuando le había propuesto a Danny, con poco
textura y la línea excesivo para su edad. Mientras estaba
éxito, que usara el sofá, y ahora, cuando me contó su proble¬
ma, aproveché la oportunidad para sugerirle otra vez que
tumbado en el sofá, aparecía constantemente absorbido admi¬
si se tumbara en el sofá y hablara podríamos entender¬
rando sus piernas; también comenzó a adoptar una forma de
lo entre los dos. «¿Quieres decir, antes de que vaya al cam¬ andar que se podía llamar femenina. A pesar de que su exhi¬
pamento?», preguntó ansiosamente. Una vez en el sofá, co-
bicionismo provocaba el ataque de los compañeros del cole¬
gio, Danny parecía preferir esto a su rechazo o indiferencia
• menzó a hablar de sus dificultades para hacer amigos y de
previa; también parecían satisfacerle las bromas que le gas-
los deseos de su hermano de que se muriera. En la tercera
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taban por ser una niña. Su padre me informó durante una quejaba de la parcialidad de mi referencia. Una vez acabada
sesión que en tres ocasiones diferentes durante una excur¬ su relación con la chica de su clase, volvió a los juegos se¬
sión, personas adultas habían pretendido confundirle con xuales con los mismos muchachos que antes y describió có¬
una niña con gran agrado por parte de Danny. Sus sesiones
mo se masturbaban unos a otros. Para intentar que se sintie¬
durante esa época estuvieron marcadas por frecuentes refe¬ ra menos culpable, comenté: «A los chicos a veces les gusta
rencias a ese tipo de confusiones y a su placer cuando esto hacer esas cosas». El inmediatamente protestó: «¿Por qué di¬
ocurría. ces siempre los "chicos"? ¿Por qué no dices "los chicos y las
Entonces sucedió algo que podría haberlo llevado a resol¬ chicas"?». Otro día mientras discutíamos su fantasía de que
ver sus problemas. Como un año antes, Danny había conven¬ yo siéraprejba a su sesión después de haber estado haciendo
cido a su padre de que le comprara una trompeta, y tocando el amor eneTctiarto-deÿiHado,"comenté que quizás él había
la trompeta comenzó a ganarse la admiración de sus compa¬ pensado alguna vez en hacer el amor conmigo, y añadí: «Los
ñeros de clase. Pronto se unió a un grupo que era lo suficien¬ chicos piensan muy a menudo en hacer el amor con muje¬
temente bueno como para ser contratado para tocar en fies¬
res». A lo cual protestó: «Sabes, es divertido. Siempre dices
tas. Su hermano llevaba también un año en tratamiento, y "los chicos", nunca dices "las chicas"».
tanto su vida como sus relaciones con Danny habían mejora¬ Durante la época de su relación con esta chica, vino un
do; estaba orgulloso por los éxitos de Danny. Sus amigos insis¬ día a la sesión muy deprimido y me explicó que la había lla¬
tían en que Danny tocara con ellos. Aceptó varias invitacio¬ mado por teléfono y al preguntarle que qué hacía, ella había
nes para actuar en fiestas escolares y tuvo mucho éxito. respondido: «Frotándome contra la puerta, es como hacer el
También comenzó a distinguirse como actor en las obras del amor». Al principio, Danny se sintió escandalizado y después
colegio. Fue el momento más importante de su vida. El des¬ deprimido. Siguiendo una de mis corazonadas, le dije que la
precio y el ridículo eran cosas del pasado. Por primera vez, conversación le había hecho darse cuenta de que él y la chi¬
no sólo dejó de tener pensamientos suicidas sino que el he¬ ca eran diferentes: él nunca podría sentir lo mismo con una
cho de ser aceptado por otros, y especialmente por su her¬ puerta. Entonces el se acordó de haber querido sentir lo que
mano, y su sentimiento de estima sin precedentes, le lleva¬ era menstruar, aunque sólo fuera por una vez.
ron a aceptarse a sí mismo, lo que parecía hacer innecesario La vida familiar de Danny siguió deteriorándose tras el
el cambio de identidad. Se movía con una nueva dignidad y segundo matrimonio de su padre. Hasta que acabó el trata¬
parecía más confiado en hacer amigos y organizar su vida. miento, su mayor preocupación era la de ser aceptado por
En ese momento su madre, de repente, decidió dejar a la otros muchachos, con la aparente exclusión de todo interés
familia e irse a vivir a California. La respuesta inmediata de por las chicas. Si esto fue únicamente una fase pasajera o si
Danny fue comenzar una relación con una chica de su clase más tarde siguió con su fantasía de una identidad homose¬
mucho más intensa de lo normal para un niño de once años. xual, es algo que no tengo forma de saber.
Duró casi un año y acabó con una sarta de recriminaciones Si comparamos las fantasías de Danny con las de los
que, como él mismo reconoció, estaban relacionadas con el otros niños analizados anteriormente, vemos las diferencias
odio que sentía hacia su madre. También su hermano, que de carácter y también, como era de esperar, de las situacio¬
había acabado su tratamiento, reaccionó al abandono de la nes que las produjeron. De los cuatro, Danny era el más
madre con una renovada hostilidad contra Danny. amenazado y el menos protegido. No solamente sentía que
A pesar de que Danny no volvió a asumir los símbolos ex¬ todos los miembros de su familia querían matarle, sino que
ternos de su identificación femenina, de vez en cuando deja¬
además no había nadie que le ofreciera el refugio suficiente
ba entrever su identidad secreta. Por ejemplo, cuando yo ha¬ para sentirse querido. Por eso sus fantasías iniciales eran so¬
cía cualquier generalización sobre los chicos, él siempre se bre el suicidio y la muerte. Es interesante señalar que única-
70 Dorothy Block
Cuatro niños que insistían en que pertenecían ai sexo contrario 71
mente cuando el tratamiento creó la seguridad suficiente pa¬
ra permitirle afrontar la vida familiar, a través de la televi¬ do al padre del sexo opuesto. En el cuarto, la insinuación de
sión, aparecieron las primeras insinuaciones de la fantasía un cambio de identidad sexual apareció cuando disminuye¬
homosexual. Sin embargo, Danny no adoptó la fantasía hasta ron las fantasías de suicidio y muerte. Cuando la madre eli¬
después del viaje de vacaciones con su madre, porque su se¬ gió al niño como único compañero y le expuso a la intimidad
ducción y su preferencia por él frente a su padre y su her¬ de un dormitorio compartido, su miedo a la venganza de su
mano aumentaron la inseguridad de su posición al agudizar
la rivalidad ya existente y hacerle todavía más vulnerable a

padre, y de su violento delegado su hermano aumentó su
terror a ser asesinado por ellos y precipitó la adopción de la

sus ataques. Para protegerse a sí mismo de una venganza ho¬ fantasía de una identidad sexual opuesta.
micida y conseguir el cariño que él veia como su único ba¬ En todos los casos, el pensamiento mágico del niño, que
luarte contra la aniquilación, intentó demostrar su inocencia le hace equiparar pensamientos, deseos y sentimientos con
en relación con su madre adoptando una identidad sexual hechos, socavó todavía más su sensación de seguridad al en¬
opuesta. Después de su respuesta desesperada al abandono frentarse con la violencia real y la falta de cariño y le llevó a
de su madre y su relación con una chica, volvió a manifestar¬ creer que sería asesinado. En un intento desesperado de sal¬
se su anhelo inefable del cariño de su padre y su hermano. var su vida, en un momento determinado de lo que sentía co¬
De todos los niños que he tratado, todos aquellos que mo un grave peligro, se transformó, por lo tanto, a sí mismo.
adoptaban la fantasía de una identidad diferente habían es¬ Con ello esperaba a la vez neutralizar la violencia del padre
tado expuestos a un ambiente que ofrecía poca seguridad amenazador eliminando lo que él percibía como su causa y
emocional contra una violencia persistente y activa. La indi¬ conseguir el amor que le protegiera contra aquello.
ferencia era frecuentemente el único refugio posible. Aun¬ A pesar de que no todos los casos de adopción persistente
que el niño hubiera estado creando una identidad diferente de la fantasía de una identidad homosexual se pueden expli¬
durante algún tiempo, su adopción real fue desencadenada car por la dinámica de los casos de estos cuatro niños, la si¬
en todos los casos por un acontecimiento concreto que inten¬ militud en estos cuatro casos es tan grande que sugiere que
sificó el terror existente y le convenció de que su vida estaba la misma dinámica puede estar presente en otros muchos ca¬
en peligro inminente. En ese momento decidió que la única sos. También se puede aprender muchísimo de ellos sobre la
forma de salvarse era ser otra persona, por lo general al¬ sintomatología de los homosexuales adultos. La frecuencia
guien invulnerable a los ataques. con que el homosexual insiste en que su fantasía es real, en
En el caso de los cuatro niños que adoptaron la fantasía que él pertenece realmente al sexo opuesto, o a un tercer se¬
de la identidad homosexual, cada uno de ellos sintió que su xo, o en que «nació así», no puede por menos que recordar¬
vida estaba amenazada por el padre del mismo sexo. En los nos la intensidad constante de las afirmaciones de los niños.
cuatro, los sentimientos y el comportamiento de los padres Y si tenemos en cuenta que en el caso de los cuatro niños el
entre ellos y hacia él, le convencieron no sólo de que no se peligro era de vida o muerte, podemos estar en mejor posi¬
querían, sino también de que el padre del sexo opuesto le ción para juzgar el sentido del autoengaño y la negación que
prefería a él. La espera de una venganza del otro padre en son esenciales para mantener la fantasía adulta.
una atmósfera de violencia y falta de cariño verdadero le lle¬
vaba a la conclusión de que sólo un cambio de sexo podía ga¬
nar el cariño del padre amenazador y así salvar su vida. En
tres de los casos, los niños buscaron esta solución extrema
cuando una situación ya de por si cargada se vio exacerbada
por el nacimiento de un hermano del sexo opuesto o pareci-
4. «NO SALI DEL VIENTRE DE MI MADRE»: «No salí del vientre de mi madre»
73
UNA FANTASIA QUE TARDO TRES AÑOS
EN RESOLVERSE dio al siguiente. En los casos en que la habilidad del niño pa¬
ra fantasear aparece disminuida por cualquier razón, una
vez que el niño ha expuesto sus normas, el analista puede li¬
berar y enriquecer la fantasía a partir de lo que el niño ha
enunciado, pero teniendo siempre cuidado de no usurpar el
papel del niño. Cuando existan dudas sobre la utilidad del
trabajo del niño, su comportamiento en las situaciones rea¬
les será el barómetro de la validez del tratamiento propor¬
cionado por el analista.
La extraordinaria función de las fantasías del niño rara vez En el casó de José, un niño de cinco años, su fantasía de
se hace evidente hasta que éste comienza el tratamiento. No una identidad secreta, que reveló en su primera sesión, al¬
es raro que el niño revele una fantasía durante su primera canzó su climax después de tres años de tratamiento. A pe¬
sesión y continúe con ella dos o tres años. Que se trata de sar de que con anterioridad había tenido insinuaciones de su

una cuestión de vida o muerte y que, con la ayuda del ana¬ presencia, la sesión en la que finalmente proclamó su verda¬
dera identidad fue impresionante, no solamente por la re¬
lista, el niño está intentando resolver la fantasía que ha crea¬

do para defenderse contra su terror es algo que puede no
ponerse de manifiesto hasta el desenlace de la fantasía. El
pentina culminación de una fantasía que evolucionaba muy
lentamente, sino por la rapidez con que a la revelación de su
hecho de que el proceso pueda llevar años nos indica la na¬ verdadero yo siguió un acercamiento al padre más amenaza¬
turaleza de los sentimientos; una vez establecidos, no es fácil dor.
hacerlos desaparecer o modificarlos. «Yo no soy americano», dijo nada más encontrarnos. «No
En el tratamiento psicoanalítico, el analista maneja las salí del vientre de mi madre como mi hermana Mary».
fantasías de acuerdo con las claves dadas por el niño. Puesto «¿De dónde saliste?», le pregunté.
que el niño ha creado la fantasía para defenderse, es esen¬ José se hizo el distraído y vagamente dijo: «Quizás del de
cial respetar sus derechos de autor y dejar el trabajo en sus mi tía».
manos. A no ser que tome un camino destructivo, pienso que A pesar de que esta información iba a ser mi punto de re¬
lo más importante es dejarle la iniciativa aun cuando insista ferencia durante todo el tratamiento de José, no supe su ver¬
en que sea el analista el que asuma el mando. Su demostra¬ dadero significado hasta el climax de su fantasía. La extraor¬
da capacidad de crear una fantasía que pueda satisfacer sus dinaria magnitud de la sensación de rechazo que sentía impli-
necesidades parece indicar que si se le deja hacerse cargo de cita en la teoría de su nacimiento quedó entonces aclarada.
ella, podrá resolverla con la ayuda del analista. Sin embargo, tardé casi tres años en descubrir que «yo no
Una característica de las fantasías de los niños es que fre¬ soy americano» quería decir algo más que ser extranjero o
cuentemente dan la impresión de que evolucionan sin ningu¬ diferente. Como estaba convencido de que su padre quería
na dirección aparente, hasta que su resolución final revela el matarle, supuso que debía pertenecer al grupo de personas
plan maestro. Muy a menudo, la evolución de la fantasía só¬ que su padre había matado durante la guerra: los alemanes.
lo se ve claramente de forma retrospectiva. La culminación Su fantasía de una identidad supuesta le denfendía contra su
puede surgir por sorpresa e iluminar de repente una activi¬ miedo al infanticidio, explicando y justificando los sentimien¬
dad que ha durado varios años. A pesar de que el analista se tos homicidas de su padre hacia él y proporcionando la espe¬
siente muchas veces perdido, es posible que, si simplemente ranza de que cuando él cambiara y se hiciera americano su
sigue las claves y adopta las líneas ofrecidas por el niño, se padre le querría.
dé cuenta más tarde de que ha llevado la fantasía de un esta- El proceso que llevó a José hasta su verdadera identidad
74 Dorothy Btoch *No salt del vientre de mi medre» 75

fue tan tortuoso como se podía esperar de alguien que vivía lación muy feliz con su hijo, al que presentó como un niño
en campo enemigo casi desde su nacimiento. Unicamente modelo.
después de que las batallas ideadas por él culminaran en la A sus cinco años, José dominaba todas las artes que se es¬
matanza de todos los americanos se sintió José lo suficiente¬ peraban de él y más. Era un líder entre los niños y ganaba
mente fuerte como para reclamar un estatus de igualdad con su admiración con facilidad. Su capacidad creadora era una
su padre. La rapidez con que esta aserción se produjo des¬ fuente de orgullo para sus padres. José era un «artista» ca¬
pués de la resolución del tema central de su fantasía fue ex¬ paz de perderse en la contemplación de una nube. ¿Podía ser
traordinaria y sin precedentes en todos mis años de expe¬ neurótico?
riencia. Una vez más, la dirección infalible de una fantasía La madre, algo más gruesa, pero tan alta como su marido
estableció la extraordinaria capacidad de la psique en la lu¬ y con la piel más oscura, parecía tensa y seria y algo intimi¬
cha por la supervivencia. dada en su presencia. Reconoció inmediatamente su excesiva
A pesar de que mi tratamiento psicoanalítico de los niños preocupación y quizás su mala dirección, pero tenía la im¬
me tenía acostumbrada a esperar descubrir un problema presión de que algo no funcionaba como debía. Para empe¬
central, a menudo durante la primera sesión, en el caso de zar, el temperamento «artístico» de José la exasperaba y ha¬
José nada en mi entrevista con sus padres me preparó para cía que sus relaciones no fueran demasiado buenas. Justo la
este descubrimiento, lo que me sorprendió tremendamente. noche anterior, había tardado dos horas en desnudarse, ba¬
Pensando en ello ahora, me doy cuenta de que su madre su¬ ñarse y prepararse para ir a la cama. Y lo mismo ocurría por
girió la base de su sensación de preferir a la hermana de Jo- J la mañana antes de ir al colegio o en cualquier otra circuns¬
sé, aunque no de sus dimensiones. Sin embargo, nada en la tancia donde hubiera que llegar a una hora determinada. La
conversación con el padre dio la más ligera indicación madre tenía la impresión de que todo había comenzado con
de que José viviera en un continuo terror a ser aniquilado el nacimiento de su hija Mary, hacia la que José tenia una
por él. actitud brusca aunque a veces también era cariñoso. El ma¬
Mi primera entrevista con ellos me dejó bastante confu¬ trimonio había tenido problemas durante la época del naci¬
sa. Me acuerdo que pensé después: ¿Es posible que por una miento de José. Ahora la madre tenía la impresión de haber
vez hayan traído a un niño que no necesita ayuda? Había sido excesivamente estricta con él y reconocía que se sentía
oido que este fenómeno les había ocurrido a otros analistas, mucho más relajada con Mary, con la que, tanto su marido
pero nunca me había pasado a mí en toda mi carrera; final¬ como ella, se relacionaban más fácilmente. También había
mente llegué a la conclusión de que si un padre piensa que algunas cosas que se sentía incapaz de perdonar a José. Co¬
su hijo necesita ayuda, lo más probable es que así sea. En es¬ mo el hecho de que comenzara a chuparse el dedo continua¬
te caso, sin embargo, tuve dudas y, más a mi favor, sentí que mente después del nacimiento de Mary. Esto duró un mes y
mis dudas sugerían que algo no era normal en la situación. a continuación empezó a masturbarse, después de toser con¬
Lo que me tenía escamada era la risa exagerada del pa¬ tinuamente y finalmente a parpadear todo el rato. También
dre al hablar de José. Era un hombre encantador, de unos me informó, como pidiendo disculpas, que a José le gustaba
treinta años, alto, delgado con el pelo castaño y los ojos azu¬ tocar el pelo, estaba constantemente tocándolo; parecía exa¬
les, antiguo carpintero que se había convertido en un prós¬ gerado. También tenía de vez en cuando explosiones de furia
pero fabricante de muebles. Vino de Argentina cuando era incontenibles. Su marido se rió de su forma de presentar las
adolescente y conoció y se casó con una española unos años cosas, tanto que ella vaciló y dio la impresión de querer bo¬
irás tarde. Comenzó anunciando que únicamente por darle rrar lo dicho.
g isto a ella consentía en tener lo que el llamaba una «entre¬ Pasó mucho tiempo antes de que me diera cuenta de que
vista preventiva» y aseguró con convicción que tenía una rc- la representación del marido había sido tan convincente que
76 Dorothy Bloch «So salí del vientre de mi madre» 77

casi consiguió ocultar lo que yo reconocía como una sinto- su infancia y las dificultades que había tenido que vencer de
matología típica. No tenía ninguna dificultad en calibrar el una forma poco corriente en las circunstancias en las que es¬
grado de terror necesario para que un niño adoptara formas tábamos. Su mujer comentó un poco avergonzada cómo, en
camufladas de expresar su oposición o empleara actos com¬ la fiesta de cumpleaños de José, el padre de éste había com¬
pulsivos para reprimir la ira. Sin embargo, sólo después de petido con los niños y había intentado ganarles. También a
comprender el grado de engaño empleado por el padre de Jo¬ través de ella me enteré de un incidente que dramatizaba el
sé, pude admirarme de su habilidad, que me hizo dudar por impacto que tenía él en José.
un momento de que el niño necesitaba ayuda, tal y como de¬ El niño había pasado una tarde en el parque con su pa¬
cía la madre. Según descubrí en las siguientes sesiones, el dre. Cuando volvió a casa y su madre le preguntó cómo lo
padre de José no sólo me engañaba a mi, sino también a sí había pasado, José dijo que lo hubiera pasado mejor si no
mismo. Su «relación feliz» era obviamente un mito o una hubiera tenido tanta sed. Su madre se quedó sorprendida, y
fantasía que pronto se reveló como una barrera formidable a le preguntó si es que no había agua en el parque. La expre¬
la hora de participar en el tratamiento de su hijo. sión de José fue de total abatimiento. ¡No se le había ocurri¬
A medida que fui conociendo a los padres, supe que José do que podía — o, según ella dio a entender, no se había atre¬
tenía la mala suerte no sólo de recordar a su padre un her¬
mano menor al que odiaba, sino también de recordar a su

vido a preguntar a su padre si podía beber agua!
A pesar de que la respuesta de José a los sentimientos
madre un hermano mayor al que también odiaba. Cuando su violentos de sus padres se convirtió en la trama de su análi¬
madre llegó al angustioso descubrimiento de que no disfru¬ sis, su capacidad de resolver la fantasía que le dominó du¬
taba con José porque siempre esperaba que éste la ganara, rante dos años da una medida no sólo del reforzamiento de
pudo descubrir la raíz de ese sentimiento en sus relaciones su yo y la mejoría de su relación con sus padres, sino tam¬
con su hermano mayor, con el cual había estado en lucha bién de la capacidad de cambio de éstos. Tanto el padre co¬
constante cuando era pequeña. En el caso del padre, sin em¬ mo la madre habían crecido en ambientes violentos y acepta¬
bargo, esa relación de la infancia había sido demasiado trau¬ ban la violencia como método de control. Por tanto no es de
mática para poder abordarla. Su madre había muerto cuan¬ extrañar que el grado de terror provocado por la percepción
do él era muy joven y siendo adolescente su padre había por parte de José de sus sentimientos, le colocara fuera del
vuelto a casarse con una mujer de la que tuvo otro hijo. Ese vientre de su madre y le convirtiera en un enemigo. Pero, a
hijo era el mimado de la casa mientras que él era ignorado y la vez, eran personas que se preocupaban por su bienestar,
ellos lo transformaron en un caballo de trabajo. Se había re¬ como lo demostró su interés y su disposición a responder a
belado marchándose de casa y no volvió a ver a su hermano sus nuevas necesidades.
en muchos años, y cuando lo vio fue sólo brevemente, de for¬ Siempre recordaré la risa exuberante de su padre duran¬
ma que los recuerdos que tenía de él estaban fijados justo a te mi primer encuentro con José. Era un niño alto para sus
la misma edad que ahora tenía José. Es muy posible que el cinco años, un poco grueso quizás, pero muy atractivo. Tenía
nacimiento de José reviviera en él esas experiencias y le con¬ una cabeza bien proporcionada, acentuada por el pelo muy
virtiera en el foco de una rivalidad y una hostilidad homici¬ corto de color castaño, su cara seria rebosante de inteligen¬
da que pertenecían a la relación anterior. cia y curiosidad, y un color de piel entre moreno y dorado
A pesar de que el padre de José jamás verbalizó ningún que hacía que, según me dijo su madre, los extraños con fre¬
sentimiento hostil o competitivo hacia su hjjo, su rivalidad cuencia le admiraban y quisieran acariciarle, con gran enfa¬
le llevó a un debate analítico inconsciente, a pesar de su opo¬ do por parte de José. EL niño era tremendamente indepen¬
sición al análisis. En vez de enfocar la conversación sobre diente. Ignorándome por completo, se concentró inmediata¬
sus relaciones con José, se lanzó a describir su propia vida,
mente en las posibilidades que ofrecía el cuarto de jugar y
78 Dorothy Block «No salt del vientre de mi madre» 79

comenzó a hacer uno de los collages más bonitos que he vis¬ bujo y después comenzó a examinar minuciosamente un ju¬
to nunca con conchas y brillo de colores. Mientras lo hacía guete que había ignorado hasta ese momento. «Te resulta
habló muy poco. Finalmente, me confió lo que supuse era su muy difícil irte», dije, pero sin ningún éxito. Finalmente, ha¬
principal preocupación, el misterio de su identidad. cia la tercera o cuarta sesión, lo intenté otra vez: «Creo que
Desde el principio, me dio la impresión de que José era será mejor que paremos diez minutos antes para que tengas
un niño cuya única salida frente a enemigos tan imponentes tiempo de hacerte a la idea de irte». José se quedó muy impre¬
era la de retirarse y esconderse. Sólo era posible la oposi¬ sionado.
ción oculta, los métodos tortuosos de guerra. Daba la sensa¬ «¿Has dejado diez minutos hoy?», preguntó inocentemen¬
ción de que mantenía su sentido de la seguridad y el control te a la siguiente sesión mientras maniobraba para que fue¬
de forma mágica, excluyendo a los adultos de su radio de vi¬ ran quince. Entonces decidí que la única solución era una
sión. Durante muchos meses, tan pronto como yo abría la confrontación directa. ,
puerta para dejarle entrar, pasaba deprisa a mi lado por el «Ya me he dado cuenta de, lo que haces al final de cada
pasillo hasta el cuarto de jugar, sin mirar ni a derecha ni a sesión», comenté. «Tan pronto como digo: "es hora de aca¬
izquierda, saludándome en voz muy baja y a veces sin salu¬ bar", te conviertes en una persona muy ocupada», continué
darme. imitándole. «De repente comienzas a estudiar esto o aquello;
«No te gusta decir "hola"», comenté un día. estás tan absorbido que no sabes lo que pasa. Eso es lo que
«He dicho "hola", pero no me has oído», contestó de for¬ quieres hacerme creer. Pero sabes muy bien lo que pasa; lo
ma defensiva. único que quieres es no moverte. Eres un tramposo», acusé.
«Si no te gusta, no tienes por qué hacerlo», le aseguré. En un principio, José pareció no oírme. Pero después comen¬
«Pero sí que lo hice», insistió él. zó a sonreír abiertamente y acabó riéndose con ganas de lo
José sonreía o se reía raramente; por lo general era como que yo había dicho; era la primera vez que le oía reírse. Esto
una máscara sin expresión. Hablaba en tono bajo, algunas marcó el comienzo de una relación más relajada conmigo y
veces despacio y otras tan deprisa que resultaba difícil en¬ la primera expresión de un sentido del humor que fue libe¬
tenderle. Se movía sin hacer ruido y daba la impresión de rándose progresivamente a medida que avanzaba el trata¬
que procuraba no mirarme. Esto hacía que yo le mirara a él, miento. Sin embargo, el problema de sus tácticas dilatorias
y me preguntaba si no sería ésa su intención. no estaba resuelto del todo, aunque a partir de entonces se
Durante las primeras semanas, me ignoró totalmente y se centró sobre todo en conseguir que se pusiera el abrigo. Su
entretenía principalmente dibujando, sin hacer ningún es¬ habilidad para dividir una situación aparentemente tan sim¬
fuerzo por que yo participara. Sus comunicaciones, aparte
de su revelación inicial, continuaron siendo muy cautelosas.

ple en varias fases poniéndolo primero frente a él y tra¬
tando después cada manga como una zona separada a con¬
La «ensoñación» que tanto enojaba a su madre, y que su pa¬
dre atribuía a su temperamento artístico, parecía ser una

quistar nunca dejó de sorprenderme.
«Vamos a hacer una carrera», anuncié un día desespera¬
defensa ingeniosa que le protegía por ser tan ambigua. Su¬ da. «Te apuesto a que no eres capaz de ponerte el abrigo an¬
puse que la pretensión de ignorarme formaba parte de ella, tes de que acabe de arreglar mi mesa». El ganó, y con el
pero se manifestó más claramente al final de una sesión co¬ tiempo dejó de usar esa maniobra de oposición.
mo un método encubierto de control. El comportamiento de José era extraordinariamente co¬
«Es hora de acabar», anuncié dejando un margen de va¬ rrecto. De vez en cuando preguntaba si podía hacer ciertas
rios minutos. Pero José parecía preocupado y no dio señales cosas, pero por lo general actuaba como su propio censor y
de haberme oído. Cuando se levantó por fin de la mesa, pare¬ raramente expresaba deseos de ir más allá de unas formas
cía estar totalmente absorbido en la contemplación de un di- de conducta decorosas. Ignoraba por completo todos los ju-
80 Dorcihy Block «No salí del vientre de mi madre» 81

guetes, incluidos los soldados y las pistolas, que podrían ha¬ objeto, y luego vio la manguera: «¿Puedo abrirla?», rogó. Lo
ber fomentado una mayor libertad de expresión. Incluso sus hizo, con toda su fuerza, y pasó varios minutos absolutamen¬
dibujos eran principalmente descripciones estáticas de edifi¬ te concentrando regando una parte del techo alicatado.
cios, puentes y coches. Si no estaba dibujando daba la im¬ «Parece una inundación», aventuré, sospechando que sus
presión de sentirse perdido, sin saber qué hacer. Una vez tra¬ sentimientos homicidas tenían algo que ver.
jo un poco de arcilla, lo que ponía a prueba su capacidad. Le «Es una inundación», dijo alborozado.
proporcionó gran placer, pero solamente dentro de los lími¬ «¿Qué es lo que se está inundando?», pregunté.
tes que él mismo se permitía. «¡Toda la ciudad!», gritó con una nota de triunfo. Seña¬
Por lo que yo veía, su «ensoñación» era la única expre¬ lando las grietas, añadió: «Eso son las calles».
sión consciente de su rebelión contra la necesidad de una «¿Qué calles son esas?». Supuse que no podían estar muy
obediencia rígida. A fin de crear una sensación de seguridad, lejos de su casa.
las dimensiones del odio engendrado por la hostilidad del «Esa es la Octava Avenida, y esa otra es la Calle Veinti¬
medio ambiente parecían necesitar una defensa inconsciente dós, y aquí está Broadway».
adicional, cuyo objetivo era la represión masiva de los senti¬ «¿Y dónde está West End*?», pregunté sintiendo curiosi¬
mientos. Su madre se había referido brevemente a sus com¬ dad por saber dónde estaba yo en la fantasía.
pulsiones anteriores, pero descubrí muy pronto que éstas «Eso está muy lejos, la inundación no ha llegado allí to¬
eran un elemento constante en su comportamiento. Al co¬ davía».
mienzo de su tratamiento se aclaraba continuamente la gar¬ Entonces mencioné su calle. «Bajo el agua», respondió
ganta. Al poco tiempo dejó de hacerlo, para pasar a oler to¬ sin dudarlo un momento.
dos los objetos que usaba, a veces con vergüenza, como si re¬ «¿Y qué le está pasando a la gente?».
conociera que era algo raro lo que hacía. De oler las cosas «Se están ahogando», dijo alegremente.
pasó a chuparlas. Al llegar a este punto, no podía ocultar ya «La inundación» continuó siendo una parte agradable,
su incomodidad ni la impotencia que sentía por ello. Para aunque ocasional, de su actividad. El tema de la aniquilación
entonces ya habíamos establecido una relación suficiente pa¬ y los asesinatos fue tomado de sus dibujos, los cuales co¬
ra que pudiera hablar sobre el tema. menzaron a versar exclusivamente sobre soldados, armas y
«A veces», dije, «no quieres realmente chupar las cosas, guerras. También dominó gradualmente sus juegos, que
pero no puedes evitarlo; te sientes obligado a hacerlo». pronto estuvieron estructurados en torno a soldados y ar¬
Me miró medio avergonzado, medio suplicante. «La len¬ mas, e incluso contagió a sus modelos, que pasaron a ser ex¬
gua me pica», reconoció. clusivamente aviones de combate, buques de guerra y tan¬
Esa fue probablemente la compulsión más intensa e incó¬ ques. Excepto algunas excursiones ocasionales a juegos de
moda que sufrió, y también la última. Al liberar sus senti¬ sociedad y, en una ocasión, un episodio doméstico, estas ac¬
mientos ya no le era necesaria esta defensa. tividades duraron unos dos años y en su desarrollo refleja¬
La fantasía se convirtió en el instrumento dominante que ron las diferentes etapas de su evolución emocional y la re¬
condujo a su resolución. Sin embargo, durante el primer año solución de su fantasía de una identidad supuesta como res¬
de tratamiento sólo habló de ella una vez, permitiéndome puesta a su miedo al infanticidio.
vislumbrar el mundo exterior que le dictaba su extraordina¬ La lentitud con que evolucionaba este mundo era increí¬
ria necesidad de represión mediante actos compulsivos. ble. Su movimiento imperceptible sugería lo que podría pa-
Un día precioso, al final del otoño, cayó en la tentación
de salir a la terraza por primera vez. «¿Podemos salir afue¬
ra?», preguntó. Una vez fuera, miró alrededor, paseando sin * La avenida donde se encuentra mi oficina, D. B.
82 Dorothy Btoch
«No sail del vientre de mi madre» 83

recer el despertar de una persona que hubiera estado dormi¬


da durante muchos años. A veces sentí la tentación de inter¬ Con todo, había momentos en los que estaba claramente
venir con la esperanza de acelerar el proceso, y a veces lo atascado. Después de contemplar su lucha en silencio por al¬
conseguí. Sin embargo, José necesitaba, por lo general, se¬ gunos minutos, comenté: «No te gusta pedir ayuda». No hu¬
guir su propio ritmo sin interferencias. bo respuesta. Después de haber intentado diferentes varieda¬
Sus juegos parecieron ser, por algún tiempo, internaliza¬ des, entre ellas: «A veces, cuando la gente me lo pide, puedo
dos. Su falta de movimientos o sonidos daba la sensación de ayudar», finalmente accedió. Pero aparentemente no había
que estaba «pensando» en ellos. Uno de sus primeros esfuer¬ quedado nada establecido, ya que al problema siguiente está¬
zos fue un juego que ideó con dos coches pequeños que se bamos en la misma situación. Esta vez, sin embargo, probé
trajo de su casa. Transformó el tablero de la mesa en una ca¬ otra táctica y dije con vigor: «En realidad, no esperas que yo
lle usando algunos tarros de pintura y una caja de tizas co¬ te pueda ayudar». Su decidida respuesta aclaró el misterio.
mo accesorios. Cogiendo un coche y dándome a mí el otro «Las mujeres no saben demasiado», declaró.
comenzó a moverlo lentamente, ordenándome que hiciera lo Ya me había hecho saber con anterioridad su opinión so¬
mismo en dirección contraria, a través de la superficie de la bre las virtudes relativas de los dos sexos cuando me ofreció
mesa. Y eso era todo. No había ruido, ni contacto, únicamen¬ un argumento aparentemente indiscutible: «Si hay una fami¬
te el lento movimiento de cada coche siguiendo su camino. lia en un barco, y uno de ellos es una niña, probablemente se
La monotonía era tan grande como la satisfacción que le de¬ hundirán». Hay que decir en su favor que, mientras me lo
paraba. Mientras contemplaba este juego silencioso y apa¬ contaba, se estaba riendo.
rentemente sin incidentes, buscaba algún sistema para hacer
Ahora, después de su juego con los coches, volvió a hacer
que sus sentimientos salieran a la superficie, y aproveché la modelos cada vez más complicados, eligiendo primero cual¬
oportunidad que me dio cuando después de varias sesiones quier avión de combate y después únicamente los de la se¬
anunció que su coche era un coche de la policía. Inmediata¬ gunda guerra mundial. También se dedicó a hacer tanques y
mente me convertí en un conductor peligroso, desobedecien¬ barcos únicamente de esa época. Esta ocupación me dio la
do todas las normas de tráfico y discutiendo interminable¬ oportunidad de convertirme en su ayudante indispensable.
mente cuando me daba el alto. Al principio le resultaba muy Al principio, como si me estuviera haciendo un favor, me
difícil verbalizar su papel; sonreía tímidamente al contestar permitía leerle las instrucciones paso a paso mientras él
a mis provocaciones, que le hacían reír frecuentemente, me unía las partes. Dándome cuenta de que experimentaba la
ponía multas muy pequeñas y me amenazaba suavemente ayuda como un intento de destruirle, tuve mucho cuidado en
con la cárcel si no me corregía. Tardó muchas semanas en no exceder los límites que me había marcado, esperando pa¬
adquirir seguridad en su papel. Sin embargo, si yo abando¬ cientemente que me pidiera ayuda si la tarea le resultaba de¬
naba el mío, volvíamos de nuevo al juego aparentemente masiado difícil. Gradualmente comenzó a sentir nuestro es¬
aburrido y sin incidentes. La ley, el orden y la disciplina que fuerzo en común como algo divertido y se divertía pregun¬
le habían inculcado a través del terror estaban tan firme¬ tándome cuando llegaba: «¿Tienes tus gafas preparadas?».
mente arraigados que en ese momento eran demasiado impo¬ La construcción de modelos continuó durante muchos
nentes para que José los desafiara. meses, excluyendo cualquier otra actividad, y sin dar signos
Después de unos cuantos meses de tratamiento, comenzó de que fuera a disminuir. Cuando comencé a sentir que ya
a interesarse en hacer modelos, actividad complicada para habíamos sacado de ella todo lo posible en relación con una
alguien que todavía no sabia leer, y en ese periodo elegía los mejora de nuestras relaciones y cuando parecía que José la
estaba usando como resistencia a evolucionar, propuse que
modelos indiscriminadamente. Estudiaba los diagramas y nos limitáramos a construir modelos una vez al mes y buscá-
\a% Aferentes partes ÿ YvacVa unvnto&ya mcteíciVe umfendolas. raffipg otras cosas que hacer. Aceptó mi propuesta, pero se
I
Dorothy Bloch «No salt del vientre de mi madre» 85

quedó otra vez sin saber qué hacer. Después de algunas sesio¬
sacar a José de su escondite para afrontar y vencer a sus
nes jugando a juegos de sociedad, José introdujo un juego con
enemigos, haciéndole finalmente libre para establecer su
soldados en el que conservó la estructura básica del juego identidad, en un mundo más amistoso, como «americano».
anterior con los coches. Gradualmente se había ido haciendo
Pronto intervino de forma más activa en esta guerra, ata¬


evidente que tenía una sola preocupación la guerra y la
destrucción , a la cual dio inicialmente una expresión poco
cando constantemente a mis hombres, bombardeándoles
e hiriéndome a «mí» seriamente. Intercalaba las sesiones
llamativa. Unicamente su concentración en los modelos de de guerra con las de juegos de sociedad, las cuales también
aviones de combate había apuntado en esa dirección. Ahora
se convirtieron en un instrumento para desahogar su agre¬
el tablero de la mesa se convirtió en un campo de batalla,
volviendo nuevamente a usar los tarros de pinturas, la caja sividad. Cada vez jugaba con más espontaneidad y se diver
tía más, fingiendo una y otra vez que «mataba» a mi ficha,
de tizas y las ceras como accesorios, esta vez fortificaciones. momento en que yo gritaba, con gran deleite por su parte,
Repartió los soldados entre los dos. Cada uno tenía un médi¬
que me estaban asesinando, disparando, apuñalando y dego¬
co, un avión y un soldado que nos representaban. La impor¬
tancia que daba al médico indicaba el profundo miedo que
llando.
José sentía hacia la guerra, al igual que su elección del sol¬
Cuando volvimos al juego de la guerra después de un bre¬
dado que le iba a representar: el único que en la mano lleva¬ ve intervalo, éste había progresado a un nivel nuevo y supe¬
ba una taza de café en vez de un fusil. Al igual que en el jue¬ rior. Yo había comprado aviones nuevos, revolucionando de
este modo nuestra actividad. No solamente teníamos ahora
go de los coches, me animaba a que hablara a mis hombres y
un transporte aéreo impresionante, sino que además estába¬
disfrutaba con mi forma de hacerlo, riéndose cuando usaba
palabras como «bombardeo». El hablaba muy bajito, casi de mos embarcados en una nueva industria, la construcción de
forma inaudible y una vez más me dio la impresión de que la hangares con bloques de madera. Nuestros aviones ahora
mayor parte del juego ocurría en su mente. También movía despegaban desde la mesa y aterrizaban en el escritorio.
sus soldados muy subrepticiamente, usando frecuentemente Sin embargo, todavía había algo más significativo: ya no
la palabra «a hurtadillas» para describirla. A la siguiente se¬ éramos enemigos, sino aliados. Nuestros enemigos comunes,
sión vino sin los coches, anunciando que ahora cada uno ten¬ los alemanes, estaban situados en un principio en el escrito¬
dríamos un avión y ordenándome que distribuyera los solda¬ rio. Un día, José me habló de su nueva experiencia televisiva,
dos de forma que él tuviera sólo unos pocos y yo todos los un programa de guerra que me aconsejó que viera. Más tar¬
demás, además de darme el jeep. «Y habla de la misma for¬ de añadió otro más. Y los dos se convirtieron en modelos de
ma que lo hiciste el último día», me ordenó. nuestra actividad.
Después de haber seleccionado el soldado que nos repre¬ «¿Quién quieres ser tú?», preguntó José después de que
sentaba, afirmó: «Voy a poner el mío en lugar seguro». Quitó nos hubiéramos repartido los soldados y hubiéramos desple¬
la tapa de un caja que contenía cuentas de madera y escon¬ gado las fuerzas para la batalla.
dió su soldado dejando sólo asomar un poco la cabeza. En¬ «No estoy muy decidida», respondí. «¿Quién crees que
tonces tapó la caja de forma que el soldado ya no se veía. debería ser?».
«Es un tanque invencible», comentó. «Puedes ser quien quieras», dijo con impaciencia. «Pue¬
«Pero, ¿cómo vas a hablar a tus hombres?», pregunté. des ser el jefe».
«Por radio», me respondió inmediatamente. Y habría sido «Bueno», dije, algo desalentada por esta amenaza a la li¬
difícil encontrar un símbolo más adecuado de la forma en beración de su fantasía, puedo ser el jefe, pero ¿por qué no
que José se relacionaba con el mundo. lo eres tú?».
Ese fue el principio de un tipo de juego que acabaría pOr «No, yo seré tu teniente». Y ya no hubo- nada más que dis¬
cutir.
!
86 «No saildel vientre de mi madre» 87
Dorothy Block

«Este soy yo», me informó seleccionando el soldado con tábamos en un área, yo sacaba nuestras provisiones imagina¬
la taza de café. «¿Cuál eres tú?». rias y comía con gusto, identificando las vituallas.
«Este soy yo», dije seleccionando uno cualquiera; enton¬ «Este bocadillo de huevo está delicioso», comentaba con
ces, cogiendo cada uno nuestro soldado, nos dispusimos pa¬ seriedad. Y José explotaba en una carcajada por lo que apa¬
ra la guerra. rentemente le parecía una incongruencia. Otro de los deta¬
«Se supone que tú debes dar las órdenes», me recordó Jo¬ lles que nunca dejaba de suscitar un comentario por mi par¬
sé. te era la inevitable elección por José de su soldado. «Siem¬
«Oh», contesté como si se me hubiera olvidado. «¿Qué ór¬ pre tomando café», le reprendría yo, con grandes risas por
denes crees que debo dar?». su parte.
José dio un bufido. «¿Has oído alguna vez que un jefe le Estos juegos continuaron por mucho tiempo, semanas e
pregunte a su teniente qué órdenes debe dar?». incluso meses. En un determinado momento, cuando daba la
«Bueno, quizás deberías ser tú el jefe». impresión de que no avanzábamos, añadí algunos juguetes
«No, yo soy tu teniente. Da la orden de atacar». nuevos en el cuarto de jugar, un teatro de marionetas y al¬
«Al ataque», obedecí débilmente. gunas marionetas, principalmente un cocodrilo con unos
«Esa no es la forma de hacerlo», dijo José disgustado. dientes y una boca grandísimos y un cuervo con un enorme
«Venga, tú serás el teniente», y se puso delante de mí en posi¬ pico. Siempre había tenido bastantes marionetas, una fami¬
ción de jefe. «¡Al ataque!», ordenó. Y desde ese momento Jo¬ lia completa y otros personajes entre los que había una bru¬
sé fue el que dirigió nuestra actividad. ja y un payaso, pero José nunca había demostrado ningún in¬
Y así comenzó una nueva etapa en nuestra batalla. El cam¬ terés por ellos. El cocodrilo, sin embargo, le interesó inme¬
po era ahora toda la habitación. Un día, me sorpredió ver a diatamente. Lo cogió, observó los dientes y se entregó por
José tirar su abrigo en medio de la habitación nada más en¬ completo a la creación de una escena muda en la que el co¬
trar.
codrilo devoraba a todos los demás personajes uno a uno.
«Estas son las montañas donde se esconden los america¬ Cuando el último hubo sido devorado y tirado al suelo, José
nos», anunció. Y pasamos los diez minutos siguientes desple¬ me miró de repente un poco avergonzado, como si se diera
gando los soldados en los barrancos, cuevas y montañas cuenta del significado de su juego, y comenzó a dar puñeta¬
creados por los pliegues del abrigo. Desde el campamento zos al cocodrilo. En las sesiones siguientes ignoró por com¬
americano nos desplazamos hasta la otra punta de la habita¬ pleto a las marionetas. Sin embargo, cuando volvió a jugar
ción, donde, entre los cojines del sofá, dispusimos las fortifi¬ con ella era evidente que había empleado ese tiempo crean¬
caciones alemanas. Llevando siempre el soldado que nos re¬ do una estructura para una actividad nueva. Desechó el tea¬
tro y se concentró en una casa de muñecas sin techo a la que
presentaba, generalmente aislado del resto de las fuerzas y
en minoría, nos embarcábamos en sigilosas misiones de re¬ anteriormente sólo había prestado una ligera atención, nor¬
conocimiento, sorprendiendo a los alemanes en su campa¬ malmente al final de las sesiones. Sonriendo abiertamente,
mento. Unas veces de pie y otras en nuestros aviones, hacía¬ anunció que la iba a «arreglar», lo que supuso tirar los mue¬
mos incursiones en territorio enemigo; ocasionalmente nos bles unos encima de otros en el centro de cada una de las
capturaban a uno de los dos, siendo rescatado siempre mila¬ ' cinco habitaciones. Para esto usó sólo dos personajes, el co¬
grosamente por el otro después de haber buscado refuerzos.
codrilo, al que manejaba él, y el cuervo, que me asignó.
Había algunos momentos verdaderamente cómicos. Yo «Bien», anunció por boca del cocodrilo, «supongo que de¬
había notado ya el sentido del humor de José, por lo general bo arreglar esta habitación; me gusta que esté cómoda». El
oculto pero agudo, e insistía siempre en una interpretación cocodrilo entonces comenzó a golpear todo lo que había en la
«literal» de la vida en el ejército. Tan pronto como nos asen- habitación más grande, dejando únicamente un pequeño rin-
di Dorothy Btoch «No salí deIvientre de mi madre»
89

cón para la cama que fue adornando con todos los cojines y En las sesiones mensuales que tenía conmigo, la madre
mantas de la casa y equipado con una mesilla de noche y había intentado entender su papel en los problemas de José.
una colección de libros en miniatura. Después de esto, el co¬ Una vez que comprendí la estructura de su oposición, fui ca¬
codrilo se recostó en la espléndida cama con indescriptible paz de ayudarle a disminuir los puntos de fricción que exis¬
alegría y preguntó al cuervo: «¿No arreglas tu habitación?». tían entre ellos en detalles prácticos como por ejemplo la ho¬
«Por supuesto», dijo el cuervo. «Sólo estaba dudando qué ra de vestirse o desnudarse. Como a José le gustaba el cole¬
habitación coger». gio y odiaba llegar tarde, fue muy sencillo hacerle completa¬
«Bien, ¿qué te parece esta habitación al lado de la mía?», mente responsable para estar preparado. La rutina de la no¬
sugirió el cocodrilo. che fue algo más complicada, pero por fin se solucionó.
«Me parece estupenda», respondió el cuervo, «pero su¬ Inicialmente su madre se quedó muy sorprendida oyén¬
pongo que necesita algún arreglo». El cuervo entonces co¬ dome describir a José como un niño muy obediente que ja¬
menzó a imitar la actuación del cocodrilo, volcando desorde¬ más se portaba mal. A pesar de que me había hablado de su
nadamente sillas, mesas y armarios pero dejando también mayor rigor hacia José, del cual empezó a darse cuenta al
un rincón para la cama y comentando como lo había hecho compararlo con su condescendencia hacia Mary, no era
José: «No hay nada como una habitación en orden», que le consciente del grado de represión que existía en la casa y
provocó un ataque de risa. que se reflejaba en José, a pesar de que reconocía la severi¬
De esta forma el cocodrilo y el cuervo comenzaron a vivir dad con que ella misma había sido educada en su casa. A me¬
juntos en medio de algo similar a la felicidad conyugal, asu¬ dida que José salía de su mutismo, se iba convirtiendo en un
miendo el cocodrilo la responsabilidad de mantener la fami¬ compañero más agradable, con el que los dos padres disfru¬
lia y el cuervo la de hacer las labores domésticas. taban. Y su subversión silenciosa desapareció.
«Comienzo a sentir hambre», anunció el cocodrilo. «Es Sin embargo, todavía no se había convertido en un «ame¬
hora de comer. Voy a salir y matar a dos o tres personas». ricano». A pesar de que hasta la resolución de su fantasía no
«Vuelve pronto», le dijo el cuervo. entendí por completo su sentido, restrospectivamente está
Y se fue, volviendo enseguida con dos cadáveres. «Tengo claro que ya iba por ese camino con sus dibujos y sus mode¬
muchísima sed», dijo. «Voy a sacarles la sangre para hacer¬ los, los cuales continuaron siendo un foco de interés durante
me un cóctel. Toma, pon el resto en la nevera», me ordenó, todo el tratamiento, concentrándose únicamente en soldados
dándome una jarra imaginaria. Después se sirvió a sí mismo y escenas de guerras. El primer signo de que se estaba pre¬
y al cuervo. «Toma, aquí tienes sangre on the rocks», le ofre¬ parando para el desenlace llegó con su elección de aviones y
ció. La vida del cocodrilo y del cuervo rebosaba continua¬ submarinos alemanes como modelos. Sus dibujos también
mente de alegría y sangre. comenzaron a versar sobre temas alemanes: cascos y armas
Para entonces, la personalidad de José había cambiado y finalmente soldados alemanes. Las escenas de batallas de
por completo. Las compulsiones eran cosa del pasado. Como sus dibujos tomaron un carácter nuevo. A pesar de que toda¬
indicaba su forma de jugar con las marionetas, sus inhibicio¬ vía se concentraba en los combatientes americanos, éstos
nes habían disminuido y su comportamiento era más espon¬ eran invariablemente bombardeados y vencidos por los ale¬
táneo. También había vuelto a encontrar su sentido del hu¬ manes, los cuales se mantuvieron inicialmente fuera de la
mor, que estaba muy desarrollado. El miedo a su padre ha¬ escena, siendo representados únicamente por sus bombas y
bía disminuido de tal forma que hasta se atrevía a discutir misiles. Desde el principio me llamó la atención la forma en
con él. Al principio su padre reaccionó a este comportamien¬ que José usaba el término «alemanes» en vez de «nazis». Ca¬
to con una violenta represión, pero siguiendo mis consejos da vez que le oía, yo reaccionaba con una interrogación que
admitió la nueva situación y permitió que José se expresara. sólo ahora comenzaba a definirse.
90 Dorothy Block «No salí del vientre de mi medre» 91

Cuando volvió al juego de la guerra después de varias se¬ tratamiento. En todo ese tiempo se había referido a su padre
manas disfrutando de la vida familiar con el cocodrilo y el solamente una vez y a regañadientes cuando poníamos calco¬
cuervo, José introdujo un cambio muy significativo y— manías en los modelos.

final en esta actividad. Al principio a escondidas, y des¬
pués con creciente seguridad, comenzó a revelar su conven¬
«Es muy difícil poner las piezas pequeñas», había obser¬
vado yo después de verle luchar con ellas. Oí mascullar algo
cimiento de que los alemanes eran superiores y su gran ad¬ así como: «Igual que mi padre», lo cual fue seguido, después
miración por su habilidad militar. Cualquier pieza de su ar¬ de que yo presionara un poco, de: «Mi padre me grita a veces
mamento lo demostraba. cuando pierdo las piezas».
«Fijate en ese rifle», decía admirando el arma imaginaria. Ahora, al poco tiempo de haber derrotado a «los america¬
«Es mucho mejor que el de los americanos». Y añadía: «¿sa¬ nos», llegó a la sesión un día llevando orgullosamente una
bes qué tipo de pistola es ésta? Es una Lüger; es la mejor». insignia militar americana.
Una vez que las fuerzas enemigas habían sido desplegadas, «Mi padre me la ha dado», me informó.
José solía examinar las fuerzas americanas y comentaba con «Pero, ¿qué es eso?», pregunté.
desprecio: «Sus materiales no son demasiado buenos». «La insignia del ejército de mi padre», contestó. «Esto es
En nuestras actividades se hizo necesario el uso de arci¬ lo que llevaba cuando era soldado del ejército americano.
lla. Añadiendo agua generosamente, totalmente enfrascado Era teniente».
en su tarea, José convertía con frecuencia la mesa en el te¬ «¿Cuándo te la ha dado?», pregunté, muy sorprendida por
rritorio más fangoso del mundo, y con gran alegría manio¬ la evolución tan rápida que había seguido a la resolución de
braba los ejércitos, inundándolos y medio enterrándolos en su fantasía.
las trincheras, siendo los alemanes siempre los que conse¬ «Oh», dijo José, «le pregunté por sus experiencias en la
guían mejor aspecto. Cuando el conflicto se extendió hasta cu¬ guerra y se puso el uniforme para que le viera. Estuvo en al¬
brir el escritorio, el sofá y el suelo, comencé a darme cuenta gunas batallas muy grandes».
de un fenómeno muy curioso. Justo cuando los ejércitos esta¬ «Estás muy orgulloso de él», comenté.
ban dispuestos para el asalto, José dejaba precipitadamente a «Tendrías que ver los recuerdos que tiene. Los guarda en
los americanos, a los cuales estábamos manipulando los dos un cajón y me dijo que podía quedarme con esto. Mi madre
en el escritorio o el suelo, y se unía al ejército alemán que es¬ me lo va a coser en la chaqueta».
taba en el sofá. Después de dirigir por un momento ese bando, Después de esto, José no volvió a jugar más a la guerra.
imitando el sonido de las ametralladoras que apuntaban a los Habiendo probado que podía vencer al enemigo real los —
americanos, volvía otra vez a reunirse conmigo como si no hu¬
biera pasado nada.

americanos parecía estar dispuesto a abandonar el papel
de alemán. Y la insignia de su padre a partir de ahora esta¬
«Veo que están ayudando a los alemanes», comenté inex¬ blecía su verdadera identidad.
presivamente a la vez que él rehuía mi mirada. Su fantasía y su resolución representaron el primer paso
«Sólo por un momento», dijo José sin darle importancia. en su lucha por recuperarse. Mi mayor preocupación duran¬
Sin embargo, pasó muy poco tiempo antes de que la cre¬ te ese período fue la creación de un ambiente que le permi¬
ciente escalada de la ayuda de José desembocara en una tiera liberar sus sentimientos agresivos a través de sus fan¬
franca renuncia a su papel de americano en favor del bando tasías. La represión era tan profunda que hubo de pasar casi
alemán. Finalmente, al término de una sesión, bombardeó el un año antes de que se atreviera a exponerlas una sola vez.
campamento americano y anunció triunfalmente: «Están Las compulsiones que las mantenían a raya eran posible¬
destrozados». mente una respuesta a la fuerza represiva que los dos padres
Habían pasado tres años desde que José comenzara el ejercían cu José, de furnia que él tenía que controlar no sólo
92 Dorothy Bloch «No salí del vientre de mi madre» 93

los sentimientos prohibidos sino también los impulsos prohi¬ de establecer su superioridad y reivindicar su verdadera
bidos. Su fantasía de la inundación que ahogaba a sus pa¬ condición.
dres le cogió casi por sorpresa, al igual que su juego con el El hecho de que su primer acto después de su triunfo so¬
voraz cocodrilo devorador de hombres. bre los americanos en su fantasía fuera invitar a su padre a
Debido a su extrema pasividad, tuve que animarle antes discutir sus experiencias en la guerra y, luego, exhibiera or-
que nada para que adoptara un papel activo. Para ello inten¬ gullosamente la insignia de un soldado americano demostró
té no entrometerme nunca adoptando una posición dominan¬ espectacularmente la dirección inconsciente de su impulso
te, arreglándomelas siempre para dejarle las decisiones de hacia la recuperación desde su primera sesión, cuando reve¬
forma que sus fantasías se pudieran desarrollar sin impedi¬ ló su mayor preocupación al decir: «Yo no soy americano».
mento. Por ejemplo, hasta que él mismo adoptó un papel Su adopción de la identidad fantástica de un enemigo ex¬
agresivo al declarar que su coche era un coche de la policía, tranjero le había defendido contra su miedo al infanticidio,
yo me mantuve en una posición igualmente pasiva. Sin em¬ ya que explicaba y justificaba los sentimientos homicidas de
bargo, una vez que él se hubo anunciado, yo seguí su ejem¬ su padre hacia él. Sólo después de que su yo se fortaleciera
plo y procedí a asumir un comportamiento destinado a fo¬ lo suficiente como para establecer su superioridad y derro¬
mentar su agresión dentro del marco de su fantasía. Igual¬ tar a sus enemigos, los americanos, disminuyó su terror lo
mente me negué a asumir el papel de dirigente, el cual me suficiente como para poder resolver su fantasía y ser capaz
habría puesto en posición de determinar la dirección de su de establecer su verdadera identidad. Entonces pudo verba-
fantasía, de la misma forma que esperé a que él me asignara lizar directamente los sentimientos homicidas y libidinosos
el papel de cuervo. Como él tenía un gran sentido del humor, que hasta ese momento sólo había expresado en su fantasía.
lo estimulé todavía más para de este modo aliviar sus repre¬
siones.
Dado que se había retraído hasta tal punto que no dejaba
ninguna puerta por la que pudiera asomarse a sus pensa¬
mientos, mi primera tarea para poder ayudarle a expresar
sus fantasías de homicidio fue la de dejar bien sentado que
yo era una aliada útil y digna de confianza. Comenzando
muy cautelosamente con la procesión silenciosa de los dos
coches, en un principio me asignó el papel de enemigo. Sólo
a fuerza de ser su ayudante indispensable y de hacerle saber
gradualmente que aceptaba sus sentimientos agresivos e in¬
cluso me gustaban, hice posible que transformara tanto su
fantasía como mi papel en ella. Entonces me convertí en su
aliada y los dos éramos americanos con un enemigo común,
los alemanes. Cuando después del intervalo del cocodrilo y
el cuervo se reanudó la fantasía de la guerra, estaba claro
que mi completa aceptación de su papel de marital compañe¬
ro-asesino y mi disposición para compartir él sangriento bo¬
tín le permitieron dar un paso más y exponer su secreto: que
era un alemán y que los americanos eran el enemigo. Fue en¬
tonces capaz de vencerlos, y al superar su terror, fue capaz
I 5. LA FANTASIA DEL «PERRO QUE NO MERECIA SER Lafantasía del «perro que no merecía ser una niña» 95
UNA NIÑA»
Como ya he dejado establecido en el caso de Ellie y de ios
otros niños analizados hasta ahora, el primer paso para en¬
tender la fantasía del niño es acumular toda la información
posible sobre la historia y el desarrollo de la vida del niño.
Otros métodos para manejar la fantasía están dictados por
su doble función. Las fantasías defensivas están destinadas
no sólo a proporcionar escape al insoportable terror del ni¬
ño, sino también a proyectarlo en criaturas imaginarias, a
ocultar su fuente, permitiéndole así mantener la imagen
Tan pronto como el niño se siente lo suficientemente seguro idealizada y potencialmente cariñosa de sus padres que pa¬
de ser aceptado, la fantasía, la cual puede ser una notable rece ser fundamental para sentirse seguros. De esto se des¬
condensación de su percepción del conflicto central, puede prende que cualquier descubrimiento de las bases reales de
evolucionar hasta que su resolución le permite verbalizar di¬ la fantasía del niño o cualquier intento de ir más allá de su
rectamente los sentimientos y percepciones que estaban ca¬ marco con una sugerencia de su verdadero significado puede
muflados. El que la fantasía pueda llegar con éxito a ese amenazar sus defensas hasta el punto de poner fin a la fan¬
punto depende tanto de la capacidad de cambio de los pa¬ tasía y descalificar al analista corno una persona digna de
dres como de la habilidad del analista a la hora de manejar confianza. Este descubrimiento puede incluso poner en peli¬
la fantasía. Cuando no hay mejora en el ambiente amenaza¬ gro la vida del niño. Esto se demostró dramáticamente cuan¬
dor de la vida familiar, la necesidad de una fantasía defensi¬ do un joven colega preguntó al niño al que estaba tratando si
va puede no resolverse del todo. podía identificar las figuras de su fantasía y su respuesta
La cuestión más importante a la hora de manejar una fue: «Si supiera quiénes son, me suicidaría».
fantasía es, ante todo, el significado de la comunicación. Un aspecto muy impresionante del uso que el niño hace
Mientras el análisis de los niños estuvo influenciado por la de la fantasía es la revelación de la comprensión frecuente¬
idea de que sus fantasías están «divorciadas de la realidad», mente infalible por su parte de sus necesidades psicológicas
la fuente más importante de investigación permaneció ocul¬ en su lucha por la supervivencia. Dado qui . la identidad es el
ta. A pesar de que la técnica del juego de Melanie Klein ofre¬ instrumento principal de su defensa y un elemento esencial
cía un instrumento valioso para poder entender las fanta¬ en su sistema para engañarse a sí mismo, tal y como hemos
sías, la eliminación del papel de los padres en el tratamiento visto en los casos presentados hasta ahora, se puede conver¬
de los niños limitaba su utilidad. La aceptación por Anna tir en el punto más importante de su fantasía. Al resolver su
Freud del «mundo objetivo»' como un factor importante en fantasía, su identidad y la mía, así como nuestra relación, se
el mecanismo de defensa de los niños, abrió el camino para modifican continuamente dependiendo de la situación y la
nuestra forma actual de entender el papel de las relaciones escena, las cuales pueden cambiar también para acomodarse
padres-hijos en el origen de los problemas emocionales de a sus distintas necesidades. Una fantasía puede progresar a
los niños. Esa orientación y el reconocimiento del miedo de través de diferentes etapas durante varios años hasta que su
los niños al infanticidio nos permiten entender el significado resolución lleva al niño a un punto en el que está preparado
de sus comunicaciones. para expresar directamente los pensamientos y sentimientos
que la fantasía había escondido. Lo que puede ocurrir con
1 Anna Freud, The ego and the mechanisms las fantasías del niño cuando éste no recibe tratamiento psi-
of defense, Nueva York, In¬ coanalítico ha quedado demostrado en mi tratamiento de pa¬
ternational Universities Press. 1946 [El yo y los mecanismos de defensa, Bar-
tcelona, Paidos Ibérica, 1982], cientes adultos. En los casos en que fueron capaces de des-
Lafantasía deI«perro que no merecía ser una niña» 97

enterrar las fantasías antiguas parecían simplemente haber Su madre era delgada, rubia con ojos azules y moderada¬
quedado enterradas para continuar ejerciendo una gran in¬ mente atractiva. Parecía ser más abierta y tener menos inhi¬
fluencia en su vidas como parte de su inconsciente. biciones a la hora de expresar sus sentimientos destructivos
En el caso de Patty, hija única a la cual trajeron a mi con¬ o, como más tarde pude saber, a la hora de ponerlos en prác¬
sulta a los siete años con un diagnóstico de esquizofrenia, la tica.
fantasía que introdujo, muy por encima, el primer día de tra¬ Los dos se sentían mortificados por la impresión que
tamiento se desarrolló durante un período de más de tres Patty daba en público. El incidente que precipitó el que la
años. Su mayor problema era la identidad. Al comenzar el trajeran a la consulta ocurrió durante una fiesta infantil de
tratamiento, era una criatura «no humana», sin sexo, que cumpleaños, durante la cual su comportamiento fue tan ex¬
gradualmente se volvió femenina. Después de una fase preli¬ traño que les llenó de vergüenza. La niña daba la impresión
minar en la cual asumió papeles por los cuales podía ser ala¬ de no relacionarse con nadie y vivir en un mundo propio.
bada, adoptó primero la identidad de un caballo y luego la Aunque generalmente ignoraba a los niños, con los adultos
de «un perro que no merecía ser niño». Después de dejarme se mostraba muy zalamera y se pegaba a cada visitante con
en un principio abandonada a mi suerte, finalmente me asig¬ una ansiedad que a ellos les resultaba embarazosa. Era taci¬
nó primero la identidad de amo malo, y más tarde la de amo turna, no tenía amigas y por la noche lloraba hasta que se
bueno. Su habilidad para cubrir sus necesidades emociona¬ dormía. Los padres estaban de acuerdo al describirla como
les durante todas las etapas de la evolución de su fantasía, una persona de carácter no cooperativo, negativo y provoca¬
hasta que salió de su esquizofrenia, demuestra la capacidad dor.
de la psique humana en la lucha por mantenerse viva. De mí No olvidaré nunca mi primera impresión de Patty. Re¬
necesitaba únicamente que la aceptara y entendiera ayudán¬ cuerdo una sensación curiosa de desamparo cuando la vi pa¬
dole en el camino que decidiera seguir. A pesar de que me sar delante de mí, rígida, arrastrando los pies al andar como
sentí perdida muchas veces durante el proceso, su continuo si fuera un robot, seria y con la mirada perdida, a lo largo
progreso confirmaba que la dirección era correcta. Sin em¬ del corredor hasta llegar al cuarto de jugar. Era pequeña pa¬
bargo, tuve muy poca suerte con los padres de Patty. Sus ra su edad y llevaba el pelo rojizo largo y enmarañado, lo
sentimientos hacia la niña no cambiaron para nada y por lo cual dramatizaba la delicadeza de su cara y a la vez aumen¬
tanto impidieron, supongo, la resolución de su fantasía. taba la sensación de dejadez que transmitían sus ropas. Ha¬
A pesar de que no tengo un conocimiento directo del gra¬ blamos algo. Ahora recuerdo que comenzó a hablar tan pron¬
do de violencia al que los padres habían expuesto a Patty, to como entró por la puerta.
tanto sus síntomas como la naturaleza de su fantasía suge¬ «Qué pasillo más largo», exclamó. «Tienes muchísimos li¬
rían ün trato cruel poco corriente. Desde la primera entre¬ bros, igual que mi papá».
vista los padres de Patty dejaron bien claro que el nacimien¬ Lo que me chocó no fue el contenido de su conversación,
to de la niña no había sido planeado y había significado una que continuó de forma educada durante varios minutos, sino
interrupción inoportuna en sus vidas, de la cual todavía se su voz. Daba la sensación de que provenía de lo alto de su
resentían. Su padre era abogado y su carrera apenas había cabeza, como si estuviera en un escenario durante una re¬
comenzado cuando nació Patty; su madre había querido ser presentación en la que el director se esforzara por dar la ma¬
cantante pero abandonó sus planes al quedarse embarazada. yor sensación de irrealidad posible. Se sentó en la mesa pe¬
Tuve la impresión de que ninguno de los dos había recibido queña de la esquina y se quedó callada.
suficiente cariño maternal en su infancia o conocido algo «¿Sabes por qué has venido a verme?», pregunté después
más que un ambiente hostil. El padre era bajito y serio, con de unos minutos.
expresión agresiva e incapaz de expresar sus sentimientos. «Hay una cosa que sí sé: eres buena», contestó sin mirar-
98 Dorothy Bloch Lafantasía del «perro que no merecía ser una niña» 99

me. Después cogió una pintura y, acercando la nariz hasta Mientras aplaudía con entusiasmo, Patty saludaba como una
casi tocar el papel, dibujó algo que parecía un borrón. verdadera profesional. Rápidamente añadió otras actuacio¬
«Eso parece muy interesante», dije, «pero no estoy segu¬ nes a su rutina.
ra de lo que es». «Soy un trapecista», anunció. Y añadió: «Soy el Perro Ma¬
«Es un ángel», vaciló. «Puede hacer buena a la gente ma¬ ravilloso» y finalmente: «Soy una bailarina».
la». Mientras los aplausos proseguían, los monstruos desapa¬
En la sesión siguiente Patty se pintó con tiza la cara y los recieron y nunca más volvieron a la terraza o al mundo de
brazos. «Soy Clang, el payaso», afirmó, y después de un mo¬ Patty. El circo quedó instalado y como continuaba sin darme
mento añadió con firmeza: «Hay un león en la terraza».
ninguna instrucción concreta decidí, ya que las actuaciones
se multiplicaban, convertirme en la presentadora.
«¡Un león!», exclamé con voz un poco alarmada.
«¡Atención, atención!», gritaba. «Vean a la mejor jinete
«No debes asustarte», me aseguró. «También soy una do¬ del mundo, la única campeona nunca derrotada». O: « ¡Ven¬
madora de animales». gan todos, no pierdan la oportunidad de su vida! ¡La maravi¬
Cuando salimos a la terraza encontramos, sin embargo, llosa bailarina actúa esta noche! ¡Rápido! ¡Rápido!». Patty
no sólo un león sino un elefante peludo, un dragón que echa¬ aceptaba estas intervenciones con gran placer y las agrade¬
ba fuego por la boca, un cocodrilo venenoso y un montón de cía haciendo reverencias.
animales peligrosos. Después de varias semanas, Patty comenzó a hablar de
«Vives en un mundo muy peligroso», comenté. un caballo que vivía en el garaje. «Me lleva al colegio todos
«Soy muy valiente», dijo simplemente. «Tengo valor». los días», me informó. «A veces se viste con mis ropas y se
Este fue el mundo en el que vivimos muchas semanas, sienta a mi lado y me da las respuestas». Le puso de nombre
salvo una breve referencia a la cólera inexplicable de su ma¬ Tigre. «Tigre me trajo hoy», anunciaba algunas veces al en¬
dre y a la falta de amigos de Patty. Patty colocó dos sillones, trar. O: «Tigre nos está esperando fuera». El caballo galopa¬
uno al lado del otro, y nos tumbábamos en ellos mientras la ba por la terraza con tal desenvoltura que provocaba admi¬
terraza vibraba con el paso de sus animales monstruosos. ración.
Ella se sentía a gusto entre ellos e intentaba que yo me sin¬ «¡Bravo!», gritaba yo. «¡Bravo! ¡Qué caballo más maravi¬
tiera cómoda, tratándome siempre como a un invitado im¬ lloso! ¡Qué pelo más precioso! ¡Cómo galopa! ¡Nunca he vis¬
portante, el cual no debe sufrir nunca ninguna molestia. to un caballo más airoso!». De vez en cuando Tigre nos
«No te preocupes», me aseguraba. «Yo sé cómo controlar¬ acompañaba al circo y se mezclaba con los artistas.
los». Un día, Patty apareció en la consulta con un aspecto real¬
El dragón, Feliz, hablaba echando fuego por la boca y era mente abatido. «Tigre y yo nos hemos escapado de mi ma¬
su favorito. Le puso arneses para que tirara de nuestra ca¬ dre», me confió. «Hemos encontrado un oasis en el desierto
rroza y recorrimos todo el mundo subidas en él. Un día, y nos vamos a quedar allí para siempre y viviremos de carne
Patty divisó abajo, a lo lejos, una carpa de circo y ordenó a de camello». Y los dos se fueron a la terraza. Cuando volvie¬
Feliz que descendiera. Volamos por encima de la carpa vien¬ ron, Tigre se lanzó a mis brazos. Mirándome directamente a
do las actuaciones a través de una abertura. Patty se quedó los ojos por primera vez, Patty dijo: «Tú eres el primer amo
muy impresionada. que ha sido bueno conmigo. Tuve otros dos, pero los dos
«Soy un jinete que monto a pelo», anunció. «Feliz, vamos eran malos. Uno me daba agua pero no comida; el otro me
a aterrizar». daba comida pero no agua. Me encerraron dos veces en el
Nos unimos al circo. Como me habían dejado a mi aire garaje y querían poner una bomba, pero les engañé y me es¬
mientras Patty cabalgaba, decidí asumir el papel de público. capé. Entonces fue cuando me encontraste. Estoy muy con-
100 Dorothy Bloch Lafantasía del «perro que no merecía ser una niña» 101

tenta. Eres el primer amo que me trata bien y que me da la ta,de la sorpresa. Cuando me recuperaba, daba rienda suel¬
comida y la cama apropiada, una cama humana». ta al desaliento, el desencanto y la ira. «¡Creía que podía
Al poco tiempo de esto llegaron las vacaciones de verano. confiar en ti!», explotaba. «Y mira lo que has hecho con la
Cuando Patty volvió. Tigre alternó por un tiempo con el Pe¬ casa, la has destrozado! No me puedo ir ni siquiera un mo¬
rro Maravilloso, al cual yo debía amaestrar. Durante todo el mento. Eres un perro malo y te voy a castigar».
período anterior, el tema del perro había aparecido intermi¬ «Me tienes que pegar», me ordenaba Patty.
tentemente. Además del Perro Maravilloso también existía el «Toma», gritaba yo fingiendo darle con el látigo. «Así
«perro hada» que Patty traía de vez en cuando. Una vez, este aprenderás».
último había tomado la forma de su paraguas y le había da¬ «Más fuerte», intervenía Patty. «Más fuerte».
do cierto consuelo frente a la ira de su padre cuando venían «¡Perro maldito!», gritaba yo, dando latigazos a mi alre¬
al consultorio. En otro momento, el perro era una pelota pe¬ dedor. «Esto te enseñará a no desobedecerme. ¡Quizás la
queña que se llamaba Campanita. Al comienzo de su trata¬ próxima vez lo pienses antes de destrozarme el sofá!».
miento me había contado también la triste historia de cómo «Ahora me debes encerrar en una jaula y no darme de co¬
perdió su perro de verdad, del cual su madre se había deshe¬ mer».
cho porque se portaba mal. Ahora yo, su entrenadora, debía «¡Así, así aprenderás, perro maldito! ¡A la jaula sin co¬
someter al Perro Maravilloso a pruebas cada vez más difíci¬ mer!».
les. Tenía que saltar por encima de una cuerda imaginaria, Y Patty se acurrucaba en un rincón, fingiendo una natu¬
la cual era elevada más y más hasta que estuvo claro que só¬ raleza depravada y de vez en cuando mordiendo los barrotes.
lo un Perro Maravilloso podía saltarla. Patty me ordenaba Había muchas variaciones sobre este mismo tema, todas en
que fuera severa con él, que estuviera siempre descontenta un crescendo de provocación y castigo, y hubo muchas, mu¬
con sus esfuerzos, que le amenazara. De vez en cuando tenía chas repeticiones de las variantes.
que usar el látigo. «¡Venga, salta!», le avisaba yo. «No tolera¬ «Me tienes que pegar hasta que sangre», me ordenó Patty
mos actuaciones chapuceras». El Perro Maravilloso se arras¬ un día. Y añadió: «Ahora tienes que llamar al médico».
traba. Yo había adoptado una actitud verdaderamente ruin y Se llamó al médico y llegué yo en mi nuevo papel. «Bien,
el Perro una de mártir. Para cuando llegó el invierno y nos ¿quién está enfermo aquí?», pregunté con jovialidad profe¬
vimos obligadas a jugar adentro, Patty había anunciado que sional. Después, al conocer todos los detalles de la sórdida
ella era «un perro que no merecía ser una niña» y que yo era escena, no pude evitar sentirme impresionada. «Pero bueno,
su ama. ¿qué ha pasado aquí?», pregunté. «Esto tiene mal aspecto»,
«El perro que no merecía ser una niña» tuvo varios nom¬ dije observando las heridas de Priscila. «Ya sé que duele»,
bres femeninos hasta que finalmente se convirtiera en «Prisci- añadí a la vez que levantaba con ternura primero una pata y
la». Era un perro malísimo. Desobediente, pretendía morder y luego otra, «pero no te preocupes. Esto te ayudará y estarás
arañar, rasgar y romper los muebles, escaparse. En su papel. curada en un momento». Fingí vendar las heridas de Priscila
Patty usaba palabras únicamente para darme instrucciones, y cuando me iba me dirigí al ama imaginaria diciendo: «Este
por lo demás se mantenía en su papel y ladraba cuando que¬ perro lo que necesita es mucho descanso y buena comida».
ría comunicar algo. Tampoco buscaba ninguna ayuda. Con la llegada del médico, la fantasía tomó una nueva di¬
«Me tienes que castigar», me ordenaba. «Me tienes que rección. No había duda de que el doctor había reaccionado
decir que soy muy mala». ante lo que consideraba como un acto de crueldad excesiva.
El juego comenzaba por lo general con que yo me iba a la El ama buena, pero necesariamente punitiva, había sufrido
compra dejando a Priscila sola en casa. Cuando volvía, en¬ ya una transformación que sólo necesitó la ayuda del amable
contraba todo en tal desorden que no podía pasar de la puer- doctor para definirse. Casi imperceptiblemente, Priscila ha-
102 Dorolhy Bloch Lafantasia del «perro que no merecía ser una niña» 103

bia pasado de ser un perro malo a ser un perro bueno que te en: «He salvado la vida a cinco personas y los periódicos
era maltratado por su malvada ama, que no lo entendía ni te llaman para obtener información». Cuando sonó el teléfo¬
apreciaba. Ahora se me ordenó mostrar una crueldad injus¬ no, contesté con gran orgullo: «Sí lo hizo ella sola. Sí. Es un
ta. Nada de lo que hacia Priscila me agradaba. Con sólo ver¬ perro muy valiente. No, nunca he tenido problemas con ella.
la ya me enfadaba. «Bestia», gritaba. «¡Bestia miserable! Lo hace todo bien».
Siempres estás haciendo algo malo. ¡Fuera de mi vista!». «Preguntan por la recompensa», interrumpió Patty.
Y entonces apareció un elemento nuevo. «¿La recompensa?», pregunté al periodista. «Estoy de
«Hay dos amas», anunció Patty un día. «Hay una buena y acuerdo en que se la merece. ¿Se ocupará usted de ello? Bien,
una mala. La mala se enfada y vende a Priscila al ama bue¬ muchas gracias. Aviseme cuando sepa algo».
na». Después de repetirlo otra vez, Patty tuvo una nueva inspi¬
Con lo cual el doctor sufrió una metamorfosis. La sesión ración. «He salvado a toda la ciudad» anunció, «y el alcalde
comenzaba ahora con el mal comportamiento de Priscila y el se entera, y hay una recompensa y me la dá el mismo. Y los
mal trato y el castigo del ama. Después se producía la venta periódicos no dejan de llamar».
y Priscila entraba en la casa nueva, donde se premiaban to¬ Mientras Priscila permanecía echada recuperándose de
dos sus esfuerzos por agradar. sus heridas en un estado de felicidad transcendental, yo me
«Nunca había visto un perro tan bueno», se maravillaba ocupaba de los periodistas y el alcalde. Gradualmente, los
el ama buena. «Y qué lista; sólo tienes que decirle las cosas planes para la ceremonia de recompensa fueron evolucio¬
una vez». Priscila entonces hacía todo lo que un buen perro nando hasta un punto en que el propio alcalde iba a hacer la
debe hacer. Me traía las zapatillas y el periódico y se queda¬ presentación. Esto, aparentemente, supuso un gran proble¬
ba quietecita a mis pies mientras leía. Poco a poco iba pa¬ ma para la fantasía de Patty.
sando más tiempo con el ama buena, y la escena del ama ma¬ «Puedo hablar», me informó un día. «Tú tienes poderes
la se quedaba sólo como punto de partida para la venta, has¬ mágicos y me haces hablar».
ta que más adelante desapareció por completo. Toda la se¬ Y acompañando los conjuros con lo gestos tradicionales,
sión estaba ahora dedicada a la idílica relación entre el pe¬ grité: «¡Abracadabra! Ya puedes hablar».
rro que sólo quería agradar y su ama cuya respuesta era la A partir de este momento, las sesiones comenzaron con
recompensa. El contenido cambiaba continuamente. La sala este rito. Desaparecieron los ladridos y Priscila pudo hablar
de consulta para adultos se convirtió en una tienda de ani¬ libremente con los periodistas sobre sí misma y contestar al
males donde continuamente comprábamos ropa nueva para alcalde. Patty decidió que el sitio más apropiado para toda
Priscila. Luego pasamos a la sala de espera, que se convirtió esta escena era encima del escritorio grande que había en el
en la oficina de licencias. Después de comprar un nuevo cuarto de jugar. Esto daba a los fotógrafos una posición ven¬
guardarropa, que incluía siempre un collar y una correa, tajosa para hacer sus fotos. Con las dos manos a la altura de
acudíamos a la oficina y recibíamos una licencia y un título mi cabeza, las abría y cerraba con un chasquido, corriendo
de propiedad. Después volvíamos a casa, donde Priscila se alrededor de la mesa en lo que parecía ser una imitación
comía un filete y una galleta especial para perros. bastante aceptable de una cámara. Sin embargo, la altura
Después de muchas repeticiones, se introdujo el inevita¬ del escritorio sugería también otras posibilidades y una am¬
ble cambio. «No te hago caso, me escapo, tengo un accidente pliación de los poderes de Priscila.
y me traen a casa herida y entonces tú llamas al médico», «Priscila puede bailar», dijo Patty un día. «Es una bailari¬
fue la primera versión del cambio. Después de una o dos na de ballet». Y el programa de la entrega de la recompensa
pruebas, esto cambió por: «Estoy herida porque salvé a al¬ fue rectificado para incluir esta extraordinaria faceta.
guien la vida al cruzar la calle». Y esto se convirtió finalmen- En este momento, miles de regalos comenzaron a llegar
104 Dorothy Bioch Lafantasía del «perro que no merecía ser una niña» IOS

de todos los puntos del país, y dedicábamos gran parte del de empezar inevitablemente seguida de unas historias tristí¬
tiempo a la construcción de almacenes donde poder guardar¬ simas de malos tratos y crueldad. «Pero, ¿por qué es tan ma¬
los. Daba la impresión de que Patty estaba ya preparada pa¬ la», preguntaba yo. «¿Qué es lo que la hace ser así?».
ra acabar la fantasía. «Es una bruja», contestaba Patty con ardor, «porque su
«Tú te casas con él presidente y nos vamos a vivir a la Ca¬ madre era también una bruja, y ahora intenta hacerme lo
sa Blanca», anunció felizmente al acabar una sesión, como mismo a mi».
dando a entender que «vivieron felices para siempre». Después de esta introducción, llamaban a la puerta y en¬
Cuando volvió después de otras vacaciones de verano, ha¬ traba Meaninda hablando de cosas sin importancia. En un
bía abandonado aparentemente la fantasía. Durante un bre¬ principio denigraba a Priscila, después no estaba muy segu¬
ve tiempo estuvo absorbida por los problemas de sus relacio¬ ra de si quería que volviera o no, y finalmente se ofrecía a
nes con sus amigos y con sus padres. Sin embargo, perdió un comprármela. Ante la mera mención de esta posibilidad, se
mes de tratamiento a finales del otoño y cuando volvió otra oían ladridos lastimeros de Priscila. Comenzaba a agitarse
vez, aunque de una forma irregular, su aspecto desaliñado y violentamente y me ordenaba que echara de mi casa a Mea¬
su voz artificial dejaban ÿntrever una regresión parcial. ninda.
Cuando ya se iba, comentó: «Hace mucho tiempo que no ha¬ «¿Cómo puedes pedirme algo así?», preguntaba yo. «¿No
blamos de Tigre y de Priscila». A la siguiente sesión pregun¬ ves cómo molesta eso a Priscila? No menciones siquiera este
tó inmediatamente: «¿Podemos jugar al juego del perro?». tema. No me separaría de ella por todo el dinero del mundo.
La fantasía se reanudó otra vez, pero con diferentes per¬ Y ahora mejor será que te vayas. No puedo permitir que se
sonajes y diferente tema. El ama mala volvió otra vez, pero moleste a Priscila de esta manera».
ahora se llama Meaninda. Hubo diversas variaciones, en las Esta versión de la fantasía duró varios meses y finalmen¬
cuales Priscila se perdía o era abandonada en un cesto a la te se convirtió en el juego de «encarcelar a la bruja», y des¬
puerta de mi casa, seguidas de otras variaciones en las cua¬ pués de que hubo pasado otro verano, lo abandonó. La impo¬
les Meaninda me informaba de que me podía quedar con el sibilidad por parte de Patty de lograr la condición de «niña»
perro si lo encontraba, y luego, cambiando de parecer, inten¬ durante todo este tiempo indicaba que no podía ser resuelta.
taba comprármelo. Se me ordenó que no dijera a Meaninda A pesar de que «el perro que no merecía ser una niña» fue
que Priscila podía hablar y que llevara yo sola toda la nego¬ capaz de evolucionar hasta convertirse en una criatura ejem¬
ciación. plar, con capacidad para hablar, y a la que también se le per¬
La sesión comenzaba por lo general cuando yo encontra¬ mitía bailar, en ningún momento se convirtió en persona hu¬
ba a Priscila. mana. La única solución que Patty encontró para librarse
«¿Qué es esto?», exclamaba con alegre sorpresa al ver el del peligro constante de su medio amenazador y del papel de
cesto a la puerta. «¡Qué perro tan precioso! ¡Y justo a la «bruja» de su madre, fue venirse a vivir conmigo. Esta fanta¬
puerta de mi casa! No puedo imaginar quién habrá querido sía de venirse a vivir conmigo, la cual se desarrolla con fre¬
deshacerse de una criatura tan maravillosa. Ven aquí den¬ cuencia como respuesta a la necesidad de refugio que siente
tro, que hace calor, y te daré algo de comer». el niño, es abandonada por lo general cuando el niño se cura
«Muchas gracias», decía Priscila. y su relación con los padres mejora.
«¡Pero si puedes hablar!», exclamaba yo sorprendida. En el caso de Patty, la falta de un verdadero cambio en
«Sí, puedo hablar», decía Priscila con modestia. Después los padres dio lugar a algo curioso, acerca de cuyo significa¬
le daba de comer e insistía para que me contara todas sus do sólo puedo especular. Patty volvió de sus vacaciones sin¬
quejas sobre su ama. tiendo una ira persistente contra mí, que se expresaba prin¬
«Ahora cuéntame que ha pasado», era la forma habitual cipalmente con silencios. A pesar de que 110 tuve muchas
106 Dorothy Bloch
Lafantasía del «perro que no merecía ser una niña» 107

oportunidades de explorarla, pienso que el hecho de mejorar monstruos hasta mis entusiasmados aplausos ante sus diver¬
su sentido de la realidad y darse cuenta del limitado papel sos papeles en el circo y la proclamación de sus virtudes, yo
que yo tenía en su vida, provocó en ella un sentimiento de simplemente seguía sus indicaciones en una expresión en es¬
traición. Al igual que en otros pocos casos en los que los pa¬ piral de necesidades y respuestas. Durante todo este período
dres no cambian, sólo puedo suponer que Patty volvió su ira de alabanzas continuas, cuando Patty era una artista de gran
hacia mí por haber formado parte de una fantasía que, a pe¬ valor sin una identidad concreta, me dejó a mi aire y sin de¬
sar de haberla ayudado a mejorar, se mantuvo sin embargo finir nunca mi identidad.
sin resolver e incapaz de realizarse. La segunda fase de la fantasía de Patty estuvo precedida
Otra prueba del éxito del tratamiento fue su capacidad por un período de transición que acabó con su designación
de llegar a la etapa de transferencia negativa. Si sus padres por primera vez de un papel que le permitía afrontar y ex¬
hubieran sido partidarios del análisis y le hubieran permiti¬ presar sus sentimientos inaguantables. Hasta que aceptó por
do continuar, Patty habría tenido la oportunidad de desaho¬ completo que la siguiera en su fantasiosa huida de unos pa¬
gar su ira y establecer a un nivel verbal lo que ya había con¬ dres que por dos veces habían intentado «ponerle una bom¬
seguido en su fantasía. Tal y como estaban las cosas, con la ba» no fue capaz, por medio del «perro que mo merecía ser
evolución de sus sentimientos negativos, sus padres cancela¬ una niña», de permitirse adoptar un papel en el que era abso¬
ron el tratamiento. lutamente «mala». Al mismo tiempo me asignó a mí un papel
La fantasía que permitió a Patty evolucionar desde la es¬ que le permitía explorar y evaluar sus relaciones son su ma¬
quizofrenia hasta el mundo real, progresó a través de tres fa¬ dre y, finalmente, modificar de alguna manera la horrible
ses diferentes y una coda, cada una de las cuales representó imagen de sí misma que la defendía contra el odio de su ma¬
un paso más hacia la salud, y estuvo marcada por identida¬ dre. La primera indicación de que me estaba convirtiendo en
des cambiantes para cada una de nosotras. Cuando en un un Simon Legree, y de que ella también estaba evolucionan¬
principio me dibujó a mí como un «borrón», un «ángel que do hacia algo más que una gran artista, se puso de manifies¬
puede convertir a la gente mala en buena», estaba presentan¬ to durante el entrenamiento del Perro Maravilloso. Al permi¬
do su preocupación central por los sentimientos de inutili¬ tirse ser todo lo «mala» posible, comenzó, aparentemente, a
dad y su esperanza efímera, plasmada en su dibujo, de que poner en duda la validez de esta idea no sólo de sí misma si¬
yo poseyera el poder sobrenatural de transformarla y de esa no también de la bondad de su «ama». Esto llevó lentamente
forma hacerla susceptible de ser querida. La primera identi¬ a la inversión de los papeles y, finalmente, cuando sus nece¬
dad que asumió reforzaba esta impresión; era un payaso, sidades se pusieron de manifiesto, hasta una tercera etapa:
con toda seguridad un ser despreciable, con un nombre sin el gradual abandono de su perversidad y su odio y la institu¬
referencia humana y sin identidad sexual definida. Sin em¬ ción de una nueva etapa donde la virtud era premiada y rei¬
bargo, sólo hizo falta que yo aceptara su fantasía para que naba el amor.
inmediatamente apareciera el león en la terraza, y respon¬ A pesar de que me encontré frecuentemente a oscuras,
diendo a mi expresión de alarma, pasara al papel de doma¬ particularmente durante el primer período, acerca de la di¬
dora de animales, el cual no sólo revelaba el terror de su rección que seguía la fantasía de Patty, el cambio positivo en
mundo interior sino que además me protegía a mí de él. su personalidad y en su relación con el mundo real eran
Desde la primera sesión se hizo evidente que la mayor ne¬ siempre tranquilizadores. Después de un año de tratamiento,
cesidad de Patty era la de sentirse aceptada. Mi admiración su creatividad estalló con un frenesí de dibujos que la lleva¬
y alabanzas sin fin era lo que pedía la estructura de su fanta¬ ron gradualmente a la pintura, la música y el baile, todo lo
sía y fue lo que marcó la primera fase de su tratamiento. cual continuó durante el resto del tratamiento. Sus compa¬
Desde mi reconocimiento de su facilidad para controlar los ñeros de clase, que en un principio la habian dejado de lado,
108 Dorothy Bloch Lafantasía del «.perro que no merecía ser una niña» 109

comenzaron a admirarla, y su reconocimiento y aceptación le su miedo a ser asesinada, con el cual se enfrentó primero a
ayudaron a soportar las exigencias de la escuela. Su extraña y través de la fantasía y después en confrontación directa,
aparentemente miope forma de leer, su manera de arrastrar Patty dejaba entrever su terror sólo de vez en cuando y siem¬
los pies al andar y el tono curiosamente artificial de su voz pre dentro del marco de la fantasía.
desaparecieron. Ahora pedía y recibía aceptación. Podemos atribuir la capacidad de Ellie de desprenderse
Tal y como indicaba la evolución de la fantasía de Patty, de la mala imagen de sí misma, y progresar a través de la
el único elemento que se mantuvo relativamente inalterado fantasía del monstruo hasta que pudo abandonarla y verbali-
fue el sentimiento que expresaban los padres y la respuesta zar su terror directamente tanto al reforzamiento de su yo
de Patty hacia ellos. Su intención de terminar el tratamiento como a la mejoría de su realidad objetiva. Mis esfuerzos por
fue representada en la fantasía apenas velada durante la hacer comprensible las respuestas de Ellie para sus padres y
cual yo desbarataba los esfuerzos de Meaninda por «com¬ así modificar su manera de comportarse con ella tuvieron
prarla otra vez». La opinión más clara de Patty sobre su ma¬ cierto éxito, especialmente con la madre, cuya depresión ha¬
dre fue expresada a ese respecto: «Es una bruja porque su bía a su vez disminuido. La verdadera apreciación y com¬
madre era también una bruja, y ahora intenta hacerme lo prensión de Ellie por su madre y la aceptación del padre de
mismo a mí». A pesar de que su fantasía sólo contiene una dejar la disciplina en manos de su mujer fueron factores im¬
referencia a su padre, es evidente que le achacaba las mis¬ portantes en la mejora de la salud de Ellie.
mas intenciones homicidas hacia ella que atribuía a su ma¬ No tuve esa suerte con los padres de Patty. A pesar de
dre: el intento por dos veces de «ponerle una bomba». El que el tratamiento psicoanalítico había permitido a Patty sa¬
también era uno de los malos amos que le daban comida pe¬ lir de la esquizofrenia a través de la fantasía, el carácter in¬
ro no bebida o bebida pero no comida y que la trataban de flexible de la hostilidad de los padres y su incapacidad de
forma inhumana. dar a Patty el cariño necesario, exigían una defensa continua
La preocupación absorbente de Patty por su sensación de que restringía a la fantasía la expresión de su percepción de
inutilidad no sólo reflejaba la intensidad de los sentimientos los sentimientos de sus padres hacia ella y de su respuesta a
hostiles de los padres y su falta de cariño, sino que también estos sentimientos, impidiendo la resolución. Su tratamiento
servía de defensa contra su terror a ser asesinada. Podemos
se canceló en el momento en que estaba empezando a expre¬
medir la magnitud de este terror por el hecho de que Patty sar su ira.
necesitó los síntomas de la esquizofrenia para poder hacerle
frente. Su respuesta homicida a los sentimientos homicidas
de sus padres era tan intolerable para Patty que hubo de
destruir su propia identidad y proyectar su ira hacia mons¬
truos a los cuales podía controlar.
A pesar de que fue capaz finalmente de expresar esos sen¬
timientos, su capacidad de hacerlo sólo a través de su fanta¬
sía sugiere que el terror de su mundo real seguía siendo de¬
masiado amenazador para hacerle frente directamente. Aun¬
que sus referencias a él eran absolutamente transparentes,
estaba muy lejos de poder aceptar ni siquiera una pequeña
parte de lo que transmitía en la fantasía. Al contrario que
Ellie, la cual pasó rápidamente de «No me gusta pensar que
soy una jirafa» a «¿crees que soy un monstruo?», y luego a

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