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Semanas atrás, el gobierno chileno ofreció la carrera de pedagogía gratis a aquellos

alumnos que obtengan buenos puntajes en la prueba de acceso a la universidad para


incentivarlos a que encaminen su futuro profesional a la educación. Craso error. Mi
objetivo es reflexionar sobre qué es un buen profesor, su importancia en el proceso
educativo, qué relación existe entre las notas y la capacidad de ser buen maestro y
algunas propuestas para cambiar la educación.

Esta columna nunca ha tenido vocación de comida rápida, lo que me ha valido


“amistosas” reprimendas de algunos lectores impacientes. La de este mes no es la
excepción, así que, si no vas a poder o querer dedicarle un rato, te recomiendo que no
sigas leyendo.
En el último newsletter lancé una pregunta muy simple: ¿Qué 3 cosas os gustaría que
vuestro hijo/a realmente sepa/domine cuando termine el colegio? Recibí más de 700
respuestas de lectores de 13 países que aportaron 117 “cosas” diferentes. Los resultados
podéis consultarlos aquí. Las 5 primeras respuestas fueron:

Trabajo en Equipo
Inglés/Idiomas
Autoestima
Proactividad
Aprender
¿Sorprendente? En absoluto.
Los cursos de trabajo en equipo son de los más demandados por las empresas que
desconocen que esa competencia no se puede enseñar, pero si aprender, que es distinto.
La contradicción es inexplicable: mientras el colegio presiona de manera angustiosa
haciendo de la educación un proceso individual y competitivo y despreciando la
práctica, la empresa se desgañita reclamando habilidades de colaboración y no le
interesa la teoría.
¿Cuánto tiempo de la vida de un niño desperdiciamos enseñando cosas que no hacen
falta - y que por si fuera poco se olvidan- y dejando de enseñar cosas imprescindibles?
Es vergonzoso que lo que consideramos importante que nuestros hijos aprendan, no
forme parte de los currículum educativos. Increíblemente no están ni los 5 más
mencionados ni la mayoría de los 117 de la lista. No nos engañemos, que exista la
asignatura de inglés, no significa que los niños salgan del colegio hablando inglés.
Entonces ¿Quién está capacitado para enseñar esas “cosas”? Si hoy formasen parte del
currículum, los profesores actuales tendrían serios problemas porque son expertos en
contenidos - geografía, física, matemáticas, gramática, etc.- pero no fueron “entrenados”
para asegurarse que tu hijo sepa colaborar con otros, sea proactivo, piense de forma
crítica, descubra lo que le apasiona en la vida o sea curioso.
Es fácil culpar a los profesores pero no hay que olvidar que están condenados a enseñar
dentro del marco de lo que el currículum les permite y para lo que ellos, a su vez, fueron
formados.

2 situaciones recientes reflejan lo dramático del tema:


- La semana pasada, 4 de los economistas más importantes del mundo se reunieron con
el Presidente de Chile, Sebastián Piñera. Su principal mensaje: es imperioso aumentar la
inversión en educación y, sobre todo, resulta impostergable cambiar de una vez el
sistema educativo. Con el actual modelo, los emprendedores no van a aparecer por arte
de magia.

- Chile celebró en septiembre el bicentenario de su independencia de España. En agosto,


co-dirigí el taller de Gestión aplicada del Conocimiento que dio inicio al congreso
Percade, cuyo lema fue: “200 años ¿Y el desarrollo cuándo?”. Solicitamos a los más de
500 participantes que, a partir de una lista de 10 criterios que caracterizan a un país
desarrollado, escogiesen los 5 más importantes y calificasen a Chile frente a dichos
criterios en la siguiente escala: Muy avanzado, Avanzado, Poco avanzado y Nada
Avanzado. La Educación fue el segundo criterio por orden de importancia y en la
calificación, el 66% la consideraron Poco Avanzada y el 32% Nada Avanzada.
Demoledor. Resulta fácil deducir 2 hechos incontestables de este ejercicio:

La educación es de máxima prioridad para el ciudadano de a pie, sólo tras la salud (no
sirve ser una persona educada sin gozar de salud para vivir).
La educación está pésimamente evaluada y la epidemia tiene carácter mundial. Waiting
for Superman es una película que evidencia que Estados Unidos, el país más avanzado
del planeta, reconoce tener gravísimos problemas con su sistema educativo. En
Inglaterra, otra película refleja exactamente el mismo diagnóstico.
Cuando viví en México, el refrán que más me impresionó se lo escuché a un amigo
entrenador de basket: “No hagas cosas buenas que parezcan malas ni cosas malas que
parezcan buenas”. Todos los gobiernos comparten la preocupación por el grave estado
en que se encuentran postrados sus sistemas educativos. La mayoría de las medidas que
adoptan para tratar de remediar la situación no sólo no la mejoran, la empeoran.
Drucker decía “no hay nada más inútil que hacer eficientemente algo que no debiese
hacerse”. Las autoridades creen que la mejor solución consiste en dar pedales cada vez
más rápido sin caer en la cuenta que cuanto más pedalean, más se alejan del objetivo. A
nadie se le ocurre pensar en girar el manillar y cambiar de dirección… ¿Por qué no nos
hacemos las preguntas adecuadas? Antes de entrar al colegio, los niños hacen un
promedio de 100 preguntas al día. Una vez integrados en la enseñanza básica, ya apenas
preguntan. No dejan de preguntar porque pierden el interés sino que pierden el interés
porque dejan de preguntar ¿Cuánto espacio hay para preguntar en un aula con 30 niños,
una planificación de contenidos tiránica y una perniciosa obsesión por las
calificaciones? Recientemente, el Ministerio de Educación ha adoptado una serie de
medidas desafortunadas que han provocado generosos editoriales de prensa: Establecer
un sistema de semáforos para distinguir a los colegios en función de su rendimiento
académico o crear liceos de excelencia, entre otras. Cómo indiqué al comienzo, la que
resulta especialmente preocupante es la que ofrece acceso gratuito a la carrera de
pedagogía a los alumnos con buenos resultados académicos. Este “obsequio” asume que
gran parte de la culpa de los deficientes resultados que arrojan los indicadores por los
que miden la educación, se achaca a la mala calidad de los profesores. Se deduce que si
tuviésemos mejores profesores, la realidad sería distinta. Pero no sirve de nada inyectar
más dinero mientras se siga gastando en medidas equivocadas. Sigue faltando el coraje
necesario para acometer la renovación pendiente, lo que exige derribar algunos mitos
absolutamente contestables:

1.- ¿Qué caracteriza a un buen profesor?


Esta pregunta no es simple. La primera tentación es contestar que es quien “sabe
mucho” de su tema. Pero si lo pensamos mejor, la respuesta es bien diferente.
Recientemente pregunté a un grupo de medio centenar de conocidos “Qué buenos
profesores recuerdas de tu época escolar o universitaria y por qué”. La primero en lo
que coincidieron fue en no rescatar más de 2 ó 3 profesores que les dejaron huella. Estas
fueron sus principales características:

Apasionados por enseñar, transmitían vocación, energía, compromiso, entusiasmo


Acogedores, escuchaban y al mismo tiempo exigían, humanos, cariñosos, nos daban
libertad, amigables, sencillos, cercanos, me hacía sentir importante, eran preocupados
Su forma de enseñar (historias, ejemplos, actividades, discusiones y debates, práctica),
entretenidos, divertidos (chistes), motivantes, originales, creativos, didácticos
Nos enseñaba a pensar, a cuestionarnos, a ser críticos, a razonar y no memorizar, nos
enseñó a aprender
Se preocupaba de que aprendiésemos de verdad cosas útiles, se salían de la norma,
apoyaban a los estudiantes con problemas, ofrecían retroalimentación continua
¿La nota obtenida para acceder a la universidad es el criterio más adecuado para
seleccionar a un futuro buen profesor? Parece ridículo ¿Cómo podría el resultado de un
test de respuesta múltiple reflejar la capacidad de desplegar esos talentos mencionados
anteriormente? ¿Se puede enseñar sin tener pasión ni vocación? No lo creo posible. Si
vemos los curriculum que padecen los estudiantes de pedagogía, el énfasis está en que
sepan todavía más cosas y lo que de verdad apreciamos en un maestro no aparece por
ningún sitio.
No es casualidad que mucha gente mencione a sus padres como las personas de las que
aprendieron las cosas más importantes en la vida. ¿Cómo se explica si los padres nunca
fueron entrenados como profesores, no son expertos en contenidos ni en procesos de
aprendizaje?
No es mucho lo que le debiésemos pedir a la educación: que se asegure de dejar a los
jóvenes en estado permanente de curiosidad, de querer saber más, de no tener miedo de
intentarlo y fracasar y de asumir que cuando uno se cae, sólo cabe levantarse, analizar
por qué se cayó, aprender de ello y continuar. Hoy, escolares y universitarios priorizan
obtener un título sobre aprender. Se conforman con lo justo -nadie protesta cuando se
eliminan materias a estudiar para el examen- , muestran escasa iniciativa por culpa del
terror que tienen a equivocarse y esperan que alguien les resuelva los problemas.

2.- Los niños que sacan mejores notas son más inteligentes (y por tanto serán mejores
profesores). Hoy el colegio funciona exactamente igual que el circo: Los niños, como
los leones, las focas o los caballos, son amaestrados por sus profesores para ejecutar un
amplio repertorio de piruetas. ¿A qué me refiero con piruetas? Khan Academy, es una
celebrada iniciativa educativa que provee una amplia colección de videos donde un
profesor explica contenidos de matemáticas, ciencia, historia, etc. Aquí hay un ejemplo
sobre cómo balancear ecuaciones químicas. Admirable pero inútil. ¿Cuántas veces en tu
vida profesional has balanceado ecuaciones químicas? Cuánta gente balancea
ecuaciones químicas en su trabajo ¿1 de cada 1.000? Para quienes lo hacen, no es un fin
en sí mismo sino que es un medio porque en realidad persiguen descubrimientos
científicos, avances médicos, desarrollos en el mundo de la alimentación, de la energía,
innovaciones tecnológicas, etc. El propio concepto de “estudiar” no tiene sentido. Todos
debiésemos aprender las matemáticas o la química más básicas pero solo quien lo
requiera y cuando lo necesite, debiera poder profundizar en ello todo lo que desee.
Los “buenos” colegios amaestran mejor a los niños que los malos colegios, pero a fin de
cuentas, siguen enseñando las mismas piruetas sólo que de forma más eficiente y
cobrando mucho más caro a los padres. Algunos profesores son más diestros en enseñar
esas piruetas pero la mayoría están aburridos de enseñar siempre las mismas y de
comprobar que a sus alumnos no les interesan lo más mínimo y las olvidan al poco de
haberlas aprendido. Algunos niños son más rápidos en aprenderlas y a otros les cuesta
más trabajo (algunos no lo logran y son expulsados). No importa si esas piruetas que
aprendes te serán útiles en el futuro o si te interesan ya que el objetivo es pasar a la
siguiente etapa y para eso necesitas complacer a tu profesor ejecutándolas tal y cómo
espera que lo hagas (y no como a ti se te ocurra aunque te parezca más divertido o
innovador) y a tus padres que podrán verificar tu habilidad con las piruetas mediante las
notas. La forma de evaluar a los niños es por lo bien que son capaces de repetir esas
piruetas pero, ojo, siempre por escrito. Jamás importa si dominan alguna de las 5
“cosas” de la encuesta inicial. ¿El mejor abogado, profesor o medico será el que
mejores notas sacó durante su etapa escolar? No existe ningún predictor que lo asegure.
Varios de mis amigos, que jamás se distinguieron por su brillantez académica, han
desarrollado carreras profesionales envidiables. Algunos de los líderes más reconocidos
(Bill Gates, Steve Jobs, Amancio Ortega, Pavarotti o el Presidente Lula) nunca hubiesen
superado el proceso de selección para incorporarse a nuestras empresas por carecer
incluso de título universitario.
Estoy convencido de que el 99% de los niños tienen básicamente las mismas
capacidades, otra cosa distinta es si las desarrollan en toda su plenitud. En ese proceso
influyen múltiples factores que incluyen a la familia, el contexto cultural y social, las
experiencias de vida, la educación, etc. ¿Cómo le pedimos a un joven de 18 años que
decida a qué se quiere dedicar en el futuro cuando no tiene ni idea? No podemos culpar
sólo al domador de lo que ocurre en el circo ya que hace lo que le ordenan y cuando se
aparta del plan, recibe una severa reprimenda.

3.- La importancia del profesor. Mucha gente conoce el experimento Hole in the Wall
iniciado por Sugata Mitra en la India a finales de los años 90. Su conclusión es
aplastante: los niños, a partir de su curiosidad natural y por su cuenta, son capaces de
aprender de un computador, mediante exploración y apoyo de sus pares y sin tener
ningún conocimiento ni entrenamiento previo de tecnología. Y lo más importante: sin
intervención de ningún profesor. Todos los padres han sido testigos de cómo sus hijos
aprenden centenares de cosas sin estudiar, sin necesidad de que los padres tengamos que
obligarles ni juguemos un rol protagonista. Antes de que intervenga un profesor, existen
2 elementos que resultan esenciales para aprender:

Walter Scott “La parte más importante de la educación del hombre es aquella que él
mismo se da”. Tú eres tu mejor profesor sobre todo debido a la energía que te provee la
motivación. Si el niño tiene interés, entonces la educación ocurre. La acusación más
severa que se puede formular a la educación es su capacidad de anestesiar el hambre
que todos los niños traen por aprender.
Albert Einstein “La experiencia es el mejor profesor”. Nada mejor que tú experiencia,
algo que no se compra sino que se vive, se adquiere con el tiempo y la práctica, fuera de
las aulas. Piensa en las cosas que sabes hacer y el rol que jugaron las decenas de
profesores que has tenido en que las aprendieses.
No hablo de eliminar al profesor sino de aceptar que su rol ya se ha transformado y que
el mejor legado que puede dejar a sus alumnos no es lo que sabe sino asegurarse de
enseñarles a aprender. Se aprende más rápido y mejor si contamos con alguien a nuestro
lado que nos ayude y que no se limite a recitar contenidos y hacer tests. Que se
preocupe de que nos hagamos preguntas y no de que le entreguemos respuestas. Esto
sólo funciona, si tenemos desafíos y actividades que resolver -y no contenidos que
memorizar- y a un maestro que acepte que solamente nos debe ayudar cuando tengamos
problemas que no podemos resolver. Las aulas y los profesores actuales nunca fueron
pensados bajo esta lógica. Actuamos creyendo que la enseñanza se convierte
automáticamente en aprendizaje y no es así de simple.

4.- Los profesores son los grandes responsables de la mala calidad de la educación. A
finales de 2007, escribí 2 artículos tratando de responderme esta pregunta ¿Quién quiere
ser profesor?. Los profesores siguen teniendo un miedo atávico a ser sustituidos por la
tecnología. Tal vez esta predicción de Bill Gates sea exagerada, pero no cabe duda de
que la principal revolución que impone Internet es la relevancia que adquiere el
aprendizaje. Hoy toda la maquinaria educativa sigue obsesionada con entrenar a los
niños a aprobar exámenes. Evaluar la calidad de la educación mediante tests nos está
causando un daño irreparable (el número de niños con stress y tomando medicamentos
es aterrador). Mientras no arreglemos lo que ocurre en las aulas, el liderazgo o la
gestión de los directivos no tendrá ningún impacto. Los profesores son guardianes de
temas irrelevantes para los jóvenes y saben que son vistos por sus alumnos como el
obstáculo que se interpone ante su meta de obtener un título. Si no involucras a un niño,
resulta muy difícil conseguir que aprenda. La cualidad más importante de un profesor es
su capacidad de entusiasmar. Muchos transmiten hastío y cansancio por la profesión que
alguna vez fue su vocación.

¿Cuáles son entonces las propuestas? Hay que reinventar la educación, atreverse a
derribar lo incontestable. Daniel Pink expone un caso, a mi juicio, todavía muy
conservador. Veamos ejemplos más drásticos:

Es urgente hacer cirugía profunda a nuestros currículum. El diseño siempre se empieza


por el final, por lo que queremos obtener (las 5 “cosas” de la encuesta) y no por lo que
tenemos y queremos conservar a toda costa (asignaturas tradicionales). Si a lo largo de
tu vida vas a cambiar en promedio de 10 a 15 de veces de trabajo, los contenidos juegan
un papel menor y además hoy te los provee un computador con una riqueza y variedad
que difícilmente puede igualar un ser humano.
Es urgente cambiar cómo se enseña: primero la práctica y luego la teoría, aprender
haciendo y aprender cosas que se pueden hacer. ¿Por qué no hacemos las cosas en lugar
de escuchar cómo se hacen? El aprendizaje ocurre cuando haces, no cuando escuchas.
Un profesor debiese ser capaz de hacer clase sin decir una palabra. No puedes aprender
las cosas que ocurren en el mundo si te pasas todo el tiempo sentado en un aula. No
sirve de nada cambiar la pizarra y la tiza por pizarras digitales. Mismo perro con
distinto collar.
Si la educación es un factor esencial en el desarrollo de los países, el colegio debiese
asegurarse, no tanto de que sepas muchas cosas sino de que sepas enseñar lo que sabes a
otros durante toda tu vida. Esta será pronto una de las habilidades primordiales en esta
sociedad del conocimiento.
En casa, los niños reciben educación 1 a 1, atención personalizada que es la mejor
opción posible. En el colegio, como no hay profesores suficientes, recibe atención 1 a
30. ¿Qué hacemos? Todo el mundo debiese ser profesor. En tu empresa, tu descripción
de cargo y tu sueldo debiese contemplar que dediques parte de la jornada laboral, por
ejemplo 2 horas a la semana, a “enseñar” lo que sabes en el colegio de tus hijos.
Además, la tecnología permite que la atención no sea sólo presencial. Así, no sólo el
más variado tipo de conocimiento llegaría hasta los jóvenes sino que también podrían
trasladar sus aulas a la empresa y aprender algo más del lugar que los acogerá en un
futuro cercano.
Terminar con los deberes que existen precisamente porque en clase, los niños dedican el
tiempo a escuchar en lugar de hacer. No más asignaturas sino proyectos. No más
exámenes sino demostrar desempeño. A lo largo de 12 años, hay tiempo de sobra para
aprender las cosas importantes y no tener que llevarte además tareas a casa.
Quienes tienen más qué enseñar son aquellos que terminan su etapa laboral (y no
quienes recién se incorporan). Hay que estudiar la manera de aprovechar todo ese
caudal de experiencia que atesoran jubilados, desempleados, amas de casa, etc.
Si queremos tener buenos profesores, el proceso de selección no puede estar basado en
las notas que obtuvieron cuando fueron alumnos. Eso es menospreciar su labor, es casi
un insulto. Tenemos que diseñar un curriculum razonable y educarlos para que sepan
cómo realmente aportar valor al proceso de desarrollo de nuestros niños.
La mayoría de los seres humanos se oponen al cambio. La tendencia a ver la botella
medio llena y querer conservarla así es natural. Lo que ocurre es que cada vez tiene
menos agua y la poca que queda, lleva tanto tiempo estancada que está contaminada y
no queda más remedio que tirarla. ¿Significa eso que hay que romper la botella? No
cabe duda de que necesitamos un recipiente -un sistema que acompañe a los jóvenes
para prepararlos para el mundo - pero no necesariamente una botella
-colegio/universidad- sino algún objeto con formas, colores y materiales diversos
(ubicación física múltiple, educación que me acompañé donde yo vaya en lugar de
obligarme a acudir a aprender siempre al mismo sitio en un horario ya decidido). Para
ello requeriremos profesores y alumnos entusiasmados, tecnología jugando un papel
decisivo -que ya estamos experimentando y no ha hecho más que empezar-, con toda la
sociedad participando activamente y sobre todo, dejando de medir contenidos o
capacidad de memoria para evaluar actitudes y acciones – saber hacer- como parte de
un grupo.

Lo que está pasando con la mina que tiene atrapados a 33 mineros en Copiapo desde
hace 2 meses es un buen ejemplo: Hay que cerrarla de una vez. En el caso de la
educación, el edificio se está desmoronando, se cae a pedazos y las autoridades,
torpemente, siguen poniéndole parches que la mayoría celebra como buenas ideas. No
podemos seguir demorándonos, hay que atreverse a tirar el edificio abajo de una vez por
todas y empezar a construir desde cero un edificio nuevo para un mundo distinto y un
ciudadano diferente. ¿Quién tiene el valor que hace falta?

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