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NUM. 7
EL MILENIO
Lo que es y lo que no es
Por
George B. Fletcher
Traducido por
Santiago O. Shelby
A. EVIDENCIA EXTERNA……
1. El Silencio de Cristo….
2. Jesús no es un Caudillo Político…
3. No hay Días después de los Postreros...
4. El Argumento de Gálatas y Hebreos…
5. Conclusión….
B. EVIDENCIA INTERNA…
1. Los Absurdos del Literalismo…
2. Leyendo una Teoría en el Texto….
3. La primera Resurrección es Metafórica…
4. Conclusión…
C. HISTORIA DE LA DOCTRINA.
1. El Origen del Premilenarismo…
2. El Testimonio de los Credos….
3. Conclusión…
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PRIMERA PARTE
INTRODUCCION
La condición indispensable de la comunión mutua.
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Mis investigaciones en busca de una explicación satisfactoria del Milenio en
armonía con todo el tenor de la Escritura se facilitaron con el proceso de eliminación.
Guiado por principios como normas de revelación pude descubrir lo que no era el
milenio, y con tal, mi búsqueda quedó limitada. Este procedimiento aumentó la
posibilidad de llegar a un entendimiento de lo que el milenio es. Al proseguir con este
método hubo cinco factores de eliminación que me ayudaron a determinar lo que no
es: la evidencia externa, la evidencia interna, la historia de la doctrina, la
interpretación de las profecías del Antiguo Testamento, y la interpretación en el
Nuevo Testamento de las profecías del antiguo Testamento. Someto pues al lector,
los siguientes argumentos, con la interpretación del Cap. 20 de Revelación para que
se juzgue acerca de su fidelidad escrituraria.
Si lo que presento en estas páginas logra libertar a algunos de los seguidores de
Cristo de toda invención humana; o despertar su atención a la Regla que nunca falla; o
quitar todo prejuicio irrazonable a los hermanos premileniales contra todos aquellos
que difieren de ellos sobre la cuestión milenial, se habrá logrado el objeto que busco.
EL AUTOR
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SEGUNDA PARTE
LO QUE NO ES EL MILENIO
A. EVIDENCIA EXTERNA
1. El Silencio de Cristo
Cristo, en Su escatología, guarda silencio en cuanto a un reino terrenal, y un
reinado corporal durante mil años con Jerusalén como centro después de Su
segunda Venida. Ni los Evangelios ni el libro de los Hechos hablan de un reino de
mil años en la tierra en que habrá una mezcla de mortales e inmortales. Las
Epístolas no hicieron alusión a un retorno de Israel en la carne; sino al contrario,
muchas de ellas fueron escritas para contrarrestar tendencias judaizantes de los
judíos convertidos. En ninguna parte de los discursos de Jesús existe alguna alusión
a la duración limitada del Reino Mesiánico. Las epístolas apostólicas no contienen
vestigio alguno de un milenio (tampoco 1 a Cor. 15:23 ni 1a Tés. 4:16 se enfocan
en esta dirección) (Enc. Brit.). No hay ninguna predicción en el Apocalipsis del
retorno de los Israelitas a Palestina donde Cristo, después de Su Segunda Venida
reinará en un trono terrenal en Jerusalén sobre mortales, judíos y Gentiles, todavía
sujetos a prueba, viviendo, muriendo y engendrando su especie. No existe un solo
texto en toda la Biblia que hable de un reino corporal del Señor durante mil años
en un reino temporal. Pero ¿por qué Cristo y sus Apóstoles no predijeron que el
Templo sería reconstruido, que los sacrificios levíticos serian restablecidos, y que
Jerusalén sería hecho el centro de adoración mundial en un reino mundial de mil
años tanto de mortales como de inmortales? Me parece que no hay más que una
respuesta: no creyeron en ello. Esta doctrina tuvo su origen en los escritos
apocalípticos de los judíos que el apóstol Pablo llamó “fabulas judaicas” (Tito
1:14).
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Este reino fue tipificado por la teocracia Judaica; Juan el Bautista hizo la
declaración de que estaba cerca, cosa que fue corroborada por nuestro Señor y por
sus apóstoles en los días de Su carne; pero no vino con poder sino hasta que el Señor
resucitó de los muertos y se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas (Hech.
2:32-37; Rom. 1:4). Nuestro Señor declara que Su reino no es de este mundo (Juan
18:8; 36-37). No es de origen ni de naturaleza mundana, ni tiene este mundo como
su fin o su objetivo. No se promueve ni se defiende con poderes, influencias, ni armas
mundanas; sino por el testimonio de la verdad, o la predicación del evangelio con el
Espíritu Santo enviado del cielo. Sus verdaderos súbditos son solamente aquellos que
son de la verdad y oyen la voz de Cristo; porque ninguno puede entrar en él sino los
que son nacidos de arriba (Juan 3:3-5). Tampoco pueden algunos ser súbditos visibles
de él, sin haber sido regenerados, por medio de su profesión de fe y obediencia. Sus
privilegios y sus inmunidades no son de este mundo, sino espirituales y celestiales;
todos se constituyen en bendiciones del espíritu en lugares celestiales, por Jesucristo
(Ef. 1:3). “La iglesia, (es decir, las iglesias de Cristo) es la forma visible terrenal del
reino de Cristo y es la organización Divina señalada para su desarrollo y su triunfo.
Organizada y gobernada por las leyes del Rey invisible, y compuesta de los súbditos
del reino celestial, quienes, por el símbolo de la fidelidad han confesado
públicamente su lealtad a Él. Las iglesias apropiadamente representan el reino. De
aquí que los apóstoles, al recibir autoridad para establecer bajo inspiración Divina la
forma y orden de la Iglesia, recibieron las llaves del reino de los cielos. Donde quiera
que reunieron algunos discípulos organizaron una iglesia, y a su muerte dejaron estas
iglesias como la única forma visible característica del reino de Cristo sobre la Tierra”
(Harvey).
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el fin de las edades”. Ahora, puesto que vivimos en “los fines de los siglos”, no puede
haber una era de mil años de tiempo para seguir a este. Pedro declara que el Señor
Jesús fue “manifestado en los postrimeros tiempos por amor de vosotros” (1a Ped.
1:20), con lo cual (Hebreos 9:26), concuerda al afirmar, “más ahora una vez en la
consumación de los siglos, para deshacimiento del pecado se presentó por el
sacrificio de sí mismo”. La traducción de Young es “al pleno fin de las edades”, El
Emphatic Diaglott dice: “en el cumplimiento de las edades”. De aquí que la edad
evangélica es la consumación de todo tiempo, y de todas las edades señaladas a este
mundo. En cumplimiento de Isaías 49:8, el Apóstol Pablo declara en 2a Cor. 6:2, “he
aquí ahora el tiempo aceptable, he aquí ahora el día de salud”. No hay oferta de
misericordia después de ese día de salvación. En la dispensación actual, llamada “la
dispensación del cumplimiento de los tiempos” Cristo está reuniendo todas las cosas
en una en Él (Ef. 1:10) que según el mensaje de toda la epístola a los Efesios declara
que ahora se está cumpliendo (Efesios 2:11-22; 3:5-6).
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otra vez la ofrenda de un animal. El concepto de ofrendar otra vez sacrificios animales
durante un milenio, aun cuando no fuera más que como un memorial, es tan
horroroso como repugnante. Es cierto que ninguna profecía del retorno de Israel que
incluye una restauración del templo y sus sacrificios puede tener un cumplimiento
futuro. Si no fue cumplido en la edad de la ley, ha caído por alguna razón y nunca jamás
será cumplido.
5. Conclusión.
Cuatro hechos de Evidencia Externa: el silencio de Cristo, el reino espiritual, que
no hay días después de los postreros, y la terminación del Pacto Antiguo. De éstos es
claro que sea lo que fuere a lo que se refiera el milenio de Apoc. 20 no puede ser una
restitución de la economía mosaica, ni puede ser colocado después de la Segunda
Venida de Cristo.
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B. EVIDENCIA INTERNA
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independientemente y nunca se han enfrentado seriamente a la implicación Lógica de
las partes separadas, ni se han esforzado por comparar implicaciones contradictorias”
(p. 139). Es un axioma que una línea recta no puede cruzarse a sí misma aunque se
proyecte indefinidamente. “Así que: ¿qué hay de la gran tribulación, (la parousía), el
regreso, el rapto, los eones, el resto, la revelación, los ocho pactos, las siete
dispensaciones, las tres venidas de Cristo, los cuatro días de juicio, los dos fines del
mundo, el arreglo de varios días postreros, y los tres días de resurrección? Sostengo
que se ha injertado en la Palabra sencilla de Dios un sistema elaborado de
interpretación que nunca podría acontecerle al creyente ordinario mediante una
lectura desapasionada de su Biblia. (The Hope of His Coming, por Charles E. Brown, p.
71)
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4. Conclusión.
Al considerar los absurdos del Literalismo y ver en el texto una teoría, y la
Primera Resurrección, es evidente que Apoc. 20 no está hablando de un Estado
supremo nacional en un reino de mil años después de la Segunda Venida, en que
Jerusalén será el centro mundial del culto estando los judíos a la cabeza y los gentiles a
los pies. Quienquiera que saque este concepto de Apoc. 20 debe estar leyendo con los
lentes color de rosa de los Zionistas. Es imposible obtener la mente del Espíritu Santo
leyendo en el texto una teoría de nuestra propia invención. No importa cuán plausible
pueda parecer; sus aparentes incongruencias harán imposible correlacionarlas con
toda la Escritura.
Debe haber una explicación sencilla de Apoc. 20 que esté en armonía con el resto
de la Escritura. Si hay tal interpretación, la cuestión se resuelve escogiendo lo que esté
de acuerdo con toda la Revelación Divina, o de lo contrario habrá que aceptar ese
concepto que está caracterizado por muchos absurdos.
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C. HISTORIA DE LA DOCTRINA
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con el Dispensacionalismo. Las nuevas opiniones sobre el premilenarismo fueron
popularizadas por la Biblia con Referencias de Scofield, y se diseminaron extensamente
por escritores voluminosos de la escuela Futurista. El Dr. Donald W. Richardson, en su
libro The Revelation of Jesus, dice: “Sin embargo, si definimos la herejía como doctrina
que se contradice de la fe cristiana, y universal’, o como una ‘opinión opuesta a la
doctrina comúnmente aceptada, y tiende a la división o la disensión’, entonces el
Darbyismo, o Dispensacionalismo, según se enseña extensamente hoy día, es una
herejía perjudicial en su influencia y un obstáculo en la obra de la Iglesia como una
institución divina para el desarrollo del Reino de Dios” (p.165).
Desde los días de los apóstoles hasta el presente nunca ha habido un tiempo cuando
alguno de los varios planes milenarios, o aún la disputa principal no fuera considerada
como una parte de la enseñanza universal de la Segunda Venida. En su forma más
sencilla el Premilenarismo arranca de los primeros días de la Iglesia. Papias, Justino y
otros lo sostuvieron como una piadosa opinión. Así se puede sostener el día de hoy.
Pero sostener la doctrina de un milenio temporal después de la Segunda Venida como
un “fundamento” de la fe Cristiana es contrario a los hechos. Ni en el Credo de los
Apóstoles, que es el más primitivo de Todos, ni en el Credo de Nicea, en 323 A.D., hay
la menor alusión a dos resurrecciones y a un reinado corporal de Cristo entre ellas.
Después de un resumen de la historia del Milenarismo que abarca diez páginas, el Dr.
W.G.T. Shedd, en su History of Chistian Doctrine, concluye con estas palabras: “Los
hechos, entonces, establecidos por esta narración del Milenarismo en la iglesias
antiguas medievales y modernas, son las siguientes: (1) Que el Milenarismo nunca fue
la fe ecuménica de la Iglesia y nunca entró como un artículo en ninguno de los credos.
(2) Que el Milenarismo ha sido la opinión de individuos y de partidos solamente
algunos de los cuales han estado de acuerdo con la fe católica y algunos opuestos a
ella. El Milenarismo no solamente nunca entró en alguno de los Credos, sino al
contrario, fue condenado por la Confesión de Augsburgo (Art. VIII), La Confesión Suiza
(Art. XI), y por los artículos originales de la iglesia de Inglaterra en estas palabras: “Los
que intentan renovar la fábula de los herejes llamado Milenarismo están en pugna
contra las Santas Escrituras y se arrojan a sí mismos a una extravagancia judía”. (Art.
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XLI). La Segunda Confesión Helvética está escrita en palabras muy fuertes ; el artículo
sobre el Juicio contiene estas frases: “Además, nosotros rechazamos los sueños judíos
de que habrá antes del día del juicio una edad de oro sobre la Tierra y que los piadosos
tomarán posesión de los reinos del mundo después de que sus enemigos, los impíos,
hayan sido dominados”. De los Padres e Historiadores de la Iglesia primitiva en cuyos
escritos no se halla nada sobre el premilenarismo, sino mucho en contra,
mencionaremos a Clemente de Roma, Policarpo, Cayo, Clemente de Alejandría,
Jerónimo, Eusebio y Agustín. Los Reformadores principales –Savonarola, Huss, Lutero y
Malanchton- fueron enteramente hostiles a la opinión premilenaria de la primitiva
Iglesia, y Calvino en sus Institutos. Vol. II, libro III Cap. 25 dice: “No mucho después de
los días de Pablo surgieron los Milenarios que limitaron el reino de Cristo a mil años. Su
ficción es muy pueril para requerir o merecer una refutación.
Conclusión.
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del A. T., ellos las revistieron con un significado elevado y espiritual y las aplicaron
ahora. Ni una sola vez crearon una edad futura o un milenio, para llevar a cabo, en el
plano natural, estas profecías del A. T. En Hechos 26:6-7. Pablo, al ser juzgado delante
de Agripa, declaró que fue por la “esperanza” de Israel que él se veía acusado por los
judíos, esperanza que como él muestra era la resurrección de los muertos. En Hechos
28:20, dice, “por la esperanza de Israel estoy rodeado de esta cadena”, lo que nunca
habría ocurrido si él les hubiera ofrecido la perspectiva de un reino mundial con la
pompa y la gloria de David y Salomón. En Hechos 13:27 dice más acerca de los judíos
que: “no conocieron a éste y las voces de los profetas que se leen todos los sábados
condenándole, las cumplieron”. Porque no entendieron a sus profetas, crucificaron a
Cristo, y enviaron a Pablo encadenado a Roma.
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escribieron de un regreso, pudieron haber significado el regreso de Babilonia a menos
que la naturaleza de la profecía lo prohibiera.
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(Isa. 2:1), y se refiere a un tiempo de sacrificios en la época de la ley (Isa. 2:3). Pero
hemos visto que a la luz del Nuevo Testamento no puede haber una restauración del
templo y de sus sacrificios ni en esta edad ni en la venidera. Por esto, en tanto que la
profecía contempla a Israel, hemos de buscar otra explicación. (2) La expresión “en los
postreros tiempos” o “postreros días” no significa más en el antiguo Testamento que
“los postreros días”. Se refiere a algún periodo indeterminado después del escrito del
profeta. Tanto Isaías como Miqueas, siendo contemporáneos, profetizaron antes del
regreso de Babilonia, y el periodo postexílico constituyó para ellos “los postreros días “.
(3) El fondo de la profecía en ambos pasajes y lo sigue. Isaías profetiza la desolación de
Israel con exhortaciones al arrepentimiento y promesas de restauración (Isa. 1:7-8, 19,
20,31). Luego en el Cap. 2:1-5 sigue la descripción de la gloria y el poder que Israel
pudiera alcanzar después de la desolación. Miqueas en el Cap. 3:9-12 habla igualmente
del mal amenazador: “Por tanto, a causa de vosotros será Sión arada como campo, y
Jerusalén será majano y el monte de la casa como cumbres de breñal” (Miq. 3:12).
Estas palabras preceden inmediatamente a la profecía de la exaltación de Israel en
Miqueas 4:1-7. Poco antes de la cautividad en Babilonia, que empezó en 606 A.C.,
Jeremías declaró que no era tarde para el arrepentimiento: “Y habló Jeremías a todos
los príncipes y a todo el pueblo, diciendo: Jehová me envió a que profetizase contra
esta casa y contra esta ciudad todas las palabras que habéis oído. Y ahora mejorad
vuestros caminos y vuestras obras, oíd la voz de Jehová vuestro Dios, y se arrepentirá
Jehová del mal que ha hablado contra vosotros” (Jer. 26:12-13). ¿Podría revelarse más
claramente el elemento condicional en la profecía? Jeremías en el Cap. 26:17-19, cita la
profecía de Miqueas 3:12, expresada en los días de Ezequías que Sion será arada como
un campo. Jeremías mostró en estos versículos que era condicional y había quedado
sin efecto, porque el pueblo en el día de Ezequías se había arrepentido. Esto establece
el principio de que todas las profecías deben interpretarse a la luz de sus condiciones.
Si la profecía de algún mal pudo quedar sin efecto a causa del arrepentimiento, como
en el caso de Miqueas 3:12 y la profecía de Jonás en contra de Nínive, una profecía que
anuncia el bien pudo quedar sin efecto por una impenitencia continua como en el caso
de la doble profecía de Isaías 2:1-5 y Miqueas 4:1-7. No importa cuán fuerte y
esplendorosa descripción pudiera dar el profeta de la exaltación de Israel, tiene que
quedar sin efecto si no se satisfacen las condiciones. En seguida de la profecía de que
Sión sería arada como un campo” en los días de Asiria que quedo sin efecto a causa del
arrepentimiento viene la profecía de Miqueas hablando de la exaltación (Miq. 4:1-7) “Y
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acontecerá en los postreros tiempos que el monte de la casa de Jehová será
constituido por cabeza de los montes” (Miq. 4:1,2) (en oposición a otra profecía más
antigua Miq. 3:12). Esto muestra que la exaltación se asoció en la mente del profeta
con el periodo después de la cautividad de Asiria o Babilonia y no con alguna futura
dispensación. Pero nótese también lo que sigue inmediatamente de esta profecía de
Miqueas 4:1-7 y nótese particularmente el Vs. 10: “Duélete y gime oh hija de Sión.
Como mujer de parto; porque ahora saldrás de la ciudad morarás en el campo, y
llegarás hasta Babilonia; allí serás librada allí te redimirá Jehová de la mano de tus
enemigos” (véase también Miq. 7:8-13). Es cierto entonces que el regreso de Israel,
que había de ser seguido por gran exaltación y poder, fue el regreso de Babilonia y
cualquiera que arranque esta profecía de su contexto y de lo que la rodea, para
asignarla a alguna edad futura, comete un grande equivoco. Alguien pudiera preguntar
si no dice que Dios “reinará” sobre ellos en el monte de Sión desde ahora para siempre
Si, pero es después de que el profeta presenta al pueblo como diciendo: “Andaremos
en el nombre del Señor nuestro Dios para siempre”. Una expresión es corolario de la
otra y fue destinada a permanecer solamente tanto como la otra. (Compárese 2 Crón.
15:2 y Lev. 26:23-24).
Otros profetas hablan de la restauración del poder y la grandeza de Israel en términos
tan vividos como Isaías y Miqueas, y sin embargo la colocan después del regreso de
Babilonia. Zac. 2:10-11 como una ilustración, y compárese los anteriores versículos 6-9
que dicen, “Oh Sión, la que moras con la hija de Babilonia, escápate”.
Llegamos a la conclusión de que la doble profecía de Isaías 2:1-5 y Miqueas 4:1-7 fue
condicionada, y que Israel faltó a la dignidad y poder prometidos debido a que no
cumplió las condiciones de la bendición prometida según la regla de Jeremías 18:9-10.
Léanse otra vez los libros proféticos que cubriendo el periodo de Hageo, Zacarías y
Malaquías para ver cuán miserablemente faltó Israel. De consiguiente, las naciones no
retuvieron a los judíos restaurados; fueron ellos los que no aceptaron las enseñanzas
de la ley; no volvieron sus espadas en rejas de arado. Fue reconstruido el templo
después del retorno de Babilonia pero no según la traza de Ezequiel. Hageo profetizó
que “la gloria de aquesta casa postreras”, la casa que Zorobabel estaba edificando,
“será mayor que la primera” (Hageo 1:12-15; 2:1-9). Pero Esdras dice que los ancianos
“que habían visto la casa primera, viendo fundar esta casa, lloraron en alta voz (Es.
3:12). Este ejemplo después fue despojado y profanado por Antioco Epífanes, y más
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tarde fue derribado. Luego siguió “el templo de Herodes”, en cuyos atrios entró el
Señor. Este último templo fue destruido en 70 A. D. por los Romanos.
ISAIAS 11:1-16
GOG Y MAGOG
Una profecía del Antiguo Testamento acerca de Gog y Magog se halla en Ezequiel
caps. 38 y 39, y una profecía del Nuevo Testamento en Apocalipsis 20:7-10. Cuando las
comparamos es evidente que estas dos profecías de Gog y Magog no son idénticas. El
Gog de Ezequiel desciende del norte de Palestina, mientras el Gog del Apocalipsis sube
de “los cuatro ángulos de la tierra”. En Ezequiel se representa como viniendo “contra
mi pueblo Israel” que vuelven de Babilonia (38: 11, 14, 16), mientras que en el
Apocalipsis viene contra “el campo de los santos, y la ciudad amada” (expresión
simbólica de las iglesias del Nuevo Testamento) o el pueblo de Dios. La sexta parte del
ejército de Ezequiel escapó de ser destruido (39:2), mientras en Apoc. 20 (Gog y sus
fuerzas son devorados por un fuego enviado del cielo. De esta evidencia concluimos
que Ezequiel y el Apóstol Juan no escribieron acerca de los mismos eventos.
La historia del periodo entre los dos Testamentos, el de los Seléucidas, cumple
adecuadamente todo lo que requiere Ezequiel 38 y 39, como es evidente por las
siguientes consideraciones:
(1) Los ejércitos de Gog vendrían del norte (39:2): Siria estaba situada al norte de
Palestina.
(2) Gog atacaría a un pueblo sacado de las naciones (38:8 y habitaría seguramente
(38:14). Palestina fue repoblada después del regreso de la cautividad y los judíos
gozaron de mucha paz y prosperidad.
(3) Los ejércitos serían grandes (38:15,16). En las guerras de los Macabeos los judíos
fueron combatidos constantemente por fuerzas numéricamente superiores. Con
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10,000 Judas Macabeo se enfrentó a los sirios que trajeron 60,000 de infantería y 5,000
de caballería y resultó victorioso.
(4) La historia registra que Antíoco Epífanes envió una fuerza enorme contra Judea
bajo tres generales, y estuvieron tan seguros de la victoria que mercaderes griegos
estuvieron ya en el campo para comprar a los cautivos judíos como esclavos. (38:13).
(5) Los escitas fueron famosos por su uso experto del caballo, el arco y la flecha: ellos
respondieron a las descripciones de la profecía (38: 4, 5, 39:9,19).
(6) La historia declara que ellos se posesionaron de “la plata y el oro” de la casa del
Señor (38:13).
(7) “Antíoco tuvo un ejército compuesto de las mismas naciones aquí nombradas, y de
otras muchas. Estos pueblos siempre estaban en conflicto unos con otros, y sin
embargo estaban en combinación contra Israel” (Comprehensive Commentary, véase
Ezeq. 38:4-6).
(8) La historia declara que muchas veces, como si fuera un milagro, Jehová, en
respuesta a la oración, hizo que los ejércitos de los Macabeos triunfaran sobre fuerzas
superiores de Siria bajo Antíoco (38:21; 39:3).
(9) En las derrotas milagrosas de Antíoco Epífanes por Judas Macabeo, los sirios fueron
obligados a dejar miles de muertos en el campo de batalla, y sus armas de madera para
la guerra abastecieron de combustible durante meses (39:9-12).
(10) Ezequiel profetizo durante los años 593-571 A.C., cuando los judíos estaban
cautivos. El remanente no regresó de Babilonia sino hasta 536 A.C., como treinta y
cinco años después. Antíoco no apareció sino hasta 175-164 A.C., de consiguiente entre
la profecía de Ezequiel y su cumplimiento en los días de Antíoco Epífanes (en 169 A.C.)
hubo un periodo como de cuatrocientos años: Esta profecía se cumplió en lo que para
Ezequiel y los hombres de sus días fue los “días postreros”; “el futuro lejano”, aunque
para nosotros de hoy, es el pasado ya lejano. Estos días postreros fueron días más
adelantados, un periodo indeterminado de tiempo después de que escribió el profeta;
y no se refieren a los postreros días de esta dispensación, sino a los días postreros de la
dispensación mosaica. Por lo tanto, la profecía de Ezequiel no se refiere a la futura
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batalla de Armagedón al fin de la presente dispensación, sino pertenece al pasado y se
ha cumplido ya.
La profecía de Ezequiel respecto de Gog como la última grande opresión del pueblo de
Dios antes de la primera venida, es el tipo de la última lucha mortal entre el paganismo
y el Cristianismo histórico exactamente antes de la segunda venida. Los ejércitos de
Gog y Magog fueron muy numerosos, y por tanto simbolizaron adecuadamente la
oposición mundial universal al pueblo de Dios al fin de la era cristiana. La tribulación
bajo Antíoco Epífanes, aunque muy severa, fue, sin embargo, de poca duración; por
esto prefigura la breve y final tribulación que ocurrirá al fin de nuestra presente
dispensación. Los ejércitos de Siria sufrieron una derrota inesperada y completa;
asímismo sus antitipos ~un mundo impío puesto en orden de batalla contra la Iglesia~
viene a un fin repentino. Justamente como Antíoco Epífanes, el Ilustre, procuró
exterminar el culto mosaico así Satanás en el último gran conflicto entre la verdad y el
error procurará exterminar el culto Cristiano.
Zacarías 14
La profecía de Zacarías 14 se refiere a “un día de Jehová” (v.1), el cual había de ser un
día de sitio a Jerusalén (v.2). El día del Señor no es la segunda venida, sino una Divina
intervención especial en favor de Israel. Para los profetas cualquier día de tinieblas,
disturbio, guerra o visitación, fue “un día de Jehová” (Isa. 2:12; 10:3; 13:6, 9-19; Joel
2:1). Dios reúne a las naciones para este sitio (v. 2) por tanto, es por la infidelidad. El
sitio resultará en que la ciudad será “tomada”, la mitad de los habitantes irá a la
“cautividad” mientras que los otros “huirán” (vs. 2,5). Entonces Jehová intervendrá y
peleará contra aquellas naciones como peleó el día de la batalla” (v.3). Fue también
cosa común para los profetas hablar de cualquier gran cambio como “una intervención
Divina”, un “día de Jehová”, o una venida del Señor (v. 5); (compárese Deut. 33:2). Dios
descendió o “envió su ángel” en diferentes tiempos en la antigua dispensación para
traer una bendición a su pueblo o para infligir castigos sobre sus amigos (Gén. 11:5; Ex.
19:20; Núm. 11:25; Hab. 3:3; Mat. 21:40).
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Algunos han considerado ésta como una profecía de la destrucción de Jerusalén en el
año 70 A.C.; pero esto no puede ser porque entonces todo el pueblo fue “talado de la
ciudad” en lugar de la “mitad” de ellos. Además, Dios no peleó por los judíos sino en
contra de ellos. Envió a los ejércitos romanos como suyos y “destruyó a aquellos
homicidas, y puso fuego a su ciudad”, como el Señor Jesús había dicho (Mat. 22:7).
Jerusalén ha sido hollada de las gentes (Luc. 21:24) desde entonces y ningún pueblo ha
ido allá para “guardar la fiesta de las Cabañas”. Es cierto, por lo tanto, que Zacarías
predice un sitio más temprano en que los agresores serían por fin derrotados.
Sea lo que sea la verdadera aplicación de esta profecía, ciertamente no se refiere a una
futura restauración de Israel según la carne. Primero sería una imposibilidad física que
“todos los que quedaren de las gentes subieran de año en año a adorar en Jerusalén
como toda persona juiciosa debe saber. Segundo la profecía habla de adoración anual
en Jerusalén (v.16), la fiesta de las Cabañas (vs. 16, 18, 19), “las ollas en la casa de
Jehová” (v.20), ollas delante del altar (v. 20, y de “sacrificios” ofrecidos v. 21). Estos
elementos en la profecía muestran que la ley de Moisés no estaba abolida todavía,
porque el Pacto Antiguo que fue la base de la economía mosaica, ha pasado para
siempre desde la Cruz (Heb. 8:13). Hemos visto que no puede haber un retorno a las
ceremonias de la ley abrogada, ni ninguna celebración de las fiestas de las Cabañas por
Israel según la carne. Por lo tanto este capítulo no contiene plan alguno de
restauración de los judíos en esta edad, ni en ninguna edad futura. Para restaurar a
Israel “según la carne” hay que restaurar la ley, y al restaurar la ley se tienen que
restaurar sus ceremonias. Esto es volver de lo edificado al andamiaje, de la sustancia a
la sombra, de Cristo al ayo, de la mejor esperanza a lo que no hizo nada perfecto, del
evangelio perfecto al yugo de esclavitud.
Es razonable suponer que, cuando la voz de la profecía estaba por cesar durante cuatro
siglos, sus expresiones finales fueran acerca de las cosas que deberían suceder a la
nación escogida antes que Él abriere otra vez Su boca para hablarles por su Hijo (Heb.
1:1,2). Me atrevo a expresar mi deliberada convicción de que esta profecía predice el
cuidado del Señor de Su pueblo afligido durante los días tenebrosos del periodo entre
los Testamentos, y se refiere particularmente a la terrible persecución de Antíoco
Epífanes, rey de Siria en 169 A.C. Saqueó Jerusalén y el templo con la crueldad más
salvaje, hizo cesar el ofrecimiento del sacrificio diario, erigió una estatua de uno de los
dioses paganos en el altar del holocausto, obligó a los Judíos so pena de muerte a
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sacrificar a los ídolos, y procuró exterminar el culto mosaico quemando toda copia de
la ley que pudo hallar (Véase 1 Mac.1:44). Entonces vino la valiente resistencia del
sacerdote Matías y las gloriosas victorias de su hijo Judas Macabeo, por quién el Señor
libró al pueblo y a la ciudad de la tiranía de Antíoco Epífanes (Zac. 12:8). Recuérdese
que Zacarías profetizó en 487 A.C., y la persecución de Antíoco fue en 169 A.C., unos
trescientos años más tarde.
Las profecías tanto de bien como del mal a Israel después de la cautividad fueron
condicionales, y el bien y el mal vinieron en proporción a su obediencia o su
desobediencia. Esta profecía de otro pueblo que vendría a Jerusalén para la celebración
de las Cabañas está en armonía con otras predicciones de la señoría y la grandeza de
los judíos, de la cual la venida de ellos sería un reconocimiento, pero como los judíos
nunca alcanzaron este señorío, las otras naciones nunca fueron traídas en tal relación
con ellos. Jerusalén no vino a ser la Meca de días naciones porque no fue digna.
El ejemplo más flagrante de la aplicación de la Teoría del lapso está en Dan. 9:24-27 en
donde se profetizan setenta semanas sobre Israel. Setenta semanas de siete días cada
una, o 490 días no están de acuerdo con el verso 24; pero 490 días interpretados por el
33
principio de que un día representa un año entonces 490 años cumplirían toda la
profecía en el vs. 24. Las setenta semanas fueron divididas en tres; partes; 7 semanas,
62 semanas, y una semana. Como las 7 semanas tocan las 62 semanas al principio. Así
la última semana las toca en el fin. Son una cadena de 70 eslabones, cada uno trabado
de todos los demás, y la cadena entera dada como una medida definitiva de tiempo
con referencia a la venida del Mesías, cuya muerte haría “cesar el sacrificio y la
ofrenda” (vs. 26, 27 Heb. 10:12). Durante la septuagésima o la última semana Cristo
“confirmará el pacto a muchos” (vs 27), lo que es “el nuevo pacto en su sangre” (Mat.
26:28). Eventos subsecuentes traerían la destrucción de Jerusalén por los Romanos (v.
27). Todas estas cosas sucedieron y por lo tanto, la profecía está cumplida y pertenece
al pasado. Sin embargo, la Teoría del Lapso reconociendo que 69 de las semanas son
consecutivas inserta entre la 69 y 70 semanas, esta edad presente, afirmando que en la
septuagésima separada o última semana proyectada al fin de esta dispensación
Cristiana para su cumplimiento, un Anticristo personal hará un pacto con los judíos por
siete años.
La palabrita “en” en la frase “en otra semana” ver. 27, parece garantizar la última
interpretación para aquellos que aplican la teoría del lapso de tiempo a este texto; sin
embargo vale la pena decir que la pequeña palabrita “en” no aparece en el texto
original. Siendo que nuestro Señor utilizó la versión de la Septuaginta al mencionar la
última pare del versículo de Daniel 9:27 acerca de la “abominación y la desolación”
(Mt. 24:15), creemos firmemente que el uso de todo el versículo al traducirlo al inglés
tomado todo de la misma versión de la Septuaginta, aclara el significado. “Y en otra
semana confirmará el pacto a muchos y a mitad de la semana hará cesar el sacrificio y
la ofrenda: después con la muchedumbre de las abominaciones será el desolar y esto
hasta una entera consumación; y derramaráse y la ya determinada sobre el pueblo
asolado”.
Vemos la teoría del lapso de tiempo aplicada por los futuristas a la doctrina de la
Segunda Venida, donde entre el Rapto así llamado (la venida de Cristo en el aire por su
Iglesia) y la Revelación (la venida de Cristo a la tierra con su Iglesia) se insertan siete
años. El “eslabón perdido” la septuagésima o última de las setenta semanas de Daniel
(9:24-27).
Otro caso de la misma Teoría es la inserción arbitraria entre la resurrección corporal del
justo y del injusto de los mil años del Milenio, que se cree justificada por Apocalipsis
20:4, 5. Pero cuando se comprende que Apocalipsis 20:4 no está hablando de la
resurrección corporal de los justos, se concluye que la inserción de mil años entre la
resurrección corporal del justo y del injusto es para acomodar una teoría.
5.- Conclusión
La mayor parte de las promesas hechas a Israel y expresadas en términos naturales se
cumplieron en el curso de su historia nacional. Hay quienes declaran que las profecías
de la restauración y la prosperidad de Israel están todavía en el futuro, pero no queda
mucho en el cuerpo de la profecía del Antiguo Testamento cuando eliminamos tres
grupos distintos: (1) Las conocidas como verdaderamente mesiánicas, y así cumplidas
ya; (2) Las que pertenecen a la tierra original de Canaán y su posesión por los Israelitas,
que Josué y Nehemías declararon haber sido cumplidas (Jos. 21:43-45; 23:11-16; Neh.
9:7-8): ¿Qué base hay para suponer que Dios está bajo obligación alguna con los judíos
para cumplir del todo otra vez las promesas respecto a la tierra que Él tan fielmente
cumplió al pie de la letra en la historia pasada de esa nación? (3) Las que pertenecen a
la restauración de Israel, después del destierro, que fueron cumplidas como lo
afirmaron Esdras y Nehemías. Si queda cualquiera otra que no esté propiamente
35
incluida en esta clasificación, entonces puede considerarse como perdida y cancelada
como Cristo y los Apóstoles lo declararon (Mat. 23:37, 38; Rom. 11:10; 1 Tes. 2:15,16).
Es un sano principio de interpretación bíblica empezar con Quien es la Luz del Mundo;
en otras palabras, empezar con el estudio del Nuevo Testamento, y volver al Antiguo
Testamento con la luz del Nuevo.
Las profecías señalan hacia los tiempos del Evangelio y de un modo final, al verdadero
Israel; sin embargo, son dadas en un estilo figurado y vestidas en un lenguaje adaptado
a la economía típica o terrenal. El estado de cosas bajo el Nuevo Pacto se muestra en
estas profecías por expresiones que aluden al estado típico terrenal de cosas bajo el
Antiguo Pacto. Al fin de entender el principio sobre el cual se formulan tales profecías
de modo que lleven un doble sentido y aplicación a cosas tan diferentes en su
naturaleza, deben tomarse en cuenta las siguientes observaciones: (a) Que la economía
judaica fue una prefiguración de la Iglesia y el reino de Cristo. Los escritores del Nuevo
Testamento declaran que el designio de aquella constitución que fue formulada y
establecida por medio del fiel ministerio de Moisés, fue “para un testimonio de lo que
se había de decir” bajo el Evangelio (Heb. 3:5). ~Que la ley tenía una sombra de los
bienes venideros (Heb. 10:1)~, y que el cuerpo o la substancia de esa sombra es Cristo
(col. 2:17). (b) Como el designio de la economía judaica fue prefigurar la futura
dispensación del Mesías y se relacionó con ella como una parte introductoria y
subordinada de un gran proyecto conectado, así hay varias promesas y profecías que se
construyen sobre ese principio, envolviendo en ellas cosas relacionadas tanto con el
tipo como con el antitipo. Estas se llaman profecías de un doble sentido. En su letra o
sentido literal se refirieron a los asuntos de la iglesia y el estado judaico que fueron
típicos; pero en su espíritu o su sentido espiritual fueron predicciones de lo que los
mismos tipos prefiguraron: es decir, Cristo y los asuntos de Su reino. En verdad, algunas
de las profecías aunque expresadas en figuras que se tomaron de asuntos judaicos no
se refirieron a ellos, sino enteramente a los tiempos del Evangelio, pero las que
descansaron sobre el principio del que nos estamos ocupando, se refirieron a ambos.
36
Así la promesa hecha a Abraham: “porque te he puesto por padre de muchedumbre de
gentes” (Gén. 17:5) nos haría pensar naturalmente en que Abraham había de ser el
padre natural de muchas de estas naciones, especialmente cuando leemos en relación
con el vs. 6, y hallamos en la historia que muchas naciones realmente procedieron de
él. Pero cuando vemos la explicación que el apóstol hace de esa promesa en Rom. 4:13-
18, vemos que las muchas naciones últimamente designadas en esa promesa, incluyen
a los Gentiles incircuncisos benditos en Cristo (Rom. 9:6-9; Gal. 3:7-29; 4:21-31).
Cuando consideramos la manera como el apóstol explica la promesa del Nuevo Pacto
(Jer. 31:31-35) en Heb. 8 y 10:16,17 y lo que dice de los que están sujetos a ella (Gál.
3:8, 9,26-29; 4:21-31), entonces encontramos que es el Nuevo Pacto en la sangre de
Cristo y que se hace con el Israel espiritual de todas las naciones ya sean judíos o
gentiles.
Este doble sentido de la profecía parece estar implicado en lo que el ángel dice a Juan
en Apoc. 19:10 “el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía”. De consiguiente,
aunque la profecía pueda darse en lenguaje figurado y tenga un significado literal que
corresponda a la letra de la figura, también tiene un espíritu o sentido espiritual que es
lo que se busca principalmente. Y ese espíritu de la profecía es el testimonio de Jesús, o
concerniente a Jesús, que fue el gran designio y objeto final de la dispensación
profética (Hechos 10:43). De aquí que los inspirados apóstoles rara vez, si acaso lo
hacen, se preocupan por la letra de las profecías que tienen doble sentido, y las aplican
sola y directamente al Mesías y a Su Reino, de acuerdo con su verdadero espíritu y su
designo final.
De tales alucinaciones resulta claro que las profecías en general no admiten una
interpretación estricta y literal cuando se aplican a los asuntos del Nuevo Testamento.
37
Hacerlo nos conduciría al mismo error de los judíos y los maestros judaizantes que
buscaban cosas terrenales y anhelaban un reino terrenal. De aquí la necesidad de
atender diligentemente y adherirse estrictamente a la explicación que el apóstol da de
las profecías, tanto como a los tipos del Antiguo Testamento. Como ellos fueron
ministrados hábiles del nuevo pacto, tuvieron la infalible inspiración del espíritu de
verdad, por el cual fueron suficientemente habilitados para explicar y aplicar la Palabra
profética según su verdadero intento y significado. Por consiguiente, no podemos
acudir primero a las profecías para explicar por ellas el Nuevo Testamento; al contrario,
debemos entrar en ellas utilizando la llave del Nuevo Testamento, por la cual se nos
abrirán ya por medio de citas expresas, o por los relatos de los hechos, o por la
doctrina.
La promesa original hecha a Abraham 430 años antes de la ley y que está escrita en
Gén. 12:3, fue llamada por el apóstol “el pacto que fue confirmado delante de Dios en
Cristo” (Gal. 3:17). Este fue renovado después confirmado por un juramento (Gén.
22:18; Heb. 6:13-18). La promesa en este pacto es, “En tu simiente serán benditas
todas las gentes de la tierra”. El apóstol lo explica plenamente en un sentido espiritual,
como el Evangelio que fue predicado primero a Abraham en cuanto al designio de Dios
de justificar a los paganos mediante la fe (Gal. 3:8); sobre este concepto apoya su
argumento por medio de Gálatas, Cap. 3. El Apóstol Pedro declara que esta bendición
prometida es de carácter espiritual y que se cumple en el Evangelio (Hechos 3:25-26).
En ninguna parte del Nuevo Testamento se dice que la bendición prometida sea
nacional y que incluye la restauración de Israel a su tierra en la carne.
Como ocho años después de la transacción original, Dios hizo un pacto con Abraham
respecto a la herencia de la tierra de Canaán. Antes la promesa había sido para él y su
simiente, pero ahora Él pone esta promesa en la forma de pacto ratificado mediante un
sacrificio (Gen. 15:9,10 y17) y así dice, “En aquel día hizo Jehová un pacto con
Abraham…” (v. 18; véase también Sal. 105:8-12). Dieciséis años después de esto Dios
le dio el pacto de la circuncisión (como se le llama en Hechos 7:8), en el cual renovó las
promesas de multiplicar su simiente, de darle la tierra de Canaán, y de ser un Dios para
él y para su simiente después de él a sus generaciones. Como una señal de este pacto
38
en su carne, Dios mando que todo niño varón entre ellos fuera circuncidado (Gen. 17:4-
15). Así vemos que hubo varios pactos hechos con Abraham, de modo que el Apóstol
habla de ellos en plural, llamándolos “pactos” (Rom. 9; 4), los pactos de la promesa (Ef.
2:12). El primero contenía la promesa de bendiciones espirituales en Cristo a la
simiente espiritual de Abraham en todas las naciones, tanto a judíos como a gentiles,
como el apóstol lo explica extensamente. Los otros dos contenían bendiciones
temporales para la simiente carnal de Abraham, que fueron literalmente cumplidas a la
nación de Israel, sirvieron para conservarlos distintos de otras naciones hasta que
Cristo viniese, y al mismo tiempo fueron tipos y prendas de bendiciones espirituales
para los fieles que había entre ellos.
Es evidente que tuvo que ver con la simiente natural de David, quien había de seguirle
en el trono de Israel por la aplicación que David hizo de ella a su hijo Salomón, en quien
había principiado a cumplirse la parte temporal (1 Cron. 22:6-11; 28:5-8). El Señor
mismo lo aplica también a Salomón cuando se le apareció (2 Crón. 7:7-18). Contiene
una amenaza contra aquellos hijos de David que cometieran iniquidad (2 Sam. 7:14;
Sal. 89:30-33), lo cual se cumplió en su posteridad real, los que lo siguieron en el trono,
y a quienes el Señor castigo por sus trasgresiones como la historia sagrada lo muestra
39
con toda claridad. El Señor continuó la casa de David tanto tiempo en el trono de Judá
a pesar de todas sus rebeliones contra Él, para cumplir la parte temporal de esta
promesa (1 Rey. 11:36; 2 Rey. 8:19; 2 Cron. 21:7), y fue esto lo que con tanta frecuencia
alegaron los judíos cuando los castigos infligidos sobre la casa y el reino temporal de
David parecían nulificara (Sal. 89:38-52; Sal. 132). Esta promesa, en cuanto toca a la
simiente natural de David, fue condicionada: de modo que el Señor, por fin, los privó
del reino (Mat. 21:43) pero no por eso hizo nulo el pacto con Su siervo, porque esto fue
lo que Él había amenazado hacer en caso de que ellos abandonaran Su ley (Sal. 89:30-
32). De acuerdo con esto David dice a Salomón, “si lo dejares, Él te desechará para
siempre” (1 Crón. 28:9).
Para el debido entendimiento del Cap. 15 de los Hechos y particularmente las palabras
de Santiago en los versículos 13-18, debemos recordar que el Concilio de Jerusalén
tuvo que ver por completo, y solamente con "la conversión de los Gentiles” (v. 3), lo
que fue no solamente una cosa nueva, sino una cosa asombrosa para los creyentes
judíos. La conferencia no se ocupó de ninguna obra de Dios en el futuro, sino con lo
que Él había empezado a hacer en este mismo tiempo. La visita a los gentiles, que
comenzó con Pedro en la casa de Cornelio y continuó con Pablo y Bernabé en varios
lugares de Asia Menor, fue el único asunto que fue considerado en dicha conferencia.
En vista de este hecho las palabras “después de esto”, no especifican un periodo
subsecuente de tiempo a esta dispensación evangélica (como algunos suponen) sino a
un periodo subsecuente al tiempo en que Amós el profeta las pronunció. El Apóstol
Santiago no da en los vs. 15-17 una profecía propia; sino la de Amós, y presenta la
sustancia de otras profecías del Antiguo Testamento, que también tuvieron su
41
cumplimiento en los días del Evangelio, tales como las que Pablo menciona en
Romanos 15:8-12. Y nosotros mismos somos la prueba de lo correcto de esta
interpretación. El Tabernáculo de David fue erigido otra vez para que “el resto de los
hombres busque al Señor, y también todos los Gentiles” (Hech. 15:17). ¿Somos gentiles
nosotros? ¿Hemos buscado al Señor y lo hemos encontrado? Entonces el Tabernáculo
de David se erige otra vez, y la profecía se cumple porque una causa siempre precede a
su efecto.
En los Caps. 9-11 de Romanos el apóstol Pablo trata de la relación del judío con el
Evangelio. En el Cap. 9 está hablando del rechazamiento de la mayor parte de la
simiente natural de Abraham, que anteriormente había sido el pueblo peculiar de Dios,
y de la elección solamente de un remanente de ellos, junto con los gentiles, para
participar de Su promesa por el Evangelio. (1) Expresa su tristeza por la falla de Israel y
su consecuente rechazamiento (9:1-5). (2) El apóstol muestra que el rechazamiento de
Israel no es contra la fidelidad de Dios en su promesa a la simiente de Abraham,
mostrando él que no fue respecto a la simiente natural como tal, sino a su simiente
espiritual de judíos y gentiles, quienes creen en Jesús según el propósito de la elección
de Dios (9:6-13). (3) Declara que el rechazamiento no es inconsistente con la justicia de
Dios al hacer tal diferencia entre los hombres, como escoger a algunos que no son
mejores y rechazar a otros que no son peores que otros hombres (9:14:18). (4) El
apóstol reprocha el cargo de que el ejercicio de Su soberanía está en conflicto con la
responsabilidad humana y es injusto declarar que Dios, como Dios, tiene un derecho
soberano sobre sus criaturas, y cualquier acto de poner en duda el proceder divino es
realmente una rebelión (9:19-24). (5) Este procedimiento de Dios, según vemos por los
profetas, es de soberanía Divina, llamando a los gentiles y a un remanente de la
simiente natural de Abraham (9:25-29).
El argumento de Romanos 9:30-10:21 es que Dios es justo en su acción hacia los vasos
de ira, es decir, el Israel incrédulo, porque tres veces Él les ofreció vida y justicia bajo
los profetas (9:30-33), bajo la ley (10:1-13), y bajo el Evangelio (10:14-21), pero ellos lo
rechazaron. En el Cap. 11, el apóstol declara que “No ha desechado Dios a su pueblo, al
cual antes conoció,…reliquias por la elección de gracia” (11:1-5). Nótese, que “el cual
antes conoció" fueron “su pueblo”, del cual Pablo era uno. ¿Conoció Dios de antemano
a aquellos que rechazaron a su Hijo como “su pueblo”? No; pero Él antes conoció de
antemano a aquellos que lo aceptaron. Por lo tanto, lo que Dios tenía aún como
43
provisión para Israel fue para “su pueblo”. Luego Pablo agrega, “lo que buscaba Israel
en (la carne) aquello no lo había alcanzado; más la elección lo alcanzó: y los demás
fueron endurecidos” (v.7). Pero ¿quiénes fueron “la elección”? Fueron aquellos a
quienes Dios conoció antes como “su pueblo”. “Los demás fueron endurecidos” la
porción incrédula. El apóstol concluye su argumento con la declaración de que “todo
Israel será salvo” (v. 26). Pero ¿qué es lo que quiere decir con esta declaración? Léanse
los versículos 25 y 26 juntos y el significado vendrá a ser claro “…” el endurecimiento
en parte ha acontecido en Israel, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; Y
luego todo Israel será salvo. "Todo Israel, por lo tanto, se refiere al pleno número de
gentiles que serán salvo más aquellos judíos e̴ l remanente ̴ quienes no se han
endurecido, sino que aceptaron al Señor Jesucristo por fe según la elección soberana
de Dios. Esta interpretación está en armonía con lo que Pablo dice en Rom. 9:23-24 “Y
para hacer notorias las riquezas de su gloria, mostrólas para con los vasos de
misericordia que Él ha preparado para gloria; los cuales también ha llamado, es a saber,
a nosotros, no sólo de los judíos, más también de los gentiles”. El cumplimiento hoy día
de Os. 1:10 y 2:23 en la era cristiana.
En cuanto a cómo “todo Israel ha de ser salvo", la palabra “así” (que significa de la
manera descrita) nos lleva a los versículos anteriores 17-25. Por la “buena oliva” el
apóstol da a entender la promesa original hecha a Abraham, de que en su simiente
todas las naciones de la tierra serán benditas. Esta simiente es Cristo, quien es la raíz
de la cual todas las ramas verdaderas derivan su fruto. El árbol es el Israel verdadero, el
Israel que es la simiente de Abraham y herederos según la promesa (Gal. 3:29). Las
ramas quebradas son los judíos incrédulos. No pudieron quedar más en el árbol porque
la fe en Cristo fue la condición para su permanencia y ellos no tuvieron fe (Juan
1:11,12). Ramas del “acebuche”, el mundo exterior gentil, fue “injertado en lugar de
ellas”, las ramas que quedaron por fe y participaron “de la raíz y de la grosura de la
oliva” vinieron a ser parte del árbol, y así participaron de sus bendiciones, siendo
hechos “justamente herederos e incorporados, y consortes de su promesa en Cristo
por el Evangelio” (Ef. 3:6). Las ramas que fueron cortadas dejaron de ser parte de
Israel, pero pueden ser “injertadas” otra vez, “si no permanecieren en incredulidad" (v.
23), y cuando así sucede no serán en Moisés, sino en Cristo; ni en el estado nacional
judaico erigido en el Sinaí, sino en ese cuerpo que está edificado sobre el fundamento
de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo. (Ef.
44
2:20). Este no produce a "Israel esperanza según la carne” más de la que da a los
gentiles, “Porque Dios encerró a todos en incredulidad para tener misericordia de
todos” (v. 32). Y en consecuencia de esto, Pablo dice a los creyentes gentiles, “Así que
yo no sois extranjeros ni advenedizos, sino juntamente ciudadanos con los santos y
domésticos de Dios” (Ef. 2:19). Si ellos son conciudadanos y coherederos, y “del mismo
cuerpo”, tienen el derecho al nombre común de Israel.
Este método en la salvación de “Todo Israel” concuerda con las profecías anteriores,
aun con Isa. 59:20,21, y las que Pablo, cita en Rom. 11:26,27, declarando que están
cumplidas ahora. No dice que el Libertador todavía había de salir de Sión. Cita a Isaías
quien dijo aquello más de setecientos años antes de la Primera Venida del Señor. Esta
no es una profecía de la Segunda Venida, sino de la Primera. Por fin, no hay ni una sola
alusión en todo el pasaje de Romanos, caps. 9 al 11 acerca de una conversión nacional
de los judíos, ni de un reino terrenal de mil años con la supremacía de los judíos sobre
las naciones gentiles. Además el 1. 26 no dice, “y entonces”, significando que después
de la plenitud de los gentiles todo Israel será salvo, sino “y así y todo Israel será salvo”.
La pequeña palabra “así” (significando en la manera descrita, “así”, “por estos medios”,
“de esta manera”) gobierna el significado del versículo. A la luz de todo el argumento
en estos capítulos de Romanos 9 al 11, cualquier legado que resta aún para "Israel", no
ha de ser dada a "Israel según la carne", sino al Israel del Nuevo Pacto. Israel según el
Espíritu, en una palabra, “al Israel de Dios”.
Las promesas que el Señor dio a Israel por los profetas fueron designadas
particularmente para el remanente elegido aunque fueron sabiamente publicadas en
general para toda la Nación. Por lo tanto vienen maravillosamente entreverados de
juicio y misericordia entre las profecías, tales como: “puse por anatema a Jacob, y
oprobio a Israel. Ahora pues oye, Jacob, siervo mío, y tú, Israel, a quién yo escogí. No
temas” (Isa. 43:28; 44:1) la Nación, como las ramas naturales, fue quebrada por la
incredulidad, y el reino les fue quitado como nación y dado al Israel espiritual de Dios,
escogido de entre ambos, judíos y gentiles. “Por tanto os digo, que el reino de Dios será
quitado de vosotros, y será dado a gente que haga los frutos de él” (Mat. 21:43). Luego
la promesa perdida por Israel viene sobre la iglesia; o como Pablo dice, “Lo que
buscaba Israel aquello no ha alcanzado; más la elección lo ha alcanzado”. Porque “la
nación” que ha de recibir el reino es la Iglesia. Pedro hace cierto esto cuando cita Ex.
19:5-7, una promesa hecha condicionalmente a Israel, y la aplica a la Iglesia en 1 Ped.
2:7-10: “por tanto, es preciosa para vosotros los que creéis. Mas vosotros sois linaje
escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para Dios, a fin de que
publiquéis las excelencias de aquel que os llamo de las tinieblas a su luz admirable,
vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, mas ahora sois pueblo de Dios, que no
46
habíais alcanzado misericordia, mas ahora habéis alcanzado misericordia”. El apóstol
Pedro declara que Os. 1:10 y 2:23 fueron cumplidos ya, y así concuerda con Pablo
(Rom. 9:24-26). Los privilegios especiales para cualquier grupo nacional o racial han
cesado completamente y para siempre. “Porque no hay diferencia de judío y de griego:
porque el mismo que es Señor de todos, rico es para con todos los que le invocan.
Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Rom. 10:12,13). La
prueba después de la Segunda Venida es tan contraría a la Biblia como la de prueba
después de la muerte.
7.- Conclusión.
A la luz del Nuevo Testamento, el Pacto del Evangelio confirmado a Abraham, el trono
de David, la profecía de Amós acerca del Tabernáculo de David y la enseñanza de Pablo
concerniente a la relación del judío con el Evangelio y el Israel espiritual de Dios, es
evidente que Apoc. 20 no enseña ninguna doctrina de un reino terrenal por mil años
con la supremacía de los judíos que incluye la restauración del templo y los sacrificios…
No contiene tal doctrina, ni como una interpretación de la profecía del Antiguo
Testamento ni como una predicción original.
A las profecías del Antiguo Testamento citadas en el Nuevo Testamento se les da una
interpretación espiritual y se declara que están cumplidas ahora en estos días del
Evangelio. “Y todos los profetas desde Samuel y en adelante, todos los que han
hablado han anunciado estos días” (Hech. 3:24). Que los profetas vieron el
cumplimiento final de sus profecías concernientes a Israel culminando para todos en la
elección de gracia en la resurrección y el Cielo Nuevo y la Tierra Nueva, el Nuevo
Testamento lo confirma. Escuchad al Apóstol Pablo: “Y ahora, por la esperanza de la
promesa que hizo Dios a nuestros padres, soy llamado en juicio; a la cual promesa
nuestras doce tribus, sirviendo constantemente de día y de noche, esperan que han de
llegar. Por la cual esperanza, oh rey Agripa, soy acusado de los judíos. “¿Qué juzgase
cosa increíble entre vosotros que Dios resucita a los muertos?” (Hech.26:6-8). Entonces
estas promesas no pueden ser finalmente cumplidas sin la resurrección; con ella, las
promesas del reino y la herencia producen su fruto pleno, como lo declara Pablo en 1
Cor.15:50.53; “Este empero digo, hermanos; que la carne y la sangre no pueden
heredar el reino de Dios; ni la corrupción hereda la incorrupción”. También afirma
47
como el hombre corruptible puede heredar el reino incorruptible, “Esto corruptible sea
vestido de corrupción”, por una resurrección o translación. Por consiguiente, la
Segunda Venida no introducirá un reino mezclado de mortales e inmortales sino
inmortales santos resucitados y transladados.
TERCERA PARTE
LO QUE ES EL MILENIO
A. Observaciones Preliminares.
51
C. El reinado de los Santos.
“Y vi tronos” (v.4) ¿dónde estaban? Todo lugar donde Juan menciona un trono en este
Libro, con la excepción de 2:13 y 16:10, está en los cielos. “Y se sentaron sobre ellos”
(v. 4) ¿quiénes? Evidentemente los mártires y los santos que se mencionan en el resto
del versículo “les fue dado juicio” (v. 4) ¿en qué sentido? El juicio solamente trasciende
a las funciones de criaturas finitas; aun a los santos glorificados, Juicio es la
prerrogativa solamente de la Deidad (Hechos 17:31). Cuando comparamos esta
afirmación con Apoc. 6:9-11 “¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y
vengas nuestra sangre de los que moran en la tierra? Nos damos cuenta de que juicio
les fue dado a ellos en este sentido: Sus enemigos fueron juzgados, y ellos fueron
vengados y exaltados.
“Y vi las almas de los degollados” (v. 4) El apóstol Juan vio “almas” no cuerpos;
evidentemente las mismas almas que vio debajo del altar en los cielos (6:9-11). Allí son
llamados “almas”, aquí son llamados “almas”, Allí fueron “muertos por la palabra de
Dios y por el testimonio que ellos tenían”; aquí son “degollados por el testimonio de
Jesús, y por la palabra de Dios”. Allí ellos claman ¿”Hasta cuando Señor, no juzgas y
vengas nuestra sangre de los que moran en la tierra”? Allí se les dijo, “que reposasen
todavía un poco de tiempo, hasta que se completaran sus consiervos y sus hermanos,
que también habían de ser muertos como ellos”; aquí su número es completo.
¿Dónde están las “almas” de estos mártires y santos a quienes vio Juan? No hay
ninguna mención aquí de ningún reino en la tierra; el reinado fue “con Cristo” (v.4) Esto
armoniza hermosamente con la afirmación de Pablo: “Porque de ambas cosas estoy
puesto en estrecho, teniendo deseo de ser desatado, y estar con Cristo, lo cual es
mucho mejor (Fil. 1:23-24). “Esta es la primera resurrección” (v. 5). El antecedente de
“esta” es la exaltación de los santos y mártires sentándose sobre tronos en el cielo,
regocijándose y reinando con Cristo (3:21). La Escritura habla de resurrecciones de
varias maneras: (1) De una restauración nacional (Ezeq. 37:12); (2) de regeneración
(Juan 5:25); (3) de la resurrección corporal (Juan 5:28,29); y (4) del estado en gloria que
sigue inmediatamente a la muerte del creyente como aquí en v. 4 “La Primera
resurrección “ del versículo 5 no es regeneración, porque estos santos fueron ya
regenerados antes de que experimentaran la primera resurrección corporal, porque
Juan claramente dice, “vi las almas de los degollados”. La primera resurrección es una
52
etapa o grado en la resurrección de los santos, y puede decirse que es la ascensión de
los redimidos al cielo, tan hermosamente expresada en las palabras del Catecismo de
Keach (Bautista): “Las almas de los creyentes son hechas después de la muerte,
perfectas en santidad y pasan inmediatamente a la gloria; y sus cuerpos estando unidos
a Cristo, reposan en sus tumbas hasta la resurrección”. “Bienaventurado y santo el que
tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad en estos;
antes serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con El mil años” El apóstol Juan
pone en contraste el estado intermedio de “los otros muertos” declarando que éstos
no tuvieron lugar en este cuadro y “no tornaron a vivir hasta que sean cumplidos mil
años” (Juan 3:36; 1 Juan 5:12). A la Segunda Venida, ellos, tanto como las almas de los
piadosos, recibirán sus cuerpos, y entrarán en el estado eterno.
E. La Segunda Venida.
El propósito de Dios al establecer “un día en el cual ha de juzgar al mundo con justicia,
por aquel varón al cual determinó “(Hechos 17:31), es para la manifestación de la gloria
de su misericordia en la salvación de los escogidos; y de su justicia en la condenación
eterna de los réprobos por el pecado, quienes son malos y desobedientes. Como Cristo
quiere que ciertamente seamos persuadidos de que habrá un día de juicio, tanto para
detener a todos los hombres de pecar y para mayor consolación de los piadosos en su
adversidad; así quisiera que ese día sea desconocido por los hombres, para que
desechen de si toda seguridad carnal y sean siempre vigilantes porque no saben a qué
hora vendrá el Señor, y que estén preparados para decir, “Ven, Señor Jesús, presto".
Que todos los verdaderos siervos de Cristo prediquen la venida del Señor como el
evento solemne que es el fin del tiempo, el fin de la prueba, el fin de la oportunidad
que ofrece el Evangelio: “He aquí ahora el tiempo aceptable: he aquí el día de salud” (2
Cor. 6:2).
F.- Conclusión.
No esperamos mil años de un reino corporal de Cristo sobre la tierra con la supremacía
de los judíos, cuando Jerusalén se convertirá en el centro de adoración en un estado
mezclado de mortales e inmortales.
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“Esperamos a un Salvador”, al Señor Jesucristo, del cielo, “el cual transformará el
cuerpo de nuestra bajeza para ser semejante al cuerpo de su gloria, por la operación
con la cual puede también sujetar así “todas las cosas” (Fil. 3:20, 21).
“Bien que esperamos cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2
Ped. 3:13). “Ven, Señor Jesús”.
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