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Leidy M. Molina
“Si pudiera verle, aunque sólo fuera una vez -pensó-, el misterio
se iría disipando y hasta puede que se desvaneciera totalmente
como suele suceder con todo acontecimiento misterioso cuando
se le examina con detalle.”
Robert Louis Stevenson –Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
Las ciencias sociales constituyen un campo que implica una lectura inagotable de la
realidad, inagotable en el sentido que el mundo es cambiante, adquiere nuevas
necesidades y emergen nuevas situaciones que demandan otras formas de abordaje, en
las cuales, el investigador se convierte en un lector de la vida. Los cambios
epistemológicos en las ciencias sociales han dado cuenta de esto, incluso hasta mostrar
la complejidad de una realidad que construye su verdad desde los indicios, teoría que
demuestra que la valoración nomotética de la realidad no es suficiente y debe
flexibilizarse teniendo en cuenta lo que emerge y la particularidad –lo micro- que subyace
a esta. De modo que si lo social pertenece al saber indicial ¿cómo entender la
experiencia de lo social? Las siguientes páginas, sin ser suficientes pretenden
aproximarse a esta pregunta.
Las ciencias sociales tienen una conformación inicial que dificulta ubicarlas en un
espacio concreto. Wallerstein (2006) señala que son herederas lejanas de las formas
inductivas de construir la experiencia humana las cuales fueron relegadas por la
necesidad científica de buscar leyes con pretensión de universalidad (nomotéticas). Ante
este panorama el estudio de la realidad social queda en medio de las ciencias naturales
y las artes, configurándose bajo disciplinas como la economía y la historia que intentan
abordar la realidad bajo una visión nomotética sin mayor éxito, pues a pesar del
paradigma positivista imperante desde el siglo XVI al XIX, el abordaje de la realidad que
generaba las ciencias sociales no podía desligarse de los cambios que enfrentaban las
sociedades con los procesos industriales y postindustriales los cuales modificaron las
dinámicas de la sociedad, la relación con el estado y la construcción de individuo.
Lo anterior demanda reconocer el contexto histórico como un texto que edifica un tipo
de orden de acuerdo a las formas de pensamiento dominantes. De modo que si se
examina la construcción del conocimiento, por ejemplo en el aspecto cartesiano, existirá
un espacio y tiempo concretos, no modificables que a su vez responden a una ciencia
dual, a un tipo de investigar y producir conocimiento centrado en el plano de la
representación y la razón. En el caso de las ciencias nomotéticas -influenciadas por la
física newtoniana- se observa que la construcción de la realidad implica la demostración,
un investigador caracterizado por la objetividad y una relación orden-experiencia-
experimento. Sin embargo con los procesos de desarrollo industrial y expansión
geográfica estas necesidades van cambiando, los supuestos universales declarados por
la historia, la economía y la ciencia política encontrarán con el discurso de las
contraculturas que sus afirmaciones dejan de lado tanto los procesos particulares como
la diversidad de los sujetos y el rol del investigador.
Los cambios en las artes, las ciencias y los procesos comunicativos dan cuenta que
el orden social implica aperturas en las ciencias sociales. Así como la física pasa de ser
clásica a ser relativa y de ser relativa a cuántica; el individuo, su representación de la
realidad y la forma de abordaje social evoluciona relativizando y virtualizando el tiempo
y el espacio. Se pasa de una epistemología del orden a una de la producción. La mirada
del sujeto vuelve a lo indiciario y se establece en disciplinas como el psicoanálisis la
posibilidad de encontrar la verdad desde pequeñas evidencias inconscientes y ocultas
en la realidad del sujeto. Con este nuevo orden se encuentra entonces que aquel carácter
de experiencia inductiva no puede escapar de la realidad de las ciencias sociales.
Marcuse evidencia cómo entonces se presenta un nuevo paradigma que no resulta más
que un volver a las raíces.
Aquel saber indiciario que las ciencias sociales quisieron abandonar en un momento
para unirse a las pretensiones nomotéticas fue al que se retornó cuando se encontró que
el sujeto tenía abordajes más amplios, incluso en la física, el interactuar con el objeto es
una acción del sujeto donde se modifica la materia; por tanto la realidad social implica
una verdad que no es universal sino que se construye constantemente, que cambia y se
mueve al ritmo de la vida y la sociedad. Es en este punto donde la vida actúa como
historia inagotable, tiene bifurcaciones y posibilidades de lectura casi como una Rayuela
de Cortázar. El papel del investigador entonces –hablando en términos literarios- ya no
podría ser el de un narrador omnisciente, sino el de un personaje que se involucra, se
modifica y tiene como misión recolectar indicios para reconstruir la historia, verla emerger
y comprender sus posibilidades.
El investigador como recolector de indicios, la verdad dibujada sobre la arena.
Ahora, plantear una teoría de indicios en lo social, requiere un investigador que esté
dispuesto a leer constantemente el texto de la realidad, encontrando metáforas, mitos,
ritos y detrás de esto los indicios, esas huellas “tal vez infinitesimales que permiten captar
una realidad más profunda, de otro modo intangible” (Ginzburg, ibídem) Eso que es
intangible contiene la lógica y el orden que establece la experiencia de lo social, que
construye una noción de verdad. De modo que el investigador, como figura detectivesca
se reconcilia con la verdad cuando entiende que esta no es universal, sino que tiene
infinitas aristas que la construyen y modifican el orden, casi como un fractal. Las
posibilidades se hacen más grandes y las respuestas menos demostrables, lo cual no
quiere decir que no sean reales ya que el saber indiciario se caracteriza por “la capacidad
de remontarse desde datos experimentales aparentemente omitibles hasta una realidad
compleja no directamente experimentada” (ídem, pág. 76)
Entonces leer el mundo con la lupa de la investigación requiere concebir la realidad como
inacabada, sus tejidos, relaciones e incluso arraigados conceptos como el espacio y el
tiempo se vuelven modificables, el tiempo y el espacio cartesianos no serán los mismos
pues el tiempo no es el mismo después de la invención del reloj (dominable) así como el
espacio no será el mismo después de internet (virtualizado, intangible) o las escrituras
no lineales. La ficción de nuestros relatos que fueron silenciados con la oficialización de
la escritura emergen de nuevo en múltiples e inagotables relaciones y la sociedad
retorna, construye su verdad sin poder dejar de lado que ese algo (sociedades,
necesidades) que pasó por la historia tiene algo que narrar, un indicio para comprender
el presente y escribir el siguiente capítulo de la humanidad.
Si se comparase la realidad social con la literatura se podría ver cómo esta de una u otra
forma responde no solo a las configuraciones de sujeto que se dan en un momento
determinado sino también al sujeto que quiere emerger y que no puede ser en un plano
espacio temporal concreto. Por ejemplo la aparición del Quijote de la Mancha, muestra
cómo la novela moderna implica una reclamación del sujeto, los relatos colectivos se
agotan, el sujeto se aísla, en cuanto al narrador, Benjamin (s.f) señala que:
El novelista, por su parte, se ha segregado. La cámara de nacimiento de la novela es el
individuo en su soledad; es incapaz de hablar en forma ejemplar sobre sus aspiraciones
más importantes; él mismo está desasistido de consejo e imposibilidad de darlo. Escribir
una novela significa colocar lo inconmensurable en lo más alto al representar la vida
humana. (pág 4)
Respecto la triada razón, verdad y realidad Marcuse (1994) señala que “la verdad no
está ligada solo a las proposiciones y juicios; en suma, no es solo un atributo del
pensamiento, sino una realidad en devenir” (pág. 30) De modo que la experiencia de lo
social está incardinado a ese devenir, a una construcción inacabada de su realidad, de
su subjetividad y por tanto de la forma de ser investigada, es esa la razón por la que los
saberes nomotéticos no son suficientes para abarcarla.
Siguiendo el rastro de la literatura, se encuentra entonces que ese devenir está lleno de
indicios, pequeñas muestras de la realidad que están a medio descubrir y cuya cara
oculta debe indagar el investigador social. El en epígrafe de este texto correspondiente
a la novela Dr. Jekyll y Mr Hyde, se evidencia cómo en la novela policiaca, la resolución
o aproximación a los grandes conflictos se encuentra debajo de aquello que no es visibile
en primer momento. El indicio no es pues completamente resultado del azar, es lo
obtenido a partir de un minucioso proceso de observación, de encadenar secuencias de
acciones y de recrear las posibilidades a partir de dicho indicio. Logrado esto, se cumple
el dictamen de Robinson, el misterio se disipa y la realidad se puede observar así sea
por un instante con más claridad.
Referencias bibliográficas: