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El investigador social como lector de literaturas vivas e indicios inagotables

Leidy M. Molina
“Si pudiera verle, aunque sólo fuera una vez -pensó-, el misterio
se iría disipando y hasta puede que se desvaneciera totalmente
como suele suceder con todo acontecimiento misterioso cuando
se le examina con detalle.”
Robert Louis Stevenson –Dr. Jekyll y Mr. Hyde.

Las ciencias sociales constituyen un campo que implica una lectura inagotable de la
realidad, inagotable en el sentido que el mundo es cambiante, adquiere nuevas
necesidades y emergen nuevas situaciones que demandan otras formas de abordaje, en
las cuales, el investigador se convierte en un lector de la vida. Los cambios
epistemológicos en las ciencias sociales han dado cuenta de esto, incluso hasta mostrar
la complejidad de una realidad que construye su verdad desde los indicios, teoría que
demuestra que la valoración nomotética de la realidad no es suficiente y debe
flexibilizarse teniendo en cuenta lo que emerge y la particularidad –lo micro- que subyace
a esta. De modo que si lo social pertenece al saber indicial ¿cómo entender la
experiencia de lo social? Las siguientes páginas, sin ser suficientes pretenden
aproximarse a esta pregunta.

Para desarrollar la experiencia de lo social, se abordará primeramente cómo la


episteme de las ciencias sociales ha cambiado la forma de acercamiento y producción
de verdad de acuerdo a los acontecimientos históricos, modificando la concepción sobre
el investigador y la investigación en sí misma. A partir de ello se propone desde la
episteme reflexiva o de producción, el reconocimiento del investigador como lector de
literaturas vivas y la realidad como una verdad que se va tejiendo mientras emerge. Esto
permitirá mostrar que aquellas ficciones que ha consignado la literatura tienen más que
ver de lo pensado con la realidad social y sus constantes aconteceres que emergen y se
dibujan en un texto infinito que tiene la capacidad de rediseñarse.

El mundo como libro infinito: Epistemología de las ciencias sociales

Las ciencias sociales tienen una conformación inicial que dificulta ubicarlas en un
espacio concreto. Wallerstein (2006) señala que son herederas lejanas de las formas
inductivas de construir la experiencia humana las cuales fueron relegadas por la
necesidad científica de buscar leyes con pretensión de universalidad (nomotéticas). Ante
este panorama el estudio de la realidad social queda en medio de las ciencias naturales
y las artes, configurándose bajo disciplinas como la economía y la historia que intentan
abordar la realidad bajo una visión nomotética sin mayor éxito, pues a pesar del
paradigma positivista imperante desde el siglo XVI al XIX, el abordaje de la realidad que
generaba las ciencias sociales no podía desligarse de los cambios que enfrentaban las
sociedades con los procesos industriales y postindustriales los cuales modificaron las
dinámicas de la sociedad, la relación con el estado y la construcción de individuo.

La forma de abordar la realidad social innegablemente está relacionada con el


lenguaje y la forma en que se construye la realidad por medio de percepciones,
enunciados y representaciones. Foucault (1968) señala que las ciencias humanas tienen
como objeto de estudio al hombre “en la medida en que vive, que habla y que produce”
y así mismo está dotado de un lenguaje con el cual “puede construirse todo un universo
simbólico en el interior del cual tiene relación con su pasado, con las cosas, con otro, a
partir del cual puede construir también algo así como un saber” (pág. 341) Esta
concepción foucaultiana del lenguaje, permite comprender cómo en las ciencias sociales
el hombre atraviesa etapas históricas que lo configuran pero cómo estas configuraciones
–producto del mismo hombre- generan representaciones y nociones de verdad a través
del lenguaje.

Lo anterior demanda reconocer el contexto histórico como un texto que edifica un tipo
de orden de acuerdo a las formas de pensamiento dominantes. De modo que si se
examina la construcción del conocimiento, por ejemplo en el aspecto cartesiano, existirá
un espacio y tiempo concretos, no modificables que a su vez responden a una ciencia
dual, a un tipo de investigar y producir conocimiento centrado en el plano de la
representación y la razón. En el caso de las ciencias nomotéticas -influenciadas por la
física newtoniana- se observa que la construcción de la realidad implica la demostración,
un investigador caracterizado por la objetividad y una relación orden-experiencia-
experimento. Sin embargo con los procesos de desarrollo industrial y expansión
geográfica estas necesidades van cambiando, los supuestos universales declarados por
la historia, la economía y la ciencia política encontrarán con el discurso de las
contraculturas que sus afirmaciones dejan de lado tanto los procesos particulares como
la diversidad de los sujetos y el rol del investigador.

Los cambios en las artes, las ciencias y los procesos comunicativos dan cuenta que
el orden social implica aperturas en las ciencias sociales. Así como la física pasa de ser
clásica a ser relativa y de ser relativa a cuántica; el individuo, su representación de la
realidad y la forma de abordaje social evoluciona relativizando y virtualizando el tiempo
y el espacio. Se pasa de una epistemología del orden a una de la producción. La mirada
del sujeto vuelve a lo indiciario y se establece en disciplinas como el psicoanálisis la
posibilidad de encontrar la verdad desde pequeñas evidencias inconscientes y ocultas
en la realidad del sujeto. Con este nuevo orden se encuentra entonces que aquel carácter
de experiencia inductiva no puede escapar de la realidad de las ciencias sociales.
Marcuse evidencia cómo entonces se presenta un nuevo paradigma que no resulta más
que un volver a las raíces.

Aquel saber indiciario que las ciencias sociales quisieron abandonar en un momento
para unirse a las pretensiones nomotéticas fue al que se retornó cuando se encontró que
el sujeto tenía abordajes más amplios, incluso en la física, el interactuar con el objeto es
una acción del sujeto donde se modifica la materia; por tanto la realidad social implica
una verdad que no es universal sino que se construye constantemente, que cambia y se
mueve al ritmo de la vida y la sociedad. Es en este punto donde la vida actúa como
historia inagotable, tiene bifurcaciones y posibilidades de lectura casi como una Rayuela
de Cortázar. El papel del investigador entonces –hablando en términos literarios- ya no
podría ser el de un narrador omnisciente, sino el de un personaje que se involucra, se
modifica y tiene como misión recolectar indicios para reconstruir la historia, verla emerger
y comprender sus posibilidades.
El investigador como recolector de indicios, la verdad dibujada sobre la arena.

Hasta el momento se ha mostrado de manera breve la necesidad de comprender la


realidad social no como algo fijo sino como cambiante, en el que no solo se modifica el
contexto o el orden sino la experiencia del sujeto y del investigador. Reivindicar la teoría
de los indicios plantea como lo dice Carlo Ginzburg (2014) tantear en lo desconocido, en
un cuarto oscuro que da pequeñas pistas de lo que acontece. El saber indiciario para
Ginzburg es “la capacidad de remontarse desde datos experimentales aparentemente
omitibles hasta una realidad compleja o directamente experimentada” (pág 76) De modo
que en las ciencias sociales la experiencia no puede estar determinada solo por lo
nomotético pues se construye desde lo que está dado (la historia, las civilizaciones, la
economía) y se analiza a la luz de los indicios que se descubran.

Ahora, plantear una teoría de indicios en lo social, requiere un investigador que esté
dispuesto a leer constantemente el texto de la realidad, encontrando metáforas, mitos,
ritos y detrás de esto los indicios, esas huellas “tal vez infinitesimales que permiten captar
una realidad más profunda, de otro modo intangible” (Ginzburg, ibídem) Eso que es
intangible contiene la lógica y el orden que establece la experiencia de lo social, que
construye una noción de verdad. De modo que el investigador, como figura detectivesca
se reconcilia con la verdad cuando entiende que esta no es universal, sino que tiene
infinitas aristas que la construyen y modifican el orden, casi como un fractal. Las
posibilidades se hacen más grandes y las respuestas menos demostrables, lo cual no
quiere decir que no sean reales ya que el saber indiciario se caracteriza por “la capacidad
de remontarse desde datos experimentales aparentemente omitibles hasta una realidad
compleja no directamente experimentada” (ídem, pág. 76)
Entonces leer el mundo con la lupa de la investigación requiere concebir la realidad como
inacabada, sus tejidos, relaciones e incluso arraigados conceptos como el espacio y el
tiempo se vuelven modificables, el tiempo y el espacio cartesianos no serán los mismos
pues el tiempo no es el mismo después de la invención del reloj (dominable) así como el
espacio no será el mismo después de internet (virtualizado, intangible) o las escrituras
no lineales. La ficción de nuestros relatos que fueron silenciados con la oficialización de
la escritura emergen de nuevo en múltiples e inagotables relaciones y la sociedad
retorna, construye su verdad sin poder dejar de lado que ese algo (sociedades,
necesidades) que pasó por la historia tiene algo que narrar, un indicio para comprender
el presente y escribir el siguiente capítulo de la humanidad.

Si se comparase la realidad social con la literatura se podría ver cómo esta de una u otra
forma responde no solo a las configuraciones de sujeto que se dan en un momento
determinado sino también al sujeto que quiere emerger y que no puede ser en un plano
espacio temporal concreto. Por ejemplo la aparición del Quijote de la Mancha, muestra
cómo la novela moderna implica una reclamación del sujeto, los relatos colectivos se
agotan, el sujeto se aísla, en cuanto al narrador, Benjamin (s.f) señala que:
El novelista, por su parte, se ha segregado. La cámara de nacimiento de la novela es el
individuo en su soledad; es incapaz de hablar en forma ejemplar sobre sus aspiraciones
más importantes; él mismo está desasistido de consejo e imposibilidad de darlo. Escribir
una novela significa colocar lo inconmensurable en lo más alto al representar la vida
humana. (pág 4)

Si se comparara al investigador/historiador con un novelista, se encontraría que


fenómenos similares a los descritos por Benjamin ocurren, la realidad se desplaza sobre
un sujeto que ha perdido la comunicabilidad, de modo que la sociedad abandonó sus
relatos y se constituyó como objeto del saber. Es en este punto donde el investigador
debe retornar al sujeto, comprendiendo que la historia implica una comprensión del ser
humano, sus necesidades y la puesta en escena de problemáticas, cuya reflexión y
crítica posibilita las ciencias sociales como mediación del sujeto y sus necesidades. La
experiencia de lo social en ese orden de ideas se piensa en términos de identificar las
relaciones razón, verdad y realidad por medio de lo indiciario y lo dado, entendiendo que
los indicios ya no solo corresponden a lo venatorio o adivinatorio sino a los órdenes que
subyacen en lo invisible.

Respecto la triada razón, verdad y realidad Marcuse (1994) señala que “la verdad no
está ligada solo a las proposiciones y juicios; en suma, no es solo un atributo del
pensamiento, sino una realidad en devenir” (pág. 30) De modo que la experiencia de lo
social está incardinado a ese devenir, a una construcción inacabada de su realidad, de
su subjetividad y por tanto de la forma de ser investigada, es esa la razón por la que los
saberes nomotéticos no son suficientes para abarcarla.

Siguiendo el rastro de la literatura, se encuentra entonces que ese devenir está lleno de
indicios, pequeñas muestras de la realidad que están a medio descubrir y cuya cara
oculta debe indagar el investigador social. El en epígrafe de este texto correspondiente
a la novela Dr. Jekyll y Mr Hyde, se evidencia cómo en la novela policiaca, la resolución
o aproximación a los grandes conflictos se encuentra debajo de aquello que no es visibile
en primer momento. El indicio no es pues completamente resultado del azar, es lo
obtenido a partir de un minucioso proceso de observación, de encadenar secuencias de
acciones y de recrear las posibilidades a partir de dicho indicio. Logrado esto, se cumple
el dictamen de Robinson, el misterio se disipa y la realidad se puede observar así sea
por un instante con más claridad.

La verdad como lo señala Ibáñez (1991) no se descubre o devela sino se construye,


tiene un carácter y sobretodo requiere un diálogo para lograr dicha construcción, si
nuestro el objeto de investigación de las ciencias sociales es el sujeto, la captura de su
verdad “exige una conversación entre todos los observadores posibles (intersubjetividad
transcendental). En física cuántica, el sujeto se hace reflexivo: pues tiene que doblar la
observación del objeto con la observación de su observación del objeto (medida
cuántica)” (pág. 24) Lograrlo implica –como en la novela policiaca- recoger indicios,
develar el misterio y construir la verdad. El investigador no es el protagonista, pero si
puede participar y aportar a la forma en que se dibuja la realidad.

La sentencia de Ibáñez permite comprender cómo en la experiencia de lo social se


requiere de un proceso intersubjetivo que comprenda la realidad del sujeto, del
investigador y de la práctica investigativa para poder interpretarla, entender su
funcionamiento y proponer medidas de cambio que se enmarquen en una cadena infinita
de reflexiones sobre la teoría y una metateoría. En esta búsqueda el investigador, estará
participando de un proceso de escritura de la historia que es inacabado, que corre el
riesgo de borrarse en la arena, de reiniciarse como cuando el indicio falla, pero cuyas
huellas siempre deben llevar a la búsqueda de identificar cómo se construye el sujeto, la
sociedad y la verdad: lograrlo implica realizar una escritura de la historia en espiral, no
una que se cierra sino una espiral que se expande al infinito en un intenso devenir.

Referencias bibliográficas:

 Benjamín, W. (s.f). El narrador. Recuperado en librodot.com


 Foucault, M. (1968) Las palabras y las cosas. Capítulo 10: Las ciencias
humanas (págs. 334 -375) Siglo XXI editores. Argentina.
 Ginzburg, C. (2014) Tentativas, El queso y los gusanos: Un modelo de historia
crítica para el análisis de las culturas subalternas. Capítulo 3: El paradigma
indiciario (págs. 65 -108) Ediciones desde abajo. Bogotá.
 Ibáñez, J. (1991) El regreso del sujeto. La investigación social de segundo
orden. Editorial Amerinda. Chile.
 Marcuse, H (1994) Razón y revolución Hegel y el surgimiento de la teoría social.
Introducción. Ediciones Altaya S.A. Barcelona.
 Wallerstein, I. (2006) Abrir las ciencias sociales: Informe de la Comisión
Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales. Siglo XXI editores.
México

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