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Materia: Español
Grado: 1°
Grupo: “B”
Cupido y Psyque
La historia de Cupido y Psyque pertenece a la tradición romana.
Venus (Afrodita) diosa del amor, irritada por la belleza de Psyque, de dijo a Cupido o (Eros), que la
enamorara del peor de los hombres. Inesperadamente el propio Cupido se enamoró y se casó con ella.
Psyque se sentía sola porque su marido sólo la visitaba por las noches, y además le había dicho que
nunca le debería de mirar o su futuro hijo no sería imortal. Para combatir u soledad, venían sus
hermanas, las cuales, celosas de su casa, la convencieron de que el marido al que no podía mirar, debía
ser un monstruo.
Muy asustada, Pysque tomó una lámpara y miró a su esposo mientras éste dormía. Entonces, Cupido
despertó y se marchó. Psyque, llena de remordimientos, lo buscó por todas partes, llegando finalmente
al palacio de Venus, donde le impusieron trabajos imposibles de realizar. Durante el último, cayó en un
sueño mortal, pero Cupido logró revivirla... y la llevó al Olimpo, donde Júpiter, la hizo inmortal.
El Santo Grial
Según la fuente que se consulte, el Santo Grial era el plato que Cristo utilizó durante la última cena o el
vaso con el que se recogió la sangre de su crucifixión. Depende qué tradición, éste habría sido llevado a
Inglaterra, junto con la lanza con la que atravesaron el costado de Cristo, y dejada bajo la protección de
un custodio del Santo Grial, o Rey Pescador. La leyenda nos cuenta como al haber sido herido el padre
del rey Pescador (rey Lisiado), la tierra se hizo baldía; pero sólo podría curar y retornar la prosperidad
si un caballero de corazón puro encontrase el grial e hiciese la preguntas adecuadas. La búsqueda se
convierte en la prueba de pureza y valor de cada uno de los caballeros y se inicia cuando el Grial se
aparece en una visión a Arturo y sus caballeros.
Si bien se trata de una leyenda cristiana, su orígen se remonta a la mitología celta, en la que son
frecuentes las cornucopias y calderos (incluyendo uno con poder de resucitar) y las búsquedas en las
que el héroe ha de adentrarse en el otro mundo para ganar un valioso premio.
Existen pues, varias versiones de la leyenda, y todas coinciden en que Arturo nunca emprendió tal
busca y que solo un caballero, Sir Galahad, demuestra ser merecedor de encotrar tal objeto precioso.
Leyendas
EL CEIBO
Cuenta la leyenda que en las riberas del Paraná, vivía una indiecita fea, de rasgos toscos, llamada
Anahí. Era fea, pero en las tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con
sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños... Pero llegaron
los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus
y les arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad.
Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches
en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero
al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su
guardián, y huyó rápidamente a la selva.
El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución
que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los
conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la
muerte en la hoguera.
La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia la
doncella indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un
costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose
con la planta en un asombroso milagro.
Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de
verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor,
como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.
Pero un día, un pequeño venado bebía agua cuando escuchó voces extrañas; al voltear vio que era un
grupo de cazadores que disparaban sus flechas contra él. Muy asustado, el cervatillo corrió tan veloz
como se lo permitían sus patas, pero sus perseguidores casi lo atrapaban. Justo cuando una flecha iba a
herirlo, resbaló y cayó dentro de una cueva oculta por matorrales.
En esta cueva vivían tres genios buenos, quienes escucharon al venado quejarse, ya que se había
lastimado una pata al caer. Compadecidos por el sufrimiento del animal, los genios aliviaron sus
heridas y le permitieron esconderse unos días. El cervatillo estaba muy agradecido y no se cansaba de
lamer las manos de sus protectores, así que los genios le tomaron cariño.
En unos días, el animal sanó y ya podía irse de la cueva. Se despidió de los tres genios, pero antes de
que se fuera, uno de ellos le dijo:
—¡Espera! No te vayas aún; queremos concederte un don, pídenos lo que más desees.
El cervatillo lo pensó un rato y después les dijo con seriedad:
—Lo que más deseo es que los venados estemos protegidos de los hombres, ¿ustedes pueden
ayudarme?
—Claro que sí —aseguraron los genios. Luego, lo acompañaron fuera de la cueva. Entonces uno de los
genios tomó un poco de tierra y la echó sobre la piel del venado, al mismo tiempo que otro de ellos le
pidió al sol que sus rayos cambiaran de color al animal. Poco a poco, la piel del cervatillo dejó de ser
clara y se llenó de manchas, hasta que tuvo el mismo tono que la tierra que cubre el suelo de El Mayab.
En ese momento, el tercer genio dijo:
—A partir de hoy, la piel de los venados tendrá el color de nuestra tierra y con ella será confundida. Así
los venados se ocultarán de los cazadores, pero si un día están en peligro, podrán entrar a lo más
profundo de las cuevas, allí nadie los encontrará.
El cervatillo agradeció a los genios el favor que le hicieron y corrió a darles la noticia a sus
compañeros. Desde ese día, la piel del venado representa a El Mayab: su color es el de la tierra y las
manchas que la cubren son como la entrada de las cuevas. Todavía hoy, los venados sienten gratitud
hacia los genios, pues por el don que les dieron muchos de ellos lograron escapar de los cazadores y
todavía habitan la tierra de los mayas.
La Vainilla
Cuentan que Xanath, hija de nobles totonacas, célebre por su belleza, vivía en un palacio cercano al
centro ceremonial de Tajín, sede de su pueblo.
Cierto día en que la joven acudió a depositar una ofrenda sobre el plato colocado en el abdomen de
Chac-Mool ("Mensajero Divino"), encontró casualmente a Tzarahuín (jilguero), un alegre doncel al que
le agradaba silbar, y surgió entre ambos amor a primera vista.
Sin embargo, el romance mostró dificultades para prosperar, porque Tzarahuin era pobre y vivía en una
choza humilde rodeada de tierra fértil en que abundaban las anonas, las piñas y las calabazas. A pesar
de la diferencia de clases, los enamorados se reunían casi a diario, de manera fugaz, cuando el mancebo
llevaba al mercado la cosecha de sus siembras, y en poco tiempo una sincera pasión se apoderó de sus
corazones.
Una tarde en que Xanath pasó junto al templo sagrado de los nichos, la sorprendió la mirada penetrante
del dios gordo, que se caracterizaba por su vientre abultado, la frente rapada y su triple penacho; y
desde entonces el señor de la felicidad se dedicó a cortejarla. La doncella logró esquivarlo en un
principio, mas el astuto dios encontró la forma de revelarle sus sentimientos y, al ser rechazado, su
alegría habitual se tornó en cólera y amenazó a la joven con desatar la furia de Tajín, si no accedía a sus
reclamos amorosos.
La advertencia hizo temblar de miedo a Xanath, pero no traicionó a Tzarahuín.
El astuto dios gordo resolvió entonces ganarse la confianza del padre de la joven para que influyera en
el ánimo de Xanath. Lo invitó a su palacio, le reveló secretos divinos y cuando manifestó interés por la
linda muchacha, recibió completo apoyo para casarse con ella.
Xanath hubo de soportar un mayor acoso del testarudo dios y su padre la obligó a aceptar una nueva
cita, que resultaría fatal, pues luego de haber dado otra negativa al señor de la felicidad, éste, irritado,
lanzó un conjuro sobre la doncella y la transformó en una planta débil de flores blancas y exquisito
aroma: la vainilla.
Y si bien el dios creyó vengarse, lo cierto es que mientras de él existen sólo vagos recuerdos, en
cambio, tenemos muy presente en nuestros días a la planta orquidácea cuya esencia es muy apreciada
en la cocina y la pastelería de muchas partes del mundo.