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All content following this page was uploaded by José Ricardo Carrete Montaña on 24 November 2014.
josericardo.carrete@usc.es
Área temát ica: Dimensión didáctica de la oralidad. Relaciones entre la enseñanza y el aprendizaje de
oralidad-escritura
Abstract: This communication is devoted to an analysis of the situation of orality in teaching. Its
subordination to literacy is acknowledged as a fundamental problem in curricula. Preferential attention
towards the most unitary and systematic co mponents of language is detected, to the detriment of
peripheral elements. The thesis is advanced that effective language teaching must necessarily be built
upon acceptance of variation.
1- Introducción
En este trabajo analizaré las causas y cuál es su origen, lo que me llevará a un breve
repaso de las principales corrientes teóricas sobre el lenguaje, especialmente en el siglo
XX. Sin adelantar acontecimientos, sí que me gustaría señalar el complejo obstáculo
que para la oralidad supone el énfasis en la sistematicidad y la unicidad en la lengua,
rasgos asociados frecuentemente a la escritura.
Una de las disciplinas más marcadas por el peso de la escritura (y más olvidadas en los
planes de estudio) es la lingüística histórica. No cabe duda de la importancia que los
testimonios conservados (lógicamente solo a través de ese sistema) tienen para
cualquier hipótesis que se pueda realizar sobre la situación y los cambios de un idioma a
lo largo de su evolución histórica. Sin embargo, desde estas líneas me propongo
reivindicar el papel de esta disciplina como una de las más fundamentadas en la oralidad
y como punto de partida válido para un nuevo enfoque didáctico en el que la
comunicación sea no un pequeño apartado sino el motor central del proceso y el objeto
de estudio mayoritario (sin que ello implique desatender la necesidad de poder
comunicarse por escrito).
2- Oralidad y escritura
Se trata sin duda de una de las cuestiones que más ha interesado a la lingüística y al
mismo tiempo uno de los mayores retos pendientes de la disciplina. En este sentido son
muy reveladoras las palabras de Ana Teberosky en los Estudios lingüísticos sobre la
relación entre oralidad y escritura de Claire Blanche-Benveniste:
Teberosky ofrece dos rasgos definitorios del lenguaje escrito: su derivación con
respecto a la oralidad (que es natural y primigenia) y al mismo tiempo su mejor
consideración frente a esta. Ambas ideas apuntan en la misma dirección, esto es, que el
lenguaje escrito tiene algún rasgo que lo hace mejor que la lengua oral porque esta
carece de él. La lista de adjetivos con que se define al inferior de la pareja apunta en la
dirección de que la escritura es de alguna manera más normativa y correcta, frente a lo
erróneo e incompleto de lo oral. Parece que la corrección es ese rasgo distintivo sobre el
que descansa la oposición. La vinculación del término marcado de la oposición a la
escritura no es una sorpresa si se tiene en cuenta un rasgo que hasta hace muy poco era
exclusivo de lo escrito: la perdurabilidad.
Desde esta perspectiva, la escritura nace como un sistema que pretende paliar un
"déficit" de la oralidad, la imposibilidad de conservar los sonidos emitidos. Desde el
momento en que se le asigna esta función, surge la necesidad de crear un lenguaje que
todos los que lean el escrito puedan entender, lenguaje que necesariamente ha de
sacrificar los elementos más personales de cada individuo en favor de la comprensión
de grupo si se pretende que el texto sea útil en las tareas que se le asignan a la escritura,
tareas todas que tienen que ver con la convivencia del grupo como colectivo con
conciencia de grupo complejo, mientras la oralidad solo afecta al grupo como colectivo
de personas. Las consecuencias de esta necesidad explicarían fácilmente la oposición
oral/escrito.
En efecto, en la mente del hablante se crea la conciencia de que hay dos lenguajes, por
un lado el que puede utilizar en las interacciones comunicativas, un lenguaje espontáneo
y fugaz en el que los significados y contenidos implícitos es negociable y hasta
reformulable durante la propia conversación, de manera que los rasgos lingüísticos más
personales tienen mayor cabida. Por otro lado estaría el lenguaje de los documentos
escritos, que por la ausencia de contacto directo con el interlocutor y el valo r que dentro
de la sociedad tiene, exige una mayor adecuación a los criterios de la sociedad. Es
lógico pensar que es más útil y correcto el lenguaje que necesitamos manejar para
relacionarnos con el colectivo como conjunto y la autoridad que el necesario para
nuestro día a día con individuos concretos. La escritura inmediatamente adquiere un
estatus de prestigio frente a la oralidad porque será útil para la sociedad y perdurará en
el tiempo.
Oralidad Escritura
No perdurabilidad Perdurabilidad
Marca de sociedad no compleja Marca de sociedad compleja
No unidad Unidad
No utilidad Utilidad
No prestigio Prestigio
No corrección Corrección
En mi opinión todas ellas están relacionadas con la reflexión sobre el lenguaje, en cada
una de ellas intentaré destacar dos aspectos principales, su interés para la concepción del
lenguaje y para la metodología de análisis del mismo. Simultáneamente justificaré por
qué el lenguaje escrito es siempre el marcado en estas oposiciones. Tras un breve
comentario de cada una intentaré llegar a una conclusión común para todas.
Prestigio/No prestigio: Consecuencia del rasgo anterior. Una vez una lengua o una
variante se considera más útil que otra, adquiere un estatus mucho mayor que las que
quedan relegadas a la oralidad. Un investigador que quiera dar cuenta de los usos
lingüísticos de una comunidad deberá centrarse en aquella variedad que goza de mayor
consideración entre los hablantes.
Esta visión de las cosas se ve apoyada además por los modelos de descripción del
lenguaje, especialmente de aquellos que se desarrollaron en la primera mitad de siglo,
como el estructuralismo, el distribucionalismo o los primeros pasos de la gramática
generativa (en este caso ya en la segunda mitad). Los tres, con sus diferencias, sí que
tienen un rasgo en común, su desinterés por la variación (salvo modelos más tardíos de
la gramática generativa) y su obsesión por hallar los rasgos constantes y definitorios del
lenguaje, ya sea como sistema (estructuralismo) como secuencias de elementos
(distribucionalismo) o como capacidad cognitiva innata (gramática generativa). Aunque
no son métodos prescriptivos, lo cierto es que su nulo interés por la variación es una
forma de prescribir, (si no interesa es por algo).
En la segunda mitad del siglo XX aparecen los primeros autores que reaccionan contra
esta visión tradicional sobre la relación entre oralidad y escritura. En sus trabajos
realizan estudios sobre la distribución de fenómenos en el lenguaje escrito y el lenguaje
oral y llegan a la conclusión de que las distancias no son tan firmes como la línea
tradicional nos quería hacer ver. Hay un cambio patente en visión sobre el lenguaje y
sobre la forma de investigarlo.
En efecto, a mediados de la pasada centuria aparecen voces (Wittgenstein 1953) que
reclaman un mayor énfasis en el papel del lenguaje como instrumento de comunicación
y no solo como transmisor de información (enfoque predominante en la visión
tradicional). Las nuevas investigaciones consideran que el lenguaje no es un elemento
uniforme y que debe adaptarse a las circunstancias para cumplir su misión, ser eficaz
comunicativamente. Se llega al punto de considerar que el lenguaje puede ser acción y
que existe una relación entre él y el entorno en que se produce, sea este social,
comunicativo...
Desde otras disciplinas llegan aportes que serán fundamentales para la nueva visión de
las cosas. En los años 70 aparecen en psicología los trabajos de Elea nor Rosch (cfr.
Rosch 1973) en los que defiende un nuevo proceso de categorización del mundo basado
en la existencia de prototipos y elementos periféricos frente a las tradicionales
categorías discretas con rasgos definitorios. Incluso la tecnología contribuye con el
desarrollo de la informática y otros procedimientos que permiten lo antes imposible,
convertir el lenguaje oral en perdurable e incluso crear grandes bases de datos (corpus)
de testimonios de oralidad.
Veamos las implicaciones de estas novedades revisando las mismas cinco oposiciones
que analizamos desde la perspectiva tradicional.
Un principio del buen proceder investigador nos dice que la terminología que se usa no
debe ser en sí misma un obstáculo ni un motivo de problemas de otro tipo. Sin embargo,
en la práctica la realidad es distinta y los conceptos son a menudo objeto de debate y
también de crítica. En este apartado, quiero reflexionar sobre si el mantenimiento de
oralidad es conveniente o no.
Creo que a la hora de valorar un término son dos los aspectos que hay que tener en
cuenta. El primero es su adecuación a la realidad descrita. No cabe duda de que
cualquier nombre que se le asigne a una realidad debe describirla lo más precisamente
posible y al mismo tiempo no ser contradictoria con el propio concepto. Pero por muy
obvio que parezca, lo cierto es que en la práctica contamos con ejemplos de
terminología poco menos que imprecisa o directamente contradictoria. Dentro de la
investigación gramatical podemos hablar del uso de rasgos articulatorios y acústicos
para describir unidades de naturaleza mental como los fonemas (caso de imprecisión) o
el uso de aproximante (con las implicaciones de fricación que el término incluye) para
realizaciones de una unidad mental cuyas manifestaciones físicas se consideran
oclusivas (lo cual es contradictorio)
El otro factor importante es la propia historia del uso que se le ha dado al término. A
pesar de que este y la realidad a la que designa son entidades independientes, lo cierto
es que si el uso es muy recurrente termina produciéndose una asociación, casi intuitiva,
entre el término y los rasgos que definen al concepto al que da nombre. Esta conjunción
de los dos elementos puede llegar a ser muy difícil de separar, como se observa por
ejemplo en el término tiempo verbal y su insistente asociación con la tria tempora
varroniana, no superada hasta muy recientemente.
A mi juicio, es más adecuada una terminología que sea capaz de manifestar que son dos
vertientes de la misma realidad y que al mismo tiempo presente algún tipo de diferencia
entre ambas. De acuerdo con este presupuesto, me decanto por el término comunicación
oral en lugar de oralidad y comunicación escrita en vez de escritura, en el resto de este
trabajo emplearé siempre la nueva terminología salvo cuando quiera referirme a la
visión tradicional, donde mantendré oralidad y escritura (haciendo constar siempre este
dato).
2.5- Algunas reflexiones sobre presupuestos y metodología
De acuerdo con lo que acabo de exponer, en este apartado quiero referirme a cómo
debería plantearse a mi juicio un estudio de las diferencias entre la comunicación oral
desde este nuevo enfoque basado, en líneas generales y por no redundar en lo ya
expuesto, en el reconocimiento de la variación lingüística y en la importancia de la
comunicación.
Otro aspecto muy a tener en cuenta es que desde el momento en que aceptamos que
oralidad y escritura son solo dos medios de transmisión del lenguaje,
metodológicamente ya no podemos ofrecer rasgos organizados en parejas opositivas
Si/No rasgo como he hecho en 2.2 al presentar la perspectiva tradicional, es decir, como
oposiciones privativas, sino que ahora lo único que se pueden apuntar (la inmensidad de
tipos comunicativos es aun casi desconocida) son tendencias, de manera que cualquier
rasgo ha de presentarse como +/- y admitiendo que ninguno de ellos es imprescindible y
que por tanto su aparición no es obligatoria ni en los contextos en los que aparece más
frecuentemente, esto es, que en la escritura podemos encontrar un acto comunicativo
que la visión tradicional describiría con los rasgos de oralidad y viceversa.
Sin embargo, hay una gran dificultad a la hora de abordar un estudio de estas
características. Al establecer tendencias, implícitamente estamos también estableciendo
que dentro de la comunicación oral y de la escrita hay unos tipos y que entre ellos hay
algún tipo de jerarquía. En el primer aspecto la investigación es todavía demasiado
joven y los avances de momento escasos y cautelosos. Me parece muy interesante en
esta línea el concepto de tradición discursiva (Jacob y Kabatek 2001) que hace
referencia a un conjunto de actos comunicativos que presentan unas características lo
suficientemente recurrentes en todos los niveles gramaticales
(fónico/morfológico/sintáctico/léxico) y pragmático-discursivos como para
diferenciarlos de otros conjuntos. Es cierto que actualmente se aplica fundamentalmente
a la comunicación escrita, pero pienso que debe ser utilizado también para la oral.
En este texto, en el que no me puedo detener por razones de espacio, se describe con
precisión en qué consiste la competencia comunicativa (conocimiento lingüístico,
conocimiento sociolingüístico, conocimiento pragmático), se reconoce además una gran
variedad de contextos y estrategias comunicativas para utilizar en estas situaciones. No
falta tampoco una detallada descripción y reflexión sobre cómo debe planificarse y
realizarse la enseñanza y el aprendizaje del alumno teniendo en cuenta hechos como la
variedad de los discentes y de los ejercicios a realizar. En definitiva, está claro que el
énfasis se pone en la comunicación y que la comunicación oral es un elemento
importante en la educación como una de sus modalidades clave.
En este sentido, un método más correcto sería en mi opinión contrastar no solo qué
elementos utilizaría cada alumno para esa situación, sino también poner en común sus
experiencias personales, de manera que por ellos mismos se diesen cuenta de la
existencia de variación en la lengua y de que no hay soluciones correctas o incorrectas
por ellas mismas, lo que hay son opciones más o menos adecuadas para cada situación,
es más, incluso se comprobaría que un mismo elemento lingüístico puede ser más o
menos adecuado en la misma situación. Un método que pretenda dar cuenta de la
variación no puede simplemente sistematizarla en x compartimentos con sus x rasgos
(lo que supone no afrontarla) sino que ha de asumir esa falta de unidad como un hecho y
preparar a los alumnos para afrontarla mostrándoles que no hay una tan pretendida
respuesta totalmente correcta.
Hay disciplinas que podrían ofrecer una solución al problema, en concreto aquellas que
se dedican al estudio de la variación. Es conocida la distinción que Coseriu estableció
entre cuatro de ejes de cambio: temporal, espacial, social y personal. De esta manera, se
puede estudiar la variabilidad diacrónica (a través del tiempo), diatópica (en el espacio),
diastrática (en la sociedad) y diafásica (en la persona con respecto a las situaciones
comunicativas). Las disciplinas que estudian esta variación ya han aparecido nombradas
en este artículo, en concreto las que se interesan por los dos últimos tipos de cambio, la
sociolingüística y la pragmática respectivamente, como fundamentales en la visión
tradicional. El marco europeo hace referencia continuamente a ambas, pero en la
práctica vemos que no son suficientes.
La disciplina que se ocupa de la investigación del eje diacrónico del cambio recibe el
nombre de lingüística histórica. A priori, resulta difícil pensar en ella como favorable a
la comunicación oral. La razón es evidente, hasta que muy recientemente se ha
inventado el instrumental necesario para recoger muestras de habla, toda la
investigación sobre la evolución histórica de la lengua española se ha hecho mediante el
análisis de lenguaje cuyo modo de transmisión es escrito, ya que era el único
perdurable. Desde la visión tradicional de la relación oralidad/escritura, es una
disciplina que margina al máximo la comunicación oral porque privilegia la escritura,
único lenguaje que ha perdurado y por tanto único testimonio útil para el conocimiento
del pasado.
Tal es esta situación que hasta muy recientemente, siempre dentro de esta disciplina, la
oralidad era una especie de cajón de sastre para todo fenómeno de cualquier plano
gramatical que no hallaba justificación comparando ninguno de los testimonios escritos
conservados. Este detalle, aunque en realidad se trata de un presupuesto metodológico
válido (la constatación de un fenómeno para cuyo origen no se puede citar otro
testimonio escrito y que por tanto debe buscarse en otro lugar) lo cierto es que
contribuye a la marginación de la oralidad tan pronto como se convierte en la solución
fácil para explicar fenómenos que sí tienen explicación en otros actos comunicativos
bajo otros presupuestos lingüísticos.
El resultado es que la propia historia de la lengua desde la perspectiva clásica construyó
una idea de la evolución histórica que nos lleva otra vez al predominio de la unidad, en
el sentido de que tenemos bastante definida la evolución de la lengua gracias a la
numerosa documentación que afortunadamente se co nserva. Muchos fenómenos son
fácilmente explicables mediante la comparación de diferentes textos pertenecientes a
varias épocas del español, pero nos queda otro conjunto para el que se recurre a la
oralidad. Es decir, en cuanto se ve variación con la propia tradición escrita, aparece la
referencia a la oralidad, que como a su vez no tenemos documentada, es una hipótesis
cómoda (difícil de refutar e imposible de comprobar).
Afortunadamente, el cambio de perspectiva obligó a un cambio en la metodología y los
presupuestos del investigador. La imposibilidad de estudiar la comunicación oral no es
un obstáculo para conocerla, ya que sea por el habla o por un soporte como el papel, en
ambos vamos a encontrar el lenguaje que era comunicativamente adecuado en las
distintas épocas del recorrido de un idioma. Evidentemente, no podremos buscar
aquellas tendencias que pudieron ser más acusadas en la comunicación oral, pero sí que
es posible ofrecer una caracterización general de lo que se habló en esa determinada
época.
Una vez reorientada la disciplina, en el siguiente apartado intentaré justificar por qué me
parece un punto de partida útil para un nuevo modelo educativo en el que la
comunicación oral sea un pilar esencial.
3.4- Historia de la lengua, educación y comunicación oral
Dentro del paradigma de las conjunciones concesivas, no cabe ninguna duda de que en
la lengua de hoy hay un elemento cuya presencia es notablemente superior al resto de
elementos del conjunto, me refiero evidentemente a aunque. La historia de la lengua nos
indica que hasta finales de la Edad Media era un elemento marginal en el sistema
concesivo frente a la hoy desconocida y antaño casi exclusiva maguer. Estudios
detallados (Montero Cartelle 1992) indican que lo que nos parece exclusivo forma parte
de un conjunto de hasta veintisiete unidades creadas como posibles sustitutos. En la
tradición escrita, tenemos testimonios posteriores al medievo donde se considera
maguer como arcaica o rústica. A la vista de estos datos, al alumno se le podría plantear
que se comparase con un hablante medieval que tenía la misma actitud sobre un
elemento diferente y una totalmente opuesta (era una forma muy minoritaria) acerca de
lo que hoy es una elección lingüística con un dominio aplastante frente a sus
competidores.
Con ejemplos de este tipo, la historia de la lengua pone en cuestión la seguridad de las
convicciones lingüísticas del alumno en el sentido de que muestra que ninguna unidad,
por muy firme que parezca, está libre de sufrir a lteraciones, y de que no debe
discriminar ningún elemento por su bajo uso en un momento determinado, ya que en
cualquier momento las convenciones sociales pueden convertirlo en dominante.
4- Conclusión
En este trabajo he querido mostrar todo el marco teórico (abundante en mi opinión) que
hay detrás de los que ven o han visto una oposición entre escritura y oralidad, y he
planteado una nueva perspectiva donde los conceptos (con las precisiones
terminológicas pertinentes) pierden toda carga teórica adicional y recuperan su
condición etimológica de modos de transmisión de lenguaje. En este enfoque no
tradicional la unicidad y las consideraciones de corrección dejan paso al reconocimiento
de la variación y del lenguaje como valorable únicamente por su adecuación y éxito en
la comunicación.
Desde esta visión de las cosas he querido analizar el estado de la educación y proponer
un nuevo modelo en el que la comunicación oral tiene un papel fundamental (cfr.
Unamuno 2003) como aquella que realizamos más frecuentemente (pero sin olvidar la
escrita) y aquella en la que el alumno ha de recibir mayor formación para cumplir el
propósito de la eficacia comunicativa. Para cumplir este objetivo, he propuesto la
historia de la lengua como un punto de referencia válido dado su interés por la variación
y que sus hallazgos ponen en cuestión nuestros principios lingüísticos más asentados.
5- Bibliografía
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Rosch, E (1973): "On the Internal Structure of Perceptual and Semantic Categories." en
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