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ENSEÑANDO LENGUAS. EL PAPEL DE LA ORALIDAD Y LA LINGÜÍSTICA


HISTÓRICA/ TEACHING A LANGUAGE: THE ROLES OF ORAL LANGUAGE AND
OF HISTORICAL STUDIES

Conference Paper · October 2013

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José Ricardo Carrete Montaña


University of Santiago de Compostela
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ENSEÑANDO LENGUAS. EL PAPEL DE LA ORALIDAD Y LA LINGÜÍSTICA
HISTÓRICA/ TEACHING A LANGUAGE: THE ROLES OF ORAL LANGUAGE
AND OF HISTORICAL STUDES

José Ricardo Carrete Montaña

Departamento de Lengua Española

Universidad de Santiago de Compostela

josericardo.carrete@usc.es

Área temát ica: Dimensión didáctica de la oralidad. Relaciones entre la enseñanza y el aprendizaje de
oralidad-escritura

Resumen: En este trabajo se realizará un análisis de la situación de la oralidad dentro de la enseñanza


Afrontar esta situación supone constatar un problema fundamental que se observa en los planes de
estudio: la subordinación frente a la escritura. Las conclusiones a que se pretende llegar apuntan hacia una
primacía de los elementos más unitarios y sistemáticos del lenguaje frente a la desatención hacia la
variación y hacia los más periféricos. La h ipótesis defendida en estas líneas es que la enseñanza de
lenguas debe asentarse sobre la aceptación del concepto de variación.

Abstract: This communication is devoted to an analysis of the situation of orality in teaching. Its
subordination to literacy is acknowledged as a fundamental problem in curricula. Preferential attention
towards the most unitary and systematic co mponents of language is detected, to the detriment of
peripheral elements. The thesis is advanced that effective language teaching must necessarily be built
upon acceptance of variation.

Palabras clave: oralidad, escritura, lingüística histórica, educación, aprendizaje de la variación.

Keywords: oral language, writing, historical studies, education, teaching of variations.

1- Introducción

La ciudad de Granada, cuyo papel en la historia del español se caracteriza por el


multiculturalismo y el contacto y transmisión de diversas lenguas, supone un marco
perfecto para presentar un trabajo cuyo propósito es el de reflexionar sobre el papel que
el componente oral debe tener en el proceso de formación de futuros hablantes del
español, es decir, en la enseñanza de lengua española. La celebración de un encuentro
como este es a mi juicio fundamental para incidir y reivindicar la importancia de este
componente, a menudo relegado a un segundo plano en favor de la escritura.

Para afrontar la problemática de la oralidad analizaré el problema fundamental que se


observa en los planes de estudio: la subordinación frente a la escritura. No se trata de
una cuestión menor, pues se puede rastrear, como intentaré demostrar en esta
comunicación su influencia en diversos problemas de tipo lingüístico como los
prejuicios inter e intralingüísticos que desembocan en actitudes hostiles hacia las
lenguas (o variedades) o las dificultades de producción y comprensión en sus múltiples
vertientes (comunicación, lectura, traducción), problemas con consecuencias sociales
desde la dificultad en el día a día hasta la marginación social.

En este trabajo analizaré las causas y cuál es su origen, lo que me llevará a un breve
repaso de las principales corrientes teóricas sobre el lenguaje, especialmente en el siglo
XX. Sin adelantar acontecimientos, sí que me gustaría señalar el complejo obstáculo
que para la oralidad supone el énfasis en la sistematicidad y la unicidad en la lengua,
rasgos asociados frecuentemente a la escritura.

Una de las disciplinas más marcadas por el peso de la escritura (y más olvidadas en los
planes de estudio) es la lingüística histórica. No cabe duda de la importancia que los
testimonios conservados (lógicamente solo a través de ese sistema) tienen para
cualquier hipótesis que se pueda realizar sobre la situación y los cambios de un idioma a
lo largo de su evolución histórica. Sin embargo, desde estas líneas me propongo
reivindicar el papel de esta disciplina como una de las más fundamentadas en la oralidad
y como punto de partida válido para un nuevo enfoque didáctico en el que la
comunicación sea no un pequeño apartado sino el motor central del proceso y el objeto
de estudio mayoritario (sin que ello implique desatender la necesidad de poder
comunicarse por escrito).
2- Oralidad y escritura

Se trata sin duda de una de las cuestiones que más ha interesado a la lingüística y al
mismo tiempo uno de los mayores retos pendientes de la disciplina. En este sentido son
muy reveladoras las palabras de Ana Teberosky en los Estudios lingüísticos sobre la
relación entre oralidad y escritura de Claire Blanche-Benveniste:

La descripción lingüística de oralidad y escritura, a lo largo de la historia,


ha dado lugar a una gran contradicción: por una parte, considerar el
lenguaje hablado como natural y primigenio, la escritura como una
modalidad derivada de lo oral y la práctica de escribir como su mera
transcripción, y atribuir por otra parte, al lenguaje hablado las
características de erróneo, incompleto, no normativo. Apoyada en la
oposición entre oral y escrito, esta descripción implicaba la desvalorización
de uno u otro de los polos. La atribución a los usuarios de las
características asociadas a lo escrito y a lo oral implicaba también una
distribución polarizada de valores: "el lenguaje cotidiano" más próximo a
lo oral y por tanto más erróneo e incompleto, para unos hablantes, "el
lenguaje académico" más normativo y cercano a lo escrito, para otros.
(Blanche-Benveniste, 1998 : 9)
Intentaré clarificar cuales son los rasgos tradicionalmente asociados a ambos modos de
comunicación y qué motivaciones hay detrás de la división y los rasgos, con el objetivo
de justificar mi visión de que la oposición escritura/oralidad encierra en realidad dos
oposiciones implícitas que actúan en dos niveles distintos, la primera es la oposición
prestigio/no prestigio y esta funciona en el nivel de valoración de lenguas. La segunda, a
su vez origen de la primera, se puede enunciar en términos de unidad/variación, actúa en
el seno del análisis de una lengua y de la metodología que se debe emplear en dicho
análisis. Siempre que hablemos de oralidad en la perspectiva tradicional, tendremos que
asociarla inmediatamente con variación/desprestigio y escritura con unidad/prestigio.
2.1- Una perspectiva tradicional

Teberosky ofrece dos rasgos definitorios del lenguaje escrito: su derivación con
respecto a la oralidad (que es natural y primigenia) y al mismo tiempo su mejor
consideración frente a esta. Ambas ideas apuntan en la misma dirección, esto es, que el
lenguaje escrito tiene algún rasgo que lo hace mejor que la lengua oral porque esta
carece de él. La lista de adjetivos con que se define al inferior de la pareja apunta en la
dirección de que la escritura es de alguna manera más normativa y correcta, frente a lo
erróneo e incompleto de lo oral. Parece que la corrección es ese rasgo distintivo sobre el
que descansa la oposición. La vinculación del término marcado de la oposición a la
escritura no es una sorpresa si se tiene en cuenta un rasgo que hasta hace muy poco era
exclusivo de lo escrito: la perdurabilidad.

Desde esta perspectiva, la escritura nace como un sistema que pretende paliar un
"déficit" de la oralidad, la imposibilidad de conservar los sonidos emitidos. Desde el
momento en que se le asigna esta función, surge la necesidad de crear un lenguaje que
todos los que lean el escrito puedan entender, lenguaje que necesariamente ha de
sacrificar los elementos más personales de cada individuo en favor de la comprensión
de grupo si se pretende que el texto sea útil en las tareas que se le asignan a la escritura,
tareas todas que tienen que ver con la convivencia del grupo como colectivo con
conciencia de grupo complejo, mientras la oralidad solo afecta al grupo como colectivo
de personas. Las consecuencias de esta necesidad explicarían fácilmente la oposición
oral/escrito.

En efecto, en la mente del hablante se crea la conciencia de que hay dos lenguajes, por
un lado el que puede utilizar en las interacciones comunicativas, un lenguaje espontáneo
y fugaz en el que los significados y contenidos implícitos es negociable y hasta
reformulable durante la propia conversación, de manera que los rasgos lingüísticos más
personales tienen mayor cabida. Por otro lado estaría el lenguaje de los documentos
escritos, que por la ausencia de contacto directo con el interlocutor y el valo r que dentro
de la sociedad tiene, exige una mayor adecuación a los criterios de la sociedad. Es
lógico pensar que es más útil y correcto el lenguaje que necesitamos manejar para
relacionarnos con el colectivo como conjunto y la autoridad que el necesario para
nuestro día a día con individuos concretos. La escritura inmediatamente adquiere un
estatus de prestigio frente a la oralidad porque será útil para la sociedad y perdurará en
el tiempo.

En el momento en que se establece la superioridad, aparecen factores que la hacen


mayor. El hecho de que el lenguaje escrito sea colectivo implica que estará más
férreamente controlado y mejor descrito, a lo que contribuye también su mayor
prestigio. El lenguaje escrito invade todos los rincones de la sociedad, se adueña de la
educación, los espacios públicos, las tareas administrativas, los asuntos judiciales.
Aparecen las primeras personas que reflexionan e intentan describir ese lenguaje
correcto y útil propio del colectivo. En definitiva, toda la atención se presta a uno de los
dos elementos de la presunta oposición, que se convierte en una ley fija y casi
inamovible. La oralidad, por su parte, queda olvidada porque no es tan útil como la
escritura ya que no es perdurable, está llena de elementos individuales que la hacen
imprevisible, no tiene utilidad en contextos de gran importancia social. Todo ello, unido
al inmovilismo del lenguaje escrito, hace que la brecha entre ambos sea cada vez mayor.
En resumen, tenemos dos modalidades perfectamente diferenciadas por seis rasgos
distintivos, que presentamos en la siguiente tabla, en orden de aparición en el proceso:

Oralidad Escritura
No perdurabilidad Perdurabilidad
Marca de sociedad no compleja Marca de sociedad compleja
No unidad Unidad
No utilidad Utilidad
No prestigio Prestigio
No corrección Corrección

2.2- Construcción de la perspectiva tradicional. El poder de la unicidad

En el apartado anterior he intentado reconstruir el proceso lógico que pudo llevar a la


escritura hacia un mayor estatus que la oralidad en la conciencia de los hablantes y de
los colectivos, y también he intentado señalar qué rasgos son los que hipotéticamente
oponen ambos sistemas. Para que la caracterización de esta perspectiva sea completa, es
necesario explicar qué elementos y qué principios sustentan esta visión. Ello me llevará
a reflexionar sobre qué es el lenguaje y cómo debe estudiarse. Fundamentaré mi análisis
en cinco de las parejas de rasgos con las que he caracterizado ambos sistemas, el tercer
rasgo (marca de sociedad compleja/no compleja) sale del ámbito estrictamente
lingüístico.

En mi opinión todas ellas están relacionadas con la reflexión sobre el lenguaje, en cada
una de ellas intentaré destacar dos aspectos principales, su interés para la concepción del
lenguaje y para la metodología de análisis del mismo. Simultáneamente justificaré por
qué el lenguaje escrito es siempre el marcado en estas oposiciones. Tras un breve
comentario de cada una intentaré llegar a una conclusión común para todas.

Perdurabilidad/No perdurabilidad: Metodológicamente es evidente que sólo se puede


estudiar aquello a lo que se puede acceder, hasta hace poco tiempo era imposible
recoger lenguaje oral. Con este panorama, no existe otra manera de estudiar el lenguaje
que no sea a partir de su manifestación en los textos escritos, único testimonio que nos
queda del mismo. Una lengua o una variedad serán más importantes si conserva muchas
manifestaciones escritas (perdurables) y desde la perspectiva del investigador será más
fácilmente conocible cuantos más escritos tenga. Obsérvese en este sentido que las
principales lenguas del mundo (inglés, español, francés, alemán) son aquellas que
disponen de un mayor caudal de documentación.

Unidad/No unidad: Una lengua (y cualquiera de sus variedades) es un sistema


organizado de signos, y como sistema organizado, será más fácilmente estudiable en los
materiales de los que disponemos que no en aquellos de los que solo podemos hacer
hipótesis. Lógicamente, la oralidad se apartará del modelo y los rasgos definidos porque
estos se han formado analizando solo la escritura. Otra razón para darle mayo r unidad a
la escritura es su consideración de lenguaje dirigido a un colectivo frente a la
individualidad de lo oral, al ir dirigido hacia un colectivo es verosímil esperar que allí
encontremos los rasgos más característicos de la conciencia lingüística de un pueblo,
mientras que en la oralidad encontraremos variación debida a factores individuales y de
otro tipo.
Utilidad/No utilidad: El hecho de que una lengua o una variante sea empleada en
contextos considerados propios de una sociedad compleja (como las relaciones con la
administración, la justicia, etc) hace de ellas objetos de estudio mucho más interesantes
que la oralidad porque permiten conocer los rasgos idiosincrásicos de un colectivo. Al
mismo tiempo, al ser documentos escritos es mucho más fácil que se conserven, ya que
su contenido es de gran valía para una sociedad.

Prestigio/No prestigio: Consecuencia del rasgo anterior. Una vez una lengua o una
variante se considera más útil que otra, adquiere un estatus mucho mayor que las que
quedan relegadas a la oralidad. Un investigador que quiera dar cuenta de los usos
lingüísticos de una comunidad deberá centrarse en aquella variedad que goza de mayor
consideración entre los hablantes.

Corrección/No corrección: Es el paso final del proceso y una suma de la atribución de


los rasgos de utilidad y prestigio. La lengua propia de los textos escritos se convierte en
paradigma de una comunidad y en el modelo que condiciona a cualquier emisión
lingüística que se produzca. Cualquier modelo de análisis y de estructuración de la
lengua debe estar basado en la variedad más correcta, aquella que goza de consideración
y rige la vida social de la comunidad.
En las cinco parejas de rasgos se observan continuamente dos tendencias, por un lado, la
búsqueda de la unicidad, de lo no variable. La preferencia por la escritura se debe a que
es el sistema donde hay una menor variación y donde es más fácil encontrar los rasgos
que se consideran propios de la lengua de un colectivo, rasgos que muchas veces son
elaborados a partir de la misma variedad. La marginación de la oralidad se explica por
sus diferencias con el modelo escrito y por su enorme tendencia a la variación. Por otro
lado, vemos una concepción prescriptiva sobre el lenguaje, es decir, existen usos que
son mejores que otros por su mejor consideración. En esta línea, la escritura vuelve a ser
la opción privilegiada porque es la utilizada en los contextos más importantes de una
comunidad.

Esta visión de las cosas se ve apoyada además por los modelos de descripción del
lenguaje, especialmente de aquellos que se desarrollaron en la primera mitad de siglo,
como el estructuralismo, el distribucionalismo o los primeros pasos de la gramática
generativa (en este caso ya en la segunda mitad). Los tres, con sus diferencias, sí que
tienen un rasgo en común, su desinterés por la variación (salvo modelos más tardíos de
la gramática generativa) y su obsesión por hallar los rasgos constantes y definitorios del
lenguaje, ya sea como sistema (estructuralismo) como secuencias de elementos
(distribucionalismo) o como capacidad cognitiva innata (gramática generativa). Aunque
no son métodos prescriptivos, lo cierto es que su nulo interés por la variación es una
forma de prescribir, (si no interesa es por algo).

2.3- Reaccionando contra la visión tradicional. De la unicidad a la variación

En la segunda mitad del siglo XX aparecen los primeros autores que reaccionan contra
esta visión tradicional sobre la relación entre oralidad y escritura. En sus trabajos
realizan estudios sobre la distribución de fenómenos en el lenguaje escrito y el lenguaje
oral y llegan a la conclusión de que las distancias no son tan firmes como la línea
tradicional nos quería hacer ver. Hay un cambio patente en visión sobre el lenguaje y
sobre la forma de investigarlo.
En efecto, a mediados de la pasada centuria aparecen voces (Wittgenstein 1953) que
reclaman un mayor énfasis en el papel del lenguaje como instrumento de comunicación
y no solo como transmisor de información (enfoque predominante en la visión
tradicional). Las nuevas investigaciones consideran que el lenguaje no es un elemento
uniforme y que debe adaptarse a las circunstancias para cumplir su misión, ser eficaz
comunicativamente. Se llega al punto de considerar que el lenguaje puede ser acción y
que existe una relación entre él y el entorno en que se produce, sea este social,
comunicativo...

Las consecuencias no se hacen esperar. Aparecen nuevas disciplinas dedicadas al


lenguaje. Son dos las que me interesan en este momento. La primera de ellas es la
sociolingüística, dedicada al estudio de la influencia de los factores sociales en el
lenguaje. Ya en los años 60 aparecen los primeros trabajos relevantes como los de
William Labov, quien llega a trazar perfiles sociales de hablantes basados en estudios de
lenguaje oral. Posteriormente el matrimonio Milroy realizará, entre otras aportaciones,
un estudio de cómo la organización social tiene también un efecto en la lengua.

La otra gran disciplina de creación reciente es la pragmática, que estudia la relación


entre el lenguaje y la situación comunicativa en que se emite. Sus principales hallazgos
se basan en la constatación de que los hablantes tienen en cuenta el contexto
comunicativo y tratan de adecuar sus emisiones al mismo en la búsqueda de la mayor
eficacia. En este sentido se debe enmarcar la constatación de que existe significado
expresado no verbalmente y reglas de comunicación (principio de cooperación de Grice,
cfr. Grice 1975) de reglas sociales (teorías de cortesía) y búsqueda de la eficacia
comunicativa (teoría de la relevancia de Sperber y Wilson, cfr. Sperber y Wilson 1986).

Desde otras disciplinas llegan aportes que serán fundamentales para la nueva visión de
las cosas. En los años 70 aparecen en psicología los trabajos de Elea nor Rosch (cfr.
Rosch 1973) en los que defiende un nuevo proceso de categorización del mundo basado
en la existencia de prototipos y elementos periféricos frente a las tradicionales
categorías discretas con rasgos definitorios. Incluso la tecnología contribuye con el
desarrollo de la informática y otros procedimientos que permiten lo antes imposible,
convertir el lenguaje oral en perdurable e incluso crear grandes bases de datos (corpus)
de testimonios de oralidad.

Esta revolución epistemológica llega a los estudios gramaticales con el modelo


funcionalista, cuya premisa fundamental es la caracterización de las lenguas como
instrumentos de comunicación y la de las estructuras como unidades definidas por su
función comunicativa. El interés por la sistematicidad se reduce en favor del
reconocimiento de la variación y de los elementos que no permiten una categorización
fácil porque no son prototipos. Aparecen también estudios basados exclusivamente en
corpus orales, grupos de investigación sobre la oralidad, congresos sobre la oralidad
(como este que celebramos en Granada). En definitiva, la escritura deja de ser el centro
de atención y las oposiciones tradicionales desaparecen o se redefinen.

Veamos las implicaciones de estas novedades revisando las mismas cinco oposiciones
que analizamos desde la perspectiva tradicional.

Perdurabilidad/No perdurabilidad: Esta oposición, origen de todo el proceso de


marginación de la oralidad, pierde todo valor en el momento en que se inventa la
tecnología capaz de recoger testimonios de habla oral. Las jerarquías de lenguas se
hacen sobre la base del número de hablantes, los principales medios de comunicación
son orales frente a la prensa escrita, la escritura en ese sentido ya no es más que la
oralidad.

Unidad/No unidad: Otra oposición desmontada. El reconocimiento de que la lengua se


adecua a su contexto rompe con la idea de que la lengua escrita era menos susceptible a
la variación. Proliferan los estudios que quieren establecer tipologías textuales (y
tradiciones discursivas) en la escritura. La demostración de que la variación también se
puede estudiar y hasta sistematizar, así que este no es un motivo válido para
estigmatizar la oralidad. En la gramática, la teoría de prototipos supone un mayor
reconocimiento para elementos de la lengua marginados por su poca consistencia frente
a los modelos teóricos de antaño. Ya no hay patrones fijos, sino tendencias. Tanta
variación hay dentro del conjunto de actos comunicativos orales como escritos.

Utilidad/No utilidad: El énfasis en la función comunicativa del lenguaje, supone que la


consideración de utilidad se aparta de los contextos de las relaciones sociales complejas
(justicia, administración, etc) y toda variedad lingüística utilizada es útil desde el
momento en que sirve para comunicarse. Tan útil es la variedad de contextos formales
como la de contextos informales. La oralidad se hace incluso más útil que la escritura
porque es el canal que utilizamos fundamentalmente en nuestro día a día.
Prestigio/No prestigio: Pasa de ser una consideración del estatus de una lengua a
referirse gradualmente a la preferencia del hablante por unos elementos a otros desde un
punto de vista del uso estadístico. Todas las soluciones son igual de válidas, pero unas
tienen más prestigio que otras. Se puede observar que muchos giros del lenguaje oral
son más prestigiosos que los del lenguaje escrito. Incluso dentro de cada uno de ambos
términos de la hipotética oposición se puede rastrear lo más o menos prestigioso.

Corrección/No corrección: Ahora es reformulada en términos de adecuación/no


adecuación y ya no opone oralidad y escritura, sino cualquier emisión lingüística que se
adapte a las circunstancias comunicativas o no y siempre de forma gradual. Tan correcto
puede ser un discurso oral en un parlamento como un texto escrito dirigido a personas
con poco nivel educativo.
En definitiva, la oposición oral/escrito desaparece y ahora tenemos que verlos como dos
medios de transmisión de lo mismo (el lenguaje). Este cambio fue consecuencia de una
modificación en la visión de la lengua. La unicidad de la vieja perspectiva dio paso al
reconocimiento de la variación y el interés en ella como un hecho natural, existente y
necesario en el análisis de la lengua. Oralidad y escritura ya no son dos tipos de
lenguaje asociados a dos modos de transmisión, sino que estos canales de comunicación
transmiten siempre lo mismo, lenguaje, admitiendo que cada acto comunicativo tiene
sus propias características y valorando siempre en términos de adecuación al contexto y
nunca como corrección.

2.4-¿Oralidad o comunicación oral?

Un principio del buen proceder investigador nos dice que la terminología que se usa no
debe ser en sí misma un obstáculo ni un motivo de problemas de otro tipo. Sin embargo,
en la práctica la realidad es distinta y los conceptos son a menudo objeto de debate y
también de crítica. En este apartado, quiero reflexionar sobre si el mantenimiento de
oralidad es conveniente o no.
Creo que a la hora de valorar un término son dos los aspectos que hay que tener en
cuenta. El primero es su adecuación a la realidad descrita. No cabe duda de que
cualquier nombre que se le asigne a una realidad debe describirla lo más precisamente
posible y al mismo tiempo no ser contradictoria con el propio concepto. Pero por muy
obvio que parezca, lo cierto es que en la práctica contamos con ejemplos de
terminología poco menos que imprecisa o directamente contradictoria. Dentro de la
investigación gramatical podemos hablar del uso de rasgos articulatorios y acústicos
para describir unidades de naturaleza mental como los fonemas (caso de imprecisión) o
el uso de aproximante (con las implicaciones de fricación que el término incluye) para
realizaciones de una unidad mental cuyas manifestaciones físicas se consideran
oclusivas (lo cual es contradictorio)

En el caso de la oralidad, no cabe duda de que desde esta perspectiva es un concepto


adecuado. Su etimología, (latín os-oris) alude a una parte de las diversas que componen
el aparato fonador, responsable de la producción de sonidos. La boca es el punto en el
que nuestros interlocutores perciben la emisión de lenguaje, así que es bastante lógico el
uso de una palabra derivada para hacer referencia a todo contenido lingüístico
producido por el mencionado aparato fonador.

El otro factor importante es la propia historia del uso que se le ha dado al término. A
pesar de que este y la realidad a la que designa son entidades independientes, lo cierto
es que si el uso es muy recurrente termina produciéndose una asociación, casi intuitiva,
entre el término y los rasgos que definen al concepto al que da nombre. Esta conjunción
de los dos elementos puede llegar a ser muy difícil de separar, como se observa por
ejemplo en el término tiempo verbal y su insistente asociación con la tria tempora
varroniana, no superada hasta muy recientemente.

En este aspecto, me parece que oralidad es un término poco recomendable por el


enorme peso de la visión tradicional y principalmente por el vasto conjunto de
prejuicios que soporta en este modelo teórico. Decidirse por él supone en cierta medida
continuar oponiéndolo a la escritura, lo cual puede ser útil siempre y cuando esa
confrontación sea entendida como la de dos medios de expresión del lenguaje, y no
como dos concepciones del mismo ni tampoco como dos maneras d iferentes de
investigarlo.

A mi juicio, es más adecuada una terminología que sea capaz de manifestar que son dos
vertientes de la misma realidad y que al mismo tiempo presente algún tipo de diferencia
entre ambas. De acuerdo con este presupuesto, me decanto por el término comunicación
oral en lugar de oralidad y comunicación escrita en vez de escritura, en el resto de este
trabajo emplearé siempre la nueva terminología salvo cuando quiera referirme a la
visión tradicional, donde mantendré oralidad y escritura (haciendo constar siempre este
dato).
2.5- Algunas reflexiones sobre presupuestos y metodología

De acuerdo con lo que acabo de exponer, en este apartado quiero referirme a cómo
debería plantearse a mi juicio un estudio de las diferencias entre la comunicación oral
desde este nuevo enfoque basado, en líneas generales y por no redundar en lo ya
expuesto, en el reconocimiento de la variación lingüística y en la importancia de la
comunicación.
Otro aspecto muy a tener en cuenta es que desde el momento en que aceptamos que
oralidad y escritura son solo dos medios de transmisión del lenguaje,
metodológicamente ya no podemos ofrecer rasgos organizados en parejas opositivas
Si/No rasgo como he hecho en 2.2 al presentar la perspectiva tradicional, es decir, como
oposiciones privativas, sino que ahora lo único que se pueden apuntar (la inmensidad de
tipos comunicativos es aun casi desconocida) son tendencias, de manera que cualquier
rasgo ha de presentarse como +/- y admitiendo que ninguno de ellos es imprescindible y
que por tanto su aparición no es obligatoria ni en los contextos en los que aparece más
frecuentemente, esto es, que en la escritura podemos encontrar un acto comunicativo
que la visión tradicional describiría con los rasgos de oralidad y viceversa.

Sin embargo, hay una gran dificultad a la hora de abordar un estudio de estas
características. Al establecer tendencias, implícitamente estamos también estableciendo
que dentro de la comunicación oral y de la escrita hay unos tipos y que entre ellos hay
algún tipo de jerarquía. En el primer aspecto la investigación es todavía demasiado
joven y los avances de momento escasos y cautelosos. Me parece muy interesante en
esta línea el concepto de tradición discursiva (Jacob y Kabatek 2001) que hace
referencia a un conjunto de actos comunicativos que presentan unas características lo
suficientemente recurrentes en todos los niveles gramaticales
(fónico/morfológico/sintáctico/léxico) y pragmático-discursivos como para
diferenciarlos de otros conjuntos. Es cierto que actualmente se aplica fundamentalmente
a la comunicación escrita, pero pienso que debe ser utilizado también para la oral.

El reconocimiento de una jerarquía entre tradiciones discursivas es una cuestión muy


problemática, pues la elección de una de ellas como dominante en cada una de las dos
modalidades de comunicación determinará decisivamente la detección y la orientación
de posibles tendencias. En este sentido, me parece fundamental huir de la visión
tradicional que nos hace identificar la comunicación oral con la informalidad y la escrita
con la formalidad. En mi opinión creo que la opción más adecuada es la de estudiar las
diferencias que puede haber dentro de cada tipo de tradición discursiva porque así se
respeta el hecho de que ambos modos de comunicación dan cabida a todo tipo de actos
discursivos y al mismo tiempo es posible, poniendo en conjunto todos los datos, ver
tendencias generales.

3- Comunicación oral, educación e historia de la lengua


3.1- El modelo educativo europeo

En este apartado me centraré en cómo está planteada la enseñanza de lenguas y lo haré a


través del Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas: Aprendizaje,
Enseñanza y Evaluación, documento que fija las directrices que se deben seguir en la
Unión Europea. A partir de este momento, me centraré exclusivamente en la
comunicación oral.
Este documento defiende en su capítulo 2 un enfoque orientado a la acción, en la
medida en que:
Considera a los usuarios y alumnos que aprenden una lengua
principalmente como agentes sociales, es decir, como miembros de una
sociedad que tiene tareas (no sólo relacionadas con la lengua) que llevar a
cabo en una serie determinada de circunstancias, en un entorno específico y
dentro de un campo de acción concreto. Aunque los actos de habla se dan
en actividades de lengua, estas actividades forman parte de un contexto
social más amplio, que por sí solo puede otorgarles pleno sentido" (2002;
23).

En la misma página se dice también:

El uso de la lengua –que incluye el aprendizaje– comprende las acciones


que realizan las personas que, como individuos y como agentes sociales,
desarrollan una serie de competencias, tanto generales como competencias
comunicativas lingüísticas, en particular. Las personas utilizan las
competencias que se encuentran a su disposición en distintos contextos y
bajo distintas condiciones y restricciones, con el fin de realizar actividades
de la lengua que conllevan procesos para producir y recibir textos
relacionados con temas en ámbitos específicos, poniendo en juego las
estrategias que parecen más apropiadas para llevar a cabo las tareas que
han de realizar. El control que de estas acciones tienen los participantes
produce el refuerzo o la modificación de sus competencias
Este planteamiento es asociable a la segunda perspectiva que he descrito en este trabajo.
Incide en la necesidad de que el lenguaje se adapte a las circunstancias en que se emite
para cumplir su cometido de ser eficaz comunicativamente, y también subraya el hecho
de que el lenguaje es acción y no transmisión de información. La mención de actos de
habla y de contextos sociales es importante en este sentido al igual que la de estrategias
comunicativas y competencia comunicativa en lugar de mencionar aspectos de
corrección o utilidad que pertenecerían a la perspectiva tradicional. Los contextos
tradicionalmente asociados al concepto de oralidad entran de lleno en la educación y por
lo tanto es necesaria la práctica de la comunicación oral.

En este texto, en el que no me puedo detener por razones de espacio, se describe con
precisión en qué consiste la competencia comunicativa (conocimiento lingüístico,
conocimiento sociolingüístico, conocimiento pragmático), se reconoce además una gran
variedad de contextos y estrategias comunicativas para utilizar en estas situaciones. No
falta tampoco una detallada descripción y reflexión sobre cómo debe planificarse y
realizarse la enseñanza y el aprendizaje del alumno teniendo en cuenta hechos como la
variedad de los discentes y de los ejercicios a realizar. En definitiva, está claro que el
énfasis se pone en la comunicación y que la comunicación oral es un elemento
importante en la educación como una de sus modalidades clave.

3.2- Límites y dificultades de este modelo. La desnaturalización de la comunicación


oral.

A pesar de que he señalado en el apartado anterior la relación de esta propuesta con la


perspectiva comunicativa, lo cierto es que al mismo tiempo hay motivos que me hacen
ver conexiones con la visión más tradicional. En líneas generales, creo que algunas de
las parejas de rasgos que he descrito en 2.3 siguen vigentes a pesar de que el espíritu del
documento es sin duda el de la segunda propuesta, el enfoque comunicativo y la
importancia de la comunicación oral. Eso sí, su permanencia está en la metodología y
no en el lenguaje, lo cual es un avance teórico importante pero no lo es a efectos
prácticos porque las decisiones metodológicas tamb ién dejan entrever una ideología en
la que la comunicación oral se convierte en algo artificial, es decir, se desnaturaliza.
En efecto, reconocer la existencia de diferentes contextos comunicativos y de que la
lengua ha de adaptarse a las circunstancias para ser eficaz (cfr. Halliday 2007) es un
logro de vital importancia para la educación en el sentido de que prepara al alumno para
la vida real y su enorme diversidad. Al mismo tiempo, hace ver al alumno el hecho de
que la lengua no es una estructura completamente rígida, sino que ofrece variación. El
problema está en cómo trabajar las situaciones comunicativas. Presentar una situación
comunicativa y una lista de rasgos o elementos que se usan no supone avanzar
demasiado con respecto a los viejos ejercicios estructuralistas (e incluso conductistas de
repetición de estructuras hasta la saciedad) porque supone mantener las opos iciones
correcto/incorrecto y unidad/no unidad que vimos en el primer modelo, con la novedad
de que ahora la comunicación oral también es el término marcado junto a la escrita.

En este sentido, un método más correcto sería en mi opinión contrastar no solo qué
elementos utilizaría cada alumno para esa situación, sino también poner en común sus
experiencias personales, de manera que por ellos mismos se diesen cuenta de la
existencia de variación en la lengua y de que no hay soluciones correctas o incorrectas
por ellas mismas, lo que hay son opciones más o menos adecuadas para cada situación,
es más, incluso se comprobaría que un mismo elemento lingüístico puede ser más o
menos adecuado en la misma situación. Un método que pretenda dar cuenta de la
variación no puede simplemente sistematizarla en x compartimentos con sus x rasgos
(lo que supone no afrontarla) sino que ha de asumir esa falta de unidad como un hecho y
preparar a los alumnos para afrontarla mostrándoles que no hay una tan pretendida
respuesta totalmente correcta.

La comunicación oral es la principal víctima de este afán por la unicidad y la


corrección. El alumno a la hora de la verdad, es decir, en la vida real, se enfrenta a las
situaciones comunicativas armado únicamente con los modelos que ha aprendido en la
escuela, y obtendrá fracasos comunicativos en el momento en que no sepa reaccionar a
los posibles cambios en el contexto o sus interlocutores lo saquen de su modelo. Las
consecuencias de este hecho no son ni mucho menos leves, al contrario, pueden llevar a
serías dificultades en el día a día (relación con otras personas o con entidades como la
administración) o a la marginación social en casos más extremos (cfr. Lippi- Green
1991, Stubbs 1983 y Thorton 1986)

La otra consecuencia de la desnaturalización es la formación de prejuicios lingüísticos,


de actitudes negativas e incluso hostiles hacia lenguas o variantes de lenguas sin
fundamentos lingüísticos detrás. El hecho de que algunos elementos repetidamente no
formen parte de esos supuestos modelos comunicativos para cada situación
comunicativa puede significar que en la mente del alumno actúen oposiciones de la
visión tradicional como utilidad/no utilidad, prestigio/no prestigio y correcto/incorrecto.
La discusión sobre la adecuación de una forma al contexto no ha de girar en torno a su
corrección o no, sino al carácter convencional que justifica la elección de esa forma, es
decir, la elección de un elemento lingüístico sobre otro para un contexto es siempre una
decisión basada en acuerdo social y no en la calidad intrínseca del elemento.

En definitiva, aunque este modelo tiene un espíritu y unos presupuestos adecuados, lo


cierto es que falta una correcta acomodación del concepto de variación a la
comunicación. Todavía hay un cierto afán de practicidad que se observa en
establecimiento de situaciones comunicativas y principalmente de modelos de respuesta.
Pero incluso resolviendo este problema, la elección de unas formas sobre otras sigue
siendo un tema complicado, ya que aun aceptando que es convención social, sigue
prestándose a una interpretación en términos de corrección o prestigio. Una solución al
problema es plantear al alumno lo convencional de sus propias elecciones.

Hay disciplinas que podrían ofrecer una solución al problema, en concreto aquellas que
se dedican al estudio de la variación. Es conocida la distinción que Coseriu estableció
entre cuatro de ejes de cambio: temporal, espacial, social y personal. De esta manera, se
puede estudiar la variabilidad diacrónica (a través del tiempo), diatópica (en el espacio),
diastrática (en la sociedad) y diafásica (en la persona con respecto a las situaciones
comunicativas). Las disciplinas que estudian esta variación ya han aparecido nombradas
en este artículo, en concreto las que se interesan por los dos últimos tipos de cambio, la
sociolingüística y la pragmática respectivamente, como fundamentales en la visión
tradicional. El marco europeo hace referencia continuamente a ambas, pero en la
práctica vemos que no son suficientes.

La dialectología, disciplina que estudia la variación diatópica de la lengua, podría ser


una solución en este sentido porque pone sobre la mesa el hecho de que no en todos los
lugares donde se habla una lengua las elecciones de los hablantes son las mismas. En
efecto, los estudios muestran que el léxico puede variar enormemente su significado
entre las diferentes regiones y los paradigmas gramaticales pueden cambiar la
realización de sus componentes. Por poner un ejemplo, la acepción con connotaciones
sexuales que el verbo coger tiene en tierras hispanoamericanas (sin entrar ahora en
detalles sociolingüísticos ni pragmáticos) o que la forma de tratamiento usted no tiene el
mismo valor pragmático debe hacer ver al estudiante que las palabras no tienen un único
significado y que tendrá que estar preparado para que sus esquemas semánticos y
léxicos sufran modificaciones tan pronto como salga de sus fronteras más inmediatas.

Sin embargo, es mi opinión que la variación dialectal no es lo suficientemente amplia


como para hacer que el alumno se cuestione sus fundamentos lingüísticos. Ofrecer una
lista de léxico cambiante y de paradigmas con distintas formas es presentar la variación
pero como un conjunto de fenómenos esporádicos y de impacto relativamente leve en el
sistema. Puede ser un útil complemento a una disciplina que estudie campos más
profundos y desde luego tiene valor para evitar malentendidos en la expresión oral,
aquella en la que más nos vamos a encontrar con el fenómeno de la variación, pero no
es capaz de hacer dudar al aprendiz de sus propias elecciones. De los cuatro ejes
propuestos por Coseriu, dos de ellos han supuesto un cambio paradigmático en la
perspectiva de la comunicación oral y otra es un excelente instrumento para entender la
variación que en ella (y en la escritura también) se produce, pero nos falta una disciplina
que además sea capaz de sacudir las más íntimas convicciones lingüísticas. La respuesta
vendrá del último eje que nos queda, el histórico.

3.3- Historia de la lengua y comunicación oral. Una relación compleja.

La disciplina que se ocupa de la investigación del eje diacrónico del cambio recibe el
nombre de lingüística histórica. A priori, resulta difícil pensar en ella como favorable a
la comunicación oral. La razón es evidente, hasta que muy recientemente se ha
inventado el instrumental necesario para recoger muestras de habla, toda la
investigación sobre la evolución histórica de la lengua española se ha hecho mediante el
análisis de lenguaje cuyo modo de transmisión es escrito, ya que era el único
perdurable. Desde la visión tradicional de la relación oralidad/escritura, es una
disciplina que margina al máximo la comunicación oral porque privilegia la escritura,
único lenguaje que ha perdurado y por tanto único testimonio útil para el conocimiento
del pasado.
Tal es esta situación que hasta muy recientemente, siempre dentro de esta disciplina, la
oralidad era una especie de cajón de sastre para todo fenómeno de cualquier plano
gramatical que no hallaba justificación comparando ninguno de los testimonios escritos
conservados. Este detalle, aunque en realidad se trata de un presupuesto metodológico
válido (la constatación de un fenómeno para cuyo origen no se puede citar otro
testimonio escrito y que por tanto debe buscarse en otro lugar) lo cierto es que
contribuye a la marginación de la oralidad tan pronto como se convierte en la solución
fácil para explicar fenómenos que sí tienen explicación en otros actos comunicativos
bajo otros presupuestos lingüísticos.
El resultado es que la propia historia de la lengua desde la perspectiva clásica construyó
una idea de la evolución histórica que nos lleva otra vez al predominio de la unidad, en
el sentido de que tenemos bastante definida la evolución de la lengua gracias a la
numerosa documentación que afortunadamente se co nserva. Muchos fenómenos son
fácilmente explicables mediante la comparación de diferentes textos pertenecientes a
varias épocas del español, pero nos queda otro conjunto para el que se recurre a la
oralidad. Es decir, en cuanto se ve variación con la propia tradición escrita, aparece la
referencia a la oralidad, que como a su vez no tenemos documentada, es una hipótesis
cómoda (difícil de refutar e imposible de comprobar).
Afortunadamente, el cambio de perspectiva obligó a un cambio en la metodología y los
presupuestos del investigador. La imposibilidad de estudiar la comunicación oral no es
un obstáculo para conocerla, ya que sea por el habla o por un soporte como el papel, en
ambos vamos a encontrar el lenguaje que era comunicativamente adecuado en las
distintas épocas del recorrido de un idioma. Evidentemente, no podremos buscar
aquellas tendencias que pudieron ser más acusadas en la comunicación oral, pero sí que
es posible ofrecer una caracterización general de lo que se habló en esa determinada
época.

Una vez reorientada la disciplina, en el siguiente apartado intentaré justificar por qué me
parece un punto de partida útil para un nuevo modelo educativo en el que la
comunicación oral sea un pilar esencial.
3.4- Historia de la lengua, educación y comunicación oral

Creo que he insistido repetidamente a lo largo de estas páginas en el hecho de que


cualquier modelo educativo sobre una lengua debe enfrentarse a la variación como una
realidad constante en el uso de cualquier código comunicativo. En ese sentido, una de
las mayores trabas está en la reticencia del alumno a asumir elementos de la lengua que
no considera como propios, justificada por el sentimiento de pertenencia que todos los
individuos tienen a diferentes grupos sociales de diverso orden, colectivos todos ellos
que utilizan las elecciones lingüísticas como marcas diferenciadoras. La única forma de
superar esta reticencia es a mi juicio mostrarle al alumno lo convencional de esas
elecciones, desde los elementos que puedan parecer (no lo son) más superficiales
(léxico) hasta los más profundos (morfología y sintaxis).
En el apartado 3.2 hice referencia a otras disciplinas que estudian la variación y llegué a
la conclusión de que, sin dudar de su utilidad en el reconocimiento de la falta de unidad
en la lengua, no eran capaces de mostrar con la suficiente intensidad el alcance de estos
cambios. La historia de la lengua es en este sentido la disciplina que da cuenta de las
mayores alteraciones en la estructura del sistema y permite incluso un debate sobre la
convencionalidad de las elecciones que los hablantes hacemos entre las posibilidades de
la lengua. Utilizaré para ello dos ejemplos del castellano, uno que ilustra los enormes
cambios estructurales de la lengua y otro que evidencia la diversa consideración que
puede tener un determinado elemento en un momento de la lengua y otro, y cómo ese
cambio puede ser rápido.
En latín es bien conocida la existencia de tres géneros gramaticales (masculino,
femenino y neutro) y en la historia de la lengua está bien documentado el conjunto de
procesos que en castellano condujo a la desaparición del neutro. Sin embargo, las
gramáticas que estudian la lengua actual siguen hablando de una serie de elementos
(artículo lo, demostrativos esto, eso aquello, pronombre personal ello) que parecen
seguir funcionando con género neutro. Al mismo tiempo, todo un conjunto de palabras
que en latín eran neutras y que forzosamente tuvieron que adaptarse a la nueva
situación, como puede ser el caso de mar (latín MARE-MARIS), que acabó en el
masculino, pero que desde principios documenta vacilación de género. Al alumno debe
planteársele la existencia del neutro, las consecuencias de la desaparición del neutro, su
asignación al paradigma masculino y la vacilación de género y comprobar cómo hubiese
reaccionado él en caso de ser el hablante español que se fuese percatando de estos
procesos durante la sustitución del latín por el castellano.

Dentro del paradigma de las conjunciones concesivas, no cabe ninguna duda de que en
la lengua de hoy hay un elemento cuya presencia es notablemente superior al resto de
elementos del conjunto, me refiero evidentemente a aunque. La historia de la lengua nos
indica que hasta finales de la Edad Media era un elemento marginal en el sistema
concesivo frente a la hoy desconocida y antaño casi exclusiva maguer. Estudios
detallados (Montero Cartelle 1992) indican que lo que nos parece exclusivo forma parte
de un conjunto de hasta veintisiete unidades creadas como posibles sustitutos. En la
tradición escrita, tenemos testimonios posteriores al medievo donde se considera
maguer como arcaica o rústica. A la vista de estos datos, al alumno se le podría plantear
que se comparase con un hablante medieval que tenía la misma actitud sobre un
elemento diferente y una totalmente opuesta (era una forma muy minoritaria) acerca de
lo que hoy es una elección lingüística con un dominio aplastante frente a sus
competidores.
Con ejemplos de este tipo, la historia de la lengua pone en cuestión la seguridad de las
convicciones lingüísticas del alumno en el sentido de que muestra que ninguna unidad,
por muy firme que parezca, está libre de sufrir a lteraciones, y de que no debe
discriminar ningún elemento por su bajo uso en un momento determinado, ya que en
cualquier momento las convenciones sociales pueden convertirlo en dominante.

4- Conclusión
En este trabajo he querido mostrar todo el marco teórico (abundante en mi opinión) que
hay detrás de los que ven o han visto una oposición entre escritura y oralidad, y he
planteado una nueva perspectiva donde los conceptos (con las precisiones
terminológicas pertinentes) pierden toda carga teórica adicional y recuperan su
condición etimológica de modos de transmisión de lenguaje. En este enfoque no
tradicional la unicidad y las consideraciones de corrección dejan paso al reconocimiento
de la variación y del lenguaje como valorable únicamente por su adecuación y éxito en
la comunicación.

Desde esta visión de las cosas he querido analizar el estado de la educación y proponer
un nuevo modelo en el que la comunicación oral tiene un papel fundamental (cfr.
Unamuno 2003) como aquella que realizamos más frecuentemente (pero sin olvidar la
escrita) y aquella en la que el alumno ha de recibir mayor formación para cumplir el
propósito de la eficacia comunicativa. Para cumplir este objetivo, he propuesto la
historia de la lengua como un punto de referencia válido dado su interés por la variación
y que sus hallazgos ponen en cuestión nuestros principios lingüísticos más asentados.

5- Bibliografía

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escritura. Barcelona: Gedisa SL.

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Península Ibérica: descripción gramatical, pragmática histórica, metodología. Madrid:
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Lippi- Green, R (1997): English with an accent. Language, ideology, and discrimination
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Milroy, L (1980): Lenguage and social networks. Oxford, Basil Blackwell.


Montero Cartelle, E (1992): "Tendencias en la expresión de la concesividad en el
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Sperber, D y D. Wilson (1986): Relevance: Communication and Cognition. Oxford:


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Wittgenstein, L (1953): Investigaciones filosóficas. Madrid: UNAM-Crítica 1988.


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