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CENTRO HISTÓRICO DE LA CIUDAD DE TUNJA

ESPACIO ARQUITECTURA MEMORIA Y CULTURA

JOSÉ GERMÁN ZULUAGA QUIROGA

Tunja, 5 de septiembre de 2018


INTRODUCCIÓN

El centro histórico de la ciudad de Tunja es una construcción


social. Como centro urbano es una demarcación espacial,
respecto al cual se han elaborado diversas representaciones
que son manifestación de la diversidad que conforma un
conglomerado humano, diferenciado, identificado y unido en
redes de intercambio material y simbólico.

El tema de este estudio es el centro de la ciudad de Tunja,


percibido y pensado como un lugar construido arquitectónica y
culturalmente, en el cual se pueden observar de manera
particular elementos constitutivos y característicos de la
cultura de una sociedad: lo público y lo privado, las
manifestaciones de identidad o los medios que se consideran
son su fundamento, la vida cotidiana, el espacio urbano como
un teatro donde los actores representan su papel como
habitantes de la ciudad (Artunduaga, 2014).

La delimitación del estudio se ciñe a la Comuna 5 de Tunja,


que corresponde al Centro Histórico de la capital del
Departamento de Boyacá. Bajo esta demarcación se comprende el
conjunto urbanístico en conservación y patrimonio de la nación
según la ley 163 del 30/12/1959.

Se caracteriza porque abarca un legado arquitectónico que


mezcla estilos arquitectónicos de diferentes épocas, como la
arquitectura colonial, republicana y moderna. Además es el
epicentro del poder político, del poder judicial, del poder
legislativo a nivel de la ciudad y el departamento, es también
sede del poder eclesiástico y ha sido por mucho tiempo también
centro financiero y de comercio de la ciudad, por lo que es
también parte del poder económico, allí se concentran

2
entidades administrativas, museos, parques, iglesias y
monumentos.

La orientación cognoscitiva e interés investigativo busca


abordar el centro de la ciudad en la perspectiva de espacio
cultural, dentro de una línea de investigación que desde la
gestión del patrimonio inmueble, desde el PEMP y el POT
(Artunduaga,2014), asume el centro histórico como epicentro
cultural y de memoria de los habitantes de una ciudad
(Instituto Caro y Cuervo, 1987), perspectiva epistemológica y
metodológica que integra urbanismo, arquitectura, hábitat e
historia (Graffiti, 1988), que en este caso concreto es asumir
la cultura urbana en un sitio representativo de ella, como es
el centro histórico de Tunja, en una perspectiva que relaciona
como la gente percibe y significa el espacio construido del
centro de su ciudad elevado a patrimonio de la nación (Vergara,
2009).

3
Fuente: https://www.google.com.co/maps

Son fuentes de este estudio el espacio físico que demarca en


términos de paisaje cultural el centro de la ciudad, como
constructo portador de significación en al ámbito de
planeación, infraestructura y arquitectura urbanas, pero
además como un sitio percibido e interpretado cognoscitiva y
valorativamente por las personas que lo habitan, lo frecuentan
o lo rehúyen.

Son referentes las bibliografía general que define los límites


gnoseológicos y metodológicos de los estudios arquitectónicos
y culturales, y los trabajos sobre el centro histórico de la
ciudad de unja y la cultura de sus gentes en torno a reconocer
su patrimonio inmueble (Buitrago, 2016).

4
La metodología está basada en la observación participante, la
conversación espontánea con los transeúntes y la
etnometodología, para hacer un análisis cualitativo con fines
teóricos, que permitan desarrollar esta investigación a los
imaginarios urbanos que suscita en centro histórico de
habitante y visitantes (Silva, 1992).

Descripción y formulación del problema. No está claramente


desarrollado en términos de cultura y valoración simbólica lo
que es el centro histórico de una ciudad. Eso que
geométricamente es mostrable y que físicamente puede
constatarse en la dimensión del espacio conductual, escenario
de la vida social, está conformado por la transformación del
medio en entorno, la reificación simbólica, el ejercicio
político, la negociación, el intercambio comunicativo, la
praxis cotidiana, estos elementos del “mundo de la vida”,
mediados por el lenguaje o los lenguajes, donde el saber y el
poder, la ética o la simple adecuación perceptiva al espacio-
tiempo no son ajenos al conocimiento y al arte de diseñar
transformar y administrar, funcional y estéticamente las
construcciones y el espacio.

La noción de deterioro del centro de la ciudad debe ser


cuidadosamente revisada no sólo en lo que semántica y
gnoseológicamente implica sino también en lo que presupone y
plantea en la intersección entre lo semiótico y lo moral
(FONADE, 1988).

Esta necesidad de aclaración de términos debe ser allanada para


evaluar la validez teórica de los conceptos planeación,
patrimonio, memoria y restauración, usualmente fundadores de
los diversos discursos que se producen y tejen en torno a este
lugar.

5
En un balance costo beneficios los conceptos de centro urbano,
centro y deterioro, de la misma manera que hacen referencia a
un lugar privilegiado, bien sea por la memoria colectiva, por
la génesis o matriz de una identidad común, que aluden a
prácticas de preservación o sentimientos de perdida consentida,
también entrañan la exclusividad, la exclusión, la
fragmentación. Es una verdad de perogrullo que en las
relaciones entre el centro y la periferia, en los procesos de
centralización o descentralización, pueden caracterizarse las
pulsiones y cambios de una sociedad urbana interpelada vital y
estéticamente en el tiempo. En síntesis este problema de
estudio consiste en darle solución a los siguientes
interrogantes:

1. ¿Qué es el centro de la ciudad en términos de cultura


urbana?

2. ¿Para qué sirve la construcción social de centro de la


ciudad?

3. ¿Qué características son propias de la cultura urbana y


cuáles pueden identificarse como públicas y privadas?

4. ¿Cómo se relacionan los dominios de lo público y lo


privado en el centro de la ciudad?

Objetivo general: Proporcionar teóricamente las herramientas


conceptuales a fines con la reflexión en torno al centro
histórico de Tunja declarado patrimonio nacional. Para definir
ontológica y metodológicamente una línea de investigación y de
trabajo cultural. Mediante estrategias de pedagogía social que
empoderen a los habitantes de la ciudad de esta parte de su
arquitectura y de la memoria histórica que los caracteriza ante
Colombia y el mundo.

6
Objetivos específicos

a. Determinar cuál es el contenido y significación de la


cultura arquitectónica y urbanística del centro de la
ciudad de Tunja.

b. Describir los elementos y relaciones que conforman


culturalmente el centro de Tunja.

c. Entender en términos culturales las diversas


interpretaciones valorativas de este lugar de la ciudad y
definir como puede delimitarse el concepto de deterioro
aplicado al centro histórico de la ciudad.

Esta investigación se justifica porque desarrolla una


metodología diferente a la que se aplica en los trabajos de
memoria del patrimonio inmueble y su conservación
arquitectónica. Parte de un contacto directo con las personas
que habitan la ciudad y experimentan en su cotidianidad el
centro histórico.

Este trabajo trata de evitar los aprioris en que generalmente


se constituyen el punto de partida de las investigaciones, en
especial en arquitectura y urbanismo, por eso recurre a un
enfoque semiótico (Cárdenas y Beltrán,1990) de las ciencias
sociales y el objeto de estudio, el centro histórico de la
ciudad de Tunja, que posibilite una aproximación epistemológica
en la línea de investigación cultural, que permita reconocer
un objeto de estudio y en base a él diseñar un marco teórico
y metodológico que pueda ser aprovechado por otros
investigadores en sus proyectos y docencia.

En términos culturales el centro de la ciudad es una


construcción social compleja que plantea para el arquitecto el
urbanista y el científico social la posibilidad de cooperación

7
entre diversas disciplinas (Bourdieau, 1990, en este caso, son
de especial participación la arquitectura, la psicología y la
historia.

8
MARCO REFERENCIAL Y CONCEPTUAL

La idea de centro implica la de periferia, a partir de esta


premisa lógica se divide el espacio real, en espacio físico,
euclidiano o newtoniano y el espacio percibido, subjetivo. El
espacio percibido puede subdividirse en espacio conductual
(E.C. Tolman y K. Lewin) citado por (Wolman, 1988), que es la
imagen en el sujeto del espacio real. La otra clase de espacio
percibido es el hodológico, según K. Lewin, citado por (Wolman,
1988), este espacio es el de las relaciones y las funciones.
El espacio donde se satisfacen las necesidades básicas,
compuesto por elementos conductuales y hodológicos, se
denomina espacio vital que es sinónimo de espacio cotidiano.

Cada percepción espacial es almacenada en la memoria. La


memoria que corresponde al espacio conductual es la social; la
que tiene relación con el espacio hodológico se denomina
memoria dinámica y la que tiene que ver con el espacio vital
es la memoria perceptual, según Marina Waisman citada por
(Wolman, 1988).

Existe una memoria que abarca todas las anteriores y que


corresponde al acervo lingüístico e histórico del colectivo,
esta memoria se denomina, memoria cultural. Ella almacena el
registro de lo que produce el hombre, se constituye a base de
significaciones y resignificaciones (Castro,1996).

En el mundo físico se ubican los volúmenes y las áreas


arquitectónicas portadoras de significados (Castro,1996, estos
semas son percibidos e interpretados por una subjetividad que
en el espectro social se convierte en intersubjetividad, en
imaginario compartido, en cultura y mensaje de comunicación.

La definición de centro urbano y deterioro debe cumplir con


las reglas lógicas y a su vez dar cuenta de la realidad y

9
complejidad significativa enunciada anteriormente (Cortes,
1995).

Definiciones previas

Un centro urbano es un espacio real e imaginario en el que se


aplican todas las leyes físicas pero que la presencia humana
transforma e interpreta de acuerdo con sus posibilidades
materiales y simbólicas.

El centro se distingue de la periferia en términos urbanísticos


más que por una relación geométrica por la interpretación y
valor simbólico que los habitantes de la ciudad le dan.

Si el centro urbano encarna un valor filogenético que conlleva


procesos memorísticos e identitarios lo que obstaculice o borre
este recurso reconstructivo puede denominarse deterioro
(Jaramillo, 1983).

El centro de la ciudad es un escenario donde la esfera pública


está más privilegiada que la privada (Sennet,1978). Sin
embargo, ambas coexisten y se complementan mutuamente. La
descripción del centro de la ciudad en términos de cultura
puede ser enfocado desde el aspecto de la cotidianidad y es en
tal sentido que precisar real y teóricamente, a modo de
naturalezas y categorías, lo que define lo privado y lo
público, haciéndolos distintos, es condición para poder
discernir los conflictos que se generan a partir de que estas
dos esferas se opongan o se confundan (Pradilla, 1996).

10
LO CONSTRUIDO, LO IMAGINADO Y LO REAL

Si el fin de la arquitectura es ocupar espacio con volúmenes


que pueden entenderse como formas arbitrarias, productos del
pensamiento y del trabajo del hombre, cualquier lugar de una
ciudad, en el centro o la periferia no es más que un constructo
cuya descripción física y definición estética son suficientes
para dar cuenta de él conceptualmente.

Sin embargo este trabajo, como ya un lugar común en la teoría


arquitectónica, el urbanismo, y la psicología ambiental no
restringe el estudio del paisaje cultural a la expresividad de
sus signos, a la demarcación de sus semas en el espacio, al
recuento de los estilos y formas, al análisis de materiales y
técnicas, en otras palabras no se concibe la arquitectura sin
el hombre1.

El deterioro físico de un lugar, como su transformación en


términos de conservación, “progreso”2 o cambio definitivo, el
borrón y cuenta nueva que caracterizó la arquitectura colonial
y la del modernismo industrial3, son fenómenos físicos que no
pueden ser desconocidos. De hecho la parte material de la
arquitectura es la base de todo análisis o de toda propuesta,
en términos de teoría o proyecto, desconocerla es confundir

1 Aunque el paradigma del hombre como centro está en crisis, las nuevas tendencias
epistémicas, estéticas y éticas anuncian la muerte del hombre.

2 Este concepto problemático por las implicaciones ideológicas y valorativas que


reviste no debe ser más que la acumulación de elementos cuantitativos y cualitativos
que hacen que un lugar sea mejor que como era antes sin cambiar su identidad.

3 Construcciones religiosa y militares hispánicas fueron superpuestas sobre templos


indígenas derruidos, usando las ruinas de un pasado próspero como base del nuevo
poder, siendo esto un fenómeno arquitectónico de semiosis política. Del mismo
modo, la apertura de grandes vías en Santa fe de Bogotá generó arrasar con
construcciones antiguas.

11
que el performance4 de la arquitectura es construir, que sea
estético y pensado en el hombre tanto mejor, pero aún en la
materia gris, rústica, casi informe e inhabitable están los
trazos del espíritu humano, ese mismo espíritu que ha
construido enormes catedrales, pagodas y mezquitas a sus
dioses, pero que también ha hecho socavones para oprimir, que
ha construido pensando en hacer eficiente un genocidio.

Esta alusión a la arquitectura debe ser revisada


cuidadosamente, si se entiende por ella lo construido, es claro
que el centro histórico de la ciudad más que depender de las
significaciones arquitectónicas depende de una matriz donde
interviene lo construido y las relaciones vitales y culturales
de quienes viven o aprovechan de alguna u otra manera ese
entorno, por eso la concepción de urbanismo5 es básica y veta
de sentidos para aproximarse al centro histórico de una ciudad.

El centro de una ciudad como una construcción social, como un


lugar y un modo de ser de las relaciones urbanas, está
relacionado con imaginarios sociales, modus vivendi, por eso
antes de entrar en materia con la relación que puede
establecerse entre deterioro real e imaginario y el papel que
cumple en ella la memoria, es recomendable hacer la siguiente
reflexión.

4 Palabra del francés intraducible al castellano que plantea la idea de que cuando
algo es hecho se hace pensando en su función y utilidad.

5 “El estudio de la ciudad es un tema tan sugestivo como amplio y difuso; imposible
de abordar para un hombre solo, si se tiene en cuenta la masa de saberes que habría
de acumular. Una ciudad se puede estudiar desde infinitos ángulos” En “Breve
historia del urbanismo” de Fernando Chueca Goitia, Madrid, alianza Editorial, 1994.

12
Una de las características, en términos generales de la
mentalidad de los colombianos y por ende los tunjanos6 y de su
conducta es la desnaturalización del sentido de pertenencia,
para ilustrar un poco este concepto un tanto vago y ambiguo ;
es la atención cuidadosa sobre el sentido etnográfico de
muchos chistes que hacen referencia a identidades de grupo y
nación, concepciones que son empleadas como una especie de
imágenes tutelares , la que nos permite adentrarnos en el
asunto: la clase baja quiere emular a los mexicanos, la clase
media a los norteamericanos y la clase alta a los europeos
considerados de “clase”, como los franceses e ingleses.

Un examen rápido del asunto conduce a advertir lo siguiente:

• Esta idea parte de la imagen engañosa de reunir a las diversas


formas de ser de una nación en una sola, es un concepto
ideológico, que hace ver a los mexicanos como machistas, a
los norteamericanos como compradores compulsivos y a los
europeos como unos excéntricos del refinamiento.

• Independiente de que tan acertada sea la idea que se tiene


de los mexicanos, los norteamericanos y los europeos, no es
nuestro problema, la utilización de esta “tipología” casi
que surgida de la cotidianidad social nos plantea los
siguientes puntos de reflexión:

6 Tunja es el perfecto laboratorio donde puede estudiarse a la Colombia urbana,


en esta ciudad está representada toda la nación, como todas las cualidades y
problemas del país. Esta condición interregional de Tunja, como punto central y
lugar de convergencia de símbolos históricos, es una de las causas de la ausencia
de sentido de pertenencia de los habitantes y visitantes de Tunja, que se saben y
se sienten de todas partes, menos de la ciudad que los ha acogido o donde nacieron.

13
- Existe una contradicción entre la generalización de dividir
a la sociedad colombiana en sólo tres estamentos y a la vez no
producir a partir de estas categorías una identidad
intrínseca.7 Se toman en préstamo las imágenes que se tienen
de los otros para producir caracterizaciones que parten de la
fractura de lo que se es, por lo que se parece.

• Parece ser que efectivamente, por lo menos en una


contabilidad rápida si hay elementos que permiten hacer
comparaciones y establecer semejanzas, entre una idea
prefabricada de los elementos relacionados, clase social
colombiana - personalidad de otra nación, es lo que se hacía
cuando se decía:

Que las clases bajas se divierten tomando licor y escuchando


rancheras (y tangos)8. La clase media rinde culto al consumo
en templos hechos para ello, engalanados de avisos
publicitarios, donde se exhibe la producción en serie, se
ofrendan tributos en compras y se reciben milagros en ofertas,
los centros comerciales (Ramírez, 1992).

La clase alta viste al nivel de los grandes diseñadores, y su


cotidianidad transcurre a la hora que marcan los relojes
internacionales (Helg, 1987), que bien se refleja en una

7 Esto plantea la discusión respecto a si la identidad es la que da forma a las


categorías o si es lo contrario, para un positivista la realidad antecede al
discurso, para un posmoderno el discurso crea la realidad que mienta.

8 La idea de que parte de lo que se ha llamado “la cultura de la violencia” y el


sentido trágico de la vida de la especie humana, confinada a vivir en “jaulas de
la melancolía” viene del culto “popular” a las manifestaciones de la cultura llamada
“popular” de los mexicanos y los argentinos. En Revista SERMANA, “El país de las
adicciones” Edición No. 574, Bogotá, mayo de 1993, pp.106-109. Ver Luis Carlos
Restrepo: “La fruta prohibida: aproximación ecológica al problema de las drogas”
En varios autores. La legalización de la droga. Bogotá: Ediciones Radar, Universidad
Nacional, Congreso de la República, 1994.

14
expresión: “la idea del infierno es el whisky francés y la
comida inglesa”9 Sólo que para comprobar este infierno hay que
tener “clase”10

- Es evidente que hay algo característico es el hecho de


identificar al colombiano con algo que no es el mismo. En tal
caso es que empleo el concepto de desnaturalización del sentido
de pertenencia, se pertenece a una clase social, se hace parte
de sus modos de vida, de su cultura, se comparten sus
imaginarios pero a su vez no se identifica plenamente con ella
en sentido directo sino por comparación con lo otro.

Pero aún más, esa desnaturalización del sentido de pertenencia


se caracteriza por:

1.En primer lugar hay una lucha en diferente niveles de la


realidad, que intervienen las esferas comunicativa,
valorativa y estética, por hacer del espacio que habita cada
estamento un comportamiento claramente definido donde se
excluye al que no cumple con los requisitos de anexión
(Cokburn,1990) y (Tugendhat,1990. Se pertenece a algo por
negación a todo lo que no se pertenece, lo cual caracteriza
a la sociedad colombiana, como discriminante, excluyente y
cerrada, donde la base de status la imponen quienes tienen
condiciones para hacerlo.

9 Expresión empleada por Ernesto Samper, Presidente de Colombia, en una reunión


social.

10“clase”, es una combinación de riqueza, prestigio y “cultura de élite, que copia


cabalmente la etiqueta europea, que involucra una formación en historia y teoría
estética, la urbanidad de Carreño, la información en enología y la experiencia
gourmet, que tiene el gusto para deleitarse en lo clásico o en lo ultramoderno que
implique nuevas tecnologías y confort.”

15
De hecho esta lucha no es simétrica, ni son constatables todas
sus implicaciones. Es claro que se sentiría más lesionado el
miembro de un club para personas de clase alta al ver que
permitieran el ingreso a personas que no tienen su misma
“categoría” ; mientras que si sucediera el caso contrario, que
llegara a una cancha de tejo en un sector “popular” una
delegación de “gente bien”, esto antes que producir rechazo,
daría como efecto la acogida de los huéspedes por parte de los
visitados, incluso podría evidenciarse que la auto-estima de
los anfitriones se ve estimulada11.

2. Los miembros de un estamento establecen un balance entre lo


que caracteriza positiva y negativamente. El cúmulo de
elementos negativos por encima de los positivos crea en las
personas un desarraigo, la necesidad de ocultar la clase, de
limpiar la pertenencia, formas de hacerlo son incontables,
desde adoptar formas de hablar ajenas (como hablarían
miembros de otra clase social), de parecerse en el vestido,
de adoptar hábitos de consumo o de recreación, igual como
cuando ciertas personas expresan y hacen lo que denominan
“limpiar el título”. Que es simplemente pasar de un Colegio
de clase baja o media a una Universidad de clase alta o hacer
un pregrado en una Universidad de regular prestigio y después
hacer un postgrado en una de mayor rango.

Esto hace que la vivencia y la pertenencia a ciertos lugares


de la ciudad estén marcados por características de
reconocimiento e ignorancia, aceptación o rechazo, confort o

11 Todos los políticos hábiles en campaña electoral aplican este procedimiento,


neutralizar su pertenencia a una clase social, para tener entrada en todas, como
una estrategia para ir a la caza de votos. Ver de Antanas Mockus S. “Anfibios
culturales, moral y productividad” En revista Colombiana de psicología No. 2,
Universidad Nacional de Colombia, 1996.

16
incomodidad, miedo o tranquilidad, hay zonas de la ciudad que
establecen con el transeúnte y el habitante una distopia,
plantean una erotopía o lo contrario una fobiotopia, además
que se caracterizan por un paisaje sonoro y unas
características físicas que se perciben de forma osmática, cada
sitio tiene olores que le son propios. Vivir la ciudad
valorativa y afectivamente, es sentir ciertos sitios o sectores
en ella como otorgadores de “prestigio” y a otros como
generadores de complejos de inferioridad.

Marca en la pertenencia o el desarraigo la imagen que de una


ciudad y sus lugares tienen sus habitantes, los sitios con los
cuales se identifican ya sea por una relación positiva o
negativa.

Es una construcción social, la que le da su carácter de ser al


centro de la ciudad, la que se fundamenta en un legado, se
justifica en una funciones del presente y se anticipa en la
planeación a lo que podría ser o se quisiera que fuera.

(Jaramillo,1983) en su artículo sobre el destino del centro de


Bogotá, se acerca a la caracterización ideológica del concepto
de deterioro en la línea de la teoría de las “zonas
concéntricas”12,lo que hace el fundamento de su análisis no muy
original, pero si novedoso en la medida en que la Ecología
urbana, la Psicología ambiental, la Sociología urbana y la
Cultura urbana son especializaciones que sin ser campos de

12Llamada Burgess Theory. Apareció por vez primera en el libro de Robert E. Park
“The City” (Chicago 1935), quién fuera uno de los fundadores de la Ecología urbana.
Información encontrada en: Chueca Goitia, Fernando. “Breve historia del urbanismo”,
Madrid: Alianza Editorial, 1994. ((p.223).

17
frontera13, si constituyen apartados exóticos14 dentro de las
problematizaciones teóricas y prácticas de lo urbano en
Colombia.
Dicha teoría permitiría una hipótesis preliminar15 y es plantear
el deterioro de los centros históricos en relación con cinco
zonas concéntricas en las que se dividiría el espacio urbano:
1.El centro comercial y de los negocios.
2.La llamada zona de transición.
3.Los barrios obreros.
4.La zona residencial de las clases medias y elevadas.
5. La llamada Commuter´s Zone16. la vida de las personas
afectada por el espacio entre su lugar de residencia y su lugar
de trabajo.

Para Jaramillo (1983) la zona comercial y de los negocios es


el centro propiamente dicho, donde el tercer sector de la
economía prevalece sobre los otros, tiene sentido aclarar,
aunque sea evidente, que es sobre el segundo sector (la
industria) que sobresale, ya que el primero no se da en el
entorno urbano.

La zona de transición estaría conformada en Tunja por los


sectores tanto centrales como periféricos donde se concentra
lo que está al margen de la ley, de la moral, que es objeto de

13No se constituyen en los últimos logros del problema del urbanismo como objeto
de estudio.

14 Con esto quiero decir que mientras estas tendencias llevan varias décadas de
desarrollo en EE.UU. y Europa, hasta ahora se van dando a conocer en el contexto
de América Latina.

15O bien el deterioro del centro de Bogotá estaría definido categorialmente por lo
que lo constituye dentro de este teoría de las zonas o pensaríamos que todas ellas
confluyen en él. Fuese lo uno o lo otro, el deterioro se establecería precisando
que elementos han sido objeto de deterioro.

16Commuter, se denomina en E.E.U.U. al que viaja con billete de abono a precio


reducido en el sistema de transporte masivo.

18
rechazo social: la prostitución, la delincuencia, la
mendicidad, etc.17

La de los barrios obreros, sería en los bordes urbanos


principalmente, donde se concentraría por lo menos idealmente
el mayor número de personas pobres “proletarias”, sería la zona
llamada Workingmen´s homes.

Algunos sectores del Occidente y principalmente del norte y


del sur de Tunja serían las zonas de habitación de las clases
medias y altas.

Esta quinta zona, que define más que un sitio una relación de
las personas con el espacio, es de quienes viven distantes de
su lugar de trabajo, para quienes el tiempo que tardan en
desplazarse de su casa al trabajo o viceversa es considerable
al compararse otros recorridos y por lo tanto, en esta rutina
transcurre gran parte de su existencia, con los efectos que
esto tiene en su calidad de vida. Un ejemplo de esta
problemática ya no es una ciudad intermedia como Tunja, sino
una gran urbe como Bogotá donde los habitantes de los
municipios anexados, como sería el caso de alguien que viviendo
en Soacha trabaje en Cedritos o Chía.

Lo que se deriva de este enfoque es la necesidad de no reducir


el centro de la ciudad a una sola de las zonas enunciadas y
más bien considerar que el centro es una especie de
reproducción a escala de lo que es la ciudad, por lo tanto en
el tienen que ver la política, el mercado, las patologías
sociales, las clases sociales, las relaciones entre vivienda y

17 Hace pensar en las antiguas residencias del centro, originalmente en manos de


personas adineradas y prestigiosas y posteriormente convertidas en rooming houses,
es decir, casa de inquilinato, sitios de segregación.

19
trabajo, tiempo de producción y tiempo libre, el centro como
lugar de paso y punto hacia el que se converge o se escapa.

Considerado esto, el deterioro del centro tendría que ver con


todas las instancias anteriormente enunciadas, de tal manera
que este debería ser explicitado en términos del poder, las
relaciones sociales, la praxis económica, la descomposición
social, etc. Pero antes de describir el deterioro o definirlo
indiciariamente, es menester saber previamente qué es
deterioro, digamos que hasta el momento sólo se ha encontrado
provisionalmente unos medios de mostrarlo, más no de decir que
es y cómo se produce.

La palabra deterioro quiere decir aquello que pierde sus


características, aquello que se ve disminuido, ya en cantidad
o en calidad, para precisar que algo se ha deteriorado se
necesita de haber conocido eso antes de que se diera dicho
decaimiento en sus estructuras y funciones, el deterioro no es
una experiencia neta del presente en el sentido de que se
constate a través de una percepción primera y única, por el
contrario, es la observación de algo en el tiempo, es la
posibilidad de establecer frente a la cosa deteriorada un antes
y un después.

En la medida en que la palabra deterioro es un término


heurístico es que es una noción compleja, que se relaciona
directamente con pautas evaluativas, que convoca ideas y
valores, que se enmarca en el terreno ideológico, que se acerca
peligrosamente al prejuicio.

Nada de lo que existe, sea vivo o inerte esta exento de


transformaciones, para los seres vivos su cambio más radical
es la muerte e igual podría decirse que para los seres inertes
como los elementos químicos, su transformación más extrema es

20
la bioquímica. El cambio es una forma de medir el paso del
tiempo. Toda obra humana tangible o abstracta, incluso el mismo
hombre, están sujetos a la temporalidad. Los bienes
arquitectónicos requieren de preservación porque son bienes
susceptibles de ruina.

Hay que precisar que hay cambios mejores que otros, definir
unos en el sentido de desarrollo, progreso, evolución o en las
nociones de decrecimiento, deterioro o involución, son
categorías de medición propias del ser humano, inventadas por
él, sostenidas por él, independiente a la naturaleza de las
cosas. Un cambio puede ser asumido valorativamente como bueno
o como malo, esta posición es relativa, circunstancial,
arbitraria, aparte de la consideración del hecho, lo único
cierto es que el cambio es inherente a la existencia de las
cosas, “la materia no se crea ni se destruye sólo se
transforma”.

Es claro que así como se ha partido de la noción de centro y


la experiencia del centro es una construcción social, es
concordante con esta imagen, que el deterioro sea una idea
frente al cambio de las cosas, dicho más claramente: el
deterioro del centro de una ciudad es una noción ideológica,
para probarla se emplean argumentos lingüísticos y fácticos.

a. Idea de construcción, urbanismo y temporalidad.


El paisaje de la ciudad es construido, en el sentido físico y
cultural. La ciudad es como un ser vivo que pasa por periodos
de gran actividad para después decaer, que se enferma, que
incluso muere o se multiplica incesante, geométrica y
desordenadamente.

21
Esta visión orgánica y ecológica de la ciudad que relaciona
crecimiento demográfico, versatilidad económica, coyuntura
política y movilidad social con movilidad urbana, semeja lo
urbano como un sistema formado por estructuras y funciones; lo
construido, la arquitectura sería uno de sus componentes, más
no el único ni el más importante, ni el que imprima su carácter
a todo lo demás.

Existe una relación directa entre estado real y posibilidades


de lo construido en la perspectiva de empresa pública y
privada, en el de desarrollo o estancamiento, deterioro o
muerte de los espacios públicos y privados. El arquitecto
Rodrigo Cortes (1995), propone tres etapas aplicadas a los
planes de desarrollo urbano de Bogotá.

La primera etapa es una imagen en el terreno de lo posible, de


la idealización de proyecto a futuro. La segunda etapa, es una
visión de integración, de red que une centro y periferia,
lugares de residencia y de trabajo, escenarios conectados: los
políticos, los culturales, los históricos, los económicos, los
recreativos, los de estar y los de tráfico, los de ir hacia un
núcleo desde el afuera y los de descentramiento, el origen de
un proceso urbano de múltiples centros alternos que surgen
obedeciendo al crecimiento de la ciudad, a su demanda de
satisfacción, a las necesidades básicas y culturales de nuevos
asentamientos urbanos dentro de la ciudad.

Lo que será consolidado en una tercera etapa, la del


planeamiento económico y social, en relación con el auge del
mercado. La relevancia histórica del consumo por encima de la
producción. Si el principio de la urbanización en América
Latina en relación con un nuevo orden productivo se dio
paralelo a la industrialización proveniente de los

22
monocultivos de agroexportación18 , con el auge de la economía
intangible, el crecimiento mundial de los mercados bursátiles,
el predominio de los centros de mercado, de comercio, finanzas
y servicios se ha dado un proceso de descentramiento.

La ciudad pequeña, que no crece, que se quedó sin desarrollo


urbanístico, donde se proyectan muy pocas nuevas
urbanizaciones, donde la gente va de paso y no se asienta para
vivir, como Tunja, es una ciudad que seguirá conservando
relaciones de historia y de memoria con el centro histórico,
tenderá en contravía a la gran urbe a no experimentar que el
centro histórico ya no es el enclave urbano inicial.

Un enclave donde se distinguía un centro político.-


administrativo de reconocimiento social histórico, ni se
diferenciaba la zona industrial de la zona residencial, donde
unos sectores se especializaban en producir y otros en
reproducir tanto la fuerza de trabajo como los otros medios de
producción, en una compleja dimensión donde se diferenciaban
ricos y pobres, instruidos y analfabetas, hombres con poder y
hombres dominados, donde se articulaba la moral y la educación,
el disciplinamiento y la política, los derechos y deberes con
la propiedad privada, los recursos de intercambio comunicativo
y simbólico con la planeación de tiempo libre, todo esto
diseñado dentro de unidades espacio-temporales en una
dialéctica entre lo público y lo privado: la fábrica, la
alcoba, la vía pública, el parque de diversiones, los
establecimientos del pensar, el estar y el hacer, los sitios
de la vida cotidiana donde se entreteje subjetividad e

18La bibliografía historiográfica para América Latina sobre finales del siglo XIX
y primeras décadas del XX es abundante. Pueden ser consultados autores como John
Lynch, Eric Hosbwaun. Para el proceso colombiano una obra de referencia es la Nueva
Historia de Colombia de Editorial Planeta (múltiples reediciones).

23
identidad social, lo permitido y lo prohibido, lo correcto y
lo inmoral, la historia y el olvido.

La Tunja del 2018 no se desmarca política y económicamente en


lo que antaño fuera sitio para los “pobres” y el sitio para
los “ricos”, hoy estas caracterizaciones siguen teniendo piso
firme, pero la suerte del reparto socioeconómico sobre el
espacio urbano suele ser más intrincada que los barrios
agrupados por estratos socioeconómicos.

El centro histórico de la ciudad de Tunja sigue siendo el punto


de encuentro de todos los actos públicos significativos para
la vida de una sociedad urbana. El centro histórico de Tunja
sigue siendo el depositario de segmentaciones en lo simbólico
político, en el lenguaje que recuperaría una memoria común, en
centro financiero pero no productivo fabril, en lugar de paso
más que de habitación, en emporio de cultura y educación pero
además como un incipiente teatro violento del desorden, de una
emergente anomia social que lo bordea y amenaza con cruzarlo,
inicio de lo que hoy denominan los sociólogos tejido social
enfermo: caracterizado por algunos vagos, uno que otro
menesteroso, escenario de pequeños delincuentes, donde además
suceden intentos clandestinos de prostitución y la acción de
un mercado informal e incluso ilegal (Hidalgo, 2010).

De todas manera el proceso americano fue previo y más


radical. Cuando llegó la revolución Industrial y el
vertiginoso crecimiento de la población, en la segunda
mitad del siglo XIX, América se encontró con unas ciudades
apenas implantadas y que apenas tenían el carácter casi
provisional de establecimientos coloniales. No existían
monumentos notables, ni verdadera riqueza inmueble, ni zonas
de prestigio secular. Eran cuerpos frágiles incapaces de
resistir ni la acometida furiosa de la industria ni el
crecimiento brutal de la población, que llegaba en oleadas
de emigrantes. Las ciudades sucumbieron anegadas por esta

24
marca y las clases pudientes, como recurso, emigraron a la
periferia, donde una naturaleza favorable les brindaba
lugares incontaminados donde poder rehacer una vida bucólica
a la que estaban acostumbrados. Así se inició esta
vertiginosa movilidad de la ciudad americana, siempre en
busca de una adaptación social al espacio. El centro iba
siendo expoliado sistemáticamente por el comercio, por la
industria, por los medios de comunicación (puertos, vías
fluviales, ferrocarriles), por los emigrantes y clases
pobres, y las clases altas se iban alejando al mismo ritmo.
Rápido y paralelo. Si en las mismas ciudades puede dibujarse
la traslación de las clases elevadas, que en París lleva la
dirección Este-Oeste y en Madrid sensiblemente la S.O.-N.E.,
en las ciudades americanas esta traslación se convierte en
una apresurada carrera. Lo que en Europa se mide por siglos,
en América por años. Claro está que el ritmo de tal
traslación es función del ritmo de crecimiento. Si el
crecimiento decae, el ritmo será más pausado y puede
producirse una cierta inmovilidad si se llega a una
estabilización demográfica. De todas maneras, hoy por hoy,
incluso en ciudades cuyo crecimiento se ha estabilizado, la
emigración a la periferia y la despoblación del centro sigue
siendo un hecho. (Chueca Goitia)19

El deterioro del centro de la ciudad surge como una valoración


clasista de un cambio, donde el desplazamiento de las “clases
privilegiadas” o de disfunción de ciertas actividades propias
de su forma de vida, en una visión histórica, que es el sentido
heurístico de la significación de deterioro, se constituyen en
la idea de perdida, de disminución de empobrecimiento, de un
“patrimonio” con unos poseedores de élite que han sabido
extender una tenencia simbólica en términos de identificación
histórico-social, imagen inventada por la hegemonía, discurso
- poder que atraviesa la memoria, el saber y las conductas.

19Op. Cit. p.p. 228-229. Puede consultarse en relación con este tema: 1- New York
City. “Study of its populations changes. Julio, 1951. 2-Homer Hoyt. 2the Structure
and Growth of Residential Neigh borhords in American Cities, Washington, 1939. 3-
Salvat: Villegas editores. Historia de Bogotá, 1989. 4- Waisman Marina. “La
arquitectura descentrada” Bogotá, Escala, 1995.

25
El deterioro es una valoración, un prejuicio, un constructo
de significación arbitrario, que establece una comparación
entre lo que era y lo que es, en este sentido es que su noción
de cambio y pérdida implica temporalidad, como percepción del
sujeto de que todo en el tiempo se va modificando, en lo que
hace referencia a la esencia crónica de la existencia de las
cosas, sean materiales o ideales, cosas propias de la
naturaleza (Gonzáles, 2006) o la cultura (Heidegger, 1993).

b. Desconstrucción y olvido.
En la dimensión material de el “ser en el mundo” de un complejo
urbano este se da en un dinamismo entre edificación y
demolición, las bases de lo nuevo son lo viejo, en el sentido
dialéctico de esta relación toda construcción implica cierta
destrucción y a su vez toda destrucción supone algo que la
reemplaza.
Pero es en el terreno de la subjetividad donde se reconstruye
una imagen producida o adquirida o una combinación de ambas,
de la ciudad y de su centro histórico. La memoria perceptual y
hodológica hace referencia a lo inmediato y lo mediato, es la
que constata los pequeños o grandes cambios en fracciones de
tiempo reducidas, es la del presente o la que involucra a sus
actores con su propia contemporaneidad, su estado de testigos,
sus vivencias, su experiencia temporal más cercana.

En un campo más amplio, en lo social, en lo que bien puede


definirse como intersubjetivo e ínter - temporal, que relaciona
el pasado con el presente, que plantea posibilidades, la
composición entre la memoria y el olvido definen el contexto
desde el cual se emplea la preservación, la restauración o el
deterioro como unas categorías del cambio, aplicadas a las
relaciones con el espacio urbano restituidas en el mundo
discursivo, ínter - comunicativo, de la experiencia con el

26
pasado reconstruida por la historiografía, la pedagogía, la
memoria colectiva expresa en las tradiciones, en el relato
tanto oral como escrito, en el chiste y en la crónica, en el
documento y en el silencio convertido en signo.

Estas formas que operan discreta o expresamente entre lo


sincrónico y lo diacrónico no son muestra neutrales,
“inocentes” sino cargas arremetidas por poderes que coexisten
en oposición o vecindad en la ciudad, que recuerdan victorias
y perdidas. En Tunja el centro histórico tiene el carácter
multireferencial, al ser significativa para los diversos
participantes en la vida política, social, económica, religiosa
y cultural de la ciudad.

Esta personalidad histórica restituida por una memoria


inventada como pasado ideal, es lo que ha generado un política
de “regeneración” de un uso perdido, idealizado y convertido
en “caballito de batalla político” por la administración de
turno, la recuperación del centro histórico, la vía pública
por excelencia, la idea mítica de la Tunja señorial sin
inseguridad, sin suciedad, sin trancones, que seguramente para
sus contemporáneos nunca ha existido plenamente, por lo menos
en los términos que hoy se restituyen como valor moral y
afectivo de ese lugar, la idea romántica y retrógrada de que
todo tiempo pasado fue mejor (Hidalgo, 2010).

Que haya sido eso u otra cosa, mejor o peor, no significa nada,
excepto porque estas invenciones discursivas del pasado tienen
un poder de convocatoria, de actitud, de generación de
prácticas, de adecuaciones, de productividad en todas las
esferas de la vida en tanto que constituyen contextos, lo que
hoy se denomina tal vez con exceso de imprecisión imaginario.

27
c. El descentramiento: un proceso complejo.
El fenómeno urbano de la descentralización no es un suceso
aislado de las otras instancias de la vida tanto local como
universal en que se encuadra la existencia cultural20 de una
ciudad.
El proceso de descentramiento urbano va paralelo y no aislado
del descentramiento económico, político social, ético y
epistemológico que ha conmocionado a la comunidad universal,
de perfil occidental, si es que eso realmente existe21, desde
la década de los años 70 en adelante.

El descentramiento es un cambio de disposición de un centro


por otro, más que la desaparición definitiva de la relación
centro - afuera. El centro de la ciudad no desaparece pero si
se ve asimilado por un proceso de transformaciones que hace
surgir otros centros, alternos, que usurpan, para decirlo de
alguna manera, funciones que lo caracterizaban o que
simplemente suplen las que el centro viejo ya por razones de
distancia y de crecimiento demográfico no puede cumplir.
El ejemplo perfecto es el centro de Bogotá que a medida que la
ciudad ha ido creciendo ha tenido una reacción ambivalente ya
por su atomización, su reducción o su constante incorporación
de lo que otrora fuera parte de la periferia. En los años 30
Teusaquillo era un lugar perimetral, referido como afuera de
un centro.

20 Uso la palabra cultura en el sentido más amplio: como todo lo que produce el
hombre, no en el sentido excluyente de pensar la cultura sólo como lo relacionado
con las obras intelectuales y estéticas, la idea superada que caracterizara al
siglo XVIII.

21 La misma noción de “tradición occidental”, está sufriendo hoy un proceso de


descentramiento.

28
Centro enclavado en la hoy localidad 17 de la Candelaria.
Para finales del siglo XX es Teusaquillo parte del centro. Este
ejemplo, puede ser complementado con la localización de la
ciudad, donde cada una es una especie de ciudad que dispone de
centros, de acuerdo a funciones muy específicas como la
administración política o muy conectadas como el comercio, los
sitios de recreación y el tráfico tanto de peatones como de
vehículos, entre automotores, hasta hace apenas unos cuatro
años con los de tracción humana y animal, dándole un matiz de
convergencia al caos del tránsito bogotano, entre lo premoderno
y lo industrial.

Pero a esta dinámica del espacio urbano se suman las dinámicas


propias de la sociedad, el crecimiento de la población
marginal, la inmigración interna referida a un proceso de
desocupación del campo por factores como la violencia o el
desempleo ha producido el incremento desmesurado de la ciudad,
su pauperización. Las élites se sienten cercadas, las zonas
antaño, enclaves para su bienestar hoy son seriamente
amenazadas al ser rodeadas por las favelas, los tugurios, uso
estos términos porque este es un fenómeno característico de
los llamados países del tercer mundo, válido para Brasil,
Colombia, Túnez22.

El auge de las clases medias, su necesidad de tomar distancia


de las clases bajas, como de encontrar espacios disponibles de
acuerdo a su capacidad de pago y la demarcación simbólica y de
dique comercial que la finca raíz destinada para estratos altos
hace en sentido de exclusión, de depuración, de segregación,
entre las clases medias y las altas ha producido que las zonas

22 Cifras estadísticas de las Naciones Unidas publicadas en el Almanaque Mundial


2017.

29
antaño demarcadas en el mapa moral para la pobreza y la riqueza
convivan, es la noción de desarraigo, de temor, de perdida de
la “identidad”, que experimentan las viejas generaciones.

Las ciudad descentrada, percibida así, notada como un hecho de


perdida, es lo que emocionalmente se denomina deterioro, casi
siempre marcado por referencia a asociaciones de verticalidad
entre los grupos sociales, entre quienes se consideran parte
importante y los que son valorados como advenedizos, como un
mal necesario, como la gente que debe ser tolerada pero a su
vez alejada del hábitat, no en vano se ha dado un proceso
íntimamente relacionado con el denominado miedo ambiente y es
la feudalización de los complejos residenciales, las
construcciones protegidas, amuralladas, convertidas en
bastiones no sólo en la idea de protegerse en el aspecto
material de la violencia y la delincuencia sino en el sentido
de trazar marcas políticas, regiones aparte, territorios dentro
de los cuales se reúne todo lo que pueda necesitarse en bienes
y servicios y a los que se entra presentando una visa, que es
la autorización verbal para ingresar o la solicitación de un
documento por parte del encargado-vigilante, funcionario
policivo, representante de un poder también inconsciente de
constitución de la propia identidad por rechazo a lo diferente.

Relaciones de diferenciación, de autonomización de un espacio


abarcado por una clase social, latente en las relaciones
interpersonales, en la negociación cotidiana de las pequeñas y
grandes cosas, transcendentales o fútiles en que se juega la
vida. Una noción de pertenencia que regula derechos y deberes,
accesos a servicios, ganancias y pérdidas. Es la restricción
de acceder a un servicio por pertenencia a un lugar, para poner
un ejemplo común, la pregunta clásica hecha en todas partes,
por todos y para todo, en los barrios de clase baja, media o

30
alta, dónde se vive individual o familiarmente, una simple
dirección define moralmente las oportunidades o exclusiones de
un individuo, de una familia o un grupo social. El fenómeno
del descentramiento toca las mismas fibras del colectivo, en
su aspecto humano, afín al descentramiento o centramiento como
procesos correlativos en el sentido de incluir a unos
excluyendo a los otros, se da la deshumanización en el aspecto
de enajenación de la dignidad por el prejuicio.
d- La inclusión - exclusión urbana en relación con el deterioro
del centro de las ciudades.

El deterioro es una construcción social, valorativa,


históricamente dada y sobre condiciones materiales y relaciones
entre las personas que integran un complejo urbano. Sea que el
deterioro se asuma como una idea aceptada o motivo de rechazo,
ella implica una actitud política, no importa si es activa o
pasiva y una definición en el sentido moral, que sirve de
motivación o por lo menos de entorno de semiosis a la conducta.

La utilización de la imagen de deterioro como categoría


cognoscitiva de la realidad urbana y su empleo como punto de
partida para evaluar y proponer cambios y obras en la ciudad,
no es un concepto objetivo y en tal sentido es más indiciario
del prejuicio social, la discriminación y la parcialidad que
un conocimiento científico objetivo de la realidad.

Todo plan de desarrollo urbano no debería partir de una


idealización de lo que fue y dejó de ser, o de lo que debería
ser por afán más emotivo que estudiado, sino de establecer en
relación con la época y el lugar los problemas existentes
planteándose posibilidades de solución.

31
Toda decisión que sea tomada por una visión parcializada,
mediada por el afecto, haciendo del pasado un mito o del futuro
un determinismo es deficitaria adolece de ver la realidad en
su sentido complejo, dinámico y entrópico, por más que algo
deba ser objeto de racionalización y proyecto, por más que esto
sea una responsabilidad política, siempre debe tenerse en
cuenta el papel que cumple el azar, la innovación como formas
de cambios parciales definitivos en la existencia social.

En términos del valor, del reconocimiento, de la cultura e


identidad de un sociedad la relación entre memoria del espacio
y deterioro es característica y válida, en lo que atañe a la
estética y los sentimientos son elementos que enriquecen la
percepción que los individuos tienen de sí mismos, de su propio
espacio y de su época.

El deterioro del centro de una ciudad, o esta misma categoría


aplicada a cualquier sitio del paisaje urbano, que haga cuenta
de la vivencia y relaciones de los habitantes de una ciudad
con ella y entre ellos mismos, tiene una alta carga valorativa,
subjetiva, es una noción ideológica, por lo mismo es inadecuado
hacerla valer como categoría cognoscitiva que oriente una
investigación o la ejecución de un proyecto que pretenda ser
útil para las personas sin que se dé la discriminación y la
exclusión.

De la misma manera que un estudio de la psicología humana no


puede partir del prejuicio de que hay características
psicológicas propias de cierto tipo de hombres que no son
compartidas por los otros hombres, el estudio de la ciudad, y
un plan de solución a sus problemas de urbanismo no puede tomar
como base la noción de que debe restituirse un estado ideal
perdido.

32
Máxime cuando históricamente puede establecerse que ese estado
perdido es más una invención del presente que de su propio
tiempo, que es una noción dictada desde posiciones de clase
fundamentadas en privilegios y exclusividades, decir que el
centro de una ciudad se ha deteriorado porque en él no viven
ya las élites políticas y económicas, es decir que al pasar de
las manos de una clase social a otra se dio un perdida, es
legitimar que en la sociedad si existe unos hombres que son
mejores cuantitativa y cualitativamente a otros, es tomar
partido por la exclusión de la diferencia.

Ahora bien, si esto se hiciera abiertamente, sin hipocresía,


no tendría tanto problema como cuando se quiere hacer valer
la idea de un grupo, como la verdad que debe imponerse a todos,
válida para todos los espacios y tiempos. Los problemas
sociales de este lugar, más que merecer expuestos como
deterioro deben entenderse en una dinámica propia,
contribuyendo a esclarecer las verdaderas causas de su origen
y no ocultando la responsabilidad ética de la sociedad como la
responsabilidad política del Estado en cabeza de la
administración local.

Acusar a los marginados y a los delincuentes de haber


deteriorado un lugar, es plantear que la solución no es
erradicar las condiciones que crean dicha marginación, sino
sacar de ese sitio el problema, bien por una especie de
destierro practicado en muchas ciudades de Colombia, donde
clandestinamente se le lleva el “problemita” a otros o se
abandona en mitad de un trayecto que comunica una capital
con otra. Esta sería una forma fácil de acceder a la legitimidad
de un genocidio, como también se ha hecho por fuerzas oscuras,
de quien sabe que procedencia.

33
Es evidente que la solución a los problemas de vías, servicios
públicos, seguridad, mantenimiento, valor arquitectónico y
estético, comodidad, armonía entre los espacios públicos y los
privados no surgen como por arte de magia del simple hecho
estéril de hablar de deterioro, desconociendo que la vida es
cambio, que realmente no vale la pena pensar ingenuamente en
que todo tiempo pasado fue mejor. En que es inútil, necio,
evaluar los problemas del presente desde el pasado.

Pero el tema no puede ser reducido a unos cuantos párrafos,


hay muchas preguntas que se pueden hacer en torno al estudio
de lo que significa un centro histórico:
• ¿En qué medida es el centro histórico de la ciudad es una
realidad compleja? ¿Lo es también la periferia?
• ¿Qué estructuras, funciones y nociones espaciales se
relacionan con el centro histórico de la ciudad?
• ¿Cómo se caracteriza el espacio real del centro histórico
y cómo se define el espacio percibido?
• ¿En qué consistiría la comparación inter-temporal
aplicada al centro histórico de una ciudad?
• ¿Qué es en términos simbólicos y discursivos hacer
respecto al centro histórico de la ciudad la distinción
entre lo real y lo posible?
• ¿Qué es el centro histórico como construcción social y
cómo se relacionan su construcción objetiva material y su
construcción subjetiva simbólica?
• En términos de actores sociales, ¿puede hablarse de
agentes de la construcción y pacientes de la misma? ¿Esto
qué implicaciones tiene con el urbanismo?
• ¿Cómo se relaciona centro y periferia con conceptos como
lo público y lo privado, identidad social y vida
cotidiana?
34
• ¿Cuáles son las clases de espacio desde el punto de vista
de la percepción, por qué y cómo se relacionan con la
memoria?
• ¿Qué tipos de memoria hay y cómo se vinculan a un concepto
de centro-periferia?

35
ESPACIO FÍSICO Y PERCEPTUAL: REALIDAD ESPACIAL

Todo lo que existe, lo es en el tiempo y en el espacio, son


las condiciones en las que se da todo estado de ser. Sin caer
en la especulación metafísica, una forma de constatación y de
señalamiento de la existencia de algo es determinar sus
coordenadas espaciotemporales, el centro de la ciudad, lo es
en un lugar determinado durante un periodo de tiempo en el que
es claro su comienzo y algunas etapas de su devenir, en las
que pueden precisarse unas características que han permanecido
mientras otras se han transformado en otras cualidades y
formas.

El centro de la ciudad como espacio físico, en el sentido


euclidiano del término no nos interesa más que por ser un
referente respecto al cual se dan cambios, tanto materiales
como de significación, en virtud de su temporalidad y de la
historicidad que el hombre le impregna y le atribuye.

El centro de la ciudad como espacio físico, en términos de la


Física teórica, no se diferenciaría ni cuantitativa, ni
cualitativamente del espacio terrestre, en tanto que no es
vacío, sino continente de gases y partículas, donde es
significativamente presente el aire. Esta noción de espacio no
es la común, sino producto de la ciencia.

Para definir el espacio del centro de la ciudad, no puedo


recurrir ni a categorías filosóficas ni científicas, lo que
plantea que la matriz conceptual de la que parte toda
nominación, idea y problematización de este lugar, es la
experiencia.

El espacio como experiencia, es una percepción que se basa no


en contemplar directamente lo que es él, sino de una
inferencia, a partir de observar los objetos contenidos en él.

36
Toda experiencia en tanto que sensorial y lógica (idea,
concepto, juicio) es psicológica, pero está influenciada por
otros contenidos subjetivos como la apropiación que tiene un
hablante de su lengua, la cultura, la información previa y los
valores que caracterizan su actitud y actos.

El centro de una ciudad es un espacio real y con este concepto


quiere precisarse una categoría que parte de vincular el
espacio físico y la percepción humana de ese espacio, pero
decir que este lugar es un espacio real, es una generalización
aún demasiado vaga, que no permite distinguirlo de otros
espacios. De hecho no está claro cuál es la especificidad de
un espacio real que es reconocido como el centro de la ciudad.

Lo que hace a un sitio ser el centro de una ciudad, no es


simplemente que este sea un espacio real, sino lo que contiene
dicho espacio, que permite distinguir e identificar lo que es
el centro de lo que no lo es, para usar una coexistencia lógica,
la periferia. Hallamos entonces que en el sentido
tridimensional de esta relación, lo que da carácter al centro
de una ciudad es lo que contiene.

Lo primero que salta a la vista, como contenidos del centro de


la ciudad son las edificaciones y las vías. Estas
construcciones intrínsecamente constituidas por átomos y sobre
las cuales operan todas las leyes físicas, en su apariencia
externa, percibible a simple vista, son volúmenes, formas,
texturas y colores. Lo cual hace a la percepción espacial,
propia del sentido de la vista y el tacto, aunque el oído la
complementa con la noción de distancia que permite distinguir
cuando un sonido se aleja o se acerca. Estas son apenas
características básicas de la percepción humana, pero que son
la base del conocimiento, la estética y la interacción del
hombre como ser vivo y ser cultural; que en virtud de un sitio
37
denominado centro de la ciudad, participan en forma decisiva
en su ubicación y formas que tienen sus actores de
relacionarse estructural y funcionalmente con él.

Pero decir que un sitio es centro por lo que contiene y porque


es percibido, no define ni especifica qué es el centro de la
ciudad. Igual otros sitios de la ciudad sean periféricos o
centros alternos, también con continentes y contenido son
objetos de percepción. En términos materiales, en lo que
respecta a sustancias empleadas en la construcción o
tecnologías y técnicas, no son cuantitativamente diferenciales
el centro de la periferia, lo cual no quiere decir que histórica
y culturalmente no existan allí elementos que permitan
caracterizar en una época dada la relación centro-periferia,
pero es evidente que si la noción de centro sólo dependiera de
esta categoría material, ella no explica porque el centro de
una ciudad no se constituye simplemente en términos de
inclusión o exclusión arquitectónica. (Esta idea será aclarada
más adelante)

El ejemplo más claro lo constituye la diversidad en


materiales, diseños, volúmenes, formas y funciones
arquitectónicas que constituyen el centro de una ciudad, como
un sistema complejo, donde conviven lo viejo y lo nuevo, lo
que es funcional y lo que ha dejado de serlo, donde a los usos
antiguos se yuxtaponen y superponen otras maneras de satisfacer
añejas e inventadas necesidades.

Para redondear más esta idea, no es la presencia de


arquitectura republicana, colonial o art-deco, lo que hace que
el centro de una ciudad sea el centro, sería un elemento que
debe ser tenido en cuenta, un agregado, pero no una razón
definitoria.

38
Una forma de aproximarnos más a lo que el centro de una ciudad
es, es decir que este lugar posibilita ciertas prácticas, que
no se realizan en otros sitios, esas prácticas pueden
clasificarse en términos de cultura, de etnografía, de
política, de economía, de orden social, etc., lo cual nos
llevaría a plantear que el concepto de centro de la ciudad,
dependería de múltiples instancias de la vida en sociedad de
un colectivo. Lo cual es cierto, pero aun sumamente impreciso
porque en la dinámica histórica de una sociedad, en el cambio,
siempre necesitaríamos para poder referirnos con propiedad a
ese sitio, delimitar en el tiempo, las peculiaridades
políticas, sociales, económicas, culturales, etnográficas,
religiosas, éticas y estéticas, que lo caracterizan.

De ahora en adelante cuando se haga referencia a las prácticas


especializadas que caracterizan la existencia social, me
referiré a ellas como cultura y sin que implique un juicio
valorativo, a las prácticas que produzcan objetos las llamaré
cultura material y a las prácticas que produzcan formas
abstractas y simbólicas, las denominaré cultura ideal, sin
pretender polemizar con la interpretación semiótica de la
cultura que ha superado tanto esta clasificación de la cultura
como la clásica dicotomía entre cultura de élite y cultura
popular.

El centro de la ciudad, como toda instancia humana es un


constructo en términos materiales e ideales, como lo he
expuesto en el párrafo anterior, por lo tanto esta
caracterización, sigue siendo vaga, para definir el centro de
una ciudad, en la medida que otros sitios, haciendo parte de
lo que no sea el centro, llamémoslos periferia, también están
constituidos por elementos culturales.

39
En la perspectiva geográfica el centro es un punto
equidistante de otros que se denominan periferia, en relación
con la traza urbana, es una localidad dentro de una región que
se define por las relaciones que establece con sus vecinas. En
lo que tiene que ver con el paisaje el centro de una ciudad es
un paisaje cultural, para distinguirlo de un paisaje natural,
cada vez más extraño, con esto quiere decirse que el centro de
la ciudad es una construcción humana, lo obvio, la naturaleza
modificada por el saber y la praxis. Pero la posibilidad de
incontables paisajes culturales no ofrece mayores
certidumbres, si de definir el centro de una ciudad se trata.

En este análisis, que podría ser aún más extenso, pero que no
tendría mucho sentido, no es el objetivo de este trabajo hacer
la filosofía del centro de la ciudad. Se han ido revisando
alternativas categoriales y se ha hecho un balance de su
aportes y limitaciones a una definición de centro.

Lo primero que habría que decir es que todos los elementos


anotados anteriormente si son pertinentes, en tanto que hacen
parte de lo que es el centro de una ciudad. Ellos pueden ser
agrupados bajo un núcleo común, que es un razonamiento de tipo
teórico. Pero una alternativa que debe contemplarse a la altura
de esta reflexión es considerar este problema de definir el
centro de la ciudad desde la perspectiva de una razón práctica.

Por razón práctica debe entenderse en este trabajo, las


categorías de las que se vale el ser humano cotidianamente para
vivir, lo que en términos cognoscitivos ha sido denominado
etnometodología. Esas categorías parten de la experiencia y en
un sentido más amplio, de la vivencia, son parte de la práctica
vital, muy relacionadas con el concepto de cotidianidad o mundo
de la vida.

40
En este sentido, la percepción del centro de la ciudad puede
ser abordada en tres especificaciones del espacio percibido:
espacio conductual, espacio hodológico y espacio vital. En la
medida en que es evidente que el centro de una ciudad está
marcado por un carácter temporal y por una valoración
histórica, es pertinente elucidar las especificaciones y
funciones cumplidas por la memoria en torno a la percepción de
este lugar. Por eso es pertinente hablar de la memoria social,
la memoria dinámica, la memoria perceptual y la memoria social.

El espacio conductual implica tanto la percepción del centro


de la ciudad como una reelaboración simbólica ambas en el
presente, simultáneas, identificando y reconociendo sus
formas, como la mediación entre lo real percibido y la
valoración de ese lugar, que se establece por contexto cultural
y una tradición discursiva compartida, que utiliza múltiples
vías, sus tres formas actuales, más comunes, la oralidad, la
escritura y los registros audiovisuales. En esta percepción
del centro, se relacionan el pasado, el presente y se proyecta
en términos de posibilidad lo que podrá ser ese lugar en el
futuro, se planea respecto a un estado medido lo que se quiere
hacer de él o con él, se diseñan estrategias en torno a
administrar o usufructuar sus contenidos.

La relaciones espaciales conductuales con el centro de una


ciudad definen una economía de los actos en torno a este sitio,
en tanto que vivencia y aprendizaje, tradición y novedad,
supone que es lo que permite que un individuo piense y actúe
en forma centrada, es decir, en términos reales, no virtuales,
asuma actuaciones en el centro de la ciudad, que no son propios
de otros lugares del mismo complejo urbano. Para el caso del
centro de Bogotá, un acto característico, típico, único,
insustituible e irrepetible, en otro lugar que no sea ese, es

41
alimentar las palomas de la Plaza de Bolívar mientras al mismo
tiempo que se alimenta el símbolo de la paz se rememora y
observa el edificio que surgió de la reconstrucción del Palacio
de Justicia y se recuerda lo que sucedió allí un 6 de Noviembre
de 1985.

La percepción conductual del centro de la ciudad establece


valoraciones de carácter social para los sitios, unos se
consideran representativos del poder, otros enclaves de
trabajo, unos propios del esparcimiento, se diferencia en forma
clara los espacios de lo público y de lo privado. Se entiende
claramente, la diferencia entre lo que puede representarse, de
la intimidad, se entablan negociaciones entre lo expresable,
lo exhibible y el recato, hay una frontera, no muy clara,
invisible pero real, entre lo permitido y lo prohibido, lo
normal y lo patológico, lo legal y lo penal.

El centro de la ciudad se convierte en un teatro, donde cada


actor representa un fragmento de su vida, se representa a si
mismo ante sí y ante los demás, decide que mostrar y que
ocultar, observa a los demás y se sabe observado, es un sitio
propicio para escenificar las pulsiones, el ridículo, las
prácticas morales compartidas, la melancolía, el sentido o el
sin sentido de la vida. Por eso el centro de la ciudad, que
invita al recuerdo, al reencuentro con una imagen legada,
reconstruida y reinterpretada múltiples veces, es también un
lugar para el olvido, para el desarraigo, para los excluidos.

La memoria que corresponde a esta percepción espacial es la


memoria social, la que se ha hecho a base de práctica cotidiana,
de consensos, de la idea compartida de que este sitio, el
centro de la ciudad, es parte de la historia de esa ciudad,
implica un sentido de pertenencia, de identificación y de
construcción de una identidad social. Es en esta memoria
42
social, alimentada por una instancia macro, total, una memoria
cultural, la que nos permite predefinir el centro de una ciudad
como una construcción social, es decir, como un hecho cultural,
en el amplio sentido del término que abarca la materia y la
idea, dicho de otra forma, su cuerpo y alma, su memoria, su
presente y sus sueños.

Esta memoria es la que rescata la idea de patrimonio, es


producto de reproducción por medio del lenguaje social,
instituciones fundamentales del establecimiento social como
la educación, la familia y el Estado buscan mecanismos y
métodos para que los individuos, al ser socializados, capten
y aprehendan, aunque esto no sea un simple proceso de
transferencia entre un agente y un paciente, los contenidos,
en el sentido factico y normativo, de lo que es la identidad
cultural. Es así como se entiende, que en lo que respecta al
centro de una ciudad, una de sus caracterizaciones discursivas,
sea la de representar, algo que se considera significativo,
para un colectivo que siente que no sería el mismo sin sus
recuerdos.

La característica que marcaría un distinción necesaria de


establecerse entre la percepción conductual del espacio y lo
que se ha denominado espacio hodológico, es: la primera, se
caracteriza por estar determinada por el mundo objetivo;
mientras que lo hodológico es más del campo de la subjetividad.

La experiencia del centro de una ciudad, en una percepción


hodológica se caracteriza por establecer relaciones y funciones
en torno y dentro del lugar. La experiencia de centro y
periferia, la constatación de las vías de tráfico, la
consideración y balance de las direcciones y sentidos que
acercan o alejan la periferia y el centro, que tejen redes de
conexión entre los constituyentes de ese centro, harían parte,
43
en una primera instancia, de las relaciones características de
este modo perceptivo.

Esta experiencia hodológica del centro de una ciudad se


constituye en una apercepción y a su vez en un estado inicial
hacía la conducta. Permite conectar funcionalmente el centro
de la ciudad, integra la fragmentación en la que cada
estructura ha sido separada y especializada. Dispone del
espacio en función de los intereses, los gustos, las
necesidades, permite temporalizar el espacio.

La experiencia hodológica respecto a un lugar crea hábitos de


comportamiento, en términos de adaptación o transformación. El
ejemplo más claro, es el tráfico de la carrera décima entre la
calle 6a. y la 19, una de las zonas más congestionadas de la
ciudad, en pleno centro de Santa fe de Bogotá. La experiencia
cotidiana le ha enseñado al transeúnte, le ha habituado, a que
en este lugar se colapsa la circulación, que el peatón va más
rápido que los automotores, esto hace que las personas que
atraviesan este sector del centro estén programadas para
hacerlo en un margen de tiempo, que no tiene nada que ver con
otros sitios del centro y de la ciudad.

Nociones como rapidez o lentitud, espacio abierto o cerrado,


vías libres u obstruidas, que encarnan predisposiciones y
conductas son formas de la percepción hodológica de la ciudad
y del centro de la ciudad. Esta percepción conlleva en la
práctica cotidiana, la idea de desplazamiento por el lugar, la
domesticación del entorno, la funcionalidad que permite de
acuerdo con las exigencias de tiempo, a los recursos
disponibles, ir de un sitio a otro.

A esta percepción del centro de una ciudad corresponde la


memoria dinámica, la que permite a cualquier persona tener una

44
imagen en su mente del espacio real y programar, antes de
hacerlo, su trayectoria. Es la que permite ubicar de antemano
en la imaginación un punto de llegada por una dirección escrita
o enunciada. La que reconoce los lugares ya conocidos y los
asocia con una ruta, la que permite escoger el camino más
corto si apremia el afán, que camino es estética o lúdicamente
más llamativo si se trata de un paseo, la que permite decidir
qué lugares más propicio para un tipo de compras o para llevar
a cabo una transacción, cierta modalidad de negocios, o
determinado trámite.

La memoria dinámica establece códigos de conducta y


desplazamiento entre los actores sociales que comparten el
centro de la ciudad, a los conductores particulares les dice
en que sitios pueden aparcar, a los peatones les codifica
precauciones frente a ciertos cruces, les permite seleccionar
las rutas del transporte público. Sin esta memoria dinámica,
el tráfico por la ciudad y la función específica de cada sitio,
las cosas que pueden hacerse allí, se verían imposibilitadas,
hasta el punto de que una persona que saliera de su casa en la
mañana no sabría qué camino coger para regresar en la tarde.

La experiencia del centro de una ciudad como espacio vital es


una intersección entre ese lugar como objeto sensible y lo
que cotidianamente, biológica y culturalmente se hace en él.
El espacio vital, comparte la experiencia conductual y la
hodológica, pero se caracteriza en que es el campo en que el
cuerpo y la conciencia son más autónomos en relación con la
realidad exterior y el contexto cultural. El espacio vital, es
por definición el terreno de lo espontáneo, lo mecánico, de
las relaciones fisiognómicas con el mundo, de la
anatomofisiología, es decir, de las estructuras y funciones
vitales, que en el hombre son más complejas que en otras formas

45
de vida, por su particularidad simbólica, lo que le permite
hacer la distinción entre lo real y lo posible.

El ser humano como compuesto bio-psico-social, se relaciona


vitalmente con un lugar en torno a su organismo, su mente y su
moral. Esta experiencia de un lugar, del centro de una ciudad
por ejemplo, es la que le indica a una persona, de acuerdo a
su identificación con un estamento, una clase, un género, que
sitios frecuentar y cuales rehuir, si se propone comer,
comunicarse, amar, acudir a un médico ; es la que prende señales
de alarma o alerta en sitios que se consideran particularmente
peligrosos; los que se identifican negativamente, que se
asocian con baja reputación y en los cuales se siente vergüenza
de ser vistos.

La experiencia vital del centro de una ciudad se asocia con


los sitios que brindan confort comunitario, que hacen más fácil
el tránsito o la residencia por el lugar, baños públicos,
telefonía, medios masivos de transporte, seguridad, etc. Cuando
los elementos que tienen que ver directamente con la
experiencia vital del centro de una ciudad son más negativos
que positivos, se evidencia, que hay un sentimiento
generalizado de esquivar el lugar, que es incluso más fuerte
que la tradición cultural, que recurre a una memoria social o
cultural para resignificar ese sitio.

Esta característica está vinculada directamente con la


naturaleza humana, que por más diferenciable cualitativamente
del animal en la acepción de cultura vs. instinto, no es ajena
a principios elementales de las formas de vida como son los
mecanismos de defensa, la búsqueda de satisfacer las funciones
y necesidades vitales, la inclinación hacía el placer y el
rechazo al dolor.

46
De otra parte, en términos de inclusión y exclusión social,
hay grupos dentro del centro de una ciudad que se polarizan,
hasta el punto de que es difícil explicarse en términos
convencionales como pueden cohabitar un espacio que se ha
querido definir unívocamente y que parece ser imposible de
homogeneizar en un concepto. El ejemplo característico de esto,
en el centro de Bogotá, lo constituyó durante décadas la
comunidad marginal que habitaba lo que coloquialmente se
llamaba “la calle del cartucho” conformada por indigentes,
drogadictos y delincuentes y a escasas cuadras de allí, “El
palacio de Nariño” la casa del Presidente de la República y su
familia, además de Ministerios y las élites del poder político
y eclesial.

La percepción y vivencia del centro de una ciudad, en términos


vitales, permite identificar ciertos sitios por sus olores,
por sus formas y colores, de una manera que esto crea emociones
y sensaciones, que se relacionan con el miedo, el deseo, el
asco, la tristeza, la alegría, la agresividad, etc.

A esta vivencia del espacio corresponde una memoria perceptual,


ella guarda la información necesaria que permite a los
individuos encontrar en un lugar, las cosas o servicios que
necesitan, prevenirse ante amenazas, tomar una actitud de
aceptación o rechazo. Evocar un sitio por sus signos
sensoriales más elementales y característicos, como toda la
múltiple gama de sensaciones organolépticas que la memoria
pueda coleccionar respecto a un sitio, que lo hacen atractivo
o repudiable.

Es la construcción social, la que en últimas de da su carácter


de ser al centro de la ciudad, la que se fundamenta en un
legado, supuesto; se justifica en una relaciones y funciones

47
del presente y se anticipa en el aspecto de planeación a lo
que podría ser o se quisiera que fuera ese lugar.

En tal medida, tiene sentido el concepto de memoria cultural


de (Rossi,1970). Aplicado a las construcciones sociales y que
refuerzan tres ideas básicas de este trabajo, pero que son
hasta la altura de esta reflexión provisionales:

•El centro histórico de una ciudad se distingue de la periferia


en términos urbanísticos más que por una relación geométrica
por la interpretación y valor simbólico que los habitantes de
la ciudad le otorgan.

•Un centro urbano como centro histórico es a la vez un sitio


real e imaginario en el que se aplican todas las leyes
físicas.

•La presencia humana transforma e interpreta de acuerdo con


sus posibilidades materiales y simbólicas el valor que se le
da a un centro histórico, como el de la ciudad de Tunja o el
de la ciudad de Bogotá.

48
¿ES COMPATIBLE EL DESARROLLO HUMANO CON EL DESARROLLO
ARQUITECTÓNICO?

No se puede hablar de la relación entre desarrollo humano y el


desarrollo arquitectónico sin antes dilucidar lo que significa
la intervención sobre el espacio asumido como territorio. Por
eso si antes no se tiene en cuenta lo que se entiende
conceptualmente por estos términos y lo que significa e implica
al hablar de territorio el actual fenómeno de la
internacionalización o globalización y que hoy en día no hay
comunidad por apartada que parezca geográficamente que no
interactúe con el resto del mundo, los problemas del urbanismo,
de la arquitectura, de los centros históricos, son problemas
globales.

El desarrollo humano es la posibilidad de que un gran colectivo


y no un grupo privilegiado de individuos pueda desarrollarse
en términos de sus competencias relacionadas con la dimensión
física, psíquica, social e histórico-cultural del ser humano.

El desarrollo territorial no sólo debe ser suelo sumado a la


producción o una ampliación de una frontera agrícola sino
también el desarrollo urbano con planeación, lo cual en las
últimas décadas se ha demostrado, que mayor ocupación en
extensión del territorio significa menos es la calidad de vida,
porque existe un relación desproporcionada entre las minorías
que ostentan la titularidad del territorio y los que siendo
mayorías, no pueden beneficiarse de él.

La ley de ordenamiento territorial y de régimen municipal no


constituyen un intento serio de equidad porque el legislador
desconoció la historia y la realidad actual, de una parte se
olvidan de que nunca ha habido un real y equitativa reforma
agraria y de otra parte del actual clima rural y urbano de

49
descomposición social, de desempleo y de estructural iniquidad
en la sociedad colombiana.

La globalización es un proceso amplio de transformaciones en


las relaciones entre naciones, que va atravesando fronteras.
La globalización se caracteriza por el creciente poder de
capital. Sin embargo, Colombia ha entrado a formar parte de
los mercados Internacionales globales, fuera del control de
las autoridades nacionales e internacionales.

Aunque Colombia uno de los países más verdes de la tierra, los


colombianos ya no se alimentan de los campos, y es ahí, donde
el sector agropecuario entra en crisis y está provocando
grandes dificultades económicas, sembrando desasosiego en el
sector rural amenazado por un conflicto interno de décadas que
se niega a morir y un galopante incremento del desempleo en la
mano de obra hortofrutícola y el desplazamiento masivo de
campesinos a las grandes capitales. El centro histórico de
Tunja lo es también del Departamento de Boyacá, uno de los
departamentos más verdes y de mayor vocación agrícola que hoy
sufre la crisis producida por la globalización y los TLC.

El hacinamiento en las grandes ciudades fruto del


desplazamiento humano del campo hacia lo urbano y un
crecimiento sin control y planeación muestran que la expansión
territorial de la actual sociedad colombiana y la de hace
doscientos años se ha hecho de una forma que atenta contra el
desarrollo integral del ser humano. En el campo y las ciudades
el común denominador es que existan amplias franjas de la
población con necesidades básicas insatisfechas muy graves.

En los últimos meses, el tema de la internacionalización ha


tomado un impulso tal, que he generado cambios sustanciales en
la economía política global. Mientras tanto en materia de

50
territorialidad y economía la reglamentación ha sido muy
prolija y su aplicación no ha sido fácil, el Ministerio de
Agricultura no ha establecido las medidas necesarias para
ejercer los controles frente a la importación de alimentos en
Colombia. Y la política migratoria ha fallado frente a la
crisis venezolana, en un país donde ya había cerca de 9 millones
de desplazados del conflicto armado.

Por lo tanto lo que se ha descrito sin dar mayor explicación


da un contexto y un significado a la ley que declaró que el
centro histórico de Tunja es patrimonio nacional y lo que
demanda conservar, restaurar, preservar, el patrimonio
inmueble de esta ciudad. No resulta difícil identificar en el
contexto altos niveles de improductividad ocasionados por
razones históricas, culturales, y de manejo de unas buenas
políticas macroeconómicas en las regiones.

Una de las grandes características estructurales básicas, ha


sido la desigualdad de la región (América latina), en cuanto a
pobreza, analfabetismo e ingresos por mano de obra. La región
ha sufrido un proceso de Industrialización y
desagriculturización estructural, abandono del campo y
marginamiento e inaccesibilidad de servicios básicos para
grandes segmentos de la población excluida.

Existe desconcierto sobre qué relación guardan los valores del


mercado con los valores que guían decisiones en otras esferas
de la existencia, sociales, políticas y personales. Valores
fundamentales que las personas defienden a cualquier precio,
los valores fundamentales se asocian con las creencias
religiosas. O con los valores que se le dan por ejemplo al
memoria histórica a la identidad cultural, a lo que se ha
denominado patrimonio cultural y patrimonio inmueble. Existe
una imperiosa necesidad de constituir en la región, una
51
sociedad abierta como la ideal para cumplir los objetivos de
un desarrollo social y económico a escala humana que
necesariamente involucra a la arquitectura.

El sistema capitalista global es de carácter puramente


funcional y su función es Económica: La producción
indiscriminada de productos y su consumo. Es perplejo el ver,
como la capacidad de transformación del hombre o manipulación
del medio natural, es de una manera ostensible y desbastadora
sin pensar en la propia especie humana. La devastación se hace
a todo nivel y sólo con fines netamente económicos que no tiene
en cuenta la renovación y conservación de los recursos.

La historia nos ha permitido tener una reseña cuantitativa de


los cambios y factores externos e internos, que han propiciado
las diferentes formas de sobrevivencia. Porque no se puede
desconocer que la necesidad de sobrevivir está condicionada a
las leyes naturales y culturales del hábitat (Parra, 1995).

Hoy en día, poder hablar, sobre procesos evolutivos en el


hombre como por ejemplo, Hominización y Humanización, entendido
el primero como un desarrollo fisiológico, y el segundo como
parte del desarrollo cultural, requiere de no caer en
especulaciones, al afirmar que el desarrollo humano desde el
principio mismo de la humanidad ha estado ligado al desarrollo
territorial y la apropiación del suelo a partir de lo
construido.

La categoría de Humanización ha sido un logro no alcanzado por


la civilización, una meta a la cual no se ha podido llegar y a
la que parecería se aspira cada vez menos, si el termino
empleado es significativo de individualidad e interacción
social, lo cual es sinónimo de: Tolerancia, igualdad, equidad,
solidaridad, cooperativismo, sensibilidad y respeto mutuo,

52
tanto con sus congéneres, como con toda la diversidad de
existencia con la que comparte un espacio- tiempo determinado.
Y sin estas características, al menos como ideales altruistas
no hubiera sido posible la permanencia de la especia humana en
el tiempo. Ha existido una gran contradicción en la medida en
que el hombre no ha podido ser y al mismo tiempo es, no siendo
plenamente humano y ético y con un propósito integral de
desarrollo en contra del desarrollismo economicista.

Los planteamientos presentados por cada una de las disciplinas


que tiene como objeto de estudio el fenómeno humano, muestran
ciertas características que fundamentan la posición
antropológica, sociológica y psicológica en la que se debate
cuál es el fin de la integralidad como meta del desarrollo
humano.

Es difícil de comprender las formas de relación y valores que


se han adoptado. Y lo más preocupante la pasividad de los
integrantes humanos frente a los graves peligros que amenazaron
a la humanidad en el Siglo XX, por ejemplo la llamada "guerra
fría" que parece estar de vuelta en el siglo XXI.

La psicología con su argumento de ser relativamente joven y la


aceptación de que el ser humano está en construcción o
haciéndose constantemente, no puede ser tomada como excusa,
para no involucrarse y ser tocado de una manera directa con el
mundo al cual somos conscientes de hacer parte.

Por eso afirmar, que la humanización es sinónimo de condición


humana, parece algo superfluo. Porque el lenguaje el trabajo y
el conocimiento producto de este, son consecuentes a las
necesidades de supervivencia.

53
Pero ni la sobrevivencia y supervivencia autorizan a tener una
forma de ser inequívoca y de desigualdad lo cual desconoce y
atropella los bienes de mérito. Si se hace una mirada
superficial, el desenvolvimiento del proceso histórico de la
especie humana, se puede apreciar que el valor representativo
y prioritario, se le ha dado a la acumulación de bienes
materiales. Y esto ha sido el camino para desvirtuar, el
sentido de la existencia, porque es más importante tener que
ser.

Al considerar el tener como único fin (Fromm, 1998) y por ese


deseo desmedido y mezquino, es el generado del gran abismo,
que separa el fenómeno humano de una humanización posible. En
esa avaricia y en esa búsqueda del poder y de la riqueza, se
encuentra también el valor que se le da la historia, a la
memoria, al patrimonio inmueble.

Como lo ha planteado desde hace casi 30 años el "Desarrollo a


Escala Humana"(Manfred,2001) las necesidades son
potencialidades, que le permiten al hombre ser, en el sentido
de comprensión de su existencialidad. El patrimonio histórico
de una comunidad, de una ciudad, de un sociedad, es parte
fundamental del valor no económico que caracteriza su
existencia social y cultural.

Entendido de esta manera y con un espacio dialógico, se puede


construir una filigrana que permita alcanzar el verdadero
sentido del ser. El centro histórico de una ciudad como Tunja
tiene también una perspectiva psicológica, debe ser encaminado
a desarrollar procesos de concientización del verdadero sentido
de la especie humana.

Cabe aclarar que no es nada fácil, por la contaminación


mercantilista y la excesiva industrialización de la sociedad,

54
la cual parece a veces carecer de la más mínima sensibilidad y
ser dominada por la insensatez, por eso el tiempo se encarga
de mostrar el sentido contradictorio de las políticas
adoptadas y de ahí ver el fracaso tajante del desarrollismo y
el monetarismo sobre todo cuando las decisiones urbanísticas y
de planeación de la conservación del patrimonio inmueble no es
propio de una política de Estado sino un medio para obtener
financiación y acceso al erario público por medio de contratos.

Hoy en día se ve que la naturaleza de la sociedad está


determinada por el monetarismo, esto simplemente se debe a la
alineación y facilismo de cada uno de sus integrantes, y el
discurso demagógico que se aprecia en la academia, el cual
simplemente se encarga de describir las diferencias sociales y
las posibles alternativas de solución, que buscan como única
recompensa los aplausos y el reconocimiento que se mide en
éxito.

La humanidad universal, regional y local necesita de hechos


concretos, que muevan y despierten la conciencia dormida, hay
que desligarse de la comunicación funcional e instrumental que
no permite la fluidez de los sentimientos y merma la capacidad
de amar que es la esencia de la vida, la afectividad, el cariño,
la ternura, son los nutrientes que permiten la construcción
del ser humano en una concepción sistémica de la sociedad que
parta del reconocimiento de la complejidad como una
característica de lo humano y lo social(Páez, 1985).

Una humanización con sobrevivencia y supervivencia y sus


potencialidades de ser, tener, hacer y estar, que se
enorgullezca de su condición. Los niños son algo prioritario,
si se sabe que la construcción de la identidad se debe a la
cultura, son los actos y acciones de educadores y padres la

55
semilla que dará como producto seres humano en un estado de
hominización o humanización.

Una economía que sirva para el hombre y no al revés. Una


educación que retorne a la formación de competencias ciudadanas
donde la cátedra municipal sea la base del aprendizaje de las
ciencias integradas y donde los centros históricos de cada
población de Colombia sean la memoria viva del paso del tiempo
(Gonzáles, 1999), de la identidad y de los inmuebles que vale
la pena conservar.

Es donde surge entonces la necesidad de un proyecto de


educación y sensibilidad comunicativa, social y cultural que
se acerque más a los niños, a las personas adultas de diferentes
grados de escolaridad, al transeúnte desprevenido que no ha
tenido tiempo de pensar en lo que significa el centro de su
ciudad, aunque lo atraviese varios veces en el día. De allí
que desde instancias creativas e imaginativas se decida
intervenir de forma metódica y pedagógica, por medio de la
radio, la TV local, el cine-foro y el comercial, la fotografía,
el teatro callejero y variedad de recursos multimedia, como
también se podría recurrir a la viñeta, a la caricatura, al
humor gráfico23, a la prensa, a las infografías como medios e
instrumentos didácticos que permitan hacer una pedagogía social
sobre la importancia de redescubrir para la vida en sociedad
el valor imaginario y real que tiene el centro histórico de la
ciudad de Tunja y de cualquiera de los centros históricos de
Colombia y el mundo, llevados a la categoría de patrimonio
nacional o patrimonio de la humanidad, y por lo mismo objetos
que merecen una gestión patrimonial incluyente que redescubra
para el ciudadano común el valor del patrimonio inmueble.

23 Idea propuesta por el Arquitecto y profesor Jairo Mauricio Medina Alba.

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