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Condiciones de vida y trabajo en los inicios del modelo de

acumulación vitivinícola

Mgter. Juan Carlos Aguiló

Durante las varias décadas en las que la oligarquía mendocina lleva


adelante la transformación económica de la provincia hacia el modelo
vitivinícola; los hombres, mujeres y niños que se desempeñaron como
peones y jornaleros lo hicieron en condiciones de explotación que apenas
les permitía la supervivencia.

A la hora de describir los diferentes grupos que participaron del proceso de


surgimiento y consolidación del modelo de acumulación vitivinícola en la
provincia, algunos autores sostienen que fueron: “primero, los intelectuales
(enólogos, profesionales, docentes, ensayistas); segundo, los comerciantes
(dueños y gerentes de grandes almacenes y negocios gastronómicos); tercero,
los bodegueros (propietarios de los grandes establecimientos vitivinícolas); y
cuarto, los dirigentes gremiales empresarios (sociedades y centro de
bodegueros)” (Lacoste, 2003, p. 14) Ni una sola mención a los hombres,
mujeres y niños que bajo la figura del “contratista de viña” o como simples
jornaleros aportaron su fuerza laboral en condiciones de explotación para la
consolidación del modelo productivo vitivinícola.
Nos basamos para esta afirmación en los aportes de Juan Manuel Cerdá
(2011) quien sostiene al referirse a los trabajos de Lacoste que “en el caso de
Mendoza…se ha construido una visión hegemónica que resalta una ideal de
igualdad social diferente al resto de la república. Esta idea se basa en una
asociación entre la existencia de una mayor división de la tierra- en unidades
de menor extensión con relación a las propiedades de la región pampeana- y
una menor desigualdad social. A su vez, esta mayor división de la tierra habría
sido producto de la conjunción de la actividad vitivinícola, la inmigración, el
trabajo mancomunado y el crecimiento económico, otorgando especificidad a la
región” (Cerdá, 2011, p. 21) Por el contrario, este autor sostiene que “solo
algunos individuos o sectores se beneficiaron del crecimiento económico inicial,
por lo tanto, la vitivinicultura en sí misma no implicó necesariamente una mejor
distribución de la riqueza. Por otro lado, tampoco parecería haberse dado un
proceso de homogeneización de las condiciones de vida en todos los
departamentos de la provincia durante el periodo estudiado (1870-1950)”
(Ibídem, p. 19)
En el mismo sentido Gago sostiene que “las relaciones sociales que
caracterizaron este momento de coexistencia de dos modos de producción en
puja (se refiere al modelo agro-extensivo de engorde de ganado y al modo
agroindustrial especializado en un producto principal 1850-1934), fueron
asimétricas y de dominación. Estas relaciones funcionaban en base a un
mercado de libre contratación de la fuerza de trabajo en condiciones coactivas
y semiserviles. La fuerza de trabajo quedó ligada a la autoridad y al patrón. La
autoridad de policía imponía todo el rigor del poder coactivo y penal. Restringía

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la movilidad de las personas y controlaba la entrega de las libretas de
conchabo.” (Gago, 2004, p. 25)
Esto le permitió a la oligarquía terrateniente mendocina descendiente de la elite
criolla tradicional mantenerse en el poder desde 1860 hasta 1918 y liderar en
su propio beneficio – compartido con algunas pocas familias de los sectores
inmigrantes de fines del siglo XIX – el proceso de reconversión hacia la
vitivinicultura. Esto también colisiona con “la producción historiográfica de la
provincia (que) asocia el período de finales del siglo XIX y comienzos del XX
con una suerte de origen fundacional de una sociedad más igualitaria – en
comparación con el resto del país y especialmente con la región pampeana -,
producto de las transformaciones productivas y de la incorporación de la
vitivinicultura como actividad prioritaria. Según esta postura, la vitivinicultura,
basada en la pequeña propiedad, dio como resultado un proceso que podría
denominarse de democratización social que redundó en una sociedad más
homogénea y equitativa” (Cerdá, 2011, p. 23)
A pesar de la vigencia de las instituciones y mecanismo coactivos – rémoras
del periodo anterior – que buscaban restringir la movilidad de los trabajadores
en la segunda mitad del siglo XIX, no se pudo evitar la conformación de un
mercado de trabajo libre y unificado. El sistema de sujeción al patrón se fue
estructurando, a partir de diferentes medidas, entre las que puede mencionarse
el antecedente del Reglamento de Policía de 1828. (Cerdá, 2011, p. 152) El
mecanismo probatorio de estos sistemas eran las papeletas de conchabo y
desconchabo. “Otros decretos gubernativos (1845 y 1855) normaban sobre la
duración de los contratos, penalizaban la vagancia, etc. Los fundamentos
siempre eran moralizantes, apuntando a eliminar los vicios, holgazanería o falta
de contracción al trabajo con que se caracterizaba a los trabajadores. Todos
(los peones) quedaban obligados a portar la papeleta de conchabo expedida
por el patrón y la de enrolamiento del escuadrón militar al que perteneciera
cada uno. El Estado asumía, a través del Jefe de Policía, el control del os
trabajadores y obligaba a los hacendados y propietarios a respetar las
normativas impuestas bajo importantes penas de multas. Todo apuntaba a
controlar el mercado laboral, impedir la movilidad geográfica de los
trabajadores y evitar que los propietarios contratasen fugados o se robasen los
peones entre ellos. La duración de la papeleta de conchabo tendría treinta días,
renovables. El desconchabo podía durar hasta tres días y sin esta papeleta el
trabajador no podía ser contratado nuevamente bajo pena de multa de $12.
Cuando un individuo fuese sorprendido sin la papeleta sería detenido como
vago y destinado a las obras públicas durante ocho días, es decir forzado a
trabajar para el Estado.” (Ibídem, p. 154) Estas medidas tuvieron vigencia hasta
fines del Siglo XIX y coexistieron con el proceso de conformación del mercado
laboral libre. “Se llamaba conchabo a cualquier trabajo que se hacía bajo las
órdenes de un patrón. La papeleta era un documento que quedaba en poder
del dueño de la estancia o finca donde se establecía el enrolamiento del peon.
Resultaba un modo muy eficaz de garantizar la mano de obra y comenzó a
perfilarse como la relación dominante. La mano de obra que generaba el
excedente social durante este período puede verse expresada en los siguientes
grupos: labradores, artesanos, jornaleros, peones, esclavos, sirvientes,
gañanes, arrieros. Todos estos hombres participaban del sistema de
contratación de conchabo mediante este documento que, tras una fachada

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legal, ocultaba su verdadero carácter de sujeción, para los trabajadores, a
modos todavía cerradamente domésticos. El trabajo en las fincas mendocinas,
de raigambre feudal y restringido al ámbito doméstico, reducía las actividades
de la subsistencia y la reproducción a la esfera privada. Desarrollada como
reclusión a la domesticidad, esta servidumbre resultaba ajena a toda libertad”
(Beigel, 2004, 270)
En las últimas décadas del Siglo XIX el mercado de trabajo se fue dinamizando
y modernizando en el sentido de disminuir los componentes en especie del
salario. En lo que respecta al mercado de trabajo vitivinícola, las estimaciones
para 1903 sugieren que empleaba a 15.000 personas de modo permanente y
otras 22.000 en la vendimia con una superficie con viñedos en producción de
22.205 ha y 1.300.000 hl de vino elaborado. (Ibídem, p. 165)
Los bajos salarios y las condiciones laborales de los peones y jornaleros
mencionados fueron las causas principales de las huelgas y conflictos sociales
que ocurrieron en Mendoza en las dos últimas décadas del siglo XIX y la
primera del XX. Adicionalmente, “muchos de los pobladores extranjeros
portaban nuevas ideas socialistas o anarquistas, así como tradición o
conocimiento de viejas luchas y formas de organización sociales, superadoras
de la mera resistencia individual que caracterizaba al peón criollo en la
provincia” (Ibídem, p. 193) Los conflictos sociales se agudizaban en este
periodo al compás de los ciclos recesivos de la economía provincial que eran
productos de las crisis de superproducción del modelo vitivinícola. Así es que
con la primera de ella, ocurrida en 1903, “el fenómeno de la desocupación y del
subempleo, y una cierta retracción en los niveles salariales, profundizaron las
dificultades de todo tipo que padecían los sectores populares y no
contribuyeron, precisamente, a lograr la armonía social”. (Ibídem, p. 194) La
primera gran crisis del principal motor económico provincial generado “por un
dramático descenso de los precios de la uva y el vino instaló rápidamente
situaciones económico-sociales graves, afectando a la producción, al sistema
bancario y el empleo”. (Ibídem, p. 220) Si bien la provincia se recuperó con
rapidez de esta situación, los trabajadores continuaron sufriendo situaciones de
privación debido a que sus salarios se mantenían congelados o incluso
reducidos. Al calor de las manifestaciones obreras, lideradas por los obreros
ferroviarios, y del crecimiento del proceso de organización sindical de los
sectores trabajadores, se sanciona en la provincia la Ley 371 de Descanso
Dominical, “que fue un significativo avance en la regulación del trabajo y en el
control de las relaciones obrero-patronales” (Ibídem, p. 222) Sin embargo “el
incremento de la conflictividad que se acentúa luego del Centenario refleja que
las condiciones laborales no mejoraban, los salarios tampoco y la respuesta
más o menos general era la coerción y el castigo patronal, y la pasividad o la
represión estatal; también la connivencia de empresas y Estado” (Ibídem, p.
228)
Aun cuando los sectores dominantes han intentado instalar una visión idílica de
este proceso la cuestión social mendocina era reflejada en el pionero y
reconocido informe de Bialet Massé (1985) en relación al trabajo de mujeres y
niños. “En general, para los álbumes, editados para el Centenario, todo era
brillo, el futuro sonreía y la felicidad se desparramaba por todos los rincones
gracias a la vitivinicultura, los empresarios y los gobernantes de turno. Además,

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la riqueza de los bodegueros era fruto del esfuerzo individual porque todas las
condiciones estaban dadas para alcanzar el éxito” (Richard-Jorba, 2010, p. 26)
Al calor de las luchas obreras y los procesos de sindicalización de las primeras
décadas del Siglo XX, las clases subordinadas mendocinas van a tener que
esperar la llegada de los gobiernos lencinistas para que mejore relativamente
su situación y sus derechos sociales empiecen a ser reconocidos. “A partir de
1918, con el ascenso del radicalismo al poder provincial, se inició un escenario
diferente para los sectores trabajadores mendocinos. Una serie de leyes
tendientes a defender los intereses obreros fueron impulsadas por los
gobiernos lencinistas. Durante los gobiernos de José Nestor Lencinas y el de
su hijo – Carlos Washington Lencinas -, se dictaron el mayor número de leyes
sociales que había tenido la provincia hasta ese momento” (Cerdá, 2011, p. 84)
Fuentes

Beigel, Fernanda (2004), “Entre el maray, la papeleta de conchabo y los derechos sociales: los
trabajadores en la historia de Mendoza”, en Roig, Arturo, Pablo Lacoste y María Cristina Satlari,
“Mendoza, cultura y economía”, Mendoza, Andina Sur, Colección Cono Sur.

Bialet Massé, Juan (1985) “Informe sobre el estado de la clase obrera Argentina”, Tomo II,
Hyspamérica, Buenos Aires, citado en Richard-Jorba, Rodolfo (2010); “Empresarios ricos,
trabajadores pobres: vitivinicultura y desarrollo capitalista en Mendoza 1850-1918”, Prohistoria
Ediciones, Rosario, Argentina.

Gago, Alberto Daniel (2004); “La economía: de la encomienda a la moderna industria


mendocina” en Roig, Arturo, Pablo Lacoste y María Cristina Satlari, “Mendoza, cultura y
economía”, Mendoza, Andina Sur, Colección Cono Sur.

Jardel, Silvia; Enrique Gatti y Pablo Lacoste (2003); “Resumen de: El vino del inmigrante y
Antecedentes para la negociación en materia vitivinícola entre Argentina y la Comunidad
Europea”, Universidad de Congreso, Consejo Empresario Mendocino (CEM), Mendoza,
Argentina.

Lacoste, Pablo (2003), “El vino del inmigrante. Los inmigrantes europeos y la industria
vitivinícola argentina: su incidencia en la incorporación, difusión y estandarización del uso de
topónimos europeos (1852-1980), Universidad de Congreso, Consejo Empresario Mendocino
(CEM), Mendoza, Argentina.

Richard-Jorba, Rodolfo (2010); “Empresarios ricos, trabajadores pobres: vitivinicultura y


desarrollo capitalista en Mendoza 1850-1918”, Prohistoria Ediciones, Rosario, Argentina

Declaraciones de la época

«Es un problema contratar un servicio doméstico medianamente pasable y


permanente. Ello se debe a que la gente prefiere vivir de la limosna antes que
trabajar», «nuestra servidumbre es una calamidad: cuando un doméstico/a no
es ratero, peca de torpe (…) la que no es zafada o respondona”

Los Andes, 29 de enero y 4 de mayo de 1905, citado en Richard Jorba (2010); «Empresarios
ricos, trabajadores pobres. Vitivinicultura y desarrollo capitalista en Mendoza (1850-1918)

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«Mendoza está llena de mendigos, la mayor parte de ellos robustos y
sanos…», que deben ser reprimidos «porque los zánganos son elementos de
perturbación social»

Los Andes, 2 de marzo de 1902, citado en Richard Jorba (2010); «Empresarios ricos,
trabajadores pobres. Vitivinicultura y desarrollo capitalista en Mendoza (1850-1918)

«En las vinerías y cocinerías los trabajadores se reúnen a malgastar el fruto de


su labor, dejando sin pan a su familia y sin brazos a las fincas o
establecimientos en que trabajan»

Los Andes, octubre de 1895, citado en Richard Jorba (2010); «Empresarios ricos, trabajadores
pobres. Vitivinicultura y desarrollo capitalista en Mendoza (1850-1918)

«Se encontrarán ranchos de la clase pobre, llenos de muchachos de ambos


sexos (…) poco menos que desnudos, sin ninguna ocupación y aprendiendo
toda clase de vicios. ¿No sería mejor que se obligase a esos padres idiotas a
que colocacen (sic) sus hijos en casas respetables donde serían útiles, al
mismo tiempo que se moralizarían…?»

«En 1852, para ser elegido Diputado al Congreso Nacional, el candidato debía
tener bienes raices por $4.000 como mínimo o arte o profesion que le produjera
un rédito de idéntica magnitud. Los electores debían ser nativos de la provincia,
tener en ella alguna propiedad inmueble o desempeñar ocupaciones
industriosas o ser empleado civil o militar. Sólo eran excluidos de votar «los
esclavos, los regulares, los deudores del Tesoro Público, los que hayan sido
condenados a penas infamatorias, los que tuviesen causa abierta, los
dementes, LOS NOTORIAMENTE VAGOS Y FALLIDOS»

El Constitucional, 21 de diciembre de 1852, citado en Richard Jorba (2010); «Empresarios


ricos, trabajadores pobres. Vitivinicultura y desarrollo capitalista en Mendoza (1850-1918)

“La familia del obrero esta inhabilitada (…) para educar convenientemente a
sus hijos (…) Hijo del conventillo, que no sabe como ni donde pasar unos ocios
obligados que lo arrastran ya a la mendicidad en las calles para obtener dinero
con que aplacar vigilias; ya la pillería descarada; ya a la venta de papel
impreso» Alberto Meyer Arana, «Por el niño pobre», Buenos Aires, 1904

Aproximaciones similares en Europa

“There are in our society unfamiliar and strange places. Places where the
conceptions are not like ours, the laws are different, their lives are different from
ours. They do not worship the same Gods, they do not understand us, we do
not understand them; the words they use are the same but they have a different

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meaning” (Herman Bang in Villadsen, Kaspar (2007) The emergence of Neo-Philanthropy. A
new discursive space in Welfare Policy, Acta Sociologica 2007;50;309.)

The philanthropist was to mediate between the antagonistic social classes by


describing the potential – but not yet visible – humanity of the pauper, and by
working to ‘lif-up’ the better part of the poor, awakening their self-esteem and
developing their moral standards (Villadsen, Kaspar (2007) The emergence of Neo-
Philanthropy. A new discursive space in Welfare Policy, Acta Sociologica 2007;50;309.)

By studying the visible signs in the home, the visitor would determine whether
moral corruption had taken place – the assumption being that ‘even in the
deepest state of poverty it is always possible to maintain a sort of decent
cleanliness’ (Degerando, 1827:15). If paupers were economical, provident and
virtuous, this character would show through their housekeeping, clothes and,
indeed, through their posture, walk and gestures. Villadsen, Kaspar (2007) The
emergence of Neo-Philanthropy. A new discursive space in Welfare Policy, Acta Sociologica
2007;50;309.)

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